Sáado 6 de Junio de 2020

II
Las nuevas realidades …


Las disputas filosóficas entorno al fin del Capitalismo o la preservación de este giran en realidad en esos terrenos embarrados, poco firmes, como caminando sobre arenas movedizas…

Tiendo a expresar que la realidad es “algo” cambiante y dinámico. Un amigo me cuestiona esa apelación constante a lo dinámico advirtiéndome de su inconsistencia, de que utilizo esa palabra para enmascarar lo que no se o aquello sobre lo cual no hay mucho que se pueda decir y en realidad algo de cierto hay, en tanto el dinamismo es aquello que escapa a nuestro deseo y capacidad de control. La distinción es allí fundamental en tanto definirá el rumbo de nuestra interpretación sobre los datos e información que alcanzamos para describir situaciones y darles sentido y dirección y generar conocimiento respecto a esta realidad, pasada, presente o lo que interpretamos que vendrá en el futuro.


Los cambios se suceden constantemente. La realidad es solo por ello dinámica. Pero el asunto no esta en lo que cambia sino en la interpretación que hacemos de eso que cambia precisamente por el sentido y rumbo que le atribuímos a esos cambios. 
 
Quienes sostenemos el concepto de neoliberalismo como aquel proceso que se produce en la economía globalizada a partir de la decisión de la Federal Reserve System (FED) de emitir dolares sin respaldo en oro y transformar a su moneda fiduciaria en medida de intercambio (Patrón) de las transacciones de bienes y servicios en el planeta y en contrapartida aumentar las tasas de interes encareciendo las deudas en esa moneda tomada por otros Estados en el mercado de los acuerdos de creación de las instituciones bancarias transnacionales generados como Organismos de reconstrucción de la economía global después de las dos guerras mundiales, y aplicar allí un programa de reformas del Sistema monetario y financiero en los EEUU que permitió equilibrar la economía de aquellos Estados miembros de la Unión y de sus socios de la OTAN frente a los procesos inflacionarios crecientes productos de la cartelización de los Estados productores de Petróleo, y la decisión unilateral de decidir el precio del barril de crudo independientemente de las relaciones demanda/Ofertta, a principios de la década de los 70, sostenemos de igual forma, que el neoliberalismo constituyó la última etapa del Capitalismo en tanto sus formas se habían disociado de sus teorías. El surgimiento de la teconología digital y los procesos económicos que posibilitaron la aparición de China como potencia económica arrastrando a un conjunto de economias emergentes y enfrentando las nuevas producciones tecnológicas y digitales con la especulación monetaria y financiera constituyeron el eslabón final del Capitalismo burgués tal y como fue descrito y criticado por Marx en sus obras, y defendido por la globalización y el Keynesianismo y neokeynesianismo en las etapas posteriores a las dos guerras.

Las ideas que impregnaron las tomas de decisiones en materia de políticas económicas tanto de la FED como del gobierno de los Estados Unidos de Ámerica y que dieron sentido y dirección a toda la globalización posterior de las producciones e intercambios de bienes y servicios no surgieron allí. Su historia es bastante anterior y esto sugiere las confusiones de quienes niegan que esto sea efectivamente así y por tanto no creen en el neoliberalismo y solo hablan de neokeynesianismo o Capitalismo social. 
 
El plan de Chicago fue una colección de reformas bancarias sugeridas por economistas de la Universidad de Chicago a raíz de la Gran Depresión . El 16 de marzo de 1933, el 16 de marzo de 1933 se distribuyó de forma limitada y confidencial un memorando de seis páginas sobre la reforma bancaria. El plan fue respaldado por economistas notables como Frank H. Knight , Lloyd W. Mints, Henry Schultz , Henry C. Simons , Garfield V. Cox , Aaron Director , Paul H. Douglas y Albert G. Hart. 
 
Entre marzo y noviembre de 1933, los economistas de Chicago recibieron comentarios de varias personas sobre su propuesta y, en noviembre de 1933, se preparó otro memorando. El memorándum se amplió a trece páginas; hubo un memorando complementario sobre "Objetivos a largo plazo de la gestión monetaria" (siete páginas) y un apéndice titulado "Ciclos bancarios y comerciales" (seis páginas). 


Estos memorandos generaron mucho interés y discusión entre los legisladores. Sin embargo, las reformas sugeridas, como la abolición del sistema de reservas fraccionales y la imposición de reservas del 100% sobre los depósitos a la vista , fueron archivadas y reemplazadas por medidas menos drásticas. La Ley de Banca de 1935 institucionalizó el seguro federal de depósitos y la separación de la banca comercial y de inversión. Restableció con éxito la confianza del público en el sistema bancario y terminó la discusión sobre la reforma bancaria.

La Escuela de Chicago siempre se opuso a la Reserva Federal pero esta tomó sus ideas monetaristas en la crisis inflacionaria producida por el precio cartelizado del petroleo, y logro así transferir su crisis a los Estados endeudados en dólares. 
 
La industria de la guerra y la desestabilización de otros Estados para dinamizar sus negocios y sostener el desmadre de un monetarismo solo sustentado en la voracidad del Imperio y sus empresas que comenzaron así a acentuar su transnacionalización , fueron consecuencia lógica, geopolítica e Imperial del Estado que sentó asi su hegemonia planetaria.

En nuestro país, la imposición de una ideología “contra el enemigo Marxista” y la “doctrina de la seguridad Nacional” ejecutada en los acuerdos bilaterales y en la misma organización de Estados Americanos (OEA), plasmaban estas intenciones imperiales y propiciaron, alimentaron y financiaron el plan Cóndor y las dictaduras militares que impusieron esas mismas políticas monetaristas primero en Chile con el derrocamiento del presidente electo Salvador Allende de manos del dictados Augusto Pinochet Ugarte, trasladadas luego a todo el continente.

Las salidas de la dictadura fueron siempre bajo el marco del dominio de los endeudamientos externos en dólares que ponía limites a todo intento de política económica con algún viso de defensa soberana Nacional o de protección de sus propios pueblos.

La segunda etapa se consumo con las privatizaciones de todo lo publico de modo de debilitar aún mas las capacidades de decisión de los gobiernos en la adminsitración de sus Estados. El crecimiento del mercado financiero globalizado, anarquizado y transnacionalilzado hizo el resto. La irrupción de la digitalización y la informática, permitió sin embargo, la irrupción de nuevos actores. 

Tales dinámicas, aunque a mi amigo no le guste el término, volvió a producir un cambio sustancial en el sistema de intercambios y comenzaron a aparecer los gigantes tecnológicos asiáticos y los emprendedores privados que se hacían rico en los garages de su casa porque inventaban alguna innovación que rapidamente inundaría de novedad el mercado global. El crecimiento de la economía China arrastra a otras … pero produce el desenclaje entre ese desmadre financiero alimentado por el imperio, el crecimiento de economias emergentes que comenzaban a desprenderse del lastre de la deuda, en un mundo donde el Imperio había perdido de vista sus componentes. Existía un mundo por fuera de las capacidades del Estado. El de las corporaciones transnacionales ya productivas, ya de servicios y en especial los servicios de base tecnológica, ya financieras que deambulaban por carriles que poco tenían que ver unos con otros. 


La transnacionalización de los flujos de dinero, la translocalización de empresas o partes o sectores de los procesos de producción en otros o varios territorios, la mayor circulación de bienes y servicios a escala mundial y la aparición de China con su espectacular crecimiento, constituyen una base para asentar la idea de que ya no se trata de Capitalismo … las relaciones internacionales y los profundos cambios operados en el sistema de relaciones de los intercambios de bienes y servicios comenzaban a presentar otras lógicas, otros rumbos, otras formas. 
 
Lo que se acentuó bajo esas otras formas, son las concentraciones y las brechas entre quienes mas acumulan y los que quedan condenados al reparto de miserias del sistema o ayuda estatal.

La tecnificación automatización y robotización producen una reconversión en el mundo del trabajo que genera mucho desplazamiento y fuertes caídas en los procesos de empleo y generación de actividades rentables. Las tendencias en pugna entre quienes sostienen el imperio del financierismo inciado en los 70 y quienes expresan estos cambios y estas dinámicas nuevas (Ya no es Capitalismo, en tanto promovido por un Estado centralista que programa políticas a 50 años vista como el Chino), se enfrentan sin embargo a una pandemia mundial que precisamente se origina en China y cuyos efectos estamos transitando.

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La pandemia del coronavirus ha trastocado la vida de todos los habitantes de la Tierra, como ninguna otra pandemia en la historia. Aunque han existido y existen otras enfermedades más mortales y letales, ninguna ha ocasionado un sismo tan grande

Las redes sociales tienen influencia para cambiar el comportamiento de las personas para mejorar sus estilos de vida. Actualmente, las redes han sido testigos de cómo la pandemia por coronavirus ha ocasionado profundos cambios en el funcionar de la sociedad y el comportamiento humano no ha sido la excepción. Kouzy, Abi Jaoude, & Kraitem, 2020
                         


 
Las redes sociales pueden promover cambios en los comportamientos de las personas y a la vez se han convertido en testigos de cómo los seres humanos nos hemos adaptado a la cuarentena ocasionada por la pandemia del coronavirus. Se realizó una búsqueda de información a través de metabuscadores para conocer el papel que han tenido las redes sociales en esta pandemia; los aspectos positivos, negativos y aquello en lo que se puede mejorar. Para este análisis se han utilizado varios artículos científicos y de prensa confiable.


A raíz del aislamiento y distanciamiento físico, los contenidos en las redes se han multiplicado, sin embargo, parte de esta información se trata de noticias falsas, alimentadas por el miedo, que se difunden con muchísima facilidad. La salud mental de muchas personas se ha visto afectada por la gran cantidad de información a la que están expuestos a través de las redes sociales y, episodios de ansiedad y depresión se han hecho más frecuentes. Las noticias falsas o que contengan información no verificada también pueden generar una falsa sensación de seguridad al asegurar que existen métodos efectivos, distintos a las normas básicas de higiene y protección personal, de prevención o cura para la enfermedad.


Para el caso específico del Covid19, las redes deberían utilizarse para compartir información verificada y certera, además de ofrecer datos sobre cuándo las personas deben acudir a buscar atención médica; cuándo, dónde y cómo pueden realizarse una prueba de diagnóstico y qué deben hacer con el resultado. Agencias gubernamentales, organismos internacionales de salud, así como también los mismos administradores de las redes sociales, han intentado luchar contra la enorme difusión de noticias falsas e información no verificada, sin embargo, pueden realizar un trabajo más exhaustivo y colaborar con las agencias estatales de salud para mejorar la comunicación de datos a la ciudadanía y monitorear el avance de la pandemia.


Introducción



Las redes sociales digitales han aparecido apenas desde comienzos del siglo XXI y se han extendido a todos los continentes y regiones del planeta; se han posicionado como una herramienta usada por miles de millones de personas. Los adultos jóvenes son importantes usuarios de estas redes y los investigadores sanitarios han intentado aprovechar esta situación para implementar estrategias en promoción de la salud e intervenciones para promover cambios de comportamiento y adopción de estilos de vida más saludables (Klassen, Douglass, & Brennan,  2018). Estudios han evidenciado efectos positivos al usar las redes sociales para incidir en las conductas nutricionales de adolescentes y adultos jóvenes (Chau,  Burgermaster, & Mamykina, 2018). Las redes sociales ofrecen plataformas eficientes y fáciles de usar para promover la participación y compromiso para que las intervenciones de promoción de la salud sean exitosas (Gabarron,  Bradway, & Fernandez-Luque, 2018). Dentro de las redes sociales se han autoformado líderes de opinión, cuya incidencia también influye en la adquisición de comportamientos tan variados como, por ejemplo, prevención de VIH o aumento del consumo de vegetales (Zhang, y otros, 2020).


La pandemia del coronavirus ha trastocado la vida de todos los habitantes de la Tierra, como ninguna otra pandemia en la historia. Aunque han existido y existen otras enfermedades más mortales y letales, ninguna ha ocasionado un sismo tan grande. Si bien el protagonista principal es el SARS-CoV-2, las redes sociales están jugando un papel crucial en el desarrollo de la emergencia sanitaria; sucesos positivos y negativos han traído las redes sociales a ésta, su primer gran pandemia. Si bien Twitter y Facebook habían ya ‘nacido’ para la pandemia de H1N1, hace 10 años no existía la misma cobertura de internet móvil ni teléfonos inteligentes, además, el número de usuarios de estas redes se ha quintuplicado en la última década (Lean Factor, 2020).


Metodología

Se ha hecho una revisión de la literatura, artículos científicos, documentales, artículos de prensa sobre el papel de las redes sociales durante la pandemia de coronavirus (SARS-CoV-2) de 2020. La búsqueda se realizó en metabuscadores como Google, Google Scholar y PubMed. Las palabras usadas para la búsqueda fueron: Redes sociales AND coronavirus AND pandemia, Social Media AND COVID, Social Media AND health behaviour.


Desarrollo

El aislamiento ha ocasionado que personas de todas las edades empiecen o aumenten el uso de las redes sociales y otras herramientas de tecnologías de información, sea para informarse, compartir contenido informal con sus seguidores, comunicarse, trabajar, estudiar, entre otros. Los comportamientos en general se han visto obligados a cambiar -y en algunos casos de forma abrupta a consecuencia de la cuarentena y las redes son testigos de muchos de estos cambios.



Las personas se han desinhibido y han empezado a publicar contenido en sus cuentas, que va desde compartir una fotografía, noticia, creación de vídeos, tutoriales, hasta retos. Los expertos consideran que es un comportamiento normal al estar en confinamiento, ya que nos permite proyectarnos y seguir estando ‘‘ahí’’ con los demás (Malvesí, 2020).


Al momento, las redes tienen el poder de marcar la agenda mediática y amplificar la situación de la pandemia; basta con que un tema se viralice en redes, para que al siguiente día se convierta en el titular de los noticieros y en el tema para entrevistar a expertos. Además, la información amplificada puede ocasionar dos escenarios; banalización de la realidad (el coronavirus es un simple resfriado) o histeria colectiva (Lean Factor, 2020).


Al inicio de la crisis mundial, personas o lugares relacionados a China fueron víctimas de racismo y discriminación. Las imágenes que el mundo veía del epicentro del coronavirus y el pánico que esto generaba, ocasionó que se vaciaran restaurantes y tiendas chinas y que personas provenientes o descendientes de estas regiones, fueran víctimas de violencia en calles y vecindarios (Depoux,  Martin, Karafillakis, & Preet, 2020).


En Wuhan, epicentro de la pandemia, se evidenció un aumento proporcional de la cantidad de publicaciones en redes sociales de acuerdo con el aumento en el número de casos de COVID-19; cada 10 casos confirmados, existían 40 nuevas publicaciones. Estos hallazgos fueron menores en provincias más distantes al epicentro (Li, Xu, Cuomo, Purushothaman,  & Mackey, 2020). Sin embargo, hasta el 25% del contenido relacionado a la pandemia del coronavirus puede contener información errónea y dos de cada diez publicaciones tendrían información no verificada. Este es un fenómeno que se propaga a un ritmo alarmante y que constituye un peligro para la seguridad pública (Kouzy, Abi Jaoude, & Kraitem,  2020).


Hasta el 25% del contenido relacionado a la pandemia del coronavirus puede contener información errónea y dos de cada diez publicaciones tendrían información no verificada. Este es un fenómeno que se propaga a un ritmo alarmante y que constituye un peligro para la seguridad pública (Kouzy, Abi Jaoude, & Kraitem,  2020).


Los principales factores asociados a la inmensa divulgación de información errónea son: la presión de la demanda de información durante la crisis, la facilidad de difusión de la información a través de las redes sociales, factores culturales, los incentivos de comercialización y la escasa supervisión legal de los contenidos en línea. Los contenidos más buscados en redes tienen que ver con temas de estadísticas de la pandemia, tratamientos, vacunas, métodos de prevención, recomendaciones dietéticas y las formas de transmisión (Bastani & Bahrami, 2020).


La exposición frecuente a las redes sociales durante la pandemia ha demostrado estar relacionada con mayor incidencia de ansiedad y depresión. Un estudio en China reveló que el 80% de los encuestados estuvo frecuentemente expuesto a información de las redes sociales y que los episodios de ansiedad aumentaron en un 72% y, episodios mixtos de ansiedad y depresión, en un 91%(Gao, Zheng, Jia, Chen, & Mao, 2020). Estos hallazgos hacen imperativo que los gobiernos y las redes sociales regulen el contenido publicado y promuevan programas preventivos y curativos enfocados en salud mental.


Un estudio en China reveló que el 80% de los encuestados estuvo frecuentemente expuesto a información de las redes sociales y que los episodios de ansiedad aumentaron en un 72% y, episodios mixtos de ansiedad y depresión, en un 91% (Gao, Zheng, Jia, Chen, & Mao, 2020).


Las descargas de aplicaciones han aumentado en estas semanas y, las personas, al actuar con más emoción que razón, dedican menos tiempo a configurar la privacidad de sus nuevas cuentas y disminuyen también la conciencia sobre que un vídeo que subimos, en pocos segundos estará circulando al otro lado del mundo, sin que tengamos control sobre la difsuión de éste, incluso si lo borramos (Malvesí, 2020).


El miedo actúa como un caldo de cultivo en el que puede proliferar la desinformación y noticias falsas. La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha liderado las políticas en contra de las noticias falsas y promover información real sobre la pandemia y advierte sobre el peligro de campañas de desinformación orquestadas, las mismas que conllevan a un riesgo al abolir la importancia de un conjunto de hechos certeros (ONU, 2020).


La falsa sensación de seguridad también puede ser promovida por las noticias falsas sobre nuevos medicamentos o prácticas que aseguran prevenir la infección o curar el coronavirus. Estas situaciones pueden poner en peligro muchas vidas. Los creadores de contenido falso tienen al miedo como su principal aliado, ya que miles de personas comparten este contenido sin ningún juicio o investigación previa (ONU, 2020).



Los medios más usados para la difusión de noticias falsas son los audios a través de Whatsapp; desde supuestos médicos con información clasificada del COVID, pasando a policías que recomiendan abastecerse, hasta denuncias falsas sobre saturación de centros hospitalarios. En cualquier caso, esta información genera más pánico entre la población y no aporta de ninguna forma a solucionar los problemas (Sánchez J. , 2020).


Varios expertos buscan otorgarles a las redes ciertas responsabilidades y que asuman un papel más activo en cuanto a preparación, respuesta y recuperación de las emergencias sanitarias. Algunas de las acciones que se pueden realizar en respuesta a la pandemia son: controlar las noticias falsas y dirigir a los usuarios a fuentes confiables, funcionar como herramienta de diagnóstico y sistema de referencia para aquellas personas que necesitan atención médica, brindar apoyo psicológico a través de chats online, convertirse en plataformas para la educación en salud (medidas de higiene, uso correcto de prendas de protección, etc.) y para capacitación del personal sanitario (Merchant  & Lurie, 2020).


Las cuentas de organizaciones gubernamentales en las redes sociales deben también jugar un papel protagónico para difundir información veraz y oportuna. La información relacionada con las últimas noticias sobre la pandemia y sobre el manejo de la emergencia por parte de los gobiernos, conducen a una mayor participación de los ciudadanos ya que les permite reducir sus incertidumbres. Parece ser que, en momentos de crisis sanitarias, las publicaciones que contienen texto son más apreciadas por los usuarios, que aquellas con contenido multimedia (Chen, y otros, 2020).


Twitter y Facebook han intentado contrarrestar la inmensa cantidad de información falsa. La primera, por ejemplo, al ingresar la palabra coronavirus en el buscador, te recomienda páginas oficiales para informarse. En España te lleva a la cuenta del Ministerio de Sanidad de ese país. En países latinoamericanos te aparece la cuenta de la Organización Panamericana de la Salud (Sánchez,  2020).


Se ha propuesto la creación de mapas en tiempo real que trabajen con datos de tiempo y espacio (por ejemplo, geocodificación de mensajes y tweets) para ubicar los lugares y momentos en los que se esté compartiendo mayor cantidad de noticias falsas/rumores. Una vez ubicados, se pueden implementar estrategias de comunicación con datos reales y de fuentes fidedignas, con la finalidad de reducir el pánico en las comunidades afectadas (Depoux, Martin, Karafillakis, & Preet, 2020).


Discusión y conclusiones

Las redes sociales tienen influencia para cambiar el comportamiento de las personas para mejorar sus estilos de vida. Actualmente, las redes han sido testigos de cómo la pandemia por coronavirus ha ocasionado profundos cambios en el funcionar de la sociedad y el comportamiento humano no ha sido la excepción. Se pueden evidenciar aspectos negativos debido a la gran cantidad de información a la que tenemos acceso, como las noticias falsas, mayor riesgo de ansiedad y depresión, pérdida de privacidad, entre otros. Sin embargo, también existen aspectos positivos, como la posibilidad de recrear nuestra mente con actividades o retos que se promueven en las redes sociales, estar en contacto con amigos y seres queridos con los que no podemos estar físicamente, trabajar, estudiar, entre otros.


Las redes sociales digitales deben funcionar como un espacio de información y esparcimiento equilibrado que no cause más daño físico, mental o social del que ya causa la pandemia; tanto usuarios como administradores de las redes debemos actuar con responsabilidad al crear y compartir contenido. Por otro lado, las redes sociales también pueden tener un papel más protagónico al colaborar con la elaboración de mapas en tiempo real que ayuden a los estados a monitorear el avance de la pandemia.


Editora: María D. Brito-Rhor, PhD. Profesora Comportamiento Social y de Salud de la Maestría de Salud Pública de la Universidad San Francisco de Quito.

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¿La pandemia vino a confirmar el fin de las utopías?

Epoca póstuma



Un presente de coronavirus obsesionado por el futuro. Una nueva época que se desliza entre la agonía de prácticas que ya no pueden abrazarse para seguir mirando adelante. Y la avanzada neocapitalista, afirma la filósofa, recrudece los machismos, las xenofobias y las exclusiones. Todo eso, claro, en una sociedad sexoafectiva remota.




¿Por qué será que los humanos luchan por su esclavitud como si fuera por su salvación?, se preguntaba Spinoza en la alborada de la modernidad. En este estrepitoso crepúsculo pandémico la pregunta es otra. ¿Por qué será que se anhela una nueva normalidad como si fuera la libertad?


Ya no podemos amar sin presentir, hemos ingresado en la postumidad. Nuestro presente es el fin de las utopías. Nuestra herida narcisista, comprobar que la historia no disponía ni la emancipación, ni la igualdad, ni la paz perpetua que los modernos habían diagnosticado. La antigüedad se había regido por el pasado. La modernidad apostó al futuro. La posmodernidad a los tiempos simultáneos. ¿Y los contemporáneos del Covid-19? Con síndrome de obsesión futurista, como negando el presente.


Desde comienzos de 2020 habitamos un acontecimiento inédito. Interpela demasiado, se prefiere pensar el futuro. Pero la filosofía no es futurología. El buho de Minerva levanta vuelo al caer el día, decía Hegel. Una vez que suceden los acontecimientos la filosofía construye conceptos. Carece de capacidad profética. Wittgenstein lo resumió así: de lo que no se puede hablar, mejor callar.


La modernidad había sido hipócrita, prometía imposibles. Justicia universal, conocimiento absoluto, arte como forma de vida total. La posmodernidad fue cínica, no disimuló oportunismos, pastiches ni ambigüedad moral. Pero ¿ambas subsisten?, ¿o deambulamos sobre cadáveres que emiten señales de vida? ¿Somos modernos o posmodernos? Ni lo uno ni lo otro y a la vez ambos. Nuestra época es póstuma, se desliza y tropieza entre la agonía de las prácticas desde las que nos subjetivamos y el fracaso de las promesas de un mañana mejor. La caída de las Torres Gemelas, símbolo de un cambio de paradigma geopolítico, empoderó a los represores. Estado de excepción, terror al terrorismo, estallidos financieros, rescates para los ricos, niñez migrante enjaulada, muros dividiendo países, recrudecimiento de machismos, xenofobias y exclusiones.


Tiempos póstumos.


Asistimos a la perversión de los ideales modernos. He ahí nuestro nihilismo. Atravesamos ese medio siglo al que llamamos posmodernidad -mediados de 1950 hasta 2001- casi sin darnos cuenta. Guerras imperiales la antecedieron y precedieron. Hasta que apareció un migrante que se burla en la cara de los hacedores de Brexit y de muros supulcrales. Covid -el enemigo invisible- atravesó todas las fronteras sin pasaporte y se aloja donde quiere, hasta en el número 10 de Downing Street y en el palacio de Buckingham.


Daños colaterales de la pandemia: intelectuales hostigando a quienes cuidan; investigadores rechazando protocolos validados por la comunidad científica, divas despectivas del dolor ajeno y huyendo ¿para evadir impuestos? Propietarios de countries a favor de la economía, porque son sus servidores quienes ponen el cuerpo. La falange del tercer milenio grita ¡viva la muerte!, de los demás, ¡viva la economía!, propia. Esta avanzada derechista y bizarra tuvo un preludio profético: se escaparon de sus corrales vetustos y avanzaron sobre barrio norte los gansos de Buenos Aires.


Para Judiht Butler, lo más preocupante en esta crisis es que las demandas neocapitalistas por abrir la economía aceptan que significará la muerte para las personas más vulnerables de nuestras comunidades. Pero no les importa. Estos rancios -algunos brillantes en otras épocas- olvidan que los límites de la libertad de expresión es la propagación del odio y la violación de la dignidad de otras personas.


Necrofílicos trasnochados que recuerdan a los Muselmänner, tal como denominaban a los muertos vivos en los campos nazis. Apáticos, egoístas, sin fuerzas se arrodillaban y balanceaban su torso como un islamita orando (de ahí el apelativo musulmán). La perversión fascista los descerebró. Primo Levi los llama ineptos, Viktor Frankl, deshumanizados. En lenguaje coloquial les decían podridos. Eran tan repelentes que las cámaras testimoniales de los aliados apenas los muestran unos segundos. Pudor ante humanos devenidos zombis.


La guerra mundial acabó con los musulmanes, pero el virus los exhumó. No existen barbijos para protegerse de los anticuarentena. En cada negacionista de los crímenes de la dictadura o del virus se revela un Mulsemann que, desde su levedad ontológica y su discutible ética, reclama con urgencia una nueva normalidad. ¿Normalidad? Vivir en sociedad -con o sin cuarentena- es cumplir normas. ¿Nueva? No existen síntomas de cambios estructurales. Solo trasmutan hábitos y costumbres. Los límites de mi espacialidad son límites de mi tapaboca. La existencia mediatizada por lo virtual. Es la estrategia urgente de Silicon Valley. No hay virus que pueda contra el neocapitalismo.



Las estructuras disipativas de Ilya Prigogine son marco teórico apropiado para pensar la pandemia. De situaciones caóticas pueden surgir nuevos equilibrios. Por ejemplo, existen amebas que sólo viven en comunidad. Si la colonia es intrusada, se disipan y mueren. Aunque en circunstancias turbulentas muy alejadas del equilibrio, el accionar de un elemento del sistema puede atraer a sus pares y formar un agregado móvil. Buscan una fuente nutricia y forman una nueva colonia. La pospandemia ya encontró fuentes nutricias. Teletrabajo, salud, compras, gimnasia, diversión, educación, relaciones sociales y sexuales, todo virtual. Pero real, produce efectos empíricos.


Hace unos años, finalizada una clase sobre relaciones sexoafectivas remotas, una alumna me contó que, con su pareja, se habían conocido por una llamada equivocada. Meses de telesexo. Finalmente se encontraron. Ahora conviven, se aman, pero de vez en cuando el estímulo se agota. Renuevan la pasión cachondeándose virtualmente. Otra vuelta de tuerca de la evolución biológica, cada vez menos cuerpo, cada vez más voz e imagen. Marosa di Giorgio previó la desaparición del cuerpo en las relaciones amorosas: No se tocaban ni las manos. Conversaban, eso sí. Una conversación cuidada, delicada, brutal, en voz baja, a ratos bajaba a ratos había cumbres, clímax y descendía y se erguía pecando en extremo, pero llena de sorpresas y de escándalos. ¡Lo que se oyó! Al fin hubo un corcovo y un grito. Siempre de lejos, sin tocarse. Los fabricantes de las otrora camas “matrimoniales”, ofrecen ahora un biombo separador y dos lechos individuales munidos, cada uno, de notebook, auriculares, dildos y pañuelitos descartables. Sexualidades póstumas.

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Pandemia2020: el mundo que inventamos

Cuando se decretó la pandemia lo que más me llamó la atención fue la premura con la que sanitaristas, comunicadores,  políticos, cientistas sociales y otros especialistas se apuraron en anunciar el fin de una forma de vida y el surgimiento de una nueva “normalidad”. Mucha urgencia, pensé, frente a un enemigo del que poco se sabía y que con el correr de los días iba volviéndose bastante errático, a veces selectivo y mortal, otras hasta inocuo. La futurología ocupó un rol central en los análisis; los detallados informes médicos-científicos también. Y por supuesto, todo tipo de teoría sobre el origen del mal. Demasiado apuro, decía, en decretar el fin de una época. El mundo no necesita de un virus para cambiar repentinamente. Basta con hacer una retrospectiva de las formas anteriores a las famosas TIC y sus muchos derivados para comprender que las transformaciones constantes y radicales, abruptas por la celeridad de la tecnología, son desde hace un rato la “nueva normalidad” de esta hípermodernidad. Que no es otra cosa que la antigua modernidad acelerada. 
       

Si los dispositivos tecnológicos ya retacean la materia y subvierten el tiempo, convirtiendo a la virtualidad en la nueva presencia “real”, el virus, con sus modos y efectos algo primitivos, sería casi un ancestro no deseado de aquellos. Por otro lado, el desmadre económico y social pos pandemia no será tanto a causa del covid19 sino de las condiciones previas a él. 

Leer entonces a contracorriente: no “apareció” el virus para desmantelar una supuesta "normalidad" sino que el mundo lo produjo para desmantelarse y volverse a inventar, en un mecanismo incesante y generador de formas nuevas. Por otro lado, el olvido del ser humano en esta destrucción-construcción permanente no es tampoco exclusivo de sistemas políticos que esencialmente lo dejan de lado, como el capitalismo y el neoliberalismo, sino también de las pretendidas progresías y seudorevoluciones que merodeaban el planeta pre pandemia, que se inventan enemigos para no modificar, esencialmente, las relaciones de poder existentes. Como el feminismo, que llenó de ajetreos y ruidos cada ciudad y país en la que se territorializó con una por demás extraña complicidad mundial,  dilapidando tiempo, energías y recursos detrás de entelequias y dioses de barro y dejando en claro, pandemia mediante, que jamás se ocuparon, de mujeres realmente vulnerables. 

Por derecha y por izquierda, el hombre fue objeto de olvido, aunque hoy se rasguen las vestiduras y la buena consciencia eleve la voz al cielo reclamando por más justicia social frente al incómodo número de muertos. El mundo no cambiará por una peste más que por otras acciones, invenciones y destrucciones. Se reacomodarán las piezas, los centros de poder, se incorporarán hábitos distintos, como lo haría cualquier nuevo dispositivo lanzado al mercado por Apple o algún desplome bursátil, existirá cierto temor al principio y después, como siempre, sobrevendrá el olvido. Del hombre y de la tragedia de existir en una atmósfera que a pesar de catástrofes y normativas lo seguirá dejando de lado o lo borrará del planeta. O gracias a ellas.
 
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Que las elites planetarias estén interesadas en liderar el rumbo de tanta novedad y tanto cambio, no es una novedad. El grado de descontento de los pueblos en sus territorios tampoco, aunque si lo es la escasa definición de ideas respecto a utopías o destinos comunes que vayan dando forma a las transformaciones, disrumpiendo la deshumanización y degradación que el sistema ha venido instalando desde la “Gran Depresión” en 1929, una de las principales causas de ambas guerras mundiales posteriores. La guerra fría que le siguió y las políticas comunistas o Keynesianas en las que se dividió el mundo. Y el neoliberalismo único que comenzó a plasmarse con aquellas decisiones de la FED y se concreto de modo planetario con la Caída del muro de Berlín en 1989.

Los cambios y las incertidumbres han venido para acompañarnos durante un largo tiempo en estos rumbos en búsqueda de nuevos sentidos colectivos, mas solidarios y planetarios pero al mismo tiempo mas respetuosos de las realidades glocales (Virtuales y concretas en los territorios) que seamos capaces de construir. Será el legado y la humanidad posible que produzcamos para nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos …


Daniel Roberto Távora Mac Cormack






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