Memorias y trascendencias.

 

Día del Canillita

El 7 de noviembre se celebra el Día del canillita en homenaje a los vendedores de diarios y revistas, por tanto los diarios no se producen en papel y algunos solo actualizan sus ediciones virtuales.

 El origen de esta celebración se remonta a la ciudad de Buenos Aires y a Florencio Sánchez, autor de la historia de teatro rioplatense donde se utilizó por primera vez el término.

En enero de 1968 tras la fundación del diario La República en la ciudad de Buenos Aires, a los propietarios, Manuel Bilbao y José Alejandro Bernheim, se les ocurrió que la venta de cada ejemplar se podía hacer a través de jóvenes que se pararan en las calles y en esquinas estratégicas de la ciudad, tal como ocurría en otras ciudades del mundo. El costo de esto para los propietarios del diario era mucho menor que pagarle al correo y al mismo tiempo acortaba el tiempo de espera de los lectores.

 El término canillita proviene del latín canella, diminutivo de canna que quiere decir caña. En lunfardo se le dice canillita al hueso largo de las piernas. Por eso a las piernas flaquitas se les decía canillas o canillitas.

El periodista y dramaturgo Florencio Sánchez radicado en la capital observaba cada jornada a niños y jóvenes vendiendo diarios en las calles. Una mañana notó que uno de los vendedores que veía habitualmente llevaba unos pantalones que le quedaban cortos y se le veían sus piernas flacas. Fue en ese momento que decidió nombrar a su reciente obra terminada “Canillita”. Desde ese momento, se popularizó el término para los repartidores de diarios.

El 7 de noviembre se celebra el Día del canillita porque se conmemora el fallecimiento de Sánchez, que murió en esta fecha en el año 1910. Recién en 1947, 37 años después, se instauró esta fecha en su homenaje. 
    Lo cierto es que, tras esta celebración, todos los repartidores de diario se toman franco este día y por eso no se editan los diarios en todo el país.
(El tribuno de Córdoba)

Acuerdo con el FMI

Randy Stagnaro, Editor en Convergencialatina.com en Grupo Convergencia, estudió comunicaciones en la UBA y es actualmente Secretario de Redacción y Director de Economía del diario Tiempo Argentino.

El Directorio del Fondo Monetario revisará a fin de año su política de sobretasas con la que castiga a los países que piden créditos por encima de lo que les corresponde  por el nivel de cuota que tienen en el organismo multilateral. Ese es el caso de la Argentina, y la reducción de esas tasas implicaría la carga anual bajaría del 4,05% al 1,05%, equivalente a unos US$ 900 millones al año en intereses.

Esa reunión de fin de año tendría un carácter informal, como el que tuvo una reunión en septiemb re pasado que rechazó esa misma idea. El hecho de que los presidentes de los países que integran el G20 hayan mencionado en tono de instrucción a sus ministros de Finanzas, que el tema debía seguir siendo discutido, influyó en la decisión del FMI, que hasta la reunión del G20 de Roma de la semana pasada, daba por cerrado el tema.

Para la Argentina, la reducción de la sobretasa se convirtió en la única bandera que sigue levantando en una negociación que se presenta complicada. Tanto que ayer, la portavoz del presidente Alberto Fernández, Gabriela Cerruti, afirmó que “no es una alternativa no cerrar con el Fondo”, y que por eso ese acuerdo lo están buscando, no solo en la mesa de negociación con el organismo sino también “en todos los foros internacionales y reuniones bilaterales”.

La otra definición que el FMI tiene en claro hoy es que el acuerdo con la Argentina apunta a uno del tipo de Facilidades Extendidas, con plazos entre cuatro y diez años y metas a cumplir, que implican la revisión de los números de la economía cada tres o cuatro meses.

Las declaraciones de Cerruti ponen en claro que para el gobierno, una discusión “justa y equitativa” sería con la caída de las sobretasas pero no aclara que pasa con el resto del programa económico que el FMI siempre dice estar esperando y en cuya confección está dispuesto a colaborar.

Los acuerdos de Facilidades Extendidas incluyen medidas de ajuste de las variables macroeconómicas para que las cuentas fiscales cierren y exista un saldo que garantice el pago de la deuda privada y al propio FMI. Ese es el manual del Fondo. El ajuste implica o bien, incrementar impuestos para que la recaudación supere a los gastos, algo de difícil aplicación por el nivel de la actividad económica, o una reducción del gasto, lo que podría ser complejo en la medida en que el gasto social ya está ajustado y el sector del capital no aceptará una reducción del gasto que lo subsidia.

Al respecto, Rafael Brigo, secretario de Finanzas, dijo ayer en una reunión con ejecutivos de finanzas que la negociación con el FMI “es un proceso que avanza paso a paso” y aclaró que “aunque sabemos las ansiedades que hay, trabajamos todas las semanas con el equipo técnico para lograr una solución que nos deje a todos los argentinos en una mejor situación dentro de los parámetros del consenso social que podamos lograr”.

Si de acuerdo con Cerruti, “no acordar no es una opción”, el calendario impone su propia realidad ya que en marzo de 2022 arrancan los vencimientos fuertes con el FMI. Además, en esa mes también caduca el acuerdo con el Club de París por el cual se le pagó un 20% de lo adeudado mientras que la refinanciación del resto quedó sujeta a la firma del acuerdo con el Fondo.

Además de las cuentas fiscales, el FMI siguie con atención la brecha cambiaria. No concibe la posibilidad de un ingreso de capitales para inversión sin que esta se elimine. Se trata de una hoja de ruta que obliga al gobierno a tomar determinaciones en un momento de debilidad poselectoral.  «

Brasil se adelanta y ya baja sus aranceles

El gobierno de Brasil anunció ayer la reducción de un 10% en los aranceles de importación sobre el 87% de los bienes y servicios hasta el 31 de diciembre de 2022, con el objetivo de provocar una caída en los precios de productos esenciales como alimentos y combustibles, y reducir la inflación.

La decisión fue anunciada mediante una nota conjunta de los ministerios de Economía y de Relaciones Exteriores del vecino país, que detalló que “las tarifas se reducirán temporal y excepcionalmente hasta el 31 de diciembre de 2022”, de conformidad con el Tratado de Montevideo, que permite adoptar “medidas encaminadas a la protección de la vida y la salud de las personas”.

Fuentes de la Cancillería argentina informaron al respecto que “Brasilia le comunicó previamente a Buenos Aires que iba a tomar temporalmente esta decisión” para activar una herramienta antinflacionaria en su economía. Un mes atrás, la Argentina y Brasil habían acordado llevar adelante esa reducción de aranceles.

Qué hacer con el FMI: ¿Negociar, pagar o repudiar?

David Cufré escribe en Pấgina 12

La falta de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional a casi dos años de iniciada la gestión de Alberto Fernández se convirtió en motivo de debate en la campaña electoral. “Yo también podría acordar con el FMI en cinco minutos, pero no podría mirarlos a los ojos a ustedes”, respondió este viernes Alberto Fernández a Mauricio Macri, quien había dicho que a él le alcanzaba ese tiempo para reestructurar la deuda de 45 mil millones de dólares que dejó como herencia de gobierno.

Cinco minutos fue el tiempo que necesitó (Macri) para generar un conflicto que va a durar generaciones”, siguió el Presidente, al hablar en la inauguración de un sanatorio de UPCN en Avellaneda. “Para que nadie se confunda, yo también puedo acordar con el Fondo en cinco minutos, pero nunca más podría mirarlos a los ojos a ustedes, porque en cinco minutos puedo arrodillarme y cumplir con las exigencias que me ponen los acreedores, y eso no lo hace un peronista”. “Nosotros los representamos a ustedes, no a los acreedores”, completó ante la audiencia sindical.

El Gobierno argumenta que si no acordó con el FMI hasta ahora es porque todavía no están resueltas algunas de las condiciones que puso en la mesa de negociación, como la quita de las sobretasas de interés. Se trata del recargo de unos 1000 millones de dólares por año que el Fondo impone a la Argentina por haber tomado un crédito exorbitante de 45 mil millones de dólares, muy por arriba de lo que podía aspirar por su cuota en el organismo.

Cuando Macri o María Eugenia Vidal sostienen que ellos podrían arreglar todo en cinco minutos no explican por qué no lo hicieron antes. ¿Si son capaces de evitar la sobretasa, por ejemplo, por qué no la quitaron desde un principio?

Lo cierto es que después de casi dos años de insistir, el Gobierno consiguió el fin de semana pasado, en la cumbre del G20 en Roma, que los presidentes del grupo recomendaran al FMI analizar la cuestión. El jueves, el Fondo confirmó que lo hará antes de fin de año, en una reunión de directorio.

De todos modos, el embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Argüello, advirtió que los técnicos del Fondo son contrarios al planteo de quitar la sobretasa, aunque confía que eso terminará ocurriendo por la postura que tomaron los países en el G20. 

Creo que antes de marzo vamos a tener la posibilidad de cerrar un acuerdo en los términos que estamos procurando”, estimó el diplomático. “Es una negociación compleja que está empezando a moverse de modo concreto”, agregó. “Nosotros queremos un acuerdo que nos permita continuar creciendo. Un camino que nos permita crecer y pagar. Crecer y pagar, en ese orden”, remarcó.

Otro punto reclamado por el Gobierno es la inclusión en el convenio de una cláusula que garantice que la Argentina accederá a una mejor línea de crédito del FMI en caso de crearse en el futuro. Hasta ahora, el plazo máximo de repago que ofrecen los programas del organismo es de diez años. Martín Guzmán señaló que la Argentina y otros países trabajan para lograr cambios en esa dirección, así como para la creación de un “fondo de resiliencia”, con aportes de las potencias, para nuevas líneas de financiamiento a países que lo necesiten para superar sus crisis.

Es decir, el plan del Gobierno es sostener un proceso negociador en los distintos ámbitos de la comunidad internacional, más allá de lo que se establezca en un primer acuerdo con el FMI, que permita ir mejorando las condiciones.

Pagar

La estrategia del oficialismo es cuestionada por la oposición de Juntos por el Cambio, por los economistas del establishment, los medios dominantes y los mercados financieros. Consideran que el Gobierno tardó demasiado en acordar y presionan por un cierre inmediato, que debe incluir fuertes compromisos de ajuste fiscal, un torniquete monetario y reformas estructurales, como la baja de impuestos a las empresas, la flexibilización laboral y cambios en el sistema jubilatorio.

Nosotros no hubiésemos tardado dos años en hacer un acuerdo con el Fondo Monetario”, recriminó Vidal. “Mientras hacemos un discurso enardecido contra el Fondo, llevamos dos años pagando vencimientos que podríamos haber evitado con un nuevo acuerdo y menores tasas”, señaló.

Sobre el primer punto de esa afirmación, en el gabinete económico explican que otro requisito que pone Argentina para firmar un nuevo programa con el FMI es que reintegre los pagos que el país viene haciendo desde septiembre, por 2300 millones de dólares, más 1900 millones que desembolsará a fin de diciembre si es que antes no se alcanza un entendimiento.

En cuanto a las tasas de interés, antes que eso Vidal y Macri deberían rendir cuentas por haber metido al FMI otra vez en la Argentina. No sería necesario ningún acuerdo con el Fondo si el gobierno de Cambiemos no le hubiera pedido 57 mil millones de dólares. En esa línea, otras cuestiones básicas que ocultan la oposición y la prensa dominante son las siguientes:

  • Macri decidió recurrir al FMI porque los mercados le dejaron de prestar a su gobierno al ver que el programa económico de endeudamiento y fuga, del que se aprovecharon cuanto pudieron, era inconsistente y terminaría desbarrancando, como ocurrió.

  • El crédito del FMI se gestionó de urgencia, de espaldas a la sociedad, en medio de un descalabro financiero, con el riesgo país arriba de 2000 puntos, la tasa de interés en 80 por ciento y el dólar descontrolado.

  • Por orden del FMI, Macri tuvo que echar a dos presidentes del Banco Central, Federico Sturzenneger y Luis Caputo.

  • Mauricio Claver Carone, ex representante del gobierno de Donald Trump ante el FMI y actual presidente del BID, dijo que el préstamo fue para sostener a Macri en el poder y evitar que el peronismo ganara las elecciones.

  • El préstamo estableció que en 2022 hay que devolver 19.115 millones de dólares, entre capital e intereses. Y en 2023, 19.367 millones de dólares. Es decir, era impagable desde un comienzo.

Repudiar

"Tiene que haber un desconocimiento soberano de la deuda, y esto implica una fuerte movilización del pueblo argentino y en América Latina. Algo de eso puede verse en lo que sucede en Chile, Colombia o Perú, donde hubo fuertes movilizaciones contra los planes de ajuste, contra modelos neoliberales muy arraigados que eran los mismos que presentaban en Argentina. Ahora hay un fuerte cuestionamiento que viene de la movilización popular; la única forma de pensar una salida para las grandes mayorías populares es el desconocimiento de la deuda”, aseguró Nicolás Del Caño, al fijar la posición del Frente de Izquierda.

Esa postura asume el costo de romper con los países que forman parte del FMI, que son esencialmente la enorme mayoría, incluidos Estados Unidos y las demás potencias. El repudio al Fondo comprometería el acceso a créditos de otros organismos internacionales, como el Banco Mundial, el BID y bancos de inversión extranjeros, tanto para la Nación como para las provincias. También se perdería el terreno ganado en el G20 y podrían surgir dificultades para la prefinanciación de exportaciones y la llegada de inversiones. Antes que eso, el Estado tendría que administrar tensiones financieras y cambiarias de magnitud, seguramente con el dólar blue volando a cualquier precio. Y mirando hacia adelante, sería el antecedente más pesado de la Argentina en materia de incumplimientos de deuda, con impacto por décadas. Son cuestiones que el FIT no termina de explicar cómo se resolverían.

¿Cómo se paga sin el hambre del pueblo, si el ajuste que está haciendo Guzmán, que continúa incluso después de las PASO, es con el hambre del pueblo?”, planteó en cambio Myriam Bregman, candidata del FIT en la Ciudad de Buenos Aires. Y contestó: “Están pagando con haber cortado el IFE, con haber cortado la ayuda social en 64 por ciento".

Perennidad

Thierry Meyssan, Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace, escribe en su red Voltairenet.org

En el siglo XVIII, los economistas británicos del capitalismo, reunidos alrededor de David ‎Ricardo, ya se interrogaban, sobre la perennidad de ese sistema. Lo que al principio reportaba enormes ganancias ‎acabaría convirtiéndose en algo ordinario, dejando de enriquecer a quienes inicialmente habían ‎obtenido beneficios. El consumo no podría justificar eternamente la producción en masa. ‎Más tarde, los socialistas –alrededor de Karl Marx predecían el inevitable fin del sistema ‎capitalista [ Critique de l’économie politique, Karl Marx, 1867.].‎

La muerte de este sistema debió haber ocurrido en 1929. Pero, para sorpresa de todos, logró ‎sobrevivir. ‎

Hoy nos acercamos a un momento similar: para Occidente, la producción de bienes ya ‎no reporta suficientes ganancias, sólo logra hacer dinero el mundo de la finanza. En todo ‎el mundo occidental se reduce el nivel de vida de la gran mayoría de la gente, mientras que ‎crece escandalosamente el patrimonio de unos pocos individuos. El sistema está otra vez ‎al borde del colapso definitivo. ‎

¿Podrán aún los súper capitalistas salvar sus enormes fortunas o veremos producirse una ‎redistribución aleatoria de la riqueza como resultado de un enfrentamiento generalizado?‎

LA CRISIS DE 1929 Y LA SUPERVIVENCIA DEL CAPITALISMO

Cuando estalla en Estados Unidos la crisis de 1929, las élites occidentales estimaron que había ‎muerto la gallina de los huevos de oro y que era necesario encontrar rápidamente un nuevo sistema ‎o la humanidad moriría de hambre. ‎

La lectura de la prensa estadounidense y de la prensa europea de aquella época resulta ‎particularmente instructiva para los interesados en comprobar la angustia que reinaba en Occidente. ‎Inmensas fortunas se esfumaban en sólo un día. Millones de obreros se veían abruptamente ‎lanzados a la calle y, sin perspectivas de hallar un nuevo empleo, eran víctimas no ya de la ‎miseria sino del hambre. ‎

Los pueblos se rebelaban. En numerosos países, la policía reprimía a tiros las multitudes ‎enfurecidas. Nadie creía que el capitalismo fuese capaz de cambiar y menos aún de renacer. ‎Aparecían entonces dos nuevos modelos: el estalinismo y el fascismo. ‎

Aunque hoy, un siglo después, tenemos una visión diferente de todo aquello, en aquel momento ‎todo el mundo estaba consciente de las taras de ambas ideologías. Pero lo más importante era ‎saber quién lograría realmente alimentar a su población. Ya no había derecha ni izquierda, sólo ‎un generalizado “sálvese quien pueda”. ‎

Benito Mussolini, quien había dirigido el principal diario socialista italiano antes de la Primera ‎Guerra Mundial –antes de convertirse en agente del MI5 británico durante ese conflicto–, devino ‎en líder del fascismo, que se veía entonces como la ideología que iba a garantizar el pan a ‎los obreros. Josef Stalin, quien había sido bolchevique durante la Revolución Rusa, liquidó a ‎casi todos los delegados de su partido y renovó su dirigencia para construir la URSS, ‎considerada entonces como una concretización de la modernidad. ‎

Pero ninguno de los dos logró hacer prevalecer su modelo. En definitiva, los economistas ‎siempre acaban viéndose obligados a ceder el paso a los militares. Las armas tienen siempre ‎la última palabra. Estalló la Segunda Guerra Mundial, la URSS y los anglosajones obtuvieron la ‎victoria y el mundo asistió a la caída del fascismo. Estados Unidos era el único país que había ‎escapado a la devastación de la guerra y el presidente Franklin Roosevelt, al organizar el sector ‎bancario, dio al capitalismo una segunda oportunidad. Estados Unidos reconstruyó Europa, ‎absteniéndose de presionar a los obreros europeos… por temor a verlos volverse hacia la URSS. ‎

LA CRISIS POST-URSS

Sin embargo, con la desaparición de la URSS, a finales de 1991, el capitalismo, huérfano ‎de rival, regresó a sus viejos demonios. En pocos años, las mismas causas producen los mismos ‎efectos: la producción comienza a decrecer en Estados Unidos y las transnacionales trasladan ‎los empleos a China. La clase media sufre un lento proceso de erosión. Los propietarios ‎estadounidenses de capitales se sienten amenazados e inician experimentos tratando de salvar ‎su país y de mantener el sistema.

El primero de esos experimentos consistió en convertir la economía de Estados Unidos en exportadora ‎de armamento y utilizar las fuerzas armadas estadounidenses para controlar las fuentes de ‎materias primas y de recursos energéticos en la parte no globalizada del mundo. Es ese ‎el proyecto –la adaptación del «capitalismo financiero», si tal fórmula compuesta de ‎dos elementos radicalmente opuestos tuviese algún sentido real–, la doctrina Rumsfeld-‎Cebrowski [«La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 25 de mayo de 2021.], lo que llevó el «Estado Profundo» estadounidense a ‎orquestar los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la «guerra sin fin» en el Medio Oriente ‎ampliado. Ese episodio ha dado al capitalismo un respiro de 20 años, pero las consecuencias ‎internas –en Estados Unidos– han sido desastrosas para la clase media.

El segundo intento consistió en frenar el intercambio internacional y tratar de forzar el regreso ‎de los empleos y de la producción a Estados Unidos, intento que emprendió Donald Trump ‎durante su mandato presidencial. Pero Trump había declarado la guerra a los organizadores ‎estadounidenses del 11 de septiembre y nadie lo ayudó a tratar de salvar su país.

También se planteó una tercera posibilidad: olvidarse de las poblaciones de los países ‎occidentales y llevarse los megamultimillonarios a vivir en un Estado robotizado, desde donde ‎podrían dirigir sin temor los movimientos de sus inversiones. Eso es el proyecto Neom que ‎el heredero del trono saudita, el príncipe Mohamed ben Salman, comenzó a construir en ‎el desierto de Arabia Saudita, con la bendición de la OTAN. Después de un periodo de intensa ‎actividad, los trabajos allí están hoy en punto muerto.

El antiguo equipo de Donald Rumsfeld –el secretario de Defensa recientemente fallecido de George Bush hijo–, equipo ‎que incluía a los doctores Richard Hatchett [«Covid-19 y “Amanecer Rojo”», ‎por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 28 de abril de 2020.] y Anthony Fauci [«Publican más evidencia sobre el posible origen del Covid-19... y apunta a Estados Unidos», Red Voltaire, 7 de octubre ‎de 2021.], decidió dar inicio a una cuarta opción alrededor de la pandemia de Covid-19. Se trata ‎de proseguir y de generalizar en los Estados desarrollados lo que ya se había iniciado en 2001. ‎El confinamiento masivo de las poblaciones sanas ha llevado los Estados a endeudarse. El uso ‎intensivo del teletrabajo ha abierto el camino a la deslocalización de decenas de millones de ‎empleos. El «pase sanitario» o «pasaporte covid» ha legalizado la imposición de una sociedad ‎basada en el control y la vigilancia masiva sobre la población. ‎

KLAUS SCHWAB Y EL «GRAN REINICIO» (THE GREAT RESET)

En ese contexto, el presidente del Foro de Davos, el alemán Klaus Schwab publica su libro Covid-‎‎19: The Great Reset, libro que no es la exposición de un programa sino un análisis de la situación y ‎pretende anticipar las posibles evoluciones. ‎

Covid-19: The Great Reset en realidad fue escrito por los miembros del Foro de Davos y ‎su lectura nos permite tener una idea del lamentable nivel intelectual de esos individuos. El texto ‎es una sucesión de clichés, donde se amontonan además una mezcolanza de citas de grandes ‎autores y las cifras catastrofistas de Neil Ferguson, el gurú del Imperial College [ «Covid-19: Neil Ferguson, el Lysenko del liberalismo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de ‎abril de 2020.].‎

En los años 1970-1980, Klaus Schwab fue uno de los directores de la compañía Escher-Wyss, que ‎tuvo un importante papel en el programa de investigación nuclear de la Sudáfrica del apartheid, ‎contribución violatoria de la resolución 418 del Consejo de Seguridad de la ONU. Posteriormente, ‎Klaus Schwab creó un club de jefes de empresas que acabaría convirtiéndose en el Foro Económico ‎Mundial de Davos. El cambio de nombre se concretó con ayuda del Centro para la Empresa ‎Privada Internacional (CIPE) que es la rama patronal de la National Endowment for Democracy –la ‎tristemente célebre NED–, la cual es a su vez una pantalla de la CIA. Es por eso que en 2016 ‎Klaus Schwab aparecía registrado en el Grupo de Bilderberg –órgano de influencia de la OTAN– ‎como “funcionario internacional”, algo que Schwab nunca ha sido oficialmente. ‎

En su libro Covid-19: The Great Reset, Klaus Schwab prepara a sus lectores para la implantación ‎de una sociedad orwelliana, y lo hace anunciando todo tipo de hecatombes, hasta la muerte del ‎‎40% de la población mundial en la pandemia de Covid-19. Sin embargo, Schwab no propone ‎nada concreto, de hecho ni siquiera parece preferir alguna opción. Lo único que queda claro en ‎su libro es que él y su público no decidirán nada pero que están dispuestos a aceptar lo que sea ‎para conservar sus privilegios. ‎‎

CONCLUSIÓN‎

Es evidente que estamos a las puertas de un cambio trascendental, capaz de barrer con todas las ‎instituciones occidentales. Ese cataclismo podría evitarse de una manera muy simple, bastaría ‎con modificar el equilibrio de las remuneraciones entre el trabajo y el capital. Pero es improbable ‎que se aplique tal solución porque eso sería el fin de las megafortunas. ‎

Si tenemos en cuenta esos datos, veremos que la rivalidad entre Occidente y el Oriente sólo es ‎superficial. No sólo porque los asiáticos no piensan en términos de competencia sino ‎sobre todo porque saben que están asistiendo a la agonía de Occidente. ‎

Es por eso que Rusia y China construyen su mundo sin apuro… y sin esperanzas de que ‎Occidente se integre a ese mundo, porque ven a Occidente como una fiera herida a ‎la que no pretenden enfrentarse. Sólo prefieren apaciguarla, aliviar sus dolores en la medida de ‎lo posible y acompañarla, sin violencia, hasta su suicidio. ‎ ‎

Assange

Santiago O'Donnell es periodista. Actualmente cumple tareas como editor jefe de la sección El Mundo de Página/12, dirige el sitio web Medio Extremo y mantiene el blog santiagoodonnell.blogspot.com.ar. Además, es director de la Maestría de Periodismo de la UBA y docente en NYU - Buenos Aires. Comenzó su carrera en el Buenos Aires Herald, pero rápidamente pasó a trabajar en dos de los diarios más importantes de los Estados Unidos: entre 1987 y 1990, en Los Angeles Times, y de 1991 a 1994, en The Washington Post. De regreso a la Argentina se incorporó a la redacción del diario La Nación, para luego ser editor general del semanario TXT. Es autor de los exitosos ArgenLeaks. Los cables de Wikileaks sobre la Argentina, de la A a la Z, y PolitiLeaks. Todo lo que la política argentina quiso esconder. Sus secretos en Wikileaks de la A a la Z, y coautor de Derechos humanos®. La historia del CELS. De Mignone a Verbitsky. De Videla a Cristina, y ArgenPapers. Los secretos de la Argentina offshore en los Panamá Papers, todos de Sudamericana. Escribe en Página 12

A Julian Assange lo metieron preso por lo que publicó. No por robar, no por matar, no por cometer actos violentos y mucho menos terroristas. Ni siquiera lo metieron preso por lo que piensa. Fue por publicar a cualquier precio pero no cualquier cosa. No publicó chismes ni intimidades. Publicó filtraciones muy fuertes de Rusia y de China, además de Estados Unidos. Revelaciones de su Australia natal, de Kenia, Indonesia y Perú. Cruzó un límite cuando publicó cientos de miles de cables de embajadas estadounidenses, exponiendo los crímenes que esos cables detallan. Y pagó el precio. Por su defensa tecnológica del independentismo catalán había quemado sus últimos puentes con las potencias de la Unión Europea. Por eso lo metieron preso: por publicar hasta quedarse solo.

Últimos cartuchos

Lo vi gastar sus últimos cartuchos en la embajada de Ecuador cuando preparaba Vault Seven, la mayor filtración de la historia de la CIA. Tenía a Donald Trump comiendo de su mano después de conquistarlo con la publicación de los mails de Hillary Clinton, un hecho determinante en el triunfo electoral del magnate norteamericano. Con el apoyo de Trump, Assange se había ganado su libertad, su prosperidad y el fin del calvario de años de encierro en tres cuartos de embajada. Solo tenía que no publicar. Pero publicó. Nada menos que Vault Seven, documentos ultrasecretos que muestran cómo la CIA espía celulares y televisores inteligentes. Ahí es cuando se reunieron los espías de la CIA de Trump y se pusieron a pensar cómo hacían para matarlo. Se supo hace un mes gracias a una investigación de Yahoo! News que el propio director de la CIA de entonces, Mike Pompeo, confirmó diciendo que la fuente anónima que dio la información debería ser criminalizada.

Ese es el problema. Mientras que en estos días se decide la suerte de Assange en un extraordinario juicio de extradición en Gran Bretaña a pedido de Estados Unidos, es importante decir que lo metieron preso y lo quieren matar por publicar. Y que por eso lo quieren mostrar como una especie de terrorista solitario con aires de intelectual, una especie de Unabomber que amenaza la seguridad estadounidense. Pero Unabomber, además de haber escrito un manifiesto anticapitalista, usaba explosivos que mataban personas. En el caso de Assange, las bombas son sus verdades. Jamás, ni siquiera en Suecia, ha sido tan siquiera acusado de ejercer la violencia en cualquiera de sus formas. Ni él ni ningún miembro de WikiLeaks, pasado o presente. Más aún, nadie ha podido demostrar que alguien haya muerto a raíz de las revelaciones de WikiLeaks. Pero el sitio publicó verdades muy pesadas. Tanto que a su editor lo metieron preso y lo quieren matar.

Palomas y halcones

O, para ser más precisos, las palomas tipo Joe Biden, Hillary Clinton y Barack Obama lo quieren preso. Igual que muchos ingleses, suecos y ecuatorianos, por solo mencionar a los directamente involucrados en esta historia. En cambio los Pompeo, los amigos de Trump y los espías británicos y estadounidenses prefieren verlo muerto. Y si no lo pueden matar con un dron porque sólo aplican esa clase de castigo sumario a personas de rasgos arábigos que viven en países lejanos, y ya que no pueden freírlo en una silla eléctrica porque ningún tribunal lo va a condenar a muerte en Estados Unidos, van a tratar de hacer que se pudra en una cárcel. O que se vuelva loco, que para el caso es lo mismo.

Ya lo tuvieron siete años encerrado en un pedacito de embajada a la vuelta de Scotland Yard. No lo dejaban respirar. De día ni se acercaba a las ventanas por miedo a que le disparen. Por las noches se escondía detrás de las cortinas y le sacaba fotos a los policías y espías que lo vigilaban. Pobre, pensaba todo el tiempo que lo iban a matar.

Amenazas de muerte

Guardaba sus amenazas de muerte prolijamente en una carpeta que siempre tenía a mano para mostrarle a sus amigos y a los periodistas que lo iban a ver. Él ya sabía que lo querían matar pero aún gozaba de dos libertades que para él eran todo, o casi: “tengo acceso a internet y visitas ilimitadas,” me dijo confiado más de una vez, mientras el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa lo cobijaba con cama, comida, asilo y ciudadanía. Después vino Lenin Moreno y primero le sacó una habitación, la sala de reuniones, prácticamente un tercio de su preciado territorio. Después le recortó las visitas, después le sacó la compu y al final lo tiró a los perros ingleses que entraron a la embajada para llevárselo de los pelos a la peor celda que pudieron encontrar. Todo eso y más a cambio de un crédito del Fondo Monetario Internacional. Assange terminó en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh entre asesinos seriales y pesados de caño, aislado, enfermo, casi siempre lejos de su familia y abogados por disposición de funcionarios anónimos que se esconden detrás de la burocracia de la pandemia, y por la inacción de Su Señoría Vanessa Baraister, la jueza del caso. Encima en las audiencias de su juicio lo exhiben en uniforme carcelario, encerrado en una jaula de vidrio, como si fuera la reencarnación rubia de Abimael Guzmán. 

Por eso el fallo de Baraister a favor de Assange contiene un par de, digamos, mentiras, que no conviene mencionar en voz alta porque a fin de cuentas es un fallo a favor de Assange que muy pocos esperaban, que Estados Unidos apeló y en pocos días más se decide esa apelación. El fallo dice, en esencia, que Estados Unidos tiene razón en que Assange es un peligroso terrorista que se choreó un montón de información. Sin embargo, agrega la jueza, no lo pueden extraditar porque está muy deprimido, las cárceles estadounidenses son muy rigurosas y es probable que en semejantes condiciones Assange encuentre la manera de suicidarse. Las mentiras de la jueza no están en aceptar que Assange es un peligroso terrorista que choreó información. OK, no choreó información, se la pasaron, y no atacó a nadie. Pero en todo caso es lo que dice el pedido de extradición. La mentiras de la jueza son, primero, dar a entender que no lo manda a Estados Unidos porque supuestamente las cárceles de ese país vendrían a ser mucho peores que la inglesas. La segunda mentira es dar a entender que a la jueza le importa la salud mental de Assange cuando es tanto lo que podría haber hecho para mejorarla.

¿Cuánto lleva preso y aislado? ¿Dos años? ¿Tres? ¿Tres más siete en la embajada? En la vida de Assange horas, días, meses y años se suceden en un trance continuo, me contó una vez, como una película que nunca termina. No hay que criticar el fallo de la jueza porque es a favor y hay que esperar calladitos que se decida la apelación, pero uno no puede dejar de pensar que el fallo llegó después de que los que quieren verlo muerto perdieran las elecciones con los que quieren verlo preso. Y los que quieren verlo preso prefieren que se pudra en una cárcel lejos de Estados Unidos: no quieren un juicio que sería un papelón en un país con una Primera Enmienda constitucional que defiende la libertad de expresión. Entonces la jueza falla a favor de Assange pero lo deja encerrado para que se vaya muriendo de a poco. Estirando el proceso pese a que Assange no tiene ninguna cuenta pendiente con la justicia británica. En una cárcel de máxima seguridad pese a que nunca mató ni a una mosca.

Se podría decir, desde nuestro chauvinismo, que la jueza le aplicó a Assange la doctrina Irurzun. Pero sería más justo decir que Irurzun aplicó en Argentina la doctrina Assange: castigo preventivo para no depender del resultado un juicio.

El costo de publicar

  El tema es que lo metieron preso y lo quieren matar por lo que publicó. Y no es porque lo odian. O no es solo por eso. Las razones de Estado van más allá. Lo quieren silenciar y lo quieren ver sufrir porque publicó verdades que nunca más deben salir a la luz. Y para que eso no vuelva a pasar, nadie más debe atreverse a publicarlas sin sentir el riesgo de terminar loco o muerto o pudriéndose en alguna cárcel de máxima seguridad. Entonces mejor callamos o publicamos pavadas. Por eso su liberación inmediata es tan importante para el oficio, para la libertad de expresión y para la democracia. Por eso miles de personas en todo el mundo exigimos que lo suelten y lo dejen en paz. Ojalá se sumen muchos más.

Conseguir información es fácil, lo difícil es publicar,” me dijo una vez. Tan difícil que lo metieron preso y lo quieren matar. Por publicar.   

¿Que se discute en Glasgow?

Javier Lewkowicz, Periodista y Licenciado en Economía (UBA). Escribe en Página 12

Luego de la participación de los líderes mundiales, entre ellos el presidente argentino Alberto Fernández, la cumbre ambiental COP26 está de lleno embarcada en la ronda de negociaciones técnicas que definirán en qué medida los grandes anuncios políticos se traducen en avances concretos en materia de freno al cambio climático. 

En este nivel, un par de grandes temas dominan las reuniones. En primer lugar, el financiamiento en favor de los países periféricos para llevar a cabo la transición energética y adaptarse al cambio climático. En segundo, el tratamiento de los mercados de carbono para evitar desinformación a la hora contabilizar la reducción de las emisiones gases de efecto invernadero (GEI) de cada país y para que este mecanismo propenda a una baja global de las emisiones. Por último, la forma de reportar la evolución de las emisiones de GEI, algo clave para que la sociedad civil acceda a la información tal que le permita presionar a sus gobiernos en materia ambiental.


Página/12 conversó sobre estos puntos con Catalina Gonda, investigadora del área de política climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), quien viene siguiendo las negociaciones climáticas de Naciones Unidas desde hace varios años, con especial foco en los temas de mercados de carbono y ecosistemas. “El gran objetivo es acortar la brecha entre las declaraciones políticas y lo que realmente se acuerda en las negociaciones. Pasar de los discursos a la implementación del Acuerdo de París a través de reglas robustas con salvaguardas hacia las comunidades locales y los ecosistemas”, explicó Gonda desde Glasgow, en medio de la ronda de conferencias.

Falsas promesas

Uno de los temas en la mesa de discusión es el financiamiento climático. La lógica es que los países periféricos, que tienen menos responsabilidad histórica de las emisiones de GEI causantes del cambio climático, necesitan apoyo financiero para poder llevar adelante una transición energética. No solo para invertir, por ejemplo, en nuevas tecnologías de generación de energía, sino también para adaptarse a los efectos actuales y futuros del cambio climático.

Bajo esa premisa, en la cumbre climática de 2010 los países industrializados se comprometieron formalmente a financiar colectivamente 100 mil millones de dólares por año en acción climática a países en desarrollo hasta 2020. En la cumbre de París, en 2015, el acuerdo se extendió hasta 2025. 

Sin embargo, según la OCDE, hasta ahora en ningún año se cumplió dicho objetivo: entre 2013 y 2016 el monto rondó los 55 mil millones anuales y entre 2017 y 2019 subió a un promedio de 75 mil millones. El 43 por ciento del financiamiento otorgado fue en favor de los países de Asia (30 mil millones anuales), mientras que América latina se llevó el 12,4 por ciento (promedio de 12 mil millones al año).

El financiamiento climático opera a través de acuerdos bilaterales entre países, por intermedio de los organismos multilaterales, con créditos para la exportación o fondos del sector privado. Los países en desarrollo no solo quieren que se cumpla el objetivo trazado en 2010 sino que buscan mayores compromisos: en julio pasado, la ministra de Medio Ambiente de Sudáfrica dijo que en realidad se necesitan 750 mil millones de dólares al año para las naciones periféricas.

Las discusiones alrededor del tema del financiamiento se están dando en un escenario de desconfianza bastante grande. El objetivo no es solo que los países ricos se comprometan a proveer más financiamiento climático, sino que lo hagan a través de una hoja de ruta clara que detalle cómo se van a otorgar esos fondos y de dónde van a salir. Sería muy importante que haya una señal que muestre que el compromiso de financiamiento sí se va a alcanzar hasta 2025 y de qué manera”.

Mercado de carbono

Con la entrada en vigencia del Protocolo de Kyoto, en 2005, los países desarrollados asumieron un compromiso legal y vinculante de reducir sus emisiones de GEI en relación a los ‘90. Los mercados de carbono permiten que una reducción de las emisiones en un país periférico genere un bono que pueda ser adquirido por los países centrales. Entonces, los países centrales contabilizan para sí la reducción de emisiones del país periférico y al mismo tiempo proveen de capital a esa nación.

El gran tema es cómo generar un sistema confiable de contabilización de la reducción de emisiones. Si se adoptan reglas débiles que permiten que los países puedan cumplir con sus compromisos de manera ficticia, el uso de los mercados de carbono podría llevar a un aumento en lugar de a una reducción de las emisiones. Por ejemplo, se corre el riesgo de la doble contabilización: que una misma reducción sirva tanto al país que vendió el bono como al país que lo compró”, explica Gonda.

Hay analistas que incluso directamente plantean que la propia idea de las compensaciones, es decir, que un país desarrollado pueda "comprar" su reducción de emisiones a partir de proyectos verdes en otro país, deriva en un sistema de trampas que atenta contra el objetivo colectivo.

Por otro lado, advierte Gonda, hay una fuerte tensión vinculada a cómo incorporar los créditos de Kyoto en el acuerdo de París. Por ejemplo, China, India y Brasil, países que no tenían metas de reducción en Kyoto y que fueron receptores de proyectos de reducción de emisiones bajo el mecanismo de créditos de carbono, presionan para aquellos créditos apliquen para contabilizar la reducción de emisiones definidas en los compromisos de París. El tema es relevante porque implica que los países con estos créditos pueden evitar hacer enormes inversiones en mitigación, aunque al costo de retrasar el camino hacia los objetivos para enfrentar el cambio climático.

Cada crédito trasladado del esquema de Kyoto retrocede los esfuerzos en el marco del Acuerdo de París. Los mecanismos de mercado deben ir más allá de una lógica de compensación para asegurar la reducción real de las emisiones mundiales”, afirma. Lo que está bajo negociación es el conjunto de reglas que marquen la cancha de los mercados de carbono. 

Otro punto delicado del tema de mercados de carbono es la regulación del destino del dinero que recibe aquel que vende el bono. Las delegaciones más comprometidas con la cuestión climática buscan que esos recursos se vuelquen a profundizar la mitigación.

Transparencia

"Un punto pendiente es la definición de un marco de transparencia del Acuerdo de París, que establezca cómo los países deben reportar el financiamiento que reciben y que otorgan y las medidas que están implementando", agrega Gonda. En general, los países en desarrollo quieren contar con mayor grado de flexibilidad a la hora del reporte climático, porque se trata de un proceso que requiere mucha coordinación y músculo estatal. Como el Acuerdo de París no establece sanciones por incumplimiento, la información pública clara y verídica es el único recurso que tienen las sociedades para presionar a sus dirigentes en esta materia.

Resonancias

Noé Jitrik, Crítico literario y escritor, autor de numerosos cuentos, novelas y ensayos críticos, literarios e históricos. Es el autor de esta Nota publicada ayer .

Émile Zola fue muy conocido en el último tercio del siglo XIX; sus novelas fueron traducidas y publicadas en muchos países, incluso en la Argentina, donde influyó mucho en los escritores que comenzaban a observar lo que pasaba en la sociedad y no poseían todavía los instrumentos para manejarlos con voces propias. Eugenio Cambaceres lo tuvo en cuenta y su presencia llega hasta Manuel Gálvez unos años después: su novela Naná es modelo de El mal metafísico y seguramente de otros textos pero, además, el hecho de que defendiera (J’accuse) al injustamente encarcelado Deyfuss, lo convirtió en referencia constante de la responsabilidad de los intelectuales. Quizás la “Carta de un escritor a la Junta Militar”, de Rodolfo Walsh, está en esa línea. Debe haber mucho más.

Como lo saben quiénes han leído las novelas de Zola, su propósito narrativo era mostrar -–denunciar-- a través de la historia de una familia y sus diferentes expresiones individuales, los vicios y aberraciones, siguiendo las prescripciones del triunfante “naturalismo”, de la sociedad francesa durante el llamado “Segundo Imperio”, la Francia industrializada y colonialista, la locura en sus diferentes manifestaciones, los fracasos de las tentativas de una vida posible, quizás con restos del idealismo romántico que el arrollador capitalismo destruía implacablemente y por los más diversos medios. Cada novela los va registrando y son muchas: Zola, como Balzac y Suè, era infatigable, las novelas salían una tras otra, sin descanso. Una de ellas, La obra, creo que de las últimas de la serie, se diferencia en parte del conjunto, se presenta en ella un mundo muy particular, el del arte, donde estaban pasando muchas cosas, el impresionismo en primer lugar, y se insinuaban los lineamientos de las vanguardias.

Es la historia de un pintor de extraordinario talento pero que, tal vez, porque arrastra estigmas hereditarios, no consigue hacerse ver ni escuchar, su existencia es una cadena de dolorosos fracasos, pocos comprenden lo avanzado de su propuesta pictórica, los colegas lo ignoran y la Academia rechaza sus temáticas que son de una audacia sin igual. En especial, su obra maestra: un grupo de hombres, pintores se supone que son, están en un prado sentados en el suelo rodeando con curiosidad a una mujer desnuda, junto a un mantel extendido en el pasto. Ignorado, el pintor termina por morir pobre, enfermo, despreciado. Una escena final de la novela me pareció muy potente y no dejo de recordarla: cuando se procede a su sepelio, sólo dos amigos acompañan el coche fúnebre; dialogan y uno de ellos, melancólicamente, dice más o menos esto: “creímos que la ciencia salvaría a la humanidad pero, al final del camino, al terminar el siglo, la religión ha regresado con toda su fuerza”. ¿Estamos en lo mismo ahora, regresa la religión o las creencias o el sin sentido y la ciencia está arrinconada y la cultura apagada? Espero que en América Latina eso no suceda y estemos a punto de recuperar una fuerza que parecía haberse apagado precisamente con el incomprensible triunfo de las derechas que si no en nombre de la religión, se impusieron seguramente en el del irracionalismo, ver nomás a los Bolsonaros, Macris, Morenos, Añez, Trump, hoy quizás durmiendo el sueño de los canallas.

Pero si bien esa cuestión, razón versus creencias, no cesa de plantearse y parece ser un núcleo de las idas y vueltas que sufren nuestros países, y bien valdría la pena no dejarla de lado, la novela propone al mismo tiempo una cuestión que tiene su importancia: la suerte del pintor y su menospreciada obra. Cuando salió la novela, Cézanne se disgustó: creyó que Zola se había referido a él. No tenía motivos para creerlo porque era bastante evidente que no se tratabade él ni del pintor Edouard Manet sino de su cuadro, “Le déjeuner sur l’herbe” (“El almuerzo campestre”). Zola recreó, ficcionalmente, al desdichado pintor siguiendo su filosofía del fracaso y lo ligó, no con Manet, su autor, sino con la suerte que tuvo el cuadro, rechazado por el Salon y objeto hasta de burlas y escasos reconocimientos: el mismo tema, casi la misma composición le brindó el éxito, poco tiempo después, a otros pintores, a Monet y a Renoir, creo.

En este punto me desvío, dejo a Zola, y voy yendo a lo que más me interesa: Manet también fue rechazado por otra obra, célebre a posteriori, “Olympia”; una mujer desnuda, tendida en un lecho y asistida por una mujer negra. Cuando la mostró una oleada de burlas y de insultos cayeron sobre él. ¿Se habrá deprimido? Es probable pero, con el tiempo, las lecturas que se hicieron fueron siendo consagratorias, críticos de arte y escritores formularon interpretaciones, la obra está y queda, forma parte de un reducido elenco que compone un museo quintaesenciado, el “museo de la pintura” propiamente dicha, que alberga las obras más sobresalientes que se pudieron haber pintado en todos los tiempos. Vale la pena detenerse en ella y lo que muestra.

Desnuda, por cierto, pero como algo indiferente a lo que implicaría la desnudez, o sea indefensión, sexualidad, provocación, tantas cosas que busca la mirada en la desnudez femenina. El cuerpo se extiende, es una gran llanura que va del cuello hasta los tobillos, todo es de una naturalidad tranquila, no hay nada de violento ni de perturbador, salvo, precisamente eso, perturba esa calma, obliga a comprenderla. El desnudo es el gran desafío al que casi todos los pintores responden, tal vez busquen en esas figuras femeninas la gran respuesta sobre lo esencialmente humano. No lo sé y no lo afirmo pero sí me parece ver en ese gesto una actitud metafísica, un incontenible deseo de saber lo que se ignora, la gran falta.

Pero no es sólo eso, es algo más poderoso, difícil de poner en palabras: siento una muda resonancia que brota de ese cuerpo pintado, no importa si es fiel a un modelo o no, es real en la prisión de la tela, no importa si representa a un ser de carne y hueso o sitúa su belleza en una esfera ideal. En esa resonancia, me atrevo a decirlo, descansa lo que significa no la figura y su desafío, técnico u obediente a normas y exigencias, sino la pintura misma, en sí misma, y que es lo que la justifica, así como justifica esas obras que componen el museo al que me referí líneas arriba. Y eso, por contraste, me permite comprender aquellas que no la emiten y que, más que muda resonancia, exhalan sorda vibración.

Se diría que la resonancia es todo y es nada o, mejor dicho, es generada desde un lugar y por determinados medios: una mano que maneja pinceles y colores, una textura sobre la que se va cubriendo, formas que van brotando y que pueden tener todos los orígenes que se quieran pero cobra identidad y existencia una vez concluidas. No (me) importa si lo que resulta se coloca en determinado estante, realismo o fantástico o abstracto, lo que me importa es la resonancia que se puede percibir, afinando el oído, en lo obtenido que, a su vez, conduce a otra parte, me gustaría designar ese lugar como “significación”, vehículo, además, de lo que es el “reino de este mundo”.

 Por esa soberana razón es claro que no se trata sólo y únicamente de la pintura sino de lo que emerge de cualquier manifestación humana, empezando por la poesía --un verso iluminado resuena--, por la música más allá de los sonidos, de las llamaradas discursivas, de las declaraciones más íntimas; por contraste, cuando no hay resonancia es que no hay significación y, en consecuencia, todo se disipa en la niebla de la inutilidad. La resonancia está en el convencimiento y en la memoria, en la credibilidad y la persuasión. Sin eso, creo, o sea si no se produce o si no se percibe cuando se produjo, la sociedad chapotea en el fango, no queda sino perdurar y esperar que alguna resonancia seque el pantano y todo empiece a palpitar. 

Sensibilidad de época

Lo sensible y lo tangible, los racional y lo subjetivo, ciencia, religión y las artes del espíritu … todas formas de comunicación humana. Todas cargan con las mismas tensiones que la vida individual y común que nos propone “lo humano” en el camino eterno de aquello que vital se expande en la conciencia universal que nos anida. De solo existir un efímero momento para dejar esa huella “intangible” en la historia de la humanidad, que por mas famoso que pareciese alguien, se diluye en la historia, en como se contará diferente ha como la hemos vivido y en cuanto significará para otros a pesar nuestro o habiendo querido perdurar en ella. Que la fama, aunque no sea las cruces de los cementerios. Se parece mas a ella que a la vida que vivimos. En tanto frágiles y débiles en la ilusión de alguna trascendencia individual, lo único cierto y que permanece es la memoria de los pueblos.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imágenes: Édouard Manet fue un pintor y grabador francés, reconocido por la influencia que ejerció sobre los iniciadores del impresionismo

Comentarios

Entradas populares de este blog