Jueves 5 de marzo de 2020

Un poco en serio ...

Aunque viene de la sociología a Sol Montero la apasionan el misterio de los liderazgos, el secreto de la representación y la construcción de escenas políticas. Tal vez por esa pasión no se siente plenamente socióloga, lingüista o politóloga: los trabajos de Emilio de Ípola, Eliseo Verón, Ernesto Laclau u Oswald Ducrot la convencieron de que aquellos fenómenos no pueden ser abordados desde una única disciplina. Hay algo de lo simbólico, de lo performativo, de la construcción de un orden, de la puesta en escena de lo político que se ve mejor desde una rotonda de disciplinas. En este reportaje Montero habla del análisis del discurso y lo pone en movimiento: explica los desplazamientos discursivos recientes, conceptualiza una narrativa de generaciones, se refiere a la tentación de la Argentina torcuatista y a su anhelo de un peronismo en clave progresista.

Para pensar la política, ¿por qué es importante analizar los discursos? O dicho de otro modo, ¿de qué le sirve a la política el análisis de discursos?


Como toda disciplina, a veces el análisis del discurso puede volverse muy técnico y proveer solo un set de herramientas. Pero a mí me gusta pensarlo, más que como algo instrumental, como un prisma, un punto de vista, un posicionamiento epistemológico. El análisis del discurso desde sus inicios se pregunta por la eficacia material de los discursos. Es decir que no hay un plano verdadero y empírico, que sería “la realidad”, y otro más ideal, volátil e inaprehensible que sería el de los discursos, sino que los discursos son materiales y se cristalizan en los cuerpos, en las leyes, en las prácticas. No hay práctica social que no sea discursiva. Esto hoy parece una verdad de perogrullo pero no lo es tanto cuando vemos hasta qué punto se usa el argumento del “relato” versus la “verdad de las cosas”.
La idea de relato o de ficción como mentira.

Claro. Después está la cuestión del sujeto que habla, que según el análisis del discurso no es totalmente libre ni dueño de sí: está determinado, primero por la lengua y después por las ideologías, el inconsciente y la historia. No habla solo, como si fuera un Adán: su palabra está atravesada por capas de voces que lo preceden y lo rodean: la polifonía es constitutiva y la memoria está inscrita en el lenguaje. Por último, la idea de que las palabras son inherentemente argumentativas: ellas vehiculizan, sin que lo decidamos, sentidos argumentativos, lugares comunes y elementos dóxicos que nos atraviesan a nuestro pesar. Para desactivar esos discursos cristalizados podemos desplegar estrategias polémicas que son muy elaboradas y poner sus sentidos en disputa, pero, nuevamente, esos sentidos nos constriñen de una u otra forma.

En una nota sostuviste que vivimos en la era de la relatocracia. Decís que “es imposible escapar al relato, por más que el propio discurso se figure como absolutamente fiel a los ‘hechos’”. ¿Por qué?

Primero, porque la dimensión narrativa es constitutiva de la experiencia humana y hace a la identidad. Crecemos escuchando historias (familiares, literarias, míticas) que le dan un sentido temporo-espacial a nuestro paso por el mundo.Y después por lo que decía antes, que no hay una dimensión “de los hechos” que tenga predominancia ontológica por sobre la dimensión discursiva. Es al revés: lo discursivo da forma y sentido a la experiencia. Por ejemplo, en ese spot de Macri donde él decía “esto no es relato, esto es cemento, es duro y rugoso” hay toda una representación discursiva según la cual el cemento es duro y por lo tanto verdadero, y eso se funda en mini-historias de gente que aprecia y se beneficia del cemento y las obras, como una especie de argumento por el ejemplo. Esa acumulacion de microhistorias proporciona toda una trama narrativa acerca de, por caso, la superioridad de la infraestructura por sobre otras dimensiones de la vida política. Lo que me parece sintomático y gracioso es que, como la lengua domina, en la idea de que el cemento es “rugoso” hay una especie de reconocimiento inconsciente de que incluso lo más “concreto” tiene pliegues y grietas…
¿Hubo un desplazamiento en el discurso del kirchnerismo?

En el último gobierno de Cristina Kirchner se habló de un “vamos por todo” y ahora se repite como mantra “es con todos”.
Veo desplazamientos muy grandes en el campo del kirchnerismo/peronismo, que se da en varios planos. Hay un movimiento gramsciano en esta etapa inicial del Frente de Todos que muestra un reconocimiento de que hay que articular y ganar adhesiones persuadiendo, sin imponer verdades o adoctrinar.
Persuadir no es sumar argumentos mecánicamente, es escuchar al otro e incorporar sus puntos de vista, conocer bien al adversario, masticar y deglutir sus visiones.
¿Dónde ves eso?

En el plano de la consideración del adversario: al menos en la campaña, el Frente de Todos desde las cúpulas dejó de pensar al otro en términos esencialistas y morales: ya no se trata de señalar e incluso denunciar al adversario por ser quien es. Es adversario aquel que no se sume a esta estrategia agregativa, y ciertos sectores concentrados (sectores financieros, capital transnacional) cuyos intereses son estructuralmente contrarios el modelo de desarrollo que se intenta pensar. Y en el programa de Alberto Fernández aparece un modelo alternativo, superador pero alternativo: no se presenta como la única opción posible, escapa al discurso antipolítico de que “no hay alternativa”.

Hablaste de persuadir y de incorporar puntos de vista. ¿Y los conflictos?

No desdeñan su existencia, pero son pensados como cuestiones a procesar institucionalmente, no como fracturas eternas e irreconciliables. Y en la lectura de la sociedad creo que también hay desplazamientos: el Frente de Todos no busca dirigirse a una sociedad politizada, con ideas preconcebidas y ya sabidas sobre cuáles son las batallas a dar, ni pretende pensar en un pueblo-uno poseedor de la alegría y la verdad, sino que le habla a una sociedad dañada, resiliente y plural. En el relato del pasado veo un gran cambio también: se pasó de la impronta setentista a una valoración de la experiencia democrática de los 80 y a una relectura de los 90, que el peronismo se debe. Veo (quizás también espero) un (nuevo) proceso de renovación del peronismo en clave progresista. Ahora: la pregunta es ¿por qué esta vez habría de salir bien?
¿Hubo un desplazamiento en el discurso del macrismo? Pasaron del “sí se puede” obamista al conocido “vamos a volver”.


Dentro del macrismo no veo desplazamientos significativos, más allá de los cambios en las estrategias de campaña, que sí fueron visibles y forzados por las circunstancias (pasaron de querer ganar a querer seguir existiendo como fuerza representativa). Pero no hubo un cambio en el modo en que conciben a la sociedad y al adversario, y creo que eso en parte explica su derrota: la política y las sociedades no se pueden tratar como una receta de cocina. Polarización, grieta, moralización y exclusión del adversario del campo de lo legítimo, exaltación de la alegría infundamentada, rechazo a lo público y al Estado, miedo al otro, desprecio al pobre, al excluido, al inmigrante.

La misma receta en 2015 y en 2019. Yo creo que no es que haya cambiado la sociedad, las preferencias están bastante estructuradas como demuestran los especialistas en comportamiento electoral: cambiaron las circunstancias y prioridades (económicas en primer lugar) y cambió el peronismo, al menos por ahora. Si el peronismo logra despegarse de ese hombre de paja que se ha construido sobre él, a veces con fundamentos (el de ser una fuerza corrupta, personalista, autoritaria) quizás logre estabilizarse e incluso captar adherentes del centro.

En otra nota hablaste de una “narrativa de generaciones” ¿Qué sería eso?

El kirchnerismo se construyó a sí mismo en gran medida como una continuación viva de la generación de los militantes setentistas, de esa “generación diezmada” de la que hablaba Néstor. Eso es un modo de construir narrativamente la propia identidad política: la lectura sobre el pasado podría anclar en distintos linajes y el kirchnerismo en sus inicios eligió ese. Despues Cristina intentó construir otras cronologías. Como muestra Camila Perochena en su tesis, elaboró una lectura del pasado de más largo alcance. Y como muestra Irene Gindin, también en su tesis, propuso un nuevo marco de referencia generacional: la “generación del Bicentenario”, los jóvenes y los que se pueden llamar plenamente kirchneristas.
También hablás de una “generación del 83”

Pienso que Alberto no se siente representado por esas generaciones: él es de la generación del 83, allí empezó su vida política, y en muchos momentos ha manifestado su deuda con la herencia alfonsinista. Luego pasó por el peronismo renovador, por el duhaldismo y después por el kirchnerismo pre-2008. El hilo que, creo, se traza entre todas esas experiencias es el del pragmatismo político, el de una fuerza que puede y sabe articular intereses y tomar decisiones en momentos de crisis terminal, menos ideológico y más preocupado por recomponer. En el 83, en el 89, en el 2003, en esos tres momentos que Alberto señala en su relato sobre el pasado, fue necesario recomponer la democracia misma, el orden económico, la autoridad presidencial, los lazos sociales.
En las elecciones el noventa por ciento del electorado se repartió entre dos opciones. Eso provocó que se hable de la probable emergencia de un bipartidismo fuerte alla Di Tella. Teniendo en cuenta el contexto económico internacional, el contexto político regional y la composición del Frente de Todos, ¿no es apresurada esta partida de nacimiento de la Argentina torcuatista?

Creo que los analistas hace varios años que vienen celebrando que al fin llegó la Argentina torcuatista, como si quisiéramos dejar de ser una anomalía y estabilizarnos finalmente en un sistema bipartidario con dos polos, uno de centroderecha –que por fin adquirió forma partidaria– y uno de centroizquierda, que sería el peronismo, ya depurado de componentes más ortodoxos. Pero hay dos cosas. Cuando Torcuato escribió ese artículo hablaba del aspecto ideológico y sociológico de los polos. Desde lo que fue nuestra experiencia de centroderecha lo ideológico puede verse claro: los clivajes son populismo versus República, transparencia versus corrupción, libertad versus autoritarismo. ¿Pero en lo sociológico a quién representaría Cambiemos? Tiene un 40% de votos de los cuales gran parte son ideológicos, como muestra Mario Riorda, porque sociológicamente no ha sabido atender a los intereses de ningún sector, ni de la industria nacional, ni de los sindicatos, ni de los movimientos sociales. Tiene al agro y a los sectores financieros, pero es un sector estrecho (aunque poderoso).
Di Tella anhelaba la existencia de un tipo de derecha democrática y liberal.

Pero ahora vemos que en el mundo, y en Latinoamérica, las derechas son cada vez menos liberales y democráticas, de modo que vale la pena preguntarse si es tan deseable que haya un 40% de población ideologizada y enojada buscando expresión electoral. Por eso digo que el desafío del Frente de Todos es fortalecer ese polo de centroizquierda disputando el repertorio liberal y republicano (y no renegando de esa dicotomía con la que el adversario intenta mapear la situación), ubicarse en el centro y minar a esa derecha que puede, si se sube a la ola mundial, ser poco democrática. Claro que para eso tendrá que ceder, probablemente las batallas sean más moderadas y menos épicas que en otras épocas, pero cuando lo que está en juego es el orden social y político, cualquier orden es mejor que el desorden absoluto, como diría Hobbes.

Peronismo y progresismo fueron durante las décadas de 1980 y 1990 por caminos separados. Durante el kirchnerismo el progresismo se bifurcó y una parte de ese campo apoyó a Cristina Kirchner. Sin embargo, la relación entre ambas identidades sigue en discusión. ¿No hay una contradicción en ese anhelo de un peronismo progresista?

Volviendo al principio, Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero escribieron en 1981 un texto muy honesto en el que planteaban, desde otro prisma, esto de la posible relación entre populismo y socialismo democrático. Para ellos no había continuidad posible, por el carácter organicista, personalista y estadocéntrico del peronismo. Ellos hablaban de aquel peronismo y de un socialismo en ciernes. Con los años lo que conocemos como socialdemocracia, que carece de bordes identitarios precisos, ese progresismo que tuvo su pico de popularidad a fines de los 90 como expresión del antimenemismo del que hablan Eduardo Minutella y Noel Álvarez en su libro, se volvió bastante antipopular o antipopulista, hizo énfasis en el antipersonalismo, en la transparencia, en valores plenamente liberales.
Con la llegada de Néstor Kirchner hubo un aggiornamiento del peronismo.

Si, en clave progre, con antecedente en el Peronismo Renovador y en la experiencia del Frente Amplio. Y después, el kirchnerismo, sobre todo tras 2008, tomó una deriva semejante a la que veían De Ípola y Portantiero a inicios de los 80. Yo coincido en que el peronismo tiene un afán totalizante, es polimorfo, contiene muchas fuerzas en tensión y tiende a expulsar al adversario o genera situaciones de fuerte polarización política. Pero no diría que ese es un rasgo inmutable sino histórico que tiene que ver también con las reacciones que genera, con los intereses que toca, con las preguntas que le hace a la sociedad. ¿Es justo que haya niños que no accedan a derechos elementales, es razonable que los jubilados no puedan comprar sus remedios, es aceptable que la mitad de los niños sean pobres? Son preguntas insoportables, nadie con mínimo sentido de justicia puede vivir con eso sin hacerse cargo.
¿Cambiemos hizo preguntas insoportables?

Cambiemos, sin ser peronista y autoproclamándose republicano, al final generó más adversidad y polarización que el kirchnerismo en su última etapa, sin siquiera hacerle preguntas interesantes a la sociedad –o al menos las abandonó rápido–. Es como la corriente artística de l’art pour l’art: la grieta por la grieta, sin fin ulterior, sin función social.

Las experiencias progresistas que mencionaste fueron más influyentes en el plano cultural que en el político o económico. Teniendo en cuenta la frágil situación económica que va a recibir Fernández, me gustaría que respondas la pregunta que te hacés sobre el peronismo en clave progresista: ¿por qué podría salir bien?

Quizás ha sido cultural en su expresión y en sus exponentes nacionales, sobre todo en los años 90. Pero creo que hay toda una filosofía política del progresismo, que tiene que ver con no abandonar el ideal de libertad y articularlo con la igualdad. El kirchnerismo ha tenido fases muy progresistas en ese sentido, en las que ha ampliado derechos sociales o civiles. Y también es cierto que mejorar las condiciones de vida de la población libera del yugo de la necesidad: tener una casa propia o un salario en blanco dignifica y da libertad, además de igualar. Hay toda un ala del actual Frente de Todos de raigambre progre, por sus valores no solo culturales sino políticos. Pero convive con otra ala, más ortodoxa, más verticalista, más hegemonista.
Entonces, ¿cómo imaginas a esta nueva versión del peronismo?
Como a esos domadores de caballos movedizos e impredecibles que se ven en el Festival de Jesús María. Sabe poner orden, lo valora, sabe capear tormentas y además transforma la realidad. Está esa amalgama, orden y progresismo le llama Martín Rodríguez, ¿no? El peronismo es y fue siempre transformador en el plano de la igualdad (de ahí su tendencia unanimista). Lo que muchas veces va en detrimento de la libertad, porque para crear equidad a alguien hay que sacarle. Articular esos dos valores es complejo y requiere de la voluntad de muchas fuerzas. No es magia, aunque tiene un elemento mágico que reside en la creencia, en la confianza que esas fuerzas tengan por ejemplo en el líder. Yo creo que la experiencia fallida de Cambiemos puede ser aleccionadora, y el miedo a los escenarios posibles de mayor autoritarismo también.

De la tragedia se emerge riendo ...

Ser objeto de negociación no es, sin duda, para un sujeto humano, una situación insólita, pese a la verborrea sobre la dignidad humana y los Derechos del Hombre. Cada quién, en cualquier instante y en todos los niveles, es negociable, ya que cualquier aprehensión un tanto seria de la estructura social nos revela el intercambio. El intercambio en cuestión es intercambio de individuos, es decir, los soportes sociales que son, además, lo que se llama sujetos, y en su caso al por mayor, por paquetes a los mismos sujetos, con todo lo que ello entraña de derechos sagrados a la autonomía, según dicen. Todos saben que la política es negociar, y en su caso al por mayor, por paquetes, a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles. La situación no tenía pues, a este respecto, nada de excepcional, si se descarta que el hecho de ser negociado por colega, y hasta alumnos, como lo llamé antes, recibe a veces, visto desde fuera otro nombre.



Pero si la verdad del sujeto, aún cuándo se halla en la posición del amo, no está en el mismo sino, como lo demuestra el análisis, en un objeto por naturaleza velado, hacer surgir este objeto es, propiamente, el elemento de lo cómico puro.

Creo oportuno señalar esta dimensión, y justamente desde donde puedo dar testimonio de ella, ya que, después de todo, quizá podría llegar a ser, en semejante ocasión objeto de una indebida reserva, de una especie de pudor, de que alguien diera fe de ella desde fuera. Desde dentro, puedo decirles que esta dimensión es cabalmente legítima, que puede vivírsela, desde el punto de vista analítico, y aún, a partir del momento en que se la percibe, de una manera que permite sobreponerse a ella -a saber, desde el ángulo del humor que, aquí, no es más que el reconocimiento de lo cómico.”


El texto de Lacan en su conferencia es, al comienzo, autoreferencial respecto a su expulsión de la comunidad psicoanalítica de la que formaba parte y en cuyo marco y nombre impartía sus clases.

Dicha expulsión le hace re-veer y re-plantear los porque y para que de la praxis psicoanalítica y de su propia interpretación de los aportes de Freud de los que obviamente se fue alejando produciendo su excomunión como el mismo autoproclama.

Hay allí en ese seminario 11 toda una praxis que entrevera su propia experiencia como sujeto analítico respecto de su praxis, pero que ademas, lo hace dentro de un marco institucional que le impone limites y le obliga a negociar sus interpretaciones.

De allí rescata la dimensión política dentro de sus interpretaciones…

De lo tragi-cómico en el discurso …

Volvió Macri … y dijo: “ “Para mí, algo mucho más peligroso que el coronavirus es el populismo. El populismo lleva a hipotecar el futuro. Compromete no solo el desarrollo sino el futuro básico de las comunidades. Además, ha desarrollado un sistema de decir que ellos son los que representan al pueblo”.

 Como si fuera poco, llegó a decir que los gobiernos populistas “necesitan gobernar sin contrapesos para poder imponer todas las arbitrariedades que niegan los avances del mundo y de la tecnología”. 

Fue en Guatemala, donde el Ingeniero participó del encuentro “Centroamérica, dramas y oportunidades, desafíos y soluciones”. Durante su ponencia, Macri se refirió a las tecnologías y a la lucha contra el populismo y “el relativismo moral, donde todo da lo mismo”. “Destruye la cultura del trabajo y respeto a la ley” vociferó Macri.

Olvidándose de los alamantes indicadores con los que finalizó su gobierno, Macri se preguntó:
¿Por qué fracasan los países?, ¿por qué tienen éxito los países? Porque se animan a la disrupción tecnológica, se animan a la competencia, a la transparencia. Todos son valores que tienen que estar y para eso nos tenemos que unir”.

Además, intentó instalar la añeja idea de que “las sociedades progresan cuando son meritocráticas” y aburrió con un discurso gastado y reminiscente de las dictaduras cívico-militares: “Nos quieren hacer creer que tiene el mismo derecho el delincuente que la víctima”.
( https://elagora.digital/macri-populismo-coronavirus/#.XmDWD-mvG0l )

La lógica de sus argumentos es transferir sus propias cargas. La hipoteca la genera una deuda desorbitada e impagable adquirida para especular y no para sentar bases de ningún desarrollo a futuro.

Se adjudica para si una representación moral de la que se sabe carece, para constituirse en representante de la meritocracia del trabajo, cuándo es precisamente el amo de los trabajadores en tanto empresario que gana con el esfuerzo del trabajador.

Y dentro de esa pretendida superioridad moral, obviamente establece las dimensiones superiores e inferiores que convierte a las personas en mejores o peores, víctimas o delincuentes, en tanto se sometan o no se sometan a esa moralidad meritocrática que hace a algunos dueños de la empresa y otros meros trabajadores a su servicio.

Los inmorales son los que no adhieren a las leyes que aseguran y garantizan tal estado de cosas. Es tan inmoral un ladrón como un populista garantista de los derechos humanos. De esa manera habilita el lawfare y la persecución ideológica que, además, insiste en atribuir como carga negativa a los populistas argumentando que son ellos y no su propio discurso, el que pretende una única mirada respecto a la dirección y el sentido de las acciones colectivas, de la política, la económia y de como se nutren estas de los desarrollos científicos y tecnológicos.

Al otro lado de la grieta …

Voy a ser implacable, esto tiene que parar, fundamentalmente porque no tiene lógica que los precios sigan subiendo. Y vamos a ser inflexibles con este tema", aseguró este miércoles el presidente Alberto Fernández en un discurso ante empresarios de distintos sectores en el almuerzo organizado por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp).

El mandatario ofreció una extensa exposición que abarcó la industrialización del país, generación de empleo, retenciones y deuda. Hizo una convocatoria a un consejo económico, llamando a todos los sectores a colaborar con la recuperación. “Tenemos muchos elementos para crecer, tenemos el campo, tenemos la industria, tenemos Vaca Muerta, tenemos el sector gasífero, tenemos el sector petrolero”, ejemplificó.
De todos modos, aclaró que no hará lugar a especulaciones en materia de precios. “Hemos ayudado a toda la producción a empezar a recuperarse, lo hicimos frenando las tarifas de luz y de gas y los aumentos de combustibles, abriendo el crédito nuevamente; no es posible que con todo eso los precios sigan subiendo”, dijo.
En el encuentro había empresarios del sector agropecuario, industria, servicios, comercio, bancos, mercados bursátiles, entre otros. La presencia de Alberto era esperada en ese ámbito.

Empresarios

Si bien con algunos sectores venía trabajando directamente, como con la cadena alimenticia –algo que hizo notar en su discurso- o con los industriales enrolados en la UIA, aguardaban algunas definiciones para el sector. El primer guiño fue para el titular de la UIA, Miguel Acevedo, quien cumplía años. “Feliz cumpleaños, Miguel querido, feliz cumpleaños, de verdad”.

En el encuentro estuvieron Daniel Funes de Rioja, presidente del Cycip; Acevedo, de la UIA; Daniel Pellegrina, de la Sociedad Rural Argentina; Eduardo Eurnekian de la Cámara Argentina de Comercio; Julio Crivelli, de la Cámara Argentina de la Construcción; Adelmo Gabbi, de la Bolsa de Comercio porteña; Javier Bolzico, de la Asociación de Bancos Argentinos y Eduardo Macchiavello, de la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos, entre otros.

Fernández hizo una breve introducción que dejó en claro hacia dónde iría su exposición, al referirse a un interés que debería coincidir con el del público. “Estoy hablando con gente que valoran mucho más la producción que la especulación, que en verdad, lo que necesitan son reglas claras para invertir, para dar trabajo, para producir, para exportar y para ganar dinero, que es lo que hacen los empresarios y eso está muy bien”, aseguró. 

Aclaró que por la senda que se iba con la anterior gestión pasaba exactamente lo contrario. “Había una política donde claramente la especulación financiera era mucho más importante”, afirmó .

Jugar con fuego

Luego ofreció la primera y única metáfora que se permitió, como una manera de despegarse de lo que fue el cúmulo de imágenes que utilizaba el macrismo para explicar lo inexplicable. “Esta vez frenamos el colectivo al borde del precipicio, (pero) no juguemos más con fuego, hagamos las cosas bien", fueron las palabras del jefe de Estado que antecedieron al primer pedido del mediodía. 



"Cuando yo hago hincapié, ante gente de la empresa, ante empresarios, ante el sector que mejor está en la sociedad, en el sentido de que está en una posición más cómoda que los otros, lo hago porque nosotros todos no podemos vivir en una sociedad donde vemos que el hambre va consumiendo a vastos sectores y seguir impávidos como si eso no ocurriera”, sostuvo en línea con su mirada de repartir esfuerzos entre los que más pueden.
Rápidamente pasó del pedido al agradecimiento y disparó la primera tanda de aplauso durante su alocución. “Mis primeras palabras son de gratitud, porque en esa mesa, la COPAL y algunos empresarios se han involucrado directamente y los sectores del campo se han involucrado para terminar con el hambre en la Argentina. Lo que le pido a todos es que no dejen de involucrarse”, afirmó Fernández.

Deuda

El nivel de endeudamiento que tenemos condiciona mucho nuestro desarrollo. Este año debemos pagar 43 mil millones de dólares dee capital,  además de 14 mil millones de intereses. Increíble, incomprensible, inadmisible que esto haya pasado”, se quejó. 
Prometió terminar “de una vez y para siempre con el endeudamiento como solución de los problemas fiscales que tiene la Argentina”. Reiteró que el problema, además de la cantidad emitida, es el corto tiempo de repago al que se comprometió el macrismo al tomar fondos en el exterior. Ahora el país enfrenta un proceso de reestructuración que ya cuenta con el aval del Fondo. 

Lo que hice en mis primeros meses es explicarle al mundo la insostenibilidad de la deuda y el mundo lo entendió y el que primero lo entendió fue el Fondo Monetario Internacional, que hizo propio aquello que nosotros veníamos repitiendo”, resaltó.

Ahora bien, nosotros con el consenso de las naciones podremos ir resolviendo los problemas de la deuda, pero después queda el desafío de crecer, que ese es nuestro desafío, no es el desafío de los otros, y para eso nosotros estamos trabajando”, aclaró.

Esto le dio el pie para volver a pedir apoyo al sector empresario, entre solicitudes, amenazas y agradecimiento. “Valoro mucho que las asociaciones del campo hayan aceptado y tomado a bien la propuesta que hicimos cuando les pedimos que uno de 25 cultivos suban las retenciones, y les hemos demostrado que dialogando podemos hacer las cosas bien”, sentenció. 

Ningún país puede avanzar peleándose entre todos, ninguno, tiene que haber un punto de equilibrio donde todos se sientan que ganan”, agregó.

A la industria le reiteró que será implacable contra los abusos especulativos y les pidió responsabilidad. “El sector alimenticio tiene que hacer una revisión de lo que está pasando, nosotros hemos ayudado a toda la producción a empezar a recuperarse, lo hicimos frenando las tarifas de luz y de gas; lo hicimos frenando el aumento de combustibles; lo hicimos abriendo el crédito nuevamente del Banco Nación y del Banco Provincia: no es posible que con todo eso los precios sigan subiendo”, apuntó Alberto Fernández.


Se trata entonces de política, se trata de negociar … el asunto es si las negociaciones discurren en los relatos que se imponen a si mismos como “amos” o si alguno interpreta el decir callado del pueblo y de las voces de aquellos a quienes se intenta “excomulgar”.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

PD: Las ilustraciones que acompañan el presente texto son del Artista y escultor Eduardo Azuaje. Su presentación “Sin cordero de Dios”, nos invita a explorar las dimensiones insospechadas de la muerte, entendidas como una consecuencia directa de la violencia en sus diversos estados, naturalezas y manifestaciones en las sociedades contemporáneas. La muerte ha sido materia de estudio y preocupación desde el mismo momento que ha tenido conciencia de su existencia, de comprender que la extinción forma parte de la condición humana de que somos seres finitos. “seres para la muerte” , como diría Heidegger.


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