Sábado 26 de setiembre de 2020

 
 

En estos días de la peste, y aunque todo parezca inédito y nuevo, son los mismos problemas de siempre. Quienes desde el poder se animan a todo … comienzan apropiándose de palabras e ideas … eso del valor del conocimiento y de las decisiones en función de los datos y la información no es nuevo… solo que en otros tiempos el sentido era comunitario y hoy se ha transformado en el latiguillo de unos pocos que sostienen privilegios.

Una caricatura de Carlos Malbrán, publicada por Caras y Caretas en septiembre de 1900, ilustra de manera sintética gran parte del ideal higienista de la época. Para esta corriente de médicos reformistas, de la cual Malbrán formó parte, las principales acciones para combatir las enfermedades infecto contagiosas que azotaban en la época se basaban en el uso de la tecnología compuesta, entre otros artefactos, por fumigadoras para intentar eliminar los insectos considerados causales de muchos de los contagios y la instalación de cordones sanitarios, que eran las medidas de aislamiento de las poblaciones para evitar la propagación de los virus y bacterias. En esta gesta, la investigación científica, en manos de las instituciones sanitarias, fue marcando la línea a seguir en materia de políticas públicas de salud que, con sus altibajos, se constituyó en una tradición para la historia de la ciencia en la Argentina.

LOS CAMINOS RECORRIDOS

Vale preguntarse cuál fue la trayectoria de este médico nacido en Catamarca que culminó su carrera en un sitial de privilegio y reconocimiento y de quien, a pesar del paso del tiempo, el instituto bacteriológico de mayor prestigio en la Argentina porta su nombre como homenaje. Carlos Gregorio del Carmen Malbrán nació en 1862 y fue el segundo hijo del matrimonio formado por Manuel Francisco Malbrán Recalde y su segunda esposa, Carlota Figueroa, de cuya unión también nacieron Elmira (1860), Adela (1865) y Manuel (1868). El apellido Malbrán es originario de Flandes (Bélgica), castellanizado de Mallebranne, y hacia el siglo XIX se encontraba extendido en algunas provincias como Córdoba y Catamarca. Nacido en Andalgalá, en el oeste de esta última provincia, y a tono con el recorrido de los jóvenes de las familias encumbradas de muchas provincias argentinas, Carlos Malbrán se estableció en Buenos Aires hacia la década de 1880 como estudiante en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Sin graduarse, comenzó como practicante en el hospital San Roque (hoy Ramos Mejía) en 1883, en el que permaneció dos años hasta alcanzar el cargo de “practicante mayor”.

Mientras el joven Malbrán completaba sus estudios de grado, la Argentina atravesaba un período de transformaciones sociales, económicas y políticas de gran escala en el que se combinaba un extraordinario crecimiento económico y poblacional, la llegada masiva de inmigrantes europeos, un desordenado proceso de urbanización y alarmantes brotes de enfermedades infectocontagiosas, entre las que se destacaban como las más dramáticas el cólera y la fiebre amarilla. Esta situación estuvo motivada por la alta concentración de la población en las principales ciudades, las malas condiciones de vivienda, de trabajo y de salubridad, salarios bajos y frecuentes crisis especulativas (lo que ocasionaba rachas de desempleo), marcadas desigualdades sociales y un temible aumento de la conflictividad social y política.

En pocas décadas, desde la caída de Rosas en 1852, se había configurado en ciudades como Buenos Aires y Rosario el cuadro frecuente de las novelas naturalistas: mayor urbanización, lujosas arquitecturas, modernos sistemas de transporte y comunicaciones, grandes tiendas, nuevos periódicos, pero también mayor contaminación, hacinamiento, elevada mortalidad infantil y adulta y epidemias de enfermedades infectocontagiosas, como el cólera, la fiebre amarilla, el tifus, males que aparecían y reaparecían periódicamente.

Este era grosso modo el escenario cuando el joven Carlos Malbrán, a punto de alcanzar su título, se enroló en 1886 como asistente y aprendiz en el laboratorio de la Asistencia Pública de la Capital Federal, bajo la dirección de los médicos Telémaco Susini (1856-1936) y Silverio Domínguez (1852-1922). Este laboratorio se había creado ese mismo año y formaba parte de los primeros e incipientes esfuerzos de las autoridades públicas para afrontar, estudiar y controlar los brotes epidémicos de cólera, fiebre amarilla y otras enfermedades, como la tuberculosis y la sífilis. Seis años antes, en 1880, se crearía el Departamento Nacional de Higiene (DNH) con la finalidad, al menos declarada, de intervenir en las condiciones sanitarias de la población de Buenos Aires y los territorios nacionales. También tendría, desde 1892, una sección bacteriológica. El nuevo paradigma, importado de Europa, alimentado por las investigaciones de Louis Pasteur y Robert Koch, entre otros, postulaba una manera de explicar las enfermedades a partir de la acción de microscópicas bacterias, que serían las causantes de las infecciones. Esta idea era sostenida por muchos médicos partidarios de esa novedosa teoría y estaba acompañada con una alta cuota de optimismo y confianza en el poder de la investigación científica. En este sentido, la observación por medio de microscopios, las estufas y fumigadoras se convirtieron en el arsenal técnico de vanguardia de muchos de estos jóvenes que intentaron luchar contra las bacterias y limitar el impacto de la propagación de las enfermedades infectocontagiosas.

LOS TIEMPOS DEL CÓLERA

En este contexto, Carlos Malbrán, el aprendiz de bacteriología, fue enviado a San Rafael, Mendoza, para combatir el brote de cólera desatado en esa provincia, lo que le permitió un primer acercamiento a la gestión pública y también completar su tesis, titulada “La patogenia del cólera”, presentada en 1887 en la Universidad de Buenos Aires. Era un tema de amplia repercusión y concitaba la preocupación general de la comunidad médica y del núcleo de bacteriólogos del que Malbrán formaba parte, ahora como doctor. Ese mismo año se presentaron varios estudios sobre el cólera: por un lado, las tesis “Estudio sobre el cólera”, de Patricio Fleming; “Profilaxis y tratamiento del cólera”, de Raúl Rojo, y “Consideraciones prácticas sobre el tratamiento del cólera”, de Patricio Brenan; por otro, los estudios “El cólera y su tratamiento”, de José Penna; “Misión sanitaria a Río Cuarto. Consideraciones sobre el cólera y la higiene”, de Pedro Mallo, y “Después del cólera”, de Samuel Gache.

En la carrera profesional de Malbrán, la curva ascendente de la bacteriología como disciplina y la preocupación de las elites políticas y culturales del país ante la recurrencia de enfermedades contagiosas se anudarían cada vez más en los años posteriores. Hacia 1892, con apoyo del Ministerio del Interior, Malbrán viajó a Europa para continuar su especialización en la producción de sueros antituberculosos y diftéricos, en los centros de investigación que estaban en la vanguardia de la bacteriología en aquellos años. En Alemania visitó Múnich, donde pudo estudiar con Max von Pettenkofer, médico de gran renombre e interés por una medicina social y preventiva; en Berlín conoció a Robert Koch, y en París, a Émile Roux. Estos viajes eran la manera más frecuente de alcanzar una especialización, no sólo para los médicos locales sino para muchos de sus colegas iberoamericanos. El brasileño Oswaldo Cruz, primer impulsor de la bacteriología en su país, viajó entre 1896 y 1899 a París para estudiar con Louis Pasteur, y a su regreso fundó un laboratorio de producción de sueros antimaláricos que se convirtió en una referencia para la región. Estos médicos traían de Europa los nuevos conocimientos, teorías y técnicas, así como materiales biológicos, equipos y un modelo de organización del laboratorio “moderno”. El mismo año de su viaje, Malbrán se hizo cargo de la Sección Bacteriología del DNH. Desde este modesto laboratorio, el equipo dirigido por el joven bacteriólogo se encargaría del análisis de aguas de la Capital y de algunas provincias, diseñaría aparatos de desinfección y realizaría diagnósticos de difteria y tifus. Con el tiempo, Malbrán y algunos de sus colaboradores, como Joaquín Zabala, orientarían una parte de sus esfuerzos también hacia enfermedades del ámbito rural, especialmente aquellas que afectaban al ganado vacuno y porcino, fuente de la “riqueza ganadera del país”. Junto a Zabala desarrolló algunas investigaciones sobre tuberculosis porcina, cólera de las gallinas, carbunclo, etcétera.

EL COMPROMISO CON LA SALUD PÚBLICA

Gradualmente, Malbrán fue incorporándose a la gestión pública, a comisiones de higiene y ocupando cargos en los que aspiraba a convertirse en un referente de la higiene pública local. En 1889 ya había sido nombrado miembro de la Comisión para la Gestión de Residuos, de la Capital; en 1892 ostenta el cargo de inspector técnico de Higiene de la Municipalidad de Buenos Aires. La Inspección Técnica de Higiene recibía las declaraciones de enfermedades contagiosas, realizaba desinfecciones e inspeccionaba los establecimientos de producción y comercialización de alimentos.

El despliegue de Malbrán también incluyó una acumulación de mayor poder académico: en 1890 asumió como titular del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de Buenos Aires; en 1897 fundaría la primera cátedra de Bacteriología (cuya titularidad mantuvo hasta 1920), siendo luego nombrado consejero de la Facultad y vicedecano en años posteriores. Un momento de consagración académica llegaría en 1909, al ser incorporado como miembro de número de la Academia Nacional de Medicina.

En el cambio de siglo vemos a Malbrán consolidando su perfil como experto, como bacteriólogo y como figura de consulta para los poderes públicos. En 1899 viajó a Paraguay, donde fue consultado por un rebrote de peste bubónica. A esta altura de su carrera, Malbrán acumulaba una serie muy variada de intereses: no sólo la investigación del bacilo que causaba el cólera, sino también sífilis, lepra, paludismo, tuberculosis, higiene alimentaria, difteria, sanidad marítima y portuaria, convenios sanitarios internacionales, legislación sanitaria, ejercicio de la medicina y un tema que sería central en su carrera en los próximos años: las vacunas. En efecto, hacia enero de 1900 fue designado director del Departamento Nacional de Higiene (DNH) por el presidente Julio A. Roca. Este sería uno de los cargos más importantes de su trayectoria como médico. El DNH era un núcleo importante del poder médico, un antecedente de lo que luego sería la Secretaría de Salud Pública desde 1946, aunque con menor presupuesto, atribuciones y personal. Tenía como meta intervenir en situaciones sanitarias en todo el territorio nacional, aunque nunca logró superar la barrera de las autonomías provinciales, siendo su ámbito de competencia la Capital Federal y los territorios nacionales. Cada provincia y también algunos municipios organizaron sus propios departamentos sanitarios e instituciones de control. Aunque sus directores y asesores (Eduardo Wilde, Emilio Coni, José Penna y muchos otros) pretendieron que el DNH pudiera regular la práctica médica y centralizar la administración de la atención médica, el Departamento fue incapaz de doblegar el poder de la corporación médica, defensora de una práctica liberal de la medicina, y se mostró ineficaz para controlar bajo “unidad de comando” el mosaico de servicios médicos, públicos, privados y mixtos que proliferaban en la Argentina desde fines del siglo XIX. Así y todo no se trataba de un cargo menor, y hacia 1900, cuando Malbrán asumió su dirección, todavía suscitaba esperanzas de convertirse en un lugar desde el cual se podría impulsar reformas, mejorar la salud de la población, controlar epidemias, etcétera.

LAS VACUNAS COMO ESPERANZA

En 1901, Malbrán, como presidente del organismo, propone ampliar el Conservatorio Nacional de Vacunas con el objeto de incrementar la fabricación de sueros y afrontar la epidemia de viruela que afectaba al país. En esa oportunidad, el médico declaraba: “La epidemia de viruela que actualmente en esta Capital, está alarmando justamente á la población y á las autoridades sanitarias, ha sido causa de que las solicitudes de vacuna recibidas por este Departamento se hayan centuplicado haciendo insuficiente el número de placas de cow-pox producido para atender esa extraordinaria demanda”. Y agregaba también: “La actual epidemia es debida á la falta de vacunación y como la medida que se impone y ha empezado ya á ponerse en vigencia es la vacunación oficialmente controlada, resulta evidente que la exigencia de una gran producción, lejos de ser transitoria, ha de mantenerse durante largo tiempo”. Como conclusión, Malbrán pedía que se incrementara la producción de vacunas hasta alcanzar a cubrir la necesidad de 700 mil al año.

 

Era necesario, según Malbrán, incrementar la cantidad de vacunas, pero también extender su obligatoriedad. Con esta idea en mente, en 1903 el bacteriólogo impulsó la Ley 4.202 de “Vacunación y revacunación antivariólica obligatoria”. Esta normativa sólo tuvo aplicación en la Capital Federal y los territorios nacionales, donde la autoridad del DNH estaba garantizada por ley. Las autonomías provinciales y la pretensión del DNH de intervenir en todo el territorio argentino chocaron frecuentemente a lo largo de diferentes presidencias del organismo. En 1901, Malbrán propuso y logró la sanción de una Ley de Defensa Sanitaria para ampliar las atribuciones del Poder Ejecutivo Nacional (Ley 4.309) en caso de epidemias. Esta ley suponía también la formación de un fondo para financiar la lucha contra enfermedades infectocontagiosas, pero recién fue reglamentada en 1908 y su aplicación fue parcial y limitada.

UNA OBRA QUE TRASCIENDE

Durante los diez años que duró su mandato, Malbrán no desaprovechó la oportunidad de participar en distintos encuentros internacionales, en los cuales el funcionario mantenía y extendía sus redes de influencia trasnacionales. En 1902 intervino en la Conferencia Nacional de Paludismo; en 1904 representó al país en el Congreso Médico Latinoamericano, y en 1910 en el Congreso Internacional de Medicina e Higiene.

Más allá de las trabas que limitaron el accionar de Malbrán y de otros directores del DNH, algunas iniciativas del médico comenzaron a realizarse. En 1904 se colocó la piedra fundamental del edificio del Instituto Bacteriológico Nacional, recién inaugurado en 1916; en 1907, Malbrán preparó un proyecto de ley para establecer la obligatoriedad de la declaración de la lepra y un registro nacional de pacientes y recursos comprometidos en el tratamiento de la enfermedad, pero esta propuesta recién se convirtió en ley veinte años después. El interés de Malbrán por mejorar métodos de diagnósticos, tratamientos, contención de enfermedades, así como la información estadística con que se contaba se volcó en muy variados proyectos mientras ocupó la presidencia del Departamento. El último proyecto en este sentido fue la creación de hospitales antipalúdicos en Rosario, Salta y Jujuy.

La gestión de Malbrán se vio interrumpida cuando fue electo senador por la provincia de Catamarca en 1910. Durante sus mandatos, que se extendieron hasta el final de la década, logró impulsar varios proyectos sobre temas sanitarios y médicos. El logro más recordado de este período fue la inauguración definitiva, en 1916, del Instituto de Bacteriología y Microbiología que hoy lleva su nombre.

Malbrán se retiró de su cátedra de Bacteriología en 1920. En 1931 publicó el folleto Apuntes sobre salud pública, única pieza escrita que se conserva del médico, además de su tesis doctoral. Allí recordaba su incorporación como presidente del DNH, sus preocupaciones por las epidemias que parecían no tener fin en la Argentina y detallaba las acciones llevadas adelante por su gestión. Malbrán falleció en 1940 en Buenos Aires. Una esquela de la Asociación Médica Americana, de los Estados Unidos, lo recordaba ese año por los que consideraba sus mayores logros: discípulo de Pettenkofer, Koch y Roux, fundador de la primera cátedra de Bacteriología del país, presidente del Departamento Nacional de Higiene, protagonista de la lucha contra la peste bubónica en Paraguay en 1899, contra la lepra en su propio país y contra la malaria. Un año después, el Instituto de Bacteriología, por el que trabajó toda su vida, fue rebautizado como Instituto de Microbiología “Dr. Malbrán”, denominación que conserva en su memoria y homenaje hasta la fecha.

( https://carasycaretas.org.ar/2020/09/07/el-cientifico-politico/ )

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El dinero te vigila

Cada vez que usamos Internet cedemos inconscientemente parte de nuestra soberanía personal a un poder opaco, sin límites ni fronteras. La socióloga Shoshana Zuboff ha puesto nombre a ese fenómeno en un libro llamado a marcar época: 'La era del capitalismo de la vigilancia'



Facebook llegará a conocer todos los libros, todas las películas, todas las canciones que usted, lector de estas líneas, haya consumido en su vida, larga o corta. La información de la que dispone la empresa informática servirá para deducir a qué bar irá usted cuando llegue a una ciudad extraña, un bar en el que el camarero ya tendrá preparada su bebida favorita. Ello lo pronostica el creador y director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, una de las personas más ricas del mundo, que la fundó en 2004. El presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, no se queda atrás: “Si nos dais más información de vosotros mismos, de vuestros amigos, podemos mejorar la calidad de nuestras búsquedas. No nos hace falta que tecleéis nada. Sabemos dónde estáis, sabemos dónde habéis estado. Podemos saber más o menos qué estáis pensando”.

Ha nacido el capitalismo de la vigilancia. El 1984 de Orwell se queda antiguo.

Es como si un tiburón hubiera estado nadando silenciosamente en círculos bajo el agua del mar, justo debajo de la superficie en la que se estaba desarrollando la aburrida vida cotidiana, y hubiese saltado de repente con su piel reluciente, por fin a la vista de todos, para hacerse con un buen bocado de carne fresca. Con el tiempo ese tiburón ha revelado ser una nueva variante del capitalismo, desconocida hasta hace muy poco, una variante que se multiplica con extraordinaria rapidez y que se ha fijado el dominio como meta, la hegemonía respecto a otros capitalismos (comercial, industrial, financiero…), a través del conocimiento y monetización de nuestra pequeña existencia. Una forma de capitalismo sin precedentes se ha abierto paso a codazos, casi sin previo aviso, para entrar en la historia.

El capitalismo de la vigilancia es, según lo define Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Harvard Business School y autora del monumental libro La era del capitalismo de la vigilancia, la reivindicación unilateral, por parte de un selecto grupo de empresas provenientes de Silicon Valley, de la experiencia humana privada como materia prima para su traducción en datos. Estos datos son computados y empaquetados (del mismo modo que las célebres hipotecas subprime, origen de la Gran Recesión del año 2008) como productos de predicción y vendidos en los mercados de futuros de los comportamientos de la gente. Los servicios online gratuitos, las app que no cuestan nada, solo son un cebo, no un regalo que hacen media docena de empresas magnánimas creadas por jóvenes emprendedores, casi todos estadounidenses, divertidos y simpáticos, en nada parecidos a los grandes magnates encorbatados del pasado que posaban fumando un habano.

A través de estos servicios digitales básicos comienza la extracción de datos de la vida de cada uno de los ciudadanos que utilizan Internet, la acumulación de sus comportamientos (cómo se visten, qué películas ven, qué comida engullen, los libros que leen, el deporte que practican, si son activos o jubilados…), que serán horneados para poner en bandeja un festín de predicciones listas para ser transformadas en dólares. Muchos de esos ciudadanos, desconocedores de esta realidad escondida, felices con la innovación tecnológica que hace sus vidas más cómodas, han abierto sin darse cuenta las puertas de sus casas y sus refugios más íntimos a estos monopolios que succionan nuestra información y con ella moldean nuestro futuro. El filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han lo resume en esta certera frase: “Pienso que estoy leyendo un ebook, pero en realidad es el ebook el que me lee a mí”.

¿Le dice usted a su cónyuge que hoy le apetece comer paquetitos de pato crujiente con salsa hoisin y poco después, casi instantáneamente, aparecen en su teléfono móvil diversos mensajes de restaurantes chinos que se los pueden proporcionar?, ¿organiza el viaje familiar anual a San Petersburgo y Moscú, y le llueven las ofertas sobre el viaje, alojamiento y compras que puede hacer?, ¿mira en el ordenador, en la tableta o en el móvil un anuncio de camisas vaqueras que le gustan y la publicidad de las páginas web que visita habitualmente se llena de pantalones, parkas, gorras, zapatillas del mismo estilo? Este es el resultado del capitalismo de la vigilancia. Evgeny Morozov, un ensayista bielorruso experto en tecnología, que ha escrito una larguísima (y a veces despiadada) crítica al libro de Zuboff que a su vez es casi otro libro (Los nuevos ropajes del capitalismo), dice en ella: se nos está engañando por partida doble; en primer lugar, cuando hacemos entrega de nuestros datos a cambio de unos servicios relativamente triviales y, en segundo lugar, cuando esos datos después son utilizados para personalizar y estructurar nuestro mundo de una manera que no es transparente ni deseable. Se pierde cualquier atisbo de soberanía personal.

La experiencia humana como materia prima gratuita para una serie de prácticas comerciales la mayoría de las veces ocultas de extracción, predicción y ventas. Este es el nuevo y creciente capitalismo de la vigilancia, que plantea enormes contradicciones a la “democracia de mercado” en la que estábamos instalados. ¿Qué supondrá este cambio fundamental para nosotros, para nuestros descendientes, para nuestras imperfectas democracias, para “la posibilidad misma de que exista un futuro humano en un mundo digital”? (Zuboff). Para desarrollar esas antinomias, la autora se apoya en el concepto de “tiranía” utilizado por Hannah Arendt; la tiranía como perversión del igualitarismo, porque trata a todos los demás como seres igualmente insignificantes: “El tirano manda según su voluntad e interés propio (…) como uno contra todos, y los todos a los que oprime son todos iguales, es decir, carecen de poder”. La tiranía del capitalismo de la vigilancia no requiere de golpes de Estado clásicos, ni del látigo del déspota, ni de los campos de exterminio nazis, ni de los desaparecidos, ni de los gulags del totalitarismo. Es una especie de golpe incruento, aparentemente indoloro y parasitario, pero que llega al fondo de lo que pretende, la dependencia masiva de las obsesiones que nos inyecta.



Este es un libro importante. La era del capitalismo de la vigilancia es un texto multifacético. Es de economía conductista, pero también de psicología, de tecnología o —esencialmente— de pensamiento político. Tiene que encontrar sus lectores en los intersticios de esas profesiones y no ser marginado por los científicos sociales acostumbrados a las disciplinas unipolares.

Es una intensa llamada de atención a la posibilidad de un golpe de Estado desde arriba y permanente, no como un derrocamiento puntual del Estado, sino más bien como un sumidero de la soberanía personal (y por acumulación, del conjunto de la ciudadanía) y como una fuerza muy poderosa en la peligrosa deriva hacia la “desconsolidación” y la falta de calidad de la democracia, que actualmente amenaza a los sistemas políticos liberales. Sus actividades representan un desafío al elemental derecho al tiempo que tenemos por delante, que comprende la capacidad del ciudadano de imaginar, pretender, prometer y construir un futuro.

La era del capitalismo de la vigilancia. Shoshana Zuboff. Traducción de Albino Santos. Paidós, 2020. 910 páginas. 38 euros. Se publica el 29 de septiembre.(https://elpais.com/cultura/2020/09/25/babelia/1601043525_508297.html )

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El duro mensaje de Alberto Fernández a la oposición y los medios “desestabilizadores”

El jefe de Estado afirmó que “desestabilizar la democracia argentina solo puede ser producto de la locura de alguien”.

El presidente Alberto Fernández brindó un fuerte discurso contra la oposición y los medios de comunicación por las mentiras que construyen alrededor del enfoque de su gestión y afirmó que “desestabilizar la democracia argentina solo puede ser producto de la locura de alguien”.

Sus dichos se dieron en la provincia de Entre Ríos, en un viaje que realizó para firmar convenios de obra pública, financiamiento al desarrollo productivo y fortalecimiento administrativo. Allí, el máximo mandatario rechazó la idea de “desestabilización”, dijo que “no cree semejante cosa” y advirtió sobre “posiciones muy extremas que vienen de la oposición”, a las que catalogó como “muy irracionales”.


Creo que algunos medios están muy enojados con nosotros por otros motivos y que muchas veces esos medios no dicen la verdad, la tergiversan de acuerdo a sus necesidades empresariales”, remarcó Fernández.



Sin embargo, aclaró que no busca dar lugar a esos conflictos: “La verdad no tengo ganas de perder tiempo ni pelearme con los medios, ni con los periodistas, ni con los locos que piensan que la Argentina después de todo lo que vivió puede adherir a la idea desestabilizar la democracia”.

Hay muchas posturas que no ayudan a la democracia. Pero la gente lo ve, también estoy convencido de eso. Y cuando llegue el momento de votar va a castigar a los que maltratan tanto a la democracia, no al Gobierno que fue elegido hace 9 meses”, enfatizó el jefe de Estado.

Y agregó: “Nosotros no entramos por la ventana, entramos porque casi el 49 por ciento de la gente nos votó”.

Por último, el Presidente habló de la necesidad de respetar los resultados electorales: “Si tengo una tranquilidad es que no he hecho nada más que cumplir con mi palabra de campaña. A algunos no les gustará porque le hubiera gustado ganar a él, pero no ganó. En democracia, el que gana gobierna y el que pierde por lo menos se opone legalmente”.(https://ecupres.wordpress.com/2020/09/24/el-duro-mensaje-de-alberto-fernandez-a-la-oposicion-y-los-medios-desestabilizadores/ )

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Durante el último trimestre de 2019 estallaron protestas en grandes ciudades de América Latina. Chilenos, colombianos y ecuatorianos salieron a las calles de sus respectivas capitales para exigir, entre otras cosas, un trato igualitario, mejores oportunidades para todos y unas reglas del juego más justas. Las protestas no surgieron de la nada, sino que fueron la erupción de un volcán de ardiente malestar social que había permanecido inactivo durante la primera década del siglo XXI, la década dorada del auge de las materias primas y el progreso social. Sin embargo, el volcán se volvió más inestable con el estancamiento que comenzó en 2012 y, en sincronía con los indicadores económicos a la baja, las revueltas callejeras y las huelgas han aumentado desde entonces. Consideremos, a modo de ejemplo, uno de estos indicadores: el porcentaje de latinoamericanos que declaran no tener suficiente dinero para procurarse una vivienda creció en casi 20 puntos entre 2012 y 2019 hasta alcanzar un alarmante 40%.



El malestar social se desactivó con la llegada de la pandemia de la COVID-19. Mientras este informe entra en prensa, la región se encuentra en medio de una crisis sanitaria sin precedentes cuyos costos humanos y económicos, que ya son altos, aumentan día a día. A medida que los gobiernos se ocupan de las necesidades más urgentes de los sistemas sanitarios, la pandemia está haciendo aflorar debilidades profundamente enraizadas y endémicas de las sociedades de América Latina. Los pobres y vulnerables sufren la mayor parte de los costos de la pandemia, pero la crisis también está haciendo patente la interdependencia de los grupos sociales. Construir una sociedad que sea resiliente en su conjunto requiere políticas económicas que protejan a los más vulnerables contra el peor de los shocks negativos.

Sociedades Fracturadas” Matías Busso y Julián Messina.

La crisis de la desigualdad: América Latina y el Caribe en la encrucijada Copyright © 2020 Banco Interamericano de Desarrollo. https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-crisis-de-la-desigualdad-America-Latina-y-el-Caribe-en-la-encrucijada.pdf

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Las ideas políticas, las posturas ideologicas, los pensamientos que se refieren a lo que debería ser y como debería ser, generan las diferencias necesarias para poner en cuestión la realidad presente y las molestías que esta realidad producen, en tanto y en cuanto problemas que generan injusticias, desigualdades respecto a las oportunidades para que las vidas individuales y grupales puedan satisfacer necesidades, deseos y concreten sus existencias de modos menos conflictivos y en un orden que les considere parte importante en sus aportes, al mismo tiempo que garantice derechos y consolide retribuciones equitativas a esos esfuerzos y aportes.

El asunto es que, y por el contrario, muchas de esas ideas políticas, posturas ideológicas y pensamientos del debería ser y como, son resultados de intentar sostener el privilegio de unos pocos que resulta del esfuerzo de muchos que no son retribuidos.

Si la salud es un “derecho humano”, ¿Quienes deben garantizar el acceso a ese derecho? … Si la democracia es la forma social que mejor organiza la vida de individuos, grupos e instituciones ¿Quienes deben garantizar la vigencia y el fortalecimiento de las formas democráticas de convivencia? … Si la pobreza y la desigualdad que generan el privilegio y las concentraciones de conocimiento, riqueza, poder de parte de sectores minoritarios de la sociedad que se imponen a las mayorías ¿Como producir repartos mas equitativos e instancias de “socialización” de los privilegios?

El problema del individualismo que alimenta las sociedades neoliberales radica en la chatura con la que se piensa la vida y las formas que nos damos para evitar “la ley del mas fuerte” o “la selección “Natural” del más apto”, en tanto y recurrentemente se pierde la idea de referencia, de relación … ninguna humana definción respecto a algo puede hacerse sin referencia a otra cosa … somos pensamiento relacional … no hay posibilidad de definir algo “en sí” en tanto tal cosa es precisamente el ego que impone y no la relación que construye … en la primera la libertad es del individuo e imposible sin otro sometido … en la segunda es colectiva y solo posible si se trata de dos resolviendo y acordando juntos.

En estos dias se ha dado un interesante debate en torno a la idea de “meritocracia”.

La palabra merito refiere a :

Cualidad o acción por la que una persona se merece una cosa

Valor de una cosa debido al trabajo, habilidad u otra cualidad que se ha puesto en ella

La palabra proviene del latín meritum, forma neutra de meritus, participio pasivo de mereō, merēre ("merecer, ganarse").

De como se piense, se entenderán las diferencias y los debates que la idea de “meritocracia” como un orden social que se funda en el valor del mérito, producen en tanto, si el merito es algo individual, que se puede acumular y que no depende de ninguna otra cuestión que del esfuerzo y los dones, facultades, capacidades y cualidades individuales … la distinción entre mérito y poder es prácticamente nula. Iguala al heredero de una fortuna con aquel cuya fortuna alcanzó con esfuerzo o aquel cuya fortuna la obtuvo asesinando y robando a otros …

Por el contrario, si se piensa en terminos de relaciones, el merito no podrá ser concebido como “algo” individual, sino como el resultado de la acción del individuo en una relación con “otro” o con algún resultado esperable definido de forma colectiva o comunitaria. El médico que será meritorio en la medida que ejerza sus facultades al servicio del pueblo y de la salud de sus integrantes … el empresario que será meritorio en tanto creo la posibilidad de que muchos trabajen y obtengan su ganancia en relación a sus esfuerzos puestos en función de un bienes común … El político que vela por un orden social mas justo … el obrero que se esfuerza para que toda la empresa obtenga mejores resultados y por ende mejore su salario y las de sus compañeros de trabajo … la idea de igual retribución por igual esfuerzo.

Como queda dicho, no se refiere al mismo mérito … la meritocracia neoliberal, individual, es aquella engañosa que sostiene el poder y el privilegio, llamándolo de modo positivo … negando su cualidad negativa … egoísta, narcisista, violenta…

Mérito, una fibra muy delicada



Lo que nos hace evolucionar o crecer no es verdad que sea el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años. El más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligentes de los pobres. Mientras eso ocurra, no podemos estar tranquilos con nuestra conciencia. Ese tratamiento desigual nos pone en un mal lugar como sociedad. No es un buen sistema. Las mejores sociedades son las que, precisamente, a todos les dan la oportunidad de desarrollarse”.

La frase que dijo el presidente en un discurso la semana pasada desencadenó una apasionada discusión sobre el mérito. Lo primero interesante a destacar es que nos muestra cómo se instala un tema en agenda. Algunos medios, rápidos de reflejos, titularon que el presidente estaba en contra del mérito. Esto generó una avalancha de críticas en redes que terminaron llevando a la aclaración por parte de Alberto Fernández. A pesar de esto, otros medios como Clarín siguieron como si nada.

¿De qué hablamos cuando hablamos de movilidad social?

En el fondo, la discusión es acerca de la movilidad social, es decir, la capacidad de una persona de progresar en la escala social y de incrementar su nivel de ingresos (en realidad, lo más importante es mejorar su calidad de vida, pero ambas cuestiones suelen ir de la mano y para los fines explicativos es mejor utilizar los ingresos).

La asociación entre calidad de vida y dinero es parte del problema …

La manera de comparar para saber si hay movilidad o no puede ser en relación a los padres (es decir, una comparación intergeneracional) o en la propia vida de una persona en relación al resto (intrageneracional). Esto último está asociado a lo que comúnmente llamamos la distribución del ingreso, junto con los distintos indicadores vinculados a la inequidad: Coeficiente de Gini, Curva de Lorenz, brecha de ingresos, etc.

Esta diferencia nos lleva, a su vez, a otra aclaración que es fundamental, entre movilidad absoluta y relativa. Al comparar entre generaciones, o incluso dentro de una propia generación, el nivel de ingresos de un país (“el tamaño de la torta”) se puede haber incrementado, con lo cual, puede haber movilidad intergeneracional como así también se puede observar un aumento en el ingreso de todas las personas sin que eso afecte la distribución del ingreso. En este caso, decimos que hubo una mejora en la movilidad absoluta (en términos intergeneracionales) pero no hubo cambios en la movilidad relativa (intrageneracional).

Pero claro, si los países no crecen ahí se genera una tensión, porque para mejorar el ingreso de algunos es necesario reducir el de otros. O peor, como en el caso argentino actual, donde la torta se está achicando y por ende la discusión pasa por ver quién pierde menos (a quién se compensa y cómo se financia esa compensación). No es casualidad que ahora estemos discutiendo sobre el mérito y la (in)equidad.

No buscamos la igualdad, lo que nos mueve es la injusticia

La cuestión de la movilidad social y la distribución del ingreso conllevan fuertes discusiones porque tocan un plano simbólico sumamente delicado: el de la justicia. Dentro de las cosas que más nos molestan o nos generan bronca están aquellas que consideramos injustas (si quieren comprobarlo por ustedes mismos, vean este juego y piensen qué harían ustedes).

Y precisamente acá es donde entra en juego el tema del mérito. Por ejemplo, la predisposición de una persona de altos ingresos a pagar impuestos más elevados está muy afectada por su consideración en relación a lo que se haga con ese dinero. Eso va a depender fundamentalmente de lo que piense respecto de las personas de menores ingresos que reciben ese beneficio.

Claramente estará más reticente a pagarlos si cree que las personas de menores ingresos se encuentran en esa situación por motivos propios -es decir, por falta de mérito, esfuerzo y/o malas decisiones personales- que si eso se debe a factores fuera de su control, como por ejemplo el lugar donde nació, los padres que le tocaron o su género. La primera situación le parecería injusta (sobre todo si además cree que sus ingresos se los “ganó” gracias a su esfuerzo/mérito personal), mientras que el segundo escenario no lo vería de esa manera.

Es mucho menos probable que una persona apoye medidas redistributivas si cree que trabajar mucho es la clave para tener éxito frente a otra que crea que eso depende fundamentalmente de la herencia, su raza, su género o su educación. Esto lo reveló una encuesta reciente realizada en EEUU …

Suerte mata mérito

A partir de lo anterior, la pregunta que nos queda responder es: ¿Qué determina la movilidad social? ¿Es el mérito y/o el esfuerzo personal el principal factor que explica el ascenso social? La respuesta, bastante lógica, es que no.



El principal elemento que explica el desempeño económico de una persona es su origen de nacimiento, es decir, un factor azaroso sobre el que no tenemos control. Si una persona nació en una familia de bajos recursos, lo más probable es que su ingreso también sea bajo, mientras que si una persona nació en una familia adinerada, lo más probable es que termine con altos ingresos.

Si nos detenemos a pensar en esto un segundo nos daremos cuenta que hay un sinfín de motivos que permiten explicar esta diferencia, todos asociados a las mayores dificultades que enfrenta la persona de bajos recursos frente a la que proviene de una familia de mayores ingresos (en términos de alimentación, soporte económico, nivel educativo logrado, la imposibilidad de acceder a las mejores escuelas/universidades, la red de contactos, etc.). Este video lo resume a la perfección.

A nivel empírico, la “persistencia” intergeneracional mide qué tan vinculados están los ingresos de los hijos respecto de los padres, donde el 0% implica que están totalmente desconectados (hay una altísima movilidad) y el 100% significa que están totalmente determinados por la herencia (hay nula movilidad).

Según este exhaustivo trabajo de la OCDE, la persistencia intergeneracional promedio para los 24 países miembros es del 40%. Para entender bien qué significa esto, imaginemos dos personas “idénticas” (en todas sus características personales como la inteligencia o la dedicación) cuya única diferencia es que los padres de una ganan en promedio $100.000 por mes, mientras que los padres de la otra ganan $50.000 por mes. Según muestran los datos de la OCDE, por el simple hecho de haber nacido con esa única diferencia, el ingreso del hijo de la familia de mayores ingresos sería de $84.000, mientras que la persona que proviene del hogar de menores ingresos ganaría $60.000 (una brecha del 40%).

Un punto a destacar es que estamos comparando el ingreso de ambas personas, no su riqueza. Esto es importante porque, como sabemos, la riqueza se hereda; con lo cual, a esa brecha de ingresos se le debe agregar la diferencia entre la riqueza de cada familia, que va pasando de generación en generación.

Viendo el vaso medio lleno, alguien podría decir que entonces a la larga esto implica que los ingresos se están acercando, ya que para la siguiente generación (los hijos de los hijos) la brecha será aún menor. Si bien es cierto, el trabajo muestra que eso se lograría recién luego de 4-5 generaciones, es decir entre 100 y 125 años.

A partir del cálculo de la persistencia y la inequidad actual, cuánto le llevaría a los países reducir la brecha de ingresos por el simple hecho de paso del tiempo (sin modificar otras variables). Para Argentina eso llevaría 6 generaciones, por encima de la gran mayoría de los países de la OCDE, pero igual que Francia, Alemania o Chile y por debajo de Brasil, China o Colombia.

Cantidad de generaciones necesarias para que una persona que se encuentra en el 10% de los ingresos más bajos llegue al ingreso medio de la sociedad

De la teoría a la práctica

¿Entonces el mérito no importa? Nadie está diciendo eso. Sin dudas hay personas que se esfuerzan más, que son más inteligentes o más perseverantes que otras y por ende en esos casos está bien que se observen diferencias en los ingresos. El tema es que para que eso suceda hay que permitir que todas “compitan” en igualdad de condiciones (asegurando mínimos niveles de educación, de ingresos, de cobertura sanitaria, etc.). Y para lograr eso, sobre todo si la torta se achica, hay que redistribuir ingresos desde los estratos más altos hacia los de menor ingreso. De esta manera no solo estamos mejorando las posibilidades de las generaciones actuales sino también de las futuras.

De todas maneras, y en particular para el caso argentino, hay otros elementos adicionales que podrían explicar la reticencia a pagar mayores impuestos, vinculados con otro tipo de inequidad. Por ejemplo, una persona de ingresos medios-altos que tiene un trabajo en blanco no estaría dispuesta a pagar más por el Impuesto a las Ganancias hasta que no lo pague todo el poder judicial (que, dicho sea de paso, según el presupuesto para 2021 representa una pérdida de recaudación para el fisco de más de $41.000 millones, un monto para nada despreciable); hasta que un cuentapropista de ingresos similares no pague un monto similar por el monotributo; o hasta que las personas con ingresos similares o mayores que no pagan sus impuestos lo hagan. A diferencia del tema del mérito, estos son reclamos válidos que el Estado debería tener en cuenta a la hora de ver cómo incrementar su recaudación.

Pero, en definitiva, son dos discusiones distintas. Lo más importante, y espero no pecar de optimismo, es que creo que existe consenso en nuestra sociedad acerca de que el Estado utilice la política fiscal para elevar las condiciones mínimas de calidad de vida y que eso permita igualar las oportunidades de todos/as.

Los indicadores económicos, ¿saliendo de cuarentena?

PBI: El INDEC publicó el Producto Bruto Interno (PBI) para el segundo trimestre del año, que mostró una caída del 19,1% en relación al segundo trimestre del año anterior. De esta manera, la caída fue mayor a la observada en el primer trimestre de 2002 (16,3%), convirtiéndose en la más importante de las últimas décadas.

Los sectores que más se vieron afectados fueron los hoteles y restaurantes (-73% anual), servicios comunitarios, sociales y personales (-68%), construcción (-52%) y servicio doméstico (-38%), mientras que los menos perjudicados fueron la intermediación financiera (-1%), electricidad, gas y agua (-3%), enseñanza (-9%) y agricultura, ganadería y pesca (-11%).

Al analizar la demanda global se observaron reducciones en todos los componentes: formación bruta de capital fijo (-38%), consumo privado (-22%), consumo público (-10%) y exportaciones de bienes y servicios reales (-12%).

 

Precios: El IPC de agosto marcó un aumento en los precios de 2,7% en relación al mes anterior y 40,7% en términos anuales. En lo que va del año la inflación acumulada fue del 19%.

El dato de agosto rompe con la desaceleración de los últimos meses, ya que entre abril y julio había promediado 1,8%. No obstante, aproximadamente un tercio del aumento se explica por lo sucedido en el rubro alimentos y bebidas, cuya causa principal estuvo en los incrementos autorizados para la canasta de Precios Máximos, que fueron de entre 2 y 4,5% según los productos. Por otro lado, el incremento del 4,4% mensual en los precios mayoristas podría anticipar nuevos ajustes en los próximos meses, si es que se trasladan a los minoristas.

Resultado fiscal: Se conocieron los resultados fiscales de agosto, que confirman la tendencia del mes pasado y volvieron a mostrar una recuperación de los ingresos y una desaceleración del gasto respecto del pico de la pandemia. Por el lado de los ingresos, la recuperación estuvo principalmente explicada por el buen desempeño de los recursos tributarios, en particular el Impuesto a las ganancias y Bienes Personales. Por el lado de las erogaciones, si bien aquellas asociadas a la pandemia son las que siguen impulsando al alza el gasto (ATP, IFE, Tarjeta alimentaria, etc.), se redujeron bastante respecto de los meses previos de la mano de una mayor movilidad y de la recuperación de la actividad.

De esta manera, el déficit primario para agosto fue de $89.500 millones, mientras que el financiero (que suma el pago de intereses de la deuda pública) fue de $145.500 millones. En el acumulado del año, el déficit primario alcanza el 4,2% del PBI y, según el Presupuesto recientemente publicado, a fin de año llegaría al 8,3% del PBI.(Fuentes: Cenital INDEC )

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Si de mérito se trata, el poder reivindica el mérito propio de ejercer el privilegio que ostenta sobre otros … nosotros apostamos al esfuerzo cuyo mérito, como en el ejemplo de Malbran y los hoy tan poco valorados en sus méritos, actores de la salud publica y los servicios publicos escenciales que son claramente expuestos en las contradicción del sistema meritocrático que solo les aplaude cuando aparece un virus que no distingue entre privilegiados y no privilegiados, les afecta por igual …


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Comentarios

  1. ......"hay que redistribuir ingresos desde los estratos más altos hacia los de menor ingreso. De esta manera no solo estamos mejorando las posibilidades de las generaciones actuales sino también de las futuras.".... Y si en ves de eso, nos preocupamos en hacer eficiente el gasto, fijando prioridades, que competen a salud, educacion, justicia. hacer eficiente el gasto que conlleva a la representación política toda, Dejamos de lado tareas, que puede realizar perfectamente la actividad privada y concentrarse en lo que realmente necesita una sociedad, para sea mas justa, mas igualitaria en oportunidades. hacer un uso racional, de los escasos recursos.

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    1. Una cuestión no excluye la otra: Se debe gestionar eficientemente y reducir las brechas de ingreso y acumulación ... Un Estado eficiente facilita el esfuerzo privado, pero reduce las concentraciones y redistribuye el resultado del esfuerzo colectivo. Los intereses privados solo piensan en generar mas y ganar mas ... el esquema de redistribución y socialización de oportunidades es facultad exclusiva de los Estados. Es muy difícil modificar la estructura centrada en la competencia y el lucro que produce concentraciones, de parte de los privados, por eso es el Estado el que debe regular.

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