Estructuras, construcciones y las hipócritas ilusiones de libertad

 



El fin de año va unido a una esperanza de calendario. Se levantan las copas, se brinda y todos, unos a otros, se desean un feliz año nuevo. Es una tradición, una formalidad, un deseo que va de la mano con un cambio que las convenciones que el calendario ha impuesto sobre el discurrir de la temporalidad. Pero no hay nuevo año. Es una ficción. Nada va a cambiar porque empecemos a usar un nuevo calendario y tiremos el anterior. Lo que se espera es que las cosas mejoren. Pero son ya tantos los años que han cambiado sin que nada cambiara que esa esperanza ha empezado a erosionarse. Si no fuera por la obstinada voluntad humana de alcanzar algo satisfactorio, algo mejor en el año que se abre, esa repetida esperanza debiera haberse terminado de una buena vez. Pero no: hay que seguir. Y hay que seguir mejor que antes. La guerra mundial de 1914-1918 era la que iba a terminar con todas las guerras. Se proclamó esa esperanza por la magnitud, crueldad y cantidad de muertos que había provocado. La humanidad habría de aprender. Era ahora o nunca. Fue nunca, nunca jamás. Las guerras siguieron y la de 1939-1945 superó en horrores y en millones de muertos a la primera. Ningún año nuevo trajo una paz duradera. El ser humano se desvive por la fascinación de la muerte. Ningún brindis de calendario lograría atenuarla. Para colmo, la técnica genera guerras cada vez más crueles. Y peor aún: la industria de armamentos es fundamental para la economía de los países. Hoy, el Complejo Militar de EEUU sigue trabajando sin cesar. Y hay que crear hipótesis de conflicto para mantener latente la necesariedad de la guerra y de las armas.

Se sabe que los militares alemanes son los grandes teóricos de la guerra. Lo central que hacen es declararla imprescindible. Ahí donde termina la política aparece la guerra. Que, tal como dijera Clausewitz, “es la continuación de la política por otros medios”. Otro alemán, el general Colmar von der Goltz, propuso que si las naciones quieren la paz deben prepararse para la guerra. Hegel proponía las guerras como las relaciones exteriores de los estados. Y gustaba decir que si hay poemas homéricos es porque hubo Guerra de Troya. Marx, en el formidable capítulo XXIV del primer tomo de El Capital, aseguraba que la violencia es la partera de la historia. Y Freud descreía de la potencia del Eros ante el poder de la pulsión de muerte. Bien, cueste o no aceptarlo, todos tenían razón. Si a fines del siglo XIX la triunfante burguesía abrazaba la idea de Progreso por medio de su fe positivista en la técnica, el siglo XX destruyó ese relato idílico. Los trenes –orgullo de la técnica progresista del siglo XIX- se transformarían en el camino implacable a los campos de la muerte, los lager nacional-socialistas. Es un ejemplo entre tantos posibles. Einstein, el sabio por excelencia, le propuso la bomba atómica a Roosevelt. ¿Piensa la Ciencia? Heidegger dice que no y no espera nada bueno de esta historia que aún nos corroe y con cuyos fundamentos aún se maneja el mundo.

Hoy se espera del año nuevo que se lleve al virus. Pero el anhelado 2021 empezó y los casos de Covid-19 aumentan en la modalidad de la catástrofe. Se tiene fe en las vacunas. El gobierno argentino, sensata e inteligentemente, ha traído cientos de miles de dosis de la vacuna Sputnik V. A la que los incontables energúmenos de este país llaman “vacuna rusa” o “vacuna comunista”. Incluso un personaje estrafalario de nuestra política pretende enjuiciar al gobierno de Alberto F. por querer “envenenar a los argentinos”. Rusia, lo saben aunque no lo dicen, es un país sólido y hasta brillante en ciencia. Ganaron la carrera espacial en los ’50. Derrotaron –con notable convicción y coraje- a los nazis en Stalingrado. Tienen una cultura excepcional. Grandes pintores. Grandes compositores. Grandes bailarines. Shostakovich habrá tenido sus problemas con Stalin pero nunca abandonó su amada tierra. Stravinsky y Rachmaninoff se fueron pero Prokofiev volvió. Y hasta compuso un nuevo himno ruso. Sviatoslav Richter, Emil Gilels y Rostropovich fueron grandes intérpretes. Shostakovich, con una gracia inigualable, orquestó el fox-trot Té para dos. Prokofiev le puso música al encantador cuento ruso Pedro y el lobo. Siempre, todos, amaron a la madre Rusia. En fin, si los rusos dicen que la vacuna es buena hay sobrados motivos para creerles. Salvo que uno sea un desbocado macartista, un negador de la caída del Muro de Berlín o un opositor anticubano que reside en Miami, donde no hay uno que sea tolerable. Como los de aquí. Que, por qué no decirlo, son peores. No esperemos que el año nuevo, que se brinda porque sea “feliz”, les amaine ese odio que llevan en las entrañas. Quieren el derrumbe de este gobierno. No porque sea malo, sino porque es bueno. Consiguió la tan esperada vacuna y aprobó la ley del aborto legal. Y eso fue el año pasado. Este año buscará la reforma de la justicia, el leve impuesto a los súper millonarios y –así lo esperamos- la liberación total de Milagro Sala. Con estas cosas –como mínimo- acaso el año entrante sea mejor.

https://www.pagina12.com.ar/314945-el-ano-nuevo-y-el-calendario

Pablo Caramelo Economista (UBA). Y Nahuel Mura Sociólogo (UBA), escribieron en la edición de ayer de Página 12

Con el debate sobre la ley de aborto legal, seguro y gratuito volvió a quedar a la luz en las últimas semanas una cuestión que en principio parece paradójica: gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen al proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo. 

En primera instancia parece contradictorio que aquellos sectores que agitan sistemáticamente la bandera de la libertad se opongan a la posibilidad de que las mujeres decidan libremente sobre su cuerpo.

En el terreno económico los liberales sostienen que la economía de mercado constituye la mejor manera de garantizar el crecimiento y la mejora del nivel de vida de una sociedad. De esta forma el funcionamiento de la economía es entendido como un conjunto de reglas sociales que automáticamente permiten alcanzar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos. Así, todos los mercados operan bajo el libre movimiento de la oferta y la demanda, lo que garantiza que los mismos se encuentren permanentemente en equilibrio.

Como consecuencia de este esquema teórico el liberalismo brega por un Estado que reduzca su intervención al mínimo indispensable, a fin de que el sistema funcione libremente, ajustándose a los designios del mercado. 

Por lo tanto, debe removerse todo control y regulación existente, así como promoverse la apertura económica y comercial irrestricta. De esta forma, esta postura ideológica sostiene que a partir de la libertad de elección de cada uno de los agentes, los mercados funcionarán de forma eficiente y permanecerán siempre en un equilibrio óptimo. Considerando así, las crisis económicas resultan hechos aislados y anecdóticos causados por factores externos que inhiben la autorregulación del sistema.

En efecto, esta síntesis tan bien ilustrada por la expresión “laissez faire, laissez passer” caracteriza a una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, suponiendo que esto garantizaría una asignación eficiente de recursos, a partir de la suma de las elecciones libres y óptimas de cada uno de los individuos que compongan la sociedad.

Aspectos sociales

Más allá de lo ingenua que resulta esta perspectiva, que imagina un resultado eficiente a partir de la desregulación, descoordinación y la ausencia de toda planificación (cuestión inaudita en toda disciplina, menos en la economía), lo que parece contradictorio es que esa postura tan liberal en lo económico encuentre una contrapartida marcadamente conservadora en algunos otros aspectos sociales.

Sin embargo, esto que en primera instancia parece paradójico, no lo es en absoluto. Los sectores caracterizados como liberales no se interesan por la libertad del conjunto de los individuos. El liberalismo busca convalidar desde su discurso económico un sistema productivo que favorece a una pequeña minoría. Es decir, pugna por la libertad de cierta élite en tanto modo de perpetrar sus privilegios.

En lo que refiere a lo estrictamente social persigue el mismo objetivo: favorecer a esas mismas minorías aventajadas. Por eso suelen oponerse en este terreno a reformas de carácter liberal, como podrían ser la legalización de las drogas, la IVE o la separación de la Iglesia del Estado.

La difusión del credo ideológico liberal a partir de los años '70 estuvo acompañada de la extensión de la supply side economics y la elección racional hacia otros ámbitos de acción, impulsados principalmente por think tanks asociados al reaganismo. De mandato sobre la política económica transmutó en teoría del comportamiento humano para planificar políticas públicas. 

Políticas punitivas

Como estudian las perspectivas críticas y marxistas del sistema penal (Pegoraro, Vegh Weiss o Pavarini) este proceso encuentra un caso paradigmático en las políticas punitivas, donde estos think tanks planteaban políticas de intimidación y mano dura. Dado que los criminales serían actores que eligen racionalmente delinquir por  determinadas oportunidades de beneficios y probabilidad de aprehensión y castigo, se debe maximizar el riesgo que representa para el criminal cometer el delito, multiplicando, a su vez, la vigilancia vecinal (ahorro fiscal) sobre las “incivilidades”. 

La aplicación de políticas basadas en estos principios (política de las "ventanas rotas", "tolerancia cero", "guerra contras las drogas") derivó, en Estados Unidos y otros países, en un crecimiento exponencial de los condenados, en un alargamiento de las condenas por delitos simples, la privatización de las cárceles y en el encarcelamiento diferencial de la población negra y, en menor medida, latina (y su utilización por el sector privado como fuerza de trabajo abaratada).

Bajo este paraguas teórico, se promovió intensivamente en los años '80 el cese de ayudas sociales en tanto constituirían incentivos negativos que llevarían a la generalización de comportamientos de corto plazo que a su vez impedirían la salida de la pobreza. Como la autovulgarización es un pozo sin fondo, se preocuparon por la moralización de esta “lectura científica”, lo que llevaría a la denostación de la clase trabajadora excluida del mercado de trabajo, las minorías raciales y de los jóvenes (Gilder, Williams, Dilulio).

Así, la pobreza sería la responsabilidad de las familias pobres, degradadas moralmente por la ayuda social. Pobres que, incentivados por la falta de control, tenderían a incurrir en conductas criminales.

La propiedad

En esta dirección, la ocurrente narrativa liberal se esfuerza denodadamente por asociar el origen de la propiedad al fruto del trabajo y del esfuerzo individual. Justificando así las diferencias de propiedad como consecuencia del diferente esfuerzo desarrollado por cada individuo, estableciendo de ese modo una sencilla ecuación: quien más se esfuerza más posee; quien no tiene es porque no se ha esforzado lo suficiente.

Esto significaría que la calidad de vida del individuo se debe exclusivamente al desempeño del sujeto en la construcción de sus designios, de forma tal que, en última instancia, las circunstancias sociales y las políticas estatales quedan exoneradas de cualquier causalidad y responsabilidad.

Este discurso acopla bien tanto con la ideología de la flexibilización promulgada desde el sector privado como con el de los sectores conservadores cada vez más expandidos del evangelismo, que ven en el ascenso económico como señal de la acción de Dios. Sectores que en algunos países, como Brasil, han sido centrales para la recuperación neoliberal de los últimos años. 

Con diversas mutaciones históricas y locales, estos razonamientos resuenan en las referencias locales de los partidos de derecha a los planes sociales, planteando que estimulan el embarazo adolescente, que sus perceptores son “vagos” o en los pedidos constantes de soluciones punitivas al problema realmente existente de la seguridad de los trabajadores. Percepciones que, efectivamente, predominan en la ideología de la base social de la derecha, como se observa en los trabajos del Observatorio crítico de la Opinión Pública (CCC).

A su vez, el cierre punitivo sobre las “libertades” de la clase obrera tienen su correlato en las libertades selectivas generadas por la disposición del capital, como la re-regulación privada del espacio en los barrios cerrados, la falta de sanción a la evasión y la contratación en negro (lo que Foucault denomina ilegalismos selectivos) o la sanitización del aborto en clínicas privadas. 

Sistema

Lo que los liberales proponen básicamente con el concepto de “laissez faire, laissez passer” es que todo siga igual. Una especie de “siga siga”, futbolístico, luego de que la falta flagrante se ha cometido. Es decir, estos sectores claramente favorecidos en las estructuras socioeconómicas vigentes construidas a lo largo de siglos de explotación, colonialismo, invasiones y saqueos simplemente pregonan por la reproducción e intensificación del sistema vigente del cual resultan claros ganadores.

A un nivel más fundamental, si algo se observa de modo palmario en el sistema capitalista es la desvinculación de propiedad y fuerza de trabajo. Lo que caracteriza al sistema es, justamente, la apropiación por el capitalista de los frutos del trabajo ajeno, es decir, la enajenación, por tanto, del trabajo individual sea mediante la apropiación de plusvalor o de plustrabajo.

El asalariado brinda su esfuerzo en la producción de mercancías que, luego de producidas, pasan a engrosar el patrimonio de quien no se ha implicado, o lo ha hecho en el mejor de los casos, en menor medida, en el proceso de su producción. La relación capital-trabajo se atomiza y se presenta como una relación entre sujetos libres, iguales y simétricos que deciden establecer una relación contractual desde una supuesta libertad e independencia. 

Sin embargo, para que el capital se constituya como tal, el obrero debe ser doblemente libre, disponiendo de la libertad de vender su fuerza de trabajo, aquello que, “liberado” de toda otra propiedad, resulta su único medio para subsistir. 

Estructuras

La base de las propuestas liberales yace en el engrosamiento de la privación del trabajador, la simplificación de su expulsión del proceso de valorización, el aumento de su exposición a la competencia del resto de desposeídos que conforman el ejército de reserva y la destrucción de su capacidad de organización y sus medios alternativos de subsistencia. Así, el capitalista aumenta su capacidad de extraer plusvalor o plustrabajo a partir del crecimiento de su capacidad despótica en el proceso de producción y la ampliación del carácter desigual de propietarios y no propietarios, con lo cual el concepto socialmente entendido como libertad se vuelve una quimera.

En definitiva, los sectores asociados al liberalismo económico poco tienen de liberales. Son en esencia conservadores porque lo que persiguen es validar, reproducir e intensificar las estructuras de poder vigentes.

Por lo tanto, no debe sorprender su postura conservadora frente a las políticas sociales para la ampliación de libertades, ya que en lo estrictamente económico esto es también lo que esencialmente los distingue.

Valga la inversión del disparador original, en tanto quien esté a favor de que las mujeres tengan la capacidad de decidir sobre su cuerpo, pero milite la restricción de aquellos medios que permiten al trabajador reducir el despotismo y la explotación del capital, opta por acercar al trabajador más a la esclavitud que a la libertad, reduciendo su horizonte de decisión no sólo como persona gestante, sino como persona en general.

LUCES Y SOMBRAS EN UN AÑO NUEVO

Termina un año muy difícil para todxs. Un mundo en crisis, que muestra sus entrañas en medio de una pandemia. A lo largo de estos doce meses que terminan he intentado auscultar los escombros para encontrar una luz de esperanza. En el camino he encontrado dos enormes escollos, que no creo haber superado. Por un lado, la enormidad de analizar lo que está ocurriendo con conceptos que ya son viejos. Por el otro, convencer que es necesario pintar primero la oscuridad para luego encontrar la luz.

Desde tiempos inmemoriales la humanidad honró los cambios que ocurrían periódicamente en el mundo circundante, con ceremonias asociadas a la evolución de los cultivos y a las grandes inundaciones de los ríos. Las mismas incluían ritos que, entretejiendo relatos mitológicos y religiosos, intentaban explicar el presente, despedir al pasado y apaciguar a un futuro misterioso e incontrolable.

Desde un inicio pues, las diversas culturas han estado impregnadas por el miedo a la muerte y a un mundo natural que periódicamente se extinguía para volver a recrearse. Hoy estos miedos yacen oxidados y naturalizados en los recovecos de una civilización en crisis, donde la vida se está transformando en una mercancía y todo es pasible de ser descartado. Cuando el calendario lo indica, sin embargo, los miedos atávicos irrumpen subrepticiamente e impregnan las orgias que buscan ahogar las penas y glorias individuales ante el futuro incierto que se avecina.

Por estos días la pandemia y la crisis global económica han abierto una fisura en el muro de las creencias. Al hacer trastabillar las certezas y los olvidos inducen a abandonar el refugio individual y a enfocar el momento que vivimos desde la perspectiva de un mundo y de una vida humana cada vez mas frágiles y amenazados de extinción. Este es, tal vez, un rasgo distintivo del nuevo año. Sin embargo, no es el único.

En las ceremonias de la Antigüedad, la conmemoración del año nuevo también incluía ritos que buscaban agraciar a las autoridades político/religiosas con la voluntad de los dioses. Esta necesidad de legitimar socialmente al poder de turno ha variado a lo largo del tiempo, de las culturas, de las formas de organización económica y social y del grado de conflictividad que las mismas han engendrado. En todos los casos, sin embargo, la legitimidad ha operado como una resina que ha neutralizado la violencia inherente a los conflictos, asegurando así la reproducción de la vida en sociedad. Hoy, sin embargo, en un mundo donde la búsqueda del consenso ha sido sustituida por la imposición violenta de los unos sobre los otros, esta legitimidad está seriamente erosionada. Los coletazos de la pandemia y de la crisis desnudan las grietas institucionales por las que se cuelan conflictos ancestrales en torno a diferencias sexuales, raciales, sociales y económicas. Desde la profundidad del abismo resuenan las voces de los excluidos mientras los mecanismos que perpetúan los despojos proyectan sus sombras hacia el universo.

El año que empieza es pues, terrible y al mismo tiempo esperanzador. Las emergencias que hemos vivido en los meses pasados han contribuido a visibilizar las causas de los problemas que nos aquejan. El Minotauro yace desnudo en su laberinto, rodeado por el espeso manto oscuro del terror. Sin embargo, su desnudez hace posible el estallido luminoso de una reflexión que permita, como en el mito griego, adentrarse en el laberinto, matar a la bestia y escapar del encierro.[MPR Realidad Economica 2017] Esto no es poca cosa.

Terror y Reflexión

La contradicción entre el terror primordial ante lo imponderable y la reflexión sobre sus causas ha recorrido un largo camino desde los orígenes de la humanidad. Mientras la luminosidad del pensamiento critico abonó todos los grandes descubrimientos y desarrollos que se han hecho a lo largo de la historia, la manipulación humana del terror colectivo, marcó los periodos mas oscuros y sangrientos de la vida en el planeta.

Desde mediados del siglo pasado, el desarrollo de un capitalismo global monopólico que maximiza ganancias en todos los ámbitos de la vida social, ha dado lugar a una brutal concentración del poder en el mundo, a una lógica de acumulación mundial de índole canibalística y a una crisis de legitimidad de las instituciones democráticas. Esto ha tendido a balcanizar a los estados nacionales consolidando al mismo tiempo el desarrollo de una nueva fase del capitalismo liderada por un grupo de monopolios que, controlando los medios de comunicación y las redes sociales, impone un relato que maximiza ganancias generando un deseo insaciable que multiplica el consumo según modas cada vez mas efímeras. En paralelo, este relato divide a los miembros de la sociedad, aísla a los unos de los otros, e induce el miedo a ese otro que amenaza con engullir los afectos, el territorio y los bienes propios. El miedo, sin embargo, no viene solo. A el se adosa, como la otra cara de una misma moneda, el odio al que amenaza.

Todas estas miserias inducen comportamiento de rebaño y adicción al consumo, destruyendo así la capacidad crítica y potenciando al fanatismo con el objetivo de reproducir al status quo. En este tumulto pegajoso desaparecen las causas de los problemas que nos abruman y se dificulta la posibilidad de articular relaciones solidarias basadas en intereses colectivos. Así, tanto en el centro como en la periferia de la estructura de poder mundial, se escucha con fuerza el sonido y la furia de un fascismo agiornado.

El año que termina ha expuesto tanto los horrores del mundo que vivimos como la posibilidad de superarlos. Las causas de los problemas que nos aquejan están expuestas a la luz del día y desnudan los intereses que subyacen al relato oficial.

Bajo la premisa de que en todos los tiempos “las tácticas sin estrategia constituyen el ruido de la derrota” (Sun Tzu, 496 a.c.) la esperanza de un cambio anida en la conformación de nuevas formas de organización y en la reestructuración de las existentes. Así, la transparencia de las palabras y de las propuestas, la descentralización de las decisiones y la organización “desde abajo hacia arriba” en todos los ámbitos de la vida social constituyen algunos de los ejes que permiten producir cambios en las relaciones de fuerza y avanzar hacia la construcción de un mundo mas racional, basado en la solidaridad social y en el respeto hacia la naturaleza.

Tecnología y poder en el centro del mundo

Las grandes corporaciones norteamericanas que controlan la producción de software avanzan en un proceso de profunda integración vertical absorbiendo a las empresas que controlan la producción de equipos (hardware) y a las que disputan sus mercados. Su poder se agiganta tanto por la escala que adquieren como por su capacidad de controlar mercados e impedir la competencia (www. judiciary.house.gov, investigation of competition in digital markets, 2020). Esto ocurre en un contexto donde la “internet de las cosas”, (internet of things IOT), penetra en todos los ámbitos de la vida,  expandiendo la conectividad entre el mundo digital y el físico e incrementando el impacto de la tecnología sobre la interacción humana. Esto genera una enorme matriz de conectividad que solo unos pocos controlan. El ritmo con que esta se desarrolla está en buena parte dictado por la voracidad de una tecnología militar que revoluciona territorios y busca crear “super soldados” con poderes biónicos (wsj.com 3 12 2020; bbc.com 10 12 2020).

Estos monopolios tecnológicos avanzan en el control de la vida política. Han sido los principales financistas del partido demócrata. Protegen a Joe Biden de las esquirlas provocadas por su posible vinculación con gravísimos casos de corrupción y lavado de dinero de empresas de su familia en Ucrania cuando era Vicepresidente y tenía injerencia directa sobre este país. (Matt Taibbi substack.com 11 12 2020) Asimismo, censuran explícitamente toda información vinculada al resultado electoral, a la transición de gobierno, y a la evidencia presentada en los numerosos juicios iniciados por fraude electoral en distintas cortes del país. Esta semana, un Comité del Senado presidido por un republicano ha ventilado por primera vez la existencia de numerosas pruebas sobre el posible fraude, incluidos los análisis forenses de las maquinas utilizadas para el recuento y adjudicación de votos (zerohedge.com29. 11/1, 14,16,18/ 12 2020).

Estos episodios contribuyen a que mas del 70% de los votantes republicanos crean que los demócratas robaron la elección.(zerohede.com 11 12 2020) Luego del voto en el Colegio Electoral que otorgó la Presidencia a Biden, varios legisladores republicanos han aceptando la derrota, reconocen la validez de las denuncias de fraude y proponen conformar mecanismos institucionales para impedir algo semejante en el futuro. (zerohedge.com 16, 17 12 2020

Todo esto contribuye a alimentar una crisis política que no solo tiene en su epicentro a los más de 70 millones que votaron por Trump, sino también al sector progresista del partido demócrata, que ahora exige un cambio en la estructura de poder del partido a la que responsabiliza por el fracaso de las políticas aplicadas en las últimas décadas.

Pobreza, monopolios y soberanía

A un año de gobierno del FdT el país es rehén de la trampa montada por la gestión de Macri y del FMI con el objetivo de poner un chaleco de fuerza a los conflictos sociales y destruir al populismo peronista. La pandemia ha sido una “catástrofe que cayó del cielo” y potenció los problemas existentes. El gobierno la enfrentó e impidió que los sistemas sanitarios y económicos colapsaran totalmente. Si bien aún no ha sido contenida, la pandemia no es el principal problema que obstruye la reactivación económica y el cumplimiento de las promesas electorales. Este obstáculo reside en el enorme poder que tienen ciertos grupos económicos para perpetuar la trampa dejada por la yunta FMI/Macri: una economía que tiene una histórica dependencia tecnológica ha sido totalmente colapsada por un vertiginoso proceso de dolarización acompañado de un endeudamiento con vencimientos a corto plazo.

Esta situación insostenible se ha agravado con la perdida de reservas internacionales del BCRA en los últimos meses, asociada a corridas cambiarias. En las mismas participaron distintos sectores, incluidos fondos de inversión extranjeros, pero aquellos que tienen control sobre los dólares que el país produce: los grandes exportadores e importadores, tuvieron una responsabilidad primaria. Así, la dolarización, el endeudamiento ilimitado, y el poder irrestricto de estos sectores condicionan cualquier reactivación económica futura.

Sin embargo, no son los únicos que deciden el futuro del país. A ellos se suman los grupos que, controlando monopólicamente sectores claves de la economía, forman precios y los dolarizan desatando una inflación incontenible que solo podrá ser controlada monitoreando la formación de precios, en todas las cadenas de valor, y en forma organizada: “desde abajo hacia arriba” y desde la producción hasta el consumo. Otras consecuencias de la monopolización de la economía son la evasión impositiva, la fuga de capitales y la constante presión sobre el gobierno para obtener subsidios de todo tipo. Este capitalismo prebendario y dependiente tecnológicamente, potencia la puja entre sectores por la repartija del excedente, las rentas y las ganancias, acorrala a los asalariados en la miseria, multiplica la pobreza estructural y balcaniza al estado nacional.

Todo esto ocurre en el contexto de una negociación con el FMI. Como parte de la misma, el gobierno ha restringido el gasto fiscal y la emisión monetaria. Más allá de las buenas intenciones que sin duda tiene, esto tendrá consecuencias inevitables sobre el gasto social (IFE, jubilados, salarios) y sobre la futura reactivación del mercado interno a partir de la demanda. En el contexto de esta negociación, el gobierno busca cerrar rápidamente un Plan de Facilidades Extendidas con “contenidos inéditos” pero con obligaciones fiscales, cambiarias, monetarias y financieras y un monitoreo constante del FMI sobre su evolución. El gobierno ha entrado en esta negociación en una posición de debilidad casi absoluta: reservas al borde de la extinción y sin ninguna garantía de liquidación de los dólares de la próxima cosecha. En este contexto no puede brindar al FMI el rol de auditor de nuestra futura reactivación.

Existe, sin embargo, la posibilidad de aumentar el poder de negociación del gobierno. El Presidente y un grupo destacado de senadores, han señalado en diversas oportunidades la complicidad del FMI con el gobierno de Macri al desembolsar un crédito destinado a financiar su campaña electoral. El crédito terminó en fuga masiva de capitales, contraviniendo así las regulaciones del FMI. El BCRA tiene el listado completo de los que fugaron esos dólares que entraron por la ventanilla del FMI. ¿Por qué, entonces, no se exige al FMI “facilidades extendidas” para hacer que los responsables de los dólares fugados paguen al FMI los dólares que este les facilitó? ¿Por qué no exigir décadas de plazos sin interés para que estos pagos se concreten? La compleja crisis global financiera y económica, brinda una oportunidad única para este tipo de negociación. La misma daría además aire al gobierno para enfrentar al grupete que ha atado de pies y manos al país a su voracidad sin límites para maximizar ganancias y evitar todo tipo de gasto incluido el costo de una emergencia nacional desatada por la pandemia.

Mónica Peralta Ramos en “El Cohete a la Luna”

La pregunta parte de una afirmación. Quien aquí escribe da por hecho que el odio a los pobres (aporofobia) por parte de un sector de la clase media argentina, es una triste realidad. No se percibe, porque no se manifiesta a menudo explícitamente y las personas que están impregnadas de este odio no reconocen abiertamente que lo tienen. Solo de vez en cuando se hace visible con algunos conocidos insultos y agresiones, tales como “negros de m…”, “vagos de m…”, “hay que matarlos a todos”, “planeros”, etcétera. Esas expresiones tan escuchadas son la prueba más irrefutable del odio que ha enfermado a una parte de la sociedad argentina.

Ernesto Bertoglio en “El Diario”

Admitir este odio implicaría aceptarse como una mala persona ante uno mismo y ante los demás, y sería difícil para una persona dormir con eso. Es un odio políticamente incorrecto porque está dirigido hacia alguien que en los hechos es más débil. Por eso, el odio a los pobres se esconde detrás de múltiples máscaras. Por ejemplo, se esconde detrás del color de piel; el insulto “negros/as de m…”, no está dirigido, por ejemplo, al “morocho fachero” que es un joven abogado de alguna prestigiosa firma o la morocha que es una reconocida y glamorosa modelo. El insulto es hacia aquellos que viven en barrios humildes y se desempeñan en trabajos que a menudo son informales y requieren gran esfuerzo físico.


El odio a los pobres también se esconde detrás de un supuesto “nacionalismo” que rechaza a bolivianos, paraguayos y peruanos. Alguno podrá decir que se trata de xenofobia (odio a los extranjeros) pero no es así: no se odia al extranjero estadounidense, al inglés o al alemán, o a las multinacionales; se odia al boliviano, al paraguayo y al peruano, es decir, a los extranjeros que son pobres. Es aporofobia, y no xenofobia. Es odio de clase puro y crudo.

En el plano político se la odia a Cristina Fernández de Kirchner y se odia al peronismo porque con sus políticas representan mejor que nadie los intereses de los pobres. Los medios de comunicación tuvieron la inteligencia de imponer la máscara de la corrupción. Duermo tranquilo creyendo que odio a Cristina “porque se robó todo” cuando en realidad la odio “porque les daba a esos negros”. Se la odia por la Asignación Universal por Hijo, pero como no queda bien afirmar eso, entonces dicen la odian por “corrupta”. Los medios de comunicación le dieron a los aporofobos un discurso moralmente correcto detrás del cual esconden su odio a los pobres.

 “Yo hice méritos para estar donde estoy y aquel que es pobre es pobre porque quiere”. La verdad es que estos supuestos “méritos” no son medibles. Es fácil hablar de “méritos” cuando no se nació en la pobreza y en la marginalidad. Para que pudiéramos hablar de méritos al menos deberíamos vivir en una sociedad donde todas y todos partamos desde el mismo escalón social, pero una persona no elije dónde nacer.

La ideología de la meritocracia es peligrosa porque es una ideología de superioridad-inferioridad: hay personas superiores (los que han hecho méritos) y personas inferiores (los que no han hecho méritos). No por una cuestión de raza, etnia, nacionalidad o creencia, pero sí por “méritos”. La meritocracia es darwinismo social puro; es la “supervivencia del más apto”.

El odio a los pobres se manifiesta también en el plano laboral. “¡Agarren la pala!”, exclaman desde una oficina con aire acondicionado. Para las y los pobres les corresponde la pala, la zanja, la losa, la escoba, el trapo de piso, el balde, es decir, el trabajo físico e informal, construir y limpiar cosas que después le van a pertenecer a otros. ¿Y para la clase media que tipo de trabajo hay? La oficina, la empresa, el estudio, es decir, el trabajo de cuello blanco. Y si una persona, como quien escribe, es de clase media, pero defiende a los pobres, le corresponde lo mismo que a los pobres; “el agarren la pala” y el “choriplanero” no faltará para nosotros también.

¿Por qué la clase media argentina odia a los pobres? Porque particularmente los pobres argentinos no son sumisos, se rebelan contra el sistema, no se someten a los mecanismos explotadores e indignos que les quieren imponer. Es decir, muchas de ellas y ellos no están dispuestos a pasarse las 24 horas de los siete días de la semana al rayo del sol haciéndole una losa a otro y limpiándole la casa a otra. Alteran el orden social meritocrático; el razonamiento de las personas que adhieren a ese orden es algo así como lo siguiente: “Vos no podés tener este celular, esta neetbook, etcétera, solo yo y mis hijos podemos tener acceso a eso; yo soy superior a vos porque hice los méritos para poder tener estas cosas”.

Esas mercancías son trofeos que simbolizan los logros meritocráticos y no necesariamente son solo para el disfrute o satisfacción de una necesidad como erróneamente solemos creer. Simbolizan una exclusiva superioridad de clase. Según los meritócratas no todos deberían tenerlas, porque siendo así perdería el sentido tenerlas. Si los pobres quieren tener algunas de esas cosas, deben cumplir el “rol” que les asigna el orden social, que es “la pala” que tanto exige la clase media.

El peronismo, y más particularmente y acentuadamente, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (digámoslo con todas las letras) insubordinó a los pobres de este país.

En la página 559 de “Sinceramente”, Cristina cuenta que una vez le preguntó a un reconocido empresario por qué odian tanto el peronismo, si con el peronismo los empresarios ganan mucho dinero mediante el consumo interno. La respuesta fue un prolongado y tenso silencio. No podía responder, porque responder implica una verdad cruda. Y la verdad cruda es que no se trata solo de dinero, porque el dinero y el capitalismo no tienen sentido si no da poder-control sobre otros. Y si esos otros acceden al dinero, pierden la desesperación, y si la pierden ya no se puede jugar con esa desesperación para poder controlarlos-disciplinarlos; se insubordinan.

En el fondo, en el subconsciente para ser exacto, el asunto es más complejo, es más hegeliano; el amo y el esclavo. En el acceso y no acceso a las cosas, no está el deseo.

El deseo está en desear lo que el otro desea. No está en la cosa en sí, sino que el otro quiere una cosa, pero la quiere porque esa cosa es el deseo, a su vez, de otra persona. Es el deseo del deseo. Y quien logre en esa lucha, acceder a ese deseo, representado en una cosa, y lo haga de su propiedad, determinará quiénes son los amos y quiénes son los esclavos, quiénes mandan y quiénes obedecen. A fin de cuentas, el deseo es el deseo de someter a otros. Esa es la esencia intrínseca del capitalismo.

Compartía hace exactamente un año, en este mismo Blog, “ Una cuestión de tiempo”: “ Asumiendo que todo tiempo es social, es una construcción simbólica y social acompañada de una cierta coacción, creemos que la consideración de las tecnologías y de su irrupción en las primeras fases de la Revolución Industrial hizo especialmente problemática la institucionalización del nuevo tiempo social propio de lo moderno, dando lugar a distintos ritmos en ese proceso de construcción del nuevo tiempo social, ritmos que a su vez nos permiten comprender distintas categorías y aproximaciones de la noción de tiempo.”

El párrafo es tomado de un trabajo que lleva las firmas de la Dra. Guiomar Salvat, Universidad Rey Juan Carlos, España y del Dr. Vicente Serrano de la Universidad Austral de Chile, que publicaron un artículo en la revista científica “Cuadernos de Sofía 100-CS” en su edición de Julio-diciembre de 2019.

Obviamente, la pandemia que azoto y azota al mundo por estos días, enfatizó aún mas el correcto carácter de la afimación que recordamos de hace un año.

Podemos ampliar el concepto a lo “Político Social” en tanto estos tiempos neoliberales/pandémicos, establecen un nuevo ritmo a la cuestión aún no debidamente reflexionado y ponderado, al mismo que en las elites globales del financierismo (El poder real global del mundo), intentan sostener el orden que los mantiene en la cúspide de los privilegios, con un discurso que se apropia de los “sentidos de transformación”, para reducirlos a un mero “reseteo” … un tiempo de “apagar” para volver a encender el mismo “Disco duro neoliberal”.

Ya nada será igual. La pandemia aún no termina. Las vacunas recien comienzan su “experimento” social, que aunque tal, única esperanza cierta de “calmar” o definitivamente extinguir los efectos devastadores de un virus invisible que pone de manifiesto la fragilidad de un sistema desigual que no esta preparado para defender vida, salud y economía a todos por igual.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

 

Imágenes: Joaquín Torres García (Montevideo, 28 de julio de 1874 - Ib., 8 de agosto de 1949) fue un destacado pintor, profesor, escritor, escultor y teórico del arte uruguayo. Creador del Universalismo constructivo y del Taller Torres García, uno de los principales movimientos artísticos de su país.

Hijo de María García Pérez y Joaquín Torres Fradera.​ Su padre era catalán, originario de Mataró y criado en una familia de cordeleros es decir en una familia relacionada con la navegación. Su madre era uruguaya, hija del carpintero José María García, (un colono español de las Islas Canarias) y de Misia Rufina Pérez, una mestiza (o una criolla aristócrata).​​

 

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