Domingo 19 de abril de 2020
La pandemia desnudó el carácter
antisocial de las políticas neoliberales, que reinaron en el sistema
mundial más de tres décadas. Algunos líderes mundiales que han
participado activamente en su promoción con políticas que
axialmente perseguían el desmonte del Estado, hoy han mudado su
discurso en un sentido inverso, a partir de las consecuencias en
muertes e infectados por el virus. Han reconocido que sus sistemas de
salud desorganizados por reducciones presupuestarias y
privatizaciones se encontraban desprovistos de una adecuada capacidad
de atención de la emergencia sanitaria. En la mayoría de los casos,
muy tardíamente recurrieron a la indicada medida del aislamiento,
pues el régimen de autorregulación mercantil protegido y estimulado
por gobiernos conservadores y otros que aceptaban el régimen, no
concebía la posibilidad de sacrificar ganancias y por lo tanto
priorizó la continuidad de la actividad económica al precio de la
indefensión de pueblos y ciudadanos frente al virus.
El gobierno de Alberto Fernández
resolvió con un criterio diferente, que ha significado hasta hoy una
notable contención del despliegue de la infección. Consciente de la
debilidad que también el neoliberalismo produjo en el sistema de
salud, adoptó una rigurosa política de aislamiento social, que
implica costos importantes por el sacrificio del nivel de actividad
económica, que inevitablemente provocan la suspensión o reducción
a nivel de emergencia de la habitualidad productiva. El impacto sobre
las condiciones económicas y financieras de las empresas por la
falta de actividad y ventas a la vez, tiene repercusión en la
capacidad de corto plazo para el pago de salarios y otras
obligaciones. Pero el gobierno decidió priorizar el derecho de la
sociedad a la salud frente a continuar con una normalidad
negacionista de la gravedad sanitaria. Lo hizo con la convicción de
no subordinar la salud a la “economía”.
Para soportar las consecuencias
de la emergencia el gobierno adoptó un conjunto de políticas de
intervención que van desde los controles de precios y
abastecimientos, hasta la reducción de cargas sociales, la
suspensión temporaria de despidos y un paquete de medidas de ayuda
crediticia dirigida a las pequeñas y medianas empresas. Este incluyó
desde la provisión de liquidez, hasta garantías estatales de los
préstamos por parte del FOGAR y fijación de la tasa de interés
para los mismos.
Sin
embargo, la banca privada –que sufriera un agudo proceso de
concentración y extranjerización durante los períodos de gobierno
neoliberales— se manifiesta reticente a atender a sus clientelas
con estas líneas de crédito. A pesar de la emergencia social, su
respuesta no se aparta de las conductas que observan habitualmente
respecto del riesgo y la rentabilidad. En una situación difícil y
más grave que la de 2008 y 2009, su comportamiento no difiere de lo
que señalaron Golonbek y Mareso en Sector
Financiero Argentino 2007/2010
(CEFID-AR, 2011): “Lo que se observa hasta el primer trimestre del
2010 es la confluencia de elevadas tasas de ganancia y una reducción
del crédito en relación al producto para el sector privado de la
banca. La conjunción de estos fenómenos (rentabilidad récord,
disminución agregada del crédito otorgado y desplazamiento del
mismo hacia segmentos con rentabilidades relativas superiores —más
orientados al financiamiento del consumo— y las operaciones de
corto plazo) da cuenta de la desconexión entre la exitosa evolución
de los beneficios privados captados por las entidades y los
insuficientes beneficios sociales derivados de la intermediación
financiera”. Golonbek y Mareso señalan para ese período de salida
de la crisis una redefinición de los negocios por parte de los
bancos privados hacia segmentos que presentan una mayor proporción
de ingresos hacia negocios que proporcionan comisiones como los
créditos personales, prefinanciación de exportaciones y tarjetas de
crédito. Mientras, la atención crediticia contracíclica fue
atendida por la banca pública, igual que en la salida de la crisis
de 2001/2. Rodrigo López y Mareso, en un documento que refiere al
comportamiento
de la banca privada en Argentina
durante una década (CEFID-AR, 2014), construyeron un modelo de
comportamiento que concluye en que la banca privada prefiere prestar
a las personas que a las empresas, ya que ante modificaciones de la
tasa pasiva (a la que captan los depósitos y otras fuentes de
fondos), la capacidad de fijar las tasas activas (a la que prestan)
es mayor sobre las personas que sobre las empresas. El estudio
muestra que el comportamiento difiere sustantivamente del que tienen
la banca pública y cooperativa, y que los incentivos de uno y otro
tipo de bancos son distintos. El trabajo demuestra que, respondiendo
a la ganancia, la banca privada provoca deseconomías sociales, o sea
que desoptimiza el uso del crédito, ya que en los momentos de alza
su conducta es el racionamiento del crédito a las empresas. En
cambio, los créditos personales resultan de una relación de
desigualdad mayor en la determinación del precio del crédito,
siendo claramente un mecanismo de desposesión de los sectores
asalariados y populares que recurren al endeudamiento por la
redistribución regresiva del ingreso que fue uno de los objetivos de
la globalización neoliberal.
La reforma de la Carta Orgánica
del BCRA del año 2012 permitió establecer líneas de crédito con
una fijación del nivel de margen financiero máximo para los bancos
por parte del Banco Central, así funcionaron líneas sobre las
cuales la tasa era regulada y sobre porciones de la actividad
bancaria que las entidades debían operar obligatoriamente en esa
modalidad. Esta legislación, aun vigente, permite fijar tasas de
interés para préstamos y depósitos, diferenciar encajes, promover
regiones y diferenciar sectores.
En el período del gobierno de la
Alianza Cambiemos, la banca privada –ya muy extranjerizada— se
convirtió en un sector rentista, que tuvo ganancias extraordinarias
a partir de la colocación primero de LEBACs y luego de LELICs, al
Banco Central. Estas últimas además de ser un negocio sin riesgo de
solvencia y con alta rentabilidad, tampoco implicaban asumir riesgos
de liquidez por descalce de plazos. Los bancos ganaron de 2016 a
2019, $174.560, $77.385, $ 172.106 y $314.064 millones sucesivamente.
Durante el régimen macrista no se utilizaron las facultades del BCRA
para regular el crédito. En oposición se intentó volver a una
legislación de carácter ortodoxa que garantizara el libre mercado y
la autorregulación del sistema. Inclusive se firmó un compromiso
con el FMI de emprender ese camino. La política monetaria centrada
en un objetivo antinflacionario sólo sirvió para entregar grandes
rentas financieras a las entidades y condujo a una lógica de
espiralización de la inflación.
La resistencia actual de la banca
privada frente a la justa política gubernamental de la pandemia,
demuestra la ineficacia de un sistema de autorregulación y
orientación con incentivos de mercado. En la crisis de 2001, esa
banca privada extranjerizada tuvo un comportamiento procíclico que
la hizo disminuir su atención a la clientela argentina, con líneas
comerciales del exterior.
La emergencia requiere ahora la
aplicación de todos los recursos provistos por la Carta Orgánica en
vigencia, que contempla el instrumento de intervención para fijar
cantidades y precios en la colocación de créditos. Resultará
necesario recurrir a estas herramientas,Y respecto del futuro, la
pandemia reveló la crudeza antihumanística del proyecto neoliberal.
El Presidente Fernández destacó su intención de avanzar en un
proyecto distinto de sociedad, solidario y opuesto al individualismo
imperante. Ese proyecto requerirá de cambios institucionales que
implicarán una mayor adaptación de la Carta Orgánica a los nuevos
tiempos, y reformar la Ley de Entidades Financieras sancionada en
1977, en función de ponerla en consonancia con aquélla.
Pero además implicará reformar
la estructura normativa con que se rige la Superintendencia de
Entidades Financieras, abandonando el paradigma de Basilea que induce
a la concentración del crédito, al racionamiento de las pymes, a la
autorregulación de las entidades, a los comportamientos procíclicos,
a la extranjerización de las entidades y a la conformación de una
comunidad financiera internacional, que induce a los bancos centrales
a tener normas y políticas únicas determinadas por los centros de
poder por encima de los Estados nacionales.
El nuevo régimen financiero
deberá disponer la función del Banco Central de direccionar el
crédito y reglamentar los mecanismos para fijar la tasa de interés
de acuerdo a las necesidades sociales y productivas. Es razonable que
el crédito se regule en función de un proyecto productivo nacional,
por lo tanto el crédito a las empresas deberá atender a ese
objetivo. La integración nacional requiere de regulaciones
diferenciadas por región. La eficiencia del sistema requiere de una
banca especializada. La diferenciación por tipos de banco necesita
definir las funciones específicas que desempeñará la banca
extranjera. Los créditos personales deben estar regidos por
decisiones de endeudamiento que no respondan a la insuficiencia de
los salarios, y la tasa de interés no puede ser un mecanismo de
desposesión de los sectores populares.
Pero
Argentina no es una excepción a un orden global que adoptó la
financiarización como régimen del capitalismo hegemónico actual.
Frente a la crisis del 2008/2009 las intervenciones estatales
estuvieron más dirigidas a salvar los “templos de las finanzas”
que a recuperar las economías. Prueba de lo cual fue la recesión de
las economías del sur europeo, que recibieron la pandemia con sus
aparatos productivos en retroceso y sociedades en proceso de
desorganización y descomposición política. Analizando esa crisis,
Delucchi concluye un documento sobre La
crisis global y la política monetaria norteamericana
(CEFID-AR,2015) afirmando que “la crisis ha demostrado la necesidad
de expandir la demanda agregada a través de estímulos fiscales y de
avanzar hacia un proceso de redistribución progresiva del ingreso a
fin de evitar los riesgos sistémicos asociados a modelos de
crecimiento basados en la sustitución de salarios por crédito al
consumo y residencial. En este sentido, el abandono de la austeridad
fiscal se plantea como una necesidad… para la estabilidad
financiera y la expansión de la economía mundial”.
Argentina hoy recorre ese camino.
No ha dudado de emplear recursos que expanden el gasto público para
atender las necesidades de la emergencia. El papel del Estado en la
coyuntura ha sido indispensable frente al mercado que se desorganizó
e indisciplinó, mostrándose impotente como supuesto regulador
automático frente a la crisis.
En
el documento que escribimos con Rodrigo López, La
Regulación Bancaria en Argentina 1810-2010
(CEFID-AR, 2010), decimos: “El sistema financiero… refleja como
pocos el nivel de conflicto que significó la puja por dos modelos de
sociedad, uno conservador-liberal, impulsado la mayoría de las
veces por dictaduras militares, y otras (tantas) por el extravío del
rumbo de gestores que consumieron su legitimidad de origen. El otro
que se reconocía en el paradigma del nacionalismo democrático y
popular… Cada vez que uno de… esos dos bloques políticos llegaba
al poder… modificaba… la Carta Orgánica del BCRA y la Ley de
Bancos o posteriormente la Ley de Entidades Financieras… las
reformas más importantes se dieron en… 1935, 1946, 1957, 1969,
1973, 1977, 1992, 2002” En el mismo texto, en un epígrafe del
comienzo citamos a Jauretche en aguda mirada: “El que maneja el
crédito y lo orienta, maneja a la economía del país con mucha más
eficacia que el gobierno. El que maneja el crédito maneja más la
moneda que el que la emite. El que maneja el crédito estimula
determinadas formas de producción y debilita otras; el que maneja el
crédito establece qué es lo que se ha de producir y qué es lo que
no. El que maneja el crédito crea moneda de pago y poder
adquisitivo. El que maneja el crédito decide qué se produce en el
país y qué no se produce, quién lo produce, cómo lo produce, cómo
lo vende y cómo lo acapara, adónde lo exporta y en qué
condiciones; determina las condiciones de la plaza, incide en la
bolsa, todo, en una palabra. El secreto de la prosperidad o la
decadencia, del desarrollo o del atraso, está en gran manera en los
bancos”. Es todo el fundamento para una reforma imprescindible para
una economía periférica que busca su desarrollo con una lógica de
solidaridad.
La realidad nos confronta a la
conciencia del precario equilibrio de las construcciones humanas en
el planeta y que indefectiblemente afecta tanto al individuo como a
la civilización de la que forma parte, del mismo modo que hacen a
las formas particulares en el que ese orden civilizatorio se da en
las geografías y en el orden de los Estados particulares. Pone en
evidencia el hecho universal de la tensión que nos anima entre el
egoísmo y la defensa de lo propio respecto de las instituciones y
los acuerdos entre grupos y organizaciones que constituyen lo social.
Eudald
Carbonell Roura (Ribes de Freser, 1953) es uno de los arqueólogos de
más prestigio y proyección internacional. Desde el año 1999 ocupa
la cátedra de Prehistoria de la Universitat Rovira i Virgili y
actualmente es investigador principal del Grupo de Autoecología
Humana del Cuaternario de esta universidad e investigador del
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES),
un instituto transdisciplinar que trabaja en los principales
yacimientos del mundo para averiguar el origen de las primeras
poblaciones humanas y que forma parte de la élite de la
investigación sobre la evolución humana.
Como
codirector del Proyecto Atapuerca y director general de la Fundación
Atapuerca, Carbonell es uno de los artífices del Museo de la
Evolución Humana, creado en Burgos, fruto de más de 30 años de
investigación en los yacimientos de Atapuerca. El confinamiento por
la covid-19 ha llegado en los meses de más intensidad para preparar
las importantes excavaciones arqueológicas que dirige y que
habitualmente comienzan en el mes de julio.
De
momento no se ha cancelado nada, pero Carbonell explica que se
mantiene la incertidumbre de cuáles serán los protocolos de
actuación vigentes por aquellas fechas. Al margen de su tarea
arqueológica, la socialización del conocimiento es una de las
grandes obsesiones de Carbonell. Así como la reflexión en el
entorno de la evolución humana y su futuro como especie, que ha
plasmado en una amplia bibliografía en la que hay libros como
Planeta humano, La conciencia que quema o El nacimiento de una nueva
conciencia. En esta entrevista Carbonell desgrana su pensamiento,
apunta al colapso de la especie humana y asegura que el coronavirus
es el último aviso. Un colapso que solo evitará la construcción de
una verdadera "conciencia crítica de especie", sentencia.
El confinamiento es el mejor método que tenemos ahora mismo para detener la pandemia. Pero, ¿no es un método muy contrario a la socialización inherente a la especie humana?
El
confinamiento es un proceso de desocialización. Tenemos la vertiente
psicológica y la social. Y cuando pretendemos la desocialización de
una especie social aparecen muchas contradicciones. Y eso mismo es lo
que está pasando ahora. Estamos desocializando nuestra especie y la
estamos resocializando en el espacio doméstico generando
contradicciones importantísimas para nuestra psique. Porque encima,
a la vez que nos desocializamos estamos hipercomunicados. Nunca se
había vivido una situación así.
El coronavirus nos está obligando más que nunca a depender de la tecnología, ¿no?
Los
que hemos defendido siempre la revolución científico-tecnológica y
la socialización de la tecnología estamos corroborando las ventajas
para el ser humano que tiene el uso social de esta tecnología.
Nuestro cerebro es lo que ha producido esta hipersocialización
tecnológica, pero a la vez hay muchos espacios cerebrales que aún
no la tienen asumida. Pero ahora sí lo estamos incorporando. Es muy
importante lo que está pasando, porque esta vez hemos sometido
nuestra evolución a contradicciones y a incorporar el aprendizaje
interacccionando continuamente con la tecnología.
¿La pandemia de la covid-19 era inevitable o es responsabilidad de los humanos?
Es
absolutamente responsabilidad de los humanos porque no hemos sido
capaces de tener un protocolo universal ante una pandemia como esta.
Estos protocolos universales hace años que deberían estar hechos
ante la aparición de otras epidemias.
¿Cómo deberían ser estos protocolos? ¿Quién los debe establecer?
Deberían
ser unos protocolos de estricto cumplimiento como especie,
independientemente del país al que se pertenezca o de cualquier otro
criterio. Y que deben estar guiados evidentemente por los
epidemiólogos y virólogos. Por la gente que tiene capacidad de
saber exactamente el tipo de funcionamiento biológico de estas
moléculas. Y esto no se ha hecho. Es curioso que muchos de estos
científicos han recibido más dinero en 48 horas que en toda su vida
investigando.
Es
el típico planteamiento oportunista de las situaciones ligadas a la
geopolítica y a las clases extractivas. En esto encontramos unas
contradicciones evolutivas importantes que son consecuencia de estas
visiones tan jerárquicas y oportunistas que tenemos en los momentos
históricos. Cuando hay un peligro para la propia especie, no se
puede estar discutiendo otras cosas que no sean la supervivencia y la
reproducción de la especie
La organización social y política de la humanidad en forma de estados con sociedades que pugnan entre ellas ¿es lo que impide actuar como especie de forma solidaria y aplicar estos protocolos?
Sí.
Lo hemos visto con lo que ha pasado ahora en la UE. Es una Unión
Europea de pies de barro no creada para la solidaridad sino para
organizar cómo las clases extractivas se llevan el dinero de la
gente por la vía de los impuestos. Con unas minorías de poder
sociales y económicas que se aprovechan de los estados para el robo
y el drenaje continuado del dinero de la gente, en vez de mejorar las
condiciones sociales. Por eso cuando ha habido problemas desaparece
la Europa de Schengen y los estados se vuelven fortalezas.
Pandemias ha habido siempre, como la peste durante la Edad Media. ¿En sus yacimientos arqueológicos hay indicios de epidemias en la prehistoria también?
Por
supuesto. Las pandemias han existido siempre, aunque es muy difícil
poder encontrar evidencias. Pero hay que tener presente que las
pandemias funcionan a partir de las cargas demográficas. No es lo
mismo cuando esto afectaba a 200 o a 1.000 personas de un territorio
hasta morir todos y no quedaba ningún huésped del virus que pudiera
continuar el contagio porque a muchos kilómetros de distancia ni se
enteraban. Ahora, en un mundo globalizado y de grandes comunicaciones
de transporte, los huéspedes, que somos nosotros, se multiplican
exponencialmente.
¿La globalización es el problema entonces?
El
problema es que la hemos hecho mal. Es una globalización con pies de
barro. No es una globalización social sino una globalización
dirigida por clases extractivas y esto hace que se tienda a la
uniformización del planeta cuando lo que habría que hacer es
mantener la diversidad y ser capaces de integrarla. Es decir, crear
un consenso y que las diversas conductas y culturas humanas pudieran
aportar a la nueva síntesis todo lo que sabemos y no perder memoria
en el sistema. Es decir, la planetización. Habría que parar esta
globalización, que es lo peor que estamos haciendo, y generar una
conciencia crítica de especie en la educación y la formación que
socialice la revolución científico-tecnológica y que incremente la
sociabilidad de los grupos.
Usted ha dedicado buena parte de su trabajo como pensador a esta conciencia crítica. Lo empieza a plantear en 'Planeta humano' y lo desarrolla en otros libros como 'La conciencia que quema' o 'El nacimiento de una nueva conciencia'. ¿Qué quiere decir?
Que
los humanos debemos evolucionar hacia una conciencia operativa. No
solo una conciencia abstracta. La gente cree que la conciencia es
algo abstracto pero no es verdad. Porque la conciencia es la fusión
de la inteligencia con la organización social de nuestra especie.
¿Y la adquiriremos?
Este
es el problema. Que si no la adquirimos, con los crecimientos
exponenciales convergentes que tiene la especie, vamos hacia el caos.
¿Y qué conllevaría en la práctica el cambio que propugna?
Romper
con las jerarquías, conseguir unos sistemas de cooperación y de
organización mucho más horizontales y de consenso que integren
todas las formas de pensar que hay en el planeta con el objetivo de
sacar siempre las mejores consecuencias. Esto ya ha pasado en
nuestras culturas que se han adaptado al clima, a los crecimientos
demográficos y a muchas otras cosas. Por lo tanto, hay una rica
fuente de experiencia que hace que si sabemos dónde queremos ir, la
podemos utilizar para generar las condiciones nuevas de nuestra
especie.
No parece que la especie humana mire por la supervivencia como tal, sino más bien por los intereses de cada generación en concreto…
Es
la primera vez que el ser humano aplica una lógica de desafío de
nuestra propia evolución y de la selección natural y, mediante la
selección técnica cultural, establece mecanismos para evitar que la
selección natural actúe. Esto es un gran desafío a la evolución
humana. Ahora se puede hacer porque la biotecnología tiene los
instrumentos capaces de llevarlo a cabo.
Es
un hecho favorable a la supervivencia de la especie humana, pero cada
vez más automodificada genéticamente y probablemente en favor de
unas conciencias nuevas que aparecerán cuando en este planeta haya
varios tipos de especies y subespecies de humanos. Ahora estoy
escribiendo sobre esto, que no es el futuro inmediato pero es el
futuro del futuro.
¿La modernidad y la tecnoeuforia han provocado que como especie nos hayamos creído invulnerables?
Es
un engaño semejante al que se instauró con la idea del estado del
bienestar. La gente tiene miedo a la muerte y se esconde para creer
que la muerte no forma parte de la vida. Y la vida se tiene como algo
inconmensurable. La vida es obviamente lo más importante que hay,
pero todavía estamos en esta fase de la evolución en que la muerte
es una solución de la vida por mucho que en un futuro se retrase y
se controle. El ser humano ha pensado siempre que esto o lo otro no
me pasará a mí. Y hasta que muere alguien cercano no nos damos
cuenta de que sí podemos morir. Forma parte de las respuestas que la
antropogénesis humana ha construido con el hecho de no acordarse de
lo malo.
¿Qué quiere decir con eso del engaño del estado del bienestar?
Haciendo
un planteamiento que va de lo social a lo político, me refería a
cuando la socialdemocracia implantó aquí la idea del estado del
bienestar en el que decían que se instalarían todas las clases
medias. Y que el estado del bienestar había venido para quedarse.
Mucha gente se lo creyó y eso es lo importante. La gente lo dio por
hecho y no pensó que continuaban funcionando la conciencia y la
lucha de clases. Y que no existía una conciencia crítica de la
especie.
Entonces, ¿qué pasará después de esta pandemia?
Después
de esto, lo que pasará es que la gente dentro de un tiempo no se
acordará. A no ser que se empiece a plantear lo que hace años
decimos una serie de gente que estamos removiendo la conciencia
crítica de especie. De lo contrario, lo que pasará es que a la
próxima muy probablemente la especie colapsará.
¿La especie colapsará?
De
hecho, ya hace tiempo que estamos colapsando, aunque la gente no se
quiere dar cuenta. Pero hace tiempo que estamos en el horizonte de
acontecimientos de colapso. Los epidemiólogos y los virólogos ya
hablan de que los episodios de ataque de estas moléculas son
secuenciales y cada vez más exponenciales. Esto forma parte de la
defensa de la propia estructura biológica cuando hay recargas
demográficas y estas interacciones tan intensas e importantes.
Tenemos
concentraciones de 20, 30 y 40 millones de personas en metrópolis
que son focos de crecimiento y de complejidad muy importantes pero
también suponen sobrecargas demográficas que implican que los
huéspedes de los virus son fácilmente eliminables. Además, los
humanos no somos responsables del cambio climático pero hemos
contribuido a su aceleración y también interacciona con los hechos
epidémicos. Todo ello conllevará cambios sociales.
¿Qué cambios?
Este
sistema que estamos viviendo en la Tierra, este capitalismo viejo,
caduco y acabado no es capaz de solucionar los problemas que genera.
La socialización del capitalismo ya supuso 200 millones de muertos
con las dos guerras mundiales. Por lo tanto, vamos hacia un nuevo
sistema que o llegará de forma natural, lo que sería un desastre, o
de forma lógica, que es como debería llegar. Si no se hace esto, lo
que estamos haciendo es acelerar el colapso de la especie humana. Y
es muy probable que ocurra. Si esto coge inercia y genera sinergia
vamos realmente hacia un embudo evolutivo.
Entonces, ¿qué sentido tiene que se tomen medidas solo para hacer frente a los efectos de la pandemia a la espera de que acabe y volver a rehacer la situación anterior?
Es
un error, porque esta es una oportunidad para cambiar el sistema. El
problema es encontrar quién se atreverá a cambiarlo. ¿Qué parte
de la especie será capaz de dar la vuelta al sistema? Yo no la
conozco. Esta sería la mejor ocasión porque ahora el mundo está en
paro técnico y en esta situación es cuando se pueden tomar medidas
fuertes.
¿La covid-19 es un aviso de este colapso?
Sí.
Nos ha puesto ante el espejo de nuestra deslealtad con la propia
especie. La covid-19 lo que ha hecho es desestructurar un sistema que
ya tenía muy poca estabilidad y mucho desequilibrio. Con
consecuencias sociales y económicas evidentes. Y ahora todavía
tenemos recursos para la supervivencia, pero si se produce con otras
condiciones, las revueltas sociales y graves problemas que
aparecerían en el planeta sin estos excedentes llevarían a una
situación de gran confrontación de clases y de todo tipo.
En
el marco de las posibilidades, cualquier escenario es posible y esto
quiere decir que es el último aviso. Los sistemas hasta ahora
siempre han cambiado de forma natural. La única vez que se ha
intentado cambiar un sistema por parte de los humanos fue la
revolución socialista a partir de una estructuración filosófica y
no funcionó porque los humanos no estamos preparados para este tipo
de pensamientos tan evolucionados.
Al
margen de este intento, los sistemas económicos han funcionado
siempre solos. El capitalismo no lo hizo nadie. Es de ignorantes
hablar de refundación del capitalismo porque no lo fundó nadie.
Ahora tenemos otra oportunidad para refundar el sistema desde la
lógica y no desde el azar. Si no lo hacemos, será el propio
desequilibrio el que generará un sistema nuevo.
Usted habla de revueltas y graves problemas mundiales. ¿El colapso de la especie humana puede llevar al enfrentamiento total entre humanos e incluso a la depredación entre nosotros?
Seguro.
Sin lugar a dudas. En el colapso hay varios escenarios. Si cuando se
produce, hay alimentos para todos, la desestructuración se puede dar
en violencias no atomizadas. Pero si realmente llegamos al colapso
sin alimentos, y este es un escenario muy extremo que probablemente
no llegará, pero que hay que tener en cuenta, la depredación puede
llegar a formas de comportamiento que incluso pueden incluir el
canibalismo. Como ya se ha visto en otras ocasiones de la historia
cuando no ha habido comida para todos. Esto a la gente no le gusta
que lo digamos y te acusan de apocalíptico y de querer dar miedo. No
lo digo para asustar sino para crear conciencia. Solo son escenarios.
Pero los escenarios son la forma que tenemos de saber hacia dónde
podemos ir.
¿Del colapso podemos pasar a la extinción de la especie humana?
Esta
es la gran pregunta. Algunos microbiólogos lo defienden. Yo pienso
más en un escenario de colapsos consecutivos y de cambios
estructurales. La socialización de la revolución
tecnológico-científica nos llevará no a un nuevo paradigma sino a
un mundo nuevo. Algo muy diferente que ahora mismo no podemos saber.
Los cambios y las transformaciones ya no serán tales, sino que darán
paso a cambios de fase. Serán fases diferentes con ruptura de la
propia evolución. Con elementos nuevos que ahora no conocemos ni
sabemos cómo serán.
Pero
antes de que esto ocurra hay que hacer planteamientos, como algunos
nos hemos dedicado a través del pensamiento, sobre qué hacer, qué
es la conciencia operativa y la conciencia crítica, cómo se debe
socializar la revolución científico-tecnológica, como se debe
hacer la cooperación, por qué hay que destruir los liderazgos...
Toda una serie de cuestiones importantes que están pensadas no sólo
desde el punto de vista ideológico sino de supervivencia de la
especie en un mundo como el actual de 7.000 millones de especímenes
humanos que como mucho puede llegar a los 10.000 millones y es cuando
se producirán estos cambios estructurales a los que ahora
desconocemos si nos podremos adaptar o no.
Además,
sobre las teorías de la extinción de la especie humana, yo siempre
he pensado que esto no ocurrirá, entre otras cosas porque la
tecnología permitirá vivir en un futuro en otros lugares que no
serán la Tierra.
¿Destruir los liderazgos..?
Los
liderazgos son lo peor de la humanidad. Debemos evitar los líderes a
toda costa y debemos ser capaces de crear autoconocimiento y
autoorganización. Habitualmente los líderes son los más imbéciles
de todos. No sabemos por qué, pero la selección natural también
promociona ignorantes y gente que es incapaz para los puestos de
responsabilidad que ocupan y que sirven siempre a las clases no
inclusivas.
Son
gente con poca capacidad para escuchar a quien se ha de escuchar, que
son los científicos, la gente que piensa de forma crítica, los que
conocen los mecanismos de la historia y, a partir de un consenso de
especie, integrarlos todos en pensar y discutir sobre los problemas
para poder tomar decisiones. Y obviamente debe haber una
representación política, pero hay que votar a personas que sean
consistentes y coherentes con esta forma de pensar y no a personas
incompetentes que normalmente son la mayoría y que no tienen
capacidad operativa de reacción ante problemas importantes.
Pues no parece que pueda prosperar ningún proyecto político que vaya en la dirección de este planteamiento... De esta crisis de la pandemia hay quien augura que surgirá más individualismo y liderazgos fuertes, autoritarismo e incluso crecimiento de la ultraderecha
A
corto plazo es probable. A medio plazo es plausible que esto no sea
así. Ahora la historia está acelerada. Estas crisis pueden provocar
reacciones humanas de miedo. Pero los sistemas que surgen duran poco
porque la gente cuando pierde el miedo, los tumba.
¿La especie humana es la única autodestructiva del planeta?
No.
Aunque eso es muy difícil de saber. La especie humana, el Homo
sapiens después de 400.000 años de evolución, es la única que
actualmente tiene una conciencia global de especie importante. La
tiene aunque no la utilice para mejorar sus condiciones de vida
porque sigue teniendo comportamientos jerárquicos de animal. Porque
somos animales sociales jerárquicos y gregarios. Pero ninguna otra
especie animal la tiene. Desde esta perspectiva somos una especie, al
menos ahora mismo, única y singular. Hace cientos de miles de años
probablemente todavía no, pero desde hace algunos miles de años sí
tenemos esa conciencia de especie. Ahora hace falta que sea crítica.
El
apuro de Donald
Trump
en volver a la normalidad a pesar del impacto de la pandemia en
Estados Unidos refleja la discordancia global en la gestión de la
crisis. Otros presidentes, los de México
y
Brasil,
Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro, están en las mismas.
El de Nicaragua,
Daniel Ortega, reapareció después de 34 días de rara ausencia en
uno de los pocos países que no ha decretado la cuarentena ni para el
fútbol. Se trata de un síntoma de la cerrazón de los Estados y de
las peleas domésticas frente a la impotencia del orden multilateral.
En palabras de Trump, la batalla contra “un virus cruel de una
tierra distante”.
La
tierra distante, China, pudo tener su cuota de responsabilidad en
esconder información al comienzo del desmadre, pero la reprimenda de
Estados
Unidos
contra la Organización
Mundial de la Salud (OMS),
con el recorte del 14,6 por ciento de su presupuesto, va más allá
de esos pendientes. Los de la guerra comercial declarada por Trump.
Un asunto personal, casi, a tono con su obsesión de demoler el
sistema creado después de la Segunda
Guerra Mundial.
El tiro a la OMS
da en la frente de la ONU,
de la cual depende, y de los Centros de Control y Prevención (CDC)
de Estados Unidos, agencia del gobierno norteamericano sometida a
recortes desde 2018.
Las
críticas de Trump contra la OMS
frente
a las presuntas presiones de China
para quitarle hierro al coronavirus, sólo compartidas por el primer
ministro de Australia,
Scott Morrison, poco rencoroso después de haber sido presionado para
ayudarlo a zafar de las sospechas sobre la injerencia rusa en las
presidenciales de 2016, coinciden con otra urgencia. La de remontar
en las encuestas previas a los comicios del 3 de noviembre, signadas
por un contexto pavoroso de muertes, contagios y un parón económico
fermentado por otra arma letal en tiempos electorales, el desempleo.
Uno de cada 10 norteamericanos perdió su trabajo en apenas cuatro
semanas.
No es casual lo del “virus chino” en coincidencia con las diatribas de Trump contra los extranjeros. En especial, contra los inmigrantes
La
campaña está en cuarentena. El presumible candidato demócrata, Joe
Biden, recibió las bendiciones de Barack Obama y de Bernie Sanders.
El gobernador de Nueva
York,
Andrew
Coumo,
también demócrata, encabeza una coalición de pares que rechaza la
supuesta potestad de Trump de arrogarse “la autoridad total” para
decidir las reaperturas estatales de la actividad económica. La
reinvención del “presidente de la guerra”, al estilo George W.
Bush después de los atentados contra las Torres Gemelas, alimenta la
egolatría de Trump con cheques de ayuda federal que llevan su firma.
Insólito.
La
guerra, convengamos, ensalzó las reelecciones de varios presidentes
de Estados
Unidos:
James Madison en 1812 (conflicto contra el Reino
Unido
y sus colonias canadienses), Abraham Lincoln en 1864 (Guerra
de Secesión),
Woodrow Wilson en 1916 (Primera
Guerra Mundial),
Franklin Roosevelt en 1940 y 1944 (Segunda
Guerra Mundial),
Lyndon Johnson en 1964 (Guerra
de Vietnam),
Richard Nixon en 1972 (otra vez, Vietnam)
y George W. Bush en 2004 (Afganistán
e Irak).
En períodos normales sólo cuatro no reincidieron en el siglo XX:
Herbert Hoover en 1932, Gerald Ford en 1976, Jimmy Carter en 1980 y
George Bush (padre) en 1992.
La
guerra del COVID-19 no reúne las características de las anteriores.
Trump, después de minimizarla y de haber salido fortalecido de la
librada contra los demócratas en su juicio político, procura
instalarla como tal. Cuenta con un enemigo visible, el régimen
comunista de Xi Jinping, y un cómplice necesario que, a su juicio,
representa el viejo orden, la OMS,
apéndice de la ONU. No es casual lo del “virus chino” en
coincidencia con sus diatribas contra los extranjeros. En especial,
contra los inmigrantes. Un arma que, merced a otro virus, el del
miedo, le permite montar cada tarde su show en ruedas de prensa. Una
suerte de cadena nacional gratuita y proselitista.
La
cuarentena impuesta por los gobiernos tienen diferentes puntos de
aceptación. La población accede en principio, pero a medida que el
aislamiento
se va extendiendo, por distintas razones, comienza a salir a la calle
con fuertes muestras de repudio a la violación
de los derechos de libertad constitucional.
Estados Unidos
Michigan
Miles
de manifestantes, entre 3.000 y 4.000 -algunos de ellos fuertemente
armados–
se reunieron el miércoles en el Capitolio estatal de Michigan, en la
ciudad de Lansing, para protestar contra la orden de permanecer en
los hogares impuesta por la gobernadora Gretchen Whitmer, bloqueando
la circulación de las calles con sus vehículos.
La
protesta, denominada “Operación Gridlock”, fue organizada por la
Coalición Conservadora de Michigan y el Fondo de Libertad de
Michigan.
Muchos
manifestantes a pie fueron vistos ondeando banderas estadounidenses,
algunas escritas con la consigna “Don’t
Tread on Me” (No me pisotees)
y del presidente Donald
Trump.
De acuerdo con NBC News, también se vieron varias
banderas confederadas.
También
se oyó a los manifestantes cantar “¡Abre
Michigan!”,
en rechazo a las medidas de restricción de la circulación.
Idaho
Ammon
Bundy, un empresario de 44 años que viene de una conocida familia de
rancheros en el vecino Nevada, y que se radicó hace poco en la
ciudad de Emmet, en el sur de Idaho. Desobedeciendo la prohibición
de realizar eventos masivos, organizó
la semana pasada una reunión en una fábrica abandonada en Boise,
la capital estatal, para
comenzar un movimiento contra lo que considera una violación de sus
derechos constitucionales.
Desde
su punto de vista, el Estado no tiene autoridad para impedirle salir
a la calle, reunirse o abrir su empresa. “Si las cosas se ponen muy
mal y nuestros
derechos son infringidos lo suficiente, podemos plantarnos y
defendernos físicamente, haciendo lo que tengamos que hacer”,
advirtió durante el encuentro. “Esperamos no tener que llegar a
eso”, aclaró
Argentina
Mientras
se mantiene el aislamiento social obligatorio por el coronavirus, y
desde el Gobierno evalúan medidas para reforzar los controles, el
Polo
Obrero marchó este jueves al Ministerio de Desarrollo Social en el
centro porteño.
Así
lo confirmó Eduardo Belliboni, Dirigente y vocero del Polo Obrero,
quien aseguró que se mantendrá la “distancia social” y el uso
de barbijos en los manifestantes.
“Nuestra
habilitación de circulación nos permite ir a buscar los alimentos y
la movilización forma parte de ir a buscar esos alimentos”,
aseveró en comunicación con radio Metro.
El
dirigente social informó que estiman que serán unas 200 personas
las que se acercarán al Ministerio, “cada uno con el papel de
autorización” e insistió: “En ningún momento estaremos una
persona pegada a la otra”
“Tomamos
una medida polémica porque la situación es dramática”,
definió Belliboni en comunicación con radio Delta. En ese sentido,
denunció la situación de los barrios populares en estas últimas
semanas:
“Hay lugares que hace un mes no reciben nada, es desesperante. Hay
comedores en los que no recibimos ni comida ni elementos de higiene”.
Belliboni
apuntó directamente al Gobierno de Alberto Fernández por la falta
de asistencia a los sectores más vulnerables:
“La emergencia alimentaria no se cumplió con Mauricio Macri, ni
con este gobierno. En este contexto todo empeoró”.
Chile
Los
protagonistas de la revuelta de octubre creen que las medidas de
Sebastián Piñera frente a la emergencia sanitaria se traducirán en
una segunda ofensiva popular tanto o más explosiva que la de hace
seis meses.
“No
hay que olvidar que la primera decisión de las autoridades, luego de
decretar el estado de catástrofe, fue mandar a pintar el caballo de
Baquedano, en un intento de higienización de los rastros de la
revuelta. Hay aquí un acto de desmemoria, negacionismo y olvido del
proceso político chileno que todavía está en curso, aunque esté
interrumpido”, agregó Alondra Carrillo.
“El
derecho a la salud pública no está consagrado en Chile”,
agregó, para quien la pandemia se ha encargado de develar las
diferencias entre las clases sociales en Chile
Otra
de las resoluciones del gobierno que generó controversias fue:
“Adelantar las vacaciones de invierno es no entender nada. Hay
cientos de niños encerrados en sus casas. Muchos viven en sectores
vulnerables. Para ellos, la cuarentena no es ninguna gracia, no es un
descanso”, dijo a este semanario el presidente del Colegio de
Profesores, Mario Aguilar.
La
revuelta vivirá un segundo impulso después de la peor fase de la
pandemia, ya que el manejo de la crisis sanitaria demostró que “los
derechos sociales se transformaron en objetos de lucro, usura y
exclusión”.
Un
polémico dictamen de la Dirección del Trabajo, que decretó la no
obligatoriedad de pagar los sueldos de los trabajadores en
cuarentena, y la histórica caída de los fondos de pensiones,
cuya pérdida, se calcula, fue de 25 mil millones de dólares sólo
durante marzo, han agudizado la inquina contra el gobierno, dijo
Grez. “Aún no recuperamos ni uno solo derecho de los solicitados”.
Grez, en cambio, apuesta que las
consecuencias económicas de la pandemia se traducirán en “un
material altamente explosivo”, que desembocará en una nueva
“ofensiva” del despertar de Chile.
Aumentan
módicamente la cantidad de actividades permitidas. El flujo entre la
sociedad civil, las municipalidades, las provincias y la Nación
arroja resultados incipientes.
Tres objetivos combinados se
instalan en realidades muy diversas.
Primero: flexibilizar aspectos
focalizados de la cuarentena sin relajar.
Segundo: controlar-restringir más
la circulación de vehículos que creció en los días más
recientes. Sea medido con las sofisticadas herramientas nacionales o
con la mirada cercana de los intendentes.
Tercero: acentuar el cuidado para
los adultos mayores.
Se habilitan aperturas de
pequeños comercios, o la labor de profesionales independientes.
Posibilitar que los laburantes que hacen changas se conecten con sus
patrones resulta más accesible en localidades en la que las clases
sociales viven separadas por pocas cuadras o kilómetros,
transitables a pata o en bici.
La obra pública privada fue un
reclamo colectivo de los intendentes del Interior bonaerense que
dialogaron con el gobernador Axel Kicillof días atrás. El
minicírculo keynesiano va desde el corralón de materiales hasta una
obra particular. Se diseñan permisos diarios para que trabajen una,
dos o tres personas simultáneamente como mucho: un arquitecto, un
capataz, un maestro mayor de obras, operarios, electricistas,
sucesivamente. Una variante micro de los turnos rotativos que se
proponen para fábricas en otras ramas de producción. El programa
Procrear, pensado para sectores medios durante el kirchnerismo,
recupera bríos. Las instituciones son buen soporte para reformas,
siempre. La Casa Rosada no habilitó aún este tipo de obras. De modo
silvestre, se van realizando acá y allá donde no causan
embotellamiento de tránsito ni aglomeración de cuerpos.
Se incentivan los delivery. Las
estructuras preexistentes hacen que el primer beneficiario sean
empresas medianas o grandes. Otra dificultad en ciernes: habrá pocos
pesos en plaza para comprar algo más que los productos esenciales.
La apertura de bolichitos cumple otras funcionalidades, ojo:
recuperar la actividad, evadirse durante unas horas del día de la
marmota de cuarentena, poder salir a la calle.
Organismos de derechos humanos
firmaron una solicitada dirigida al gobierno porteño, en la que
manifiestaron preocupación por la situación sanitaria, económica y
el accionar de las fuerzas de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires,
en el marco de la expansión del coronavirus. Advirtieron también
por la epidemia de dengue y la falta de medidas para prevenirla y
luego paliarla. Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares
de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Fundación
Memoria Histórica y Social de la Argentina, Comisión Memoria
Verdad y Justicia Zona Norte, entre otras organizaciones, enviaron
una carta al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en la que, luego
de reconocer el trabajo coordinado que está realizando junto al
gobierno nacional, le reclamaron políticas puntuales en las áreas
de salud, economía y fuerzas de seguridad.
En el caso de la situación
sanitaria, los organismos instaron al gobierno porteño a hacer
cumplir los protocolos establecidos en los "lugares estratégicos
donde se concentran las personas", es decir supermercados y
hospitales. A su vez, exigieron que se le de una solución a "las
carencias que tienen los centros de salud y los hospitales públicos
de elementos de seguridad sanitaria para su personal", haciendo
particular hincapié en la compra de barbijos con sobreprecios por
parte del gobierno de la ciudad.
Por último, los organismos
también reclamaron que se atendiera la epidemia por dengue, que
según indicaron ya cuenta con "la escalofriante cifra de más
de 3200 infectados". "El gobierno de la Ciudad ha
descuidado las acciones de prevención, omitiendo la realización de
fumigaciones, limpieza de lugares públicos, desinfección y campañas
publicitarias", denunciaron.
En segundo lugar, los organismos
reclamaron por la situación económica de los sectores más
vulnerables de la capital. "Vemos como el gobierno de Rodríguez
Larreta no garantiza la asistencia en aquellos barrios populares que
albergan más de 75.000 familias distribuidos en 57 conglomerados.
Estas familias viven en condiciones habitacionales de hacinamiento y
tienen serias dificultades para resolver sus necesidades de
alimentación y de acceso al dinero", denunciaron.
Por último hicieron un reclamo
por los casos de violencia institucional y la compra recientes de
armamento antimotines en el marco del aislamiento social.
"Es absolutamente incomprensible que, en épocas de cuarentena,
de crisis sanitaria, social y económica, el gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires destine recursos de la administración local para la
adquisición de elementos antidisturbios", indicaron y
agregaron: "Es el momento de educar a las fuerzas policiales en
los valores de seguridad democrática, poniendo el respeto por los
derechos humanos de la población en primer lugar y erradicar el
abuso de autoridad y el uso de la violencia como método de solución
de conflictos sociales".
80% de aprobación al impuesto
extraordinario a las grandes fortunas según Analogías.
Más que reabrir la grieta, el
impuesto a las grandes fortunas la pone en su más justa y precisa
dimensión.
Si alguien preguntara «¿Cree
usted que el impuesto debería ser permanente y no extraordinario?»
el 5% más rico habría sufrido un masivo ataque de colitis. Juego
plata.
Su «mundo» es el de 1910. Les
sobran 5.000.000.000 de seres humanos. Su «nosotros», su
«Argentina», es el percentil 95, a lo sumo 90, del país. Se
sienten sitiados, como los bóers de los 80.
La hipertrofia financiera es hoy
inevitable en el modo de producción capitalista. La mayor
productividad del trabajo fuerza a quemar cada vez más riqueza para
sostener las tasas de ganancia. Los rentistas se encargan de hacerlo,
y por dinero. Eso les da hoy el poder que tienen.
Pero la crisis global, que se
arrastra desde el pésimo «cierre» de la de 2008 y el CoViD19 no
hizo más que dejar en evidencia, sacude la conciencia de millones y
en la Argentina se superpuso al asco y horror que fue ganando cada
vez más terreno cuando la acción de gobierno posterior a la estafa
de campaña de Cambiemos dejó en evidencia al Pro.
La «grieta» está desnuda. Nos
toca trabajar para disolverla… eliminando socialmente el lado
minoritario por más invencible que parezca.
(
http://laseñalmedios.com.ar/2020/04/17/el-impuesto-la-verdadera-dimension-de-la-grieta/
)
En el año 1991, cuando comenzó
la unificación de Alemania, el gobierno dispuso un 7,5% de impuesto
solidario a los ricos para contribuir con las empobrecidas familias
del oeste.
Con el paso del tiempo ese
impuesto se redujo a un 5,5% y el año pasado el gobierno anunció
que seguirá reduciéndolo progresivamente a partir de 2021.
El gravámen se aplica sobre la
renta y las sociedades y representa más de 18.000 millones de euros
anuales.
Veamos, ayer comentaba sobre los
70.000 millones de dólares que representa la suma del patrimonio de
las 50 familias más ricas de la Argentina… ¡Nada más que 50!.
Si por la situación de
emergencia el gobierno aplicará a ese patrimonio tan sólo un 5% de
impuesto, tendríamos de entrada nomás alrededor de 3.500 millones
de dólares como fondo para la recuperación económica.
Por supuesto que podrían sumarse
algunas familias más que no verían demasiado afectado su nivel de
vida por ésta contribución social de carácter extraordinaria.
Si a eso le sumamos un aporte
adicional del sector financiero que, como si nada pasara sigue
beneficiándose con un 37% de intereses por las Leliqs, y
controlaramos efectivamente lo que las multinacionales facturan por
sus exportaciones, Argentina se levanta en menos de un mes.
Desde ya contaríamos con el
respaldo incondicional del Papa Francisco porque sería aplicar parte
del mensaje evangélico que señala que los bienes no son propiedad
de los hombres sino que los hombres deben administrarlos para que
satisfagan las necesidades comunes.
En definitiva, sólo se opondrían
los ricos pero eso no es demasiado importante porque ellos
representan una ínfima minoría en lo que nosotros llamaríamos
comunidad solidariamente organizada.
(
http://laseñalmedios.com.ar/2020/04/03/la-sensibilidad-de-los-ricos/
)
El
presidente Alberto
Fernández aseguró que se siente "acompañado por la
sociedad y la dirigencia" en el marco de "la situación de
emergencia" en la que puso al país la pandemia de coronavirus
y valoró el "esfuerzo" que se hace para mantener el "nivel
de acatamiento de la cuarentena,
que es muy alto", pero pidió no "relajarse" porque
"el problema está muy lejos de terminarse".
En una entrevista con el diario
cordobés La Voz del Interior, el jefe de Estado advirtió que
"cuando uno dice que pareciera que va yendo bien" la
batalla que se le está dando a la pandemia para mitigar su
propagación, no quiere decir que la gente "se relaje y sienta
que el problema está terminado".
En una entrevista con el diario
cordobés La Voz del Interior, el jefe de Estado advirtió que
"cuando uno dice que pareciera que va yendo bien" la
batalla que se le está dando a la pandemia para mitigar su
propagación, no quiere decir que la gente "se relaje y sienta
que el problema está terminado".
"El problema está muy lejos
de terminarse", dejó claro el mandatario, que pidió que
"salgan a la calle aquellos que están habilitados para hacerlo"
y que se mantengan adentro de sus casas el resto, "fundamentalmente
los adultos mayores", teniendo en cuenta que "el 85% de los
afectados son mayores de 65 años".
"Yo me siento muy
acompañado, siento que la sociedad nos está acompañado claramente.
Ha entendido que estamos viviendo una situación de emergencia y una
situación dramática. A partir de eso todos necesitamos unir
esfuerzos", indicó Fernández al evaluar "muy alto"
grado de acatamiento del aislamiento social, preventivo y obligatorio
dispuesto por un decreto de necesidad y urgencia (DNU) del 20 de
marzo.
Agregó que también se siente
"muy acompañado" por "la dirigencia política",
aún sabiendo que llegará el momento en que no van a estar de
acuerdo "porque así es la democracia".
También destacó el hecho de que
"frente a una crisis de esta magnitud" todos estén
"tirando para el mismo lado", aunque dejó claro que esto
no debería verse como "una excepcionalidad", sino como
algo natural.
Se insiste por doquier en afirmar
que la humanidad no será la misma una vez aquietada las
repercusiones y decisiones que tienen en la pandemia global comenzada
en Wuhan, su excusa y sus argumentos de excepcionalidad. La
dirección y el sentido de esos cambios no están aún muy claros.
Esa Tensión entre lo individual
y lo colectivo y como cada quién ocupa un lugar en la estructura
social y como lo social define e impacta mucho de las decisiones y
posicionamientos individuales y la puja de intereses y el ejercicio
de poder que sostiene privilegios, desigualdades y acumulaciones
inequitativas se transformar o se agudizan y “encierran” de modos
violentos y compulsivos expulsando a los otros, especialmente a los
mas débiles y que tienen poca posibilidad de resistencia.
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
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