Sábado 4 de abril de 2020

Si el valor supremo es la vida humana ¿Como se entiende que se arriesgue para cobrar una jubilación, una asignación social o un subsidio del Estado?  Ya el hecho de que exista un elemento (El dinero) que medie entre la vida y el cuidado de la vida respecto de las muertes evitables, que dependen de factores que pueden ser atendidos, prevenidos y evitados, y que su adquisición suponga desigualdades, privaciones e injustos repartos, da cuenta de fallas o errores ostensibles en la organización social que sostenemos. El capitalismo en esta etapa neoliberal esta expuesta por la pandemia a estas sus falencias mas claras e invisibles en tanto el poder que hace de todo para que no se note …



Desde aquel que prioriza el cobro de sus haberes a su propio cuidado y posibilidad de contraer enfermedad mortal o transmitirla a otros hasta la falta de prevención de aquellos que, con autoridad, pudieron y debieron haber prevenido tal situación, por mas que sea cierto que la estupidez humana rara ves es predecible …, ponen de manifiesto la precariedad de la vida humana expuesta a sistemas de organización que no priorizan la vida y su cuidado.

Si “lo humano” es la posibilidad de que en la conciencia, se genere comunicación y aprendizaje y en la razón el desarrollo de la inteligencia como pensamientos racionales y creación de conocimientos que hacen posible la civilización y el orden colectivo, estimulan acciones y modos de relacionarnos que nos diferencian de las otras especies que habitan el planeta … a veces esta condición parece no funcionar y actuamos de maneras similares a los animales sin ningún tipo de ejercicio de la conciencia y de la inteligencia.
Esta realidad interpela las responsabilidades de aquellos que tienen poder y aquellos que no lo tienen en términos de imponer o impactar en otros, pero que si lo tienen y no lo ejercen con conciencia e inteligencia en sus decisiones individuales, personales o de pequeños grupos.

Si desde la década de los 70 vivimos las tensiones que surgen entre lo individual y lo comunitario, lo particular y lo universal y los modelos que la globalización transnacional a instalado con poderes por encima de los generados por la política y la democracia y que se obtienen por acumulación de dinero, generando las grietas entre individuos y colectivos que priorizan el Estado y las relaciones colectivas a las libertades individuales competitivas, mezquinas y egoístas de mercados donde primero es el dinero, después es el dinero, y por ultimo importan la salud y la vida de las personas … esta claro que los criterios y valores que usamos para discernir, distinguir y hacer juicios y críticas respecto de la realidad, se verán seriamente alterados por este orden social. El neoliberalismo es precisamente el orden de la muerte en tanto el dinero esta por encima de la salud y la vida.

La salud no puede ser un negocio. “Si el dilema es entre la economía y la vida, yo elijo la vida”, aseguró Alberto Fernández en el discurso del 19 de marzo, en el que anunció el aislamiento social preventivo y obligatorio. Al día siguiente los ministerios de Salud y Desarrollo Productivo sacaron su primera resolución conjunta para intervenir en la industria farmacéutica. Desde entonces toda la producción nacional de “insumos críticos sanitarios necesarios para mitigar la propagación del Covid-19, y para su tratamiento terapéutico y curativo” quedaban a disposición del Estado para su adquisición prioritaria con el fin de evitar que las jurisdicciones con menos ingresos se quedaran sin las herramientas necesarias para atender esta crisis sanitaria. Ayer, para ampliar la disponibilidad de recursos, un nuevo decreto presidencial agregó el pedido de autorización para comercializar dentro del Mercosur productos que puedan ser necesarios para la emergencia.

Respiradores, tubos de oxígeno, desfibriladores y termómetros, entre los bienes de equipamiento. Barbijos, camisolines, hisopos y detergentes, entre los elementos de protección. Paracetamol, amoxicilina y salbutamol, entre los medicamentos. La lista, mucho más amplia, fue confeccionada por especialistas entre los que se encontraba el Servicio de Virosis Respiratoria del Malbrán, que hasta la semana pasada realizó todos los estudios de presencia de Covid-19 en sangre. Hoy, tras haber capacitado a 226 profesionales de todo el país, ya está en marcha una descentralización de los test en laboratorios públicos que permitirá que para el viernes próximo todas las provincias realicen exámenes con el mismo nivel de eficacia. Para garantizar que el acceso a la salud sea universal, el Estado tuvo incluso que confiscar reactivos que algunos laboratorios privados estaban vendiendo sin autorización.

La pandemia puso al mundo en estado de excepción y forzó a los gobiernos a exponer sus prioridades. ¿Qué hubiera pasado si el coronavirus se expandía en los años en que el área de Salud era considerada una secretaría y se le recortaba presupuesto para pagar a especuladores financieros? ¿Habría calzado en el discurso de la meritocracia una retribución extraordinaria para el 40% de los argentinos que viven al día sin ingresos formales, como lo es el Ingreso Familiar de Emergencia?


La salud no puede ser un negocio. Y el periodismo, tampoco. Los periodistas de Tiempo sufrimos las consecuencias de un modelo guiado por el lucro, pero hace cuatro años recuperamos el medio para hacer un periodismo de servicio público. Y pudimos hacerlo porque muchos lectores comparten la mirada y colaboran para que podamos seguir trabajando y más gente pueda leernos.

La salud nunca debió ser un negocio. Tampoco el periodismo. Hoy sólo queda mirar hacia adelante. De nosotros depende que al final de esta pandemia (porque tendrá un final) nos quede esa lección.
( https://www.tiempoar.com.ar/nota/la-salud-no-puede-ser-un-negocio-el-periodismo-tampoco )

En el año 1991, cuando comenzó la unificación de Alemania, el gobierno dispuso un 7,5% de impuesto solidario a los ricos para contribuir con las empobrecidas familias del oeste.

Con el paso del tiempo ese impuesto se redujo a un 5,5% y el año pasado el gobierno anunció que seguirá reduciéndolo progresivamente a partir de 2021.
El gravámen se aplica sobre la renta y las sociedades y representa más de 18.000 millones de euros anuales.

Veamos, ayer comentaba sobre los 70.000 millones de dólares que representa la suma del patrimonio de las 50 familias más ricas de la Argentina… ¡Nada más que 50!.
Si por la situación de emergencia el gobierno aplicará a ese patrimonio tan sólo un 5% de impuesto, tendríamos de entrada nomás alrededor de 3.500 millones de dólares como fondo para la recuperación económica.

Por supuesto que podrían sumarse algunas familias más que no verían demasiado afectado su nivel de vida por ésta contribución social de carácter extraordinaria.
Si a eso le sumamos un aporte adicional del sector financiero que, como si nada pasara sigue beneficiándose con un 37% de intereses por las Leliqs, y controlaramos efectivamente lo que las multinacionales facturan por sus exportaciones, Argentina se levanta en menos de un mes.

Desde ya contaríamos con el respaldo incondicional del Papa Francisco porque sería aplicar parte del mensaje evangélico que señala que los bienes no son propiedad de los hombres sino que los hombres deben administrarlos para que satisfagan las necesidades comunes.

En definitiva, sólo se opondrían los ricos pero eso no es demasiado importante porque ellos representan una ínfima minoría en lo que nosotros llamaríamos comunidad solidariamente organizada.
( http://laseñalmedios.com.ar/2020/04/03/la-sensibilidad-de-los-ricos/ )

Resulta una verdad de perogrullo recalcar la importancia de las relaciones exteriores. La obviedad de esta afirmación es poco profunda. Esta sentencia debe ser alimentada por múltiples factores que pueden oscilar entre lo político y lo económico-social. El problema no son las relaciones en sí, sino las formas de construcción y configuración de un perfil económico y social relativamente autónomo.


El neoliberalismo, en su afán por eclipsar las fronteras nacionales vía globalización,transnacionalización y demás derivados teóricos y culturales, opera despojando a un país (e incluso a un bloque) de toda iniciativa productivista e independiente. En este punto, los proyectos populares entran en contradicción con los cánones del neoliberalismo. Luego de la debacle de 2001, estas tensiones comienzan a visibilizarse dando por resultado un nuevo posicionamiento exterior de Argentina y de otros países de la región.

En el marco de la Cumbre de América Latina y el Caribe de fines del 2008 y con la nueva crisis económica, financiera y política con epicentro en los Estados Unidos como telón de fondo, Cristina Fernández de Kirchner planteó la necesidad de introducir cambios en el sistema general de decisiones soberanas. Esta iniciativa marca un quiebre en la jerarquía y en las relaciones de poder de las instituciones internacionales (ONU, FMI, Club de París) impuestas luego de la segunda posguerra.

Dicha configuración ya perimida no puede dar cuenta de los nuevos desafíos ni acompañar a los países en desarrollo que hallan en la estructura clásica de resolución de disputas escollos insalvables. En este contexto, se pone a consideración la idea de construir un nuevo “sistema de decisión” internacional que abarque al conjunto de los países respetando la esencia original de los organismos internacionales creados en la posguerra.

Obviamente Alberto Fernández es consciente de las asimetrías económicas y sociales que imperan en el mundo. Un sistema internacional con este trasfondo es, a todas luces inviable al menos que, a nivel político se armonicen y coordinen los pasos a seguir. En síntesis, los esfuerzos por la universalización de los mecanismos de decisión en un mundo que evidentemente mutó de una bipolaridad a una multipolaridad representan uno de los desafíos.

Si se plantea el tema de las relaciones internacionales no se puede eludir otro tópico que le sirve de sustento: el papel de la historia en nuestra cultura. A diferencia de Mauricio Macri donde una superficialidad infantil recubría insulsos discursos en foros internacionales, hoy la apuesta es otra: no disertar en un sentido meramente enumerativo, discursivo, neutro o premeditadamente despreocupado, es decir, no-político. Al contrario, debe rediscutirse en profundidad el lugar de la Argentina posmacrista y volver a pensarnos (desafío nada fácil para Alberto Fernández si es que está dispuesto a darla). En definitiva, quitándonos el lastre liberal mitrista que nos contó nuestra propia historia, el camino hacia una salida autónoma e independiente podrá cobrar sentido.

Como es evidente, el neoliberalismo intenta difuminar el carácter nacional de los estados. Cuenta para ello con un formidable bagaje teórico y comunicacional. Esta avalancha debe ser combatida desde las ideas, de allí la batalla cultural que se verifica entre un polo que apela al libre mercado como único contralor social y un bloque que aspira a consolidar una alternativa nacional y soberana.

¿Cómo debemos pensar el término “independencia”? Está claro que no desde la simple expresión verbal sino desde la crítica y profundidad. No es un término que paste libremente en la escena nacional. Es una base a robustecer pues de ella depende gran parte de la suerte de la sociedad, su distribución del ingreso, sus libertades. En esta línea de pensamiento, la independencia deber ser política, económica y sobre todo profundamente democrática e inclusiva.

Si se habla de “libertad” en un sentido amplio se puede derivar que un monopolio u oligopolio es un obstáculo para su desenvolvimiento pleno. Esta problemática debe ser puesta en cuestión. Aquí se desenmascara un punto que el neoliberalismo intenta imponer culturalmente: la supuesta racionalidad en la distribución que realiza el mercado (el de mercancías, el de información).

En este mundo idílico (dirá el neoliberalismo) todos los habitantes gozan de las maravillas del mercado. El gran problema es que tanto mundialmente como internamente las relaciones económicas están dominadas por grandes grupos económicos que no solamente fijan los precios y presionan sin miramiento, sino que concentran (en el caso de la comunicación, alimentos y medicamentos) la gran cantidad de mercancías que consumimos cada día. Dado este diagnóstico, el Estado debe intervenir subsanando estas fallas.



Las consecuencias del brutal neoliberalismo asumido como mascarón de proa de la última dictadura cívico-militar, de los tristemente célebres años noventa y de los años macristas están a la vista. Esta deuda debía ser atendida. La fórmula no era ni es la pregonada desde sectores reaccionarios, conservadores, medios de comunicación concentrados y gurúes económicos. Este camino del ajuste estructural debía ser cambiado por otra concepción, otros métodos que aseguren las condiciones de oportunidad y de trabajo paratodos y todas.

Mientras haya distribución regresiva del ingreso, accesos a la educación y a la salud desigual, habrá pobreza. De allí se deriva que el trabajo y la inclusión como conceptos aglutinantes deben comandar la reconstrucción del país desoyendo aquellas voces que proponen recomponer en primer lugar la tasa de ganancia de las empresas privadas y en segundo término derramar los excedentes (si los hubiera) al resto de las clases sociales.

El crecimiento económico no es necesariamente desarrollo. El fin último de todo proyecto político debe ser el desarrollo social y no la mera acumulación de riqueza en pocas manos pues reproduce el esquema de pobreza y potencia una espiral de violencia.

Si bien el concepto humanización de las relaciones de producción se remonta a finales del siglo XVIII, las Encíclicas papales son cada vez más contundentes. En esta línea están trabajando fuertemente el Papa Francisco, Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán. El tiempo dirá si el capitalismo pudo asimilar rasgos de humanidad o solo fue una de las tantas batallas ganadas por este último a quien varias veces se expidió su certificado de defunción pero aún continúa respirando.

Diego Gabriel Liffourrena * Licenciado en Comercio Internacional, Universidad Nacional de Quilmes (UNQ); magister en Historia Económica y de las Políticas Económicas, Universidad de Buenos Aires (UBA); doctorando en Desarrollo Económico, Universidad Nacional de Quilmes. Miembro del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
( https://www.pagina12.com.ar/255726-crecimiento-economico-no-es-necesariamente-desarrollo )

El neoliberalismo es muerte … como sucede en Ecuador … los muertos que se entierren solos … solo la solidaridad y el orden colectivo que privilegie la salud y la vida nos dará una oportunidad a todes …

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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