Lunes
20 de junio de 2020
“Malos
tiempos son aquellos en los que hay que demostrar lo evidente”.
Bertolt
Brecht
En
tiempos de pandemia el día a día avanza al compás de las cifras de
contagios y la incertidumbre constante pone en duda la solidez del
estado de bienestar. El enfoque en lo económico y lo sanitario
desplaza las cuestiones sociales, las cuales deberían ser
incuestionablemente atendidas en contexto de pandemia, donde las
dinámicas del distanciamiento social rearticulan los modos de
interacción habitual entre la población.
¿De
qué modo el aislamiento modifica los modos de relacionarse? ¿La
tendencia es hacía el individualismo o buscamos modos de generar
vinculación?
Cuando
en enero del 2020 los medios de comunicación dieron parte de una
enfermedad aparecida en la lejana China, en las calles la noticia era
comentada como un drama distante. Fue precisamente por esta razón
que cuando el Coronavirus cruzó las puertas de Europa la población
española vio con desconcierto como los contagios se extendían. Una
vulnerabilidad desprevenida tomó fuerza entre la gente y el discurso
del miedo se apoderó de la vida pública y privada. A mitad de marzo
el fenómeno se había convertido ya en la preocupación principal de
gran parte de lapoblación,
y las conversaciones giraban alrededor de la COVID como eje
vertebrador de la cotidianidad del momento. La llegada de la pandemia
desveló, como indica D. Harvey (2020), una falta de preparación por
parte de las autoridades y la opinión pública para enfrentar una
crisis sanitaria de esta magnitud. La urgencia por disminuir el
riesgo desembocó en medidas de prevención y control (entre ellas el
confinamiento).
La
realidad muestra que, a pesar de que el virus no discrimina
(Butler,
2020), la pandemia sí lo hace. Las particularidades económicas,
geográficas y sociales revelan una desigualdad profunda en el modo
en que se experimentan las consecuencias de la pandemia.
Mientras
algunas personas hablan de la cuarentena como posibilidad de obtener
el recurso menos accesible de la modernidad, el tiempo, otras lo
perciben justamente como un problema: “Siento que estoy en una
pausa que no podré recuperar, pero los pagos, las deudas y el futuro
siguen su curso” (entrevistado, Lleida). La incertidumbre lleva a
sentir el paso del tiempo “en toda su lentitud” (Camus, 2002
[1957]) y la gente trata de apropiárselo, ya sea colmando el día de
actividades o tratando de gestionar sus consecuencias.
Al etnografiar la cotidianidad, se acaba por entrever que, a pesar de los esfuerzos por normalizar el confinamiento, existen ansiedades debidas a la precariedad laboral, económica y de cuidados sumado a la preocupación del contagio, que acecha desde las esquinas de supermercados, calles y transporte público. Esta realidad hace necesario entender que, aunque el distanciamiento es imprescindible, el hiperindividualismo puede suponer un grave problema. De aquí que N. Quiroga (2020) afirme que, en una crisis como la actual, la única respuesta efectiva está dada por la fuerza de las estrategias de cuidado solidarias, y no siempre estatales. Las prácticas sociales pueden subvertir la precariedad tanto económica como emocional en momentos de pandemia.
Al etnografiar la cotidianidad, se acaba por entrever que, a pesar de los esfuerzos por normalizar el confinamiento, existen ansiedades debidas a la precariedad laboral, económica y de cuidados sumado a la preocupación del contagio, que acecha desde las esquinas de supermercados, calles y transporte público. Esta realidad hace necesario entender que, aunque el distanciamiento es imprescindible, el hiperindividualismo puede suponer un grave problema. De aquí que N. Quiroga (2020) afirme que, en una crisis como la actual, la única respuesta efectiva está dada por la fuerza de las estrategias de cuidado solidarias, y no siempre estatales. Las prácticas sociales pueden subvertir la precariedad tanto económica como emocional en momentos de pandemia.
(
Pandemia y rearticulación de las relaciones sociales
revistes.uab.cat/periferia
Junio 2020
LAURA
FONTANA SIERRA)
«¿Por
qué combatimos por persistir en la servidumbre, como si esta fuera
nuestra salvación?»
Spinoza
La
revista Charlie Hebdo publicó en su edición del 29 de junio que la
cuarentena demuestra tres cosas: que la economía se derrumba tan
pronto como deja de vender cosas inútiles a personas
sobre-endeudadas, que es perfectamente posible reducir la
contaminación y que las personas peor pagadas son las más
esenciales para el funcionamiento del sistema.
Las
tres cosas son verdad. Lo de la contaminación es comprobable
científicamente. La otra verdad que demuestra la cuarentena es que
nuestros consumos habituales no obedecían a nuestras verdaderas
necesidades, sino a las necesidades del capital globalizado. Y por
último, que si la economía se ha detenido es porque lxs
trabajadorxs no han podido ir a los lugares de trabajo. La curva de
distribución entre capital concentrado y salarios se ha inclinado
colosalmente a favor del primero, cuando son precisamente las y los
asalariados quienes resultan esenciales para crear esa ganancia.
Cómo
demostrar lo evidente
¿Cómo
puede ser, entonces, que algo que es tan obvio para millones de
personas comunes, no pueda ser abordado por la política? Alejar a la
política de las tecno-burocracias y acercarla a las necesidades de
los pueblos. Siendo los pueblos quienes legitiman con su voto a esas
autoridades políticas.
En
su lugar, son los desquiciados del mundo y de nuestro país quienes
pretenden marcar nuestras agendas.
Los
desquiciados no pueden apropiarse del centro de la escena. Millones
de argentinas y argentinos merecemos un debate de alta calidad, y no
el asedio de las mentiras canallescas y los mensajes de odio, que
además, hablan siempre en nombre de los intereses financieros que
ahogan a nuestro pueblo.
El
contexto mundial, regional y nacional
Enaltecer
ese debate es tarea de la política, aunque el actual contexto
mundial, regional y nacional no sea el más propicio. El mundo
político que más influye en nosotros, el eje Europa
occidental-Estados Unidos, se debate entre el neoliberalismo clásico
y opciones de ultra-nacionalismo de extrema derecha. Nuestra región
también.
Y
en el plano interno, el cansancio luego de varios meses de
aislamiento social sumado al apremio económico, predispone más a
reacciones propias del agobio que a una reflexión serena sobre la
realidad.
Para
quienes apoyamos con toda nuestra energía a los gobiernos populares
de América Latina durante el primer tramo de este siglo, lejos han
quedado, por el momento, las condiciones objetivas de esa etapa.
Mirando a nuestro alrededor, hoy no sería posible la épica del No
al ALCA, cuya nueva versión es el Plan “América crece”
expresado por Donald Trump. El sueño de la integración energética
a través de un eje que una las reservas del Orinoco con la Amazonía,
el polo productivo del sur de Brasil y la cuenca hídrica del
Paraná-Río de la Plata, ha sido remplazado –insisto,
momentáneamente— por un Mercosur donde Venezuela está suspendida
y cuya capacidad de negociar en bloque pende de un hilo.
Y
en la Argentina, si bien la desmesura de adjudicar a Cristina un
nuevo crimen político y acusar al Presidente de encubrirla no logró
un arraigo masivo, corrió tan al extremo la aguja de la discusión
política que generó un daño colateral: aquel empresario que haya
saqueado al país, abusado de su posición dominante en el mercado y
fugado sus utilidades hacia una guarida fiscal, se convierte en
moderado por el solo hecho de no haber acusado a Cristina de asesina,
y se gana el derecho de participar en la mesa de la reconstrucción
del país.
Días
atrás un grupo de periodistas cuya mirada comparto, recordaba que en
1973, en el momento de mayor adhesión en torno de la figura del
General Perón, aún así, el 38% del electorado se inclinó por las
opciones del antiperonismo. Es cierto, pero el clima general era
distinto. Como una clara demostración de aquel clima de época, y
aunque parezca inverosímil, la plataforma del partido radical
propiciaba la reforma agraria.
Hoy
nuestro Presidente no cesa de expresar su afán de construir un
capitalismo inclusivo, basado en la producción y el trabajo. Tal ha
sido el disciplinamiento intelectual del neoliberalismo, que el
objetivo es retornar a un sistema que, hacia fines de los ’60 y
principios de los ’70 era calificado como profundamente injusto.
Los trabajadores que hicieron el Cordobazo gozaban de un nivel de
salarios, de sindicalización, de prestaciones sociales, de salud, de
crédito y de consumo que hoy sería una quimera. Y los estudiantes
acudían a una Universidad pública con menor dispersión de
científicos y mayor presupuesto que la actual. Sin embargo, era
precisamente por gozar de aquel status económico y de un mayor grado
de organización como correlato de ello, que aumentaba la capacidad
para luchar por un sistema justo.
Es
decir, no contamos ni con el desarrollo ideológico de las masas de
los ’70, ni con el mapa político sudamericano de principios de
siglo, ni con los precios internacionales de nuestros productos
exportables del primer tramo del gobierno kirchnerista. ¿Qué
significa esto? ¿Qué debemos claudicar de nuestros principios,
valores e ideales? Decididamente no. Significa ponderar correctamente
cuáles son las condiciones del sujeto social y político “Pueblo”
–masa más conciencia— con el que contamos para lograrlos. Y
actuar inteligentemente en consecuencia.
Estado,
gobernabilidad y correlación de fuerzas
Nadie
que haga política puede desentenderse del concepto “correlación
de fuerzas”: Pero, una vez reconocido con crudeza el contexto
desfavorable, la correlación de fuerzas ¿sólo se describe o
también se crea?
Y
es aquí donde presento algunas ideas que concluyen en un mismo
objetivo que para la política es irrenunciable: crear las
condiciones para que la correlación de fuerzas sea favorable; apelar
a todas las herramientas de que se dispone para ello.
La
primera idea es que tenemos la conducción del Estado, lo que nos
sitúa en una mejor posición respecto de los pueblos hermanos que
luchan por reconquistarlo. Aún con todas sus falencias y sabiendo
que conducir el Estado no es manejar el poder, la conducción del
Estado ofrece todo un dispositivo de posibilidades.
Tener
acceso a los gobiernos provinciales, convocar a actores políticos,
económicos, sociales y sindicales, fijar estrategias de
comunicación, colocar temas en la agenda pública y echar mano a
múltiples instrumentos de información, legitimación y persuasión.
Es decir, desde el Estado se puede desplegar un sinnúmero de
acciones. Y no nos está permitido poner como argumento de
imposibilidad a una insuficiente correlación de fuerzas, sin haber
hecho uso de tan diversa gama de herramientas que la conducción del
Estado nos permite.
La
segunda idea es que el entusiasmo es un factor principal de
acumulación política, en estos momentos más poderoso aún que los
llamados aparatos partidarios. Me refiero a la motivación, a la
capacidad de irradiar adhesión y transformarla en la energía
necesaria para la propagación de las ideas y los contenidos. Y así
como el entusiasmo genera acumulación política, el desaliento de
los seguidores des-acumula, es decir, conlleva a un retroceso de eso
tan importante que es la correlación de fuerzas. La necesidad de
contar con quienes sostienen otras ideas encuentra su límite en la
desazón de quienes profesan las propias. Debemos construir
consensos, pero al mismo tiempo tener mucho cuidado en que lo que
parece sumarse por un lado no reste por otro. Y también en que no se
desvanezcan los puntos fundamentales de la agenda propia a expensas
de los requerimientos externos.
El
último punto a considerar en este tramo es que, partiendo de la
premisa de que hay poderes fácticos que intentan amansar al Estado,
no se debe ceder posiciones frente a la presión que ejercen. Con
toda la experticia que estos han acumulado, saben muy bien cómo
sacar ventajas cuando intuyen de un gobierno el menor signo de
debilidad.
En
síntesis,
- No se puede conducir el Estado y al mismo tiempo situarse en una posición de debilidad;
- La correlación de fuerzas no es un concepto estático. La política, tanto a través de la palabra como de la intervención, crea acontecimiento, abre camino a una nueva correlación;
- No se debe llegar al desaliento de la ‘tropa propia’; me costaría sostener que si el encanto suma, el desencanto no resta;
- Impedir que el poder huela que ante su presión puede movernos de los ejes centrales.
La
política como pedagogía y como liderazgo
Néstor
y Cristina generaron cuatro hechos orientados a autonomizar nuestra
economía respecto del desplome del capitalismo mundial que detonó
en septiembre de 2008: la reestructuración de la deuda privada, la
negativa a formar el ALCA, la cancelación de la deuda con el FMI y
la recuperación de los fondos previsionales. Si hoy quisieran
repetirse, no tendrían el mismo contexto de época. Aquel respaldo
de gobiernos afines en la región está ausente, asistimos a una
fuerte retracción del comercio internacional y han descendido los
precios de nuestros productos exportables. Tampoco acudimos al
impacto exportador surgido de la furibunda devaluación de nuestra
moneda. Pretender hacer lo mismo y obtener los mismos resultados sin
tener en cuenta contextos tan diferentes, sería confundir
peligrosamente lo imaginario con lo simbólico, en términos de Jorge
Alemán.
Sin
embargo, el nuevo contexto derivado de Covid-19 nos sitúa ante otras
posibilidades que eran hasta hace poco inexistentes. Por ejemplo,
relativiza el peso de la deuda argentina en medio del endeudamiento
de tantos otros países; se ha legitimado la eficacia del Estado y de
las políticas públicas; se han puesto al descubierto la depredación
de la naturaleza, la desmesura ética de las grandes fortunas, la
inoperancia de la democracia formal, el riesgo de dejar el mundo en
manos de los grandes servidores digitales. En definitiva, la
ilegitimidad de todo un sistema absurdo de acumulación.
Por
lo tanto, puede ser que no estemos en presencia de un contexto
propicio para repetir aquellas heterodoxias, pero seguramente hay un
entorno favorable para otras nuevas. Para otros cambios de paradigma.
Y es aquí donde poner en juego toda la potencia del liderazgo ético
y pedagógico de la política, frente a quienes procuran su
degradación definitiva. La potencia de lo colectivo y universal
frente al individualismo y la fragmentación.
Cuando
el FMI exija reformas previsionales y laborales en nombre del capital
financiero, contrapongamos decididamente la dimensión humana. Cuando
intente relajar los derechos de trabajadores y trabajadoras en nombre
de las nuevas tecnologías, convenzamos de que la variable de ajuste
de la nueva mediación tecnológica entre el trabajo y el capital, es
la tasa de renta del capital, y no los ya abrumados derechos de las
personas. Cuando intente suprimir los derechos de lxs adultxs
mayores, en nombre de una nueva relación entre la masa salarial, el
menor número de activos por cada pasivo y la mayor expectativa de
vida, lo que debe ajustarse es la tasa de ganancia del capital, no la
dignidad de las personas mayores. El punto fijo es el ser humano, no
la acumulación desenfrenada de riqueza.
La
palabra performativa no describe un significado, sino que lo crea, lo
instituye. Lo que no existía comienza a existir. En el mismo
sentido, la palabra enunciada desde la política con un sentido
performativo tiene la misión de crear escenarios nuevos, nuevas
energías sociales, nuevas correlaciones de fuerza. Aquí también,
lo que no existía comienza a existir.
La
democracia profunda, como expresión auténtica de los intereses de
las grandes mayorías postergadas, como factor éticamente igualador
de la condición humana (en todo lo que deba ser igual, para poder
ser diferente en todo lo que decida ser diferente), como elemento
integrador de la dimensión económica con la de los derechos y los
afectos, como tendencia permanente hacia la concreción de los
anhelos personales y colectivos, es una suerte de combinación entre
ética y política. Pone en movimiento interactivo la valoración y
la acción, el sustrato cultural de una sociedad con la
administración y distribución de sus recursos materiales. Se hace
cargo de resolver la pobreza interpelando y removiendo las causas de
la extrema riqueza.
Covid-19
ha suscitado una mayor conciencia moral en gran parte de la sociedad
acerca de valores como el Estado y la solidaridad. Pero se necesita
de la intervención política para erigirla en movimiento
transformador, en democracia profunda. De lo contrario, nos
seguiremos debatiendo entre dos desamparos, aparentemente diferentes,
pero convergentes en su efecto desarticulador: el neoliberalismo y el
neofascismo.
Vale
para el mundo, vale para nuestro país.
Estructuras
y coyunturas: ciudades en crisis
“El
componente conflictivo es una dimensión insoslayable de cualquier
protesta social y constituye uno de los perfiles que los noticieros
televisivos privilegian por su carácter impactante.”
Adriana
Rizzo
Para
poder dimensionar los resortes sociales que se activan frente a las
crisis, consideramos necesario conceptualizarlas guiadas por dos
dimensiones que inexorablemente se entrecruzan y/o yuxtaponen, una de
carácter estructural y otra coyuntural (Rosboch, 2017 b). En
ciencias sociales cuando hablamos de fenómenos de estructuración
social, nos remitimos a procesos históricos formativos y
transformadores del devenir cultural; es así como, en el caso que
analizamos, propusimos entablar el estudio tomando como marco de
referencia dos momentos de crisis de modelos de pensar y vivir la
sociedad: la ruptura entre modernidad y posmodernidad o segunda
modernidad; y el quiebre del modelo neoliberal que en la Argentina se
materializó en el estallido social del 2001.
Ambos
procesos, aún inconclusos, conducen a investigar cómo eclosionan en
el tejido social y, en consecuencia, qué tipo de vínculos conforman
los ciudadanos en sus centros poblacionales.
Esto
lo podemos observar claramente en la decisión social de nuclearse
para enarbolar sus protestas en tono a las organizaciones
autoconvocadas, experiencia que se puede rastrear desde la crisis del
2001, enraizada en procesos profundos de significación cultural
donde se resquebrajan los clásicos modelos de representación
política propuestos por la modernidad que, en aquel entonces, se
tradujeron en “que se vayan todos” en clara alusión a los
mandatarios partidarios (Cáneva, 2016).
Como
se pude inferir, frente a las crisis de características
estructurales, podemos observar las que confluyen de forma coyuntural
e impactan en la ciudad de tal forma que suponen un antes y un
después en la vida cívica, nos referimos a los fenómenos
eco-ambientales que, dada la imprevisión de los sujetos, rápidamente
se transforman en crisis político-sociales.
Incluir
esos estados de situación nos orientó a formular dos dimensiones,
solo discernibles en términos analíticos, de la acción que cumplen
la conformación de los imaginarios sociales a la hora
de
analizar la acción social frente a la emergencia. Una que interpreta
específicamente las características estructurales de los mismos y
que abordamos desde las propuestas de Benedit Anderson (1993) y de
Ernest Gelner (1995); y otra que indaga en la construcción
imaginaria profunda incluyendo su raíz emotiva, la propuesta por
Armando Silva Tellez (2012).
La
movilización de la ciudad, nos conduce a pensar al habitante desde
otras perspectivas, para ello recurrimos a Gravano que analiza la
participación ciudadana como modos de gestión social,
esto
es “...como un proceso cultural, como forma de organizar y
organizarse significativamente en la acción, en la cooperación
social, en el más amplio de los sentidos” (Gravano, 2008:10).
La
noción de gestor, propuesta por Gravano, nos coloca frente a un
ciudadano con poder de decisión y acción ante los problemas que
atraviesa en su cotidianeidad. Visualizar ese empoderamiento
es
fundamental para poder analizar nuestras problemáticas a nivel
barrial, haciendo especial énfasis en las acciones que llevan a cabo
los miembros que la componen. Es así que nuestro recorte de estudio
está dado por focalizar en las relaciones sociales que tejen la
trama urbana desde sus expresiones cotidianas. Para ello nos situamos
en el núcleo básico de construcción urbana, esto es, sus barrios,
formaciones, organizaciones e instituciones comunitarias.
(
Comunicar en momentos de crisis. Emergencia
de
lazos sociales María Eugenia Rosboch
Laboratorio
de Investigación de Lazos Socio Urbanos (LILSU)
Facultad
de Periodismo y Comunicación Social
Universidad
Nacional de la Plata y
Comisión
de Investigaciones Científicas Gob. Buenos Aires
TEMAS
Y PROBLEMAS DE COMUNICACION
CICOM
/ Departamento Ciencias de la Comunicación /Facultad de Ciencias
Humanas. UNRC /
Este
artículo pertenece a la Revista Temas y Problemas de Comunicacion
AÑO 18. Vol. 17 2019 y fue descargado desde:
http://www2.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/TyPC/issue/view/61
)
¿Quién
habría imaginado que la tormenta sopla con
más
furía cuanto más atrás deja al Paraíso?
BENEDlCT
ANDERSON
Benedict Richard O'Gorman
Anderson Nació en Kunming, China un 26 de agosto de 1936. De padre
anglo-irlandés y madre inglesa. Era hermano del historiador Perry
Anderson. Se crio principalmente en California, y estudió en
Cambridge. Falleció en la provincia de Batu, Java Oriental el 13 de
diciembre de 2015. Fue un estudioso del nacionalismo y de las
relaciones internacionales, y uno de los más reconocidos
especialistas sobre la Indonesia del siglo XX.
Fue principalmente conocido por
su obra Comunidades Imaginadas, en la que describe sistemáticamente,
utilizando la metodología del materialismo histórico, los
principales factores que contribuyen al surgimiento del nacionalismo
durante los últimos tres siglos. Anderson definía la nación como
una comunidad política imaginada [que es] imaginada tanto limitada
inherentemente como soberana. Quizás el libro más leído sobre
nacionalismo.
Anderson adhiere al argumento de
que la modernización explica el origen de las naciones. En otras
palabras, las naciones se desarrollaron como un componente necesario
de la sociedad industrial, aunque ni el 'interés económico, el
liberalismo ni la Ilustración podían crear, ni crearon en sí
mismos el tipo, la forma o la comunidad imaginada'.
Ernest Gellner fue un filósofo y
antropólogo social británico de origen checo. Nacido en Paris un 9
de diciembre de 1925 y fallecido en Praga el 5 de noviembre de 1995.
A través de una serie de publicaciones de principios de los años 60
hasta su muerte en 1995, Gellner analizó el nacionalismo en una
serie de obras, comenzando con Pensamiento y Cambio (1964), y más
particularmente desarrollado en Naciones y Nacionalismo (1983).
En su obra “ANTROPOLOGÍA Y
POLÍTICA” sostiene que “la antropología es inevitablemente
política porque se encuentra con la política en no pocos puntos. La
antropología teórica no puede dejar de tener implícita una visión
de lo que somos, de lo que es nuestra sociedad y de lo que ésta
pueda ser:
los límites de las posibles
formas de organización social constituyen prueba evidente de ias
aspiraciones políticas, tanto sensatas como absurdas. Dichos límites
nos dicen lo que está a nuestro alcance y lo que no lo está.”
Gellner criticó otras
explicaciones teóricas del nacionalismo, incluida la "teoría
de la naturalidad", que afirma que es "natural, evidente y
autogenerado" y una cualidad básica del ser humano, y una
cualidad neutral o positiva; su versión oscura, la "teoría de
los Dioses Oscuros", que ve el nacionalismo como una expresión
inevitable de las pasiones atávicas e irracionales humanas básicas.
El argumento idealista de Elie Kedourie de que fue un desarrollo
accidental, un error intelectual por diseminar ideas inútiles, y no
relacionado con la industrialización y la teoría marxista en la
cual las naciones se apropiaron del papel principal de las clases
sociales.
Para Gellner, el nacionalismo era
una condición sociológica y probable pero no garantizada (señaló
excepciones en estados multilingües como Suiza, Bélgica y Canadá)
resultado de la modernización, la transición de la sociedad agraria
a la industrial. Su teoría se centró en los aspectos políticos y
culturales de esa transición.
Crítico de las posiciones
relativistas, enfrentó el dilema de las diversidades de imaginarios
que organizan colectivamente las sociedades humanas, desde un punto
de vista kantiano … “ La variedad de agrupaciones que reciben el
nombre de sociedad humana es enorme y las diversas sociedades hacen
cosas sorprendentemente diferentes. Es bien sabido que esto
constituye un problema o que por lo menos da origen a un problema que
es el del relativismo. Puesto que existe la diversidad, y puesto que
a veces dos sociedades se encuentran entre sí y hasta viven en un
mismo territorio, ¿cómo podemos saber cuál de ellas es mejor, cuál
encarna los principios que deberían prevalacer? Por cierto que ésta
es una pregunta seria, pero no es la única que me preocupa aquí. La
pregunta no es ¿cómo afrontamos las consecuencias y las
implicaciones de esa diversidad? Más bien la pregunta es: ¿cómo es
posible que se dé la diversidad? Y ésta es una pregunta kantiana.
Normalmente la gente no suele ver
en esto un problema. La diversificación tiene ventajas evidentes.
Proporciona variedad.
Cuantas más opciones puedan
ensayarse, mayor será la oportunidad de obtener éxito. El hecho de
que la gente sea capaz de construir órdenes sociales tan diversos y
culturas tan diversas tiene una implicación inmediata: una especie
capaz de producir esa diversidad a través del espacio también es
capaz de producirla a través del tiempo y por lo tanto es capaz de
experimentar un crecimiento sostenido, sea cual fuere la dirección
deseada”
Por su parte, Armando Silva
Tellez, Nacido en Bogota, Colombia un 19 de Agosto de 1948, es un
filósofo y semiólogo colombiano, más conocido por su trabajo de
los “Imaginarios Urbanos” desarrollado en varias ciudades de
América Latina y España.
“ En la perspectiva de estos
estudios para abordar lo urbano desde los ciudadanos impera el orden
imaginario. Siempre que un “fantasma” ronde por la ciudad hay un
orden fantasioso que marca un comportamiento o una reacción
ciudadana.
Estos fantasmas se rotan, se
transforman y viven el proceso de urbanización. Los lugares del
imaginario son entonces múltiples, tan amplios y variados como la
imaginación. Lo imaginario se impone, de principio, como un conjunto
de imágenes y de signos, de objetos de pensamiento, cuyo alcance,
coherencia y eficacia puede variar y cuyos límites se redefinen sin
cesar. Para tratar de acotar el término nos referimos a tres
acepciones de los imaginarios que hemos venido construyendo en
nuestra teorización urbana: lo imaginario asociado a la pregnancia
simbólica del lenguaje, lo imaginario como inscripción psíquica y
en la perspectiva de una lógica inconsistente y lo imaginario en
cuanto a construcción social de la realidad. (En Armando Silva,
Urban Imaginaries From Latin América, Documenta 11, Kassel, Hatje
Cantz, Alemania, 2003)
Se llega a la imaginación
simbólica, propiamente dicha, cuando el significado no se podrá
presentar con una cosa específica, en cuanto tal, una palabra exacta
o una descripción única, y lo que se reconoce, más que una cosa,
viene a ser un sentido o muchos que pueden abarcar la expresión
simbólica. Ernest Cassirer ( En: Esencia y efecto del concepto del
símbolo, Ciudad de México: Fondo de Cultura de México, 1998. p.
14) empleó un bello término como pregnancia simbólica, para
referirse a la impotencia que condena al pensamiento a no poder
intuir algo sin dejar de relacionarlo con uno o muchos sentidos. Esta
pregnancia es la consecuencia de que en la conciencia humana nada sea
simplemente presentado, sino representado. Desde esta pregnancia el
término imaginario puede ser usado en el sentido de la invención de
algo, como inventarse una novela, o bien de colocar una historia en
lugar de otra que se sabe verdadera. El filósofo griego Cornelius
Castoriadis ( En: La institución imaginaria de la sociedad,
Barcelona:Tusquets, 1982, p., 220) , nos facilita varias
explicaciones sobre la fusión entre lo imaginario y lo real al
recalcar que en la historia de la humanidad las imaginaciones
fundamentales han sido el origen de nuestros órdenes sociales.
De
la “sociedad disciplinaria” (“biopoder”) a la “sociedad de
control”
(“psicopoder”)
El
capitalismo industrial es uno de los rostros (quizás, el más
representativo) de una realidad pretendidamente omniabarcante,
holística y poliédrica: la “sociedad disciplinaria”. Como
consecuencia del giro de la forma de producción agraria a la
industrial, la naturaleza del poder experimenta en el siglo XVII una
metamorfosis radical:
concebido
tradicionalmente como un poder de muerte, el poder “soberano” se
trueca en “disciplinario” o “biopolítico”, en el sentido de
que su cometido ya no sería matar, sino la “administración de los
cuerpos” y la “gestión calculadora dela
vida”. Se trata, aclara Foucault, de una “ortopedia concertada”
, un control minucioso y una coacción calculada para disciplinar el
cuerpo en términos de docilidad-utilidad, o sea, sujetar
constantemente sus fuerzas y ajustarlas con rutinaria precisión a
los ritmos marcados por la “maquinaria” (Machenschaft).
En
suma, la “biopolítica disciplinaria” se define esencialmente
como una forma de gobierno normativo, mientras que su principal
resultado sería la construcción del sujeto como una máquina de
producción obediente y eficiente al mismo tiempo.
En
tal disposición de los términos, Foucault identifica el panopticon
de Bentham como el modelo generalizable de la vigilancia moderna, un
modelo que conecta inextricablemente las relaciones de poder con la
vida cotidiana de los hombres. Como síntesis de la sociedad
disciplinaria, el panóptico se fundamenta en una relación de
dependencia entre vigilantes y vigilados (en el caso
concreto que nos ocupa, la burguesía y el proletariado), en el marco
de un espacio fijo y cerrado sobre sí mismo en todos sus puntos (la
fábrica) donde todo movimiento y todo acontecimiento vienen
inmediatamente controlados y registrados como conditio sine qua non
para normalizar y encauzar la conducta. A tenor del criterio seguido
en cada caso (obediencia, productividad, eficiencia, utilidad, etc.),
el panóptico localiza y clasifica exhaustivamente a los individuos
que trabajan o conviven juntos, instaurando de este modo el orden
social. Distribuidos y ordenados en el espacio-tiempo,
individualizados y separados, los objetos de la vigilancia se ven
impelidos a asumir las normas prescritas por sus vigilantes como
propias, bajo la certeza de saberse sometidos constantemente al más
riguroso escrutinio. Así pues, el panópticose
mantiene siempre visible y, al mismo tiempo, inverificable,
garantizando el funcionamiento automático del poder en el sistema
donde se aplique.
En
otro orden de cosas, Marx presenta el capitalismo en su perspicaz
análisis del proceso de transformación del dinero en capital como
el reino de lo ilimitado por excelencia, en virtud de lo cual le
atribuye una naturaleza más metafísica que económica: “La
circulación del dinero como capital es [...] un fin en sí, pues la
valorización del valor existe únicamente en el marco de este
movimiento
renovado sin cesar. El movimiento del capital [...] es carente de
medida” .
Desde
este prisma, para nosotros, el principio de “acumulación
originaria”
tiene como sustrato y soporte metafísico el concepto nietzscheano de
“voluntad”. En su particular deconstrucción de la historia de la
metafísica (esto es, del “olvido del ser” o “nihilismo
impropio”), Heidegger advierte que la noción de “voluntad de
poder” (Der Wille zur Macht) reduce el ser a valor hasta
convertirlo, parafraseando al mismo Nietzsche cuando critica,curiosamente,
el concepto de “ser”, en el “último humo de la realidad que se
evapora” . En otras palabras, Nietzsche llevaría hasta el extremo,
a juicio de Heidegger, la metafísica de la subjetividad (del ego
cogito al ego volo), de tal suerte que su pensamiento “ha recorrido
el círculo de las posibilidades que le
estaban señaladas de antemano” . Una vez consumada la metafísica,
sus principios fundamentales se encarnan de forma ineluctable en la
estructura material de la realidad efectiva, propiciando la
instalación manipulable de un mundo científico-técnico. En este
contexto, la idea metafísica de “voluntad” setorna
“voluntad de voluntad”, a saber, la característica principal de
la técnica a nivel planetario. Se trata de la producción absoluta
de la totalidad del ente por la sola voluntad, en el sentido de un
insaciable “producir por producir” …
Políticas
de la subjetividad en el régimen neoliberal.
El
“psicopoder” o la fábrica del homo consumens
Borja
García Ferrer
Universidad
Nacional Autónoma de México (México)
Araucaria.
Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y
Relaciones Internacionales, año 22, no 43.
Primer
semestre de 2020. Pp. 55-76. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199
https://dx.doi.org/10.12795/araucaria.2020.i43.03
La crisis del neoliberalismo es
la misma crisis que la pandemia acelera. La misma crisis que la
modernidad sitúa, en su vorágine urbanizadora, en tiempos y
espacios de crisis permanentes en tanto la imposibilidad de alcanzar
a integrar y comprender de modos reflexivos y colectivos los cambios
que los ritmos de producción de la globalización imponen como
formas de sostener las relaciones y organizaciones sociales
capitalistas en las comunidades del planeta.
Las formas de pensar estos
desarrollos, sus significaciones e imaginarios, sus efectos
culturales, sus formas de apropiación representativa y simbólica,
los imaginarios que sitúan ordenes y caos en crisis que se reciclan
de modos periódicos dónde lo excepcional es algún corto período
de calma o relativa estabilidad.
La incertidumbre es fruto de las
crisis permanentes, transformadas en hechos que sostienen un orden
caótico. Sin las crisis recurrentes, el sistema no podría
concebirse como “bueno”, en tanto solo lo es en la medida que
inventa Salidas a cada nueva crisis generada …
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
Comentarios
Publicar un comentario