Jueves 23 de julio de 2020

¿Por que escribir cuando podemos optar por no hacerlo? ¿Que nos impulsa a este mundo de frases, párrafos, palabras, puntuaciones y espacios en blanco? ¿ Será el siempre infructuoso intento de darle sentido a nuestra presencia en el mundo?


Sobre todo, con esa angustiosa búsqueda, consciente o no, de la voz propia. De esa forma de combinar las palabras que nos torne inconfundibles aunque terminen siendo simples balbuceos sobre el teclado o la hoja de papel. Una escritura que sea ella misma y a la vez, multiplicidad, vecindad y lejanía. Que elabore estrategias que son también formas de la lengua que se tensa, se enrosca y oculta; o se va desenrollando para develar lo inaccesible a todo lenguaje. Trabajo de alfarero, de arqueólogo, de demolición.

En fin, ¿por qué nos constituimos, a veces con perseverancia implacable, en autores cuando podríamos guardar silencio? Y aún más inescrutable, ¿qué garantía tenemos de que el silencio no resulte, al fin y al cabo, mucho más elocuente y expresivo que todos esos espacios, palabras, sintaxis, oraciones y fraséos, figuras que se atropellan y exigen materialidad, que aspiran a la posteridad?

Aunque precaria, uno busca alguna certeza respecto al texto. Tanto en lo que refiere a sus formas como al contenido … significados y significantes que procuran alguna forma de entender “nos” en el mundo y que aspira a ser voz de muchos, aunque sean los propios dedos los que plasmen el esfuerzo.

Obsesión de los otros y obsesión propia. Y cómo unas fueron actuando sobre la otra, fueron abriendo en la escritura espacios de vecindad, dejando huellas, creando, como toda pasión, sus propias reglas de lectura, sus itinerarios de pensamiento, sus infinitos desvaríos, registros y repeticiones. Y, claro está, también sus silencios.

Deleuze afirma que el fragmento es constitutivo del ser americano, contra el pensamiento europeo, que siempre anda buscando totalidades cerradas. Hay una lógica detrás de esta articulación del discurso: somos seres de encrucijadas, de mixturas. Incluso impunes, a la manera en que lee Borges la tradición occidental. 

Encima, malos traductores, nos faltó crianza, aquel suelo natal. 

Somos seres a la deriva, aunque nos empeñemos en construir (o inventar) historias y abolengos. Este libro pretende iluminar esos fragmentos; seguirlos, que nos sigan. O descartarlos.

 
Esta instancia-confín de la escritura constituye territorio de disputas. Y a la vez, albergue y acantilado. Hay dificultad para renunciar a él pero también, incomodidad en la permanencia. Amor y ferocidad. También despedida. La pasión amorosa comparte con la escritura la búsqueda del instante que se sabe perdido de antemano. 

Pero ambas insisten. 
 
La Obsesión es un pretexto, en casi todas sus acepciones. Está por delante, recubre, reitera lo ya dicho, lo fijado, precede. Excusa lo que todavía no puedo decir. O escribir. Es un pretexto para no escribir lo otro. Es un camino tambaleante entre empedrados y deslizamientos tortuosos también. Ninguna línea recta.

Y en el ejercicio de mi obsesión por escribir, estos tiempos ofrecen fuentes que parecen surgir y resurgir de modos continuos. Las palabras te atraviezan porque los malos momentos siempre son la oportunidad de la esperanza … y la escritura nunca prescinde de las lecturas y de los otros escritores y lectores que pueblan este universo de palabras. 
 


Nunca es un buen momento para entrar en crisis, pero la Argentina está acostumbrada. Y la costumbre, aunque no siempre, a veces suele convertirse en una ventaja. La pandemia del coronavirus está destruyendo los términos de intercambio a nivel internacional, obligando a reformular las políticas económicas y financieras de los poderes centrales y sometiendo a más presión social a los países como el nuestro, embebido en dificultades irresueltas que arrastran años de decadencia.
 
Para Victoria Giarrizo, economista, investigadora de la UBA, directora de Producción de Concepción del Uruguay (Entre Ríos) y consultora de organismos internacionales, este es un momento clave para torcer el rumbo de la Argentina. Con un déficit fiscal que volará alto, tan alto como la emisión monetaria, una recesión que se asoma feroz, una compleja negociación de la deuda externa y una demanda de asistencia socioeconómica y sanitaria sin precedentes, Giarrizo evalúa como ideal el escenario para sentar las bases del desarrollo. No sin antes echar mano a dos reformas muy postergadas: la tributaria y la política.
 
-¿Por qué no llegamos a la instancia de planificar el desarrollo? Siempre estamos viendo cómo nos acomodamos en la ola, abajo o arriba.

-Coincido totalmente, pero crisis como esta son una oportunidad. Hay tres tipos de países. A los que tenían todo planificado, la pandemia les alteró la rutina, pero ya saben qué hacer después. Hablo de Suecia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos. Después tenés países a los que esta crisis les da una oportunidad para replantearse algo de su desarrollo. Ahí estamos nosotros, se abre una oportunidad. Y por último tenés países a los que esta crisis les va a pasar de largo, no van a replantear nada, como puede ser Brasil, incluso Chile. Nosotros tenemos una oportunidad única de volver a plantearnos el desarrollo. Todos sabemos que la Argentina tiene un sistema tributario que es una porquería, que traba el desarrollo, es regresivo, complejo, engorroso, es un desastre. Son parches sobre parches, que se fueron poniendo durante décadas. Ningún gobierno quiso pagar el costo fiscal de hacer una reforma tributaria porque siempre tuvimos recursos limitados, entonces esquivaron la reforma por el miedo a la caída de la recaudación.
 
-Que es lo lógico que suceda cuando hacés una reforma, hasta que se acomoda todo de nuevo.

-Bueno, pero pará un poco. Hay un 35% de empleo informal, entonces una tiende a creer que si se bajan los impuestos al trabajo, debería crecer la formalidad. Lo mismo con el IVA y otros impuestos que son muy altos y que están hechos para que la mitad de la gente los evada. Sin embargo, ningún gobierno quiere pagar ese costo. Este es un momento espectacular para hacer una mega reforma tributaria, total con el déficit fiscal que ya vas a tener y con toda la plata que habrá que emitir… si vamos a entrar en un proceso inflacionario no va a ser por una reforma tributaria. Es el momento justo. Ahora, me preocupa que no veo a nadie planteando esto. Tenemos hoy un viento de frente fenomenal, que rompió todas las estructuras y que permite barajar y dar de nuevo, sin costo político y sin un costo económico mayor al que ya vamos a tener. Si logramos hacer esto, la historia económica de la Argentina va a ser otra. Seguimos pensando en el día a día. Nos desacostumbramos a planificar hacia adelante porque no se trata de juntarse entre los propios: hay que juntar a los que ya gobernaron, los que tienen experiencia y a la oposición. Pero, ojo, es un proceso que lleva meses, no años. No es tan difícil.
 
-El problema es que el sistema político no está pensado ni preparado para eso, con la fragmentación partidaria y elecciones cada año y medio.

-El sistema político juega para sí mismo. No les interesa plantear esto. Les interesa acumular poder político y lo hacen para nada. Nadie pudo hacer un cambio radical en el desarrollo argentino.
 
-Si tuvieras que describir el estado-situación en el que estamos para enfrentar esta crisis, ¿cómo sería?


-La pandemia nos encontró en la peor situación. Sin resto económico ni financiero. A las familias las encontró con ingresos deteriorados, a las empresas sin ventas ni rentabilidad. Es muy difícil. Marzo y la mitad de abril se sobrellevó con ahorros, préstamos, la gracia en alquileres. Venimos de dos años de recesión, las empresas estaban esperando la reactivación. Esta crisis terminó de romper todo. Hay mucha resignación, también. Hay empresas que cerraron, otras se reconvirtieron, otras aprovecharon los instrumentos del gobierno que ayudan sólo a salir del paso. Los créditos para pagar salarios están bien, pero si después no vendés, no recuperás rentabilidad… Hace poco hice un informe midiendo la deuda bancaria y no bancaria de las familias. La bancaria es de 1,2 billones de pesos, que es un deuda muy cara: tarjetas de crédito, préstamos personales, con tasas enormes, con moras. Y después hay otra deuda no bancaria que es de 500 mil millones de pesos, que se acumuló en un mes de cuarentena, y es la gente que dejó de pagar la cuota del auto, de la casa, el seguro, las expensas, las cuotas de colegios o clubes, el 80% dejó de pagar algún servicio. Es una cadena, ¿cuánto se puede aguantar la bola de las deudas no bancarias? Yo calculo que al terminar la cuarentena, vamos a salir con una masa de ingresos un 30 o 40% más baja que la que teníamos antes, con niveles de consumo bajísimos. Además creo que van a haber cambios de consumo muy grandes, porque estuvimos muchos días en los que vimos que no era necesario comprar tantas cosas. Todo eso va a pegar porque la Argentina es básicamente comercio, con un sector industrial no desarrollado, y las fronteras cerradas. Este es un momento para ponerle todas las fichas a la industria tecnológica, para exportar servicios, que es fácil y sin contacto, y para incentivar las industrias del sector interno para suplir la falta de dólares. El 90% de las industrias necesitan de un insumo importado para producir. Hay que desarrollar esa industria rápidamente porque no va a haber dólares para importaciones.

¿Tan difícil es trazar un mapa del desarrollo?

-No. Yo te puedo asegurar que hay al menos 30 áreas de los diversos gobiernos que hicieron planes de desarrollo en los últimos 20 años. Se hacen en paralelo, de manera superpuesta, un lío. Hay que agarrar todo lo que está hecho y discutirlo.
 
-En el medio de todo este berenjenal, hay que resolver la deuda.

-Quieras o no, este quilombo te ayuda. Todos los activos del mundo se depreciaron. El coronavirus es una buena noticia en relación a la deuda. Primero, porque pasó a segundo plano, la gente está preocupada por otra cosa. Si hoy se te caen las acciones o sube el riesgo país, no se mueve la aguja porque nosotros no tenemos acceso al financiamiento y las tasas locales están más reguladas por el Banco Central, que es más intervencionista y nos cuida más. A ver, es más que evidente que la Argentina no puede pagar. Antes no podía y ahora mucho menos. Los acreedores van a tener que esperar, seguramente el gobierno les mejore la oferta. Yo no soy de las que piensan que si caemos en default, es una catástrofe para el país. Pienso que la Argentina es un país que en la medida que los mercados le sigan prestando, cada dos por tres vamos a tener crisis financieras. Por una simple razón: somos un país asistencialista, con un Estado de bienestar muy grande, al nivel de países europeos, pero sin los ingresos para mantenerlo. Entonces, ¿cómo lo sostenemos? Gran parte, con deuda. En paralelo tenemos una clase política que es un descontrol gastando, sin planificación. Entonces, si vos seguís comprando bonos argentinos, si mirás bien la economía argentina, sabés que cada dos por tres, la Argentina te va a defaultear. No es una sorpresa. Entonces, ¿por qué compran bonos argentinos? Los inversores no son boludos. Ningún país paga las tasas en dólares que paga la Argentina, incluso fueron negocio los pesos para pasarlos a dólar y después sacarlos del sistema, sin control y sin límite. Durante el poco tiempo que tuvieron esos bonos, ganaron un montón de guita. Ahora, el riesgo es muy grande. El que entró primero, se la llevó toda. El que entró último, quedó pedaleando. Pero todos quisieron especular con un país fundido, que ya se sabía que no iba a poder pagar esa deuda. La realidad es que Argentina tiene responsabilidad, podemos decir que somos un desastre, que pasamos del megaendeudamiento al default y eso es inviable. También es inviable que nos presten y que esperen que les paguemos. No hicimos nada distinto a lo que se venía haciendo hasta ahora. Por eso para mí este es un momento para volver a empezar de cero, después de la tragedia. Arranquemos de nuevo, pero arranquemos mejor.
 
-¿Podría ser esta situación como nuestra “segunda guerra mundial”?

-Podría ser, pero la verdad es que no veo a la clase política en esa. Cada uno cuida su quiosquito.

-¿Cómo podría reperfilarse, por usar un término reciente, la Argentina?

-Tenemos un problema estructural. Nos cuesta exportar porque siempre incumplimos los contratos, por las crisis permanentes. Se han perdido mercados por no cumplir con envíos… tenemos mala fama. Pero sí tenemos buena fama como productores de tecnología, software, programación. El problema es que hay un desacople. Tenemos pocas empresas tecnológicas y las universidades de ingeniería siguen con una currícula muy vieja. Entonces las empresas tienen que capacitar a los jóvenes. Hay que destinar más recursos públicos ahí. Uruguay hizo una experiencia en ese sentido con el tema forestal. Envió a los rectores de las universidades para que se capacitaran en Finlandia, que tiene una industria forestal muy desarrollada. Eso se puede hacer acá, no lleva ni siquiera muchos años, es cuestión de meses. También se puede desarrollar tecnología vinculada al agro, con robótica, se puede hacer, está el capital humano pero faltan los recursos. El Estado tiene que apuntar ahí para reconstruir la economía.

-¿Argentina es un país que te traba?


-Sí, es una buena definición. Hay empresas textiles que se terminan yendo a Perú para poder exportar. Es incoherente. ¡Necesitamos los dólares! Hay que sacarle ya las retenciones a todos los productos industriales, otorgar subsidios por los costos logísticos para los que están lejos de los puertos, y subsidiar la diferencia del dólar oficial, que está muy bajo. Ayudar con la condición de que te liquiden los dólares en el país. Hoy el agujero fiscal ya es grande pero al menos podés usar esos recursos para hacer más productiva la Argentina en traer dólares. Tengo la sensación de que hay una parte que no se ve, hasta pienso a veces que estoy equivocada. Pero somos muchos los que pensamos parecido. Siempre digo que tiene que haber un ministro de la coyuntura y el ministro de la planificación.

-En una entrevista con Visión Desarrollista decías que la Argentina es un país que hace diez años que se descapitaliza.
-Sí, porque no invierte. En lo único que se invierte es en renovar maquinaria obsoleta.
 
-¿Esto hace que cada vez más gente dependa de la asistencia del Estado?

-Sí. Y yo estoy segura de que si hacés una encuesta entre los empleados estatales, la mayoría no está contenta de trabajar ahí. Son trabajos rutinarios, burocráticos, muchos sin sentido. Atrás viene una camada de jóvenes que tiene otra relación con el mundo laboral, que quieren rotar, participar de cosas nuevas. El Estado no está preparado para eso y hay que hacer una reforma. El problema es que muchas veces, el Estado termina siendo el lugar donde se hacen devoluciones de favores políticos.
 
-Ese tema es central. Muchas empresas del Estado, que deben ser estratégicas y ocupadas por personas calificadas, es donde se reparten cargos para balancear las ecuaciones políticas.
-Es una estafa. Este quizá no sea un momento para hacer una reforma política, pero sí para reclamar que sea más eficiente el funcionamiento. Mirá, el gobierno sacó un montón de normas y resoluciones en este contexto y tardaron semanas en reglamentarlas… es muy ineficiente. Yo me conformaría con que todos los empleados hoy se pongan a trabajar. Si vos querés un país desarrollado, no es posible sin una reforma política e impositiva.
 
-¿No hay forma de encauzar el desarrollo sin reforma tributaria?

-Sin reforma tributaria y sin reforma política, no hay manera. Cómo se gasta y cómo se recauda, define el desarrollo. El gasto es el Estado, la gente que está al frente decidiendo hacia dónde van a ir los recursos, adónde apuntar para el desarrollo y también intentando bajar el costo burocrático. Si vos querés exportar, o hacer cualquier trámite en el Estado, son miles y miles de pasos para justificar puestos de trabajo que no resuelven nada. En el cómo recaudo, es cómo gravo a las empresas, a cuáles sí y a cuáles ayudar. Hay grandes empresas que tienen toda una artillería de contadores para eludir impuestos y tenés otras empresas chicas que tienen que pagar todo, pero como no pueden, tienen una parte de la producción en la informalidad. Entonces, al estar en la informalidad, no pueden acceder a un crédito, no pueden invertir, no pueden exportar. Por eso yo digo que no hay posibilidad de desarrollo sin una reforma política y sin una reforma tributaria.
 

-El secretario de Política Económica, Haroldo Montagu, expresó que el principal problema de la economía argentina es la fuga de divisas, que no distingue entre empresarios y pequeños ahorristas que, en cuanto pueden, sacan los dólares del sistema.

-Sí. El tema es que hay grandes empresarios que hacen negocios a costa del Estado. Por eso hay que hacer una reforma política, eliminar los amiguismos. Grandes bancos de la Argentina crecieron gracias al Estado, pero cuando el Estado les pidió ayuda, les dieron la espalda. Muchas empresas hicieron obras, fueron favorecidas en licitaciones públicas, hablo de Techint, IRSA, todas recibieron ayuda del Estado. Todos estos empresarios son millonarios, tienen sus casas afuera. Y está bien. Ahora, hay que ser conscientes de que si le hacés favores a uno, la carga va para otros. Me parece que esas empresas son las que más tienen que colaborar, sobre todo en un momento como este. Hay un límite que se traspasa todo el tiempo.
 
-¿Hay un diagnóstico certero de la situación económica y social?

-Yo creo que no. El gobierno creyó que con el IFE iba a tener que asistir a 3 millones de personas y se anotaron 11 millones. Es verdad que ahí hay mucha clase media, pero la cantidad de gente que vive en las villas está subestimada. Yo tengo una ONG, Movida Argentina, con la que trabajamos en villas de Conurbano y ahí vemos que mucha gente accede a la salud y a la escolarización, que de otra manera no podría. Ambas de mala calidad, pero están. Ahora, hay mucha ayuda que va para esos sectores pero que quedan en el camino. Pasa con los bolsones, que los terminan vendiendo los intermediarios. Hay muchísimas casas sin agua. Tiene que hacerse una inversión muy grande, que significaría un ahorro en salud por los problemas que te evitás. El Estado gasta mal porque no conocemos a la gente. El ministerio de Desarrollo Social debería conocer a todas las familias, entonces la inversión llegaría a destino, habría una mejor escolarización, con hogares más articulados. Ojo que este no es un problema de este gobierno, claramente. Es estructural.

-Si sumás el bolsón, los diversos planes de ayuda social, el IFE, la Asignación Universal por Hijo, todo el paquete, ¿no convendría implementar un salario universal?

-Totalmente. Hoy se da una paradoja: hay sectores de clase baja baja que están con mejores ingresos que la clase media. Están recibiendo mucha ayuda, pero el cuentapropista, pongamos un peluquero, no accede a nada. Con un salario universal resolvés muchas cosas. Primero hay que reconocer que el Estado no está en condiciones de gestionar tantos programas y planes. Por otro lado, igualás un poco. Hoy no está claro cómo se asignan esos recursos. Con el salario universal, hay un solo criterio. Y es el momento ideal para hacerlo. Siempre se dijo que era una discusión que no correspondía para la Argentina. Con la AUH pasa que los chicos crecen y dejan de cobrarla y no es que los chicos se van de las casas… es un proceso que demora mucho más, les cuesta mucho. Las generaciones de hoy no quieren trabajar más en la construcción y no encuentran cabida así nomás en otros lugares, necesitan capacitación y muchos no terminaron el secundario. Lo mismo pasa con las chicas, que no quieren trabajar en el sector textil ni en la limpieza. Hay que ofrecerles oficios: peluquería, manicuría, dermatología, electricista, reparación de celulares… es un cambio de patrones y hay que reorientar la cuestión educativa.
 
-¿Vos creés que es un momento para revertir esto?

-Yo creo que sí y que está la gente adecuada en el gobierno. Hay cosas que me gustan y otras que no me gustan para nada, pero a diferencia del macrismo, creo que es un gobierno que le interesa la gente. Pero estamos demasiado en la coyuntura, encima con una coyuntura compleja. Por eso es necesario que haya una planificación a un año, pensando en la pos pandemia, ni siquiera mirando diez años para adelante porque, cuando hay un cambio de gobierno, cambia todo otra vez.

Ranking Forbes de las 50 mayores fortunas de la Argentina
Los nombres de los dueños de la riqueza 


Sólo por el valor del patrimonio declarado, suman u$s 46.600 millones. Bulgheroni, Galperín, Rocca, Perez Companc y Roemmers encabezan la lista. Suman, entre los cinco, 18.100 millones. Macri, relegado al puesto 20.


En medio del debate público acerca del impuesto a las grandes fortunas, salió a la luz una nueva edición del Ranking Forbes: quiénes son y cuánto tienen los 50 argentinos más ricos. Los integrantes de la lista acumulan, al 31 de mayo, una riqueza de 46.440 millones de dólares, una cifra 20 por ciento menor que en 2019. La baja, según la revista, fue resultado de la caída de casi el 50 por ciento de mercado bursátil local tras el resultado de las elecciones primarias de agosto de 2019.


Aparecen por lo menos tres momentos de la historia argentina en el listado publicado por la Revista Forbes: por un lado, los grupos económicos tradicionales que crecieron en los 80 y se fortalecieron con las privatizaciones de los 90. “La burguesía más clásica de Bulgheroni, Perez Companc o Rocca", los denomina Leandro Navarro, investigador sobre grandes empresas y elites económicas. 


El académico distingue a un segundo grupo que creció durante la  posconvertibilidad, como el Grupo Insud, más ligado a la idea de un capitalismo nacional y, finalmente, un nuevo emergente del capitalismo relacionado a los procesos de financierización, e-commerce y fintech,  como Marcos Galperín.

Los 50 miembros de la lista originan alrededor del 14 por ciento del PBI por sus participaciones en múltiples empresas. Dentro de los primeros diez apellidos están la familia Bulgheroni, dueña de la petrolera Pan American Energy Group, con una riqueza de 5.400 millones de dólares. Le sigue en la lista Marcos Galperin, fundador de MercadoLibre, al que le computan un patrimonio de 4.200 millones de dólares. En tercer lugar aparece Paolo Rocca y familia, del grupo Techint , con 3.400 millones de dólares.

El resto del pelotón está encabezado por el holding familiar Pérez Companc, con Gregorio "Goyo" a la cabeza, y una fortuna calculada en 2.700 millones de dólares. Detrás vienen dos figuras que se han hecho fuerte en el negocio de la industria farmacéutica, como Alberto Roemmers (u$s 2.400 millones) y la pareja Hugo Sigman/Silvia Gold (u$s 2.000 millones), además controlantes del grupo Insud (con más de diez empresas que la integran).  

Todos ellos sufrieron caídas en sus fortunas en dólares este año, salvo Galperín que obtuvo el mayor crecimiento patrimonial del año (68 por ciento). 

Detrás de ellos, completan el top-ten Jorge Pérez (condominios en Miami y Puerto Madero), la familia Werthein, Edith Rodríguez (viuda de Luis Rey, Pluspetrol),  y Eduardo Eurnekian.

Entre otros nombres que aparecen en el listado está el de Mauricio Macri y su familia que, si bien tuvieron su década de oro en los 90, acumulan una riqueza de 540 millones de dólares y ocupan el vigésimo puesto. También figuran en esa nómina exclusivísima Luis Pagani y familia (grupo Arcor), Francisco de Narváez, Nicolás Caputo, la familia Braun,  Eduardo Eurnekian, Jorge Brito, Alfredo Coto, Héctor Magnetto, Claudio Belocopitt (Swiss Medical), Enrique Eskenazi, los Born, los Blaquier, y un nombre que despierta pasiones muy diferentes a los hasta acá nombrados: Lionel Messi.

El blindaje

 

El listado de Forbes se conforma en función de los valores bursátiles de las empresas de las que son dueños o tienen participación, más el valor de activos declarados. No así los activos financieros no declarados, en el país o el exterior, ni los bienes que poseen a nombre de fondos fiduciarios, sociedades off shore y otros mecanismos de elusión y evasión, tan frecuente en la clase dominante en la Argentina.


"Avanzar tributariamente sobre estos actores implica justicia distributiva pero también nos permitiría ingresar en un sendero de desarrollo para modificar la estructura productiva y mejorar nuestros indicadores sociales", opina Itai Hagman,el diputado nacional del Frente de Todos. "Hay un mito que se instaló en la Argentina que es que el Estado subsidia principalmente a los pobres, pero la realidad es que subsidia fuertemente a los ricos", agrega.

Ponerle nombre a los empresarios candidatos a verse afectados y que en su mayoría reniegan del tratamiento del impuesto para financiar la pandemia , da lugar a la reflexión de por qué en otros países el comportamiento resulta tan distinto , como es el caso de los 83 "Millonarios por la humanidad" que escribieron una carta al G20 para exhortar a los gobiernos a que les cobren más impuestos
"El poder real de la elite argentina es mucho mayor que el poder estructural o la posición que ocupan en la estructura económica como grandes empleadores, con control de empresas claves y eso hace que sea mucho más dificil avanzar sobre ella", señala Leandro Navarro. 
"El poder real o instrumental es la relación que establecen entre el mundo económico y el político, ya sea vía la participación en financiamiento de campañas, capacidad de lobby o bien formando parte del gobierno en el caso del macrismo. Las empresas dedican muchos recursos a tener gente en cargos para hacer lobby", concluye Navarro.

La mirada sobre el patrimonio de aquellas personas, familias, Empresas holdings o Corporaciones económicas, no resulta de una mirada que busca “culpables” o “envidiosas”, sino mas bien explicaciones al porque de las grandes diferencias de concentración de riquezas que caracterizan a nuestras sociedades capitalistas, en esta su etapa neoliberal, en especial porque los discursos dominantes centran sus miradas en los patrimonios de los políticos como si fuesen estas riquezas “mal habidas”, cuándo en muchos casos son “empresarios” devenidos en políticos o políticos que usan sus roles públicos como plataformas para convertirse y lanzarse a empresarios. 
 

Coincidiendo un año más con el inicio del Foro Económico Mundial de Davos —que reúne a los más ricos entre los ricos—, además de lideres mundiales, la organización no gubernamental Oxfam publicó su estudio sobre la situación de la desigualdad económica en el mundo, encontrando que la riqueza está cada vez más concentrada en menos manos, luego de que en el 2017 unas 43 personas poseyeran las misma riqueza que 3,800 millones de personas, en el 2018 el número de miembros de este selecto grupo se redujo a sólo 26 personas.

En el mismo periodo, que va de 2017 a 2018, la riqueza de los “milmillonarios” —término que designa a quienes poseen una fortuna que supera los 1,000 millones de dólares— en el mundo se acrecentó a un ritmo de 2,500 millones de dólares diarios, hasta sumar 900,000 millones de dólares, al tiempo que 3,800 millones de personas de entre los más pobres de la población mundial perdieron 11% de su “riqueza”.

Para Oxfam, la razón de la alta concentración de la riqueza en unos pocos, y su correlato, el aumento del número de personas sumida en la pobreza es clara: las políticas económicas de los gobiernos del mundo que han favorecido a los capitales en detrimento de los pobres. “Nuestros actuales Gobiernos se enfrentan a un dilema decisivo: trabajar para que todas las ciudadanas y ciudadanos tengamos una vida digna, o mantener la extrema riqueza de unos pocos”, sentencia el estudio, titulado “¿Bienestar público o beneficio privado?”.

En el estudio, Oxfam propone para revertir la tendencia global de la alta concentración de la riqueza y el aumento de la pobreza gravando la riqueza y el capital a niveles justos, acabar con los programas de baja en los impuestos sobre la renta empresarial y de las personas físicas —como hizo el presidente Donald Trump en Estados Unidos, país con altos índices de desigualdad—, y terminar con las políticas de privatización de los servicios públicos, aumentando la inversión pública en programas destinados a mejorar las condiciones de vida de todos los pobladores.

Los Gobiernos deberían centrar sus esfuerzos en que, a través de los impuestos, los más ricos aporten más recursos que permitan luchar contra la desigualdad”, se lee en el estudio, y como ejemplo, Oxfam pone el caso de que con un incremento de tan solo 0.5% adicional en el tipo del impuesto que grava el patrimonio de los más ricos, se recaudarían lo suficiente para financiar el acceso a la educación de 262 millones de niñas y niños que actualmente están sin escolarizar y para proveer servicios de atención sanitaria que salvarían la vida de 3.3 millones de personas.

Para la organización no gubernamental, el que los gobiernos permitan a los ricos y las empresas tributar menos de los que les corresponde es una causa de la desigualdad, y la prevalencia de esta situación sólo la profundiza. Al recaudar menos impuestos por parte de las fortunas y las empresas, los gobiernos deben imponer un mayor peso fiscal sobre el resto de la sociedad y recortar el gasto en sanidad, educación y otros servicios públicos y mecanismos de protección social que permiten reducir la desigualdad, explica el estudio.

Desigualdad histórica

Entre los muchos efectos conocidos de la desigualdad en una sociedad están el malestar social, la disminución de la salud, el aumento de la violencia y la disminución de la solidaridad”, es una de las conclusiones a las que llega un artículo publicado por la revista Nature en 2017, y que es el estudio más grande sobre la desigualdad en la historia de la humanidad, al incluir en su análisis a sociedades desde los tiempos prehistóricos hasta los tiempos modernos. El estudio revela las condiciones sociales y económicas que han dado lugar a la desigualdad.

Realizado por académicos de diversas disciplinas que realizan investigación en universidades de Estados Unidos, el estudio Greater post-Neolithic wealth disparities in Eurasia than in North America and Mesoamerica encontró que "la civilización tiende a moverse hacia la desigualdad a medida que algunas personas obtienen los medios para hacer que otras sean relativamente pobres, y la emplean".


El puntaje más alto histórico de Gini fue en una sociedad de la antigüedad como la romana, con un índice de desigualdad de .59.

Encontraron que las sociedades comienzan siendo relativamente iguales, con un coeficiente de Gini de .17. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).

Según el estudio, los signos de desigualdad aparecen cuando los humanos comienzan a domesticar plantas y animales. La transición a sociedades basadas en la agricultura introdujo el concepto de propiedad de la tierra y la clase resultante de campesinos sin tierra. La propiedad de la tierra facilitó la acumulación de riqueza, ya que se comenzó a transmitir de generación en generación. A medida que las sociedades agrícolas crecían, desde los pequeños productores hortícolas a las sociedades agrícolas a gran escala, la mediana de Gini creció de .27 a .35. El puntaje más alto histórico de Gini fue en el Mundo Antiguo (como Roma) en .59.

En la actualidad, países como México están muy por arriba de los índices de desigualdad promedio de las sociedad de la antigüedad. Según datos de la Cepal del 2017, México presentaba un coeficiente de Gini de 0.79.

David Harvey ( D. Harvey. (2014). 17 contradicciones y el fin del capitalismo. Quito: IAEN.) afirma que el modelo primario exportador, arraigado en la división internacional del trabajo, es la punta de lanza del capitalismo, se basa en el despojo, modifica las condiciones climáticas del planeta y disminuye la democracia. La historia nos demuestra que los grupos económicos se articulan con los Estados para concentrar, incrementar y diversificar sus ramas económicas con el objetivo de acrecentar su acumulación.

Para lograr incidencia en los territorios, los grupos económicos ejercen diversas estrategias que varían según las condiciones de cada empresa.

De acuerdo con Ben Ross Schneider,( B. R. Schneider. (2004). Business Politics and the State in 20th Century Latin America. Nueva York: Cambridge University Press.) el poder empresarial tiene cuatro canales principales:
1. La consulta institucionalizada en el proceso de elaboración de políticas, con frecuencia a través de asociaciones empresariales;
2. el cabildeo ante el Congreso y el Ejecutivo;
3. la financiación de campañas;
4. el poder estructural como consecuencia de la movilidad internacional de la inversión y el capital.

Hay que reconocer, empero, que los gobiernos también necesitan de las empresas en general –particularmente las exportadoras–, sobre todo para solventar sus déficits en balanza comercial, balanza de pagos e ingreso de divisas. Whitehead afirma que “los gobiernos dependen en alto grado del acceso a mercados de capitales internacionales, con el fin de mantener la estabilidad económica dentro de sus países; la alianza con las empresas, por lo tanto, se convierte en una alta prioridad política”.( 4 L. Whitehead. (2011). Democratización. Teoría y experiencia. México: Fondo de Cultura Económica.)


Esta lectura de la realidad compleja nos ofrece una ecuación enmarañada: empresas + gobiernos = captura del Estado. En este sentido, analizar los grupos económicos implica una lectura crítica del modelo de acumulación; evidenciando la relación entre las empresas y el Estado se puede llegar a descubrir los lazos entre las élites económicas y las élites políticas. Reconocer este vínculo nos permite, a su vez, entender su influencia y las razones por las cuales las políticas públicas se encaminan en la dirección que las grandes empresas desean.

Concentracióneconómica y poder político en América Latina. (Buenos Aires: CLACSO, marzo de 2020).ISBN 978-987-722-586-0© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales |

El presidente Alberto Fernández agradeció a las Fuerzas Armadas por “poner todo el esfuerzo para preservar la vida de los argentinos” en medio de la pandemia de coronavirus y por haber “trabajado junto a movimientos sociales” en las tareas de ayuda. “No estuvieron ausentes cuando la Argentina los necesitó. El mejor reconocimiento para un militar es estar presentes cuando los argentinos lo necesitan. Esa es la tarea”, puntualizó el jefe de Estado.

El agradecimiento fue expresado durante el Encuentro de Camaradería con la cúpula de las tres fuerzas, que el mandatario encabezó en el Edificio Libertador. Allí dejó un mensaje claro: “Queremos unas Fuerzas Armadas integradas a la sociedad y preparadas en la institucionalidad y el respeto a los derechos humanos”, definió el mandatario.

Durante su discurso, destacó el despliegue de más de “60 mil hombres y mujeres en más de 8500 tareas cumplidas al pie de la letra” para poner en marcha el dispositivo de refuerzo del sistema sanitario en todo el país. “No saben cuánto ayudaron”, “se ganaron el reconocimiento de todos y cada uno de los argentinos”, puntualizó Fernández.

En dicha ocasión volvió a repetir su “no creo en los planes económicos”, y agregó conceptos referidos a que no es ético vivir en una sociedad profundamente desigual, posicionando al gobierno que le toca presidir por voluntad popular, no precisamente alineada con esas dinámicas de concentración financiera neoliberal que ha “separado” la economía real, productiva, del trabajo y el esfuerzo de aquella de la especulación financiera y las “guerras de divisas”.

(Fuentes:

De escribir y leer, las obsesiones se sacian ... para entender un poco mas el mundo en el que vivimos y elegir mejor el lugar desde el cual decidimos participar en la construcción social de esta realidad.  

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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