Jueves 16 de abril de 2020
Los argentinos levantamos la
apuesta a que lo único seguro contra la peste es el encierro
doméstico. El presidente Alberto Fernández ordenó extenderla hasta
el 26 de abril. Por lo menos. Como un profesor, explicó en detalle
por qué y cómo es el único camino. El país es admirado –y
Fernández logra un altísimo nivel de adhesión– porque su curva
de contagios y muertes va en cámara lenta. Más allá de los idiotas
(siempre en el sentido griego, claro) que son capaces de eludir los
controles, como una ragazza que se metió en el baúl de su
coche para ir a ver al novio porque extrañaba –lógicamente– el
sexo.
A propósito, es difícil
compartir la idea de Franco “Bifo” Berardi de que aceptar la
realidad del caos en curso es también aceptar la idea de la muerte.
Pero qué cierto es que lo único que se opone al caos es el
erotismo. Claro que sexo no es lo mismo que erotismo. Aunque es un
instante vital que alimenta lo erótico. Bifo aconseja, en su
vibrante italiano, vibrar a la misma velocidad del caos, del universo
que se hizo demasiado doloroso. Respirar, conspirar, inspirar. El
erotismo versus la muerte. Pero, ¡el erotismo no es aceptar la
muerte! Es combatirla. Por ahora, con la cuarentena. Insisto, a pesar
de los idiotas. Es notable que en los barrios más pobres y populares
la velocidad de expansión del virus es la más baja. Y sólo es alta
en los barrios de la ciudad de Buenos Aires de clase media o de clase
alta. Los burgueses pequeños o grandes se preocupan –expresados
por los medios– en poder salir a correr. El footing contra
la cuarentena expresa, en verdad, otra cosa: los grandes medios
quieren que termine rápido porque el capitalismo cruje.
Para el capital financiero que
los inspira el encierro, el orden progresivo de las actividades
económicas que pueden realizarse con permiso estatal es un cepo. Un
nuevo bozal a su furia de aceptar la muerte pero no dejar de ganar
money, money, money. No importa la
contundencia del dolor. Un tuit de una escritora conocida conmueve.
Su primo vivía desde hacía mucho en Nueva York. Murió, como se
murió siempre pero más ahora, solo. Un camión frigorífico
reconoció su cuerpo y lo llevó sin destino cierto. Porque el virus
es doblemente mortal: la soledad final y la soledad previa. Tal vez
lo llevaron a esa isla cercana donde cavan fosas comunes sin cesar.
Porque los Estados Unidos, con Trump al mando, son la meca de la
peste. Nadie asegura que Trump será reelecto. El demócrata Bernie
Sanders se bajó de la candidatura presidencial, dejando al ex
vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden, como adversario de Trump
en las elecciones. Pero noviembre es, peste mediante, un viaje a la
eternidad.
LA BOLSA O LA VIDA.
El mundo está de duelo. Esta
semana terminó con más de 1.200.000 infectados y 108.000 muertos.
Se inició con la hospitalización del primer ministro inglés, Boris
Johnson, un negacionista como Trump. Sólo en los EE.UU., que lideran
las estadísticas de la pandemia, hubo 480.000 infectados y más de
20 mil muertos. La Argentina acusó el dolor de 90 muertos y 2.192
casos activos. A pesar de la diferencia de población, la decisión
de que es más importante la vida que la bolsa define el tipo de
capitalismo al que apuesta la mayoría de los argentinos. Insisto, a
pesar de los idiotas.
A
pesar de las presiones para reabrir el mercado. Otro tuit impresiona:
“En Nueva York, el sonido incesante de las ambulancias es la banda
de sonido de una película que nunca hubiera querido vivir”.
Finalmente, allí se anunció que van, como los argentinos, hasta el
26 de abril con el confinamiento, como hizo España. “Esta será la
más dura y triste semana. Este va a ser nuestro momento Pearl Harbor
o nuestro momento 11S, francamente”, dijo Jerome Adams, cirujano
general de Estados Unidos. Y allí, en el ombligo del neoliberalismo,
están los diez más ricos del mundo. Desde Jeff Bezos, de Amazon,
hasta Bill Gates o los dueños de Oracle, Zara y Walmart, según la
revista Forbes.
Todas sus fortunas juntas superan el PBI de la Argentina, por caso.
En Brasil, Bolsonaro emula a
Trump. Acotan su poder los militares pero resiste con los
neopentecostales en su locura de no proteger la vida de su gente.
Luiz Henrique Mandetta, un médico y funcionario que ganó
visibilidad a raíz de la pandemia, a diferencia de Bolsonaro,
defiende el distanciamiento social como manera de reducir la
propagación del virus. Los medio bautizaron a Bolsonaro como “La
reina loca” porque trató de echar a Mandetta, que se quedó por
apoyo militar, que allí son los que gobiernan. Nunca tuvieron un
Nunca Más como en la Argentina que retirara a los militares
definitivamente hacia los cuarteles, bien lejos del poder político.
Pero Bolsonaro aprovecha en su aparente demencia el tono feroz del
capitalismo: loco o no, estimó que 24,5 millones de personas tendrán
su contrato reducido o suspendido en Brasil. Tan dramático el
quiebre del poder del Estado bajo el mando de Bolsonaro que en las
favelas, hasta los narcos decretaron el toque de queda para proteger
el negocio pero, de paso, la vida de sus consumidores. En el Ecuador
de Lenin Moreno, un Tribunal de la Corte Nacional de Justicia
encontró una forma de correr el eje de atención sobre los cadáveres
desparramados en las calles de Guayaquil luego de que la pandemia del
coronavirus saturara el sistema sanitario. Condenaron al ex
presidente Rafael Correa a ocho años de prisión, proscribiéndolo
además por 25 años por el supuesto delito de “cohecho agravado”.
Correa no se equivoca cuando asegura que los jueces lo sentenciaron
sin haber probado nada porque necesitaban otro show que tapara el
hedor de los cadáveres.
¿Pero
es posible tapar la verdad con tapas y miles de serviciales noticias
a favor de un traidor cuando sus ciudadanos muertos se acumulan en
las canaletas de una ciudad fantasma? Como hace una semana lo fueron
los cuerpos tirados en las calles de Guayaquil, las imágenes que
circularon en redes y mostraron a Nueva York desde los aires con
grandes fosas comunes y cajones que de a poco iban quedando bajo
tierra. La principal potencia mundial, que prohibió tomar y difundir
imágenes de las víctimas del 11S, se muestra vulnerable. Porque la
peste allí y en el mundo provocará “la peor caída económica
desde la Gran Depresión” de 1929. Lo dijo Kristalina Georgieva,
directora del FMI: 170 países de los 189 miembros del FMI van a
registrar una contracción de su ingreso per cápita en 2020. Hubo un
pequeño milagro en la obscena billetera de los financistas around
the world:
después de dos intensas semanas de discusiones y reuniones
frustradas, la Unión Europea acordó desbloquear las ayudas de medio
billón de euros después de que España e Italia lograran que el
acceso a esos fondos no estén condicionados a ningún programa de
ajustes o reformas, como querían los Países Bajos. Y en medio de
tanto caos y multilateralismo en crisis, antes de que expirara esta
semana se reunió el Grupo de Puebla, integrado por 14 países de la
región. En la cumbre virtual los líderes políticos subrayaron la
máxima de “nadie se salva solo”, de la que Alberto es uno de los
principales portavoces, y aprovecharon para rechazar la condena a
Correa. Por eso, también están discutiendo cómo organizarse para
pedir la condonación de la deuda externa.
Así, a la afirmación de que
nadie se salva solo sobreviene la pregunta de oro de cómo salvarse
en el reino del neoliberalismo. Hay datos estremecedores: más de un
tercio de la población mundial carece de instalaciones básicas para
el lavado de manos: se trata de 3.000 millones de personas, según
datos de Unicef. En América latina y el Caribe las cifras son un
poco mejores (menos del 15 por ciento) pero dispares: en Bolivia más
de un 25 por ciento está excluido de las tuberías de agua
corriente; en Haití la cifra supera el 75 por ciento.
La desigualdad interna también
es notable: en República Dominicana, la brecha en el acceso al
servicio entre zonas urbanas y rurales es mayor al 70 por ciento, en
Perú es del 30 y en Brasil del 20. Y todos estos datos corresponden
al acceso al agua en general: cuando se trata de agua potable las
cifras son peores. En Francia y el Reino Unido, dos casos que han
estado en boga esta semana por el número de muertes, gastan
anualmente 4.000 dólares per cápita, según datos de la OMS.
Bolivia, para poner un caso de la región, gasta poco más de 200
dólares; Perú, Colombia y Paraguay no superan los 400. En América
latina sólo tres países –Cuba, la Argentina y Uruguay– superan
el promedio global de camas hospitalarias de 27 por cada 10.000
habitantes.
En la Argentina, a pesar de la
pandemia neoliberal, los científicos y técnicos de la
Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud Dr.
Carlos Malbrán –que el gobierno de Macri desfinanció y desguazó–
lograron secuenciar los genomas completos de tres pacientes
argentinos con coronavirus SARS-COV-2. Pudieron establecer la
procedencia de los virus: uno de ellos es de Estados Unidos, otro de
Europa y otro de Asia. Un primer escalón para empezar a ver cómo
son las cepas de circulación autóctona, que son las que infectan a
los argentinos que deben ser salvados antes de la emergencia de una
vacuna.
Después
de estar veinticinco días encerrada en un barco, debía esperar una
semana más en el camarote que compartía con un portugués y cuatro
coterráneos. El puerto de Buenos Aires estaba abarrotado, el tráfico
de navíos excedía su capacidad y los controles sanitarios no daban
a basto.
Las enfermedades
infectocontagiosas eran las más nocivas. Un simple estornudo, un dar
de manos, la vajilla mal lavada, el picaporte del baño, eran canales
efectivos para que el virus se cuele por el tacto y se introyecte en
sangre, sin que nadie lo perciba. Ella viajaba en tercera clase.
Epidemias hubo en todo los
tiempos y regiones. Ninguna fue igual a la anterior. Quizás lo más
sorprendente de la malaria actual no sea la digitalización de la
vida, el rol de los medios de comunicación o la gran capacidad de
movilidad de personas, sino el modo en que nos vinculamos. Estamos en
una época donde la aceleración de los mecanismos de
mercantilización de las personas y de la naturaleza han acotado
nuestra capacidad de decisión. Cada vez debemos trabajar más horas
para llegar a fin de mes, y empleamos el tiempo restante para tareas
domésticas, y en menor medida, para actividades (re)creativas. Sin
embargo, hemos construido dispositivos cotidianos para soportar y
regular dicho acotamiento de soberanía, sin que se tramite como
frustración.
Administramos
nuestro sueldo, subimos una historia,
organizamos el tiempo libre, miramos Sex
Education
antes de dormir, y sobre todo compramos cosas. El consumo, aquel
medio que tenemos para adquirir lo que queremos, se ha transformado
en una gran fuente de disfrute. El consumo, que está individualizado
como nuestro sueldo y el celular, pauta un modo de vincularnos con
les otres. Se condensa el despojo corporal y emocional capitalista.
Aprendimos a ser y pensar en primera persona. Antes del nosotros y
del ellos, está el yo. El yo que consume. Allí el cimiento de una
estructura moral que amalgama pulsiones de fuga y gestiona emociones:
soy porque tengo.
El
miércoles pasado ya había corrido la bola de que teníamos que
abastecernos. El estado de excepción decretado el jueves 19 por el
gobierno nacional se veía venir como un mar de lava que baja desde
la cima del volcán. En esos días la gente aprovechó para proveerse
y realizar las últimas visitas. El decreto era inminente. “¡No
hay pan con lino acá!”, relinchó una señora de cincuenta años
con una vincha verde en la frente al entrar a la panadería, “¿Cómo
puede ser? Tu esposa me dijo que hoy llegaba más.”
El panadero terminó de cobrarle a un joven que cargaba dos bolsas
estalladas, y restándole importancia a la situación, invitó a la
señora a llevarse un pan de salvado “que está buenísimo”. El
estado de excepción anímico había llegado antes que el decreto.
Los
territorios barriales y digitales vivieron pequeñas revueltas. Hubo
quiebres irregulares en el sistema de relaciones cotidiano. Se libró
una lucha silenciosa por los bienes comunes. Si bien la falta de
papel higiénico y el acaparamiento de alcohol en gel fueron los
síntomas más rotundos, el temor social y el
sálvese quien pueda,
incidieron en los múltiples quehaceres diarios. Las relaciones de
interdependencia y reciprocidad propias de los modos comunitarios de
vida fueron acorraladas. La co-responsabilidad necesaria para la vida
en común fue puesta a prueba.
La pandemia llegó a la Argentina
en un momento de severa crisis económica y social. Un tercio de la
población es pobre y la mitad tiene trabajo informal, día a día
necesita salir a ganarse el pan. El aislamiento social que nos iguala
en apariencia, nos desiguala en posibilidades. No es lo mismo
quedarse en una casa con jardín y sueldo fijo, que vivir cinco en
una casilla alquilada, con laburo precario. Si la deuda, la
restricción externa y el derrumbe productivo, herencias del
macrismo, impedían una pronta recuperación económica, los
condicionantes de la pandemia complican al máximo la situación.
“¿Querés
que te diga la verdad?”, meditó la vendedora tras el mostrador de
la fiambrería, “a
mí esta epidemia me asusta pero no me puedo quejar, en una semana
gané más que en todo el verano.”
La tarde estaba cálida y había poco ruido en el sur de Boedo. Un
flaco con remera de Nirvana esperaba las fetas de queso y decía:
“Ahora
estoy viendo qué invento con los chicos. Un fin de semana con lluvia
y no sé qué hacer, diez días adentro me muero, o me matan”.
Había cuatro personas haciendo cola en la puerta del almacén, por
la distancia que disponían parecía una fila de cuarto grado en el
saludo de la bandera. Al lado, una nena con vestidito azul y trenzas
cocidas jugaba en el suelo a que tenía en sus manos un camión de
bomberos. Mientras, la mamá hablaba por teléfono y movía todos los
pliegues de su cara para que soltara la botella de Prity pisoteada.
Hay un cúmulo de tensiones
rumeando el ambiente. La necesidad de ganarse el mango, el miedo al
desabastecimiento, el peligro del contagio y las prácticas
preventivas generan una realidad social inédita. En este andar, se
pusieron en cuestión diversas representaciones referidas al cuidar y
cuidarse. El sentido individualista del cuidado fue cuestionado. La
realidad orgánico-corporal, constituida en el intercambio material,
simbólico y emocional, tomó una nueva forma. ¿Hasta dónde el
individualismo posesivo sería la solución al problema? Un meme
apuntaba sobre el riesgo que corrían aquellos que al comprar todos
los jabones del súper impedían que los demás se laven
adecuadamente las manos: el virus llegaría más rápido a su puerta.
En este paréntesis de la vida-rutina, el cuidado colectivo deja de
ser un anhelo utópico para ser un requisito de supervivencia. Y así,
se abre la posibilidad de pensarnos a partir de patrones cognitivos y
prácticos basados en una ética del bien común.
Una
piba a punto de cruzar la calle discutía con un amigo por teléfono:
“No
es así Carlos. Tenés que cuidarte vos, a los tuyos y a los que no
conocés, pero están ahí igual”.
En la vereda de enfrente, el verdulero repartía a cada cliente un
tarjetita con forma de manzana para los pedidos a domicilio.
Explicaba que era el modo para que nadie se quede sin morfi y él
pueda pagar el alquiler del local, que este mes había aumentado. Un
joven de rulos, arito en la nariz y espalda ancha, luego de hacer su
pedido y estornudarse en el codo, sacó del bolsillo del jean una
listita escrita en birome y se la pasó al verdulero. “Es
para mi vecina”,
se rascó un ojo y siguió, “me
pidió todo esto, es una abuelita y parece que tiene algunos
quilombitos de salud”.
Ella hace una semana que no sale
de su casa. Pasaron setenta años desde que abandonó aquella aldea
medieval repleta de castaños, gaitas y refugiados de la Guerra
Civil. Dejó atrás los caminos romanos, doce hermanos y el frío
invernal que mató a su prima. Sobre el modular del comedor hay una
foto borrosa en la que ella y su marido pasean por la costanera
norte, vestidos de camisa y pantalones claros, como lucían los
primeros tenistas. Atrás el océano, ese cacho de ecosistema testigo
de exilios, conquistas y pestes. Se acomoda en el sillón, baja el
volumen de Canal 26, ojea la foto y se alegra de que esta vez el
encierro no sea en altamar.
Luisa sabe que le quedan mínimo
diez días más adentro. Pudo zafar de las pestes que cargaron aquel
viaje de Galicia a Buenos Aires, y de las picanas del ´76, pero sabe
que está en tiempo de descuento. A sus noventa y dos años espera la
muerte como de niña esperaba al cartero en el umbral de su casa de
piedra: despeinada y en chancletas. Sin embargo, prefiere que no sea
con esta pandemia. Necesita terminar el chaleco de lana que le está
tejiendo a su bisnieto, Benja, quien este año arrancó primer grado
en una escuela qué, se rumorea, podría servir de tienda sanitaria.
Conocida
la Declaración de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 14
de abril último, “COVID-19 y Derechos Humanos: Los problemas y
desafíos deben ser abordados con perspectiva de Derechos Humanos y
respetando las obligaciones internacionales”, entrevistamos a E.
Raúl Zaffaroni, Juez de la Corte, quien responde a cuestiones
relacionadas a los deberes que el sistema continental de
Derechos Humanos le impone a los Estados miembros y la eficacia de
esta declaración y sus alcances. Otro de los puntos de la entrevista
es la situación de los presos y un posible sistema organizado de
salidas de la población carcelaria que evite una situación
sanitaria incontrolable. La probabilidad de que los Estados
posterguen el pago de la deuda y las medidas adoptadas por el
gobierno argentino son los temas finales sobre los que Zaffaroni nos
brinda su reflexión y opinión.
-CY:
Tanto en la declaración que acaban de hacer pública ustedes como
jueces de la Corte Interamericana, como en la que hace días
formulara la Comisión Interamericana, los dos órganos máximos del
sistema continental de Derechos Humanos, les imponen deberes a los
Estados miembros. ¿Cuál cree que será el acatamiento o la eficacia
de estas declaraciones?
–RZ:
Las declaraciones no tienen por sí mismas ningún valor vinculante
para los Estados, pero creo que con ellas, tanto nosotros como la
Comisión les advertimos los criterios con que resolveremos las
cuestiones que se nos planteen en nuestros respectivos ámbitos de
competencia.
Dicho más
claramente: adelantamos que, de apartarse de las líneas, bastante
elementales por cierto, señaladas para la emergencia, incurrirían
en violaciones a los Derechos Humanos y, por ende, si fuesen
denunciadas a la Comisión, entiendo que ésta está anunciando que
en esos casos dispondría medidas cautelares o, más enérgicamente,
pediría a la CorteIDH que ordene medidas provisionales y, por
nuestra parte entiendo que estamos advirtiendo también que en esos
mismos supuestos estaríamos dispuestos a ordenarlas.
En
este sentido, creo que los dos organismos estamos anunciando cómo
habremos de proceder y resolver.
-CY:
¿Qué eficacia tendría esto respecto de los Estados miembros?
-RZ:
Por lo menos, en lo que respecta a las medidas provisionales de la
CorteIDH, son vinculantes para los Estados miembros, carácter que
nunca les fue desconocido y hasta el presente se vienen respetando y
los Estados les dan cumplimiento. Tenemos en la Corte un
procedimiento de supervisión de cumplimiento y el nivel de
acatamiento es bastante alto.
-CY:
Ustedes no se han referido a la cuestión de suspensión del pago de
las deudas externas, como lo hizo la Comisión. ¿Es porque no
comparten el criterio que señala la Comisión?
-RZ:
No puedo responder en nombre de mis colegas de la Corte, pero creo
que todos estaríamos de acuerdo en la necesidad de que se proceda
como lo señaló la Comisión en su declaración, sólo que el FMI no
está sometido a nuestra competencia, fijada por la Convención
Americana de Derechos Humanos.
Lo
manifestado por la Comisión es a mi juicio correcto, pero como
respaldo moral a nuestros Estados, no como algo que pueda tener
fuerza jurídica vinculante respecto de un organismo que está fuera
del sistema.
En cuanto
al señalamiento de que este organismo debiera estar a la altura de
las circunstancias, por elementales razones de necesidad en la
emergencia, creo que estaríamos todos de acuerdo.
Por mi
parte, como opinión meramente personal, entiendo que después de los
recortes presupuestarios que este organismo ha impuesto en la región,
incluyendo los que hacen a la salud pública y que son precisamente
los que hoy ponen en peligro la vida de miles de personas, creo que
tiene el deber moral de hacerse cargo de su responsabilidad, pero
todo esto es un señalamiento ético, difícil de aceptar por quienes
nunca han demostrado ni la más remota fibra de sensibilidad social y
respecto de los cuales no tenemos facultades para imponerles nada,
esto último es claro.
-CY:
¿La Comisión o la Corte no podrían ordenar que los Estados
posterguen el pago de la deuda?
-RZ:
Es una buena pregunta, de difícil respuesta, por cierto. Si lo que
me preguntás es si directamente se podría ordenar una medida
cautelar o provisional de “no pago”, tendría que pensarlo y me
parece a primera vista dudoso, pero indirectamente estimo que sí.
Con esto
quiero decir lo siguiente: para cumplir con la debida observancia de
la Convención Americana en esta emergencia conforme a las pautas
señaladas en la dos declaraciones, los Estados deberán concentrar
sus esfuerzos presupuestarios en salud, alimentación, proveer
ingresos de subsistencia a las personas del trabajo informal, a las
que se encuentran en situación de calle, otorgar créditos a las
pequeñas y medianas empresas para evitar su quiebra y consiguiente
pérdida de fuentes de trabajo formales, etc.
Es bastante
obvio que semejante esfuerzo de inversión estatal, que puede llegar
a requerir algunas medidas impositivas extraordinarias que se están
discutiendo no sólo en nuestros países sino en el mundo todo,
sumado a la paralización económica y a la consiguiente caída de la
recaudación fiscal corriente, no dejará muchas posibilidades de
continuar con el pago de la deuda. Prácticamente, todos los Estados
se hallarían en una situación de incapacidad o cesación de pagos o
directamente de falencia, siendo obvio que a quien no recauda y, por
ende, no tiene dinero, no se le puede reclamar que pague.
-CY:
Con respecto a la situación de los presos: ¿Cree usted que los
Estados cumplirán las directivas del sistema interamericano?
-RZ:
Espero que lo hagan con la urgencia del caso o que, de lo contrario,
con la misma urgencia, los afectados o quien sea, nos planteen las
diversas situaciones y, espero que, tanto nosotros como la Comisión,
estemos en esa eventualidad a la altura de las circunstancias, tal
como lo señalamos en nuestras declaraciones.
Las
advertencias no son sólo nuestras, es decir, de la Comisión y de la
Corte, sino de la OMS, de la Alta Comisionada para Derechos Humanos
de la ONU, del Subcomité de la ONU para la Prevención de la Tortura
y hasta del Papa Francisco, que acaba de dedicarle el “Via Crucis”
a los presos.
Nadie puede
decir que ignora el peligro inminente de infección, pánico,
violencia y motines, con resultados altamente letales para presos y
personal.
No nos
engañemos, aquí se juegan miles de vidas humanas y nadie podrá
alegar en el futuro que lo ignora, puesto que todos tenemos plena
consciencia de la ilicitud de esas penas en esas condiciones de
cumplimiento, y si no se procede a hacer lo correcto, es porque
dolosamente se está consintiendo la posibilidad de muerte de miles
de personas, más de la mitad de las cuales, en nuestros países, ni
siquiera están condenadas.
Estamos
ante la inminencia de una hecatombe y los Estados que permitiesen la
muerte de miles de personas en sus prisiones superpobladas, serían
responsables internacionalmente, sin perjuicio de que sus autoridades
resultasen responsables de delitos masivos de abandonos de personas.
-CY:
Pero las autoridades de esos Estados saben que esas responsabilidades
no se harían efectivas, porque están en el poder, y los presos y
carceleros son gente pobre y sin poder.
-RZ:
No nos olvidemos que dejar morir a miles de personas, con clara
consciencia de que inevitablemente ese sería el resultado de su
inacción, omitiendo las medidas urgentes reclamadas por todos los
órganos responsables del mundo, sería una conducta típicamente
dolosa de abandono masivo de personas, claramente caracterizada como
crimen de lesa humanidad. Estos crímenes no prescriben, y creo que
cualquier autoridad nacional en su sano juicio sabe que el poder
siempre es pasajero y hasta diría que volátil.
-CY:
¿Cómo sería el proceso de salidas sin que ello implique una
sensación de alarma general en la población?
-RZ: Nadie
propone salidas tumultuarias, sino justamente lo contrario, es decir,
evitar estas decisiones irracionales y proceder racionalmente y con
la debida calma. Es necesario que las prisiones queden con su
capacidad de ocupación normal o incluso algo menor, llenas en un 70
u 80%. Para eso es necesario proceder rápidamente, pero con cordura
y ordenadamente, es decir, que primera salgan con medidas
alternativas los especialmente vulnerables a la infección y luego,
quienes se hallan próximos a la libertad definitiva o condicional.
Por último se debería graduar disponiendo lo mismo respecto de los
presos imputados o condenados por delitos menores sin violencia
física o sexual, hasta lograr esos porcentajes de ocupación, que
permitirían guardar las medidas higiénicas respecto de los presos
residuales que se mantengan en privación de libertad.
Justamente,
procediendo de esa manera se evitarán las violencias que, por lo
general, implican primero víctimas fatales y luego salidas
tumultuarias y desordenadas. Pasada la pandemia, se vería quiénes
no hubiesen agotado la pena y deberían volver a la prisión.
Las
prisiones superpobladas, con escaso personal, con el orden interno
manejado por los presos organizados en bandas que imponen servilismo
al resto, incluso hasta sexual, con carencias sanitarias y de todo
orden, son claramente tortura, como reiteradamente se ha dicho, más
que prisiones son campos de concentración, que ningún discurso
hipócrita de resocialización puede justificar. Pero en las actuales
circunstancias, se convierten directamente en campos de exterminio, o
sea que, de instituciones de privación de libertas pasan a ser
trampas para ejecución de condenas a muerte.
-CY:
Pasando a otro tema. ¿Considera que la prohibición de despidos es
una medida constitucional y adecuada? ¿Cree que habría que tomar
otras medidas?
-RZ:
Entiendo que sí, saldremos de esta emergencia, el mundo será otro,
pero deben preservarse las fuentes de trabajo y, en un mundo en el
que se concentró riqueza de la forma en que se lo hizo, en que un 1%
de la raza humana reúne una riqueza igual a la que necesita el 57%
más pobre para subsistir o morirse con paciencia, se necesita que en
algún momento los que más riqueza han reunido, ganen un poco menos
o dejen de ganar al menos por un tiempo.
Pienso que
son necesarias medidas para evitar la especulación, el acaparamiento
y otras maniobras de alteración de precios por parte de
desvergonzados e inescrupulosos que en la cadena de distribución
explotan la situación para obtener ganancias indebidas.
-CY:
¿Cree que las medidas del gobierno argentino son correctas?
-RZ:
Creo que hasta el momento el gobierno argentino hace lo correcto;
basta mirar las consecuencias en los países que han omitido o
retrasado medidas semejantes a las nuestras para reafirmar esta
opinión. Ya pasará la emergencia y habrá tiempo de discutir
detalles menores, evaluar más reflexivamente lo hecho, extraer las
consecuencias que nos permitan acumular más experiencia y programar
en miras al futuro, pero ahora no es el momento de detenerse en esto.
La
crisis que actualmente atraviesa el mundo no fue prevista por ningún
analista económico o político. Aun más imprevista fue la aparición
de su causante, un nuevo coronavirus, el Covid-19.
Ante estas circunstancias los distintos gobiernos del mundo tomaron
diferentes medidas para luchar por la salud de sus habitantes y por
un resguardo económico ante la caída de tanto la oferta como la
demanda. En este sentido, la
Argentina se destacó por su pronta acción en ambos campos. Por
el lado de la salud pública, con la implementación de una
cuarentena que tuvo resultados más que positivos en la curva de
contagios. Y en cuanto a lo económico, con un
extraordinario desembolso de dinero de más de $580 mil millones a
favor de los más vulnerables y aquellos que hoy tienen sus fuerzas
productivas congeladas por el confinamiento obligatorio.
El
gobierno nacional viene desplegando políticas fiscales y monetarias
expansivas para mitigar el impacto de la crisis global económica y
sanitaria que está generando la pandemia del coronavirus.
Además de las dirigidas a los sectores productivos, como las pymes o
industrias afectadas 100% por la pandemia, y de la obra pública,
focalizada especialmente en la construcción de hospitales de
emergencia e inauguración de algunos estructurales, desde ANSES
se vienen impulsando medidas de inyección monetaria para sostener
los ingresos en los sectores más afectados ante esta crisis:
trabajadores informales, monotributistas, amas de casa y jubilados de
menores ingresos.
Las
primeras medidas, en este sentido, se lanzaron a mediados de marzo
cuando comenzó el parate económico producto de la pandemia. ANSES y
el Ministerio de Desarrollo Social otorgaron, en ese momento, un bono
extraordinario de $3.000 para los jubilados que cobran la mínima,
otro bono destinado a las beneficiarias de AUH y AUE, equivalente al
100% de la asignación correspondiente y establecieron un período de
gracia de dos meses para el pago de las cuotas de abril y mayo para
los beneficiarios de créditos ANSES. Esta serie de medidas alcanza a
casi 9 millones de personas.
Siguiendo
esta línea, a finales de marzo se anunció el
Ingreso Familiar de Emergencia (IFE),
una ayuda monetaria para el mes de abril de $10.000 destinada a
trabajadores informales, empleos de amas de casa, monotributistas
sociales y de las categorías A y B.
Los requisitos para poder acceder al IFE son: ser argentino,
naturalizado o con residencia mayor a 2 años y estar en el rango de
edad de 18 a 65 años y que, dentro del grupo familiar donde reside,
no haya ingresos provenientes de trabajos en relación de
dependencia, de monotributistas clase C o superior, de prestaciones
por desempleo, de prestaciones previsionales o de planes sociales
incompatibles con el programa. Los beneficiarios AUH, AUE y el
programa Progresar son compatibles y pueden acceder al IFE.
Este
programa de emergencia estuvo pensado, originalmente, para
aproximadamente 3.600.000 personas, por lo que se pensaba erogar,
desde el Estado nacional, $37.000 millones (0,16% del PBI actual
según un informe de la UNDAV). El titular de la ANSES, Alejandro
Vanoli,
anunció que 7.854.316 personas accederán en una primera etapa a
este auxilio financiero y que, de las mismas, 2.389.764 ya lo
recibieron de manera automática, por lo que finalmente se va a
destinar más del doble de los recursos proyectados originalmente:
$80.000
millones, el equivalente al 0,35% del PBI.
Además, se abrió una segunda fase de inscripción al programa, que
comenzará el 22 de abril, para quienes no hayan podido hacer el
trámite, mientras se evalúa a los inscriptos de comienzos de abril,
por lo que es probable que llegue a más personas la asistencia del
IFE.
Es
de suma importancia entender que todos estos sectores a los que se
busca beneficiar con el conjunto de las políticas económicas
tomadas desde el gobierno nacional arrastran una pérdida de poder
adquisitivo muy importante de los últimos años.
Es esto por lo que, previo al confinamiento obligatorio producto de
esta pandemia, el Estado ya estaba poniendo como primera prioridad a
esta parte de la sociedad. Tal como dijo Alberto Fernández al jurar
como presidente: “Comencemos por los últimos para llegar a todos”.
Esa frase se hizo carne en cada una de las políticas adoptadas en
estos cuatro meses de gestión. Hoy más que nunca los últimos deben
ser los primeros.
Estas
medidas, en conjunto con otras que se tomaron desde distintos
ministerios, conforman un plan que busca alivianar la compleja
situación que hoy atraviesan muchos argentinos.
Semana a semana, el Estado nacional continúa ampliando este plan,
logrando un mayor alcance de las políticas de contención para
mitigar la crisis. Asimismo, un Estado presente conlleva un halo de
certeza en medio de tanta incertidumbre, el concepto de cohesión
social emerge con fuerza en momentos en donde una sociedad debe
enfrentar una compleja situación. De modo que las capacidades del
Estado nacional se incrementarán para hacer más predecible este
momento de zozobra por el que están pasando vastos sectores de la
sociedad.
El
presidente junto al gobernador de la provincia, Axel Kicillof,
presentaron las fuerzas que deberán garantizar el cumplimiento
del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por el
gobierno nacional. Durante el discurso agradeció a las fuerzas
de seguridad “por su esfuerzo, templanza y compromiso” y sostuvo
que "estamos haciendo lo que hay que hacer, en el camino
correcto, pero falta mucho para hacer” en el marco de la pandemia
por coronavirus.
El mandatario agradeció a las
Fuerzas de Seguridad que “todos los días salen a la calle, se
arriesgan al contagio, se exponen como cada hombre y mujer de la
salud que trabaja tratando de socorrer a los que lo necesitan, como
los que abren comedores y merenderos en estos barrios para acercar su
solidaridad a los argentinos."
“Hemos logrado triplicar el
número de gendarmes en el distrito más populoso de la provincia de
Buenos Aires”, destacó durante el evento que tuvo lugar en la
Escuela de Gendarmería Nacional General don Martín Miguel de
Güemes, en la localidad de Ciudad Evita.
El presidente criticó a quienes
“nos han llenado de palabras y nos dejaron en la miseria” y
enfatizó: “La economía pasó muchos malos momentos y nos
recuperamos, pero no vamos a recuperar nuestra dignidad si dejamos
caer en la enfermedad y en la muerte a nuestros compatriotas”.
“Que nadie piense que por
cuidar la salud de los argentinos estamos descuidando el futuro de
los argentinos. Nosotros mostramos el honor el compromiso y la
solidaridad”, destacó. Subrayó que “vamos avanzando con
decisión, con firmeza y con resultados que nos dan tranquilidad.
Estamos muy lejos de haber ganado la batalla, pero estamos en el
camino correcto”.
Acompañó al mandatario la
ministra de Seguridad, Sabina Frederic y participó el intendente de
La Matanza, Fernando Espinoza. Según anticipó el jefe comunal
matancero, entrará en funciones una dotación de 250 gendarmes y 15
vehículos para reforzar las tareas de seguridad en el
municipio. “Hoy es un día feliz para La Matanza. El
presidente vino a hacer realidad nuestro pedido desde hace más de
cuatro años: que la Gendarmería Nacional vuelva a patrullar las
calles de La Matanza. Hoy estamos dando respuesta a un reclamo de
todas nuestras vecinas y vecinos. Que vuelva a nuestras calles una
institución tan querida por nuestros ciudadanos nos genera mucha
tranquilidad, porque la Gendarmería vino para cuidar el mejor
capital que tenemos, nuestra gente”, dijo Espinoza tras finalizar
el acto.
La
falsa dicotomía entre mercado y salud solo pone en evidencia un
Capitalismo que cruje y se resquebraja por todos lados …
Los
dueños se aferrán como puede a un poder económico que muestra su
peor cara mientras las cooperaciones y solidaridades se imponen
frente a esta situación inédita que, sin embargo, no es la
principal causa del deterioro social global. El neoliberalismo ha
exacerbado hasta el imposible las competencias individuales y
grupales, hasta el limite de estas tensiones que se expresan en esa
falsa opción. Sin salud no hay economía posible … sin Estado el
mercado es la selva … sin solidaridad la humanidad camina ciega a
su propia destrucción.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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