Lunes
27 de enero de 2020
Algunos
economistas de lo que en términos generales se denomina, en sentido
amplio, el campo “nacional-popular”, por oposición a la
ortodoxia neoliberal que se enseña en las carreras de grado de la
mayoría de las universidades, señalan en las charlas informales una
presunta “tibieza” del gobierno para volver a poner en marcha la
economía.
El
debate empieza por la política y desemboca en la cuestión fiscal.
El argumento político es el más conocido. Repite la idea del giro
“hacia el centro” implícito en la renuncia de CFK a la
candidatura presidencial y la elección del moderado Alberto
Fernández.
No
es un argumento nuevo y es fácil concluir que la elección fue una
adaptación a las relaciones de poder realmente existentes. Fue
también la fórmula política que encontró el kirchnerismo, la rama
mayoritaria del peronismo, para reunificar al movimiento e intentar
romper la polarización extrema alentada por el macrismo durante
cuatro años.
Hoy
es un hecho consumado que la jugada fue un éxito. También que el
gabinete de Alberto Fernández, quizá con la excepción fuerte de
Economía, es la contracara del de Mauricio Macri, un giro de 180
grados en casi todas las políticas. En esta línea son un dato en sí
mismo los nombramientos en la vicepresidencia y el directorio del
Banco Central de economistas notablemente comprometidos con el
desarrollo, otro giro copernicano respecto de las tradicionales
elecciones de profesionales patrocinados por el mundo de las
finanzas.
Las
señales alentadoras abundan. Existen los sapos, imposible negarlo.
Es el costo de la unidad en la diversidad. Decepciona que se hayan
colado en la administración pública muchos personajes que
coquetearon con el macrismo o que entre 2016 y 2019 mostraron un
comportamiento por lo menos ambiguo. Sin embargo, también reconforta
ver ocupando los espacios de mayor relevancia del nuevo gobierno a
una abrumadora mayoría de figuras que lucharon contra el régimen
precedente, de reconocido compromiso ideológico con el campo
nacional-popular y con dilatada experiencia en el sector público.
Hace tan sólo un año el actual gabinete era inimaginable.
El
debate fiscal es menos conocido. Hay cuestiones que en el marco de la
disputa electoral eran difíciles de plantear. Por ejemplo, la
propuesta económica presentada por el actual gobierno enfatizaba
demasiados axiomas de la ortodoxia, entre ellos los míticos
superávits gemelos.
La
macroeconomía no es como la contabilidad privada, déficits y
superávits, internos y externos, presupuestarios y de la cuenta
corriente del balance de pagos, antes que objetivos en sí mismos son
el resultado de otros procesos económicos.
Por
ejemplo, el superávit fiscal suele ser históricamente un resultado
de la expansión del Producto antes que del aumento de las alícuotas
impositivas. Nunca lo es, en cambio, de la reducción del gasto, que
al hacer caer la demanda, hace caer la economía y con ella la
recaudación.
Otro
ejemplo, hoy existe superávit comercial y es posible que se mantenga
durante todo 2020, pero no se trata de un proceso virtuoso de
sustitución de importaciones y aumento de las exportaciones, sino
principalmente del efecto de la caída de las importaciones como
consecuencia de la recesión económica.
De
lo expuesto se deduce que el proceso real que provoca los déficits o
superávits se relaciona fundamentalmente con la evolución del PIB,
a su vez el verdadero objetivo de la buena política macroeconómica.
El PIB crece si el Estado es capaz de cumplir con su tarea de
movilizar los recursos sociales. No se crece bajando impuestos ni
teniendo, en general, “políticas amistosas con los mercados”,
sino creando demanda.
El
Estado crea demanda directamente cuando gasta o cuando indirectamente
induce al sector privado a gastar. También las exportaciones crean
demanda, pero su volumen por el lado de la oferta sólo puede variar
en el mediano plazo y es, a la vez, dependiente de la demanda
mundial. Lo que el Estado sí puede movilizar en forma instantánea y
a voluntad es el Gasto y la Inversión Pública más el consumo
privado, del que a la vez depende la inversión privada.
El
debate “heterodoxo” del presente sostiene que la inyección de
fondos por abajo cobrando más impuestos por arriba, si bien avanza
en la dirección correcta, no tendría la fuerza suficiente como para
que en 2020 se consiga salir de la recesión poniendo en marcha todos
los recursos de capital y trabajo actualmente ociosos. No se trata de
ninguna novedad teórica, de las recesiones se sale gastando lo
suficiente, lo que pone en marcha el efecto multiplicador sobre el
conjunto de la actividad. Sin embargo, el impacto en la demanda
agregada de los nuevos gastos se encontraría por ahora muy por
debajo del nivel necesario para que la economía se recupere en 2020.
En
este punto entra otro concepto clave: los “grados de libertad”
para hacer política económica. La herencia macrista no fue sólo la
profunda recesión, con destrucción de activos, sino algo mucho
peor, el megaendeudamiento y su contrapartida de salida de
capitales.
El
volumen de los pasivos públicos en divisas y la necesidad inevitable
de refinanciarlos constituye la principal restricción a los grados
de libertad de la política económica. Supóngase que el Ministerio
de Economía no creyese en el fiscalismo que declama, que se tratase
sólo de un posicionamiento discursivo para satisfacer las demandas
del FMI cuya voluntad podría ser clave en una renegociación no
traumática de la deuda. En consecuencia podría decidir políticas
monetarias y fiscales expansivas hasta los niveles realmente
necesarios para salir de la recesión. Pero entonces, el problema
sería que el crecimiento resultante pondría en marcha primero la
puja distributiva por el nivel de los precios básicos de la economía
y, en paralelo, también provocaría que las importaciones crezcan
más rápido que las exportaciones y la economía se quede sin
dólares. El resultado sería un parate de la actividad en un nuevo
contexto de inestabilidad macroeconómica. De lo expuesto surge que
todo el programa económico se encuentra inevitablemente supeditado a
la renegociación de la megadeuda macrista, es decir a los dólares
disponibles en el corto plazo.
La
velocidad de la expansión del PIB depende de la disponibilidad de
divisas.
Para
el ínterin, sin embargo, existen alternativas. Así como en
determinado momento los gobiernos kirchneristas se dieron cuenta de
la necesidad de recuperar los fondos previsionales o el control
estratégico del sector hidrocarburífero, hoy ayudaría recuperar el
control de todos los precios básicos de la economía, en particular
los precios de las tarifas y combustibles, un proceso inseparable de
la recuperación de la propiedad estatal de todas las empresas
proveedoras de servicios públicos.
En
otras palabras, revertir los cambios estructurales promovidos por el
Consenso de Washington y consolidados a partir de los años 90. De
nuevo, si el objetivo es desarrollar la economía, controlar los
precios básicos, potencia los grados de libertad o autonomía de la
política económica.
Argentina
se caracterizó históricamente por ser un país con altos niveles
inflacionarios, lo cual repercute en el precio de los alimentos.
Éste
se conforma mediante su cadena de valor, que es un conjunto de
eslabones que representan los procesos que permiten la llegada del
alimento al consumidor final. La presente revisión bibliográfica
tiene como objetivo estudiar las cadenas productivas de los
principales grupos de alimentos con demanda inelástica (La demanda
inelástica se define cuando la elasticidad precio es menor a 1, es
decir, la variación en la cantidad demandada es menor a la variación
en el precio.) consumidos por la población argentina, como carnes,
trigo y sus derivados, hortalizas, frutas, leche y huevo para así
poder determinar aquellos factores que inciden en su precio final.
El
precio de un alimento se conforma mediante su cadena de valor, que es
un conjunto de eslabones que representan los procesos que permiten, a
partir de la producción de materia prima y su posterior
transformación en productos alimenticios concretos, llegar al
consumidor final. Resulta fundamental comprender el funcionamiento de
estas cadenas en nuestro país y cómo se forman los precios ya que,
la manera en que se producen, industrializan, distribuyen y
comercializan los alimentos tienen influencia directa en las
prácticas cotidianas de consumo de la población y son un
determinante fundamental en el acceso de la seguridad alimentaria de
la sociedad.
Se
identificaron los factores que influyen por igual en las cadenas
alimentarias analizadas y los que son particulares de alguna de
ellas.
Fue
posible determinar que los mayores costos se registran en el eslabón
primario, pero debido al poder de negociación y concentración que
poseen las grandes industrias, son las que en gran parte determinan
el precio de estos alimentos, acompañados por el sector de
comercialización que percibe el poder adquisitivo de los compradores
y define el precio final. Se analizaron las distintas políticas
sobre regulación de precios existentes, con énfasis en las
implementadas en las cadenas más relevantes, considerándose de
importancia por el rol del Estado como garante del acceso
alimentario.
Según
el índice de precios mensual, publicado en junio del 2017 por la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
Alimentación (FAO) para América Latina y el Caribe, la mayor tasa
inflacionaria de América Latina fue para Argentina con un 1,2% de
incremento mensual. Por otro lado, los aumentos salariales no siguen
la tasa inflacionaria, esto afecta el poder adquisitivo de la
población influyendo directamente en la elección de los alimentos a
la hora de comprarlos, modificando así los hábitos alimentarios de
la población en general.
Resulta
significativo analizarlas cadenas productivas de los principales
grupos de alimentos con demanda inelástica4consumidos por la
población Argentina:carnes, trigo y sus derivados,
hortalizas,frutas, leche y huevo para poder determinar aquellos
factores que influyen en el precio final de los mismos y que
condicionan la seguridad alimentaria y nutricional de la población
Argentina.
FORMACIÓN
DE PRECIOS
Harina
de trigo y sus derivados (pan y fideos)
En
la cadena de valor del trigo, el 78% del valor agregado se origina en
la etapa de producción primaria; en tanto, las etapas de logística,
comercialización y la primera transformación industrial producen,
respectivamente, el10% y 12% del valor agregado restante. Los
principales factores que influyen en la producción primaria son los
productos fito sanitarios, fertilizantes, semillas y la propia
tierra.
Pero
también el sector de contratistas que permite la innovación
tecnológica a través de la utilización de un capital fijo en
maquinaria y servicios profesionales y técnicos.
En
cuanto al transporte, el valor del flete tiene influencia directa en
los costos de producción y comercialización.
En
nuestro país para mercado interno, el de mayor utilización es el
camión con un 84% afectando negativamente, debido a los altos costos
en mantenimiento, reparación y combustible de los camiones. Cuando
las condiciones climáticas son desfavorables y baja la producción
de trigo, se produce un desabastecimiento de los molinos, aumenta el
precio de la harina y por ende de sus principales productos
industriales, el pan y los fideos. Según el INDEC, el precio de la
harina aumentó 111,70% entre enero y julio del 2018. Esto repercutió
en el precio del pan, que en este periodo aumentó 40,69% afectado
también por las subas del gas y la electricidad, y en el precio de
los fideos que subieron 51,92% las pastas secas y 34,60% las pastas
frescas.
A
finales de agosto de 2018 la bolsa de 50kg de harina costaba $600,
mientras que en la primer semana de septiembre pasó a costar entre
$900 y $1000, razón por la cual hubo un incremento abrupto de 10-15%
de una semana a otra en el precio del pan y los fideos. Debido a la
especulación financiera, los industriales de la panificación
describen la retención del producto por parte de acopiadores e
industria molinera a la espera de una suba en el dólar, esto afecta
a los precios de la materia prima repercutiendo sobre los de sus
derivados.
Leche
El
producto que se utiliza para el análisis de formación de precios
del mercado interno es leche entera fortificada de primera
marcacomercializada en sachet de litro.Los costos de producción
están representados principalmente por la alimentación del
ganado(51%)y la mano de obra(22%),luego le sigue la reposición de
las vaquillonas. Dada la importancia que tiene la alimentación en
el costo de producción, podría decirse que las variaciones en el
precio del maíz (grano más consumido en la cría del ganado), se
ven reflejadas en el precio del litro de leche cruda, sin embargo
siempre fue el sector industrial el que conforma el precio de compra
y determina cómo debe ser la calidad de la misma.
Para
junio de 2016, el precio pagado al productor por litro de leche cruda
alcanzó los $4,10. A este precio los tamberos no lograban cubrir su
estructura de costos, ya que comercializaban a un valor inferior al
de sus costos productivos totales.
A
nivel industrial, el mayor componente de la formación de precios es
la compra de leche cruda a los productores primarios (40,5%), en
segundo lugar los gastos de fletes (17,4%) y en tercer lugar, la mano
de obra (15,6%).
Debido
a que el sector primario es desconcentrado numérica y
territorialmente, existenfuertes asimetrías de poder ynegociación
con la industria.Ésta última es la que establece los mecanismos de
fijación de precios pagados al productor, estándares de producción
y plazos de pagos.Contribuye con esta situación el hecho de que el
producto inicial sea altamente perecedero, que la producción
primaria requiera de largos períodos de inversión, altos costos de
salida y poca flexibilidad de los parámetros básicos de la leche
producida (contenido de grasa y proteínas) generando mayor
desigualdad entre distintos productores.
Esta
asimetría de poder es aún más relevante ante la caída de la
demanda interna y/o externa o ante aumentos en los derechos de
exportación, ya que en estas situaciones la industria transfiere los
costos del ajuste a los productores a través de menores precios,
mayores plazos de pagos y traslado de costos fijos. En cambio, en la
situación inversa, la industria al querer aprovisionarse de la mayor
cantidad de leche posible para poder generar mayores ingresos en
vista de la mayor demanda o menores costos de exportación, genera
negociaciones individuales con los productores provocando una notable
dispersión de precios. En junio de 2016 el costo de compra en los
supermercados representaba el 74% del precio al consumidor (sin IVA).
La
comercialización es también un eslabón concentrado de la cadena
productiva, ya que aproximadamente un 50% de los puntos de venta
están constituidos por un número reducido de grandes cadenas de
supermercados. Éstas, establecen las condiciones de transacción,
plazos y formas de pago,ysegún las posiciones en góndola fijan
diferenciales. El
resto se comercializa en canales minoristas como pequeños
supermercados y almacenes, donde la industria tiene un mayor poder de
negociación para fijar condiciones e incluso sugieren el precio de
venta al público. Para estos comercios el precio de compra es más
elevado con respecto a los grandes supermercados y los impuestos
tienen una mayor incidencia sobre ellos. Sin embargo, tienen un
cierto margen de ganancia ya que el precio de venta suele ser
aproximadamente un 10% mayor que en los supermercados y en general no
presentan costos laborales, ya que la mayoría de estos comercios son
atendidos por sus propios dueños.
En
conclusión, al analizar los eslabones de la cadena productiva
láctea, se puede apreciar que el sector industrial es el que tiene
mayor participación en la formación de precios (44%), luego el
sector primario (30%) y por último el sector comercial (26%), de
esta manera, el precio de la leche se multiplica por más de cuatro
desde el tambo a la góndola.
Existen
factores en la formación del precio de los alimentos, que atraviesan
por igual a todas las cadenas, dentro de ellos se encuentran
transporte, impuestos, servicios y cargas sociales. En cambio hay
otros que afectan con más fuerza a algunas de ellas. Tanto en la
cadena del trigo como en la de frutas y hortalizas el factor de mayor
relevancia para la formación del precio es el paquete tecnológico,
el cual representa un costo fijo.
Por
otro lado las fluctuaciones en las condiciones climáticas pueden
afectar su disponibilidad y por ende el abastecimiento interno,
provocando así el aumento de los precios ante la misma demanda y una
menor oferta. A nivel de los molinos harineros se produce la
especulación con respecto al valor del dólar, provocando que cuando
este se encuentre en alza se retenga el producto para poder venderlo
a un precio mayor afectando así el valor de la materia prima y por
ende el de sus derivados (pan y fideos).
En
cuanto a las hortalizas y frutas, los consignatarios fijan el precio
de venta en los mercados concentradores y la variación que existe a
nivel minorista se debe al margen que agregan los comerciantes para
solventar la pérdida por descomposición.
En
las cadenas de carnes, leche y huevo el costo del maíz y soja
utilizado como alimento balanceado tiene un peso elevado dentro de la
producción primaria debido a que el mismo se rige con el valor del
dólar.
Todos
estos factores afectan al precio final, pero es en mayor medida la
comercialización el gran formador de precios en las cadenas de
carnes, huevo, frutas y hortalizas, siendo menos importante en la
cadena láctea donde tienen mayor peso la industria y el alimento del
ganado, y en la cadena de trigo y sus derivados donde influyen
marcadamente el costo del paquete tecnológico y los intermediarios
(acopiadores e industria molinera).
El
primer eslabón de las cadenas productivas se encuentra desintegrado,
presentando además altos costos de producción. Las ganancias de los
pequeños y medianos productores no son elevadas e incluso pueden no
cubrir su estructura de costos. A pesar de ser un eslabón atomizado,
gran parte de la producción se concentra en pocos productores que
generalmente trabajan a gran escala, los cuales están mejor
posicionados para negociar con el sector industrialque se encuentra
concentrado para todas las cadenas productivas. Es por esto que los
grandes formadores de precio y los que perciben mayores ganancias son
por un lado el sector industrial por su poder de negociación con los
productores y con la comercialización, y por el otro el comercio ya
que es el que percibe el poder de compra de la población y al no
poseer regulación alguna por parte del Estado es el que pone el
precio final al alimento. Es importante entonces, que las políticas
públicas estén orientadas a garantizar la Seguridad Alimentaria y
el Derecho a la Alimentación, para ello deberá asegurarse que la
población cuente con acceso económico para abastecerse de alimentos
de primera necesidad. Se debe hacer hincapié en las etapas de la
cadena en donde se registran los mayores costos que luego resultan en
un incremento en el precio final del alimento. Las políticas
públicas que existen actualmente si bien en parte están orientadas
en este sentido, los resultados parecerían no ser los esperados. Se
evidencia la necesidad de un rol activo por parte del Estado como
principal regulador de precios en las cadenas productivas analizadas.
A
nivel del eslabón primario: la reincorporación del subsidio a los
cereales destinados a alimentación animal, ya que se vio que durante
el periodo en el que estaba activo se mantuvieron los precios. El
subsidio a pequeños productores, para que puedan afrontar la suba de
los costos de producción (insumos y servicios), incorporar
tecnología y así volverse más competitivos antelos grandes
productores.
En
cuanto al transporte, garantizar la implementación del “Plan
Belgrano Norte” incorporando como uno de sus objetivos el disminuir
el costo de transportar materia prima, a su vez replicarlo en otras
zonas del país. Respecto a las cargas impositivas la reducción
progresiva del IVA para los alimentos analizados hasta retirar la
alícuota completamente, ya que éstos son la base para garantizar la
seguridad alimentaria y nutricional de la población. En la etapa de
comercialización, el Programa Precios cuidados debería incluir a
las carnicerías, panaderías y verdulerías de barrio e incrementar
la oferta de los alimentos objeto de análisis. Los alimentos
analizados no poseen bienes sustitutivos más económicos, son de
demanda inelástica, por lo que es importante un Estado que regule
la formación de precios de los mismos para garantizar el acceso
económico y de esta manera el Derecho a la alimentación.
(
FORMACIÓN DE PRECIOS EN LAS CADENAS AGROALIMENTARIAS DE
ARGENTINABERTOLUCCI, Candela; BONGIOVANNI, Marilina; PALUCCI,
Florencia; TISSERA, Nontué; VERA, Noelia; LÓPEZ BARROS, María del
Carmen.Universidad de Buenos Aires, Facultad de Medicina, Escuela de
Nutrición, Buenos Aires, Argentina.
RNI
Revista Nutrición Investiga – Escuela de Nutrición de la
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Las
mal llamadas retenciones, cuyo nombre correcto es Derechos de
Exportación, son consideradas como “un mal necesario y
transitorio”, cuando no como un impuesto distorsivo, que se debería
abandonar en cuanto la economía alcance una “normalidad” que,
por supuesto, refiere a las economías de los países centrales del
capitalismo moderno. En el peor de los casos son consideradas como
una exacción injustificada a quienes generan mayor riqueza, para
sostener a otros sectores productivos ineficientes con fines sociales
apañados por la demagogia populista.
Se
debe entender por qué las retenciones en Argentina no son un recurso
fiscal extraordinario y transitorio, sino un instrumento fundamental
de política económica para equilibrar las consecuencias de la
estructura productiva desequilibrada (EPD) que tiene la economía
local, gracias a la bendición divina de sus riquezas naturales y al
desarrollo tardío de su aparato industrial, derivado de la “ingenua”
inserción en la división internacional del trabajo a partir del
siglo XIX.
Intentar esta explicación no es
posible sin referir a Marcelo Diamand, el único “economista”
argentino -en realidad ingeniero- que tuvo una idea original, en el
sentido de no copiada ni desarrollada a partir de las de algún otro
economista anterior. Todos los demás economistas argentinos nos
hemos pasado repitiendo o dando vueltas alrededor de las ideas de
otros, en la mayoría de los casos referidas a otras realidades,
cuando no a meras elucubraciones intelectuales sin fundamento real.
Todo lo que sigue entonces no es
más que una interpretación del desarrollo teórico original de
Marcelo Diamand sobre las EPD, para explicar por qué en el país las
retenciones no son transitorias ni un mal necesario, sino uno de los
instrumentos básicos para que se pueda generar pleno empleo y un
crecimiento sustentable a largo plazo.
EPD
Lo primero que hay que entender
son las características de una EPD y el origen de las diferencias de
productividad entre los distintos sectores productivos. Para
simplificar el análisis, la referencia serán dos de ellos de manera
estereotipada: la agricultura “pampeana” y la industria en
general.
El primer postulado básico es
que, en igualdad de condiciones en cuanto a desarrollo tecnológico
actualizado, la agricultura pampeana siempre va a tener un nivel de
productividad promedio mayor que la industria -entendiendo por
productividad la cantidad de producto obtenible por unidad de factor
de producción utilizado-, gracias a la extraordinaria dotación de
factores naturales que dispone el país en cuanto a extensión y
fertilidad del suelo y el clima templado.
Hace algunas décadas cierto
pensamiento desarrollista suponía que esa diferencia intersectorial
de productividades se iría achicando, hasta desaparecer, a medida
que la industria fuera incorporando y desarrollando avances
tecnológicos que equipararían su productividad con la de los países
centrales.
Pero esa esperanza no tomaba en
cuenta que el sector agrario también incorporaría innovaciones
técnicas modernas, tanto en los métodos de cultivo como en la
incorporación de maquinaria y en la subcontratación de procesos,
que la llevarían a un esquema más capitalista de producción y
rindes mucho más elevados por hectárea. Entonces, si la innovación
tecnológica beneficia a ambos sectores, siempre va a subsistir la
diferencia a favor de la agricultura por la gracia divina de la
naturaleza.
La segunda característica a
tener en cuenta es que la actividad agropecuaria argentina produce en
alimentos el equivalente calórico para abastecer directa o
indirectamente a alrededor de 400 millones de personas, esto tomando
en cuenta tanto la producción de alimentos para consumo humano como
para consumo animal, que se transformará también en alimentación
humana.
Esto implica que el mercado
principal de la producción agraria argentina es el internacional y
que el mercado interno es apenas accesorio para esta producción.
Llevando esto al extremo se podría decir que, si por algún motivo,
el mercado interno no demandara alimentos, la producción agraria se
colocaría prácticamente toda en el exterior y, por eso, las
condiciones de precios son en estos productos los que fija el mercado
internacional.
La tercera cuestión a tener en
cuenta es que, aun cuando produce alimentos por el equivalente
calórico para atender a 400 millones de personas, el sector
agropecuario argentino no puede brindarle en forma directa o
indirecta oportunidades de empleo a los casi 20 millones de personas
que integran la población urbana económicamente activa. Para eso es
imprescindible que se desarrollen las industria y los servicios que,
además de proveer productos elaborados con más valor agregado, son
los sectores que están en condiciones de generar no sólo esos
empleos sino también los ingresos de quienes los consumirán.
Tipo de cambio
Pero si la industria y los
servicios cumplieran sólo la función de generar el empleo y los
ingresos para la población urbana nos enfrentaríamos, como sucede
habitualmente, con el problema de que hace falta importar los
insumos, los bienes de capital y los productos finales que no se
producen en el país, porque la escala del mercado no da para
producir de todo con eficiencia y productividad internacional.
A medida que la economía crece
esa necesidad es mayor, a lo que se le suma el deseo de la gente con
poder adquisitivo de viajar al exterior, todo lo cual lleva a las
recurrentes crisis externas por falta de divisas suficientes.
Por eso, es imprescindible que la
industria, además de generar empleo e ingresos, también genere
divisas exportando y no dependiendo sólo de las que produzca la
actividad agropecuaria. Y ahí aparece la cuestión del tipo de
cambio y las retenciones.
Por su mayor productividad
relativa, el sector agrario está, en general, en condiciones de
exportar su producción de manera rentable con un valor del dólar
más bajo que el que necesita la industria para poder hacerlo. En
ambos casos, el que determina el precio de los productos es el
mercado internacional, pero en dólares. Lo que traduce ese precio a
moneda doméstica es el valor del dólar en la economía local, es
decir el tipo de cambio entre pesos y dólares. Y la comparación de
ese precio en pesos con los costos internos es lo que determina la
rentabilidad o no de esa exportación. Por la diferencia de
productividad ya citada, la producción agraria se puede exportar con
un tipo de cambio más bajo que el que necesita la industria en
general.
La tentación obvia es decir:
poner el tipo de cambio al nivel que necesita la industria y así
podrían exportar de manera rentable ambos sectores, el agrario con
superganancias gracias a su mayor productividad.
La idea no está mal y eso es lo
que piden permanentemente los productores agrarios (y sobre todo los
exportadores de granos, que son un puñado de empresas
multinacionales). Pero esa solución acarrea dos problemas:
1. Si
el precio interno de los productos agrícolas se determina multipli
cando el precio internacional por el tipo de cambio, esta solución
implica que los alimentos se encarecerán por el dólar alto -ya que,
de no ser así, se exportaría toda la producción- y eso reduce el
poder adquisitivo salarial.
2. Implicaría convalidar
una renta extraordinaria a favor de los productores agrícolas y los
exportadores de granos, que no la necesitan para ser rentables, y
llevaría a concentrar los ingresos y la riqueza en un grupo social
minoritario que podría cambiar la/s 4x4 todos los años y recorrer
el mundo, mientras a casi 3 millones de indigentes no les alcanzan
sus ingresos para comer, en un país que produce el equivalente
calórico para 400 millones de personas.
Impuestos
Frente a estos inconvenientes
parecería que la alternativa sería que cada sector tenga el tipo de
cambio que lo haga rentable para exportar, más alto la industria y
más bajo el sector agrícola. Pero esto también tiene
contraindicaciones. Una es que las normas de comercio internacional a
las que adhiere Argentina ya no admiten la aplicación de tipos de
cambio diferenciales. Otra es que los mercados cambiarios desdoblados
siempre dieron lugar a maniobras elusivas, cuando no ilegales, para
liquidar en los mercados de dólar más rentable las operaciones de
los otros.
En función de todo esto se
concluye que la solución menos mala es la de tener un mercado
cambiario único y uniforme, con distinto grado de regulación por
parte de la autoridad monetaria, y establecer las diferencias
efectivas a través de distintos tributos de carácter interno.
Esos tributos pueden implicar un
dólar más caro o más barato que el oficial único en función de
criterios de política económica. Así, por ejemplo, el reciente
tributo PAIS hace que el tipo de cambio efectivo para atesorar
divisas o gastarlas en esparcimiento en el exterior sea de hecho un
30 por ciento más caro que el valor oficial del dólar.
Inversamente, las exportaciones
de soja percibirán con una retención del 33 por ciento un tipo de
cambio fijo que será las dos terceras partes del valor oficial del
dólar.
Nadie va a perder plata por eso
ni dejar de exportar o viajar; sí van a dejar de ganar una
superrenta ficticia derivada de la hipercrisis cambiaria gestada por
el gobierno anterior.
A la vez, conteniendo los precios
internos de los alimentos a través de las retenciones, se evita un
mayor deterioro de los salarios y un incremento innecesario del costo
salarial para las industrias que tengan que exportar con este dólar,
bastante más rentable que el de hace dos años.
En los hechos es preciso hilar
más fino: no todas las industrias pueden exportar con este tipo de
cambio y quizás haya que darles otros incentivos y apoyos, sin
apoyar cualquier ineficiencia microeconómica, ni tampoco todas las
producciones agrícolas pueden soportar una retención del 33 por
ciento, sobre todo los de economías regionales con mayor valor
agregado interno.
Lo importante es entender que la
EPD argentina no puede funcionar, generar pleno empleo y crecer de
manera sustentable con un tipo de cambio efectivo único para todos
los sectores, y que las retenciones a las exportaciones son un
instrumento básico y permanente para lograr esos objetivos
fundamentales.
La
negociación colectiva no puede ser disecada de los procesos
políticos y, en especial, del marco ideológico de los gobiernos de
turno. Esto se explica porque la negociación colectiva es el
ejercicio, por excelencia, de la democracia en su más amplia
expresión y de la plena autonomía colectiva.
Las partes de este proceso actúan
en un plano de absoluta igualdad y sin restricción alguna y son
actores principales en la dinámica de los procesos sociales y
económicos.
Pero
es incuestionable que para que ello sea posible debe existir la plena
vigencia de las instituciones, de la libertad sindical de las
relaciones colectivas y de la igualdad en los salarios de los
trabajadores. La negociación colectiva es uno de los caminos más
intrépidas y revolucionarias del derecho todos los argentinos.
Pero esta negociación colectiva
siempre debemos analizarla en el contexto temporal que atraviesa el
país y las relaciones individuales y colectivas del trabajo de la
confrontación de intereses de los empleadores y de los asalariados.
Confundir la autonomía de la
voluntad colectiva con los intereses de los mercados denota a una
falta de sensibilidad social y una total carencia del derecho del
trabajo.
En un período devastado por los
índices inflacionarios, una caída estrepitosa del empleo genuino y
con el 40 por ciento de precariedad laboral, se necesitan de medidas
de impacto social que aumenten el consumo y generen un alza de los
niveles de productividad, inversión y crecimiento.
Por ello, es de suma importancia
la sanción de la ley 27.514, el 22 de diciembre pasado, la que tuvo
como uno de sus objetivos el de combatir la problemática ocupacional
y empleo precario en el marco de solidaridad, facilitar el
desenvolvimiento de las pequeñas y medianas empresas para que creen
más empleo, y fijar, principalmente, un nuevo piso en los bajos
salarios convencionales que revisten los sindicatos en nuestro país.
Ahora bien, es importante
precisar por qué los aumentos a los privados por decreto, dentro del
marco constitucional, no limitan la negociación colectiva.
Bajo este panorama, el gobierno
de Alberto Fernández, en el marco de la Emergencia Ocupacional, y
con facultades delegadas por el Congreso de la Nación, determinó un
incremento al sector privado que alcanza a más de 6 millones de
dependientes del sector privado.
Estos dependientes tienen un
salario básico dentro de los más de 1500 convenios colectivos de
trabajo que desde tiempo que no se negocian los pisos convencionales
y no se revisan las negociaciones colectivas. Esto genera que las
paritarias nacionales no logren ni siquiera empatarle a la inflación
provocando una pérdida del poder de compras.
De los convenios que tienen sus
básicos bastante bajos se pueden citar a la Federación de
Pasteleros de la rama Pizzería, que tienen el básico en su
categoría mas baja de 26.996 pesos y la categoría más alta de
54.205 pesos, mientras que, el sindicato de aceiteros parte de la
categoría mas baja de 54.900 pesos hasta la categoría más alta de
71.200 pesos. Se exhibe la diferencia entre dos sindicatos que alojan
a más de 32 mil trabajadores. Sin indagar en las restantes escalas
salariales, el promedio en general es bajo con básicos
convencionales que no superan los 54.000 pesos.
Desde el 2004 que no se revisan
los básicos de convenios y se negocian los pisos mínimos de los
sindicatos con aumentos que impacten directo a dichos básicos.
Una de las primeras disposiciones
del nuevo gobierno en materia laboral fue el aumento por decreto para
fijar un nuevo piso de negociación sindical, siendo el único móvil
lograr que los trabajadores a fin de año le empaten a la inflación
y recuperen su poder de compra.
Este incremento salarial
impactará directamente en los básicos convencionales con la única
intención de establecer nuevos incrementos para luego poder fijar
paritarias anuales que superen a los porcentajes inflacionarios.
En
los últimos años se fueron incorporando (en forma sucesiva), de tal
modo que se otorgaron (primariamente) como sumas no remunerativas
para luego incorporarse, como remunerativas, en los básicos de
convenios (UTA, Comercio), sumas que no fijaban nuevos pisos, sino
que congelaban los básicos ya establecidos en desmedro de los
trabajadores. Se continuó con la utilización de las denominadas
sumas no remunerativas a pesar de las observaciones judiciales y de
la propia normativa de la OIT
De la simple observación y como
las negociaciones colectivas no resultan, bajo ningún concepto,
limitadas ni mucho menos perjudicadas con los incrementos salariales
básicos por decreto, en líneas generales, es desatinado la lectura
de que los trabajadores no se verán beneficiados con aumentos que
impactarán directamente en su base de cálculo principal (básico de
convenio) de todos los rubros que componen sus haberes.
En el Derecho del Trabajo, la
igualdad no se supone, como en el Derecho Civil; el Derecho Laboral
constata la desigualdad real e intenta corregirla y aminorarla. La
igualdad es un punto de llegada. El principio protector que emana del
artículo 14 bis de la Constitución Nacional, si bien se dirige
primordialmente al legislador, se entiende que atañe a los restantes
poderes públicos, los cuales, dentro de la órbita de sus
respectivas competencias, deben hacer prevalecer el espíritu
protector que anima a dicho precepto. El trabajador es sujeto de
preferente tutela constitucional.
Por ultimo, siempre, se debe
tener en cuenta la particular naturaleza del crédito del trabajador,
esencialmente alimentario, puesto que con él se satisfacen
impostergables necesidades de alimentación, vestuario, vivienda,
salud.
Mas
allá y mas acá de ampliar el arco de inclusión en “lo popular”
de sectores de centro e incluso de centro derecha, en tiempos donde
tales distinciones sugieren no pocas contradicciones y confusiones,
lo que no se modifica y no se puede modificar porque obviamente no
hay base social para ello, resulta de las formas capitalistas en
tanto tal; pese a lo cual, los intereses, ya no de clases
perfectamente identificables sino mas bien de las formas que adoptan
sectores sociales diversos en el reparto de las riquezas y sus formas
de producirlas, se manifiestan contrarias a las formas de sostener el
sistema financiero, bancario y especulativo que coloca a unas elites
minoritarias en una rueda especulativa insostenible que estimula la
destrucción de la producción y de las bases materiales que la
posibilitan convirtiéndose en “depredadores” y “parasitos”.
Es el neoliberalismo real e histórico como manifestación de las
exageradas concentraciones de apropiación de plus valía de antaño
que solo ven sustento en estas dinámicas autodestructivas del
capitalismo y que por ende, produce reacciones contrarias en las
mismas elites y círculos de poder.
En
Argentina, en tanto dependientes, se hace mas visible cada vez que la
deuda y la restricción externa impide que un país potencialmente
rico y capaz de liderar procesos positivos regionales, se ve impedido
de su propia posibilidad por sectores que apuestan al servilismo a
esos sectores ya no Capitalistas sino parasitarios del Capitalismo …
los Bancos y los sectores financieros especulativos que, sin banderas
y sin patria, solo sostienen el interés por la moneda y sus
diferentes representaciones como formas de control y dependencia del
resto de la economía globalizada.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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