Miércoles 2 de setiembre de 2020

(3era Entrega)

I

En esta lluviosa y fría mañana en los tiempos de la peste, las lecturas se acomodan casi sin elegirlas, aparecen. Es como si uno llamase al texto que de repente, se pone en frente y es el correcto … porque en estos tiempos dónde las contradicciones llenan las mentes y se nombra algo para expresar exactamente su contrario, se intenta, salvo excepciones, confirmar lo propio sin atender lo “ajeno” … Uno tiene tan incorporada la diferencia que no se hace espacio para lo nuevo o lo viejo ocultado y escondido por el interés de unos pocos que marcan la agenda cotidiana. ¡El mundo es tan inmenso! ¡Y tan diversa la gente que lo puebla…! 

Vietnam hoy
     

André Vltchek es un analista político, periodista y cineasta estadounidense nacido en la URSS . Vltchek nació en Leningrado pero luego se naturalizó como ciudadano estadounidense. Ha vivido en Estados Unidos, Chile, Perú, México, Vietnam, Samoa e Indonesia. Ha cubierto conflictos armados en Perú, Cachemira, México, Bosnia, Sri Lanka, Congo, India, Sudáfrica, Timor Oriental, Indonesia, Turquía y Medio Oriente. Ha viajado a más de 140 países, y ha escrito artículos para Der Spiegel , el periódico japonés Asahi Shimbun , The Guardian , ABC News y la República Checa. diario Lidové noviny . Desde 2004, Vltchek se ha desempeñado como Senior Fellow en el Oakland Institute . Me llega de él el siguiente texto que comparto …

Hace unos veinte años, cuando me mudé a Hanoi, la ciudad era sombría, gris, cubierta de smog. La guerra había terminado, pero quedaban terribles cicatrices. Traje mi 4WD desde Chile e insistí en conducirlo yo mismo. Fue uno de los primeros SUV en la ciudad. Cada vez que lo conducía, era golpeado por scooters, que volaban como proyectiles por las anchas avenidas de la capital.

Hanoi era hermosa, melancólica, pero claramente marcada por la guerra. Había historias, historias terribles del pasado. En «mis días», Vietnam era uno de los países más pobres de Asia.Muchos grandes sitios patrimoniales, incluido el Santuario My Son en Vietnam central, eran básicamente vastos campos minados, incluso muchos años después del terrible bombardeo de alfombra de los Estados Unidos. La única forma de visitarlos era en vehículos militares propiedad del gobierno.

El edificio donde vivía literalmente surgió del infame «Hanoi Hilton», la antigua prisión francesa donde los patriotas y revolucionarios vietnamitas solían ser torturados, violados y ejecutados, y donde algunos pilotos estadounidenses capturados fueron retenidos durante lo que se llama en Vietnam la Guerra americana. Desde mi ventana, pude ver una de las dos guillotinas en el patio de lo que para entonces se había convertido en un museo del colonialismo.

En 2000, Hanoi no tenía un solo centro comercial, y cuando llegamos, la terminal del aeropuerto de Noi Bai era solo un pequeño edificio, del tamaño de una estación de tren provincial. En aquellos días, para los vietnamitas, un viaje a Bangkok se sentía como un viaje a una galaxia diferente. Para periodistas como yo, aquellos que tenían su base en Hanoi, un viaje regular a Bangkok o Singapur era una necesidad absoluta, ya que casi no había equipos profesionales o repuestos disponibles en Vietnam.

Dos décadas después, Vietnam se ha convertido en uno de los países más cómodos de Asia.

Un lugar donde a millones de occidentales les encantaría vivir. Su calidad de vida crece continuamente. Su modelo socialista y planificación central son claramente exitosos. Vietnam se siente como China, hace unos veinte años. Hay tremendos paseos en las ciudades de Hue y Danang, hay la construcción de modernas redes de transporte público, así como instalaciones deportivas.

Todo esto está en marcado contraste con la penumbra capitalista extrema de países como Indonesia, incluso Tailandia. Los vietnamitas cuentan con la mejor tasa de salud, la atención médica, la educación y la vida cultural. Con un presupuesto relativamente pequeño, el país a menudo está a la par con naciones mucho más ricas en Asia y el mundo. Su gente se encuentra entre las más optimistas del planeta.

En solo los tres años que pasé viviendo en Vietnam, el país cambió drásticamente. La tremenda fuerza y determinación del pueblo vietnamita ayudó a salvar el vacío que quedó después de la destrucción de la Unión Soviética y los demás países socialistas de Europa del Este. Al igual que China, Vietnam optó, con éxito, por una economía mixta, bajo el liderazgo del Partido Comunista.

Un intento masivo por parte de Estados Unidos y Europa de descarrilar el sistema socialista, utilizando ONG y personas patrocinadas por Occidente dentro del país, fue identificado y derrotado decisivamente. Las facciones pro-comunistas y pro-chinas dentro del gobierno y el Partido han vencido a los que intentaban descarrilar a Vietnam, empujándolo hacia Occidente.
Lo que siguió fue un éxito significativo, en muchos frentes.

Según el informe Globe del sudeste asiático, publicado el 1 de octubre de 2018:

«Vietnam obtuvo el mejor ratio de 151 países en un estudio que evaluó la calidad de vida versus la sostenibilidad ambiental».
Esta no es la primera vez que Vietnam se desempeña excepcionalmente bien, en comparación con otros países de la región y del mundo.

El artículo explicaba más a fondo:

El amplio estudio, llamado “Una buena vida para todos dentro de los límites planetarios”, publicado por un grupo de investigadores de la Universidad de Leeds, argumenta que debemos repensar dramáticamente la forma en que vemos el desarrollo y su relación con el medio ambiente.

«Estábamos trabajando esencialmente en varios indicadores y relaciones diferentes entre los resultados sociales y los indicadores ambientales», dijo Fanning al Southeast Asia Globe. «Se nos ocurrió la idea de, bueno, si estamos viendo indicadores sociales, ¿podemos definir un nivel que sea equivalente a una buena vida?»

La encuesta incluyó a 151 países, y Vietnam mostró los mejores indicadores.

Los investigadores establecieron 11 indicadores sociales que incluían satisfacción con la vida, nutrición, educación, calidad democrática y empleo.

«Nos sorprendió que a Vietnam le fuera tan bien en general», dijo Fanning. «Es de esperar que sea Costa Rica o Cuba, ya que Vietnam no suele aparecer como un héroe de sostenibilidad». Fanning se refería a dos países que los investigadores esperaban que les fuera bien, ya que generalmente brindan un buen apoyo social y no han visto el mismo daño ambiental que muchos países tienen”.

Este no es el único informe que celebra el gran éxito del modelo socialista de Vietnam.En la región del sudeste asiático, Vietnam ya se ha ganado la reputación de una superestrella económica y social. En comparación con el fundamentalista pro-mercado de Indonesia o incluso Filipinas, las elegantes ciudades socialistas de Vietnam diseñadas y mantenidas para la gente, así como el campo aseado cada vez más ecológico, sugieren claramente cuál de los dos sistemas es superior y adecuado para las personas asiáticas y su cultura.

En tiempos de emergencias graves por desastres naturales y médicos, Vietnam también está muy por delante de otros países del sudeste asiático. Al igual que Cuba y China, invierte mucho en la prevención de calamidades. Según New Age, los estados socialistas, incluido Vietnam, hicieron un excelente trabajo luchando contra el reciente brote de la pandemia de COVID-19:

Pandemia Corona virus

Los países en desarrollo como Cuba y Vietnam con estructuras y filosofía de estado socialista o comunista están manejando con éxito la pandemia de COVID-19. ¿Cuáles son los roles que juegan sus estrategias económicas y de salud a largo plazo detrás de este éxito? El MD Talebur Islam Rupom hace esta pregunta y estipula que ya es hora de que los estados inviertan mucho en los sectores de la salud para garantizar la atención médica para todos».


 
Los países con sistemas de atención médica subsidiados centralmente o totalmente financiados están luchando contra la crisis de COVID-19 mejor que cualquier otro país. También hay varias otras razones proactivas que les permiten disminuir las muertes y los casos positivos.

Cuba y Vietnam son dos países en desarrollo que se han movido rápidamente para enfrentar la amenaza emergente. A pesar del embargo y las restricciones de los Estados Unidos y los recursos limitados, el manejo de la pandemia por parte de Cuba podría ser un modelo a seguir para otros.

Con una economía más pequeña que Bangladesh, Vietnam también está ganando su credibilidad para reiniciar su economía después de supuestamente erradicar COVID-19 del país a pesar de que comparte su frontera crucial con China.

A finales de mayo de 2020, la República Socialista de Vietnam, con 95,5 millones de habitantes, solo registró 327 infecciones y cero muertes, según los datos proporcionados por la Universidad Johns Hopkins.Incluso la principal revista británica de derecha, The Economist, no pudo pasar por alto el gran éxito en la lucha contra Covid-19 por parte de estados comunistas, como el indio Kerala y Vietnam:

“… Con 95 millones de personas, Vietnam es un lugar mucho más grande. Al tratar con covid-19, sin embargo, ha seguido un guión sorprendentemente similar, con un resultado aún más sorprendente. Al igual que Kerala, estuvo expuesto al virus temprano y vio un aumento de infecciones en marzo. Sin embargo, los casos activos también alcanzaron su punto máximo temprano y desde entonces han caído a solo 39. Excepcionalmente entre países de tamaño incluso remotamente similar, y en contraste con historias de éxito de Covid más conocidas como Taiwán y Nueva Zelanda, aún no ha sufrido una solo fatalidad. Filipinas, un país cercano de aproximadamente la misma población y riqueza, ha sufrido más de 10,000 infecciones y 650 muertes.

Al igual que Kerala, Vietnam ha luchado recientemente contra epidemias mortales, durante los brotes globales de Sars en 2003 y de gripe porcina en 2009. Vietnam y Kerala se benefician de un largo legado de inversión en salud pública y particularmente en atención primaria, con un manejo fuerte y centralizado, un alcance institucional desde los barrios de la ciudad hasta las aldeas remotas y una gran cantidad de personal calificado. No es coincidencia que el comunismo haya sido una gran influencia, como la ideología estatal indiscutible de Vietnam y como una marca promocionada por los partidos de izquierda que han dominado Kerala desde la década de 1950 «.

Vietnam y otros países

Algunos análisis, incluidos los basados en Occidente, llegan a afirmar que Vietnam ya ha pasado por alto a muchos países de la región, incluidos aquellos que son, al menos en el papel, mucho más ricos. DW (Deutsche Welle), por ejemplo, informaba el 22 de mayo de 2020:

Adam McCarty, economista jefe de la firma de investigación y consultoría Mekong Economics, espera que Vietnam se beneficie ampliamente de cómo ha manejado COVID-19. «Tal vez este es un punto de inflexión en el que Vietnam deja el grupo de países como Camboya y Filipinas y se une a países más sofisticados como Tailandia y Corea del Sur, a pesar de que Vietnam todavía no tiene un PIB similar», dijo McCarty a DW desde Hanoi …

«Con el resto del mundo aún sufriendo COVID-19, las exportaciones realmente se verán perjudicadas», dijo McCarty. El economista enfatizó que las cosas no pueden volver a ser como eran. Y aunque es probable que el consumo interno aumente en los próximos meses, una cifra de crecimiento del 5% para 2020 puede ser demasiado ambiciosa. «Probablemente sea más del 3%, pero eso sigue siendo bueno en estas circunstancias. Todavía significa que Vietnam es un ganador «.

Periódicamente regreso a Vietnam, una cosa sorprendente que sigo notando es que el país no tiene barrios marginales. La miseria extrema es muy común en la brutal Indonesia capitalista, Filipinas, pero también en Camboya y Tailandia. No hay miseria en las ciudades, pueblos y zonas rurales vietnamitas. Eso en sí mismo es un enorme éxito.

La planificación comunista significa que la mayoría de los desastres naturales y médicos están bien prevenidos. Cuando vivía en Hanoi, las vastas y densamente pobladas áreas entre el río Rojo y la ciudad solían inundarse anualmente. Pero gradualmente, el vecindario se reubicó y las áreas verdes se reintrodujeron, evitando que el agua llegue a la ciudad.

Paso a paso, Vietnam ha estado implementando cambios diseñados para mejorar la vida de los ciudadanos. Los medios de comunicación de Occidente y de la región escriben muy poco sobre este «milagro vietnamita», por razones obvias. Con un enorme sacrificio, los ciudadanos vietnamitas derrotaron a los colonizadores franceses y luego a los ocupantes estadounidenses.

Millones de personas desaparecieron, pero nació una nación nueva, segura y poderosa. Literalmente se levantó de las cenizas. Construyó su propio «Modelo vietnamita». Ahora, está mostrando el camino a esos países mucho más débiles y menos determinados del sudeste asiático; aquellos que todavía están sacrificando a sus propios ciudadanos, siendo obedientes al dictado de América del Norte y Europa.

De uno de los países asiáticos más pobres, Vietnam se ha convertido en uno de los más fuertes, decididos y optimistas

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La Bandera nacional de Vietnam fue diseñada originalmente en 1940, y adoptada  en 1955. Contiene una estrella amarilla de cinco puntas (homenaje al budismo y sus bonzos que lucharon por la indpendencia??) sobre fondo de color rojo, símbolo del socialismo, e inspirada en la bandera de la Comuna de París.

El 2 de septiembre de 1945, hace 75 años, el presidente Ho Chi Minh proclamó la liberación del yugo colonialista francés.

( https://ecupres.com/2020/09/02/el-exito-tremendo-pero-secreto-del-vietnam-socialista/ )

II

No se trata de defender ideologías o reivindicar modelos, se trata de identificar los problemas. No negar su origen y sus causas y buscar respuestas propias, a partir de re-conocer- nos, en alguna idea común de como queremos que sea el mañana y que cosas debemos hacer hoy para alcanzar ese mañana.

En estos tiempos de crisis sanitaria se demanda del Estado presencia y “ayudas económicas” para todos los sectores sociales que conforman a la Argentina. Uno de esos problemas es la exagerada concentración de la riqueza en pocos sectores de esa misma sociedad.

Lo Datos

Según los cálculos de Oxfam, desde que la pandemia arribó a la región -en el mes de marzo- el valor neto combinado de los milmillonarios en la Argentina pasó de 8.800 millones de dólares a 11.200 millones de dólares.


 

Entre 2015 y 2019, a fuerza de sucesivas reformas tributarias, mientras los impuestos regresivos crecieron 5,3 puntos porcentuales (p.p.), los muy progresivos retrocedieron 1,4 p.p., los progresivos cayeron 1,3 p.p. y los poco regresivos se redujeron levemente por la caída en el empleo y los salarios reales. En lo que refiere al impuesto a la riqueza, tras la fortísima baja en las alícuotas, la recaudación por bienes personales sobre el total promedió una tasa de 0,74%, prácticamente la mitad que el promedio de 2003-2015. 

A la inversa de lo que sugieren los detractores del impuesto a las grandes fortunas, mientras los ricos pagaban cada vez menos impuestos, la tasa de inversión cayó, pasando de un promedio de 21,1% del PBI entre 2003 y 2015, al 19% entre 2015 y 2019

En cambio, consistentemente con la política tributaria, en particular, y con la política económica, en general -ambas regresivas-, creció la desigualdad. En esos 4 años, la brecha de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre escaló desde 16 a 21 veces. Entre los que ganaron, concentrando mayor proporción del ingreso, de acuerdo con datos de la CEPAL, el 1% más rico de la Argentina, captura más del 15% del ingreso nacional. El contraste con el 1,5% del ingreso del que participa el 10% más pobre, es obsceno.

los activos de sociedades no financieras y hogares argentinos en el exterior, al 31 de diciembre de 2019, sumaban un stock de U$S 335.622 millones, U$S 103.000 millones más que al final de 2015 (INDEC). Vale la pena señalar, complementariamente, que los argentinos más ricos (tramo superior de ingresos del impuesto a los bienes personales) mantienen el 78% de su riqueza declarada fuera de la Argentina. Esto, sin considerar que, según estimamos, aproximadamente 2/3 de la riqueza exteriorizada, no se encuentra declarada en el país.

A pesar de lo que indica el sentido común liberal y antiestatal, fuertemente trabajado por medios de comunicación y dirigentes políticos, la carga tributaria sobre los sectores más concentrados de la economía está lejos de ser asfixiante e históricamente estos actores han recurrido a distintas maniobras y mecanismos legales e ilegales para evitar aportar al fisco. Son problemas estructurales que explican en gran medida la dependencia de nuestra economía.

a. Al menos 235.000 millones de dólares de argentinas y argentinos se encuentran sin declarar en el exterior, según un informe elaborado por Proyecto Económico que dirige la diputada nacional y economista Fernanda Vallejos.

b. La fuga de capitales durante la valorización financiera del gobierno de Cambiemos superó los 86.000 millones de dólares y triplicó la del período anterior, precisó el Banco Central a través del informe “Mercado de cambios, deuda y formación de activos externos 2015-2019”.

c. La Administración Federal de Ingresos Públicos descubrió que un pequeño grupo de contribuyentes oculta al fisco más de 2.600 millones de dólares en 950 cuentas radicadas fuera del país, investigación judicial que avanza en manos de la fiscalía de Federico Delgado.

d. El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) estima que por la elusión fiscal y los subterfugios legales la carga impositiva baja en nuestro país 30 a 7,5 por ciento en promedio, “una cifra que aumenta si se mira con lupa a aquellas grandes empresas que pueden hacer ingeniería tributaria o fiscal”, según su director Adolfo Serrano Mansilla.

e. Desde la vuelta de la democracia se dictaron más de 25 normas que dispusieron amnistías y perdones fiscales en beneficio del sector privado. La última fue la Ley N° 27.260, conocida como “Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados”.


En el mes de Abril, el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), elaboraba un informe de como los gobiernos de las principales Naciones del planeta, solventaron financieramente los programas producto de la crisis sanitaria para contener las necesidades sociales. En la mayoría de estos se afectaba la renta de los grandes contribuyentes y personas de mayor riqueza. (https://mcusercontent.com/e9c6f62a4dc825f6a9dab4e88/files/0e072267-1d93-478b-915c-40cdbb758cd0/Impuesto_a_los_grandes_patrimonios_CEPA.pdf )



III

Argentina desde hace mucho tiempo tiene pendiente un profunda restructuración Impositiva y la necesidad de un nuevo ordenamiento fiscal. Como dijimos, no se trata de copiar recetas sino de buscar las propias.

El actual proyecto que se esta debatiendo en la comisión de diputados que ya cuenta con media sanción del Senado, pese a la negativa de sectores de la oposición y de buena parte de los contribuyentes que serán afectados por el gravamen (Se calcula que si alcanza a aquellas personas que poseen más de 2 millones de dólares (180 millones de pesos), abarcaría 12.000 personas que representan el 0,08 por ciento de la Población Económicamente Activa, según datos del Indec.), es un buen comienzo en esa dirección.

El politólogo José “Pepe” Nun abogado e investigador de ciencias sociales, que dedicó buena parte de su trabajo académico al estudio de la exclusión social, capitalismo y democracia. Fue Secretario de Cultura de la Nación entre 2003 y 2009. Dirigió durante seis años el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín. Autor de numerosos libros sobre política y sociología, recientemente se publicó “José Nun y las ciencis sociales”, donde repasa los ejes académicos de temas de política con Mariana Heredia, Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, dice que para bajar la desigualdad se debe cambiar el criterio de cobro de tres impuestos: rentas, inmobiliario rural y sucesiones. Y señala que este tiempo histórico es una gran ocasión de revisarlo.



La emergencia sanitaria empujó la discusión sobre un impuesto extraordinario a la riqueza. Para José Nun, politólogo de perdurables aportes a las ciencias sociales, no es que este paliativo circunstancial no sirva. Pero según afirma la formidable crisis del presente, que pone en discusión absolutamente todo, es la ocasión de instalar en la conciencia colectiva la necesidad de producir una reforma impositiva profunda, que deje atrás la estructura tributaria regresiva que se instaló en Argentina a partir de 1976. Nun cree que en un país donde 2 de cada 5 argentinos está en la marginalidad no hay pretexto para no cambiar de raíz el modo en que se cobran tres impuestos básicos: ganancias, inmobiliario y a la herencia. “La intención es hacerlo como los países capitalistas que lograron desarrollo e inclusión. La oportunidad es ahora”, afirma.

Veníamos de un crecimiento dramático de la desigualdad, con el 40 por ciento de pobreza en Argentina, y ahora el frenazo económico por la pandemia augura mayor distancia social. En el contexto vuelve el debate sobre impuestos. ¿En qué escenario nos encontramos para darlo?

En la actualidad dos de cada cinco argentinos están excluidos. Es imposible que esas personas sean incluidas si persiste el mismo sistema que las excluyó. Una condición necesaria para no seguir girando en círculo es cambiar la matriz impositiva regresiva que se estableció en la última dictadura y agobia al país. El gran problema no es la presión tributaria, que es lo que siempre se denuncia, sino sobre quiénes recaen los impuestos y cómo. Es fundamental explicar qué es lo que está en juego. Iniciar un debate público que vaya más allá de los sectores políticos que por ahora no han ido más allá de poner parches y remiendos. Lo que hay que cambiar es la noción de la función social de los impuestos: proveer de los recursos para una distribución de los ingresos que atenúe la desigualdad.

Con la actual estructura impositiva argentina nadie está de acuerdo. ¿Dónde están a su juicio los mayores problemas?

Todos los sectores políticos hablan de terminar con la pobreza pero no hablamos tanto de la desigualdad. Hay que modificar de raíz una matriz impositiva heredada desde Martínez de Hoz. En Argentina los pobres pagan proporcionalmente más que los ricos. Están en tres impuestos que son clave. Uno es el impuesto sobre la renta. El segundo sobre los inmuebles. El tercero es el impuesto a las sucesiones. Sobre estos tributos se puede pivotear una matriz impositiva progresiva que, de ser bien aplicada, baje la desigualdad. Estos son los tres gravámenes que sostuvieron el alto crecimiento económico de los países desarrollados durante el Estado de Bienestar, que fueron los de mayor productividad económica de los países centrales, desmintiendo a quienes sostienen encabezando la revolución fiscal conservadora de los años 80 que no se debe gravar a las grandes fortunas porque eso va a desalentar la inversión. Esa transformación virtuosa que duró 30 años luego fue descoyuntada por el conservadurismo de los 80. La alta presión que soportan los argentinos se debe al esquema actual, que pone a salvo las grandes fortunas y castiga sobre todo a los sectores medios y bajos.

¿Qué ejemplos se le ocurren de esas distorsiones?

En EE.UU. el impuesto a las ganancias equivale al 14 % del PBI. En Europa es algo más. En nuestro país nunca superó el 6 por ciento del PBI. Se puede marcar sin lugar a dudas de que Argentina percibe por este impuesto tres veces menos que los países de Europa. Si Argentina pasara a cobrar el 10 por ciento, para no ser tan extremos, equipararía el déficit fiscal. O podría estar bajando el IVA, que es un impuesto que en los 90 Cavallo impulsó que pasara del 13 al 21 por ciento y que paga por igual un menesteroso que un millonario. Se recauda el doble por IVA que por impuesto a las ganancias. El resultado de esto es empobrecimiento y exclusión.

En los países centrales también el impuesto inmobiliario tiene gran centralidad. Usted apunta que en las provincias su participación porcentual es mínima.

Los datos oficiales indican que en las provincias argentinas el impuesto a los Ingresos Brutos representa el 77 por ciento de lo recaudado, lo que lo hace más distorsivo que el IVA porque se aplica en cada uno de los tramos del proceso de producción, el IVA solo al final. Mientras tanto el inmobiliario recauda el 5 por ciento. El inmobiliario rural en Argentina es 6 o 7 veces más bajo sobre el PBI que lo que es en EE.UU, Australia, Canadá u otros países de fuerte perfil agropecuario. Esto se debe a la valuación fiscal de las tierras que es absurdamente baja. Al recaudar muy poco por impuesto inmobiliario rural, las provincias se ven obligadas a generar fuentes de ingresos de otros impuestos. En las provincias más latifundiarias las proporciones son desmedidas, como en Salta, donde Ingresos Brutos es el 87% y el inmobiliario rural el 1%, o en Formosa, con el 82% y 2% respectivamente

¿Por qué las provincias no producen iniciativas para compensar esquemas tan injustos?

En general porque en ellas la política está financiada por los mismos sectores que por sus tierras pagan impuestos irrisorios. No hemos tenido reformas fiscales dignas de su nombre. Hemos tenido parches. Lo de Macri en su momento fue un remiendo. Esto requiere tener un proyecto de mediano y largo plazo a la economía del país. No es una cosa que no se puede improvisar y tienen que hacerse al cabo de mucho debate. Insisto en lo que digo a nivel general. Especialmente en EE.UU. y el Reino Unido la mayoría de los recursos que construyeron instituciones políticas y fiscales fuertes, que permitieron la administración de un gasto social eficiente, los aportó el 50% más rico de la población mientras que los aportes de la mitad más pobre osciló entre un 10 y un 20 por ciento del total. Con ese esquema se aseguró el pleno empleo y la protección de los más débiles. Al revés la desigualdad no cambiará.

Lo que se critica es la presión impositiva. No importa la posición social, si hay un acuerdo transversal es que todos se quejan por ella.

El problema no es el volumen de la presión tributataria sonio sobre quiénes recae. La presión tributaria en Argentina no es tan alta como se dice. En números redondos equivale al 30 por ciento del PBI. En Francia al 40. En los nórdicos al 45 por ciento. Los que dicen muchas pymes de que si pagaran el impuesto a las ganancias tendrían que cerrar tienen razón. La alícuota que se cobra no discrimina suficientemente. A los más poderosos se le cobra un 35 por ciento cuando la presión en los países desarrollados es mucho más fuerte. Esto desequilibra la cosa y obliga a recaudar aplicando el impuesto por igual a las empresas más chicas lo que genera una distorsión. Hay que invitar a la gente que no se fije tanto en el volumen en la presión tributaria sino a su composición. No hay capitalismo sin mercado, pero tampoco hay mercado sin estado. Y el Estado cuesta plata y lo sostiene la ciudadanía. El capitalismo no funciona sin la ley, sin carreteras, sin electricidad, sin sistema de salud. Todo eso tiene que ser regulado por la administración pública a la que hay que mantener. ¿Quién paga para eso? Hasta al Siglo XIX la respuesta general era que todos debían pagar para sostener la administración. Pero hacia 1865 apareció en EE.UU. la idea de la progresividad fiscal, es decir, que el peso de los impuestos fuera proporcional a los ingresos de cada sector.

Hace unas semanas el diario Financial Times sorprendió al editorializar que habrá que ver a los servicios públicos como inversión en vez de gasto y que la redistribución del ingreso debe volver a la agenda. ¿La recesión que vendrá puede generar cambios hacia otros valores?

Los cambios comienzan siempre en el plano de las ideas. Hacia 1938 los padres del neoliberalismo, Ludwig Von Mises y Friedrich Von Hayek, empezaron a trabajar fuertemente las mentalidades empresarias y las de los medios de comunicación y enfrentando a un pensamiento dominante —que es el que yo quisiera rescatar que ponía como principal proyecto del Estado el crear trabajo, dar empleo masivo y pagar buenos salarios. Los neoliberales discutieron contra el paradigma keynesiano apuntando a que lo central para el sector público es el control de la inflación y la moneda y que el sector privado debía ocuparse de generar empleo y pagar salarios. Ese trabajo les dio frutos hacia la década del 80. Ahora es el momento de alterar eso lo que no se consigue sin un debate tan empecinado como el que dieron los neoliberales. Es una oportunidad pero dudo mucho si se va a saber aprovechar. Nuestro país tiene tendencias políticas autocráticas. Se necesitan líderes firmes y capacitados para instalar este debate en la conciencia colectiva.


 

¿Le parece que no los hay?

Decía hace unos días en una nota que es sintomático un sentido común político que naturaliza el statu quo de no cambiar nada. La reforma de la Constitución de 1994 introdujo la posibilidad de impulsar iniciativas populares si se juntan las firmas del 3 por ciento de ciudadanos. En esos casos la petición tiene que ser tratada como un proyecto de ley que entra por Diputados. Pero fíjese que queda prohibida toda iniciativa en ese sentido en materia de impuestos. Martínez de Hoz pudo borrar de un plumazo el impuesto a la herencia pero miles de argentinos no pueden pedir un proyecto de ley pidiendo que se reimplante.

¿Qué le parece que pasará cuando termine la cuarentena?

En general saldrán mejor parados los países que tengan capacidad de pensar en el después. Hay países que tienen tradiciones liberales y democráticas que les permiten en un momento crucial formar coaliciones más allá de las diferencias políticas que después permiten política de Estado. Es lo que pasó con Churchill en 1940 que mientras caían mil bombas sobre Londres formó una coalición con liberales y laboristas. Churchill lo llama a Lord Beveridge, que era un liberal, en el sentido de progresista que tiene el término en inglés, especializado en políticas sociales. Le pide que le prepare un plan para cuando termine la guerra. Lo que hizo Beveridge fue un soporte de lo que fue después el Estado de Bienestar, planes sociales en beneficio de los trabajadores. Lo notable es que cuando terminó la guerra en 1945 Churchill pierde las elecciones pero el plan Beveridge lo ponen en práctica los sucesores que eran sus opositores. Lo que quiero remarcar es que en pleno desastre hubo un sistema político capaz de pensar cómo salir de la catástrofe. Hay que instalar la convicción de que la fortaleza de la democracia depende de la solidez de las instituciones políticas y fiscales, solo con eso se puede asegurar pleno empleo y protección a los más débiles

¿Cree que es viable crear aquí acuerdos políticos en la dirección de un programa que ponga freno a la exclusión?

Es un buen momento para debatir. Tiene que ver como le dije con los liderazgos. Conozco a Alberto Fernández, es un muy buen gestor político pero no tiene las mismas calidades como líder político. Hubo recientemente cosas que me dejaron atónito. Si por un lado llama miserables a los empresarios y llama dirigente ejemplar a Moyano uno puede pensar que es astuto porque es una forma de construir poder. Si fuera así sería aceptable. Pero hasta ahora no hay evidencia que sea así. Veremos cómo se entabla el debate. Cuando Máximo Kirchner mencionó la idea (luego no formalizada) de gravar a los que blanquearon trayendo dinero del exterior era obvio que eso violaría la igualdad ante la ley. Creo que con Carlos Heller hay más viabilidad porque él sabe lo que es una reforma impositiva. Habrá posibilidades si vencemos la improvisación y las tendencias autocráticas.

( https://www.lacapital.com.ar/politica/el-sistema-impositivo-argentino-salva-las-grandes-fortunas-y-castiga-los-sectores-bajos-n2578844.html )


IV

Voces disidentes

Julio César Gambina es Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y de la FCEJYS de la Universidad Nacional de San Luis, Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO (2006-2012). Integra la Presidencia de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA desde 2016. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, IEF-CTA Autónoma. Miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la Federación Judicial Argentina.


El mes de agosto cerró en la Argentina con dos grandes temas de la economía que ocuparán el debate ideológico político en el próximo tiempo, más allá de lo que realmente puedan expresar en su capacidad de modificar la recesión. Uno de los temas remite al cierre del canje de la deuda pública en divisas de legislación extranjera. El otro a la presentación para el debate en el Congreso del proyecto de Ley: “Aporte solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”, más difundido como impuesto a las grandes fortunas personales.

El porcentaje de adhesión al canje, fue un “éxito” dirá el colectivo de inversores y especuladores, ya que se aleja la cesación de pagos, algo reiterado en el corto plazo desde el re-perfilamiento de la deuda oportunamente dispuesto por el gobierno Macri y sostenido hasta el presente. Ahora habrá nuevos títulos y con ellos, a seguir contabilizando ganancias que pueden apalancar nuevas y jugosas operaciones especulativas en el mercado financiero local y global.

Por ello, los acreedores felices, cuya acreencia, por ahora, no resulta investigada, y aún con rentabilidad a la baja respecto de la que tenían hasta antes del canje, el horizonte del impago se esfuma. Es una buena noticia para ellos en el escenario mundial de recesión, caída de las ganancias y escasa previsión de reversión, según todos los organismos especializados en el ámbito mundial.

Localmente se analiza la noticia como la habilitación a un proceso de inversiones. Una conclusión a contramano del informe de la UNCTAD que señala una merma de las inversiones en la región latinoamericana y caribeña por encima del promedio mundial. Si en el mundo, la caída oscilará para el 2020 del 30 al 40%, para nuestra región el desempeño es a la baja entre el 40 y el 55%. ( UNCTAD. La producción internaciónal más allá de la pandemia en 2020, en: https://unctad.org/en/PublicationsLibrary/wir2020_en.pdf(consultado el 29/08/2020)



No es este un tiempo de impulso a la inversión, menos a la productiva. Incluso el titular de la Reserva Federal de EEUU explicó este jueves 27/8 el balance de la política monetaria de su país por 40 años y los cambios desde ahora, consensuado desde el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en inglés).[Jerome H. Powell, presidente de la FED, “Nuevos desafíos económicos y revisión de la política monetaria de la Fed”, 27 de agosto de 2020, en:https://www.federalreserve.gov/newsevents/speech/powell20200827a.htm(consultado el 29/08/2020)] Dice Powell que “…las evaluaciones de la tasa de crecimiento potencial o de más largo plazo de la economía han disminuido. Por ejemplo, desde enero de 2012, la estimación mediana del crecimiento potencial de los participantes del FOMC ha caído del 2,5 por ciento al 1,8 por ciento”, tal como se presenta en el cuadro que sigue tomado del sitio de la FED, donde compara las previsiones propias del FOMC, con la consultora privada Blue Chip y la data del Congreso (CBO).

Admite luego, que la intervención vía política monetaria tiene límites y no se puede seguir bajando la tasa de interés, que bajó del 4,25% en 2012 al 2,5%, con escasa posibilidad de seguir a la baja. Como preocupa la recesión del primer semestre del 2020, se aleja de la convicción sustentada por cuatro décadas concentrada en el control de la inflación por vía de política monetaria, ya que el empleo, fuerte antes de la pandemia, con un 3,5% de desempleo, se transformó ahora en un problema serio con 11,1% para junio 2020, e incluso 14,7% para abril pasado. La Reserva Federal de EEUU flexibiliza su política para estimular la suba de precios y con ellos la inversión y el empleo.


Por eso dije que se trata de un debate ideológico, o si se quiere, propagandístico, ya que no existen previsiones reales, en el desempeño de la economía mundial, o del país, para un desembarco de inversiones externas. Ni hablar de inversiones locales, aun cuando ahora se rasguen las vestiduras en contra del potencial “aporte solidario”. Se escucha decir. “acá no te dejan trabajar, ni invertir”; “la presión fiscal es muy alta” o “se castiga a los emprendedores”, que vendrían a ser los inversores que no invierten.

En rigor, como señala la UNCTAD o la FED, es una tendencia del capitalismo de esta época, donde todo se canaliza en rentabilidades financieras de muy pocos, precisamente los que estimulan procesos de sostenibilidad de las deudas públicas que eviten el colapso del mecanismo especulativo de las finanzas y el endeudamiento que hipoteca y condiciona a los pueblos.

Una más sobre la deuda, recordar que este canje es apenas sobre unos 65.000 millones de dólares (m.d.), de un total de 323.000 m.d., que, además, incluye al Fondo de Garantía de Sustentabilidad con un 67% de sus recursos invertidos en la deuda pública nacional y llega al 75% si computamos préstamos al Estado nacional y a las Provincias.

Aporte solidario de las grandes fortunas

El debate político ideológico comenzó en cuanto se enunció la posibilidad, aun cuando se difundían iniciativas similares en varias partes del mundo, algunas de las cuales recogen los fundamentos del proyecto de Ley.

Ahora habrá debate en el Congreso y en la sociedad. Es más, los medios ya iniciaron su campaña mediática con un discurso que sustenta que el inversor es quien resuelve el crecimiento y por ende el empleo y el consumo, por lo que no hay que matar a la “ponedora”, incluso utilizan un discurso del presidente uruguayo que alude a su vocación por la iniciativa privada, más proclive a la reducción de impuestos que a gravar a las grandes fortunas.

Todos ellos desconocen, quizá por ignorancia, la máxima de los primeros intelectuales que sistematizaron los estudios económicos en el capitalismo, la Escuela Clásica, que pregonaron que el capital es “trabajo acumulado” y que la ley del valor remite al trabajo humano como fuente del valor y no como sostienen los actuales vulgarizadores al señalar al capital como el originador de la riqueza. El capital es producto del trabajo humano acumulado y apropiado privadamente, con una historia de violencia que se recicla con rigurosidad en nuestro tiempo.

Se estima recaudar unos 300 mil millones de pesos, unos 4.000 m.d. al tipo de cambio oficial de la fecha. Al tipo de cambio del “blue”, apenas expresa la mitad. La cifra pretendida no resuelve el déficit heredado y menos el generado por la pandemia, pero lo reduce. Se supone que la medida alcanzará a unas 12.000 personas con patrimonio por encima de los 200.000 millones de pesos.

Constituyen una minoría de grandes recursos patrimoniales, de fortunas individuales. La contribución, por única vez, no está orientada hacia las empresas. Este es también un argumento en contra de quienes sostienen que la medida impacta negativamente en la voluntad inversora de las empresas.

El estímulo a la actividad económica durante la pandemia estuvo más en el Estado y su capacidad de emisión que en cualquier voluntad del sector privado. De no ser por la intervención estatal, en el país y en el mundo, la situación sería aún más grave de lo que representa hoy el crecimiento de la pobreza y la indigencia, además del deterioro de todos los indicadores sociales.

La ley en debate propone cinco destinos a la recaudación: a) 20% para atender la emergencia en salud; b) 20% para atender necesidades de empleo y remuneraciones de micro y pequeñas empresas; c) un 20% para becas “progresar”, administradas por el Ministerio de Educación; d) un 15% para habitantes de barrios populares, más de 4 millones de personas, vía del Registro Nacional de Barrios populares, RENABAP, para salud y habitación; e) un 25% con destino en YPF para producir gas. La letra señala el uso federal de los recursos recaudados.

Señalemos que aún falta el debate para su proclamación y puesta en funcionamiento, por lo que el cálculo en divisas se posterga hasta el momento de su puesta en ejecución. Algunos imaginan una baja de la cotización de la divisa por el acuerdo del canje de deuda, pero la tendencia histórica nos hace suponer un proceso de deterioro de la moneda local sobre las divisas. Por ende, toda demora en la puesta en práctica del “aporte solidario” disminuirá su capacidad efectiva, medida en moneda extranjera.

La batalla es política e ideológica

Ambos temas generan debate político e ideológico, ya que las condiciones económicas de la Argentina y del mundo no dan para el optimismo, menos para generar condiciones de distribución progresiva del ingreso y la riqueza, especialmente cuando se inició la negociación del acuerdo con el FMI, donde además del ajuste fiscal para hacer sostenible el pago de la deuda, se inscriben cláusulas favorables a una reforma estructural que suponen reaccionarias reformas laborales y previsionales, incluso tributarias.


 

Aprobar la ley resulta imperioso, para mejorar la recaudación pública y atender la emergencia, pero al mismo tiempo hace falta un profundo debate contra el “sentido común” que ubica al inversor capitalista en el origen de la producción de riqueza. Es una tarea ciclópea a desplegar en todos los territorios, especialmente en el simbólico que estimula la voluntad social de los sectores sociales empobrecidos y explotados. Entre la mayoría de la sociedad es donde debe gestarse el nuevo sentido común de otra economía, con una lógica alternativa de la producción, sustentada en la auto-gestión, sin fines de lucro y para satisfacer amplias e insatisfechas necesidades vitales de la humanidad, las que, además, deberán contemplar el cuidado de la vida en general, es decir, de la naturaleza.

La pandemia continúa y nadie puede asegurar el fin de la misma en el corto plazo, por lo que la normalidad de la explotación y el saqueo aparece mediada por una decisión generalizada que induce a la recesión, o a un crecimiento pobre de la actividad económica. Es algo que verifica en estas horas el banquero central de EEUU y hace meses la Asamblea del Poder Popular en China al negarse a fijar metas de crecimiento para el presente año.

Hay que esperar en estos días un fuerte debate de ideas, en torno a “qué bueno que Argentina salió del default”, en lugar de discutir la necesaria investigación a fondo de una deuda odiosa en buena parte y que, claro, mientras se investigue se posterguen los pagos.

Al mismo tiempo, el debate apunta a discutir quien tiene que pagar la emergencia, e incluso más allá de la misma, de dónde deben salir los recursos para sustentar una política con horizonte en resolver necesidades sociales a contramano de la lógica de la ganancia.

El interrogante es quien acumula más en esta discusión por el sentido común de la sociedad.

( https://kaosenlared.net/argentina-aporte-de-grandes-fortunas-y-canje-de-deuda-publica/ )


En ambos casos, negociación de deuda e impuestos a las grandes fortunas, con acuerdos y desacuerdos parciales o totales, Argentina está dibujando una forma propia de responder a los retos en estos días de la peste. Quizá se encuentre aquí la mayor fuerza de los sectores populares y del gobierno que de a poco, parecería ir encarrilando sus políticas en esa dirección ...



Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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