Viernes 24 de abril de 2020

Lo que llamamos caos no son más que patrones que no sabemos reconocer. Lo aleatorio no es más que un patrón que no sabemos descifrar. Si no entendemos algo, lo llamamos sinsentido.
Si no sabemos leer algo, lo llamamos galimatías.
No existe el libre albedrío.
No existen variables.

Chuck Palahniuk – Superviviente


La incertidumbre define nuestra comprensión del universo. Aunque las reglas de las interacciones fundamentales de la naturaleza nos son más o menos bien conocidas, sus combinaciones y ocurrencias, como las infinitas canciones que pueden imaginarse con unas pocas notas musicales, generan la infinita diversidad en infinitas combinaciones de eventos que vemos en la naturaleza. La ciencia, con sus cuidadosas y meticulosas observaciones y corroboraciones experimentales, ha sido la guía para comprender y controlar la incertidumbre de esas infinitas combinaciones. 

 
Esa misma herramienta que nos permite aprovechar las reglas de la naturaleza para mejorar nuestras vidas también nos recuerda nuestras limitaciones y debilidades, esto es, la ciencia también nos da idea sobre qué tanto podemos dominar y controlar la incertidumbre en el mundo que nos rodea: hemos aprendido que por mucho que avancemos en el andar científico, nunca podremos hacer predicciones perfectas del futuro, nunca podremos eliminar del todo la incertidumbre.


Esa incapacidad de predicción perfecta hace que nuestras vidas estén permanentemente marcadas por lo desconocido, desde el miedo que nos genera un ruido inesperado en un arbusto en las estepas africanas que nos vieron nacer, hasta la fantásticamente remota posibilidad de que nuestro universo sea una simulación que pueda ser apagada en cualquier momento. Así cada uno de nosotros busca una manera de navegar el miedo primigenio que nos genera la incertidumbre sobre lo que nos depara el futuro: buscamos un asidero, algo que nos permita sentir algo de control, incluso si esa sensación de control es ilusoria. Encontrar un atisbo de orden en el caos, un acorde reconocible entre el ensordecedor ruido, nos brinda calma; la detección de patrones en la naturaleza ha sido la herramienta que la evolución le ha brindado a los seres vivos para sobrevivir.


Sin embargo, estos mecanismos no son perfectos, la evolución no es un impoluto ingeniero sino que como diría el famoso biólogo Richard Dawkins, se asemeja más a un relojero ciego, dando tumbos, explorando todo su espacio de posibilidades y, quedándose con lo que funciona más o menos bien, sin preocuparse mucho sobre elegancia o perfección. Así, en muchas ocasiones los mecanismos de detección de patrones de los seres vivos pueden cometer errores: a veces no detectando un patrón de extrema importancia (por ejemplo, un depredador oculto al acecho) pero en otras detectando un patrón inexistente y, a falta de uno mejor, aferrándose a él incluso cuando vemos que no funciona (pensemos en el apostador empedernido que está convencido de que los dados “están calientes” y que no puede perder a pesar de encontrarse ya en la ruina). Es en esta segunda falla donde nacen las teorías de conspiración, en el dibujo de patrones que no están allí, en detectar depredadores donde realmente habían sombras de ramas movidas por el viento.


Estos tiempos de pandemia, cuando el miedo y la incertidumbre nos vapulean con tanta fuerza y sacuden la confianza en nuestro dominio de la naturaleza, activan los más antiguos y atávicos lugares de nuestro cerebro, llevándonos a buscar el cobijo de explicaciones rápidas y sencillas que nos devuelvan la relativa calma que da la pretendida comprensión del mundo. Pero como bien afirmó H. L. Mencken: “para todo problema humano hay una solución simple, plausible y equivocada.” Veamos una de las teorías de conspiración que se han hecho más populares a raíz de la actual pandemia asociada al virus SARS-CoV-2, la que afirma que el virus es generado o su impacto multiplicado por la radiación emitida por las antenas de telefonía celular de quinta generación, mejor conocida como 5G.


Al hablar de estas teorías de conspiración es imposible desmontar todas las versiones y sabores distintos en que se manifiestan: la mente humana es asombrosa a la hora de diseñar patrones y urdir con ellos historias que, aunque suenan plausibles en primera instancia, se vienen abajo rápidamente con la más ligera brisa de evidencia. Por esto discutiremos sólo algunos detalles comunes a todas las conspiraciones que corren como incendio descontrolado por las redes sociales y cadenas de correo, teniendo siempre en mente que quienes las comparten y popularizan en su gran mayoría no son estúpidos o malintencionados, sino que en una situación donde se unen una mala formación científica popular, un panorama de cambios rápidos e inciertos y un liderazgo político y comunicacional deficiente o genuinamente desbordado, el miedo los lleva a buscar el primer salvavidas que se encuentra… incluso si está hecho del más débil papel.


La naturaleza de la Bestia ¿Qué diablos es el coronavirus?



En términos sencillos un virus biológico (esta distinción será importante en breve) es un agente infeccioso que solamente puede replicarse dentro de las células de otro organismo. Comúnmente consisten de una cadena de ADN o ARN (que contiene la información genética del virus y es lo que busca reproducirse) recubierta de una capa protectora de proteína o grasas. Como su estructura es muchísimo más simple que la de una célula, determinar si los virus son una forma de vida o no es un debate abierto actualmente en biología.


Aquí tenemos la primera pista acerca del por qué relacionar un virus biológico con una tecnología de telecomunicaciones. Desde que hemos desarrollado la tecnología de computadores personales, hemos creado programas informáticos cuya misión es reproducirse y “secuestrar” una computadora para hacer algo indeseado por su usuario. Los programadores de esos tempranos programas, viendo una analogía con “programas biológicos” que secuestran “computadoras orgánicas” para reproducirse llamaron a sus creaciones virus informáticos. La confusión en una sociedad con un pobre dominio tanto del conocimiento técnico informático como del conocimiento científico biológico es tristemente comprensible.



Los coronavirus, por su parte, son una familia de virus que causan enfermedades en algunos animales, entre ellos los humanos, donde usualmente generan enfermedades respiratorias. Reciben su nombre porque tienen unas pequeñas espinas de proteína en su superficie, llamadas peplómeros, que hacen que se vean como una imagen de la corona solar. En humanos, las enfermedades asociadas a los Coronavirus recorren la gama de letalidad, desde síntomas similares a los de un resfriado común (normalmente causados por otros virus, los rinovirus) hasta enfermedades mucho más graves y letales como el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés) o el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), con mortandades de cerca de 13% y 36% respectivamente. La cepa de virus causante de la pandemia actual recibe el nombre de SARS-CoV-2 y su enfermedad asociada COVID-19 (COronaVIrus Disease 2019, en inglés).


Tenemos entonces ya la primera herramienta para cuestionar las teorías de conspiración que conectan al SARS-CoV-2 con la telefonía 5G ¿cómo podría una tecnología celular causar o influir en un virus biológico? Podemos ya descartar las teorías que afirman que 5G “causa” COVID-19, pero aún nos queda por comprender si sería posible que la telefonía celular de quinta generación agrave o coadyuve a los síntomas del COVID-19. Para esto necesitamos entender el espectro electromagnético y la telefonía celular moderna.


El Arcoíris Tecnicolor: el espectro electromagnético 



Una de las dificultades que nos hemos creado los físicos a la hora de explicarle al público lo que hacemos es que, dicho simplemente, somos pésimos con el marketing: tendemos a llamar con el mismo nombre a cosas cuya relación es débil o incluso inexistente. Tal es el caso de una palabra que resuena muchísimo cuando la decimos pero cuyo significado tiene implicaciones muy distintas dependiendo del contexto en que se enuncia, hablamos aquí de la radiación.


Cuando se habla de radiación, la mente usualmente tiende a crear la imagen de la infame nube con forma de hongo tras una explosión nuclear o a imaginar ominosas barras de un color verde brillante. Para simplificar, baste decir que cuando un físico emplea la palabra radiación normalmente está hablando de alguna de las siguientes: partículas emitidas por reacciones atómicas o nucleares o, por otro lado, las distintas manifestaciones del espectro electromagnético. Aunque la separación que mencionamos no es en lo absoluto apropiada, es adecuada para comprender el por qué de la posible confusión del público en general cuando se menciona la palabra radiación que les llevaría a cometer errores al interpretar lo que puede o no hacer una señal de microondas.



En el primer caso, estamos hablando de reacciones atómicas o nucleares, emisión de partículas alfa, beta y gamma, de neutrones, de rayos cósmicos y de otras partículas que se explican empleando las reglas del Modelo Estándar de las partículas elementales. Es el  terreno de la electrodinámica cuántica y la cromodinámica cuántica. En el segundo, dejamos el mundo de lo cuántico para regresar al mundo clásico de la física del día a día, donde se puede hablar simplemente de electromagnetismo. En el caso de las tecnologías de telefonía 5G, estamos firmemente en el terreno de la electrodinámica clásica, es decir, imanes y circuitos eléctricos, no el reactor nuclear de Springfield.


Como el caso que nos interesa es el de la radiación electromagnética debemos entrar un poco más al detalle en el tema. Podemos imaginar una onda electromagnética interactuando con una molécula de ADN como una ola que se acerca a una flota de botes pesqueros que están distanciados entre sí por cuerdas. Aquí el mar sería el campo electromagnético, los botes los átomos de la molécula de ADN y las cuerdas serían los enlaces electroquímicos que los unen. 


Cuando el mar está calmo, hay una gran distancia entre los picos de las olas, es decir, las olas son de baja frecuencia, y aunque tengan gran amplitud no son particularmente peligrosas para nuestra flota. Pero, cuando el mar está muy picado, la frecuencia de las olas aumenta y no hace falta demasiada amplitud para causarle problemas a nuestra flotilla de pescadores. Las olas los ponen en peligro enredando o peor, rompiendo las cuerdas que los mantienen en formación. Cuando hay una cuerda rota o enredada, nuestros pobres navegantes tratan de reparar la formación como pueden, pero de vez en cuando la reparación pierde algún barco o cambia la forma de la flotilla. Cuando esto ocurre en una molécula de ADN, el resultado es una mutación.


 Una mutación ocurre cuando el genoma de una célula es reescrito, bien sea perdiendo una “letra” del código genético o cambiando su posición relativa al resto; esto puede ocurrir por varias razones, entre ellas la interacción con una onda electromagnética. La mayoría de las mutaciones en un organismo son dañinas y, cuando superan los mecanismos de reparación de un ser vivo, pueden generar cáncer y otras terribles condiciones. Para romper los enlaces moleculares la energía que debe tener una onda electromagnética debe ser mayor de los 12 eV (aproximadamente 2×10^-18 Jouls), que corresponde a una frecuencia de 3 PHz (Peta Hertz, 3×10^15 Hertz) esto es una longitud de onda de 100 nanometros, o luz ultravioleta (UV). Es por esto que la luz UV es empleada para desinfección de objetos y el por qué debemos usar protector solar al exponernos al sol.


Entonces vemos que para generar mutaciones con radiación electromagnética es necesaria luz con una frecuencia en el ultravioleta o más allá, pero las señales de telefonía celular están en el orden de las microondas, que tienen frecuencias entre los 300 Mega Hertz y los 300 Giga Hertz (abreviado como MHz y GHz), esto es, diez mil veces menor que el ultravioleta. En el caso específico de las antenas 5G, las frecuencias van desde la banda más baja en los 2,4 Giga Hertz  hasta la más alta en los 72 Giga Hertz. Esto significa que la energía de las ondas electromagnéticas involucradas en la telefonía celular son entre diez mil y diez millones de veces más bajas que la necesaria para romper los enlaces de la molécula de ADN y generar mutaciones. Es por eso que no hay evidencia alguna de un mecanismo que conecte el uso de teléfonos celulares y un aumento en la incidencia de cáncer.


Antenitas de vinil y sombreros de aluminio: hablemos de microondas



Pero seamos generosos con quienes cuestionan lo anterior y confían en una conspiración. Puede que el problema no sea que las señales rompan enlaces moleculares y generen mutaciones (en el virus o en nuestras células) sino que las microondas generan un aumento de la temperatura corporal de manera similar a una fiebre y eso multiplica el daño que causan los síntomas del COVID-19. Después de todo, cualquiera que haya usado un horno de microondas sabe cuán efectivos son a la hora de calentar una taza de café o unas deliciosas cotufas, así que tener uno pegado al oído no debe ser muy bueno, es más todos hemos sentido cuánto se calientan nuestros teléfonos tras una llamada larga o una agresiva partida de Fortnite.


Un horno de microondas calienta los alimentos aprovechando que las moléculas de agua son dipolares, esto es, su composición y forma generan un lado con una ligera carga positiva y otro con una ligera carga negativa. Esa maravillosa propiedad hace al agua bastante peculiar, permitiendo la existencia de la vida como la conocemos y hace que las moléculas de agua roten cuando son expuestas a microondas con una frecuencia de 2,45 GHz. Esa rotación produce vibraciones en todo lo que rodea a la molécula de agua y a esas vibraciones las llamamos calor.
 
 
 
¡AJÁ! Exclaman nuestros compañeros en redes sociales convencidos de que han dado con la evidencia de que su teoría sobre el 5G es cierta. La frecuencia a la que funcionan los hornos de microondas es la misma del 5G que mencionamos más arriba así que ahí está la conexión ¿cierto? Pues no exactamente. No basta solamente con tener una onda electromagnética de la frecuencia correcta, también debe tener la potencia suficiente para causar problemas, esto es, la energía que deposita la onda en la molécula por unidad de tiempo debe ser lo suficientemente alta como para elevar la temperatura del cuerpo a niveles preocupantes. Si volvemos a nuestro ejemplo con la flotilla de barcos, no basta con hacer que los barcos sientan una ligera torsión para causarle problemas a nuestros pescadores, la velocidad con la que den vueltas debe ser lo suficientemente alta como para poner en riesgo sus embarcaciones. No es lo mismo un suave giro hacia estribor en un idílico verano mediterráneo que estar en medio de un huracán caribeño.


Otro detalle importante es que la capacidad de penetración de las microondas depende de su frecuencia y del tipo de material que las absorba. En general, a mayor frecuencia menor profundidad de penetración y viceversa. Para la frecuencia de funcionamiento de los hornos de microondas caseros, la profundidad de penetración es de 17 mm y para las redes de telefonía 5G van desde esos mismos 17 mm hasta los 0.5 mm para las frecuencias más altas. Esto no es muy profundo (y de hecho es una de las mayores debilidades de la tecnología 5G), pero si la potencia es lo suficientemente alta podríamos correr el riesgo de una quemadura por microondas. Este es precisamente el principio de funcionamiento de nuevos armamentos no letales empleados por algunas fuerzas de orden público para el control y dispersión de masas. Estos sistemas emplean grandes antenas de microondas con una frecuencia alrededor de 90 GHz para aumentar la temperatura de la piel de un blanco a cerca de 40 ºC a una profundidad máxima de 0.4 mm (que ni siquiera alcanza la dermis para la mayoría de las personas en la mayoría del cuerpo). Que, de ser una temperatura asociada a una fiebre sería extremadamente peligrosa, pero dada la limitada profundidad del aumento de temperatura en la piel, no pasaría de ser la temperatura de una ducha incómodamente caliente.


Los hornos de microondas usados en los hogares tienen una potencia de entre 600 y 1200 W, lo que les permite aumentar la temperatura del agua al punto de ebullición con tremenda facilidad. Si la potencia emitida por las antenas de telefonía puede llegar a esos valores nuestros amigos conspiranoicos podrían tener algo de evidencia a su favor. Sin embargo hay otro inconveniente: la potencia que emite la antena debe repartirse por un área cada vez mayor a medida que nos alejamos de la fuente así que mientras más nos alejemos de la fuente recibiremos una energía menor por unidad de tiempo. Esta es la intensidad de una fuente de energía y es la razón por la que una linterna puede cegarnos si la encendemos cerca de nuestro rostro pero no nos molesta si la vemos desde el otro extremo de un campo de fútbol.


Si suponemos que la energía que emite la antena se reparte en una esfera a su alrededor, podemos hacer algunos cálculos sencillos para saber cuánta energía puede absorber una persona expuesta a la radiación de una antena y dilucidar si está en riesgo de una quemadura. Las celdas transmisoras 5G tienen potencias entre 10 – 20000 Vatios (en inglés Watt, que se abrevia como W), si tomamos el valor mayor, correspondiente a celdas pensadas para proveer servicio a zonas metropolitanas, cuyo alcance es de varios cientos de metros, un cálculo sencillo muestra que la potencia que alcanza a una persona a distancias entre 10 y 100 metros de la antena estaría entre los 3 W y 30 mW, es decir entre doscientas y doscientas cincuenta mil veces menor que la potencia de un horno de microondas residencial. Muy poca energía para causar problemas ¿y la potencia de esas armas no letales de control masivo que mencionamos anteriormente, que calientan apenas al punto de la incomodidad? Del orden de los 2,5 MW y tienen una distancia efectiva de 250 metros, que es 2000 veces mayor que la de un horno de microondas casero o que una antena de telefonía.


En vista de todo lo anterior es bastante claro que el caso de nuestros amigos conspiranoicos no queda muy bien sustentado. Más todavía si tomamos en cuenta que las antenas dentro de los teléfonos celulares son mucho más pequeñas y menos potentes que los ejemplos que hemos considerado, con potencias que oscilan entre los 0,1W y 3W. Es precisamente por esto que todos los estudios realizados sobre las relaciones entre la radiación de microondas asociada a la telefonía celular no han logrado mostrar efectos nocivos más allá del calentamiento de tejidos que mencionamos anteriormente. Nada de virus, nada de cáncer, la evidencia no lo soporta.


Entonces ¿qué queda?




El último hilo de la cadena conspiranoica y, que no tocaremos aquí por no ser estrictamente científico, está asociado a las preocupaciones de algunas compañías de comunicaciones y de los organismos de inteligencia de algunos gobiernos porque muchas de las patentes asociadas a esta nueva tecnología de telecomunicaciones están en manos de la compañía Huawei. Esta compañía ha sido conectada con altos funcionarios del ejército de la República Popular China, lo que ha despertado suspicacias debido a  las conocidas limitaciones que dicho gobierno impone a las comunicaciones de su población. A pesar de esas preocupaciones, muchos países del mundo están trabajando en la implementación de redes 5G, usando infraestructura proveniente no sólo de Huawei sino de otras compañías de telecomunicaciones como Siemens o Alcatel, lo que sugiere que realmente los gobiernos y las empresas no están muy preocupados por virus que vengan de sus desarrollos de telecomunicaciones.


Sin embargo, la duda seguramente queda, las sombras siguen siendo amenazantes, el miedo aún no cede ante la evidencia. Todavía seguramente quedará alguien que aún no esté convencido, a quien el llamado a investigar por su cuenta lo lleve más y más profundamente dentro del camino de la conspiranoia, que piense que todo esto es un plan para la dominación mundial, para establecer el gobierno universal, para confiscar sus libertades y controlar a la población. A todos ellos no les puedo ofrecer respuestas pero sí algunas preguntas:
Si Ud. quisiera eliminar a los oponentes a sus planes ¿tiene sentido ponerlos en una situación donde deban usar máscaras y guantes, haciendo mucho más difícil identificarlos, localizarlos y eliminarlos? ¿tiene sentido crear una situación que obliga a las fuerzas del orden público a evitar el contacto con ellos so riesgo de contagio y alejamiento de sus propias familias y amigos? ¿no rompe eso la cohesión de esas fuerzas opresoras y por tanto su efectividad?


Si Ud. buscara controlar a la gente y afianzar su poder ¿tiene sentido crear una situación en la que deben adquirir agua, comida y medicamentos para mantenerse por semanas o meses sin depender de alguien más, viéndose obligados a crear redes descentralizadas independientes cuando esas reservas se ven mermadas? ¿tiene sentido descalabrar la economía mundial de la que dependen las fortunas y por tanto el poder de esos hipotéticos amos del mundo? ¿tiene sentido crear una situación en la que las fuentes usuales de distracción del público (como conciertos, teatros y centros comerciales) no solamente no están disponibles sino que son potenciadores importantes del problema? ¿tiene sentido mantener a la gente en sus casas usando constantemente sus teléfonos y computadores creando tantas redes de contacto independientes y descentralizadas que se vuelven imposibles de rastrear, controlar o eliminar?


Si Ud. quisiera convencer a la gente de aceptar un gobierno universal y así subyugarlos ¿tiene sentido permitir que la respuesta de los gobiernos del mundo sea tan desigual, torpe y poco informada? ¿sería razonable crear una enorme desconfianza en las fuentes oficiales de información, favoreciendo las redes informales tejidas independientemente por la gente? ¿tiene sentido colocarse en una situación donde los estallidos sociales y las crisis políticas y económicas no se hacen menos sino más probables? ¿no es mejor para sus planes de control y dominio la paz, la tranquilidad y la prosperidad de todo el mundo?


La incertidumbre genera miedo, pero el miedo se puede controlar con raciocinio y la incertidumbre se puede domar con conocimiento corroborado experimentalmente. Como dice el cliché: La verdad está afuera, pero no son los “reptilianos iluminati de la comisión trilateral con su tiempo cúbico”, de eso podemos estar bastante seguros.
 

Lo que no entra en el campo de las especulaciones paranoicas, conspiranoícas o míticas, son las que refieren a las construcciones humanas que someten decisiones de interés social o común a aquellos sectores que privilegian intereses individuales o sectoriales por encima de ese bien común.

 

Muchas de las medidas tomadas por los Estados privilegian la economía a los aspectos de salud, perjudicando no solo la vida de sus propios conciudadanos sino también las del resto de los humanos en el planeta en la medida que no controlen las salidas y entradas de “extranjeros” en los territorios donde no se han tomado medidas de aislamiento social o prevención que intenten limitar y minimizar los contagios.

La Grieta de Intereses

El Gobierno bien sabe que, así como existe la emergencia sanitaria causada por el nuevo coronavirus, existe otro mal que afecta al país, constituido por la parálisis comercial y económica, grave flagelo que, de no tratarse de la manera adecuada y en el momento oportuno, puede tener consecuencias devastadoras”. Así comienza la carta que enviaron Jorge di Fiori y Mario Grinman, presidente y secretario de la Cámara de Comercio y Servicios (CAC), a Alberto Fernández. “La CAC representa a un sector que genera el 65% del valor agregado y del empleo privado registrado de nuestro país”, agregaban.
 
Más allá de apoyar las medidas de prevención epidemiológica y contención económica, la misiva dice: “La CAC considera que mientras la cuarentena se deba prolongar, las actividades consideradas esenciales se tendrán que ampliar, a fin de satisfacer a las necesidades elementales de la población. Sin menoscabo alguno de la cuestión sanitaria, debe advertirse que la obtención de ingresos que permitan su manutención es hoy en día una preocupación de primer orden para la ciudadanía toda y muy especialmente de los empleadores y los empleados. Los salarios que perciben los trabajadores surgen de las empresas en las que se desempeñan, y la facturación de éstas se deriva, a su vez, de los ingresos que reciben aquellos, en una rueda virtuosa de producción y consumo (…) Se torna impostergable su reactivación paulatina. Caso contrario, muy probablemente se produzca el cierre definitivo de múltiples establecimientos y la desocupación se tornaría masiva, con el desborde social y el descontrol público que ello implicaría”.


Di Fiori y Grinamn proponen establecer protocolos estrictos para evitar que su propuesta tenga riesgos. “Esto permitiría, de forma paulatina y administrada, ir poniendo en marcha la actividad comercial y, por su intermedio, la economía en general, privilegiando en todos los casos la salud de los trabajadores, empleadores y clientes, y, de esta manera, la de la totalidad de la población”, agregan. En los próximos días tendrán una respuesta.

Presión para abrir actividades




De a poco, en algunos países o regiones dentro de ellos, comienzan a reabrirse algunas actividades económicas. Hay una suerte de carrera contra el tiempo, porque en todas partes se espera que el pico de la pandemia vaya quedando atrás o pase lo suficientemente rápido, y de esa forma limitar todo lo posible el impacto negativo sobre la economía que de todas maneras será enorme.
 
Las tasas de desempleo están creciendo mucho aunque no hay una actualización constante de los datos en muchos países. En Estados Unidos, que tiene un régimen laboral flexible, en las tres semanas siguientes a que se tomaran las medidas restrictivas de la actividad económica se presentaron 22 millones de subsidios de desempleo y se estima que en la semana que concluyó el 25 de abril, y cuyos dato se conocerán hoy, se habrían sumado otros cuatro millones. Esa cifra da una pauta de los despidos que está habiendo y que pueden llevar la tasa de desempleo a un nivel cercano al 20%. Esa circunstancia es la que lleva a que Donald Trump insista con la necesidad de reabrir la economía estadounidense en un plazo no muy lejano y hay varios gobernadores que están yendo en esa dirección. Por supuesto que todo depende de la situación de cada estado porque el impacto de la pandemia no fue homogéneo. Nueva York tuvo 76,2 muertes cada 100.000 habitantes, pero en California la relación fue de 3,3, en Florida de 4 y en Texas de 1,9. En líneas generales, la pandemia afectó más en el noreste y en el medio oeste del país y lo hizo mucho menos en el oeste y el sur. El gobernador de Georgia que tuvo una tasa de mortalidad de 7,6 cada 1000 habitantes ya anunció que comenzará a abrirse la economía a partir de hoy.

A nivel global, si bien todos los países están pensando en distintas alternativas para moderar las restricciones, se observan muchas diferencias entre ellos. Hay un grupo de países en los que la cantidad de infectados con el coronavirus está creciendo, entre ellos, Rusia, Canadá, India y Brasil.
 
Otros países presentan una situación relativamente estable como Estados Unidos, el Reino Unido, España y Japón. Los tres primeros tienen una enorme cantidad de muertos pero la tendencia se estabilizó. En este grupo está Argentina aunque con la diferencia, con relación a los demás, de que aún no llegó al pico de contagios.
En un tercer grupo de países la curva de nuevos infectados está bajando, algunos de ellos son Italia, Francia y Alemania, lo cual le permite ir pensando en aliviar las restricciones. En el caso de Alemania, que padeció muchas menos muertes que los demás, ya se han dado algunos pasos para abrir la economía y la vida social. La ventaja de Europa en este contexto recesivos es que los vaivenes económicos son más moderados que en Estados Unidos y la mayor rigidez de su mercado laboral hace que la tasa de desempleo suba menos.


En Argentina la situación también muestra diferencias entre las realidades de las provincias y bo todas están en las mismas condiciones para disponer el retorno de algunas actividades económicas. Según un informe de la consultora Abeceb, las provincias de Entre Ríos, Catamarca, Formosa, La Pampa y Jujuy son las que están en mejores condiciones de comenzar una flexibilización de la cuarentena. A su vez, los distritos que cumplen con menor cantidad de requisitos para una apertura de actividades son Buenos Aires, Córdoba, CABA, Neuquén y Tierra del Fuego. La diferencia de lo que aportan cada una de esas provincias al PIB nacional es muy importante por lo cual se ratifica que la recuperación será lenta.
 

La pobreza extrema

 
El nivel de actividad caeré en todo el mundo y se perderán millones de empleos. Pero más abajo en la escala de ingresos se viven situaciones aún más dramáticas que generarán una presión adicional para reabrir la economía. Los funcionarios del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, hay en este momento 135 millones de personas que padecen situaciones de hambre extrema y por la restricciones económicas que impuso la pandemia, podrían sumarse a esa situación otras 130 millones. Según esas estimaciones 265 millones de personasen el mundo podría estarían al bode de la inanición antes de fin de año.




Crónica de la felicidad perdida …


Desear la felicidad es apostar a lo peor, así comienza Héctor López su artículo “el goce de nada en un mundo feliz” (Revista Imago, agosto de 2006).


El hombre aspira –dice López- a la felicidad, es su mayor anhelo, y se supone que la política tiene como misión procurársela. En un mundo feliz, todo el poder del estado global está al servicio de la construcción de una sociedad mansamente feliz.


Se trata de una reproducción en serie, los sujetos ya no son dueños de su experiencia, o mejor dicho, esta experiencia está regulada, condicionada y fundamentada respecto de las necesidades del sistema.


¿Cómo interviene en esto la institución, el Estado?. ¿Habrá alguna receta para la felicidad?, ¿existe ésta?, ¿se alcanza?, ¿cuál es su finalidad?; son todas preguntas que emergen como consecuencia de esta imperante necesidad de la tan anhelada “felicidad”. ¿Será ésta el principio del fin?, ¿se trata de una interpelación urgente o en gran medida caduca? Como sabemos, para generar -en el mejor de los sentidos- se tiene que poner al goce en obra, si no, se trata de un goce de nada. Es pues la interdicción, la dialéctica, la que nos avisa que no habría ética para obligar al deseo, si la felicidad fuese posible. La felicidad y la ética encuentran aquí su punto en común, pero a la vez su tangencial diferencia por la mediatización del deseo, no hay pues encuentro posible en tanto que se trata de más de uno, de varios; los cuales constituyen la ética. No hay -por suerte- convergencia entre felicidad y ética, entre dos o más deseos, eso es precisamente lo que nos salva o lo que nos hunde, se trata de la subjetividad. La cual cuestiona la posibilidad tácita del concepto de felicidad. “Por consiguiente, si queremos liberar el nombre del romanticismo, el amor está en una relación de implicación mutua con la ley. Cuando el ideal se deshace, el amor debería hacer la ley” ( Pommier, 2000, p.123).


(…) El Estado técnico-administrativo, las economías y finanzas no sólo de empresas, sino de naciones enteras, se apoyan sobre el consumidor, esa es la ideología contemporánea de muchos
de los gobiernos. Ahora bien, habiendo ya anticipado ciertas analogías entre el Estado y la institución y entre el consumidor y en miembro de aquellas, dicha comparación no es menos que
aberrante, pues el consumidor se rige por la ley de oferta y demanda, muy por el contrario el ciudadano se rige por el derecho. Diferencia que aparentemente hoy en día ha perdido peso y validez. “La estabilidad es consigna absoluta del Estado técnico, que no gestiona las demandas de todos los hombres sino los encargos de su soporte subjetivo: los consumidores.”




(Lewkowicz, 2004) Con esta visión el consumidor le antecede al ciudadano, lo cual parece irrisorio. Del consumidor al ciudadano, como si pudiese pensarse en tales hechos cronológicos a
partir del derecho mismo; sin embargo, es sin duda el modo de interacción en estos días, pues basta tan solo con echar un vistazo a la sociedad actual, en donde rige cierto valor: tanto tienes,
tanto vales. “Asistimos a una mutación del estatuto práctico del concepto de hombre –ahora determinado como consumidor- una mutación del estatuto práctico del lazo social y del Estado.
Habitamos también un trastocamiento general del concepto práctico de representación.”(Lewkowicz, 2004) Considerando desde ya sus implicaciones a nivel psíquico, de aquello de lo que somos parte constituyente (como instituido a diferencia de lo instituyente).
De tal modo que sea imperante la necesidad de asimilar tales hechos y constituirse, instituirse dentro de la institución.

La caída –dice Lewkowicz- de los Estados-nación, la universalización abstracta de los mercados, induce un repliegue de las identidades sociales en guetos definidos por un rasgo:
lógica de guerra entre guetos. Los poseedores del rasgo están en guerra virtual o efectiva con los que no la poseen. 14 Es así como se diferencian y discriminan la diferencia, es en el sentido político un negarse a sí mismos, desde la autoridad –como sesgo- de ese rasgo. Sin embargo no todo ha de estar perdido, mi afán optimista me guía en cierta medida a elucidar cierto panorama, ya que si el agotamiento desaloja las certezas colectivas –esas que a su vez prosperan en la institución- en las que hasta ahora, mal que mal, habíamos podido descansar, es entonces de ese momento del cual debemos sacar provecho e ir al encuentro de ficciones conjeturales, las cuales nos abrirán camino para su trascendencia. Se responde con una indeterminación bien verdadera –que pese a su aspecto no es una evasiva sino un llamado, una provocación. Es entonces del
aprovechamiento de las condiciones que han venido gestándose, de las cuales debemos como ciudadanos –como polítes- del mundo, de las cuales no sólo obtener conjeturas posibles, sino métodos de intervención y aplicación. Sólo las acciones colectivas desvían, trazan nuevos recorridos dice Lewkowicz, pero no de un pueblo en dilución masiva, sino de la gente en su individualidad propositiva, adecuada y de respuesta ante un entorno que le demanda; es pues la respuesta nuestra como aquella oferta, la que debemos propiciar, el cambio empieza en el pensar, pero como sabemos no basta, hay que actuar; y en algunos casos hay que hacerlo ya.

( La institución una fuente de ley feliz. Mauricio Santín Iriarte
Psicoanalista Doctorando en Psicología Universidad de Buenos Aires (UBA) Profesor Universidad Marista Asociación Regiomontana de psicoanálisis (ARPAC) Revista Otra escena, volumen 1 número 2, agosto 2008. ISSN: 1659-4134 ) 

Ninguna felicidad individual se da a expensas de desigualdad, pobreza, hambre, violencia, odio en sus diversas expresiones ... El temor en sus polifacéticas expresiones psíquicas inconscientes y conscientes que imponen sus deseos y pre-juicios a la sincera búsqueda de conocimiento y el adecuado equilibrio entre el "yo" y el "otro" en tanto necesario para que ambos alcancen la felicidad deseada, imposible, pero igualmente imposible  evitarla en las pulsiones de su intento o búsqueda.

Solo en lo colectivo los equilibrios alcanzan el menor nivel de conflicto y la mayor posibilidad de desarrollo de la humanidad que incluya y no deje margenes y excluidos ...

Daniel Roberto Távora Mac Cormack  

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