Fortalecer el Estado para mejorar la calidad de vida de la gente …

El ministro de Economía Martín Guzmán aseguró que uno de los objetivos de la política económica del Gobierno nacional es que la inflación y el valor del dólar “vayan de la mano” y anticipó que la meta es que a fines de 2021 el tipo de cambio real sea similar al que se registró al final del año pasado. De esa manera, descartó un salto devaluatorio para el año que comienzaGuzmán dejó estas definiciones este mediodía durante una reunión a puertas cerradas en Entre Ríos en la que participaba el gobernador Gustavo Bordet, el titular de la cartera de Interior Eduardo “Wado” de Pedro y referentes empresarios del sector pyme, porcino, avícola, agrícola, lácteo y del turismo convocados especialmente.


Al referirse puntualmente a la política cambiaria expresó: “Apuntamos a dar estabilidad al tipo de cambio real (para) que el dólar y la inflación vayan de la mano. El objetivo definido para el final de 2021 es que el tipo de cambio real sea similar al del final de 2020”. O sea, aseguró que el Gobierno no planea devaluar .
En el día de hoy el Indec estará publicando el dato de inflación de diciembre “que estará rondando el 4%”, adelantó Guzmán.


“Hay que entender cuáles son las fuerzas que determinan esa dinámica. Vamos a terminar con una inflación interanual diciembre ’19 a diciembre ’20 de alrededor del 36%, lo cual implica una baja aproximada de 17 puntos porcentuales con respecto al año pasado”, resaltó.


El funcionario marcó que hacia fines del año pasado “se fueron relajando algunas regulaciones”.
“Es importante también mantener los incentivos a la producción. Entendíamos que la combinación de las regulaciones de precios, más cuestiones estacionales, más lo que se viene viviendo en términos de evolución de los precios internacionales y cómo afecta al precio de los commodities y a los valores de la cadena productiva, iban a generar inflación en los niveles en los cuales cerrará, más alta en el último trimestre de 2020″, sentenció.


“Hay que seguir transitando ese camino de reducción de la inflación”, apuntó, tras lo cual afirmó: “Sería un error extrapolar eso para 2021, nosotros lo que hemos planteado es un esquema macro integral en el que se busca que la inflación siga reduciéndose, aproximadamente alrededor de cinco puntos porcentuales por año, de una forma consistente”.


A la inflación “se la ataca con una estrategia macroeconómica integral que tiene múltiples dimensiones: la política cambiaria, la política fiscal y monetaria, la política tarifaria, también uno de los precios clave de la economía, y las políticas de precios e ingresos en los que el Estado tiene un rol fundamental en la gestión de la coordinación de expectativas”, precisó.


“Hay que ir a una velocidad que la economía pueda sostener, en función de lo que enfrentamos en términos fiscales, de cuáles son las necesidades financiamiento y en función de lo que es toda esta gestión de coordinación de las expectativas”, sentenció.


Antes, Guzmán había asegurado que uno de los grandes temas de gestión de la política económica “es la definición de prioridades para la recuperación económica y que esa recuperación se pueda sostener en el tiempo”. “Hemos trazado un programa macroeconómico monetario fiscal y financiero del cual el Presupuesto 2021 es el corazón, que está orientado a fomentar la recuperación en todo el territorio e ir sembrando condiciones para la estabilidad”, consignó.
“El Presupuesto va en dirección de ir poniendo cuentas en orden para ir construyendo condiciones de estabilidad y previsibilidad”, dijo.


Reclamos


En las intervenciones que tuvieron durante la charla realizada durante el mediodía con los ministros nacionales en el Centro de Convenciones provincial, los distintos sectores productivos tuvieron un planteo generalizado además de los sectoriales: la presión impositiva.


“Cuando hablamos de presión impositiva también hablamos de improductividad, de falta de productividad para poder exportar. La industria siempre fue competitiva para exportar por el tipo de cambio que es más generador de pobreza, vamos a decir las cosas como son”, le dijo a Guzmán el titular de la Unión Industrial de Entre Ríos, Leandro Garciandía. El dirigente fabril apuntó a que la industria necesita infraestructura y condiciones impositivas para competir y no solamente devaluaciones que mejoren el tipo de cambio reduciendo la capacidad de compra de las personas con ingresos fijos.


Hay que ir a una velocidad que la economía pueda sostener, en función de lo que enfrentamos en términos fiscales, de cuáles son las necesidades financiamiento y en función de lo que es toda esta gestión de coordinación de las expectativas (Guzmán)


“Hoy poder exportar es un problema, cada paso administrativo que hay que dar es un problema”, agregó, al tiempo que exigió “previsibilidad y reglas de juego claras”. Otro de los reclamos que hizo fue por la ley de teletrabajo, a la que calificó de “malísima”.


En tanto, Elvio Guía, referente de la Federación Agraria Argentina, aprovechó la oportunidad para cuestionar las decisiones sobre el maíz que tomó el Gobierno nacional en las últimas semanas que fueron desde la prohibición de exportar al levantamiento de esa restricción. Guía le aclaró que el campo “no es enemigo de nadie” y le recordó que la producción de la oleaginosa pasó de 30 a 55 millones de toneladas de 2015 a la última cosecha, a la vez que cuestionó lo intempestiva de la decisión de bloquear las ventas al exterior.


A la hora de las devoluciones, el ministro de Economía reconoció que el esquema impositivo actual es consecuencia de “múltiples emergencias”, pero condicionó su reestructuración al cuidado de la “sostenibilidad fiscal”, tras lo cual citó la rebaja de las retenciones a las economías regionales como un paso importante. “Necesitamos fortalecer la recaudación”, aclaró.
https://www.infobae.com/economia/2021/01/14/martin-guzman-aseguro-ante-empresarios-que-no-habra-salto-devaluatorio-en-2021/


Hernán Confino Es doctor en Historia e investiga la historia reciente de la Argentina en la Universidad Nacional de San Martín. Escribió para “Nueva Sociedad”.

 La «historia desde abajo», promovida por intelectuales como E.P. Thompson y Christopher Hill, modificó el modo de entender la historia desde una perspectiva de izquierda. La historiografía asumió rigurosidad y compromiso político, a la vez que evidenció que ciertas visiones «desde arriba» omitían a actores populares trascendentales para comprender el pasado y el presente. Los cambios globales en el mundo del trabajo y los desplazamientos ideológicos podrían haber horadado este modo de pensar la historia. Sin embargo, sus actualizaciones han mantenido viva a esta corriente que hace historia «al ras del suelo».
Pronto vamos a desaparecer, severamente juzgados;/pero sobre nuestra propia escoria se levantará/la obra de redención de los de abajo,/a la que consciente o inconscientemente/todos hemos cooperado (Mariano Azuela, Epistolario y archivo, 1991)


¿Quién extrae el cobre, el zinc, el cobalto, el oro y el carbón?/¿Quién hace crecer los granos de soja y cacao?/¿Quién hace el silicio? ¿Quién cocina la cena?/¿Cuáles son sus relaciones y fuerzas de producción? (Peter Linebaugh, «Tras la estela de Perry Anderson», Rey Desnudo, 2013)

Mariano Azuela nació en 1873, en Jalisco, México. Desde muy joven se interesó por las dos actividades que lo acompañarían durante el resto de su vida: la medicina y la literatura. La política lo alcanzó inmediatamente después. La revolución mexicana de 1910 lo envolvió y Azuela comenzó a servir como médico de la tropa de Julián Medina. El retrato más perdurable de su experiencia revolucionaria, Los de abajo (1915), una suerte de etnografía literaria de las huestes revolucionarias, es también la parábola de una desesperanza. En medio de su experiencia, Azuela retrató en su diario de campaña las diferencias internas que afligieron al bando insurgente. Si Los de abajo despertó lecturas contrapuestas y fue entendida, alternativamente, como una mordaz crítica al movimiento revolucionario o como un fresco descarnado de la inequidad social del México de principios del siglo XX, sobre una cuestión no hubo casi excepciones: la representación de «los de abajo» en la novela de Azuela era casi tan rupturista como su contexto de producción. Azuela explicó, tiempo después, las razones que habían motivado su particular retrato: «Formando parte, como médico, de las fuerzas revolucionarias de Julián Medina, compartí con aquellos rancheros de Jalisco y Zacatecas –ojos de niño y corazones abiertos– muchas de sus alegrías, muchos de sus anhelos y muchas de sus amarguras. Ahora han desaparecido casi todos ellos y quiero dedicar estos renglones a esa casta indómita, generosa e incomprendida que, si sabía sonreír para matar, sabía también sonreír para morir».


La novela de Azuela es única. La casta indómita, generosa e incomprendida que evoca, en cambio, bien podría estar integrada por los muertos cuyo recuerdo demandó Walter Benjamin en sus Tesis sobre el concepto de Historia o por los constructores invisibles a los ojos de aquel obrero de los versos de Bertolt Brecht que solo encontraba césares y reyes en su libro de historia. También podría estar conformada por el campesino ludita que rescató E.P. Thompson de la «prepotencia de la posteridad» o por los levellers y los diggers sobre los que escribió Christopher Hill en El mundo trastornado. El ideario popular extremista de la Revolución inglesa del siglo XVII (Siglo Veintiuno, 1998). Ya como enfoque, detrás de las inconformidades de Benjamin o Brecht, ya como tradición teórica, en las plumas de alto vuelo de Thompson y Hill, la mirada desde abajo expresó, desde sus comienzos, una disconformidad con la forma de narrar y de pensar el devenir histórico. Thompson lo planteó contundentemente en su ensayo History from below [Historia desde abajo] (1966) que, según Jim Sharpe, puso la historia desde abajo en la «jerga común de todos los historiadores»: allí criticaba el lugar que la historiografía británica había deparado a la «gente común», solamente «presentada como uno de los problemas que el gobierno ha tenido que manejar». En este punto, el compromiso político de Thompson no distaba mucho de las intenciones que habían animado las intervenciones de Benjamin o Brecht en el período de entreguerras: la disciplina histórica, antes que compendiar la historia de los grandes hombres y sucesos, debía procurar la redención de los oprimidos, de los invisibles, de los muertos.


Ese compromiso político convertido en tradición teórica, al decir de Harvey Kaye, a través de la pluma de los historiadores marxistas británicos incumbía directamente al oficio del historiador, que debía prescindir de la derrota política como premisa explicativa del proceso histórico y abstraerse de los modelos omnicomprensivos que consideraban el devenir histórico, en el caso de la ortodoxia marxista, como un desarrollo ontogenético de modos de producción. En su lugar, la investigación debía ir en busca de la cotidianeidad, los hábitos e imaginarios de la «gente común»: anteponer la explicación histórica a los modelos prescriptivos, saludar sus actos resistentes pero sin silenciar los momentos de conformismo. En resumen, la investigación debía iluminar el rol de «los de abajo» como actores del pasado. Ese conocimiento de «los de abajo», entonces, posibilitaba la transformación de las víctimas vencidas en actores conscientes de la historia. La disciplina histórica transmutaba, así, en productora de teoría social y se convertía en una herramienta política indispensable de la New Left británica, ofreciendo una mirada emancipadora alternativa en tiempos en que la bipolaridad de la Guerra Fría era presentada como única posibilidad explicativa. La prescripción revolucionaria se volvía, en los renglones escritos por los marxistas británicos, investigación empírica, conocimiento situado y explicación histórica. 


Estos planteos prefijaron buena parte del sentido de los desarrollos posteriores de la historia social durante las décadas de 1970 y 1980, y despertaron ecos cada vez más críticos en la de 1990, a medida que comenzaban a leerse intensivamente en las universidades argentinas y latinoamericanas. Ahora bien, si los escritos «clásicos» sobre historia desde abajo tenían interlocutores claros –dentro y fuera del marxismo– en el contexto de la Guerra Fría, más trabajoso resulta dilucidar qué herramientas aporta hoy este modo de interpretar, y escribir, la historia.

A principios del siglo XXI, horadada la etapa discursiva de la explicación histórica, hubo un resurgimiento de la historia desde abajo. Si bien la consideración del lenguaje como estructurante de la realidad histórica (y no como mero reflejo exterior a ella) permitió una mayor densidad en el estudio de los proyectos políticos alternativos, tuvo como saldo negativo, según la historiadora italiana Simona Cerutti, «la disolución de ‘lo social’ en sus dimensiones discursivas». La caída del Muro de Berlín no implicó el mutismo de la historiografía ni el fin de las ideologías. La publicación en 2001 de Essex Pauper Letters (1731-1837) del historiador británico Thomas Sokoll habilitó a que Tim Hitchcock saludara, en su reseña sobre la obra, el surgimiento de una «nueva historia desde abajo». Las cartas de los pobres recopiladas por Sokoll demostraron «que los pobres reconocieron y utilizaron un poderoso sentido de agencia en sus tratos con el Estado británico». La voz de los pobres, puesta al servicio de la restitución de la racionalidad de esos mismos pobres, recordaba la empresa de Hill sobre la revuelta dentro de la revolución inglesa o los trabajos sobre la «economía moral de la multitud» de Thompson. La historia debía escribirse «a ras del suelo». Este «resurgimiento», como no podía ser de otro modo, alentó nuevas preguntas sobre la historia desde abajo quizá porque, como dijo Marc Bloch en su relectura del afamado proverbio árabe, «los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres».


En los últimos años, los debates sobre la historia desde abajo se concentran en dos puntos centrales de su desarrollo previo: los actores estudiados y la escala propicia para hacerlo. En cuanto al primer tópico, los análisis se dirigen a problematizar aspectos centrales de este modo de entender la historia. Detrás de la pregunta who is below? [quién está abajo], este (re)enfoque de la historia desde abajo deconstruye la noción de agency, como acción consciente pero también como capacidad de actuar, y complejiza la imagen del todo social, más allá de la dicotomía entre patricios y plebeyos, o entre burguesía y proletariado. Además, otras intervenciones de la última década se preguntan por la posibilidad (y deseabilidad) de transcender la demarcación socioeconómica en favor de incluir a las mujeres en el «abajo» de la sociedad patriarcal. El giro espacial, «que suplantó en algunos casos la lucha de clases por la lucha de los lugares», y el paradigma de la comunicación, que tanto énfasis hizo en circuitos de sociabilidades, conspiran, tal como lo planteó Cerutti, contra el entendimiento de agency como «contrahegemonía consciente». Esto lleva, por ejemplo, a que se desatienda la lucha de clases como motor de la historia y se discuta la misma noción de «cultura popular»: ¿se precisa una derrota previa para la reconstrucción desde abajo? ¿Debe esta cultura, para ser considerada popular, haber sido invisibilizada? ¿Puede la cultura popular despojarse de la lucha de clases en la que los marxistas británicos la habían inscripto? Ciertamente, estas preguntas marchan en sintonía con la advertencia premonitoria que oportunamente había lanzado Tony Judt a fines de la década de 1970, sobre los riesgos de una historia desde abajo despolitizada, que llevara a la fragmentación de la comprensión histórica y transformara una mirada de la acción (acción política de sus escritores y agency de sus objetos de estudio) en una suerte de antropología cultural retrospectiva y nostálgica. 


Por otro lado, la renovación historiográfica de la historia desde abajo se da en solidaridad con otra perspectiva más reciente, heredera consciente del mundo globalizado: la de la historia global. Quienes hacen historia global debaten la viabilidad de considerar el surgimiento del capitalismo como un fenómeno meramente nacional. La «historia global desde abajo», entonces, desliza la mirada de la subalternidad hacia otros espacios y enfoques de análisis. Entre estos, quizá el más relevante, por su ambiciosa pretensión explicativa, sea el estudio de los vínculos y las circulaciones atlánticas que tuvieron «los de abajo» entre los siglos XV y XVIII, y que contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno. En 2000, un año antes de la publicación del libro de Sokoll, dos historiadores thompsonianos, Peter Linebaugh y Marcus Rediker, publicaron La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico. Allí decían: «Nuestro libro dirige la mirada desde abajo. Hemos intentado recuperar algo de la historia perdida que habla de una clase multiétnica que fue esencial para el surgimiento del capitalismo y de la economía global moderna». 

¿Por qué esa historia, esencial para el surgimiento del capitalismo, había sido invisibilizada? Los historiadores sostenían una doble causalidad: en primer punto, por la represión que habían sufrido los marineros, los esclavos y los campesinos sobre los que trataba el libro. En segundo punto, «por la violencia de la abstracción utilizada a la hora de escribir la historia». Las denuncias historiográficas de Linebaugh y Rediker, deudoras de la crisis de los grandes relatos pero también de las viejas peleas de Thompson con el estructuralismo, eran absolutamente consistentes, por ejemplo, con las que había esgrimido éste en La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963). Se modificaba la perspectiva, que ya no estaba puesta en la génesis del capitalismo inglés como modelo clásico de acumulación originaria, sino en los contactos entre una miríada de desposeídos que colmaron los barcos que, desde el siglo XVI, triangularon entre Europa y América y fueron la tracción a sangre que precisó el naciente capitalismo para su acumulación y despegue. La escala de indagación cambiaba y focalizaba en intercambios y circulaciones. El proceso resultante, por tanto, también se modificaba. La empatía por los vencidos, en cambio, se mantenía intacta. 


Si existe un hilo invisible que traza, a modo de «línea torcida», algún tipo de genealogía entre las intervenciones de Azuela, Benjamin, Brecht, Thompson, Hill, Sokoll, Hitchcock, Rediker y Linebaugh, este se encuentra, no en el método ni en el registro, sino en las premisas políticas que animan sus escritos. La mirada desde abajo muestra, como ninguna otra, que la historia académica no puede, ni debe, escribirse desde la neutralidad. Quizás por eso, como enfoque, la historia desde abajo ha logrado sobrevivir al ocaso de su tradición teórica, fuertemente ligada a las disputas político-intelectuales de la Guerra Fría que enmarcaron su surgimiento, y aún es capaz, con una vitalidad que trasciende la melancolía de los anaqueles, de dar cuenta de los proyectos políticos emancipadores que se alzaron en los últimos siglos. 


Cuando le preguntaron a Azuela para quién había escrito Los de abajo, el escritor mexicano no dudó: «Salíamos con los jirones del alma que nos dejaron los asesinos. ¿Y cómo habríamos de curar nuestro gran desencanto, ya viejos y mutilados de espíritu? Fuimos muchos millares y para estos millares Los de abajo (…) será obra de verdad, puesto que ésta fue nuestra verdad». Justamente hoy, en un presente en el que es menos imaginativo pensar el fin del mundo que divisar uno sin capitalismo, resulta aún más apropiado sumergirse en la reconstrucción histórica de las luchas de nuestro pasado y arrebatar, desde el suelo, las verdades humanas del fresco catastrófico que paralizó al ángel de la historia.”

Pensamientos otros … realidades nuevas.


En estos tiempos neoliberales, la batalla de todas las batallas se produce en nuestras cabezas en tanto categorías de pensamiento que ya,  en sus conceptos, han pérdido la vigencia que su pronunciación efectivamente enunciaba en relación a los hechos y las formas de manifestar las tensiones de los idearios y conflictos históricos, universales y propios de sus manifestaciones de época.
Conceptualizar ideas de principios de los 70 impone la necesidad de adecuarlas a un neoliberalismo que encontraba por entonces sus primeros avances, no conceptuales sino transformando la realidad capitalista en otra financiera y especulativa.


En Argentina se da en una circunstancia que le es propia en tanto las tensiones se ciernen sobre los procesos recientes intentando apropiaciones y coherencias respecto a tensiones cuya resolución no ofrece una respuesta o intento único de solución.


El Estado y la política a través de sus instituciones debe recuperar el Estado deliberativo … la pandemia puede contribuir a esto … atender las urgencias no debe ser director de programa de gobierno sino mas bien, lo urgente que no debe impedir lo necesario, plasmar las transformaciones en el Estado que permitan que la urgencia no sea excusa permanente, aún cuando a veces cierta.


El Debate que se produjo con el periodista Fernandez Llorente en el canal C5N (https://youtu.be/1Uz30LGPA90), permite comprender la necesidad de plantear debates mas serios, al interior del movimiento popular, toda vez que peronistas de perón, Peronistas progresistas, Socialistas, Comunistas, Frentes progresistas no comunistas, Radicales de Alfonsin, Democratas Cristianos, Socialistas Cristianos (Me puede faltar algunas variantes conocidas o no tanto), que ponen de manifiesto el  vasto abánico y rico por cierto del campo popular que ha perdido la costumbre de debatir roles y diferencias dentro de un proyecto común nacional y popular frente a la terrible carga que desde la dictadura para acá ha impuesto el pensamiento único, la modernidad, la posmodernidad y la posverdad con las falsas ideas del populismo y el discurso del prgamatismo libertario o de la democracia laxa, permisiva y complaciente con los poderes de turno.

Recuperar el Estado significa plantarse de algun modo en el centro del conflicto que propone el neoliberalismo y la globalización. La doctrina del trabajo que propone y defiende Moreno, es una interpelación a pensar en tiempos pandémicos, de confinamiento y retracción del proceso globalizador, en las alternativas desde Reinventar lo propio, pero tambien pensar las limitaciones y no creer que algún gobierno pudiese tener todas las herramientas y el poder para rápidamente dar respuestas, sin reacciones violentas o resultados que produzcan mayores daños que el beneficio que se busca. Aunque se sabe, por la historia,  que ninguna transformación verdadera puede evitarla, tambien se sabe que  no todo tiempo es propicio para dar batalla en todos lo frentes. Seleccionar cuales es parte de una estrategia que debe ser debatida y repensada en el movimiento popular. El gobierno debe ser el resultado de esas tensiones expuestas y probadas en una realidad que trasciende el propio marco de las alianzas y del movimiento popular y se inscribe en una tensión bioolítica y geopolítica que va determinando el escenario probable y posible para que se haga lo necesario en el momento correcto. 


Frente a tamaña complejidad, tales cuestiones deben surgir del mismo debate y de la misma paticipación de las organizaciones que encarnan la pluralidad de identidades del movimiento popular, lejos de las aspiraciones individuales y de las remoras de los pensamientos que alguna vez signaron revoluciones mayoritariamente sostenidas que hoy son solo recuerdos nostálgicos de algunos.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imagenes: Juan Carlos Liberti (1930-2014), argentino. Es un pintor surrealista que se destaca por la creación de interesantes imágenes basadas en el tango.

 

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