La teoría de los juegos, los miedos y las negociaciones políticas




La Paradoja del Extorsionador

Escribe Adrián Paenza en página 12

Robert Aumann es un matemático israelí, educado en Estados Unidos. Nacido en junio de 1930, compartió el Premio Nobel de Economía en el año 2005 con Tomas Schelling, en particular por sus contribuciones a la Teoría de Juegos. Sus trabajos son citados mundialmente y tiene un gran prestigio internacional.

Aumann vino a la Argentina hace más de doce años, en octubre del 2009. Mi amigo (en ese momento productor de Científicos Industria Argentina) hoy director de la TV Pública, consiguió que le pudiéramos hacer una entrevista en su hotel. Allí lo vi por primera vez. Después, lo encontré en otros lugares del mundo, pero ese fue el primer intercambio que tuve con él. En la nota que apareció en la televisión pública, Aumann contó alguno de sus aportes a la Teoría de Juegos, y en particular, contó una historia que, aún al día de hoy, no deja de intrigarme: “La Paradoja del Extorsionador”. Léala con atención y compare con las notas que tiene guardadas en su cerebro para saber si a usted se le podría ocurrir una situación como la que sigue.

Voy a escribir una versión ‘mía’, para hacerla más concisa, pero la literatura sobre el tema es abundante y si le interesa, no se prive de bucear en internet hasta encontrar más material. De todas formas, aquí encontrará la esencia de lo que describió Aumann.

Suponga que usted y yo entramos en una habitación que tiene tres sillas y una mesa. Nos espera un señor que tiene apoyado en la mesa un maletín bastante grande. Nos sentamos y nos dice:

Dentro de esta ‘valijita’ hay un millón de dólares en efectivo. Yo los voy a dejar solos en la habitación para que piensen cómo distribuir el dinero entre ustedes dos. Yo vuelvo en una hora. Pasado ese tiempo ustedes me dirán si han llegado a una decisión de cómo quieren repartirse el millón. Lo que yo voy a hacer es respetar las indicaciones de ustedes. Eso sí: si no llegan a un acuerdo, yo me llevo el maletín y ambos se quedan como entraron. Yo retiro la oferta y se termina nuestro intercambio”.

El señor se va luego de poner en marcha su cronómetro. “Ya saben. Tienen una hora”.

Aquí es donde el camino se multifurca. Me explico. ¿Qué es lo que hay que pensar? Me imagino que usted (como yo), está pensando en decirle al señor: ‘Vea, no se vaya. Quédese acá. Ya decidimos. Medio millón para cada uno y listo’.

Sin embargo, la vida ofrece otros aportes (aparentemente) que -confieso- eran desconocidos para mí. Al principio, pensé que no había entendido bien porque … ¿cómo es que hay otras posibilidades? ¿Quién (o quienes) tendría(n) la temeridad de perder semejante oportunidad por un desacuerdo potencial. Tanto es así que Aumann cuenta en su historia, que puede pasar lo siguiente.

Cuando yo estoy convencido que no hay nada para pensar, la otra persona que está en la habitación dice: “Adrián, todo bien, pero yo me voy a quedar con 900.000 dólares y vos quedate con los 100.000 restantes”. Estoy seguro que yo la/lo miraría incrédulo, o en todo caso, esperando que me diga que es una broma. Sin embargo … ¡podría pasar que eso no suceda! Peor: la otra persona podría ‘redoblar’ su apuesta y decirme:

Mirá, aceptá rápido lo que te ofrecí porque en cualquier momento te digo que yo me quiero quedar con 990.000 dólares y dejarte a vos los 10 mil dólares restantes”.

Sí, ya sé. Usted no puede creer lo que está leyendo, pero aunque no parezca posible, en la vida cotidiana este tipo de situaciones no solo puede darse y no solo se da, sino que hay múltiples ejemplos en la historia en donde esto ya ha pasado … y sigue pasando.

Aumann comentó que él (y varios de sus discípulos) han escrito trabajos que describen negociaciones -por ejemplo- entre árabes e israelíes. Si la propuesta del ‘señor del maletín’ fuera hecha entre un par de amigas/os, no habría problemas pero cuando hay en juego otro tipo de intereses, cada parte pretende hacer valer una posición diferente aprovechando algún tipo de ventaja que lleva a la mesa de negociaciones. En ese caso, el resultado que usted (y yo) esperamos como natural o esperable … ¡no sucede!

El propio Aumann me señaló que cuando Israel se sienta en una mesa para negociar, muchas veces lo hace en una posición de debilidad y debe estar preparado para que sus contrapartes se levanten y se vayan sin inmutarse. O quizás (y esto que escribo es una transcripción ‘casi’ textual): “Israel entra en tratativas sabiendo que necesita llevarse ‘algo’ de lo que está en disputa, lo cual sitúa a los negociadores israelíes en una posición claramente desventajosa [Como nunca estuve en ninguna negociación de este tipo, bien podría suceder que la situación fuera inversa, y sean los representantes árabes quienes entran en una posición de debilidad. En cualquier caso, a los efectos de lo que quiero plantear, sean unos u otros, la Paradoja del Extorsionador se aplica/ría para las dos partes.].

Uno de los discípulos de Aumann es Haim Schapira, un matemático israelí a quien le escuché dar varias charlas. Es otro especialista en la Teoría de Juegos. En uno de sus libros Schapira describe que esta versión de la Paradoja del Extorsionador fue utilizada en la Conferencia de Paz que se hizo en París en el año 1919, y que derivó en lo que se conoce hoy como el Tratado de Versalles. También se usó en el Pacto Molotov-Ribbentrop en 1939, o más recientemente en las conversaciones entre Irán y un grupo de países considerados potencias mundiales, para discutir sobre la ‘desnuclearización del país islámico’.

Además, aparecen otras consideraciones más ‘humanas’ que tampoco se me ocurrieron. ¿Hasta cuándo (o hasta 'cuanto') está dispuesta/o a aceptar una persona sin sentirse ‘humillada’ por la oferta? ¿Es preferible levantarse de la mesa con ‘nada’, antes que tolerar una propuesta ‘agraviante’?

O uno puede agregar una variante más, si sabe que habrá más de una reunión, si uno sabe que las partes volverán a reunirse. ¿Qué hacer? Si uno acepta una oferta muy baja, sabe que eso será tomado como base en cualquier negociación futura. ¿Cómo cambia el proceder de cada parte si en lugar de tener que negociar una vez, todos saben que la situación habrá de repetirse inexorablemente?

Creo que no hace falta que avance más: fabríquese o imagine usted variantes en donde la podría aplicar. Lo notable es que cuando uno sospecha que ya no hay más posibilidades, o en todo caso, que hay solamente dos posibilidades, aparecen otras que uno no consideró. No sé si le tocará en la vida enfrentarse con alguna de ellas, pero en cualquier caso, es preferible estar educado o, si no, incorporar esta idea a su ‘cultura general’.

Necesidad y Urgencia … pero no tanto.

Por decreto de necesidad y urgencia ( Decreto 805/21 - B.O. 18/11/2021), el pasado 18 de noviembre fue publicado en el boletín oficial, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos prorrogó hasta el 23 de noviembre de 2025 los plazos establecidos en los arts. 1 y 2 de la Ley 26.160, suspendiendo la ejecución de sentencias, actos procesales o administrativos, cuyo objeto sea el desalojo o desocupación en Posesión y Propiedad de las Tierras de las Comunidades Indígenas Originarias.

Dos días después …

Represión y muerte en Río Negro: un mapuche asesinado y otro herido de gravedad. Todo ocurrió en la tarde del domingo 21 de noviembre en la Lof Quemquemtrew, ubicada a 30 kilómetros de El Bolsón, que se encuentra sitiada por las fuerzas provinciales.

Luego de casi dos meses de militarización de la zona y amenazas de represión, lo peor terminó sucediendo. Dos personas de civiles, aparentemente del Cuerpo de Operaciones Especiales y Rescate y la policía provincial, ingresaron por la fuerza en la tarde del domingo a la Lof Quemquemtrew, en Cuesta del Ternero, a 30 kilómetros de El Bolsón.

Testigos que estaban en el lugar se alarmaron cuando escucharon una fuerte balacera. Los mismos testigos, algunos de los pocos que quedaban en un acampe de apoyo que tenía como fin asistir con alimentos y ropa a los mapuches que permanecían en el interior de la Lof, comenzaron a informar que el saldo de la represión era el de un hombre muerto y otro gravemente herido con dos balas que travesaron su abdomen. Representantes de la comunidad aseguraron : “fue un fusilamiento”.

Un rato después, una ambulancia llegó al lugar y se retiró con el herido, identificado como Gonzalo Cabrera. Esta noche fue operado de urgencia en el hospital de El Bolsón y su estado era delicado.

Sobre el asesinado, las mismas fuentes informaron a través de las redes sociales que el cuerpo permanecía dentro de la Lof Quemquemtrew. No trascendió su identidad.

Mientras tanto, había silencio oficial del gobierno de Río Negro, que se negó en las primeras horas a confirmar el fallecimiento, y un retén policial impedía el acceso al lugar.

El sitio web El Cordillerano publicó declaraciones de Nelson Ávalos, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) del Noroeste de Chubut:  “Lo que pudimos saber es que dos personas aparentemente ingresaron con armas largas, vestidos de civil y se encontraron con la gente de la comunidad. Nos llegó la información de que no hubo ninguna orden de allanamiento ni nada así. Por lo que nos dijeron, la persona que está en el hospital tiene una herida en el abdomen”.

Los muertos no los podemos seguir poniendo nosotros”

Pasadas las 19, mientras los médicos de guardia del hospital del El Bolsón comenzaban la operación de urgencia al joven baleado, comenzó una movilización, con corte de ruta. Desde el centro de salud, Vanesa Millañanco, pu lof en Resistencia Cushamen, relató a Tiempo lo sucedido: “hoy domingo, alrededor de las 2 y media, 3 de la tarde, ingresaron dos personas, aparentemente civiles, al territorio lof ubicado en la Cuesta del Ternero muy cerca de El Bolsón, que estuvo 52 días en conflicto territorial. Supuestamente entraron a cazar. Los compañeros salieron a preguntar qué estaban haciendo ahí, hubo una charla, alguna pregunta, y estas personas le dispararon al lamien Gonzalo Cabrera que tiene dos impactos de bala calibre 22 que atravesaron su abdomen, entraron por el lado derecho y salieron por el lado izquierdo. Y también al lamien que está fallecido, que aún no está confirmada su identidad, le dispararon en la cabeza. No sabemos a qué altura. Fue un fusilamiento”.

Hay un retén policial en la Cuesta del Ternero que no permitió llegar a la gente que fue a ver en qué estado se encontraban –agregó Millañanco–. Cuando a la ambulancia fue a buscar al lamien detenido no quiso traer a la persona fallecida porque argumentan que debe ir el fiscal a ver la situación. Hasta ahora no tenemos ninguna información oficial, en la Comisaría 12 de El Bolsón se negaron a dar información. La gente de Derechos Humanos y la APDH tuvieron que meter mucha presión para que les acepten habeas corpus”.

Lamentablemente hoy hemos sufrido una situación de asesinato, y otro lamien herido de bala. Previo a entrar me contó que entraron dos personas de porte muy grande que decían que estaban cazando, no sabemos si eran policías de civil, parapoliciales, matones de Rocco, finalmente se pusieron muy nerviosos y dispararon a matar”, declaró Soraya Maiconio, del Lof Cuchamen, alrededor de las 20.15 horas, y llamó “a que todas las comunidades repudien este hecho, que ojalá mañana se pueda hacer una movilización que visibilice esta situación. No podemos seguir permitiendo que nos asesinen cada vez que ejercemos nuestro legítimo derecho de retornar a territorio”.

Millañanco manifestó su “bronca e indignación porque siempre termina sucediendo lo mismo en estos conflictos territoriales donde el pueblo nación mapuche está reivindicando y recuperando sus territorios ancestrales. Como Pueblo Nación Mapuche pedimos respeto y que las muertes de nuestra gente a ambos lados de la Cordillera no pueden quedar en vano, no podemos terminar siempre pagando nosotros con la vida de nuestra gente, los muertos no los podemos seguir poniendo nosotros”. Por la noche, mientras recordaban los 4 años transcurridos ya de la muerte de Rafael Nahuel aún sin condena, comenzaba una nueva asamblea de la comunidad para debatir los pasos a seguir.

La voz del gobierno provincial

En el marco de un hecho delictivo ocurrido en Cuesta del Ternero, el Gobierno de Río Negro informa que desde la Policía de Río Negro no se dieron órdenes de actuaciones, ni se llevó a cabo ningún tipo operativo o intervención que tenga que ver con dicha situación”, comunicó el gobierno provincial a las 20.10 del domingo. El ministro de Gobierno provincial, Rodrigo Buteler, aseguró al diario Río Negro más temprano que las fuerzas policiales no actuaron.

(Tiempo Argentino)

Los últimos sucesos

En el día de ayer, la Policía de Río Negro detuvo a dos hombres en el marco de la investigación por la muerte de Elías Garay, el joven mapuche que falleció el domingo de un disparo de arma de fuego en un terreno de la zona de Cuesta del Ternero. Una de las detenciones se produjo en la localidad chubutense de Esquel y la otra en Comodoro Rivadavia, según informaron fuentes judiciales y el Ministerio Público de Río Negro.
Desde el Ministerio Público Fiscal de Río Negro se informó que esta mañana "fue detenido en la localidad de 
Esquel uno de los hombres acusados del homicidio de Elías Garay y de las lesiones graves perpetradas contra Gonzalo Cabrera, el domingo en horas de la tarde en la zona de Cuesta del Ternero".

Según se precisó, "la detención se produjo en un operativo realizado por la Brigada de Investigaciones de la Policía Rionegrina luego que el Ministerio Público Fiscal solicitara mediante exhorto las distintas diligencias de allanamiento".
Por la tarde, el ente informó que 
fue detenido en la localidad de Comodoro Rivadavia el otro hombre sospechado de haber cometido el homicidio de Elías Garay y las lesiones a Cabrera.
El hombre, que era buscado desde ayer será trasladado a la ciudad de 
San Carlos de Bariloche, donde en las próximas 48 horas se realizará la audiencia de formulación de cargos que será solicitada a la Oficina Judicial.

Las medidas, requeridas por el Ministerio Público Fiscal de Río Negro, fueron efectuadas en la zona por la Policía de Río Negro con la colaboración del Ministerio Público Fiscal de la provincia de Chubut, y comenzaron ni bien se recepcionó la denuncia penal, informó el ministerio en su página web.
Asimismo, indicó que 
el domingo por la noche se tomaron declaraciones que continuaron el lunes pasado y, con los datos recabados, se dispusieron diversos allanamientos, dos de ellos en sendos campos lindantes con la zona que se encuentra en litigio.
Otros 
dos allanamientos se hicieron en viviendas particulares de Esquel, de donde ambos hombres serían oriundos, reportó el Ministerio Público Fiscal de Río Negro y señaló que el hombre detenido esta mañana en Esquel también será trasladado a Bariloche para su correspondiente imputación.


 

La ministra de Seguridad y Justicia rionegrina, Betiana Minor, confirmó que "en el día de hoy, a instancias de una solicitud del Ministerio Público Fiscal realizada anoche, fue otorgada la orden de detención para dos personas en la localidad de Esquel y se llevó a cabo la diligencia judicial por parte de la policía de Río Negro".
En ese marco, la fuerza de seguridad
"pudo dar con el paradero de una de esas personas y un automóvil", señaló esta mañana la funcionaria en declaraciones a Télam Radio.
"La Policía de Río Negro y el Ministerio Público actuaron rápidamente porque
había un compromiso de la provincia de poner todos los recursos necesarios para avanzar rápidamente", añadió Minor.
Por su parte, la gobernadora de Río Negro,
Arabela Carreras, al conocerse la primera detención, destacó que la policía de la provincia "ha tenido un comportamiento ejemplar" y manifestó que "la verdad que no ha habido ninguna situación que pueda ser objetable respecto de su accionar".
"Sabíamos que estábamos con órdenes de rastreo y detención de personas aparentemente que podrían ser autores del terrible asesinato que ocurrió en Cuesta del Ternero días pasado", señaló la gobernadora.
(Telam)

El Miedo humano

Qué fácil es, aún para el más débil, matar al más fuerte.
Por lo tanto, toda sociedad es para beneficio o para gloria.

Thomas Hobbes (1966), Concerning Government and Society, en The English Works of Thomas Hobbes, Edited by Sir William Molesworth, Bart. London, Vol. II,

I- Breve Introducción

Hobbes dedica la primera parte del Leviatán a un estudio de las pasiones humanas. Me demoraré en el análisis de una de ellas: el temor o miedo (fear). Esta elección no requiere mayores justificativos. El papel que juega el temor en la filosofía política de Hobbes es harto conocido, a saber, el de operar el tránsito del estado de naturaleza al estado civil. Para despojarnos de ese huésped molesto renunciamos al derecho natural a todas las cosas. 

Preferimos la égida de una vida segura en la que sabemos de antemano que no podremos tener todo lo que deseemos, pero en la que nadie tendrá el derecho de lastimarnos. Podré desear los bienes ajenos, mas ya no podré apropiármelos sin recibir un castigo; esta renuncia antinatural, habida cuenta de que la naturaleza le ha dado todo a todos los hombres, se equilibra, empero, con el hecho de que nadie podrá usurpar los míos. Por primera vez cobran significado los enunciados que incluyen los pronombres posesivos mío y tuyo. En el estado de naturaleza esos términos remiten a una mero estado de hecho: algo es mío solo por el tiempo en que pueda conservarlo; desde el momento en que alguien me priva de ello deja de pertenecerme. Sólo en la sociedad civil podré alegar que lo perdido me pertenece, con todo, por derecho. De la sociedad civil, i.e., del contrato social, emana la posibilidad de estatuir una legitimidad fundada en el deber ser. A partir de ella es dable disociar lo fáctico de lo legitimo. La Sociedad civil introduce las primeras diferencias entre los hombres, por naturaleza iguales.

La idea del contrato social no debe ser interpretada en términos históricos. No es cronológica sino lógicamente anterior a la sociedad. No pretende postular, pues, un hecho pretérito, sino que configura un mero artificio heurístico, una hipótesis explicativa: no pertenece al orden de los hechos sino al del pensar. Por ello no hay lugar para la pregunta, tan frecuente como ociosa, de si alguna vez acaeció algo semejante a un pacto originario entre los hombres. Apunta a señalar las consecuencias de una disolución de los vínculos sociales y de una posible desobediencia civil. En otras palabras, refiere cómo sería la convivencia una vez desvanecidas las condiciones mínimas de sociabilidad y coexistencia. Esta situación nos es otra que la anarquía, la peor de las enfermedades del cuerpo social, el peor de los males posibles. Los fabricantes de utopías sociales como Platón, San Agustín, Thomas Moro presentaron un (meta)fin regulador para modelar la sociedad; Hobbes obró inversamente; indicó lo que debía evitarse a toda costa. Los detalles de una futura sociedad perfecta no eran, para él, más que los galimatías de una inteligencia ociosa, los vanos intentos de anular el deseo humano.

II- Hacia una primera definición del miedo

¿Qué entiende Hobbes por miedo? Una primera respuesta la podemos encontrar en el Leviatán, donde está escrito que el miedo es "una aversión con la opinión de daño por parte del objeto". Dentro de la terminología de Hobbes, una aversión (aversion) es un conato o esfuerzo (endeavour) por apartarnos de algo; es un movimiento de re-pliegue, de refugio o ensimismamiento. Aquello que produce la aversión es, para quien así lo siente, displacentero y, por ello, malo. En general, una aversión suele estar acompañada de odio al objeto que la produce. Los opuestos a la aversión, al displacer, al mal y al odio son, respectivamente, el apetito, el placer, el bien y el amor. El apetito, contrariamente a la aversión, es un movimiento de escape, de des-pliegue hacia lo ajeno, hacia la alteridad. Tiene un sentido que podríamos llamar centrífugo. 

Todos estos términos, en estado de naturaleza, remiten a un sujeto particular, es decir, lo que cada cual siente como bueno o malo, placentero o displacentero no puede hacerse extensivo a los demás. El mundo práctico en el estado natural se resiste a ser valorado moralmente; las acciones en él son amorales y a-legales. Una vez en la sociedad civil, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo honesto y lo deshonesto cobran la objetividad que de suyo no poseen; previamente a la ley civil, nos asegura Hobbes "nadie puede discernir la recta razón de la falsa". Aunque la naturaleza no está investida de valor no podemos apresurarnos a colegir, con todo, que la ley carezca de objetividad. Todo lo contrario; ante ella Hobbes no contempla más que la obediencia.

Lo bueno y lo malo devienen absolutos por una decisión soberana, vale decir, quedan, por efecto de esa decisión, absueltos de los pareceres individuales. Pactamos para establecer lo que la naturaleza no nos dio. A partir de ese entonces cesan las instancias de cuestionamiento. El soberano desde ese momento puede hacerse de la prescripción divina que reza, "no comerás del árbol del bien y del mal". En el estado pre-civil el relativismo es absoluto. Luego del pacto, lo relativo deviene dogmáticamente inescrutable, no porque haya un individuo al modo del filósofo-rey de Platón que tenga un acceso privilegiado a un determinado criterio moral (la idea del Bien), sino simplemente por una adjudicación de autoridad a un tercero, adjudicación que nunca pretende reconocer un saber especial en la persona investida con la soberanía (Esta escisión entre saber y autoridad es, quizás, el punto que más diferencia a Hobbes de Platón).

Regresemos, luego de esta breve digresión, a la definición del miedo. Recuperemos de ella la idea de que el temor surge ante la posibilidad de ser lastimado, ante la sospecha de un posible daño corporal. Sin embargo, ese miedo no se limita, como aclara Hobbes en el primer capítulo de Concerning Government and Society, al simple hecho de estar asustado (to be affrighted); es, antes bien, "una cierta previsión de un mal futuro"; es decir, el miedo es, esencialmente, desconfianza, cautela, precaución; el otro acecha, homo hominis lupus; tal vez sólo tenga buenas intenciones; no lo sé, no puedo saberlo; el hombre no es diáfano, no se revela tal cual es; debo entonces estar preparado, menester es que me defienda. Puedo esperar el ataque y sólo reaccionar; o puedo adelantarme y atacar primero. Lo que me está vedado es no utilizar todos los medios a mi alcance para conservar mi vida. Pero también el otro me mira con recelo; no sabe lo que me propongo. La vida se asemeja a un drama en el que cada cual conoce su libreto, pero no el ajeno. La existencia tiene la forma de lo incierto, la inseguridad es la regla.

Siempre se podrá alegar que hay un exceso de paranoia en una visión semejante de las relaciones humanas. Quizás sea así. Lo importante es que si uno coincide con Hobbes en esta mirada, no puede más que reconocer que un estado tal es oprobioso, atroz y que se impone una superación del mismo. El estado de naturaleza nos es adverso, hostil. Ni siquiera el más fuerte de los hombres está seguro; todos corremos el albur de morir violentamente; a todos nos puede tocar la suerte de Urano, el más poderoso de los dioses, castrado y derrocado por la maquinación de su esposa y de sus hijos.

Hasta aquí, la situación que el miedo genera. Consignemos ahora cuáles son, según Hobbes, las causas que lo producen.

Éstas hay que buscarlas, de un lado, en la tendencia natural de los hombres a agredirse y, de otro, en la igualdad entre ellos en el estado de naturaleza. Acerca de lo primero baste con lo dicho sobre la situación de indefensión natural en la que el hombre se encuentra y que lo lleva a tener al otro como enemigo antes que como colaborador.

Con respecto a lo segundo es pertinente traer a colación un pasaje esclarecedor de la ya citada obra de Hobbes. Leemos ahí que "son iguales aquellos que pueden hacerse mutuamente las mismas cosas, y aquellos que pueden hacer lo más desmesurado, a saber, matar, pueden hacer las mismas cosas".

La igualdad estriba en la capacidad equivalente de agresión que se da entre los hombres, en la susceptibilidad de ser cualesquiera de los hombres víctima de los mismos actos. Es la vulnerabilidad lo que iguala a los hombres. De aquí se sigue que nadie puede considerarse superior por naturaleza a lo demás. Ya hemos señalado esta condición de potenciales víctimas del prójimo de la que nadie puede escapar. Rescatemos la idea de que en virtud de la equipotencia de los contrincantes, la guerra de todos contra todos no tendrá jamás fin; toda victoria es parcial, momentánea: "En tal condición no hay lugar para la industria, pues los productos de la misma son inseguros y, consecuentemente, ni cultivo de la tierra, ni navegación ni disponibilidad de las comodidades importables por mar; tampoco edificaciones cómodas, ni instrumentos para mover y remover cosas que necesitan mucha fuerza; ni conocimiento de la superficie de la tierra, ni cálculo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y, lo que es peor de todo, miedo continuo y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre, solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta".

La salida de este estado de incertidumbre exige resignar ciertos beneficios inmediatos en aras de otros futuros. Como dijimos, limitamos nuestra ilimitada libertad natural a condición de que los demás hagan lo mismo.

Ahora bien, es un hecho que cada hombre desea o apetece lo que es bueno para él: "el objeto de los actos voluntarios de cada hombre es algún bien". Por ende, nadie puede desear permanecer en el estado de naturaleza, pues constituye sin duda el peor de los males posibles. Podríamos parafrasear esto de la siguiente manera: ante la disyuntiva de tener que elegir entre dos posibilidades, siendo una de ellas la muerte violenta, nadie, en su sano juicio, podrá optar por ella; entre dos males, el hombre elegirá siempre el menos perjudicial. Y nada hay peor que la anarquía, la guerra interna o externa y la muerte. La sociedad civil se funda en un cálculo, en un computo de utilidades. La búsqueda que la justifica es la de una quietud, la de una serenidad humánamente tolerable. El miedo a la violencia, al dolor, a la muerte que nada sabe de prebendas, es el impulso hacia ese sosiego, hacia ese remanso artificial. El hombre que pensó Hobbes busca, con un fervor casi religioso, la seguridad, la protección del otro, siempre un potencial agresor, pocas veces un colaborador.

Hobbes propuso dos modos de arribar a la conclusión de que la paz es el fin al que debe propender todo individuo: o bien a través de las pasiones, o bien a través de la razón. Es decir, o pactamos por miedo o pactamos por un dictado de la razón que nos obliga a observar determinadas leyes de la naturaleza (laws of nature). Un individuo que no sea impulsado a pactar por una de esas dos vías es, para jugar con las palabras de Aristóteles, un animal o un dios. Sea como fuere, quien queda allende la sociedad, es un marginal y contra él, cualquier acto está permitido. Si no pactó, no está dentro de la ley y, fuera de ella, no hay crimen. Un hombre en exceso temerario es políticamente peligroso.

En efecto, por qué habría de pactar alguien que se considera superior por naturaleza en función de su valentía. Es decir, si su vida no está acompañada por el miedo a la muerte violenta, la necesidad de pactar no revestirá la perentoriedad que sí presenta para los otros. Pensemos en un personaje literario como el Quijote. El Quijote no está capacitado para percibir la atrocidad de la violencia. Hombres como él, cuya valentía no condesciende ante nada, que desconocen la amenaza y el temor a la muerte, son, nos diría Hobbes, sediciosamente peligrosos. El caso del Quijote es paradigmático. Las dos vías apuntadas arriba están obliteradas. Su extrema temeridad y su sinrazón lo ponen fuera de todo pacto posible. Está condenado al ostracismo, a deambular por los márgenes de la sociedad.

Vemos entonces que la República (Commonwealth) no se conforma por una inclinación natural de los individuos a la vida en común tal como ocurre en los restantes animales llamados políticos; lo que prevalece es la búsqueda del beneficio personal, llámese seguridad, comodidad, bienestar, etc. Solamente por necesidad se convierte el hombre en un animal político. Esto es un caso particular, seguramente el más relevante, de la idea general ya mencionada de que toda acción tiene como finalidad el beneficio de quien la realiza. El hombre no propende de suyo a la convivencia pacífica, a lo colectivo, a lo universal. Si no existieran los miedos, dice Hobbes, los hombres tratarían sin duda de dominarse unos a los otros y por nada aceptarían pactar. La sociedad es un artificio y comporta en cierta manera un acto de violencia, de ruptura. Por ello es indispensable un poder coercitivo que obligue a los súbditos o ciudadanos a observar las leyes. Al respecto dice Hobbes: "sin la espada, los pactos no son sino palabras". En los animales como las abejas, las hormigas, etc. nunca se da el antagonismo entre lo particular y lo universal, entre el interés del individuo y el de la especie. Por tanto, ante tal imposibilidad se torna obsoleto un poder irresistible que obligue. La armonía va de suyo.

Hobbes, a diferencia de Platón, por ejemplo, nunca pretendió fundar ese orden social a partir de un determinado orden natural: aquél es una convención y no encarna una disposición pre-establecida; no existe un telos o meta-fin natural en vistas al cual se deba organizar la sociedad. Sin embargo, no podemos inferir, como ya adelantamos, que la arbitrariedad allane el camino a la desobediencia. En efecto, arbitrario significa en este contexto, que lo justo, lo honesto, lo bueno coinciden con la ley civil, con el derecho positivo, que es histórico, contingente. Los hombres al pactar han constituido una voluntad única, una nueva persona jurídica y cada uno es co-autor de las decisiones de ella. El soberano es el actor que representa lo que los contratantes, i. e., los autores, han escrito. Es una opinión sediciosa, subversiva la que sostiene que lo que el soberano quiere, puede, no obstante, no quererlo el súbdito. En la República no hay más que una sola voluntad. Arrogarse el derecho de no coincidir con el soberano en determinadas decisiones es desconocer la esencia misma de él, a saber, la de ser árbitro terminus ultimus en toda controversia. Si en Platón la injusticia consiste en no obedecer la disposición natural de cada individuo y de cada clase, en Hobbes, en cambio, la injusticia es simplemente lo ilegal. Es decir, en Platón injusto es actuar contra-natura y en Hobbes contra la ley civil.

III- Miedo y Sociedad Civil

Cabe preguntarse ahora qué papel juega el miedo una vez superado el estado de mutua agresión originaria; o sea, si el miedo subsistirá o no una vez establecida la sociedad civil.

En principio el soberano debería estar en condiciones de garantizar la vida, la salud y cierta felicidad a sus súbditos y, por añadidura, éstos no deberían sentirse amenazados por los otros. Hobbes reconoce que siempre se conservará un ápice de ese temor, pero, de todas maneras, ese resabio de miedo pre-civil no será suficiente para hacer de la convivencia algo humánamente insoportable. Quizás continuaremos echándole el cerrojo a las puertas al irnos a dormir, quizás cargaremos las espadas al emprender un viaje, pero este proceder será menos indicativo de una desconfianza hacia el otro que de un hábito que se resiste a ser modificado. Con todo, ya no podré invocar el miedo como justificativo de mis agresiones a los otros. Es decir, al existir un soberano que detenta la espada de la justicia (sword of justice), i. e., que tiene la potestad de castigar cualesquiera ofensas, a los súbditos les está prohibido atacarse ante la sospecha de una agresión, si es que disponían de tiempo y los recursos para acudir al soberano. Es una ley de la naturaleza que todos los hombres tienen la obligación de defenderse a sí mismos, y que ningún medio es exagerado para este fin, aún en el marco de una sociedad; pero es un crimen, pudiendo no hacerlo, eludir al soberano como instancia de regulación, de arbitraje o de castigo. La mera sospecha ya no es suficiente. Caso contrario, se vuelve al estado de guerra de todos contra todos.

Ahora bien, concediendo que bajo la protección del soberano el temor al otro desaparece por completo, no por ello se desvanecen todos los temores. El hombre hobbesiano es por esencia miedoso, antes que malvado o, incluso, egoísta. Ante la autoridad casi divina del soberano surge el miedo al castigo legal, a la espada. Podríamos aventurar que el miedo al castigo es el subrogado del miedo al otro propio del estado de naturaleza. El miedo inhibe y no desaparece jamás. En esto Hobbes se aproxima a Maquiavelo, quien sostenía que las relaciones entre el príncipe y sus súbditos debían erigirse sobre el temor y no sobre el amor u el odio, pues aquél se sustenta en el miedo al castigo y en última instancia en el miedo a la muerte. El miedo nos impulsa al contrato social y luego nos impide salirnos de él; en otras palabras, por miedo pactamos y nos subordinamos a un poder absoluto, pero también por miedo permanecemos en la observancia de la ley.

IV- Miedo y Voluntad

Queremos referirnos, para finalizar, al carácter voluntario de las acciones originadas en el miedo.

El punto de vista de Hobbes puede ponerse así: todas las acciones que el hombre realiza por temor podría no haberlas realizado. Un hombre que decide pagar una recompensa para salvar su vida, uno que arroja por la borda el cargamento para impedir así que su barco se hunda, eran libres, por más apremiante que fuera la situación, de actuar de otra manera. Si un pacto o convenio no fuera voluntario en virtud de que quienes lo realizan lo hacen por miedo, entonces el contrato por el que surge la sociedad civil sería inválido, pues todo pacto implica el libre consentimiento de los participantes. Del mismo modo, las acciones motivadas por el miedo al castigo de la autoridad una vez estatuida la sociedad son acciones que bien podrían haberse omitido.

Vale la pena demorarse en la concepción hobbesiana de la libertad a fin de comprender con mayor profundidad lo que él nos está diciendo. De acuerdo con Hobbes, hablar de una voluntad libre corre parejo, por lo absurdo, con hablar de un cuadrado circular. No pasaba de ser un oxímoron. En el hombre, al igual que en los otros animales, la voluntad está allende las decisiones de los individuos. Al hombre sólo le está dado hacer lo que quiere (si nadie se lo impide y tiene la capacidad suficiente), pero le está vedado querer lo que quiere; sobre el objeto del querer el hombre no tiene soberanía, potestad. En su antro pología no hay lugar para deseos de deseos, para deseos de segundo grado. Esta antropología tiene su fundamento fisiológico, al que nos referiremos ahora brevemente. 

El cuerpo del hombre y el de los animales, como ya hemos visto, está regido por movimientos internos (internal motions) a los que Hobbes pensó como conatos o esfuerzos, y a los que denominó apetitos y aversiones según indicaran un impulso hacia o un distanciamiento de, un objeto. Ahora bien, del hecho de que el hombre (al igual que los animales) puede sentir alternativamente y acerca de lo mismo, apetito y aversión, placer y displacer, amor y odio, Hobbes infirió la existencia de la deliberación. Ésta es definida como la vicisitud de apetitos y aversiones que dura hasta que algo es hecho o pensado como imposible. Con otras palabras, la deliberación llega a su fin con la omisión o con la acción, que Hobbes también denomina movimiento voluntario o movimiento animal. La voluntad es la instancia final, el momento postrero de la deliberación, el movimiento interno inmediatamente anterior a la acción. Los movimientos internos establecen mecánicamente qué es placentero/displacentero para un hombre y, en ese sentido, cuál será el objeto de su querer y cuál el de su aversión. Por consiguiente, el hombre jamás es responsable del objeto de su deseo, de su voluntad entendida como la facultad del querer, sino de su hacer u omitir lo que sus movimientos internos han pre-fijado como placentero/bueno o displacentero/malo. De ahí que haya definido a la libertad siempre en términos negativos, como la ausencia de obstáculos al movimiento, definición que por cierto en nada difiere de la descripción del movimiento de un cuerpo natural cualquiera: "se entiende por libertad, conforme al significado propio de la palabra, ausencia de impedimentos externos"; o, "libertad significa propiamente ausencia de oposición, y por oposición entiendo impedimentos externos al movimiento"; o, finalmente, "un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que es capaz de realizar por medio de su fuerza y su ingenio, no es obstaculizado cuando tiene la voluntad de hacerlas". 

Como mucho, si la acción nace de una aversión (v. g. el temor) se podrá hablar de mala disposición o de repugnancia (unwillingness) al realizarla. Por ejemplo, si un individuo se compromete a hacer algo ilegal por miedo a ser asesinado, la promesa no es inválida por el hecho de haberse efectuado bajo una amenaza intimatoria, sino porque se prometió algo sobre lo que no se tenía derecho. En fin, si miedo y libertad no fueran consistentes no se podría obligar a los súbditos a obedecer, pues, por qué habrían de acatar algo con lo que nunca se comprometieron, habida cuenta que el pacto de sumisión tiene como fundamento el miedo a la muerte violenta.

V- A modo de conclusión

Hobbes descreyó de las acciones altruistas o filantrópicas, o al menos las supeditó a las egocéntricas. No postuló, en una época de guerra y declinación, de una burguesía emergente cada vez más troglodita, una utopía redentora, ni ejerció con desdén y escepticismo una crítica del género humano como haría décadas después Jonathan Swift. En la ciencia galileana encontró el fundamento de su filosofía; en el burgués, ese hombre del deseo liberado, de horizontes casi infinitos, el modelo del Hombre. Lo razonó como un vórtice de deseos, casi como una espiral de pulsiones de progresión geométrica ascendente. 

El miedo a la muerte y a la pérdida de las propiedades, como manifestaciones del deseo realizado, debía anularse como pavor metafísico al otro, por un lado, y sublimarse luego socialmente como miedo al castigo, por el otro. El miedo primordial deviene, en el origen del Estado, miedo al déspota. Hobbes sabía que el miedo paraliza, anonada, y la relación que pensó entre soberano y súbdito es análoga a la que se da entre el Dios judeocristiano y sus criaturas; una relación asimétrica en la que a los últimos sólo les cabe la obediencia ante la palabra irresistible del que ordena.

Thomas Hobbes: Sobre el miedo” Carlos Bührle Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP
Revista de Filosofía y Teoría Política, 2004, nº 35, p. 25-37. ISSN 2314-2553 Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Nadie se salva solo

Cuándo el dolor supera el miedo y ya no “hay nada que perder”, es cuándo las causas son mayores que la vida de los hombres, dispuestos solo entonces a morir por ellas. Eso que occidente jamás entenderá de los suicidas musulmanes dispuesto a dar su vida por Ala cuándo les han quitado todo o casi todo …

Hay entonces una humanidad que, en aras de su razón soporte el dolor y se imponga al temor. El asunto allí es si hay en esos actos de despojo del yo, verdadera humanidad o un ejercicio del ego extremo que no entiende su propia existencia fuera de las formas que conoce y le brindan seguridad. 

El sentido es siempre en el lenguaje que signa su experiencia. En ese decir que constituye y hace. El gran logro neoliberal es haber desprovisto al lenguaje de esa capacidad de signar y hacer. Las palabras vacías y mentirosas pierden sentido y por tanto potencia. Si lo único que importa es acumular dinero … “para ganarse la vida” o “vivir bien”, para alcanzar “seguridad” y un “futuro sin mayores sobresaltos” , el destino final, que es la muerte, no solo termina el circulo de lo “antihumano”, sosteniendo en las herencias las continuidades de las élites que, desprovistas de humanidad, siquiera muchas veces pueden sostener la acumulación de lo heredado … al no habérsele signado a la historia algún valor, al esfuerzo de quienes vivieron antes y produjeron formas y realidades suponiendo que mejoraban sus vidas individuales y comunitarias, el fugaz presente produce realidades tan inciertas para el poder como para el esclavo. El miedo gana irracional a la humanidad posible … la del nosotros … la que reparta 50% y 50% en todo, y no permita que lo irracional irrumpa aunque encuentre alguna matemática que la explique o pondere de alguna manera.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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