Miercoles
1 de abril de 2020
Las políticas contra cíclicas para paliar la crisis global ya superan los $550.000 millones.
El
gobierno de Alberto Fernández se encuentra tomando una batería de
medidas tanto en lo sanitario como en lo económico que tienden a
priorizar la vida y a los sectores más desfavorecidos conteniendo
los efectos de una crisis que impactará de manera significativa y
aún imposible de cuantificar.
Tanto
EE.UU. (el PIB más importante del mundo) como las principales
economías europeas, si bien volvieron a crecer sostenidamente
post-crisis financiera, no logran tener tasas anuales superiores al
3%. Por su parte, China, consolidada como segunda economía global
desde mitad de los 2000, no se encuentra exento de la problemática
mundial de amesatamiento del crecimiento, pero presenta tasas más
que envidiables: 6,5% anual en la actualidad.
China
viene incrementando su producto de manera exponencial en comparación
con la media mundial. Los países nucleados en a OCDE (entre ellos
EE.UU. y las principales economías europeas) han tenido un
crecimiento discreto. Hoy, gran parte de la tracción de la economía
mundial en su conjunto es explicado por la dinámica de crecimiento
del gigante asiático.
Por
otra parte, el comercio internacional se encuentra retrayéndose
desde 2010, año que tuvo un repunte en el volumen comercializado
(12,7%) extraordinario producto de la salida de la crisis financiera
global de 2008-2009. Durante toda la década de 2010 el porcentaje de
volumen comercializado estuvo por debajo que los años previos a la
crisis de 2008, teniendo el mejor año en 2017.
A
partir de la última década, los países emergentes, en su conjunto,
están produciendo más bienes y servicios a nivel global que los
considerados avanzados. Aquí los roles de China y de los países
asiáticos, de mediano desarrollo en la etapa de 1970, es crucial,
pues son los que más han crecido y desarrollado en los últimos 45
años.
Del
otro lado, encontramos a gran parte de las naciones desarrolladas y
subdesarrolladas que entraron en la etapa de la globalización
financiera actual con los enclaves del consenso de Washington, por lo
que tuvieron y tienen una gran cantidad de gobiernos de doctrina
neoliberal. La amplificación de las desigualdades estructurales y
grados de desarrollo entre países (e intra-naciones) gráfica este
proceso.
Desde
la crisis financiera del 2008, nos encontramos en un mundo de tasas
de interés muy bajas, como nunca antes en la historia,
principalmente en las economías avanzadas. En aquella crisis, se
desplegaron medidas fiscales y monetarias ultra-expansivas
(keynesianismo de guerra, como le llaman algunos por su similitud con
las medidas post segunda guerra mundial) para rescatar al sistema
financiero y frenar la caída brutal de la economía real.
El
FMI estima que, en la actualidad, el endeudamiento soberano de países
y empresas no financieras más que duplica el producto de la economía
mundial.
Es
en este contexto mundial en el que aparece una pandemia sin
precedentes, con gran propagación. El coronavirus se encuentra
desatando los primeros efectos de una crisis económica, social y
sanitaria global.
La
crisis económica actual ya es generalizada y tiene su correlato en
los índices bursátiles del mundo. Las bolsas se vienen desplomando
a un ritmo sin precedentes desde principios de marzo. En menos de
tres meses, el índice bursátil de EE.UU. se desplomó un 31%,
España 35,7%, China 14%, Alemania 34,7%, Brasil 36,7% y nuestro país
42%, entre otros grandes desplomes.
Según
análisis publicados en The Economist, el PIB mundial se
contraerá
al menos un 2,1% en 2020 y el América Latina un 4,8% en el mismo
período.
Ante
la crisis, se encuentra tomando día a día una batería de medidas
tanto en lo sanitario como en lo económico que tienden a priorizar
la vida y a los sectores más desfavorecidos, morigerando los efectos
de una crisis que impactará de manera significativa y aún imposible
de cuantificar.
El
mundo cambiará. El debate se centra en si la economía estará al
servicio de la sociedad o la segunda será un insumo de la primera,
si lo privado primará sobre lo público y cuáles deben ser las
prioridades de la humanidad.
(https://mcusercontent.com/219db79b15bd598643ad6537b/files/9e9f9be9-9839-4a88-83c2-db9ca19341a4/Infografi_a_Impacto_Crisis_Global.pdf
)
El
final de un hecho se transforma en el final de una etapa. Hoy, 31,
debía terminar la cuarentena y pasó a ser el final de una etapa.
Lo constatamos el domingo por la
noche. El lunes 30 se produjo el giro de nuestras emociones y el de
las noticias. En el peregrinaje de lo nuevo surge el momento de
reafirmar las convicciones y la presión de regresar al pasado.
Una noticia es la de Techint.
Despide 1.450 empleados. El Gobierno reclama El Ministerio de Trabajo
cita a los responsables de la empresa para el viernes 27 a la tarde.
El punto de discusión es que la empresa se apoya en la ley que
autoriza “despedir”, pero que pasan a ser “desempleados”, lo
que fundamentaría la decisión que tomó. El Gobierno también
aplica la ley e impone la Conciliación Obligatoria.
Allá por el 1740, en adelante,
surgió un tema similar en Inglaterra. El pastor Juan Wesley,
fundador del metodismo, tuvo una fuertísima polémica con los
empresarios que utilizaban esclavos. Wesley no necesitaba la
Biblia para aporrear a los esclavistas. Estos se vieron acorralados y
apelaron algo terminante “Respetamos la ley” clamaron Y era
cierto, la ley los autorizaba a tener esclavos.
La respuesta de Juan Wesley fue
“Hay que cambiar la ley”
El fundador del metodismo la
tenía clara. Las leyes se fueron conformando de acuerdo a los que
mandaban y llegaba el momento de ponerlo en claro.
Es evidente que en
Argentina sus leyes siguieron esa línea. Después de la llamada
Campaña al Desierto, por ley se autorizó (regaló) el horrible
reparto de tierras que aún perdura.
Ahora, en nuestro país, el
reclamo de Juan Wesley tiene vigencia.
Sin embargo, la infame decisión
de Techint no movió a las Iglesias.
Ninguna salió a oponerse a tal
medida ni aun cuando quedaba claro aquello de que a los empresarios
no se le pide que pierdan sino que ganen menos.
La Iglesia Católica Romana tuvo
la orientación del Papa que se opuso públicamente a tales
decisiones. Al Episcopado local no se le movió el alperítimo.
La Metodista tiene antecedentes
históricos irrefutables, sin embargo nada hubo. A las demás
Iglesias les cabe el mismo sayo.
El cambio de final a nueva etapa
nos atrapa. Hay que decidir sobre continuar o volver al pasado. A los
peregrinos israelitas les faltó comida. Muchos querían volver a
Egipto antes de enfrentar un futuro desconocido. Su fe en que Dios
estaba con ellos en ese futro, se transformó en su dogma que Dios
estaba en el pasado. Nadie preveía el maná
Surgen temas similares
Conversaciones enganchadas en los cajeros, interrogantes sobre cuando
se abren los colegios, pedir rebaja en los sueldos de los políticos,
no mencionar a los que se metieron en el blanqueo y tienen millones
de dólares en el exterior, en los que se espantan por la suba de los
precios sin ver las presiones de los empresarios para volver a un
pasado donde ellos solos sean los beneficiados.
Para quienes se enganchan en este
volver a Egipto vale la pregunta de dónde surgen esas decisiones.
Sobre que llevan en el interior. Los y las que creen en Dios se
juegan su fe en Jesucristo. Para los que no están en ese grupo,
juegan su humanidad.
Ya limpiamos nuestras casas. Ya
conocemos la programación televisiva para distraernos, hacer
ejercicios, alguna receta nueva. Todo eso hicimos. Ahora nos
enfrentamos con nosotros mismos. Revisemos nuestras vidas. Tenemos
por lo menos hasta el domingo de Resurrección. Pavada de fecha.
+(PE)
Nunca
como hoy el mundo nos está demostrando que vivimos en un único
planeta. Ningún tipo de barreras, de fronteras materiales o
virtuales, ningún tipo de leyes, ni de reglamentos, ni de decretos
puede detener esta imprevista invasión de esa especie de seres
ultramicroscópicos, que parecen desdeñarlos y que tampoco respetan
edad, color, raza ni religión. Creo que es la primera vez que la
humanidad enfrenta un acontecimiento de esta naturaleza y de
esta magnitud, esta invisible irrupción que llamamos pandemia, que
está derrotando nuestra soberbia y nos está demostrando que
algo de lo que estábamos convencidos y veníamos reiterando a lo
largo de muchos siglos: nuestra superioridad humana, nuestra
capacidad de dominar y usar de la naturaleza a nuestro gusto y
placer, se ha desmoronado como castillo de arena ante el embate de
esa ola de terrorismo oculto que nos ha invadido y que se obstina en
demostrarnos lo contrario: no somos los dueños del planeta, somos
apenas sus huéspedes y como tales es hora de que comencemos a
respetar las reglas que lo rigen y que también nos incluyen.
Sin embargo, a pesar de enfrentar
tan difícil e insólito panorama, con pocas armas y escasa
conciencia colectiva, aún nos queda la expectativa no solo de
superarlo sino de descubrir suficientes reservas morales e
intelectuales como para incorporar nuevos u olvidados valores que
hagan posible no solo reconstituir el tejido social, sino lograr que
esta insólita experiencia nos ayude a encontrar nuevos caminos de
convivencia y de respeto hacia la naturaleza. Quiero decir en suma
que, si no somos capaces de reflexionar y de incorporar las
enseñanzas que puede dejarnos esta aún no superada situación,
inútiles serán los esfuerzos por minimizarla o tratar de olvidarla
como podría suceder.
Muchos han sido sin duda, los
conocimientos biológicos que ha incorporado, al acervo de los
especialistas, esta imprevista situación pero sobre todo lo que es
imprescindible analizar es si existe además un saldo positivo que de
algún modo incida también en nuestra vida futura y yo creo que sí,
si somos capaces de leer entrelíneas en las innumerables crónicas
que más o menos también como la pandemia, nos cercan y nos
bombardean permanentemente a través de los medios. Aunque es de
señalar que la mayor parte de ellos se refieren en forma casi
exclusiva a la cantidad de nuevos casos infectados y de muertos por
el Corovid 19 por países y en menor medida a las precauciones
adoptadas por sus gobernantes, medidas, en la mayor parte de los
casos, orientadas a paliar el deterioro económico preexistente
generado por las impiadosas especulaciones financieras y que la
pandemia ha puesto al descubierto y potenciado.
Sin embargo, al margen de la
importancia que tiene paliar las consecuencias económicas de esta
situación, lo que no parece surgir o por lo menos con la intensidad
necesaria es el análisis de la incidencia que esta experiencia deja
o debería dejar en la conciencia social. Es decir, se ha seguido
procediendo como si cada país fuera un compartimiento estanco,
aunque como dije anteriormente no hay ni habrá pandemia que respete
ninguna clase de límites legales ni territoriales y en consecuencia
en lo que hay que comenzar a pensar es en la necesidad de
establecer las bases de una conciencia mundial que posibilite la
prevención planetaria y la adopción de medidas consensuadas
orientadas a resolver o a prevenir problemas de esta naturaleza o de
otros similares.
Algo de esto se viene intentando
en el área ambiental, aunque también es cierto que poco se ha
avanzado porque se percibe menos masivamente tal vez, de modo que es
de esperar que una experiencia como la que estamos viviendo, que no
deja de cobrar diariamente cientos de vidas humanas, genere mayor
grado de concientización y en consecuencia mayor y más profunda
atención. Una toma de conciencia que debe fundarse en la evidencia
de que no hay ni sistema, ni poder político que pueda hacerle frente
en soledad a este tipo de situaciones. Que los problemas de carácter
universal deben ser resueltos cooperativa y solidariamente, que no
hacerlo implica, como lo estamos comprobando, la pérdida de miles de
seres humanos, sin discriminaciones políticas ni ideológicas de
ningún tipo, pero además que los problemas humanos deben abordarse
desde la prevención colectiva y no desde los manotones de ahogado de
aquellos a quienes el deterioro económico importa más que la vida
de sus conciudadanos.
Creo en principio que hay que
comenzar a pensar seriamente en establecer puntos de partida,
principios y lineamientos básicos en todas aquellas áreas que al
margen de las opciones políticas afecten a la totalidad o a la mayor
parte de los seres humanos. Y así como para que puedan
funcionar algunas áreas del quehacer planetario, como por ejemplo la
vinculación aeronáutica entre todos los países del orbe a través
de reglamentaciones que nadie se atrevería a infringir o las
interrelaciones radiales, televisivas e informáticas que responden a
códigos y áreas debidamente establecidas, del mismo modo habrá que
ir pensando en detectar sectores y formular normas que protejan al
conjunto de la humanidad independientemente, insisto del color
político de sus habitantes.
En el plano aeronáutico, por
ejemplo, fue a partir de la segunda guerra mundial que el caótico
crecimiento de la aviación comercial y la consiguiente proliferación
de los vuelos internacionales pusieron de manifiesto la necesidad de
llegar a acuerdos que los reglamentaran. Nació así la OACI
(Organización de la Aviación Civil Internacional) cuya sede
permanente está en Montreal y en la que están representados casi
todos los países del mundo. Allí se discute, se decide y se
reglamenta todo lo relacionado con el transito mundial de la aviación
comercial y aunque lo que de allí surge son solo recomendaciones sus
resoluciones son respetadas como de estricto cumplimiento ya que de
otro modo si se producen accidentes las empresas se verían obligadas
a responder por los costos humanos, económicos y políticos que se
generaren.
Algo similar sucede en el área
de las comunicaciones y de la informática que se ha visto obligada a
instalar regulaciones para poder funcionar. Surgió así la U.I.T
(Unión Internacional de Comunicaciones) cuya sede es Ginebra pero
que además forma parte de la Organización de las Naciones Unidas.
Esta organización es la más antigua en su género porque fue creada
en 1865 en oportunidad de instalarse los primeros telégrafos con el
objeto de garantizar la interconexión internacional del nuevo
servicio. Desde entonces ha contribuido al desarrollo y
funcionamiento de las redes telefónicas, de la radio, de la
radiodifusión satelital, de la televisión y más recientemente de
toda la informática.
Imagino que la primera objeción
o el primer “pero” se referirá al hecho de que al no tratarse de
sectores directamente relacionados con el área económica como los
anteriormente mencionados será más difícil conseguir que preocupen
a los gobiernos y les sea exigido considerarlos básicos. No
obstante, sería interesante que, antes de que se diluya la
influencia y la sensibilización colectiva que ha generado esta
pandemia, se difundiera en la sociedad y asumiera la humanidad la
importancia de establecer normas de protección colectiva, sanitaria,
ecológica, de subsistencia básica y de otros sectores que la misma
comunidad considerare prioritarios e inexcusablemente imperativos.
No es ni una tarea ni un camino
fáciles, desde luego, pero sería lamentable que todo el dolor
ocasionado por esta imprevista aparición pandémica no se
aprovechara, no sirviera de inestimable experiencia para encontrar la
manera de hallarnos en el futuro mejor preparados para enfrentar
situaciones similares que sin lugar a duda podrían reiterarse.
La sociedad ha comenzado
nuevamente a manifestarse ya en muchos países y podrá incorporar
también esta inquietud en la medida en que quienes la comprendan
colaboren en su difusión y puesta en marcha. Se habrá dado así el
primer paso. + (PE)
Alberto
Fernández: "El esfuerzo de los empresarios tiene que ser no dejar a la gente sin trabajo"
El Jefe de Estado visitó el
Sanatorio Antártida, hospital perteneciente al Sindicato de Choferes
de Camiones, que brindará atención a pacientes bonaerenses con
coronavirus.
Justo
cuando empezábamos a encontrar el desahogo de cada noche marcando
las 9 en punto –oh, encontrar la rutina, qué fácil es decirlo
para los especialistas- llega este nuevo embate a empiojarnos la
cuarentena. Alguien largaba la primera palma y entonces arrancaba,
preciso, el coro ciudadano de palmas. Aplaudíamos en punto,
unísonos, a tempo. Coloreábamos una fuga en la que cada quien iba
sumando su propio tono: las gracias a los trabajadores de la salud, a
los que están en la primera línea, a los que se pusieron al frente
del combate, a nosotros mismos, que pasamos un día más adentro, que
laburamos desde casa con los pibes cada vez más densos, que logramos
que el menor haga la tarea, que contuvimos a la mayor preadolescente,
que convivimos como pudimos entre nosotros y hasta, a veces, fuimos
felices. Justo ahora que nos sentíamos tan hermanados en las palmas
con el vecino que no saluda, vienen a rompernos la armonía.¿Y
ahora, qué aplauden? La movida tomó por sorpresa a más de un
desprevenido. Ya había pasado la tradicional ronda de aplausos, cada
vez más condimentada con hurras, vítores, uno que sacó el silbato,
aquél que (se) pidió ¡fuerza!, otro que arrancó con el himno. Y
ahora volvía a sonar algo, al principio indefinido, pero que pronto,
por los medios, cobró explicación: “Están pidiendo que los
políticos se bajen el sueldo”, adoctrinó la pantalla, y la
consigna prendió con igual fuerza en balcones de izquierda y de
derecha, sin posibilidad de espacio crítico para mayores
definiciones quiénes son los que ganan plata en este país.
Para la segunda noche, se ve que
la cosa había fermentado en cada hogar y en cada cuarentena, porque
al menos en mi barrio (gloria a Villa Ortúzar, con sus casas bajas
que todavía permiten un panorama amplio de la escena) se largó
también la reacción. Y después de los ya tradicionales aplausos
consensuados de las 21, para la segunda ronda, la de las 21.30, al
tintinear de la cacerola y sus significantes
(sontodoschorrosquesebajenelsueldoquesevayantodos), le siguió desde
otra punta un más directo ¡Alberto presidente! Alguien más allá
se prendió, y se volvió canción. Y otro, y alguno más, ya en coro
bullanguero. Pero a algún otro se ve que le dio bronca, porque
arrancó con una batería de cocina más aguda todavía, y más acá
y más allá se prendieron también, estoicos.
Y así la cuarentena fue
delineando la doctrina del balcón.
Es
difícil avisorar desde este balcón qué saldrá de todo esto, si
nos encaminamos al lado Slavoj Zizek o al Byung-Chul Han de la vida.
Más bien parecemos reforzados en nuestras convicciones y prejuicios
previos, como si poco o nada a nuestro alrededor hubiera cambiado.
Y
es que, aunque ante nuestros ojos esté ocurriendo una inimaginable y
escandalosa pandemia que está poniendo al mundo patas arriba, aunque
el sistema mismo esté jaqueado y sin respuestas por varios frentes,
hay algo que lo sostiene cotidianamente. Permanece acechando en cada
hogar. Algo que resulta más cercano, próximo y veraz que la propia
experiencia. No tiene inmunidad ni vacuna desarrollada. Es la
infección que contagia la pantalla.
Mas allá y mas acá de la Pandemia, la evidencia de los problemas globales tiene su raíz en el patriarcado, colonialista, Capitalista, neoliberal, que somete todo a la voluntad de unos pocos con poder para elegir rumbos que afectan vida y muerte de las grandes mayorías ... el peor virus es el ego y el hambre de poder ...
Daniel Roberto Távora Mac Cormack
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