Domingo 2 de Agosto de 2020

A esta altura de los acontecimientos, en el orden político Nacional, cualquier decisión del gobierno contrario a los intereses del financierismo anti-nacional y anti-peronista, que tenga algún viso de sentido Nacional y popular o proponga algún intento por democratizar espacios de poder que no se someten al arbitrio de la voluntad social y de las decisiones de las grandes mayorías por algún medio directo o indirecto de expresión, se sabe que concitará respuestas estruendosas y poco democráticas y tolerantes de los intereses minoritarios de los privilegiados. Son funcionales y expresan los intereses de los privilegios y la intencionalidad de marcar los acotados limites a los que se les permite acceder a los gobiernos que no se declaran abiertamente afines con los intereses de Wall Street y la Casa Blanca, disfrazadas de lo contrario y victimizadas respecto a la posibilidad de gobernar según la democracia ha decidido, al otorgar por los votos, las herramientas para representar los intereses de ese pueblo/ciudadanía, los sectores del poder real y del Macrismo sin responsabilidad de gestión, actúa de manera predecible bajo la batuta y tutela de los medios de comunicación que les brindan el marco y el libreto para las puestas en escenas que amplifican lo que en verdad son … la expresión de un sector de los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de algunos sectores del interior históricamente asociados a esos intereses extranjeros.


¡Déjalos ser … !

Obviamente, no hay mucho que se pueda hacer con quienes no quieren y no tienen el menor aprecio por la vida propia y ajena …
Un grupo de manifestantes, la mayoría militantes "libertarios" y seguidores de la oposición, se congregaron en el Obelisco en la Ciudad de Buenos Aires, y también en otro puntos del país, para marchar en contra de la reforma judicial que presentó el presidente Alberto Fernández esta semana . Aprovecharon también la convocatoria para sacar a relucir nuevamente sus múltiples consignas contra las medidas dispuestas por el Gobierno contra el coronavirus, mientras el país enfrenta un aumento sostenido de contagios. Como ocurrió en manifestaciones previas, muchos de los asistentes no cumplieron con el distanciamiento social ni con el uso de barbijo.

A través de los hashtag #1AYoVoy y #1ASalimosALasCalles, los manifestantes difundieron la convocatoria para las 16 horas. Según afirmaban, el motivo principal por el que decidieron congregarse era principalmente para protestar contra la reforma judicial. Sin embargo, se colaron también otros mensajes contra el reciente anuncio de la extensión de la cuarentena contra la Covid-19.



El poder de los medios es el de amplificar y desmesurar las dimensiones de los acontecimientos acorde a los intereses económicos que sostienen sus grupos empresarios. Es así que una expresión minoritaria es presentada como una expresión de mayor impacto … y las manifestaciones raleadas son equiparadas a aquellas multitudinarias …


Esta vez “contra la reforma judicial” como nueva consigna pero con el mismo odio, los mismos discursos arrebatados y el mismo rechazo a los gobiernos populares que se repiten desde las marchas “del campo” del lejano 2008, cientos de personas salieron con banderas argentinas y a bocinazo limpio a manifestarse alrededor del Obelisco y frente a la quinta de Olivos, como parte de una protesta convocada en todo el país. El dato cada vez más notorio de las aglomeraciones fogoneadas desde las redes sociales, que esta vez no incluyeron los tradicionales puntos de encuentro de cacerolas en barrios de clase media, es ya no el desprecio a la cuarentena para evitar el colapso del sistema sanitario sino la disminución de sus participantes, a quienes ignoran todos los dirigentes políticos con responsabilidades de gestión.

Apenas el presidente Alberto Fernández terminó de anunciar el miércoles el proyecto que deberá tratar el Congreso, algunos dirigentes de Juntos por el Cambio y los medios que los guían se apuraron a expresar su rechazo, que esa noche se tradujo en ruido de ollas en algunos barrios porteños. “La reforma judicial puede esperar, la economía y la seguridad no”, escribió el diputado Cristian Ritondo, del PRO. El radical Luis Petri alertó que la reforma “busca consagrar la impunidad de la vicepresidenta” además de “controlar y administrar la Justicia a demanda de las necesidades del Gobierno”.


Fogoneada desde algunos medios, la convocatoria a movilizarse circuló desde el jueves en las redes sociales, con los hashtags #1AYoVoy y #1ASalimosTodos. 48 horas después, sólo marginales de los principales espacios opositores, como el twittero y diputado Fernando Iglesias, llamaban a “acompañar a miles de mis conciudadanos” en “el banderazo y cacerolazo contra la reforma judicial y el plan de impunidad”.

Los discursos de los manifestantes que se escucharon este sábado fueron un calco de los de marchas anteriores, con la novedad de la “reforma judicial” que cada cual parece leer a gusto, ignorando que aún si el Congreso la aprobara mañana todas las causas en curso seguirían en manos de sus jueces naturales.

-- ¿No sabés por qué estoy acá? ¿Somos estúpidos? ¡Por la justicia! No me hagas hablar --repelía a los cronistas un símil Violencia Ribas frente a la quinta presidencial, en Olivos.

-- Por la reforma judicial y para que se acabe la corrupción –agregó otra mujer indignada.

-- Vine pensando que la habían juzgado a Cristina y que era culpable --intentó ironizar un hombre frente a la casa de CFK, en Recoleta--. Es una delincuente y vos le decís ex mandataria, flaco. ¡Te ponés la camiseta de los que deben plata!


¿De Macri qué opina?, fue la pregunta de un cronista. Respuesta: "Es millonario, flaco. ¿Vos no te irías si pudieras?"

-- Estoy cansada que sigan robándose el país y nuestros derechos. Esa señora es responsable, tiene que estar presa, es una vergüenza. ¡Váyanse a vivir a Venezuela! --bramó otra señora, con un perro aterrorizado en sus brazos.

-- Quiero un país libre con libertad (sic), déjennos en paz --acotó una joven.

-- Somos representantes de los líderes mundiales y reconocemos el liderazgo mundial del dióxido de carbono, que cura más de 80 enfermedades y el coronavirus también --amplió la agenda otra mujer--. Nos censuran porque traemos la solución. Los políticos hacen una política de exterminio, son nazis y pedimos la renuncia de este Gin… Ginés. 
 
-- Acuerdo con la reforma siempre que sea para meter presos a todos los corruptos kirchneristas --dijo otro hombre exaltado--. Ustedes defienden a esos delincuentes, esa es mi bronca –apuntó también contra el cronista, y siguió descargando odio contra “panqueques como Sergio Massa o Cristina Caamaño”.

Otro manifestante llevaba un papel con un listado de temas como “Nisman” o “Memorándum con Irán” para mostrar ante las cámaras. “Estamos volviendo para atrás con todo. La cuarentena no tiene nada que ver, hay una inseguridad tremenda y se olvidaron de la economía”, renegó, con su hija de la mano.

-- ¿Sobre la reforma qué piensa?

-- Estoy en contra, es un abuso de poder, todo por la fuerza --respondió.

-- Somos gente buena, se explota a los pobres, el Gobierno está demasiado acostumbrado a pasar por encima de la gente, pero acá en Capital no los dejamos --dijo una señora orgullosa--. Amo a mi país, no quiero que me obliguen a irme.

La sociedad, se lee a menudo, se divide entre el 1% de la población más rica y el 99% restante. Pero esta división efectista obvia las desigualdades asociadas a los títulos académicos, ocultando el papel desempeñado por la burguesía intelectual que, aun cuando sirve a ese 1%, gusta de situarse en el campo de los oprimidos. Ese grupo social proveniente de la “meritocracia” transmite sus privilegios a sus descendientes, igual que la aristocracia en otro tiempo.



En el verano de 1957, el sociólogo inglés Michael Young camina por una playa de Gales. Durante mucho tiempo investigador en el seno del Partido Laborista británico, cuyo manifiesto redactó en 1945, hace tiempo que está retirado de la política. En la arena, rumia: once editores han rechazado su último manuscrito. De repente, divisa en la orilla a una pareja de amigos, se detiene, habla con ellos de ese texto que nadie quiere. Coincidencia, sus acólitos editan libros de arte y deciden incluir la obra en su catálogo. Su título: El triunfo de la meritocracia. Young acuñó el término, que anticipa sus sarcasmos, a partir del latín y el griego. Quinientos mil ejemplares vendidos en pocos años hacen que el término “meritocracia” pase al lenguaje corriente. A costa de un enorme malentendido.


La palabra meritocracia quizá aparezca por primera vez en el libro Rise of the meritocracy, de Michael Young (1958). Allí se la cargaba de contenido negativo, ya que la historia trataba de una sociedad futura en la cual la posición social de una persona era determinada por el coeficiente intelectual y el esfuerzo. Young utilizó la palabra mérito en un sentido peyorativo, diferente al común o aquel usado por los defensores de la meritocracia. Para estos, mérito significaría habilidad, inteligencia y esfuerzo (una crítica común a la meritocracia es la ausencia de una medida específica de esos valores y la arbitrariedad de las elecciones).


La idea de la meritocracia sostenida en una sociedad profundamente injusta y desigual dentro de un sistema que alimenta concentraciones y distribuciones basadas en el poder y en el tener, implica profundos quiebres entre los diversos sectores sociales y una crisis ética de proporciones.


No hay una crisis: hay varias superpuestas. Por eso, como venimos diciendo, hay dos pandemias: la producida por las políticas implementadas por Mauricio Macri y la generada por la circulación planetaria del virus. En ese escenario crítico, no solo la vida está amenazada. También lo están la producción, el trabajo y los derechos esenciales. Pero estas crisis eslabonadas no afectan a todos y todas por igual.


En un informe conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se señala: “La región de América Latina y el Caribe es la más desigual del mundo y también la más urbanizada entre las regiones en desarrollo, lo que expone a una parte importante de la población al contagio en condiciones de desprotección. Además, la pandemia irrumpe en un escenario económico, social y político complejo, en un contexto de bajo crecimiento y elevados niveles de informalidad laboral”.

El mismo informe agrega que “el desempleo en América Latina aumentará del 8,1 por ciento en 2019 al 13,5 en 2020. Esto elevará el número de desempleados de la región a más de 44 millones de personas, lo que significa un incremento de más de 18 millones de personas respecto a 2019”. El informe prevé, también, un siete por ciento de aumento de la tasa de la pobreza en 2020.


En un informe de la organización no gubernamental Oxfam, se afirma: “desde el principio de los confinamientos, han aparecido ocho nuevos mil millonarios en la región, es decir un nuevo mil millonario cada dos semanas, mientras se estima que hasta cincuenta y dos millones de personas se convertirán en pobres y cuarenta millones perderán sus empleos este año. La riqueza de esta élite de supermillonarios de la región ha crecido un 17 por ciento desde mediados de marzo: US$ 48.200 millones, que equivalen al 38 por ciento del total de los paquetes de estímulo que el conjunto de Gobiernos ha activado y a nueve veces la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) con préstamos de urgencia en la región hasta el momento”.

El director regional de Oxfam, Asier Hernando, sostiene además que la evasión fiscal en el continente, según datos de la CEPAL, equivale al 6,1por ciento del PIB de toda la región, el doble de los fondos destinados en conjunto por los países a paliar las consecuencias de la pandemia.

Pero, las crisis actuales no son un patrimonio exclusivo de América Latina y el Caribe. El PBI de Alemania registró una caída récord del 10,1 por ciento en el segundo trimestre de este año y, en ese contexto, crecieron de modo significativo el desempleo y el trabajo informal. Según la Agencia Federal de Trabajo alemana el empleo a jornada reducida en mayo alcanzó una cifra de 6,7 millones de personas afectadas. Además, en la actualidad hay 635.000 personas más sin trabajo que hace un año. 
 
En Estados Unidos el Departamento de Comercio ha anunciado que el PIB cayó en el segundo trimestre del año respecto a los tres meses anteriores un 9,5 por ciento. Esa tasa anualizada proyecta un retroceso del 32,9 por ciento. En el país hay 17 millones de desocupados que reciben prestaciones complementarias de desempleo. 
 
El mundo está en crisis. Pero esa crisis no afecta a todos los sectores sociales por igual. Los más desprotegidos necesitan de mayor protección. Los más descuidados requieren de mayor cuidado. 
 
Es en ese contexto donde más resuenan las palabras del jefe de Gabinete cuando, en su informe ante la Cámara de Diputados este jueves, describió el gobierno de Alberto Fernández como orientado hacia “una ética del cuidado”. En el mundo donde crece la desprotección de los sectores más vulnerables, Santiago Cafiero enumeró las cuatro dimensiones de las políticas públicas del gobierno nacional orientadas a cuidar a los argentinos y las argentinas: cuidado de la salud, cuidado de los ingresos, cuidado de la actividad económica y cuidado de los derechos prioritarios.

Agregó que “la pandemia también ha destacado que la población en estos casos extremos busca respuestas en el Estado. Nadie espera que el mercado por sí mismo coordine cuidados específicos y distribuya recursos. Por eso, asumimos el doble compromiso de garantizar la salud y de mitigar el impacto económico que la epidemia produce”. 
 
Para quienes insisten con que el gobierno no tiene un plan, el discurso del jefe de Gabinete fue claro: el gobierno tiene un objetivo central, cuidar a los argentinos y las argentinas. Es a partir de esa finalidad que se implementó una serie de medidas que, en conjunto, integran un programa para la crisis. 
 
Para algunos sectores ese plan no existe. Son los que proponen políticas contrarias a las del cuidado: los que aseguran que el único camino es el ajuste, es decir, perjudicar aún más a los sectores ya desprotegidos por las crisis sucesivas. 
 
Son muchos los esfuerzos realizados por el Estado nacional para amortiguar el impacto de la crisis de la covid-19. En total, se destinaron más de $960.000 millones de inversión.

Entre otras iniciativas, el gobierno implementó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que alcanzó a 8.9 millones de beneficiarios, y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), que llegó a unos 2.8 millones de trabajadores. Además, este programa benefició a 310.000 empresas, que vieron alivianado el pago de los salarios a sus trabajadores. 
 
También se otorgaron cerca de 440.000 créditos a tasas cero a monotributistas y autónomos. En simultáneo, empresas y pymes recibieron $282.000 millones a la tasa del 24 por ciento, además de nuevos instrumentos como PyMEs plus y a cooperativas, éstos últimos a las tasas del 18 por ciento, entre muchas otras medidas.


Pero a pesar de los esfuerzos realizados, no se pudo evitar una mayor caída de la actividad económica, cierre de empresas y pérdidas de fuentes de trabajo. En este contexto, entre otras manifestaciones, se registró un muy fuerte incremento de la deuda tributaria del total del universo de contribuyentes, incluidos los que no habían sido considerados en diciembre. De allí la media sanción al proyecto de ley de moratoria impositiva y previsional votada en la Cámara de Diputados este último viernes. A ella se agrega la también media sanción al proyecto de ley de concursos y quiebras, que evitará que muchas empresas ingresen en concurso de acreedores cuando se normalice la actividad judicial, cuidando que los derechos de las partes no se vean alterados. 
 
El Presidente no hace otra cosa que cumplir con lo que prometió en la campaña electoral: ocuparse de los más vulnerables.
La Patria es el cuidado del otro.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Comentarios

Entradas populares de este blog