Lunes 13 de abril de 2020



Saber cómo impactará el coronavirus se volvió un ejercicio de adivinación. Ni los mejores expertos detectan a tiempo un nuevo estallido, y la estrella de algunos países tomados como modelos, con estrategias novedosas y pocas muertes que lamentar, se desvanece bajo un diluvio de casos. Pero sí se puede saber quién está haciendo mejor los deberes. Y en América Latina las posturas negacionistas de Brasil y México, o confusas e indecisas como en Ecuador, contrastaron con la estrategia de otros gobiernos con mejores reflejos como esta sucediendo en nuestro país.


Brasil, la gran negación


El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, de derecha, y el mexicano, Andrés López Obrador, de izquierda, coincidieron en una nueva ideología: negar el riesgo explosivo del Covid-19 y alentar a la población a seguir como si nada.¿Qué tiene de malo jugar al fútbol en Copacabana? ¿Y por qué no salir a pasear los domingos por la Alameda? Con 19.600 casos y cerca de mil muertos en Brasil y 3500 casos y casi 200 muertos en México, el Covid-19 demostró que no lo detiene la arena ni se toma los domingos.




Bolsonaro sigue enfrentado con gobernadores, legisladores y hasta el ministro de Salud de su gabinete, Luiz Henrique Mandetta. Ante la falta de reacción desde Brasilia, estos actores decretaron sus propias suspensiones y cuarentenas. Hasta las favelas encontraron la manera de organizarse y nombrar sus líderes para manejar la pandemia.


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El ideal europeo de humanidad se ha manifestado como un ideal más entre otros muchos, no necesariamente peor, pero que no puede pretender, sin violencia, el derecho de ser la esencia verdadera del hombre, de todo hombre” ( Vattimo, Gianni: “Posmodernidad: ¿una sociedad transparente?” en Entorno a la posmodernidad. Por Gianni Vattimo y otros. Barcelona: Anthropos, 1990. 9-19, p. 12) . Ir más allá supone el abandono del discurso eurocéntrico y de su racionalidad. Ya para la filosofía griega la razón era la facultad cognoscitiva para distinguir entre lo verdadero y lo falso, fronteras, las de verdad y falsedad, que separaban aquello que realmente era de lo que parecía ser. Esto último “no es simplemente la nada; es una potencialidad y una amenaza al ser: la destrucción. (...) Es el proyecto esencialmente humano” ( Marcuse, Herbert: El hombre unidimensional. Trad. Antonio Elorza. Barcelona: Austral, 2016 [Edición original: 1964], p. 144.)


La(s) Modernidad(es) y su Razón excluyente. Jairo Marcos - Doctorando en Filosofía y periodista freelance para medios españoles y extranjeros. Autor de tres libros y varios artículos premiados, sus publicaciones y perfil profesional pueden leerse en www.desplazados.org. Este ensayo forma parte de la tesis en la que está sumergido: ‘nos-Otras, las víctimas. Pensar desde las periferias: transformaciones de la Filosofía’, codirigida por Juan José Sánchez (UNED, España) y Horacio Cerutti Guldberg (UNAM, México).
En: Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, año 21, no 42.
Segundo semestre de 2019. Pp. 45-64. ISSN 1575-6823 e-ISSN 2340-2199 doi: 10.12795/araucaria.2019.i42.03
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Dice Joseph E. Stiglitz (Indiana, 1943) que algunas de las medidas económicas de EE UU contra el coronavirus son importadas. Como la iniciativa de algunos países europeos de mantener a los asalariados vinculados formalmente a la empresa durante las suspensiones temporales de trabajo, “algo especialmente relevante en EE UU, donde la mayoría de los trabajadores tiene seguro médico a través del empleador”. Desgraciadamente, a Europa no le está resultando tan sencillo replicar la gran ventaja de EE UU para enfrentar esta crisis: emitir deuda con la que financiar las medidas de salvamento. “Hay que emitir los eurobonos, de verdad lo creo, pero por ahora no hay suficiente solidaridad en Europa para apoyar una medida así”, explica el Nobel de Economía.

Confinado en su casa de Nueva York, Stiglitz alerta de que la indecisión europea puede provocar una caída económica más profunda si implica una reacción “demasiado tardía y demasiado pequeña”: “Hay mucha preocupación por la viabilidad del proyecto común si, en esta crisis, Europa se demuestra incapaz de demostrar la solidaridad necesaria”.

Pregunta. ¿Está en juego el proyecto europeo?

Respuesta. Este es un momento de crear o romper. La unión se solidificará si se percibe que, en el momento de necesidad de una nación, los ciudadanos europeos ayudaron. Pero también puede ocurrir todo lo contrario si unos siguen siendo tan egoístas como siempre y solo hay palabras de consuelo pero no lo que de verdad hace falta, que es dinero. Este es un momento crítico para el futuro de Europa.

P. En Alemania existe el temor de darle votos a la extrema derecha si el Gobierno comparte el coste financiero de la crisis con los países del sur…

R. Esto es algo que remite al gran error de Angela Merkel en 2010 y 2011. En aquel entonces no dijo que los griegos trabajaban incluso más horas que los alemanes ni que había que ayudar a un socio europeo en una etapa muy difícil, no sólo por solidaridad sino por ayudar a los bancos alemanes… Lo que hicieron fue salvar a los bancos, dejar la cuenta sobre los hombros del pueblo griego y tildar a los griegos de vagos. Lo que estamos viendo una década después es la consecuencia de ese discurso maniqueo para pasar a los griegos la culpa de un dinero prestado por bancos franceses y alemanes. Pero una vez dicho eso, la pregunta fundamental es cuál va a ser el futuro de Europa. Si no hay una respuesta adecuada de Europa, el sentimiento anti UE en países como Italia va a crecer.

P. ¿Estamos en un momento de ruptura con la doctrina del liberalismo económico?


R. Eso espero. Se está demostrando el error fundamental del liberalismo y es que los mercados por sí solos no pueden manejar esta crisis, por eso estamos acudiendo al Gobierno. Los mercados tampoco nos prepararon porque siempre tienen una visión incompleta de los riesgos. En 2008 se vio que habían tomado demasiados riesgos financieros y esta crisis es otra demostración del exceso de riesgo. En EE UU, los hospitales no tenían camas extra y las empresas funcionaban con sistemas de inventario just in time. Todo bien hasta que tienes un problema. Entonces es un desastre. Es como llevar el coche sin rueda de repuesto. Si pinchas, los costes son enormes. Donald Trump ha propuesto cada año recortes de un tercio en investigación científica y ha reducido los fondos de los Centros para el Control de Enfermedades… Este recorte descerebrado del sector público nos ha dejado sin protección y sin preparación. Creo que la gente se ha dado cuenta de que el motivo por el que EE UU no tenía capacidad de hacer test es el desmantelamiento del sector público. Corea del Sur estaba en una posición mucho mejor que EE UU. Aquí, en Nueva York, estamos sintiendo el coste de una manera dramática.

P. En la crisis de 2008 también se hablaba de agotamiento del modelo neoliberal y, sin embargo, aquí estamos…

R. Ese va a ser el gran desafío de la política. En medio de esta crisis, los republicanos propusieron increíblemente un fondo de 500.000 millones de dólares para las empresas y muy pocas ayudas para la gente que va a sufrirla más. Hizo falta la acción decidida del Partido Demócrata para sacar una ley que en los hechos será la probable salvación de la economía. Así que uno de los dos partidos claramente no ha aprendido nada, pero mi esperanza es que una mayoría de los votantes estadounidenses sí haya aprendido la lección y las consecuencias de tener un sector público insuficientemente financiado. Pero va a ser una batalla política tan polarizada como cualquier otro debate de los que hemos tenido en los últimos tres años.

P. ¿Esta crisis ayuda a la candidatura de Bernie Sanders o ya está fuera de la carrera?

R. Está prácticamente fuera, pero ayudará a quien quiera que sea el candidato demócrata que señale que el del Estado defendido por Trump y el Partido Republicano nos ha dejado sin recursos para manejar la pandemia, proteger a los estadounidenses y prepararnos ante riesgos como este. Esta crisis ilustra la diferencia fundamental en los valores de los dos partidos.
 

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Binomios

Esto dimensiona en una moneda más dura que el dólar o el bitcoin la frase que tanto irrita a quienes prefieren el otro término de la ecuación: “Entre la economía y la vida, elijo la vida”. Es una expresión tan simple como lo fue el anuncio de que su gobierno distribuiría gratis todos los medicamentos que consumen todxs los jubiladxs, porque entre lxs jubiladxs y la especulación financiera estaba con lxs jubiladxs. Esas frases fueron su verdadero despegue como candidato, un primer atisbo de la capacidad de liderazgo por la que Cristina lo eligió para encabezar esta etapa y que hoy son evidentes hasta para Jaime Durán Barba, cuyos esfuerzos por distanciarse de Maurizio Ya fue Macrì lo dicen todo.


En aquel momento Fernández no sabía cómo hacer realidad su promesa. Desde antes aún de asumir la presidencia, Luana Volnovich se ajetreó buscando de qué modo despejar la incógnita y así honrar la palabra empeñada. Otro tanto ocurre con el segundo binomio, el que reúne y opone dos términos complementarios. Ni Fernández ni nadie conocen la hoja de ruta precisa para privilegiar la vida sin al mismo tiempo colapsar la economía. Este es el mismo dilema que enfrentan todos los jefes de Estado o de gobierno del mundo, desde los más poderosos hasta aquellos cuyo horizonte nunca fue más allá de la supervivencia, pero es difícil saber si esa simultaneidad es un atenuante o un agravante.


Por un lado, alivia saber que no se están pagando las consecuencias de errores propios (el único imperdonable habría sido reelegir en 2019 al desastroso anterior gobierno) sino de una hecatombe universal que hace el mal sin mirar a quien.


Por otro, es angustiosa la idea de que no hay a quien recurrir, porque a nadie le sobra nada. Por supuesto, hay grados y matices. El gobierno de Alemania protestó por la política salvaje de Estados Unidos, cuyos agentes llegan al pie de la bodega de los aviones para apoderarse de insumos críticos a punto de despegar hacia otro destino. Y mientras rapiña donde puede respiradores y barbijos, su Presidente Donald Trump despliega una flota sobre Venezuela y firma un decreto autorizando a empresas de su país la exploración y explotación de minerales… en la luna. Trump rechaza el acuerdo internacional de 1979 por el cual 18 naciones declararon a la luna como un bien común de la humanidad.
 
El problema no es el gasto

No obstante, Alberto reiteró que el Estado llegaría con la ayuda necesaria a todos quienes la necesiten. “El problema mío en este momento no es el gasto público sino la salud de los argentinos”.


Esta es una frase que hasta febrero hubiera desatado un vendaval de críticas al populismo. Hoy es apenas una armonización con lo que están haciendo las mayores potencias occidentales: Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, el resto de Europa, y también lo que plantean los organismos internacionales como la CEPAL, el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Nadie pone límites a la magnitud de la impresión de dinero para mantener en pie lo que se pueda de las respectivas economías. Estados Unidos aprobó un paquete de 2 billones de dólares (trillions) y ya está considerando otro aún mayor. Por cierto, la pandemia no suspende las triquiñuelas políticas. Los demócratas pusieron como condición para votar el paquete que se creara un comité independiente de supervisión de su uso. Trump lo aceptó y de inmediato despidió al supervisor para reemplazarlo con uno de sus abogados. Una de las publicaciones más sofisticadas para inversores, Zerohedge, sostiene que el jueves 9 la Reserva Federal «nacionalizó el mercado de valores». Hacía dos semanas que estaba comprando bonos corporativos de empresas calificadas como investment grade, pero ahora también bonos basura, fondos de inversión y hasta emisiones municipales. Sólo le falta adquirir acciones, y comenzará a hacerlo después del próximo crash.

El Tesoro Británico tenía una línea de descubiertos por 420 millones de euros en el Banco de Inglaterra, que en la crisis de 2008 se amplió a 22.000 millones. Ahora se anunció que no tendrá límite alguno, es decir lisa y llana emisión sin respaldo.

El Fondo Monetario y el Banco Mundial están abogando por un perdón de las deudas insostenibles de muchos países, que hoy parecen cambio chico en comparación con los temidos defaults corporativos. El virus no ha hecho más que poner en tensión la burbuja que se infló desde la crisis de 2008 y que hoy amenaza incluso la posición del dólar como reserva de valor.

El Fondo reconoce que el mundo ha ingresado en una recesión igual o peor que la de 2009, cuya recuperación prevista para el año próximo dependerá tanto de la contención del virus como de las medidas aplicadas “para ayudar a que hogares y empresas se mantengan a flote e impedir que un problema de liquidez se convierta en uno de solvencia”. El FMI ya recibió más de 90 pedidos de financiamiento de emergencia, de los cuales el 40% provienen de mercados emergentes (la categoría en que la jerga ubica a nuestro país); calcula que esos pedidos ascenderán a 100.000 millones de dólares, de los cuales ya está en trámite la mitad, y declara tener una capacidad de respuesta de hasta diez veces más, un billón de dólares (trillions), para asistir a los países golpeados por la pandemia. En un informe inusualmente detallado estima que los países más poderosos implementaron medidas fiscales por 8.000 billones, entre las que destaca “como una guía útil para otros” transferencias directas de dinero a hogares y empresas afectadas por interrupciones en el suministro y caída en la demanda; subsidios salariales y desgravaciones; extensión y refuerzo de los seguros de desempleo; licencias pagas por enfermedad. El FMI también encomió el rápido relajamiento de la política monetaria dispuesto por muchos bancos centrales, proveyendo de liquidez a los bancos y financieras que prestan a pymes y sugiere que los gobiernos ofrezcan garantías para las necesidades crediticias de esas firmas.

Del mismo modo, los reguladores financieros pueden alentar la prórroga de vencimiento de los créditos. Todo eso es lo que está haciendo el gobierno argentino. “El ritmo de la recuperación económica dependerá de las políticas que se adopten durante la crisis. Si esas políticas aseguran que los trabajadores no pierdan sus empleos, que los propietarios e inquilinos no sean desalojados, que las empresas no quiebren y que se preserven las redes comerciales, la recuperación ocurrirá antes y con menos daños. El Fondo está listo para ayudar a los países que no tengan capacidad fiscal para respaldar esas medidas”, dice el informe. Si bien la Argentina no está entre “los países más pobres del mundo”, a los que debería suspenderse el cobro, se mantiene la definición previa de insustentabilidad de la deuda argentina, lo cual habilita además de la postergación de los pagos, la recepción de ayuda de emergencia. El gobierno estima que podría recibir unos 3.500 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro del FMI.

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No se bajan del Caballo

Por mas que a muchos la realidad les de cachetadas en la cara, no se bajan del caballo y el discurso neoliberal insiste en la falsa dicotomía entre vida y economía o entre salud y trabajo o Estado y mercado. 
 
La falacia de sostener que la emisión por si sola produce inflación, sigue siendo el latiguillo de quienes defienden los intereses corporativos y empresarios cartelizados que aumentan indiscriminadamente los precios para beneficiarse extraordinariamente de las necesidades aumentadas por la cuarentena y la pandemia. 
 
Lo que se confirma es que, como siempre, en las crisis todos recurren al Estado, no al mercado … y si no hay Estado fuerte, no hay posibilidad de un mercado que pueda resistir crisis que traccionan hacia bajo todo el sistema de relaciones productivas y de consumo…

La pandemia actuó en un doble nivel: igualó en el encierro y en la reclusión forzada, pero aún en dicha condición también expuso las múltiples desigualdades que coexisten en las sociedades, propias de países desarrollados como de aquellos que procuran serlo. 


Se observan los problemas que tiene Estados Unidos para hacer frente al coronavirus por su devastado sistema público de salud, con fuertes inequidades y alto nivel de mercantilización. Sin embargo, los efectos que puedan tener las políticas públicas tendientes a mejorarlo en un país desarrollado son muy diferentes a los que podrían lograrse en Argentina, aun contando aquí con un sistema de salud pública comparativamente más robusto y equipado.


En nuestro país, la cuarentena manifiesta fuertemente los padecimientos que tienen los más desfavorecidos para abastecerse de la alimentación diaria frente al cierre de comedores escolares, al tiempo que también expone con mayor angustia la situación habitacional de quienes deben quedarse en una casa que no existe o es sumamente precaria. Manos que no pueden ser higienizadas por falta de acceso al agua, mal tratos y violencias que recrudecen frente al encierro y escolarización hogareña con suerte dispar, según qué necesidades estén satisfechas para esa familia, son algunas de las expresiones de estas desigualdades multidimensionales, que son de ingreso pero también de género, edad y acceso a la tecnología, entre otras.


Las estrategias e intervenciones de los países en ese sentido son diferentes, así como los puntos de partida de la situación social previa al coronavirus.


Medidas


Estados Unidos prevé un plan de 2 billones de dólares para inyectar en su economía y se dispone a asistir con seguro de desempleo a 3,3 millones de personas, todo un record histórico. Ese paquete representa una erogación equivalente a varias veces el PIB de Argentina, aunque se desconoce si será suficiente para compensar los déficits en su sistema de salud pública y el drama sanitario que está experimentando. 


El Parlamento Europeo debate un plan de 750 mil millones de euros, al tiempo que Irlanda anuncia que estatizará de manera temporal los hospitales privados para atender a los enfermos por coronavirus. De esta manera, se busca que las personas infectadas sean atendidas de manera gratuita. El Primer Ministro de ese país, además, anunció la inversión de 4 mil millones de dólares para garantizar los ingresos de los ciudadanos afectados por la pandemia.


En China, donde empezó todo, el Estado construyó en tiempo record hospitales para alojar a los infectados. El Banco Popular de ese país informó que bajará gradualmente las tasas y recortará el coeficiente de reserva bancaria, a fin de permitir a muchas instituciones financieras otorgar préstamos por 550.000 millones de yuanes adicionales (usd 79 mil millones). 


Hong Kong puso en marcha un fondo de casi 4 mil millones de dólares para distribuir subsidios financieros a restaurantes, agencias de viajes, comercios minoristas y otras industrias afectadas al brote. Los adultos mayores, además, recibirán una asignación especial. 


Por su parte, Singapur, ya en febrero, había desplegado un paquete de 4600 millones de dólares, principalmente destinado a proteger puestos de trabajo y ayudar a las empresas a enfrentar costos operativos y disponer de flujos de caja, pero con una parte destinada también a las familias en forma directa. 


India, en tanto, estableció un paquete de estímulo de 1,7 billones de rupias, equivalentes a 22 mil millones de dólares, que incluye entregas mensuales de grano y lentejas para 800 millones de personas.


Australia, país fetiche para muchos defensores del libre mercado, presentó tres paquetes de estímulo económico consecutivos en las últimas semanas, compuestas por medidas monetarias y fiscales que, en conjunto, representan más de 100 mil millones de dólares.
El ahorro sigue siendo una meta, pero hoy desplegaremos otro tipo de acciones”, sostuvo el primer mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou anunciando, a contramano quizás de sus prioridades como candidato, la creación de un “Fondo Coronavirus” con canastas alimentarias para los más vulnerables y un aumento importante de las asignaciones familiares. 


Sebastián Piñera prometió para Chile un plan de apoyo económico de 11.750 millones de dólares, equivalente al 4,7 por ciento del PIB del país. 

Argentina ya tiene en curso refuerzos para jubilados que cobran la mínima y beneficiarios de planes sociales, el más reciente Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para 3,6 millones de personas, el relanzamiento del Plan Procrear para reimpulsar el sector de la construcción y un conjunto de otras medidas pensadas para abastecer a los que menos tienen, como el reparto programado de alimentos, y también para no dejar caer la economía, previendo suspensión de cortes de servicios por falta de pago, créditos a bajas tasas para pymes y suspensión de despidos por decreto, entre otras medidas.


En suma, países de distintos continentes, con gobiernos de diferente orientación ideológica, economías de múltiples escalas y variadas restricciones monetarias y fiscales, están transitando un recorrido parecido para asistir a los más damnificados y auxiliar a los sectores más sensibles de su economía frente a la crisis, “la más difícil desde la Segunda Guerra Mundial” según el Secretario General de la ONU, António Guterres.

Estado y Mercado

Entre las múltiples interpretaciones que pueden hacerse de la pandemia, uno bien plausible sería revisar el histórico debate sobre el Estado, sus niveles de intervención en la economía y los desafíos para adelante en una reconstrucción que se avizora prolongada y compleja.



El debate sobre cuánto Estado o cuánto mercado es inagotable, pero una coyuntura de emergencia tensiona el principio de subsidiaridad estatal, al menos de lo que se esta acostumbrado en Occidente. Dicha discusión se expresa en qué servicios o bienes debe obligatoriamente proveer el Estado y cuáles de ellos quedan bajo la órbita del mercado.


En una situación de excepción, los márgenes se modifican: 
- ¿Es posible forzar la obligatoriedad en la provisión de servicios públicos básicos por parte de las empresas concesionarias aun cuando éstas no reciban el pago de la factura a término? 
- ¿Debe el Estado acudir en auxilio de empresas para que puedan pagar sueldos? 
- ¿Puede dirimir un acuerdo entre privados, decretando el congelamiento en el valor de alquileres y créditos? 
- ¿Hasta qué punto resulta razonable que el Estado arbitre un precio sostén para el barril de crudo por fuera de las reglas de oferta y demanda y del precio internacional resultante de estas? 
- ¿Qué pasa con el gasto público?

Todas estos interrogantes, sobre los cuales el Estado argentino ya ha dado o está dando respuestas, reactualizan aquélla frase de los '70 de “todo el Estado que sea necesario y todo el mercado que sea posible”. 

Aunque el gran debate hoy sea definir qué es necesario y hasta dónde el Estado perfora los límites del mercado y acude a reparar sus inequidades.

En los años '70, el comienzo del desmantelamiento de los Estados de Bienestar habilitó el consenso para el desplazamiento del Estado en muchas de sus funciones. Ello, como se sabe, condujo a la mercantilización creciente de servicios básicos que en muchos países acentuó los niveles de desigualdad y condenó a la precariedad a muchos.  

La secuencia en nuestro país es conocida: el plan económico de la última dictadura fue el marco para que la economía se estancara, acentuara su divergencia con los países desarrollados y desmantelara buena parte de las capacidades productivas que había acumulado en décadas pasadas. 

El proceso privatizador en democracia terminó por desmembrar la red de instrumentos públicos necesarios para apalancar ciertos sectores sensibles al desarrollo. Todo ese derrotero de desaciertos intentó reconstruirse parcialmente después, aunque la tarea suele ser mucho más ciclópea cuando toca restituir capacidades y resulta imposible sostenerla sin consensos políticos suficientes.
Agenda 


En “El Gran nivelador” (Crítica, 2018), Walter Scheidel sostiene que existen cuatro grandes situaciones que históricamente han permitido una reducción significativa de la desigualdad en el largo plazo: 
1. Las revoluciones.
2. Las grandes guerras, que legitiman regulación pública del consumo, control de mercados y esquemas de prestación de servicios más igualitarios.
3. El desmoronamiento de Estados.
4. Las grandes epidemias que, como la Peste Negra, pueden ser vectores de mayor igualdad cuando, a partir de un hecho trágico como son las pérdidas masivas y en muy poco tiempo de vidas humanas, se modifica la relación entre recursos y personas, dando lugar a un encarecimiento del valor del trabajo.
Las desigualdades se despliegan en diferentes niveles, pero donde unas condicionan a las otras y, a la vez, las retroalimentan. Hay desigualdades que son estructurales y que determinan buena parte de las posibilidades de los Estados para avanzar en escenarios de mayor equidad. 

En primer término, el lugar en el mundo. América Latina es de las regiones más desiguales, y esas brechas transitan todo el marco de iniciativas que los gobiernos puedan encarar. Dichos condicionantes limitan los efectos de las políticas públicas y las hacen actuar en los márgenes, porque así como no es posible pensar un Brasil en Europa Occidental (un país de los más desiguales en una región de las más igualitarias), tampoco es imaginable una Noruega en América Latina. Los niveles de inequidad distributiva que caracterizan a la región condicionan buena parte de las posibilidades de cada uno de sus integrantes.

El segundo tiene que ver con las posibilidades acotadas que imperan en una región económicamente muy limitada. Con matices, es difícil registrar una nación fuertemente industrial en una región proveedora de materias primas. O pensar una agenda de desarrollo con cambio estructural para un país que integra un bloque con inserción subordinada en la división internacional del trabajo. Mucho menos todavía pensar en terminar con una pandemia donde el vecino más importante aplica una estrategia basada en la no estrategia, es decir, sin parar la actividad y que mueran los que tengan que morir (es decir, aquéllos que más sufren la desigualdad).
Finalmente, el nivel micro que impera al interior de cada país. ¿Cuál es la agenda distributiva predominante en cada caso? Y si la hubiera ¿qué nivel de relativo éxito podría tener al provenir de un país con desigualdades múltiples dentro de una región de las más inequitativas del mundo?

Para saber si una catástrofe como el coronavirus disparará un mundo más igualitario deberemos esperar un tiempo, pero sí sabemos que, como las políticas actúan como sistema, es muy difícil lograr desde “un” país y a partir de “una” política un cambio distributivo que resuelva el nudo gordiano de un modelo de acumulación que funciona y se fortalece a partir de las inequidades que genera. 

Sin embargo, aun con esas limitaciones, el consenso político que puede generar una situación de excepción para fijar un piso de condiciones igualitarias básicas, fortalecido a partir de la reactualización del debate sobre “cuánto Estado es deseable” en un contexto donde las intervenciones públicas se relegitiman, quizás sea una buena oportunidad para consagrar una agenda que asegure pisos distributivos mínimos y discuta privilegios.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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