Miércoles 23 de setiembre de 2020

2da. Entrega


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En el corazón de las selvas del Petén, en lo que actualmente es Guatemala, en la cima del Templo IV, joya arquitectónica legada por los mayas del Período Clásico, dos jovencitas turistas estadounidenses -con ropa Calvin Klein, con calzado Nike, con lentes de sol Rayban, con celulares Nokia, cámaras fotográficas digitales Sony, video filmadoras JVC y tarjeta de crédito Visa, hospedadas en el Westing Camino Real y habiendo viajado con millas de "viajero frecuente" por medio de American Airlines-comentaban al escuchar los gritos de monos aulladores encaramados en árboles cercanos: "pobrecitos. Aúllan de tristeza, porque no tienen cerca un "mall" donde ir a comprar".

Consumir, consumir, hiper consumir, consumir aunque no sea necesario, gastar dinero, hacer shopping... todo esto ha pasado a ser la consigna del mundo moderno. Algunos -los habitantes de los países ricos del Norte y las capas acomodadas de los del Sur-lo logran sin problemas. Otros, los menos afortunados -la gran mayoría planetaria-no; pero igualmente están compelidos a seguir los pasos que dicta la tendencia dominante: quien no consume está out, es un imbécil, sobra, no es viable.


Aunque sea a costa de endeudarse, tienen que consumir. ¿Cómo osar contradecir las sacrosantas reglas del mercado? Podríamos pensar que el ejemplo de las jóvenes arriba presentado es una ficción literaria -una mala ficción, por cierto-; pero no: es una tragicómica verdad. El capitalismo industrial del siglo XX dio como resultado las llamadas sociedades de consumo donde, aseguradas ya las necesidades primarias, el acceso a banalidades superfluas pasó a ser el núcleo central de toda la economía.


Desde la década de los 50, primero en Estados Unidos, luego en Europa y Japón, la prestación de servicios ha superado largamente la producción de bienes materiales. Y por supuesto los bienes masivos suntuarios o destinados no sólo al aseguramiento físico (recreación, compras no unitarias sino por cantidades, mercaderías innecesarias pero impuestas por la propaganda, etc., etc.) encabezan por lejos la producción general.


Fiebre consumista


 ¿Por qué esa fiebre consumista? Todos sabemos que la pobreza implica carencia, falta; si alguien tiene mucho es porque otro tiene muy poco, o no tiene. No es necesaria una maestría en economía política para llegar a esta verdad. Pero contrariamente a lo que podría considerarse como una tendencia solidaria espontánea entre los seres humanos, quien más consume anhela, ante todo, seguir consumiendo.


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La actitud de las sociedades que han seguido la lógica del hiper consumo no es de detener el mismo, repartir todo lo producido con equidad para favorecer a los desposeídos, detener el saqueo impiadoso de los recursos naturales. No, por el contrario el consumismo trae más consumismo. Un perro de un hogar término medio del Norte come un promedio anual de carne roja mayor que un habitante del Tercer Mundo.


Y mientras mucha gente muere de hambre y no tiene acceso a servicios básicos en el Sur (agua potable, alfabetización mínima, vacunación primaria) sin la menor preocupación y casi con frivolidad se gastan cantidades increíbles en, por ejemplo, cosméticos (8,000 millones anuales en Estados Unidos), o helados (11,000 millones anuales en Europa).


¿Somos entonces los seres humanos unos estúpidos y superficiales individualistas, derrochadores irresponsables, vacíos compradores compulsivos? Responder afirmativamente sería parcial, incompleto. Sin ningún lugar a dudas todos podemos entrar en esta loca fiebre consumista; la cuestión es ver por qué se instiga la misma, o más aún: es hacer algo para que no continúe instigándosela. Lo cual lleva entonces a reformular el orden económico-social global vigente.


Si bien es cierto que en las prósperas sociedades de consumo del Norte surgen voces llamando a una ponderada responsabilidad social (consumos racionales, energías alternativas, reciclaje de los desperdicios, ayuda al subdesarrollado Sur), no hay que olvidar que esas tendencias son marginales, o al menos no tienen la capacidad de incidir realmente sobre el todo.


 Recordemos, por ejemplo, el movimiento hippie de los años 60 del pasado siglo: aunque representaba un honesto movimiento anti consumo y de cuestionamiento a los desequilibrios e injusticias sociales, el sistema finalmente terminó devorándolo.


Dicho sea de paso: las drogas o el rock and roll acabaron siendo otras tantas mercaderías de consumo masivo, generadoras de pingües ganancias (no para los hippies precisamente).Una vez fomentado el consumismo, todo indica que es muy fácil -muy tentador sin dudas-quedar seducido por sus redes.


 Plástico,


Por ejemplo: los polímeros (las distintas formas de plástico) constituyen un invento reciente; en el Sur recién se van conociendo a mediados del siglo XX, luego que ya eran de consumo obligado en el Norte, pero hoy ya ningún habitante de sus empobrecidos países podría vivir sin ellos, y de hecho, en proporción, se consumen más ahí que en el mundo desarrollado donde comienza a haber una búsqueda del material reciclado. Por diversos motivos (¿para estar a la moda que le impusieron?), es más probable que un pobre del Tercer Mundo compre una canasta de plástico que de mimbre. O pensemos en el automóvil.


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Actualmente es archisabido que los motores de combustión interna -es decir: los que le rinden tributo a la monumental industria del petróleo en definitiva-son los principales agentes causantes del efecto invernadero; y sabido es también que producen un muerto cada dos minutos a escala planetaria, inconvenientes todos que podrían verse resueltos, o minimizados al menos, con el uso masivo de medios de transporte público.


 Pero curiosamente, para los primeros veinticinco años del siglo en curso las grandes corporaciones de fabricantes de automóviles estiman vender mil millones de unidades en los países del Sur, y los habitantes de estas regiones del globo, sabiendo de las lacras arriba mencionadas y conocedores de los disparates irracionales que significa moverse en ciudades atestadas de vehículos, no obstante todo aquello están gozosos con el boom de estas máquinas fascinantes. Y quien puede, aun endeudándose por años, hace lo imposible por llegar al “cero kilómetro”.


Todo lo cual nos lleva a dos conclusiones: por un lado pareciera que todos los seres humanos somos demasiado manipulables, demasiado fáciles de convencer (los publicistas lo saben a la perfección. No otra cosa nos dice la semiótica, o la psicología social. De no ser así Bush no podría ser presidente, o el cabo de Ejército Hitler no podría haber hecho creer al “culto» pueblo alemán ser una raza superior).


Pero por otro -y esto es sin dudas el nudo gordiano del asunto-las relaciones económico-sociales que se han desarrollado con el capitalismo no ofrecen salida a esta encerrona de la dinámica humana. El gran capital no puede dejar de crecer, pero no pensando en el bien común: crece, al igual que un tumor maligno, en forma loca, desordenada, sin sentido. + (PE/El Grano de Arena)

 * Marcelo Colussi    Nacido en Argentina, vive hoy en Guatemala. Estudió Psicología y Filosofía en su país natal. Vivió en varios lugares de Latinoamérica. Catedrático universitario e investigador social, escribe regularmente en diversos medios electrónicos alternativos. Tiene publicaciones en el área de ciencias sociales, así como en el campo literario (cuentos).

( http://ecupres.com/2020/09/21/el-consumismo-es-una-enfermedad/ )


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Martín Guzmán presentó el proyecto de Presupuesto en el Congreso

"No hay estabilización sin recuperación económica"


El ministro de Economía definió que el Presupuesto 2021 será "el ancla para la transición entre el lugar en el que se encuentra hoy la economía y al cual queremos llegar"


El ministro de Economía, Martín Guzmán, presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de Presupuesto 2021 elaborado por el gobierno. Además de mostrar las proyecciones macroeconómicas para el año que viene y el detalle de los ingresos y gastos del Estado nacional, Guzmán dio una serie de definiciones sobre el estado de situación de la economía argentina y las últimas medidas implementadas por el gobierno y las perspectivas para lo que viene. “El presupuesto es el ancla del esquema integral macroeconómico de transición entre el lugar en el que hoy se encuentra la economía argentina y el lugar al cual la queremos llevar”, definió el funcionario.


Principales definiciones


Economía como fundamento del Presupuesto general que presentó para el año 2021 fue que "no hay estabilización macroeconómica si no hay recuperación de la actividad económica; en un contexto como el actual, esto requiere que el Estado impulse políticas activas en pos de la recuperación".


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Apuntó, además, que “tenemos que entender que el crecimiento del mercado interno tiene que ir de la mano del crecimiento de lo que se produce para el mercado externo, para evitar la falta de dólares que es crónica de la economía argentina”.


Destacó que la orientación que se le pretende dar al rol activo del Estado están definidos por el aumento en la relación entre inversión pública y PBI, que pasará del 1,1 por ciento que exhibía en 2019 a 2,1 por ciento en 2021; y el aumento en la partida prevista para Inversión y Desarrollo, que del 0,18 del PBI el año pasado aumentará a 0,47 el año próximo.


También se volcará un mayor esfuerzo presupuestario en el rubro de Salud pública, al cual se le destinará un gasto equivale a 0,53 por ciento del PBI, con un incremento significativo con respecto al 0,33 por ciento que tenpía destinado el año pasado. En tanto que en el área de Educación y conectividad se define un aumento del 1,1 a 1,3 por ciento del PBI en la asignación para 2021 en relación al año pasado.


Además, subrayó que por primera vez en la historia argentina, se incorpora el tema de Género y Diversidad en la agenda del presupuesto.


El punto de partida


Guzmán subrayó que el 35,5 por ciento de la población se encuentra en situación de pobreza y el 8 por ciento en una situación de indigencia. Advirtió que el PBI no crece desde hace dos años, que el desempleo está en el orden del 12,5 por ciento y que la inflación anual en los últimos dos años es del 50 por ciento en promedio, con un 40,7 por ciento de subas de precios en agosto frente al mismo período del año pasado.

Estamos en una situación realmente muy difícil. Tenemos problemas económicos y sociales que arrastran dificultades estructurales, que han impedido generar un sendero de desarrollo y estabilidad. La idea es construir un puente que nos conduzca hacia objetivos de desarrollo, para llegar a un esquema de política macroeconómica que corresponda a un sendero de estabilidad. Pero para llegar a ese punto hay mucho trabajo por hacer y requiere ponernos de acuerdo en ciertos pilares”, dijo Guzmán.


Lo que debería ser versus lo que es


Guzmán explicó que concibe a la política macroeconómica de una forma muy diferente a cómo se desarrolla en la actualidad. Detalló que apunta a desarrollar una situación de sostenibilidad fiscal en donde el Estado tenga herramientas para hacer política contracíclica y para hacer políticas productivas. También explicó que busca que el financiamiento de la acción pública se realice enteramente a partir de deuda local y que no se dependa de la deuda externa ni del tampoco del financiamiento proveniente del Banco Central. Además, definió que el tipo de cambio real debe gozar de estabilidad, con regulaciones macro prudenciales para desalentar el movimiento de capitales especulativos.


Sin embargo, la situación actual es bien distinta a la que querríamos tener. La política fiscal tiene una limitada capacidad de financiamiento, mientras que en el plano de la política cambiaria estamos teniendo que lidiar con un proceso de favoreció la especulación financiera en los años previos. Adicionalmente, la intermediación financiera por parte de los bancos es totalmente anómala, ya que los depósitos del sector privado se trasladan al Banco Central vía demanda de Leliq y no va a la inversión productiva”, indicó Guzmán.


Pilar del “esquema de transición”


No es posible una estabilización macroeconómica si no hay recuperación de la actividad económica. En un contexto como el actual, esto requiere que el Estado impulse políticas en pos de la recuperación, que aporte dinamismo a la demanda agregada, sabiendo que hay restricciones porque la sostenibilidad fiscal es necesaria”, dijo Guzmán.


El gobierno pronostica un déficit primario del 4,5 por ciento del PBI para el año que viene, lo cual “lo consideramos adecuado en este contexto para apuntar a una recuperación sostenible, con una base en fortalecer la inversión pública en áreas estratégicas”. Además, el déficit financiero es del 1,5 por ciento del PIB. El financiamiento del déficit está a cargo de la deuda pública en un 40 por ciento y por el financiamiento del Banco Central en un 60 por ciento. Guzmán aclaró que no se prevé tomar nueva deuda en moneda extranjera.


El proyecto de ley establece que la inflación anual en 2021 será del 29 por ciento. Guzmán justificó ese número diciendo que la mejoría del mercado de deuda en pesos permite que el financiamiento monetario reduzca su efecto sobre la inflación.

( http://motoreconomico.com.ar/economia-nacional/no-hay-estabilizacin-sin-recuperacin-econmica )


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Un nuevo informe dado a conocer por el Observatorio de POLÍTICAS PÚBLICAS / MÓDULO DE POLÍTICAS ECONÓMICAS coordinado por Santiago Fraschina, de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) sobre el PRESUPUESTO 2021 expresa:


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Dada la crisis económica heredada sumada a la crisis global de la pandemia del covid-19, el Gobierno planea hacer una inversión pública histórica para recomponer la economía luego de la caídabrutalestimada para este año. En este sentido, luego de contraerse 2,6% en 2018 y 2,1% en 2019, el Gobierno prevé una caída del PBI del 12,1% este año, mientras que apuesta a una recuperación del 5,5% para 2021.

Por otra parte, luego de la aceleraciónde la inflación durante el período 2016-2019, donde en 2018 hubo una inflación interanual de 47,6% y en 2019 una de 53,8%(la másalta desde 1991), este año se estima que va a cerrar en 32% y en 2021 el Gobierno proyecta un 29% de inflación interanual.Además, proyecta un tipo de cambio oficial de $81,4 para finales de este año y de $101,6para fines del año entrante.

Con respecto a las partidas del presupuestoque mayores variaciones experimentarán, la primera que se destaca es la de servicios de deuda. El Gobierno redujo de manera considerable los recursos destinados al pago de intereses y vencimientos de la deuda pública, que en 2019 llegó a comprender un nivel histórico, del 19,7% del presupuesto total. Para este año, luego de las reestructuraciones exitosas tanto en legislación extranjera como local, se estima destinar el 9,4% del presupuesto actual en servicios de deuda, mientras para el año próximo el Gobierno estima destinar el 7,9%.

En relación al combate contra la pandemia del covid-19, los recursos destinados al área de salud se incrementaron un 92% este año, ubicando el gasto en salud en un 4,6%del presupuesto total, mientras que en 2019 representó el 3,6%. Para 2021 se proyecta destinar un porcentaje similar al de este año en relación al presupuesto total.Con respecto a la promoción y asistencia social, otra área en la cual aumentó considerablemente la inversión y se prevé seguir inyectando recursos, este año se proyecta gastar un 185% más, llegando a 3,6% del presupuesto. Para el 2021 se estima una inversión de orden similar a la de este añoen relación al presupuesto 2021.

Un sector al que se apuesta para repuntar la economía es la obra pública. En este sentido, este año se proyecta terminar con un 285% de aumento de recursos para el sector Agua potable y alcantarillado, llegando a representar 1,2% del presupuesto actual, mientras que para el año próximo se estima destinar el 1,7% del presupuesto, es decir aún más. Por otra parte, vivienda y urbanismo se incrementó 55% este año y para el año que viene, se proyecta un crecimiento de 230% en relación al año actual. Es por ello que para 2021 se estima destinar1,8% del presupuesto 2021en estetipo de obras, mientras que estos últimos dos años estosrecursos representaron un 0,6% del mismo.

Esto tiene un correlato en el gasto en capital, que para este año se estimacon un incremento del 55% en relación a 2019.En representación del presupuesto total, se pasó de 6% en 2019 a 6,2% del presupuesto actual. Para 2021 se espera un incremento muy importante, ya que se espera destinar el 10% del presupuesto 2021 allí.

También se prevéun gran incremento en los recursosdestinados para los sectores productivos, como es el caso de la industria, que fueasistida (al igual que la mayoría de las actividades) por el programa ATP y los créditos blandos a baja tasa producto de la pandemia. Esto se ve reflejado en la representación dentro del presupuesto, que pasó de 0,2% en 2019 a 1,4% este año y se estima en un 1,5% para el año próximo, por lo que la inyección de recursos destinada a esta partida aumentará notablemente. Lo mismo ocurre para los sectores de turismo y comercio, donde en términos presupuestarios, se pasó de destinar el 0,1% del presupuesto el año pasado a un 0,4% para este año y el próximo.

Finalmente, hay que destacar que el año próximo será el demayor inversión pública de, por lo menos, los últimos 14 años y muypor encima del período 2016-2019. Tal es así que este año se estima llegar a destinar el 80% del presupuesto en la totalidad de servicios socialesy económicos, mientras que en 2019 fue de 71,4% y se estima que para 2021 será de 82,9%.

https://mcusercontent.com/219db79b15bd598643ad6537b/files/3a31c326-3964-4011-a907-06954bb2be9b/Infograf%C3%ADa_Presupuesto_2021.pdf


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En una muy interesante nota, el filósofo Byung-Chul Han1 hace una comparación entre los tipos de políticas aplicadas en Oriente y Occidente frente a la coyuntura pandémica que estamos atravesando.


Los países occidentales exponen su fragilidad no sólo en el desborde de sus sistemas de salud, corroídos por las lógicas antiestatistas y neoliberales, sino también en el impacto que produce la carencia de cohesión social como producto de un individualismo que ha carcomido genealógicamente cualquier posibilidad de acción colectiva frente a coyunturas de crisis pública.


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Por su parte, en algunos países asiáticos, que –según Han– responden a una visión más verticalista y autoritaria de la relación con los liderazgos políticos, han desarrollado estrategias mucho más severas y panópticas, basadas en el Big Data y la vigilancia digital, identificando casos de contagio a través de inteligencia artificial y dando aviso a través de redes sociales, con el propósito de gestar movimientos de disuasión, contención y resguardo.


Más allá de las lecturas con respecto a la efectividad y los fracasos de estas medidas en medio del caos pandémico, y de la comparación que podríamos hacer entre ambos hemisferios, lo que Han pone sobre la mesa es que si la crisis del capitalismo neoliberal contemporáneo –factor que muchos pensadores de izquierda enarbolan como una inminente victoria–muta hacia una política de la excepción permanente y de vigilancia digital, como vemos actualmente en algunos Estados asiáticos, el panorama no pinta para nada alentador.


El romanticismo crítico que vemos hoy día con respecto a la fractura de la hegemonía capitalista se encuentra lejos de dibujar un horizonte utópico, además de parecer poco realista.Pero la nota de Han arroja un último elemento que merece una reflexión más profunda sobre su posible contra-efecto. Cito: “No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”. Vemos, otra vez, el “tropezón” de muchas teorías críticas contemporáneas.


En un contexto donde la racionalidad humana ha sido confrontada con la mortalidad de un organismo indivisible que se le escapa de sus mediciones, la salida –propone Han– se deposita en la radicalización de este mito moderno, como es el de la indestructibilidad del Gran Hombre (sic) Todopoderoso que se levanta como un homónimo de los más clausurantes prejuicios de la teología medieval decimonónica que pretende superar.


La pandemia del COVID19, así como otros sucesos del trágico siglo XX, pone otra vez en evidencia las fantasías del progreso y las promesas perdidas de la modernidad. Mitos que han dejado cicatrices aún sangrantes, pero que continuamos apelando cual síntoma de un complejo de Edipo no superado.


Es la arrogancia antropológica que se oculta en narrativas que nos sofocan día a día, a través de las ilusorias ofertas de la meritocracia, de las abstractas “elecciones racionales”, de la panacea de la libertad individual, sostenidas –paradójicamente– en un conjunto de entramados metafísicos, como la auto-gestión del mercado, la naturalización ontológica de las clases, las dinámicas de demarcación racial y, sobre todo, de la quimera de la autosuficiencia de la Humanidad como animal supremo en la escala evolutiva.De alguna manera, el impacto de la pandemia da prueba de las desigualdades e injusti-cias que las ideologías contemporáneas siguen naturalizando, así como de la devastación total de los dispositivos que fueron creados al servicio del cuidado y la dignificación de la vida, los cuales finalmente sirven al abandono y la destrucción. Pero también, una vez más, exponen los erróneos mecanismos históricos que construimos para lidiar con aquello que más angustia nos trae: la incertidumbre, lo imprevisible, la fragilidad, la debilidad de la vida. Por ello, ¿dónde reside nuestro problema? ¿En los dispositivos por sí mismos, o más bien en ese eterno vicio ontológico moderno-colonial del que se nos hace imposible deshacemos, el cual no sabe cómo lidiar con las realidades del descontrol, la imprevisibilidad, la desproporción, la desazón?


Como afirma Alberto Moreiras, “la vida se captura a sí misma como poder, pero al mismo tiempo la vida se excede a sí misma como fuerza más allá del poder”.


La lógica capitalista y colonial que nos atraviesa como sociedades posmodernas nos ha engañado, embanderando el eslogan de que es posible construir órdenes de poder y dispositivos tecnológicos que anulan el hiato de indecibilidad que habita la frontera entre la vida y la muerte. Es la falsa promesa de la eternidad en nuestras propias manos. La máquina y los sistemas han pretendido absorber la potencia de la historia y sus cuerpos a través de inercias y reflejos que apelan a la no-diferencia y la inexistencia de límites o fronteras, cuando en realidad, por detrás, han levantado murallas que tapan lo reprimido, el descontrol que nos exaspera, así como la escoria que creamos y no queremos ver, y que al final, nos pone en un lugar de aún más fragilidad, cuando la puerta de lo impensado se abre.


Todo ello no es más que un pobre intento por encubrir nuestra condición más básica, la nuda vida (Agamben) en su estatus más pobre y más real; es decir, incontrolable. “La ficción de que la voluntad del yo no tiene límite, de que todo podría ser controlable, deconstruible y reconstruible a imagen y semejanza del ideal, es la carne de la ansiedad, que no es sino la expresión de la inquietud frente a lo contingente: a lo que no se sabe, no se puede, a lo que hace esperar”, resume la psicoanalista chilena Constanza Michelson.Para la lógica moderna aún enclaustrada en nuestros poros, la falta de cesura y la ca-rencia de registro es moralmente más dañina e inaceptable que el sufrimiento causado por el asesinato de las masas como desenlace natural de aquellos sistemas que creamos para el auto-engaño de nuestra eficacia. Es la lógica del “daño colateral”, que se carga miles de vidas al día, con tal que nuestro ego de auto-suficiencia siga funcionando como una trampa sintomática.


La pandemia nos ha puesto de frente con la vulnerabilidad más real, que siempre estuvo allí y que aún no queremos ver. La ciencia está desorientada y no puede dar respuestas de la noche a la mañana, como muchos pretenden. La clase política camina a prueba y error, reconociendo la inevitabilidad de lo peor. Nuestras vidas diarias se han transformado en pequeñas cárceles que, por más seguras que parezcan (“quédate quieto y todo saldrá bien”), no dejan de ser espacialidades plagadas de inseguridades. Vivimos en la paradoja de que todo depende de nosotros y nosotras, aunque nuestro “enemigo” (como algunos neo-mal-thusianos andan predicando frenéticos por doquier) es absolutamente impredecible.


Byung-Chul Han tiene mucha razón en advertir que el capitalismo actual y su violencia sistémica pueden mutar en algo aún peor. Pero la esperanza no se encuentra en crear Otra Gran Épica, como lo deslizan sus palabras sobre este Súper Humano-Persona Racional y Revolucionario. Ello sería caer en la misma maquinaria tanatológica de los sacrificios que exige la lógica moderno-colonial para sobrevivir (Hinkelammert).


El desafío reside en crear caminos que asuman la vacilación constitutiva de toda narrativa, de toda performance, de toda ideología, de todo lugar en la historia, no con el propósito de diluirnos en la nada misma de la no-creatividad e inacción, sino de estar preparados y preparadas para una economía de la incertidumbre cuando la vacilación nos abrace.


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Principalmente, dar cuenta que lo que creemos incondicional, en realidad puede ocasionar aún más daño del que pensamos frente a una coyuntura que nos sobrepasa, cuando le otorgamos un estatus que no posee, tal como lo están mostrando algunos modelos políticos, de salud y económicos que se mueven reactiva y mecánicamente en una arena movediza insospechada, por entronizar diversos principios axiológicos por fuera de una sensibilidad real desde el movimiento de los procesos sociales y los cuerpos.


El modelo neoliberal y su mentirosa predicación de la total apertura, es una clara muestra de cuando la metafísica del mercado y de la meritocracia esconden los principios de poder, clasificación, represión y racialización más nefastos, dejando arrojados a su suerte (es decir, a su muerte inevitable, como la exposición a un virus) los sectores que quedan fuera de sus fronteras inalienables. Los cálculos y las predicciones, abstracciones que sirven a la legitimación de poder algunos grupos y narrativas particulares, están mostrando lo peor de su fugacidad.A pesar de que el llamado es #yomequedoencasa, muchos análisis agregan a este impor-tante acto de solidaridad de cuarentena hacia los sectores más vulnerables, el deber de los gobiernos y espacios políticos en actuar en base a una ética (global) de la responsabilidad. Por ello nace la pregunta: ¿cómo ser comunidad en un contexto de incertidumbre y desde el reconocimiento de lo endeble que nos une?


El psicoanalista y filósofo Jorge Alemán nos desafía a que la comunidad no puede separarse de la soledad. “Nuestro Común es lo que podemos hacer juntos con el vacío de lo que ‘no hay’. No es la propiedad que nos unifica, ni la potencia que nos constituye; el Común es lo singular del síntoma, la Soledad que inventa al lazo social para que la misma se transforme en una voluntad política”.


Podemos tomar la “Soledad” como esa condición ineludible de fragilidad, no sólo de los lazos y las estructuras que construimos, sino también de aquello que nos constriñe, que nos excede. Por la propia débil cadencia de lo que nos une y creemos eterno, de-bemos aprender a mirarnos, a traspasar las fronteras impuestas con el Otro y construir un Común solidario. Es una soledad que se arroja a lo común, a la construcción de un sentido de colectividad, al reconocer su transitoriedad. Soledad-Común como una abertura hacia una amistad innovadora, solidaria y sensible a los procesos. Por ello, una pandemia, así como todo fenómeno que nos confronta sorpresivamente y nos desnuda por completo, no se lucha con la “racionalidad humana”, como desliza Han. Sin duda, ella es un ingrediente también inevitable. Pero la dimensión tanatológica de lo vital, en su iracunda presencia, se desvía de cualquier cálculo o medición, por lo cual la salvación se encuentra en la dimensión inherentemente relacional de la existencia, con sus complejidades, contradicciones, debilidades y fracturas.


Por ende, ¿estamos preparados/as cuando las fórmulas fallan? ¿Nos sabemos seres que formamos un cosmos que nos excede, y por momentos también puede aplastarnos? ¿Contamos con herramientas para lidiar con esos síntomas tan propios de la colisión entre el surrealismo exitista neoliberal y el fracaso de la inercia de la vida, como son la ansiedad, el pánico, la angustia? ¿Cómo nos acompañamos como Común en tiempos donde lo conocido parece acabar? ¿Cómo potenciamos horizontes de sobrevivencia?


Por ello, una economía de la incertidumbre no envuelve únicamente la deconstrucción de nuestras nociones ontológicas más fundamentales, como son lo humano, lo cosmológico, lo saludable, lo sostenible, entre otros. Una dislocación epistémica de dichos valores tiene directa incidencia sobre nuestras prácticas y estructuras políticas. Por ello, una economía de la incertidumbre significa asumir la previsión y el cuidado como dos respuestas políticas inherentes, lo cual, a su vez, también impacta en el desarrollo de políticas públicas que favorezcan la protección colectiva, una economía regida por la dignidad y la administración de la sustentabilidad.


En estos días circuló un meme que decía: “creíamos que el miedo a morir convertía ateos en creyentes, pero resulta que convierte a neoliberales en keynesianos”. Una humorada más que oportuna sobre el rol que se le ha exigido a los Estados en esta coyuntura, que ha puesto en evidencia la hipocresía de la ortodoxia liberal, así como del pensamiento conspirativo de cierta izquierda.


El reciente debate entre Agamben y Nancy da cuenta de cómo cierto sector de la teoría crítica contemporánea tiene dificultades en pensar sobre la institucionalidad política sin caer en la supuesta inevitabilidad de un estado perma-nente de excepcionalidad. Creo que es posible –y éste es el gran desafío del pensamiento social hoy– imaginar una práctica, institucionalidad y administración de lo político, sin caer en los extremos de la resignación nihilista y la concepción represivo-panóptica de cualquier institucionalidad.


Dentro de todas las cosas que requeriremos repensar cuando pase lo peor de esta situación, es cómo entendemos los mínimos de “lo humano” fuera de las retóricas modernas que parecen no abandonarnos. El COVID19 no nace gracias al capitalismo, la modernidad o el colonialismo. Pero sin duda, expone una flaqueza histórica con la que aún cargamos, que es el cómo lidiar con aquello que nos sobrepasa y no tenemos capacidad de mani-pular. Al final, lo que se levanta como un orden que sutura los sentidos y las prácticas, como grandes promesas del progreso humano, nos deja aún más expuestos/as frente a las disyunciones de la existencia. Como dijimos, esto no significa abandonar las estructuras, las estrategias y las tecnologías que nos acompañan en el sobrellevar las condiciones de debilidad cósmica y humana. Más bien, conlleva deconstruir el estatus ontológico que le otorgamos a algunas de ellas, y con ello, reconocer que la defensa férrea de ciertos dispo-sitivos e ideologías puede traernos un sufrimiento cuyo origen no es el manejo de la con-tingencia y lo inevitable, sino la injusticia provocada por nuestro egoísmo y arrogancia.


Reconocernos débiles, susceptibles, atravesados por vacíos que no tienen nombre, puede despejar la mirada hacia la identificación de atajos desconocidos en momentos de des-esperación, potenciando la creatividad a través del sentido de lo Múltiple, ayudándonos construir prácticas de prevención a partir del reconocimiento de que no tenemos el destino bajo nuestro mando.


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Limpiar nuestros prejuicios para ver con mayor claridad el punto de im-potencia que nos asienta, para extender la mano en solidaridad y en exclamación al prójimo para ser sujetados/as. Así, tal vez, podremos estar preparados/as para salvar muchas más vidas en momentos de vulnerabilidad, evitando caminar por el sendero de las mentiras grandilocuentes de la autosuficiencia, desde las quimeras que la modernidad nos vendió a través de los sentidos dados por la ciencia, la política, la gobernabilidad, el orden, la moral, la economía, el control, sacrificando vidas en defensa de los “sectores productivos” para el sistema, la naturalización de las escalas clasistas y la protección del movimiento bursátil del mercado, en lugar de ser responsables con la versatilidad de la propia existencia.


Pandemia y la economía de la incertidumbre

NICOLÁS PANOTTO (GEMRIP)28 DE MARZO DE 2020

BORDES, FEBRERO-ABRIL DE 2020. REVISTA DE POLÍTICA, DERECHO Y SOCIEDADISSN 2524-9290 http://revistabordes.com.ar


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Mal que nos pese, la economía sino es mediada por el Estado, convertiría a las sociedades en un cúmulo de individuos, ordas y tribus, sin ley y sin ningún tipo de reparos para obtener el dinero necesario para cualquier cosa … desde el alimento básico o el agua, hasta cualquier objeto de satisfacción suntuoso o de placer egoísta y exacerbado.


Toda referencia a las “leyes de mercado” en algún punto sostienen inconsciente esa premisa … solo mi avaricia que anima y alimenta la competencia, funciona como motor de cualquier economía, en un esfuerzo irracional por sostener los privilegios que sabe, ostentan, si los Estados hacen mínimas sus intervenciones … De esto se trata. De poder y de sus limites. De democracia o ejercicio del privilegio conseguido de cualquier forma.


Si hay algo que queda perfectamente demostrado en esta pandemia, es que la desigualdad que produce las “leyes del mercado” son las que generan la crisis sanitaria y por ende la mayor parte de los problemas que la pandemia viene a poner a la luz y vista de todes.


El presupuesto presentado ayer intenta volver a proponer racionalidad al sistema y privilegiar a las ciudadanas, a los ciudadanos y les ciudadanes, en formas donde el trabajo y el esfuerzo sea recompensado por encima de la especulación y los privilegios de los que han acumulado durante mucho tiempo, las riquezas y el trabajo Argentino. Dónde la igualdad de oportunidades se convierta en un punto de partida y no quede solo en expresiones de buena voluntad. Los de siempre intentaran impedir que esto se convierta en realidad. Cada quién haga su parte…


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

 

Imágenes. 

(1) Leon Zernitsky, Finance is a painting, Mayo de 2016

(2) Aida Emart, Pintora mexicana. 

(3) Alex Gross, artista Brasilero

(4) Candido Portinari, "café", Pintor  Brasilero 

(5) Cardinal Bernard Maciejowski, "Torre de Babel" Artista y noble polaco, starosta, abanderado real, estadista y líder de la Iglesia católica; Obispo de Lutsk, arzobispo de Cracovia, arzobispo de Gniezno y Primado de Polonia (entre 1606 y 1608). 

(6) Impedovo Pier Luig, "la ley Universal de la economia", artista palermitano (italia) 

(7) Pablo Tobar Henry, "Economía informal" Pintor Guatemalteco

(8) Diego Rivera,“Battle of Detroit”, muralista mexicano

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