Domingo 26 de abril de 2020
Las medidas sanitarias de
aislamiento dispuestas por el Poder Ejecutivo Nacional y acompañadas
por distintos niveles del Estado y también del mundo privado
significan un fuerte parate en la actividad económica nacional. Lo
mismo ocurre en cada una de las economías del resto del mundo, lo
cual a su vez impacta negativamente en la Argentina en virtud de la
recesión de los principales socios comerciales, como Brasil y China.
El contexto económico argentino en la etapa pre Covid-19 ya era
complejo y con las medidas de aislamientos dispuestas por la pandemia
esta situación local se ve agravada. El país presenta una situación
de insostenibilidad de su endeudamiento (definido en estos términos
por el FMI), que alcanzó el 89% de su Producto Bruto Interno a
diciembre de 2019. La economía argentina muestra una preocupante
evolución de la pobreza, incluso previa a los impactos de la
cuarentena, cuyo último dato a diciembre de 2019 arrojó 35,5%, así
como un alarmante nivel de indigencia, que llegó al 8% en diciembre
de 2019. Adicionalmente, en los últimos años se registró un
retroceso en el nivel del poder adquisitivo de los salarios en 15
puntos, que no llegó a revertirse hasta el inicio de la pandemia.
El Estado nacional dispuso una
serie de medidas destinadas a sostener ingresos de familias y
subsidiar empresas —al mismo tiempo que otorgarles liquidez— por
casi 3% del PBI, pero sigue siendo transcendente evaluar por cuánto
tiempo se extiende la cuarentena o las medidas de resguardo de la
población para analizar si es suficiente la magnitud de erogaciones
fiscales y crediticias. Hasta ahora, las medidas consistieron en:
- Disposiciones para sostener actividades a través de teletrabajo y licencias
- Políticas de sostenimiento del empleo vía financiación empresarial (como ATP)
- Política de ingresos a las personas vulnerables (IFE, bonos a jubilados/as y prestaciones sociales)
- Controles de precios (política de precios máximos)
- Políticas de financiación de la economía real (programa de créditos garantizados a PyMEs —FOGAR—, créditos a tasa cero para autónomos y monotributistas).
¿Cómo se financian estas
decisiones? Esta pregunta ha generado diversos debates en las últimas
semanas, donde surgieron propuestas de reducción salarial a cargos
políticos –ejecutivos y legislativos–, renegociación de
intereses de deuda como reemplazo a estos gastos, la propia emisión
monetaria desde el BCRA financiando al Tesoro, o el gravamen a las
grandes fortunas.
Impuesto a los patrimonios en el mundo
El 3 de abril desde el editorial
del Financial Times se admitió la necesidad de que los gobiernos
lleven adelante reformas radicales y adopten un rol activo en la
economía. Advirtió que la redistribución volverá a estar en la
agenda y los impuestos sobre la renta y la riqueza tendrán que estar
presentes. Este editorial generó debate, considerando que se trataba
del principal periódico financiero británico. Es difícil
determinar qué profundidad e intensidad puede llegar a existir en la
modificación de las visiones sobre la salida de la crisis de la
pandemia. ¿Hasta qué punto serán los estados los que saldrán
reforzados estructuralmente o se tratará sólo de una coyuntura
pasajera?
Lo cierto es que esta crisis ha
abierto debates en todo el mundo, concretamente en relación con la
necesidad de avanzar en una mayor justicia tributaria. Incluso, cabe
señalar que ha sido el propio Fondo Monetario Internacional (FMI)
quien recomendó la adopción de medidas fiscales que involucren el
aumento de las alícuotas para los tramos más altos de impuesto a
las ganancias y bienes personales. El 6 de abril el FMI publicó un
informe elaborado por el Departamento de Asuntos Fiscales, que forma
parte de una serie especial de sugerencias sobre políticas fiscales
para responder ante la emergencia del coronavirus. Es interesante
destacar que se recomienda, entre otras cosas, asegurar los ingresos
y promover la solidaridad. Sugiere considerar aumentar las tasas más
altas del impuesto a las ganancias, del impuesto a los bienes
personales o de la riqueza, lo que podría lograrse a través de un
«Recargo solidario». Adicionalmente, sugiere monitorear de cerca a
los grandes contribuyentes que puedan cumplir con la presentación y
el pago de sus obligaciones, reconociendo que los problemas de
cumplimiento de presentación y pago pueden ser mayores para las
empresas más pequeñas.
En función de este marco general
que muestra una crisis —al menos coyuntural— de las premisas
sostenidas por el liberalismo, se detallan en el cuadro a
continuación una serie de casos recabados en medios de comunicación
(y eventualmente constatados con fuentes primarias de los países),
donde se ha manifestado públicamente la propuesta de un nuevo
gravamen a los patrimonios en este contexto de pandemia.
( … ) La Argentina: ejercicio
de potencial recaudación
Frente al incremento del gasto
fiscal derivado de la atención del coronavirus, que en un principio
equivalía a 1% del PBI en paquete fiscal y 1,3% en paquete
crediticio (sumando 2,3%) y con los últimos anuncios relativos a la
financiación de una porción del salario del sector privado por
parte del Estado (llegaron a casi 3%), se han realizado una serie de
propuestas orientadas a financiar tal inversión por parte de
distintos integrantes del espacio político del gobierno, diputados
del bloque sindical, dirigentes del Frente de Todxs y de CTA. Las
ideas giran en torno a la justicia tributaria con la implementación
de un impuesto, que podría ser por única vez, a grandes fortunas.
Desde CEPA realizamos a
continuación una estimación propia, con los siguientes supuestos:
- Impuesto al 1,5% de los patrimonios más grandes de la Argentina, discriminando entre bienes declarados en el país y en el exterior.
- Impuesto al 10% de la rentabilidad neta de las 120 empresas de mejor desempeño en su último período fiscal declarado.
En relación al primer universo,
si se considera el patrimonio acumulado de las 50 personas con mayor
patrimonio del país, el valor alcanza unos US$ 57.340 millones, lo
que equivale a $3.669.760 millones ($3,6 billones). La familia más
rica es la de Paolo Rocca, le siguen Alejandro Pedro Bulgheroni y
familia, Gregorio Pérez Companc y familia, Alberto Roemmers, Jorge
Pérez, Marcos Galperín, Hugo Sigman y Silvia Gold, entre otras,
según el relevamiento de la revista Forbes. Si se cobrara un
impuesto 1,5% a estas fortunas, la recaudación ascendería a $55.046
millones de pesos. Por caso, esta recaudación extraordinaria
serviría, por ejemplo, para fondear el 70% del costo del Ingreso
Familiar de Emergencia (IFE) de $10.000 para monotributistas, que
asciende a $78.000 millones de pesos —sólo en abril—. En efecto,
este destino específico introduciría un componente redistributivo
no sólo en el orden tributario sino también en su gasto.
Los
datos de los principales patrimonios de Argentina, de todas formas,
son estimaciones de mercado realizadas por una fuente privada. Para
ganar en precisión, es fundamental partir de la estructura del
Impuesto a los Bienes Personales, ya que la valuación fiscal de los
bienes de acuerdo a los criterios vigentes en las normas impositivas
no siempre es el valor de mercado de los mismos.
Partiendo
de los últimos datos disponibles de la AFIP al año 2017, el mayor
tramo de bienes declarados son los bienes personales sujetos a
impuesto superiores a los $60 millones de 2017, equivalentes a más
de U$D 3 millones de 2017[27],
por los cuales tributaron solamente 6.197 personas. De la misma
manera se advierte que solamente 32.484 personas (los últimos cuatro
tramos en conjunto) declararon bienes sujetos al impuesto sobre los
bienes personales superiores a los $15 millones en 2017. A
continuación, se expone un cuadro con la cantidad de personas
sujetas al impuesto con los mayores tramos de bienes personales.
Si se aplicara un impuesto
adicional de 1,5%, por única vez sobre aquellos bienes, podría ser
factible obtener recursos fiscales equivalentes a aproximadamente U$D
893,5 millones, unos $ 57.900 millones. Estos valores constituyen
simplemente una aproximación teórica porque se desconoce la
valuación de los bienes a diciembre de 2019, ya que la última
información disponible desagregada corresponde a diciembre de 2017.
Si el límite fuera más bajo, y
se consideraran para el tributo los últimos cuatro tramos de bienes,
es decir, se aplicara dicho impuesto especial a las 32.484 personas
con bienes personales superiores a los $15 millones en 2017
(equivalentes a U$D 793,6 millones), la recaudación adicional total
podría ascender a U$D 1.438 millones, unos $ 92.050 millones.
Nuevamente, esto es solamente una
aproximación del orden de magnitud que podría llegar a recaudarse
con un impuesto extraordinario que grave a pequeña porción de la
sociedad; en este caso, alrededor del 0,07% de la población
argentina.
En el próximo cuadro se exponen
las distintas estimaciones presentadas más arriba que aproximan la
recaudación adicional que podría obtenerse con distintas
alternativas de impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas.
Con el cálculo 1, tomando la fuente Forbes con los 50 patrimonios
más grandes, el tributo extraordinario podría recaudar $55.046
millones. Con el segundo cálculo, que toma datos de AFIP de la base
de bienes personales, si se recorta el gravamen a los patrimonios
superiores a los U$D 3,2 millones, se recaudarían $ 57.900 millones.
En tercer lugar, el cálculo considera la base de AFIP de 2017,
aunque incluye un piso imponible más bajo, de U$D 800.000 y así se
recaudarían más de $ 92.000 millones.
En el segundo universo, que
refiere al tributo sobre la rentabilidad neta de las empresas con
mejor desempeño en el último ejercicio fiscal (2019) se realiza una
aproximación tomando la rentabilidad de las 62 empresas de mayor
facturación –con rentabilidad relevada por la revista Mercado-. El
total de ese universo de 62 empresas asciende a US$ 11.910 millones,
lo que equivale en pesos a $574.530 millones. Entre las más
importantes, se encentran Telecom, Toyota, Pan American Energy,
Volkwagen, Vicentin, Cargill. Algunas de estas pertenecen al Estado
(YPF, Banco Nación, Banco Provincia). Es importante considerar que
en esta estimación se incluyen empresas públicas.
Cabe indicar que para la
selección se consideraron las 120 empresas de mayor facturación, y
de ellas, sólo presentaban información sobre rentabilidad unas 62.
El ejercicio, por lo tanto, incluye una estimación de recaudación
considerando
- sólo la rentabilidad de esas 62 empresas –como piso mínimo- y
- extrapolando el desempeño de esas 62 a las 120 del universo inicial. Para la estimación de la rentabilidad de 2019 se deflactó por el dólar promedio de 2018 y se estimó al dólar promedio de 2019.
A grandes rasgos, una recaudación
del 10% sobre la renta de estas 62 empresas arrojaría ingresos al
fisco argentino por al menos $57.453 millones. Si se extrapola la
información de rentabilidad disponible al 100% de las 120 firmas
consideradas, el monto de recaudación sumaría $111.199 millones.
Conclusiones
Este informe nació a partir de
la búsqueda de experiencias similares al debate argentino de las
últimas semanas, y se encontró con países vecinos y también con
casos testigo de Europa donde se plantea la discusión. La propuesta
de impuestos a las grandes riquezas no es exclusividad argentina: en
distintos países de Europa y de América Latina existen propuestas
que avanzan en una mayor justicia tributaria, apuntando a recaudar
más de parte de quienes más poseen. Hay cinco países europeos
donde el gravamen a los altos patrimonios forma parte del debate
público en el marco de la pandemia de Covid-19 y hay otros seis
países de América del Sur donde se registran propuestas en el mismo
sentido.
Los casos donde los oficialismos
han planteado el tributo a los grandes patrimonios corresponden a
España –el sector de Podemos que integra la alianza de gobierno—
y a Rusia, donde la idea fue mencionada por el propio Putin, aunque
dirigida a gravar los pagos de dividendos e intereses que las
empresas rusas hacen a las cuentas bancarias en el extranjero de sus
propietarios, los intereses de los depósitos bancarios rusos y los
bonos que superen 1 millón de rublos (U$D 13.000). Ambos serían
asimilables al caso argentino, donde el Presidente Fernández y
también su Ministro de Hacienda se manifestaron a favor de la
iniciativa, que a su vez fue propuesta en un comienzo por el Jefe de
Bloque del oficialismo en Diputados, Máximo Kirchner. En el resto de
los casos de Europa donde se detectó la existencia de debate se
trata de las oposiciones políticas a los oficialismos las que
impulsan las propuestas: en Reino Unido se trata de sectores del
Partido Laborista, en Suiza es un partido de izquierda (PST-POP) y en
Italia es una parte del Partido Democrático que pareciera no haber
logrado consensos sobre el conjunto de la alianza gobernante.
En América Latina el debate va
emergiendo con mucha más iniciativa que la que suelen cubrir los
medios de comunicación en la Argentina. También son las oposiciones
las que lideran las propuestas. En Brasil hay cuatro propuestas
presentadas en el Senado, y particularmente en diálogo con
dirigentes del PT para este informe, manifiestan que es una
iniciativa que tiene apoyos de otros partidos como PSDB y de la
izquierda, y también de la central sindical CUT. En Perú hay dos
partidos, Nuevo Perú y Frepap, con presencia institucional en el
Congreso, que elaboraron proyectos. En Bolivia el sector del MAS
liderado por el candidato Arce tiene una propuesta en elaboración.
En Chile desde el rol institucional de Camila Vallejo como diputada
se elaboró una propuesta por parte del Partido Comunista y se evalúa
presentarla al congreso. En Ecuador es un asambleísta del sector
alineado a Correa, del Movimiento Ciudadano, que empuja la iniciativa
– Pabel Muñoz-.
Se destaca, como caso
interesante, que en Estados Unidos durante la pre-campaña
presidencial en 2019, Bernie Sanders propuso un Impuesto a la Riqueza
Extrema. No obstante, su derrota en las primarias limita las
posibilidades de esta idea.
La
solidaridad como concepto político es otro eje de análisis. Una
amplia mayoría de las propuestas analizadas incluyen la palabra
solidaridad
en el nombre de los impuestos promovidos. El informe da cuenta de
experiencias que han planteado esquemas de solidaridad
entre aquellos de mayor capacidad contributiva respecto de sectores
más postergados. Si bien los esquemas impositivos se supone que
tienen esta misma finalidad, es posible identificar casos
paradigmáticos previos a la pandemia que ilustran un debate muchas
veces silenciado.
En
Alemania la historia del impuesto solidario (Soli)
tuvo como objetivo principal la reconstrucción de la Alemania
unificada, interpretándose esto como favorecer a los sectores más
postergados (Alemania Oriental) respecto de los más desarrollados
(Alemania Occidental). Esta recaudación adicional permitió
reactivar la economía, en lugar de aplacar la inversión como suele
sostenerse desde algunos sectores liberales como argumento crítico a
la tributación. El impuesto consiste en un recargo al Impuesto a la
Renta (lo que en Argentina sería el Impuesto a las Ganancias de las
4 categorías) e implica un adicional de 5,5% sobre la alícuota
vigente de dicho impuesto, pero sólo para los de mayores ingresos.
El impuesto, que se ha sostenido durante 30 años, tuvo hasta ahora
un límite relativamente bajo y la reciente decisión de Alemania no
fue eliminarlo sino mantenerlo sólo para un segmento acotado, el de
mayores ingresos. Es decir, se mantendrá con similares
características para los ingresos más altos: alrededor del 3,5% de
los contribuyentes continuará tributando el monto total.
Por
otro lado, las crecientes necesidades fiscales asociadas a estas
medidas de sostén de ingresos a las familias y de subsidios a las
empresas reinstalan el debate sobre el rol del sistema tributario
para mitigar la desigualdad. Los efectos de la pandemia son
regresivos: afectan de manera sensible a los que menos tienen, no
sólo en materia de salud (peor acceso a la salud y situación de
insalubridad en su vida cotidiana) sino también en lo referido a la
cuestión económica: establecer el aislamiento obligatorio y la
paralización de importantes sectores de la actividad económica
implica afectar los limitados ingresos de los trabajadores sin empleo
o de empleo informal, que no acceden a licencias pagas, y carecen de
protección sindical. Esto implica una profundización de la
desigualdad, a menos que la tarea del Estado revierta o al menos
compense la situación. Esa tarea tiene dos pilares: la forma de
recaudar y las decisiones de ejecución del gasto.
En
efecto, el sistema tributario puede tener un rol fundamental en esta
situación de emergencia como herramienta para reducir la desigualdad
social y la pobreza (Piketty, 2014). Uno de los criterios centrales
para someter a los contribuyentes a tributos debiera ser la capacidad
contributiva (Jarach, 1996), es decir, la aptitud de los
contribuyentes de acuerdo a su riqueza y sus ingresos. Esta refiere a
que el sistema tributario debe estructurarse de forma que aquellos de
mayor capacidad económica tengan una participación más alta en la
recaudación tributaria del Estado. En este sentido, un sistema
tributario justo es aquel inspirado en el principio de progresividad
(Gaggero, 2008), que implica un tratamiento diferenciado entre
diferentes niveles de capacidades contributivas. Sin embargo, en los
hechos, quienes poseen mayor capacidad contributiva cuentan con
mayores recursos para eludir el pago de los tributos, a la vez que,
en la actualidad, la mayor parte de la recaudación se nutre de
impuestos regresivos, que gravan con la misma alícuota a
contribuyentes de alta y baja capacidad económica.
Entre los impuestos progresivos se considera el
impuesto a las ganancias, bienes personales, ganancia mínima
presunta y –en un modelo tributario heterodoxo- se contabilizan los
derechos de exportación. En 1997 tan solo el 30% de la recaudación
se basaba en impuesto progresivos, y el resto -70%- se sostenía de
manera regresiva. Esa ecuación cambió a partir de 2002 donde
jugaron un fuerte rol los derechos de exportación. Se observa que
durante el macrismo la relación vuelve a alterarse, cayendo desde el
45% al 39% la incidencia de los impuestos progresivos sobre la
recaudación, ahí no solo por baja de retenciones sino también de
bienes personales, y pérdida de recaudación por ganancias en virtud
de la menor actualización salarial respecto de inflación.
En el periodo del kirchnerismo,
tanto por la modificación de la incidencia de los impuestos
progresivos como por un direccionamiento de esa mayor recaudación
estatal de manera redistributiva, se produce una sensible reducción
de la desigualdad: el índice de Gini se redujo de 0,44 a 0,37 entre
2003 y 2015, mientras que luego de 2015, al producirse ambos efectos
a la vez (la caída de los impuestos progresivos y un ajuste del
gasto), el índice de Gini pasó de 0,37 a 0,385 entre 2015 y 2018 y
se redujo a 0,38 en 2019.
Por otro lado, si tomamos la
comparación internacional que realiza la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) a 2017, Argentina es uno de
los países que menor gravamen realiza a los que mayores ingresos
tienen. La OCDE estima cuánto pesan los impuestos a los ingresos
sobre las personas y a las ganancias sobre las empresas, sobre el
PBI. Son impuestos progresivos y sobre flujos pagan más los que más
ingresos tienen (están excluidos, no obstante, los impuesto
patrimoniales). En la Argentina a 2017 estos impuestos pesan 5,3%,
mientras que en países como Brasil o Chile pesan 7%. En Francia
10,9%, Israel 11,6%, Alemania 12,2%, Estados Unidos 12,4%, Italia
13,4%, Canadá 15,4%, Australia 15,9%.
Análisis de la propuesta argentina
El proyecto final que propone el
Frente de Todxs aún no se conoce en detalle, pero el debate podría
darse en el Congreso si finalmente es una decisión que se impulsa
desde la Casa Rosada – y pareció haber guiños políticos en
relación a ese impulso en los últimos días.
En este trabajo se han realizado
distintas estimaciones sobre el aporte que pueden hacer las grandes
fortunas de la Argentina así como un puñado de grandes grupos
económicos de nuestro país. Ambas herramientas, en conjunto,
podrían sumar a la recaudación de 2020 entre 112.000 y
203.000 millones de pesos de manera extraordinaria. Considerando el
“Cálculo 2” para grandes patrimonios (que grava desde 3,2
millones de dólares con 1,5% de alícuota) y considerando la
estimación (B) de aplicación de una alícuota de 10% sobre la
rentabilidad proyectada de 120 empresas de mayor facturación del
país, la recaudación adicional de un gravamen extraordinario
ascendería a $169 mil millones.
La
aplicación del impuesto llevaría de 45% a 47% la incidencia de los
impuestos progresivos sobre el total de la recaudación – sólo en
2020, de manera extraordinaria-. A su vez, el impacto adicional sobre
el total de recursos tributarios a 2020 (actualizando la recaudación
2019 según inflación anual promedio para 2020 tomando REM-BCRA)
ascendería a 2,3%. No obstante, es de esperar que la caída en la
recaudación anual producto de la recesión sea sensiblemente mayor a
este guarismo.
Mas allá de adhesiones o
críticas atendibles, legitimas o de las otras, la realidad inédita
de una crisis sin antecedentes cercanos y bajo circunstancias muy
particulares, impiden análisis serios respecto al accionar y la toma
de decisiones de los actores sociales en la globalización y en cada
región del planeta donde estas se ponen a prueba … No hay
referencia con la cual comparar aciertos o desaciertos que puedan ir
mas allá de los resultados prácticos referidos a las famosas ya
“curvas” estadísticas respecto de contagios y muertos por la
pandemia.
Tampoco es fácil distinguir en
la realidad que asuntos o cuestiones son manifestaciones de la crisis
sanitaria y de las decisiones que se toman en torno a esta o cuales
son solo agravamientos o visibilizaciones de aquellas dificultades
que se venían manifestando antes de la pandemia.
Sin embargo, los medios de
comunicación que han sabido sostener sus negocios en la famosa
“grieta” insisten en alimentarla con la excusa de que la pandemia
no impide seguir diciendo lo que esta mal, como si esos medios
tuviesen la vara exacta del bien/mal, cuando solo ejercen sus roles y
funciones con aquella escala de valores con la que manipulan
subjetividades y realidades para beneficiar a quienes sostienen sus
negocios y pagan sus grandes sueldos, alimentando la ideología
neoliberal de la posverdad, la anti-politica y la libertad individual
que se impone a la obligación de procurar los equilibrios necesarios
en las relaciones para evitar muertos y pobres, y el poder de
minorías sobre el bien común de todes …
La teleconferencia del viernes
con los gobernadores entonó al presidente Alberto Fernández. Todes
apoyan la prolongación de la cuarentena, aún quienes gobiernan
provincias con pocas personas infectadas. A semejanza del fallecido
presidente Néstor Kirchner, atravesando circunstancias
asombrosamente diferentes, AF empatiza con quienes gestionan,
atienden cuestiones prácticas, toman decisiones. Un sentido común
compartido los emparenta.
La noche del viernes, las
instituciones le allegaron otra buena noticia: el fallo de la Corte
Suprema ante el pedido de declaración de certeza impulsado por la
vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Una decisión
inteligente” expresó el primer mandatario, la mejor dentro de lo
posible. El jurista que sigue siendo asumía cuan discutible es la
competencia del Tribunal en un asunto de esa naturaleza. Dicho de
otro modo, cuán audaz fueron la movida de Cristina y la presentación
de la abogada Graciana Peñafort.
Y comprendió --como todo el
mundo salvo los editores de tapa de los diarios Clarín y La
Nación-- que la mayoría estableció que el Congreso puede
reglamentar su forma de funcionar y, por ende, las sesiones remotas.
Una resolución política en el sentido cabal de la palabra. La
Corte, explica el abogado devenido presidente, cierra el paso a
posibles fallos de jueces provinciales haciendo lugar a medidas
cautelares contra nuevas leyes (el impuesto a las grandes fortunas,
la primera) por vicios de procedimiento. La jurisprudencia nacional
concede esa potestad a cualquier magistrado de primera instancia.
Algo que parece disparatado para cualquier profano… en buena medida
porque lo es. Dicho escenario quedó bloqueado por la prudencia de
cuatro de los cinco integrantes del Tribunal. El restante, el
presidente Carlos Rosenkrantz, se cuadró como un soldado del
establishment y argumentó como un sofista.
El derecho ocupa una parte menor
en la cabeza y las inquietudes del Presidente. La vida y la salud,
primero.
**
Las reuniones con el comité de
expertos lo llevan a leer y estudiar sobre la covid-19. Hasta una
larga conversación con el presidente francés, Emmanuel Macron, se
centra en intercambios de consultas e impresiones sobre la pandemia.
Formas de contagio, investigaciones nuevas, a veces preocupantes.
Fernández está conforme con
cómo se ralentizaron los contagios desde el inicio de la cuarentena.
El pico, predicen sin certeza los especialistas, se trasladó hasta
junio. Hubo y queda margen para mejorar la infraestructura
hospitalaria. “Estamos mejor armados”, transmite Fernández,
atento a la relativamente baja tasa de muertes que tiene la
Argentina.
La mañana del sábado pensó en
el anuncio que se informa en estas mismas páginas. Asimismo dedicó
buen tiempo a reunirse con el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Entre la vida y la economía, se ocupó de ambas.
Es imperioso, concuerdan Guzmán
y el Presidente, reconstruir un mercado de capitales en pesos. El
lanzamiento de nuevos bonos y letras se orienta en ese sentido. El
ministro prepara anuncios en ese sentido, nunca demoran mucho en la
coyuntura.
El canje de deuda se conversó.
Guzmán es hostigado por los acreedores privados y sus portavoces
autóctonos, lo que seguramente prueba que está cumpliendo bien su
deber. En el inicio del regateo, el Presidente prefiere evitar
proyecciones aunque resalta los elogios del economista Jeffrey Sachs
a la propuesta argentina.
**
“A veces noto mucha
impaciencia”, discurre Fernández discutiendo con quienes le dicen
que apresure la reapertura de la economía. Muestra el mapa-semáforo:
según su cálculo a ojímetro, las zonas rojas atañen a más de la
mitad de la población argentina, aunque a menos porcentaje del
territorio nacional.
“Tenemos imaginado un horizonte
de salida, en cinco etapas”. Se transita la segunda, empieza la
tercera. El ritmo lo marcará la evolución de la pandemia. Le
preocupa la conducta colectiva a partir de la apertura, lo obsesiona
transmitir que los riesgos acechan, que lo peor no pasó.
Este sábado se hizo el anuncio
habilitando actividades hasta ahora prohibidas. Recién en quince
días se empezará a medir el impacto sanitario. “Estoy dispuesto a
ir y volver” si las condiciones se agravan, explica Fernández.
Confía en la templanza de “la
gente” que hasta ahora lo acompaña tanto como los gobernadores. El
final es abierto, los plazos inciertos… Todo se decide y recalcula
paso a paso como pregonaba el filósofo estoico Mostaza Merlo
confiando en que hacer las cosas bien posibilita mejores desenlaces
(la doctrina del epicúreo Gorosito).
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
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