Domingo
26 de julio de 2020
II
Las
falacias del discurso neoliberal
El
fuerte aumento en el saldo favorable, explicó la Agencia Argentina
de Inversiones y Comercio Internacional, reflejó el “menor impacto
en las exportaciones argentinas, en comparación con las
importaciones”, en el marco del golpe de la pandemia de Covid-19
sobre el comercio mundial de bienes.
El
superávit comercial acumulado entre mayo de 2019 e igual mes de este
año “alcanzó los US$ 18.000 millones, el mayor valor nominal
registrado en la historia de nuestro país”, destacó la Agencia
Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaici).
El fuerte aumento en el saldo favorable, explicó la Aaici, reflejó el “menor impacto en las exportaciones argentinas, en comparación con las importaciones”, en el marco del golpe de la pandemia de Covid-19 sobre el comercio mundial de bienes.
La Agencia recordó que la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que, en el acumulado anual, el comercio internacional podría reducirse entre 13% y 32%.
“Al analizar las compras que realizan nuestros principales socios comerciales, se observa de manera unánime una reducción en las importaciones”, indicó el Monitor de Exportaciones de la Agencia.
Las compras de bienes de China disminuyeron 13%, mientras que en el caso de los Estados Unidos la caída fue del 9%, en la comparación interanual para el mes de mayo.
Brasil, por su parte, ya dispone de información de junio, según la cual las importaciones se redujeron 23% respecto del mismo mes del año pasado, y en el caso de la Unión Europea el último dato disponible corresponde a abril y señala una desaceleración de las importaciones del orden del 25%.
También las importaciones de América Latina bajaron, 13% en promedio en el acumulado de 2020, con Argentina y Chile como los principales países en recortar sus compras.
No obstante, a pesar del contexto mundial, indicó la Aaici, las exportaciones nacionales hacia China, principal socio comercial en mayo, con 19% sobre el total de envíos, crecieron 25% (US$ 193 millones) “por el aumento en las ventas de productos como porotos de soja, carne bovina y calamares congelados”.
En cambio, el caso del Mercosur los envíos se redujeron 48% (US$ 491 millones) en mayo, respecto del mismo mes del año pasado, en gran parte por la caída en las ventas de manufacturas de origen industrial (MOI).
A la vez, las exportaciones a Brasil, principal socio y destino dentro del bloque, disminuyeron 53% interanual (US$ 432 millones) principalmente por la merma en los envíos del sector automotor.
El fuerte aumento en el saldo favorable, explicó la Aaici, reflejó el “menor impacto en las exportaciones argentinas, en comparación con las importaciones”, en el marco del golpe de la pandemia de Covid-19 sobre el comercio mundial de bienes.
La Agencia recordó que la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que, en el acumulado anual, el comercio internacional podría reducirse entre 13% y 32%.
“Al analizar las compras que realizan nuestros principales socios comerciales, se observa de manera unánime una reducción en las importaciones”, indicó el Monitor de Exportaciones de la Agencia.
Las compras de bienes de China disminuyeron 13%, mientras que en el caso de los Estados Unidos la caída fue del 9%, en la comparación interanual para el mes de mayo.
Brasil, por su parte, ya dispone de información de junio, según la cual las importaciones se redujeron 23% respecto del mismo mes del año pasado, y en el caso de la Unión Europea el último dato disponible corresponde a abril y señala una desaceleración de las importaciones del orden del 25%.
También las importaciones de América Latina bajaron, 13% en promedio en el acumulado de 2020, con Argentina y Chile como los principales países en recortar sus compras.
No obstante, a pesar del contexto mundial, indicó la Aaici, las exportaciones nacionales hacia China, principal socio comercial en mayo, con 19% sobre el total de envíos, crecieron 25% (US$ 193 millones) “por el aumento en las ventas de productos como porotos de soja, carne bovina y calamares congelados”.
En cambio, el caso del Mercosur los envíos se redujeron 48% (US$ 491 millones) en mayo, respecto del mismo mes del año pasado, en gran parte por la caída en las ventas de manufacturas de origen industrial (MOI).
A la vez, las exportaciones a Brasil, principal socio y destino dentro del bloque, disminuyeron 53% interanual (US$ 432 millones) principalmente por la merma en los envíos del sector automotor.
La
caída en las ventas de MOI también afectó las exportaciones al
bloque Nafta (Estados Unidos, México y Canadá), que disminuyeron
51% (US$ 276 millones) respecto de mayo de 2019, mientras los envíos
argentinos a la Unión Europea cayeron 26,5% (US$ 200 millones),
detalló la Aaici.
El cuadro recesivo global, concluyó, también afectó la exportación de servicios basados en el conocimiento: según datos de enero-marzo las ventas al exterior del rubro fueron de US$ 1.420 millones, lo que implicó una disminución interanual de 10%.
El cuadro recesivo global, concluyó, también afectó la exportación de servicios basados en el conocimiento: según datos de enero-marzo las ventas al exterior del rubro fueron de US$ 1.420 millones, lo que implicó una disminución interanual de 10%.
Las
negociaciones por la Deuda Externa no planea erogaciones durante el
resto del año … por lo que la situación de las cuentas del Estado
no está en crisis como supuestamente intenta instalar el relato
neoliberal.
La
nota periodística titulada "Argentina's Peronist president on
the virtues of Henry Ford capitalism" (El presidente
peronista de Argentina habla de las virtudes del capitalismo de Henry
Ford) fue publicada este sábado por el corresponsal en Buenos
Aires, Benedict Mander, quien entrevistó la semana pasada al
mandatario en la residencia de Olivos.
"Yo
creo en el capitalismo de [Henry] Ford, que un día se preguntó:
"¿Por qué mis empleados no están usando mis autos?". Ese
capitalismo
mostraba más solidaridad, porque creaba empleo, producción y
generaba inversión:
eso es lo que necesitamos, no el capitalismo especulativo",
señaló Alberto Fernández, según publica el diario económico
Además
de resaltar el elogio de Alberto Fernández al fundador de la
automotriz norteamericana, el mandatario se
mostró partidario de "resolver los problemas económicos"
más
allá de las formulaciones ideológicas.
La
pandemia ocupa hoy el primer plano de la escena política mundial y
parece haber precipitado una recesión de la economía global y una
orgía especulativa en el sistema financiero internacional de
magnitudes inéditas. Los Estados Unidos, primera potencia del mundo,
tiene la mayor cantidad de contagiados y muertos y se deshilacha al
impacto de turbulencias pocas veces vistas en su historia
contemporánea.
Luego
de casi una década de flexibilización monetaria, tasas de interés
cercanas a cero o negativas y endeudamiento creciente, la Reserva
Federal no ha logrado superar las causas estructurales que detonaron
la crisis financiera de 2008 y ha perdido la posibilidad de manipular
las tasas de interés para gestionar una recesión. En un contexto de
gran endeudamiento, el apagón económico global producido por la
pandemia ha desencadenado una crisis económica ante la cual la
Reserva Federal no ha encontrado otro recurso que seguir haciendo lo
mismo que estaba haciendo, pero con mayor intensidad.
Así,
en poco tiempo ha inyectado dosis masivas de liquidez en el sistema
financiero a fin de impedir un default de grandes corporaciones. El
resultado ha sido una desconexión creciente entre la economía real
y lo que pasa en las finanzas, creando condiciones para que la crisis
trascienda el ámbito económico, impregne lo político y desborde al
ámbito de los conflictos geopolíticos. Mientras cunde el desempleo
masivo y una ola de defaults de créditos para el consumo (hipotecas,
estudios, autos y gastos de tarjetas de crédito), se suma al cierre
de empresas de distinto tamaño en distintos sectores de la
producción. La fuerte intervención de la Reserva Federal en el
mercado financiero para salvar a las corporaciones altamente
endeudadas logró revertir momentáneamente la caída del precio de
sus acciones, asegurado grandes ganancias en ciertos sectores,
especialmente los vinculados a la alta tecnología. Hoy el
valor de las acciones de tres corporaciones representa el 16% del S&P
500 y más de un tercio del Nasdaq 100 (zerohedge.com
23 7 2020).
El
costo de esta intervención ha sido un aumento de la especulación,
conjuntamente con mayor endeudamiento y desigualdad económica y
social. En este contexto de enormes contrastes, un crimen racial ha
detonado una protesta social que expone una profunda crisis de
legitimidad institucional. Sin embargo, mas allá de las
características intrínsecas a la sociedad norteamericana, la crisis
institucional es un aspecto inherente a la crisis sistémica que hoy
azota al mundo que conocemos.
En
los últimos años una ola de movimientos de protesta social, con
distintos signos políticos y culturales, se ha esparcido por el
mundo. La concentración del poder en pocas manos, como consecuencia
de la expansión mundial del capitalismo monopólico global, ha dado
lugar a una creciente desigualdad económica y social y a un aumento
de demandas que, al no encontrar canales institucionales para
expresarse, erosionan la legitimidad de las instituciones políticas.
Este fenómeno también ha sido alimentado por una creciente
incidencia de los medios de comunicación altamente concentrados
sobre las decisiones políticas y sobre la formación de la opinión
publica.
El
uso de tecnologías cada vez mas complejas ha potenciado el rol de
los medios y de las redes sociales sobre el control de la población
a través de la manipulación de la información, de las opiniones y
de la creación de un sentido común que reproduce a una estructura
de poder basada en la maximización de ganancias en todos los ámbitos
de la vida social. En este contexto, el desarrollo descontrolado de
la pandemia ha contribuido a que la crisis institucional y el rol que
en la misma juegan los medios de comunicación emerja a la luz del
día en la mayoría de los países, independientemente de las
ideologías y las especificidades de sus respectivas instituciones.
Polarización
política y rol de las corporaciones tecnológicas
La
pandemia avanza descontrolada en los Estados Unidos y arranca jirones
del manto que ha ocultado por mucho tiempo la profundidad de una
crisis de legitimidad institucional que viene de lejos. Trump ganó
las elecciones de 2016, montado sobre esta crisis prometiendo
“limpiar el pantano” de Washington DC “dominado por el
establishment”
de los partidos políticos y de los medios de comunicación. Sin
clientela política propia, Trump confrontó hábilmente con la
prensa liberal y utilizó a Twitter como base de su campaña
electoral. Cuatro años después, la situación es muy distinta.
Las
promesas hechas a los que lo votaron en 2016 han quedado en el
tintero. Su administración incorporó a poderosos intereses
financieros, y desarrolló una política económica que privilegió a
la especulación y desembocó en la actual crisis económica.
Paralelamente, aumentó el presupuesto militar dando fuerte
financiación al complejo industrial militar e incorporó a su
gabinete a conocidos dirigentes neoconservadores con participación
en la gestión de las guerras de Afganistán e Irak. Su política
exterior se caracterizó por una creciente militarización de la
política económica. Habiendo prometido poner fin a las guerras,
desencadenó una guerra comercial con China que al poco tiempo se
transformó en una guerra tecnológica y hoy amenaza con convertirse
en un enfrentamiento militar en algunas zonas sumamente sensibles.
Su
política de devolver la grandeza de América que habría sido
“saqueada por China” contó con el apoyo del Pentágono y la
reticencia de las grandes corporaciones tecnológicas con fuerte
penetración en el mercado chino (zerohedge.com
26 5/7 12 2018; 13 5 2019).
A pesar de los esfuerzos de Trump y del Pentágono por cortar una
relación que «pone en peligro a la seguridad nacional», estas
corporaciones tecnológicas continúan con fuerte presencia en el
mercado chino y mantienen intrincadas relaciones tecnológicas con
este país. La presión del gobierno norteamericano sobre las mismas
ha incluido el intento de regular su actividad monopólica y la
utilización de los contratos del Pentágono para fomentar la
rivalidad entre corporaciones y disciplinar a las que han sido más
adversas a Trump y a sus políticas (zerohedge.com
25 10 2019; 15 4 2020).
Durante
su gobierno, Trump sufrió varios intentos fallidos de juicio
político en el Congreso liderados por el partido Demócrata,
funcionarios de los organismos de inteligencia y la prensa liberal.
Ahora, en vísperas de las elecciones de noviembre, enfrenta a todos
estos sectores a los que se ha sumado el núcleo más duro de neocons
que buscan quitarle apoyo dentro del propio partido republicano.
Asimismo las grandes corporaciones tecnológicas que dominan Internet
y las redes han pasado a la ofensiva para impedir su triunfo
electoral. Trump no logró doblegar su poder monopólico ni
interrumpir sus intrincados lazos tecnológicos con
China (zerohedge.com
2 6 2019; nationaldefensemagazin.org 13 5 2019; cnbc.com 23 5 2020;
zerohedge.com 24 6 2020).
Ahora ha redoblado la apuesta y busca quitarles su protección legal
ante posibles juicios por el contenido de la información que manejan
(zerohedge.com
29 5 2020).
Así,
tanto los medios de comunicación escritos y televisados como
Internet y las redes sociales se han convertido en un verdadero campo
de batalla. A la masiva y continua producción de fake
news por
parte de los principales medios liberales se suma el reconocimiento
explícito del ejercicio de la censura por parte de Google, YouTube,
Facebook y Twitter. Estas corporaciones admiten públicamente que
utilizan técnicas complejas para censurar opiniones políticas,
comentarios sobre la pandemia y la cuarentena, comentarios de
política incluyendo opiniones sobre los gobernantes chinos y sus
políticas (zerohedge.com
1 2/, 26, 27 5/ 2020 axios.com 30 6 2020).
También censuran abiertamente los comentarios de Trump que
consideran racistas y/o fake
news
al no adecuarse a la “verdad de los hechos”. Esta verdad depende
de criterios propios que no son transparentes (axios.com
12 9 2019; zerohedge.com 30 6/11 7 2020).
La
controversia entre Trump y las corporaciones tecnológicas no le ha
impedido ser el principal usuario de Twitter y producir
constantemente comentarios racistas y fake
news
para movilizar a sus seguidores y recuperar el terreno perdido en los
ratings como consecuencia de su mal manejo de la pandemia y de la
represión que desató sobre la protesta social por el asesinato de
George Floyd. Esta represión, sin embargo, se ha convertido en el
talón de Aquiles de su campaña política. En la ultima semana ha
inaugurado una nueva estrategia electoral centrada en la
intensificación de la represión, buscando gestar un clima de
violencia preelectoral que polarice aun mas al electorado y le
asegure la participación masiva de sus votantes.
Intensificando
la crisis institucional
Esta
estrategia consiste en usar fuerzas federales esparcidas en distintas
reparticiones del Estado y limitadas a actividades específicas —como
por ejemplo el control de la inmigración, del narcotráfico, de
parques nacionales, etc.—. e inyectarlas en la represión de las
manifestaciones en distintas ciudades, sin el consentimiento de las
autoridades estatales e incluso sin previo aviso.
Trump
fundamenta su decisión en la necesidad de resguardar los valores
esenciales y la “seguridad nacional amenazada por la anarquía”.
En la práctica, está intentando hacer lo que ningún Presidente
hizo hasta ahora: crear una fuerza de policía con el objetivo de
controlar la protesta social en todo el territorio nacional. Desde
los orígenes del Estado norteamericano, una preocupación central a
todos los gobiernos ha sido proteger el federalismo inherente a su
sistema político del peligro que representa para la autonomía de
los Estados la existencia de un poderoso Ejecutivo nacional capaz de
mantener una policía permanente y con cobertura de todo el
territorio nacional. Ahora Trump intenta imponer esta alternativa.
El
operativo debutó una semana atrás con el desembarco en Portland de
agentes de seguridad, pertenecientes al Departamento de Homeland
Security (DHS) que tiene a su cargo la seguridad de las fronteras.
Esto se realizó sin permiso ni notificación a las autoridades
locales. Camuflados, sin identificación y usando vehículos
alquilados y sin chapa, las fuerzas federales se metieron en una zona
tomada desde hace semanas por una protesta social y reprimieron
brutalmente secuestrando manifestantes e hiriendo severamente a uno
de ellos (zerohedge.com
22 7 2020).
Esta situación provocó la airada respuesta de las autoridades
locales: el gobernador y la alcaldesa, y del Procurador General del
Estado (US
District Attorney),
quienes iniciaron acciones legales contra DHS y las autoridades
federales involucradas.
La
cosa sin embargo no quedó ahí. El lunes de esta semana Trump
anunció que Portland era solo el comienzo del operativo que
continuará con el envió de tropas federales a “New York, Chicago,
Filadelfia, Detroit y Baltimore y todas esas ciudades que son un
desastre…todas gobernadas por demócratas liberales… vamos a
enviar mas tropa federal de la que se imaginan» (theatlantic.com
21 7 2020).
Esto provocó el rechazo inmediato de las autoridades locales
involucradas (zerohedge.com
22 7 2020).
El
operativo de Portland implica una ruptura violenta de la autonomía
de los Estados y de la competencia de las autoridades locales. Atenta
además contra autoridades federales como el Procurador General de
cada estado (DA) y coloca al país en la peligrosa vía del
enfrentamiento violento entre el gobierno nacional y los gobiernos
estatales y autoridades municipales. Esta ruptura es acompañada de
una profunda polarización política, y se da en circunstancias en
que la protesta social no ceja, cunden los estragos de la recesión
económica y se acercan unas elecciones que prometen ser las más
cuestionadas de la historia contemporánea, en la medida en que ya
existen decenas de juicios en distintos Estados y ciudades pidiendo
la nulidad o cambios en las reglas estipuladas para la votación.
Así,
presionado por los acontecimientos, Trump fuga hacia adelante y
genera situaciones que agudizan la crisis institucional. En este
contexto, la protesta social admite creciente participación de todas
las razas y agrega al reclamo de la desfinanciación de los
departamentos policiales, llamados a la huelga para mejorar
condiciones de trabajo y salarios para todxs. En este clima crece la
incertidumbre sobre el resultado de las elecciones, su legitimidad y
el futuro de la protesta social.
Cacerolas,
fusiles y control de la post pandemia
La
pandemia entró en una fase arrolladora superando los 6.000 contagios
diarios. Así, el país ocupa el sexto lugar de más contagios
diarios en el mundo. Esta noticia llega en plena flexibilización de
la cuarentena, como resultado del embate de los anticuarentena
liderados por dirigentes macristas y con amplio apoyo del “periodismo
de guerra”.
La
acumulación de pruebas en las causas judiciales sobre el espionaje
ilegal de la era Macri y una reforma judicial que ya entra en
gateras, parecen preocupar al macrismo y al periodismo involucrado.
Mientras el abogado del ex Presidente reconocía que “hubo
espionaje ilegal” durante su mandato, pero desvinculaba a su
cliente del mismo, un diputado de JxC re twitteaba una convocatoria a
cambiar las cacerolas por los fusiles. En un país con mas de 30.000
desaparecidos, esta barbaridad pasó de largo: no fue cuestionado por
las autoridades de su partido y ninguna autoridad judicial se
preocupó por el caso.
Otro
sector anti cuarentena, la AEA —organización que nuclea a los
grandes empresarios que apoyaron al gobierno de Macri—, se apuntó
un gol esta semana al acordar con los dirigentes de la CGT trabajar
“una agenda común para la post pandemia” en base a “inversión
privada, eliminación de la presión impositiva y creación de
empleos de calidad”. De paso, presionaron al gobierno para evitar
el default (lanacion.com 21.7 2020). En esta asociación resuenan
ecos de un pasado en el que los principales dirigentes sindicales se
aliaban a grandes empresarios y a una dictadura militar, para
sabotear hacia fines de los ’60 las mejoras salariales que
reclamaban las bases obreras en todo el país. Por ese entonces, esta
alianza entre una “burocracia sindical” y la “patria
contratista” abrió un periodo de intensas luchas, signadas por la
resistencia de las bases obreras a aceptar “planes” que
implicaban ajuste salarial y pérdida de empleos, y prometían
inversiones que nunca llegaban y eran sustituidas por subsidios de
todo tipo, evasión de impuestos y fuga de capitales. Esta alianza
generó una crisis de legitimidad institucional que abrió las
puertas al Terrorismo de Estado.
Hoy
estamos lejos de ese entonces. Sin embargo, en plena pandemia y en
una economía devastada, los grandes empresarios siguen reclamando
subsidios de todo tipo sin considerar lo que pueden y deben aportar a
la reactivación económica y a los costos de la pandemia. Mientras
tanto, los dirigentes de la CGT, que aceptaron una disminución de un
25% de los salarios y pago en cuota de los aguinaldos de sus
representados durante la pandemia, nada reclaman de sus nuevos socios
de AEA a pesar de que saben que la falta de inversiones, la evasión
impositiva y la fuga de capitales han sido dos arietes del
vaciamiento económico que nos llevó a la situación actual.
Lo
que está en cuestión por estos días no es si los grandes
empresarios participan o no de la lucha contra la pandemia y de la
reactivación económica, sino cómo lo hacen, cuánto aportan de su
capital y cómo controlará el Estado el destino de subsidios que
eventualmente pueda otorgar. Frente a este nuevo intento de marcarle
la cancha al gobierno, este debería convocar a la participación
activa de los movimientos sociales y organismos sindicales para
elaborar medidas concretas e inmediatas para reactivar la economía.
Asimismo, el mejor antídoto a los anticuarentena es mostrarle a la
población los estragos concretos de la pandemia y el enorme esfuerzo
que el gobierno hace para combatirla y para alimentar a vastos
sectores sociales que se precipitan aceleradamente en la pobreza. El
silencio, el aumento de las víctimas de la pandemia y la
desmovilización crean el caldo de cultivo para la desestabilización
del gobierno.
Cuatro
eventos de los últimos días permiten observar con más nitidez cómo
intervienen actores económicos relevantes en la disputa sobre el
rumbo del gobierno de Alberto Fernández.
1.
Los titulares de corporaciones reunidos en la Asociación Empresaria
Argentina (AEA), conducidos por Techint y Clarín, emitieron un
comunicado, luego de la reunión virtual con dirigentes de la CGT,
que es un pliego de condiciones ortodoxas de ajuste fiscal,
desconociendo el papel central del Estado en la pandemia y
minimizándolo para la pospandemia, además de no apoyar la
estrategia oficial en la negociación con los acreedores. La
declaración fue difundida el martes pasado y fue acompañada por la
CGT.
2.
Al día siguiente, esa misma conducción de la CGT reparó en parte
haber participado de ese grotesco político contra el gobierno y
emitió un comunicado afirmando que los acreedores deben comprender
que la última oferta presentada por el gobierno es "el máximo
esfuerzo que el país está en condiciones de realizar".
3.
El viernes, el presidente Alberto Fernández tuvo un encuentro
virtual cálido y de mucha densidad política con la amplia
representación de dirigentes pymes y sindicales para anunciar la
continuación del apoyo del Estado al tejido productivo y laboral a
través del ATP mientras continúe la pandemia. Se amplió así la
incompleta e insuficiente foto del 9 de Julio en la Quinta de Olivos.
4.
Finalmente, ese mismo día las cámaras del establishment reunidas en
el G-6 difundieron un comunicado constipado respaldando la oferta
argentina, invitando a que "los acreedores externos cooperen con
un esfuerzo final para concretar la reestructuración consensuada".
Es mejor que nada.
Deuda
La
reestructuración de la deuda en default de Macri, que está
transitando el último tramo de negociación, es la pieza relevante y
más notoria de la tensión estructural acerca del proyecto económico
en disputa. Queda de manifiesto en las expresiones públicas que ha
emitido cada uno de los actores económicos en estos meses.
Un
camino es intentar el complejo que propone el desarrollo nacional con
inclusión social. Otro ofrece una economía subordinada y
proveedora mundial de materias primas con fragilidad laboral y
social.
Como
se sabe, el desastre financiero que dejó en tiempo récord de cuatro
años el último experimento neoliberal será un fuerte condicionante
de la economía durante muchos años, incluso con una renegociación
exitosa de la deuda privada, en los tramos internacional y local, y
de la acumulada con el FMI.
Pese
a ello, y siendo una cuestión no menor para evaluar las
restricciones de la economía en el mediano plazo, el acuerdo con los
acreedores que impulsa el gobierno de Fernández es la
apuesta oportuna para aspirar a reconstruir una economía
pospandemia de desarrollo nacional.
A
esta altura no es un misterio que no es el proyecto que quiere la
conducción política del poder económico, que tiene su base de
operaciones en AEA. Esa oposición no es sólo por una cuestión
ideológica conservadora y política de rechazo al
peronismo-kirchnerismo, también es por la defensa de sus propios
intereses inmediatos (los titulares y sus empresas son también
acreedores al poseer bonos de deuda) y estructurales, que están
referidos a expandir la base material de sus negocios corporativos.
Impunidad
El
último comunicado de AEA deja en evidencia que a ese club de dueños
de grandes empresas no le interesa la expansión del mercado interno
ni la reconstrucción del mercado de deuda en pesos.
Estos
dos objetivos próximos son postulados por el equipo económico
liderado por Martín Guzmán, que tiene la salida del default de
Macri como precondición para desplegarlos en plenitud para financiar
la pospandemia y comenzar la reparación del tejido productivo,
laboral y social.
El
plan que propone la cúpula del poder económico, en cambio, es
arreglar rápido la deuda con los acreedores externos, sin importar
si se supera el límite superior de sustentabilidad de la deuda.
Pretende también pagar pocos impuestos y no tener controles de
capitales para dolarizar sus excedentes sin restricciones.
No
es necesario ser un experto en el lenguaje de gestos para darse
cuenta de ese plan: la amplia red de economistas de la city postulan
esa receta y sus medios de comunicación (Clarín, La Nación e
Infobae) la amplifican en forma coordinada.
Como
cada uno y entre ellos se miran en forma permanente al espejo no
registran que para observadores atentos exhiben un nivel de impunidad
e impudicia mayúsculo.
Si
en el último tramo de una compleja negociación con los más
poderosos fondos de inversión del mundo, liderados por BlackRock,
cuyo dueño Larry Fink tiene estrechos vínculos con el gobierno de
Estados Unidos (es agente financiero de la Reserva Federal), se
vocifera que el ministro Guzmán que lidera las conversaciones
"miente", como afirmó el economista Carlos Melconian en
estos días, no se requiere mucho esfuerzo para darse cuenta del lado
del mostrador en que se ubican.
Mesa
No
mencionan -ni agradecen por lo tanto- al Estado como actor relevante
en el diseño de un dispositivo de emergencia con recursos públicos
para proteger empresas y trabajadores en la pandemia.
No
hacen referencia a la necesidad de fortalecer el mercado interno.
No
consideran que el Estado vaya a tener un rol central en la
recuperación económica de la pospandemia.
No
apoyan al gobierno en la negociación de la deuda en default con los
acreedores privados.
Ese
comunicado de AEA es revelador de cuál es el plan de la conducción
política del poder económico. Para lecturas mezquinas es necesario
aclarar que esas compañías deben ser parte de una mesa de diálogo
y de elaboración de políticas específicas para rescatar la
economía.
La
clave se encuentra en quién se sienta en la cabecera de esa mesa; o
sea, quién define los tiempos y la orientación de la política
económica.
La
conducción política del poder económico pretende definir las
reglas de juego, como lo ha hecho en otras oportunidades, la más
reciente en la gestión macrista. La prueba de ello es la Ceocracia
de la administración del Estado en esos años.
El
gobierno de Alberto Fernández está convencido de que al frente de
esa mesa debe estar el Estado para impulsar el desarrollo nacional,
lo que no significa desplazar al sector privado como confunde el
discurso vulgar de defensa de escándalos empresarios, como Vicentin
y Edesur, sino potenciarlo con políticas públicas para alcanzar ese
objetivo.
Mercado interno
La
estrategia oficial de la pospandemia no excluye sino que incorpora en
sentido amplio a cada uno de los actores económicos del entramado
productivo, laboral y social, estableciendo prioridades.
Plantea
que la economía necesita poner a trabajar los recursos ociosos y
recuperar el mercado interno en forma inmediata (2021), al tiempo de
generar las condiciones para aumentar las exportaciones
posteriormente (2022-2023, cuando el comercio internacional también
mejoraría).
De
ese modo aspira a no toparse con la restricción externa, o sea la
escasez relativa de divisas, origen de todas las últimas grandes
crisis económicas locales.
Esa
secuencia requiere como precondición el acuerdo de la deuda en
default (alivio en los pagos próximos) para que haya margen fiscal
para utilizar recursos públicos en esa política expansiva. Una mala
resolución con los acreedores, que implica pagar lo que ellos
quieren, no lo ofrecería.
Si
se entiende ese recorrido queda al descubierto por qué la conducción
política del poder económico combate el proyecto oficial, puesto
que ella postula una secuencia inversa.
Propone
un arreglo rápido con los acreedores, para poder así conseguir
endeudamiento en dólares para sus compañías, privilegiar la salida
exportadora con un tipo de cambio todavía más elevado, y postergar
la mejora del mercado interno.
Confusiones
AEA
dejó escrito lo que pretende en ese comunicado que incluyó a la CGT
como representantes de los trabajadores. Es notable como esos dueños
de grandes empresas ignoran la existencia de la parte de la economía
que está en la informalidad. Postulan la necesidad de implementar
"políticas específicas" y que ellas son "aún más
urgentes en vista a la crítica situación económica y al esfuerzo
enorme que implicará mantener en actividad al dispositivo productivo
y al empleo formal en el país".
La
pandemia dejó al descubierto la existencia de amplios sectores
desamparados y en situación económica muy frágil, y ellos sólo
hacen referencia al "empleo formal".
Es
tan fuerte el antikirchnerismo de sus integrantes que los lleva a
confundir el recorrido histórico de la economía local. Dicen que
"Argentina viene de muchas décadas de un mal rendimiento
económico". Podrían afirmar que no están de acuerdo cómo se
creció en ese ciclo, pero las estadísticas públicas y privadas
muestran que en esos años, con no tan buenos resultados en el último
mandato de CFK, hubo un importante aumento del PIB. También lo hubo
en el ciclo 1991-1998.
La
clave es entender las razones de la posterior caída, no desconocer
los períodos de auge. Lo que sucede es que avanzar en esa
comprensión puede ubicarlos en el lugar de ser unos de los
principales responsables de esas debacles.
El
pliego de condiciones de AEA es el siguiente:
1.
"El papel clave de las empresas privadas y sus cadenas de valor
en el proceso de desarrollo y especialmente para la salida de esta
crisis.
2.
Políticas específicas para promover el empleo registrado.
3.
Políticas públicas destinadas a movilizar la capacidad productiva y
las exportaciones de bienes y servicios.
4.
La inserción inteligente de la Argentina en el mundo.
Específicamente, se aspira a un resultado positivo en las decisiones
con los acreedores externos.
5.
La necesidad de reducir gradualmente la presión tributaria sobre el
sector formal de la economía, atendiendo a su vez a la necesidad de
equilibrar las cuentas fiscales.
6.
Educación Técnica y Formación Técnico-Profesional".
Aire fresco
El
último punto, así presentado, no ofrece mucha precisión de qué se
trata. Reitera además el papel clave de las empresas privadas,
como si el gobierno de Fernández no lo considerara ni tampoco un
proyecto de desarrollo nacional.
Se
trata de una consigna que la conducción política del poder
económica está instalando en el debate público sólo con el
objetivo de erosionar a la coalición gobernante.
Esa
campaña no se sustenta en un análisis ni descripción rigurosa de
lo que está pasando. Más aún cuando AEA fue uno de los principales
soportes financieros y políticos de la administración macrista, que
no se inhibió de atropellar al mundo empresario.
El
macrismo, además de promover la destrucción de miles de compañías,
en especial pequeñas y medianas, con su política económica,
persiguió empresarios, los metió presos, incentivó el
procesamiento de decenas de ellos con fotocopias de cuadernos,
intentó que amigos de Macri y de funcionarios se quedaran con
compañías, despreció a industriales, utilizó a miembros del Poder
Judicial para apretarlos, los espió en forma ilegal y les hizo
perder plata como nunca.
En
esos años no había preocupación por la propiedad privada por parte
del establishment y sus voceros, lo que deja al descubierto que esa
consigna ahora es un instrumento para horadar la gestión Fernández.
El
encuentro con las pymes, en el cual hubo intercambios fructíferos
para construir un proyecto de desarrollo nacional, fue aire fresco
ante el agobio permanente que la conducción política del poder
económico somete a la mayoría de la sociedad.
La
crisis es global. Con Pandemia o sin pandemia, la economía
neoliberal no logró superar la crisis de finales del 2007 y daba
serias señales de que de una u otras maneras, el colapso en ciernes
era evidente. El asunto es que en estos tiempos de “Stand by”,
las tensiones que se expresan en los poderes globalizados y
transnacionalizados desarrollan sus estrategias para la mal llamada
“nueva realidad” pospandemia … Argentina necesita pensarse y
decidir su rol en ese juego de tensiones que supondrá alguna nueva
forma de ordenar las piezas en el tablero mundial.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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