Sábado 11 de julio de 2020

Geopolítica, Biopolítica y globalización en tiempos de pandemia …
3era y última parte)

Una dimensión aún no abordada, refiere a la biopolítica o geopolítica de los cuerpos. Ese ámbito de pensamiento dónde lo macro se estructura en el lenguaje con la forma en que ideamos el mundo, y como la “autoimagen” del “yo”, es interpretada individual y colectivamente. 
 


El poder, que empecé a estudiar hace más de cuarenta años, es probablemente uno de los asuntos que me ha ocasionado mayores dificultades. No es algo material, si bien puede ser simbolizado mediante un objeto material, como el cetro, o cualquier otro instrumento, o un simple palo, investido por un valor especial. También es evidente que, en el ámbito de los estudios sobre el poder, y tal vez en mayor medida que en otros campos, son frecuentes las confusiones entre materialidad e inmaterialidad. Es necesario distinguir entre el Poder con mayúscula y el poder con
minúscula. El primero es el de las instituciones dentro del marco de la ley, el de los aparatos; el segundo está presente en todos los ámbitos de relaciones.

Resultaría demasiado largo resumir la historia del concepto de poder, que es tan viejo como el mundo, pero puede que sea útil volver sobre algunos de los momentos de su historia en el siglo XX, si bien (...) desde Maquiavelo, de hecho, el objetivo de la política en tanto que ciencia coincide con el análisis del poder y, en concreto, con la adquisición de una serie de conocimientos sobre las diferencias que existen entre el momento de su posesión y el momento de su ejercicio, entre el recurso a la violencia y a la coerción y el empleo de la manipulación y el engaño (Sola, 1996, p.29).

La perspectiva funcionalista y el paradigma sistémico han influido en el análisis del poder desde los años 1950. Para simplificar, digamos que, por aquel entonces, se estudia el poder desde la perspectiva de las interacciones, o de la ausencia de las
mismas, por medio de grandes categorías tales como el Estado, por ejemplo. Autores como Talcott Parsons y Karl W. Deutsch, en aquella época, desarrollaron un papel importante, además de muchos otros, tras haber importado conceptos nuevos desde la antropología (Malinovski). A finales de los años 1950 interviene el conductismo (behaviorism).

Más tarde, una contribución interesante es la de Luhmann (1970), que concibe el poder como la posibilidad de seleccionar, mediante una decisión propia, una alternativa para los demás. Rechaza el enfoque jerárquico y el circular:
Enmarcando el poder desde la perspectiva sistémica, el sociólogo alemán hace hincapié tanto en la dimensión comunicativa como en la selectiva, llegando hasta el punto de escribir que, bajo estos aspectos, el poder debe ser visto como “una selección dependiente de otras selecciones, luego como un refuerzo de la entera
selectividad del sistema (Sola, 1996: 177-178).

En un texto sobre el poder, Luhmann (1975) hablará del mismo como de un medio de comunicación social, como un código de símbolos generalizados que ordena la transferencia de prestaciones selectivas de un sujeto a otro.


Conforme, esta vez, a los trabajos de C. Wright Mills, se desarrolló una línea que ha producido estudios basados en la corriente elitista y en la corriente pluralista: en la primera, el poder está concentrado; en la segunda, reina cierta dispersión.

Se elaboraron tres grandes modelos: elitista, pluralista y pluralista-elitista. En estos modelos, el término “poder” se asocia a influencia, autoridad y control. Estas va-riaciones terminológicas demuestran bastante bien las dificultades a la hora de definir el poder. Podría parafrasear la reflexión de San Agustín acerca del tiempo, cuando decía: sé lo que es el tiempo, pero cuando tengo que definirlo ¡dejo de saberlo! Yo me hallo en la misma situación con respecto al poder.

Herbert Simon (1953), en un ensayo sobre la observación y medida del poder, define el poder como una relación asimétrica en la que un actor influye en la línea de comportamiento de los demás. Este núcleo es, desde entonces, en mi opinión, muy importante para el tema del poder. A la idea de “relación” se la volverá a encontrar casi por doquier.
( ¿Hacia dónde va la geografía política?
Reflexiones críticas sobre el ejercicio práctico del poder en el espacio
Claude Raffestin Profesor Honorífico de la Université de Genève.
Geopolítica(s). Revista de estudios sobre espacio y poder,
11(1), 29-37.)

Mas allá de diferentes enfoques y conceptualizaciones, convenimos con Foucault, que el poder, mas que algo declamatorio, se ejerce. Ese ejercicio de poder se da entre cuerpos, no necesariamente el cuerpo en sentido material aunque obviamente incluye esta dimensión, sino mas bien en como la materialidad refiere a una dimensión de las percepciones humanas en tanto integridad, completud, tanto de lo individual como de aquello que Immanuel Wallerstein introduce como concepto, “el sistema mundo”, Definido como "una zona espaciotemporal que atraviesa múltiples unidades políticas y culturales, una que representa una zona integrada de actividad e instituciones que obedecen a ciertas reglas sistémicas. Y que, confieren cierta mentalidad de época con conceptos, características e imágenes comprensibles para la mayoria de los individuos que conviven en ese tiempo.

El concepto adquiere relevancia en estos tiempos de globalización, en tanto la idea del mismo mundo para todes. Pero también en las radicales y particulares visiones diversas de ese mismo modo, ya como totalidad o como áspectos de diferenciación parcial, quea precisamente en su intento por imponerse, genera las prácticas de poder.

Los lenguajes, al decir de Ferdinand de Saussure, en su Curso de lingüística general, producen una serie de dicotomías en su afán por hacer del estudio del lenguaje una ciencia mucho más racional de lo que hasta entonces había sido, así como una serie de conceptos que conformaba la lengua como estructura. Es asi que surgen los conceptos de significado y significante Una de las dicotomías más importantes que realiza se da al separar el lenguaje en lengua o langue (sistema de signos) y en habla o parole (manifestación particular de ese sistema en el acto de comunicación). Es importante destacar que la langue precede necesariamente a la parole, es decir: sin la internalización del sistema lingüístico no podemos llevar a cabo el acto del habla. Con esta división se separa a la vez lo que es social de aquello individual y lo que es esencial de lo que es accesorio o accidental.

La langue es aquello que el sujeto registra pasivamente, no existe premeditación. Además, es externa al sujeto y él no presenta la capacidad de modificarla. La parole, por el contrario, es un acto individual y voluntario y que se da de forma diferenciada en cada sujeto. Debido a esta descripción, Saussure propone el estudio de la lengua y no del habla, dado que la primera es algo objetivo en que no existe la variedad, mientras que el habla se modifica a voluntad del sujeto, lo cual la hace inestudiable en el modo en que Saussure concebía la lingüística. 
 
Saussure entiende la lengua como un sistema semiótico formado por signos lingüísticos. El signo lingüístico es definido como una entidad psíquica con dos caras íntimamente unidas y que se reclaman recíprocamente. Estas serían el significante (forma fónica o imagen acústica) y significado (concepto mental al que corresponde la imagen acústica). Las diferencias en el significado vendrían provocadas por las diferencias en el significante. Cabe destacar que la relación entre estos significados se da de forma arbitraria, por lo que podemos decir que el signo lingüístico es arbitrario. Un ejemplo propuesto por Saussure es el de la idea de sur, que no está necesariamente ligada a la sucesión de sonidos s-u-r, por lo que podría estar ligada a cualquier otra sucesión de sonidos, tal y como pasa en otras lenguas diferentes. 
 


De esta manera, la corporalidad adquiere esa triple tónica de cuerpo fisico-biológico, de autoimagen psíquica, y de como ambas dimensiones se articulan en el Sistema mundo como estructura, ya no solo que ordena los elementos en el pensamiento sino que los ordena en todo ámbito de la existencia humana.


Uno de los asuntos filosóficos de debate en estas áreas del conocimiento, la reflexión y la investigación científica, refiere a la interpretación respecto a la materialidad e inmaterialidad de los elementos que son pensados. Entre el pensamiento concreto y las abstracciones, pasando por los verbos que denotan las acciones y las acciones mismas que ejecutan los cuerpos sobre si mismos u otros cuerpos. He aquí que el poder es la acción integrada sobre los cuerpos, ya sea producto cultural, político, social, económico o de las relaciones interpersonales.


El patriarcado, colonialista, Capitalista y neoliberal que signa el devenir de la historia en América Latina, deja precisamente explicitadas las dimensiones del poder sobre los cuerpos y como el el lenguaje legitima un orden respecto de ese poder efectivamente y violentamente ejercido, no solo de modos físicos sobre los cuerpos físicos, sino del modo de mentalidades que subsumen los pensamientos individuales en determinaciones de imaginarios colectivos que dan legitimidad a esas imposiciones sobre los cuerpos otros.


Las luchas feministas y transgeneros o de sexualidades alternativas, las luchas contra la xenofobia racista, las luchas territoriales y geopolíticas por las ideas que priman sobre las formas institucionales que cobran legitimidad en la resolución de los conflictos internacionales, nacionales, morales y éticas de los individuos y en el reparto de las riquezas del mundo, forman parte de las conciencias individuales del “yo” y de las conciencias de pertenencia o ausencia de algún sentido colectivo y de ser “hijos de estas tierras” o la imposición universal de “ciudadanos del mundo”, o individuos sin fronteras o sin pertenencias de identidad colectiva o geográfica concreta. La idea de mundo se desmaterializa, se virtualiza, se universaliza. No es el pedazo de mundo que habito, sino el mundo como entidad ubicua y global.


Obviamente que el poder que se cristaliza en la oposición binaria de ambas realidades constituye la famosa“grieta” instalada en la geopolítica y en las políticas nacionales, que juega a favor de los poderes de la globalización para imponerse sobre las prácticas soberanas de los individuos sobre sus cuerpos y de las sociedades sobre los territorios concretos que habitan. El aislamiento y el individualismo se convierten en antagónismos, imposibles en la constitución del sujeto, pero que le confronta consigo mismo impidiendo la conciencia del poder, que lo torna, así, alienado de su posibilidad de constituirse en individuo social o entender que su libertad no se da aislado sino en la libertad de una comunidad que define sobre corporalidades y territorialidades, formas y instituciones que las realicen, en las relaciones entre los individuos y la geografía que ocupan y los sistemas mundo que interpretan su rol en las relaciones universales y globales, a los que, en estos tiempos tecnocientíficos, se anuda la dimensión virtual.



La pandemia producida por el Coronavirus SARS-CoV-2, produjo una desaceleración del ejercicio del poder dominante de los estados y corporaciones transnacionales que impulsaban la globalización en sus formas actuales y tensan las relaciones geopolíticas en estos tiempos, al enfrentarse a “algo” que desconocen y que sus privilegios no les otorga seguridad o mejores expectativas de sobrevivencia. También aquí los cuerpos ejercen su rol. En tanto y en general, los lideres son parte de las poblaciones de riesgo por edad y no hay clase social que sirva de barrera inmunologica para la afección que el virus produce, con el consiguiente riesgo de muerte.


¿habrá en ese miedo a la muerte física individual, alguna conciencia de que se esta velando al mismo tiempo al sistema Capitalista y a los sistemas mundo que lo han venido representado en su materialidad e inmaterialidad hasta el presente?
Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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