Viernes 3 de abril de 2020
La Solidaridad al Poder 



La globalización teje redes solidarias y comunitarias con un sentido que hace algunos años denomine como "glocal", lo local y lo mundial, lo virtual y lo real, lo cognitivo y lo sensible, acercando experiencias vitales, humanas, vivas, transformando la realidad de muchos grupos humanos de maneras diversas y hasta ahora no del todo articuladas ... quizá estos tiempos de pandemia produzca la globalización de la comunidad humanizada ...



Nicolás Sguiglia nació en Rosario hace 43 años. Criado en el exilio mexicano, transitó su adolescencia en la Ciudad de Buenos Aires. Ahora lleva dos décadas viviendo en Málaga, España, donde se recibió de Licenciado en Sociología y tras una militancia activa en los movimientos sociales y de defensa de los derechos de los inmigrantes, accedió a una banca como Concejal por Podemos, el partido de Pablo Iglesias.



En una entrevista virtual cuenta que por una leve febrícula por una insolación fue internado y aislado en el Hospital de Rosario durante tres días a principios de marzo: “Soy un de los primeros argentinos que hizo el hisopado por Covid en el país. Por suerte me dio negativo”, se ríe.



De cualquier forma se lamenta de su situación que lo dejó junto con su compañera y su hija de cinco años en su casa materna del barrio porteño de Coghlan, bien lejos del epicentro de su actividad política.



-¿Qué te trajo a la Argentina?



-Vine por circunstancias familiares y, fundamentalmente, para visitar proyectos sociales y conocer de cerca iniciativas y políticas públicas implementadas acá como alternativa al fracaso del neoliberalismo y que puedan servir como ejemplos para su aplicación en Málaga y España. Estamos a su vez trabajando en un proyecto de cooperación y hermanamiento entre Rosario y Málaga que esperamos pueda ir dando sus frutos.



-¿Qué tipo de iniciativas te llamaron la atención?



-América Latina en general y Argentina en particular son una fuente de inspiración para Podemos y otras organizaciones políticas progresistas en Europa. En primer lugar, para analizar en detalle la devastación social y los altísimos niveles de desigualdad que ha provocado la implementación de la doctrina neoliberal. En el caso argentino, el gobierno de Macri ha sido claramente desastroso. Es importante tomar nota de sus efectos porque sus políticas son similares a las que proponen las derechas europeas. En segundo lugar, el arraigo y la fuerza de los movimientos sociales y populares en Argentina son un laboratorio inagotable de prácticas que tenemos que estudiar, analizar, e intentar replicar en España y Europa. Finalmente, se ha desarrollado un amplísimo abanico de políticas públicas ‘posneoliberales’ a nivel nacional, provincial y municipal que indican la posibilidad de otras formas de gobernar y de poner las instituciones al servicio del pueblo. 

 



-Podemos cuenta con cinco ministerios en el llamado ‘gobierno de coalición progresista’ junto con el PSOE en España, ¿Cuáles son los principales objetivos que se proponen?



-Asumimos con un objetivo central: revertir los efectos de las políticas neoliberales e implementar medidas orientadas a blindar y proteger los servicios públicos, extender la presencia del Estado en la garantía de derechos sociales básicos, combatir la precarización y mejorar la calidad del empleo e impulsar políticas que nos permitan avanzar hacia un país más justo e igualitario. Se trata de un desafío grande ya que la implementación incluso de políticas que se enmarcan en la tradición socialdemócrata se encuentran con muchísimas presiones, bloqueos e intentos de desestabilización por parte de los poderes económicos, políticos y mediáticos consolidados tras décadas de hegemonía neoliberal. Es por eso que hará falta contar con el apoyo de importantes sectores sociales. Necesitamos poner a la sociedad en movimiento, acompañando y presionando para orientar las políticas públicas hacia los sectores populares, que son los que históricamente más necesitan del Estado. La crisis provocada por el coronavirus en España, donde está golpeando de forma muy virulenta, hace que, ahora mismo, todos los esfuerzos del gobierno se centren en salir de esta situación cuanto antes y sin dejar a nadie atrás.



-¿Pensás que ese objetivo puede darse dentro de un gobierno de coalición con el PSOE? ¿Se siguen considerando una fuerza anticapitalista identificada con el movimiento de los indignados?



-Las últimas elecciones generales dejaron unos resultados y un mandato: Pedro Sánchez presidente como candidato de la fuerza más votada y una mayoría parlamentaria progresista conformada por el PSOE, Podemos y otras fuerzas. En Podemos se dio un debate sobre entrar o no en el gobierno que culminó con una consulta a las bases, y el 97% votó a favor. Las bases entendieron que era importante nuestra presencia para garantizar una orientación de las políticas públicas hacia la gente trabajadora. El acuerdo de gobierno con el PSOE recoge sólo parte de nuestro programa, pero ya se está demostrando la importancia que, en el Ministerio de Trabajo, en la Vicepresidencia de Derechos Sociales o en el Ministerio de Igualdad, haya gente de Podemos trabajando para conseguir las mejores medidas posibles para el pueblo español. Seguimos trabajando con un horizonte anticapitalista, pero un análisis de la situación y la correlación de fuerzas existentes en España y en Europa nos invita a cerrarle el paso al bloque de las derechas neoliberales y reaccionarias, impulsar medidas que nos permitan avanzar en el marco de una ‘transición posneoliberal’ hacia una sociedad más justa y democrática. Pero sabemos que no bastará con tener cinco ministros en el gobierno, necesitaremos de una amplia movilización social que acompañe y empuje en esa dirección.



¿Cómo se explica la fractura entre los dos líderes históricos de Podemos, Iglesias e Iñigo Errejón?



-Cómo solemos decir en los debates internos, cuando se enfrían los procesos de movilización y se produce un distanciamiento con las dinámicas de lucha y articulación de los movimientos populares, la forma-partido tiende a oxidarse y a oler a naftalina, amplificándose dinámicas de burocratización y disputas de poder a nivel interno. Hemos cometido muchos errores, muchos forzados por la velocidad de la coyuntura política y los ataques inéditos de los poderes económicos y mediáticos y otros, fruto de cierta inexperiencia y descuidos para diseñar una organización de masas fuerte, plural y democrática a la vez. Más que desacuerdos de fondo en la línea política (que los hubo, pero no eran insalvables), los principales motivos de esa ruptura parecen haber sido lo que Jorge Alemán llamó “los narcisismos de las pequeñas diferencias”. Pero esa crisis está ya superada, él optó por conformar un nuevo partido, Más País, que más allá de sus malos resultados lo consideramos parte del bloque histórico que tenemos que articular junto a organizaciones políticas, sindicales y sociales.



-¿Qué valoración haces de la crisis provocada por el coronavirus y las medidas adoptadas por los gobiernos en España y Argentina?



-La situación es gravísima y exige actuar con el máximo de celeridad, responsabilidad y valentía. Tenemos dos frentes prioritarios. El primero y más urgente es atender la emergencia sanitaria, frenar la curva de contagio, reforzar rápidamente los sistemas públicos de salud (muy golpeados por los recortes y desinversión de la gestión neoliberal) y destinar recursos para investigar y conseguir medicamentos y vacunas lo antes posible. El segundo frente es la emergencia económica y social que, como siempre, golpea especialmente a los sectores más vulnerables. Es evidente, y lo reconocen hasta sectores de la ortodoxia neoliberal, que la situación exige dejar atrás el recetario de austeridad para impulsar una clara expansión del gasto social que permita atender las enormes necesidades de la población. Hace unos días un medio inglés advertía que el coronavirus dejará muchos más pobres que muertos, y ante esto la tarea de todos los gobiernos es impulsar medidas que garanticen las condiciones materiales para una vida digna al conjunto de la población.



-El gobierno español prohibió los despidos en forma temporaria. Lo mismo ocurrió en Italia y Grecia. ¿Alberto Fernández debería hacer lo mismo?



-La situación económica de ambos contextos es claramente distinta y Argentina se encuentra en una situación mucho más comprometida, pero en términos generales creo que la gestión de la crisis por parte de Alberto Fernández es la correcta, señalando un compromiso de poner el Estado al servicio de quienes más lo necesitan, atendiendo a la emergencia sanitaria pero también a la emergencia económica y social. La conciliación obligatoria en Techint va en esa dirección. Hay que evitar todos los despidos posibles, garantizar ingresos y derechos y apoyar a pymes, autónomos y a la actividad económica en general. A la gente se le está pidiendo un esfuerzo extraordinario y deben respetar a rajatabla las recomendaciones de los expertos y hacer aflorar la máxima solidaridad vecinal posible. De esta situación nos salvamos juntos y cooperando. Nos tenemos que preparar para una crisis económica a escala global sin precedentes que se traducirá también en una disputa política. De esta crisis se saldrá dejando atrás las políticas neoliberales y con un Estado social fuerte, pero para conseguir eso no basta con un virus, necesitamos una sociedad organizada y en movimiento.




La pandemia de coronavirus superó este jueves el millón de personas infectadas en el mundo y también sobrepasó los 50.000 muertos, según las últimas cifras del centro de monitoreo de la Universidad Johns Hopkins.


Ese relevamiento muestra que Italia sigue siendo el país con más muertos por el brote, con casi 14.000 fallecidos, seguido por España con 10.096, Estados Unidos con 5.648, Francia con más de 4.400, China con 3.322 e Irán con 3.160.

En relación a los contagios, el país que tiene más casos confirmados es Estados Unidos, con más de 236.000, seguido por Italia, con más de 115.000; España, con más de 110.000; China, donde el número trepa a 82.431; Alemania, con 84.600; Francia, con casi 60.000; e Irán, donde este número llega a casi 50.500.



Ayer, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, agravó el tono respecto a la pandemia, desalentó cualquier perspectiva sobre una eventual reactivación de la economía a mediados de abril, y advirtió que el país enfrentará "dos semanas muy duras".

Trump considera que, con las medidas de contención, podría alcanzarse un rango de entre 100.000 y 240.000 muertos y que sin ellas los fallecidos se hubieran contado por millones .



El mandatario estadounidense espera que el pico de la curva se alcance en dos semanas.

La Casa Blanca cree que los quince días de aislamiento acumulados hasta ahora han funcionado, pero pide a los estadounidenses que extremen las medidas de precaución durante un mes más por una cuestión de "vida o muerte".

El foco de la epidemia se encuentra especialmente en Nueva York, con alrededor de la mitad de los afectados.




El Ministro de Desarrollo Productivo de la Nación les reclamó a las entidades una mayor celeridad para gestionar financiamiento a las empresas más pequeñas.



Mientras el Gobierno nacional lanzó una batería de medidas que apuntan a amortiguar la caída de la economía en medio del parate de la actividad por la cuarentena, los bancos privados se encuentran bajo la lupa. Desde el Poder Ejecutivo le pidieron que tuvieran un mayor compromiso a la hora de gestionar créditos para las pymes.



En declaraciones a TN, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, manifestó que "los bancos aún están muy reticentes a otorgar créditos cuando cuentan con garantías suficientes para atender la demanda de muchas empresas".





Asimismo, sostuvo que “esta es una crisis diferente que obliga a ser muy creativos y en nuestro caso estamos garantizando el financiamiento a tasa accesibles, para poder hacer frente a la nómina salarial y hemos dispuesto un paquete más amplio con la cobertura del Repro y con un mecanismo que incluye a empresas más pequeñas y se plantea el diferimiento de los aportes patronales. Es un paquete que busca atender realidades diferentes".



Entonces lanzó: “Necesitamos que los bancos se comprometan mucho más, hay muchos bancos que van muy lento con esto. Tal vez se acostumbraron en el pasado a ganar mucho dinero con las letras del Banco Central y hoy tiene que ser mucho más activos en el financiamiento de las empresas más pequeñas".



Luego, contó que el miércoles “vimos un poco más de movimiento en el financiamiento a las pymes, pero muchas empresas todavía ven trabas. Necesitamos un apoyo más amplio de los bancos".



Tras el reclamo a los bancos, explicó las medidas que tomaron y expresó que "el BCRA liberó encajes para financiar a las pymes. Después los bancos empezaron a requerir garantías adicionales y pusieron limitaciones europeas que entorpecieron el flujo de fondos. Hemos tenido discusiones muy fuertes con ellos y hemos llegado a un acuerdo que con el Fondo de Garantías Argentino (FOGAR) vamos a salir de garantía de las empresas más pequeñas para agilizar la operatoria".



En cuanto a las pymes, Kulfas les solicitó que “vayan al banco donde pagan los sueldos y que soliciten el financiamiento", y agregó que "si bien el sistema va poco más lento de lo que pensamos, insisto que esto se debe a que algunos bancos están más reticentes a otorgar el financiamiento".



Sobre las que no pueden presentar los papeles y la carpeta que le exigen los bancos, dijo que "esto es un crédito sobre nómina salarial, esto significa que una empresa muestra la nómina salarial puede acceder a ese financiamiento y los bancos tienen la información, saben cuántos empleados son porque les viene pagando todos los meses y eso es muy sencillo de instrumentar".



Se trata de un crédito a un año de plazo con tres meses de gracia y luego cuando se recupere la actividad económica se podrá empezar a cancelar", aseguró.



Hay tiempos de luchar, hay tiempos de paz y de guerra, hay tiempos de epidemias”, explica Dilei en una comunicación por wasap. La militante del Movimiento Sin Tierra (MST) del estado de Paraíba, nordeste de Brasil, explica cómo están enfrentado la situación. En los campamentos y asentamientos decidieron que las personas no salgan ni entren, que no vayan a las ciudades y que se concentren en la salud y en la producción de alimentos.



La población va a necesitar mucha comida en los próximos tiempos”, asegura Dilei, por lo que el MST propondrá a los gobiernos que compren parte de su producción para abastecer hospitales y otras urgencias. En Pernambuco y en Maranhão, el MST reparte alimentos a la población que vive en la calle y en varios estados ofrece sus espacios como hospitales de campaña.


Los movimientos de carácter rural, indígenas y campesinos, optaron por bloquear el ingreso de personas, ya que necesitan aislamiento para frenar los contagios.



Las organizaciones que forman parte de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) decidieron el cierre de las comunidades y la activación de las guardias indígenas, la suspensión de las ferias y la elaboración de protocolos para enfrentar la pandemia. El autoaislamiento es un derecho de las 14 nacionalidades y 18 pueblos indígenas del Ecuador, como se reconoce en la Constitución y como están haciendo las comunidades.



En el sur de Colombia, los cabildos que integran el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), tomaron medidas similares. El 27 de marzo del 2020, el cabildo indígena del pueblo Totoroez emitió una resolución por la que se restringe el paso a la población civil que venga de otros sectores, para “mantener la armonía física, mental y espiritual, previniendo la llegada y propagación de la pandemia covid -19”.



En general, los pueblos originarios no necesitan de la policía para mantener el orden, ya que cuentan con sus guardias comunitarias.


Se trata de un camino similar al que anunció el EZLN al cerrar los caracoles el 16 de marzo. En un comunicado que declara la “alerta roja”, llama a los cuidados sanitarios colectivos y pide “no perder el contacto humano” sino cambiar sus formas.



En la zonas rurales de nuestra América Latina, campesinos y pueblos originarios y negros que tienen control territorial, pueden tomar la opción de cerrar sus espacios, sabiendo que tienen las condiciones para vivir durante cierto tiempo de la producción propia de alimentos, en algunos casos orgánicos, como están haciendo los zapatistas. 

 



El gran desafío para los movimientos, es la ciudad, donde se conjugan las diferencias de clase y el Estado está muy presente. No es lo mismo el encierro para las clases medias, en viviendas cómodas y acondicionadas para las cuatro estaciones, que en las casas precarias de los barrios populares, donde las familias viven hacinadas, con frío o calor extremos, sin saneamiento y con pocos alimentos. Las clases medias tienen un computador por persona; entre los más pobres, puede haber uno o ninguno.

En Montevideo se han formado decenas de ollas populares en los barrios, entre 70 y cien, con aportes de los sindicatos y los vecinos. Algunos sindicatos llevan bandejas con comida y bolsas a los barrios, mientras otros buscan la instalación de ollas autogestionadas, de las cuales existen un puñado.



Pablo Elizalde, del sindicato de judiciales, ensaya una reflexión lúcida, fruto de su vivencia estos días en los barrios más pobres: “Las políticas sociales provocaron la pérdida de los referentes barriales y ahora el único referente es la institución”. Pero la institución es fría, distante, sólo entiende de números, no es capaz de cuidar, no puede fraternizar.



Desde la favela Maré, en Rio de Janeiro, Timo explica las dificultades para lavarse las manos en zonas donde no hay agua; donde no hay costumbre de consumir productos agroecológicos, que su pequeño grupo (Roça, que procesa cerveza artesanal y entrega canasta de productos orgánicos) se empeña en repartir a unas cuantas familias.



Las dinámicas de la favela para enfrentar una ocupación militar violenta o un virus, no son tan diferentes”, dice Timo del otro lado del teléfono. Ahora se suspendieron las ferias agroecológicas de los campesinos, con lo que todo se complica. Acordamos que una de las grandes dificultades son los varones, que se creen inmunes. Concluimos que cada varón es un pequeño Bolsonaro, autoritario, violento, que mira al resto desde arriba.



En la Paz, la casa de Mujeres de Creando, “Virgen de los Deseos”, decidió abrir su espacio para 12 mujeres, niños y niñas bolivianas varados en la frontera para que hagan su cuarentena, señala la carta de María Galindo.



En las ciudades argentinas los comedores (decenas de miles creados desde las parroquias hasta los movimientos populares) están desbordados. Uno siempre se fija en lo autónomo, que suele ser pequeño. En el barrio 12 de Julio, en la periferia de Córdoba, Yaya instaló un comedor “donde comen 33 niños con la colaboración del cura del barrio y los trasumantes (miembros del colectivo de educación popular Universidad Trashumante), para dar dos veces por semana unas 50 porciones”.

Se sumaron carreros, que recogen cartón con sus carros, además de los que sacan escombro para revender, y el inmenso mundo del “cirujeo” (hurgadores que viven de los desperdicios). ¿Quién puede decirles que se queden en sus casas ante la pandemia?



En las periferias urbanas de América Latina, la palabra “teletrabajo” no existe en su vocabulario. El Estado sólo contempla a los de abajo como un problema de orden público. La solidaridad entre los pobres es lo único. Por eso los “curas villeros” abrieron sus parroquias para convertirles en almacenes de alimentos y en comedores populares. El colectivo Pelota de Trapo, que vive con niños y niñas de la calle, entrega raciones para 200 chicos cada dos días, con recursos propios.



Termino esta brevísima recorrida con la Organización Popular Francisco Villa de la Izquierda Independiente, de la Ciudad de México. Son nueve barrios/asentamientos, el mayor en Iztapalapa, La Polvorilla o Comunidad Acapatzingo, con 600 familias, y ocho más en varios distritos de la ciudad, con no menos de 50 familias cada uno.




Cerraron los barrios, trabajan por comisiones y brigadas, elaboran cubre-bocas y desinfectantes, utilizan la radio y los periódicos para comunicarse y dar instrucciones sobre sanidad y autocuidados. Lo más importante, es que decidieron “seguir organizados”, sabiendo que sin organización los de abajo no somos nada.



Están haciendo acopio de medicamentos y alimentos, montaron comedores comunitarios y atienden sobre todo a las personas más vulnerables. Mantienen sus huertos de cultivos (en plena ciudad), crearon espacios de aislamiento, promocionan comisiones infantiles y se proponen “trabajar nuestras emociones”. Saben que el agua es un problema básico, aunque en Acapatzingo tienen pozo propio y recogen agua de lluvia.



Nada de esto lo leí en la web. Es fruto de intercambios y escuchas que seguirán en próximas entregas. Si tuviera que sintetizar, diría: las y los de abajo nos necesitamos para mantener nuestras comunidades en pie, que es el modo de sostener la vida. Comunidad y fraternidad son las caricias de los de abajos.




Estamos en un cruce de caminos, las posturas políticas serán determinantes: la crisis sanitaria puede engendrar un impulso humanista, una mayor preocupación ecológica por el planeta, una inquietud social por luchar contra las desigualdades y las injusticias



David Le Breton es Profesor de Sociología en la Universidad de Estrasburgo. Miembro del Instituto Universitario de Francia y del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Estrasburgo (USIAS). Autor entre otros títulos en español de: Desaparecer de Sí. Una tentación contemporánea (Siruela), El cuerpo herido. Identidades estalladas contemporáneas (Topía), Conductas de riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir (Topía), El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión), Antropología del cuerpo y modernidad (Nueva Visión), Caminar (Waldhuter), La piel y la marca. Acerca de las autolesiones (Topía).



Todos los días los medios de comunicación desgranan la cantidad de personas afectadas y el número de muertes aquí y en el extranjero. Nuestras sociedades, más que nunca, están bajo la tutela de la ordalía,( He escrito mucho sobre esta noción de ordalía, en especial en En Souffrance. Adolescence et entrée dans la vie (Metailié), en Conductas de Riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir (Topía), o en La sociología del rischio (Mimesis).), un juicio de Dios o más bien del azar que alcanza a unos y a otros, pero más electivamente a aquellos que participan aún de la trama social con su trabajo, en especial el personal sanitario. Dentro de este contexto, la letanía de la muerte por accidentes automovilísticos ha sido suplantada por la del coronavirus. La ordalía de las rutas está suspendida por el momento, pocos vehículos están en circulación y la cantidad de accidentes es casi inexistente. Es cierto, cada automovilista al volante de su vehículo está convencido que únicamente los demás son malos conductores, fantasea con ser un experto. Frente al contagio, es más difícil para cada uno de nosotros afirmar su omnipotencia.



El confinamiento en nuestras casas manteniendo las relaciones con los demás por medio de las herramientas de comunicación a distancia transforma a las poblaciones en un archipiélago innumerable de individuos. Cada uno está frente a sus pantallas aunque no quiera, transformado en un hikikomori ordinario, como esos jóvenes japoneses que viven en reclusión voluntaria mientras continúan un intercambio sin fin con los otros a través de las redes sociales. Se mantienen encerrados a veces durante años rechazando al mundo exterior. Con esta imposibilidad de salir se borra la presencia física con el otro, aún la conversación desaparece de antemano en beneficio de la única comunicación sin cuerpo, sin contacto, e incluso sin voz (salvo la amplificada por el smartphone o la computadora). Ya no hay más comunicación cara a cara, es decir del rostro al rostro en la proximidad de la respiración del otro. Y más allá de la pantalla, en la calle o en otra parte, la mascarilla lo disimula. El confinamiento acentúa la adicción al smartphone y en principio destruye también la conversación, o sea el reconocimiento plenario del otro a través de la atención hacia él.



Ahora el cuerpo es el lugar de la vulnerabilidad, donde yacen la enfermedad y la muerte para precipitarse por la brecha más pequeña. Más que nunca el cuerpo es el lugar de la amenaza, es importante sellarlo, clausurarlo, por medio de los “protocolos de barrera”, tan adecuadamente nominados. La “fobia del contacto”, señalada anteriormente por Elias Canetti también se radicaliza en nuestras sociedades. El cuerpo debe ser lavado, fregado, examinado, purificado constantemente, mantenido fuera de todo contacto con el otro desconocido, y por ende sospechoso. No más besos, no más apretones de manos o abrazos en las pocas relaciones todavía físicas que sólo se sostienen a distancia. El deseo es un peligro porque escapa a todo control y expone a lo peor a quienes ceden a él. Una forma inédita de puritanismo acompaña las medidas de confinamiento y las precauciones a tomar para no ser alcanzado por la enfermedad y no contaminar a los otros. Asistimos a un endurecimiento sociológico del individualismo con esta reclusión necesaria. La privatización de la existencia elimina el espacio público. El individuo hace un mundo sólo para él “comunicándose” permanentemente pero sin la incomodidad de la presencia física del otro.



El confinamiento con la pareja o la familia no siempre se asume con comodidad. Vivir el día completo unos con otros a veces es fuente de tensión. Más bien se trata de alegrarse por el reencuentro luego del trabajo o durante las vacaciones. En ese contexto, la vida en común es una imposición, no es algo elegido. Además es difícil salir para recuperar el aliento en vista de las restricciones para desplazarse. Lejos del viento pleno del mundo, el aburrimiento nos acecha, nos hace andar en círculos, rumiar nuestras preocupaciones, inquietarnos por nuestra gente querida y preguntarnos con ansiedad por las próximas semanas, y por el mundo del después. Podemos temer también brotes de violencia por parte de los hombres contra sus parejas o sus hijos. Los matrimonios que no se llevan bien pueden pasar momentos difíciles, y también los niños de las familias donde son maltratados.



La llegada de la primavera en el hemisferio norte suma todavía más dificultades. Los pájaros cantan por doquier, los brotes explotan, el llamado del afuera es irresistible, pero debemos mantenernos más o menos enclaustrados o en la proximidad de nuestras casas y resistir a la tentación del sol y de la naturaleza en plena metamorfosis. Una experiencia terrible para los niños que penan por comprender el motivo de tal encierro.



Redescubrimos con asombro el precio de las cosas que no tienen precio: el simple hecho de desplazarse a otro barrio, de recorrer los bosques, de encontrarse con amigos, de tomar un café en la terraza, ir a un cine o a un teatro, a una librería… Una cierta banalidad envuelve estos comportamientos cotidianos, y encuentran hoy su dimensión de sacralidad, su valor infinito. La crisis sanitaria en ese sentido es un memento mori, el recuerdo de nuestra incompletud y de una fragilidad que no dejamos de olvidar. Restablece una escala de valores banalizada por nuestras rutinas. La privación vuelve deseable lo que estaba dado sin siquiera pensarlo. Sólo tiene precio lo que nos puede ser arrebatado. El hecho de desplazarse era tan obvio que no se percibía como un privilegio.



Esta crisis sanitaria es una travesía por la noche, por el duelo, por la angustia, más allá nos espera una forma de renacimiento. Al término de la crisis sanitaria, el retorno a la normalidad será un momento de júbilo formidable, de reencuentro con los otros y con el mundo, de recuperación de la alegría de vivir y de la sensación de estar vivo. Los primeros días serán muy fuertes. Nunca deberíamos olvidar esta enseñanza propicia del sabor del mundo, pero esa es otra historia. Estamos en un cruce de caminos, las posturas políticas serán determinantes: la crisis sanitaria puede engendrar un impulso humanista, una mayor preocupación ecológica por el planeta, una inquietud social por luchar contra las desigualdades y las injusticias.

Traducción: Carlos Trosman




Hace algunas semanas, cuando todavía el impacto de la pandemia no se había percibido en su verdadera magnitud, voceros empresariales suizos habían avanzado que no querían “ninguna intervención del Estado”. Fueron necesarios muy pocos días, ante el agravamiento de la situación, para que cambiaran drásticamente de posición.





A fines de marzo, esos mismos sectores, evalúan que el paquete de urgencia de 42 mil millones de francos – valor similar en dólares estadounidenses- que la Confederación desbloqueó el viernes 20 de marzo para asistir a los actores productivos del país es insuficiente.

Ahora apuntan a una inversión necesaria de la reserva nacional, es decir de fondos públicos, que oscilaría en los 200 mil millones de francos, es decir 5 veces mayor que la actual.  Para evitar así, según sus argumentos, que la economía se paralice estructuralmente y exija, luego, reconstruirla desde muy abajo con el corolario de innumerables empresas quebradas.



Las autoridades helvéticas contabilizan ya una retracción del 20 % de la actividad económica debida al COVID-19 y prevén un crecimiento negativo para 2020, a pesar que antes de esta coyuntura la economía se encontraba en un momento floreciente en cuanto a crecimiento con tendencia positiva. 


La primera parte del paquete de salvación de la economía helvética representa el 5% del Producto Interno Bruto del país. Casi en paralelo, el Gobierno norteamericano aprobó en la noche del martes 24 de marzo, con el mismo objetivo, un paquete de 2 billones de dólares, que representa un 9% de su PIB. Y Alemania, el miércoles 25, abrió la bolsa de sus reservas por algo más de 1 billón de euros, monto que significa el 27 % de su PIB. El paquete español representará, según anuncios oficiales, un 20% del PIB. Francia destinará 45 mil millones de euros para comenzar a hacer frente a la situación, de un total que podría ser, al menos, diez veces mayor.

En general, todas las medidas de emergencia anunciadas en Europa tienen dos objetivos principales: apoyo a las empresas y contención social del impacto de la crisis entre los trabajadores y desempleados. Los porcentajes destinados a uno y otros hacen parte del debate político ya permanente sobre la redistribución del ingreso nacional. Por el momento, en Suiza, solo un 30 % del total estará dirigido a trabajadores-desempleados, al tiempo que una gran movilización social virtual convoca a incluir en el paquete al amplio sector de los “independientes”, olvidados en la repartija de las primeras tajadas de apoyo de emergencia.

El SOS económico-financiero requerido -exigido- por los sectores productivos de las potencias occidentales ante la crisis, recuerda comportamientos ya conocidos. Defienden la no intervención del Estado, en tiempos normales, cuando incluso forcejean continuamente por prebendas fiscales. Y se ponen de rodillas frente al Estado cuando sus negocios se ven amenazados.

Situación emblemática la del 2008, cuando el Gobierno suizo rescató de la que se perfilaba como quiebra inevitable, a la Unión de Bancos Suizos (UBS), invirtiendo entonces 60 mil millones de francos de un día a otro, sin ninguna consulta parlamentaria.


Salud: de repente no es más una “mercancía”

En el plano social, el debate de las últimas décadas, sobre el significado de la salud pública – y en cierta forma la educación- ocupa un lugar privilegiado en la Europa neoliberal, adquiriendo una particular vigencia en la hora actual. 


Potencias mundiales, como Italia, Francia, España etc. cuentan hoy con estructuras hospitalarias muchas veces destartaladas y que ya estaban al borde del colapso antes mismo de la pandemia. Hoy se expresa en carencias de máscaras para el personal médico o paramédico; insuficientes reactivos para chequear a la gente; falta de las anestesias esenciales para tratar a los enfermos graves entubados; incluso déficit de desinfectante para las manos, esencial para confrontar el avance de la enfermedad. Ni que hablar de las deficiencias relevantes en cuanto a personal humano. 


Radiografía que, con matices, se extiende a otros de los países del continente. Aspecto dramático: la insuficiente cantidad de respiradores mecánicos, esenciales en las estaciones de cuidados intensivos -de casi toda Europa-, para los pacientes que como producto de las neumonías graves se debaten entre la vida y la muerte. Y tras esas falencias, la concepción sistémica preponderante, que considera a la salud pública como un “gasto”, y que viene promoviendo desde años la privatización del sector. 



Pesadilla particular, por ejemplo, en Francia, que desde 2010 con Nicolás Sarkozy empezó a protagonizar una privatización acelerada de la salud, con consecuencias inimaginables para el sistema sanitario nacional 



2019 había sido ya un año de intensas movilizaciones de los trabajadores del sector. Iniciadas en marzo, fueron aumentando en potencia hasta que el 15 de noviembre, cuando miles de profesionales del sector salieron a la calle en todo el país convocados por el Colectivo Inter-Hospitales. Personal de 268 establecimientos de salud apoyaron la protesta, fundamentalmente centrada en las deficientes condiciones de trabajo en el área, los bajos salarios, y la saturación de las salas de emergencia, insuficientes para la demanda ya en ese momento, cuando todavía no se hablaba de pandemia. 



Oportunismo neoliberal 





El 14 de marzo pasado el presidente Emanuel Macron, en un discurso público, rindió homenaje a “los héroes de delantal blanco”, refiriéndose al personal médico y paramédico francés. Subrayando la necesidad que un sistema de salud “fuera de las leyes de mercado”.

Alocución netamente contradictoria con lo que fue la tendencia gubernamental en los últimos años. Un estudio de la misma Dirección de Estudios Estadísticos del Ministerio de Salud (DRES) indicaba que, en base a una investigación realizada con datos a partir de 2013, en 3.036 establecimientos médicos, se habían cerrado 17.500 camas que permitían a los pacientes dormir en los hospitales. En 2017 y 2018 esa tendencia se mantuvo con 4.172 camas desaparecidas. Según distintas fuentes, en 2019, año de gran protesta social en el sector, 40 % de los puestos de médicos estaban vacantes y el 30 % del sector enfermería.



No hay presente sin historia.  Interesante recordar que el 15 de mayo del 2017 el periódico francés Le Figaro analizaba un Informe mundial sobre la situación de la salud entre 1990-2015. El mismo (que ubicaba a Estados Unidos en el puesto 35 lo que explica, parcialmente, sus limitaciones actuales para confrontar el COVID-19), le asignaba a Francia el 15to lugar. Comentando entonces esa realidad, el Profesor de Salud Pública de la Universidad de Lorraine, François Alla, coautor del estudio, no ahorraba sus preocupaciones. Criticaba, particularmente, las deficiencias del sistema en cuanto a atención. Y decía “se podrían evitar miles de muertes cada año si mejorara la organización de la atención, la formación del personal, el cumplimiento/seguimiento de los pacientes y las recetas médicas”.  Este es un verdadero desafío que debería convertirse en una “prioridad para el Ministerio de Salud”.

Radiografía premonitoria de los que sucedería casi 3 años más tarde. Vida o muerte. Salud pública entendida como “gasto” o comercializada como una mercancía más. Debate de sociedad que la pandemia del coronavirus hace explotar con crueldad, a la luz de un sistema sanitario colapsado y los decesos -que en parte podrían ser evitados- multiplicados cada hora. + (PE)




Hace unos días el celular despertó sin la antena que anuncia la etérea presencia del WiFi y, en cambio, mostraba el ominoso 4G. Acontecía una de las pesadillas posibles: se cortó Internet. Actué con celeridad. Llamé a la empresa. Por supuesto tenían la grabación: “Estimado cliente. Hemos detectado un inconveniente en su zona. Estamos trabajando para solucionarlo. Le pedimos disculpas”. Mi incapacidad de negociar con el corte del servicio --siquiera veinte minutos-- me llevó a tuitear el reclamo. Dije la verdad: que necesitaba WiFi para trabajar. No estaba urgida: el trabajo podía esperar. No se trataba de eso sino del estrés que imaginaba. No ser capaz de hacer un pedido por internet (y no hago pedidos por internet pero, ¿si resultaba necesario?). Un poco más seriamente, temía quedarme sin teléfono, incomunicada, porque es el mismo servicio (aunque obviamente el celular seguía funcionando y estaba cargado). No poder escuchar radio, no poder ver televisión, no poder comunicarme con mis amigas, no poder no poder. Borré los tuits cuando se restableció el servicio porque apestaban a desesperación y me daban vergüenza.



Internet no me parece un servicio sino una necesidad vital: la gente que todavía dice vida virtual vs vida real me hace acordar a quienes llaman (¡todavía lo hacen!) caja boba a la televisión. Soy anfibia: conocí el mundo analógico total, pero ya no lo recuerdo. No me parece un desastre ni decadencia humana estar muchas horas chequeando el celular o scrolleando o googleando. Estoy a favor de la etiqueta en la interacción; también creo que la relación con internet puede ser adictiva. Pero es nuestra forma de vida.



Sin embargo, pasado el pánico del corte, me pregunté si este momento inédito global no sería mejor con menos horas de internet. Hay que desintoxicarse, me dicen. Nada más faćil de decir y más complicado de hacer. Lo primero por la mañana, antes de preparar el desayuno, antes incluso de ir a la cama es chequear redes. Llega un listado de reclamos para darle argumentos a un cacerolazo. Se comenta con exaltación. 52 mensajes en un grupo de WhattsApp, 43 en otro. En el primero, alguien debate con su conciencia sobre si denunciar o no al vecino que rompió la cuarentena. En el segundo alguien dice que está perdiendo la cabeza, que tiene miedo, que está en un grupo de riesgo. Le decimos que el sistema no está colapsado, que puede ir al hospital, pero llora y se desconecta. El primer hashtag de esta mañana era #caceroleatelachota por ese fantástico video de la vecina que insulta a los que cacerolean desde su balcón, dueña de un manejo de la puteada digno de los grandes actores nacionales. Pero el segundo hashtag era #Ecuador y no hay palabras para lo que se ve ahí ni capacidad de describirlo. Tampoco de olvidarlo.



Y la incontinencia. La gente harta de los aplausos. Los que hacen pan. Los que odian a los que hacen pan. Los que censuran a los que se quejan porque otros sufren más. Los que se estufan ante los medidores de sufrimientos. El sufrimientómetro. Los hiperactivos y serviciales. Los que están hartos de las actividades. Los que piden recomendaciones. Los que se enojan con quienes tienen balcón por alardear del balcón y el sol. Los que detestan a los que tienen patio.



Los que tienen culpa por tener plantas y entretenerse. Los que se enojan con los que no usan lenguaje inclusivo. Los que creen que pensar en eso es de una levedad pasmosa. Los que se desesperan como náugrafos: necesito sacar el permiso para transitar, la página se cae, saben de un motoquero, cuándo abren los bancos, tengo que llevarle plata a mi mamá en provincia, mandale Glovo, no llega hasta su casa, cómo no va a llegar, acabo de chequear, pueden ir dos personas en un auto, ¿si o no? Mi amiga de Estados Unidos dice que todo el aire de Nueva York está contaminado. No, eso es una tontería. Doy una explicación temblorosa del virus en las gotas de saliva, toser en el codo, la vida flotante sólo en condiciones de laboratorio.



Silencio. Un minuto después, manda el link de la nota para demostrar que ella no se tragó un fake. Se trata de un largo testimonio de una paciente neoyorquina; cuenta que, cuando fue al médico y le contó que había salido a andar en bicicleta, el profesional le dijo: “En la ciudad, ¿con la carga viral que hay? No es seguro”. La declaración del médico no implica que el virus esté flotando en el aire ni que se lo haya respirado, pero ella entendió eso y tiene miedo; no sé si los pacientes deberían contar en detalle todo lo que les pasa porque todos los pacientes son diferentes y los médicos también.



No sé nada, como desde que empezó la pandemia. Sí estoy segura de que ya no podemos distinguir fake de real. O que es cada vez más difícil y que da vergüenza admitir haberse creído algo o la desmentida pública.



Y los morbos. Querer escuchar el famoso audio falso de la falsa médica del Malbrán. Preguntar en grupos: ¿alguien lo tiene? Si, alguien lo tiene. Pero está en modo Guardián Moral y no quiere enviarlo porque no hay que difundir ese tipo de canalladas.



Totalmente de acuerdo, pero no es para difundir: es para satisfacer un ansia perverso de envenenamiento por infodemia. No, es la respuesta muy enojada. Es el encierro, dirán, la gente está susceptible y al límite. Muchas personas sufren el encierro de una manera espantosa por diversas razones: porque estuvieron obligadas al confinamiento antes, porque sufren trastornos de ansiedad relacionados con salir o no de la casa, porque la transitan con personas que preferirían ver menos, porque están en situaciones de convivencia muy complejas o violentas, porque los hijos agobian, porque no tienen espacio. (Y aclaro que no hablo de los más vulnerables sólo porque siento que es necesario aclarar todo. He visto ejércitos de trolls en la madrugada y es como la llegada de los Caminantes Blancos --¿alguien se acuerda de Juego de Tronos?). Creo, sin embargo, que lo más estresante es el miedo a la inminencia de la explosión sanitaria que, esperamos, confiamos, sea tenue o manejable. Es que, aunque se hayan tomado las medidas adecuadas, finalmente no sabemos porque el futuro no está escrito. No saber desespera. La vida es incertidumbre, por supuesto. Pero, a veces, esa incertidumbre se siente más. Y hoy se siente como una herida reciente, con los nervios cercenados, con la red gritando sin parar.


el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la pandemia de la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en la base militar Fort Riley (Kansas) , y que según los imprecisos cálculos de su letalidad, exterminó entre 20, 50 y 100 millones de personas. Resistió también al derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia para procesar las crisis e inclusive salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas anticapitalistas ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Zizek confía en que para salvarse la humanidad tendrá que recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Dependerá de si “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que por ahora no sabemos. Pero la coyuntura presenta otro posible desenlace: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática y de la eficacia de su imperio de vigilancia global”, dice Atilio A. Boron en un artículo publicado hoy ( https://www.pagina12.com.ar/257122-la-pandemia-y-el-fin-de-una-era )


Y uno se pregunta si no es lo que esta ocurriendo eso de “fuerzas sociales y políticas” que comienzan a pensar la realidad de maneras diferentes, cuándo por ejemplo vemos lo suscesos narrados en Bélgica o Italia y la demostración de que sin Estado popular la alternativa es esa barbarie sostenida por el neoliberalismo globalizado.

El capitalismo no es el mismo. El neoliberalismo como etapa esta francamente en decadencia, La tecnología impone nuevas formas, las mentalidades y conciencias de la humanidad perciben diferente y modifican posiciones.

Los datos que vertimos a continuación pueden ser considerados indicativos del futuro mediato; aunque, quién sabe, de algunos aspectos del ayer. Es preciso señalar que el rumbo planetario es un proceso que se va segmentando en etapas relacionadas. Pero si la aseveración es razonable, bueno es añadir que no resulta sencillo detectar los vectores que operan como decisivos en el proceso ni en cada tramo.

De los siguientes porcentajes puede surgir una mirada más clara de los caminos que conviene seguir. A quienes aproximarse. De dónde zarpar silbando bajo. También: qué pasó en el período previo. Y una conclusión que se desprende sin demasiado esfuerzo, por eso la anticipamos: la ausencia del Unasur y de un Mercosur profundo, con vínculos estrechos y obras de infraestructura integradoras, ha operado -y opera a futuro- como una traba para nuestro potencial desarrollo.

Para el primer trimestre del año en curso se espera una caída del PBI global del 6,6%, y otra del 2,1% el segundo. Los Estados Unidos pueden contraerse 9,6% el primer semestre, mucho más que en 2008 y la Unión Europea 18,5%. Como la crisis sanitaria persiste en ambos espacios, el relanzamiento de sus economías no aparece en el horizonte.

En contraposición, si bien China se contrajo cerca del 25% este primer trimestre, como detuvo la infección y está poniendo en marcha su industria (inclusive en Wuhan) asentada en el mercado interno, puede recuperarse un 21,6% en el segundo (¡trimestre!). Si logra reactivar algo de su congelado mercado externo, la creciente puede ser mayor.

De esta manera la segunda parte del año permite atisbar una recuperación y el PBI global crecer 0,6% en todo el año, 2,1% en mercados emergentes y menos 0,6% en economías desarrolladas. Las cifras pueden variar a la baja, pero en cualquier caso, la potencia asiática se ubicaría como la locomotora.

Nuestros especialistas completaron los números con una información sustancial. China adelantó a sus asociados directos o indirectos –casi la mitad del planeta- que proveerá créditos blandos así como lo hiciera entre el 2008 y el 2009. Está en condiciones de ofrecer respiradores físicos … y monetarios.

Asimismo, la llamada guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia –denominación que podría ser revisada- está determinando una caída en el precio del barril que impactará positivamente en la industria china, cuya estructura demanda cantidades ingentes de ese recurso natural. Es colateral pero trascendente para la región saber que el vínculo entre la potencia que lidera Vladimir Putin y Venezuela en materia petrolera se ha profundizado.

Las previsiones que hemos volcado en el último lustro, acompañados por el teórico Henry CK Liu, evidenciaban que el creciente de los PBI chino y ruso se venía elevando progresivamente hasta, en 2025, cruzar a sus equivalentes europeos en baja.  

Lo que ha ocurrido en los meses recientes no modifica la tendencia sino que acelera su evolución. Aunque no lo parezca debido al retumbar de las voces mediáticas, los cambios son más rápidos que profundos.

Apostar al fortalecimiento del Estado, a las coaliciones regionales y a la economía productiva, está resultando un enorme negocio para un espacio del planeta que, en el momento oportuno –fines del siglo XX y comienzos del presente- supo mirar lejos; y en el momento indicado –crisis 2008 / 2009- lanzó a correr su diseño. Su proyecto. Por estas tierras lo conocemos. Si hasta nombre le hemos puesto.

( http://laseñalmedios.com.ar/2020/04/02/pandemia-y-cambio-economico-mas-rapido-que-profundo/)

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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