Jueves 9 de Julio de 2020

Los diccionarios y enciclopedias en papel fueron reemplazados por la consulta en Google, la música o las películas llegan vía computadora y smart phones, o están en alguna memoria digital. Al pasar de la generación del átomo a la del bit, vemos la vigorosa desmaterialización de nuestra vida cotidiana.

Aguafuertes del confinamiento


Identidades evanescentes

Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”.

La cita es de Marshall Berman, autor del libro “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, en el cual analiza cuándo y por qué la modernidad abandonó o se alejó de su vocación por el progreso y la liberación colectiva.

La frase del título, que Berman tomó prestada del Manifiesto comunista, se refiere a la capacidad formidable del capitalismo de diluir vínculos sociales. En nuestros días esas disolvencias no se contentan con las relaciones humanas y se han expandido hacia la materialidad de las cosas.


La biblioteca de casa se ha vuelto un reservorio de polvo desde que los diccionarios y enciclopedias fueron reemplazados por google en la consulta. Los libros de ficción no han sufrido un desplazamiento tan intemperante y todavía reciben visitas, intercaladas con alguna lectura electrónica.
La música, en cambio, dejó estanterías pobladas de vinilos, cassettes y discos compactos desolados en su soledad, y ahora llega desde la computadora y la flamante incorporación de la inteligencia artificial que portan unos ubicuos smart phones.

Las películas, que antes almacenábamos en voluminosas cintas de video, hoy se alojan en la memoria de nuestros ordenadores.
Quienes hemos asistido al paso de la generación del átomo a la del bit, somos testigos de la vigorosa desmaterialización que afecta a nuestra vida cotidiana. Quizás el territorio acotado de nuestro hogar aún no haya registrado cabalmente estas mutaciones y por eso las paredes permanezcan con sus estanterías intactas.

Las ventajas de que un escenario de virtualidad sustituya al papel y al plástico son enormes para el cuidado ambiental. Sin embargo, también debemos contemplar el impacto de estas transformaciones en nuestros hábitos y conductas; sobre todo cuando vemos que a nuestro alrededor se esfuman cosas que nos acompañaron en un buen tramo de la vida y que en su reemplazo llegan objetos inasibles, carentes de corporeidad y huérfanos de solidez. No es un juicio de valor; apenas una constatación descriptiva.

¿Es igual asistir a la experiencia real que a su sustituto virtual? ¿Da lo mismo la visita efectiva a un museo que la vista de un cuadro en la pantalla de la computadora? La situación actual reactualiza aquello que Walter Benjamin sugería en “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”.

Para el referente de la escuela de Frankfurt, las experiencias singulares e irrepetibles de palpar un libro, asistir a un concierto o a una representación teatral perdían originalidad cuando la reproducción técnica de esos acontecimientos dificultaba la ponderación de su valor real. A su criterio, la mecanización técnica de las reproducciones sustraía al arte su valor ritual dado que interfería en su funcionamiento dentro de la tradición.

De modo concurrente, algunas manifestaciones artísticas van acompañadas de una cierta fugacidad que parece subrayar el carácter efímero de las cosas.
¿Esa condición evanescente podrá trasladarse a nuestra identidad? ¿Acaso la alienación constituye una perspectiva más amenazante cuando la experiencia directa es reemplazada por la mediación técnica?

¿En qué medida las alternativas sustitutorias rebajan o degradan nuestra experiencia del mundo?



Al reflexionar acerca de las Bellas Artes, el filósofo y poeta Paul Valéry aseguraba que la antigua industria de lo Bello experimentaría cambios muy profundos a partir del acrecentamiento sorprendente de los medios, la flexibilidad y precisión que alcanzan y las ideas y costumbres que introducen. En “La conquista de la ubicuidad”, un texto de 1928, expresaba que «En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la noción misma del arte».


¿Y, por qué no, también de las personas?

Ricardo Haye
Docente-Investigador de la Universidad Nacional del Comahue
(http://vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_719/columnistas/405 )

La modernidad no solo plantea la desmaterialización de la identidad de las personas, sino su reducción a uno. El “si mismo”, el “aislamiento” social que se viene produciendo mucho antes de la pandemia y que no es efecto del virus. El reduccionismo de toda interpretación de la realidad a una sintesis “egocentrica” porque “mi” tiempo no puede ser perdido en razonar colectivamente, en pensar comunitariamente, en formar parte de algo que me trascienda.

El 9 de julio de 1816, por el contrario, supuso la materialización de la patria. La adopción de una identidad Nacional, de una soberanía territorial, de símbolos y textos que identifican sentimientos y pensamientos de muchos, Patriotas, Argentinos, reunidos en Asamblea declarando la independencia de la decisiones del monarca que allende los mares, dirigía los destinos de estas tierras. 

Un año antes, tras la deposición de Alvear como Director Supremo ocurrida el 15 de abril, el director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un congreso general que se reuniría en Tucumán.

Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba.

Pronto comenzaron a ser electos en las provincias los diputados que se reunirían en Tucumán para inaugurar un nuevo congreso constituyente. Entre las instrucciones que las provincias -no todas- daban a sus diputados, se encontraba la de “declarar la absoluta independencia de España y de sus reyes”.

El 24 de marzo de 1816 fue finalmente inaugurado el Congreso en Tucumán. El porteño Pedro Medrano fue su presidente provisional y los diputados presentes juraron defender la religión católica y la integridad territorial de las Provincias Unidas. Entretanto, el gobierno no podía resolver los problemas planteados: la propuesta alternativa de Artigas, los planes de San Martín para reconquistar Chile, los conflictos con Güemes y la invasión portuguesa a la Banda Oriental, entre otros.

Finalmente, cuando San Martín llamaba a terminar definitivamente con el vínculo colonial, una comisión de diputados, integrada por Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano, propuso un temario de las tareas que debía acometer el Congreso, conocido como “Plan de materias de primera y preferente atención para las discusiones y deliberaciones del Soberano Congreso”, que a continuación reproducimos.

El 9 de julio de 1816, el mismo día en que se aprobó el temario, se resolvió considerar como primer punto el tema de la libertad e independencia de las Provincias Unidas. Los diputados no tardaron en ponerse de pie y aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.

(Fuente: El Redactor del Congreso Nacional, Nº 6, pág. 4, 23 de septiembre de 1816, en Ravignani Emilio, Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo I, Buenos Aires, 1937, págs. 216-217.)

En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de la Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto, y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman.

 Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los pueblos representados y la de toda la posteridad. A su término fueron preguntados si querían que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli. Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime voto por la independencia del país, fijando en su virtud la determinación siguiente:
“Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.

Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama.

 Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a la naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.”

”Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios. – Francisco Narciso de Laprida, presidente. –Mariano Boedo, vice-presidente, diputado por Salta. –Dr. Antonio Sáenz, diputado por Buenos Aires. – Dr. José Darregueyra, diputado por Buenos Aires. – Dr. Fray Cayetano José Rodríguez, diputado por Buenos Aires. – Dr. Pedro Medrano, diputado por Buenos Aires. – Dr. Manuel Antonio Acevedo, diputado por Catamarca. – Dr. José Ignacio de Gorriti, diputado por Salta. – Dr. José Andrés Pacheco Melo, diputado por Chichas. – Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por la ciudad y territorio de Jujuy. – Eduardo Pérez Bulnes, diputado por Córdoba. – Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza. – Dr. Pedro Miguel Aráoz, diputado por la capital del Tucumán. – Dr. Esteban Agustín Gazcón, diputado por Buenos Aires. – Pedro Francisco de Uriarte, diputado por Santiago del Estero. – Pedro León Gallo, diputado por Santiago del Estero. – Pedro Ignacio Ribera, diputado de Mizque. – Dr. Mariano Sánchez de Loria, diputado por Charcas. – Dr. José Severo Malabia, diputado por Charcas. – Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado por La Rioja. – L. Jerónimo Salguero de Cabrera, diputado por Córdoba. – Dr. José Colombres, diputado por Catamarca. – Dr. José Ignacio Thames, diputado por Tucumán. – Fr. Justo Sta. María de Oro, diputado por San Juan. – José Antonio Cabrera, diputado por Córdoba. – Dr. Juan Agustín Maza, diputado por Mendoza. – Tomás Manuel de Anchorena, diputado de Buenos Aires. – José Mariano Serrano, diputado por Charcas, Secretario. – Juan José Paso, diputado por Buenos Aires, Secretario”.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar




A contrapelo de la historia, Un gobernador habla de separar la provincia del resto del país. Representantes de una agrupación política que nos volvió a colocar en una situación de precariedad y dependencia frente a los centros del poder financiero transnacional y que ejerció ilegalmente persecución y espionaje a propios y extraños como no ocurría en el país desde la última dictadura, hablan de “La república en riesgo”. Periodistas investigados por la justicia por actuar de voceros de operaciones ilegales de inteligencia para desprestigiar y extorsionar a personajes de la política, de la justicia y de los mismos medios de comunicación, sacan una solicitada reclamando libertad de prensa, cuándo nunca sus voces mentirosas dejaron de tener libertad para mentir.

A 204 años de aquella proclama de independencia que materializó los sueños de un pueblo independiente y soberano, hoy algunos sectores de ese mismo pueblo, tornan evanescentes los valores de nuestra identidad patria, para transformarlos en el humo con que encubren la entrega del país al que mejor les paga.

Ladrones para la Corona de los Estados Imperiales que siguen imponiéndonos sus intereses y mancillando símbolos e identidad de un Estado Nacional y popular, genuinamente independiente, que quiere decidir como vivir y de que modos.

                                                                    Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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