La inteligencia es comunitaria o es de pequeños grupos de poder

 

Tecnología, redes y datos

Dos casos de análisis con Google y Facebook como protagonistas

Publicado en Revista Argentina de Regulación y Derecho de las Telecomunicaciones nº2,

por Martín Becerra Investigador Principal de CONICET, Profesor Titular de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad de Buenos Aires, Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelonaen su Blog Quipu.

1. Introducción

El presente artículo enfoca dos casos que se tramitan en la Argentina en 2021 y que protagonizan dos de las plataformas digitales más importantes, Google y Facebook, con el objetivo de ejemplificar y reflexionar sobre la multiplicidad de ámbitos y aristas involucra el accionar de estas plataformas, lo que impacta en la regulación de facto que rige la economía digital. El texto realiza una breve caracterización general de la revolución digital de la que las plataformas digitales son emergentes y luego se centra en dos casos que ponen a prueba la consistencia de las normas vigentes con los cambios que producen la plataformización digital de las comunicaciones, la gestión de contenidos masivos y la economía de datos personales. Los casos son la demanda de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner contra Google y el cambio condiciones de servicio de WhatsApp por parte de Facebook y la medida cautelar resuelta por la Secretaría de Comercio suspendiendo dicha modificación.

2. La revolución informacional

Es difícil imaginar alguna de las actividades productivas que caracterizan el mundo presente prescindiendo del efecto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Uno de los autores que ha estudiado profundamente la mutación en curso y los efectos de las TIC es Manuel Castells, quien, al destacar la modalidad informacional del capitalismo en su etapa actual, afirma que lo que él denomina “informacionalismo” modifica el modo en que “nacemos, nos reproducimos y morimos” (2009).
En una “sociedad informacional” cuyos procesos de producción de bienes y de servicios se estructuran en función de la disponibilidad de TIC, la capacidad y las modalidades con que la población puede utilizar las tecnologías resulta medular.
Nunca en la historia la humanidad dispuso de la cantidad de fuentes, y dispositivos de producción, procesamiento, almacenamiento y distribución de datos e información con la que hoy cuenta. Conforme estas fuentes y dispositivos fueron multiplicándose, también creció exponencialmente el volumen y el flujo de datos.
Para muchos autores, el advenimiento de la "sociedad informacional" consiste en una aceleración de las lógicas de racionalización de todos los procesos de organización de la vida económica, propia de la modernidad capitalista. La racionalidad formal de estos procesos tiene como principio orientador la búsqueda de la mayor eficiencia en el uso y en la organización de los procesos de trabajo y de aplicación de los medios de producción (centralmente, tecnologías). Quienes sostienen esta
perspectiva insertan la llamada revolución informacional en un contexto mayor, de sucesivos saltos tecnológicos producidos en el capitalismo, y subrayan la capacidad de renovación de las maneras de operar sobre la materia para transformarla –tal la definición de tecnología- que ha producido el capitalismo en su historia. Tres características centrales operan en la base del llamado "informacionalismo":
1. Los datos en formato digital se convierten en insumos cardinales en la reestructuración de todos los procesos productivos: las actividades de información y comunicación han cambiado estructuralmente estos procesos, es decir, el modo en cómo se elaboran bienes y servicios del conjunto de los sectores de la economía (no sólo los relacionados con las industrias de información y comunicación).
2. El costo de la producción y procesamiento informacional y comunicacional es menor: el costo de la producción, procesamiento y transmisión de la información a escala masiva es considerablemente menor en los albores del Siglo XXI que durante todo el siglo anterior.
3. Se incrementa exponencialmente la capacidad de producir, procesar, almacenar y enviar volúmenes cada vez mayores de información, además de que la interconexión en red del planeta entero permite procesar y distribuir datos en tiempo real en todo el mundo (todo esto no implica que el costo del acceso disminuya en forma proporcional).
Así, la importancia del salto tecnológico desplegado a través de nfraestructuras fijas y móviles en las últimas tres décadas es ineludible en la estructuración de las sociedades y de los conflictos inherentes a ellas.
Por el contrario, hay quienes consideran que la “sociedad informacional” implica una ruptura radical con las formas de organización social previas, y que licúa, disolviéndolas, contradicciones y tensiones estructuradas a lo largo de siglos de existencia. Evgeny Morozov (2015) y otros clasifican a esta corriente como “solucionismo tecnológico”.
El salto tecnológico, acompañado por cambios sociales, económicos, políticos y culturales, es la condición de posibilidad para la emergencia de un nuevo ecosistema en las comunicaciones. Fundamentalmente signado por la cultura de la convergencia, el correlato de desprogramación, de la personalización de los mensajes y de la llamada “autocomunicación de masas” (Castells, 2009) tiene a las plataformas digitales como nuevos intermediadores globales de la circulación de contenidos (Miguel de Bustos y Casado del Río, 2016) a través de redes que ejecutan una labor de desintermediación de los medios de comunicación tradicionales, alterando así el conjunto de relaciones,intereses y –también- regulaciones normativas que los medios articulaban.
Las plataformas digitales gestionan los recursos de la producción global de comunicaciones y datos; producción que, como han argumentado García Canclini (2004) y Ford (1994), contiene procesos no sólo uniformizadores sino también fragmentadores y contradictorios. La reorganización de la vida social, de los tiempos y espacios productivos y de los procesos de construcción formal e informal de la subjetividad resultante distan de ser parejos y homogéneos.
El desafío de abarcar las múltiples variables que inciden en la estructuración contemporánea de las TIC y, concomitantemente, de identificar la lógica que organiza su compleja evolución, es gigantesco. A fines analíticos, el presente artículo considera tres niveles fundamentales de la digitalización de las comunicaciones: su economía disruptiva, su innovadora estrategia de procesamiento de datos personales y su también transgresora modalidad de gestión (lo que incluye intervención y moderación) de los contenidos que circulan en las redes.
Estas tres áreas temáticas son fundamentales en los debates sobre la regulación y la gobernanza de Internet, y aparecen reflejados en las negociaciones bilaterales y multilaterales referidas al ecosistema TIC, como afirmó recientemente el secretario francés de Economía Digital, Cédric O (2021).
Los tres niveles están entretejidos orgánicamente. Es decir, pueden desagregarse analítica y normativamente, pero en los hechos la convergencia de productos y servicios imbrica la economía, los datos personales y los contenidos en un mismo flujo de comunicaciones globales. A su vez, cada uno de los tres niveles requiere desagregación para una mejor comprensión de sus dimensiones y alcances. Así, pues, la economía incluye desde la falta de competencia en la economía digital debido a la posición dominante de unas pocas plataformas y las distorsiones del mercado debido a los efectos de la red (ver Becerra y Mastrini, 2019) hasta los tributos y cargas impositivas de las plataformas, con laboriosos acuerdos entre países para armonizar sus políticas al respecto [Ver:
https://www.observacom.org/130-paises-apoyan-reforma-global-para-cobrar-15-de-impuestos-a-las-grandes-plataformas-deinternet/ ]. El nivel económico también cubre la proyección empresarial en infraestructuras y redes de conectividad.
Por otro lado, los datos personales incluyen su protección, sus reglas de almacenamiento, uso, compartición (transferencia) y eliminación, así como el llamado "derecho al olvido" regulado en la Unión Europea que, pese a no estar legislado en nuestro país, ya es invocado en sentencias judiciales porque se inscribe en el carácter global de aplicación de facto de disposiciones que formalmente sólo alcanzan a una región que opera, de este modo, como una suerte de estándar y común denominador para las compañías de escala planetaria como Google o Facebook. En “Capitalismo de plataformas”, Srniceck indaga sobre ese modelo de negocios que “provee el aparato extractivo ideal” de datos y que se consolida en las plataformas digitales. Para Sadin (2018: 80), “el modelo que se desarrolló y que se impuso rápidamente como norma consistió, en los inicios del siglo XXI, en capturar masivamente la atención de los internautas. Este principio trajo aparejado un monitoreo más detallado de los usos. La incertidumbre que caracterizaba el final de la década de 1990 ya no estaba vigente. La interpretación industrial de las conductas se convirtió en el pivote principal de la economía digital”.
En tanto, el nivel referido a la gestión de contenidos implica moderación y responsabilidad de las plataformas, los derechos de libertad de expresión (ver Waisbord y Becerra, 2021), privacidad, no discriminación y otros temas como el discurso de odio y la desinformación (Abramovich, Guembe y Capurro, 2021), así como también la capacidad editorial de las compañías cuya intermediación resulta insoslayable para la circulación amplia de la conversación pública, por lo que intervienen en el franqueo o en la remoción de discursos y en la habilitación o bloqueo de personas (entre ellas, presidentes de países, como analiza Mocoroa, 2021) urbi et orbe.
La gestión de contenidos en la que es habitual la ausencia de notificaciones –al menos con carácter precautorio o preventivo- a usuarios cuyos posteos son removidos o bloqueados, motivó que el Tribunal Federal de Justicia de Alemania en julio de 2021 declarara ineficaces los servicios de Facebook en un caso de discurso de odio. No informar previamente al usuario su intención de bloquear su cuenta ni sobre el motivo, así como denegarle la oportunidad de responder antes de una nueva decisión de la empresa fueron agravantes en la consideración del tribunal germano[Ver:
https://www.bundesgerichtshof.de/SharedDocs/Pressemitteilungen/DE/2021/2021149.html ].
Contenidos, datos personales y economía son niveles unidos orgánicamente en la actividad de las plataformas digitales, como muestra también la ratificación de la demanda antimonopolio contra Facebook de agosto de 2021 por parte de la Federal Trade Commission (FTC) de Estados Unidos, donde alega que la compañía de Mark Zuckerberg recurrió a un esquema que forzaba a innovadores emergentes como competencia en el sector de aplicaciones y servicios digitales a aceptar ser comprados o, en su defecto, ser enterrados por Facebook (“buy-or-bury scheme”) y así adquirió tanto Instagram en 2012 como WhatsApp en 2014, que se mostraron exitosas en segmentos donde Facebook había fracasado. La demanda identifica los efectos de red y la escala alcanzada por Facebook a partir de estos movimientos, que tienen como común denominador la extracción y el procesamiento de datos personales de los miles de millones de usuarios de sus plataformas y la posibilidad de cruce de esos datos para elaborar perfiles y tendencias destinadas a una explotación de microtargeting publicitario y de contenidos.


La reciente inclusión de estos temas en la agenda pública, vigorizada por la cada vez mayor actividad judicial, la creciente labor legislativa en los países centrales relativas a las grandes plataformas de Internet y las denuncias de ex empleados que documentan afectaciones al interés público, marcan un momento bisagra en el que la definición de reglas de juego (la regulación) del sector, que hasta ahora establecieron fácticamente las compañías de Internet, comienza a ser abordada desde los poderes públicos.
3. Datos y contenidos: dos casos que alientan la discusión pública
Como se adelantó, este artículo está abocado a la reflexión sobre algunos de los niveles que estructuran el comportamiento de las plataformas de Internet: la política de datos y la de gestión de contenidos. Para ello, se analizan dos casos que animaron el debate público y que ilustran las zonas problemáticas que afectan derechos humanos como la protección de datos personales, la libertad de expresión y la no discriminación. Estos casos son la demanda de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, contra Google, y el anuncio de modificación de los términos del servicio de mensajería WhatsApp, propiedad de Facebook, y la medida cautelar dispuesta por la Secretaría de Comercio del gobierno argentino a instancias de un dictamen de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia.

3.1. Caso 1. CFK vs. Google: la gestión de contenidos en observación

En un caso testigo acerca de la responsabilidad por la función editorial de las plataformas digitales, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner solicitó una serie de pruebas periciales contra Google debido al contenido injurioso que la plataforma destacó como primer resultado en un recuadro de su buscador en mayo de 2020. Google intentó impedir las medidas de prueba solicitadas por Fernández de Kirchner y tanto la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal como la Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimaron los recursos de Google, esta última en marzo de 2021 (CCF 004368/2020/2/1/RH001).
El hecho es que el 17 de mayo de 2020 quien googleara el nombre de la vicepresidenta hallaba como respuesta sugerida en primer término, y con diseño especial, un texto que la presentaba como “Ladrona de la Nación Argentina”. Dado que el motor de búsqueda de Google consiste en un catálogo de contenidos que, en principio, no redacta la compañía, el caso, en sustancia, conduce a revisar la responsabilidad de Google en el destacado injurioso.
El buscador de la compañía, utilizado por más del 95% de los argentinos (los índices son similares en todo Occidente), es un servicio comercial cuyos resultados principales son organizados con criterios que distan de ser neutrales, causales o asépticos, lo que ha sido constatado por organismos diferentes de distintos países, como la Autoridad de la Competencia del Reino Unido (ver Competition and Markets Authority, 2020), el Subcomité de Defensa de la Competencia de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos (ver Subcommittee on Antitrust, Commercial and Administrative Law, 2020), trabajos académicos como el de Pariser (2017) y Zuboff (2019) y estudios sectoriales (ver Observacom, 2020).
En el diseño que actualmente tiene el servicio de búsquedas de Google muestra que, además de priorizar determinados contenidos en la organización de los resultados a modo de catálogo (cuyo criterio de jerarquización está motivado principalmente –pero no únicamente- por razones comerciales), la plataforma opera con fragmentos destacados del primer resultado ofrecido. Estos fragmentos son destacados en la parte superior de la pantalla, con una descripción de texto encima del enlace, un tipo de letra superior, elementos gráficos y un encuadre especial.
Para esos fragmentos destacados, cuya lógica editorial es explicada en el sitio oficial de la compañía (ver Google, 2021), Google toma como insumos, en muchas ocasiones, las entradas de Wikipedia. Vulnerar el mecanismo de veeduría de Wikipedia no es tan complicado debido a la lógica colaborativa de la enciclopedia digital (que, a diferencia
de Google, no persigue el lucro como finalidad). Frente a esta situación, el caso deberá dilucidar no sólo la responsabilidad Google por priorizar en la indexación de búsquedas el contenido injurioso, es decir, determinar si la plataforma es percibida como mero exhibidor o agregador neutral (lo que la propia compañía admite indirectamente que no es) o no. El siguiente interrogante es si Google puede descargar parte de esa
responsabilidad en la fuente que eligió en la programación de su algoritmo de búsqueda para tomar el material. Ninguna de estas cuestiones resulta original, como pueden atestiguar los asesores jurídicos de los medios de comunicación tradicionales. Los ingredientes novedosos del caso son aportados por la diferente tradición normativa que regula a las plataformas digitales en relación a los contenidos que gestionan.
“Incitación al odio: los fragmentos destacados no deben incluir contenido que denigre a nadie ni que promueva o justifique la violencia”, dice Google sobre la modalidad con la que jerarquiza resultados en el buscador. La compañía indica de este modo cuál es la política para diseñar sus recuadros en el buscador, lo que en el caso concreto de CFK falló. La explicación oficial de la compañía acerca de cómo configura los fragmentos destacados de su buscador contiene definiciones clave para abordar el caso, ya que es una admisión acerca de su intervención editorial y relativiza el carácter de intermediario aséptico o aleatorio.
Google decide el orden y la escala de los resultados del servicio de búsqueda. Así, tomando en sentido literal la explicación de Google, el hecho de que programe su motor de búsqueda priorizando la información provista por un tercero puede no alcanzar para eludir la responsabilidad que la propia compañía asume al describir la organización del buscador, que a lo largo de sus 21 años de existencia tuvo otros diseños y configuraciones, con menor injerencia editorial.
Por eso, aunque la jurisprudencia marca los antecedentes de las modelos María Belén Rodríguez y Analía Maiorana, que tuvieron en 2014 y 2018 sentencias en sentido contrario respecto de la responsabilidad de los “intermediarios” en distintas instancias judiciales, o la demanda más reciente del ex senador y ex gobernador jujeño Guillermo Jenefes contra Google por la indexación de contenidos que dañaban su reputación, este caso es distinto. La vicepresidenta Fernández de Kirchner no pide que Google excluya links que considera ofensivos, sino que advierte que colocó en primer lugar, con un realce especial, contenido injurioso y lo exhibió a millones de usuarios de la plataforma.
Esa es una decisión de la compañía propietaria y programadora del buscador, no es un suceso fortuito.
Si la causa prospera, la demanda también conducirá a revisar la cuestión jurisdiccional (Google Argentina solía deslindar responsabilidades en su casa matriz) que tiene en la Argentina varios fallos y también dictámenes y resoluciones de la Agencia de Acceso a la Información Pública[Ver, por ejemplo:
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/rs-2020-25457045-apn-aaip_google.pdf ].
El caso tiene varias aristas comunes con otros que se tramitan hoy en países capitalistas centrales y que refieren a la responsabilidad de plataformas por el contenido que organizan, moderan o editan según el caso. En definitiva, se trata de la forma en que se reactivan problemas relativos a derechos como la libertad de expresión, el honor y la discriminación cuando intervienen las compañías dueñas de las plataformas digitales que organizan y gestionan la disposición de los contenidos que nutren la conversación pública.

3.2. Caso 2. Términos de servicio de WhatsApp: Facebook monetiza interacciones y datos

El segundo caso involucra a Facebook y se sitúa en la intersección entre los derechos a la protección de datos personales, el derecho a la privacidad y defensa de la competencia, cuyo encuadre en la Argentina no es convergente, puesto que las normas vigentes fueron concebidas de modo separado o previo a la emergencia de la plataformización de los servicios digitales (la vigente Ley 25326 de datos personales es del año 2000).
Entre 2020 y comienzos de 2021, Facebook anunció que para continuar utilizando el servicio de mensajería WhatsApp los usuarios debían aceptar nuevas condiciones que la compañía definió y que, en resumen, suponían la posibilidad de cruce de datos entre las plataformas que posee Facebook para potenciar el uso comercial de WhatsApp y el contacto por mensajería entre proveedores y clientes.
El cambio de política avivó quejas de usuarios, intervenciones de gobiernos -como el argentino- y campañas de servicios de mensajería con y sin fines de lucro (entre los primeros, Telegram; entre los segundos, Signal). Tras la reacción negativa suscitada por el anuncio que tenía pensado concretar en febrero de 2021, Facebook postergó al 15 de mayo su concreción; días antes de esa fecha, anunció que no habría problemas en el uso de la aplicación para quienes no hayan aceptado los cambios y finalmente retrocedió en su intimación sin que se conozca si la decisión fue archivada o sólo temporalmente suspendida. En la Argentina, según Facebook, el 75% de los usuarios habían aceptado los cambios hacia mediados de mayo de 2021.
Este caso no está desconectado de una cuestión de creciente importancia en la agenda política internacional, como es el de la capacidad o incapacidad de los países de ordenar dentro de sus marcos jurídicos el funcionamiento de plataformas digitales globales, lo que comprende desde cuestiones tributarias hasta obligaciones de radicación legal y responsabilidad de las compañías que ofrecen servicios y aplicaciones en una jurisdicción determinada.
La información personal de los usuarios que el cambio dispuesto por Facebook instaba a compartir con la nueva política constaba de número de teléfono, nombre, perfil; pagos y transacciones financieras; contactos; actualizaciones de estado; cuándo se usa WhatsApp y por cuánto tiempo; información sobre cómo se interactúa con contactos, grupos y empresas; información sobre el dispositivo móvil: carga de batería, proveedor de servicios de Internet, potencia de la señal, modelo de hardware, sistema operativo; y dirección IP, que indica la ubicación de la conexión a Internet.
Todos esos datos ya son recolectados y administrados por Facebook en servidores y redes en las que aloja el servicio de sus plataformas Facebook, Instagram y WhatsApp. Se trata de datos personales que otras compañías con posición dominante en otros servicios, como Google con el motor de búsqueda y con su sistema operativo Android, también recolectan.
No obstante, el anuncio generó quejas de organizaciones de la sociedad civil defensoras de datos personales y también de gobiernos, como el de Alemania. Importa recordar que la adquisición de WhatsApp por Facebook en 2014 fue aprobada en Europa y EEUU con el compromiso de no cruzar datos de usuarios de ambas plataformas. En cambio, dicha fusión no fue tramitada en la Argentina ni informada por parte de Facebook. Lo mismo ocurrió en otros países latinoamericanos, lo que resulta llamativo dada la masividad de WhatsApp en la región.

En efecto, en la Argentina WhatsApp tiene una penetración que supera el 80% de los teléfonos móviles. De las aplicaciones de mensajería, concentra el 95% del mercado en el país. La adopción y masividad de la app es facilitada por la política de "zero rating" por parte de las operadoras de comunicaciones móviles, que bonifican el uso de
WhatsApp (y no de otros servicios de mensajería), lo que motiva que especialmente los sectores con menores recursos utilicen masivamente la aplicación (tendencia común en América Latina, no así en otras regiones). Otro incentivo para la adopción de WhatsApp es la cantidad de servicios de salud, educación, transporte, comercio y producción que la tienen como vía exclusiva de comunicación. Por ejemplo, parte importante de la
información sobre cuidado y prevención del coronavirus es tramitada a través de esa plataforma. Así, hay ejemplos virtuosos sobre el desarrollo de estrategias para causas de interés general, como por ejemplo el canal que permite denunciar violencia de género (+54 9 11 2771-6463).
Facebook argumentó que el cambio iba a habilitar anuncios más efectivos y personalizados en sus plataformas. La publicidad es su principal fuente de ingresos. La compañía prometía que todos los cambios preservarían el cifrado punto a punto de las conversaciones, por lo que Facebook no puede leer los mensajes de la aplicación. 


Desde la perspectiva de Facebook, el cambio buscaba obtener ingresos por la aplicación de mensajería que adquirió en 2014 y que, siendo masiva, sin embargo no cubre sus costos de funcionamiento. Descartada por la compañía la posibilidad de introducir anuncios en WhatsApp directamente, Facebook buscaba con este giro lubricar el acceso a WhatsApp de las empresas para incrementar aún más el aprovechamiento de la segmentación y personalización de avisos publicitarios y ofertas a sus millones de usuarios de las plataformas que posee.
Desde la perspectiva de los derechos de los usuarios, no obstante, la cesión de mayores volúmenes de datos personales que no son imprescindibles para un servicio de mensajería resulta preocupante y de ahí la reacción negativa a esta novedad de Facebook, que se produce en un contexto de crecimiento de la preocupación pública sobre la recolección masiva de datos personales de las grandes plataformas, el tipo de tratamiento que hacen de esa información, su transporte y comercialización. La sensibilidad sobre estas cuestiones, reducida a ámbitos especializados hace un lustro, hoy es parte de la agenda pública al calor de escándalos que tuvieron a estas compañías como protagonistas, con el caso Cambridge Analytica como estandarte. En mayo de 2021, el Boletín Oficial publicó el dictamen de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) con una medida cautelar de la Secretaría de Comercio argentina para que Facebook suspenda durante 180 días la puesta en vigor de las nuevas condiciones del servicio de WhatsApp [Ver: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/cautelar_whatsapp_facebook.pdf ]. El fundamento de la cautelar fue que con este giro Facebook podría "lesionar la competencia y el interés económico general”, lo que se tramita en la investigación abierta por la CNDC. La

reacción del gobierno argentino se suma a las repercusiones negativas que la decisión de Facebook cosechó en distintos países.
Por ello, Facebook decidió finalmente no obligar a los miles de millones de usuarios de WhatsApp en el mundo a aceptar los cambios como condición para utilizar las funcionalidades del servicio. No obstante, hay algunas aristas del caso que permanecen abiertas o que el caso ha abierto. En este sentido, la mirada desde defensa de la competencia puede ser un aporte dado que se trata de una compañía que concentra las principales plataformas de redes sociales digitales (Facebook e Instagram) y el servicio de mensajería que es condición necesaria para que millones de personas accedan al trabajo, a la educación, a la salud y a los afectos en general en tiempos pandémicos.
La imposición de cambios en los términos de un servicio de esa naturaleza deja a los usuarios en una situación de indefensión. La asimetría respecto de la empresa es manifiesta. La posición dominante de Facebook en el sector de las plataformas de redes sociales digitales y en particular en las aplicaciones de mensajería, y los efectos de red propios de la economía digital, impiden que los usuarios puedan elegir las condiciones de servicio.
Además, la política de “zero rating” disuade a usuarios –en especial, los de bajos recursos- de emplear otras aplicaciones que consumen crédito telefónico y consumen datos. El resto de servicios de mensajería, en tanto, no cuentan con el acceso a los datos de Facebook, por lo que la tendencia con estos cambios se orientaba todavía más distorsión del poder de mercado de esta compañía dominante en detrimento del resto.
La bonificación de WhatsApp contradice el principio de "neutralidad de la red" (Zukerfeld y Califano, 2019) que en la Argentina rige por la Ley 28078 de telecomunicaciones y TIC (“Argentina Digital”). Si se aprovechara este caso para incluir en el "zero rating" a otras aplicaciones de mensajería, tanto la competencia y la libertad de elección, así como la neutralidad de la red, serían beneficiadas. En las actuales condiciones, no hay "servicio sustituto" para WhatsApp.
Por otro lado, este caso echa luz sobre una paradoja extendida en todo Occidente por parte de la política profesional (gobiernos, poderes judiciales y legislativos) y de las organizaciones de defensa de los datos personales: mientras buscan minimizar o revertir la extracción sistemática (muchas veces sin consentimiento) de la información de usuarios de servicios que, como los de Facebook y Google, se presumen gratuitos porque, precisamente, procesan esos datos con fines publicitarios, a la vez exigen a las mismas compañías medidas draconianas para identificar cuentas y para evitar las operaciones de desinformación, la manipulación electoral, el grooming, el trolleo o los discursos de odio.

4. A modo de conclusión


La llamada “sociedad informacional” representa continuidades y cambios de gran calado respecto de las fórmulas sociotécnicas y de la economía desarrollada en las etapas previas. En pleno auge de la plataformización del capitalismo, las reglas de juego de sus actores y organizaciones protagonistas están siendo sometidas a redefiniciones y a una atención creciente del escrutinio público.
A pesar de que difieren en sus temas de conflicto y en los sujetos involucrados en los mismos, los casos analizados tienen en común la participación de dos de las principales plataformas digitales, Google y Facebook, y sus reglas de juego que definen las formas de publicación e intercambio de contenidos, la gestión de datos personales y las fórmulas económicas que guían dichas reglas. Podría argumentarse que se trata de dos casos típicos de autorregulación, tal como es entendida, en su versión estrecha, en América Latina (es decir, la regulación excluyente de un sector por parte del actor o de
los actores protagonistas, sin la intervención de otros, incluso cuando estén alcanzados por el desempeño de los protagonistas) pero, en rigor, estos casos ilustran los efectos de la regulación corporativa de espacios amplios en que interactúan millones de personas y organizaciones públicas, privadas y de la sociedad civil.
En ambos casos la opacidad de las reglas de juego planteadas por las plataformas representa un obstáculo para que los usuarios y para que otros actores (por ejemplo, la vicepresidenta del país) conozcan cómo y bajo qué condiciones operan las plataformas en la gestión de los contenidos y datos que producen y proveen los usuarios.
Ello, a su vez, se traduce en claras desventajas para los usuarios, quienes no conocen las pautas de los espacios comunicativos necesarios para informarse y conectarse con otras personas, pues son pautas poco comprensibles, modificadas sin clara justificación y con sanciones arbitradas por las plataformas que casi nunca son recurribles.
Los tres niveles analíticos que caracterizan la operación de las plataformas (economía, contenidos y datos) padecen la existencia de normas legales que, por haber sido concebidas tomando como referencia objetos analógicos del mundo físico, son divergentes. Las plataformas como nueva especie del ecosistema informacional y comunicacional demanda que los objetos cada vez más convergentes cuenten, asimismo, con respuestas regulatorias convergentes, lo que en la Argentina comporta la necesidad de actualizar la regulación en materia de datos personales y de fortalecer espacios de trabajo mancomunado entre datos personales, privacidad y defensa de la competencia.
Ello no es sencillo, no sólo por la tradición divergente de normas y organismos abocados a su aplicación, sino también porque la historia reciente muestra que las regulaciones legales relativas a grandes corporaciones de comunicación encuentran obstáculos en su aplicación en la Argentina (Mastrini y Becerra, 2017), y además porque, en este caso, el objeto de referencia (la economía, la gestión de contenidos y de datos por parte de las plataformas) es dinámico y móvil.
La representación y/o responsabilidad legal de las empresas y plataformas en los países donde ofrecen y comercializan cada uno de sus servicios, así como la adecuación a las normas vigentes en cada uno de ellos, son otras de las cuestiones que tienen en común los casos expuestos y que conforman desafíos a considerar en el futuro cercano.

Definiendo la inteligencia artificial

Esta entrada fue publicada en Desarrollo IA por Alejandro Madruga, Licenciado en Cibernética Matematica. Trabajo el tema de la Inteligencia Artificial desde 1986. He publicado articulos y ensayos sobre la Cibernetica y las tendencias tecnologicas. También he publicados narraciones de ciencia ficción.

Desde que nació la inteligencia artificial en Dartmouth en el año 1956 hasta la fecha, todo parece ser que aun, la criatura, no cuenta con una definición exacta y a pesar de sus más de 64 años cumplidos, se sigue discutiendo que es la inteligencia artificial. Lo cual corrobora el propio estudio cien años de inteligencia artificial (AI100) cuando afirma: “Una imagen precisa y sofisticada de IA, una que compite con su popular representación: se ve obstaculizada al principio por la dificultad de precisar una definición de inteligencia artificial”.

La Unesco en su estudio preliminar sobre un posible instrumento normativo relativo a la ética de la inteligencia artificial divide la inteligencia artificial (IA) en teórica y pragmática qa lo que dice: A pesar de la multitud y diversidad de definiciones de IA, existe cierto consenso, al nivel más general, respecto a que sus dos aspectos pueden distinguirse: uno etiquetado habitualmente como “teórico” o “científico”, y el otro como “pragmático” o “tecnológico”. Y a continuación se define lo que es una IA teórica y una IA pragmática:
Hablar de IA “teórica” o “científica” es aludir al “uso de conceptos y modelos de IA para ayudar a responder preguntas sobre los seres humanos y otras cosas vivas” (Boden, 2016). Se interconecta con la ciencia cognitiva y se pregunta: ¿Es posible crear una “IA fuerte?”

Mientras la IA “pragmática” o “tecnológica” se orienta a la ingeniería. Se basa en diversas ramas: el procesamiento del lenguaje natural, la representación del conocimiento, el razonamiento automatizado, el aprendizaje automático, el aprendizaje profundo, la visión informática y la robótica (Russell y Norvig, 2016)
Y aunque se han escrito muchos libros sobre inteligencia artificial (IA) aun los especialistas no se ponen de acuerdo. Para buscar un acercamiento a lo que es la IA partiremos del paradigmático libro escrito por Stuart J. Russell y Peter Norvig: “Inteligencia artificial, un enfoque moderno”

Russell y Norvig no se comprometen con un definición única proponen un acercamiento a la IA desde cuatro enfoques, debemos aclarar que ambos están comprometidos con una IA pragmática, por lo que el libro está más enfocado al accionar de los sistemas como agentes inteligentes y de ahí su carácter moderno.
Sistemas que piensan como humanos. “El esfuerzo de hacer que las computadoras piensen… Máquinas con mente, en sentido literal” (Haugeland, 1985). Enfoque centrado en los humanos

Sistemas que actúan como humanos. “El arte de desarrollar máquinas con capacidad para realizar funciones que cuando son realizadas por personas requieren de inteligencia” (Kurzweil, 1990).

Enfoque centrado en la conducta humana


Sistemas que piensan racionalmente. “El estudio de las facultades mentales, mediante el uso de modelos computacionales” (Charniak y McDermott, 1985).

Enfoque centrado en la racionalidad

Sistemas que actúan racionalmente. “La inteligencia computacional en el estudio del diseño de agentes inteligentes” (Poole, 1998). Enfoque centrado en la conducta racional
Teniendo en cuenta la versatilidad de la inteligencia humana se puede clasificar la IA en general o especifica

IA general. Multitarea, capaz de resolver cualquier problema por difícil que sea. Alcanza niveles de solución similares a la mente humana (objetivo aun no alcanzado)
IA especifica. Solo resuelve problemas determinados por un dominio de aplicación (ej. Los sistemas expertos)

El español, López Mantaras, siguiendo la línea de una IA general propone la siguiente interpretación: “El objetivo último de la IA es lograr una máquina que tenga una inteligencia general similar a la del humano”.

Observen que siempre se habla de una inteligencia que piensen como humanos, que actúen como humanos, o de forma similar a la mente humana. Por lo que se afirma que cualquier sistema de IA, de alguna forma, debe tener como patrón la medida humana. Ya sea de forma directa o indirecta

Al respecto el estudio AI100, dice lo siguiente: “En particular, la caracterización de la inteligencia como espectro no otorga un estatus especial al cerebro humano, pero hasta la fecha, la inteligencia humana no tiene rival en lo biológico y mundos artificiales para su gran versatilidad… Esto hace que la inteligencia humana sea una opción natural para evaluar el progreso de la IA”.

Siguiendo la medida humana

Partiendo de la medida humana en la IA han surgido una serie de definiciones complementarias sobre la inteligencia artificial. Tal vez la definición complementaria más importante sea el de una IA fuerte y un IA débil.

Inteligencia artificial fuerte

Sostiene que todas las operaciones mentales son manifestaciones sofisticadas de complicados procesos computacionales, y que es irrelevante si tales procesos son llevados a cabo por un sujeto humano, un objeto físico o un dispositivo electrónico. Los defensores de la IA fuerte están convencidos de que se podrán reproducir todas las capacidades humanas, incluyendo la consciencia en una máquina y asume que el pensamiento racional no es otra cosa que un sistema que procesa información por tanto existe una equivalencia entre procesos mentales y algoritmos y entre las funciones del cerebro y el hardware de la máquina.

IA débil

Busca simular la inteligencia humana por medio de modelos computacionales que sean capaces de resolver actividades consideradas inteligentes y aunque aceptan que puedan haber similitudes entre programas y estados mentales no asumen una equivalencia entre ellos ni que las máquinas puedan tener conciencia, al menos no como los humanos.

Otras definiciones

Inteligencia artificial humana e inteligencia artificial ajena

Inteligencia artificial humana utiliza una definición muy parecida a la IA fuerte, en realidad la IA humana y la IA fuerte se confunden y es muy difícil delimitarlas. Podemos decir, que en principio la IA humana no se basa en reducir la medida humana a la medida computacional partiendo de que ambos son sistemas que procesan información (IA fuerte) sino que se trata de seguir la medida humana adaptándola a condiciones mecánicas. Se acepta que la mente aunque tiene características propias, se puede reproducir en otro sustrato.
En la IA ajena se abandona la medida humana por la medida computacional. O sea, se puede lograr un sistema con una inteligencia igual al humano con algoritmos computacionales sin imitar a la forma de razonar humana.

El procesamiento de la información

Son muchos los que consideran que los humanos y las computadoras son dos especies de un mismo género: los sistemas de procesamiento de la información. Aceptar a la mente humana como una forma de procesamiento de la información trae como consecuencia que se produzcan dos fenómenos inversos:
La generalización de los sistemas procesadores de información.
La simplificación de la mente humana (reduccionismo).

El reduccionismo afirma que se pueden explicar los fenómenos reduciéndolos a un nivel más elemental. Por ejemplo: la conducta humana puede reducirse a estudios neurofisiológicos (incluso sobre animales), el estudio del cerebro puede reducirse a la biología celular, etc. La IA es reduccionista, ya que trata de reducir los procesos de la mente (que son complejos) a sencillos procesamientos de la información. Siguiendo la metáfora del computador, la mente es un sistema de procesamiento de la información que cumple con las leyes de la manipulación de símbolos.

Hoy se aspira a desarrollar una IA general compuesta por varias IA especificas (que resuelven una tarea) y la IA general cuenta con una interfaz que ante un problema es capaz de seleccionar cual de las IA especificas los puede resolver por lo que a los efectos seria una IA multitarea. También cada IA específica podría ser vista como un agente que funciona dentro de un sistema multiagente y estos se combinan para resolver cualquier problema. Por lo que los agentes serian capaces de resolver una tarea pero como sistemas multiagentes pueden resolver cualquier tarea como una IA general. Al final todo depende de la potencia del hardware y de agentes inteligentes que funcionan como IA especifica, incluso, cada agente puede responder a un modelo de computación diferente.
Mas que saber que es la IA debiéramos comprender que es el ser humano.


En las definiciones de la IA se ha olvidado al sujeto que la construye: sus expectativas, deseos y esperanzas. Estamos hablando del sentido que le da cada científico a su creación, no olviden que se aspira a construir una inteligencia igual o superior a la propia. Quizás el proyecto más ambicioso que se ha propuesto jamás el ser humano.

Por lo que deberíamos entender las preguntas que se esconden detrás de cada deseo de construir una IA
Si las máquinas llegaran a pensar igual que los humanos (IA humana)
Si el pensamiento humano es solo procesamiento de información (IA fuerte)
Si solo podrán simular el pensamiento humano (IA débil)
Si las máquinas igualaran o superaran la forma de pensar humana sin la necesidad de imitarla (IA ajena)

Pero estas preguntas ignoran la relación que se está produciendo entre humanos y computadoras y es que el problema no es que las máquinas lleguen a pensar y a tener conciencia sino que estén consciente de los humanos y de su fragilidad como especie, estamos hablando de una IA que tenga en cuenta al ser humano (IA centrada en el ser humano), pero la realidad es otra, la inteligencia artificial se orienta cada vez más a una IA centrada en los algoritmos y las grandes bases de datos con el fin (muy loable) de producir riquezas; pero cada vez más ajena a la complejidad del ser humano.

Siempre se repite esta misma historia

Está la prepandemia y está lo demás, algo que dejó de ser una circunstancia para ser un tiempo dentro del tiempo, una extensión en nuestro concepto de hecho. En este ahora que sigue siendo enteramente pandémico, ya sea como caso concreto, como reflejo o como eco, estas cartas que son nuestro tiempo juntos siguen teniendo coronanews:

Agostina Mileo escribe el Newsletter “QUE LA CIENCIA TE ACOMPAÑE” En la plataforma CENITAL

Agostina se desempeña como comunicadora científica . Desde hace tres años forma parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edita la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción.

1- La farmaceútica Merck envió a la Administración de Drogas y Medicamentos estadounidense (FDA) los resultados de sus ensayos clínicos con molnupiravir, una droga que esperan que obtenga una autorización de emergencia para el tratamiento temprano de la COVID. El organismo regulador aún no ha revisado los documentos y los resultados tampoco han sido publicados en revistas médicas con revisión de pares, pero, según un comunicado de Merck, la píldora redujo las hospitalizaciones y muertes aproximadamente en un 50%.

El desarrollo no está libre de controversia. Algunos medicamentos similares han producido mutaciones en fetos y los ensayos clínicos de Merck no incluyeron mujeres embarazadas. Daria Hazuda, que dirige la investigación, dice que se podría contemplar una restricción al uso en personas embarazadas. La otra preocupación es que el medicamento haga que el virus desarrolle resistencia y aparezcan nuevas variantes resistentes a las vacunas. Según Hazuda, los estudios muestran que esto no sucede. 

Si te perdiste respecto a por qué el medicamento generaría una resistencia que pondría en peligro la efectividad de las vacunas, va bien simple: el molnupiravir se administra una vez comprobada la infección, o sea que el virus puede ir reconociéndolo y adaptándose, porque conviven en el cuerpo. En el caso de las vacunas, como son administradas antes de la infección, el virus ya se encuentra con el sistema inmune preparado. Por supuesto, podría pasar lo mismo con la vacuna (y de hecho se habla mucho del tema), que el virus de tanto encontrarse con los mismos anticuerpos halle la forma de esquivarlos, pero sería un proceso más lento.

Según el Dr. Eric Rubin, editor en jefe del New England Journal of Medicine, hay que aprender a usar el medicamento: "Debemos preocuparnos por los peligros para las mujeres embarazadas y los peligros de desarrollar resistencia. Pero si tenemos un medicamento que funciona, queremos ese medicamento. Solo tenemos que averiguar la mejor manera de usarlo dadas sus limitaciones".

Al día de hoy, no hay mucho que pueda hacerse durante las primeras etapas de la COVID, lo que, entre otras cosas, hace coherente la insistencia en evitar los contagios. La FDA tiene autorizado un tratamiento, pero implica inyecciones o infusiones. El molnupiravir podría recetarse y ser administrado en el hogar como cualquier pastilla. En Reino Unido, el medicamento fue aprobado el 4 de noviembre.

En el ensayo clínico de Merck, participaron 762 personas. La mitad recibió molnupiravir y la otra mitad un placebo. Al mes, 45 participantes que recibieron el placebo fueron hospitalizados y nueve de ellos murieron. Entre el grupo que recibió el medicamento, 28 fueron hospitalizados y ninguno murió. "Esos resultados son dramáticos. No son sutiles", agregó Rubin.

Respecto al mecanismo de funcionamiento del molnupiravir, se conoce como “mutagénesis letal”. ¿Qué hace? Interferir con la forma en la que el material genético del virus (ARN) se va copiando cuando se reproduce. El medicamento es muy similar a uno de los componentes del ARN, entonces el virus se lo confunde y se une al molnupiravir en vez de a su propio material. Así, el genoma queda con otra información y ya no hace lo que se supone que tiene que hacer para que el virus se mantenga vivo.

Respecto a esto hay una preocupación teórica. Si bien el virus está hecho para interferir con el material genético del virus, los componentes del ARN humano no son muy distintos a nivel molecular. ¿Qué pasa si interfiriera también con nuestro proceso de replicación genética? Esta es la razón por la que hay cautela sobre los efectos en embarazadas que te conté antes, ya que la replicación de material genético durante el desarrollo fetal está a pleno. 

Respecto a que este mecanismo de interferencia genética genere nuevas variantes infecciosas del virus, Hazuda dijo que las mutaciones no fueron más comunes entre los participantes del ensayo clínico que tomaron molnupiravir que entre los que tomaron un placebo. Y para todos los participantes, dijo, las mutaciones no eran nuevas, sino que se trataba de variantes en circulación. 

Para cerrar, el Dr. Rubin opinó que: "Tener un antiviral es algo bueno. Es simplemente bueno. Realmente tenemos que estar atentos a problemas como la mutagénesis, tenemos que estar atentos a la resistencia y ver si hay estrategias para disminuir ese riesgo. Sería genial tener algo, si los datos de Merck son correctos, para reducir el riesgo de hospitalizaciones y muerte en un 50%. Eso es asombroso".

2- Una nota de Reuters resume algunos estudios recientes sobre coronavirus que aún no han sido publicados y requieren más investigación para corroborar sus hallazgos, pero, como incluye un tema muy presente en nuestro tiempo juntos, te incluyo el párrafo que habla sobre el vínculo entre COVID y ciclo menstrual: 

Muchas mujeres han reportado haber notado cambios en su ciclo menstrual después de ser vacunadas contra el COVID-19, pero un nuevo estudio de 1.273 mujeres en el Reino Unido no encontró ninguna correlación, según un informe publicado el lunes en medRxiv a la espera de una revisión por pares. Las mujeres que participaron en el estudio mantuvieron un cuidadoso registro de sus ciclos y de las fechas de vacunación. "No pudimos detectar señales sólidas que apoyen la idea de que las vacunas COVID-19 estén relacionadas con cambios en el calendario o el volumen de las menstruaciones de las mujeres", afirmó Victoria Male, del Imperial College de Londres. "Es posible que estudios más amplios, o estudios en otros países, puedan encontrar vínculos", dijo. "Es importante señalar que la mayoría de las personas que informan de un cambio de este tipo tras la vacunación constatan que su periodo vuelve a la normalidad al ciclo siguiente. Otros estudios no han encontrado pruebas de que las vacunas afecten a la fertilidad femenina", añadió Male.

No quiero más vida que su vida

El tiempo es un concepto tan confuso como certero: nadie sabe decir qué es pero todos sabemos que sucede. Tal vez sea por su inmaterialidad que, a pesar de la cruel evidencia de su transcurso, lo sentimos escurridizo. 

Hace casi 17 años decidí no comer carne y pienso mi vida como si nunca hubiera comido; me resulta absolutamente ajeno. Tomé esta decisión basada en una sola razón: la conmoción que me causa la tortura. Durante varios años, entonces, asocié esta conducta a las sensaciones personales. No creía que hubiera razones para no comer carne o para promoverlo, sino que a mí me pasaba algo particular que se transformó en un rasgo personal. A la vez que fui haciéndome cada vez más vegana (no lo soy de manera estricta), fui cambiando esta perspectiva y hoy creo que hay muchas razones para que la reducción del consumo de carnes sea un objetivo social.

Este extenso artículo de Vox toma como eje una investigación conjunta de la Universidad de Oxford y la Johns Hopkins University que comparó el impacto ambiental de las “carnes alternativas” con el de las carnes tradicionales.  

Va un resumen del hilo argumental de la nota, que si leés en inglés te recomiendo leer completa porque es super detallada (y con una perspectiva tecnócrata que a mí no me cierra tanto pero tal vez a vos sí, así que si suelo ser tu única interlocutora respecto a la información científica te la recomiendo doble):

  • Hay mil millones de vacas en nuestro planeta que se crían para carne y lácteos y que, por el metano que produce su metabolismo, emiten el 9% del total de los gases de efecto invernadero.

  • Los cerdos y pollos no emiten metano, pero sí hacen un montón de caca, que tiene óxido nitroso, también de efecto invernadero. Además, se alimentan de maíz y soja que, como toda actividad productiva, también emite gases. Las vacas comen pasto en algún momento de sus vidas, pero, al menos en Estados Unidos, la mayoría eventualmente pasa a feedlots donde también consumen soja y maíz.

  • Cada 12 calorías de soja y maíz utilizadas para alimentar a un chancho se produce una caloría de carne. O sea que es menos eficiente que alimentar directamente a humanos con los vegetales (aunque la calidad nutricional de un alimento no se mide solo por las calorías)

  • Al analizar el impacto total de varios productos alimenticios a través de varias estimaciones que tienen en cuenta toda la cadena productiva, se encontró que: incluso la carne de vaca que menos emite (34 kg de dióxido de carbono equivalente, o CO2e) y la carne de vacas lecheras que menos emite (15 kg de CO2e) se sitúan muy por encima del tofu que más emite (4 kg de CO2e) y de la carne de origen vegetal (7 kg) que más emite. La producción de pollo y cerdo emite mucho menos CO2 equivalente que la carne de vaca. Y, aunque hay cierto solapamiento entre el pollo que menos emite (3,2 kg de CO2e), el cerdo (6 kg de CO2e) y la carne vegetal que más emite, las emisiones medias del tofu y las carnes vegetales siguen siendo inferiores a las emisiones medias del pollo y del cerdo.

Las emisiones no son el único impacto ambiental de la comida. Por ejemplo, para producir un kilo de cerdo se necesitan 442 litros de carne versus 84 para un kilo de carne alternativa. 

  • La evidencia acerca del menor impacto ambiental de las “carnes vegetales” no las vuelve libres de controversia. Bajo el nombre de tecno-escepticismo (que a mí no me gusta nada y me parece inadecuado para describir la posición), se agrupa a quienes sostienen que estos productos son altamente problemáticos dado que usan técnicas de producción similares a las de la carne animal, como los monocultivos (por la degradación del suelo y su demanda de pesticidas) y la modificación genética (por sus impactos en la biodiversidad y su resistencia a pesticidas).

  • La mayoría de los pollos y cerdos requieren de una cantidad mayor de soja y maíz para ser alimentados que la contenida en una porción equivalente de carne basada en plantas.

  • Los críticos de la carne de origen vegetal también han señalado que suele estar “muy procesada”. Sin duda, la mayoría de las carnes de origen vegetal no son alimentos saludables, debido a su alto contenido en grasas saturadas y sal (aunque la carne de vaca y de cerdo también tienen un alto contenido en grasas saturadas).

  • Otro impacto potencial de la ganadería: las pandemias. Las condiciones de confinamiento en las granjas intensivas aumentan el riesgo de enfermedades transmitidas por los animales. Miles de ellos se mantienen hacinados con sus desechos, lo que permite a los patógenos una amplia oportunidad de propagarse y sufrir mutaciones que pueden saltar a los trabajadores y las comunidades cercanas a las instalaciones de producción.

  • Y, por último, pero no por eso menos importante: resistencia a los antibióticos. La mayoría de los antibióticos que se producen en el mundo se utilizan en los animales de granja para prevenir brotes bacterianos e impulsar el crecimiento de los animales. Su uso crónico crea nuevas cepas resistentes de bacterias dañinas y potencialmente mortales.

Como si esto fuera poco argumento para considerar otro tipo de dieta, Oxford también publicó algunos datos sobre los costos de cambiar a regímenes alimentarios veganos, vegetarianos o flexitarianos:

  • El estudio comparó el costo de siete dietas sostenibles con la dieta típica actual en 150 países, utilizando los precios de los alimentos del Programa de Comparación Internacional del Banco Mundial, y halló que: en los países de altos ingresos, las dietas veganas eran las más baratas y reducían el gasto en comida casi un tercio, mientras que las vegetarianas lo hacían un poquito menos. Las dietas flexitarianas con poca ingesta de carne y lácteos lo reducían un 14% y las dietas pescitarianas lo aumentaban un 2%.

  • La investigación se basó en alimentos no elaborados y no incluyó sustitutos de carne altamente procesados ni comidas en restaurantes o para llevar.

  • En países de menores ingresos, como India y los de África subsahariana, una dieta sana y sostenible sería hasta una cuarta parte más barata que una dieta occidental típica, pero al menos un tercio más cara que las dietas actuales.

  • Para analizar qué opciones podrían mejorar la asequibilidad y reducir los costos de la dieta, el estudio examinó varias medidas políticas. Se concluyó que es posible hacer accesibles las dietas saludables y sostenibles en todas partes en los próximos 10 años si el desarrollo económico, especialmente en los países de ingresos bajos, se combina con la reducción del desperdicio de alimentos y con una fijación de precios.

Mi serenidad se vuelve locura

Lo intangible del tiempo cotidiano tal vez tenga lugar en los confines del universo, ese punto dinámico donde todo se originó. ¿Será el principio de todo también el comienzo del miedo? No lo sé, pero desde que tengo memoria existe a mi alrededor el temor a que un asteroide choque con la Tierra, matizado por la existencia de Bruce Willis por supuesto. 

De esto se trata

Mas allá o mas acá de cualquier filosofía de vida, religión e incluso ciencia, el conocimiento humano nunca es perfecto. Por tanto siempre se trata, independientemente de las formas de época que adquiera, de como repartimos recursos y decisiones, deberes y obligaciones, como construimos conocimiento social y como generamos sistemas de relaciones que beneficien a las mayorías de las comunidades del planeta con el menor sufrimiento humano posible y el menor daño ambiental, a otras especies y al planeta mismo. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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