Estos tiempos de cancelaciones, miserias y revoluciones ausentes.

 

Miseria creciente en el horizonte global

La inflación, flagelo mundial

Sergio Ferrari, desde Berna,, Suiza, para Prensa Ecuménica

La brecha económico-social planetaria se acrecienta y 260 millones de nuevos pobres podrían caer en el barranco de la marginación antes de que finalice el 2022. De cumplirse este vaticinio, en diciembre de este año, 860 millones de personas podrían padecer una situación de extrema pobreza – al contar con menos de 1,90 dólares diarios– y más de 800 millones, desnutrición, revirtiéndose así los tibios avances de las últimas dos décadas.

Adicionalmente, la amenaza de una hambruna masiva se cierne sobre millones de personas que ya de por sí sufren graves niveles de marginación, en particular en África Oriental, el Sahel, Yemen y Siria.

Las consecuencias de la pandemia y el aumento del precio de los alimentos, así como el incremento de las desigualdades a nivel global, son algunas de las causas de este desbarranco social mundial, agravado a partir del pasado 24 de febrero por la explosión del conflicto ruso-ucranio.

Tal es el pronóstico escalofriante que lanzó la segunda semana de abril la Organización No Gubernamental (ONG) Oxfam Internacional. Su informe Tras la crisis, la catástrofe, publicado solo en inglés,

(https://www.oxfam.org/en/research/first-crisis-then-catastrophe) buscó aportar una voz desde la sociedad civil internacional de cara a las reuniones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional del primer cuatrimestre del año las cuales concluyeron el 24 de abril.

Nadie se libra de la inflación explosiva

Diferentes medios europeos de comunicación retomaron la tercera semana de abril algunos elementos del informe de Oxfam Internacional y privilegiaron el enfoque sobre el impacto de la inflación, que inquieta en particular a los sindicatos europeos.

El 20 de abril, la Unión Sindical Suiza (USS), la principal confederación de los trabajadores helvéticos, exigió al Gobierno tomar medidas urgentes para paliar los nubarrones inflacionarios luego de una década de control casi absoluto del índice de la misma (https://www.uss.ch/themes/politique-sociale/detail/le-pouvoir-dachat-risque-de-baisser-de-plus-de-3000-francs).

Según la USS, si no se compensa el encarecimiento del costo de la vida, las familias suizas arriesgan de perder este año más de 3.000 francos (igual monto en dólares): 2.200 por la caída real de ingresos y 1.000 como resultado del encarecimiento programado del seguro médico el cual podría aumentar hasta un 10% con respecto a la prima actual.

La inflación explota en la Unión Europea y bate récords nunca vistos desde la creación del euro, alcanzando un incremento promedio del 7,5% en marzo y con perspectivas más altas para abril. La guerra entre Rusia y Ucrania y el aumento de un 44,7% de los precios de la energía aparecen como dos de los factores detonantes.

Según un análisis del 1 de abril del cotidiano español El País, el batacazo bélico se deja sentir sin excepción en todo el continente, donde se registran índices inflacionarios sin precedentes (https://elpais.com/economia/2022-04-01/la-inflacion-se-desboca-en-la-zona-euro-y-bate-records-al-alcanzar-el-75-en-marzo.html).

Es el caso de Alemania, que con un alza del 7,6% con respecto a marzo de 2021 y de 2,5% con respecto a febrero de 2022, debe referirse a 40 años atrás –antes de la reunificación–, para encontrar una cifra comparable. Por su parte España, donde la inflación interanual creció un 9,8% (3,9 puntos en marzo con respecto a febrero), se acerca a marcas nunca vistas desde 1985. En Italia, en marzo la inflación subió un 6,5% con respecto al mismo mes del año pasado y un 1% en comparación a febrero de este año. Los Países Bajos registran en este mismo periodo una de las tasas de inflación más altas de la Unión Europea con 11,9%, superada por Lituania (15,6%), Estonia (14,8%) y Letonia (11,2%).

El flagelo inflacionario no solo golpea a Europa. También se convierte en un fenómeno mundial que profundiza la brecha de la desigualdad. En los Estados Unidos, por ejemplo, el 20% de los grupos familiares más pobres destina un 27% de sus ingresos a la compra de alimentos, en tanto que el 20% más rico solo invierte un 7% en ese rubro.

El sufrimiento del Sur global

El Banco Mundial estima que 198 millones de personas podrían caer en la pobreza extrema este año como resultado del COVID-19 y la profundización de las desigualdades. Sobre la base de esta estimación — a la que le suma la proyección del impacto del aumento de los precios de los alimentos–, Oxfam Internacional calcula que otros 65 millones de seres humanos se desplomarán en la miseria. Lo que representará un total de 263 millones de nuevos pobres, cantidad equivalente a las poblaciones del Reino Unido, Francia, Alemania y España juntas.

 

Comentando sobre esta tendencia al presentar el informe, Gabriela Bucher, directora de la ONG afirmó que, si no se toman medidas radicales e inmediatas, “podríamos estar ante el mayor aumento de los niveles de la pobreza extrema y sufrimiento de la humanidad del que se tiene constancia”. Para dicha organización este panorama es aún más desolador si se tienen en cuenta los billones de dólares acaparados por un puñado de multimillonarios que no demuestran ningún interés en frenar esta escalada.

Adicionalmente, la deuda externa representa una espada de Damocles cada día más pesada para las naciones y las poblaciones empobrecidas. Muchas ya se confrontan con la imposibilidad material de pagar la parte correspondiente al 2022 de dicha deuda.

Las personas en situación de pobreza son las más perjudicadas por estas crisis. A modo de ejemplo: el incremento del precio de los alimentos — superior al de la crisis del 2011– representa el 17% del gasto de los consumidores en los países ricos, pero representa el 40% en el África subsahariana.

En paralelo, las grandes multinacionales dedicadas a la producción y comercio del petróleo y el gas registran beneficios récord, al igual que las transnacionales del sector de alimentos y bebidas.

Corolarios nefastos de la pandemia

El informe de Oxfam Internacional también muestra que la crisis económico-social pandémica impactó y sigue afectando a nivel global. Sin embargo, los desafíos económicos que deben afrontar los países en desarrollo son mayores. Debieron enfrentar el acceso no igualitario a las vacunas; se vieron obligados a agotar fondos de reservas (muchas veces sumamente escasos) para aplicar planes sociales de contención; han tenido que asumir los corolarios de economías semiparalizadas durante meses con un impacto directo tanto en sectores formales como informales y se han visto obligados a aplicar severas medidas de austeridad.

En este contexto complejo en que los costos derivados del COVID-19 siguen golpeando las economías de los países en desarrollo, la riqueza de los milmillonarios se incrementó desde el inicio de la pandemia más que en el conjunto de los 14 años precedentes. Por otra parte, los gobiernos siguen dudando en cuanto a la posibilidad de aumentarles los impuestos a los sectores más enriquecidos de sus respectivos países.

Según Oxfam Internacional, si se aplicara un impuesto anual sobre el patrimonio–comenzando tan solo con un 2% para las fortunas millonarias para llegar al 5% en el caso de las milmillonarias– se generarían más de 2 billones de dólares anuales, suficiente para sacar de la pobreza a 2.300 millones de personas.

Aunque las soluciones parecen estar a la mano de los gobiernos, especialmente en el Sur, las relaciones de fuerza no siempre favorables y la falta de voluntad política conspiran para que no se las implemente. La torta terrestre es una y solo una mejor redistribución de las porciones podría asegurar que todas y todos puedan sentarse a la misma mesa para compartirla.

Lo nacional y popular latinoamericano

Por Jorge Alemán, desde España

Existe un cierto consenso en los pensadores y pensadoras marxistas de occidente. Si bien los más lúcidos y honestos intelectualmente aceptan de buen grado el impasse que ha supuesto el colapso de la experiencia revolucionaria y los enormes problemas que emergen cuando se trata de pensar la salida del capitalismo, no obstante sigue persistiendo una lectura crítica sobre las experiencias nacionales y populares.

Dejando de lado los que no soportan de las mismas la presencia de liderazgos, en aquellos movimientos políticos circunscriptos a un nombre propio, o también el modo plebeyo de tratar la razón de Estado, están los que aún observando con simpatía a los proyectos latinoamericanos no dejan de ver en los mismos lo que consideran los límites del reformismo.


El duelo por la Revolución no ha terminado en algunos marxistas, aunque muchos no lo admitan, y siguen soñando con una ruptura absoluta donde los sectores populares en una operación anticapitalista y revolucionaria efectúe un corte que separe definitivamente al Capital del Estado. Sólo así se terminará con aquellas medidas "reformistas" que si bien afectan, según esta lectura, algunos intereses de las clases dominantes, no liquidarán definitivamente la reproducción ilimitada de los poderes del capitalismo que siempre retornan.

Es en vano recordarles a estos autores, que si continuamos esperando la llegada de ese día providencial, mientras tanto, los sectores subalternos y precarios seguirán sufriendo cada vez más.

No obstante hay una crítica que procede de los amigos marxistas que puede ser tenida en cuenta por las experiencias populistas serias.

Es un hecho que, entre las mejoras de vida de los gobiernos populares, se encuentran la extensión de una política de créditos y de distintos modos de subsidio, que incrementan el acceso al consumo de los sectores populares. Aquí nos encontramos con una paradoja a tener en cuenta, si algún día se logra sobrevivir a la agonía de la nación endeudada por el neoliberalismo y sus representantes locales.

La paradoja se presentó de un modo especial tanto en Brasil como en Argentina en las experiencias anteriores, mientras se hacían políticas populares que le permitían a gran parte de los sectores empobrecidos acceder a nuevas formas de consumo, esta operación se iba lentamente despolitizando hasta dejar como resultado un nuevo problema: la producción de una subjetividad neoliberal causada por un proyecto popular.

En este breve desarrollo no pretendemos darle la razón al marxismo occidental que sueña con el día después de la historia. Es pertinente que un gobierno popular libere a los precarios de la mera supervivencia y le permita el acceso a los bienes. El asunto es que esto no sean exclusivamente bienes de consumo, presentes en la vida doméstica y ausentes en la vida política de la comunidad.

Para que lo nacional y popular no se reduzca sólo al aumento del consumo individual es necesario -y así se hizo en los grandes momentos históricos de los gobiernos populares- que todas las militancias sociales afronten una economía popular donde los bienes comunes hagan emerger una comunidad politizada, lo que podemos designar como un Pueblo.

En esos casos la Reforma no se opone a la Revolución, si la reforma no es pura gestión y está siempre politizada, la reforma se torna la única revolución posible.

El romance del Big Tech con la cultura de la cancelación - Indymedia Argentina Centro de Medios Independientes (( i ))

Publicado originalmente en Consortium News el 21 de abril de 2022, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Diego Sequera.

Fuente: https://misionverdad.com/traducciones/el-romance-del-big-tech-con-la-cultura-de-la-cancelacion

El periodismo que no sigue la línea de la narrativa hegemónica debe ser eliminado.


 

Este mes, varios de nosotros –Scott Ritter, ASB Military News, mi persona, entre otros– fuimos cancelados por Twitter. La razón no declarada: estábamos rebatiendo la narrativa oficialmente aprobada sobre la guerra Rusia/OTAN/Ucrania.

Esto fue algo predecible, como todo lo relativo al Big Tech. Apenas duré siete meses en Twitter. Y eso fue suficiente tiempo. Contactos en California me dijeron que estaba en su radar debido a lo rápido que había crecido la cuenta, y su enorme alcance, en particular luego del inicio de la Operación Z.

Celebré este acto de cancelación experimentando una iluminación estética en el Mar Egeo, el hogar de Heródoto, padre de la historia. Además de esto, fue reconfortante ser reconocido por el gran George Galloway en su homenaje conmovedor a los blancos del nuevo macartismo.

En paralelo a esto, la expectativa de la libertad de expresión siendo salvada por la intervención benigna de Elon Musk ofreció una pausa humorística del tipo “Mars Attacks”.

El tecno-feudalismo es uno de los temas predominantes en mi último libro, Los furiosos veinte, publicado a inicios de 2021 y reseñado aquí de forma reflexiva y meticulosa.

La cultura de la cancelación está integrada al proyecto tecno-feudalista: o cumples con la narrativa hegemónica o sufre las consecuencias. Yo sabía que, en mi caso, el día del juicio era inevitable en relación a Twitter y Facebook –dos de los guardianes del internet, junto a Google–, porque, como otro sinnúmero de usuarios, había sido previamente enviado a esas “cárceles” infames.

En una oportunidad, en Facebook, envié un mensaje agudo destacando que era un columnista/analista de una compañía de medios bien establecida, radicada en Hong Kong. Algún ser humano, y no un algoritmo, debió haberlo leído, porque la cuenta fue restablecida en menos de 24 horas.

Pero luego la cuenta fue sencillamente inhabilitada, sin ninguna clase de advertencia. Solicité la “revisión” proverbial. La respuesta fue una exigencia de prueba de identidad. En menos de 24 horas después de eso llegó el veredicto: “Su cuenta ha sido inhabilitada” porque no ha seguido los muy nebulosos “estándares de la comunidad”. La decisión fue “revisada” y “no puede revertirse”.

Lo celebré con un mini-requiem budista en Instagram.

Para ese entonces, mi página de Facebook impactada por un misil Hellfire claramente le identificaba al público en general quién yo era: “Analista geopolítico en Asia Times”. El hecho es que los algoritmos de Facebook cancelaron a un columnista de Asia Times, con una trayectoria comprobada y un perfil de alcance global. Los algos nunca han tenido las agallas (digitales) de hacerle lo mismo a un columnista de alto nivel del New York Times o del Financial Times.

Los abogados en Hong Kong de Asia Times le enviaron una carta a la gerencia de Facebook. Predeciblemente, no hubo ninguna respuesta.

Por supuesto, pasar a ser un objetivo de la cultura de la cancelación –dos veces– ni remotamente se compara con el destino de Julian Assange, encarcelado por más de tres años en Belmarsh en las circunstancias más escandalosas, y a punto de ser enviado a “juicio” en un gulag estadounidense por el delito de ejercer periodismo. No obstante, aplica la misma “lógica”: el periodismo que no sigue la línea de la narrativa hegemónica debe ser eliminado.

Obedece o sufre las consecuencias

En aquel entonces discutí el asunto con varios analistas occidentales. “Estás ridiculizando al presidente de los Estados Unidos mientras señalas los elementos positivos de Rusia, China e Irán. Eso es una combinación mortal”, como lo puso de forma sucinta uno de ellos.

Otros sencillamente estaban anonadados: “Me pregunto por qué te restringieron cuando trabajas para un medio respetable”. O establecieron las conexiones evidentes: “Facebook es una máquina de censura. No sabía que podían no ofrecer razones sobre el por qué lo hacen, pero son parte del estado profundo”.

Una fuente en la banca que frecuentemente coloca mis columnas sobre el escritorio de un selecto grupo de Amos del Universo lo pone en términos neoyorquinos: “J******e severamente al Atlantic Council”. Sin espacio a la duda: el espécimen que supervisó la cancelación de mi cuenta era un ex charlatán del Atlantic Council”.

Al editor y escritor Ron Unz en California le purgaron la cuenta de Facebook en abril de 2020 de su famosísimo portal Unz Review. A continuación, lectores que intentaron postear artículos de la página se toparon con un mensaje de “error” que describía su contenido como “abusivo”.

Cuando Unz le mencionó mi caso al renombrado economista James Galbraith, “realmente estaba asombrado, y pensó que esto señalaba una tendencia de censura muy negativa en internet”.

La “tendencia de censura” es un hecho, desde hace ya un buen tiempo. Tomen por ejemplo este informe del Departamento de Estado de 2020 identificando a los “pilares del ecosistema de desinformación y propaganda rusa”.

Directriz del Departamento de Estado

El informe de la era Pompeo demoniza los portales “radicales con mentalidad conspirativa” que resultan ser extremadamente críticos con la política exterior de los Estados Unidos. Incluyen Strategic Culture Foundation basado en Moscú –donde soy columnista– y Global Research, radicado en Canadá, que republica la mayoría de mis columnas (pero también lo hacen Consortium NewsZerohedge y muchos otros portales estadounidenses). Me citan por mi nombre en ese informe, junto a unos cuantos columnistas de alto nivel.

La “investigación” del informe declara que Strategic Culture –que está bloqueado por Facebook y Twitter– es dirigido por el SVR, el servicio de inteligencia exterior ruso. Esto es ridículo. Conocí en Moscú a los editors anteriores, jóvenes, energéticos, con mentes inquisitivas. Tuvieron que renunciar a sus trabajos porque luego de ese informe comenzaron a ser severamente amenazados online.

Así que la orden proviene directamente del Departamento de Estado, y eso no ha cambiado bajo Biden-Harris: cualquier análisis de la política exterior de Washington que se desvíe de la norma es una “teoría de la conspiración”, terminología que fue inventada y perfeccionada por la CIA.

Junten esto con la asociación entre Facebook y el Atlantic Council –que es, de facto, un think tank de la OTAN– y ahora tenemos un verdadero ecosistema poderoso.

La vida es maravillosa

Cada fragmento de silicón en el valle conecta Facebook a una extensión directa del proyecto LifeLog de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA, en inglés), un intento del Pentágono de “construir una base de datos que rastree la totalidad de la existencia de una persona”. Facebook lanzó su portal exactamente el mismo día –4 de febrero de 2004– que DARPA y el Pentágono cerraron LifeLog.


DARPA no ofreció explicación alguna. David Karger del MIT en aquel momento dijo: “Estoy seguro de que dicha investigación continuará siendo financiada bajo otro nombre. Se me hace imposible imaginar a DARPA ‘abandonando’ un área de investigación tan decisivo”.

Por supuesto, a la evidencia madre que conecta directamente a Facebook con DARPA nunca se le será permitido emerger a la superficie. Pero ocasionalmente alguno de sus actores esenciales se manifiestan, como Douglas Cage, nada más y nada menos que el conceptualizador de LifeLog: “En este punto Facebook es el verdadero rostro del seudo Life-Log (…) Hemos terminado suministrando el mismo tipo de información personal detallada a los publicistas y los corredores de data sin provocar el tipo de oposición que provocaba LifeLog”.

Así que Facebook no tiene absolutamente nada que ver con periodismo. Sin mencionar la pontificación sobre el trabajo de un periodista, o asumiendo que está calificado para cancelar a él o ella. Facebook es un “ecosistema” construido para vender data privada con ganancias exorbitantes, ofreciendo un servicio público como una empresa privada, pero sobre todas las cosas compartiendo con el estado de seguridad nacional de los Estados Unidos la información acumulada de sus miles de millones de usuarios.

La resultante estupidez algorítmica que Twitter también comparte –incapaz de reconocer matices, metáforas, ironías, pensamiento crítico– está perfectamente integrada a lo que el ex analista de la CIA, Ray McGovern, brillantemente bautizó como el complejo militar-industrial-congresional-inteligencia-medios-academa-think tanks (MICIMATT, en inglés).

En los Estados Unidos, al menos el inusual experto en el poder de los monopolios identificó este impulso neo-orweliano como algo que está acelerando “el colapso del periodismo y la democracia”.

Facebook “haciendo fact-check a periodistas profesionales” no llega siquiera a calificar como algo patético. De otro modo Facebook –y no analistas como McGovern– hubiesen desmontado el Russiagate. No cancelaría rutinariamente a periodistas y analistas palestinos. No inhabilitaría la cuenta de Mohammad Marandi, profesor de la Universidad de Teherán que de hecho nació en los Estados Unidos

He recibido unos cuantos mensajes diciendo que haber sido cancelado por Facebook –y ahora por Twitter– es una medalla de honor. Bueno, nada es permanente (budismo) y todo fluye (taoísmo). Así que haber sido –dos veces– eliminado por un algoritmo califica en el mejor de los casos como un chiste cósmico.

¿Que nos pasa? 


De hecho, este blog esta prohibido en Facebook. A riesgo de que impidan el artilugio al que he apelado para compartir el contenido en Facebook, comento que si lo puedo hacer a través de un posteo terciarizado desde otra red social. Linkedín no impide compartir las notas del blog y entonces allí me genera un enlace el que si facebook acepta. Es decir que desde facebook posteo el link de linkedin y de allí referencio a mi blog.

Un algortimo lo clausura otro no. Pero entre ellos “no se pisan el poncho” …


Daniel Roberto Távora Mac Cormack







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