Lunes 7 de setiembre de 2020


Maestro: ¿que es el fascismo? –preguntó el aprendiz. El maestro lo miró, sorprendido de la pregunta. Meditó la respuesta. Incluso la demoró. Fascismo es todo pensamiento que proponga cualquier forma de solución final basada en el exterminio. El aprendiz lo miró. Midió el alcance y tonalidad de cada palabra. -Entonces maestro su respuesta es fascista. Porque la considera la solución final a mi pregunta-. El maestro suspiró. Esbozó una sonrisa que rápidamente replegó. – Mi respuesta no extermina mi pregunta. Apenas pretende iluminar el problema inicial”. Hay pensamientos que organizan los problemas iniciales con criterios de máxima simplicidad y una altísima carga de prejuicios. Dan todo por pensado y entonces queda poco y nada por pensar.



Como siempre hay que hablar de la soga en la casa de ahorcado, es frecuente que los que militamos en la banda ancha que se denomina “las izquierdas”, digamos que todos los males tienen como causa única al capitalismo. Dicho así, sin mayores aditamentos, la solución final es arrasar con el capitalismo. Muchos lectores, incluso yo mismo, pensamos eso. Pero denominar al capitalismo como problema inicial desconoce que, para decirlo en clave de aforismo implicado, “hoy los inquilinos celebran el día del propietario”. O sea: el capitalismo es un modo de producción económica, política y cultural. Cuya localización es desde los organismos financieros transnacionales hasta los aspectos más simples de la vida cotidiana.


Aunque sea triste la verdad, a veces tiene remedio. El capitalismo también somos nosotros. Lo atacamos, lo combatimos, lo sufrimos, pero no pocas veces lo reproducimos. Esto es mucho más evidente en los tiempos de lo que las democracias denominan paz. Yo lo denomino “tregua”. Recordemos los tiempos de la perestroika, el sindicato Solidaridad y la decisiva tarea terrenal y clerical del papa Wojtyla. La solución final al peligro comunista que martillaba la mala conciencia burguesa desde principios del siglo pasado. La banda ancha de las izquierdas incluía a la denominada socialdemocracia y que yo he bautizado como “retroprogresismo”. Y los modos de producción política y cultural del capitalismo se reprodujeron en las organizaciones anti capitalistas.


Camuflados en multiplicidad de organizaciones no gubernamentales, fundaciones, universidades privadas, empresas financieras, los capitalismos florecieron y no solamente en primavera. Hoy estamos escuchando a funcionarios -cuya identidad autopercibida es nacional y popular- decir que el problema inicial es la toma de las tierras. Estamos retrocediendo a la buena conciencia burguesa anterior a la pueblada del 2001. Un político de moral nada dudosa, ya que siempre está al servicio de los poderes más concentrados, haciendo alianzas por derecha y por extrema derecha, dice que a los que toman tierras hay que retirarlas la IFE. Para nuestro inquisidor mayor de la seguridad total, hay que meterlos presos.


Un gobernador que -según el senador estrella que terminó estrellado en la fórmula con el ingeniero de la macabra figura- viene del partido comunista, parece que va para otro lado. Habló de la ilegalidad de las tomas. Haciendo amnesia de las afirmaciones sobre imponer lo legítimo sobre lo legal. Entonces para fortificar la simplificación reaccionaria le ponen el condimento de las organizaciones que lucran loteando y vendiendo los terrenos tomados.


Luchar contra Mac Donald no exige prohibir las hamburguesas. El problema inicial no son las tomas. Porque hubo múltiples problemas iniciales que nunca fueron resueltos. Imposible acceso a la vivienda, por ejemplo. Ausencia de leyes de expropiación para fábricas abandonadas y gestionadas por sus trabajadores. La Toma en Rosario es uno de los ejemplos más importantes. El problema inicial fue el vaciamiento del Supermercado Tigre. Pero la cultura represora siempre llega con malas soluciones para los problemas que causó años antes.


En los momentos gaseosos de la lucha de clases, que algunos llaman democracia representativa, los problemas iniciales y las soluciones finales se diluyen. Por eso es necesario para volver al estado sólido intentando que no se desvanezca en el aire, recordar los momentos donde los embajadores de la barbarie no usaron las máscaras de goma de la civilización.



Durante la Segunda Guerra Mundial, la Operación Antropoide consistió en el atentado contra el más poderoso y temido de los jerarcas nazis, el Obergruppenführer (Teniente General) Reinhard Heydrich, jefe de la RSHA, Protector de Bohemia y Moravia y uno de los artífices de la Solución Final”. O sea: el exterminio planificado de judíos, comunistas, gitanos, homosexuales, anarquistas y todo aquello que pudiera contaminar la pureza y supremacía aria. Mal o bien que les pese, muches funcionaries siguen capturados por la idea de una solución final. Insisto: para eso es necesario simplificar y prejuiciar el problema inicial.


Siempre me pareció un error político el anti macrismo acérrimo. Porque “Macri” es una marca de muchos productos diferentes. Matemos al perro pero no controlaremos la rabia. Hay nazismo y hay macrismo sin Hitler y sin Macri. Lo digo en clave de aforismo implicado: “el frente de todes no es la solución final para los males del neoliberalismo”. Pagar la deuda en el mejor escenario posible, no anula que seguimos pagando la estafa más colosal. Quizá sea una de las causales de la actual toma de tierras. El denominado gatillo fácil es nuestra forma de solución final. Y el llamado “chocobarismo”, una de sus expresiones. Pero no la única.


La desaparición y asesinato del joven Facundo muestra que los “chocobares” se han multiplicado. Un comunicador en el canal C5N mientras habla en estilo gaseoso, tiene un zócalo de pantalla que dice: “Facundo. Falta saber si fue un crimen o un accidente”. Le faltó decir que “parezca un accidente”. Recordé la farsa de Dario Fo “Muerte accidental de un Anarquista”. Pero si “la bonaerense” sobrevivió al secuestro, tortura y asesinato de Luciano Arruga, ¿cómo negar que la solución final sigue vigente?


Los fascismos de los pensamientos se evidencian en las dictaduras pero no lograr ocultarse en democracia. La solución final se mantiene vigente. Convocatoria Segunda Independencia emitió una fuerte declaración de la que extraigo: “El caso de las dos niñas asesinadas ayer por el Ejército y las Fuerzas Conjuntas paraguayas refleja la magnitud del enfrentamiento y la crueldad de los dominantes. Ayer un numeroso contingente de “Fuerzas de Tareas Conjuntas” atacaron un parador en una zona boscosa del norte paraguayo. El Gobierno terrorista y guerrerista paraguayo informó que era un “campamento guerrillero del EPP”. Pero las únicas caídas fueron dos niñas ARGENTINAS: Lilian Villalba y María del Carmen Villalba, ambas de 11 años. Ambas son sobrinas de la gran Carmen Villalba, presa política del EPP, a quien también hace más de diez años el Gobierno paraguayo, en territorio argentino, le asesinó a su hijito de 13 años”.



Los fascismos de los pensamientos, de los cuales el principal son las diferentes formas de exterminio, sigue vigente. Y ahora tiene el discurso justificatorio de la virología, la biología, el sanitarismo caníbal, las diferentes formas de protectorado, de cuidar, vigilar y castigar, culpabilización sistemática de las víctimas (si se contagió por algo será) y el poderío mundial de las plataformas digitales y los laboratorios de vacunas.

No faltará quienes me digan: “pero el virus existe….las vacunas son necesarias”. Simplificacion inicial y nueva solución final. Le diré que lea este trabajo antes que un algoritmo (nada personal) lo anule.

( https://www.pelotadetrapo.org.ar/los-fascismos-de-tu-pensamiento.html )


La sociedad política quiere cosas simples. Los politólogos saben que son complejos ... Se podría argumentar que, en parte, el impulso de izquierda es tan notorio entre los educados y acomodados precisamente porque están expuestos a más información y, en consecuencia, se ven obligados a elegir entre vivir con los tensiones de la complejidad, o caer en el simplismo".


todos tienen derecho a tener sus propias opiniones, pero no a tener sus propios hechos”



Pat Moynihan fue un político y sociólogo estadounidense.

Miembro del Partido Demócrata, fue elegido por primera vez al Senado de los Estados Unidos de Nueva York en 1976, y fue reelegido en tres ocasiones (en 1982, 1988 y 1994)


Lo más significativo de la intervención reciente de Paul Preciado en la École de la Cause Freudienne de París no fue su aporte teórico-conceptual, sin dudas escueto, sino el gesto mismo de interpelación a los analistas y la pregunta que les formulaba; la traduzco así: “¿pueden los sujetos trans ejercer el análisis?” En realidad es una pregunta recurrente en el ámbito psicoanalítico desde sus inicios, la cuestión de quiénes y cómo se autorizan a analizar (está ya en el clásico texto freudiano: “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”). Pero creo que no se trata de una pregunta que se limite solo al ámbito analítico. Hoy está en cuestión la pregunta de quiénes pueden ejercer la filosofía, la crítica o asumir cualquier lugar de enunciación intelectual que se considere válido.


La legitimidad o autoridad simbólica está en cuestión porque las instituciones, incluidas las académicas, no garantizan nada al respecto. A raíz de ello, priman ciertas tensiones especulares, proliferan los narcisismos y las ofensas apresuradas. Lo cual impide, en el peor de los casos, tramar alianzas efectivas a la hora de combatir la criminalidad y la estulticia que el neoliberalismo reproduce a diestra y siniestra. Pero a la par también disminuye nuestra potencia de producir conocimientos, nos inhibe intelectualmente.


¿Por qué suele primar el “narcisismo de las pequeñas diferencias”, como decía Freud, o la “pretendida superioridad moral”, como dice un amigo? La única lucha que nos orienta y que hay que dar a cada paso, entre todas las demás luchas, es la que enfrenta nuestra espontánea tendencia idealista a la tendencia materialista. Para un materialista no hay fines ni principios, toma el tren en marcha. Tampoco hay materia que sea más valiosa que otra, cualquier porción de la materia es conveniente para recomenzar. Incluso cualquiera sea el estado en que se encuentre la materia, él o ella (cual sea el género) juega y se juega. Se orienta por lo que escucha y compone, sin prejuzgar. No le inhibe que las piezas no encajen armoniosamente, ni fuerza las cosas en pos de ello, ni se cree un genio por eso; solo anuda. Y su orientación afectiva de base es bien simple: compone en función de lo que aumenta la potencia de obrar y genera afectos alegres, sobre todo en función de lo que ayuda a captar lo singular de cada cosa; allí donde cobija lo infinito. Un materialista se pone a distancia de las pequeñas diferencias y superioridades morales solo en la exacta medida en que escucha y compone junto a otros en el sentido señalado; algo que se inventa a cada paso y puede fallar, definitivamente. Así de frágil y potente es la orientación materialista, como la vida misma.


No deja de afectarnos esa fragilidad, por supuesto, a veces de manera subrepticia. Pese a que sostengo un uso materialista de los dispositivos, incluidos los virtuales, hace poco me desperté pensando: que en vano es escribir en las redes sociales, jamás un encuentro, una composición, una creación conjunta, nada, solo malentendidos, indiferencia, gente que se ofende por nada, avatares por doquier, etc. Bueno, en realidad para ser justo: de vez en cuando hay un guiño, una palmadita, un elogio, alguna resonancia, etc. No obstante nada nuevo surge. La nada misma. Me desperté pensando eso y sin embargo apareció la escritura en toda su materialidad: pura persistencia, insistencia, cicatriz, marca, huella, etc. ¿Una nada quizás? No, menos que nada. Quizás solo nadar en este mar de redes insignificantes, a contracorriente de los algoritmos y sus razones acumulativas. Nada, una escritura nada. Eso.


Escribo mucho, por todas partes, no calculo ni especulo dónde ni cómo hacerlo, a quien le guste allá va, lo que escribo. La escritura para mí es un ejercicio, no es información, expresión o comunicación; es un ejercicio de pensamiento que, en sus repeticiones, variaciones y reacomodamientos, va tejiendo un cuerpo, un corpus. Ninguna pretensión de originalidad o novedad en ello; sí, quizás, un estilo que se pone a prueba, cada vez, un modo singular de hacer esos ejercicios, repeticiones y dislocaciones, etc. Hay quienes dicen escribir para conocerse a sí mismos. Sin dudas es un motivo noble, clásico incluso. Sin embargo, conocernos a nosotros mismos es una parte ínfima, pequeñita, de la tarea colosal que la incluye y desborda: constituirnos a nosotros mismos. Claro, necesitamos conocernos a nosotros mismos y no mentirnos para emprenderla. Alguien puede decir “soy una mierda”, otro “soy un mentiroso”, otro “soy banal”, “aburrido”, “genial”, “idiota”, “soy nada”, etc. No importa, lo crucial es tomar eso que somos, esa materia y trabajarla. Es un trabajo cotidiano, a realizar con o sin trabajo, con o sin apremios, con o sin otros, con o sin engaños. El trabajo de constituirse a sí mismo mediante la lectura, la escritura, la meditación y la prueba. Un trabajo sin fin ni lucro.


Este año me toca el informe de Conicet, por ejemplo. Siempre me cuesta un poco porque supone responder a una demanda burocrática de formalización del trabajo (incluso algunos lo viven como una exigencia neoliberal de hiperproductividad estragante). No obstante, también puede convertirse en un ejercicio de historización que excede la mera cuenta neoliberal y se transforma en una suerte de “dar cuenta de sí mismo” (así lo practico desde hace un tiempo). Como eso implica siempre el trabajo con otros, me gusta rescatar sobre todo algo que está en el borde casi no reconocido de nuestra labor, aquello que sería la llamada “extensión o divulgación” (como lo que escribo aquí mismo). Lo que más contento me pone y reafirma mi trabajo filosófico, en ese sentido, es cuando alguien que no es del palo me contacta porque se encontró con un texto mío y se puso a trabajar. Es muy loco, pero cada tanto me hacen llegar noticias de eso, mails o textos, o yo los encuentro de casualidad y me alegran el día: científicos, teólogos, literatos, artistas, arquitectos, médicos, etc. Para mí es mucho más rico recibir ese tipo de reconocimiento de múltiples lugares que del círculo de los especialistas en la materia. Esto también es parte de la filosofía que viene, que siempre está viniendo, que al final ¿cuándo se fue?


Ya sé que quizás sería más conveniente concentrarme en un gremio, reducirme al círculo de especialistas, publicar solo en medios prestigiosos o en diarios reconocidos. A veces solo entrando en el círculo, como decía Heidegger, se puede salir de él. Pero no quiero hacer eso, prefiero la elipsis o el trazo que se traza de su círculo sin poder contarse en él, como decía Lacan. Es una decisión ética y política: escrituras sin fin, informes para la academia cruzados, rigurosos textos sin referatos ciegos, papers experimentales o ensayísticos para forzar la nota, etc. Pareciera que ya no sabemos bien qué o quiénes somos, si intelectuales, académicos, trabajadores precarizados, etc. Lo real está perdido, sin dudas, hace tiempo. Y todo se agrava con el confinamiento.


Lo que más extraño de los encuentros presenciales es imaginar la posibilidad de lo real; pero en definitiva, cuando sabemos oír, lo real es tan imposible que se expresa igualmente y con crudeza en sueños, chistes, lapsus, síntomas o chismes, sin necesidad de presencias, pasillos o tertulias donde perderse (lo real). Un síntoma de esa pérdida de lo real, que no se inscribe en lo simbólico, es que no damos con el nivel de análisis oportuno. No es que este mal analizar memes, por ejemplo, o que se ponga en duda nuestra honestidad intelectual por escribir en lugares repletos de fakes, etc. Ya Benjamin había definido la labor del intelectual en “la época de la repoductibilidad técnica”; el asunto clave, siempre, es cómo damos cuenta de eso: la reflexión crítica. Cómo damos cuenta de nosotros mismos.



La proliferación de memes que muestran a un perro fortachón de antes y a un perro débil de ahora, cualquiera sea el rubro en cuestión (filosofía, psicoanálisis, política, estudios, etc.), nos resulta gracioso porque muestra un perfil de pusilanimidad extendido que todos reconocemos fácilmente. No obstante, habría que señalar la trampa ideológica que se nos cuela ahí: no solo la idealización del pasado (la heroificación simplista de sus personajes míticos), sino el desconocimiento de los mecanismos disciplinarios que formaban a los sujetos. La imagen de fortaleza y sacrificio que exponen los personajes idealizados, oculta que el cambio de paradigma en la sujeción de sujetos no solo operó un desplazamiento del disciplinamiento al control (formas de vigilancia entre pares potenciados por todos los medios), sino que sigue obstaculizando la verdadera formación de sujetos a partir de la proliferación de demandas de rendimientos y estándares de evaluación absolutamente desquiciantes. No hay imagen ni meme que pueda reflejar el grado de exigencias depotenciadoras a las que se halla sometido el sujeto en la actualidad. Aunque las prácticas de libertad siguen estando disponibles y dependen de una sola decisión: dejar de cultivar por todos los medios la servidumbre de sí.


El medio electivo, para mí, es la escritura.

Roque Farrán, Córdoba, ( http://lobosuelto.com/informe-para-una-academia-que-no-existe-roque-farran/ )


¿Qué es “La ofensiva sensible”, y dónde está situada hoy después de todo lo que se ha vivido en estos últimos meses?


La ofensiva sensible” es un punto de vista, es una premisa, para tratar de captar ciertos fenómenos, que tiene que ver con la idea de que la lucha de clases, se juega en la batalla de la sensibilidad. Si tomamos el punto de vista de la historia reciente, las dictaduras y los terrorismos de todo el cono sur, produjeron efectos de retracción mediante el terror en la sensibilidad. Después, los métodos de la ultra competencia, y la ultra jerarquización de las formas neoliberales de gestionar el trabajo y el consumo, también promueven una cierta neutralización de la dimensión sensible.


Pero, ¿qué sería lo sensible? Lo sensible sería esa capacidad de poder leer en los cuerpos, en los otros, los signos no especificados, lo no dicho, como dice Franco «Bifo» Berardi. Es la capacidad de comprensión, es la capacidad de ironía, es la capacidad de poder coordinar con otras acciones, por fuera de los sistemas de normas y consignas. Cuando pensamos en la historia reciente, como por ejemplo, el papel de los Derechos Humanos o el de las madres en la Plaza de Mayo en Argentina, o los piqueteros en el 2001, vemos que su principal eficacia consiste en re-sensibilizar el campo social. Leer lo no dicho en el tiempo, en las desobediencias del pasado, pero también como un modo de convocar a luchas y malestares del presente que no disponen de una lengua o códigos comunes, pero que por la vía de la re-sensibilización, vuelven a constituir campos sensibles a vibraciones y posibilidades. Cuando estuve en noviembre, en Chile, pude ver eso en la calle.


Hoy estamos en el mismo lugar, seguimos en una situación donde una derecha fascistizante sigue promoviendo “micropolíticas” del terror, de crueldad, que son efectivamente desensibilizantes.

¿Cuál es la diferencia que plantea tu libro entre “modo de vida” y “forma de vida”?


Aquello parte desde una distinción necesaria: el ser humano es un animal que no sabe vivir. Desde la antigüedad, por ejemplo las escuelas filosóficas griegas, según Pierre Hadot, intentaban sobre todo promover ejercicios espirituales y discursos que tendían a adquirir hábitos respecto a la muerte, el dolor, el ser. Las disposiciones no discursivas, eminentemente afectivas y vitales, que eran el objeto en su momento de esa filosofía. Luego, el cristianismo y el mundo de la religión, monopolizó un poco esos haberes, y pienso que la economía neoliberal tiene mucho que decir sobre cómo crear un modo de vida. De hecho, diremos que la micropolítica de los neoliberales, la micropolítica del capitalismo contemporáneo es subjetivadora, crea modos de vidas.


Entonces yo llamo formas de vidas a todas las anomalías, a todo aquello que no cuaja con los modos de vidas; que no cuaja inmediatamente con las disposiciones que articulan vida y mercado. Personas que nos sentimos improductivas, o que no tenemos la suficiente disposición o buena presencia (o carácter), o que enfermamos o tenemos ataques de pánico…. Hay una amplia gama sintomática de todos aquellos que debemos inventarnos una forma de vivir, dado que el modo de vida que el mercado nos ofrece no solo no nos funciona, sino que muchas veces tenemos la necesidad de antagonizar. Esto tiene mucho que ver con la lucha de clases en el campo de lo sensible.



Conforme ha avanzado esta entrevista, ha salido a la luz un par de veces el concepto de “micropolítica”… ¿Qué es para ti la “micropolítica”?


En los años 60, sobre todo en Francia, a partir de Foucault, Guattari, Deleuze, surge el lenguaje de las “micropolíticas”. Esto no se refiere a los grupos chicos, o con las realidades locales, sino que es una dimensión de toda política o de toda realidad. Es la realidad política tomada no como sucede en la macropolítica, desde el punto de vista de la representación de los grandes intereses consolidados de las fuerzas ya visibles e instituidas: los sindicatos, las empresas, los Estados, los partidos políticos; sino que, más bien, toma a las fuerzas en el punto en que se constituyen, en el punto en que nacen. Por lo tanto, atiende a toda la dimensión en que se producen los afectos, en que se producen las percepciones, en que se producen los pensamientos.


Desde esto, la micropolítica sí tiene una afinidad con los colectivos experimentales, con fenómenos que ocurren al nivel de las vidas de las personas, porque es ahí que se ve el nacimiento, el contagio, los desvíos, los síntomas, la aparición de nuevos enunciados, la aparición de nuevas posibilidades de los cuerpos, la posibilidad de nuevas formas de organización, la posibilidad de nuevos planteamientos, y de nuevos cuestionamientos, tácticas y estrategias.


Hay siempre también, por su puesto, una micropolítica del capital. Hoy estamos viendo el nacimiento de una micropolítica fascista, que tiende a alinear todo afecto y todo percepto con un cierto orden del capital. Entonces micropolítica no es un término positivo, es un término metodológico, neutral. No dice nada bueno. No quiere decir que la macropolítica es mala y la micropolítica es buena. Simplemente abre una analítica en el plano, en donde los deseos, los afectos, los perceptos, la manera de pensar y las tácticas nacen y se conforman.


En todo caso, la apertura de una analítica micropolítica, y de una experimentación micropolítica, fue una gran novedad desde el momento que se hizo evidente que el corte macropolítico de izquierda, absolutamente necesario, es también muy insuficiente cuando no viene acompañado por toda esta dimensión llamada micropolítica.


El neoliberalismo tiene un desarrollo micropolítico muy importante, porque el neoliberalismo ofrece un modelo empresarial, rentístico y económico, para colonizar las maneras de sentir y de calcular, además de las tácticas de la vida. En la medida en que modela actitudes mínimas, en que envenena las formas de reconocimiento del mundo, el neoliberalismo es una micropolítica muy difícil de problematizar, de derrotar, sino se lo enfrenta no solo en el ámbito macropolítico, sino también en el micropolítico.


La ofensiva sensible” nació en medio de tiempos turbulentos para el continente, marcando a Ecuador y Chile como epicentros de las manifestaciones latinoamericanas durante el 2019. ¿De qué se trata el concepto de lo “plebeyo”, y fueron las manifestaciones en el cono sur un ejemplo de aquello?


Cuando yo escribí este libro, a fines del año pasado, pensaba, sobre todo, en la memoria del escenario del 2001 argentino. Y, de lo que fue en general, el nivel de crisis y movilización social que se dio en muchos lugares del cono sur de América. Es decir, una memoria nacional y regional. Cuando se publicó el libro sucedió lo de Ecuador, y estuve en Chile en noviembre, así que tuve oportunidad de ver lo que estaba ocurriendo, pero también el golpe en Bolivia. De alguna manera, esa inestabilidad y esa noción de crisis, que acompaña a la idea de lo plebeyo, apareció con mucha fuerza.


Sobre si lo plebeyo aparece allí o no, no tengo una manera directa de responder porque el uso que yo hago de lo plebeyo no es sociológico. Los plebeyos no son los pobres, por ejemplo, o la clase trabajadora, o lo que Toni Negri llamó “la multitud”. Yo llamo plebeyismo a todo aquello que en la vida de las personas, y de los grupos sociales, no se deja regular por la norma de vida neoliberal. Sea que se sustrae, sea que lo rebasa. Muchas veces (casi siempre) ese plebeyismo actúa más bien como reverso del escenario político, más que en el anverso. Actúa al nivel de las vidas de las personas, al nivel de la vida de los colectivos, de los grupos y de los movimientos.


Desde este punto de vista creo que sí, que se puede decir que en el 2001 argentino, como en el 19 chileno, como cada tanto en América del Sur, hay un elemento plebeyo que a veces está ligado con lo indígena-popular, que a veces está ligado con los feminismos, que a veces está ligado con el trabajo precario, que a veces está ligado con la cuestión de las luchas contra el racismo, o contra el clasismo, y que tiene este elemento no regulable por lo neoliberal, no capturable. Ante esto creo que sí, que hay un elemento plebeyo en el reverso de lo político y que hoy, en la crisis del neoliberalismo, y sumada hoy a la aceleración de esa crisis con la pandemia, lo plebeyo sigue siendo una premisa desde la que mirar la situación.


Chile se aproxima a un plebiscito ciudadano el 25 de octubre para iniciar un posible proceso constituyente… ¿que te parece este paso en un país conocido por ser un «experimento neoliberal»?

Yo estuve en noviembre en Chile y tuve la oportunidad de ver tanto la crueldad de esas formas represivas en donde, por ejemplo, le disparaban a los ojos de las personas, como también la decisión de tanta gente de que Chile despierte. Y todo esto, como dices tú, en un país que se había presentado siempre como la vanguardia neoliberal de Sudamérica, tanto por las formas de privatización y mercantilización económica de la sociedad, como también por la consistencia orgánica del aparato represivo en función de ese proyecto.



Me parece que desde el punto de vista del régimen es una apuesta muy fuerte intentar desgastar el movimiento, e imponerle un nuevo orden a la situación chilena que fue catastrófica para el Estado, en donde fue completamente rebasada su capacidad de dirección política de la sociedad. Imagino que desde el punto de vista del orden, que creo que en Chile tiene una influencia muy grande casi en la totalidad de los partidos políticos, se trata de sacrificar lo menos posible y retomar este orden desde arriba. Me parece que para todos aquellos que tomaron la decisión de que Chile despertó, se juega un momento en el cual se trata de evitar esta relegitimación y esta recomposición desde arriba del orden que generó todas estas razones por las cuales la gente salió a la calle. Y quizás, también, el proceso asambleario, el proceso de organización y de renovación de estructuras populares, permitan reabrir, total o parcialmente, una discusión sobre cómo deben ser las instituciones de aquí en adelante en Chile. No me queda claro si se trata simplemente de hacer fracasar este intento de relegitimación por arriba, o se trata también de la posibilidad de entrar a un proceso constituyente y generar desde abajo una situación nueva. La verdad es que esto es una cosa de la que más quisiera yo enterarme.

FUENTE: LA PREGUNTA CHILE

( http://lobosuelto.com/hoy-estamos-viendo-el-nacimiento-de-una-micropolitica-fascista-diego-sztulwark/ )


Que los hechos son hechos en América latina, plagada de resistencias ancestrales frente a fuerzas de ocupación que hicieron de su historia y de sus hechos, cuanto pudieron y quisieron …, es un hecho en si mismo … pero he aquí la trampa que en el lenguaje nos anuda la posibilidad de interpretar en la conciencia ¿De que hechos se trata y que otros se nos ocultan, para sostener el poder que nos impide la palabra y el pensamiento Latinoamericano?


Es que en estos tiempos, los hechos no se narran solos. Y los narradores en general vienen con un bagaje de carga inconsciente que como el virus actual, desconocen como penetró y enfermó nuestro ser social … y lo transformó en un individuo aislado mucho antes de la obligada cuarentena o del distanciamiento social que nos proponen como medidas de cuidado. Es necesario recuperar el sentido de pertenencia a una comunidad. El carácter patriótico que nos hace pueblo … la defensa de lo común y de los valores que constituyen lo común … que cada vída sea mas que “uno mismo” y cada “otro” sea “nosotros”.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

 

Imágenes: Ricardo Carpani (Argentina) 




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