Domingo 2 de Febrero de 2020
El Plan Argentina contra el hambre, de modo similar a la Asignación universal por Hijo (AUH) es un programa de refuerzo de ingresos. Como la plata es fungible, si la alimentación se va cubriendo mejor, las demandas se orientan a otros bienes. Eso explica el reverdecimiento progresivo que se insinúa en la industria textil, como detalló David Cufré en este diario semanas atrás.
II Construcción de poder
populares
La cuestión es: ¿es posible
solucionar los desastres económicos, sociales y culturales que dejó
el macrismo por medio de una política de diálogo y apelando a la
solidaridad de los que más tienen?
Tomemos el caso de los dos
gobiernos populares que más favorecieron y dieron satisfacción
económica y reconocimiento a los que menos tienen. Las clases
dominantes que dieron el golpe contra Perón en el ’55 editaron un
libro que titularon Libro negro de la segunda tiranía. Establecía
una simetría histórica entre los gobiernos de Rosas y Perón. Esa
simetría existe e invita a una reflexión profundamente actual. ¿Es
posible una redistribución de la riqueza sin tocar intereses, al
parecer, intocables?
Rosas gobernó el país durante
veintidós años. Menos entre 1833 y 1835 cuando se alejó para hacer
una campaña contra los indios. En 1835 asume otra vez y exige la
suma del poder público, las facultades extraordinarias y las
relaciones exteriores de la confederación.
Durante su dilatado gobierno
benefició grandemente a los gauchos, a los negros y hasta a los
indios. Fue despótico y hasta cruel con las clases altas, con los
poderosos del país, de los que él formaba parte, aunque había
elegido hacerse gaucho, el gaucho de “Los Cerrillos”, su
estancia. Dictó la ley proteccionista de aduanas de 1835 y guerreó
contra ingleses y franceses en la batalla de la Vuelta de Obligado,
una de las gestas más gloriosas en la historia del anticolonialismo
que le mereció que San Martín le legara el sable que lo acompañó
en las luchas por la independencia. Es derrotado en la batalla de
Caseros en 1852 y se exilia en Gran Bretaña. Falto de recursos,
compra un pequeño terreno y ahí tendrá su chacra. Era rico antes
de llegar al gobierno y se fue pobre. La historia oficial se ha
dedicado a abominar de él. En la novela Amalia de José Mármol se
pinta su época con todas sus sombras y algunas de sus luces, que el
autor no puede evitar narrar. “Ser federal es que somos todos
iguales”, le hace decir a María Josefa Ezcurra, hermana de
Encarnación, que fuera su belicosa mujer, su compañera permanente y
fiel, y moriría muy pronto. Así, la mujer en la vida del
Restaurador habría de ser su hija Manuelita.
Rosas fue claro en sus métodos e
intenciones: sólo se puede gobernar en beneficio de las masas
postergadas con mano dura. Fue un gran gobernante populista de
derecha. Recién habrá de volver al país bajo el gobierno de Menem,
que lo trajo para indultar a Videla con la aprobación de todo el
establishment nacional que le permitía al riojano esos deslices
porque hacía muy buena letra con el neoliberalismo triunfante
durante esos días.
Perón se le parece, a Rosas, en
muchos aspectos. Para beneficiar a los desposeídos, los migrantes
internos, esos morochos a los que Evita llamaba “mis grasitas” o
“mis cabecitas negras” (y la oligarquía y toda la partidocracia
antipopular –socialistas y radicales sobre todo- calificaban
perdurablemente como “negros de mierda”) implementó un orden
autoritario con las clases dominantes y generoso y democrático con
las clases bajas. No hizo un gobierno anticapitalista, pero sí
antipatronal. Nacionalizó los trenes, los aviones y las riquezas del
suelo. Dictó el Estatuto del Peón de Campo, los derechos de la
ancianidad y les dio a los obreros vacaciones pagas y buenos trabajos
con muy buenos salarios. No hizo una reforma agraria, pero creó el
IAPI (Instituto argentino promotor del intercambio) por donde habrían
de comercializarse los productos de la oligarquía agraria y
ganadera. Creó los sindicatos obreros. Tuvo a su lado a Eva Perón,
que sería aún más pasionaria que Encarnación Ezcurra y moriría
–devastada por un cáncer cruel y doloroso- también muy pronto y
muy joven. Fomentaron, ella y Perón, eso que la oligarquía llamó
la “insolencia de la plebe”.
Muerta Eva, Perón inicia un
segundo gobierno con tendencias aperturistas (visita de Milton
Eisenhower, contrato con la petrolera California) y frivolidades
varias. Se dedica a visitar la UES, se saca fotos con las chicas,
anda en motoneta por las calles de Buenos Aires y manda al arsenal
Esteban de Luca (de donde habrán de tomarlas los insurrectos de la
“libertadora”) las armas que Evita había comprado al príncipe
Bernardo de Holanda para formar milicias populares. No suma poder, no
hay organización ni movilización popular y sus enemigos bombardean
la Plaza de Mayo en junio de 1955 con saña imperdonablemente
sanguinaria. En septiembre del ’55 se levantan, sobre todo, Córdoba
y la Marina. El ejército peronista tenía más poder de fuego, pero
los golpistas estaban más decididos a luchar. Perón no ofrece
resistencia y se embarca en una cañonera paraguaya iniciando un
periplo que habrá de terminar en la España de Franco. Inútil y
acaso absurdamente, John William Cooke le pedirá que busque asilo en
la Cuba de Castro. Fue (Perón) un populista de izquierda.
Así, los dos gobiernos populares
de nuestra historia fueron democráticos y generosos con las clases
bajas y autoritarios (más aún Rosas) con las altas. No fueron
cultores del diálogo ni pidieron solidaridad a los poderosos. Evita
le sacó dinero a las empresas por medio de su Fundación. A la
fábrica de caramelos Mumú le puso ratas y la cerró por falta de
higiene. Se habían negado a colaborar con la fundación que ella
apasionadamente presidía.
Hay que esperarlo al gobierno de
Alberto, que hasta ahora ha hecho las cosas con cautela y bien. Es un
gran político y todo político sabe trabajar con la apropiada
correlación de fuerzas, que le es (hoy) poco favorable. El contexto
internacional da escalofríos. Tanto Trump como Kim de Corea del
Norte no se ven muy responsables. El asesinato del militar iraní con
el dron y a larga distancia es, claramente, un acto de guerra. En
América Latina están Bolsonaro y los golpistas sanguinarios de
Bolivia. En nuestro país sigue el odio de la llamada oposición. Y
parte de ese odio de clase se expresó en el salvaje asesinato de
Fernando Báez, paraguayo, en tanto le gritaban “negro de mierda”.
El rugby es un deporte de clase jugado por jóvenes de músculos
excesivos que se ha transformado (no lo era) en un juego en que la
brutalidad cunde. ¿Hasta dónde habrá lugar para el diálogo? ¿No
es patético pedirles solidaridad con los de abajo a los que más
tienen? Caramba, si los odian.
En esta difícil coyuntura habrá
que recordar que la iniciativa política puede ir más lejos que el
poder concentrado. Y que el poder no se toma, se construye desde
abajo. Es un acto de creación. Como hizo el primer Perón cuando
descubrió a los migrantes internos. “Ese es mi sujeto político”,
se dijo y empezó a organizarlo. Cuando dejó de hacerlo, perdió. Y
vinieron días sombríos para el país. Que no ocurra una vez más.
“Me gustas cuando callas”
poetizó Pablo Neruda. La belleza de la frase no encaja siempre en
las relaciones amorosas y casi nunca en las políticas. En política
hay que hablar, explicar, persuadir, dotar de sentido a marañas de
hechos o de predicciones. Los acreedores privados y el Fondo
Monetario Internacional (FMI) le exigen al Gobierno que defina su
programa económico. El rumbo, puesto de modo generalista. El
Presupuesto 2020 como ítem o hito específico. De dónde saldrán
las divisas para atender a sus acreencias, puesto en plata.
El requerimiento contiene una
paradoja o una contradicción en los términos. Un futuro posible se
abriría si hay prórroga de vencimientos de las deudas. Otro,
inviable y catastrófico, acontecería si le exigen a la Argentina
los créditos impagables. Dos escenarios extremos, la moneda está en
el aire.
La ciudadanía argentina,
participativa y consciente de sus derechos, opina este cronista,
pronto tendrá necesidad de un relato similar. De momento, da la
impresión, ese reclamo está latente. El oficialismo deberá
explicitar cuántas imposibilidades legó el macrismo; hasta qué
punto dañó o tronchó el porvenir de los argentinos. Y, al mismo
tiempo, proponer qué estaría en condiciones y voluntad de hacer si
se consiguen cuatro años de espera o algo menos… pero, en todo
caso, un resuello.
La gente común anhela algo
diferente a un programa cerrado o a un “modelo” en su punto de
terminación. Ansía, necesita (y tiene derecho a) que se le explique
cómo podría cambiar la economía, la situación de cada familia,
región o sector productivo. A título de ejemplo figurado: qué
actividades se dinamizarán o reanudarán, en cuáles se crearían
nuevos empleos, qué nuevas industrias o formas de producción
podrían germinar, cómo se generarían divisas para no caer en la
restricción externa, ni imposibilitar importaciones.
Las primeras medidas del gobierno
se enfocaron en los estratos más vulnerables de la población.
Decisión acertada, consistente con el ideario nacional-popular.
Insuficiente como esquema de largo plazo. Incompleta para dar cuenta
de la compleja estructura de clases y productiva de la Argentina.
Hoy en día, los funcionarios
esperan sin ilusiones el índice de precios al consumidor de enero.
Será elevado, similar al de los últimos años del mandato de
Mauricio Macri. El presidente Alberto Fernández y su equipo apuestan
(en el corto plazo veraniego) a que haya alivio para los
consumidores-ciudadanos. Que merced a los aumentos salariales y
jubilatorios selectivos, al Plan Alimentario, a Precios Cuidados, a
las tarifas congeladas una fracción importante de los argentinos
haya arrimado mejor a fin de este mes. Y que paso a paso, día tras
día, haya acceso menos gravoso a productos de primera necesidad,
incluyendo medicamentos, útiles escolares en este mismo mes y otros
consumos imprescindibles.
**
Un relator ahí.
Alguien con autoridad debe
esbozar el escenario de la Argentina endeudada pero no ahorcada, una
señal que explique la necesidad nacional de que las renegociaciones
de las deudas lleguen a buen puerto. Los muertos no pagan, vale. Hay
que describir también cómo empezará la resurrección, cuál es el
camino para transitar del Infierno al Purgatorio. El no-pago durante
años es condición necesaria pero no suficiente.
Mal que les pese a los sanateros
críticos del híper presidencialismo, el expositor de esa narración
tendrá que ser el presidente Fernández, titular exclusivo del
Ejecutivo, representante de todos los argentinos, el único elegido
por la totalidad del padrón nacional.
El ministro de Economía Martín
Guzmán impulsó el proyecto de ley de Restauración de la
sostenibilidad de la deuda pública externa (en adelante “ley
Guzmán” para abreviar) que congregó un respaldo amplio de la
oposición en Diputados. En Senadores, salvo un sorpresazo filo
imposible, el tablero electrónico consagrará mayoría rotunda. Tal
vez las facultades concedidas por el Congreso estaban contenidas en
la mega ley de Solidaridad votada en diciembre de 2019. El propósito
de la norma es robustecer la postura del gobierno, ostentar el
respaldo del sistema político.
La creación del Consejo
Económico Social debería contribuir en parte a ese fin y en parte a
motivar un debate amplio, intersectorial, sobre la economía que
viene. Los sectores productivos convocados a dar una mano, también a
generar iniciativas. Aludiendo a un acuerdo necesario en la
actualidad los académicos Diego Coatz y Marcelo García escriben
“tiene que plantear objetivos críticos de corto plazo pero
enmarcados en una visión de futuro con pasos concretos para encarar
un proyecto de crecimiento y desarrollo de largo plazo. El esfuerzo
del corto plazo tiene que ser parte de un camino más largo y
tangible y en el que crean los actores y la sociedad” (ensayo
publicado dentro del libro “¿Cómo salir de la crisis” VVAA). En
el siglo pasado el fallecido dirigente Carlos Auyero explicaba que en
determinados momentos históricos el barco se construye mientras se
navega. Parece ilógico desde un ángulo simplista o cartesiano, es
costumbrismo en política.
Las tratativas sobre la deuda son
un tramo del modelo económico. Está en juego “la caja” de que
dispondrá el Estado. El Gobierno necesita divulgar esa ligazón,
hacerla comprensible masivamente. Ni la ley Guzmán lo es para la
gente de a pie ni lo serán los intrincados trámites que la sucedan:
propuesta, bonos, pulseadas inteligibles apenas para minorías.
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Señales y lucecitas
Macri concretó un modelo
tradicional de ajuste con vicisitudes y retrocesos forzados por la
resistencia popular y el peso del sistema de protección social. En
sustancia se valió del desempleo como herramienta para minar la
combatividad de trabajadores, sindicatos y organizaciones sociales.
Aplicó la recesión como método para enfriar la economía y bajar
los precios. La receta fatídica transformó el pretenso remedio en
veneno. Dos años de recesión e inflación en combo: estanflación
galopante.
El Gobierno apuesta a la
reactivación de la economía, generando el círculo virtuoso
keynesiano. Plata en el bolsillo de personas con pocos recursos se
vuelca en su totalidad al consumo, de modo inmediato. Eso explica los
primeros movimientos, temporada veraniega más propicia que las
anteriores, fomento del pequeño comercio en barrios populares.
El Plan Argentina contra el hambre, de modo similar a la Asignación universal por Hijo (AUH) es un programa de refuerzo de ingresos. Como la plata es fungible, si la alimentación se va cubriendo mejor, las demandas se orientan a otros bienes. Eso explica el reverdecimiento progresivo que se insinúa en la industria textil, como detalló David Cufré en este diario semanas atrás.
La capacidad industrial ociosa
ofrece otra perspectiva cercana. Las PyME que no quebraron ni
cerraron funcionan a media máquina, modismo que se queda corto para
describir su estadio actual. Tendrán una oportunidad con incentivos
provenientes del mercado local, llegarán aliviadas de deudas
impositivas mediante una moratoria generosa de la Administración
Federal de Ingresos Públicos AFIP.
Esas recuperaciones se quedan
cortas para poner en pie la estructura económica. Las promociones
industriales, el fomento a actividades con potencial exportador están
en el menú del gobierno pero todo impulso en algún momento se
traduce en plata. Como ya se dijo, queda poca si no se despeja el
peso de la deuda.
La producción de petróleo y
gas, en particular la no convencional de Vaca Muerta, concentra
ilusiones y expectativas. El equipo económico intenta repechar la
cuesta. Una de las principales complejidades para incentivar ingresos
de inversiones en divisas es proveer mecanismos de salida de dólares
restringidos por la política financiera.
Grandes jugadores de ese mercado
exigen aumentos de precios en surtidores y de tarifas. El Gobierno
intenta transitar un estrecho camino intermedio. El congelamiento
inicial cesará pero las tarifas no deben llevar a la ruina a
familias, empresas y clubes. Los precios domésticos de los
combustibles líquidos tendrán que mantener sincronía con los
internacionales sin tornarse prohibitivos en el mercado interno.
Decirlo ya es complicado…
Para colmo, la globalización
financiera es una máquina de producir efectos mariposa. Una epidemia
en China hace caer las Bolsas de las potencias económicas, en esa
rodada cae el valor del petróleo. Ayuda temporaria a costa de una
desgracia… en fin.
El presidente Donald Trump,
despótico y caprichoso como un dios del Olimpo, aporta al caos con
temible regularidad.
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Evocaciones y obstáculos
Alberto Fernández cosecha apoyos
del Papa y de mandatarios de la Unión Europea. El de Francisco tiene
peso simbólico, los gobernantes de países socios del FMI fortalecen
la postura argentina cuyo aislamiento queda como leyenda de la
derecha vernácula.
Las tratativas para renegociar
traen remembranzas del canje exitoso conducido por el presidente
Néstor Kirchner a partir de 2003. Los contextos son diferentes,
desde luego. Entre otros factores porque:
*En aquel entonces el default se
había producido con una secuela gigantesca de sufrimiento y dolor
social. Ahora el default incide como riesgo adicional que el Gobierno
quiere impedir pero no a cualquier costo.
*Solo se atendía la deuda con
organismos internacionales de crédito, un contrapeso que Kirchner
capitalizaba para hacer crecer la economía, crear empleo,
redistribuir, reinstalar negociación colectiva con cierres propicios
para los laburantes. Apuntalar prestigio mejorando la vida, el
patrimonio y la autoestima de los argentinos.
*La legitimidad electoral de
Kirchner arrancó siendo mucho menor a la de Alberto Fernández en
2019.
Excede las competencias de este
cronista definir cuál cuadro era peor. La gravedad de ambos, filo
terminal, salta a la vista.
El FMI, que estaba afuera del
canje con bonistas privados, los defendió a capa y espada cual un
patovica o un guardaespaldas de la banca internacional. Kirchner y el
ministro de Economía Lavagna despotricaban contra la injerencia
desestabilizadora.
Lavagna se encolerizaba contra
factores de poder internos, buena parte del establishment local y de
los medios dominantes. “Noventistas” los tildaba y aseguraba que
en ningún país capitalista de primer nivel las élites serían tan
negativas y obstruccionistas. Este cronista da fe de esas palabras y
cree recordar que hasta se insertaba “patriotismo” (o se
lamentaba su ausencia). Aún si no se enunció expresamente, ese era
el sentido.
Como en la zamba, de nuevo están
de vuelta los que apuestan al fracaso colectivo y operan en
consecuencia ante una instancia despareja e injusta.
Fernández y Guzmán recorren el
Primer Mundo y defienden los intereses soberanos con templanza,
firmeza, argumentos y buenos modales. Negociar con altura y dignidad
no garantiza buenos resultados en un sistema signado por la
desigualdad y la prepotencia de los poderosos. Eso sí, merece ser
reconocido y apoyado.
La
consolidación de un poder popular que intente construir hegemonía
no puede ni debe minimizar el poder logrado por el contubernio
Radicales/Macristas/ antiperonistas/peronistas neoliberales, que
alcanzaron el 40% de adhesión en las últimas elecciones.
Para
alcanzar un genuino “Nunca Más” a los intentos neoliberales, es
indispensable un pragmatismo político que permita hacer frente a los
escollos heredados, sin perder de vista la prioridad en torno a las
necesidades básicas y las demandas de cada sector en ese nuevo
contrato social que, de una vez y para siempre, permita abordar las
cuestiones públicas con un criterio mejorado, democrático,
participativo y que dé intervención a la organización colectiva
que es la única capaz de generar poder genuino en contra del
individualismo que sirve al voto neoliberal.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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