Martes 14 de Julio de 2020
Pasó la mitad de uno de los
peores años de la historia económica mundial y ya hay balances e
inventarios calamitosos de la crisis. Si se tuviera que matizar con
una canción, asemeja “Informe de la situación”, aquel tema de
Víctor Heredia que cuantificaba, en 1982, los daños de la última
dictadura argentina.
Un dato notorio de la economía
global en las últimas dos décadas había sido que el comercio
crecía más que la actividad productiva, dos a tres veces más, y
una explicación era el novedoso rol de las cadenas globales de
producción comenzadas y acabadas en China desde su ingreso a la
Organización Mundial del Comercio en 2001.
Ahora, la crisis invirtió las
cosas. El PIB global se contrajo por la pandemia no se sabe todavía
hasta cuánto, pero el comercio se derrumbó mucho más. Aún con la
debacle en curso, las estimaciones se corrigen a cada rato, pero las
previsiones más moderadas señalan que el Producto mundial caería
entre 5 y 7 por ciento este año. Hasta hace poco, se estimaba sólo
una baja de 3 por ciento en el promedio mundial y el FMI, a fines de
junio aumentó su pesimismo y calcula ahora una caída de 5 por
ciento, similar a la anotada por la calificadora Fitch (-4,6 por
ciento) o algo menor a la de la OCDE, que adelanta un retroceso de 6
por ciento. En tanto, el comercio caería entre 15 y 30 por ciento,
mientras que la Unctad promedia en -20 por ciento.
El retroceso productivo es muy
alto y lo están sufriendo nueve de cada diez países. Y no hay
registros desde 1870 de que el PIB mundial per cápita cayera en
tantos países a la vez, informó el área de investigaciones de la
Unión Industrial Argentina en una conferencia para Pymes.
Las dos mayores economías del
mundo siguen ritmos diferentes. En la más grande, la estadounidense,
la estrategia penosa del presidente Donald Trump frente al Covid-19
apuesta a que hacia fines del segundo cuatrimestre la economía
muestre signos reales y sostenidos de recuperación. En esa apuesta
juega a todo o nada su reelección presidencial, sin que parezca
importarle el récord de muertos. En junio tuvo buenas noticias
cuando se contabilizó una fuerte demanda de puestos de trabajo -casi
un tercio de lo destruido en el pico de la pandemia-, en un mercado
laboral cuya flexibilidad puede generar semejantes y veloces cambios
en las contrataciones.
China, por su parte, comenzó su
rebote antes porque también fue previo el pico de la crisis.. Tras
un primer cuatrimestre recesivo, su producción industrial creció
4,4 por ciento interanual en mayo, segundo mes consecutivo en
recobrar un sendero de alza.
Lideraron el proceso las
manufacturas y las empresas privadas antes que las estatales. Según
el Buró Nacional de Estadísticas chino, dos tercios de las
compañías están operando a 80 por ciento o más de sus niveles
normales de producción, 6,6 por ciento mejor que en abril. La
expansión siguió el mes pasado aunque más ralentizada, acaso por
los temores y cierres que produjo el rebrote viral en algunas
ciudades y una nueva enfermedad en el ganado porcino.
La situación en América Latina
esta peor que en los países desarrollados. Se estima una retracción
de 6 por ciento como mínimo y de casi 20 por ciento en su
intercambio de bienes y servicios. Hace pocos días, el presidente
del Banco Mundial, David Malpass, afirmó que la contracción desde
Tijuana hasta Ushuaia será la más asombrosa en 120 años: “Peor
que cualquier crisis del siglo pasado, incluida la Gran Depresión,
la crisis de deuda de los años ‘80 y la financiera global de
2008-09".
En esta hecatombe regional
Argentina tiene algunos rasgos mejores y otros peores. Por un lado,
los precios de los agroalimentos caerán, pero, por las necesidades
fundamentales que representan, menos que los energéticos y mineros,
de modo que por el lado de los términos del intercambio sufrirían
más el embate Perú o Chile. Pero ese beneficio para Argentina, en
cambio, se evapora por la situación macro heredada en diciembre de
2019, particularmente la del endeudamiento externo, que no sufre
ningún otro país del vecindario, en general con más reservas y con
deudas altas pero en moneda local, es decir como había en Argentina
hasta que llegó el gobierno de Cambiemos.
Si en algunos economistas ven
esta crisis de la cual se saldría en forma de una V (fuerte caída,
pero también fuerte rebote, como parecería estar viéndose en
Estados Unidos o mucho más en China, las dos economías líderes) y
otros más pesimistas ven una forma de W (caídas, subas y nuevas
caídas), en Latinoamérica, en cualquier escenario, la reacción
será mucho más lenta. En parte porque la crisis sanitaria se estira
y empezó más tarde, con enorme estrago en muchos países ya de por
sí faltos de infraestructura y lacerados por la desigualdad social.
Se estima que Brasil, México y
Argentina, las tres mayores economías, retrocederían cuanto menos 9
por ciento y quizá hasta dos dígitos. Además, el colapso brasileño
golpea a la Argentina porque ya se habrían atenuado las “ventajas”
de la devaluación competitiva y porque Brasil sigue siendo el
mercado más importante para las exportaciones industriales
argentinas, autos y autopartes en especial, pero también químicos,
plásticos.
China de a poco desplaza a Brasil
como primer cliente, pero es sobre todo por el peso de soja, carnes y
agroalimentos en general, no industriales. Eso explica en parte,
además del freno del mercado interno, por qué la actividad fabril
argentina cayó más de 30 por ciento en abril. Sus exportaciones a
Brasil, según la UIA, bajaron a un nivel como no veían desde hace
16 años. Y si en 2013/14 habían llegado a 1500 millones de dólares,
hoy están en menos de un tercio. Es cierto que las ventas externas
argentinas tienen un efecto limitado a la hora de traccionar toda la
economía, pero suponen trama productivas importantes, empleo de
calidad y aporte de divisas si se reactivaran.
Otro aspecto que marcan los
balances parciales de la crisis que se formulan tiene que ver con el
frente fiscal (estímulos anticrisis) y el endeudamiento.
Los paquetes de ayuda estatal han
sido extraordinarios. Fuera de China, con su economía donde el
Estado ya de por sí es determinante, el récord lo tiene Alemania,
que destinó recursos equivalentes a 32 por ciento de su PIB, el
mayor de Europa. Estados Unidos no se quedó muy atrás y lo hizo en
28 por ciento, Japón también arriba del 20 por ciento y Francia
apenas por debajo.
Latinoamérica tuvo menos margen
de maniobra pero igualmente usó recursos fiscales, impositivos y
monetarios para sostener lo que pudo su actividad. En el caso
argentino, los casi 900 mil millones de pesos volcados suponen más
de 4 por ciento del PIB (y la meta pueda estirarse a 6 por ciento),
Chile casi 7 por ciento y Brasil y Perú proyectaron 10 y 15 por
ciento, respectivamente, aunque habrá que ver si alcanzan ese
objetivo. Esos países tienen más reservas que Argentina y gran
parte de la deuda emitida en moneda local. El gobierno de Alberto
Fernández está más limitada en su cuadro fiscal y financiero.
Esta es una de las mayores
hecatombes que ha tenido el capitalismo, con un diagnóstico
particular en relación a la crisis de 1930 (cuando primero vino el
colapso bursátil y luego la depresión, a diferencia de ahora en que
la pandemia supone una debacle simultánea), la de los años '70 por
caída de la tasa de ganancia del poder económico, o a la de 2008
por especulación financiera. El diagnóstico actual es que el
mundo atraviesa una crisis de oferta y de demanda al mismo tiempo en
medio de una transición del poder global hacia Asia, que si a
comienzos de este siglo representaba ya un tercio del PIB mundial y a
mitad de la centuria superará la mitad.
Bajo el título “Salir del
túnel pandémico con crecimiento y equidad: una estrategia para
un nuevo compacto social en América Latina y el Caribe” /
Alejandro Izquierdo, Philip Keefer, Allen Blackman, Matías Busso,
Eduardo Cavallo, Gregory Elacqua, Ana María Ibañez, Julián
Messina, Mauricio Moreira, Carlos Scartascini, Norbert Schady, Tomás
Serebrisky, presentan una compilación monográfica del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) en la cual consigna aportes y
propuestas para “… los retos económicos y sociales enormes que
enfrentarán los países a la salida del túnel, y que para responder
a estos retos no bastarán las estrategias del pasado, si no que
será necesario un nuevo compacto social. Ya antes de la
crisis, estos retos crecían, consecuencia del ritmo lento con
que se creaban oportunidades de empleo productivo y se
reducía la desigualdad. Al salir del túnel, todos los países se
encontrarán con mayor pobreza; más desigualdad; más desempleo; más
informalidad; una fracción importante de sus empre- sas quebradas o
al borde de la quiebra; pérdidas de capital humano enormes;
situaciones fis- cales más difíciles que en cualquier momento en
los últimos 20 años; y sectores financieros debilitados. A estos
retos se añadirán barreras nuevas al crecimiento inclusivo
que antes no existían: en la ausencia prolongada de una vacuna,
los consumidores y trabajadores seguirán ansiosos, reacios a
participar en las mismas actividades económicas que antes les eran
impor - tantes, y la globalización – el movimiento de
capital, bienes y personas – se habrá reducido, con
impactos importantes en las cadenas de valor ( No es seguro que
haya una vacuna o terapía dentro del período muy comentado
de 12-18 meses (para otros coronavirus (SARS , Ebola) el
descubrimiento de una vacuna ha demorado años) .”
“Las opciones de política
sobre cómo los países pueden ampliar sus posibilidades para
enfrentar los retos económicos de la crisis, con un énfasis en el
crecimiento y la equidad. Estas opciones parten del supuesto que la
situación fiscal de la región y su acceso a los merca- dos de
crédito soberano están mucho más restringidos que en crisis
anteriores, lo cual obliga a pensar en reformas de políticas más
allá de las fiscales para acelerar la recuperación económica. Las
opciones son ambiciosas, pero la ambición responde a la necesidad.
- Mientras la región esté en el túnel, la primera prioridad es atender la pandemia y limitar los costos económicos de la crisis. Fortalecer la salud y la disponibilidad de pruebas y de mecanismos de seguimiento para hacer frente a la crisis sanitaria es crítico no solo para la salud sino también para la recuperación económica. Limitar las fuertes pérdidas de ingresos de los hogares pobres e informales es una obligación humanitaria. Y evitar la destrucción del tejido productivo y del capital humano, tanto de niños y jóvenes como de trabajadores, es clave para que la recuperación al salir del túnel sea más rápida.
- Pero limitar pérdidas, o incluso revertirlas y regresar a los niveles de crecimiento e in- dicadores de equidad del período previo a la crisis, no será suficiente. Cabe recordar que las presiones sociales por más equidad y más oportunidades económicas ya habían surgido en los meses anteriores a la crisis. La crisis misma pone en evidencia las con- secuencias de dejar en segundo plano el crecimiento y la protección social: una menor capacidad para resistir la crisis no solo en términos de salud, sino económica- y socialmente. ( El índice de muertes causadas por desastres naturales en países pobres es alrededor de cinco veces mayor que el de países ricos. Todos los países del mundo pudieron implementar políticas de confinamiento, pero solo los países ricos pudieron sostener los cierres sin que los pobres y los desempleados pagaran costos desmesurados).
- (…) Dentro del túnel deberán correr en paralelo dos conjuntos de políticas que se complementan : las sanitarias y de limitación de pérdidas, por un lado, y aquellas que vayan preparando las economías para un mayor crecimiento e inclusión que aquéllos prevalecientes antes de la crisis a la salida del túnel. Los países que adop- ten políticas, mientras estén en el túnel, que conserven capital humano y las relaciones entre los actores económicos – bancos y prestatarios, empresas y trabajadores, produc - tores y sus clientes – experimentarán una recuperación económica más rápida a la sali- da del túnel. Los países que, todavía dentro del túnel, anuncien políticas de crecimiento inclusivo y sostenido que seguirán al salir, encontrarán mayores opciones de financia- miento ahora para lidiar con la crisis actual ya que tales anuncios, sobre todo cuando se manifiesten a través de leyes, mejorarán las expectativas de los ciudadanos, empresas e instituciones financieras.
- La nueva orientación de las políticas públicas hacia el crecimiento inclusivo represen- tará un giro significativo en las políticas y el marco institucional de la región. En efecto, puede constituir un nuevo compacto social que les permitirá a los países responder a los retos económicos, sociales y globales – como el cambio climático – que tenían antes de la crisis y que se han agudizado. Implica políticas fiscales que, una vez atendidos los efectos más acuciantes de la pandemia, reasignen gastos que aportan poco al crecimiento y la equidad hacia rubros que tendrán mayor impacto en el crecimiento inclusi- vo y sostenible, junto con un nuevo marco institucional que asegure que ese gasto sea eficiente. Exige políticas que fomenten la competencia y reduzcan barreras a la entrada en el sector privado, con un marco institucional que abra oportunidades para todos en vez de priorizar la protección de solo algunos. E incluye políticas que exijan una mayor eficiencia en el sector público, junto con un marco institucional que premie a los funcio- narios y sectores que innoven.
- Para la rápida reactivación de la economía al salir del túnel, la región no podrá depender fuertemente de estímulos fiscales como ha hecho en crisis anteriores – el poco espacio fiscal y acceso difícil a los mercados financieros lo harán difícil. Sin embargo, dentro del conjunto de políticas que apuntalen el crecimiento, habrá algunas que por su naturaleza tienen más posibilidades de generar un crecimiento económico más rápido y caídas más rápidas del desempleo en el corto plazo. Tal es el caso, por ejemplo, de la reasignación de gastos hacia la infraestructura, que suele tener un efecto multiplicador alto tanto en actividad como en empleo, así como las políticas de reducción de costos no salariales de crear puestos de trabajo. Estas medidas ayudarían promover una recuperación rápida a la salida del túnel. No serán suficientes para cerrar las brechas de equidad y crecimiento dejadas por la pandemia y por lo tanto los países tendrán que contemplar cuáles reformas más profundas, elegidas dentro de una lista larga de posibilidades, priorizarán para asegurar un crecimiento sostenido a mediano plazo.
El
Presidente Alberto Fernández aseguró hoy que la nueva oferta
presentada por el Gobierno para reestructurar
la deuda de US$ 65.000 millones
representó “el máximo esfuerzo” y “la última oferta”, con
lo cual espera que los acreedores “la entiendan”.
“No tenemos más que esto y
esperamos que lo entiendan porque no nos vamos a mover de esto. Se
hizo una oferta, vimos que estábamos lejos de sus aspiraciones. La
revisamos e hicimos el máximo esfuerzo y esta la última oferta que
podemos hacer”, aseveró esta tarde el mandatario en una entrevista
que le concedió a la radio FM La Patriada.
En este sentido, destacó la
voluntad de la Argentina de “acercarse” a los acreedores y, al
mismo tiempo, reafirmó que el país no pagará la deuda “postergando
los intereses de los argentinos”.
“Estamos tratando de acercarnos
con los acreedores, ya hemos hecho el último esfuerzo. Como me
comprometí ante el pueblo que me votó: no vamos a pagar la deuda
postergando los intereses de los argentinos y esto es lo que
podemos”, aseguró Fernández.
Y agregó: “Trabajamos con
mucha seriedad y de muy buena fe, y eso lo ha reconocido el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el G20, Francia y Alemania. Todos han
elogiaron el esfuerzo argentino, que se da en este contexto de
pandemia”.
Respecto a la pandemia, el
mandatario argentino remarcó que “todavía no se terminó” y
subrayó que “un ser imperceptible a la vista humana derrumbó la
economía mundial”, por lo que insistió en la oportunidad de que
el mundo post pandemia construya un “capitalismo más justo”.
“Hace muchos meses que venimos
mirando listados de contagiados y de muertos, pero dejamos de ver el
listado de las empresas. Las empresas se murieron más que las
personas, se cayeron en banda”, concluyó.
La
falsa dicotomía entre economía y salud reproduce las deficiencias
de un sistema que refuerza el poder de ciertos grupos y minorías
poderosas respecto a las decisiones sobre la marcha de las relaciones
productivas, políticas y de distribución de las riquezas en las
mayoría de las economías del planeta.
La
llamada pos pandemia recrudece las posiciones que alientan al
neoliberalismo a reacomodarse en los escenarios que vendrán, en
términos de sostener las desigualdades y los desequilibrios que el
sistema financiero ha impregnado a esta etapa del Capitalismo
moderno y posmoderno, que, sin embargo, se ve confrontado con sus
efectos negativos y la necesidad de producir cambios que eviten
mayores violencias y conflictos en el planeta y fortalezcan sistemas
de cooperación que permitan articulaciones entre los Estados para
mejorar las relaciones transnacionales y proponer salidas comunes a
los problemas comunes que la Crisis del Covid19 ha generado.
Los
rumbos están siendo definidos en estos tiempos y los problemas de
Deuda y Fondos buitres son parte de los “males” que deberán
encontrar soluciones consensuadas para los Estados que han quedado
altamente endeudados. Esta pandemia no refleja la tensión
Salud-economía, sino mas bien que la economía encuentra en la
situación de crisis sanitaria, el escenario virtual y real dónde
dirime el futuro de la humanidad toda, en
un escenario hostil a los intereses de los privilegios concentrados.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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