Martes 7 de enero de 2020
El problema de la democracia es
también un problema de comunicación.
Diagnóstico
No hay duda. Uno de los frentes
que mejor expresa la lucha por la Democracia en Latinoamérica, no
sin tropiezos, limitaciones y debilidades aun, es la democratización
de las herramientas de “Comunicación”. No se lucha por cualquier
Democracia ni por cualquier Comunicación, se lucha por una
Democracia participativa y socialista y tal lucha recorre el
continente. Mientras, unos cuantos que son mansos y serviles se
aferran al modelo imperial de democracia burguesa y comunicación
mercantil; las mayorías elevan con dignidad, de manera desigual y
combinada, el mandato democratizador de los pueblos. Especialmente en
los escenarios de lucha jurídico-política, más recientes, se ve
con plenitud, ese punto transicional en el que lo nuevo no acaba de
nacer y lo viejo no termina por morir. Destacan Ecuador, Venezuela,
Bolivia y Argentina.
Otros avanzan en su dirección.
Esto es hoy, en Latinoamérica, parte insoslayable de una agenda que
recorre a todo programa político emancipador. La Revolución
latinoamericana tiene que resolver una ecuación magnífica entre
Comunicación en Democracia y al mismo tiempo Democracia en la
Comunicación, dilema continental en todas sus circunstancias y
complejidades. Y en eso estamos.
Ya sabíamos muchas cosas.
Por ejemplo, desde el informe MacBride “Un solo mundo, voces
múltiples” (1980), contábamos con advertencias sobre un
acelerado, e impune, proceso de monopolización de “medios”. Eso
era, ya desde su advertencia, un peligro clarísimo para los
Gobiernos y un foco anti-democrático que vimos crecer en nuestras
narices. Hoy existe una emergencia política y estratégica dispuesta
a corregir semejante monstruosidad en una batalla asimétrica y
compleja, en la medida en que se perfeccionan las “armas de guerra
ideológica burguesa” camufladas de “mass media”.
En su conjunto, los grandes
debates, que en materia de “Comunicación”, se han desarrollado
por décadas, en América Latina, han recorrido agendas relativas a
la “diversidad de las voces”, a las “políticas de inclusión”,
al “riesgo de la monopolización” y a la “democratización de
las herramientas de comunicación”; Hoy se agrega una categoría
que debiera ser ineludible en esa agenda de debates y es el problema
de la comunicación como un “problema de seguridad nacional” y
como “problema de seguridad regional”. Los Estados no pueden
seguir siendo sometidos a ninguna estratagema de “polarización”
que pretenda poner en “igualdad de condiciones” los intereses
mercantiles frente a los intereses comunes de la inmensa mayoría de
los pueblos. Llega a ser irracional el hecho de que los Estados deban
mantenerse a la defensiva ante ataques organizados por las
corporaciones mediáticas, muchas de ellas monopólicas, mientras los
Estados democráticos tienen mandatos y tareas concretas -y urgentes-
para desarrollar políticas de comunicación emancipadoras, atentas a
las necesidades históricas de los pueblos. Hay guerras burguesas
desde los “medios” contra la democratización integra de la
sociedad, en su sentido más amplio, y en particular contra la
democratización de las herramientas de comunicación. Eso ha sido
motivo, incluso, de golpes de estado. Abundan los ejemplos.
A contrapelo del deseo de las
burguesías, y para su impotencia y derrota, está naciendo en
Latinoamérica una Doctrina Emancipadora en materia de Comunicación,
teórico-práctica, necesaria, que exige seleccionar, con precisión
científica, la calidad y la cantidad de acción política con que
desarrollarán las nuevas Formas de la Comunicación que no pueden
ser otra cosa la continuación del Contenido Revolucionario. Esa
Doctrina de la Comunicación Revolucionaria no acepta autoridad
alguna de esa Comunicación si no expresa, con suficiente claridad,
la luz de la historia y las fuerzas emancipadoras. Tal Doctrina no
está siendo escrita por plumas sabihondas sino desde las luchas.
Debemos ser muy cautelosos cuando
hablamos de una Doctrina de la Comunicación Revolucionaria para
combatir a la ideología de la clase dominante que nos ha inoculado
su falsa consciencia disfrazada de todo género de filantropismos
limosneros, reformismos academicistas y demás cháchara erudita,
edulcorada con palabrería cientificista. A no confundirse, una
doctrina de La Revolución Comunicacional, con su tareas
indispensables en este momento, está siendo escrita rigurosamente en
la realidad y es la producción de sentido que genera la lucha y que
se expresa en el programa que, al abordar el problema de la
Comunicación Revolucionaria, pretende, él mismo, ser un ejercicio
de Comunicación Revolucionaria.
Sin atenuantes, ésta Doctrina
está siendo redactada, por la mano de la lucha y desde la
perspectiva de las víctimas de la alineación generada por la
ideología de la clase dominante que usa sus máquinas de guerra
ideológica para esclavizar la mano de obra y la conciencia. Se trata
de una Doctrina Revolucionaria de nuevo tipo que ahora también hace
uso de armas comunicacionales, políticas, jurídicas y
organizativas. Se trata de una situación Revolucionaria desarrollada
por las bases para impedir, a toda costa, que la burguesía deprede a
sus anchas, y actúa, no sin peligros empiristas, mientras se logra
su total extinción. No hay equívocos.
Lo que ésta Doctrina “en pleno
desarrollo” tiene en su conciencia, es que la acción real de una
Revolución social también se desarrolla una Revolución Democrática
y Comunicacional expresada, históricamente, en la lucha de clases.
Se acrecienta la toma de conciencia y todo lo que aparece como un
avance de la Revolución, al mismo tiempo, es avance del saber
colectivo. No nos alcanza, desde luego, con la conciencia particular
del revolucionario, de lo que se trata es de saber entender cómo,
con esa Doctrina de la Comunicación Revolucionaria naciente, crece
un programa de todos empeñado en hacer visible que la Revolución
es, también, producción de sentido transformador y permanente.
“La comunicación es el derecho
que da la voz a todos los otros derechos” J. Assange
En las luchas Revolucionarias en
materia de Comunicación y en las Revoluciones Sociales que avanzan
en Latinoamérica, transita una crítica profunda a la falsedad de la
democracia burguesa y a todas sus estratagemas hipócritas para
ofrecerse como garante de la “igualdad”, de los “derechos
humanos” y de la “libertad”. Esa fuerza Revolucionaria ha
sabido entender los peligros y engaños de la “democracia burguesa”
como una amenaza real contra los pueblos. Por eso se orienta hacia la
Democracia Socialista y sabe bien qué papel juega el cuerpo de las
nuevas Constituciones Políticas que emergen en cada país, con sus
leyes y reglamentos, y cómo debe predominar en ellos el interés del
pueblo. Es decir, que la Constitución, las leyes y los reglamentos,
sean escritos con la mano de la lucha… misma que elige un Estado y
un gobierno democrático y representativo de los intereses populares
como forma de construir la justicia, la libertad verdadera y la
democracia verdadera. Sin intermediarios.
La lucha en materia de
Democratización de la Comunicación, y de la información, ha dejado
en claro que se debe construir un poder comunicacional de nuevo
género, para la mayoría y por la mayoría, dirigido
sistemáticamente a resolver los problemas, las necesidades
materiales y espirituales propias de la nueva situación
revolucionaria que es, por definición, una manifestación de la
democracia socialista, aun incipiente, en la que se plantea, como
parte de su tarea, luchar por una sociedad plena de igualdad social,
sin diferencias de clases.
Es esto lo que tensiona y
desespera tanto a los monopolios mediáticos y a los poderes
oligárquicos que miran cómo, a diario, surgen iniciativas rebeldes,
cargadas con creatividad y con inteligencia resueltas a nos ser más
esclavas de la voluptuosidad consumista ni del capricho esclavizante
de los negociados burgueses. Proliferan las certezas de que el cambio
de raíz es posible no por voluntarismo sin por experiencia
organizativa que, entre sus dificultades y limitaciones, vence
desafíos diariamente. Todo medio es útil desde la palabra hasta lo
“digital”. El objetivo es el mismo. Y está a la vista creciente
y madurado.
En los procesos revolucionarios
más avanzados de América Latina hoy se ha recuperado el programa
Socialista y el Comunista, como expresión suprema de la realización
plena del “buen vivir”, con todas sus exigencias materiales y
subjetivas. De ahí el despliegue de estrategias nuevas para el
desarrollo de las fuerzas productivas con apoyo en la ciencia, en la
tecnología y en la organización de los trabajadores hacia un marco
de relaciones de producción con desarrollo cultural, anti-colonial y
de liberación de los caudales expresivos plenos de riquezas,
estéticas y éticas, consustanciales a la realización de la
democracia socialista. En ese marco están las propias herramientas
de comunicación al servicio de la Revolución bajo el poder
colegiado de los pueblos. Hay cientos de casos nacientes.
Y, por eso, el trabajo de las
corporaciones transnacionales dominantes y sus alianzas con fuerzas
mediáticas locales, constituye un frente muy poderoso de agresión
sistemática. Es preciso comprender las operaciones de ofensiva de
los “medios de comunicación” burgueses como una fuerza activa,
desesperada, contra la clase trabajadora. Un poder de agresión, por
otra parte, sólo comprensible a través de sus conexiones con otras
partes de la estructura económica del capitalismo cargado con odio
de clase. Eso produce la ideología dominante que es también una
formación social, y que ocupa un lugar específico en la variedad de
insultos, descalificaciones y atentados contra las Democracias
nacientes y es odio determinado por la estructura social e histórica
de esa sociedad decadente. No hay duda que valga, siempre existe una
relación dialéctica entre la estructura y la ideología: la “guerra
mediática” contra Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández,
Hugo Chávez, Nicolás Maduro… tiene base material de las
relaciones de la producción que determinan la ideología de la
agresión y, a la vez, indefectiblemente, la ideología también
determina de manera, desigual y combinada, la estructura objetiva del
mensaje. Hay que ver los delirios del Grupo “Prisa” y CNN en su
locura.
Debemos insistir, es la
oligarquía, con sus banqueros, empresarios, terratenientes e
iglesias… acaparadores de la riqueza, quien también es dueña de
un arsenal enorme con armas ideológicas para atacar a la clase
trabajadora, son armas materiales, militares, mediáticas y políticas
para imponer su modo de ver e interpretar la realidad toda. Semejante
poder emana del hecho de que son ellos los que dirigen la economía y
parte del Estado. Mientras la burguesía siga gozando de ese poder
económico la estructura mediática servirá, fundamentalmente,
aunque no exclusivamente, para encubrirlos. La única Democracia real
y posible se logrará expropiando a los grandes millonarios, es decir
arrancándoles la base material de toda su fuerza. Hay que
arrebatarles, democráticamente, todas las armas con que atacan a los
pueblos. Incluidas las armas mediáticas. Los pueblos decidirán,
democráticamente, cuando. El capitalismo no es sólo un sistema de
producción de mercancías, es además un sistema que produce
cultura, valores éticos, morales y estéticos ideados para
consolidar las condiciones materiales de existencia burguesa, la
propiedad privada de los medios de producción y la explotación de
la fuerza de trabajo. La lucha democratizadora, tan pronto
democratice las relaciones de producción, debiera propender a la
terminación definitiva del régimen de “propiedad privada” de
los “mass media”... y eso es un debate vivo también por la
creatividad Socialista en materia de Democracia.
La dirección de la Revolución
tiene también, hoy por hoy, avances en el campo de la legalidad que
se impulsa con la fuerza de las movilizaciones, de acción directa,
en todas sus variedades. Es el caso de Argentina, de Brasil, de
Venezuela, de Bolivia y de Ecuador por mencionar algunos casos muy
claros. La única manera de hacer triunfar la Democracia naciente y
sus potencias comunicacionales, es saliendo luchar en las calles, en
las asambleas, en las aulas, en las ciencias, en las organizaciones
sociales, campesinas, indígenas, obreras…. y luchar, con marchas,
pero sobre todo con el método de la organización consciente del
momento preciso y su contenido transformador. Para ello debemos
consolidar la Revolución de la Comunicación y la Comunicación de
la Revolución, que los pueblos pusieron en marcha, con aliento
democrático siempre.
Los funcionarios de las
Democracias Revolucionarias.
También nace una oportunidad
magnífica de lucha contra el burocratismo. Esa democracia
revolucionaria y socialista, con el Estado en manos de los pueblos,
debe avanzar exponencialmente encarnada en sus “funcionarios” de
toda escala y en todos los sujetos de la acción revolucionaria como
pensamiento y acción, como pasión y metodología, como arte y como
ciencia. Es preciso derrotar al burocratismo y al reformismo. Las
nuevas camadas de trabajadores al servicio de las democracias
nacientes deben expresar su tarea militante, su esfuerzo permanente y
su irrenunciable compromiso con la transformación de la realidad. El
pensamiento democrático revolucionario en América Latina no puede
entraparse en los viejos vicios que los pueblos tanto odian y debe
superar la palabrería nacionalista porque su espíritu ha de ser
internacionalista sin negar lo propio.
Se trata de una oportunidad muy
rica con multiplicidad de fuentes legítimas que en su dialéctica
asimila las raíces históricas de las luchas por estructuras de
gobierno ágiles, transparentes y útiles a toda costa. Todos los
intentos heroicos por democratizarla con las acciones más diversas
de la organización política expresadas en sus gobiernos en manos de
los pueblos, hoy pueden tener la fuerza de los pueblos originarios,
por ejemplo, basadas en sus formas de organización más avanzadas y
considerando siempre la alianza estratégica entre indígenas,
campesinos y obreros en unidad para los cambios gubernamentales
que debe ser una de las tareas supremas que democraticen al Gobierno
mismo.
El Gobierno como motor de
comunicación democrática y democratizadora debe ser capaz de
desplegar hoy su rol histórico, rescatándose primero de su
“desprestigio”, ganado a pulso por no pocas degeneraciones y
desviaciones y ganado, también, por las operaciones de guerra
psicológica burguesa concentradas en distanciar a los pueblos de la
acción política organizada desde las instituciones populares.
La tarea de la revolución
democrática y socialista en el seno mismo del Gobierno tiene mucho
que hacer en materia de creatividad, alegría de la lucha y respuesta
concreta al malestar generalizado de los pueblos. La agenda es muy
amplia y las debilidades son muchas. Entender la revolución como
emancipación multidimensional, además de la cancelación de la
explotación, y de las clases sociales, tiene en sus estructuras
gubernamentales tareas de la revolución democrática y socialista en
Comunicación y deben aprender que el poder, que hay que construir
permanentemente, está en los movimientos y organizaciones sociales y
no en las burocracias. Eso también requiere de una fuerza
comunicacional poderosa comprometida al máximo con un proceso
revolucionario que le obliga a poner todas sus energías en su tarea
desalienadora-concientizadora.
Sin atenuantes. Es impostergable
que la Democracia en Comunicación y la Comunicación en Democracia
superen las condiciones en que opera el Gobierno y todos sus
funcionarios. Y eso depende de que los pueblos logren expresar en un
nuevo programa histórico con nueva racionalidad, nueva ética en el
marco de nuevas relaciones de producción esta vez sin amos. Y ser
capaz, entre otras mil tareas de imaginarlo y construirlo. La
realidad aguarda.
En su mapa continental, la lucha
democratizadora de la Comunicación, también democratizadora de los
poderes del Estado y el Gobierno, en transición, apunta un desafío
clave de la Democracia que insiste en que la sociedad, sin terminar
de salir del capitalismo, arrastra inocultablemente todos sus vicios:
en el económico, en el moral y en el intelectual. Eso incluye la
anti-democracia con que están infectadas las instituciones
gubernamentales tanto como los medios en su interior. Los
trabajadores del Estado unidos a todas las nuevas experiencias
comunicacionales en Latinoamérica, deben avanzan hacia un plano de
contenidos y de práctica cada vez más orientados a la
democratización del poder político que garantiza los derechos de
los pueblos para hacer más democrático el poder del Estado, en sus
manos, y por elevar el nivel de vida a la “máxima felicidad
posible”. No son slogans.
Pero hay infiltrados. No es
noticia que algunos “medios independientes” burgueses,
disfrazados de “progres”, hagan su tarea desorganizadora,
siembren rentablemente palabrería desorientadora, desalentadora...
desmoralizante. Como la SIDE. No es noticia que esos “medios de
comunicación”, claramente reaccionarios, auto llamados
“independientes” o “autónomos”, con su camuflaje salivoso,
hagan tareas desmovilizadoras, anden con sus petardos en la búsqueda
de negociar canonjías y se silencien con becas o sueldos. Como la CNN en español. Tampoco
es noticia que muchas iniciativas comunicacionales de “izquierda”,
más ultras o menos, sean incapaces de sumarse o auspiciar la
organización política necesaria para dar una batalla
internacionalista, como trabajadores con conciencia de clase, contra
toda forma de bloqueo mediático, contra la alienación y en la
búsqueda de los lenguajes revolucionarios nuevos. Reina en esos
campos el individualismo, el sectarismo y la burocracia. Y los
funcionarios del Estado democrático no pueden ser parte del problema
sino de la solución que la nueva Democracia construye
continentalmente. Eso involucra a jueces, a directivos, a técnicos,
a ministros, a asesores, a docentes… a todo aquel que lucha por un
Gobierno democrático en serio.
Muchos gobiernos, complacientes
con esos monopolios, -no pocas veces rehenes suyos- han ideado,
históricamente, “leyes” de todo género para garantizar la
operación de las estrategias de control inventadas para enajenar a
la clase trabajadora. El repertorio de los excesos y canalladas
jurídico-políticas cometidas por los “mass media” y los
gobiernos cómplices es realmente una monstruosidad. Por otra parte,
algunos gobiernos, con vocación democrática, han impulsado leyes e
instituciones que, no sin limitaciones, constituyen avances
parciales. En general no se toca la “propiedad privada” ni el
modo en que se despliega la guerra ideológica burguesa aunque se
facilite, en grados diversos, una mayor participación de “medios
alternativos y comunitarios”, medios públicos y medios
gubernamentales. Grandes avances a paso lento.
El
sistema de producción y circulación de noticias que recibe al
gobierno de Alberto Fernández es muy diferente, en cuanto a soportes
de acceso y rutinas de edición, del que conoció cuando era jefe de
Gabinete. La centralidad alcanzada por las plataformas digitales en
la última década ilusiona a quienes sostienen la hipótesis de que
con un buen desempeño en las redes se puede traccionar la agenda
pública. Esa mirada, tan marcospeñista,
omite que el experimento de marketing político de Mauricio Macri
contó –antes de colapsar por el efecto material de sus políticas-
con la militancia fiel de los medios comerciales tradicionales más
grandes pero, sobre todo, que las usinas de información y opinión
de los entornos digitales reproducen el protagonismo de los
principales conglomerados mediáticos. Cambió la forma de acceder a
los contenidos y los formatos son novedosos, pero los curadores de
las ediciones son los de antaño.
Cuando en su discurso de asunción
el presidente Fernández dijo que habrá nuevas reglas de juego en
publicidad oficial, pero que era consciente de que estos recursos son
esenciales para el sostenimiento de los medios de comunicación,
aludía indirectamente a la migración de audiencias e ingresos
publicitarios hacia soportes digitales. Basta señalar que en 2003 la
conectividad y las comunicaciones interpersonales eran mayormente
fijas, y hoy son móviles; que en 2003 Google era apenas un buscador
y Facebook no existía, como tampoco Netflix, en su formato actual;
que en 2003 la convergencia entre medios y telecomunicaciones estaba
en ciernes y la convivencia armónica entre los actores dominantes en
ambas industrias era posible; que en 2003 China no disputaba el
liderazgo tecnológico global. Cierto: hoy la escena es distinta.
Pero ¿qué pasa con los productores de los temas de conversación
masiva que ocupan el cotidiano de las y los argentinas/os? ¿Hay allí
también una transformación?
Si se repara el liderazgo digital
en sitios de noticias y opinión en la Argentina, se advierte que los
sitios pertenecientes al Grupo Clarín, sumados, proveen la mayor
parte de las noticias y opiniones en circulación. Si se desagregan
los medios del Grupo Clarín, la puja es cosa de dos: Clarín e
Infobae sostienen un cabeza a cabeza con distintas estrategias y se
alejan de La Nación, que mantiene el tercer lugar a pesar de que TN
(Grupo Clarín) crece paulatinamente. Detrás, el pelotón del resto
del top ten en la disputa por la atención pública está
protagonizado por medios del conglomerado dirigido por Héctor
Magnetto (La Voz, Olé, Los Andes, Vía País) y otras empresas de
los grupos Perfil (que incluye el diario sus revistas y canal
NET.TV), Indalo (Ámbito Financiero, Minuto Uno, C5N, Radio10),
América (A24, Diario Uno, Radio La Red), Octubre (Página 12,
AM750), Crónica (Crónica, BaeNegocios) y El Cronista.
En comparación con cifras de
hace un año, los líderes del mercado exhiben un crecimiento de
entre el 25% y el 30% en visitantes únicos mensuales, lo que
representa un sólido registro que habilita a preguntarse si se trata
de una mayor demanda informativa por parte de la sociedad empujada
por las elecciones nacionales, o si es parte de la creciente
evolución de los usos y consumos noticiosos en plena combinación
entre los soportes y formatos tradicionales (en una sociedad donde no
todo es blanco/negro y la tv sigue siendo masiva, como muestra
Santiago Marino) y los digitales. Esta duda será aclarada en el
futuro, comparando varios períodos electorales y no electorales.
Pero sea el aumento de visitantes
un fenómeno abultado por la coyuntura electoral o no, lo cierto es
que en un país de 44 millones de habitantes los medios más grandes
gozan de buena “audiencia” en Internet a pesar de que los
argentinos se ubican como uno de los públicos más descreídos sobre
las noticias de los medios, en particular de las políticas y de
gobierno.
Las métricas de visitantes
únicos mensuales reflejan el grado de concentración del sistema de
noticias y opiniones (o noticias opinadas) en la Argentina, cuyo
emblema es el Grupo Clarín, ya que de los 17 sitios más masivos en
información y opinión en Argentina, seis son de su propiedad.
Cuatro de los cinco medios online más visitados del país son de
Clarín o son socios de Clarín. Si en el registro se añadiera el
sitio Cienradios, que agrupa a todas las radios con licencia y las
propuestas sonoras digitales del mismo conglomerado, el Grupo Clarín
aumentaría más todavía su participación en el conjunto de medios
más masivos en Internet.
Más allá de interesantes
fluctuaciones según las distintas variables que usan las principales
empresas que elaboran rankings de tráfico digital, la tendencia en
el liderazgo de medios online luce estable en los últimos años y
permite realizar inferencias políticas (acerca de la línea
editorial de los medios considerados), sociales (sobre la masividad
del consumo digital de información y opinión en el país, que no
excluye a los medios tradicionales) y sectoriales (estrategias
adoptadas por los medios masivos de la industria periodística).
Al comparar los usos y consumos
más masivos de sitios informativos con datos de 2011, se constata
por un lado la completa transformación del origen de las
interacciones, pasando de artefactos fijos (computadora personal) a
dispositivos móviles. La mayoría de los primeros 17 medios
digitales son de capitales nacionales, a diferencia de la estructura
de propiedad de la tv, que tiene una alta participación de grupos
extranjeros tanto en los canales de aire como en los operadores de tv
de pago.
Entre los medios digitales, de
enero a octubre de 2019, la cuestionada medición de Comscore, que es
referencia para el mercado publicitario (y cuyos números se trabajan
en esta nota), arroja que Infobae lideró seis meses y Clarín
cuatro. En el último ranking publicado, correspondiente a octubre,
Clarín registró 22,9 millones de visitantes únicos entre su
cabecera informativa/opinativa y los sitios de varios servicios que
le acarrean tráfico, e Infobae 21,8 millones. Si, en cambio, se
toman otras mediciones no menos controvertidas como las de Similarweb
o Alexa, Infobae es el sitio con mejor desempeño, lo que también
ocurriría si en los datos de Comscore se descontaran los dominios de
servicios ligados a Clarín.
En efecto, un análisis detallado
de la composición del tráfico web relativiza la importancia de
Clarín.com, dado que parte de sus visitantes son, en rigor, usuarios
de subsitios de servicios como Buscainmueble, Argenprop, Empleos
Clarín, Autos Clarín o El Gran DT. Sin estos anabólicos que suman
volumen al sitio del diario, éste descendería a niveles algo
superiores a los de su socio La Nación, que también acumula como
grupo el tráfico de otros productos.
Si sólo se contabilizaran los
portales de información y opinión quedaría despejada una cómoda
primera posición para Infobae en el mercado. Claro que este análisis
conduciría a una reflexión de tipo ontológico, ya que separar los
subsitios de servicios del contenido de periodismo y opinión que
nutre la web principal de Clarin.com sería el equivalente a quitarle
los avisos clasificados o el pronóstico meteorológico a las viejas
ediciones del diario papel, que incluía publicidad, información,
posicionamientos políticos y servicios en el mismo producto. El
periodismo nuca fue noticia pura.
Desde la perspectiva de Clarín y
La Nación, sus números son meritorios y por ello el diario fundado
por Roberto Noble en 1945 celebra las cifras de octubre: en efecto,
ambos periódicos, a diferencia de Infobae, consolidan su masividad a
pesar de que implementan el modelo de “muro poroso”. Su
estrategia está guiada por la conversión de sus lectores en
suscriptores pagos a sus sitios. El acceso arancelado que promueven
tiene ciertas licencias (por eso se le llama “muro poroso”)
útiles para el objetivo de incrementar su facturación publicitaria
a partir del volumen de interacciones y visitas que generan. Ambas
empresas permiten atajos a la lectura para quienes no están
suscriptos (pueden navegar de incógnito o acceder a través de
distintos dispositivos y redes sociales con ciertas restricciones).
Las suscripciones son fidelizadas a través de las tarjetas de
descuentos “365” y “Club La Nación” y, en ambos casos, rige
una franquicia inicial que se reinicia mensualmente y que permite al
usuario leer, sin registrarse o pagar, una cantidad variable de notas
(entre 10 y 20).
El muro de pago como estrategia
no siempre es coherente con el sostenimiento de productos
históricamente masivos y generalistas como lo fueron y son Clarín Y
La Nación ni, tampoco, con ediciones que no agregan valor a piezas
de contenido que se hallan disponibles –casi en los mismos
términos- en otros sitios de acceso abierto y gratuito.
Al igual que Infobae, Clarín y
La Nación combinan en sus ediciones columnas de análisis, opinión
y posicionamiento editorial, con noticias ligeras y espectaculares.
Si bien los tres medios incluyen piezas periodísticas más profundas
y documentadas, su despliegue y su cuidado editorial se han ido
reduciendo en los últimos años.
En el ranking de Comscore, los
cinco primeros sitios tienen una línea editorial polarizante y
definidamente antikirchnerista (lo que fue bautizado por un ex jefe
de redacción de Clarín como “periodismo de guerra”),
posicionamiento que resulta matizado, al menos desde las PASO y hasta
ahora, cuando opinan sobre el flamante presidente Alberto Fernández
(de hecho, uno de los dueños del Grupo América le expresó su
apoyo) y otros líderes del peronismo que confluyen junto al
kirchnerismo en el Frente de Todos. La contribución sesgada de las
empresas líderes del sector a la polarización política y social
fue tratada en Letra P por Nadia Koziner y Esteban Zunino. Este
panorama es todo un desafío para la comunicación política del
nuevo gobierno que, a diferencia de su antecesor, no contará con la
adhesión de los principales grupos de medios ni de los conductores y
columnistas más conocidos e influyentes en la opinión pública.
Otra arista de interés de la
tendencia que revalidan las mediciones de los sitios web de noticias
e información es cierta correspondencia con el peso específico que
los grupos empresarios que los editan tienen en los medios
tradicionales. En efecto, excepto los nativos digitales Infobae (de
Daniel Hadad) y El Destape (de Roberto Navarro), el resto de las 17
principales web informativas y de opinión de la Argentina nacieron
como la versión digital de empresas de medios tradicionales que, a
medida en que fueron consolidándose, lograron mayor autonomía para
editar sus propios contenidos y desplegar estrategias independientes
en Internet. Sin embargo, hay casos que muestran que, siendo una
condición necesaria, no es suficiente con tener una marca
consolidada en el sistema tradicional de medios para lograr buenas
ubicaciones en el ranking digital: ejemplo de ello es la dificultad
de Diario Popular para construir mejores indicadores en la web siendo
el tercer diario más vendido del país.
La maduración de las tendencias
reseñadas no alcanza para responder el interrogante aún pendiente
de resolución acerca de cómo capitalizar la atención de millones
de usuarios por los contenidos que fabrican, ya que los ingresos
publicitarios son aún insuficientes para sostener estructuras
costosas, el modelo de suscripción tiene debilidades objetivas y el
de membresía aún no se ha desarrollado en las empresas más grandes
del sector.
Con todo, el escenario muestra
semejanzas y diferencias con el sistema tradicional de medios, lo que
condiciona las estrategias de comunicación masiva, política o no,
en la Argentina presente y futura.
Las comunicaciones son importantes pero no urgentes, dicen en el entorno de Alberto Fernández, conscientes de que los intereses cruzados entre los grandes grupos del sector, potencias políticas, incertidumbre regional y acreedores externos condicionarán las decisiones del presidente electo.
Más
allá de las intenciones de Alberto Fernández como sucesor Mauricio
Macri en la presidencia de la Argentina, son los efectos y sobre
todo las urgencias del desastre socioeconómico de los
últimos años, incluido el inédito endeudamiento externo, a lo
que
se suma la incertidumbre de una región que es un polvorín, los que impondrán ritmos y prioridades en la agenda de la gestión que, aunque tendría que iniciar el 10 de diciembre, determinará todo el mes y medio de la transición entre administraciones.
se suma la incertidumbre de una región que es un polvorín, los que impondrán ritmos y prioridades en la agenda de la gestión que, aunque tendría que iniciar el 10 de diciembre, determinará todo el mes y medio de la transición entre administraciones.
Siendo fundamentales como parte
de la infraestructura material de cualquier plan de desarrollo
socioeconómico, además de influir en las percepciones y
comportamientos de la sociedad, las comunicaciones se ubican como un
área “importante pero no urgente”, según define uno de los
cuadros técnicos más capacitados del peronismo en
telecomunicaciones. Visto desde “la oferta”, es decir, desde la
agenda de Alberto Fernández, es improbable que en la primera etapa
del próximo gobierno haya grandes anuncios o planes en este sector.
Pero “la demanda” impone
también su juego. Incluso si, como anticipó Fernández durante la
campaña, su intención es no hacer olas en comunicaciones, ya el
propio recambio de personal dirigente del Estado supondrá señales
explícitas sobre el campo de posibilidades que propone abrir -y
cerrar- durante su mandato. Además de las designaciones, el
candidato –quien siendo jefe de Gabinete del expresidente Néstor
Kirchner gestionó la anulación del contrato de Thales Spectrum por
la administración del espectro radioeléctrico en 2003- sabe que lo
que haga o deje de hacer en comunicaciones tiene ramificaciones en
áreas tan sensibles como la negociación de la deuda externa, las
relaciones con China y EEUU o la búsqueda de inversores en otras
actividades.
El accionariado y las sociedades
que incluyen a las telefónicas que operan en el país y a grandes
grupos mediáticos (nacionales y extranjeros) con fuerte dominio de
los mercados audiovisual y digital exhiben una red de contactos que
son parte del tablero de relaciones prioritarias del gobierno
argentino en los años venideros. Más aun teniendo en cuenta el
contexto de inestabilidad que padecen varios países de la región.
Por eso, ya el nombramiento de
autoridades en el gubernamentalizado ente de las comunicaciones
(ENaCom), en la conducción de la estratégica empresa ArSat, en los
maltratados medios estatales (Canal 7, Radio Nacional, Agencia Télam,
señales audiovisuales) y en la más sigilosa pero siempre
discrecional área de comunicación oficial que distribuye la
publicidad estatal de la que dependen, en parte, medios medianos y
pequeños comerciales en todo el país para costear su
funcionamiento, dará indicios concretos de la lectura que Fernández
y su equipo hacen de los espasmos que mostró la política pública
en las dos primeras décadas de este siglo, de las alianzas con las
que proyecta gobernar y de los intereses que procurará conservar.
El tiempo dirá si la lectura y
las alianzas resultan eficaces
La estrategia desplegada por
Kirchner entre 2003 y fines de 2007, cuando negoció con los pesos
pesados de industrias en ese momento divergentes como los medios y
las telecomunicaciones, en un marco de gran crecimiento,
funciona como un seductor imán reiteradamente mentado por Fernández
y, por ello, el hoy presidenciable le hace guiños al CEO de Clarín,
Héctor Magnetto, tras protagonizar su gira española auspiciada por
Telefónica (Movistar). Desde aquellos años de veloz recuperación
macroeconómica que aseguraba buenos negocios tanto para el Grupo
Clarín como para Telefónica, con el entonces jefe de Gabinete como
interlocutor para sortear contratiempos, y la actualidad, no sólo se
produjo el divorcio entre Cristina Fernández de Kirchner y Clarín
(que desde entonces ejerce el periodismo de guerra), además se
modificó la raíz de las comunicaciones en el mundo entero.
En 2003 la conectividad y las
comunicaciones interpersonales eran mayormente fijas, hoy son
móviles; en 2003 Google era apenas un buscador y Facebook no
existía, como tampoco Netflix en su formato actual; en 2003 la
convergencia entre medios y telecomunicaciones estaba en ciernes y la
convivencia armónica entre los actores dominantes en ambas
industrias era posible; en 2003 China no disputaba el liderazgo
tecnológico global ni, consecuentemente, se había desatado la
guerra cuyo ícono es hoy Hwawei a instancias del veto del presidente
de EEUU, Donald Trump, a que esta compañía comercie con firmas
estadounidenses. En 2003 era impensado que una candidata a la
presidencia con grandes probabilidades de encabezar la fórmula
demócrata en EEUU tuviese como eje de campaña una propuesta
anticoncentración en tecnologías de la información, como la
senadora Elizabeth Warren con su promesa de quebrar Facebook.
O sea, la armonía que las
condiciones nacionales e internacionales tradujo en la evolución de
la cúspide del mercado de las comunicaciones a principios de 2003 ya
no existe a fines de 2019. Menos aún después del trato desigual
dispensado por el gobierno de Macri a algunos de los operadores más
grandes en perjuicio de otros también grandes, que como es lógico
creó todavía mayores asimetrías con los medianos y pequeños,
tanto de carácter comercial como cooperativo, estatal o comunitario.
Hoy los mayores actores de la industria disputan el liderazgo en un
contexto global agresivo y predatorio. En la convergencia en
comunicaciones, donde el ganador se queda con todo, las políticas
públicas deben partir de un buen diagnóstico de las mutaciones
tecnológicas, económicas y sociales de las comunicaciones si no
quieren condenarse a la ineficacia.
Para
un gobierno que deberá lidiar con las consecuencias del tsnunami de
deuda, déficit e inflación de la actual política económica, no
será sencillo medir las repercusiones y consecuencias que podría
tener una decisión doméstica como, por ejemplo, la asignación del
espectro que a cuentagotas está devolviendo Telecom según las
beneficiosas condiciones que le puso Macri para fusionarse con
Cablevisión. No será menor lo que resuelva el próximo gobierno
sobre la promesa nunca materializada de esta administración de
ampliar las frecuencias que operan las telefónicas y habilitar a
operadores regionales: tanto si avanza con esa idea como si la
archiva, habrá intereses afectados que, a su vez, podrán afectar al
gobierno en otros ámbitos donde están cruzados con otros intereses.
Lo mismo ocurre con lo que haga, o deje de hacer, en materia de
tributación de las plataformas digitales, de protección de datos
personales, de aliento a la producción federal de información y
cultura, de inversión en los medios estatales para disputar la
atención de la ciudadanía con contenidos de interés relevante.
Cada paso que dé será beneficioso para unos y puede ser
desfavorable para otros.
La política es cruel: si en
campaña se puede juramentar amor a todas y todos, el contexto de
retracción económica y convergencia comunicacional obliga a elegir
y a ponderar. No todo será posible como lo fue hasta ahora, donde
Telefónica le facilitó a Fernández encuentros con las matrices de
varios de los principales bancos que operan en la Argentina, mientras
el Grupo Clarín le cedió el micrófono en la tarima de su evento
anual de exhibición de fortaleza política y negocios corporativos.
Telefónica ya no es dueña de la
red Telefé tras la venta a Viacom en 2016, pero sigue tallando
fuerte en la economía nacional y regional (al igual que Claro) y,
sin olvidar su litigio por la fusión que Macri le obsequió al Grupo
Clarín, despliega redes para disputar en desventaja (con relación a
Cablevisión-Telecom) los mercados del triple y cuádruple play. Por
su parte, el Grupo Clarín no sólo es aquel multimedios que domina
desde la producción de papel prensa hasta la grilla de la tv por
cable, sino que se ha convertido, gracias a la fusión de 2018,
también en el primer proveedor de conectividad a Internet fija y
móvil, uno de los dos operadores de telefonía fija y uno de los
tres que conforman el cartel de la telefonía móvil. Por añadidura,
hoy el conglomerado liderado por Magnetto está en el podio de las
mayores compañías del país: su poder no es meramente simbólico. Y
como si esto fuera poco, la geopolítica de las redes involucra a
grupos de comunicación socios de acreedores externos de la deuda y a
las máximas potencias económicas del planeta cuyas inversiones y
decisiones resultan críticas para un país con las vulnerabilidades
de la Argentina en el marco del polvorín regional de varios países
latinoamericanos.
El mundo, ancho y ajeno, dice el
refrán. Las comunicaciones son cada vez más globalizadas y
reticulares no sólo en su arquitectura y en sus usos sociales sino
en sus negocios. Un movimiento en su periferia puede afectar
conversaciones sobre cuestiones de urgente resolución. En tanto, la
economía recesiva impacta en las grandes compañías (varias de
ellas con deudas con compromisos que les será arduo honrar) y
amenaza la existencia misma de las medianas y pequeñas. El Estado
será convocado más temprano que tarde y deberá desempolvar el
traje de socorrista. Difícil que pueda salvar a todos al mismo
tiempo.
"El
desafío es grande", señaló la flamante presidenta de la
agencia nacional de noticias
Oficializan la designación de
Bernarda Llorente al frente de Télam
El
gobierno nacional formalizó ayer la designación de la periodista
Bernarda Llorente como presidenta del directorio de Télam. La
agencia estatal de noticias que el gobierno de Cambiemos desarticuló
con el despido masivo de 357 trabajadores afronta ahora "el gran
desafìo", en palabras de la flamante funcionaria, de su
reconstrucción. El nombramiento fue dispuesto a través del decreto
15/2020, publicado en el Boletín Oficial con la firma del jefe de
Gabinete, Santiago Cafiero. En el decreto, el Poder Ejecutivo también
oficializó la designación de Jorge Meneses como subsecretario de
Contenidos Públicos de la Secretaría de Medios y Comunicación
Pública de la Jefatura de Gabinete.
"Me encontré con grandes
profesionales, que tienen muchas ganas de recuperar el lugar que supo
tener Télam, la agencia más importante de América latina y la
segunda de habla hispana", evaluó Llorente en diálogo con
Página/12 sobre su diagnóstico inicial. "Es una agencia muy
destruida en estos cuatro años, y hay ganas de volver a sentir el
orgullo de trabajar en Télam, necesidad de reconstruir una mística
y de recuperar un periodismo profesional riguroso", destacó, en
referencia a la gestión que cumplieron Rodolfo Pousá y Ricardo
Cárpena. La periodista llega al cargo con una larga trayectoria en
medios, en la dirección artística de Telefe, Radio Del Plata y 360
TV, y también en el programa Dejamelo pensar, que condujo durante
cuatro años junto a Claudio Villarruel en la AM 750.
Aunque resta la oficialización
de la totalidad del directorio, Llorente ya tiene líneas definidas
sobre el rumbo que buscará imprimirle a la agencia. "Me
propongo que hagamos entre todos una agencia de estos tiempos, de
esta década. El gran desafío de las agencias de noticias de todo el
mundo es superar un formato con muchas limitaciones, por la propia
evolución tecnológica, de hecho muchas agencias en el mundo
desaparecieron, también en nuestro país", analizó. "Aparecen
entonces otras necesidades a las cuales responder, tendremos que
pensar en una agencia más multimedia, más transversal en la
generación y difusión de sus contenidos, para poder llegar a
múltuiples audiencias, con múltiples plataformas", aseguró.
La
emergencia del pensamiento comunicacional latinoamericano, esa matriz
teórica y analítica particular que,
de maneras heterogéneas y complejas, sigue haciendo notar su
influencia predominante en los actuales estudios de comunicación en
la región, tuvo lugar –a partir de mediados de los años sesenta
del siglo xx– en el marco de las discusiones acerca del desarrollo
de las sociedades de la región, de los supuestos conceptuales que
acompañaron a las iniciativas de desarrollo en los años posteriores
a la Segunda Guerra Mundial y de las críticas que esos supuestos
recibieron, especialmente desde la teoría de la dependencia.
Los modelos que conceptualizaban
el desarrollo –especialmente en las propuestas emanadas de las
agencias de ayuda y la academia norteamericanas– proponían
enfoques lineales que establecían etapas que iban desde el
subdesarrollo hasta el desarrollo y que equiparaban a las economías
de los países pobres con la historia anterior de las de los ricos.
En este contexto, las pautas culturales y tradiciones locales sólo
podían entenderse como obstáculos a la modernización, con lo que
adquiría nitidez el rol esperado por parte de los medios de
comunicación: ser eficaces factores de desarrollo, favoreciendo la
sustitución de esas pautas culturales tradicionales por los modelos
existentes en las sociedades de los países desarrollados.
Estos enfoques lineales
recibieron la fuerte crítica de la teoría de la dependencia, que
enfatizó las relaciones sistémicas que vinculaban a los países
ricos y pobres o, mejor, centrales y periféricos. Al abordar los
procesos desde una mirada integral, las cuestiones comunicacionales
adquirían una luz diferente, y menos optimista.
En principio, las consecuencias
negativas del efecto de demostración suponían el desvío de los
recursos, en las sociedades subdesarrolladas, desde las necesidades
del desarrollo autónomo a la adquisición de bienes de consumo. Por
otra parte, la dependencia no se consideraba una variable externa
sino que se proponía analizarla desde la configuración de las
relaciones de clase al interior de cada sociedad.
Estos posicionamientos críticos
proveyeron el marco en el que se analizó el lugar de los medios de
comunicación en las sociedades latinoamericanas y en las luchas por
la liberación de esas sociedades, análisis que se enfocó
especialmente en el estudio de las estructuras de propiedad de las
industrias culturales de la región y en la lectura crítica de los
contenidos de esas industrias. Los medios de comunicación ya no se
entendieron en estas investigaciones como vectores de desarrollo y
cambio social sino, antes bien, como estructuras estratégicas para
el mantenimiento del status quo dependiente, abonando la tesis de la
penetración o invasión cultural.
Si bien a partir de los años
ochenta del siglo pasado estas intervenciones sufrieron a su vez
importantes críticas, sus aportes e influencia resultan indudables y
merecen el acercamiento que en las ciencias sociales se brinda a los
clásicos. Como dijera Jeffrey Alexander al respecto, puede que
nuestro conocimiento actual de los fenómenos implicados haya
superado en algunos aspectos aquellas intervenciones teóricas e
indagaciones empíricas, pero, al considerarlos clásicos,
reconocemos que «en ciertos aspectos decisivos, no lo ha conseguido»
(1990, p. 46)
(Sandoval, Luis Ricardo
Medios de comunicación,
desarrollo y neocolonialismo. En torno a los orígenes del
pensamiento comunicacional
latinoamericano
REVCOM. Revista científica de la
red de carreras de Comunicación Social, núm. 9, 2019
Universidad Nacional de La Plata,
Argentina
Proyecto académico sin fines de
lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto)
Es obvio que, a la luz de las
experiencias en los últimos 50 años y la evolución que han tenido
los medios masivos de comunicación, que buena parte del éxito o
fracaso de la política y del gobierno de Alberto Fernandez en estos
próximos cuatro años, será explicada por la relación que
establezca con estos y por como, desarrolle una capacidad propia de
“comunicar” mas allá de la fuerza neoliberal de las
corporaciones que dominan el escenario mediático en el país, la
región y la globalización en general.
Daniel Roberto Távora Mac
Cormack
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