Consciencia urbana, entre lo individual y lo global

 



La renta inmobiliaria y la Ley de Alquileres

En semanas que está muy en boga hablar de la rentabilidad de, por ejemplo, tener un departamento alquilado bajo la nueva Ley de Alquileres, me pareció muy interesante esta nota del economista Roberto Feletti sobre la evolución de la renta inmobiliaria en la Ciudad de Buenos Aires.  

Algo que me impresionó mucho es el desfase entre la renta inmobiliaria (es decir la diferencia entre el costo y el precio promedio en dólares del metro cuadrado construido), que aumentó un 1000% entre 2002 y 2018, y la cantidad de metros cuadrados que compran un salario medio en la zona norte de la Capital, que pasó de 0,43 a 0,18 entre ese año y el 2020. Claro, si miramos la serie completa el dato es más interesante aún. En 1995 un salario medio compraba 0,84 metros cuadrados, a la salida de la convertibilidad bajó casi a la mitad y para 2011 el aumento del salario hizo que alcanzara para comprar 0,71 metros cuadrados. Pero duró poco, debido sobre todo a las sucesivas devaluaciones y a que el metro cuadrado en dólares en el largo plazo no tiende a bajar.

El último tema que toca Feletti en la nota es la situación de los alquileres, algo que estuvo en boga esta semana ya que el bloque opositor quiso negociar el quórum -para permitir el tratamiento de la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos- a cambio de incluir en el temario, entre otros proyectos, la derogación de la Ley de Alquileres aprobada en junio del año pasado. ¿Intento de solución o exceso en lobby inmobiliario? 

Hay acuerdo en casi todo el arco político de que la nueva Ley de Alquileres no tuvo los resultados esperados. Lo que cambia según con quién se habla es por qué y cómo solucionarlo. Sobre lo primero, pareciera que entre la oposición (que fue la encargada de ingresar la ley en el Congreso en su momento) apuntan solamente a que la ley desincentiva la oferta y encarece el precio por una decisión racional de los agentes del mercado. 

Entre las otras fuerzas políticas, agrupaciones de inquilinos y académicos aparecen hipótesis más complejas que van desde la falta de campañas de información clara acerca de la ley por parte del gobierno, las inmobiliarias que aconsejan subir el precio inicial del contrato por su nueva extensión a pesar de que su valor real está garantizado a través del índice de locaciones urbanas hasta el incumplimiento directo de la ley. 

Según cifras oficiales que consigna el propio economista, la evolución de los alquileres en la CABA durante el primer semestre estuvo cercano a la inflación de ese período (25%), algo que no coincide con relevamientos privados que consignan los medios tradicionales más leídos basados por lo general en muestras sesgadas. Ese 25% tiene sentido si consideramos que la nueva ley toma la evolución de los precios y los salarios formales para elaborar el índice de locaciones urbanas que fija los aumentos anuales (antes semestrales) de los contratos de alquiler. Ese índice marcó un aumento del 56% en octubre, un aumento que aunque sea anual es claramente muy alto, sobre todo para las familias cuyo trabajo es informal. En este punto hay quienes apuntan a que el índice debería estar compuesto de otra forma o que en realidad el problema es que la inflación se aceleró. Más allá de esas hipótesis es llamativo que ese aumento que asegura la rentabilidad de los dueños sea a su vez la razón por la cual ellos mismos aumentan el precio inicial del contrato a causa de una supuesta incertidumbre.

La merma en los departamentos ofertados en alquiler también podría ser responsabilidad de la no aceptación de la condiciones que impone la nueva ley, que deriva en un aumento de la oferta para la venta con precios más bajos que hace algunos años pero que, sin una política de crédito hipotecario robusta, no redunda en la creación de nuevos dueños, lo que a su vez descomprimiría el mercado de alquileres. Como ves, es más complejo que solamente derogar una ley.     

Un fantasma recorre Europa

Mientras tanto, en España también se discuten los alquileres. El abordaje, sin embargo, es más integral. Se trata de una Ley de Vivienda que entre sus puntos más destacados está la regulación del precio del alquiler (solo para los propietarios de más de diez viviendas) y la imposición de un recargo del 150% en el impuesto inmobiliario a aquellas viviendas que estén ociosas. Además se prevé un bono de 250 euros mensuales para el pago del alquiler a jóvenes (entre 18 y 35 años) que tengan un ingreso inferior a 2.000 euros por mes y el incremento del parque público de viviendas a través de la obligación de que los nuevos edificios destinen un 30% a inmuebles protegidos, la mitad de las cuales irían a engrosar el parque de alquiler público. 

La medida fue especialmente festejada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cuya gestión desde hace años tiene una fuerte impronta en la regulación del acceso a la vivienda. De hecho, algunas de las regulaciones contempladas en la ley nacional ya se pusieron en práctica en la ciudad catalana. Desde la oposición española señalan que las regulaciones serán perjudiciales porque va a provocar una baja en la oferta, pero Colau señaló que no sería así ya que la ley propone también “para los pequeños propietarios grandes incentivos para congelar o reducir precios del alquiler". Mientras que a los grandes propietarios se los obligará a respetar topes en los precios por zona, a los pequeños se les congelará el precio vigente y se les ofrecerán beneficios fiscales a cambio de que lo reduzcan.  

Anne Hidalgo, en París, está siguiendo un camino similar al de Colau y me enteré por Federico Poore que su plan de alquileres públicos incluye una de las zonas más caras de París con el objetivo de no solamente satisfacer la demanda de sectores de bajos ingresos sino también evitar la segregación urbana. 

En Berlín también apuntan fuertemente a ordenar el mercado de alquileres. El domingo pasado, en el referéndum que te conté que busca expropiar grandes tenedores de vivienda para volcarlas al alquiler social ganó el “sí” con el 56%. 

La lógica de la necesidad

La semana pasada topadoras arrastraron un asentamiento precario que se había instalado en el Barrio Padre Mugica (ex villa 31) de la ciudad de Buenos Aires. 

Nacho Levy, referente de la organización villera La Garganta Poderosa, dijo algo que me parece interesante: “No es un problema de la villa, es un problema de la Ciudad”. Esta mirada permite justamente un análisis más integral que termina en el desalojo pero que empieza mucho antes, por ejemplo, con el encarecimiento del suelo urbano. 

Pedró Pírez, uno de los urbanistas argentinos más reconocidos, habla de lógicas de producción, gestión y acceso al suelo urbano: (a) la lógica mercantil donde prima la obtención de ganancias de un privado, (b) la lógica pública que guía el accionar del Estado en sus distintos niveles mediante planes de viviendas o regulaciones del suelo (modificaciones del Código Urbanístico, por ejemplo) y (c) la lógica de necesidad que desarrollan actores predominantemente por fuera del mercado y de las políticas públicas, habitantes de la ciudad que no entran en ninguna de las otras dos lógicas y demandan la satisfacción de un derecho. Esta es la lógica a la que se vieron empujadas las familias que ocuparon un predio en el barrio Mugica.

En el mundo real esas lógicas se combinan permanentemente. Es probable que creas que tu lógica de acceso al suelo fue solamente a través del mercado pero seguramente en algún momento la lógica pública intervino, de mínima invirtiendo dinero en infraestructura o equipamiento. Exactamente lo mismo pasa con las otras dos lógicas. 

Para entender concretamente lo que está pasando en el barrio Mugica desde 2016 hablé con Melina Ons, socióloga y becaria doctoral del CONICET que viene estudiando el tema hace años. Melina me contó que por lo general las tomas de tierras dentro de los barrios informales tienen que ver con la inquilinización misma del barrio donde muchas familias se someten a contratos informales para poder acceder a un techo. “Si los inquilinos en la ciudad formal la tienen complicada, en la villa la tienen más aún porque no tienen contratos que los protejan”, describe. Además, Melina señala que en la 31 hay mucha tierra vacante no destinada al proceso de reurbanización y que el gobierno porteño buscaba vender pero que el cambio de gobierno nacional lo frenó. 

El principal argumento para el desalojo fue la construcción de una escuela, pero nadie en el barrio ni fuera de él estaba al tanto de ese proyecto. Las razones de esa no información son principalmente dos, según Melina: que no no hay un proyecto integral o un plan maestro de reurbanización donde se pueda ver qué se va a hacer etapa por etapa y que no existe una participación real de las personas que viven allí, algo que en reurbanizaciones de otros barrios como Rodrigo Bueno y Fraga sí sucedió en mayor medida. 

Justamente quienes estaban encargados de fomentar la participación en el proceso fueron echados en 2018 por Diego Fernández, el empresario gastronómico abocado a locales de sushi y ex secretario de Integración Social y Urbana, porque reclamaban mejores condiciones laborales y poder profundizar el proceso participativo en el barrio. Cuando lanzó la búsqueda para reemplazar a quienes despidió, Fernández se hizo fugazmente conocido porque pidió que se abstuvieran de postularse personas egresadas de la Universidad de Buenos Aires.

Las obras, financiadas por organismos internacionales, son insuficientes. Se construyeron 1.080 viviendas de un total de 50.000 que hay en el barrio, todavía no hay tendido eléctrico y hay cortes de agua recurrentes en gran parte de la villa, algo que se hizo muy explícito a principios de la pandemia. 

Si cualquiera va al barrio se da cuenta que las obras más importantes están en un sector del barrio -casualmente la que se ve desde la autopista- con viviendas nuevas que tienen muchos problemas edilicios. Pero muchos otros siguen sin servicios o con problemas graves edilicios y de hacinamiento. Es el sector que se llama ‘el macizo’, donde vive la mayoría de la gente y donde casi no se abrieron calles. Ahí la idea es sólo repartir títulos, lo que genera expulsión de inquilinos en el corto plazo y a la larga expulsión de los dueños de las hipotecas si no se mejora e integra realmente el barrio con el resto de la ciudad”, concluye Melina. 

TRAMA URBANA, Fernando Bercovich CENITAL

Cultura Digital – Los relatos y las formas

Santiago Battezatti, Doctor en Antropología Social (UNSAM) y becario posdoctoral en la Universidad Nacional de l San Martín (UNSAM).

¿Dónde están los textos culturales en la era digital?

Las investigaciones en industrias culturales en la era digital han buscado comprender los modos en que las industrias del siglo XX están mutando en el contexto de la digitalización. Esta agenda de investigación no consigue tomar en cuenta la emergencia de nuevos textos culturales que no necesariamente tienen un paralelismo con las industrias anteriormente establecidas. En este artículo buscaré llamar la atención sobre algunos rasgos vinculados a las formas de producción y circulación de los textos culturales que han sido el eje de esta agenda de investigación.

El caso de Feeld, una aplicación de citas orientada a la diversidad relacional, es ejemplificador para señalar la emergencia de nuevos textos que no tienen un paralelismo con industrias culturales del siglo XX, así como su necesidad de ser estudiados. Como veremos, a través de la interacción virtual en esta aplicación entre mexicanos, estadounidenses y canadienses, surge un texto que es leído de modo similar a otros textos culturales ya reconocidos por las investigaciones en industrias culturales.

El caso de las parejas mexicanas que buscan explorar en Feeld ciertas cuestiones relacionadas con su vínculo afectivo y sexual. El caso de estas parejas sugiere que utilizan la indexación que la plataforma hace de perfiles de otras personas –y su interacción ocasional con algunas de ellas– como un texto que les permite repensar cuestiones vinculadas a sus concepciones de la pareja y el sexo, entre otras. Así, Feeld se presenta para estas parejas como un texto que debe ser considerado en el mismo plano que otros que, como la pornografía, la comedia romántica, los libros de autoayuda para parejas y, más en general, las recomendaciones sobre sexo y relaciones que se dan en los medios de comunicación (Barker, Gill y Harvey, 2018), contribuyen a moldear aquello que las personas pensamos, sentimos y hacemos en torno al amor, el
sexo y las relaciones sexoafectivas.

¿Dónde están los textos culturales en la era digital? El caso de la app de citas Feeld

Where Are the Cultural Texts in the Digital Age?

The Case of the Feeld Dating App - Santiago Battezatti - Sociológica, año 36, número 103, mayo-agosto de 2021, pp.

La paz, La prensa y las comunicaciones humanas

Los periodistas María Ressa, de Filipinas y Dmitry Muratov, de Rusia, son los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2021.

El Comité Noruego del Nobel en Oslo otorgó el premio a Ressa y Muratov por sus "esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión que es una precondición para la democracia y la paz duradera".

El comité resaltó que los galardonados recibieron el premio por su valiente labor en aras de la libertad de expresión en Filipinas y Rusia.

Añadió que, al mismo tiempo, Ressa y Muratov representan a todos los periodistas que se pronuncian por este ideal en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa enfrentan crecientes condiciones adversas.

(BBC)

Ser y Parecer

Juan Carlos Di Lullo ha nacido el 30 de agosto de 1949. Ha ejercido el periodismo en la televisión, la radio, la prensa escrita, digital y hoy a cargo de la edición del video-periodismo en La Gaceta. Actor egregio con un largo itinerario sobre las tablas. Tiene reflexiones sobre el oficio que valen la pena leer.

La frase atribuida al emperador romano Julio César que expresa “La mujer del César no sólo debe ser honesta sino que debe parecerlo” ha atravesado los tiempos y se la usa para establecer una especie de exigencia moral hacia las personas que desempeñan alguna actividad pública con cierto grado de responsabilidad. Dejando de lado la intrínseca machirulez de la máxima (ya que sólo plantea requisitos “morales” a la mujer del César pero no dice absolutamente nada sobre el comportamiento de su marido), queda claro que no expresa otra cosa que una exhortación a mantener un comportamiento público acorde con el estricto cumplimiento de las disposiciones legales a todas las personas “políticamente expuestas”, como dicen ceremoniosamente los formularios de las declaraciones juradas en los bancos.

Al parecer, al menos en los últimos tiempos, los medios dominantes en la Argentina (aquellos que tienen una participación groseramente desproporcionada dentro del espectro informativo e influyen sobre las opiniones y las decisiones de una porción más que numerosa de la población), han invertido el sentido de la milenaria máxima latina y se comportan como si esta aconsejara “el déspota no sólo tiene que ser avieso y malintencionado en sus acciones sino que además, debe parecerlo”; o, mejor, demostrarlo sin dar lugar a la menor duda.

Al menos, esa idea parece haber guiado a los redactores de Clarín hace un par de días al declarar en el título central de la tapa del diario “Con la salida de Highton, el Gobierno pierde su único voto en la Corte”. El enunciado no es otra cosa que una confesión que naturaliza la degradación de uno de los tres poderes del Estado. Ante la novedad de la renuncia de uno de los Supremos, (una, en este caso, por tratarse de Elena Highton de Nolasco), el titular de Clarín afirma explícitamente que los votos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación tienen dueño; de los cinco, dice el diario, sólo uno “pertenecía” al Gobierno, y ahora sólo quedan cuatro que “no le pertenecen”. El diario lo menciona en tono triunfante, porque percibe (y amenaza con) que ningún fallo o pronunciamiento de esa Corte diezmada y desprestigiada favorecerá al Gobierno; como si el Tribunal no hubiera dado ya sobradas muestras de ineficacia, ineptitud y falta de imparcialidad, todos pecados mortales si se habla de quienes deben impartir justicia. La irregularidad se potencia si se tiene en cuenta que es precisamente el órgano encargado de ejercer el control de constitucionalidad dentro del esquema republicano de Gobierno. Es así como un grupo reducido (cada vez más reducido) de cortesanos prácticamente vitalicios tiene la potestad de dejar sin efecto leyes votadas por mayorías parlamentarias (con integrantes elegidos directamente en elecciones periódicas) o decretos emanados del Poder Ejecutivo (encabezado también por una figura electa por el pueblo y con mandato acotado). Si ese grupo de privilegiados no puede exhibir una trayectoria y un comportamiento acorde con la tremenda responsabilidad que la Constitución pone sobre sus espaldas, la democracia está en peligro.

Entonces:¿Qué es lo que revela el titular de Clarín? Que los votos de los Supremos tienen dueño. Y si se identifica el de la cortesana renunciante como el único que pertenece al Gobierno… ¿a quién pertenecen los otros cuatro? Por el tono triunfante de la información, es fácil deducir que esos votos responden a los mismos sectores que el diario representa y de los que forma parte.

Esta situación es incompatible con la vida democrática de cualquier comunidad, pero tampoco es una novedad que sorprenda a nadie. La portada de Clarín no hace otra cosa que explicitar hechos que gran parte de la población supone o intuye: la Corte Suprema muestra a través de sus decisiones (expresadas en los votos de los cortesanos, pero también en los silencios y las demoras inexplicables en las que a menudo incurren) que dista mucho de ser un organismo eficiente, confiable e imparcial.

Netflix tiene en su cartelera una película de 2014 titulada “Primicia mortal” (Nightcrawler) interpretada por Jake Gyllenhaal y Rene Russo en la que el protagonista se convierte casi por casualidad en un reportero gráfico de televisión que paulatinamente va escalando posiciones porque no tiene el menor escrúpulo a la hora de conseguir el material periodístico que vende a los canales de televisión. Progresa porque cumple con eficiencia el pedido que le hacen en las emisoras: cada vez más sangre, más violencia, más sensacionalismo.

Sin escrúpulos, sin dilemas morales: la gran mayoría de los medios argentinos se comportan como el personaje de Gyllenhaal. Y además, lejos están de hacer honor a la frase de Julio César. O bien, la reinterpretan así: “La mujer del César no tiene por qué ser honesta; debe hacer lo posible para no parecerlo”.

(Revista “La Barraca”)

Los emojis y el lenguaje

Martín Smud, Psicólogo, psicoanalista, escritor, docente universitario, escribe en página 12

Reflexiones a partir de la nueva imagen del varón embarazado

Muchos se preguntan acerca del valor comunicacional y representativo de los emojis. La multiplicación ha sido enorme y existe ya un lenguaje tipo pictograma, adaptado a estas épocas de lenguaje inclusivo. Algunos de los últimos emojis, como la imagen de un varón embarazado, desafía la delimitación biológica y la historia patriarcal, demuestran que este tipo de comunicación se va complejizando y abriendo nuevas opciones: a todos los colores, a todas las etnias, a todos los géneros.

¿Podríamos pensar que los emojis son progresistas, en un tiempo donde, al mismo tiempo, se visibilizan vituperios, rencores, cuestionamientos furibundos del otro y operaciones que deslegitiman formas de gobierno como las fakenews? Pero ¿no se vuelven en factores continuos de achatamiento del pensamiento por su rechazo a su puesta en palabras y porque, por su aparente simpleza, nadie está autorizado a pedir explicaciones de un emoji sin enfrentarse a la posibilidad de ser considerado un infradotado?

Los emojis son pequeñas imágenes digitales que deben ser analizadas como íconos, como símbolos, pictogramas o signos figurativos que “representan” cuestiones tan disímiles como un objeto real, un significado, una emoción, un posicionamiento ideológico. En la prehistoria de la humanidad, los pictogramas fueron antecedentes históricos de sistemas de escrituras propiamente dichos. Hoy, a diferencia de esas épocas, un pulgar para arriba (de diferente color) tiene un significado comprensible universal pero la reunión de tres emojis, una lengua, un pepino, gotas de sudor, resulta un pictogramas que merece una decodificación más compleja y discutible: se trata del deseo (patriarcal) de descarga sexual directa. Los emojis son signos icónicos que intentan eludir la ambigüedad del lenguaje, el malentendido, pero que han generado otro tipo de comunicación que se ha complejizado mostrando nuevos desafíos comunicacionales.


La llegada continua de nuevos emojis como el “montoncito” en el 2020, que tiene valor de gesto (se hace con todos los dedos juntándolos al centro), plantea un interesante analizador del lugar que han cobrado. Ese emoji representa el gesto italiano que acompaña a la frase “ma che vuoi”, una expresión que se utiliza para situaciones de desacuerdo, frustración o incredulidad, y que nosotres traducimos en la frase: ¡¿qué estás diciendo?!

Si bien los emojis intentan eludir la ambigüedad propia del lenguaje, que es el malentendido, crecientemente han puesto el acento en el enunciatario, en aquellas emociones que puntúan el discurso del otro a partir de lo siente quien manda o recibe (en el sistema de cibercomunicación no están diferenciados en la enunciación) el mensaje.

Hay algo que particulariza a los emojis y es su relación con el comic, una cara llena de besos, casi moretones de besos, implica un guiño que despierta tanto una sonrisa de quien lo recibe como el deseo de decodificación de ¿hasta dónde quiere llegar? La creciente utilización no ha dejado de aumentar, aunque cada cual utilizará una paleta reducida de favoritos, siempre abiertas a la novedad.

En un mundo tan crecientemente desigual y con tantos problemas sociales, no parecieran ser estos pequeños objetos comunicacionales con el predominio de lo icónico un tema de envergadura, aunque fundamentemos de su rechazo a lo dialógico (muchas veces definitivo) o enfaticemos el lugar que ocupa como cierre o apertura de nuevas unidades de sentido comunicacionales, no lograremos despertar demasiado interés teórico por el asunto. Si el emoji se sostiene en la premisa de que una imagen vale más que mil palabras, entonces mil palabras no hay quien las soporte.

El emoji del hombre embarazado, en épocas de mucho tránsito comunicacional y poco tiempo, nos deja poco tiempo para reflexionar acerca de lo que las nuevas tecnologías están haciendo de la subjetividad epocal. Son invenciones rápidas que no necesitan un nivel de consenso anónimo como es el lenguaje, pero que al minimizar su lugar en la comunicación, nos quita lugar para su estudio. El lenguaje va a pie, a fuerza de sangre, en cambio los emojis se multiplican como conejos, y se encuentran en plena ebullición, apelan a la sensibilidad emocional para expresar sentimientos frente a lo que se habla, con el laudable intento de sortear la explicación de costosos sentimientos de ambivalencia afectiva.

Los emojis, aunque su naturaleza y economía sea la simpleza, paradójicamente en conversaciones íntimas no se comprenden, los amantes piden explicaciones de lo que quisiste decir con ese emoji, funcionan tan bien como signos denotativos pero su poder connotativo pegados sobre una superficie pulida y translucida en nuestros celulares inteligentes, nos llenan de preguntas hasta el punto de que son materia actual de investigaciones psicoanalíticas y semiológicas. Se vuelvan crecientemente difíciles de comprender, y factores de continuas incomprensiones que no logran, por su naturaleza, ponerse en palabras. Al ser poco valorados y aparentemente decorativos, facilitan su utilización frecuente, muchas veces despiertan esa bronca tan peculiar por esa dificultad de no contar con claves de interpretación. Son desvalorizados quienes intentan tomarlos como objetos de teorización...  ¿qué se puede teorizar del tema? Un producto cultural con ideas políticas, representaciones del mundo y un particular humor que siempre se nos está escapando de comprender de qué se trata su envergadura comunicacional.

El Hilo conductor

Los procesos de urbanización, las formas culturales, sociales, políticas y económicas que la producen y transforman la vida en que las personas gestionan sus conductas, emociones, sentimientos y formas de comunicación y de relacionarse con sus cuerpos y sus cogniciones, devienen de procesos complejos que, en estos tiempos, tienen en la digitalización y la virtualización un motor de expansión formidables. Lo que en los años 60, el sociólogo canadiense llamo “aldea global”, eran apenas vestigios de lo que hoy ya es una realidad palpable. Lo que no se alcanzó a percibir por entonces es que, aunque la percibamos y modelemos de formas lineales, la historia no discurre tanto en sus conservaciones como en sus transformaciones de esa forma lineal. Por el contrario, lo que supone cambios radicales de formas y significados, se van superponiendo de maneras complejas, con lógicas no siempre fáciles de distinguir. 

Con dimensiones que se entremezclan perdurando y sosteniendo ciertos aspectos de “lo viejo” en “lo nuevo” de modo que las realidades locales subsisten en las globales, las culturas tribales se hacen lugar en la aldea global. La globalización percibe lo universal pero al mismo tiempo es percibida desde el territorio, desde las narrativas de las culturas y formas de vivir las experiencias comunitarias, reales en las geografías y con las personas concretas que las habitan. En algún punto lo virtual deja de ser virtual y lo real deja de ser real para construir una amalgama única y propia de estos tiempos, conservando parte del pasado y parte del futuro de formas complejas.

El hilo de las consciencias

El factor humano, como se está dando en llamar las necesarias intervenciones de las personas en el control y dominio de los procesos de automatización y digitalización, se producen con toda esa carga que constituye a las personas como tales, como humanas. Con esas cargas a veces contradictorias y otras que logran equilibrios mas coherentes entre lo que son como humanos universales y aquello que los define en sus contextos singulares y particulares. Los algoritmos comienzan a responder a estas dinámicas mas complejas y la inteligencia artificial demuestra ser “mejor” en algunos aspectos, pero no tanto en otros a la hora, por ejemplo, de distinguir noticias falsas de ciertas, o lo que se produce de alguna manera en lugar pero no ocurre de la misma forma en otro.

En todo caso, como humanos, puestos a humanizar, todo esta sometido a la consciencia que, y al mismo tiempo, como afirmación de esas formas complejas, es consciencia individual y consciencia colectiva, universal y personal. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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