Las trampas del sistema: Búsqueda del culpable o no hay culpable alguno.

 


Canastas básicas y economía.

En marzo, una familia de cuatro integrantes necesitó $89.690 para no ser pobre y $39.862 para no ser indigente, según un nuevo informe del INDEC . En comparación con el mes anterior, representa un aumento del 7% y el 6,5% respectivamente. Otro informe del organismo publicado hoy reveló que en febrero la actividad económica en el país creció 9,1% interanual y 1,8% respecto de enero. En lo que va del año acumula un suba del 7% interanual.

Paritarias.

La Federación de Empleados de Comercio y Servicios cerró con las cámaras del sector un aumento salarial anual del 59,5% que se pagará en 7 tramos: el primero será en abril y el último en enero de 2023. Así, el salario básico va a pasar de $90.000 a $139.000. Con un alcance de más de un millón de trabajadores registrados constituye la paritaria más importante del país. Por otro lado, el sindicato de trabajadores bancarios confirmó un paro nacional para el 28 de abril tras no haber llegado a un acuerdo con las cámaras empresariales.

Gasoducto.

Vaca Muerta está más viva que nunca”, afirmó Alberto Fernández en el lanzamiento de la obra del gasoducto Néstor Kirchner. Este unirá Vaca Muerta, en Neuquén, con Buenos Aires y Santa Fe, con la posibilidad de exportar a Brasil y Chile. Busca ampliar la capacidad de transporte del gas y permitir un aumento en la escala de producción en el país. El presidente resaltó que el gas “es la energía de transición que el mundo ha resuelto tener para ir hacia las energías renovables”. Durante el acto hubo mucho viento.

Capitalismo, ecología y salud

Enrique Carpintero, editorializa el número 94 de abril/2022 de Revista Topía.

Las características destructivas ecológicas y sociales del capitalismo en su versión mundializada han llegado para quedarse. No se arreglan con retoques en su funcionamiento. Un síntoma de esta situación -aunque regularmente no se lo menciona- es la pandemia. El origen, desarrollo y expansión del covid-19 está ligado a las condiciones de producción y reproducción del capital. No fue un hecho natural; menos un error circunstancial. Su resultado es una crisis de las relaciones de producción cuyos efectos aparecen de forma diferente en cada región del planeta. Pero también, como no podía ser de otra manera, la desestructuración traumática de las condiciones corposubjetivas en relación con uno mismo y con los otros.

Muchos son los efectos de la pandemia cuyos síntomas pusieron en evidencia circunstancias previas de un sistema socioeconómico sostenido en la desigualdad y la ruptura del lazo social. Los necesarios cuidados que requieren protegernos del virus afianzan la sensación de que el otro es el enemigo de quien nos tenemos que proteger: el encuentro ya no se establece con un fuerte apretón de manos sino con dos manos apretadas en un puño que se chocan. Es decir, un saludo que simbólicamente no invita a encontrarse sino a establecer el lugar donde cada uno está parado. No es difícil imaginar la cantidad de personas que, al borde del colapso psíquico, ante la sensación de angustia e incertidumbre adoptan conductas agresivas, crueles y violentas cuyas consecuencias la padecen los más desprotegidos; por ello el aumento de la violencia familiar, el abuso de menores y el femicidio.

Un hecho significativo se encuentra en aquellas personas, en especial jóvenes, que se aíslan y se encierran en su habitación o en departamentos. Esto ha adquirido una gran difusión en otros países; en Surcorea toma la fuerza de un movimiento que se llama Hanjok que reivindica la soledad. Apareció un año antes de la pandemia y hoy se lo identifica como una “epidemia de soledad” donde aquellos que se encierran son en su mayoría jóvenes mujeres. Pero si la búsqueda de la soledad ideal, para disfrutar la vida contemplativa puede ser un objetivo, en las actuales circunstancias no es algo que se decida sino producto de miedos y angustias, ante una sociedad amenazante que se acentúa con la pandemia, que llevan al deterioro de la corposubjetividad que pone en peligro su vida. En Japón la gravedad de este problema condujo a que el primer ministro creara un “Ministerio de la soledad” con el fin de atender a estas personas en una situación de desconexión extrema; uno de cada tres japoneses vive en departamentos muy pequeños. Durante el año 2018, en Inglaterra, la ex primera ministra Theresa May crea el “Ministerio de la soledad” inglés con el fin de paliar los intentos de suicidio y la desestructuración psíquica que aumentan entre los jóvenes y personas mayores ante la pandemia. En el resto de Europa y EEUU vamos a encontrar esta problemática. Aunque las características culturales son muy diferentes en todas estas regiones, podemos afirmar que en nuestro país se da una situación similar: la población etaria de jóvenes y adolescentes son las que padecen la más alta tasa de suicidios.

Ante esta situación de extrema gravedad en la que predomina la incertidumbre, la angustia y el miedo el mecanismo de defensa que prevalece es la negación que se sostiene en la renegación: negar que se niega. Pero este no es un efecto primario ya que es la consecuencia de creer. La necesidad de creer en consecuencias mágicas que nos salven conlleva la renegación. Esta forma de creer es propia de la religión, pero la podemos extender a otros patrimonios culturales como los científicos, políticos e ideológicos que pretenden transformarse en una cosmovisión donde todo se resuelve ilusoriamente. Como planteaba Freud no me interesa demostrar -en esto seguía a Spinoza- que la ilusión es falsa, sino que es el resultado de un deseo de plenitud y, como tal, una distorsión de la realidad. La ilusión es lo que el deseo da por realizado: por ello en la actualidad a los negacionistas no les interesa ver las relaciones socioeconómicas y culturales que permiten los acontecimientos. Por lo contrario, lo que quieren es corroborar sus propias creencias. El engaño y la mentira -que paradójicamente se enuncia con un eufemismo como Fake News- es el centro de las llamadas redes sociales -otro eufemismo para mencionar relaciones virtuales a través de mensajes mediados por algoritmos cargados de ideología-. Estas circunstancias conllevan a que la esperanza ante un conocimiento que se lo pretende infalible desconoce que la ciencia y otros saberes científicos funcionan por ensayo y error. Las ideas negacionistas del cambio climático y el rechazo a las vacunas son su consecuencia. Cuando la ciencia se equivoca o muestra que sus aciertos nunca pueden ser ciento por ciento seguros conduce a que se confirme la desconfianza. Desconfianza que equipara la ciencia con una religión; es decir, un mundo donde la ilusión permite la creencia en que todo es posible. Desde aquí vamos a encontrar una multiplicidad de teorías sociales, políticas y supuestamente científicas que transforman los prejuicios en verdades indisolubles donde el “terraplanismo” se transformó en la metáfora de nuestra época. Esto no es nuevo, al contrario, es tan viejo como la historia de la humanidad; allí están las diferentes formas de dictaduras y fascismos en los cuales la mentira y la manipulación formaban parte de sus políticas. Pero nunca alcanzó la difusión y masividad que ha adquirido a través de los medios virtuales.

Los sectores de la cultura dominante utilizan esta situación para aprovechar las necesidades que provoca el protegerse del covid-19 aumentando el control de la población con la coartada de la seguridad sanitaria de los ciudadanos. De esta manera velan sus consecuencias socioeconómicas de un sistema que ha llevado a la máxima desigualdad de la historia. Veamos. El reporte del colectivo World Inequality Report establece que el 10% más rico disponía del 52% de los ingresos y del 76% de la riqueza; la clase media del 39.5% y del 22% y el sector más pobre de solo el 8.5% y el 2%. Este último segmento representa la mitad de la población mundial, es decir unos 3 mil millones de personas. Cuando estas cifras se comparan con las del pasado se observa que son peores que a principio del siglo XX, cuando los imperios europeos alcanzaban su máximo dominio, pero también con las de 1820: si los pobres de hoy disponen de 8.5% del ingreso total, en 1820 poseían 14%, con la aclaración de que aquéllos eran algo más de mil millones y hoy cuadriplican esa cifra. Desde el inicio de la pandemia cada 26 horas hay un nuevo multimillonario mientras 160 millones de personas han caído en la pobreza.

¿Donde está Whally?

Ante esta disparidad, que no es solo económica sino también corposubjetiva, regional y de género, cada día mueren 21.300 personas; es decir, una cada cuatro segundos. Según Oxfam internacional -movimiento global para combatir la desigualdad- cerca de 17 millones de personas murieron desde el inicio de la pandemia. En los países ricos y de recursos medios la población está mayoritariamente vacunada, en los países pobres la vacunación es inexistente. Este apartheid de las vacunas, producto de las políticas de las empresas farmacéuticas internacionales, lleva a la muerte a cientos de miles de personas y sustenta las desigualdades donde las mujeres son las principales víctimas de la doble pandemia: sanitaria y de exclusión. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el desempleo aumenta en forma alarmante. Lo mismo ocurre con la pobreza. En nuestro país el 40% de la población vive bajo el nivel de pobreza y más del 50% de los menores de edad son pobres.

Estos datos incontrastables no forman parte del centro de debate de los diferentes gobiernos del poder en su versión neoliberal o progresista. Las minorías que acaparan la riqueza del mundo tienen tanto poder (militar, político e informático) que hacen difícil pensar un necesario cambio ecológico y social estructural. En estas perspectivas las distintas formas de la derecha fascista se oponen a las necesarias medidas contra el covid-19 (mascarilla, distancia social, vacunación, certificado de vacunación, etc.) diciendo que éstas deben ser decisiones individuales. Como si esta decisión fuera propia de cada sujeto: no hay decisión individual en un problema de salud pública; mi límite es el límite que me impone el colectivo social. No aceptar estas medidas no solo me afecta sino a quienes me rodean.

Sin embargo, estas disposiciones contra la pandemia son aprovechadas por el poder para controlar a la población mediante recursos sanitaristas ya sea para impulsarlas o dejar de aplicarlas de un día para otro. Ante estas circunstancias no le debemos oponer la ilusoria libertad del individuo, sino la fuerza del colectivo social que permita generar propuestas de participación.

De allí la necesidad de apropiarnos de la cultura -que Spinoza llama la naturaleza- en la que estamos y pertenecemos para construir alternativas que enfrenten los procesos de sometimiento del poder hegemónico. Nada mejor, para finalizar, que recordar a Jean Paul Sartre cuando escribe en Los condenados de la tierra: “No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros.”

Lugares comunes y mal intencionados.

Hay ciertos pre-juicios, mitos, ilusiones varias, deseos recubiertos de incorrectas apreciaciones respecto de lo que realmente ocurre, mucho sesgo cognitivo y mucho “ego” a la hora de plantear debates, conocimiento y descripciones respecto de la realidad, con la intención consciente o inconsciente de ocultar los intereses que nos permiten disfrutar de privilegios, cesiones, injusticias, posiciones dominantes, comodidades …

El asunto es que no hay persona que de modo individual pueda hacer prevalecer sus intereses, sin la anuencia, desinterés, complicidad, distracción, de otros …

La teoría del chivo expiatorio explica un fenómeno bastante difundido a nivel social e individual: la tendencia a buscar culpables que carguen con nuestros errores, frustraciones y desaciertos. El chivo expiatorio es una persona o grupo al que se culpa, a pesar de ser inocente, para eximir a alguien más de su responsabilidad.

Se trata de un fenómeno social y psicológico que se ha replicado a lo largo de los siglos en diferentes culturas y que se sigue produciendo a diario en nuestras vidas. De hecho, todos en algún momento podríamos convertirnos en el chivo expiatorio de alguien. O podríamos convertir a alguien en nuestro chivo expiatorio.

En el juego de las recriminaciones las culpas se convierten en dardos envenenados que, más temprano que tarde, harán diana en nosotros. Si aceptamos las culpas ajenas y nos disponemos a cargar con responsabilidades que no nos corresponden, corremos el riesgo de convertirnos en el chivo expiatorio de alguien. Y una vez que hemos asumido ese rol, es muy difícil deshacernos del enorme peso emocional que acarrea.

¿Qué significa “chivo expiatorio”? Historia, simbolismos y mala suerte

Para celebrar el Día de la Expiación, una jornada que implica la confesión de los pecados cometidos a lo largo del año y el arrepentimiento por ellos, los antiguos judíos elegían dos machos cabríos o chivos. Luego seleccionaban al azar a uno de los animales para sacrificarlo a Yahveh.

Echará suertes sobre los dos machos cabríos, una para Yahveh, y otra para Azazel”, se lee en Levítico 16 en el Antiguo Testamento. “Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte ‘para Yahveh’ ofreciéndolo como sacrificio por el pecado”.

El otro chivo no corría con mejor suerte ya que sobre él recaía la culpa de todos los pecados. El rabino ponía sus manos sobre la cabeza del animal en una ceremonia simbólica para traspasar las culpas del pueblo al animal.

Más tarde el chivo era llevado al desierto, en calidad de emisario, donde lo abandonaban. Aunque también se dice que lo apedreaban hasta la muerte ya que mediante aquel sacrificio el pueblo podría limpiar y borrar sus pecados.

De aquella tradición surgió la expresión “chivo expiatorio”. A nivel psicológico, este fenómeno sigue manteniendo su principal característica histórica: el chivo expiatorio es elegido al azar para cargar con culpas que no le corresponden y así liberar – en el sentido real o metafórico – a quien tiene la verdadera responsabilidad.

¿Qué es un chivo expiatorio en la Psicología?

En la Psicología, el chivo expiatorio es la persona o grupo a quienes se quiere culpar, a pesar de que son inocentes, para exculpar al verdadero culpable. Por tanto, se trata de una persona sobre la que recaen las acusaciones o condenas, aunque no sea la verdadera responsable de lo ocurrido.

La historia está llena de chivos expiatorios ya que este fenómeno es tan antiguo como el hombre mismo. Quizá uno de los ejemplos de chivo expiatorio más trágicos y emblemáticos fue el proceso de culpabilización que los nazistas emprendieron contra los judíos, solo porque parecían tener más éxito en sus negocios mientras muchos otros alemanes estaban sufriendo las devastadoras consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

En la actualidad, diferentes grupos cargan con el estigma que conlleva ser considerado un chivo expiatorio. Tal es el caso de los inmigrantes o minorías sociales sobre las cuales una parte de la sociedad descarga su malestar. Muchos líderes políticos, sobre todo en tiempos de crisis, también explotan sin escrúpulos el mecanismo del chivo expiatorio para desviar la atención de sus propias deficiencias e intentar evadir su carga legítima de responsabilidad poniéndola sobre otros actores.

Ese proceso de culpabilización también es común en el seno de las familias disfuncionales, en las cuales se desplazan las dificultades y complejos psicológicos grupales a un miembro específico. Esa persona es quien carga con todos los problemas, vergüenzas y culpas de la familia, desviando así la atención de los auténticos conflictos que deben ser solucionados.

Como demostrara el psicólogo Gardner Lindzey en una serie de experimentos realizados en la década de 1950, las personas con más prejuicios no son más propensas a desplazar la hostilidad cuando se sienten frustradas que quienes tienen menos prejuicios. Eso significa que el fenómeno del chivo expiatorio no es algo ajeno a nosotros.

La doble función psicológica del chivo expiatorio

Apuntar con el dedo a alguien para convertirlo en un chivo expiatorio satisface dos necesidades psicológicas. Ante todo, sirve para minimizar los sentimientos de culpa por la responsabilidad que tenemos ante un resultado negativo, ayudándonos a mantener una autoimagen positiva. En segundo lugar, nos ayuda a conservar el control percibido elaborando una explicación clara de un resultado negativo que de otra manera nos parecería inexplicable, según reveló un estudio realizado en la Universidad de Kansas.

En otras palabras, el chivo expiatorio se convierte en reservorio de nuestras frustraciones desempeñando un papel protagónico en la narrativa que inventamos para exculparnos. Así protegemos nuestro ego y mantenemos cierta sensación de control y autoeficacia. Nos decimos que si las cosas van mal, la culpa no es nuestra sino de alguien más. Y elaboramos una historia que lo sustente.

Este mecanismo muchas veces ocurre por debajo del umbral de nuestra conciencia a través del desplazamiento.  El desplazamiento es un mecanismo psicológico a través del cual trasladamos los sentimientos incómodos que experimentamos, como la ira, frustración, culpa, vergüenza, inseguridad o envidia, hacia otra persona o grupo, a menudo más vulnerables y con pocas armas para defenderse que puedan dar al traste con la narrativa que hemos inventado para exculparnos.


Mediante el desplazamiento, los chivos expiatorios se convierten en el reservorio de esos sentimientos negativos que el individuo, grupo o sociedad no quiere aceptar como propios. Ese proceso permite a la persona o sociedad descargar los contenidos psicológicos más negativos e inaceptables, que vienen reemplazados por un sentido consolador de reafirmación e indignación moralista contra el chivo expiatorio elegido.

Así el chivo expiatorio se convierte en una manera para explicar el fracaso o las malas acciones propias, mientras preservamos la imagen positiva de nosotros mismos. Si una persona no consigue un puesto de trabajo, por ejemplo, puede culpar a quien lo consiguió acusándole sin pruebas de haber accedido a esa plaza solo que pertenecía a un colectivo minoritario. Así no tiene que plantearse siquiera la posibilidad de que no contaba con los conocimientos o competencias necesarios para el puesto.

El chivo expiatorio salva su ego, pero es probable que esa persona comience a alimentar un odio desmedido y en gran medida irracional hacia ciertos colectivos que, según su narrativa, juegan sucio y son culpables de la mayoría de sus desgracias. Y es que la creación de un villano implica necesariamente la aparición de un héroe, aunque ambas figuras sean ficticias.

De hecho, según la teoría del chivo expiatorio, no es inusual que los propios villanos necesiten un villano mayor a quien culpar. En épocas de incertidumbre y crisis este fenómeno se amplifica. En esos momentos, líderes políticos, religiosos o comunitarios pueden explotar cínicamente ese antiguo y arraigado impulso de buscar chivos expiatorios en otros colectivos para desviar la atención de sus propias insuficiencias y errores con el objetivo de evadir su legítima carga de culpa y responsabilidad.

Envidia, frustración e ira: La tríada que conduce a buscar chivos expiatorios

Una interesante teoría del chivo expiatorio que intenta explicar este fenómeno en el marco de la Psicología Social hace referencia a una cualidad muy humana: la envidia. Según el filósofo René Girard, tenemos la tendencia a imitar a los demás, pero llega un punto en el cual esa imitación borra las diferencias entre las personas, haciendo que nos volvamos más similares y deseemos las mismas cosas. Queremos alcanzar ese mismo éxito y disfrutar del mismo estilo de vida.

Esa similitud en nuestros objetivos y metas nos lleva a luchar por lo mismo y conduce a rivalidades. Entonces se instaura una especie de guerra hobbesiana de todos contra todos. La envidia hacia el que tiene lo que no hemos podido alcanzar y las rivalidades miméticas se van acumulando paulatinamente en la sociedad y van aumentando el nivel de tensión hasta que se produce un punto de inflexión.

En ese momento, el orden y la razón pueden cerder paso rápidamente al caos y la violencia. De hecho, esas rivalidades terminan amenazando la existencia misma de los grupos y las sociedades, de manera que es imprescindible superar esas luchas internas. Girard cree que en este punto la violencia y la ira se resuelven con una dosis más pequeña de violencia ejercida sobre un individuo o grupo.

Para sofocar esa “locura de la masa”, que representa una auténtica amenaza existencial para la sociedad, se señala a una persona persona o grupo vulnerable para que se convierta en el chivo expiatorio y actúe como sumidero de todos los sentimientos negativos. De repente, las personas que estaban luchando entre sí, unen fuerzas contra ese enemigo común, que encarna la fuente de todos sus males.

En este proceso, los antiguos enemigos se convierten en amigos ya que tienen un adversario común sobre el cual canalizar todas sus frustraciones e ira. Sin embargo, para que el castigo a ese chivo expiatorio realmente expíe las culpas de la sociedad y la tranquilice, no puede ser visto como un individuo o grupo inocente. La víctima debe convertirse en una criatura malvada y monstruosa que transgredió alguna prohibición implícita o explícita y que, por tanto, merece ser castigada.

Así las personas y comunidades se engañan a sí mismas, construyendo una narrativa en la que la víctima resulta culpable de la crisis y los problemas que les aquejan. Por tanto, al haber desplazado todas las insatisfacciones y frustraciones sobre ese chivo expiatorio, también se cree que su sacrificio restaurará la paz y solucionará todos los conflictos.

Como resultado, el chivo expiatorio termina siendo condenado, expulsado o aislado. Entonces se reestablece el orden social. Pero el ciclo comienza nuevamente porque los individuos siguen autoengañándose, no desarrollan la autodeterminación y el pensamiento crítico sino que continúan deseando lo mismo que los demás, lo cual les conducirá inevitablemente a otra cacería de brujas.

María Antonieta de Austria es el ejemplo perfecto de un chivo expiatorio ya que cuando se casó con el entonces heredero al trono, Luis XVI de Francia, el país ya había estado al borde de la bancarrota debido al imprudente gasto de Luis XV. Sin embargo, el pueblo eligió a la joven princesa extranjera en el blanco de su creciente ira y no tardaron mucho en sacrificarla para apaciguar a las turbas.

Según esta teoría social del chivo expiatorio, las víctimas no solo sirven como alivio psicológico para un grupo de personas, sino que también tienen la función de enmascarar el verdadero problema y actuar como parapeto para no detectar a los auténticos culpables. Eso significa que, en el fondo, el fenómeno del chivo expiatorio es la expresión de una sociedad que no reflexiona sobre sí misma, que no reconoce sus responsabilidades y errores sino que prefiere seguir atrapada en un auténtico samsara en la búsqueda de nuevos culpables que les permitan expiar sus pecados.

Del otro lado

En este Guerra de los pensamientos donde uno intenta equilibrar las tensiones y proponer miradas complejas y pensamiento complejo para comprender las relaciones que producen la realidad que percibimos y vivimos diariamente, la teoría social del “chivo expiatorio” no debe ser comprendida sin la teoría que polariza con esta haciendo igualmente imposible el análisis racional y los balances entre el juicio a la propia conducta y a la defensa de los intereses individuales a de los grupos a los cuales se pertenece, respecto de aquello situado por fuera, distinto, que opta por otras formas de entendimiento y acción y otra forma de entenderse en el mundo, me refiero al “relativismo” o “Todoismo” (Todo es lo mismo). En tanto proponer que nada puede ser juzgado o que la realidad no puede ser explicada de modo mas cierto en tanto y en cuanto, lo “individual” relativiza todo juicio de valor o lo coloca en el mero plano de las disputas por la “razón” o el “poder” para imponerse. El relativismo y el todoísmo reduce toda interpretación racional o intento de conocimiento, a la individualidad y por ende a una mirada “particular” que puede ser de otras formas según el “individuo” que observa y desde dónde observa.

En estas sociedades neoliberales el pensamiento depende casi exclusivamente de vista/oído excluyendo casi totalmente los otros sentido y cualidades humanas para acercarse a la realidad y percibir el mundo y racionalizarlo, comprenderlo, reducirlos a formas capaces de ser pensadas y recreados, repensadas y creadas nuevas.


En el cerebro, distinguir las percepciones es una taréa imposible. Solo se pueden detectar zonas cerebrales donde ciertos sentidos cobran mayor fuerza que con otros pero siempre los otros sentidos están activos. Es decir que nuestro cerebro integra la información que provienen de las diferentes fuentes. ¿Se puede hablar de un solo sentido? En rigor a las experiencias y pruebas, no. En tanto se trata de un sistema. De un mecanismo complejo en tanto muchos “receptores” diferentes, capaces de producir información dentro y fuera del cerebro, del cuerpo individual, de la experiencias materiales concretas y de las ideas que van adquiriendo en la conciencia formas igualmente individuales como sociales.

Esos receptores forman parte de ese complejo sistema tanto en lo que refiere a la información que se obtiene del exterior del cuerpo y del cerebro como de la información constante que el mismo cuerpo va enviando al cerebro. El cerebro funciona como un verdadero centro de control e información. Allí convergen todos los datos que es posible recepcionar y los decodifica para generar respuestas corporales y psiquicas múltiples para adaptarse al entorno y a las situaciones cambiantes del exterior y del interior. El flujo y los intercambios son constantes. La conciencia no puede del todo asumir el conocimiento en el movimiento. Por tanto el cerebro para producir conocimiento fija un momento (Espacio/tiempo) para definir conceptos, elementos, distinguir y separa y establecer como eso que se distingue o separa se relaciona con otro elemento distinguible o con el cuerpo como totalidad o el cerebro en su función de “control/regulación/aprendizaje-enseñanza/comunicación”.

Al detener y definir de modo estático algo que esta en constante intercambio y movimiento ya desvirtúa la realidad pero no torna inútil el esfuerzo, ya que conocer el funcionamiento hipotético de los estados ideales (quietos) permite en la realidad verificar que leyes se cumplen y cuales no o se cumplen parcialemente, identificando aquello que es dejado fuera en la quietud y que corresponde al movimiento.

En estos límites a nuestras capacidades, lo que entra a tallar ya no es el proceso cerebral y el funcionamiento orgánico de nuestra posibilidad para generar conocimiento, sino cuanto y como ese conocimiento nos advierte de errores y aciertos, de daños que causamos o que sufrimos y de como funciona el sistema de relaciones que establecemos en medio de las dinámicas vitales que nos incluyen como una parte más, pero no más que una parte.

Es así que, en la psique, juega un rol complementario, no antagónico, el relativismo como excusa para no intentar siquiera comprender el efecto de nuestros actos y decisiones individuales y del hacer con nuestras certezas cuándo estas no estén revisadas en los movimientos que impactan e involucran a otros y los fijamos con las excusas de “yo no le hago el mal a nadie” cuándo en realidad lo que decimos es “no quiero tomar conciencia de las cosas que hago y dañan a otros, por lo tanto me exculpo buscando culpables en otros”.

Vivimos en una civilización decadente. Parte de la decadencia se explica en la degradación de los comportamientos de los individuos y de como, la pérdida de valores y el sometimiento al “Fetiche” dinero, subvierte toda valoración humana respecto de las relaciones que establecemos con los otros, con la naturaleza, con las cosas creadas o no por la humanidad.

Nadie se salva solo. Que cada quien haga su parte y se haga responsable de ello.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


Fuentes y transcripciones de:

https://rinconpsicologia.com/teoria-del-chivo-expiatorio-psicologia-social/

https://rinconpsicologia.com/que-es-chivo-expiatorio-psicologia/

https://www.topia.com.ar/articulos/capitalismo-destructivo-del-tejido-social-y-ecologico?utm_source=Bolet%C3%ADn+Top%C3%ADa&utm_campaign=4fc2c6a0fb-REVISTA_90_SUSCRIPTORES_DIGITALES_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_bf055be65c-4fc2c6a0fb-36216917&mc_cid=4fc2c6a0fb

https://cenital.com/

https://www.pagina12.com.ar/


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