≃≃≃II El Capitalismo y la maldita economía≃≃≃

El horizonte económico que los ministros de Hacienda y los gobernadores de bancos centrales del Grupo de los Veinte países industrializados y de mercados emergentes (G-20) analizaron en el fin de semana del 20 al 24 de Febrero en la ciudad de Riad (Arabía Saudita) es incierto.



Tras el decepcionante crecimiento en 2019, comenzamos a ver indicios de que la economía mundial se está estabilizando y los riesgos se están reduciendo, incluida la Fase 1 del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China. En enero, el FMI proyectó que el crecimiento económico se fortalecerá, de 2,9% en 2019, a 3,3% en 2020 y 3,4% en 2021. Este aumento que se prevé del crecimiento está sujeto a la mejora del desempeño en algunas economías de mercados emergentes y en desarrollo.

Las políticas monetarias y fiscales también han estado desempeñando su papel. De hecho, el año pasado la aplicación de una política monetaria más expansiva agregó aproximadamente 0,5 puntos porcentuales al crecimiento mundial. Cuarenta y nueve bancos centrales recortaron 71 veces sus tasas de interés como parte de la iniciativa de flexibilización monetaria más sincronizada desde la crisis financiera mundial.

Pero la economía mundial dista mucho de hallarse en tierra firme. Si bien algunas incertidumbres se han disipado, han surgido algunas nuevas. La verdad es que la incertidumbre se está convirtiendo en la “nueva normalidad”.

El coronavirus es nuestra incertidumbre más apremiante: una emergencia sanitaria internacional que no habíamos previsto en enero. Es un recordatorio sombrío de la forma en que acontecimientos imprevistos pueden poner en peligro una reactivación frágil. Los escenarios hipotéticos, que dependen de la velocidad con que se pueda contener la propagación del virus, son varios. Si las perturbaciones provocadas por el virus se disipan rápidamente, prevemos que la economía china repunte pronto. El resultado sería una caída acusada del crecimiento del PIB en China en el primer trimestre de 2020, pero solo una leve reducción para el conjunto del año. Los efectos de contagio en otros países seguirán siendo de alcance relativamente reducido y de corta duración, principalmente a través de trastornos temporales de la cadena de suministro, el turismo y las restricciones a los viajes.

No obstante, un brote más grave y de larga duración se traducirá en una desaceleración más acusada y prolongada del crecimiento en China. Su impacto mundial se verá amplificado por trastornos más sustanciales de la cadena de suministro y por una caída más persistente de la confianza de los inversionistas, especialmente si la epidemia se extiende más allá de China.

Sin embargo, incluso en los escenarios más positivos, se proyecta que la tasa mundial de crecimiento seguirá siendo reducida en demasiadas regiones del mundo. Y a mediano plazo, se prevé que crecimiento económico se mantenga por debajo de los promedios históricos. En este contexto, si bien algunas incertidumbres, como las enfermedades, están fuera de nuestro control, no deberíamos crear nuevas incertidumbres donde podemos evitarlo.

Creo que hay tres ámbitos en los que los ministros de Hacienda y los gobernadores de bancos centrales pueden avanzar al brindar más certeza a las medidas futuras durante las reuniones del G-20 en Arabia Saudita: el comercio, el clima y la desigualdad.

Construir un mejor sistema comercial mundial

La Fase 1 del acuerdo comercial entre Estados Unidos China eliminó algunas de las consecuencias negativas inmediatas para el crecimiento económico mundial. Nuestras estimaciones indican que en 2020 el acuerdo reducirá el lastre de las tensiones comerciales sobre el nivel del PIB en 0,2%, cifra equivalente a la cuarta parte del impacto total.

¿Por qué no una reducción mayor? El acuerdo incluye solo una pequeña proporción de los aranceles impuestos recientemente y dispone aumentos mínimos de las importaciones chinas procedentes de Estados Unidos. Estos tipos de acuerdos comerciales bilaterales dirigidos podrían distorsionar el comercio y la inversión y, paralelamente, perjudicar el crecimiento mundial. De hecho, según nuestras estimaciones, las disposiciones de comercio dirigido imponen un costo de casi USD 100.000 millones sobre la economía mundial.

Asimismo, hay preocupaciones más amplias. El acuerdo no aborda muchos de los temas subyacentes entre China y Estados Unidos. Además, el mundo necesita un sistema comercial mundial moderno, capaz de liberar el pleno potencial de los servicios y el comercio electrónico y, al mismo tiempo, proteger los derechos de propiedad intelectual.

Y abordar el comercio exterior es solo un comienzo. La economía mundial seguirá enfrentándose a shocks de gran alcance si no logramos hacer frente a otro reto global urgente: el cambio climático.

Encarar nuestra crisis climática

El costo humano del cambio climático nos confronta todos los días. Recordemos los recientes incendios en Australia. Los costos económicos también nos confrontan. Permítanme un solo ejemplo: los daños del huracán María ascendieron a más del 200% del PIB de Dominica y a más del 60% del PIB de Puerto Rico.

Según estimaciones del personal técnico del FMI divulgadas hoy, una catástrofe natural típica relacionada con el clima reduce el crecimiento del país afectado 0,4 puntos porcentuales, en promedio, en el año en que ocurre.

Asimismo, este tipo de eventos se está volviendo cada vez más frecuente, sobre todo en los países más pobres y en aquellos con menos capacidad para hacer frente a su impacto.
¿Qué medidas pueden adoptar las autoridades económicas?

Mitigación y adaptación.

Según proyecciones de un estudio reciente del personal del FMI , la demanda global de petróleo alcanzará su máximo nivel en las próximas décadas. Por ese motivo, el Consejo de Cooperación del Golfo, y todos los integrantes del G-20, tienen razón en prestar mayor atención en encontrar el camino hacia la diversificación. Las inversiones en energía limpia e infraestructura resiliente pueden reportar lo que denomino un dividendo triple: reducen las pérdidas futuras, generan avances de innovación y crean nuevas oportunidades para los más necesitados.

Los ingresos adicionales que generen los impuestos al carbono, por ejemplo, podrían destinarse a reducir otros gravámenes, financiar la asistencia a hogares afectados o sufragar gastos que pueden contribuir a cerrar algunas de las brechas en nuestras sociedades. Para los países y las comunidades que corren mayor riesgo de desastres climáticos, invertir en adaptación es a la vez urgente y eficaz en función de los costos. Los análisis de la Comisión Mundial de Adaptación apuntan a que los beneficios de estas inversiones podrían contrarrestar con creces su costo.

Esto nos lleva al tercer y último ámbito en que el G-20 debe centrar la atención: reducir la desigualdad.

Reducir la desigualdad



En muchos de los países de la OCDE y el G-20, las desigualdades de ingreso y riqueza siguen siendo persistentemente pronunciadas. Se observa una significativa brecha de oportunidades en los ámbitos del género, la edad y la geografía. Sabemos que estas brechas pueden transformarse rápidamente en divisiones que fomentan la incertidumbre acerca del futuro, la desconfianza en los gobiernos y, en última instancia, contribuyen al descontento social. Esta semana, los ministros pueden volver a centrar la atención en elevar los niveles de vida y crear empleos mejor remunerados.

En apoyo al G-20, el FMI, en colaboración con el Banco Mundial, está identificando ámbitos clave en que podría ampliarse el acceso a oportunidades. En particular, invertir en una educación de alta calidad, I+D y digitalización. Este es el momento. El entorno actual de bajas tasas de interés significa que algunos responsables de la formulación de la política económica cuentan quizá con recursos adicionales que gastar. Evidentemente, ese consejo no funcionará en todas partes. En muchos países, la deuda pública alcanza niveles casi sin precedentes. Por lo tanto, en países en que la relación entre la deuda y el PIB es elevada, sigue justificándose la moderación fiscal.

No obstante, de ser necesario reducir déficit, siempre se debe proceder protegiendo el gasto social esencial. De esa forma, los países pueden ampliar el acceso a las oportunidades para todos y sentar bases más sólidas en sus economías.

Conclusión

En el siglo XIV, el pensador e historiador árabe Ibn Khaldun escribió sobre el concepto de la fuerza en la solidaridad y el poder del propósito común. Describió el vínculo entre las personas que puede formar una comunidad. Espero que durante las reuniones esta semana en Arabia Saudita, los ministros y gobernadores del G-20 tengan presente la sabiduría de Ibn Khaldun. Trabajando juntos podemos adoptar las medidas necesarias para reducir la incertidumbre y reforzar los cimientos de la economía mundial.

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Las principales economías de América Latina, que en los últimos tiempos vienen sufriendo una merma en sus previsiones económicas iniciales a medida que van pasando los meses, también sentirán la ralentización global. México, pese a no ser un gran exportador de materias primas y tener una economía mucho más conectada a Estados Unidos que al gigante asiático, crecerá solo un 0,7% en 2020, cinco décimas menos de lo que proyectaba la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Y Argentina, inmersa en una fuerte crisis interna y en plena renegociación de su deuda con el Fondo Monetario y con los grandes bonistas privados, decrecerá un 2%, tres décimas más de lo previsto en noviembre pasado. Brasil, entretanto, se queda como estaba: su economía se expandirá un 1,7%, en línea con lo previsto hasta ahora. De ellas, con todo, solo Brasil está entre las economías latinoamericanas más expuestas al coronavirus, una clasificación que lideran Chile y Perú, por el cobre, y en la que también se encuentra Ecuador.

El recorte en el crecimiento de la segunda y la tercera economías de la región está entre los mayores tijeretazos aplicados este lunes por el organismo con sede en París. Solo reduce más su proyección para 2020 en China —el país del que es originario el SARS-CoV-2 y donde más fuerte ha sido el golpe, tanto en lo humano como en lo económico—, que crecerá ocho décimas menos hasta el 4,9%, y en una Sudáfrica muy dependiente de la exportación de productos básicos, uno de los principales canales de transmisión económica del brote, que se expandirá solo un 0,6% este año. A continuación vienen México y Australia —una economía muy vinculada a lo que ocurra en Asia-Pacífico y, especialmente, en China—, con un 0,5% a la baja, lo mismo que se espera para el G20 en su conjunto. En el caso de Argentina, la rebaja es igual a la aplicada en Turquía, en Francia o en Canadá. Pero mucho tendrán que cambiar las cosas para no ser, un año más, el único país de la OCDE que decrezca en 2020: el año pasado solo México se sumó, por poco (-0,1%), a ese grupo.

La foto fija del think tank de las economías avanzadas poco varía en 2021 para las tres grandes de América Latina. La OCDE proyecta un crecimiento del 1,8% para Brasil, en línea con lo previsto hasta ahora, y del 0,7% para una Argentina que empezará a ver la luz al final del siempre eterno túnel de la recesión, el rescate y la inflación sin freno. México, en cambio, sí ve mermado su crecimiento: pasa del 1,6% al 1,4%, formando parte además del pequeño grupo de países —el Reino Unido posBrexit, con todo lo que eso conlleva; India, que no termina de levantar cabeza; Rusia, muy vinculada al mercado petrolero y de minerales, que no pasa sus mejores días por el coronavirus; y Sudáfrica— que ven mermada su proyección tanto este año como el próximo.

El brote de coronavirus [con casi 90.000 contagios, a estas alturas] ya ha traído un sufrimiento humano considerable y una gran disrupción económica. Las consecuencias adversas en otros países son significativas, incluida la disrupción directa de las cadenas globales de valor, una menor demanda de bienes y servicios importados, y un amplio declive en el turismo y en los viajes de negocios”, subrayan los técnicos de la OCDE en su revisión de este lunes al tiempo que recuerdan que la amplificación económica del virus de Wuhan es mayor que la del SARS en 2003 porque “la economía global está sustancialmente más conectada y China juega un papel global más importante en el PIB, el comercio, el turismo y los mercados de materias primas”. Con todo, los economistas del organismo advierten de que un cierto parón de la economía mundial ya se percibía antes de que el coronavirus hiciese acto de presencia. “El comercio global estaba débil, la producción industrial continuó estancándose a finales de 2019 y el aumento del consumo perdió fuerza a pesar de la mejora del mercado de trabajo”, con la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China como un factor “importante” detrás de esta tendencia a la atonía.

Si cualquier previsión económica está, siempre, sujeta a un alto grado de incertidumbre, en este caso esta es aún mayor. “Las perspectivas son muy inciertas”, reconoce la OCDE. “Están basadas en la asunción de que la epidemia toca su máximo en China en el primer trimestre de 2020, con una recuperación gradual a lo largo del segundo gracias a las políticas domésticas expansivas [monetarias y fiscales]. Junto con el reciente deterioro marcado en las condiciones financieras globales, deprimirá el crecimiento del PIB en el tramo inicial del año, posiblemente incluso presionándolo por debajo de cero en el primer trimestre”. Según sus simulaciones, el virus puede restar hasta medio punto porcentual de crecimiento mundial este año. “Asumimos que los nuevos casos del virus en otros países serán esporádicos y contenidos. Si este no es el caso, el crecimiento global se debilitaría sustancialmente”.

Para el conjunto del bloque emergente, en el que están enmarcados las tres grandes economías latinoamericanas, la OCDE espera una recuperación “gradual aunque modesta” este año y el próximo, tras haber sufrido en carne propia los efectos de la guerra comercial entre EE UU y China. Sin embargo, para que se produzca un “repunte” será necesario “un impacto positivo de las reformas y del apoyo de la política monetaria en India y en Brasil, políticas bien enfocadas en México y en Turquía para impulsar el crecimiento sostenible y una recuperación gradual de los exportadores de materias primas más expuestos a la ralentización china”.

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La trampa de la deuda es perfecta. Mauricio Macri puede seguir con sus boberías en charlas informales viralizadas en la red o en discursos de pocas palabras que no dejan de sorprender por la sucesión de dislates que acumula. Pero más relevante que ironizar acerca de lo que dijo y seguirá diciendo, lo importante es señalar que sus cuatro años de gobierno dejaron la economía en una encrucijada sombría con el peso de la deuda como potente condicionante.

En el actual escenario de incertidumbre de la economía mundial, el contexto regional volcado a fuerzas políticas de derecha neoliberales y la situación local de recesión prolongada, las cuatro opciones de resolución de la deuda que se plantean no garantizarían en ninguna de ella una salida vigorosa del estado recesivo de la economía.

Uno de esos caminos ya fue descartado, que es seguir renovando parcialmente los vencimientos de la deuda en pesos y cancelar capital e intereses de los pasivos en dólares. Hacerlo con reservas y restricción fiscal, como ha estado sucediendo desde el 10 de diciembre, implicaría la sangría lenta y persistente de divisas y la prolongación del estancamiento de la economía acumulando crecientes tensiones sociales. 

 
Es una posibilidad inviable política y económicamente, y eso lo trasmitió con claridad Alberto Fernández como candidato y luego como Presidente.

Sin ocuparse del default virtual de Macri, las perspectivas de transitar un sendero de recuperación serían casi nulas. Las opciones que quedan entonces son la reestructuración liviana, otra audaz o el default abierto.

En estas semanas clave en el proceso de negociación del gobierno con los principales acreedores esos escenarios están abiertos. De todos modos, se debe saber que ninguna de esas resoluciones garantizará el comienzo de un ciclo de crecimiento sostenido como el que se registró con el default 2001 y posterior canje de deuda 2005. Esta es la fatalidad de la trampa que dejó Macri.

Números

Otro aspecto que merece puntualizarse cuando se habla de renegociación de la deuda es que no será por el total. Esta etapa alcanza el 37 por ciento que involucra a acreedores privados, con legislación nacional e internacional.

De esa porción, el más crítico es con los extranjeros que representa el 20 por ciento del total. Pero incluso dentro de esos bonos una parte puede ser que no pueda canjearse porque son los correspondientes a la reestructuración 2005 y 2010. Por lo tanto, la negociación más dura es por el 13 por ciento del total, que es la deuda emitida con legislación extranjera durante la gestión Macri.

El Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso) lo precisó en millones de dólares. Del total de la deuda de 320 mil millones, unos 42 mil millones son el frente más complicado (acreedores del exterior con legislación extranjera), y otros 24 mil millones son bonos de los canjes de los gobiernos kirchneristas. Los de legislación nacional suman unos 55 mil millones.

El decreto que se publicará en estos días informará qué tipos de bonos y montos quedarán involucrados en el canje y ese paquete no superará los 70 mil millones de dólares. O sea, como se mencionó arriba, no más del 22 por ciento del total de la deuda pública.

Ahora la batalla es por esa porción de la deuda; después vendrá el capítulo con el FMI por unos 45 mil millones de dólares.

Fondo Monetario




Otra parte de la deuda (125 mil millones de dólares) es con organismos públicos (FGS-Anses, Pami, Banco Central y otras entidades estatales) que será refinanciada sin ninguna dificultad, y otra (73 mil millones) es con organismos multilaterales (FMI, Club de París, Banco Mundial). La fuerte carga de este último pasivo corresponde al préstamo extraordinario entregado por el Fondo Monetario.

Ese crédito es otra faceta de la trampa de la deuda de Macri porque esos dólares sirvieron para cancelar bonos con privados, que disminuyeron el stock total de títulos argentinos en sus carteras de inversión, al tiempo que se incrementó las acreencias de organismos internacionales (en este caso, el FMI), en cuya renegociación sólo se puede aspirar a una extensión del plazo de repago pero no a una quita de capital. Además ese vínculo reporta una auditoría permanente sobre la política económica local.

O sea, el crédito del FMI (casi 45 mil millones de dólares) sirvió para disminuir la deuda potencial a reestructurar con los acreedores privados. Esos dólares cumplieron la misión histórica de los préstamos del Fondo: garantizar la salida de acreedores (unos 29 mil millones se utilizaron para ese fin) de la deuda de países en riesgo de caer en default y, a la vez, financiar la fuga de capitales (cerca de 16 mil millones).

El Banco Central está elaborando un estudio que expondrá esas cifras sobre la deuda en el período de Macri, y uno de los capítulos buscará precisar quiénes fueron los compradores de esos dólares de fuga (se debate si se difundirán nombres o no) financiados por el FMI, puesto que el estatuto del organismo prohíbe ese destino para sus recursos.

Propuesta

La renegociación de la deuda más compleja es por una porción menor del total. Es la que está en manos de grandes fondos del exterior. Es la que definirá cuál será el margen que tendrá la economía para salir de la larga recesión macrista que, según el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana, ya acumula siete trimestres, "siendo una de las más prolongadas en tres décadas, aunque con una intensidad menor al promedio".
Las versiones de canje que circulan por el mercado van desde una amigable, con un quita del 15 por ciento, hasta una audaz, del 50 por ciento. El consenso que va ganando entre operadores es que se ubicará finalmente entre el 30 y 40 por ciento.

El esquema que se discute es sobre cuántos años habrá de período de gracia (no pagar capital ni intereses), qué disminución de la tasa de interés habrá para los cupones semestrales de los bonos, cuál será la extensión del plazo de pago del capital y si habrá o no quita nominal del capital.

En la determinación de cómo quedará cada una de esas variables se alcanzará una cifra de quita según al cálculo de valor presente neto. Es el método que consiste en descontar el capital residual al momento actual (es decir, actualizar mediante una tasa de interés todos los flujos de caja futuros).

Habrá propuestas diferentes para cada bono. Como explica el economista Emmanuel Álvarez Agis, una sola propuesta, horizontal (igual) para todos los bonos, como especulan en la city, no servirá porque si se extiende 5 años el plazo de un bono corto (de vencimiento final en pocos años, por ejemplo el Bonar 2024) lo destruiría en términos de valor, y si se hace lo mismo con uno largo (el Bonar 2037) casi no lo afectaría.

Por eso señala que, en términos generales, se puede hablar de una cifra de quita (en valor presente neto) que sería el "espíritu" de la propuesta global, pero que finalmente habrá ofertas diferentes para bonos cortos, medios y largos, para maximizar el ingreso de acreedores al canje.

La trampa es tan afinada que, en caso de no patear el tablero con un default abierto, el acuerdo con los acreedores tiene que ser tan equilibrado para que pueda ser presentado por el gobierno como un "éxito", al tiempo que deje conforme a los grandes fondos de inversión. Esta aceptación es la que permitiría a la economía argentina regresar al mercado voluntario de crédito internacional para poder refinanciar los futuros vencimientos de capital de la deuda.

Clientes

La negociación es compleja porque, como detalla el último reporte del Ceso, dentro de los títulos bajo legislación extranjera hay de diferentes condiciones, puesto que los emitidos en el marco de los canjes 2005 y 2010 (unos 23 mil millones de dólares) requieren el acuerdo del 66 por ciento de los tenedores de cada serie y el 85 por ciento del total de los bonos elegibles de reestructuración, mientras que aquellos emitidos a partir de 2016 son más flexibles ya que requieren la aceptación del 51 por ciento de cada serie y el 66 por ciento del total.

Habrá ofertas para cada uno de esos bonos, pero es probable que la mayoría de los títulos de los canjes del kirchnerismo no puedan ser refinanciados. Quedaría entonces en el centro de la negociación un stock de deuda más acotado.
Los fondos que administran carteras de inversión no quieren que haya quita del capital nominal. Ellos pueden diluir en el saldo de las cuentas de sus clientes una menor tasa de interés y una extensión de los plazos. Pero una reducción abrupta del capital nominal se reflejaría en forma inmediata en la rentabilidad de la cartera, perdiendo así credibilidad y prestigio frente a sus inversores.
La disputa de nervios que existe ahora entre el equipo económico y grandes fondos de inversión es si se aplica o no una quita nominal. Se trata de un juego de equilibrio financiero entre tasas de interés, plazos y capital para alcanzar una reducción del 30 al 40 por ciento en el valor presente neto promedio del total del pasivo.

El camino del medio



El interrogante que irrumpe con ese acuerdo es si será suficiente para liberar los recursos necesarios para salir de la recesión e iniciar un ciclo de crecimiento sostenido. Crecimiento que, a la vez, permita dar sustentabilidad al nuevo stock de deuda que surgirá de la reestructuración.

El último reporte del Ceso explica que la política económica del gobierno ha puesto como prioridad una reestructuración rápida de la deuda, aún a costa de mantener la economía en el letargo.

Menciona que Alberto Fernández eligió el camino del medio entre quienes le recomendaban una negociación pro-mercado, aceptando las reformas estructurales impulsadas por el Fondo, y quienes planteaban priorizar una rápida recomposición económica y social, aun cuando ello implicara entrar en cesación de pagos con la mayor parte de los acreedores.
En esa instancia aparece el debate acerca de esa última opción: transformar el default virtual de Macri en uno abierto.

Costos

Si le negociación no es lo suficientemente audaz y sólo sirve para patear la pelota para adelante, con el riesgo de caer en default en unos años, aparece la duda de por qué no definir el default hoy si la economía ya está padeciendo sus costos (debilidad de la actividad y sin acceso al crédito internacional), aunque no en toda su intensidad.

Economistas cercanos al gobierno e incluso el propio Alberto Fernández y su equipo económico liderado por Martín Guzmán agitan el fantasma del default en esta instancia de la negociación, pero no tienen ninguna voluntad de concretarlo.
Después de analizar qué sucedió en ocho eventos anteriores de default en Argentina, Álvarez Agis brinda los siguientes argumentos para desestimar esa alternativa. Dice que la cotización del dólar en el contado con liquidación inmediatamente subiría arriba de 100 pesos. Con ese precio se frenaría la venta de dólares de exportadores con la brecha de 60 a 100 pesos más retenciones del 33 por ciento. Indica que el complejo agroexportador liquidaría parte en el mercado paralelo ganando fortunas. Así las reservas sufrirían y el saldo sería otra fuerte devaluación con caída de 1 o 2 puntos más del PIB. Apunta que no habría un derrumbe de 5 por ciento ni nada terrible pero el 2020 estaría perdido en el frente económico, y también el 2021, poniendo bajo tensión la elección de medio término.

Con ese análisis afirma que "prefiero un mal acuerdo a un default". Para insistir que la economía 2020 no es la de 2003, cuando estaba en default pero China crecía a una tasa del 10 por ciento anual. En cambio esa economía ahora está en desaceleración más la pandemia por el coronavirus, el precio de la soja se ubica debajo de 400 dólares y la economía brasileña sigue en ajuste, devaluación y recesión. "Con default no hay crecimiento", asegura.

Para concluir: "¿Crees que un default sube la línea de pobreza en Wall Street o la de La Matanza? Yo creo que una crisis por un default la pagamos nosotros, no los capitalistas".

Riesgos

Esa táctica oficial de reestructuración oficial no está libre de riesgos. Las previsiones económicas aún en el caso de una exitosa reestructuración de la deuda son moderadas.

La opción de una negociación con una quita intermedia, alejada de los extremos, y pateando para adelante el fantasma del default, requiere de una mejora sustancial de las condiciones económicas internacionales. También de un avance sostenido en el frente comercial externo (aumento de exportaciones y sustitución de importaciones) para incrementar la disponibilidad de divisas. Más dólares en el Banco Central permitirían ir cumpliendo con los compromisos de la deuda que, aún reestructurada, seguirá pesando fuerte en las finanzas públicas.
Queda de este modo bastante claro la magnitud de la trampa que dejó Macri. Con las actuales relaciones de fuerza domésticas y condiciones políticas locales e internacionales no será sencilla la tarea de encontrar las vías, con los menores costos posibles en términos sociolaborales, para escaparse de esas garras que tienen atrapada a la economía


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También es cuestión de mujeres …

Cecilia Todesca Bocco y Silvina Batakis comparten casi todo: miradas sobre la economía, pasiones boquenses y trayectorias profesionales. La vicejefa de gabinete de la Nación y la secretaria de Provincias del Ministerio del Interior, respectivamente, coinciden en que el mejor entrenamiento está en el boxeo, deporte que alguna vez practicaron, aunque prefirieron evitar las peleas en el ring. Sus disputas están en el cuadrilátero de la política. Más específicamente, en administrar los recursos de un país en crisis y asfixiado por sus obligaciones financieras. “Solo en el mes de marzo hay vencimientos de deuda equivalentes a seis programas de cobertura de medicamentos para jubiladas y jubilados”, asegura Todesca Bocco. 

 

En el marco de la negociación con los acreedores externos y la tensión por el aumento de las retenciones, las dos funcionarias claves del gabinete económico de Alberto Fernández recibieron a Página/12 en el salón Eva Perón de la Casa Rosada para repasar los primeros tres meses de gestión y analizar el modo en que las políticas de ajuste afectan en mayor medida a los sectores más vulnerables y, puntualmente, a las mujeres. “La desigualdad priva a toda la sociedad del talento de las mujeres”, afirma Batakis.

--¿Cómo analizan el proceso de renegociación de la deuda? Con el FMI hay avances evidentes, con los acreedores privados el escenario es más complejo.

--Cecilia Todesca: Es un tema del cual nos teníamos que ocupar desde el momento cero. Aparece mucho en los diarios que todo tiene que esperar hasta que resolvamos la deuda. Ese no es el plan del gobierno. Dese el día uno dijimos que la prioridad tiene que estar puesta en la producción y en el empleo e hicimos cosas muy concretas. A la par estamos negociando la deuda que nos dejó el gobierno anterior que es totalmente inviable.

--¿Cómo recibieron el cambio de postura del FMI en cuanto a la viabilidad de la deuda?

C.T.: Es interesante que el Fondo Monetario Internacional también haya reconocido que es inviable. Lo dijo ahora, no antes. Hizo cuatro revisiones del programa y en todas aseguró que era absolutamente viable. Incluso, aumentó el préstamo de 50 mil millones a 57 mil millones de dólares. Y realizó todos los desembolsos durante el gobierno anterior. En la última revisión dijo que la cosa estaba complicada pero que era sostenible. Hubo un cambio muy fuerte. La renegociación de la deuda es imperiosa porque así como está no se puede pagar. Es un proceso difícil, pero eso no quiere decir que no hayamos hecho nada y que nos sentamos en la silla a esperar que el ministro Guzmán termine de renegociar la deuda.

--¿Cuál es la situación de las provincias en materia de deuda?

Silvina Batakis: Todo el proceso de endeudamiento que tuvimos en los cuatro años de Macri fue de una especulación fenomenal en el sentido del volumen, la vertiginosidad y los vencimientos tan acortados. Y esto se dio en todos los estamentos. Hoy, las provincias tienen que afrontar pagos de intereses que podrían ser utilizados a nivel local para motorizar las economías regionales. El Presupuesto nacional va a ser la hoja de ruta para las provincias. Por ahora, no sabemos cuál va a ser el resultado de la renegociación de deuda y cuánto va a ser el flujo de recursos que podamos volcar al interior y no al exterior. Con respecto a la emisión de títulos está totalmente coordinado y son planteos que evaluamos, pero siempre teniendo en cuenta que no se debe vulnerar la capacidad fiscal, porque después termina afectando a todo el entramado social de la provincia.

--Guzmán habló de la “buena fe” de los bonistas y el FMI de “contribución apreciable”. En la provincia de Buenos Aires, con el BP21, no pareció haber “buena fe”. ¿Qué expectativas tienen en ese sentido?

C.T: Lo que tiene que haber es conversaciones y diálogos realistas sobre números concretos. Acá no estamos hablando de ideas, estamos hablando de números. Argentina lo único que pretende es que el cronograma de pagos sea viable, sostenible. No estamos pidiendo no pagar. Necesitamos recuperarnos, crecer y tender un sendero fiscal compatible con la situación de la cual partimos y que nos permita hacia el futuro devolver las deudas. La buena fe está. El FMI siempre estuvo en contacto con nosotros y hemos tenido un buen diálogo. El teléfono está abierto y están disponibles todo el tiempo. Creo que gran parte de los bonistas también van a entrar en esto, pero por supuesto hay mucho dinero en juego y es un proceso complejo: mucha deuda en instrumentos diferentes, por lo cual hay complejidad técnica. Estamos planteando con mucha claridad cuál es el camino que necesitamos transitar y espero que del otro lado se entienda. Habrá momentos de mayor turbulencia en una renegociación del tamaño de la que vamos a encarar.

--Desde la oposición plantean que al no haber un Presupuesto presentado, no hay plan económico. ¿Cómo lo toman?

C.T.: En Argentina, tanto a nivel nacional como provincial, en muchas ocasiones no hubo Presupuesto. La realidad es que toda la estructura y el andamiaje legal están y prevén estas situaciones. De ninguna manera esto frena o hace más lentos los procesos de gestión. No es la primera vez que sucede. De hecho, hay un Presupuesto prorrogado de 2019 al que hay que hacerle ajustes.

--¿Tienen una fecha estimada para la presentación del Presupuesto?

C.T.: No, estamos trabajando con escenarios para este año y el que viene. Creemos que hay que avanzar cuando esa herramienta sea verdaderamente útil y no simplemente presentar, como dice Guzmán, un Power Point que después sea un papel mojado porque ninguno de los números se condicen. Tenemos que generar una verdadera hoja de ruta. Y ahí sí, lo que pase con la renegociación de la deuda, afecta sustancialmente.

--¿Cómo le explican al sector agropecuario que hoy está enojado con el gobierno que es necesario el aumento de las retenciones?

S.B.: Las retenciones le dan la posibilidad al gobierno nacional de tener recursos en dólares. Siempre se habla de la retención como un impuesto más. Y si bien puede ser un objetivo recaudatorio en un sistema tributario, las retenciones tienen muchas más funciones como la redistribución de recursos y ser un estímulo para la buena utilización de las tierras que se agotan con un monocultivo como es la soja. También para que el Estado nacional no tenga que salir a comprar dólares que son escasos y tienen que ser utilizados para poder importar bienes de capital o eventualmente hacer pagos de deuda. Por lo tanto, las retenciones no son solamente un objeto recaudatorio sino también redistributivo. Si todos queremos tener una sociedad más igualitaria necesitamos que quienes más riqueza puedan generar sean los que más aporten. Por ejemplo, la provincia de Buenos Aires, en cuanto a fertilidad, tiene una de las zonas más ricas a nivel mundial. Esos recursos no pertenecen solo a quienes tienen la escritura sino a todos los argentinos. Lo que te permite la retención es distribuir en forma equitativa un recurso que es de todos.

C.T.: La retención también implica desenganchar, en algunos casos, el precio local del precio internacional. En ese sentido, es una herramienta más de la política económica. Y es por los motivos que explicó Silvina, que resulta tan importante la obligación de liquidar las exportaciones. Esta es la forma en la que se generan dólares en la economía argentina, y fue suspendida durante el gobierno de Macri. La bola de endeudamiento a la que llegamos, sobre todo en moneda extranjera, se produjo, justamente, por un programa económico de liberalización de los mercados, en general, y del mercado externo, en particular. Solo en el mes de marzo tenemos vencimientos de deuda equivalentes a seis programas de cobertura de medicamentos para jubiladas y jubilados. Solo en un mes. Esta es la dimensión de un proceso de endeudamiento y financiarización que fue realmente muy empinado. Por eso concluyó en un periodo tan corto de tiempo y con una crisis macroeconómica tan fuerte como la que hoy estamos atravesando.

--Alberto Fernández señaló a los formadores de precios como los responsables del aumento de los alimentos. ¿Qué incidencia tienen en la inflación?

C.T.: La inflación es un fenómeno muy complejo. Los factores en Argentina son las devaluaciones sucesivas, que tienen que ver con el estrangulamiento externo. En el momento en donde nos quedamos sin dólares, el tipo de cambio salta y los precios de toda la economía, también; los que están enganchados al dólar y los otros, por las dudas. Después vienen las tarifas de los servicios públicos. Acá hay una discusión acerca de cuánto del precio tiene que estar vinculado con el dólar. Y el tercero es la puja distributiva, cómo se distribuye entre capital y trabajo. Después están las cuestiones más microeconómicas de los sectores que pueden imponer un precio o consolidar mercados en el sentido de absorber una cantidad muy grande de la producción…

--Y la concentración en la distribución, también.

C.T: Efectivamente. Lo que hay que tener en cuenta es que la inflación no es producto de la concentración económica. Porque ese es un fenómeno que se ve en casi todo el mundo y no tienen el nivel de inflación que tenemos en Argentina. Lo que sí es cierto es que no te colabora para nada cuando vos lo que querés es desindexar. Hay vivos, claro que hay vivos. Por eso yo decía que cada una de las políticas que nosotros diseñamos en realidad requieren del compromiso ciudadano respecto de no me conviene tirar de esta piola porque del otro lado estás vos, y si vos te caés me caigo yo también.

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Vivimos en tiempo convulsos, Corona Virus incluido, pero igualmente esperanzadores, en la medida que sepamos comprender y construir un futuro que no deje humanes fuera de las transformaciones positivas que nos merecemos y debemos para nosotros, nuestros hijes y los hijes que vendrán …

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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