Lunes 24 de febrero de 2020

Los medios corporativos están muy susceptibles y temerosos, enfatizando las propias tácticas que sostuvieron desde aquel 2009, cuándo el conflicto con las patronales rurales se entremezclaba con las críticas a la presidenta y las posiciones crecientes del gobierno en contra de los negocios monopólicos y causi-mafiosos de la corporación mediática de Ernestina Noble y su gerente y Ceo Héctor Horacio Magnetto. Mucho a cambiado para mal con Macri … el poder concentrado creció y se diversifico. Las mismas mañas y los mismos miedos recrudecen su tratamiento desinformativo …




El sociólogo Luis Alberto Quevedo, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) dijo que “Alberto Fernández se ha propuesto cerrar la grieta pero para cerrarla se requiere la voluntad de más de un sector”, y “si uno lee los medios opositores, que son casi todos, lejos de cerrar la grieta han continuado con la misma agenda de antes y la misma agresividad de antes”.

El experto en comunicación política afirmó que los grandes grupos mediáticos como Clarín, Perfil o América, “lejos de cerrar la grieta” actúan contra “cualquier política” del gobierno. Abogó por cerrar la negociación de la deuda en marzo o abril, y pidió que se defina temas como “el perfil productivo” del país.

Al analizar en general los primeros dos meses del actual gobierno de la Nación, el especialista en comunicación política consideró que “estuvieron sobredeterminados” por el “tema de la deuda externa”, porque el presidente “considera que sin haber cerrado este tema no hay manera de llevar adelante un plan de gobierno”. 
Para Quevedo, es necesario que “defina claramente su perfil” en la gestión presidencial, y consideró que la resolución acerca de la negociación de la deuda no puede “ir más allá de marzo o abril”.

Según su criterio, hoy existe “una gran incertidumbre” y el país “necesita otro tipo de definiciones” sobre, por ejemplo, “cuál va a ser la política de reindustrialización o el perfil que le va a dar al sector agroexportador”. 

-¿Cómo analiza los primeros dos meses de gobierno de Alberto Fernández?

-Alberto Fernández tenía cuando inicia su gobierno dos o tres interrogantes sobre cómo iba a ser su perfil, su política y su comunicación. Poco a poco las ha ido despejando. Una era mostrar que quien gobernaba es Alberto Fernández y no Cristina Kirchner. Esto estaba muy construido por los medios opositores y por buena parte de la dirigencia política que perdió las elecciones en 2019, diciendo que en realidad Alberto Fernández iba a ser un títere de Cristina Kirchner. Esa es la primera cuestión a la que se enfrentaba, es decir cuál era su perfil propio. La segunda cuestión es que estos dos meses estuvieron sobredeterminados por un tema, que él considera que sin haber cerrado ese tema no hay manera de llevar adelante un plan de gobierno, que es la deuda externa. Esas dos cuestiones las fue construyendo de manera diferente. Sí construyó un estilo propio de comunicación, muy diferente al de Cristina Kirchner, y al de Macri también, por supuesto. Y creo que sí quedó un poco atrapado con este tema de que es muy difícil imaginar un plan de gobierno, una transformación de las cuestiones esenciales de la Argentina, sin resolver el tema de los acreedores externos, la relación con el FMI, etcétera.

-¿De qué manera ve la comunicación del presidente?

-Creo que tiene una comunicación que la definiría con tres palabras: abierta, fragmentada y transparente. Abierta porque a diferencia de lo que fue el estilo discursivo de Cristina Kirchner, y también el de Mauricio Macri, Alberto Fernández habla con mucha gente. Habla con buena parte del periodismo, tanto el de oposición como el que es más afín al gobierno. Habla con políticos, sale al plano internacional y habla con mucha gente. En esto se distingue no solo del estilo discursivo de Cristina sino también del de Macri, que en cuatro años no habló nunca con un periodista opositor. Es fragmentada porque en realidad desde el 10 de diciembre no ha producido hasta hoy un discurso global y ordenador de su gestión. Ha tenido muchas apreciaciones sobre cuestiones muy puntuales, sectoriales, incluso las medidas de gobierno que ha tomado son muy sectoriales. No hay un discurso que organice lo que van a ser sus cuatro años de gobierno. Y creo que es transparente porque habla con datos, con hechos, en algunas áreas ha hecho una descripción sobre el estado del Estado, justamente, de lo que recibió, lo que tiene que enfrentar, que es lo que recibe del gobierno anterior como gestión pública y no sobre-promete. O sea que también es transparente porque no ha creado una sobre-promesa sobre lo que van a ser los logros de su gobierno. Ha tenido algunos logros, queda muy claro que tiene una personalidad propia, que está gobernando, que no ha sido opacado, ni tampoco ha estado en conflicto con Cristina. Pero eso va a continuar porque la oposición periodística va a seguir buscando la grieta entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Por ejemplo con respecto al FMI. Pero ahí Alberto actúa de manera defensiva, tiene que salir a aclarar que está de acuerdo con lo que dice Cristina. Pero no es propositiva, no tienen una acción común. 

-¿Cuáles son sus mayores falencias?

-En materia de comunicación y de política le faltan algunas cosas. Primero le falta hablar más con la sociedad. Ha hablado con muchos periodistas, con muchos dirigentes, del sindicalismo también y de otros partidos políticos, pero le falta hablar más con la sociedad, que fue su fuerte en la campaña electoral. Le falta también un discurso más integrador sobre objetivos del gobierno. Está un poco encerrado en hacer diagnósticos sobre ciertos aspectos de la política, de la función pública y de las acciones que hay que tomar. Pero hay una deuda con la política misma. La comunicación es hija de la política, lo que en ciertas áreas se requiere no es discurso y comunicación sino que son decisiones políticas. Dos ejemplos. La reforma de la justicia, a la cual él se ha referido muchas veces, le falta una acción política. Qué va a hacer con los tribunales federales, si va a ampliar la Corte, cómo va a modificar una estructura de la justicia que sigue estando igual al 9 de diciembre, cuando era presidente Mauricio Macri. Y la segunda es en qué va a consistir el perfil más productivo para la Argentina, más allá del diagnóstico de "tierra arrasada" que ha mencionado varias veces. Si la agenda se restringe a esta cosa más fragmentada, más puntual, a ver cómo se van a resolver los créditos UVA o si se le aumentó a los jubilados, me parece que son cuestiones pequeñas. Le falta una agenda, que sea él quien proponga la agenda que sustituya lo que fue la agenda del inicio de su gestión. Eso me parece que todavía está ausente.

-¿Le parece que las discusiones internas dentro del mismo frente en torno a los presos políticos, o sobre pagar o no la deuda, es algo inherente a la coalición, o está propiciado por esto que usted está marcando?

-Esos dos temas que han estado presentes en la agenda no han logrado ni calar hondo en la sociedad, porque uno tiene que mirar qué cosas de esas la sociedad toma para sí, ni realmente fragmentar a la dirigencia del Frente de Todos. El tema de los presos políticos es un tema. Él insiste en que hace cuatro años no habla exactamente de presos políticos sino que habla de personas que han sido injustamente arrestadas, y que por lo que conocemos, la estructura de la justicia misma tiene que resolver esos temas. Y me parece que eso no ha calado en el bloque oficialista como para quebrarlo. Hay diferentes opiniones pero no lo quiebra. Y en el tema de la deuda es aún más fuerte el abroquelamiento que hay detrás. Las votaciones en el Senado fueron muy claras. Hay gente que cree que hay que hacer una quita, otra que hay que transformar el tema de los intereses o culpar más al FMI. Pero la dirigencia, que no es un bloque homogéneo dentro del Frente de Todos, acepta que sea Alberto Fernández y la conducción del gobierno la que lleve adelante la negociación. Sabe que es una negociación, sabe que se va a ceder, pero no creo que fragmente al bloque de gobierno.

-¿Los grandes medios de comunicación son los que ejercen la oposición, más que los políticos?

 -Sí, me parece que los grandes medios no han cambiado su posición respecto al peronismo, al kirchnerismo, incluso a Alberto Fernández desde lo que fue el apoyo explícito a la reelección de Macri. Los medios más concentrados, como el Grupo Clarín, La Nación, América, Perfil, siguen siendo de una oposición muy dura. Alberto Fernández se ha propuesto cerrar la grieta pero para cerrarla se requiere la voluntad de más de un sector, no solamente de Alberto Fernández o del gobierno nacional. Lo que queda claro si uno lee los medios opositores, que son casi todos, es que lejos de cerrar la grieta han continuado con la misma agenda de antes y la misma agresividad de antes. Que tiene tres aspectos. Uno es el ataque permanente a Cristina Kirchner y al kirchnerismo, y a lo que fue el pasado de este gobierno. El segundo es no resaltar ningún aspecto positivo del gobierno de Alberto Fernández. Por ejemplo, la gira que hizo el presidente en Europa fue muy positiva y sin embargo, si uno mira los grandes medios, no existen casi referencias a la gira. Y la tercer cuestión es el silencio en cuanto a lo que va apareciendo de lo que fue el manejo del gobierno de Mauricio Macri. Van apareciendo unos cuantos temas, como el de Vicentín que es muy grave, que está ya en sede judicial, o como el de los peajes y en los grandes medios eso no existe. No los tematiza siquiera. Es un posicionamiento muy claro de enfrentar cualquier política que el gobierno de Alberto Fernández lleve adelante. No hay ningún cierre de grieta por parte de esos medios.

-¿En cuánto cree que debería resolver el presidente el tema de la deuda, como para que el gobierno arranque? Porque parece que dos meses de gobierno es poco pero se ve mucha impaciencia en militantes y en algunos sectores.

-Creo que más allá de la impaciencia de los militantes o de sectores de la sociedad, que coincido en que existen, hay un tema más fuerte que tiene que ver con llevar adelante políticas. Cuál va a ser la política de reindustrialización de la Argentina, cuál va a ser su perfil, cuál va a ser el perfil que le va a dar al sector agroexportador, qué política va a haber con los grandes monopolios del comercio exterior referido a las grandes cerealeras, qué política va a haber en Educación, en Ciencia y Tecnología, en materia de Salud. No me refiero a diagnosticar al gobierno anterior y decir que es necesario cambiar. Creo que la impaciencia que es consistente es esa, es querer que el gobierno de Alberto Fernández defina claramente su perfil.

Creo que tiene que ser muy rápido, no creo que el tema de la negociación de la deuda pueda ir más allá de marzo o abril en algún tipo de definición. Realmente hoy hay mucha incertidumbre. Entiendo lo que dice Alberto Fernández en cuanto a que no puede dar demasiados datos porque una negociación es eso: una negociación. Se ponen muchas cosas sobre la mesa, se van cambiando estrategias. Pero me parece que en un par de meses deberían cerrarlo porque Argentina necesita las otras definiciones.


Y las definiciones van sucediendo …

El gobierno argentino acordó nuevas condiciones en el pago de la deuda de U$S 44 mil millones que mantiene con el Fondo Monetario Internacional. El compromiso fue alcanzado por el ministro de Economía, Martín Guzmán, y la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, quienes se reunieron ayer en Riad, donde se realiza la reunión de Ministros de Finanzas del G-20.

el Fondo aceptó una postergación de tres años en la devolución del capital, cuyo cronograma de cinco años arrancaba a mediados de 2021. El beneficio podría extenderse a los intereses, que sólo en 2020 suman unos U$S 1.600 millones. A cambio, las autoridades económicas mantendrán el equilibrio fiscal durante ese período, aunque se podrían admitir pequeños desvíos de esa meta para atender cuestiones sociales.
El comunicado oficial del Ministerio de Economía también informó "la intención de la República de iniciar las consultas del artículo IV del organismo", que establece la revisión anual de las economías de los países miembro. La letra chica del acuerdo será resuelta en Washington, a donde viajará Guzmán directamente desde la capital árabe. 

La vuelta de estas revisiones anuales, que habían sido reemplazadas por las trimestrales estipuladas en el acuerdo stand by, dan a entender que caducó definitivamente el programa sellado en junio de 2018 entre las anteriores autoridades del Fondo y la gestión de Mauricio Macri, suspendido en agosto pasado. Lo que se debatirá la semana entrante es si la nueva relación incluirá otro acuerdo, algo que Georgieva implícitamente admitió, y si habrá condiciones expresas bajo las cuales el FMI acepta la postergación en los pagos. "Acogí el compromiso de las autoridades argentinas de continuar profundizando nuestra colaboración, a través de una Consulta del Artículo IV, y oportunamente obtener un programa respaldado por el Fondo. Las modalidades de estos próximos pasos se seguirán discutiendo", señaló la dirigente búlgara.

...Guzmán tenía planeados otros dos encuentros de importancia. Uno con el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, para pedir el respaldo de su país en la renegociación con el Fondo. El otro, con el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, para que interceda ante el Club de París y que acepte renegociar la deuda argentina con ese núcleo. ( https://www.tiempoar.com.ar/nota/el-gobierno-acuerda-con-el-fmi-y-va-por-los-bonistas-privados )

El ministro de Economía, Martín Guzmán, destacó las "coincidencias" encontradas con el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Mnuchin, en la reunión mantenida este domingo en el marco de la primera sesión de la Cumbre de Ministros de Finanzas y Presidentes de Bancos Centrales del Grupo de los 20 (G20) que se desarrolla en Riad, Arabia Saudita.



“Gracias Secretario del Tesoro de los Estados Unidos @stevenmnuchin1 por el productivo encuentro. Es por demás alentador encontrar coincidencias”, señaló el titular del Palacio de Hacienda a través de un mensaje en su cuenta de la red social Twitter.

Por su parte, Mnuchin sostuvo que con Guzmán “discutimos los planes de su gobierno para implementar políticas económicas”.

También a través de la red social Twitter, el funcionario estadounidense coincidió con el ministro argentino en calificar de “productivo” al encuentro mantenido en Riad.

“Primera discusión productiva con el ministro de Hacienda argentino, Martín Guzmán”, recalcó el secretario del Tesoro de EEUU.

El Palacio de Hacienda, a través de un comunicado de prensa, precisó que la reunión se extendió por espacio de algo más de 30 minutos y que también participaron el representante argentino ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), Sergio Chodos, y el subsecretario del Tesoro estadounidense, Brent McIntosh.

Finalizado ese encuentro, Guzmán continuó con su agenda de trabajo en Riad, que incluyó reuniones bilaterales con sus pares de México, Arturo Herrera; y de Canadá, Bill Morneau, en las que apuntó a afianzar el diálogo entre los países y fortalecer las relaciones entre la Argentina y el mundo.

Este sábado, durante la primera jornada de actividades desarrollada en Riad, Guzmán mantuvo reuniones bilaterales con sus pares de Alemania, Olaf Scholz; de Francia, Bruno Le Maire; de Suiza, Ueli Maurer; de India, Nirmala Sitharaman; y de Arabia Saudita, Mohammed Al-Jadaan.

En estos encuentros, todos los ministros le manifestaron el apoyo de sus países a las negociaciones que lleva adelante la Argentina para reestructurar su deuda soberana y acordaron una agenda de cooperación en pos de afianzar los vínculos estratégicos bilaterales.

Asimismo, la ministra de India le anticipó al titular del Palacio de Hacienda las intenciones de su país de realizar inversiones productivas en la Argentina que generarán nuevos puestos de trabajo.

Además, antes de su exposición en la sesión del G20, Guzmán y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalyna Georgieva, analizaron los pasos a seguir en el marco de la relación entre Argentina y el FMI , tras las conclusiones alcanzadas luego de la visita de la reciente misión técnica del organismo en la Argentina.

Como corolario de esa incursión, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer un documento en el cual aseguraba que la deuda pública argentina "no es sostenible" y que el superávit fiscal necesario para enfrentar su pago "no es económica ni políticamente factible". El organismo multilateral dejó entrever la posibilidad de avanzar con una quita de deuda al afirmar la semana pasada que “se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados”.

Ahora, los privados

El acuerdo con el FMI abrirá el camino al gran objetivo del gobierno: reestructurar la deuda con los bonistas privados. En ese sentido, fue valiosísima la ayuda de la delegación del Fondo que permaneció una semana en Buenos Aires y se reunió con diferentes funcionarios del Ejecutivo. La declaración elaborada por Julie Kozack, subdirectora del Departamento para el Hemisferio Occidental, y Luis Cubeddu, nuevo enlace del Fondo con Argentina, afirma que la deuda pública es "no sostenible" y pidió una "contribución apreciable" de los acreedores privados. En los hechos, ese aval habilita al gobierno a plantear a los tenedores de bonos nuevos plazos y una fuerte quita.

Nuestra visión es que el superávit primario que se necesitaría para reducir la deuda pública no es económicamente ni políticamente factible”, dice el texto. Y agrega que “en consecuencia, se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados”.

Lo que está en juego es un paquete de alrededor de U$S 100 mil millones, casi un tercio de los U$S 324.449 millones que componían la deuda pública al 31 de enero, según el informe de la Secretaría de Finanzas. Esa fracción se encuentra en manos privadas, fundamentalmente bancos, fondos de inversión e incluso ahorristas particulares.

La estrategia oficial es lograr una quita de capital de esos bonos, más un período de gracia de al menos tres años en los intereses. Esos recursos quedarían liberados para dinamizar la actividad interna y atender las demandas sociales insatisfechas por la gestión de Mauricio Macri. Economía busca un agente financiero que identifique a los dueños de esos títulos y les acerque la propuesta de reestructuración.

El gobierno necesita definir el tema cuanto antes, porque en dos semanas comienza una seguidilla de fuertes vencimientos que entre capital e intereses involucran unos U$S 10.000 millones hasta junio. En su visita a la Cámara de Diputados, Guzmán anunció su intención de lanzar la oferta en la segunda semana de marzo y dar apenas 15 días para que los acreedores manifiesten su conformidad. Como en la imagen del perro que gira en círculos buscando alcanzar su propia cola, el éxito de la reestructuración está condicionado a que se lleve a cabo: antes de aceptar, los bonistas quieren precisiones sobre cómo será la economía argentina en los próximos meses; pero el gobierno no las puede formular sin saber cuánto de sus recursos deberá destinar a pagar deudas y cuándo deberá hacerlo.

Juego a dos puntas

Con tal de poner al FMI de su lado, el gobierno jugó a dos puntas. Por un lado endulzó sus oídos con las promesas de disciplina fiscal que el presidente Alberto Fernández formuló a los líderes europeos en su gira del mes pasado. Además, dejó traslucir un posible descongelamiento de tarifas de transporte, luz y electricidad para mayo o junio, que luego Fernández desmintió.

Pero a la vez insistió en que el Fondo también podría hacer una quita en sus acreencias. El contrapunto lo protagonizaron Georgieva, que decía que su carta orgánica le impide hacer una rebaja, y la vicepresidenta Cristina Kirchner, que recordaba que el Fondo ya había violado ese estatuto al seguir girando dinero a un país y acrecentando su deuda, a sabiendas de que esos capitales se fugaban del sistema. "¿Por qué vamos a hacer valer una prohibición y la otra no?", chicaneó Cristina.

Esa idea se amparaba en un antecedente concreto. En 2005, el FMI, junto con el G-8, propuso la Iniciativa para el Alivio de la Deuda Multilateral (IADM). A través de ella, y con el argumento de ayudar a cumplir los Objetivos del Milenio que impulsaba la ONU, armó un fideicomiso con el Banco Mundial y otras entidades para condonar sus pasivos con la entidad a 36 países calificados como pobres y muy endeudados, la mayoría con ingresos per cápita menores a los 380 dólares. Entre ellos había cuatro americanos: Bolivia, Haití, Honduras y Nicaragua. A Liberia, incluso, le otorgaron un "alivio" adicional por U$S 172 millones para ayudar a dejar atrás su guerra civil.

El dato debilitaba los argumentos del FMI. Claro que el ingreso en esa iniciativa no era sencillo: incluía la comprobación de que esos países demostraran un "desempeño satisfactorio" en objetivos tales como gasto público, reducción de la pobreza y otros condicionamientos macroeconómicos. Y si hay algo que Fernández no quiere es aceptar condicionamientos externos.

Error y purga

La voltereta del Fondo, que ahora guarda silencio sobre las exigencias de ajuste fiscal y reformas estructurales con las que insistía hasta hace un par de meses, es producto tanto de su renovación dirigencial como de sus gruesos errores al juzgar la situación local. Todos los riesgos alertados en las revisiones trimestrales del acuerdo stand by, y que el directorio ignoró con tal de seguir apoyando el proyecto de reelección de Macri, finalmente sucedieron. Entre ellos, la vulnerabilidad del pasivo ante una suba del tipo de cambio, una eventual corrida dolarizadora y la falta de respaldo social ante tanto ajuste.

El riesgo de no recuperar los U$S 44 mil millones que prestó al país generó un sismo puertas adentro de la entidad y la salida de Christine Lagarde, directora gerente; su vice, David Lipton, y el encargado de seguir el caso argentino, Roberto Cardarelli. Esa implosión desembocó en la mayor disposición de Georgieva a escuchar los pedidos del nuevo gobierno. Tras las reuniones de esta semana en Washington se sabrá hasta dónde llegará el cambio de postura. «
 
Lo urgente y lo importante

Transcurrieron ya más de dos meses desde que el gobierno de Alberto Fernández se puso en marcha. Y si bien hubo definiciones políticas fundamentales que se fueron construyendo durante la campaña y en el intermedio entre las elecciones y el cambio de gobierno, lo real es que el Frente de Todos (FdT), con el Presidente a la cabeza, viene cimentando su perfil político a medida que da respuesta a los desafíos que le plantea la gestión. Cada paso, cada decisión es también una definición política. Lo viene siendo de manera central el posicionamiento frente a los acreedores externos y el FMI. Pero también los gestos en materia de política internacional, que zigzaguea entre sostener los principios y la necesidad de llegar a acuerdos para sumar aliados aunque sean incómodos. En el orden interno se evidencia la tensión entre la reafirmación de la opción por los más perjudicados y el intento, con los medios al alcance, de apostar a la reactivación productiva.




Ha quedado claro también que todas estas decisiones se cocinan en el círculo de poder que rodea al Presidente y que está constituido por sus colaboradores más cercanos. Espacio del que participa -de modo preponderante- la vicepresidenta Cristina Fernández. Una relación que solo Fernández y Fernández pueden decir cómo funciona, mientras las usinas de oposición mediática la pretenden fabricar como una nueva "grieta". Al menos por el momento, nada indica que esto esté ocurriendo. Más bien se trata de otra versión de fake news a la que nos tienen acostumbrados y de la que no se bajan ni los periodistas ni las corporaciones mediáticas. Es su forma de ejercer el periodismo y el poder.

Pero volviendo al tema del círculo íntimo de las decisiones políticas, está claro que el estilo presidencial es reservado y de consulta apenas a los más cercanos o directamente interesados en el asunto específico. Siguiendo el modo aprendido de su maestro Néstor Kirchner, Alberto Fernández prefiere también la sorpresa, cuando no el secretismo, en torno a las decisiones que adopta. Nada se lo impide, ni nadie podría decir que los debates que anteceden a decisiones trascendentes -máxime en una situación de crisis como la que se vive- tengan que ser públicos.

La premura para adoptar decisiones está por delante de los intercambios y consultas más amplias, según entienden quienes ejercen la máxima responsabilidad del gobierno. Como todas las determinaciones que se toman en emergencia tiene que ser valorada en este contexto y en función de superar el momento.
Si se convierten en habituales y se prolongan en el tiempo pueden convertirse en un problema antes que una solución.

Para ganar las elecciones el FdT sumó fuerzas, voluntades y perspectivas políticas diferentes. Sirvió para reconquistar el gobierno. Para gestionar, Alberto Fernández distribuyó cargos a lo largo y ancho de los ministerios y de la administración pública, casi con la idea de dejar conformes a todos los participantes de la alianza gobernante. Una decisión audaz que tendrá que demostrar en el tiempo que, de la misma manera que sumó votos, es igualmente útil y eficaz para gestionar de manera coherente el Estado. Es demasiado pronto para sacar conclusiones sobre este punto.

El gobierno está empeñado por el momento en paliar la crisis. O, quizás mejor dicho, en mitigar el daño que hereda de la etapa macrista. Pero desde Fernández hasta el último de sus funcionarios saben que ésta es una etapa apenas transitoria a la que debe seguir una segunda, de mayor importancia todavía, que consista en la construcción de un proyecto político, económico y cultural superador para la sociedad argentina.

Y si salir de la crisis requiere de diálogos a puertas cerradas y de decisiones centralizadas, la construcción de otro proyecto de sociedad demanda de miradas distintas, de la puesta en común de perspectivas diferentes y de la presentación de experiencias que no salen únicamente de los círculos que rodean a los decisores. Hay además una multiplicidad de voces y de prácticas que están en el territorio y que han sido, a través de organizaciones y movimientos, sustento fundamental del FdT.

Más allá de cualquier consideración política coyuntural, es claro que el debate de ideas es, ante todo, una necesidad social. Porque toda sociedad, cualquier grupo humano, necesita dialogar, intercambiar para progresar, escoger las mejores decisiones y rectificar -cuando es necesario y lo más rápidamente posible- las orientaciones equivocadas.

Para eso hay que discutir, debatir, argumentar, incluso a partir de posiciones encontradas, hasta llegar a un consenso que se traduzca en decisiones de gestión.

Algunas voces que provienen de dirigentes de base alineados y comprometidos en el FdT están alertando sobre la necesidad de -sin desatender la atención de la crisis- ampliar los espacios de intercambio y de debate, para exponer ideas y para generar propuestas que enriquezcan la acción del gobierno. Entienden que es un mecanismo de participación que realza la vida política y ayudaría a consolidar el FdT como instancia de poder y más allá de lo electoral. Sabiendo también que el solo debate no lo resuelve todo y que, inevitablemente, quedarán en evidencia discrepancias y hasta se pueden atravesar turbulencias.

La democracia liberal por la que nos regimos necesita, para madurar y crecer, de pluralidad de voces que debatan sobre lo que es mejor para la mayoría de la ciudadanía. Pero es imposible avanzar en esta tarea si no se asume desde el comienzo que ninguno de los interlocutores posee la totalidad de la verdad. Y que la disposición al diálogo incluye también capacidad de renuncia a algunas certezas, aunque no a las convicciones. El debate plural, diverso y a la vez comprometido, es garantía de una propuesta política superadora.

Con un video de dos minutos y el presidente Alberto Fernández como espada principal el gobierno avisó que dará la batalla por el Poder Judicial. O mejor dicho: que asume que la justicia se transformó en un escenario privilegiado de la disputa política en el que está dispuesto a intervenir.   

La Casa Rosada hizo público su diagnóstico, que también es una meta. Durante cuatro años de macrismo –dice en el video- se violó el Estado de Derecho a través de detenciones arbitrarias, designación de jueces por decreto, espionaje ilegal y extorsión a opositores, interferencia de los servicios de inteligencia, abuso de la figura del arrepentido y armado de causas y detenciones arbitrarias. Todo ello con soporte mediático.

El propio presidente salió a marcar la cancha. "Necesitamos una justicia que actúe contra el crimen organizado y los delitos de corrupción, en vez de perseguir a políticos”, dijo en una entrevista periodística. Y concluyó: “Queremos una Justicia Federal que se aboque a estos temas y se olvide de la política". 



Los jueces, que se jactan de “hablar por sus sentencias”, guardaron silencio. Pero el gobierno sabe que habrá respuesta. Y donde duela. Mientras tanto quien recogió el guante fue Juntos por el Cambio, con Lilita Carrió a la cabeza,  recreando el discurso “republicano” que mejor le sienta. 

La alianza entre el Pro, la UCR y la CC calificó la posición de la Casa Rosada como “un ataque directo a la independencia de los jueces, porque respalda el plan para garantizar la impunidad de ex funcionarios procesados y condenados por corrupción".

Esta posición es mucho más que coyuntural. “Durante el gobierno de Macri la política se tecnifica y busca, por un lado, un discurso empresarial respecto al manejo del Estado y por otro lado dirimir la batalla política en el ámbito judicial, esto es eliminar al adversario político en los tribunales”, asegura la polítóloga e investigadora del Conicet Silvina Romano…

Con la judicialización de la política – explica Romano- se recortan las potencialidades de la democracia, ya que al darle predominio al Poder Judicial se recorta la representatividad y, por supuesto, la participación directa de la ciudadanía, dándole potestad a una élite como es el aparato judicial, que no se elige por voto popular”. 

Mover las piezas

Los aprestos del gobierno para dar una batalla que considera de fondo incluyen el anuncio de una reforma judicial, que será uno de los temas centrales del discurso con que Alberto Fernández inaugurará las sesiones ordinarias del Congreso el 1 de marzo próximo. 

El proyecto que la ministra Marcela Losardo y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, guardan bajo siete llaves irá en línea con lo que el gobierno expuso la semana pasada: el poder político no puede dejarse erosionar (ni extorsionar) por los tribunales.  

Consciente de que las reformas se hacen cuando se tiene fortaleza y sin darle respiro al contrincante, el gobierno desplegó distintas iniciativas que afectan a la magistratura en general, asumiendo los riesgos del caso: abroquelar a todos los jueces, trascendiendo fueros, instancias y jurisdicciones.  



En la cima de temas incómodos para la corporación judicial aparece el proyecto para modificar el régimen jubilatorio de los jueces, que el oficialismo intentará aprobar en la Cámara de Diputados la semana próxima.

Como efecto colateral de esta medida aparece la renuncia a sus cargos de jueces y fiscales (por ahora serían una treintena) para no perder los beneficios del viejo sistema, algo que va en el sentido de la renovación que se busca desde Balcarce 50.

También genera escozor el pedido de intervención de la Justicia jujeña realizado por el senador peronista Guillermo Snopek, después de  denunciar que el presidente del Superior Tribunal de Justicia de esa provincia, Pablo Baca, amenazó con denunciarlo por sus dichos en el Parlamento sobre el Poder Judicial local.

Baca pidió licencia luego de que se hiciera público un audio donde reconoce que la dirigente social Milagro Sala no está detenida por haber cometido delitos sino porque así lo necesita el gobierno que encabeza el radical Gerardo Morales. Algo así como lawfare explícito. 

La utilización política del Poder Judicial – destaca Romano- edulcora la democracia y hace que esta se reduzca al procedimiento, como una competencia entre sectores que se presentan a elecciones donde lo importante es el procedimiento, sin importar la sustancia”. 
A desjudicializar

La judicialización de la política que el gobierno parece decidido a combatir se convirtió en una práctica cada vez más asidua desde años ‘90, acompañando las reformas de segunda generación impulsadas por el Banco Mundial  y el FMI a partir del Consenso de Washington. 

Dichas reformas buscaban acompañar la estructura económica neoliberal con una superestructura institucional que la legalice y legitime. Para esto es necesario un Poder Judicial que la sociedad perciba como técnico, apolítico y productor de verdad. Un poder inmutable al riesgo que para el mercado supone los cambios de la política.  

El Poder Judicial como campo de batalla político adquirió mucho protagonismo en 2015 con la causa Nisman, donde la oposición al kirchnerismo ve al aparato judicial como un espacio que le podía dar cierta legalidad y legitimidad en un año electoral”, analiza Romano, compiladora de “Lawfare. Guerra judicial y neoliberalismo en América Latina”.

Para la investigadora “el aparato judicial tiene un lenguaje técnico, se presenta en general como apolítico, con un halo de legalidad y no politizado, no corrupto, no ‘sucio’, lo que sumado a los medios de comunicación, por ejemplo, acusaron a al ex presidenta Cristina Fernández de autora intelectual e incluso material de la muerte del ex fiscal”.

Así, la entonces oposición “fue midiendo cómo una batalla política podía dirigirse hacia lo judicial y ganar a la opinión pública”, revela Romano. “La causa Nisman – concluye- demostró que se podía penetrar fuertemente en el sentido común poniendo a la Justicia por encima de lo político”.

De la Patria Grande a la Cárcel Grande

La utilización de la Justicia para esmerilar gobiernos, legitimada y amplificada por las grandes empresas periodísticas, es un fenómeno que se extendió por la región, resultando funcional a la restauración conservadora que vivió América Latina, analiza Romano, quien también es coordinadora del Área de Geopolítica de Celag.  

En Brasil es claro como la causa del Lava Jato, en nombre del combate de la corrupción, anula los derechos civiles y políticos más importantes de un Estado de Derecho, y donde todo se hace invocando un estado de excepción para salvar, paradójicamente, la democracia, algo muy parecido a lo que ocurrió durante las dictaduras cívico-militares”, agrega. 



Para la analista “no se trata de la lucha contra la corrupción como algo desinteresado sino que hay intereses brutales en juego, como fue apoderarse del Presal y las reservas de hidrocarburos más importantes del Atlántico Sur junto a las de Malvinas después del derrocamiento de Dilma Roussef, que eran reservas monopolizadas por Petrobras y dos meses después de su destitución se abrieron licitaciones para empresas trasnacionales”.

Según la experta esto también se verifica en Ecuador, Venezuela y Bolivia. “En el Ecuador de Lenin Moreno hay una persecusión política virulenta, con allanamientos, prisiones preventivas, sin ningún respeto por el debido proceso ni con alguien que controle eso, estamos hablando de que no hay ley”.

Estamos viviendo la guerra contrainsurgente por otros medios. Insurgencia hoy es cualquier movimiento, sector o líder que intente llevar a la práctica una alternativa a la vía neoliberal”, abunda Romano.

Todo esto tiene una fachada de legalidad –explica- porque es en el marco de los tribunales donde se está enjuiciamiento a las alternativas al neoliberalismo, lo que genera la idea de que se está haciendo lo correcto para salvar al Estado de Derecho cuando en realidad se lo está destrozando”.

Una pelea de fondo

El miércoles próximo la conducción de Juntos por el Cambio se reunirá en Buenos Aires para analizar lo que caracteriza como un avance del gobierno sobre la independencia de los jueces “para garantizar la impunidad” de ex funcionarios y de la propia Cristina Kirchner. 

El principal partido de la oposición encontrará así un “nicho” desde el que posicionarse ante un gobierno que le representa su propio fracaso, algo que le reclaman sus votantes pero también los medios de comunicación que apuestan a debilitar al gobierno. 

Además, pondrá a prueba la voluntad política de Alberto Fernández de ir a fondo en un tema que es clave para determinar a qué tipo de democracia pueden aspirar los argentinos. 

Al judicializar la política y dejar que los jueces o un sector minoritario de la población defina el destino político y económico de un país lo que se hace es recortar la democracia y su potencialidad emancipadora, junto con la promoción de hábitos antipolíticos”, advierte Romano. 



Un sentido común –dice Romano- en el que son todos corruptos impulsa conductas antipolíticas, la privatización del ciudadano junto con la privatización del Estado. El mensaje es quedate en tu casa y no te metas en política porque si lo hacés sos potencialmente corrupto”.
 
En una nota de mayo de 2018, en el preludio de las negociaciones con el FMI, quien escribe mencionaba en este medio algunas posibles consecuencias de este acuerdo: “metas fiscales imposibles de cumplir”, “daños en el tejido productivo, en el empleo y en la distribución del ingreso” y “una hipoteca intergeneracional que algún día costará levantar”.

Lamentablemente, casi dos años después, todas estas situaciones se hicieron realidad. De allí que es importante lo dicho por la misión del Fondo Monetario que visitó Buenos Aires: “El personal del FMI tuvo reuniones muy productivas con las autoridades argentinas sobre sus planes y políticas macroeconómicas”, para luego agregar: “compartimos el objetivo general de las autoridades de restablecer el crecimiento y reducir la pobreza, y al mismo tiempo fortalecer los equilibrios fiscal y externo”. La misión también definió que “la deuda de Argentina no es sostenible” y en consecuencia “se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados”.

Queda claro que no es cierto que no haya un plan de gobierno, como algunos intentan instalar. Lo que sí ocurre es que hasta tanto no se resuelva la situación de la deuda, que por su magnitud condiciona la asignación del gasto público, no se podrán llevar adelante las medidas de fondo que permitan salir del “pantano” en el que se encuentra el país.

Las prioridades del Gobierno de Alberto Fernández quedaron bien definidas, en coincidencia con lo que se manifestó en la campaña electoral.

En materia financiera se apunta especialmente a las pymes, fuertemente perjudicadas durante el Gobierno de Cambiemos. Junto con la constante disminución de la tasa de política monetaria (pasó del 63% al 40% desde diciembre del año pasado), se implementó a partir de enero una tasa especial de financiación para las micro, pequeñas y medianas empresas que ahora está en el 35% anual.
En la misma línea, la AFIP lanzó un régimen de moratoria para pymes, clubes de barrio, fundaciones, cooperativas, consorcios y obras sociales que, además de sufrir el contexto económico general de la gestión anterior, fueron castigados por el abrupto incremento de tarifas.

Otra iniciativa no menos importante en el ámbito de la salud fue el relanzamiento del Programa Remediar. Totalmente desarticulado en los últimos cuatro años, éste involucra la distribución gratuita de medicamentos esenciales en los centros de atención primaria de todo el país para aquellas personas que no cuentan con cobertura social privada.

Al aumento decretado del 13% a partir de marzo para los jubilados que perciben el haber mínimo y para los beneficiarios de la AUH y de las asignaciones familiares (hubiera sido del 11,6% con la fórmula implementada en 2017) se le adiciona el lanzamiento de la iniciativa “Vivir Mejor”. La misma incluye 170 medicamentos gratuitos a todos los jubilados con el objetivo de “garantizar el derecho a la salud”, según señalaron desde el PAMI. Tal como lo establece la Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva, los fondos para llevar a cabo esta última medida provendrán de lo recaudado a partir del impuesto PAIS. Una muestra más de la política redistributiva encarada por el Gobierno del Frente de Todos.

En línea con la firme decisión de incrementar el ingreso disponible de los argentinos, se congelaron las tarifas de gas, electricidad y transporte durante seis meses para luego, según las palabras del ministro Matías Kulfas, efectuar “una revisión que permita reducir los costos y poder generar tarifas razonables y accesibles sobre todo donde hay mayores necesidades”.

Finalmente, teniendo en cuenta el principal destino de los ingresos de los que menos tienen, se restableció el Programa de Precios Cuidados, incorporando en los últimos días a supermercados mayoristas y distribuidores de todo el país.

Un buen comienzo en un largo camino que involucra distintos frentes de emergencia que no pueden esperar. Al mismo tiempo, se continúa con el proceso de resolver el cuello de botella que dejó el endeudamiento irresponsable de la gestión anterior.

En una alianza amplia y diversa como la que condujo a Alberto Fernandez, al gobierno, es lógico y dable pensarse en tensiones y disputas por lograr que las decisiones se parezcan lo mas posible al deseo de “lo propio”. También es lógico comprender que en política no puede contentarse a todo el mundo. Que los tiempos y las definiciones dependen en muchos casos de la voluntad política pero en muchos otros del juego de tensiones que alimentan el ejercicio de la posibilidad de definirlas e implementarlas con algún tipo de resultado positivo.

Al parecer, y es lo que llama la atención, la vulnerabilidad que expresan ansiedad y apuro, sentimientos y emociones que se contuvieron durante cuatro años, es cierta … pero precisamente porque se contuvieron entonces deberían ser un poco mas pacientes ahora … y sin embargo alimentan cada operación y cada intento por desmejorar y deformar la imagen del gobierno que aún no cumple tres meses en el ejercicio de la administración del Estado Nacional y que recibió un país quebrado no solo en lo económico sino y precisamente en la posibilidad de consensuar políticas publicas y dialogar programas y proyectos para desarrollar las potencialidades de la Nación y mejorar la vida de cada uno de nosotros, sus ciudadanos.

Si pretendemos lograr todo lo que deseamos y lograrlo ya, lo mas probable es que nos quedemos nuevamente sin nada …

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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