Domingo 26 de enero de 2020

Preocupada por controlar la inflación, la Secretaria de Comercio divulgó una aplicación para que los consumidores sigan de cerca la dispersión de los precios y compren alimentos, teniendo como referencia los precios acordados entre el gobierno y las empresas. A su vez, el Presidente Alberto Fernández ha pedido a la población que “denuncie a quienes aumenten los precios y rompan los acuerdos”.

Esta semana se escucharon las voces de diversas organizaciones que nuclean a comerciantes —Federación Argentina de Supermercados y Autoservicios (FASA), supermercados provinciales y organizaciones de almaceneros y autoservicios no incluidos en el programa de Precios Cuidados—, denunciando subas de entre 10 y 21% en los precios de productos incluidos en el programa de Precios Cuidados (baenegocios.com, 21 1 2020). Paralelamente se concretaron las primeras denuncias de desabastecimientos de cereales. El Centro de Empresas Procesadoras de Avícolas (CEPA), conjuntamente con feedlots y productores de cerdos de Entre Ríos y norte de la provincia de Buenos, han alertado sobre faltantes de maíz y trigo. Sin embargo, según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, todavía quedan 3.6 millones de toneladas de maíz del ciclo 2018/19 disponibles y en manos de productores agropecuarios (lpo.com, 21 1 2020; baengocios.com, 21 1 2020).

Estos acontecimientos muestran uno de los flancos más vulnerables de la política oficial: los acuerdos de precios. 


La posibilidad de un desmadre de la inflación, provocada por la formación monopólica de precios en puntos neurálgicos de las cadenas de valor, está a la orden del día. El complicado contexto macroeconómico heredado contribuye a este desenlace. En efecto, el gobierno se ha propuesto sustituir la especulación financiera por el crecimiento de la producción e intenta disminuir gradualmente las tasas de interés para facilitar el crédito, al mismo tiempo que mantiene el cepo en el mercado de cambios oficial y evita que los pesos que se emiten se vayan a la compra de dólares. Este cepo, sin embargo, no logró impedir que la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los dólares bolsa (mep), contado con liqui (cll) y blue, hayan crecido alegremente a lo largo del mes de enero, indicando una tendencia a la dolarización. Al día jueves, la brecha entre el dólar mayorista y el (cll) que utilizan las empresas para fugar capitales al exterior superó todos los récords, llegando a 39.8%, mientras la brecha entre el dólar bolsa y el mayorista fue de 35.8%.

El gobierno ha bajado la tasa de interés de referencia en 13 puntos porcentuales desde que asumió. Sin embargo no ha logrado abaratar el crédito a la producción y erosionó la tasa de interés de los depósitos en pesos a plazo fijo. Los bancos comerciales con mayor volumen de depósitos pagan tasas a un promedio de 33% nominal anual por plazos fijos en pesos, muy por debajo de la inflación esperada para los próximos doce meses (banegocios.com, 23 1 2020). La respuesta de los bancos a la caída de la tasa de interés de referencia de las LELIQs fue un fuerte aumento de los pasivos remunerados vía colocaciones de pases a un día. Esto llevó al BCRA a tomar nuevas medidas esta semana,  destinadas a desdoblar el mercado de LELIQs en plazos de 7 y 14 días, con licitaciones a realizarse dos veces por semana en lugar de todos los días y dando prioridad a los plazos mas largos. En ambos casos se mantuvieron tasas de interés del 50%. A esto se sumó la baja a partir del próximo lunes del monto de las colocaciones en pases por 1 día y la disminución de sus tasas de interés  a niveles cercanos a la mitad de los que rigieron esta semana.

Con estas medidas el BCRA intenta profundizar la orientación de los excedentes monetarios hacia los créditos a la producción. Sin embargo, persiste el riesgo de que estos excedentes terminen impactando  sobre el mercado de cambios y sobre los precios. El aumento persistente de la brecha cambiaria a lo largo del mes de enero y la falta de crédito, a pesar de la sistemática baja de la tasa de interés, tienden a indicar la existencia de una fuerte pulseada entre el gobierno y los bancos. Estos no aceptan estos limites a sus ganancias especulativas y parecen empeñados en emular las fabulosas rentas obtenidas a través de los intereses de las LELIQs y pasivos remunerados colocados en el BCRA tanto a lo largo del ultimo año como desde que asumió este gobierno.

La incapacidad del gobierno de doblegar rápidamente la resistencia de los bancos a políticas que estos consideran perjudiciales a sus intereses, limita el control oficial de la inflación a través de acuerdos con formadores de precios en mercados altamente concentrados. Estos últimos han demostrado en reiteradas ocasiones a lo largo de las ultimas décadas que al fijar sus precios según la evolución del tipo de cambio realizan ganancias extraordinarias. Pareciera que no están dispuestos a perderlas.

La actividad especulativa en el mercado de cambios ha sido alentada esta semana por la creciente incertidumbre ante la reestructuración de la deuda externa argentina, tanto nacional como de la provincia de Buenos Aires. El Ministro de Economía envió al Congreso un proyecto de ley para la “restauración de la sostenibilidad de la deuda publica externa” y sostuvo en una conferencia de prensa “que hay voluntad de pago pero… es fundamental que exista un alivio a la carga de deuda que tiene el país”. Aclaró que la estrategia de la provincia de Buenos Aires —postergar el pago del vencimiento del capital mientras sigue pagando los intereses— fue consensuada con el gobierno nacional y pidió a los bonistas buena voluntad para obtener una solución ordenada que beneficie a todos (ámbito.com, 21 1 2020). En lo que respecta a la deuda en pesos, se mantendrá la  estrategia seguida el lunes de canjear títulos «reperfilados» por casi 100.000 millones de pesos, por otros de mayor duración.



Los acreedores de la deuda externa argentina son en su mayoría grandes fondos de inversión. En otras notas hemos visto que, por sus características intrínsecas, representan un riesgo sistémico de tal magnitud que ha puesto recientemente en jaque al mercado norteamericano de pases bancarios (repo) y obligado a la Reserva Federal a inyectar liquidez en el mismo para impedir una crisis. En estas circunstancias, un default argentino puede convertirse en el cisne negro que provoque problemas financieros imprevisibles. Esto brinda al gobierno capacidad de maniobra en la reestructuración de la deuda externa.

La economía argentina posiblemente sea impredecible: la evolución de los precios, los salarios, las tarifas, el tipo de cambio y los combustibles son algunas de las variables que más interrogantes producen entre los economistas para los próximos meses. Pero la principal incógnita al momento de elaborar los escenarios macroeconómicos para fin de año es qué pasará con la renegociación de la deuda externa.

Las consultoras del mercado hacen algunas cuentas para calcular cómo sería la renegociación. Uno de los estudios de mayor renombre de la city, EcoGo de Marina Dal Poggetto, simuló cuatro posibilidades de reestructuración. En esos escenarios calculó que el acuerdo tendría una extensión de plazos del pago de capital de 5 años y un período de gracia (no pago de los intereses) de dos años. El Estado se ahorraría de pagar cerca de 30 mil millones de dólares hasta 2023.

En las simulaciones se computaron distintas posibilidades respecto de si habrá o no una reducción en el cupón de los bonos. En el escenario más optimista se consideró que será del 10 por ciento y en el más pesimista se calculó que será del 50 por ciento. Esto último implica que si un bono paga un interés del 8 por ciento pasará a pagar el 4.

Las simulaciones incluyeron también diferentes parámetros para la capitalización de los intereses durante el período de gracia, mientras que el exit yield (lo que va a rendir el bono reestructurado en el primer día de cotización) estimado para los cuatro escenarios fue del 11 por ciento. Este porcentaje es el rendimiento que registran los bonos en su primera cotización de mercado tras la renegociación.

Rango de quita
El resultado de la simulación de los cuatro escenarios fue que la quita se ubicó entre 23 y 39 por ciento. La cotización actual de los bonos por abajo del 50 por ciento de la paridad muestra que los inversores siguen sobrerreaccionando ante las pérdidas potenciales en una negociación. El riesgo país de nuevo por encima de 2000 puntos no parece razonable y tiene elementos puramente especulativos.

En las simulaciones del mercado, la estimación del exit yield se usa para calcular el valor presente de la nueva deuda (los pagos futuros renegociados se descuenta con esta tasa). El valor presente de la deuda actual (pagos sin reestructurar) también se calcula usando la misma tasa de descuento. La diferencia entre ambos valores es una de las formas que usan los analistas para medir la quita en una reestructuración.

En una negociación consistente el exit yield podría ubicarse por debajo de ese 11 por ciento utilizado en estas simulaciones del mercado. En este caso las quitas para cada uno de los escenarios serían todavía menores. Esta conclusión es resultado de una simple cuenta: con tasa de descuento más baja, el valor presente de la deuda reestructurada es más elevado y, por tanto, el nivel de la quita es menor.

Coyuntura
El salto del riesgo país estos días y la fuerte caída de los bonos parecen un elemento especulativo y no necesariamente un fenómeno que se anticipa a los resultados de la reestructuración. El principal elemento de desestabilización la semana pasada se concentró en la deuda de la provincia de Buenos Aires. El equipo económico provincial busca estirar un pago de 250 millones de dólares hasta mayo. El mercado tiene pocos días para decidir si acepta o no la propuesta y se abrieron espacios para el regreso de la volatilidad. 


Bancos y fondos de inversión internacionales prestaron miles de millones de dólares al gobierno nacional y a una decena de provincias en apenas dos años. Lo hicieron, desde abril de 2016 (16,5 mil millones para pagar a fondos buitre) a enero de 2018 (9 mil millones, la última emisión en Wall Street), cobrando una tasa del 7 al 10 por ciento anual, cuando el promedio era la mitad en otros países de la región y del 2 por ciento anual en los desarrollados. Fue tan irresponsable el acreedor, entregando dólares esperando cobrar una renta enorme, como el deudor, recibiendo esos billetes comprometiéndose a pagar una tasa elevadísima con una economía con crecimiento cero o en recesión.

¿A quiénes se les debería aplicar el moral hazard (riesgo moral) del más descabellado ciclo de endeudamiento externo argentino, por magnitud e intensidad en el breve lapso de dos años?

El default virtual de la deuda que dejó el macrismo exige un debate más amplio que reflexionar acerca de cómo administrar la pesada herencia, otra más de un proyecto neoliberal que debe reparar un gobierno de signo opuesto. Las cifras son contundentes del desastre realizado en la administración de las finanzas públicas.

Hubo un aumento desproporcionado de la deuda en términos absolutos y relativos. Los dólares ingresados no fueron destinados a financiar el desarrollo económico, impulsar inversiones productivas o proyectos de infraestructura. Sólo sirvieron para facilitar la fuga de capitales y la especulación financiera. También para tratar de controlar, sin éxito, el mercado cambiario y para pagar vencimientos de deuda. 


El debate debería incluir si existe una sanción social a la impunidad y desvergüenza de quienes lideraron ese endeudamiento, como la del ex ministro Nicolás Dujovne que estando al frente de Hacienda no se inhibía de informar que gran parte de su patrimonio lo tenía depositado en el exterior y ahora veranea, según reveló el bisemanario Perfil, en los Alpes franceses. El debate tiene que extenderse hacia quienes deben asumir ahora el mayor costo de semejante incendio financiero.

Valorización financiera
Existen responsabilidades políticas indudables del endeudamiento macrista. Hubo un ingreso masivo de capitales externos vía deuda y fondos especulativos incentivados a aprovechar negocios por una política económica (monetaria y cambiaria) de apertura y desregulación absoluta.

Esos dólares alimentaron el esquema de valorización financiera, basado en elevadísimas tasas de interés locales, hasta que se agotó, para precipitar una veloz fuga de capitales, dejando de ese modo tierra arrasada.

No ingresaron esos dólares para financiar una política de inversiones, industrialización y desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. El saldo fue el previsible, teniendo en cuenta la experiencia anterior inaugurada en 1976, luego desplegada en los '90 y con la explosión final en el 2001: fulminante crisis del sector externo por la imposibilidad de pagar la deuda debido, en gran medida, a la impresionante fuga de capitales.

La valorización financiera pone de relieve la centralidad de la especulación sobre la inversión productiva. Es un proceso básico de ese modo de acumulación de capital que termina en fuga por su propia naturaleza, porque lo que domina es lo financiero y no lo productivo.

Después de quince años en que el proceso económico reconoció a la economía real como su columna vertebral dejando atrás a la valorización financiera, el gobierno que asumió en diciembre de 2015 volvió a basarse en el endeudamiento externo como la variable clave que le permitió reeditar la valorización financiera, con una fase de valorización interna del capital a través de la tasa de interés fijada por el Banco Central y otra fase, necesariamente asociada, de fuga de capitales.

Desde mediados de la década del '70, la deuda dejó de ser un mecanismo para financiar una economía con una estructura productiva desequilibrada, durante la segunda etapa de sustitución de importaciones, para convertirse, a partir de la última dictadura militar, en un vehículo de dominación del capital financiero.

Restricciones
La deuda actúa como un instrumento de sometimiento limitando la capacidad de funcionamiento del Estado. Se requiere cada vez más deuda, a tasas cada vez más elevadas, para conseguir refinanciar los vencimientos, acentuando los condicionamientos externos e internos. Los sectores que financian ese endeudamiento adquieren de ese modo más poder.

La restricción a las funciones básicas del Estado por los fondos girados a pagar los intereses de la deuda queda en evidencia con los datos fiscales 2019. El 20 por ciento de los ingresos en el año estuvieron destinados a cancelar intereses. Fueron 724.285 millones de pesos, un 86,2 por ciento más que el año anterior. Este ahogo financiero limitó la posibilidad de orientar recursos al resto de las áreas del sector público, deteriorando toda la estructura estatal.
Con esa desarticulación generalizada y desfinanciada se están encontrando los equipos del gobierno de Fernández en cada espacio del Estado donde desembarcaron.

Moral
Las declaraciones de Joseph Stiglitz acerca de que los acreedores deberán prepararse a quitas significativas fueron las que concentraron la atención de analistas y financistas. Pero el premio Nobel de Economía y mentor del ministro Martín Guzmán señaló también por qué debe haber recortes. Dijo que los inversores deberían haber sabido en qué se estaban metiendo cuando compraron bonos argentinos y que recibieron tasas muy elevadas.

"Los prestamistas deberían haber conocido el riesgo; es por eso que cobraron una tasa alta", señaló Stiglitz, para indicar que los acreedores no deberían "estar sorprendidos; probablemente no hicieron su tarea, pero sabían que existía un riesgo".

Aquí aparece un aspecto que no se limita a cuestiones financieras sobre quitas de capital, reducción de la tasa de interés o la extensión de los plazos. Se trata de definir qué grado de responsabilidad y cuál es el costo que deberían asumir los protagonistas de este brutal ciclo de endeudamiento. Es lo que se conoce en el mercado financiero como "riesgo moral".

Este término se utiliza con frecuencia al analizar los efectos negativos en el mercado de los seguros. Se refiere a que cuando una persona contrata un seguro aumentan las posibilidades de que ocurra un siniestro por el cual se compró la protección porque el asegurado se siente menos incentivado a adoptar medidas preventivas.

En el negocio financiero, el riesgo moral es tanto del acreedor, por la disposición de entregar préstamos sin considerar con rigurosidad la capacidad de repago, como del deudor, por la ligereza en la administración de esos recursos recibidos. Ambos comportamientos se verificaron en el descabellado ciclo de endeudamiento macrista.

¿Cuál debería ser ahora el castigo para uno y otro?

Para la economía endeudada, la condena es la crisis con acelerado deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población, y acumular un pasivo público que es una pesadísima carga para cumplir con las funciones básicas del Estado. Queda por determinar qué hacer con funcionarios que se lanzaron a un endeudamiento salvaje que perdurará por años.


La traumática historia argentina con la deuda permite abrir la posibilidad de avanzar con leyes o incluso una disposición constitucional para precisar responsabilidades políticas y personales y límites en la emisión de deuda.

Para los acreedores, les correspondería registrar una pérdida, o sea una quita del capital o una fuerte reducción de la tasa de interés, que implicaría una poda del valor presente de esa inversión.

Bombero
Otro aspecto a considerar es si bancos y fondos de inversión internacionales han prestado con imprudencia porque confiaban en que ante una eventual crisis externa, el FMI aparecería como bombero para apagar el incendio.

Y eso ocurrió con la deuda argentina emitida por el gobierno de Macri y suscripta con lujuria financiera por los principales protagonistas de Wall Street.

Después de las debacles económicas de mercados emergentes a partir de la mitad de la década del '90, que tuvo el gran estallido en el 2001 con la convertibilidad en Argentina, el Fondo Monetario quedó en el ojo de la tormenta como responsable de haber financiado el derrumbe de esas economía, a la vez que salvaba a bancos y fondos que prestaron alegremente a esas economías.

La entonces subdirectora gerente del FMI Anne Krueger, la figura fuerte del organismo por ser la representante de Estados Unidos, afirmó, en noviembre de 2001, en un discurso ante el National Economists' Club, del American Enterprise Institute, de Washington, que “el riesgo moral sigue siendo motivo de preocupación. Puede que las instituciones privadas se sientan alentadas a prestar e invertir despreocupadamente, o al menos más de lo que deberían, si piensan que el Fondo garantizará el reembolso de sus deudas”.

Esa inquietud no avanzó en modificaciones del comportamiento del FMI y quedó en discursos o en documentos internos, como el elaborado por los economistas del organismo Timothy Lane y Steven Phillips, en 2002, "Riesgo moral: ¿alienta el financiamiento del FMI la imprudencia de prestatarios y prestamistas?".

En la práctica, ya sea por razones geopolíticas o para salvar a los acreedores privados de un nuevo default argentino, la controversia acerca del "riesgo moral" no la tuvo en cuenta el FMI de Christine Lagarde y entregó el préstamo más grande de su historia al gobierno de Macri.

El argumento del Fondo para acorralar el postulado del "riesgo moral", como el que destaca Stiglitz, es que el objetivo principal de sus programas es limitar el costo económico total de las crisis financieras.

Buenos Aires
La situación de la deuda bonaerense incrementada durante la gestión de María Eugenia Vidal encaja en el "riesgo moral" al cual hizo referencia Stiglitz.

Un grupo de bancos y fondos de inversión financiaron hasta un límite insostenible a una provincia que no emite moneda ni consigue dólares de exportación, ambas facultadas monopolizadas por la Nación. Fue una irresponsabilidad emitir deuda en dólares, como lo hicieron también otras diez provincias, como la de suscribir esos bonos por parte de grandes inversores.

Si es grande o pequeño el vencimiento de una porción del capital de un bono que la gobernación de Axel Kicillof propuso postergar a mayo próximo no es lo más relevante. La cuestión principal es que la deuda bonaerense, por volumen y plazos de vencimientos, es impagable, y la responsabilidad política no es de Kicillof, sino de Vidal y su ministro de Economía Hernán Lacunza. Y la responsabilidad financiera es de quienes prestaron dólares a una provincia. Aquí aparece el "riesgo moral" de esta operación.


Se trata de una situación estructural, no coyuntural de un vencimiento. La deuda bonaerense es impagable. Más que una estrategia voluntaria, audaz o agresiva de Kicillof, es el reconocimiento de una realidad. Es impagable la deuda que dejó María Eugenia Vidal, como lo es también la que dejó Mauricio Macri.
Es impagable por la concentración de vencimientos en estos próximos cuatro años, por el incremento de la deuda en dólares sobre el total, por la suba de la tasa de interés, por la mayor carga del pago de intereses sobre los recursos totales del fisco provincial, y por el mayor peso de la deuda sobre la generación de riqueza provincial en un año, lo que se conoce como el Producto Bruto Geográfico (PBG).
Los datos oficiales son contundentes del desastre financiero de Vidal:

* La deuda de la provincia subió de 9362 millones de dólares en diciembre de 2015 a 11.263 millones en 2019.

* La deuda en moneda extranjera creció del 57 al 82 por ciento del total. Medida en pesos, el stock global se multiplicó por cinco.
* La deuda en relación al PBG aumentó del 6 a casi el 10 por ciento. También creció la relación entre deuda y recursos totales, al pasar de 44 a 80 por ciento.

* La porción del presupuesto provincial destinado a pagar los intereses subió de 8 a poco más de 15 por ciento.

* Los vencimientos se concentran en los cuatro años del mandato de Kicillof. Cuando asumió Vidal tenía que afrontar vencimientos por 5400 millones de dólares durante todo su mandato, mientras que en el período 2019-2023 suman 8800 millones.

* Los plazos de la deuda se acortaron: en 2015, el promedio era de 5,5 años, mientras que ahora bajó a solo 3,5.

La política de endeudamiento de Vidal-Lacunza se resume del siguiente modo: mucha más deuda, más cara, en dólares y vencimientos más cortos que recaen en la actual gestión.

Estructural
Como se mencionó, el problema de la deuda es estructural, no coyuntural de un vencimiento. No se soluciona con que la Nación disponga de un salvataje de Buenos Aires por un vencimiento, puesto que existen otras diez provincias que también tienen un elevado endeudamiento en dólares. Los financistas siempre han especulado con que la Nación actuaría con los estados subnacionales como el FMI con el país, salvando el "riesgo moral" de operaciones financieras ruinosas.

Sería una medida que debilitaría la posición del gobierno de Alberto Fernández en la negociación con los acreedores privados. Si la Nación tiene dólares para auxiliar a una provincia significaría que tiene recursos disponibles y, por lo tanto, perdería fuerza la estrategia de renegociar las condiciones de la deuda con una quita.
Para defender la gestión bonaerense de Vidal, Lacunza utilizó su cuenta de Twitter escribiendo que la provincia había recuperado el crédito a fin de 2015 y que se terminó perdiendo después de las elecciones PASO. Eso no es así. A mediados de 2018, cuando el macrismo parecía que era imbatible en elecciones, ya había perdido el crédito internacional. Por ese motivo apareció el FMI.

Lacunza no tiene pudor de reescribir la historia de su fracaso, que tuvo como hito defaultear la deuda nacional en peso. Después de semejante desatino se recomendaría un poco de prudencia pero, se sabe, que la grey de economistas del establishment esta bañada de impunidad.

La realidad es que se está blanqueando el default virtual, que irrumpió cuando el gobierno de Macri corrió desesperado a los brazos del FMI para conseguir un préstamo récord para pagar las deudas. 
 
La deuda, incluso con una refinanciación exitosa, será un potente condicionante, más aún cuando los inmensos compromisos con el FMI se extenderán por varios años. Los gobiernos de Alberto Fernández y Axel Kicillof tendrán que lidiar con esa carga y, a la vez, conseguir acomodar la economía en un sendero de crecimiento sostenido. No será una tarea sencilla. 




La Cámara de Diputados volverá a la actividad esta semana con el tratamiento de la ley enviada por el Poder Ejecutivo para la renegociación de la deuda externa, proyecto que se votará el miércoles en el recinto, un día después de que funcionarios del Ministerio de Economía concurran al Congreso para defender la iniciativa y para responder preguntas de los legisladores.
El miércoles será la primera sesión del año, en el marco del período de sesiones extraordinarias: en el temario también está previsto que se incluya el proyecto de Consenso Fiscal que ya tiene media sanción del Senado.


Los funcionarios de la cartera de Martín Guzmán, quien no será de la partida ya que se encuentra de viaje oficial en el exterior, acudirán el martes al plenario de las comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Finanzas, que se reunirán para dar dictamen al proyecto de ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública Externa.

El oficialismo admite que no logrará la aprobación por unanimidad pero confía en obtener una diferencia holgada que le asegure una media sanción cómoda, y así tener lista la media sanción para tratar el miércoles siguiente en el recinto del Senado.

Para que la iniciativa tenga dictamen en Diputados habrá que dar un paso previo el próximo martes a las 11 con la constitución de la comisión de Finanzas, que estará a cargo de la diputada kirchnerista del Frente de Todos Fernanda Vallejos.

Media hora después se reunirá brevemente la comisión de Presupuesto y Hacienda para que al frente de la misma asuma el economista Carlos Heller (Frente de Todos), en reemplazo del neuquino Darío Martínez.

La idea original del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, era sesionar en la segunda y la cuarta semana de enero pero después de varias idas y vueltas, y ante la imposibilidad de reunir a los legisladores en pleno receso estival, la actividad en extraordinarias se pospuso para la última semana del mes.



Los acreedores de la provincia de Buenos Aires, muchos de los cuales lo son también del gobierno nacional, están divididos en relación a la respuesta a dar a la propuesta del gobernador Axel Kicillof. Mientras que una cantidad de ellos ya aceptó postergar el cobro del capital del bono BP21 que vence hoy, otro grupo se opone y no dará su aval.

Ambos extremos están atrayendo a otros tenedores de bonos que todavía no han tomado posición. Por ahora, según pudo saber este diario, el planteo de aceptar la propuesta bonaerense es mayoritario pero está lejos del 75% de voluntades necesario para que prospere. Pero cuenta a su favor con el visto bueno de los grandes fondos.

La postergación de la fecha límite para que los acreedores acepten la propuesta, ahora establecida para el 5 de febrero, fue la manera que encontró el gobierno provincial para darle más tiempo al sector favorable de los bonistas a fin de que termine de ganar la pulseada y consiga sumar los tres cuartos del total de los bonistas.

Los acreedores de la deuda bonaerense están íntimamente ligados a los de la deuda nacional. Los grandes fondos de inversión y especulativos, del tipo de Fidelity, BlackRock y Gramercy, son tenedores de bonos de deuda de ambos gobiernos. Este grupo sabe que un default de la deuda bonaerense provocará un fuerte golpe en la deuda nacional, al punto que podría paralizar las negociaciones. Y el objetivo central de ellos es cerrar un acuerdo por la deuda nacional que les permita rescatar bonos que cotizan al 40% de su valor original y relanzar un nuevo ciclo de negocios financieros en el país.

Es una cuestión de peso: la deuda nacional a restructurar es 25 veces superior a la de las provincias, incluida Buenos Aires.

Los 10 días que restan para que se cumpla ese plazo estarán marcados por varios hechos, el primero de ellos es el viaje que realizará mañana el ministro de Economía, Martín Guzmán, a Estados Unidos, de donde emprenderá el regreso el martes. Una fuente del Palacio de Hacienda confirmó a Tiempo que Guzmán tiene en agenda encuentros con Luis Cubeddu, el venezolano que en el Fondo Monetario está a cargo del caso argentino, y con funcionarios del Tesoro de EE UU. Antes, Guzmán participará de un desayuno en el Council of the Americas, que dirige Susan Segal, en donde se cruzará con inversores.

La importancia de este viaje estriba en que será el primero de Guzmán como ministro a cargo de la renegociación de la deuda nacional. Si bien el representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos, ya se encuentra en funciones en Washington, la presencia de Guzmán en Nueva York pone de relieve que las partes comienzan a acercar posiciones más elaboradas en función de la renegociación global de la deuda argentina, que incluye a los acreedores privados, a la bonaerense y, desde ya, a la que tiene el propio FMI en su poder.
"Van a hablar de la macro argentina y de la deuda", agregó la fuente oficial.

El 5 de febrero –el mismo día que vence el último plazo para que los acreedores digan si aceptan la prórroga del cobro del capital del BP21- Guzmán será parte de un encuentro sobre economía en el Vaticano, en el que también participará Kristalina Georgieva, la jefa del FMI.

Movimientos
El gobierno bonaerense debería comenzar a depositar los US$ 27 millones, correspondientes a los intereses del BP21, hoy mismo. En La Plata especulan con que ello será visto como una demostración de la voluntad de pago que ya fue verbalizada por Kicillof a lo largo de los últimos 15 días, aunque haya habido cuestionamientos a esa voluntad por parte de algunos bonistas para los cuales el pago de US$ 250 millones no puede ser un problema frente a una deuda de más de US$ 100 mil millones de bonos emitidos con legislación en el exterior -como el BP21- a renegociar.

Una de las personas que podría cruzarse con Guzmán en Nueva York es Marcelo Delmar, directivo de la consultora Mens Sana, y abocado desde el año pasado a aglutinar a los acredores de la provincia de Buenos Aires. Delmar viajó hace 10 días a Nueva York para contactar a esos acreedores.

Mens Sana divulgó la carta dos semanas atrás en la que aseguraba querer negociar "de buena fe" y se quejaban del poco plazo otorgado por la provincia para aceptar o rechazar la propuesta. Este punto estaría saldado con el estiramiento del tiempo de decisión hasta el 5 de febrero. El otro reclamo, la falta de un plan oficial para hacer frente a futuros pagos de la deuda quedará para más adelante.
"Ese esquema es el mismo que plantea la Nación: el acuerdo de la deuda es previo a la elaboración de un plan económico. Es extraño porque los bonistas plantean lo contrario, primero el plan y luego la reestructuración", señaló a Tiempo un operador que asegura conocer el pensamiento de los acreedores del exterior.

En cambio, el economista Rodrigo Álvarez consideró que "la estrategia de la provincia está bien encaminada, lógica, desde el punto de vista de posponer pagos y comprar tiempo ya que primero tiene que esperar a que reestructure Nación, para luego salir a colocar deuda en mejores condiciones, a tasas más bajas".
Otro que se mueve en el mismo sentido que Delmar es el abogado Dennis Hranitzky, un ex colaborador de Paul Singer durante el juicio del fondo buitre Elliott contra la Argentina, quien juntó a unos 20 fondos de inversión con títulos de deuda de los canjes de 2005 y 2010, según consignó la agencia Bloomberg.

Sin quita
La propuesta bonaerense cuenta con guiños favorables en otros ámbitos. Por caso, en el ambiente financiero se comenta la posición adoptada por las calificadoras de riesgo, para las cuales aun no hay motivo para bajar el nivel de la deuda bonaerense.

Por caso, Moody´s tiene en revisión negativa a la deuda bonaerense desde septiembre pasado, cuando emitió un duro documento que golpeó a la entonces gobernadora María Eugenia Vidal. En aquel momento, Moody's señaló que "la provincia de Buenos Aires afronta desafíos importantes para lo que resta de 2019 y 2020 debido a su elevada exposición a la deuda en moneda extranjera, un perfil de vencimientos desafiante y una base económica debilitada".

En ese contexto, la calificadora consideró que "las calificaciones de la Provincia de Buenos Aires (Caa2, bajo revisión para bajar de categoría) no se ven afectadas por el anuncio de la Provincia".
La posición de la calificadora sugiere que puede haber un final positivo para el pedido de postergación del pago del capital aun sin haber presentado ningún programa económico que le dé a los acreedores certezas de pago a futuro.

Mientras Guzmán verá en Nueva York a algunos inversores, el ministro de Economía de Buenos Aires, Pablo López, mantiene contactos desde La Plata. "Él está hablando con los acreedores, con los dueños de los bonos", dijo Kicillof.

El pago de un vencimiento de un bono bonaerense por US$ 250 millones se convirtió, así, en la primera batalla por la renegociación de la deuda. El resultado aun no está cantado. «

Guiño de EE UU con las tarifa

El gobierno de Donald Trump anunció ayer que excluyó a la Argentina de una extensión de las tarifas al acero y el aluminio.
Las nuevas tarifas, de entre el 10 y el 25%, aplicará a las importaciones de clavos, grapas, cables eléctricos y algunas piezas que forman parte de automóviles y tractores, entre otros productos.
Argentina, Australia, Canadá y México quedaron exentos de los aranceles adicionales de aluminio. En cuanto a las tarifas de acero, se permitieron exenciones para Brasil, Argentina, Canadá, Australia, México y Corea del Sur.

Cabe recordar que a pesar de la amenaza de Trump efectuada a fines del año pasado, aun no se aplican aranceles a las importaciones de acero argentino.
Hace dos años, la administración Trump impuso tarifas a las importaciones de acero y aluminio por razones de "seguridad nacional".




En el Blog del FMI, Kristalina Georgieva escribe: “En la última década, la desigualdad se ha convertido en uno de los problemas más complejos y desconcertantes de la economía mundial.”[FMI. El Blog del Fondo. “Reducir la desigualdad para generar oportunidades” del 07/01/2020, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=12536 (consultado el 19/01/2020)]
Resulta interesante que la Jefa del organismo mundial aluda al “desconcierto”, cuando uno de los “best sellers” de la literatura económica contemporánea remite precisamente al asunto tras considerar 150 años de capitalismo. Aludo al francés Thomas Piketty y su “Capital del Siglo XXI” del 2013 y más recientemente “Capital e Ideología” de 2019, que más allá de consideraciones teóricas aborda innumerables datos sobre la desigualdad construida históricamente bajo el capitalismo.

La titular del FMI, entre las políticas propuestas para superar la desigualdad, sugiere concentrarse en tres aspectos.
El primero remite a una “tributación progresiva”, que podríamos definir en el sentido de que tributen los que más tienen, los que más acumulan; a contramano de la lógica liberalizadora hegemónica de los sistemas tributarios de los últimos años, especialmente en EEUU. ¿Qué piensa al respecto el socio mayoritario del FMI? Con Trump bajaron los impuestos a la renta y los beneficios, especialmente del sector más concentrado. Existe una fuerte presión de la corriente principal de política económica por bajar impuestos con la lógica de mejorar las perspectivas de inversión, declinante en la coyuntura de la economía mundial. ¿Un nuevo rumbo del FMI? No lo parece, pero en el discurso sugiere empatía con neo-desarrollistas, entre ellos los Nobel Joseph Stiglitz (2001) o Paul Krugman (2008) y por cierto con el Jefe del Vaticano, el Papa Francisco.



Sostiene en segundo lugar la necesidad de apuntalar el “gasto social”, lo que podría leerse a contramano de las políticas de “ajuste” incluidas en sus históricas recomendaciones de política económica. Especial atención les dedica a los rubros de salud y educación, en lo que podría inferirse una extensión al “derecho a la educación o a la salud”, que poco tiene que ver con la realidad de los acuerdos de préstamos realizados, entre ellos el suscripto por la Argentina en 2018 que busca achicar el gasto público social.

Finalmente, sustenta en tercer lugar “reformas de la estructura de la economía podrían respaldar aún más la lucha contra la desigualdad al reducir los costos de ajuste, minimizar las disparidades regionales y preparar a los trabajadores para que cubran el creciente número de plazas de trabajo en el sector verde”, lo que suena a “promoción de la ecología”, y en rigor es la forma diplomática para sugerir las reaccionarias reformas laborales y previsionales, condición esencial en el préstamo por 57.000 millones de dólares a la Argentina, de los cuales se liquidaron poco más de 44.000 millones y que ahora se negocian sus vencimientos.

Diez días después vuelve la Georgieva sobre el tema de la “desigualdad” y lo hace en su primer discurso del 2020 difundido en el sitio del FMI.[FMI. El sector financiero en la década de 2020: construyendo un sistema más inclusivo en la nueva década Por Kristalina Georgieva, Directora Gerente, Instituto Peterson para la Economía Internacional del FMI , Washington, DC,17 de enero de 2020, en: https://www.imf.org/en/News/Articles/2020/01/17/sp01172019-the-financial-sector-in-the-2020s (consultado el 19/01/2019)] Allí señala “Si tuviera que identificar un tema al comienzo de la nueva década, aumentaría la incertidumbre” y para ejemplificar destaca “los incendios forestales en Australia, asociados al cambio climático”; el “conflicto en Medio Oriente” y el acuerdo para “sanar las fracturas” de la guerra comercial entre EEUU y China. Claro que nada se deduce en el discurso de la titular del Fondo que el problema no es el clima, sino el modelo productivo capitalista que destruye la Naturaleza y la vida; la unilateralidad de la política exterior de EEUU que actúa militarmente y con sanciones donde quiera sin ninguna capacidad del sistema mundial para frenarlo; y mucho menos que lo que está en juego es la hegemonía del poder capitalista global, que se dirime en lo fenoménico como guerra comercial.

Sostiene Kristalina que es “un motor particular de incertidumbre: la desigualdad”. En este sentido destaca que, junto a lo fiscal, importa el sector financiero y se concentra en el tema para aportar soluciones a la deriva actual de la economía mundial. Lo hace remitiendo el análisis a un siglo atrás. Recuerda el auge de la década del 20 del Siglo pasado, antesala del crack del 30, intentando reflexionar en esta década del 20, que anuncia una recidiva de la crisis estadounidense del 2001 y su efecto en los créditos tóxicos que derivaron en la situación del 2007-2009, con gran recesión, de la que aún no despega el sistema mundial. Agrega la funcionaria que a diferencia con lo acontecido hace un siglo, ahora sumamos el problema del “cambio climático”.

Resulta curioso que apunte a las cuestiones financieras para atender los problemas de la incertidumbre derivada de la desigualdad, que dice “Puede alimentar el populismo y la agitación política”. Queda claro que al FMI le preocupa el estado de rebelión en Francia, en Chile o Colombia, por destacar los más visibles en estos días; o la tendencia creciente a cuestionar el discurso hegemónico “liberalizador” sustentado por los denominados neoliberales.
Previo a ello señala que “En el Reino Unido, por ejemplo, el 10 por ciento superior ahora controla casi tanta riqueza como el 50 por ciento inferior. Esta situación se refleja en gran parte de la OCDE, donde la desigualdad de ingresos y riqueza ha alcanzado o está cerca de niveles récord.”

Es evidente el tema de la desigualdad, que se verifica en el sistema mundial entre países, pero también al interior de cada país y que trasciende la cuestión del ingreso y la riqueza para abarcar los problemas de la discriminación por género, diversidad y diferencias; el racismo y la discriminación hacia pueblos originarios, entre muchos mecanismos de desigualdad política y social en la vida cotidiana de los pueblos.

¿Qué esperar del FMI?
El FMI se construyó en 1944 como buque insignia del orden mundial emergente al final de la segunda guerra mundial. La hegemonía en su seno estuvo siempre en cabeza de EEUU, único socio con capacidad de veto por imperio de las cuotas, el 16,5%, cuando se requiere el 85% de los votos para asegurar una decisión. Sin EEUU es imposible resolver algo en el FMI.

Los prestamos actuales del FMI se orientan a países dependientes con problemas, entre ellos Argentina, Grecia o Egipto. No aparecen en la agenda de “asistencia financiera” ni EEUU ni China y menos interviene en la disputa comercial, tecnológica o de comunicaciones entre ellos; menos Europa o Japón. El FMI reconoce que la desaceleración de la economía mundial radica principalmente en la baja performance de EEUU, Europa y Japón; que no es mayor, como reconocen, por el crecimiento de los “emergentes”, entre ellos China y la India.

La cartera concentrada del FMI define que sus tareas no son hoy el sistema mundial, sino la de generar las condiciones de sustentabilidad de la política demandada por el capital transnacional y los principales Estados del capitalismo mundial.
Hace unos años, la atención del mundo estuvo concentrada en el “salvataje” de Grecia con la asistencia del Fondo, que solo sirvió para deteriorar las condiciones de vida de las trabajadoras y los trabajadores. Lo mismo acontece con la Argentina, con el agravante que la asistencia financiera en este caso se hizo para perpetuar en el gobierno una política amigable a las transnacionales y a la política exterior estadounidense, especialmente en la región nuestramericana. La responsable del préstamo hoy dirige el Banco Central Europeo, la francesa Christine Lagarde y la nueva titular del FMI emite mensajes negociadores para con la Argentina, porque sabe que si endurece su posición puede inducir “populismo y agitación política”, que mejor traducido es “resistencia a las políticas del poder concentrado del capitalismo contemporáneo”.

Quizá valga la pena alimentar el temor que tiene el poder a la “agitación”, como vemos en la represión chilena, colombiana, ecuatoriana, haitiana, francesa y en cualquier territorio en que los pueblos explicitan su descontento con el efecto desigualdad, sí, pero también con las políticas depredadoras, como el fracking y que el pueblo mendocino puso en su lugar, o las luchas francesas que congelaron, por ahora, la reaccionaria reforma previsional de Macron. En Argentina existió una postergación de la protesta ante el privilegio del acontecimiento electoral, con expectativas de desandar la política anti popular de Macri. Esas expectativas tienen plazo, más aún con una inflación del 2019 del 53,8% y con arrastre sobre el 2020, lo que impacta en la capacidad de satisfacer necesidades de la mayoría empobrecida de la población. La pérdida de ingresos populares puede disparar la conflictividad ante ausencia de soluciones perentorias.

Para el caso argentino puede entenderse la negociación con los acreedores o el FMI, como forma de ganar tiempo, pero mientras deben suspenderse los pagos de la deuda, investigarla y utilizar esos recursos para un programa sin condicionamientos. Qué habrá boicot del poder económico está descontado, pero las condiciones actuales de la economía mundial no aseguran un tiempo de prosperidad, ni inmediata ni mediata. El horizonte es de incertidumbre y de desorden, con beligerancia del poder mundial, que se verifica en la unilateralidad del accionar estadounidense en materia militar o en sanciones económicas, en cualquier territorio del sistema mundial.

Al discurso del FMI no se le puede pedir una crítica al capitalismo, y mucho menos al mandamás estadounidense; pero para pensar los problemas de los pueblos se requiere ir a fondo en contra y más allá del orden del capital, en actuar y construir la transición del capitalismo hacia otra sociedad, que definimos en el socialismo aún con las experiencias fallidas en su nombre, que claro, han tenido al poder en toda su dimensión para obstaculizarlo, tal como ocurre en el presente con cualquier formulación de rumbo anti capitalista.


Entre limites extranjeros y restricciones externas, el país se ve condicionado desde fuera y desde dentro por los mismos que contrajeron deuda y la fugaron a sus casas matrices. Socios extranjeros o cuentas personales o corporativas que intentan sostener ganancias especulativas o intereses suculentos del resultado de la explotación de recursos argentinos y de trabajo argentino que ve así como aquello que debería ser recursos para el mejor vivir de los compatriotas, solo ayuda a concentrar y beneficiar a pequeños grupos que, con o sin pasaporte nacional, no piensan mas que en sus beneficios corporativos o sus privilegios de élite.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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