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El Capitalismo y la maldita economía≃≃≃
El
horizonte económico que los ministros de Hacienda y los gobernadores
de bancos centrales del Grupo de los Veinte países industrializados
y de mercados emergentes (G-20) analizaron en el fin de semana del 20 al 24 de Febrero en la ciudad de Riad (Arabía Saudita) es incierto.
Tras el decepcionante crecimiento
en 2019, comenzamos a ver indicios de que la economía mundial se
está estabilizando y los riesgos se están reduciendo, incluida la
Fase 1 del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China. En enero,
el FMI proyectó que el crecimiento económico se fortalecerá, de
2,9% en 2019, a 3,3% en 2020 y 3,4% en 2021. Este aumento que se
prevé del crecimiento está sujeto a la mejora del desempeño en
algunas economías de mercados emergentes y en desarrollo.
Las políticas monetarias y
fiscales también han estado desempeñando su papel. De hecho, el año
pasado la aplicación de una política monetaria más expansiva
agregó aproximadamente 0,5 puntos porcentuales al crecimiento
mundial. Cuarenta y nueve bancos centrales recortaron 71 veces sus
tasas de interés como parte de la iniciativa de flexibilización
monetaria más sincronizada desde la crisis financiera mundial.
Pero
la economía mundial dista mucho de hallarse en tierra firme. Si bien
algunas incertidumbres se han disipado, han surgido algunas nuevas.
La verdad es que la incertidumbre se está convirtiendo en la “nueva
normalidad”.
El coronavirus es nuestra
incertidumbre más apremiante: una emergencia sanitaria internacional
que no habíamos previsto en enero. Es un recordatorio sombrío de la
forma en que acontecimientos imprevistos pueden poner en peligro una
reactivación frágil. Los escenarios hipotéticos, que dependen de
la velocidad con que se pueda contener la propagación del virus, son
varios. Si las perturbaciones provocadas por el virus se disipan
rápidamente, prevemos que la economía china repunte pronto. El
resultado sería una caída acusada del crecimiento del PIB en China
en el primer trimestre de 2020, pero solo una leve reducción para el
conjunto del año. Los efectos de contagio en otros países seguirán
siendo de alcance relativamente reducido y de corta duración,
principalmente a través de trastornos temporales de la cadena de
suministro, el turismo y las restricciones a los viajes.
No obstante, un brote más grave
y de larga duración se traducirá en una desaceleración más
acusada y prolongada del crecimiento en China. Su impacto mundial se
verá amplificado por trastornos más sustanciales de la cadena de
suministro y por una caída más persistente de la confianza de los
inversionistas, especialmente si la epidemia se extiende más allá
de China.
Sin embargo, incluso en los
escenarios más positivos, se proyecta que la tasa mundial de
crecimiento seguirá siendo reducida en demasiadas regiones del
mundo. Y a mediano plazo, se prevé que crecimiento económico se
mantenga por debajo de los promedios históricos. En este contexto,
si bien algunas incertidumbres, como las enfermedades, están fuera
de nuestro control, no deberíamos crear nuevas incertidumbres donde
podemos evitarlo.
Creo que hay tres ámbitos en los
que los ministros de Hacienda y los gobernadores de bancos centrales
pueden avanzar al brindar más certeza a las medidas futuras durante
las reuniones del G-20 en Arabia Saudita: el comercio, el clima y la
desigualdad.
Construir un mejor sistema
comercial mundial
La
Fase 1 del acuerdo comercial entre Estados Unidos China eliminó
algunas de las consecuencias negativas inmediatas para el crecimiento
económico mundial. Nuestras estimaciones indican que en 2020 el
acuerdo reducirá el lastre de las tensiones comerciales sobre el
nivel del PIB en 0,2%, cifra equivalente a la cuarta parte del
impacto total.
¿Por qué no una reducción
mayor? El acuerdo incluye solo una pequeña proporción de los
aranceles impuestos recientemente y dispone aumentos mínimos de las
importaciones chinas procedentes de Estados Unidos. Estos tipos de
acuerdos comerciales bilaterales dirigidos podrían distorsionar el
comercio y la inversión y, paralelamente, perjudicar el crecimiento
mundial. De hecho, según nuestras estimaciones, las disposiciones de
comercio dirigido imponen un costo de casi USD 100.000 millones sobre
la economía mundial.
Asimismo, hay preocupaciones más
amplias. El acuerdo no aborda muchos de los temas subyacentes entre
China y Estados Unidos. Además, el mundo necesita un sistema
comercial mundial moderno, capaz de liberar el pleno potencial de los
servicios y el comercio electrónico y, al mismo tiempo, proteger los
derechos de propiedad intelectual.
Y abordar el comercio exterior es
solo un comienzo. La economía mundial seguirá enfrentándose a
shocks de gran alcance si no logramos hacer frente a otro reto global
urgente: el cambio climático.
Encarar nuestra crisis climática
El
costo humano del cambio climático nos confronta todos los días.
Recordemos los recientes incendios en Australia. Los costos
económicos también nos confrontan. Permítanme un solo ejemplo: los
daños del huracán María ascendieron a más del 200% del PIB de
Dominica y a más del 60% del PIB de Puerto Rico.
Según estimaciones del personal
técnico del FMI divulgadas hoy, una catástrofe natural típica
relacionada con el clima reduce el crecimiento del país afectado 0,4
puntos porcentuales, en promedio, en el año en que ocurre.
Asimismo,
este tipo de eventos se está volviendo cada vez más frecuente,
sobre todo en los países más pobres y en aquellos con menos
capacidad para hacer frente a su impacto.
¿Qué medidas pueden adoptar las
autoridades económicas?
Mitigación y adaptación.
Según proyecciones de un estudio
reciente del personal del FMI , la demanda global de petróleo
alcanzará su máximo nivel en las próximas décadas. Por ese
motivo, el Consejo de Cooperación del Golfo, y todos los integrantes
del G-20, tienen razón en prestar mayor atención en encontrar el
camino hacia la diversificación. Las inversiones en energía limpia
e infraestructura resiliente pueden reportar lo que denomino un
dividendo triple: reducen las pérdidas futuras, generan avances de
innovación y crean nuevas oportunidades para los más necesitados.
Los ingresos adicionales que
generen los impuestos al carbono, por ejemplo, podrían destinarse a
reducir otros gravámenes, financiar la asistencia a hogares
afectados o sufragar gastos que pueden contribuir a cerrar algunas de
las brechas en nuestras sociedades. Para los países y las
comunidades que corren mayor riesgo de desastres climáticos,
invertir en adaptación es a la vez urgente y eficaz en función de
los costos. Los análisis de la Comisión Mundial de Adaptación
apuntan a que los beneficios de estas inversiones podrían
contrarrestar con creces su costo.
Esto nos lleva al tercer y último
ámbito en que el G-20 debe centrar la atención: reducir la
desigualdad.
Reducir la desigualdad
En
muchos de los países de la OCDE y el G-20, las desigualdades de
ingreso y riqueza siguen siendo persistentemente pronunciadas. Se
observa una significativa brecha de oportunidades en los ámbitos del
género, la edad y la geografía. Sabemos que estas brechas pueden
transformarse rápidamente en divisiones que fomentan la
incertidumbre acerca del futuro, la desconfianza en los gobiernos y,
en última instancia, contribuyen al descontento social. Esta semana,
los ministros pueden volver a centrar la atención en elevar los
niveles de vida y crear empleos mejor remunerados.
En apoyo al G-20, el FMI, en
colaboración con el Banco Mundial, está identificando ámbitos
clave en que podría ampliarse el acceso a oportunidades. En
particular, invertir en una educación de alta calidad, I+D y
digitalización. Este es el momento. El entorno actual de bajas tasas
de interés significa que algunos responsables de la formulación de
la política económica cuentan quizá con recursos adicionales que
gastar. Evidentemente, ese consejo no funcionará en todas partes. En
muchos países, la deuda pública alcanza niveles casi sin
precedentes. Por lo tanto, en países en que la relación entre la
deuda y el PIB es elevada, sigue justificándose la moderación
fiscal.
No obstante, de ser necesario
reducir déficit, siempre se debe proceder protegiendo el gasto
social esencial. De esa forma, los países pueden ampliar el acceso a
las oportunidades para todos y sentar bases más sólidas en sus
economías.
Conclusión
En el siglo XIV, el pensador e
historiador árabe Ibn Khaldun escribió sobre el concepto de la
fuerza en la solidaridad y el poder del propósito común. Describió
el vínculo entre las personas que puede formar una comunidad. Espero
que durante las reuniones esta semana en Arabia Saudita, los
ministros y gobernadores del G-20 tengan presente la sabiduría de
Ibn Khaldun. Trabajando juntos podemos adoptar las medidas necesarias
para reducir la incertidumbre y reforzar los cimientos de la economía
mundial.
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Las
principales economías de América Latina, que en los últimos
tiempos vienen sufriendo una merma en sus previsiones económicas
iniciales a medida que van pasando los meses, también sentirán la
ralentización global. México, pese a no ser un gran exportador de
materias primas y tener una economía mucho más conectada a Estados
Unidos que al gigante asiático, crecerá solo un 0,7% en 2020, cinco
décimas menos de lo que proyectaba la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Y Argentina, inmersa
en una fuerte crisis interna y en plena renegociación de su deuda
con el Fondo Monetario y con los grandes bonistas privados, decrecerá
un 2%, tres décimas más de lo previsto en noviembre pasado. Brasil,
entretanto, se queda como estaba: su economía se expandirá un 1,7%,
en línea con lo previsto hasta ahora. De ellas, con todo, solo
Brasil está entre las economías latinoamericanas más expuestas al
coronavirus, una clasificación que lideran Chile y Perú, por el
cobre, y en la que también se encuentra Ecuador.
El
recorte en el crecimiento de la segunda y la tercera economías de la
región está entre los mayores tijeretazos aplicados este lunes por
el organismo con sede en París. Solo reduce más su proyección para
2020 en China —el país del que es originario el SARS-CoV-2 y donde
más fuerte ha sido el golpe, tanto en lo humano como en lo
económico—, que crecerá ocho décimas menos hasta el 4,9%, y en
una Sudáfrica muy dependiente de la exportación de productos
básicos, uno de los principales canales de transmisión económica
del brote, que se expandirá solo un 0,6% este año. A continuación
vienen México y Australia —una economía muy vinculada a lo que
ocurra en Asia-Pacífico y, especialmente, en China—, con un 0,5% a
la baja, lo mismo que se espera para el G20 en su conjunto. En el
caso de Argentina, la rebaja es igual a la aplicada en Turquía, en
Francia o en Canadá. Pero mucho tendrán que cambiar las cosas para
no ser, un año más, el único país de la OCDE que decrezca en
2020: el año pasado solo México se sumó, por poco (-0,1%), a ese
grupo.
La foto fija del think tank de
las economías avanzadas poco varía en 2021 para las tres grandes de
América Latina. La OCDE proyecta un crecimiento del 1,8% para
Brasil, en línea con lo previsto hasta ahora, y del 0,7% para una
Argentina que empezará a ver la luz al final del siempre eterno
túnel de la recesión, el rescate y la inflación sin freno. México,
en cambio, sí ve mermado su crecimiento: pasa del 1,6% al 1,4%,
formando parte además del pequeño grupo de países —el Reino
Unido posBrexit, con todo lo que eso conlleva; India, que no termina
de levantar cabeza; Rusia, muy vinculada al mercado petrolero y de
minerales, que no pasa sus mejores días por el coronavirus; y
Sudáfrica— que ven mermada su proyección tanto este año como el
próximo.
“El brote de coronavirus [con
casi 90.000 contagios, a estas alturas] ya ha traído un sufrimiento
humano considerable y una gran disrupción económica. Las
consecuencias adversas en otros países son significativas, incluida
la disrupción directa de las cadenas globales de valor, una menor
demanda de bienes y servicios importados, y un amplio declive en el
turismo y en los viajes de negocios”, subrayan los técnicos de la
OCDE en su revisión de este lunes al tiempo que recuerdan que la
amplificación económica del virus de Wuhan es mayor que la del SARS
en 2003 porque “la economía global está sustancialmente más
conectada y China juega un papel global más importante en el PIB, el
comercio, el turismo y los mercados de materias primas”. Con todo,
los economistas del organismo advierten de que un cierto parón de la
economía mundial ya se percibía antes de que el coronavirus hiciese
acto de presencia. “El comercio global estaba débil, la producción
industrial continuó estancándose a finales de 2019 y el aumento del
consumo perdió fuerza a pesar de la mejora del mercado de trabajo”,
con la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China como un factor
“importante” detrás de esta tendencia a la atonía.
Si cualquier previsión económica
está, siempre, sujeta a un alto grado de incertidumbre, en este caso
esta es aún mayor. “Las perspectivas son muy inciertas”,
reconoce la OCDE. “Están basadas en la asunción de que la
epidemia toca su máximo en China en el primer trimestre de 2020, con
una recuperación gradual a lo largo del segundo gracias a las
políticas domésticas expansivas [monetarias y fiscales]. Junto con
el reciente deterioro marcado en las condiciones financieras
globales, deprimirá el crecimiento del PIB en el tramo inicial del
año, posiblemente incluso presionándolo por debajo de cero en el
primer trimestre”. Según sus simulaciones, el virus puede restar
hasta medio punto porcentual de crecimiento mundial este año.
“Asumimos que los nuevos casos del virus en otros países serán
esporádicos y contenidos. Si este no es el caso, el crecimiento
global se debilitaría sustancialmente”.
Para el conjunto del bloque
emergente, en el que están enmarcados las tres grandes economías
latinoamericanas, la OCDE espera una recuperación “gradual aunque
modesta” este año y el próximo, tras haber sufrido en carne
propia los efectos de la guerra comercial entre EE UU y China. Sin
embargo, para que se produzca un “repunte” será necesario “un
impacto positivo de las reformas y del apoyo de la política
monetaria en India y en Brasil, políticas bien enfocadas en México
y en Turquía para impulsar el crecimiento sostenible y una
recuperación gradual de los exportadores de materias primas más
expuestos a la ralentización china”.
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La
trampa de la deuda es perfecta. Mauricio Macri puede seguir con sus
boberías en charlas informales viralizadas en la red o en discursos
de pocas palabras que no dejan de sorprender por la sucesión de
dislates que acumula. Pero más relevante que ironizar acerca de lo
que dijo y seguirá diciendo, lo importante es señalar que sus
cuatro años de gobierno dejaron la economía en una encrucijada
sombría con el peso de la deuda como potente condicionante.
En
el actual escenario de incertidumbre de la economía mundial, el
contexto regional volcado a fuerzas políticas de derecha
neoliberales y la situación local de recesión prolongada, las
cuatro opciones de resolución de la deuda que se plantean no
garantizarían en ninguna de ella una salida vigorosa del estado
recesivo de la economía.
Uno de esos caminos ya fue
descartado, que es seguir renovando parcialmente los vencimientos de
la deuda en pesos y cancelar capital e intereses de los pasivos en
dólares. Hacerlo con reservas y restricción fiscal, como ha estado
sucediendo desde el 10 de diciembre, implicaría la sangría lenta y
persistente de divisas y la prolongación del estancamiento de la
economía acumulando crecientes tensiones sociales.
Es una posibilidad inviable
política y económicamente, y eso lo trasmitió con claridad Alberto
Fernández como candidato y luego como Presidente.
Sin ocuparse del default virtual
de Macri, las perspectivas de transitar un sendero de recuperación
serían casi nulas. Las opciones que quedan entonces son la
reestructuración liviana, otra audaz o el default abierto.
En estas semanas clave en el
proceso de negociación del gobierno con los principales acreedores
esos escenarios están abiertos. De todos modos, se debe saber que
ninguna de esas resoluciones garantizará el comienzo de un ciclo de
crecimiento sostenido como el que se registró con el default
2001 y posterior canje de deuda 2005. Esta es la fatalidad de la
trampa que dejó Macri.
Números
Otro aspecto que merece
puntualizarse cuando se habla de renegociación de la deuda es que no
será por el total. Esta etapa alcanza el 37 por ciento que involucra
a acreedores privados, con legislación nacional e internacional.
De esa porción, el más crítico
es con los extranjeros que representa el 20 por ciento del total.
Pero incluso dentro de esos bonos una parte puede ser que no pueda
canjearse porque son los correspondientes a la reestructuración 2005
y 2010. Por lo tanto, la negociación más dura es por el 13 por
ciento del total, que es la deuda emitida con legislación extranjera
durante la gestión Macri.
El Centro de Estudios Económicos
y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso) lo precisó en millones de
dólares. Del total de la deuda de 320 mil millones, unos 42 mil
millones son el frente más complicado (acreedores del exterior con
legislación extranjera), y otros 24 mil millones son bonos de los
canjes de los gobiernos kirchneristas. Los de legislación nacional
suman unos 55 mil millones.
El decreto que se publicará en
estos días informará qué tipos de bonos y montos quedarán
involucrados en el canje y ese paquete no superará los 70 mil
millones de dólares. O sea, como se mencionó arriba, no más del 22
por ciento del total de la deuda pública.
Ahora la batalla es por esa
porción de la deuda; después vendrá el capítulo con el FMI por
unos 45 mil millones de dólares.
Fondo Monetario
Otra parte de la deuda (125 mil
millones de dólares) es con organismos públicos (FGS-Anses, Pami,
Banco Central y otras entidades estatales) que será refinanciada sin
ninguna dificultad, y otra (73 mil millones) es con organismos
multilaterales (FMI, Club de París, Banco Mundial). La fuerte carga
de este último pasivo corresponde al préstamo extraordinario
entregado por el Fondo Monetario.
Ese crédito es otra faceta de la
trampa de la deuda de Macri porque esos dólares sirvieron para
cancelar bonos con privados, que disminuyeron el stock total de
títulos argentinos en sus carteras de inversión, al tiempo que se
incrementó las acreencias de organismos internacionales (en este
caso, el FMI), en cuya renegociación sólo se puede aspirar a una
extensión del plazo de repago pero no a una quita de capital. Además
ese vínculo reporta una auditoría permanente sobre la política
económica local.
O sea, el crédito del FMI (casi
45 mil millones de dólares) sirvió para disminuir la deuda
potencial a reestructurar con los acreedores privados. Esos dólares
cumplieron la misión histórica de los préstamos del Fondo:
garantizar la salida de acreedores (unos 29 mil millones se
utilizaron para ese fin) de la deuda de países en riesgo de caer en
default y, a la vez, financiar la fuga de capitales (cerca de 16 mil
millones).
El Banco Central está elaborando
un estudio que expondrá esas cifras sobre la deuda en el período de
Macri, y uno de los capítulos buscará precisar quiénes fueron los
compradores de esos dólares de fuga (se debate si se difundirán
nombres o no) financiados por el FMI, puesto que el estatuto del
organismo prohíbe ese destino para sus recursos.
Propuesta
La renegociación de la deuda más
compleja es por una porción menor del total. Es la que está en
manos de grandes fondos del exterior. Es la que definirá cuál será
el margen que tendrá la economía para salir de la larga recesión
macrista que, según el Instituto de Estudios sobre la Realidad
Argentina y Latinoamericana, ya acumula siete trimestres, "siendo
una de las más prolongadas en tres décadas, aunque con una
intensidad menor al promedio".
Las versiones de canje que
circulan por el mercado van desde una amigable, con un quita del 15
por ciento, hasta una audaz, del 50 por ciento. El consenso que va
ganando entre operadores es que se ubicará finalmente entre el 30 y
40 por ciento.
El esquema que se discute es
sobre cuántos años habrá de período de gracia (no pagar capital
ni intereses), qué disminución de la tasa de interés habrá para
los cupones semestrales de los bonos, cuál será la extensión del
plazo de pago del capital y si habrá o no quita nominal del capital.
En la determinación de cómo
quedará cada una de esas variables se alcanzará una cifra de quita
según al cálculo de valor presente neto. Es el método que consiste
en descontar el capital residual al momento actual (es decir,
actualizar mediante una tasa de interés todos los flujos de caja
futuros).
Habrá propuestas diferentes para
cada bono. Como explica el economista Emmanuel Álvarez Agis, una
sola propuesta, horizontal (igual) para todos los bonos, como
especulan en la city, no servirá porque si se extiende 5 años el
plazo de un bono corto (de vencimiento final en pocos años, por
ejemplo el Bonar 2024) lo destruiría en términos de valor, y si se
hace lo mismo con uno largo (el Bonar 2037) casi no lo afectaría.
Por eso señala que, en términos
generales, se puede hablar de una cifra de quita (en valor presente
neto) que sería el "espíritu" de la propuesta global,
pero que finalmente habrá ofertas diferentes para bonos cortos,
medios y largos, para maximizar el ingreso de acreedores al canje.
La trampa es tan afinada que, en
caso de no patear el tablero con un default abierto, el acuerdo con
los acreedores tiene que ser tan equilibrado para que pueda ser
presentado por el gobierno como un "éxito", al tiempo que
deje conforme a los grandes fondos de inversión. Esta aceptación es
la que permitiría a la economía argentina regresar al mercado
voluntario de crédito internacional para poder refinanciar los
futuros vencimientos de capital de la deuda.
Clientes
La negociación es
compleja porque, como detalla el último reporte del Ceso,
dentro de los títulos bajo legislación extranjera hay de diferentes
condiciones, puesto que los emitidos en el marco de los canjes 2005 y
2010 (unos 23 mil millones de dólares) requieren el acuerdo del 66
por ciento de los tenedores de cada serie y el 85 por ciento del
total de los bonos elegibles de reestructuración, mientras que
aquellos emitidos a partir de 2016 son más flexibles ya que
requieren la aceptación del 51 por ciento de cada serie y el 66 por
ciento del total.
Habrá ofertas para cada uno de
esos bonos, pero es probable que la mayoría de los títulos de los
canjes del kirchnerismo no puedan ser refinanciados. Quedaría
entonces en el centro de la negociación un stock de deuda más
acotado.
Los
fondos que administran carteras de inversión no quieren que haya
quita del capital nominal. Ellos pueden diluir en el saldo de las
cuentas de sus clientes una menor tasa de interés y una extensión
de los plazos. Pero una reducción abrupta del capital nominal se
reflejaría en forma inmediata en la rentabilidad de la cartera,
perdiendo así credibilidad y prestigio frente a sus inversores.
La disputa de nervios que existe
ahora entre el equipo económico y grandes fondos de inversión es si
se aplica o no una quita nominal. Se trata de un juego de equilibrio
financiero entre tasas de interés, plazos y capital para alcanzar
una reducción del 30 al 40 por ciento en el valor presente neto
promedio del total del pasivo.
El camino del medio
El interrogante que irrumpe con
ese acuerdo es si será suficiente para liberar los recursos
necesarios para salir de la recesión e iniciar un ciclo de
crecimiento sostenido. Crecimiento que, a la vez, permita dar
sustentabilidad al nuevo stock de deuda que surgirá de la
reestructuración.
El último reporte del Ceso
explica que la política económica del gobierno ha puesto como
prioridad una reestructuración rápida de la deuda, aún a costa de
mantener la economía en el letargo.
Menciona que Alberto Fernández
eligió el camino del medio entre quienes le recomendaban una
negociación pro-mercado, aceptando las reformas estructurales
impulsadas por el Fondo, y quienes planteaban priorizar una rápida
recomposición económica y social, aun cuando ello implicara entrar
en cesación de pagos con la mayor parte de los acreedores.
En esa instancia aparece el
debate acerca de esa última opción: transformar el default virtual
de Macri en uno abierto.
Costos
Si le negociación no es lo
suficientemente audaz y sólo sirve para patear la pelota para
adelante, con el riesgo de caer en default en unos años, aparece la
duda de por qué no definir el default hoy si la economía ya está
padeciendo sus costos (debilidad de la actividad y sin acceso al
crédito internacional), aunque no en toda su intensidad.
Economistas cercanos al gobierno
e incluso el propio Alberto Fernández y su equipo económico
liderado por Martín Guzmán agitan el fantasma del default en esta
instancia de la negociación, pero no tienen ninguna voluntad de
concretarlo.
Después de analizar qué sucedió
en ocho eventos anteriores de default en Argentina, Álvarez Agis
brinda los siguientes argumentos para desestimar esa alternativa.
Dice que la cotización del dólar en el contado con liquidación
inmediatamente subiría arriba de 100 pesos. Con ese precio se
frenaría la venta de dólares de exportadores con la brecha de 60 a
100 pesos más retenciones del 33 por ciento. Indica que el complejo
agroexportador liquidaría parte en el mercado paralelo ganando
fortunas. Así las reservas sufrirían y el saldo sería otra fuerte
devaluación con caída de 1 o 2 puntos más del PIB. Apunta que no
habría un derrumbe de 5 por ciento ni nada terrible pero el 2020
estaría perdido en el frente económico, y también el 2021,
poniendo bajo tensión la elección de medio término.
Con ese análisis afirma que
"prefiero un mal acuerdo a un default". Para insistir que
la economía 2020 no es la de 2003, cuando estaba en default pero
China crecía a una tasa del 10 por ciento anual. En cambio esa
economía ahora está en desaceleración más la pandemia por el
coronavirus, el precio de la soja se ubica debajo de 400 dólares y
la economía brasileña sigue en ajuste, devaluación y recesión.
"Con default no hay crecimiento", asegura.
Para concluir: "¿Crees que
un default sube la línea de pobreza en Wall Street o la de La
Matanza? Yo creo que una crisis por un default la pagamos nosotros,
no los capitalistas".
Riesgos
Esa táctica oficial de
reestructuración oficial no está libre de riesgos. Las previsiones
económicas aún en el caso de una exitosa reestructuración de la
deuda son moderadas.
La opción de una negociación
con una quita intermedia, alejada de los extremos, y pateando para
adelante el fantasma del default, requiere de una mejora sustancial
de las condiciones económicas internacionales. También de un avance
sostenido en el frente comercial externo (aumento de exportaciones y
sustitución de importaciones) para incrementar la disponibilidad de
divisas. Más dólares en el Banco Central permitirían ir cumpliendo
con los compromisos de la deuda que, aún reestructurada, seguirá
pesando fuerte en las finanzas públicas.
Queda de este modo bastante claro
la magnitud de la trampa que dejó Macri. Con las actuales relaciones
de fuerza domésticas y condiciones políticas locales e
internacionales no será sencilla la tarea de encontrar las vías,
con los menores costos posibles en términos sociolaborales, para
escaparse de esas garras que tienen atrapada a la economía
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También
es cuestión de mujeres …
Cecilia
Todesca Bocco y Silvina Batakis comparten casi todo: miradas sobre la
economía, pasiones boquenses y trayectorias profesionales. La
vicejefa de gabinete de la Nación y la secretaria de Provincias del
Ministerio del Interior, respectivamente, coinciden en que el mejor
entrenamiento está en el boxeo, deporte que alguna vez practicaron,
aunque prefirieron evitar las peleas en el ring. Sus disputas están
en el cuadrilátero de la política. Más específicamente, en
administrar los recursos de un país en crisis y asfixiado por sus
obligaciones financieras. “Solo en el mes de marzo hay vencimientos
de deuda equivalentes a seis programas de cobertura de medicamentos
para jubiladas y jubilados”, asegura Todesca Bocco.
En
el marco de la negociación con los acreedores externos y la tensión
por el aumento de las retenciones, las dos funcionarias claves del
gabinete económico de Alberto Fernández recibieron a Página/12 en
el salón Eva Perón de la Casa Rosada para repasar los primeros tres
meses de gestión y analizar el modo en que las políticas de ajuste
afectan en mayor medida a los sectores más vulnerables y,
puntualmente, a las mujeres. “La desigualdad priva a toda la
sociedad del talento de las mujeres”, afirma Batakis.
--¿Cómo analizan el proceso de
renegociación de la deuda? Con el FMI hay avances evidentes, con los
acreedores privados el escenario es más complejo.
--Cecilia Todesca: Es un tema del
cual nos teníamos que ocupar desde el momento cero. Aparece mucho en
los diarios que todo tiene que esperar hasta que resolvamos la deuda.
Ese no es el plan del gobierno. Dese el día uno dijimos que la
prioridad tiene que estar puesta en la producción y en el empleo e
hicimos cosas muy concretas. A la par estamos negociando la deuda que
nos dejó el gobierno anterior que es totalmente inviable.
--¿Cómo recibieron el cambio de
postura del FMI en cuanto a la viabilidad de la deuda?
C.T.: Es interesante que el Fondo
Monetario Internacional también haya reconocido que es inviable. Lo
dijo ahora, no antes. Hizo cuatro revisiones del programa y en todas
aseguró que era absolutamente viable. Incluso, aumentó el préstamo
de 50 mil millones a 57 mil millones de dólares. Y realizó todos
los desembolsos durante el gobierno anterior. En la última revisión
dijo que la cosa estaba complicada pero que era sostenible. Hubo un
cambio muy fuerte. La renegociación de la deuda es imperiosa porque
así como está no se puede pagar. Es un proceso difícil, pero eso
no quiere decir que no hayamos hecho nada y que nos sentamos en la
silla a esperar que el ministro Guzmán termine de renegociar la
deuda.
--¿Cuál es la situación de las
provincias en materia de deuda?
Silvina Batakis: Todo el proceso
de endeudamiento que tuvimos en los cuatro años de Macri fue de una
especulación fenomenal en el sentido del volumen, la vertiginosidad
y los vencimientos tan acortados. Y esto se dio en todos los
estamentos. Hoy, las provincias tienen que afrontar pagos de
intereses que podrían ser utilizados a nivel local para motorizar
las economías regionales. El Presupuesto nacional va a ser la hoja
de ruta para las provincias. Por ahora, no sabemos cuál va a ser el
resultado de la renegociación de deuda y cuánto va a ser el flujo
de recursos que podamos volcar al interior y no al exterior. Con
respecto a la emisión de títulos está totalmente coordinado y son
planteos que evaluamos, pero siempre teniendo en cuenta que no se
debe vulnerar la capacidad fiscal, porque después termina afectando
a todo el entramado social de la provincia.
--Guzmán habló de la “buena
fe” de los bonistas y el FMI de “contribución apreciable”. En
la provincia de Buenos Aires, con el BP21, no pareció haber “buena
fe”. ¿Qué expectativas tienen en ese sentido?
C.T: Lo que tiene que haber es
conversaciones y diálogos realistas sobre números concretos. Acá
no estamos hablando de ideas, estamos hablando de números. Argentina
lo único que pretende es que el cronograma de pagos sea viable,
sostenible. No estamos pidiendo no pagar. Necesitamos recuperarnos,
crecer y tender un sendero fiscal compatible con la situación de la
cual partimos y que nos permita hacia el futuro devolver las deudas.
La buena fe está. El FMI siempre estuvo en contacto con nosotros y
hemos tenido un buen diálogo. El teléfono está abierto y están
disponibles todo el tiempo. Creo que gran parte de los bonistas
también van a entrar en esto, pero por supuesto hay mucho dinero en
juego y es un proceso complejo: mucha deuda en instrumentos
diferentes, por lo cual hay complejidad técnica. Estamos planteando
con mucha claridad cuál es el camino que necesitamos transitar y
espero que del otro lado se entienda. Habrá momentos de mayor
turbulencia en una renegociación del tamaño de la que vamos a
encarar.
--Desde la oposición plantean
que al no haber un Presupuesto presentado, no hay plan económico.
¿Cómo lo toman?
C.T.: En Argentina, tanto a nivel
nacional como provincial, en muchas ocasiones no hubo Presupuesto. La
realidad es que toda la estructura y el andamiaje legal están y
prevén estas situaciones. De ninguna manera esto frena o hace más
lentos los procesos de gestión. No es la primera vez que sucede. De
hecho, hay un Presupuesto prorrogado de 2019 al que hay que hacerle
ajustes.
--¿Tienen una fecha estimada
para la presentación del Presupuesto?
C.T.: No, estamos trabajando con
escenarios para este año y el que viene. Creemos que hay que avanzar
cuando esa herramienta sea verdaderamente útil y no simplemente
presentar, como dice Guzmán, un Power Point que después sea un
papel mojado porque ninguno de los números se condicen. Tenemos que
generar una verdadera hoja de ruta. Y ahí sí, lo que pase con la
renegociación de la deuda, afecta sustancialmente.
--¿Cómo le explican al sector
agropecuario que hoy está enojado con el gobierno que es necesario
el aumento de las retenciones?
S.B.:
Las retenciones le dan la posibilidad al gobierno nacional de tener
recursos en dólares. Siempre se habla de la retención como un
impuesto más. Y si bien puede ser un objetivo recaudatorio en un
sistema tributario, las retenciones tienen muchas más funciones como
la redistribución de recursos y ser un estímulo para la buena
utilización de las tierras que se agotan con un monocultivo como es
la soja. También para que el Estado nacional no tenga que salir a
comprar dólares que son escasos y tienen que ser utilizados para
poder importar bienes de capital o eventualmente hacer pagos de
deuda. Por lo tanto, las retenciones no son solamente un objeto
recaudatorio sino también redistributivo. Si todos queremos tener
una sociedad más igualitaria necesitamos que quienes más riqueza
puedan generar sean los que más aporten. Por ejemplo, la provincia
de Buenos Aires, en cuanto a fertilidad, tiene una de las zonas más
ricas a nivel mundial. Esos recursos no pertenecen solo a quienes
tienen la escritura sino a todos los argentinos. Lo que te permite la
retención es distribuir en forma equitativa un recurso que es de
todos.
C.T.: La retención también
implica desenganchar, en algunos casos, el precio local del precio
internacional. En ese sentido, es una herramienta más de la política
económica. Y es por los motivos que explicó Silvina, que resulta
tan importante la obligación de liquidar las exportaciones. Esta es
la forma en la que se generan dólares en la economía argentina, y
fue suspendida durante el gobierno de Macri. La bola de endeudamiento
a la que llegamos, sobre todo en moneda extranjera, se produjo,
justamente, por un programa económico de liberalización de los
mercados, en general, y del mercado externo, en particular. Solo en
el mes de marzo tenemos vencimientos de deuda equivalentes a seis
programas de cobertura de medicamentos para jubiladas y jubilados.
Solo en un mes. Esta es la dimensión de un proceso de endeudamiento
y financiarización que fue realmente muy empinado. Por eso concluyó
en un periodo tan corto de tiempo y con una crisis macroeconómica
tan fuerte como la que hoy estamos atravesando.
--Alberto Fernández señaló a
los formadores de precios como los responsables del aumento de los
alimentos. ¿Qué incidencia tienen en la inflación?
C.T.: La inflación es un
fenómeno muy complejo. Los factores en Argentina son las
devaluaciones sucesivas, que tienen que ver con el estrangulamiento
externo. En el momento en donde nos quedamos sin dólares, el tipo de
cambio salta y los precios de toda la economía, también; los que
están enganchados al dólar y los otros, por las dudas. Después
vienen las tarifas de los servicios públicos. Acá hay una discusión
acerca de cuánto del precio tiene que estar vinculado con el dólar.
Y el tercero es la puja distributiva, cómo se distribuye entre
capital y trabajo. Después están las cuestiones más
microeconómicas de los sectores que pueden imponer un precio o
consolidar mercados en el sentido de absorber una cantidad muy grande
de la producción…
--Y la concentración en la
distribución, también.
C.T: Efectivamente. Lo que hay
que tener en cuenta es que la inflación no es producto de la
concentración económica. Porque ese es un fenómeno que se ve en
casi todo el mundo y no tienen el nivel de inflación que tenemos en
Argentina. Lo que sí es cierto es que no te colabora para nada
cuando vos lo que querés es desindexar. Hay vivos, claro que hay
vivos. Por eso yo decía que cada una de las políticas que nosotros
diseñamos en realidad requieren del compromiso ciudadano respecto de
no me conviene tirar de esta piola porque del otro lado estás vos, y
si vos te caés me caigo yo también.
≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃≃
Vivimos
en tiempo convulsos, Corona
Virus incluido,
pero igualmente esperanzadores, en la medida que sepamos comprender y
construir un futuro que no deje humanes fuera de las transformaciones
positivas que nos merecemos y debemos para nosotros, nuestros hijes y
los hijes que vendrán …
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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