Domingo 5 de julio de 2020


2. Lawfare, fakesnews, las nuevas viejas inmorales formas de hacer política.

Por qué la gente inteligente es vulnerable a poner su tribu por encima de la verdad y la no tan inteligente también. 

 
Dan Kahan es catedrático de derecho y psicología en la Facultad de Derecho de Yale. Antiguo asistente del fallecido juez Thurgood Marshall (primer juez afroamericano del Tribunal Supremo de Estados Unidos), actualmente desarrolla un ambicioso programa de investigación sobre cognición cultural y percepción social del riesgo.
Recientemente un artículo suyo (https://blogs.scientificamerican.com/observations/why-smart-people-are-vulnerable-to-putting-tribe-before-truth/) , fué traducido al español por la revista Uruguaya Bitácora: y públicada en el sitio Web: ( http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?11477,7) .


Allí el autor dá cuenta de las investigaciones en curso en la emergente  disciplina de la comunicación científica, que usa métodos científicos para entender cómo la gente llega a conocer lo que es conocido por la ciencia, sugiriendo carencias en ese ámbito.

La evidencia científica es indispensable para la creación eficaz de políticas públicas. Y para que una sociedad que se gobierna a sí misma coseche los beneficios de la ciencia relevante para la política, sus ciudadanos deben ser capaces de reconocer la mejor evidencia posible y sus implicaciones para la acción colectiva.”, expresa en el mencionado artículo. Al referirse a la taréa de la comunicación científica expone “ De hecho, es peligrosamente incompleta. A menos que vaya acompañada de otro rasgo propio del raciocinio científico, las habilidades asociadas con la alfabetización científica pueden en realidad impedir el reconocimiento público de la mejor evidencia disponible y profundizar formas perniciosas de polarización cultural.

Para que la alfabetización científica no socave el autogobierno ilustrado sino que lo respalde, el rasgo complementario necesario es la curiosidad científica.

 

Dicho de manera sencilla, cuando los miembros ordinarios del público adquieren más conocimiento científico y se vuelven más duchos en el razonamiento científico, no convergen a la hora de detectar la mejor evidencia disponible respecto a hechos controvertidos relevantes en política. En lugar de eso, se vuelven incluso más polarizados culturalmente.”

Este es uno de los hallazgos más claros asociados a la ciencia de la comunicación científica. Es una relación que se observa, por ejemplo, en las percepciones públicas de innumerables fuentes de riesgo para la sociedad -no solo el cambio climático, sino también la energía nuclear, la posesión y control de armas o el fracking, entre otros-.

 

Además, este mismo patrón -a mayor competencia científica, más aguda es la polarización- caracteriza múltiples formas de razonar esenciales para la comprensión de la ciencia: la polarización aumenta, no solo con la alfabetización científica, sino también con la alfabetización numérica (la capacidad para razonar correctamente con información cuantitativa) y con el razonamiento de apertura de mente activa -la tendencia a revisar las creencias propias a la luz de nueva evidencia-.” Sigue exponiendo el autor.

 

 

Diversos estudios que cita en su nota, dan cuenta del fenómeno que es mas probable que, incluso científicos, desprecien la empíria, cuándo va en contra de sus creencias o las de su bando.”


Los datos experimentales sugieren por qué. Cuando se les da a elegir, los individuos de baja curiosidad optan por la evidencia ya conocida, consistente con lo que ya creen; los ciudadanos de curiosidad alta, en cambio, prefieren explorar nuevos hallazgos, incluso si esa información implica que la posición de su grupo es errónea (figura 2). Al consumir una dieta informacional más rica, los ciudadanos de mayor curiosidad forman, predeciblemente, menos opiniones banderizas y, por tanto, menos polarizadas.” continúa el desarrollo del texto.

Por ahora, no hay protocolos probados para utilizar la curiosidad científica para ayudar a extinguir las rivalidades entre grupos que generan desacuerdos públicos sobre la ciencia pertinente a la política, en particular entre los miembros de esos grupos con mayor alfabetización científica.

 

Pero si la ciencia de la comunicación científica no está todavía en posición de decir a los comunicadores científicos exactamente qué hacer para aprovechar los efectos unificadores de la curiosidad, sí que les dice inequívocamente cómo averiguarlo: mediante el uso de los métodos empíricos de la propia ciencia.”, concluye la nota.

 

Esta claro que esta comprobación parece ser un “arma” estratégica de estos tiempos de “grietas” ya no solo en las referencias científicas, sino tambien volcada a hechos e interpretaciones de esos hechos en la realidad.
Tal vez, debamos volver a ser esos niños que preguntan y repreguntan una y otra vez, el ¿Porque? De cada explicación que nos den. La curiosidad, al parecer, en este siglo XXI, es la que nos salvará y no nos matará como rezaba el popular refrán.
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Sobre las “investigaciones periodísticas"

De operadores, espías e impostores

La utilización del formato de “investigación periodística” para las más burdas operaciones mediáticas va quedando cada día más en evidencia, pero no por eso estas pierden eficacia sobre la opinión pública. Ahora, la revelación de que la producción “La Cornisa”, el programa de Luis Majul, estaba formada por espías de la AFI pone al descubierto una pata más del asunto.


Hace unos días cometí lo que un religioso llamaría sacrilegio. En un curso de periodismo de investigación comparé el trabajo de Rodolfo Walsh y Enriqueta Muñiz para “Operación Masacre” con el montaje utilizado por Lanata para sus programas de “investigación” sobre la llamada “Ruta del Dinero K”.

Por un lado, Walsh y Muñiz entrevistaban víctimas y testigos, buscaban documentos y comprobaban su autenticidad, y recorrían con obsesiva minuciosidad el lugar de los hechos. Por el otro, Lanata y una troupe de impresentables recorrían las Islas Seychelles, Uruguay, Panamá, Irlanda y Lugano para conseguir imágenes que luego anclaban con subtítulos que nada tenían que ver con ellas, entrevistaban gente que no podía decirles nada pero manipulaban sus palabras y mostraban documentos de dudosa – y nunca comprobada – autenticidad.

Walsh y Muñiz – después de un arduo trabajo de investigación – revelaron un acto de terrorismo de Estado que se pretendía ocultar. Lanata y su troupe montaron un espectáculo sobre una montaña de suposiciones, invenciones y datos falsos.

Sin embargo, para el espectador no advertido, la supuesta investigación de Lanata revelaba “una verdad” tan verdadera como los fusilamientos de José León Suárez.

A los participantes del curso les propuse una imagen. Tanto Walsh como Lanata son vendedores de autos y ofrecen dos Mercedes Benz que, vistos desde afuera, son igualitos: mismo diseño, mismo color, carrocería reluciente.

Si no se los prueba, si se los juzga sólo por la apariencia (a un auto o a una investigación periodística), no se encuentra la diferencia. En cambio, si antes de comprarlo se prueban los dos Mercedes Benz (o las dos investigaciones periodísticas), las cosas cambian: el comprador que se sienta dentro del auto que ofrece Walsh gira la llave de arranque y el auto se pone en marcha, aprieta el acelerador y el auto se mueve, enciende las luces y los faros iluminan; en cambio, el comprador que se sienta en el auto que ofrece Lanata gira la llave y no pasa nada porque el auto no tiene motor, tampoco puede moverlo y si enciende las luces éstas no iluminan porque no están los focos.

De un lado hay un auto, del otro hay una cáscara vacía que semeja auto para engañar al comprador.

Lo mismo está pasando -y vale la pena insistir – con las “investigaciones periodísticas”.

La comprobación – ahora en el terreno judicial – de que “La Cornisa”, el programa de Luis Majul en América 24, tenía la producción “periodística” de 15 agentes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) pone al descubierto de manera inapelable una realidad que, por lo menos en el campo del oficio, se sabía: que no pocas “investigaciones periodísticas” presentadas en “programas periodísticos” durante el gobierno de Mauricio Macri no eran otra cosa que operaciones de inteligencia disfrazadas de periodismo.

Podría decirse que con el caso de Majul -que no es el único, como no demorará en saberse – se llegó al formato pornográfico de las operaciones periodísticas disfrazadas de investigación, un instrumento cuyo uso no empezó en nuestro país con el macrismo en el gobierno sino que es de larga data.

Los ejemplos sobran, pero con citar tres de alto impacto político es suficiente: los famosos programas de Jorge Lanata sobre “La Ruta del Dinero K” en Canal 13 (ver nota de quien escribe en Socompa), las “investigaciones” sobre el “asesinato” del fiscal Natalio Nisman, y la “investigación” plagada de verbos en condicional del operador Daniel Santoro en Clarín sobre las cuentas off shore de Máximo Kirchner y Nilda Garré.

Las tres con un objetivo claro: limar, desestabilizar al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y, en última instancia, a definir una elección presidencial utilizando la intoxicación informativa.

A la lista conviene agregar otras dos operaciones, destinadas a encubrir crímenes cometidos por fuerzas de seguridad habilitadas para tal fin por el gobierno de Mauricio Macri: las maniobras de encubrimiento, disfrazadas de investigación periodística, de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado a manos de la Gendarmería Nacional, y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel perpetrado por la Prefectura.

No se trata solamente de medios y operadores disfrazados de periodistas. Este tipo de maniobras se sostiene con tres patas: una política, otra judicial y una tercera mediática, que se retroalimentan constantemente.

A veces empiezan por un lado y a veces por alguno de los otros, pero lo que no se debe perder de vista es que siempre están orquestadas. Son una operación de pinzas, desde tres flancos, destinada a destruir a la víctima elegida.

Ahora queda claro que durante el gobierno de Mauricio Macri a esas tres patas se sumó una más, que potenció su poder de daño: los informes de operaciones de inteligencia montadas ilegalmente sobre las víctimas.

Un ejemplo de esa connivencia: La sociedad del espía todo terreno Marcelo D’Alessio (free lance de la AFI) con el fiscal Carlos Stornelli (Poder Judicial), el operador periodístico del Grupo Clarín Daniel Santoro (pata mediática), y la diputada Paula Olivetto y la ministra Patricia Bullrich (pata política articulada entre el Congreso y el Poder Ejecutivo).

No es el objetivo de estas líneas profundizar en el armado de este tipo de operaciones sino abrir una pregunta: ¿Cómo defendemos nuestro oficio, el de periodistas, frente a estos impostores que tanto daño hacen y le hacen? ¿Cómo advertir al lector, al oyente, al televidente para evitar que sea – él también – víctima de estas operaciones que buscan confundirlo para manipularlo?

De un lado están las investigaciones reales, las de los periodistas que dignifican el oficio; del otro hay operaciones perversas destinadas a engañar perpetradas por impostores disfrazados de periodistas.


Denunciar estas últimas y desmontarlas para revelar su verdadera naturaleza es un desafío que no se puede soslayar.

Tal vez así se haga realidad lo que – en un obsceno fallido – dijo Luis Majul en su programa: “Si caigo yo, caemos todos”.


El homicidio de Fabián Gutiérrez, el ex secretario privado de Néstor y Cristina Kirchner, fue ejecutado por un grupo de jóvenes de la localidad de El Calafate, quienes le exigieron dinero y que lo conocían desde antes como consecuencia de una relación de índole sexual que mantenían, dijeron fuentes que conocen el fondo de la trama.


Desde la mañana, las redes sociales quisieron vincular la desaparición primero y la muerte después de Gutiérrez con el hecho de que había sido procesado en su momento por el fallecido juez Claudio Bonadio, en la irregular causa de los cuadernos supuestamente escritos por un chofer.

Pero en rigor nada de lo que se divulgó a través de las redes sociales con un  marcado sesgo antikirchnerista tiene que ver con lo que realmente ocurrió en El Calafate, donde Gutiérrez vivía.

Las fuentes consultados dijeron que el crimen del ex secretario privado podría ser consecuencia de una extorsión y pedido de dinero a Gutiérrez por parte del grupo de jóvenes que formarían parte de familias de buen pasar económico en esa localidad turística, donde CFK tiene su casa y hoteles dedicados al turismo.

El hallazgo del cuerpo de Gutiérrez se concretó esta mañana en los fondos de una casa de esa localidad turística ubicada a unos 250 kilómetros de Río Gallegos, y de acuerdo a los primeros análisis realizados por los médicos forenses que revisaron el cuerpo presentaba golpes principalmente en la cabeza y un corte en el cuello, consignó la agencia Télam.

El juez de instrucción Penal de Calafate, Carlos Narvarte, aseguró hoy a la prensa que el cuerpo fue hallado envuelto en una sábana y que el hallazgo se logró gracias a la confesión de los cuatro detenidos.

Según los investigadores, todo comenzó ayer al mediodía cuando se recibió una denuncia sobre la desaparición de Gutiérrez, quien no contestaba las llamadas y no había sido hallado en su domicilio.

De inmediato, por orden del juez Narvarte se realizaron las primeras diligencias en el domicilio del exsecretario de Cristina Kirchner en El Calafate, ubicado en Perkins y padre Alberto D´Agostini de la villa turística, el cual se hallaba totalmente revuelto.

Las fuentes judiciales consultadas por Télam aseguraron que en el lugar fue hallada una campera con manchas que podrían ser de sangre, precintos plásticos y manchas de sangre en distintos sectores de la casa.

"Había manchas por todos lados, pero parecían como si hubiesen querido limpiarlas", graficó uno de los investigadores que participaron del operativo en la vivienda.

Los pesquisas de la Policía de Santa Cruz determinaron luego que durante la noche previa Gutiérrez había sido visto con un joven de unos 20 años que era conocido suyo, por lo que los investigadores se dirigieron a su domicilio.

Ese joven, de apellido Zaeta, quedó demorado y el juez ordenó de urgencia otros tres allanamientos durante la madrugada en los que fueron detenidos otros tres sospechosos, todos ellos de entre 20 y 25 años. También habria sido detenido un hermano del primer sospechoso.

Ese joven sería el hijo de un conocido escribano de El Calafate, Oscar Zaeta, y habría sido quien asesinó a Gutiérrez con un corte con un cuchillo en el cuello, dijeron fuentes que conocen la trama del homicidio.

Tanto el primero de los detenidos como los otros tres confesaron más tarde ante la Justicia que habían estado con Gutiérrez y que lo habían atacado a golpes con intenciones de robarle dinero.

"Le pedían dinero y las claves de los cajeros automáticos", dijo uno de los pesquisas, quien reveló que "todos coincidieron en que primero lo atacaron en su propia casa y que luego lo llevaron hasta otra vivienda, donde lo terminaron matando".

El juez Narvarte confirmó en declaraciones a la prensa que el hallazgo del cadáver de Gutiérrez se logró "como consecuencia de la primer indagatoria recepcionada en el día de la fecha y en base al trabajo de Criminalística".

Según Narvarte, a raíz de ese testimonio de uno de los acusados, "surgió dónde podría estar (el cadáver)", ya que había dicho que estaba dentro de "la cabaña", aunque finalmente con "el trabajo de criminalística" dieron con el cuerpo en un sector del terreno.

La curiosidad es insuficiente sino exigimos transparencia en quienes tienen el rol social de Informar e investigar. Precisamente una de las causas por las que dejamos de “Curosear” … responde a que cada vez mas nos impiden el acceso a información comprobable y minan la confianza en los actores sociales que, en esa confianza deben establecer el vínculo ético y de calidad respecto a la información y el derecho a la información pública. No es un tema menor. Directamente relacionado con el servicio de Justicia y la implementación de penas y castigos a quienes incumplen las normas que nos damos entre todos para convivir de modos menos conflictivos y violentos que nos sea posible … La vida digna también en parte se define por esto.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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