Miércoles
18 de marzo de 2020
Desde
hace dos o tres días, mi computadora está apestada de anuncios de
suspensiones, cancelaciones, postergaciones y reprogramaciones de
todo tipo de espectáculos públicos, desde los masivos hasta los más
íntimos. Alguno eligió un modo discreto de anunciar: “Pausa
temporal”, estableció. Ojalá.
Lo que viene pasando hace como un
mes en buena parte del mundo es una película de terror que todavía
no se le había ocurrido a nadie y, para peor, con final incierto.
Como si fuera una guerra sin antecedentes, por el momento nos cuesta
entender de qué lado ponernos. Ningún lugar posible garantiza paz,
alivio, reparo, contención. Hasta los mercados, esos que jamás
arrugan, están cagados en las patas. Como flechas que se incrustan
allí donde más duele, circulan palabras no del todo entendibles
como epidemia, endemia, pandemia.
Es parte de la, por el momento,
falta de explicación científica, motivo de una charlatanería que
por lo sorpresivo y desconocido del virus da para todo y, como si
fuera poco, la actitud de los medios que, aquí y en todo el mundo,
solo hablan de este tema tampoco contribuye a despejar inquietudes,
sino todo lo contrario. Escuchamos desde locas supersticiones a
conspiraciones paranoicas: ¿laboratorios norteamericanos crearon de
la nada esta cepa mortal y se la plantaron a China? ¿Podrá ser?
¿Dónde
quedó ese malestar común llamado gripe que se solucionaba con un
poco de cama, tecitos calientes y un par de aspirinas? Ese
padecimiento que todos sufrimos alguna vez se transformó en un
muñeco maldito e intratable llamado coronavirus. En pocas semanas el
mundo que nos tocó se convirtió en un lugar en suspenso. En China,
en donde parece que empezó todo, la cosa está pasando, pero durante
semanas, mientras miles de seres caían como moscas, nada fue
suficiente. Ni llevarse la tarea al hogar, ni borrar todo signo
humano de las calles, ni las múltiples alternativas virtuales. En
Italia dicen que los agarró con la guardia baja, con dificultades en
los sistemas de salud establecidos y, de un momento para el otro,
paralelo al número de fallecidos se desbordó el consumo de
tranquilizantes, que, al final, ni para eso sirvieron. En España
circularon barbijos truchos y un bactericida de marca fue al tacho de
la basura por su insignificante efecto. En Francia el libro más
solicitado en estos días fue uno que Alberto Camus escribió en
1947, La
peste,
una ficción que se desarrolla en Orán, Argelia y que muchas reseñas
de aquel tiempo interpretaron como una metáfora del nazismo. “Como
las guerras, las pestes llegan cuando la gente está más
desprevenida y ya nadie piensa en ellas”, sentenció Camus.
Hasta
que se demuestre lo contrario, el mundo sigue cerrado, hostil,
acechante, peligroso. La Argentina también: hoy, un estornudo en un
subte en hora pico puede alcanzar dimensión de drama. Hasta ahora,
las autoridades parecen pilotear la situación.
En 1956, quien esto escribe
recién había concluido la escuela primaria cuando llegó la
epidemia que más recuerdo y la que más miedo me provocó. No sabía
exactamente lo que era la polio y sus consecuencias, pero por un lado
las conversaciones en voz baja de mis viejos y otras nuevas y
extrañas previsiones me hicieron dar cuenta que algo muy preocupante
estaba ocurriendo. Nos hacían salir a la calle con una bolsita
colgada del cuello que contenía una pastillita de alcanfor y, a cada
rato, nos ponían a inhalar un yuyo de eucaliptus. En los barrios,
los padres se arremangaban y antes, o después, del trabajo
blanqueaban con cal paredes, cordones y árboles. Con los años supe
que esos recursos elementales, aunque de fuerte valor simbólico y
solidario, eran paliativos completamente inútiles. Los chicos de
familias más adineradas eran llevados a lugares distantes de Buenos
Aires con el propósito de ponerlos a salvo. Peregrina idea, porque
la epidemia recorrió el país de punta a punta. Sobraba voluntad y
abundaban la ignorancia y el temor, pero faltaba lo esencial, que era
la vacuna, ya eficaz y en uso en otros sitios del mundo. Inventada
por el doctor Jonas Salk, llegaría a la Argentina unos meses
después. Más adelante comenzó a utilizarse la Sabin oral. Aquel
brote de parálisis infantil provocó más de 7.000 casos entre niños
infectados y fallecidos. Nuestro país dejó atrás a la
poliomielitis avanzada la década del ’70.
Aunque todavía no sucedió,
la Argentina también corre el riesgo de tener que volver más
estricto el nomenclátor de cancelaciones y el movimiento normal de
las ciudades y pueblos. Eso sería especialmente grave en términos
económicos. Una pena enorme.
Cuanto más necesitábamos del afuera, más encerrados tenemos que quedarnos. Cuanto más precisábamos de abrazos solidarios, tendremos que conformarnos con codearnos. Cuando nos proponíamos cantarle las cuarenta a los que nos dejaron en la lona llega, como amenaza, la posibilidad de una cuarentena. Que, si, por ejemplo, empezara hoy mismo, domingo 15 de marzo, se prolongaría hasta el 24 de abril: el portazo del miedo podría generar una hecatombe económica en numerosos sectores. Lo que queda es respetar las instrucciones oficiales, pasar con mucha agua el duro trago y lavarse las manos cuantas veces sea necesario, lo que en circunstancias como las actuales equivale, justamente, a no lavarse las manos.
Cuanto más necesitábamos del afuera, más encerrados tenemos que quedarnos. Cuanto más precisábamos de abrazos solidarios, tendremos que conformarnos con codearnos. Cuando nos proponíamos cantarle las cuarenta a los que nos dejaron en la lona llega, como amenaza, la posibilidad de una cuarentena. Que, si, por ejemplo, empezara hoy mismo, domingo 15 de marzo, se prolongaría hasta el 24 de abril: el portazo del miedo podría generar una hecatombe económica en numerosos sectores. Lo que queda es respetar las instrucciones oficiales, pasar con mucha agua el duro trago y lavarse las manos cuantas veces sea necesario, lo que en circunstancias como las actuales equivale, justamente, a no lavarse las manos.
La
coronacrisis no da tregua. Los mercados de Asia, Europa y Wall
Street operan con bajas históricas. El petróleo tocó
mínimos en 17 años. En el plan local, las ADR's argentinas en Nueva
York se derrumban hasta 14%, con el papel de YPF a la
cabeza. El S&P Merval baja más de 4% y el "dólar blue"
sigue en el nivel más alto histórico.
La bolsa
de Nueva York, en una montaña rusa desde hace semanas, volvía
a bajar este miércoles a pesar de anuncios de paquetes
multimillonarios de ayuda a la economía estadounidense para
enfrentar el coronavirus:
el Dow Jones perdía 6,07% y el Nasdaq 5,55%.
Wall
Street terminó en fuerte alza el martes luego de registrar el lunes
una de las peores jornadas de su historia. El martes la Casa Blanca y
la Reserva Federal lanzaron proyectos y ayudas concretas y el Dow
ganó 5,20% mientras el Nasdaq subió 6,23%.
Este
miércoles La bolsa de Nueva York, en una montaña rusa desde hace
semanas, vuelve a derrumbarse a pesar de anuncios de paquetes
multimillonarios de ayuda a la economía estadounidense para
enfrentar el coronavirus. Por las fuertes caídas, se suspendieron
operaciones durante 15 minutos.
Durante
los últimos días los presidentes de las grandes potencias y
ministros expresaron su preocupación frente al avance imparable de
la pandemia del coronavirus emitiendo frases contundentes e inéditas
decisiones:
- Emmanuel Macron: “Estamos en guerra”, y “cerró” las fronteras de Francia
- Donald Trump: “Lo peor se espera para agosto”, cerró Estados Unidos y puso toque de queda en Nueva York, Los Ángeles y Miami
- Angela Merkel: “Entre 50 y 70 millones de alemanes sobre una población de 82 millones van a verse infectados con coronavirus”. En el día de ayer cerró las fronteras.
- Boris Johnson: prevé un panorama desolador: “Muchas familias perderán a sus seres queridos”. Cerró pubs, pidió que no se reúnan más de 50 personas.
- Giuseppe Conte, primer ministro italiano: ” Afirma que el pico máximo aún no se alcanzó”. Puso en cuarentena a toda Italia
- Úrsula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión de la UE: ” Propone prohibir la entrada de extranjeron a la Unión Europea por 30 días”.
- Pedro Sanchez: “Nos esperan semanas muy duras ” . Cerró las fronteras de España y sacó la milicia a la calle para hacer cumplir la cuarentena
- Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, “En la última semana hemos visto una rápida escalada. Pero no hemos visto el aislamiento urgente, que es la espina dorsal para parar esta epidemia”
Por otra parte hay presidentes
como:
- Jair Bolsonaro, presidente de Brasil: volvió a minimizar la pandemia y aseguró que existe una “neurosis” colectiva
- Andrés López Obrador, presidente de México: “No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias” y sigue abrazando y besando a sus seguidores …
El
ministro de Obras Públicas de la Nación, Gabriel Katopodis, anunció
la construcción de ocho módulos hospitalarios de emergencia que van
a permitir ampliar en 60 camas de terapia intensiva e internación en
el marco de la emergencia sanitaria que generó la propagación del
coronavirus, y precisó que tres serán en el interior del país y
cinco en el conurbano, en una conferencia de prensa que brindó en
Casa de Gobierno.
El ministro agregó que el presidente Alberto Fernández le encomendó que "manifieste su reconocimiento para ingenieros, arquitectos y operarios que estarán comprometidos en la construcción de los hospitales".
El ministro agregó que el presidente Alberto Fernández le encomendó que "manifieste su reconocimiento para ingenieros, arquitectos y operarios que estarán comprometidos en la construcción de los hospitales".
El
presidente Alberto Fernández recibió en la Residencia de Olivos al
embajador chino Zou Xiaoli, quien expresó el "apoyo" del
gobierno de su país por el "esfuerzo" que está haciendo
para "contener la expansión del coronavirus" y ofreció
colaborar en la donación de insumos para la prevención.
El embajador le propuso a Fernández la "donación de barbijos, indumentaria de protección antiparras, guantes, kits de reactivos rápidos y cámaras térmicas como elementos del primer envío de asistencia".
El embajador le propuso a Fernández la "donación de barbijos, indumentaria de protección antiparras, guantes, kits de reactivos rápidos y cámaras térmicas como elementos del primer envío de asistencia".
La
información fue difundida por la Embajada de la República Popular
China en Argentina a través de su cuenta oficial de Twitter, en el
marco de un encuentro que "consistía en la respuesta conjunta"
frente a la epidemia del coronavirus, se indicó.
"Como gesto de apoyo a la parte argentina en su esfuerzo por contener la expansión del coronavirus, Zou propuso la donación de los barbijos, indumentaria de protección, antiparras, guantes, kits de reactivos rápidos y cámaras térmicas como elementos del primer envío de asistencia", indicó la embajada.
"Como gesto de apoyo a la parte argentina en su esfuerzo por contener la expansión del coronavirus, Zou propuso la donación de los barbijos, indumentaria de protección, antiparras, guantes, kits de reactivos rápidos y cámaras térmicas como elementos del primer envío de asistencia", indicó la embajada.
Hace 76 días surgía de China el
primer reconocimiento oficial de la existencia de una cepa inédita
de un virus que paulatinamente se convertiría en el fantasma del
planeta entero. Hoy se sabe que unos 45 días antes, un hombre chino
de 55 años fue el primero en contagiárselo de otro humano, aunque
aún se desconoce quién fue el "paciente cero". Desde
entonces, sólo en ese país asiático se computaron 81 mil casos, de
los cuales algo más de 3000 resultaron fatales. En el mundo, las
cifras se elevan a casi el doble y el número de fallecidos ronda la
media decena de miles. Hay dudas sobre el verdadero origen, pero a
cada hora se renuevan las alarmas y hasta los países faro del mundo
están sometidos al flagelo.
La vida en todo el globo cambió
en estos días. El antes y el después del coronavirus. Lejos y cerca
de cada uno de nosotros. Los usos y costumbres, las expectativas, las
ambiciones, los temores, las paranoias. Fundamentalmente, el modo de
relacionarse: hay infinitamente menos apretones de manos, ni qué
hablar de abrazos y, más aun, nada de besos. Al diablo los
encuentros masivos. Entre nosotros, espectáculos suspendidos o
cercenados, restoranes vacíos, tránsito liviano por las calles,
aislamientos forzados o por opción. Una de las consecuencias: la
exponencial suba de adhesión a Netflix y otras plataformas…
Pero la crisis no hizo
desaparecer ciertas miserias, aumentadas de la mano de la inflación
nuestra de estos tiempos. Son muestras de lo devaluada que está la
consideración por el otro, el de al lado, el semejante. Un
individualismo cretino que va más allá de un mero patrón de
conducta recurrente, que lleva a actitudes como la de ni siquiera
cumplir con la exigencia mínima de 14 días de "cuarentena",
incluso de parte de "personajes" con alguna responsabilidad
social mayor (desde un gerente de un supermercado hasta un periodista
de TN, pasando por tantos otros) al punto de requerir una amenaza de
penarlo con la ley. Como si la ley les importara. Como si respetaran
su responsabilidad ciudadana, ya no con la salud propia sino de la de
los demás.
Tampoco desapareció, claro, la
voracidad del capital, el desenfreno de sectores por acrecentar su
ganancia sin medir lo que está en juego. En estos casos, como en
otros, la infamia queda al descubierto. En un país con el 40% de
pobreza, no sólo se vuelve a disparar el precio del azúcar y de
muchos alimentos indispensables, sino que también hubo una suba
desenfrenada del valor de productos como el alcohol en gel, los
barbijos, los productos de aseo o de prevención. Eso, si se
consiguiesen, porque de buenas a primeras desaparecieron de las
góndolas. Y no siempre porque se los hayan llevado los usuarios. Se
aprovechan del momento social en el que impera el temor. Todos
queremos ganar un poco más, todos lo necesitamos, pero la cuestión
es mirar, al menos de reojo, al de al lado.
Muestra de una sociedad que en
muchos casos se vincula por la desaprensión, o llanamente en el
desprecio por el otro.
Es un escenario delicado. No
faltan los cuestionamientos y las grandes incógnitas. Por ejemplo:
según la propia OMS, la tuberculosis mata a más de 3000 personas
por día en el mundo; la hepatitis B, a unas 2400; el virus de
influenza A H1N1 (pandemia inmediata anterior declarada por esa
organización en 2009) sigue matando a más de mil. Ni qué hablar de
otras enfermedades relacionadas con la pobreza o la desigualdad
extrema. O el dengue, que tiene menos prensa que otros virus, a pesar
de que también amenaza duro nuestra vida cotidiana, aquí al lado,
bien cerquita, con cerca de 700 casos reconocidos sólo en barrios
porteños. Sí, claro, un dato determinante es que este nuevo
coronavirus tiene un altísimo nivel de contagio.
Y de ahí la paradoja de que para
cuidarnos… tenemos que aislarnos.
Justamente en estos tiempos de
ultrainformación, redes sociales e inmediatez comunicacional. La
saturación informativa, la viralización brutal, abrumadora, así
como modificó sustancialmente los patrones de convivencia y
actitudes individuales y colectivas, así como alimenta y modifica
culturas, también produce fenómenos nuevos, inmediatos, feroces,
siempre interesantes, muchas veces despiadados.
Qué pasaría hoy si ocurriera
una pandemia como la denominada "gripe española" que, en
1918, infectó a 500 millones de personas y causó la muerte de 50
millones en el mundo. O la fiebre amarilla, en esas callecitas de
Buenos Aires, que a mediados del siglo XIX mató a 14 mil.
Probablemente la velocidad de investigación, reconocimiento y
respuesta, vertiginosa en estos días, habría menguado los efectos
letales y otra historia se habría contado. Pero también se habría
contado infinitamente más veces y a una rapidez supersónica. La
incógnita ingresa en un territorio novedoso: ¿también se habría
generado, de un modo o del otro, esta impodemia actual, este
descomunal bagaje de información que muchas veces no sólo no es
absolutamente necesaria, sino que –mucho más trascendente–
carece de menor o mayor nivel de rigurosidad y genera efectos
opuestos a los que supuestamente se persiguen? ¿Cómo se habría
manifestado con esta sensación actual de apocalipsis, en pleno siglo
XXI, en la que un portador de tos o un resfrío es nuestro peor
enemigo íntimo?
Una nueva vez nos reconocemos actuando en la vida
cotidiana como si fuéramos protagonistas de esas taquilleras pelis
de Hollywood que muestran pestes, tragedias, el fin del mundo al
alcance de la mano… Si no tuviéramos que aislarnos.
Claro que otra arista es que este
virus puso en entredicho "verdades reveladas" y evidenció
lo que provocaron, por caso, las privatizaciones en el sistema de
salud de España. O demuestra que el aparato sanitario norteamericano
para las grandes mayorías no es, por lejos, lo maravilloso que el
marketing muestra. Y deja en claro, una vez más, la perversión del
anterior gobierno argentino cuando decidió que ya no se requería un
Ministerio de Salud y pauperizó a extremos siniestros las
condiciones de salubridad. Ni qué hablar de la falta de insumos en
los hospitales, como denuncian los propios trabajadores. Lo que
vuelve a reafirmar, como si no tuviéramos otras muestras tan
abrumadoras en nuestro pasado reciente, la importancia de un Estado
presente, activo y que contenga a las mayorías.
Pero, bueno, por ahora la rabia
es otra de las enfermedades que sigue matando más que este flagelo
que nos envuelve apenas iniciada la década del 2020, al punto de
correr a un segundo nivel de interés, la negociación de la deuda,
el lockout patronal del campo y tantas otras cuestiones que nos
desvelaban hace sólo unas horas. Ahora el coronavirus nos envuelve a
todos. A los que transitan la zona de riesgo etaria y a los que no. A
buena parte de nosotros, que ya soportamos los advenimientos de otros
virus que nos modificaron ciertos hábitos de la vida. Por caso, el
VIH, que llevó a mudar algunos patrones de relaciones íntimas sobre
la parte final del siglo anterior.
El coronavirus parece que no
llegará a tanto. Eso esperamos. Y que regresen los abrazos y los
besos. Codo con codo. «
Cuándo las lecturas dicen lo
necesario y no hay mucho para agregar …
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
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