
Lunes 31 de Agosto de 2020 La Danse Macabre, Guy Marchant. París,1486 I Estuve enferma. Durante siete noches, dormí despierta. Un pájaro azul se posó en mi cama y una muerte con la cara derretida como una vela me miró un segundo para no asustarme. La vi, en la mitad de la noche, con su toga negra y sus ojos huecos, mirando mi cuerpo doblado de dolor. Durante ocho noches, dejé de ver a mi hijo. Al atardecer, tomando la luz que caía sobre las plantas, enhebré perlas de besos para cuidarlo y hacerle saber que mi amor estaba, constante, como las olas del mar que se alejan para que el agua pueda mantener su movimiento. Tuve miedo. Recé una oración inventada por mí. Le pedí a mi padre que viniera y su recuerdo de hombre sereno y constante, sostuvo mi mano. Recordé su pecho hundido por el asma, en esas noches de húmedo verano. Su mano temblorosa hasta que el Decadrón hacía efecto. Su corazón sosteniendo un equilibrio frág...