Lunes 13 de enero de 2020

Al parecer vivimos y pensamos la vida en realidades o dimensiones paralelas, donde los relatos no tienen puntos de contacto mas que en eso de que son productos del lenguaje humano y de sus capacidades para desarrollarlos.

Entre mate y mate en esta mañana de verano que da un respiro, el calor no es tan intenso, y entre pasados, presentes y futuros, de como formulamos las preguntas y como desarrollamos las formas con las que encontrar o producir las respuestas, se nutren esas dimensiones paralelas que explican parte de una realidad. 

Explicaciones que solo encuentran las respuestas en dimensiones que no se tocan entre si. La fragmentación de las ciencias y la linealidad temporal con la que pensamos las preguntas y desarrollamos las formas de conseguir las respuestas producen esta disgregación de la realidad en planos dimensionales que se desconectan y pierden referencias de la realidad como totalidad, que en tanto absoluto es imposible, pero en tanto relatividades que absolutizan dimensionalidades, es decididamente error, falsedad, mentira. 


En estos últimos decenios, se han impuesto como “moda cientifica” el trabajo colaborativo que se estructura en la interdisciplinaridad. Es decir, generar nuevas dimensiones paralela que atraviesan transversalmente las anteriores pero sin cuestionarlas en su error primigenio ...olvidar que se fragmenta para entender y no terminar creyendo que el fragmento es realidad.

Hay sin embargo, un esfuerzo mejor … las llamadas ciencias de la complejidad que se plantean el arduo trabajo de volver a las fuentes. De intentar ciencia y no de sostener fragmentos que son útiles a la técnica y tecnología que marca agenda y ata todo sistema de conocimiento al Sistema Financiero que impera en el Orden Mundial.

Con este anhelo de obtener información presente para proyectar el mediano plazo, nos vamos encontrando con datos trascendentes a la hora de mirar más allá. Esta vez nos asomamos al abismo pues, en la búsqueda, fuimos hallando registros temporales demasiado cercanos.

La noticia del día es la siguiente: el planeta puede colapsar entre los próximos 200 y 400 años. Si la aseveración no estuviera corroborada –en hipótesis a futuro, claro- por las investigaciones científicas más serias, si sólo fuera una advertencia asentada en creencias apocalípticas, no estaríamos redactando este texto. Parafraseando al No me lloren, crezcan, podemos decir: No se asusten, lean.

Los registros más avanzados sostienen que la Tierra puede perdurar unos diez mil millones de años; el período de vida de nuestro Sol. Ahí se acabará todo. Pero es demasiado tiempo y hacerse problema por semejante tramo resulta fútil. Otro cantar es preocuparse por el “largo” plazo cercano, asequible, en el cual habitarán generaciones todavía ligadas a las presentes. Recuerde, lector, que recién superamos por una década el bicentenario de nuestra Nación como entidad políticamente constituida. Es decir, dos siglos hacia adelante es poca cosa, aun si consideramos la estrechez temporal de la vida humana promedio.

Lo cierto es que el calentamiento avanza con intensidad y que, simultáneamente, crecerán la temperatura y el nivel de las aguas.

Andando el tiempo, habrá menos regiones habitables y más población. Al superar los 300 años hacia adelante, vivirán más de 30 mil millones de personas sobre el globo. Las distorsiones climáticas se están originando en las entrañas mismas del hogar común y en su desarrollo la actividad industrial humana apenas incide, desarticulando por el peso mismo de la realidad cualquier advertencia ecologista radicalizada. Es decir: a esta altura del partido, a la Tierra le toca calentarse, así como en el pasado sus componentes tendieron al congelamiento.

Créame: estos procesos están bien estudiados. Contienen ecuaciones complejas y mediciones proyectadas matemáticamente con altísima probabilidad de concreción que, en el mundo científico, han dejado atrás propagandas y campañas atravesadas por meras opiniones. Lo enunciado es el modo más sencillo que encontramos para comunicarlo. Es a partir de la admisión parcial de estos anticipos que arranca un debate en el cual la interpretación abre senderos diferenciados y puede ofrecer, aunque más no sea de modo provisorio, una salida.

Entonces: frente al panorama en perspectiva, surgen ideas elementales bastante conocidas. Están los que evalúan la necesidad de aniquilar una parte de la población mundial, aquellos que suponen la desindustrialización como un paliativo y los que sueñan con controles estatales a escala planetaria que disminuyan algunas secuelas sobre bases indetenibles. Con los datos a mano, ninguna de las opciones tiene sentido práctico y sólo la tercera, algún perfil de aplicabilidad. Para nosotros es visible que el intento de resolver satisfactoriamente el problema radica en la combinación del interés profundo del Viejo Topo en el orden integral con dos caminos a transitar de modo simultáneo: hacia afuera y hacia adentro.

Hacia afuera implica, claro, la adecuación de otros planetas para la vida humana. Para darse importancia los divulgadores hablan de terraformación. El asunto suena bien para quienes amamos la ciencia ficción pero ofrece dificultades demasiado importantes que faciliten zanjarlas con un cambio de escenografía. Pues no es posible viajar más rápido que la luz; por tanto, a lo sumo y extremando el optimismo, la humanidad podría forjar ambientes favorables en la Luna y en Marte. Intentar ir más allá en apenas 200 o 300 años sería un equivalente a la espera del colectivo 93 que fatiga la paciencia de los ilusos potenciales pasajeros. Y que quede claro: no se puede andar por cualquier lado de la galaxia sin traje protector y oxígeno, como hacen los de Star Trek.

Hacia adentro implica zambullirse en los mares. Esos sí que están bien cerca y en crecimiento. Al igual que en la opción previa, la traba se basa en el volumen de la tecnología a emplear y de la energía generada para el sostenimiento de un espacio perennemente artificial, a menos que logremos mutaciones que favorezcan la respiración bajo el agua. A diferencia de la posibilidad espacial, donde una vez configurada la atmósfera –enorme esfuerzo tecnológico y energético mediante- la vida podría desplegarse por sí sola sin equipos de mantenimiento necesariamente permanentes e infalibles. Es decir: si algún factor de una ciudad construida bajo las aguas llegara a fallar, con un buen plomero no bastaría. Además, una cosa es tener perros como mascotas y otra, tiburones.

Vamos al fondo del asunto: pensamos que la única opción que tiene el ser humano es apostar, ahora y con todo, al desarrollo tecnológico de alta gama. Para empezar, la nanotecnología y simultáneamente, la ingeniería aeroespacial y la marítima. Junto a ellas, las investigaciones relacionadas con la salud y la supervivencia en distintos ámbitos. Y por supuesto, el resto de las actividades científico técnicas concatenadas. Sólo a partir de un impulso fenomenal de esas disciplinas es posible delinear el camino a seguir con cuatro objetivos vitales: sostener una parte de la población mundial en la Tierra (calentita, un tanto tropical, pero habitable), otra en la Luna (probablemente con tecnología cerrada más cercana a la marítima), en Marte (gestando ahí sí un medio ambiente terrícola) y en los mares (olvidando a priori el fondo –presión- y trabajando sobre zonas medias).

Para fastidio de los cientificistas, de los neutros y de quienes creen que ser Buenos es la solución, llegamos por tanto a una idea feroz, que no podemos evitar: eso es política. Pues modelos que transfieren los recursos de la investigación hacia la renta y sólo atisban en el horizonte la ganancia inmediata, impiden cualquier tipo de iniciativa destinada a afrontar esos desafíos. Si los estados, a lo sumo mediante asociaciones con empresas privadas –muy controladas- no invierten el grueso de sus recursos en ciencia y técnica conducida por el objetivo claro de la supervivencia, este camino hacia la continuidad de los ñatos que componen esta loca humanidad, no se concretará. Cada día que pasa, por estos tiempos, con el potencial de Europa y los Estados Unidos orientado a la acumulación sinsentido de bonos y billetes en detrimento de tubos de ensayo y avances científicos genuinos, estamos más lejos de hallar una posibilidad para nuestro futuro.

No hay extraterrestres a quienes pedir ayuda. Si andan por algún lado de este gran Universo en expansión, están tan lejos que cuando se enteren de nuestros problemas los mismos ya se habrán resuelto para bien o para mal. Por lo visto –Hubble- la vida en la Tierra es un raro proceso sin parangón que habilita su caracterización como “único”. Esta maravilla habilita, también, las premisas de quienes la evalúan como el resultado de una voluntad divina, ya que todo puede explicarse… una millonésima de segundo después del Big Bang, pero no antes. Es razonable que muchos piensen que Alguien apretó el gatillo, porque le pareció bien. Y porque podía hacerlo.

Sin embargo, la ayuda que puede llegar desde Allí ya está en este presente. Se trata de la combinación de pasión y razón que acompasa el andar del ser humano. Con Fe y Trabajo, es decir, con Política, puede resultar posible llevar adelante una empresa ciclópea como la que tenemos por delante. Sin la canalización de las energías adecuadas sobre la investigación científico técnica, orientadas con certeza sobre los objetivos trazados, cagamos fuego. Un montón de gente apiñada en un terreno reducido y caliente, sin lugar para canchas de fútbol y con recursos en baja. Ese será el panorama apenas dentro de unos 300 años y se empezará a sentir, seriamente, en el siglo venidero.

Ojalá el lector sepa desmalezar los datos aquí brindados del humor intercalado. Esta es una nota periodística, no un artículo para publicaciones científicas. Ahonda en la descripción de problemas con el objetivo de ponerlos blanco sobre negro y aligerar su difusión para que se conozcan y gesten algún tipo de conciencia. Todos los desafíos planteados surgen de las investigaciones de quienes se han despojado de presiones comerciales, toman la realidad en proyección y la narran. Lo importante es esto: de la resolución honda de las batallas políticas presentes en el planeta surge la perspectiva de una solución. El reposicionamiento de un proyecto como el que en la Argentina denominamos oligárquico a modo de hegemonía global –rentístico, antiproductivo, anticientífico-, ni siquiera dañará a sus descendientes: evitará que existan.

Algunos pensarán que esto es tremendismo. Es fácil suponerlo aquí y ahora. Otros, que en ese largo plazo al cual nos referimos estaremos todos muertos. Si, salvo los que estén vivos por esos tiempos.
( http://laseñalmedios.com.ar/2020/01/12/futuro-cuando-se-caigan-a-pedazos-las-paredes-de-esta-gran-ciudad/ )

Buscando enanitos verdes


En mi primer día en la universidad jesuita de Santa Clara, Silicon Valley, leyendo los portales de noticias argentinos, me encontré con un anuncio de la NASA sobre la detección de un nuevo exoplaneta terrestre, TOI 700 d, en la zona habitable de una estrella M, enana y fría, a 100 años luz de nuestra Tierra.

Este descubrimiento no es la primera detección de un exoplaneta terrestre -es decir, de características semejantes a la Tierra-, pero es el primero de TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite), satélite de la NASA destinado a observar tránsitos en 200.000 estrellas cercanas al Sol.

Este dato observacional más que dar respuestas suscita nuevos interrogantes. El creciente número de exoplanetas terrestres descubiertos en la zona habitable aumenta las probabilidades de un potencial "contacto" con una especie inteligente extraterrestre. Es así como la antigua pregunta: "¿Estamos solos en el universo?" adquiere renovado interés y sugiere nuevas cuestiones. ¿Qué es la vida? ¿Cómo se origina y evoluciona? ¿Cómo describir a un ser inteligente? ¿Qué es una civilización? ¿Sobre qué principios se basa? ¿Somos la primera y única civilización tecnológicamente avanzada en la historia del universo? ¿Podría un posible descubrimiento de la vida extraterrestre cuestionar nuestra cosmovisión?

La búsqueda de respuestas a estas cuestiones requiere un enfoque multidisciplinar. Por este motivo hace unos años formamos un equipo de investigación de esas características que llamamos Proyecto OTHER (Otros mundos, Tierra, Humanidad y Espacio Remoto), un laboratorio multidisciplinario de ideas sobre la búsqueda de otros mundos habitados. El equipo está conformado por astrónomos, biólogos, filósofos y teólogos ( blog.ucc.edu.ar/other/quienes-somos/). Nuestro objetivo es aportar ideas que podrían ofrecer nuevas perspectivas a la búsqueda de vida inteligente extraterrestre en el universo.

Como señala Sara Seager, experta mundial en exoplanetas: "Cuando descubramos que otras Tierras son comunes y veamos que algunas de ellas tienen signos de vida, por fin completaremos la revolución copernicana, un movimiento conceptual final de la Tierra y la humanidad, lejos del centro del universo". Entre otros desafíos, esta investigación significa dejar de lado categorías científicas y filosóficas que pueden resultar rígidas cuando buscamos indagar algo completamente nuevo para la humanidad, como podría ser el contacto con seres inteligentes extraterrestres.

A propósito de la búsqueda de nuevas categorías, Nathalie Cabrol, astrobióloga y directora del Carl Sagan Center del Instituto SETI, invita a intentar nuevos caminos: "Para encontrar ET, debemos expandir nuestras mentes más allá de una perspectiva terrícola-céntrica profundamente arraigada y reevaluar conceptos que se dan por descontados".

Respondiendo a la llamada de Cabrol, durante el workshop "Decoding Alien Intelligence", nuestro equipo presentó en marzo de 2018, en el Instituto SETI, un trabajo en el que incluimos el factor espiritual en un nuevo enfoque multidisciplinar. Entre otras cosas nos preguntamos si una génesis espiritual es un producto necesario del proceso evolutivo cósmico u ocurrió en la Tierra por azar.

En los próximos días continuaré mi conversación con Cabrol, iniciada en 2016 durante un semestre sabático en Berkeley. Cabe notar que el Instituto SETI se encuentra en Silicon Valley, la meca de las nuevas tecnologías. ¿Será también la meca de ET?

Jesuita, doctor en Astronomía, investigador del Conicet-Universidad Católica de Córdoba, exdirector del Observatorio Vaticano


Lo interesante es que mientras la mirada política busca respuestas colectivas y políticas a las cuestiones que nos plantea la ciencia ( fragmentada y dependiente del financierísmo), la mirada religiosa busca enanitos verdes.

Ambas sin embargo siguen la lógica del tiempo lineal y las dimensiones que ahora atraviesan dimensiones (Antes eran paralelas ahora son planares tridimensionales y cuánticas), pero siguen sosteniendo el error de occidente … el imperio de una razón … sin permitir al hombre razonar libremente y colectivamente como es propio a su condición de humanidad. Unos pocos deciden y otros pocos financian las decisiones (En ocasiones son los mismos). Pero están de acuerdo en algo, el orden patriarcal, colonial, Capitalista, naoliberal no debe ser modificado y todo intento por “conocer” otra cosa será exterminado del universo de la realidad.

Si vivimos y ocupamos un planeta que tiene fecha de caducidad ¿Porque seguimos empeñados en vivir el hoy como si el mañana no importa? Si creemos en una línea de tiempo ¿Porque el pasado y el futuro dejan de ser importantes? … las contradicciones son evidente sin embargo las fragmentaciones que las justifican son “verdad” establecida y sostenida por el poder financiero y un sistema universal impuesto desde Europa … precisamente Europa que es la que da señales terminales respecto a la cultura occidental.

"Occidente ha llegado al final de su camino, Europa está moribunda, no resucitará y, como todas las civilizaciones en fase de desmoronamiento, muestra signos de decadencia: el dinero rey, la pérdida de todas las referencia éticas y morales, la impunidad de los poderosos, la impotencia de los políticos, el sexo desprovisto de sentido, el mercado que se impone a todo, el analfabetismo masivo, el iletrísmo de los que nos gobiernan, la desaparición de las comunidades familiares o nacionales en aras de las tribus egoístas y locales, la superficialidad convertida en regla general, la pasión por los juegos circenses, la desrealización y el triunfo de la negación, el reino del sarcasmo, el "sálvese quien pueda'." Michel Onfray

...Y sin embargo, Europa sigue marcando el ritmo y la agenda científica global.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


Comentarios

Entradas populares de este blog