Jueves 16 de abril de 2020

Los argentinos levantamos la apuesta a que lo único seguro contra la peste es el encierro doméstico. El presidente Alberto Fernández ordenó extenderla hasta el 26 de abril. Por lo menos. Como un profesor, explicó en detalle por qué y cómo es el único camino. El país es admirado –y Fernández logra un altísimo nivel de adhesión– porque su curva de contagios y muertes va en cámara lenta. Más allá de los idiotas (siempre en el sentido griego, claro) que son capaces de eludir los controles, como una ragazza que se metió en el baúl de su coche para ir a ver al novio porque extrañaba –lógicamente– el sexo.
A propósito, es difícil compartir la idea de Franco “Bifo” Berardi de que aceptar la realidad del caos en curso es también aceptar la idea de la muerte. Pero qué cierto es que lo único que se opone al caos es el erotismo. Claro que sexo no es lo mismo que erotismo. Aunque es un instante vital que alimenta lo erótico. Bifo aconseja, en su vibrante italiano, vibrar a la misma velocidad del caos, del universo que se hizo demasiado doloroso. Respirar, conspirar, inspirar. El erotismo versus la muerte. Pero, ¡el erotismo no es aceptar la muerte! Es combatirla. Por ahora, con la cuarentena. Insisto, a pesar de los idiotas. Es notable que en los barrios más pobres y populares la velocidad de expansión del virus es la más baja. Y sólo es alta en los barrios de la ciudad de Buenos Aires de clase media o de clase alta. Los burgueses pequeños o grandes se preocupan –expresados por los medios– en poder salir a correr. El footing contra la cuarentena expresa, en verdad, otra cosa: los grandes medios quieren que termine rápido porque el capitalismo cruje.


Para el capital financiero que los inspira el encierro, el orden progresivo de las actividades económicas que pueden realizarse con permiso estatal es un cepo. Un nuevo bozal a su furia de aceptar la muerte pero no dejar de ganar money, money, money. No importa la contundencia del dolor. Un tuit de una escritora conocida conmueve. Su primo vivía desde hacía mucho en Nueva York. Murió, como se murió siempre pero más ahora, solo. Un camión frigorífico reconoció su cuerpo y lo llevó sin destino cierto. Porque el virus es doblemente mortal: la soledad final y la soledad previa. Tal vez lo llevaron a esa isla cercana donde cavan fosas comunes sin cesar. Porque los Estados Unidos, con Trump al mando, son la meca de la peste. Nadie asegura que Trump será reelecto. El demócrata Bernie Sanders se bajó de la candidatura presidencial, dejando al ex vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden, como adversario de Trump en las elecciones. Pero noviembre es, peste mediante, un viaje a la eternidad.
LA BOLSA O LA VIDA.


El mundo está de duelo. Esta semana terminó con más de 1.200.000 infectados y 108.000 muertos. Se inició con la hospitalización del primer ministro inglés, Boris Johnson, un negacionista como Trump. Sólo en los EE.UU., que lideran las estadísticas de la pandemia, hubo 480.000 infectados y más de 20 mil muertos. La Argentina acusó el dolor de 90 muertos y 2.192 casos activos. A pesar de la diferencia de población, la decisión de que es más importante la vida que la bolsa define el tipo de capitalismo al que apuesta la mayoría de los argentinos. Insisto, a pesar de los idiotas.


A pesar de las presiones para reabrir el mercado. Otro tuit impresiona: “En Nueva York, el sonido incesante de las ambulancias es la banda de sonido de una película que nunca hubiera querido vivir”. Finalmente, allí se anunció que van, como los argentinos, hasta el 26 de abril con el confinamiento, como hizo España. “Esta será la más dura y triste semana. Este va a ser nuestro momento Pearl Harbor o nuestro momento 11S, francamente”, dijo Jerome Adams, cirujano general de Estados Unidos. Y allí, en el ombligo del neoliberalismo, están los diez más ricos del mundo. Desde Jeff Bezos, de Amazon, hasta Bill Gates o los dueños de Oracle, Zara y Walmart, según la revista Forbes. Todas sus fortunas juntas superan el PBI de la Argentina, por caso.


En Brasil, Bolsonaro emula a Trump. Acotan su poder los militares pero resiste con los neopentecostales en su locura de no proteger la vida de su gente. Luiz Henrique Mandetta, un médico y funcionario que ganó visibilidad a raíz de la pandemia, a diferencia de Bolsonaro, defiende el distanciamiento social como manera de reducir la propagación del virus. Los medio bautizaron a Bolsonaro como “La reina loca” porque trató de echar a Mandetta, que se quedó por apoyo militar, que allí son los que gobiernan. Nunca tuvieron un Nunca Más como en la Argentina que retirara a los militares definitivamente hacia los cuarteles, bien lejos del poder político. Pero Bolsonaro aprovecha en su aparente demencia el tono feroz del capitalismo: loco o no, estimó que 24,5 millones de personas tendrán su contrato reducido o suspendido en Brasil. Tan dramático el quiebre del poder del Estado bajo el mando de Bolsonaro que en las favelas, hasta los narcos decretaron el toque de queda para proteger el negocio pero, de paso, la vida de sus consumidores. En el Ecuador de Lenin Moreno, un Tribunal de la Corte Nacional de Justicia encontró una forma de correr el eje de atención sobre los cadáveres desparramados en las calles de Guayaquil luego de que la pandemia del coronavirus saturara el sistema sanitario. Condenaron al ex presidente Rafael Correa a ocho años de prisión, proscribiéndolo además por 25 años por el supuesto delito de “cohecho agravado”. Correa no se equivoca cuando asegura que los jueces lo sentenciaron sin haber probado nada porque necesitaban otro show que tapara el hedor de los cadáveres.


¿Pero es posible tapar la verdad con tapas y miles de serviciales noticias a favor de un traidor cuando sus ciudadanos muertos se acumulan en las canaletas de una ciudad fantasma? Como hace una semana lo fueron los cuerpos tirados en las calles de Guayaquil, las imágenes que circularon en redes y mostraron a Nueva York desde los aires con grandes fosas comunes y cajones que de a poco iban quedando bajo tierra. La principal potencia mundial, que prohibió tomar y difundir imágenes de las víctimas del 11S, se muestra vulnerable. Porque la peste allí y en el mundo provocará “la peor caída económica desde la Gran Depresión” de 1929. Lo dijo Kristalina Georgieva, directora del FMI: 170 países de los 189 miembros del FMI van a registrar una contracción de su ingreso per cápita en 2020. Hubo un pequeño milagro en la obscena billetera de los financistas around the world: después de dos intensas semanas de discusiones y reuniones frustradas, la Unión Europea acordó desbloquear las ayudas de medio billón de euros después de que España e Italia lograran que el acceso a esos fondos no estén condicionados a ningún programa de ajustes o reformas, como querían los Países Bajos. Y en medio de tanto caos y multilateralismo en crisis, antes de que expirara esta semana se reunió el Grupo de Puebla, integrado por 14 países de la región. En la cumbre virtual los líderes políticos subrayaron la máxima de “nadie se salva solo”, de la que Alberto es uno de los principales portavoces, y aprovecharon para rechazar la condena a Correa. Por eso, también están discutiendo cómo organizarse para pedir la condonación de la deuda externa.


Así, a la afirmación de que nadie se salva solo sobreviene la pregunta de oro de cómo salvarse en el reino del neoliberalismo. Hay datos estremecedores: más de un tercio de la población mundial carece de instalaciones básicas para el lavado de manos: se trata de 3.000 millones de personas, según datos de Unicef. En América latina y el Caribe las cifras son un poco mejores (menos del 15 por ciento) pero dispares: en Bolivia más de un 25 por ciento está excluido de las tuberías de agua corriente; en Haití la cifra supera el 75 por ciento.


La desigualdad interna también es notable: en República Dominicana, la brecha en el acceso al servicio entre zonas urbanas y rurales es mayor al 70 por ciento, en Perú es del 30 y en Brasil del 20. Y todos estos datos corresponden al acceso al agua en general: cuando se trata de agua potable las cifras son peores. En Francia y el Reino Unido, dos casos que han estado en boga esta semana por el número de muertes, gastan anualmente 4.000 dólares per cápita, según datos de la OMS. Bolivia, para poner un caso de la región, gasta poco más de 200 dólares; Perú, Colombia y Paraguay no superan los 400. En América latina sólo tres países –Cuba, la Argentina y Uruguay– superan el promedio global de camas hospitalarias de 27 por cada 10.000 habitantes.

En la Argentina, a pesar de la pandemia neoliberal, los científicos y técnicos de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud Dr. Carlos Malbrán –que el gobierno de Macri desfinanció y desguazó– lograron secuenciar los genomas completos de tres pacientes argentinos con coronavirus SARS-COV-2. Pudieron establecer  la procedencia de los virus: uno de ellos es de Estados Unidos, otro de Europa y otro de Asia. Un primer escalón para empezar a ver cómo son las cepas de circulación autóctona, que son las que infectan a los argentinos que deben ser salvados antes de la emergencia de una vacuna.

Después de estar veinticinco días encerrada en un barco, debía esperar una semana más en el camarote que compartía con un portugués y cuatro coterráneos. El puerto de Buenos Aires estaba abarrotado, el tráfico de navíos excedía su capacidad y los controles sanitarios no daban a basto.

Las enfermedades infectocontagiosas eran las más nocivas. Un simple estornudo, un dar de manos, la vajilla mal lavada, el picaporte del baño, eran canales efectivos para que el virus se cuele por el tacto y se introyecte en sangre, sin que nadie lo perciba. Ella viajaba en tercera clase.


Epidemias hubo en todo los tiempos y regiones. Ninguna fue igual a la anterior. Quizás lo más sorprendente de la malaria actual no sea la digitalización de la vida, el rol de los medios de comunicación o la gran capacidad de movilidad de personas, sino el modo en que nos vinculamos. Estamos en una época donde la aceleración de los mecanismos de mercantilización de las personas y de la naturaleza han acotado nuestra capacidad de decisión. Cada vez debemos trabajar más horas para llegar a fin de mes, y empleamos el tiempo restante para tareas domésticas, y en menor medida, para actividades (re)creativas. Sin embargo, hemos construido dispositivos cotidianos para soportar y regular dicho acotamiento de soberanía, sin que se tramite como frustración.


Administramos nuestro sueldo, subimos una historia, organizamos el tiempo libre, miramos Sex Education antes de dormir, y sobre todo compramos cosas. El consumo, aquel medio que tenemos para adquirir lo que queremos, se ha transformado en una gran fuente de disfrute. El consumo, que está individualizado como nuestro sueldo y el celular, pauta un modo de vincularnos con les otres. Se condensa el despojo corporal y emocional capitalista. Aprendimos a ser y pensar en primera persona. Antes del nosotros y del ellos, está el yo. El yo que consume. Allí el cimiento de una estructura moral que amalgama pulsiones de fuga y gestiona emociones: soy porque tengo.

El miércoles pasado ya había corrido la bola de que teníamos que abastecernos. El estado de excepción decretado el jueves 19 por el gobierno nacional se veía venir como un mar de lava que baja desde la cima del volcán. En esos días la gente aprovechó para proveerse y realizar las últimas visitas. El decreto era inminente. “¡No hay pan con lino acá!”, relinchó una señora de cincuenta años con una vincha verde en la frente al entrar a la panadería, “¿Cómo puede ser? Tu  esposa me dijo que hoy llegaba más.”  El panadero terminó de cobrarle a un joven que cargaba dos bolsas estalladas, y restándole importancia a la situación, invitó a la señora a llevarse un pan de salvado “que está buenísimo”. El estado de excepción anímico había llegado antes que el decreto.


Los territorios barriales y digitales vivieron pequeñas revueltas. Hubo quiebres irregulares en el sistema de relaciones cotidiano. Se libró una lucha silenciosa por los bienes comunes. Si bien la falta de papel higiénico y el acaparamiento de alcohol en gel fueron los síntomas más rotundos, el temor social y el sálvese quien pueda, incidieron en los múltiples quehaceres diarios. Las relaciones de interdependencia y reciprocidad propias de los modos comunitarios de vida fueron acorraladas. La co-responsabilidad necesaria para la vida en común fue puesta a prueba.


La pandemia llegó a la Argentina en un momento de severa crisis económica y social. Un tercio de la población es pobre y la mitad tiene trabajo informal, día a día necesita salir a ganarse el pan. El aislamiento social que nos iguala en apariencia, nos desiguala en posibilidades. No es lo mismo quedarse en una casa con jardín y sueldo fijo, que vivir cinco en una casilla alquilada, con laburo precario. Si la deuda, la restricción externa y el derrumbe productivo, herencias del macrismo, impedían una pronta recuperación económica, los condicionantes de la pandemia complican al máximo la situación.


¿Querés que te diga la verdad?”, meditó la vendedora tras el mostrador de la fiambrería, “a mí esta epidemia me asusta pero no me puedo quejar, en una semana gané más que en todo el verano.” La tarde estaba cálida y había poco ruido en el sur de Boedo. Un flaco con remera de Nirvana esperaba las fetas de queso y decía: “Ahora estoy viendo qué invento con los chicos. Un fin de semana con lluvia y no sé qué hacer, diez días adentro me muero, o me matan”. Había cuatro personas haciendo cola en la puerta del almacén, por la distancia que disponían parecía una fila de cuarto grado en el saludo de la bandera. Al lado, una nena con vestidito azul y trenzas cocidas jugaba en el suelo a que tenía en sus manos un camión de bomberos. Mientras, la mamá hablaba por teléfono y movía todos los pliegues de su cara para que soltara la botella de Prity pisoteada.



Hay un cúmulo de tensiones rumeando el ambiente. La necesidad de ganarse el mango, el miedo al desabastecimiento, el peligro del contagio y las prácticas preventivas generan una realidad social inédita. En este andar, se pusieron en cuestión diversas representaciones referidas al cuidar y cuidarse. El sentido individualista del cuidado fue cuestionado. La realidad orgánico-corporal, constituida en el intercambio material, simbólico y emocional, tomó una nueva forma. ¿Hasta dónde el individualismo posesivo sería la solución al problema? Un meme apuntaba sobre el riesgo que corrían aquellos que al comprar todos los jabones del súper impedían que los demás se laven adecuadamente las manos: el virus llegaría más rápido a su puerta. En este paréntesis de la vida-rutina, el cuidado colectivo deja de ser un anhelo utópico para ser un requisito de supervivencia. Y así, se abre la posibilidad de pensarnos a partir de patrones cognitivos y prácticos basados en una ética del bien común.


Una piba a punto de cruzar la calle discutía con un amigo por teléfono: “No es así Carlos. Tenés que cuidarte vos, a los tuyos y a los que no conocés, pero están ahí igual”. En la vereda de enfrente, el verdulero repartía a cada cliente un tarjetita con forma de manzana para los pedidos a domicilio. Explicaba que era el modo para que nadie se quede sin morfi y él pueda pagar el alquiler del local, que este mes había aumentado. Un joven de rulos, arito en la nariz y espalda ancha, luego de hacer su pedido y estornudarse en el codo, sacó del bolsillo del jean una listita escrita en birome y se la pasó al verdulero. “Es para mi vecina”, se rascó un ojo y siguió, “me pidió todo esto, es una abuelita y parece que tiene algunos quilombitos de salud”.


Ella hace una semana que no sale de su casa. Pasaron setenta años desde que abandonó aquella aldea medieval repleta de castaños, gaitas y refugiados de la Guerra Civil. Dejó atrás los caminos romanos, doce hermanos y el frío invernal que mató a su prima. Sobre el modular del comedor hay una foto borrosa en la que ella y su marido pasean por la costanera norte, vestidos de camisa y pantalones claros, como lucían los primeros tenistas. Atrás el océano, ese cacho de ecosistema testigo de exilios, conquistas y pestes. Se acomoda en el sillón, baja el volumen de Canal 26, ojea la foto y se alegra de que esta vez el encierro no sea en altamar.


Luisa sabe que le quedan mínimo diez días más adentro. Pudo zafar de las pestes que cargaron aquel viaje de Galicia a Buenos Aires, y de las picanas del ´76, pero sabe que está en tiempo de descuento. A sus noventa y dos años espera la muerte como de niña esperaba al cartero en el umbral de su casa de piedra: despeinada y en chancletas. Sin embargo, prefiere que no sea con esta pandemia. Necesita terminar el chaleco de lana que le está tejiendo a su bisnieto, Benja, quien este año arrancó primer grado en una escuela qué, se rumorea, podría servir de tienda sanitaria.

Conocida la Declaración de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 14 de abril último, “COVID-19 y Derechos Humanos: Los problemas y desafíos deben ser abordados con perspectiva de Derechos Humanos y respetando las obligaciones internacionales”, entrevistamos a E. Raúl Zaffaroni, Juez de la Corte, quien responde a cuestiones relacionadas  a los deberes que el sistema continental de Derechos Humanos le impone a los Estados miembros y la eficacia de esta declaración y sus alcances. Otro de los puntos de la entrevista es la situación de los presos y un posible sistema organizado de salidas de la población carcelaria que evite una situación sanitaria incontrolable. La probabilidad de que los  Estados posterguen el pago de la deuda y las medidas adoptadas por el gobierno argentino son los temas finales sobre los que Zaffaroni nos brinda su reflexión y opinión.

-CY: Tanto en la declaración que acaban de hacer pública ustedes como jueces de la Corte Interamericana, como en la que hace días formulara la Comisión Interamericana, los dos órganos máximos del sistema continental de Derechos Humanos, les imponen deberes a los Estados miembros. ¿Cuál cree que será el acatamiento o la eficacia de estas declaraciones?
RZ: Las declaraciones no tienen por sí mismas ningún valor vinculante para los Estados, pero creo que con ellas, tanto nosotros como la Comisión les advertimos los criterios con que resolveremos las cuestiones que se nos planteen en nuestros respectivos ámbitos de competencia.


Dicho más claramente: adelantamos que, de apartarse de las líneas, bastante elementales por cierto, señaladas para la emergencia, incurrirían en violaciones a los Derechos Humanos y, por ende, si fuesen denunciadas a la Comisión, entiendo que ésta está anunciando que en esos casos dispondría medidas cautelares o, más enérgicamente, pediría a la CorteIDH que ordene medidas provisionales y, por nuestra parte entiendo que estamos advirtiendo también que en esos mismos supuestos estaríamos dispuestos a ordenarlas.
En este sentido, creo que los dos organismos estamos anunciando cómo habremos de proceder y resolver.    
 
-CY: ¿Qué eficacia tendría esto respecto de los Estados miembros?
-RZ: Por lo menos, en lo que respecta a las medidas provisionales de la CorteIDH, son vinculantes para los Estados miembros, carácter que nunca les fue desconocido y hasta el presente se vienen respetando y los Estados les dan cumplimiento. Tenemos en la Corte un procedimiento de supervisión de cumplimiento y el nivel de acatamiento es bastante alto. 
-CY: Ustedes no se han referido a la cuestión de suspensión del pago de las deudas externas, como lo hizo la Comisión. ¿Es porque no comparten el criterio que señala la Comisión?   
-RZ: No puedo responder en nombre de mis colegas de la Corte, pero creo que todos estaríamos de acuerdo en la necesidad de que se proceda como lo señaló la Comisión en su declaración, sólo que el FMI no está sometido a nuestra competencia, fijada por la Convención Americana de Derechos Humanos.
Lo manifestado por la Comisión es a mi juicio correcto, pero como respaldo moral a nuestros Estados, no como algo que pueda tener fuerza jurídica vinculante respecto de un organismo que está fuera del sistema.
En cuanto al señalamiento de que este organismo debiera estar a la altura de las circunstancias, por elementales razones de necesidad en la emergencia, creo que estaríamos todos de acuerdo.
Por mi parte, como opinión meramente personal, entiendo que después de los recortes presupuestarios que este organismo ha impuesto en la región, incluyendo los que hacen a la salud pública y que son precisamente los que hoy ponen en peligro la vida de miles de personas, creo que tiene el deber moral de hacerse cargo de su responsabilidad, pero todo esto es un señalamiento ético, difícil de aceptar por quienes nunca han demostrado ni la más remota fibra de sensibilidad social y respecto de los cuales no tenemos facultades para imponerles nada, esto último es claro.  
-CY: ¿La Comisión o la Corte no podrían ordenar que los Estados posterguen el pago de la deuda?   
-RZ: Es una buena pregunta, de difícil respuesta, por cierto. Si lo que me preguntás es si directamente se podría ordenar una medida cautelar o provisional de “no pago”, tendría que pensarlo y me parece a primera vista dudoso, pero indirectamente estimo que sí.
Con esto quiero decir lo siguiente: para cumplir con la debida observancia de la Convención Americana en esta emergencia conforme a las pautas señaladas en la dos declaraciones, los Estados deberán concentrar sus esfuerzos presupuestarios en salud, alimentación, proveer ingresos de subsistencia a las personas del trabajo informal, a las que se encuentran en situación de calle, otorgar créditos a las pequeñas y medianas empresas para evitar su quiebra y consiguiente pérdida de fuentes de trabajo formales, etc.  
Es bastante obvio que semejante esfuerzo de inversión estatal, que puede llegar a requerir algunas medidas impositivas extraordinarias que se están discutiendo no sólo en nuestros países sino en el mundo todo, sumado a la paralización económica y a la consiguiente caída de la recaudación fiscal corriente, no dejará muchas posibilidades de continuar con el pago de la deuda. Prácticamente, todos los Estados se hallarían en una situación de incapacidad o cesación de pagos o directamente de falencia, siendo obvio que a quien no recauda y, por ende, no tiene dinero, no se le puede reclamar que pague.
-CY: Con respecto a la situación de los presos: ¿Cree usted que los Estados cumplirán las directivas del sistema interamericano?
-RZ: Espero que lo hagan con la urgencia del caso o que, de lo contrario, con la misma urgencia, los afectados o quien sea, nos planteen las diversas situaciones y, espero que, tanto nosotros como la Comisión, estemos en esa eventualidad a la altura de las circunstancias, tal como lo señalamos en nuestras declaraciones.
Las advertencias no son sólo nuestras, es decir, de la Comisión y de la Corte, sino de la OMS, de la Alta Comisionada para Derechos Humanos de la ONU, del Subcomité de la ONU para la Prevención de la Tortura y hasta del Papa Francisco, que acaba de dedicarle el “Via Crucis” a los presos.
Nadie puede decir que ignora el peligro inminente de infección, pánico, violencia y motines, con resultados altamente letales para presos y personal.
No nos engañemos, aquí se juegan miles de vidas humanas y nadie podrá alegar en el futuro que lo ignora, puesto que todos tenemos plena consciencia de la ilicitud de esas penas en esas condiciones de cumplimiento, y si no se procede a hacer lo correcto, es porque dolosamente se está consintiendo la posibilidad de muerte de miles de personas, más de la mitad de las cuales, en nuestros países, ni siquiera están condenadas.
Estamos ante la inminencia de una hecatombe y los Estados que permitiesen la muerte de miles de personas en sus prisiones superpobladas, serían responsables internacionalmente, sin perjuicio de que sus autoridades resultasen responsables de delitos masivos de abandonos de personas.
-CY: Pero las autoridades de esos Estados saben que esas responsabilidades no se harían efectivas, porque están en el poder, y los presos y carceleros son gente pobre y sin poder.
-RZ: No nos olvidemos que dejar morir a miles de personas, con clara consciencia de que inevitablemente ese sería el resultado de su inacción, omitiendo las medidas urgentes reclamadas por todos los órganos responsables del mundo, sería una conducta típicamente dolosa de abandono masivo de personas, claramente caracterizada como crimen de lesa humanidad. Estos crímenes no prescriben, y creo que cualquier autoridad nacional en su sano juicio sabe que el poder siempre es pasajero y hasta diría que volátil. 
-CY: ¿Cómo sería el proceso de salidas sin que ello implique una sensación de alarma general en la población?
-RZ: Nadie propone salidas tumultuarias, sino justamente lo contrario, es decir, evitar estas decisiones irracionales y proceder racionalmente y con la debida calma. Es necesario que las prisiones queden con su capacidad de ocupación normal o incluso algo menor, llenas en un 70 u 80%. Para eso es necesario proceder rápidamente, pero con cordura y ordenadamente, es decir, que primera salgan con medidas alternativas los especialmente vulnerables a la infección y luego, quienes se hallan próximos a la libertad definitiva o condicional. Por último se debería graduar disponiendo lo mismo respecto de los presos imputados o condenados por delitos menores sin violencia física o sexual, hasta lograr esos porcentajes de ocupación, que permitirían guardar las medidas higiénicas respecto de los presos residuales que se mantengan en privación de libertad.
Justamente, procediendo de esa manera se evitarán las violencias que, por lo general, implican primero víctimas fatales y luego salidas tumultuarias y desordenadas. Pasada la pandemia, se vería quiénes no hubiesen agotado la pena y deberían volver a la prisión.
Las prisiones superpobladas, con escaso personal, con el orden interno manejado por los presos organizados en bandas que imponen servilismo al resto, incluso hasta sexual, con carencias sanitarias y de todo orden, son claramente tortura, como reiteradamente se ha dicho, más que prisiones son campos de concentración, que ningún discurso hipócrita de resocialización puede justificar. Pero en las actuales circunstancias, se convierten directamente en campos de exterminio, o sea que, de instituciones de privación de libertas pasan a ser trampas para ejecución de condenas a muerte.
-CY: Pasando a otro tema. ¿Considera que la prohibición de despidos es una medida constitucional y adecuada? ¿Cree que habría que tomar otras medidas? 
 
-RZ: Entiendo que sí, saldremos de esta emergencia, el mundo será otro, pero deben preservarse las fuentes de trabajo y, en un mundo en el que se concentró riqueza de la forma en que se lo hizo, en que un 1% de la raza humana reúne una riqueza igual a la que necesita el 57% más pobre para subsistir o morirse con paciencia, se necesita que en algún momento los que más riqueza han reunido, ganen un poco menos o dejen de ganar al menos por un tiempo.
Pienso que son necesarias medidas para evitar la especulación, el acaparamiento y otras maniobras de alteración de precios por parte de desvergonzados e inescrupulosos que en la cadena de distribución explotan la situación para obtener ganancias indebidas.
-CY: ¿Cree que las medidas del gobierno argentino son correctas?
-RZ: Creo que hasta el momento el gobierno argentino hace lo correcto; basta mirar las consecuencias en los países que han omitido o retrasado medidas semejantes a las nuestras para reafirmar esta opinión. Ya pasará la emergencia y habrá tiempo de discutir detalles menores, evaluar más reflexivamente lo hecho, extraer las consecuencias que nos permitan acumular más experiencia y programar en miras al futuro, pero ahora no es el momento de detenerse en esto.
 
La crisis que actualmente atraviesa el mundo no fue prevista por ningún analista económico o político. Aun más imprevista fue la aparición de su causante, un nuevo coronavirus, el Covid-19. Ante estas circunstancias los distintos gobiernos del mundo tomaron diferentes medidas para luchar por la salud de sus habitantes y por un resguardo económico ante la caída de tanto la oferta como la demanda. En este sentido, la Argentina se destacó por su pronta acción en ambos campos. Por el lado de la salud pública, con la implementación de una cuarentena que tuvo resultados más que positivos en la curva de contagios. Y en cuanto a lo económico, con un extraordinario desembolso de dinero de más de $580 mil millones a favor de los más vulnerables y aquellos que hoy tienen sus fuerzas productivas congeladas por el confinamiento obligatorio.


El gobierno nacional viene desplegando políticas fiscales y monetarias expansivas para mitigar el impacto de la crisis global económica y sanitaria que está generando la pandemia del coronavirus. Además de las dirigidas a los sectores productivos, como las pymes o industrias afectadas 100% por la pandemia, y de la obra pública, focalizada especialmente en la construcción de hospitales de emergencia e inauguración de algunos estructurales, desde ANSES se vienen impulsando medidas de inyección monetaria para sostener los ingresos en los sectores más afectados ante esta crisis: trabajadores informales, monotributistas, amas de casa y jubilados de menores ingresos.

Las primeras medidas, en este sentido, se lanzaron a mediados de marzo cuando comenzó el parate económico producto de la pandemia. ANSES y el Ministerio de Desarrollo Social otorgaron, en ese momento, un bono extraordinario de $3.000 para los jubilados que cobran la mínima, otro bono destinado a las beneficiarias de AUH y AUE, equivalente al 100% de la asignación correspondiente y establecieron un período de gracia de dos meses para el pago de las cuotas de abril y mayo para los beneficiarios de créditos ANSES. Esta serie de medidas alcanza a casi 9 millones de personas.

Siguiendo esta línea, a finales de marzo se anunció el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), una ayuda monetaria para el mes de abril de $10.000 destinada a trabajadores informales, empleos de amas de casa, monotributistas sociales y de las categorías A y B. Los requisitos para poder acceder al IFE son: ser argentino, naturalizado o con residencia mayor a 2 años y estar en el rango de edad de 18 a 65 años y que, dentro del grupo familiar donde reside, no haya ingresos provenientes de trabajos en relación de dependencia, de monotributistas clase C o superior, de prestaciones por desempleo, de prestaciones previsionales o de planes sociales incompatibles con el programa. Los beneficiarios AUH, AUE y el programa Progresar son compatibles y pueden acceder al IFE.

Este programa de emergencia estuvo pensado, originalmente, para aproximadamente 3.600.000 personas, por lo que se pensaba erogar, desde el Estado nacional, $37.000 millones (0,16% del PBI actual según un informe de la UNDAV). El titular de la ANSES, Alejandro Vanoli, anunció que 7.854.316 personas accederán en una primera etapa a este auxilio financiero y que, de las mismas, 2.389.764 ya lo recibieron de manera automática, por lo que finalmente se va a destinar más del doble de los recursos proyectados originalmente: $80.000 millones, el equivalente al 0,35% del PBI. Además, se abrió una segunda fase de inscripción al programa, que comenzará el 22 de abril, para quienes no hayan podido hacer el trámite, mientras se evalúa a los inscriptos de comienzos de abril, por lo que es probable que llegue a más personas la asistencia del IFE.

Es de suma importancia entender que todos estos sectores a los que se busca beneficiar con el conjunto de las políticas económicas tomadas desde el gobierno nacional arrastran una pérdida de poder adquisitivo muy importante de los últimos años. Es esto por lo que, previo al confinamiento obligatorio producto de esta pandemia, el Estado ya estaba poniendo como primera prioridad a esta parte de la sociedad. Tal como dijo Alberto Fernández al jurar como presidente: “Comencemos por los últimos para llegar a todos”. Esa frase se hizo carne en cada una de las políticas adoptadas en estos cuatro meses de gestión. Hoy más que nunca los últimos deben ser los primeros.

Estas medidas, en conjunto con otras que se tomaron desde distintos ministerios, conforman un plan que busca alivianar la compleja situación que hoy atraviesan muchos argentinos. Semana a semana, el Estado nacional continúa ampliando este plan, logrando un mayor alcance de las políticas de contención para mitigar la crisis. Asimismo, un Estado presente conlleva un halo de certeza en medio de tanta incertidumbre, el concepto de cohesión social emerge con fuerza en momentos en donde una sociedad debe enfrentar una compleja situación. De modo que las capacidades del Estado nacional se incrementarán para hacer más predecible este momento de zozobra por el que están pasando vastos sectores de la sociedad.


El presidente junto al gobernador de la provincia, Axel Kicillof, presentaron las fuerzas que deberán garantizar el cumplimiento del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por el gobierno nacional. Durante el discurso agradeció a las fuerzas de seguridad “por su esfuerzo, templanza y compromiso” y sostuvo que "estamos haciendo lo que hay que hacer, en el camino correcto, pero falta mucho para hacer” en el marco de la pandemia por coronavirus.

El mandatario agradeció a las Fuerzas de Seguridad que “todos los días salen a la calle, se arriesgan al contagio, se exponen como cada hombre y mujer de la salud que trabaja tratando de socorrer a los que lo necesitan, como los que abren comedores y merenderos en estos barrios para acercar su solidaridad a los argentinos."

Hemos logrado triplicar el número de gendarmes en el distrito más populoso de la provincia de Buenos Aires”, destacó durante el evento que tuvo lugar en la Escuela de Gendarmería Nacional General don Martín Miguel de Güemes, en la localidad de Ciudad Evita.

El presidente criticó a quienes “nos han llenado de palabras y nos dejaron en la miseria” y enfatizó: “La economía pasó muchos malos momentos y nos recuperamos, pero no vamos a recuperar nuestra dignidad si dejamos caer en la enfermedad y en la muerte a nuestros compatriotas”.

Que nadie piense que por cuidar la salud de los argentinos estamos descuidando el futuro de los argentinos. Nosotros mostramos el honor el compromiso y la solidaridad”, destacó. Subrayó que “vamos avanzando con decisión, con firmeza y con resultados que nos dan tranquilidad. Estamos muy lejos de haber ganado la batalla, pero estamos en el camino correcto”.

Acompañó al mandatario la ministra de Seguridad, Sabina Frederic y participó el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza. Según anticipó el jefe comunal matancero, entrará en funciones una dotación de 250 gendarmes y 15 vehículos para reforzar las tareas de seguridad en el municipio. “Hoy es un día feliz para La Matanza. El presidente vino a hacer realidad nuestro pedido desde hace más de cuatro años: que la Gendarmería Nacional vuelva a patrullar las calles de La Matanza. Hoy estamos dando respuesta a un reclamo de todas nuestras vecinas y vecinos. Que vuelva a nuestras calles una institución tan querida por nuestros ciudadanos nos genera mucha tranquilidad, porque la Gendarmería vino para cuidar el mejor capital que tenemos, nuestra gente”, dijo Espinoza tras finalizar el acto.


La falsa dicotomía entre mercado y salud solo pone en evidencia un Capitalismo que cruje y se resquebraja por todos lados … 
 
Los dueños se aferrán como puede a un poder económico que muestra su peor cara mientras las cooperaciones y solidaridades se imponen frente a esta situación inédita que, sin embargo, no es la principal causa del deterioro social global. El neoliberalismo ha exacerbado hasta el imposible las competencias individuales y grupales, hasta el limite de estas tensiones que se expresan en esa falsa opción. Sin salud no hay economía posible … sin Estado el mercado es la selva … sin solidaridad la humanidad camina ciega a su propia destrucción.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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