Sábado 15 de Agosto de 2020


El reconocido historiador Mike Davis acaba de publicar El Monstruo ya está aquí, un libro sobre la pandemia, los sistemas sanitarios y las desigualdades provocadas por el capitalismo. El trabajo retoma los pronósticos realizados por el mismo autor en su libro El monstruo llama a nuestra puerta, publicado hace poco más de una década. En esta entrevista, Davis afirma que viviremos una época de pandemias múltiples y plantea que el sistema actual difícilmente pueda atajarlas de modo correcto.


Se ha hablado mucho sobre el origen de los coronavirus. ¿Cómo se relaciona con la agricultura industrial y el papel de las multinacionales? ¿Son estas las nuevas plagas del capitalismo?


Sabemos que el virus pandémico, el SARS-CoV-2, se originó en los murciélagos, al igual que los SARS iniciales de 1992-1993. Una cuarta parte de todos los mamíferos son murciélagos –unas 1.500 especies– y albergan una increíble variedad de virus, incluyendo cientos de coronavirus, que tienen el potencial de dar el salto a los seres humanos, ya sea directamente o a través de un animal salvaje que actúa como intermediario. La cadena de transmisión del virus actual no se conoce y, de hecho, puede que nunca se conozca, pero la constante expansión de cultivos y granjas en zonas silvestres de China es probablemente un factor clave, junto con la tradición cultural de consumir murciélagos y animales exóticos.


En el caso de nuevas gripes –que siguen representando un riesgo inminente–, el crecimiento exponencial de la producción industrial de cerdos y pollos en el suroeste de Asia y en otros lugares ha amplificado enormemente esta amenaza pandémica. Los cerdos, que pueden ser huéspedes de una doble infección de cepas de gripe aviar y humana, son reactores biológicos claves, ya que los segmentos del genoma de dos virus pueden a veces recombinarse para crear híbridos monstruosos. Las industrias avícolas, por su parte, actúan como aceleradores virales para la propagación de estas nuevas cepas.


A escala mundial, la deforestación es el mazazo que rompe los muros entre la naturaleza salvaje y sus enormes reservas de virus, por un lado, y las ciudades humanas superpobladas por el otro. Un ejemplo citado en mi libro es el caso de la región costera del África occidental, la zona de más rápida urbanización del planeta.


Tradicionalmente, las aldeas y ciudades dependían del pescado como la principal fuente de proteínas. Pero a partir de la década de 1980 las flotillas industriales de Europa y Japón extrajeron aproximadamente la mitad del pescado del Golfo de Guinea. Los pescadores locales perdieron sus medios de vida y los precios del pescado se dispararon en los mercados urbanos.


Simultáneamente, las multinacionales madereras estaban abriéndose paso con motosierras a través de los bosques tropicales del Congo, Gabón y Camerún. Con el objeto de mantener bajos los costos de la mano de obra, contrataron a cazadores para matar animales salvajes, incluyendo primates, para alimentar a las cuadrillas. Esta «carne silvestre» pronto encontró una enorme demanda en las ciudades ávidas de proteínas, especialmente entre las poblaciones de los barrios pobres que vivían en condiciones sanitarias terribles. Esta cadena causal –la expoliación de los recursos pesqueros sostenibles, la tala de bosques que rompió las barreras naturales entre las poblaciones humanas y los virus salvajes, el aumento de la caza de animales silvestres a gran escala para abastecer de carne los mercados urbanos y el crecimiento exponencial de los barrios pobres– fue la fórmula maestra para la aparición tanto del virus de inmunodeficiencia humanaVIH como del ébola.


Hace quince años escribió El monstruo llama a nuestra puerta: la amenaza global de la gripe aviar. Desde aquel momento, numerosos estudios advirtieron de la posibilidad de una pandemia. ¿Por qué hemos llegado a este punto casi sin ninguna prevención y sin el desarrollo de la investigación científica adecuada para combatir este tipo de virus?


En realidad, en los últimos 25 años ha habido una enorme cantidad de investigaciones y modos de preparación para una pandemia. En cierto sentido todo fue vaticinado, pero algunos países se negaron a prestar atención a las advertencias o, como Estados Unidos bajo Donald Trump, desmantelaron deliberadamente estructuras cruciales para la alerta temprana y el control. Además, Reino Unido, Estados Unidos y algunos países europeos habían recortado drásticamente el gasto en salud pública, ya sea por razones ideológicas o por las medidas de austeridad posteriores a 2008. En Estados Unidos, por ejemplo, nos enfrentamos al brote a finales de enero con 60.000 trabajadores sanitarios menos que los que habían estado en las nóminas de los gobiernos locales y del Estado en 2007.


Mientras tanto, la gran industria farmacéutica ha continuado obstaculizando el desarrollo de antivirales que se necesitan con urgencia, antibióticos de nueva generación y vacunas genéricas. El otoño pasado, el propio Consejo de Asesores Económicos de Trump le advirtió que no se podía contar con las grandes empresas farmacéuticas en una crisis pandémica, ya que en general habían abandonado el desarrollo de medicamentos para enfermedades infecciosas, a menos que el gobierno federal interviniera con miles de millones de dólares de subsidios.


Por otra parte, las empresas de biotecnología más pequeñas que estaban siendo precursoras de nuevos medicamentos y vacunas se vieron privadas del capital necesario para llevar sus descubrimientos a las etapas finales de prueba y producción. Después de la aparición del SARS en 2003, por ejemplo, un consorcio de laboratorios de Texas había desarrollado una posible vacuna contra el coronavirus que nadie estuvo dispuesto a financiar. Si se hubiera desarrollado, dada la coincidencia de 80% entre los genomas del SARS-1 y el SARS-2, podría haber sido una base excelente para la producción acelerada de una vacuna contra el covid-19.


Lo más importante es que la mayoría de los países de Asia oriental, tanto los autocráticos como los democráticos, han logrado contener la pandemia hasta ahora gracias a planes de respuesta bien preparados (un legado de las anteriores crisis del SARS y de la gripe aviar), una amplia aceptación del liderazgo científico, la inmediata aceleración de la producción de mascarillas y respiradores y, un factor clave que en su mayor parte ha sido ignorado, la capacidad de movilizar a grandes ejércitos de trabajadores y voluntarios para responder a nivel de base. A pesar de su condición de nación en vías de desarrollo y de la escasez de médicos, el éxito de Vietnam ha sido notable y probablemente sea el resultado de la combinación de laboratorios de categoría mundial (los Institutos Pasteur en Hanoi y Ciudad Ho Chi Minh) con una red nacional de trabajadores sanitarios públicos a escala de aldea y de barrio.


El talón de Aquiles de la planificación previa en muchos países ricos ha sido apoyarse exclusivamente en los profesionales de la salud, cuando una educación pública universal acerca de las amenazas de enfermedades y la organización de una reserva de voluntarios capacitados son casi igualmente importantes para combatir las tormentas virales. Como la tragedia nos está obligando a comprender, no vivimos en una pandemia sino en una era de pandemias.


El discurso de los gobiernos es que de esta pandemia «salimos todos juntos», pero la realidad es que el virus sí entiende de racismo y capitalismo. ¿Cómo afecta esta crisis a los trabajadores

precarios, latinos y afroamericanos?


Los distintos países, por supuesto, difieren ampliamente en cuanto al acceso a una atención médica asequible, los indicadores de la desigualdad de ingresos y los legados estructurales de la discriminación racial y étnica. Entre las naciones de altos ingresos, Estados Unidos es la que tiene la peor puntuación en las tres categorías. Pero incluso en países con atención médica universal y niveles de desigualdad mucho más bajos hay poblaciones vulnerables que han quedado desprotegidas y a menudo invisibles en la crisis actual.


Las residencias de ancianos se han convertido en morgues a ambos lados del Atlántico, y son el origen de 40% a 50% de las muertes de covid-19 en muchos países. En Estados Unidos, donde el número de víctimas de este tipo supera ya las 50.000, se estima que la mitad son afroestadounidenses. Aquí es donde las vidas de los negros parecen importar menos.


Si los expertos en salud pública sabían que estas instalaciones se convertirían rápidamente en focos de infección, ¿por qué los gobiernos nacionales y locales no crearon inmediatamente grupos de trabajo especiales para intervenir? ¿Y por qué las ONG y los partidos políticos progresistas no hicieron de esto una demanda contundente? Las mismas preguntas, por supuesto, deberíamos hacernos sobre las cárceles, las prisiones y los campos de refugiados. La actitud pasiva de las autoridades solo puede ser caracterizada como una negligencia criminal.


La crisis también permitió visibilizar la importancia de los «trabajadores esenciales» para el funcionamiento de la sociedad. Y son los más expuestos al contagio.

 


Los que ahora reconocemos como «trabajadores y trabajadoras esenciales» ante la pandemia incluyen desde investigadores científicos hasta conserjes y personal de cuidado a domicilio. Además de todas las categorías de personal médico, millones de personas que trabajan en la agricultura y en la industria frigorífica, en la venta y distribución de alimentos, en servicios públicos como el transporte, la vigilancia y la sanidad, y en la industria logística (almacenamiento y reparto). Estos son precisamente los sectores que tienen los mayores porcentajes de trabajadores pertenecientes a minorías con salarios bajos, inmigrantes recientes y empleados eventuales.


En Estados Unidos, casi la mitad de estos trabajadores son negros, latinos o asiáticos y, salvo que pertenezcan a un sindicato, es poco probable que tengan un seguro médico adecuado (o que tengan alguno). Muchos han pasado largos periodos sin recibir tratamiento por enfermedades que se habrían atendido de forma rutinaria de haber tenido seguro médico y, por lo tanto, sufren de dolencias crónicas como el asma y la diabetes. Sus trabajos están entre los más peligrosos, tienden a trabajar jornadas más largas y, en el caso de quienes tienen bajos ingresos, viven en las peores condiciones de vivienda. Durante seis meses se han enfrentado al mayor grado de exposición ante la amenaza del coronavirus, generalmente sin equipos de protección o sin el derecho a reclamar contra las precarias condiciones laborales.


Estos trabajadores han sido completamente traicionados por la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) –un organismo del Departamento de Trabajo de Estados Unidos–, que se ha negado a poner en marcha normas obligatorias para proteger a los trabajadores o atender las miles de quejas que se han presentado de forma oficial. Por eso, la industria frigorífica en el Medio Oeste, donde la mayoría de los trabajadores pertenecen a minorías o son inmigrantes recientes, ha sido tan devastada por el covid-19. Y por eso los trabajadores estadounidenses han hecho huelga o han organizado protestas furiosas en más de 500 ocasiones desde abril.


En este contexto, ¿qué papel están jugando empresas como Amazon?


El blanco frecuente de protestas ha sido Amazon, el máximo especulador con la pandemia, y que ha violado notoriamente los derechos de los trabajadores. El patrimonio personal de Jeff Bezos aumentó en unos astronómicos 33.000 millones de dólares entre marzo y abril, en tanto que la empresa se convirtió en una vía fundamental para la entrega de alimentos y suministros básicos para las familias confinadas en sus hogares. Al mismo tiempo, se ha apresurado a ocupar de forma permanente los espacios vacíos dejados por el cierre de tantos miles de pequeños negocios minoristas (una estimación común en la prensa internacional especializada es que una cuarta parte de las pequeñas tiendas afectadas en Europa y Estados Unidos nunca volverán a abrir).

Los demócratas, con excepción de Elizabeth Warren, no han abordado los problemas que plantea el creciente poder monopólico de Amazon. Durante las dos guerras mundiales del siglo pasado, se impusieron con éxito impuestos a los «beneficios extraordinarios» de las principales empresas en la industria armamentística, pero los dirigentes demócratas se han negado a considerar una regulación similar para Amazon o para las grandes empresas farmacéuticas. Hacia fin de año, la economía estadounidense se parecerá aún más a la sociedad capitalista pura y dura descrita por Fritz Lang en su famosa película Metrópolis.


En su libro Planeta de las ciudades miseria, analiza ese fenómeno de las gigantescas metrópolis donde la superpoblación y el hacinamiento son la normalidad. ¿Puede haber derecho a la salud en estas condiciones de la geografía urbana capitalista?

Desde principios del siglo XX ha habido un debate esencial y recurrente sobre cómo controlar las epidemias a escala mundial. La posición estadounidense, respaldada por los enormes recursos de la Fundación Rockefeller, se centró en librar guerras contra enfermedades específicas con recursos masivos enfocados en el desarrollo y la distribución de vacunas. Estas cruzadas por las vacunas han dado lugar a grandes éxitos (viruela y poliomielitis) e igualmente a grandes fracasos (paludismo y sida). El enfoque basado en intervenciones técnicas específicas para cada enfermedad ha salvado vidas, pero deja en su sitio las condiciones sociales que promueven las enfermedades.


La otra vertiente en el debate ha dado prioridad a la inversión en infraestructuras de atención primaria de salud en las regiones y países más pobres. Se inspira en las ideas de la «medicina social» propuestas por el gran patólogo alemán Rudolf Virchow en la década de 1880 y ampliamente adoptadas en el siglo XX por partidos de la izquierda, así como por un amplio espectro de reformadores que deseaban reorientar la medicina hacia la prevención de enfermedades junto con reformas sociales radicales.

Durante gran parte de la posguerra, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estuvo dominada por Estados Unidos y el paradigma Rockefeller, pero los defensores de la medicina social obtuvieron una importante victoria en 1978 cuando la OMS emitió la «Declaración de Alma-Ata», en la que se afirmaba que el acceso a servicios sanitarios de calidad era un derecho humano universal. Se adoptó un plan de campaña que subrayaba la importancia de la participación de la comunidad y de un enfoque desde abajo para lograr «salud para todos en el año 2000». Pero la contrarrevolución neoliberal que siguió a la elección de Margaret Thatcher y Ronald Reagan convirtió esta declaración en letra muerta.


El covid-19 está revelando hasta qué punto hay dos humanidades inmunológicamente diferenciadas. En las naciones ricas, alrededor de un cuarto de la población cae en la categoría de alto riesgo debido a la edad y a los problemas de salud crónicos, a menudo relacionados con la raza y la pobreza. En cambio, en los países con ingresos bajos y en muchos países con ingresos medios, entre la mitad y tres cuartas partes de la población se encuentra en situación de riesgo. El cofactor más importante es la disminución de la inmunidad debido a la malnutrición, las infecciones gastrointestinales generalizadas y las enfermedades descontroladas y no tratadas como la malaria y la tuberculosis.


1.500 millones de personas viven actualmente en asentamientos precarios en África, el sur de Asia y América Latina, que son las perfectas incubadoras de la enfermedad. Sabemos que allí la pandemia está fuera de control, pero en gran medida permanece invisible en las actuales estadísticas fragmentarias. Y si Europa muestra cierta disposición a compartir eventuales stocks de vacunas con los países pobres, el gobierno de Trump demostró recientemente, con la compra de todas las existencias mundiales del medicamento Remdesivir, que no tiene intención de compartir nada. America First significa África en último lugar.


En las últimas campañas, la corriente progresista del Partido Demócrata ha ignorado en gran medida estas cuestiones de la salud y la pobreza a escala mundial. También ha defraudado las expectativas de sus simpatizantes. Hace pocas semanas se anunció que las negociaciones entre los sectores de Joe Biden y Bernie Sanders han dado lugar a una plataforma demócrata que está muy por debajo de «seguro médico universal», la demanda central de la campaña de Sanders, a pesar de que la pandemia y el colapso económico han demostrado un millón de veces su urgente necesidad.

( https://nuso.org/articulo/el-monstruo-ya-esta-aqui/?utm_source=email&utm_medium=email )


La pandemia de la COVID-19 no representa la única amenaza a la salud en el continente americano, sino que también está alterando la capacidad de controlar la transmisión de otras enfermedades infecciosas, “muchas de las cuales hemos estado luchando por eliminar durante décadas”, afirmaba este martes la directora de la Organización Panamericana de la Salud.


Durante su encuentro semanal con los medios de comunicación para informar sobre la evolución de la enfermedad, Carissa Etienne afirmó que enfermedades como el dengue y la malaria representan una enorme carga en el sistema sanitario y, junto con muchas enfermedades tropicales, tienen un impacto desproporcionado en las poblaciones pobres y vulnerables, incluyendo las comunidades indígenas, como la COVID-19.


Por ello, y debido a la pesada carga del coronavirus en los sistemas de salud y a la interrupción de los servicios esenciales, Etienne alertó que está bajo amenaza el programa aprobado el mes de octubre por el cual los Estados miembros de la Organización se comprometieron a un enfoque regional para la eliminación de más de 30 enfermedades transmisibles y afecciones relacionadas  para el año 2030 .


Los servicios para enfermedades como la tuberculosis, el VIH y la hepatitis se están viendo afectados. Más del 80% de los países de América Latina y el Caribe están informando de problemas en la prestación de tratamiento de la tuberculosis”, explicó.

Etienne señaló que la situación representa un grave peligro ya que, si los pacientes se saltan las dosis o interrumpen el tratamiento, un problema manejable puede convertirse rápidamente en una infección activa que amenaza no sólo al paciente, sino también a la familia y a los conocidos cercanos.

Otro claro ejemplo es el del VIH, un vius del que se conocen modos de prevención y tratamiento, del que se dispone de datos que indican que el 30% de las personas que viven con él evitan acudir a los servicios de salud durante la pandemia y que, al mismo tiempo, los países tienen un suministro limitado de antirretrovirales.

A esta cifra se le ha de añadir que un tercio de los países de América Latina también están experimentando interrupciones en las pruebas de detección de la hepatitis que son clave para la detección temprana y el tratamiento de la enfermedad.

El mosquito aedes aegypti transmite zika, además del dengue y el chikungunya.


El problema de las enfermedades transmitidas por mosquitos

En comparación con los dos primeros meses de 2019, durante enero y febrero de este año los casos de dengue en el continente americano crecieron un 139%. Sin embargo, desde que empezó la pandemia de coronavirus en marzo la información de casos de dengue con fiebre ha disminuido y el de otras enfermedades como la malaria han caído más de un 40%.


Sabemos que estos datos no nos cuentan toda la historia. Sin una vigilancia robusta seguimos sin saber el alcance de esta enfermedad que afecta a nuestra población y por lo tanto no podemos planificar suficientemente los servicios y salvar vidas. De hecho, para las enfermedades que son completamente curables, esto no es aceptable”, explicó.


La directora de la Organización destacó que los mosquitos y los patógenos que estos transmiten siguen circulando y que, sin pruebas ni tratamiento, los casos graves de enfermedades causadas por estos insectos podrían pasar de condiciones fácilmente tratables a la muerte.


La curva se aplana en algunos países de la región

Mientras que en Chile y en Ecuador la curva de contagios parece estar plana, pero con un nivel muy elevado de transmisión, aclaró el doctor Jarbas Barbosa, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, esta situación no se produce en Bolivia donde se registra un incremento importante del número de casos con una fiebre transmisión en los centros urbano como La paz.

El desafío que hoy tienen los países de la región no es solo aplanar la curva sino controlar la transmisión”, sentenció.

 

(http://www.sela.org/es/prensa/servicio-informativo/20200812/si/66481/onu )


El psicoanalista y escritor Jorge Alemán analizó la noticia de la producción de la vacuna de la Universidad de Oxford en el país y habló acerca de su seminario «La Época en Nosotros y Nosotros en la Época», que lo que recaude será donado para los comedores populares auspiciado por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires.


«La producción de la vacuna me parece una noticia excelente. Pero no me parece que sea algo rápidamente ideologizable. El problema son los protocolos y las fases de la vacuna. Creo que lo que ha hecho Argentina es de una coherencia absoluta»

«Tanto la carta de felicitaciones del presidente a Putin, porque me parece que es un gesto de soberanía. Como todo el proceso que hizo el gobierno con respecto a la cuarentena y al modo en que ha llegado ahora a esta vacuna».

 


Sobre el seminario: «Pensar nuestra época siempre es muy difícil porque uno es contemporáneo de la misma, y más ahora que se ha vuelto todo tan contingente e imprevisible. Pero hay que pensar el cruce entre el capitalismo y la pandemia hasta donde podamos«.

«Porque el capitalismo no está hecho para resolver una pandemia como esta, vamos a ver si la vacuna atenúa los efectos catastróficos. Lo que va a salir de esto permanece desconocido. En España hay una caída del 85 por ciento del turismo y era el combustible del país».


«Los datos de Argentina son catastróficos también. El mundo en el que vamos a vivir no tiene nada que ver con el que conocíamos. A la vez no hay ninguna teoría que explique cómo se vive después del capitalismo. Entramos en un tiempo en donde habría que reinventar una sociedad distinta a la del neoliberalismo».


Capitalismo: «Hace años vengo insistiendo que el neoliberalismo ha promovido pulsiones narcisitas y de muerte. Por un lado ha destruido lazos históricos, luego quiere vivir en un presente absoluto y produce una relación con la realidad donde es pura competencia y sálvese quien pueda».


«Ha partir de eso han surgido alrededor del planeta una serie de sujetos flotantes que no tienen muy en claro qué es lo que pasa. Pero que están unidos por sus certidumbres primarias que tienen que ver con una desconfianza generalizada a todo lo que provenga de la política«, concluyó.

( https://radiocaput.com/?p=22879&fbclid=IwAR080XkLXMNiIz5Rv2ngdcpDVxvM5AaoYJbyztXKWPcYYHABjmZAp5dOH74 )


Este viernes fueron confirmados 6.365 nuevos casos de COVID-19, y 165 muertes


El Ministerio de Salud de la Nación, informó que con los registros de este viernes, los casos positivos de Covid-19 suman a la fecha 282.437 positivos en todo el país; 5.527 muertes; las altas alcanzan a 199.005 personas, y los casos activos en proceso de curación llegan a 77.905 infectados.


Del total de esos casos, 1.148 (0,4%) son importados, 72.902 (25,8%) son contactos estrechos de casos confirmados, 168.252 (59,6%) son casos de circulación comunitaria y el resto se encuentra en investigación epidemiológica.


Desde el último reporte emitido el jueves, se registraron 165 nuevas muertes: 96 hombres, 50 residentes en la provincia de Buenos Aires; 20 residentes en la Ciudad de Buenos Aires (CABA); dos residentes en la provincia de Entre Ríos; dos residentes en la provincia de Mendoza; tres residente en la provincia de Río Negro; uno residente en la provincia de Salta; dos residentes en la provincia de Tierra del Fuego; catorce residentes en la provincia de Jujuy; uno residente en la provincia de Salta; uno residente en la provincia de Córdoba; y 69 mujeres; 38 residentes en la provincia de Buenos Aires; 18 residentes en la Ciudad de Buenos Aires (CABA); tres residentes en la provincia de Río Negro; una residente en la provincia de Santa Fe; una residente en la provincia de Tierra del Fuego; siete residente en la provincia de Jujuy; y una residente en la provincia de Neuquén. Al momento la cantidad de personas fallecidas es 5.527.


Monitoreo de internados y camas UTI Casos confirmados COVID-19 internados en UTI: 1718 (Información reportada por las jurisdicciones) Porcentaje ocupación total de camas UTI adulto: - Nación: 58,9% - AMBA: 68,6% (Información reportada por las jurisdicciones)


El jueves, fueron realizadas 18.501 nuevas muestras y desde el inicio del brote se realizaron 930.097 pruebas diagnósticas para esta enfermedad, lo que equivale a 20.497,2 muestras por millón de habitantes.


El número de casos descartados hasta el jueves13, es de 522.916 (por laboratorio y por criterio clínico/ epidemiológico). A la fecha, el total de altas es de 199.005 personas.


El detalle de casos (confirmados | acumulados)* por provincia, este viernes 14 de agosto, quedó de la siguiente forma: - Buenos Aires 4.157 | 175.538 - Ciudad de Buenos Aires 1.012 | 75.604 - Catamarca 0 | 63 - Chaco 49 | 4.328 - Chubut 6 | 390 - Córdoba 144 | 4.290 - Corrientes 1 | 223 - Entre Ríos 100 | 1465 - Formosa 0 | 78 - Jujuy 133 | 4.336 - La Pampa 1 | 182 - La Rioja 22 | 661 - Mendoza 165 | 2.910 - Misiones 1 | 56 - Neuquén 16 | 1.735 - Río Negro 118 | 3.653 - Salta 106 | 930 - San Juan -1 | 22 - San Luis 1 | 34 - Santa Cruz 40 | 954 - Santa Fe 190 | 2.954 - Santiago del Estero 24 | 223 - Tierra del Fuego** 48 | 1274, y  - Tucumán 32 | 534.


El parte vespertino de Salud, concluye aclarando lo siguiente:  Aquellas provincias con dígitos en negativo han reclasificado sus casos a otras jurisdicciones según lugar de residencia.

*Aquellos casos confirmados que no están notificados por residencia, fueron contabilizados por provincia de carga.


**Se incluyen 13 casos existentes en las Islas Malvinas según información de prensa (debido a la ocupación ilegal del Reino Unido, Gran Bretaña e Irlanda del Norte no es posible contar con información propia sobre el impacto del COVID -19 en esa parte del territorio argentino). Aclaración: la notificación de los casos por jurisdicción se realiza teniendo en cuenta la residencia según el Registro Nacional de las Personas y en caso de no estar notificado la provincia de residencia, se asigna la provincia de carga.


Pudiendo variar en función de la investigación de la jurisdicción. Las autoridades continúan con las medidas intensivas para reducir la circulaciòn del virus en el país y disminuir su transmisión. En este sentido es clave la estrategia de mitigación de la mortalidad destinada a personas mayores de 60 años y personas que integren los grupos de riesgo. (InfoGEI)Jd

( https://infogei.com/nota/33118/este-viernes-fueron-confirmados-6-365-nuevos-casos-de-covid-19--y-165-muertes/ )


EL VIRUS Y SUS NARRATIVAS


Es el principio del fin”. Esa fue la reacción de un científico agregado a una de las mayores embajadas de Washington frente a los reportes que decían que una partícula génica sintética había sido producida en un laboratorio… “Cualquier país pequeño puede ahora hacer un virus para el que no haya cura. Solo se necesita un pequeño laboratorio. Cualquier país pequeño con buenos bioquímicos puede hacerlo’.

Y posiblemente cualquier país grande podría hacerlo mejor y más rápido”.


William Burroughs, “La revolución electrónica”.


La víctima, poseída por el mal, no se distingue en nada del resto de los humanos, puede ser nuestro padre, nuestro hijo, nuestra mujer. Solo ha ocurrido un cambio imperceptible: el vacío de sus ojos. De allí en más, los usurpadores de cuerpos convertirán en robots a la humanidad para que cumplan sus deseos de conquista.


El argumento de “La invasión de los usurpadores de cuerpos”, película de los cincuenta dirigida por Don Siegel, va de la ciencia ficción a la política, en épocas en las que el macartismo advertía que detrás de cualquier sujeto podía anidar el fantasma del comunismo, ese que alguna vez anduvo suelto por Europa y que ahora, según el inquisidor yanqui, podía inocularse en la sangre de cualquier ciudadano americano.


La narrativa que, en un sentido inverso, va de la política a la literatura, no era nueva cuando se realizó el filme, ya Marx había usado la figura del fantasma, parafraseado arriba de estas líneas, y también la del vampiro, para ilustrar cómo el capital, que es trabajo muerto, poseía al obrero y cobraba vida en forma de mercancía, tan poderosa que al fin de su ciclo usurpador, se convertía en un fetiche de propiedades mágicas.


Los días que vivimos reproducen el mismo vaivén que oscila entre el relato de terror y la política, la tentación de la metáfora que encasilla un fenómeno, y la prevención para que esas analogías no nos lleven a una mirada catastrófica en la que podríamos guarecernos para dar por concluida toda ambigüedad y debate.



Y es que el Coronavirus, que ya ha prohijado películas, obras de teatro, ensayos  y novelas, en el tiempo récord de cuatro meses, se nos presenta como un fenómeno parangonable a un relato fantástico e inquietante: aquel bebé podría contagiar a su abuelo y matarlo, esta mujer que concurre a una fiesta es una bomba viral que termina con la vida de cien invitados, ese virus, definido como “enemigo invisible”, es la sustancia que penetra los cuerpos y los convierte en enemigos mortales, resucitando  la lucha de lobos hobbesiana.


La emergencia da lugar a narrativas, líneas de sentido que atraviesan la sociedad: algunas difundidas desde el saber popular, con origen en usinas más o menos conspirativas; otras, como veremos a continuación, escritas sin que el propio autor se aperciba de sus intenciones y alcances, desde el propio poder.


TAPATE LA BOCA


El Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no podía elegir un slogan peor para sugerir a sus ciudadanos que se cuiden: “tapate la boca” como directiva de un gobierno que se ha caracterizado por reprimir indigentes, vendedores senegaleses, médicos y pacientes de psiquiátricos, que ha infiltrado marchas  e instrumentado escuchas ilegales, no parece la mejor opción. Aunque, quizás, sea la única posible.(La demostración palmaria de este proceder se confirmó el último 2 de agosto, cuando el gobierno de Rodríguez Larreta, después de tolerar varias marchas “anticuarentena”, reprimió una manifstación en reclamo por Santiago Maldonado.)


No es necesario un semiólogo conchabado de funcionario para pensar estos lemas; es solo que la firma de una gestión se revela hasta en sus disposiciones inconcientes.


Seguramente, no salió de un sótano del Ministerio de Bienestar Social y de la cabeza de un integrante de la Triple A, la idea de rodear al Obelisco con un anillo giratorio en el que se leía “El silencio es salud”, pero fue el clima represivo instalado por ese grupo parapolicial, y la política decidida por José López Rega, lo que determinó que la “grafía” de esa gestión propalara en el centro simbólico de la república lo que era un secreto a voces: “mejor callate”.


Ricardo Piglia contaba en un reportaje realizado durante la postdictadura, la impresión que le  hizo observar esas paradas de colectivos en las que se leía “zona de detención”, imaginando una fila de personas esperando ser llevadas a un centro clandestino.


El poder escribe en inconciente torcido sus deseos inconfesables, y el “tapate la boca” que se lee en entradas de subte y carteles digitales de tránsito, parece toda una confesión macrista.


Incluso la denominación “tapabocas”, adoptada ya avanzada la cuarentena es llamativa. Y esto puede verificarse más allá de esta administración. La palabra “barbijo” fue desalojada del vocabulario, y hasta súper chinos escribieron el nuevo vocablo con ortografía encomiable. Tapaboca, una vez instalada la polémica sobre el origen del virus y su uso político, rememoraba al “silencio es salud”, sonaba a chistido, al pulgar y el índice cosiendo la boca como un cierre( El término, por otra parte, es equívoco e ineficaz: para oponerle al virus una segura protección, es necesario cubrir la boca y la nariz. El nombre “tapaboca” alude solo a uno de estos orificios.).


Aún así cabe dudar y volver a preguntarnos: ¿no seguiremos abusando de la metáfora, de la palabra y sus asechanzas?


UN MUNDO INFELIZ


Las distopías clásicas se caracterizan por ser universales: la trama de “1984” remite a continentes dominados por el régimen del “Ingsoc”, “Un mundo feliz” alude desde su título al planeta completo como sistema hegemónico y total. El control de la pandemia, por primera vez en la historia, encuentra al mundo concertado en iguales medidas de control sanitario: la globalización parió un evento que superó a los mundiales de fútbol, esa celebración universal vivida al mismo tiempo por miles de millones de personas: al unísono y en las antípodas, ciudadanos de regiones remotas se encerraron en sus casas, cubrieron sus caras del mismo modo, hicieron sus compras respetando la distancia social, tocaron sus codos a manera de saludo y lavaron sus manos con abundante jabón al retornar del amenazante espacio exterior


Cualquier ingeniero social al servicio de los poderes fácticos, se habrá frotado las manos por la facilidad con la que se consiguió este disciplinamiento que atravesó matrices culturales, sistemas políticos y clases. La distopía de una humanidad encerrada en sus casas, desconfiando no solo del extraño, sino del cercano que pudo entrar en contacto con el mal, dejó de ser el exceso de un guionista de Hollywood y fue nuestro pan diario. Sin embargo, esta perspectiva fue muy poco transitada por cientistas sociales y ensayistas, abandonada a las mentes afiebradas de los mal llamados “conspiranoicos”, para después caracterizarlas como caricaturas de la especulación política.


Salvo algunos pensadores como Giorgio Agamben, toda una producción literaria, filosófica y política dedicada a describir dispositivos de dominio social y futuros distópicos, enmudeció, se “tapó la boca”, como si en el “estado de guerra” con que se planteó la lucha contra el virus, referirse a ese aspecto, significara establecer tratos con el enemigo.


Pero el relato desconfiado y pesimista discurre como el agua en los entresijos de ese dique de pensamiento cauteloso. Por eso, y a riesgo de que se nos trate de alarmistas, continuaremos desmenuzando el fenómeno desde las narrativas disponibles.


EL VIRUS COMO METÁFORA, EL VIRUS COMO AMENAZA


Elon Musk propuso colonizar los planetas cercanos en caso de que algún fenómeno natural pusiera en riesgo a éste, y entre ellos mencionó un “virus manufacturado”. El temor del magnate no es nuevo: la frase que encabeza este artículo, pertenece al ensayo de William Burroughs, “La revolución electrónica”, publicado en 1970, e ilustra el tono conspirativo de la obra, en la que Burroughs elabora un manual de insurgentes comunicacionales, que, armados de grabadores pondrían en jaque las defensas del sistema.


La hipótesis de Burroughs es fascinante y bastante lógica: considera que la palabra es, en sí misma, un virus, y que el lenguaje porta unidades de imagen y sentido que se pueden inocular en el organismo social. Siguiendo esa premisa, su manual de guerrilla semiológica propone grabar sonidos y reproducirlos en gran escala en el mismo sitio donde se los capturó. El caso es que el escritor asegura que esas operaciones, que él mismo concretó, produjeron cambios en los espacios intervenidos.


Alguno le podrá atribuir a su mente un poco perturbada o a la psicodelia de la época, los resultados que Burroughs dio como válidos; esa polémica importa poco a los fines de este apartado, sino detenernos en la figura del virus como una narrativa, útil para pensarlo desde distintos ángulos.


La idea del lenguaje como virus no es un delirio de Burroughs, sino que pertenece al científico alemán Kurt Unruh von Steinplatz, quien sostiene que la imposibilidad de los primates de comunicarse no radica en una incapacidad simbólica, sino en el diseño de su garganta. Su hipótesis es que un virus transmitido por vía sexual del macho a la hembra, modificó la anatomía de sus descendientes,  dando origen al lenguaje.


La premisa es perturbadora: la propia civilización, la vida humana y su progreso, sería fruto de un virus, tan dañino para los machos de aquella especie, como productivo para su descendencia.


La ironía del asunto es que en plena pandemia, Elon Musk, ya citado en este acápite, sugirió que a través de las conexiones que proporcionará su empresa Neurolink, los seres humanos podrán en el futuro comunicarse sin que medie la palabra, algo que se reservará, según el plutócrata, a los “románticos”.


Fin del ciclo y jaque mate para Burroughs: clausurada la palabra, el inicio del transhumanismo se asoma en el horizonte, y con él, el fin del hombre como lo conocimos, algo que Alexander Duguin ya anticipó.


Una humanidad que trabaja a distancia, que aprende sentada frente a su computadora con robots que en nada se distinguen de docentes humanos, que mantiene relaciones de “sexting”, y que, como en Japón, cuando convive con alguien, puede hacerlo con una aleación de látex y transistores, se acerca a pasos agigantados a ese futuro, en el que la pandemia parece marcar un hito histórico. Por eso se insiste en la necesidad de pensar el virus no solo como un parteaguas, sino también como el umbral de un cambio del que todavía no sabemos si ha sido promovido por algún tipo de ingeniería social o que, sin responsables aparentes de su origen, será direccionado en ese sentido.


WELLS Y LOS MARCIANOS


La narrativa del virus como metáfora y como amenaza no es nueva como vehículo político o literario: H.G. Wells les dio a los marcianos de “La guerra del los mundos”, un escarmiento viral: «asesinados, después de que todos los dispositivos del hombre hayan fallado, por las cosas más humildes que Dios, en su sabiduría, ha puesto en esta tierra».


La idea de una civilización superior derrotada por un virus, le fue sugerida por la guerra bacteriológica con que los ingleses exterminaron a los nativos de Tasmania. Wells solo invirtió al perjudicado, y fue el invasor, y no el invadido quien sufrió las consecuencias del virus.


Como para cerrar este parágrafo, que de alguna manera es el más lúdico de los que componen este artículo, recordemos que 38 años después de su publicación, el libro de Wells, fue llevado a la radio por su casi homónimo Orson, que inauguró con su “transmisión”, lo que podríamos considerar la primera “fake news” de la historia, la que provocó suicidios y huidas de ciudadanos aterrados, algo que solo fue posible gracias a la viralización del programa.


La del estribo: sobre Steven Mann, volveremos en algún otro apartado, pero de este especialista en estrategia militar y política, lobbysta y autor de la teoría del “caos controlado”, un modo en el que Estados Unidos iría preservando su hegemonía en un mundo jaqueado por el completo descontrol, sería el siguiente: “cada acto en los sistemas políticamente críticos crea energía de conflicto”, por lo tanto, “el mundo está condenado a ser caótico debido a que los actores humanos en la política tienen diferentes objetivos y valores”.


En este contexto conceptual, Mann afirma: “dada la ventaja de Estados Unidos en las comunicaciones y la creciente capacidad de movilidad global, el virus (en el sentido de una infección ideológica) será auto-replicante y se expandirá de forma caótica. Por lo tanto nuestra seguridad nacional será preservada”.


Como se ve, el virus como metáfora política, tiene un destino fructífero. De paso, se diría que Mann leyó el manual revolucionario de Burroughs y lo convirtió en uno de contrainsurgencia, porque su idea de una comunicación viral, es la misma que la del escritor.


LA NARRATIVA MEDIÁTICA


¡En los últimos 7 días murieron 2000 personas de gripe!”


Este titular, expuesto en letras catástrofe, podría ser cierto, verídico y consistente, si los medios hicieran un seguimiento exhaustivo de la influenza. Con corresponsales en hospitales, columnistas especializados y algún editorialista indignado, el público no dudaría en atestar las farmacias y exigir a los gritos su inyección o el remedio que lo preservara de una muerte segura. En efecto, cada año mueren en Argentina 30.000 personas por la más palurda de las gripes, que en cuanto la dejen hacer a su antojo (no olvidemos que la cuarentena también la ha cercado) superará ampliamente los muertos por el Coronavirus. Se alega, y no sin razón, que un virus desconocido, de fácil contagio, desarrollo letal y sin vacuna, exigía las medidas que se tomaron, pero el caso es que la narrativa, más allá de la “realidad efectiva” del virus, se ha desarrollado de esta manera.


La idea de una “guerra” contra un “enemigo invisible” se impuso de inmediato, hasta con apelaciones chauvinistas. No olvidemos esa espantosa publicidad de YPF que convocaba desde el bronce de nuestros próceres a luchar contra el virus, que a los más viejos nos recordó el “estamos ganando” de la revista “Gente” durante Malvinas y a las arengas patrioteras de José Gómez Fuentes.


De esa primera época (la de los aplausos cada día a las 21 para los abnegados médicos y enfermeros), solo quedó el esquema básico informativo que medios como C5N repiten a diario: los grandes “perdedores” de la pandemia son Bolsonaro y Trump, tachados en un caso de irresponsable, y en el otro, de imbécil. La Argentina, según la OMS, y el New York Times habría “hecho las cosas bien”, mientras que el resto,  tal el caso de Chile, compone en este procedimiento narrativo el pelotón de “villanos”.


Nótese que la adscripción ideológica de cada modelo y de cada opción sanitaria determina ese carácter. Bolsonaro y Trump, según el facilismo ideológico de algunos medios se reducen a “la derecha”,  al igual que Chile, con el que hasta el propio presidente argentino deslizó comparaciones. El modelo descriptivo se complica cuando aparecen núcleos progresistas. Uruguay es un dilema: regido por un gobierno “de derecha”, eligió una discreta cuarentena, tiene muy pocos muertos, y hasta habilitó la práctica del fútbol profesional.


Suecia es otra referencia contradictoria: admirado por su organización social y estado de bienestar, su laxitud provocó más fallecimientos de lo esperado, de manera que se lo toma como un contraejemplo, del estilo “¿vieron lo que les pasó a los suecos, tan ordenados ellos, por haber sobrado al virus?”


Otros casos resultan aleccionadores: Boris Johnson afectado por el virus después de proponer una inmunización de rebaño, resultó una moraleja redonda como colofón de esta fábula periodística donde hay buenos y malos, obedientes y remisos, especuladores y filántropos.


Por si no se entiende: este artículo no pone en duda al virus y su poder destructivo, pero no puede dejar de señalar que las narrativas, que suelen establecer un status de realidad sobre el hecho concreto, inciden en la percepción y la descripción de la cosa.


La fábula moral


Lo mencionamos párrafos arriba: una fábula es un relato edificante de trazos gruesos que define sus personajes a través de rasgos remarcados con fibrón: la soberbia, la imprudencia, la avaricia, son siempre castigadas en esa narración moral.


La pandemia ofreció a los medios la posibilidad de elaborar sus propias fábulas con villanos variopintos, con los que el público exorcizó miedos y definió –a través de linchamientos simbólicos-, su propio lugar en la cadena de responsabilidad cívica.


El surfer, el viajero del Buquebus, los invitados irresponsables a las fiestas de Uruguay, Chaco y el Conurbano, la organizadora del baby shower, la señora que tomaba sol en los bosques de Palermo,  los que jugaban al fútbol en la villa, los “runners” porteños; todos ellos fueron puestos en la picota y, con esa economía moral de la que Barthes hablaba en sus “Mitologías”, el propio espectador pudo ser juez y verdugo, musitar un indignado “qué barbaridad, doña”, y sobrellevar un poco mejor la cuarentena, sabiendo que había seres peores que él.


Poco importaba si entre la irresponsable que contagió a sus conocidos en Uruguay, sabiendo que estaba afectada por el virus, y la señora que insistía en tomar sol, hubiese diferencias de grado y culpa, todos fueron sometidos al escaneo mediático, y la pedagogía sanitaria –con su final de fábula- repartió condenas y moralejas.


El formato narrativo en el que un virus se presenta, sin necesidad de que un narrador lo intervenga, es de por sí, como indicamos al principio de estas líneas, un dispositivo que remite al terror, convirtiendo al otro en una amenaza, y a uno mismo en un potencial asesino; ahora, cuando la leña mediática aviva el fuego, la construcción del personaje se torna insidiosa y la opinión pública, impiadosa.


La fábula moralizante dejó su huella: cualquier posición que pudiera interpretarse como contraria a la cuarentena, fue repudiada, y, siguiendo la lógica bélica que asumió el relato periodístico, el que la sostuvo fue parangonado a un traidor. Así, en las redes sociales, se leyeron frases como “que cedan su cama en el hospital” o brulotes un poco menos sutiles que aludían a consecuencias para la propia familia del díscolo( Nótese hasta qué punto se siguió la lógica de un relato bélico, que, cuando arreciaron las muertes a partir de la segunda semana de Julio, canales como C5N dejaron de señalar en su parte diario el total de muertos, dedicándole tres franjas en color rojo verde y amarillo a las “bajas” del día, los infectados y los recuperados.).


Casi sin proponérselo, repitiendo una mecánica que parece instalada en la sociedad argentina como una matriz dialógica de la que no podemos desembarazarnos, se construyó otra grieta más: la de los anticuarentena y los procuarentena( Cuando se produjo el deceso de un hombre de 74 años que participó en una de las marchas anticuarentena, en las redes sociales se llegó a festejar el episodio.).


Las agresiones al equipo de C5N en la marcha anticuarentena del 9 de Julio, se inscriben en esta lógica. El canal ha cubierto cada una de estas manifestaciones, abriendo el micrófono a sus participantes, sin embargo, lo que importaría difundir el evento, es visto por los propios adherentes como un disvalor. Permítasenos entonces traer a colación el concepto previo: tanto la cobertura como la protesta, queda inscripta en la lógica de la grieta. C5N, que a través de su movilero Lautaro Maislin, le dio un tratamiento respetuoso a los manifestantes, hace luego uso y abuso de estas declaraciones, algunas de ellas, retazos de hipótesis atendibles mal formuladas y atravesadas por un rencor inevitablemente antiperonista; ese uso posterior, en el que los manifestantes se ven a sí mismos ridiculizados, genera los episodios de tensión y violencia ya conocidos.


LA DISTOPÍA


Hace poco más de un lustro, la serie británica “Black mirror”, nos mostraba una distopía posible y cercana, donde el control social era asumido a menudo por los propios ciudadanos. En uno de sus episodios, cada usuario de redes sociales era calificado según los “likes” que recibía, esa contabilidad de popularidad o desprecio colectivo que en estas épocas cimenta una reputación y hasta un capital.


Ignoramos si los guionistas tenían a mano las innovaciones de control desarrollados en China, donde en varias provincias el sistema es real: los ciudadanos de esas regiones son premiados o castigados según su comportamiento social: si han cruzado mal una calle, sacado la basura a deshora o abusado de los videojuegos en la soledad de su computadora, recibirán sanciones que en muchos casos los han privado hasta de salir del país. ( La iniciativa se conoce como “crédito social chino”.)


No olvide este dato, lector, para cuando retomemos la cuestión china en relación a otros temas: la vieja postal del manifestante deteniendo un tanque en Tianamen, ha sido olvidada por Occidente, y hoy, ese animal  bifronte, capitalista y comunista que es China, se ha vuelto un estado confiable.


La mecánica del sistema es orwelliana: los ciudadanos son espiados día y noche, escrutados en sus mínimos gestos morales y sus consumos; el estado ejerce así una gimnasia totalitaria que modela voluntades y esculpe con el punzón de los píxeles el contorno del terror.


Durante la pandemia, en Corea del Sur, la temperatura del cuerpo se convirtió en información estratégica: puede tomarse a distancia y, según los datos verificados, el ciudadano será conducido a un centro sanitario donde eventualmente será aislado.


No solo esto, los sensores permiten descubrir a los que han estado en contacto con el afectado, rastreando el origen del mal, lo que configura una versión tecnificada de la vieja agenda encontrada en poder de los detenidos por la dictadura, y de la que se desprendían los nombres de otros “portadores” que pronto serían detenidos en prevención de la “peste marxista”.


El “estado de excepción” justifica cualquier procedimiento invasivo, e incluso provocaciones un poco zonzas como la del filósofo Slavoj Zizek, que tituló uno de los capítulos de su ensayo “¡Pandemia!”: “¿Vigilar y castigar? ¡Sí, por favor!”


Esta larvada condición totalitaria puede colarse en donde uno menos lo sospecha: en la amable Avellaneda, tan lejos de Beijing o Pyongyang, un cartel callejero pregunta “¿En qué andás? ¿Ya saliste a buscar el Coronavirus?”,  interrogante que a los memoriosos nos recuerda aquella pregunta tan de moda durante el “Proceso”: “¿usted sabe lo que hace su hijo a esta hora?”


Se naturalizó que el 134 es el número para informar sobre aquel que no cumpla la cuarentena, un módico servicio de delación que no debería sentar un antecedente en el control social, y que configura, en manos de un gobierno autoritario, una potencial Gestapo( En Neuquén, una turba agredió y quemó la casa de un enfermero, lo que marca un pico de irracionalidad y violencia en este sentido.).


A propósito, esta gestión, que lidia con un antecesor que se abocó a escuchas ilegales, seguimientos y persecuciones, se pareció demasiado al gobierno macrista cuando la ministra de Seguridad anunció que se efectuaría “ciberpatrullaje”, para medir “el humor social”, lo que acabó con un joven procesado en la Patagonia por usar la palabra saqueo en su cuenta de Twitter de solo 800 seguidores,  y con un hombre en Bahía Blanca denunciado por un vecino con el que compartía un grupo de Whatsapp.


PÁGINA/12 Y BILL, IDILIO EN CUARENTENA


El periodista Tomás Méndez elaboró un informe sobre el posible origen manufacturado del Coronavirus en su programa “ADN” partiendo de un reporte hecho cinco años antes por la RAI.


La mención a plutócratas nacidos en Estados Unidos, Europa e Israel, que estarían detrás de esta manipulación, provocó una denuncia de la DAIA y un informe elaborado por Emanuel Taub, que en nombre del INADI, imputó al periodista de antisemita.


Al día siguiente del informe de Tomás Méndez, la señal C5N, desde la que se había emitido el informe, puso al aire un envío sobre Bill Gates. A diferencia de los brulotes de zócalo de Méndez, en esta ocasión, el hombre de las ventanas fue conceptuado de filántropo en esta nueva versión que el canal emitió a tan solo veinticuatro horas del informe original. ¿Un cambio inesperado en la línea editorial? No exactamente, sino la ratificación que por aquellos mismos días podía verificarse en redes sociales como Facebook, que sancionó a los usuarios que subieron artículos críticos sobre el geniecito de Windows.


Por entonces, Página/12 publica varios artículos elegíacos sobre Gates, y en uno de ellos, se hace ostensible el modo en que este medio progresista hace mofa de los mal llamados “conspiranoicos”.


Una de estas notas cobrará particular interés cuando varios lectores aporten una serie de comentarios que confrontan, desmienten y complementan la mirada del matutino sobre el tema.


Es decir, que en medio de discusiones sobre presuntos delirios paranoides, el periódico se encuentra con argumentos, contenidos y planteos que sobrepasan su propia capacidad crítica, diluida en una línea editorial que sintoniza con el trazado hegemónico de los medios internacionales, alineados con un discurso favorable a instituciones como la OMS y magnates como Bill Gates.


El episodio, lejos de ser anecdótico, se intersecta con decisiones políticas contundentes. En esas mismas semanas, Donald Trump suprime las partidas con las que su gobierno financia a la OMS, y al mismo tiempo, en uno de sus indescifrables galimatías políticos, postula al propio Bill Gates como presidente de esa organización. China, por su parte, acude al auxilio de la OMS y su líder, Xi Jiping, se cartea afectuosamente con Bill Gates. Como se ha señalado líneas arriba, el mundo de las finanzas, ya no ve al gigante asiático como ese estado totalitario que por décadas se asociaba  a la postal del manifestante solitario enfrentando un tanque en la plaza de Tianamen, sino –en sintonía con su posible entronización como nuevo “hegemon”- como una potencia confiable de la que se  disimula todo rasgo autoritario.


Veamos en detalle todos estos actores y episodios para comprender en profundidad este aspecto político de la pandemia. En este caso, centrándonos en la nota publicada por Página/12.


YA NO SOS MI MARGARITA


El tono relajado y moteado de grageas de humor, tal vez sea el mismo, pero no las defensas que asume. El viejo Página, que acompañó a más de una generación de progresistas, se ha encontrado con un hueso duro de roer en sus propios receptores, que agudizan su mirada crítica y que polemizan con el cotidiano. En el artículo “El virus comunista y el plan de Bill Gates para controlar el mundo: las teorías conspiranoicas más locas sobre la pandemia”, que el diario recoge del medio español “Público”, se da cuenta de las siguientes “teorías”: “Estados Unidos tiene un arma biológica y a China se le escapó un virus”, “Bill Gates quiere controlar el mundo a través del 5G”, “El Coronavirus lo trajeron los extraterrestres”, “El virus puede transmitirse por correo”, “El virus comunista”, “El Covid 19 es la solución del cambio climático” y “En España el 8N es el causante de la propagación”.


El carácter variopinto de cada uno de los ítems, algunos de ellos, francamente delirantes, confunde las posibles implicancias reales que podrían indagarse en otros. Por caso, en el primero de ellos, la “fuga” del virus de un laboratorio chino, se cita un artículo de la revista científica “Nature medicine”, pero se evita mencionar el informe de la RAI, que sirvió de base al censurado programa de Tomás Méndez.


Detengámonos en el apartado referido a Bill Gates, que con astucia lo vincula al 5G, teoría que fácilmente se puede caricaturizar, de manera que todos aquellos datos que se puedan consignar del magnate (y que a lo largo de este ensayo desarrollaremos) se omiten y quedan fuera de cualquier tipo de especulación.


HABLAN LOS LECTORES


La nota apela a ciertos y absurdos extremos conspiranoicos para confundirlo todo y de paso rescatar al bueno de Bill… Sin embargo quiero aportar que hoy hay suficiente investigación que no adhiere al paradigma científico dominante y sabiendo buscar se puede obtener mucha información para abrir los ojos. Copio un par de links como muestra de que hay un UNIVERSO DE CONOCIMIENTO CIENTÍFICO TOTALMENTE SILENCIADO por el Poder Real. Castigado y carente de financiación”.


Como podrá comprobar el que ingrese a la nota citada, el usuario con el nick “Solar” ofrecerá algo más que un par de enlaces para corroborar sus dichos. Por su parte, otro lector, con el nombre MCRuso, aporta, con sesgo vitriólico, observaciones que retoman aquellas que el desmañado informe de Tomás Méndez no alcanzó a desarrollar: “Digamos que el evento 201 y la tapa de la revista the economist del año pasado (que tiene: los 4 jinetes del apocalipsis, uno con la boca tapada, un bebe con un código de barra, un pangolín, el presidente de China, un pinocho!!!! entre muchos otros símbolos predictivos) más los propios dichos públicos del financiador de Windows llevarían a cualquier persona sensata a investigar un poco y estar mínimamente alerta. Pero bueno se entiende que los intereses de este periódico van en línea con los del Sr Gates y el globalismo sionista”.


La lectora Pepitalapistolera se dedica a desmenuzar una de las afirmaciones del artículo de Página/12, con un ahínco y profundidad encomiables, del que citamos aquí algunos párrafos: “La autora dice ‘un equipo de investigadores publicó un artículo en la revista Nature Medicine para desmentir la teoría de la creación del virus en un laboratorio que se ‘escapó’. Para crear un nuevo virus se tiene que coger parte de otro virus, algo que no se presenta en el coronavirus’”.



Hasta allí, su propia cita textual de la nota, aquí, su aporte: “Pero el biólogo francés Luc Montagnier que ganó el Nobel de Medicina en el 2008 por  participar en el descubrimiento del virus del sida (VIH), sostiene que el coronavirus causante de la Covid-19 es una fabricación humana, obra del laboratorio de Wuhan al que apuntan otras sospechas. Según Montagnier, se trató de una fuga accidental mientras investigaban una vacuna contra el sida”.


Son dos hipótesis. El Nobel francés de 87 años, aseguró a la web médica “Pourquoi docteur?” que el SARS-Cov-2, el patógeno que está provocando la actual crisis sanitaria global, contiene algunas secuencias idénticas a las del VIH. Según el prestigioso científico, la teoría de que el coronavirus se originó en un mercado de animales vivos en Wuhan ‘es una bella leyenda, pero no es posible’”.


Son dos alegaciones totalmente opuestas. La comunidad científica nos debe un estudio de este virus, para que sepamos si es cierto lo que dicen los que escribieron el artículo en la revista Nature Medicine, o si es cierto lo que dice el premio Nobel Montagnier”.


El foro de lectores se prolonga con lúcidos intercambios y aportes, incluidos los lectores que adhieren a la línea editorial del diario. Por razones de espacio, y cumplido el objetivo de ilustrar sobre el personaje en el que nos centramos en este tramo, damos por concluido el apartado, no sin antes mencionar que una semana antes, el propio Página/12 publicó una nota similar a ésta, con el título “La pandemia la creó Bill Gates o los celulares”, como se ve, una llamativa insistencia para acudir en defensa del plutócrata.


EL ACONTECIMIENTO


Alain Badiou, un discípulo de Althusser que revisitó el materialismo dialéctico, convirtiéndolo en “materialismo del encuentro”, introduce la noción de acontecimiento como una posibilidad de incluir “lo aleatorio en el orden del mundo”, es decir, de convocar al azar en la construcción de ese esquema férreo iniciado por Hegel y continuado por Marx.


Badiou reivindica la verdad como un concepto que puede ser revelado por una multiplicidad de sujetos, lo que no significa que se la relativice y alcance, a la manera posmoderna, un espesor lábil y antojadizo, sino que ante el hallazgo, ese orden individual puede volverse universal y afectar el statu quo con el que se rige el orden de las cosas.


Visualiza que esa verdad estará presente en los que llama “procedimientos genéricos de verdad”, que responden a cuatro áreas: el amor, la ciencia, la literatura y la política. De esta manera, partiendo de estos vectores eminentemente humanos, Badiou propone no solo un método filosófico, sino también una esperanza: donde quiera que un individuo experimente un hallazgo en cualquiera de estos ítems, y persista en él, la posibilidad del acontecimiento, que aparece en la historia con bríos  impensados, sorprenderá al mundo con un nuevo amanecer.


Si el prensador francés hubiese presenciado el 17 de octubre, sin duda habría afirmado que se trataba de un “acontecimiento”; que Scalabrini hablara del “subsuelo de la patria sublevado”, da una imagen precisa del asunto: algo oculto a la vista que de pronto marca su presencia en la historia y la modifica, cuando nadie esperaba que tal contingencia ocurriera. El sujeto que persistió en su verdad y la encarnó con su cuerpo, fue el pueblo trabajador, y aquella verdad amasada entre millones todavía camina descamisada por la historia nacional.


Del modo opuesto, cuando una verdad “oficial” se imponga, su contracara se presentará para empañarla y rebatirla desde los márgenes. Si el menemismo anuncia la entrada al primer mundo, miles de piqueteros en las rutas lo desmentirán, preparando para el futuro la asonada de otro acontecimiento.


Del mismo modo, las consecuencias de la pandemia han sido caracterizadas por diversos pensadores como un cambio de paradigma, el fin de un ciclo o la oportunidad para edificar otro sistema.


Slavoj Zizek propone en este sentido un “comunismo de desastre” que confronte con el “capitalismo de desastre”, porque sostiene, no sin razón, que en una emergencia como ésta, el mercado no puede asignar ni distribuir recursos, y que entonces el estado  “no sólo debe asumir un papel mucho más activo, organizando la producción de cosas que se necesitan urgentemente como máscaras, equipos de prueba y respiradores, secuestrando hoteles y otros centros turísticos, garantizando el mínimo de supervivencia de todos los nuevos desempleados, y así sucesivamente, haciendo todo esto abandonando los mecanismos del mercado”.


Aleksandr Duguin ve una oportunidad similar, solo que la sitúa en un eje ya transitado por su teoría: la posibilidad de que la pandemia entierre la globalización y dé a luz la multipolaridad.


Como bien nos previene el filósofo surcoreano Byung Chul Han, la pandemia o el virus no pueden encarnar en sí mismos un acontecimiento, pero sí revelan la miseria del orden imperante, es decir, los episodios a los que asistimos desde hace meses, son aquella verdad no dicha, vergonzante, la punta del iceberg contra el que la civilización ha encallado.


El virus, como ya se ha mencionado,  tiene una enorme capacidad de daño: se contagia exponencialmente y confronta a la comunidad médica como un enigma. A lo largo de este artículo no leerán ninguna insinuación que señale lo contrario; pero sin estas condiciones de vida, distribución de la riqueza, empobrecimiento e irracionalidad capitalista, la maquinaria de muerte desplegada no habría contado con esta letalidad.


Un sistema sanitario como el inglés, reconocido por su larga tradición de medicina pública, el HNS, colapsó, pero lo mismo ocurrió con la salud de Italia y España.  Un consejo de “tres sabios” fue designado en Gran Bretaña para decidir quién habría de sobrevivir y quién no. En Italia, los ancianos fueron asistidos con una tablet para la despedida final de los suyos, y en España, se vivieron escenas similares. En definitiva, el fenómeno Coronavirus reveló algo que Marx nos anticipó hace más de 150 años: el capital cosifica al hombre y humaniza las mercancías, en otras palabras, vuelve inhabitable el mundo para las personas y entroniza las cosas como objetos con vida propia.


Algo más quedó en evidencia: el sistema de medicina prepaga, que impera en el planeta para aquellos que puedan pagarlo, no solo es completamente inútil durante una pandemia, sino que además resulta un sinsentido en ausencia de esta emergencia. Su insensatez es transparente, pero su lógica, intocable: millones de personas en perfecto estado de salud aportan mes a mes a un servicio que solo eventualmente necesitarán, y que en caso de padecer alguna dolencia o sobrepasar cierta edad, les será retaceado. La mecánica predatoria del capital es evidente: quiero tu dinero a cambio de nada, porque tu aporte solventa los pacientes que, de todas maneras, ya me encargué de filtrar para no cargar con enfermos crónicos o graves.( En este sentido, resultó significativa la advertencia que el CEO de Swiss Medical, Belocopit, hizo a mediados de Julio, cuando anunció el colapso de los lugares de internación dentro del consorcio privado que preside. Mientras la salud pública siguió albergando pacientes, sus dichos revelan que el sistema privado está orientado al lucro y no a la atención universal de los posibles afectados por el virus.)


La mercancía, la “cosa” humanizada, es el sistema prepago de salud. La humanidad, bien gracias.


Los héroes cívicos de esta crisis, como ya sabemos, fueron los trabajadores de la salud pública, mientras las clínicas privadas receptoras de esas prepagas, fueron noticia, como en el caso de “La Providencia”, por los contagios ocurridos en sus instalaciones.


Otra manifestación de la cosificación del individuo  se patentizó en las tragedias de los geriátricos, una institución que, a los gritos, confesó su ineficacia. Residencias con decenas de muertos, viejos aislados que acabaron contagiándose entre sí, y dos de cada seis fallecidos en España fueron ancianos, la mayoría, muertes producidas en geriátricos.


Aquel banco de la plaza con jubilados es hoy un recuerdo en blanco y negro que revive en el sketch que cuatro cómicos hacían en “La tuerca”, pero la figura es inhallable por estos días.


Sin espacios de socialización, sin una presencia central en sus familias, después de que el sistema laboral los exprimió, y perdido el sentido que delineó el trazado de sus vidas –trabajar, formar una familia, retirarse- su destino final es el geriátrico. No hay espacio en un mundo con cambios tecnológicos constantes para la sabiduría o experiencia de antaño. El “mundo líquido” que describió Baumann los convierte en sus primeras víctimas, aptas para el descarte en un lugar que, como en la película de los hermanos Cohen, “no es país para viejos”.


El sinsentido deshumanizante es mayúsculo si se considera que la vida se ha extendido, que se cuentan ya con varias decenas de centenarios en este mismo país, y que la tercera edad comienza a ocupar el tercio más largo de una vida humana.


El efecto producido por una verdad oculta entre los pliegues hegemónicos del poder, lo ilustra con precisión Zygmun Baumann en este párrafo de “Amor líquido”: “La progresiva comercialización de los programas de salud, un obvio efecto del desaforado deseo de ganancia de los gigantes farmacéuticos supranacionales, sólo aparece dentro del panorama político cuando el hospital que atiende a todo un barrio es descuidado o cuando los asilos de ancianos o de salud mental locales se cierran”.


Perfectamente podría estar describiendo la situación actual frente a la pandemia, con la capacidad hospitalaria sobrepasada y las residencias geriátricas infectadas.


Otro aspecto que  revela el trasluz de la verdad oficial del capitalismo son los hoy eufemísticamente llamados “barrios vulnerables”. Según el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, su urbanización es uno de los modos en que la realidad social argentina se modificaría por completo. Cuatro mil barrios, cuatro millones de argentinos, son la cifra desnuda del espanto ( .Es imprescindible comparar las cifras de habitantes de barrios de emergencia en 1955, al final de dos períodos de gobierno peronista, con las actuales. Por entonces, solo el 2% de los argentinos vivía en villas, que de todos modos eran considerados un lugar de paso, parte de un ascenso social que se produciría no bien cada familia se asentara y procurara un destino mejor. Las cifras que ofrece Arroyo nos habla de un 10% de la población viviendo en estas condiciones.). Allí, la solución sanitaria en algunos casos fue cercarlos, como si se tratara de “bantustanes” al estilo sudafricano. El método, eficaz, contuvo los contagios, pero no se puede asegurar que sea humanitario.


Un habitante de Villa Azul evaluaba de modo equilibrado su situación: “entiendo la medida, pero no nos avisaron. De pronto, ya no pudimos salir más, quedamos adentro cercados por retenes del ejército y la policía”( Entrevista registrada en el canal C5N.).


El dilema es complejo, si hasta la derecha más cavernícola lo calificó de proceder inhumano, y uno de sus voceros intelectuales los comparó con el “ghetto de Varsovia”. Dejando de lado este ejercicio de cinismo, y entendiendo que las gestiones nacional y provincial no disponían de alternativas, lo que viene a revelar el cerco a Villa Azul, tanto como los geriátricos de Italia y España y los sistemas sanitarios del planeta, es que detrás de las verdades oficiales, se agazapan éstas, que tal vez incuben en su vientre el embrión de un futuro acontecimiento.


Como sea, Alain Badiou nos mira de lejos con una sonrisa piadosa.

( http://laseñalmedios.com.ar/2020/08/14/pandemia-en-blanco-y-celeste-una-mirada-argentina-a-la-crisis-mundial/ )



Lo que de la pandemia resulta evidente y se intenta por medios audivisuales, escritos, de comunicaciónes y producción de contenidos en general ocultar, es que la muerte va detrás de las políticas de ajuste, eficiencia, meritocracia, competencia, mercados exportadores, guerras monetarias. Reducción del Estado, Balance fiscal y cualquier forma de achicar la presencia del Estado allí dónde los mercados en aras de ganancia y lucro, reducen costos en salud, educación, vivienda, alimentación y condiciones mínimas de vida digna.


La realidad se reduce a un solo concepto ¿Como justificar el sostenimiento de un Sistema de Salud preparado para una contingencia que sucede cada 70 a 100 años?


Es la matemática … ¡Estúpido!


Si normalmente el promedio de ocupación de las terapias intensivas es, supongamos de 10 camas y sus respectivos equipamientos y personal, ¿Como justificar sostener 50 camas con sus respectivos equipamientos y personal para un evento como una pandemia, que ocurren cada 70 o 100 años, dejando equipamiento y personal ocios durante casi ese tiempo …?


La lógica Capitalista no tiene respuesta humanitaria al esto. Primero la economía y que se muera quién se tiene que morir …


Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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