Viernes
27 de marzo de 2020
La
pandemia somete a las sociedades del planeta a enfrentarse a sus propias
contradicciones. Como metáfora viva de cuánta confusión anida en
los debates para solo sostener a una minoría privilegiada en la
cúspide de las decisiones en torno a la globalización, los poderes
intermedios asumen el rol de devolver el sentido primero de la vida.
La buena salud y evitar el mayor número de muertes resulta hoy mas
importante que el libre mercado, la libre empresa y las teorías
libertarias que colocan al Estado en roles subsidiarios y reducido a
administrar aquellos aspectos que no resultan rentables para algunos.
(1)
El
viejo continente se transforma en el paradigma de las tensiones así irresueltas.
Europa
en cámara lenta. Paradojas mundiales
De
nuevo las fronteras nacionales
- El precio futuro del desempleo
- La salud, bien público o una mercancía más
- Trabajar en casa, un sofisma
Con
casi 10 mil infectados por el COVID 19 y cerca de un
centenar de decesos contabilizados hasta el último jueves de marzo,
Suiza sigue esperando en los próximos días un pico nacional de la
pandemia. Nunca antes visto en su historia del último siglo -ni aun
durante la 2da Guerra Mundial-, el país funciona hoy en cámara
lenta.
Escuelas,
colegios y universidades clausurada. Casi todos los comercios -salvo
supermercados, panaderías, carnicerías y quioscos- cerrados desde
mitad de marzo. Una parte significativa de la industria y la
construcción en desempleo parcial. El turismo totalmente congelado.
Transporte público, con menos de la mitad de su flota. Aeropuertos
con actividad diezmada. Ambiente surrealista, solo apenas mitigado
por la primavera que acaba de comenzar.
Situación
bastante similar a la de la mayoría de los países europeos.
Continente que soporta una invasión silenciosa, sin armas de guerra,
pero de resultados devastadores para los seres humanos, la economía
y la estabilidad social. Región particularmente dramática el norte
de Italia, sumida desde un par de semanas a una tragedia de
dimensiones dantescas.
Salud
pública, bien social o mercancía
Y
junto a la pandemia, la explosión de numerosas paradojas que
envuelven tanto a Europa como al planeta entero.
Potencias
mundiales, como Italia y Francia, cuentan hoy con estructuras
hospitalarias muchas veces destartaladas y que ya estaban al borde
del colapso antes mismo de la epidemia: carencias de máscaras para
el personal médico o paramédico; insuficientes reactivos para
chequear a la gente; e incluso, falta de desinfectante para las
manos, esencial para confrontar el avance de la enfermedad.
Radiografía
que, con matices, se extiende a otros de los países del continente.
Aspecto dramático: la insuficiente cantidad de respiradores
mecánicos, esenciales en las estaciones de cuidados intensivos, para
los pacientes que como producto de las neumonías graves se debaten
entre la vida y la muerte. Y tras esas carencias la concepción
sistémica preponderante, que considera a la salud pública como un
“gasto”, y viene promoviendo desde años la privatización del
sector con sus consecuencias visiblemente nefastas.
( 2 )
Pesadilla
particular, por ejemplo, en Francia, que desde 2010 con Sarkozy
empezó a protagonizar una privatización acelerada de la salud, con
consecuencias inimaginables para el sistema sanitario. 2019 había
sido ya un año de intensas movilizaciones de los trabajadores del
sector. Iniciadas en marzo, fueron aumentando en potencia hasta que
el 15 de noviembre miles de profesionales del sector salieron a la
calle en todo el país convocados por el Colectivo
Inter-Hospitales.
Personal
de 268 establecimientos de salud apoyaron la protesta,
fundamentalmente centrada en las deficientes condiciones de trabajo
en el área, los bajos salarios, y la saturación de las salas de
emergencia, insuficientes para la demanda en ese momento cuando
todavía no se hablaba de pandemia.
Ante
la crisis, la vuelta a las fronteras
La
sacrosanta “libre circulación de personas”, a la base misma del
Estado continental europeo, desapareció aceleradamente, en pocos
días, cuando el tránsito de país a país fue cayendo como piezas
de un gran dominó.
Ante
la desesperación de asegurar, prioritariamente, la atención
sanitaria de sus propios habitantes, muchas de las 26 naciones fueron
reinstalando sus antiguas fronteras. Las previas al 14 de junio de
1985, cuando se firmó el Acuerdo de Schengen, con la idea de
levantar una muralla migratoria que protegiera el continente, sobre
todo, de las crecientes migraciones del sur y del este.
Tratado
que, en ejecución desde 1995, regía el libre movimiento al interior
del Espacio del mismo nombre, es decir, del conjunto del continente,
donde viven más de 400 millones de habitantes. Ante la crisis, de
nuevo, el ¡sálvese quien pueda…y como pueda!
Las
víctimas del desempleo
Ante la crisis sanitaria, sus imponderables, miedos estructurales reales o ficticios, ya se anticipa la tendencia a una explosión descontrolada del desempleo. Y se empieza a dibujar el rostro de quiénes pagarán el precio principal de los corolarios coronavirales.
Un
estudio que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó
el miércoles 18 de marzo en su sede de Ginebra pronostica, en el
peor de los escenarios, 24,7 millones de desempleados producto de la
actual situación sanitaria mundial
(https://www.ilo.org/global/topics/coronavirus/impacts-and-responses/WCMS_739398/lang–es/index.htm)
“El
COVID-19 y el mundo del trabajo: consecuencias y respuestas”,
enfatiza que el impacto podría ser más pesado que lo que se vivió
durante la crisis del 2008-2009, que implicó 22 millones de
desempleada-os adicionales.
La
OIT anticipa un aumento exponencial del subempleo y enormes pérdidas
de ingresos para los trabajadores. Las eventuales pérdidas podrían
ubicarse entre 860.000 millones y 3,4 billones de dólares
estadounidenses cuando concluya el 2020. La pandemia “tendrá un
efecto devastador para los trabajadores que ya se encuentran cerca o
por debajo del umbral de la pobreza”.
Entre
8,8 y 35 millones de personas más, caerán en la situación de
pobreza a nivel mundial. Principales afectados: las mujeres, los
migrantes y, en particular en los países en desarrollo, los
trabajadores por cuenta propia.
Pandemia
con países bloqueados
Paradoja
recientemente denunciada por la Comisión de Derechos Humanos de
Ginebra. Se extiende la pandemia; casi 3 mil millones de
personas se encuentran bajo medidas de confinamiento en el mundo y, a
pesar de esta realidad dramática, continúan los bloqueos contra
algunas naciones, complicándoles la llegada de medicamentos,
productos sanitarios, reactivos etc.
Ejemplo concreto en el concierto latinoamericano: las sanciones vigentes contra Cuba y Venezuela. “Las sanciones sectoriales de amplio espectro que aplican a países que enfrentan la pandemia de coronavirus, como Cuba y Venezuela, deben ser reevaluadas de manera urgente”, aseguró Michele Bachelet el martes 24 de marzo ( https://news.un.org/es/story/2020/03/1471652)
Según la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, estos castigos podrían tener una repercusión negativa sobre el sector salud y los derechos humanos. Es fundamental que se evite “el colapso de los sistemas sanitarios nacionales, teniendo en cuenta la explosiva repercusión que eso podría tener en términos de muerte, sufrimiento y ampliación el contagio” afirmó Bachelet desde Ginebra.
Paradoja
doble si se piensa que centenares de médicos cubanos se están
desplazando en los últimos días en brigadas profesionales de
solidaridad a diversos rincones del planeta, entre los cuales Italia,
Centroamérica y próximamente, incluso a Argentina.
El
trabajo a domicilio, un sofisma
En
muchos países, patrones y Estados, recetan el trabajo a domicilio
(“home
office”) como
respuesta a la crisis sanitaria y para asegurar que no se paralice el
funcionamiento del sistema.
Sin
embargo, según las propias Naciones Unidas, existen actualmente en
el planeta 1.800 millones de personas sin vivienda, en tanto el 25 %
de la población urbana vive en asentamientos ilegales. Imposible
imaginar, por ejemplo, ni confinamiento, ni aislamiento habitacional,
ni mucho menos trabajo a domicilio en muchos de los países del
África subsahariana, donde predominan las viviendas modestas y el
trabajo informal.
Cifras y porcentajes, coincidentes, en términos generales, con los sectores carenciados en situación de pobreza, de miseria extrema, o que arañan algunas de esas categorías.
Consecuencias
paradójicas de una situación dramática no prevista hace solo 2 o 3
meses: los miles de muertes (y centenas de miles de enfermos), así
como las expresiones con rostro humano de un modelo planetario
hegemónico, injusto y antisocial. + (PE)
El
primer semestre del 2020 será horrible y no hay dudas sobre eso. Las
diferencias solo radican en cuán horrible será. Para evitar entrar
en tierras misteriosas y peligrosas, será clave que se encuentre, y
pronto, la dosis justa entre las medidas sanitarias, por un lado y
las estimulantes, por el otro. O que aparezca la bendita vacuna.
Ahora
es el mundo el que espera su “segundo semestre”
Según
el último reporte del Instituto Internacional de Finanzas (IIF),
uno de los think tanks que mejor está analizando el coroncrash, la
economía global derrapará 1,5% en 2020. Lo más grave es que, hace
quince días, esperaba una expansión de 1,6%. Y hay riesgos a la
baja. “Todavía nos estamos poniendo al día con la intensificación
de la pandemia del Covid-19, que se ve exacerbada por la guerra de
precios de la Opep y el estrés crediticio”, dijeron hoyen un
reporte. Hoy,
también, el FMI dijo que la caída puede ser más pronunciada que en
2009,
pero que avizoran una recuperación en 2021.
Los
números del primer trimestre son calamitosos y los del 2020 no son
peores porque, como Alfonso Prat-Gay en 2016, esperan un “segundo
semestre” mejor. En inglés, una “V-shaped recovery”. Piña
histórica y recuperación a tasas más que chinas, en lenguaje
tuitero.
El
IIF señala a Argentina como uno de los más golpeados. En gran
medida, porque ya venía magullado. Según el reporte, el PIB caería
hasta 3,1%. Aunque ya hay proyecciones peores, como
las de Fernando Marull & Asociados,
que estima (si, además, hay default), una caída de la economía de
6%.
Entre
los países relevados por el IIF, Argentina va a ser el que más se
contrae. El ranking sigue así: México y Estados Unidos, -2,8%;
Japón, -2,6%; Sudáfrica, -2,5%; Brasil, -1,8% y Rusia, -1,3%.
El
“buen” dato es que Asia estará en verde, aunque lejos de las
tasas de otros años. China crecerá 2,8% (casi una recesión, según
sus estándares); India avanzará 2,9% e Indonesia, 2,7%. Esto,
además, es algo que ya empezó a ocurrir, y no es una hipótesis
econométrica. Varios reportes indican que Asia, la locomotora
mundial del Siglo XXI, empezó a levantar las persianas en los
últimos días. Todavía falta para ese estadio en Europa, pero
podría no estar lejos. El último eslabón de la cadena sería
América. Esperemos que el impacto sea bajo y la pesadilla termina
antes del segundo semestre.
Para
colmo de males, las posibilidades que ofrece la digitalización y la
automatización se presta a peores “epidemias” de finales mas
catastróficos para el sistema en decadencia …
La
pandemia por el Corona virus ha aumentado el riesgo de ataque
cibernético. Un informe presentado por el Foro Económico Mundial ha
advertido que, con el mundo luchando para contener el brote de
coronavirus, un ciberataque podría causar una devastación muy real.
“En
el contexto sin precedentes de hoy, un ataque cibernético que priva
a las organizaciones o familias de acceso a sus dispositivos, los
datos o Internet podría ser devastador e incluso mortal 'explicó el
Foro Económico Mundial en un comunicado , y agregó:' En el peor de
los casos, una base amplia de ciberataques podrían causar fallos
generalizados de infraestructura que tienen las comunidades o
ciudades enteras fuera de línea, que obstruyen los proveedores de
salud, sistemas y redes públicas “.
Una
emergencia como esto también podría hacer que las personas bajan
sus defensas, abriendo la puerta a los delincuentes. “En una
situación de crisis, sobre todo si es prolongada, la gente tiende a
cometer errores que no habrían hecho de otra manera,” explicó el
Foro Económico Mundial. “En línea, cometer un error en términos
de “ en qué enlace se hace clic o que de su confianza con sus
datos puede costar muy caro.”
Además,
pasar más tiempo en línea podría aumentar los riesgos a los que se
enfrentan los usuarios de Internet. “Sin darse cuenta de Internet
comportamiento de riesgo aumenta con más tiempo en línea”, dijo
el Foro Económico Mundial. “Por ejemplo, los usuarios podrían
caer por el acceso 'libre' a sitios web desconocidos o programas
pirateados, abriendo la puerta a la probable malware y ataques.”
Debbie
Gordon, CEO de Cyber
se y especialista en ciberseguridad en la nube, se hizo eco de la advertencia del Foro Económico Mundial.
"Ahora más que nunca, la gente tiene que ser aún más
conscientes de correos electrónicos, de phishing, especialmente los
que se refieren a COVID-19 en cualquier forma o manera si se trata de
una cura, informes de casos, o en realidad cualquier cosa que haría
que la gente muy curiosa," le dijo a Fox News, por correo
electrónico.
Las
empresas también tienen que estar alerta, de acuerdo con
Gordon. "A medida que las empresas se centran en conseguir
tecnología y los sistemas de seguridad a la velocidad para los
trabajadores remotos, no pueden quitar los ojos de la pelota",
explicó. "Las empresas tienen que ser aún más proactivo en la
detección de amenazas y mirando a anomalías en sus sistemas dados
que los hackers son conscientes de que las personas están luchando y
pueden tener su atención se centró en otro lugar."
Ya
ha habido evidencia de las amenazas que suponen cyberattackers
durante la crisis coronavirus. Como los EE.UU. intensificaron sus
esfuerzos para controlar el brote, un ataque cibernético
recientemente golpeó el Departamento de Salud y Servicios Humanos.
A
partir del viernes por la tarde, por lo menos 265,495 casos de
coronavirus han sido diagnosticados en todo el mundo, 16.018 de los
cuales se encuentran en los EE.UU. La enfermedad ha sido responsable
de al menos 11.147 muertes en todo el mundo, incluyendo a 210
personas en los EE.UU.
James
Rogers en Twitter @jamesjrogers
La
recesión económica producto de los 4 años de gobierno macrista, la
deuda externa y la fuga de capitales que vivimos durante dos años,
el nivel de desocupación, trabajo super-explotado en negro, la
pobreza y la indigencia, el debilitamiento planificado del Estado y
la pandemia del coronavirus, deben ser analizados en su conjunto.
La
evidencia del daño producido por las políticas de la desigualdad,
la meritocracia individualista, de proteger y estimular desde el
estado la maximización de la ganancias de los poderosos y ricos y a
la vez la baja en sus impuestos y la presión sobre las capas medias,
los trabajadores, productores y profesionales, crea una nueva agenda
de debate público y de masas.
La
humanidad desde hace décadas vive en el marco de un capitalismo
salvaje, neoliberal, un capitalismo de catástrofe, no en el sentido
de que vivimos una etapa terminal del mismo, sino por el contrario
que la catástrofe es su forma vital de existencia.
No
es cierto que la pandemia y el agravamiento ataca por igual a todos.
Cuando miramos las estadísticas del mundo sobre quiénes son las
víctimas mortales, quiénes son los afectados, dónde se nota más
la debilidad de los sistemas de salud, está claro que los pobres,
los desprotegidos, los marginados del sistema constituyen la mayoría
de las víctimas.
Al
capitalismo realmente existente no le interesan los muertos, no le
interesan los sistemas de salud colapsados o los que pueden colapsar
ahora en el hemisferio sur. Le interesa la maximización de las
ganancias. Unas empresas sucumbirán, otras se verán
resentidas, pero en la esencia del propio sistema está que otras
corporaciones o las mismas con inversiones en otros rubros, elevarán
sus ganancias sobre la base de la catástrofe humanitaria.
Este
proceso de ganadores y perdedores no es nuevo, no se debe a la
pandemia. ¿O acaso el cambio climático que producen sobre todo las
grandes corporaciones de los países mas desarrollados lo sufre por
igual toda la humanidad? Se podrá con razón sostener que la
agresión a la tierra es un ataque o suicidio de toda la especie. Sin
embargo, los estragos que produce ese cambio climático no son
iguales para los pobres de Nueva Orleans con el Katrina, o los
tornados e inundaciones en muchas partes del mundo, ni la
desertificación por deforestación en nuestro país. La
contaminación del agua es gravísima para inmensas poblaciones, no
lo es para los Ceos, accionistas o dueños de las grandes
corporaciones que las contaminan.
El
debate sobre la mesa pública muestra que “la mano invisible del
mercado” no puede asignar correctamente los recursos y se necesita
de un Estado democrático capaz de organizar, proteger e impulsar a
la sociedad. El papel del estado es crucial para contar con un
sistema de salud público gratuito y eficaz, capaz de atender por
igual a todos los ciudadanos. Necesitamos un Estado democrático
con capacidad de organizar la seguridad comunitaria tanto en tiempos
de tranquilidad como en estos que vivimos, sin vulnerar derechos sino
protegiéndolos. La educación pública y gratuita desde el
preescolar hasta las universidades, muestra en tiempos de crisis y
pandemia que no es solo el desarrollo de la educación sino también
junto con el trabajo, una forma de organización inteligente de la
sociedad. Los momentos que vivimos muestran a las claras la necesidad
de respaldar a la escuela, a los maestros, a los profesores.
Una
de las características del debate actual se manifiesta en que muchas
empresas pequeñas, medianas y grandes solicitan la intervención del
Estado porque si no sucumbirán (en la mayor parte de los casos puede
ser cierto, otras se aprovecharán). Seguramente una gran parte de
esos empresarios apoyaron las ideas de que el Estado tenía que
achicarse, que debía cobrar menos impuestos y retenciones, que el
Estado siempre es sinónimo de ineficiencia y, sobre todo,
sostuvieron que no debía meterse en la economía. Ahora, cuando la
ola de la crisis y la pandemia los puede tapar reclaman medidas al
Estado para que los proteja, no deje que quiebren y el argumento es
que si las empresas caen se perjudica todo el país. Es un buen
argumento. Pero también debe llevar a la idea que el Estado es
necesario para proteger a los que fueron expulsados del sistema por
las políticas de ajuste, de capitalismo salvaje, de meritocracia
darwiniana. Y que las políticas de transferencia de recursos
materiales y culturales a las principales víctimas, son políticas
justas y no formas de mantener vagos como tantas veces sustentaron.
El
legado macrista, la recesión, desocupación y ahora la pandemia,
pegarán más fuerte donde haya mas desigualdad. El riesgo mayor está
en los conurbanos de todas las grandes ciudades del país. El
enfrentamiento a la pandemia no puede tener un sesgo clasista. La
mirada y el esfuerzo principal debe estar puesto en estos conurbanos
donde junto a la pobreza y necesidades no cubiertas hay un inmenso
hacinamiento y precariedad de viviendas y condiciones mínimas de
salubridad. El aislamiento social no es igual para quien tiene casa,
departamento,etc, que para quienes tienen negada esa posibilidad. El
estado macrista y neoliberal es un Estado que abandona a las
personas, a los abuelos, a los pibes pobres, a las familias. El
Estado democrático tiene que poner el ojo, la pasión y los
recursos, porque allí se juega también el éxito de la política
contra la curva en pico de la pandemia. Pero también porque allí se
construye igualdad para toda la sociedad.
Y
aquí otro debate quizás menos visible para los sectores medios y es
el papel de la organización en los barrios, aquellos que en otras
épocas se daban en las sociedades de fomento o en las manzaneras y
que ahora tienen como centro a los movimientos sociales. Tan
descalificados por muchos, es clave la alianza entre el Estado y
ellos para poder concretar un camino creativo en el enfrentamiento de
la pandemia en los barrios. La sociedad podrá aplanar la curva,
salvar vidas, proteger a los más débiles con la máxima
organización.Una sociedad organizada es aquella donde participa
activamente el pueblo.
El
gobierno se fortalece
La
actitud de Alberto Fernández a medida que avanzó la crisis fue la
necesaria. Ante el griterío de muchos que solo veían una
conspiración internacional en la pandemia, el presidente escuchó a
los expertos y científicos y se puso al frente de las mejores
medidas que se podían tomar al momento. Las experiencias negativas
de Italia y España sirvieron para tomar las medidas en tiempo y
forma. Rompió así cierta lentitud del gobierno que nos preocupaba a
todos.
Alberto
creció como presidente de todos, con capacidad de decisión. Y eso
lo hizo crecer entre sus votantes y entre los que no lo votaron.
¿Cómo
enfrentar la pandemia que seguramente se extenderá geográficamente
y en el tiempo? ¿Cómo enfrentar la parálisis económica? ¿Cómo
renegociar la deuda cuando estamos obligados al default? ¿Cómo
reorganizar la educación y el trabajo en los meses que vienen?
El
respaldo y legitimidad presidencial son claves para los tiempos
difíciles que vienen en los próximos días y quizás meses.
En
tiempos como el actual el mundo se está repensando. El gobierno se
tiene que hacer fuerte en sus razones, que la crisis y la pandemia
legitiman para replantear el tema de la deuda externa. Después de
estos meses de parálisis y coronavirus se van a necesitar todos los
recursos para encender la economía, el trabajo, la educación, todos
los recursos para reparar y reconstruir. No alcanza para esa
reactivación parches justos e indispensables de inyección moderada
de recursos en el mercado interno. Se necesita insuflar a la economía
nacional, su mercado interno, su producción, al bolsillo de los
trabajadores y jubilados, en la obra pública y privada, en las pymes
y empresas, grandes recursos. Una política gradualista no alcanza.
Esa inversión en la deuda interna y en crear condiciones de salida
del país, necesita como condición subordinar el pago a los
acreedores externos a nuestro desarrollo. Y eso implica no comenzar a
pagar la deuda externa por mas de 5 o 6 años.
Pago
que deberá solo autorizarse una vez auditada la deuda, investigada
su legitimidad y las responsabilidades políticas, civiles y penales
de quienes la tomaron para fugarla.
Resulta
como mínimo extraño que en el marco de una crisis mundial, una
recesión en marcha en todas partes, el FMI venga al país a tratar
de cobrar sus créditos. El mundo tiene que discutir cuáles son las
medidas para paliar primero y resolver luego la catástrofe social y
económica.
El
debate cultural sobre la comunidad en tiempos de pandemia
Enfrentar
la pandemia como sociedad es dar la batalla contra el legado cultural
del egoísmo y la meritocracia salvaje. El ideal triunfante
culturalmente en el mundo fue, después de las derrotas de los
grandes relatos socialistas, socialdemócratas y comunistas y en
nuestro país de la comunidad organizada del peronismo, el de una
sociedad de todos contra todos, del hombre como lobo del hombre. Un
ser apartado, en “cuarentena”. La transformación comunicacional,
el peso elefantiásico de las redes, de un ser una computadora, un
ser un celular, ayuda a la extensión vivencial de ese ideal.
“Yo
soy por mí y solo por mí” es una mentira, pero ha triunfado para
gran parte de la población. Como antítesis aparece otra idea
de la contracultura libertaria y comunitaria: “soy porque somos”.
Es decir que podemos realizarnos, ganar derechos, cubrir necesidades,
divertirnos, gozar, en una sociedad que gane esas capacidades. Y que
en la degradación, en la violencia, en expropiación de derechos y
justicia social, no hay paz individual, ni desarrollo individual.
Con
raíces históricas en debilidades y conflictos en la conformación
de nuestro ser nacional, el Macrismo y el neoliberalismo exacerbaron
las tendencias egoístas, de un darwinismo social donde solo merece
“salvarse” el más fuerte, donde la solidaridad es una utopía y
el éxito es disfrutable en el medio del fracaso de los demás.
Aquí
hay que buscar las razones profundas del porqué en medio de las
recomendaciones sobre cómo evitar el pico incontrolable de la
pandemia, tantos argentinos se fueron de vacaciones llevando el virus
a poblaciones que no lo tenían, u otros tantos creen que hay alguna
rebeldía reivindicable en no cumplir la cuarentena. La batalla
cultural no será simple. No enfrentamos la ignorancia. Si no, otra
comprensión de la sociedad y de la humanidad. Enfrentamos valores
que parecieron exitosos, desde los valores de los perdedores, de las
víctimas, de los olvidados. No es simple y el triunfo no está a la
vuelta de la esquina. Pero es imprescindible dar la batalla del
espíritu.
Argentina
está enferma no solo de hambre y la pandemia. El desafió es
construir esos valores sociales respetando la pluralidad, la
diversidad…
En
fin…, de nuevo… hasta el cansancio… soy porque somos
Byung-Chul
Han reflexiono sobre coronavirus, la emergencia viral y el Estado
policial digital: por qué la revolución será humana.
El
filósofo surcoreano -autor de La
sociedad del cansancio o
Psicopolítica,
entre otras obras- piensa en
este artículo publicado en el diario El País, de España, las
implicancias de la pandemia a nivel global. Cómo los países
asiáticos están gestionando la crisis de una forma más eficiente
que Occidente. El rol de las fronteras en tiempos de big data. El
pánico financiero. El peligro del régimen digital. Del aislamiento
y la individualización a cómo repensar un sentimiento colectivo.
El
coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia
tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán
y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108
casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un
período de tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados,
y en España 19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur
ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso
China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante
controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la
prohibición de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los
restaurantes. Entre tanto ha comenzado un éxodo de asiáticos que
salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus países,
porque ahí se sienten más seguros. Los precios de los vuelos se han
multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para
China o Corea.
Europa
está fracasando.
Las cifras de infectados aumentan
exponencialmente. Parece
que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia mueren
a diario cientos de personas. Quitan
los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes.
Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres
de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de
soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El
soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano
quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de
soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más ayuda
cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo
loco. Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de
entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho
de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho,
sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos,
para proteger al mundo de Europa. Después de todo, Europa es en
estos momentos el epicentro de la pandemia.
En
comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia
que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos
como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una
mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural
(confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes
que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en
China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está
organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para
enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la
vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse
un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir
que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y
epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los
especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa
todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital
proclamarían que el big data salva vidas humanas.
La
conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de
datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se
enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos. Entre
tanto China ha introducido un sistema de crédito social inimaginable
para los europeos, que permite una valoración o una evaluación
exhaustiva de los ciudadanos. Cada
ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social.
En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté
sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada
contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el
semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a
quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan
puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el
contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o lee
periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes
puntos obtiene un visado de viaje o créditos baratos. Por el
contrario, quien cae por debajo de un determinado número de puntos
podría perder su trabajo. En China es posible esta vigilancia social
porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los
proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades.
Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario
de los chinos no aparece el término “esfera privada”.
En
China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas
provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial.
Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la
cámara de vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia
artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios
públicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los
aeropuertos.
Toda
la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora
sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la
estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que
mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas
las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una
notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe
quién iba sentado dónde en el tren. Las redes sociales cuentan que
incluso se están usando drones para controlar las cuarentenas. Si
uno rompe clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a
él y le ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima una
multa y se la deje caer volando, quién sabe. Una situación que para
los europeos sería distópica, pero a la que, por lo visto, no se
ofrece resistencia en China.
Ni
en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong
Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante
la vigilancia digital o el big
data.
La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a
un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un
individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el
egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.
Al
parecer el big
data resulta
más eficaz para combatir el virus que los
absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están
efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección
de datos no es posible en Europa un combate digital del virus
comparable al asiático. Los proveedores chinos de telefonía móvil
y de Internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los
servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe
por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué
busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es
posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura
corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una
biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que
controla activamente a las personas.
En
Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digitales que
buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos.
Basándose únicamente en análisis de macrodatos averiguan quiénes
son potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo
observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. También por
cuanto respecta a la pandemia el futuro está en la digitalización.
A la vista de la epidemia quizá deberíamos redefinir incluso la
soberanía. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa
proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a
viejos modelos de soberanía.
No
solo en China, sino también en otros países asiáticos la
vigilancia digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En
Taiwán el Estado envía simultáneamente a todos los ciudadanos un
SMS para localizar a las personas que han tenido contacto con
infectados o para informar acerca de los lugares y edificios donde ha
habido personas contagiadas. Ya en una fase muy temprana, Taiwán
empleó una conexión de diversos datos para localizar a posibles
infectados en función de los viajes que hubieran hecho. Quien se
aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado
recibe a través de la “Corona-app”una
señal de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados están
registrados en la aplicación. No se tiene muy en cuenta la
protección de datos ni la esfera privada. En todos los edificios de
Corea hay instaladas cámaras de vigilancia en cada piso, en cada
oficina o en cada tienda. Es prácticamente imposible moverse en
espacios públicos sin ser filmado por una cámara de vídeo. Con los
datos del teléfono móvil y del material filmado por vídeo se puede
crear el perfil de movimiento completo de un infectado. Se publican
los movimientos de todos los infectados. Puede suceder que se
destapen amoríos secretos. En las oficinas del ministerio de salud
coreano hay unas personas llamadas “tracker” que día y noche no
hacen otra cosa que mirar el material filmado por vídeo para
completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a
las personas que han tenido contacto con ellos.
Una
diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las
mascarillas protectoras. En Corea no hay prácticamente nadie que
vaya por ahí sin mascarillas respiratorias especiales capaces de
filtrar el aire de virus. No son las habituales mascarillas
quirúrgicas, sino unas mascarillas protectoras especiales con
filtros, que también llevan los médicos que tratan a los
infectados. Durante las últimas semanas, el tema prioritario en
Corea era el suministro de mascarillas para la población. Delante de
las farmacias se formaban colas enormes. Los políticos eran
valorados en función de la rapidez con la que las suministraban a
toda la población. Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas
para su fabricación. De momento parece que el suministro funciona
bien. Hay incluso una aplicación que informa de en qué farmacia
cercana se pueden conseguir aún mascarillas. Creo que las
mascarillas protectoras, de las que se ha suministrado en Asia a toda
la población, han contribuido de forma decisiva a contener la
epidemia.
Los
coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los
puestos de trabajo. Hasta los políticos hacen sus apariciones
públicas solo con mascarillas protectoras. También el presidente
coreano la lleva para dar ejemplo, incluso en las conferencias de
prensa. En Corea lo ponen verde a uno si no lleva mascarilla. Por el
contrario, en Europa se dice a menudo que no sirven de mucho, lo cual
es un disparate. ¿Por qué llevan entonces los médicos las
mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de mascarilla con
suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen pierden su función
filtrante. No obstante, los coreanos ya han desarrollado una
“mascarilla para el coronavirus” hecha de nano-filtros que
incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas del
virus durante un mes. En realidad es muy buena solución mientras no
haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso
los médicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha
mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal
sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales
sin filtro con la indicación de que bastarían para proteger del
coronavirus, lo cual es una mentira. Europa está fracasando. ¿De
qué sirve cerrar tiendas y restaurantes si las personas se siguen
aglomerando en el metro o en el autobús durante las horas punta?
¿Cómo guardar ahí la distancia necesaria? Hasta en los
supermercados resulta casi imposible. En una situación así, las
mascarillas protectoras salvarían realmente vidas humanas. Está
surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche propio se
expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servirían de
mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzarían
los virus afuera.
En
los países europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las
llevan, pero son asiáticos. Mis paisanos residentes en Europa se
quejan de que los miran con extrañeza cuando las llevan. Tras esto
hay una diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que
trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos
que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes
de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la
faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi
obscena. También a mí me gustaría llevar mascarilla protectora,
pero aquí ya no se encuentran.
En
el pasado, la fabricación de mascarillas, igual que la de tantos
otros productos, se externalizó a China. Por eso ahora en Europa no
se consiguen mascarillas. Los Estados asiáticos están tratando de
proveer a toda la población de mascarillas protectoras. En China,
cuando también ahí empezaron a ser escasas, incluso reequiparon
fábricas para producir mascarillas. En Europa ni siquiera el
personal sanitario las consigue. Mientras las personas se sigan
aglomerando en los autobuses o en los metros para ir al trabajo sin
mascarillas protectoras, la prohibición de salir de casa lógicamente
no servirá de mucho. ¿Cómo se puede guardar la distancia necesaria
en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y una enseñanza
que deberíamos sacar de la pandemia debería ser la conveniencia de
volver a traer a Europa la producción de determinados productos,
como mascarillas protectoras o productos medicinales y farmacéuticos.
A
pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha
desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera
la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan
devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto?
¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un
virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo
invisible que tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso
del enemigo? La “gripe española” se desencadenó en plena
Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado
de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con
un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.
En
realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La
guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo
islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace
exactamente diez años sostuve en mi ensayo La
sociedad del cansanciola
tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia
el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del
enemigo. Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad
organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de
fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de
mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos
umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la
promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por
todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o
del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del
enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como
exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de
comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra
sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros
deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la
autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad
del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.
Umbrales
inmunológicos y cierre de fronteras.
Pues
bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a
causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de
pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar
fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros
mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El
pánico desmedido en vista del virus es una reacción inmunitaria
social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacción inmunitaria
es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una
sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el
virus se percibe como un terror permanente.
Pero
hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver con
la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La
realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que
también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura
del “me gusta”, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la
época posfáctica de las fake
newsy
los deepfakessurge
una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y
no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad,
la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo.
La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en
función de esta conmoción por la realidad.
La
reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia
Es
además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos.
Las convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea
muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del
índice bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos
emisores ha generado en los últimos años un pánico reprimido que
estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más
que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el
pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto
el miedo a sí mismo. El crash se
podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo
sea el preludio de un crash mucho
mayor.
Žižek
afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y
evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer
caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá.
China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo
de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su
sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo
continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán
pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es
posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial
digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción
es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de
gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida
a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en
Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este
virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino.
Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de
excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus
habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió
del todo.
El
virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a
producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus
nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo
fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia
supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias
mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad
distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución
en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una
revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN,
quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo
destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad,
para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello
planeta.
Byung-Chul
Han es
un filósofo y ensayista surcoreano que imparte clases en la
Universidad de las Artes de Berlín. Autor, entre otras obras, de ‘La
sociedad del cansancio’, publicó hace un año ‘Loa a la tierra’,
en la editorial Herder.
El
gobierno nacional conformó una mesa de trabajo interministerial para
asistir a los argentinos en el exterior, y planificar "de manera
gradual y segura" sus regresos ante la ampliación al cierre
de fronteras, puertos, aeropuertos y pasos internacionales que
comenzó a regir este viernes, de acuerdo con lo dispuesto por el
Decreto 313/2020
firmado por el presidente Alberto Fernández.
Así lo informó Presidencia a través de un comunicado en el que señaló que se le dará "prioridad" a personas en situaciones de riesgos de salud "en los eventuales vuelos especiales de carácter humanitario".
Allí, se explica que una mesa de trabajo interministerial "analizará caso por caso la asistencia, permanencia y regreso de los ciudadanos argentinos que aún se encuentran en el exterior y desean retornar!, y se consigna que, de esta manera, "el Ejecutivo planifica de manera gradual y segura la vuelta de los ciudadanos argentinos a través de todos sus pasos fronterizos".
En ese marco, se señala que "la Cancillería y el Ministerio del Interior, a través de la Dirección Nacional de Migraciones, conformaron un registro de las personas en situaciones de riesgo de salud, a quienes se dará prioridad en los eventuales vuelos especiales de carácter humanitario".
Así lo informó Presidencia a través de un comunicado en el que señaló que se le dará "prioridad" a personas en situaciones de riesgos de salud "en los eventuales vuelos especiales de carácter humanitario".
Allí, se explica que una mesa de trabajo interministerial "analizará caso por caso la asistencia, permanencia y regreso de los ciudadanos argentinos que aún se encuentran en el exterior y desean retornar!, y se consigna que, de esta manera, "el Ejecutivo planifica de manera gradual y segura la vuelta de los ciudadanos argentinos a través de todos sus pasos fronterizos".
En ese marco, se señala que "la Cancillería y el Ministerio del Interior, a través de la Dirección Nacional de Migraciones, conformaron un registro de las personas en situaciones de riesgo de salud, a quienes se dará prioridad en los eventuales vuelos especiales de carácter humanitario".
En
el marco de este operativo, el Ministerio de Salud de la Nación será
el "encargado de determinar, en base a las condiciones de riesgo
médico y sanitario, las prioridades para su retorno".
Asimismo, se indicó que "la cartera de Transporte, a través de la aerolínea de bandera, Aerolíneas Argentinas, dispondrá de las medidas logísticas para traer al país a las personas exceptuadas del decreto 313/2020, que dispuso el cierre de fronteras".
Al hacer referencia a los fundamentos de la decisión de ampliar el cierre de fronteras que se encontraba vigente, la Presidencia consignó que, "en un trabajo conjunto, la Cancillería y los Ministerios de Interior, de Transporte, Seguridad y de Salud evaluaron el riesgo que representa el ingreso de argentinos procedentes de países con alta circulación de Covid-19, ya que los mismos tienen una alta posibilidad de portar el virus y convertirse en una fuente disparadora de la curva de contagios".
"El decreto que dispuso el cierre de fronteras destaca -prosigue el texto- que el objetivo principal del Gobierno es preservar la salud de sus 44 millones de habitantes y, al mismo tiempo, organizar el regreso al país de quienes están en el exterior, sin que ello intervenga con la estrategia sanitaria que se viene llevando adelante desde el inicio de la pandemia".
Asimismo, se indicó que "la cartera de Transporte, a través de la aerolínea de bandera, Aerolíneas Argentinas, dispondrá de las medidas logísticas para traer al país a las personas exceptuadas del decreto 313/2020, que dispuso el cierre de fronteras".
Al hacer referencia a los fundamentos de la decisión de ampliar el cierre de fronteras que se encontraba vigente, la Presidencia consignó que, "en un trabajo conjunto, la Cancillería y los Ministerios de Interior, de Transporte, Seguridad y de Salud evaluaron el riesgo que representa el ingreso de argentinos procedentes de países con alta circulación de Covid-19, ya que los mismos tienen una alta posibilidad de portar el virus y convertirse en una fuente disparadora de la curva de contagios".
"El decreto que dispuso el cierre de fronteras destaca -prosigue el texto- que el objetivo principal del Gobierno es preservar la salud de sus 44 millones de habitantes y, al mismo tiempo, organizar el regreso al país de quienes están en el exterior, sin que ello intervenga con la estrategia sanitaria que se viene llevando adelante desde el inicio de la pandemia".
(
https://www.telam.com.ar/notas/202003/445212-gobierno-regreso-argentinos-exterior-plan-seguro.html
)
Un
ejemplo mas (… Y van …) de que el Estado se torna imprescindible
allí dónde el negocio privado pierde humanidad y sensibilidad y
privilegia los números y resultados económicos a los servicios
comunitarios y productivos que realiza en función de las necesidades
de las comunidades humanas en el planeta.
Muchos
de los Argentinos varados en el exterior que ahora reclaman la
intervención del Estado y aplauden al personal de Aerolineas
Argentinas en los vuelos en los que se les permitió regresar al
país, son los mismos que cuestionarion la estatización y el gasto
que supuso y sostenían la no necesidad de contar con una aerolíneas
de bandera … Como sucede casi siempre, los defensores del libre
comercio y el negocio privado, dejan de serlo cuándo las necesidades
colectivas les abarcan e incluyen y se imponen a sus intereses
mezquinos y avaros.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
Imagenes:
(1) Juan Manual Blandes fue un pintor uruguayo, residente en Buenos Aires
y retrató la epidemia por medio de esta obra. En ella, se aprecia a
los médicos José Roque Pérez y Manuel Argerich (ambos víctimas de
la epidemia) en el inquilinato de la calle Balcarce 384, observando a
una joven mujer muerta por la fiebre amarilla. Se destaca la
sensibilidad del autor al incorporar al hijo o hija de la mujer, al
lado del cadáver de su madre.
Desde
Centro Metodista de Estudios Wesleyanos
(2) Ilustración de Federico Raiman en el Tweet de Soledad Ferrari
( https://twitter.com/FerrariSole1/status/1240468840015896578 )
Comentarios
Publicar un comentario