Domingo 12 de Julio de 2020
En un mar de Contradicciones
...
Las contradicciones son parte de
las formas de pensar y actuar de los individuos y las sociedades que
poblamos el planeta. Descubrir, encontrar e intentar desatar esos
nudos que producen en la realidad y en como esta es vivida y
percibida en la cotidianidad de la vida y en la relaciones que van
tejiendo las formas grupales e institucionales que van diseñando las
diferentes dimensiones en las que estas se expresan, es la tarea que
se da en medio de los conflictos y tensiones que estas producen o en
las que estas, las contradicciones, aparecen como elementos que
aportan confusión y malestar a la interpretaciones, acciones y
pensamientos de los humanes que definen sus modos de vida.
En esta última semana hemos
atravesado varios sucesos que ponen esas contradicciones de
manifiesto. El más patético resulta de reclamar en las calles
contra la supuesta presión del Estado a la “libertad de prensa”
y en ese mismo acto y como parte de ese reclamo y esa
intencionalidad, agredir a medios de prensa …
¿Contradicción o es que bajo la
premisa de “defender la libertad de prensa” se esconde la defensa
de algunas otras cosas indecibles, tal vez inconfesables? ¿Es
“libertad” de expresión lo que se defiende, o el deseo de solo
escuchar aquello con lo que estamos de acuerdo y no manifiesta
molestia y contradicción, ya en el pensamiento y acción individual
como en las que estas participan generando lo colectivo, lo social?
Advertencia
Así
como el Covid-19, el discurso del odio ha cobrado las calles y es
igual de dañino.
Esta
nota, escrita el jueves por la mañana, debe leerse elevada a la
enésima potencia a partir de las pavorosas agresiones a C5N por la
tarde. Quienes al grito de libertad y patria expresaban su
descontento alrededor del Obelisco desatendiendo todo tipo de
precauciones y cuidados, no vacilaron en cercenar brutalmente la
libertad del otro. Su libertad de expresión, nada menos.
Camino
de ida
Mucha agua ha corrido y no sólo
bajo los puentes; ha corrido por la memoria de tanta gente,
diluyéndola. Por mi parte llevo muchísimos años en este planeta
Tierra y buena parte de esos años me gané la vida ejerciendo la
entonces noble tarea de periodismo. Por eso hoy me duele
profundamente verla bastardeada hasta la náusea. La valiosa lucha
por la libertad de prensa va cobrando ribetes que podríamos
encasillar en el rubro Teatro del Absurdo, si no contaminara de
manera directa la opinión pública.
El
Cuarto Poder. Lo anoto con mayúscula porque hay quienes se lo toman
en serio y se sienten impunes, se autoasignan fueros y abren fuego
contra quienes les incomodan, a sí mismos o sus patrones. La
destacada periodista política Stella Calloni los denomina
sembradores
de odio y canallas seriales,
y propone: “Si la red de noticias falsas se interrumpiera, si se
impusiera una cuarentena para la circulación de la mentira vendida
como información, cuando la esencia de la divulgación informativa
es la verdad a la que todos los pueblos del mundo tienen derecho y
que es la verdadera ‘libertad de expresión’, el mundo en crisis
sería distinto”.
Estoy totalmente de acuerdo.
Las
alevosas mentiras que difunden ciertos medios escritos y sobre todo
televisivos, que muchos aceptan y reproducen por pereza mental o
porque reafirman sus prejuicios, envenenan el aire que respiramos. Y
no es metáfora. Mucho se habla del exocerebro
propuesto por el antropólogo Roger Bartra, esa cualidad mental del
ser humano que capta el “enjambre de conciencias individuales”
imprescindible para la formación de la propia conciencia. Por su
parte la neurofísica, asociada con la física cuántica, entiende
que nuestro cerebro “no es un órgano de procesamiento de
información independiente: actúa como una parte central de nuestro
sistema nervioso integral con un intercambio recurrente de
información con todo organismo viviente y con el cosmos”.
La
busca del tesoro
Nos viene de lejos, de la
infancia, la idea del tesoro oculto. Una fascinación antigua como el
mundo: del Santo Grial a Eldorado, de Robert Louis Stevenson a
Indiana Jones hasta Piratas del Caribe, y tanto más.
Hoy
el juego parecería llamarse Oro
K.
sólo que no es un juego, es una ignominia echada a rodar sin prueba
alguna para horadar las mentes incautas tal como se horadó el campo
patagónico.
De esto se habló mucho. Pero el
tema, junto con otras aberrantes mentiras que van quedando expuestas,
alcanzó su punto de ebullición. Al extremo de despertar
asociaciones iconoclastas en la zona más patafísica de mis
meninges.
El
periodismo “in the pendiente”, como tan bien supo calificarlo
Mafalda (y en estos casos puntuales también la palabra periodismo
debería de ir entrecomillada) se solaza de manera casi erótica en
una incitación a la busca del tesoro. Un tesoro nac & pop, como
corresponde a la supuesta escondedora. Un tesoro constante y sonante,
en lingotes o billetes –da lo mismo— transportado en bolsos
misteriosos, enterrado acá y allá, encerrado en cofres y en
bóvedas. Pero siempre, siempre dentro del país, no se sabe si por
patriotismo, por razones de necesidad y urgencia, o por simple
torpeza y falta de savoir
faire.
Todo tan casero, chabacano, como los bolsos de López y aquella
cifra, ínfima si lo pensamos bien. Nada comparable al refinado Oro
M,
que el tal “periodismo” ignoró olímpicamente, del que casi
nadie habla porque total está lejos, y es inconmensurable, y yace en
paradisíacas islas caribeñas y también en uno que otro paradisiaco
país que ni vale la pena recordar.
El oro K y el oro M. Interesante
antinomia, pero más interesantes aún son esas dos iniciales (sin
ánimo de faltarles el respeto) que me llevan como por un tubo
a pensar en Freud, para quien el oro y las heces jugaban en un mismo
campo. Inspirado, según dicen, en un muy antiguo apotegma oriental:
«El oro es el excremento del inframundo».
Disclaimer
Yo anoto esta conjetura, estas
asociaciones quizá ilícitas, porque no pretendo estar dando
noticias ni estar compartiendo informaciones irrefutables si bien
(pero eso nunca se dice) incomprobables. Es decir que no busco
convencer a nadie. Sólo juego con las ideas, que vendría a ser una
forma liviana de opinión.
Y
digo yo,
y me nombro en primera persona porque no hay duda de que todo ha
cambiado desde mis juveniles años cuando trabajaba de planta en el
Suplemento Gráfico del entonces venerable diario La Nación.
Aquellos eran tiempos, los ’60, cuando escribir en primera persona
del singular resultaba ajeno a la ética periodística. Porque se
respetaba una ética, mal que nos pese, y las opiniones estaban
reservadas para las columnas
ad hoc.
Con el resto había que arreglárselas por ejemplo eligiendo bien la
noticia y/o titulando con cierta picardía. Colando algún término
equívoco que lectores avezades detectarían, entendiendo así que
estábamos escribiendo en los márgenes de la línea conservadora del
medio.
Eso era todo, y era mucho si
lográbamos manejarlo con soltura. Ser periodista solía ser cosa
seria, responsable. Lo sigue siendo para la mayoría, cierto es, pero
en aquella época lo era al punto de que me costaba decir que yo era
escritora, aunque llevaba publicados dos libros y cuentos sueltos en
revistas literarias.
Periodista, contestaba con
orgullo cuando me preguntaban por mi profesión, porque me hacía
sentir seria y responsable. Pero mis cuentos circulaban, y cierto día
mi entonces colega Enriqueta Muñiz me asombró diciendo que a
Rodolfo Walsh le habían gustado mucho y quería conocerme. Me sentí
a la vez feliz y apabullada, y cuando nos encontramos intenté
disculparme diciendo que mis cuentos en realidad no reflejaban mi
ideología profunda. El genial Walsh, el inolvidable Rudy, me frenó
y me dio una lección que habría de servirme para el resto de mi
vida. En suma me aclaró que toda ideología, cuando es profunda y
sincera, no necesita ser explícita.
Eso
para la ficción. También para el periodismo, aunque corra por otros
carriles y debe (o debería!) atenerse a los hechos. Otros eran los
tiempos, ya lo dije. En 2007 fue la última vez que me pidieron una
colaboración para el New York Times. Menos mal que fue la última,
porque me enloquecían con el asedio de los llamados fact
checkers,
los corroboradores de datos. Era una nota sobre el 25 aniversario de
la guerra de las Malvinas, tenía un montón de jugosa información,
a cada rato me llamaba alguno de esos personajes para chequear las
fuentes… No sé si dichos asediadores, necesarios quizá para
sostener la veracidad de las noticias, todavía existen por lejanas
latitudes. Lo que es por acá ciertas personalidades de la prensa
escrita u oral que se venden como dueños de la verdad, no querrían
ni oírlos nombrar.
De todos modos la prensa
hegemónica en el mundo no suele ser adalid de la ética. En 2014,
cuando logramos despertar de su largo letargo al antiguo y
prestigioso Pen Club Argentino y refundamos el nuevo Centro, me
eligieron presidenta. Décadas atrás Pen Internacional, con sede en
Londres, había madurado de un selecto conclave de escritoras y
escritoras del mundo a un real observatorio. De ahí su lema en cada
uno de los casi 150 centros: “Por la libertad de la palabra”.
Dadas
las locales circunstancias, decidí ampliarlo: “Por la libertad y
la responsabilidad
de la palabra”.
Responsabilidad
era el término clave en esos momentos, y lo es hoy más que nunca.
Responsabilidad, sí, cuando ya circulaban en los grandes medios las
falsedades que luego conoceríamos como fake
news,
disfrazadas de verismo. La posverdad, esa “información o
afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia
para el público que las opiniones y emociones que suscita”, andaba
ya por ese entonces haciendo sus estragos, minando credibilidades. Y
más tarde la tristemente célebre “guerra de cuarta generación”
que invierte en trolls,
bots
y falsas noticias lo que ahorra en armamento.
Durante
el último cuatrienio, PEN Argentina, en tanto observatorio, tuvo
varias ocasiones para afilarse las uñas. Fueron cuatro
años negativos,
como bien canta el genial dúo RS Positivo. Negativos para la prensa
libre, sin ir más lejos, como quedó demostrado con los 4.500
periodistas despedidos en todo el país según relevamiento del
Sindicato de Prensa, en una saga de represiones que avanzó del
ataque a Mundo Argentino a los despidos de Télam, pasando por otras
aberrantes instancias que lectores de este medio –no en vano
llamado El
Cohete A La Luna—
conocerán quizá mejor que yo.
No debemos olvidarlo hoy, cuando
ante hechos francamente delictivos se invoca la “libertad de
expresión” y se pretende hacer creer que la democracia está
amenazada. Amenazada, sí, cuando quienes la amenazan son los
exacerbados como los que el jueves atacaron a C5N por el simple hecho
de extenderles el micrófono para que despotriquen a gusto. En su
comunicado al respecto, Pen Argentina se solidarizó con las
víctimas, como corresponde, y reafirmó su convencimiento de que se
debe terminar con los discursos de odio que, atendiendo a intereses
mezquinos, alimentan y justifican agravios tales como los sufridos
por quienes estaban realizando su trabajo informativo.
En
medio de una pandemia mundial, de una muy seria crisis económica
heredada, nos vemos enfrentados a una pestífera crisis en la cual la
verdadera libertad de la palabra, la palabra fehaciente, está en
juego. Me pregunto quiénes son estos personajes que, azuzados por
cierta oposición, no pueden tolerar las frustraciones o la
disidencia y se nutren de falsedades y de agravios. Quiénes, con una
falta total de solidaridad y empatía, se hermanan con aquellos que
fomentan el odio a fin de sacar un rédito político de uso
exclusivo, en absoluto destinado a sus enceguecidos seguidores. Tan
inteligentes no parecen, ni los azuzados ni los azuzadores. El
precepto bíblico del viento y las tempestades, o el simple efecto
boomerang,
ni les pasa por la cabeza.
Con tamaña inquietud escribo
esta nota que dedico a la memoria de Haroldo Conti y de Rodolfo
Walsh, víctimas reales y heroicas de la libertad de expresión. No
como esos que se victimizan hoy, creando caos y violencia al invocar
una libertad de prensa que nadie les niega, ni siquiera mientras
escupen comprobables falsedades nocivas. Y lo hacen con una falta de
solidaridad alevosa en tiempos tan ominosos para la humanidad, cuando
el periodismo en pleno debe cumplir su misión de informar como
corresponde. Concentrándose seriamente en el tema de la
responsabilidad.
Tiempos
de agitados confinamientos
El galope jadeante y sobresaltado
de la coronavirus continua sin dar respiro. Va y viene. Rebrota, se
estanca y vuelve a desparramarse con fuerza. Ecos de su tranco febril
y caótico resuenan en un mundo traspasado de angustia y zozobra. Su
paso desnuda las grietas por las que brota la eterna combustión de
conflictos nunca resueltos. Deja así supurar un dolor que viene de
muy lejos. Un dolor que sale de las entrañas más profundas de la
sociedad. Sin embargo, no nos damos cuenta de lo que esto significa.
En
nuestro confinamiento, vivimos apurados. Intentamos recuperar, a
ciegas, una normalidad perdida. En este apuro, ignoramos que las
raíces de nuestro drama desbordan a la pandemia. Esta solo ha
detonado una muerte largamente pergeñada abriendo paso a un parto
rodeado de tinieblas. Volver a la normalidad, reproducir el status
quo,
parece ser algo imposible. El camino se bifurca. Por un lado, se
profundiza lo que había. Por el otro, pareciera que se abren
horizontes hasta ahora desconocidos. Estamos pues, ante un momento
único, no muy frecuente en la vida de las naciones. Un momento
preñado de derivaciones insospechadas donde las sociedades y los
individuos, sin tener plena conciencia de lo que esta ocurriendo,
trastabillan en las fronteras de un cambio social de índole radical.
La vida humana ha sido desde sus
orígenes una lucha permanente por sobrevivir y reproducirse en un
medio hostil. Desde un inicio, la cooperación y el conflicto
estuvieron a la orden del día. Sus formas de expresión, sin
embargo, han variado según las épocas, las culturas y el grado de
complejidad tecnológica de las sociedades. En el presente que nos
impregna, sin embargo, tanto los conflictos estructurales como la
cooperación parecen haber desaparecido de la escena. Esto no es
casual. Su ocultamiento es funcional a la existencia de una
estructura de poder mundial cuya dinámica conduce a una crisis
social de magnitud e índole inédita.
La interpenetración económica,
financiera y social que hoy existe en el planeta, el grado de
militarización de la vida social y la capacidad destructiva
acumulada en pocas manos obliga a repensar nuestra realidad
inmediata, buscando reconocer en la maraña de confrontaciones
circunstanciales aquellas que son esenciales para producir un cambio
en la estructura de poder. Obliga también a visibilizar formas de
cooperación que contribuyan a restituir el tejido social.
La lucha por el poder
La ley del más fuerte redunda en
una creciente concentración del poder y en una fragmentación al
infinito de los sujetos sociales. Estos, sin embargo, tienden a
aglutinarse en bolsones de identidad compartida a partir de un rasgo
personal, como, por ejemplo: la raza. Esta aproximación, tiene sin
embargo sus limitaciones: al basarse en una característica
individual, impide la visión de conjunto, la existencia de intereses
sectoriales compartidos a pesar de las diferencias individuales.
Cuando esto ocurre, se corre el riesgo de intensificar las divisiones
y demorar la llegada de un cambio de la estructura de poder que, en
ultima instancia, es la causa última de la fragmentación al
infinito. De ahí que el racismo está cada vez más en el centro de
la escena política. Confunde y dificulta la posibilidad de un cambio
radical del orden social imperante.
La manipulación del conflicto
racial se da conjuntamente con la emergencia de actores sociales que
aspiran a un orden nuevo aun no definido. La cuestión racial remite
a la explotación del trabajo esclavo de una población afroamericana
que hasta hace muy poco fue víctima de la segregación y todavía es
brutalmente explotada y reprimida. A esta grieta se suma otra,
gestada por un capitalismo monopólico global que ha condenado a
vastos estratos de la población a una creciente desigualdad
económica y social bloqueando además los canales institucionales
para expresar sus reclamos. En estas circunstancias la coronavirus ha
detonado una situación sanitaria, económica y financiera de índole
explosiva, engendrando condiciones para la emergencia de una protesta
social que, yendo mas allá de la cuestión racial, pueda
eventualmente cuestionar las bases del sistema de dominación
norteamericano.
Aquí, en el sur de un continente
devastado por un viento norte cargado de desgracias, las turbulencias
derivadas de conflictos originados en tiempos remotos sacuden nuestro
presente. Los que tienen más y son los menos se resisten a conciliar
intereses entre sí y a hacer concesiones a las demandas de aquellos
que, teniendo poco y nada, constituyen hoy la gran mayoría de la
población. La acumulación de poder económico sin límite alguno
por parte de unos pocos ha sumido al país en la decadencia económica
y la perpetua desestabilización política.
Este
pecado original fue reconocido por algunos grandes pensadores
argentinos. En 1876 Juan Bautista Alberdi reconocía en sus escritos
económicos el papel ejercido por el Banco y por la Aduana en la
consolidación del dominio político de Buenos Aires sobre el resto
de la República. Veinte años después, Ernesto Quesada iluminaba
las raíces del problema: “La cuestión del Tesoro es en el fondo
el eje de toda la política argentina desde la emancipación… Las
luchas civiles, las disensiones partidistas, las complicaciones
políticas, el enardecimiento de unitarios y federales, de porteños
y provincianos, el caudillaje mismo, todo ha nacido de ahí y ha
gravitado a su derredor” (Ernesto Quesada, La
época de Rosas, Editorial
Urbanita 2011).
Desde 1930 los diversos
enfrentamientos políticos giran en torno a la existencia de una
estructura de poder que controla monopólicamente el acceso a la
riqueza, las rentas y los ingresos del país y se niega a hacer
concesiones a las demandas de otros sectores de la sociedad. Esto ha
dado origen a luchas políticas sin aparente fin, engendrando una
grieta que llega hasta nuestros días. Por ella fluye el dolor pasado
y presente de los olvidados, los desaparecidos y los perseguidos. Los
conflictos podrán ahora cambiar de nombre (peronismo/anti peronismo,
K/anti K, populismo/macrismo, etc.) ,pero su esencia permanece
inalterable. Hoy amenaza a un gobierno que, luchando contra la
pandemia, debe realizar las promesas hechas durante la campaña
electoral del 2019.
Protesta
social y racismo en Estados Unidos
Las
protestas callejeras detonadas por el asesinato de George Floyd por
un policía blanco en Minneapolis el 25 de mayo pasado han sido de
una índole y envergadura diferente a todo lo conocido hasta ahora,
incluidas las movilizaciones por los derechos de la población
afroamericana durante la década de los ’60. Se estima que entre 15
y 26 millones de personas se han movilizado recientemente protestando
el racismo y el abuso de la violencia policial contra la población
afroamericana (nytimes.com
3 7 2020).
Esto ha ocurrido en pequeñas y grandes ciudades y en zonas urbanas y
rurales (nytimes.com
13, 22/ 6 2020).
Tanto la cantidad de participantes como su amplio despliegue
geográfico ponen de relieve la profundidad y la magnitud de una
erupción social en la que la participación de población blanca fue
muy destacada.
La
convocatoria inicial partió de un grupo afroamericano de izquierda
creado en 2013: el BLM (Black
Lives Matter).
También participaron grupos minoritarios de origen anarquistas
(ANTIFA)
que provocaron desmanes violentos, especialmente en los primeros
días. Estructurado en capítulos independientes según las ciudades,
BLM organizó inicialmente el estallido y plantó las consignas. Sin
embargo, pronto la concurrencia superó a su estructura y capacidad
organizativa y su sigla se transformó en un slogan al cual adhirió
un inmenso movimiento organizado desde abajo hacia arriba, en
ciudades y pueblos con población blanca y negra. A diferencia de
otras protestas organizadas por BLM en el pasado, estas
manifestaciones tuvieron desde un inicio un fuerte componente bi
racial. La cultura norteamericana, de fuerte organización a nivel
comunitario evidenciada en los últimos años durante las campañas
electorales de Bernie Sanders, parece haber sido un factor importante
en el despliegue y la persistencia de las movilizaciones en todo el
país. Las consignas contaron desde un inicio con un apoyo
contundente de la población tanto blanca (60%) como afroamericana
(80%) (pewsocialtrends.org
12 6 2020).
La
protesta cundió en más del 40% de los condados de Estados Unidos.
Cerca del 95% de los mismos tiene población mayoritariamente blanca
y en ellos se destacaron la participación y el liderazgo de una
juventud blanca de ingresos medios (nytimes.com
3 7 2020).
Un elemento común a todos los manifestantes ha sido el repudio a la
brutal violencia policial ampliamente difundida a través de videos
(bbc.com
8 6 2020).
Las
manifestaciones han disminuido, pero el país asiste ahora a una ola
de vandalismo contra símbolos y estatuas de dirigentes y militares
de la Confederación. Muchas de estas acciones son provocadas por
pequeños grupos de origen dudoso. El 4 de julio, Día de la
Independencia, centenares de supuestos ex combatientes,
predominantemente afroamericanos, con armamento de guerra y uniformes
militares, desfilaron ante el monumento a la Confederación en Stone
Mountain Park, cerca de Atlanta, exigiendo su destrucción. Esta es
una sede reverenciada y frecuentada por las milicias blancas del Ku
Klux Klan que, esta vez, brillaron por su ausencia. A pesar de ello,
fueron desafiadas al enfrentamiento abierto por parte de esta nueva
milicia (reuters.com
5 7 2020 zerohedge.com 6 7 2020).
La similitud de estos fenómenos con las tácticas desplegadas en las
revoluciones de color fogoneadas en las últimas décadas por la CIA
en varios países del mundo, siembran las sospechas sobre su origen y
posible relación con algún organismo de inteligencia. Desde 2016,
facciones de la CIA y del FBI han conspirado para destituir a Trump
de la Presidencia aludiendo a su supuesta connivencia con Rusia para
ganar las elecciones. Habiendo fracasado en el Congreso, ahora
enfrentan la arremetida de Trump. El Departamento de Justicia tiene
en marcha un procedimiento criminal contra varios ex funcionarios de
Inteligencia del gobierno de Obama, acusados de delitos penales para
fraguar la destitución política de Trump. Se espera que la
investigación dé a conocer sus resultados antes de las elecciones
de noviembre (zerohedge.com
9 7 2020).
Por
otra parte, la carta del racismo es intensamente utilizada por el
propio Trump , empeñado en movilizar a sus seguidores para ganar las
elecciones de noviembre. Debilitado en las encuestas por su desempeño
lamentable en torno a la contención de la pandemia y a la represión
de la protesta callejera, Trump no vacila en usar expresiones
racistas y ha ponderado y divulgado recientemente el video de una
pareja blanca defendiendo con armas en la mano su mansión palaciega
ante el supuesto avance de una manifestación callejera (nytimes.com
29 6 2020).
En
este clima de violencia racial creciente, el rebrote de la pandemia
en Estados y ciudades que han levantado la cuarentena y la proximidad
del agotamiento de las reservas hospitalarias en varias ciudades
contribuye a crear una incertidumbre creciente. Los sectores de
menores ingresos han sido los más castigados por el impacto de la
pandemia (bloomberg.com
4 7 2020).
Dentro de ellos, la población afroamericana ha sufrido el desempleo
en una proporción mayor que la población blanca (zerohedge.com
5 7 202o).
Hoy hay más de 50 millones de personas que han pedido el subsidio
por desempleo. La ayuda inicialmente proporcionada está agotándose
y no hay signos de reactivación económica a corto plazo. Se estima
que un 41% de las pequeñas y medianas empresas que cerraron sus
puertas ante el impacto de la pandemia son hoy irrecuperables. Esto
ocurre en un país donde este sector empresario es la principal
fuente de generación de empleo (zerohedge.com
5 7 2020).
Así, en vísperas de elecciones, las incertidumbres se multiplican.
Pareciera, sin embargo, que en los meses que vienen la cuestión
racial tratara de desplazar de la escena a la connivencia del
establishment
de los partidos políticos con la maquinaria de guerra y con una
policía que se ha transformado en parte central del engranaje
militar.
Odio
e inclusión social en la Argentina
La semana debutó con un avance
en la estrategia de desestabilización violenta del gobierno liderada
por el macrismo. Una solicitada firmada por sus principales
dirigentes definió al crimen del ex secretario de CFK ocurrido pocas
horas antes como un “hecho de extrema gravedad institucional,” y
lo vinculó al kirchnerismo sugiriendo una posible adulteración de
la escena del crimen. A medida que pasaron las horas, el caso ya
tenía detenidos que habían confesado el crimen, y el juez había
descartado móviles políticos. Sin embargo, lejos de retractarse
algunos de los máximos dirigentes del macrismo continuaron
vinculando al crimen con CFK y el caso Nisman. La fuerte reacción
del gobierno y de dirigentes de la oposición llevo al sector
dialoguista de JxC a constituir una Mesa Ejecutiva del partido para
“la toma de decisiones en un ámbito más expeditivo” (lpo.com5 7
2020). En la practica, le sacaron a la Presidenta del PRO el
protagonismo excluyente pero no desautorizaron oficialmente al
documento de su autoría. La estrategia desestabilizadora continuó
el miércoles con la reaparición de Macri acusando al populismo y al
gobierno actual de utilizar a la cuarentena para “avanzar sobre las
libertades individuales… la independencia de los poderes, el
funcionamiento de la Justicia y la propiedad privada” (infobae.com
8 7 2020). Macri, sin embargo, se cuidó muy bien de referirse a las
causas judiciales sobre espionaje ilegal que avanzan y acumulan
pruebas en su contra. La desestabilización macrista culminó con la
ruptura de la cuarentena en un supuesto banderazo ocurrido el 9 de
julio en el Obelisco. Organizado a través de las redes por los
“autoconvocados del campo” para defender la propiedad privada y
la libertad de prensa, al grito “les metemos miedo” turbas
violentas impidieron la cobertura periodística con destrozos y palos
a periodistas y movileros.
Mientras
tanto, el deterioro de la situación económica es cada vez mayor. El
salario real del sector formal cayo 4.8% durante la cuarentena
sumándose a una acelerada contracción interanual del empleo privado
del 6.3% en mayo. Este fenómeno prolonga la expulsión de mano de
obra verificada en los meses anteriores. En paralelo, el 67,5% de las
industrias que ya están funcionando, parcial o totalmente,
experimentan una disminución alta o media alta de la demanda interna
de sus productos como consecuencia de la cuarentena (bae.com 8 7
2020). Estos fenómenos tienden a indicar que el enorme esfuerzo
oficial para poner dinero en los bolsillos de los sectores más
vulnerables no alcanza para reactivar el consumo en una economía
donde las grandes empresas no invierten y ajustan gastos disminuyendo
salarios y expulsando mano de obra. En estas condiciones el
otorgamiento de subsidios a estas empresas para capear la crisis, y
la acumulación de ganancias de los bancos en torno al negocio de una
masa creciente de LELIQs, tienden a indicar que falta claridad
respecto a cómo reactivar a la economía sin reproducir el status
quo
actual. Este se basa en el control monopólico de los principales
sectores de la economía, fenómeno que permite a un puñado de
grandes empresas controlar las cadenas de valor, los precios y las
cantidades de lo que se produce en el país y las divisas que se
obtienen y liquidan con las exportaciones. Pareciera que la política
oficial es hoy rehén de estos grupos, que no cansándose de demandar
subsidios se aprestan a vulnerar precios exigiendo aumentos en el
sector alimenticio de entre 15 y 30% mientras el gobierno les habría
ofrecido entre 3 y 9% (infobae.com 8 7 2020). Dada la situación de
la demanda y de los ingresos de la población, sería interesante
conocer las razones que tanto los distintos sectores empresarios como
el propio gobierno alegan para otorgar aumentos de alguna índole en
una economía tan devastada.
Si
bien no se sabe cuánto durará la pandemia/cuarentena, cunde la
certeza en el mundo de que será un largo proceso. El Ministro de
Economía ha reconocido recientemente que probablemente pasará mucho
tiempo antes de que el país pueda acceder al crédito externo
(infobae.com 10 7 2020). Pareciera que la actual devastación
económica imposibilita cumplir los compromisos de la deuda externa
expuestos en la última propuesta oficial a los acreedores externos.
En estas circunstancias, el gobierno debiera privilegiar la
reactivación del mercado interno en base a una fuerte transferencia
de las utilidades acumuladas por los bancos en los últimos tiempos y
de impuestos a los sectores que concentran la riqueza en el país. Un
plan de obras públicas e inversiones orientadas al desarrollo de
actividades tecnológicas y de integración de las cadenas de valor
entre el campo y la industria permitirá empezar a romper el status
quo
generando trabajo e invirtiendo para cambiar una matriz productiva
que, además de haber generado una fuerte dependencia tecnológica y
endeudamiento creciente, ha impedido a los gobiernos que se
sucedieron en democracia cambiar las reglas del juego implementando
un desarrollo nacional con inclusión social.
Más allá de la arengas
declamatorias y del universo de los relatos que nos envuelven no
exentos de contradicciones que debemos descubrir, reconocer y
desanudar de formas colectivas, aún en aquellos enredos que son
propiamente de uno y que no pueden advertirse sin la necesaria mirada
del otro, estamos acá, en este tiempo y en este lugar. En esta
realidad que cuesta describirla de modos comunes, colectivos,
solidarios. Es que parte de las contradicciones nacen allí, en la
equivocada creencia de que puede haber un “yo” sin nadie con
quien comparar o me sirva de referencia.
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
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