Datos, conocimiento, huevos y poder



Bienvenido a la era de los científicos de datos ciudadanos

Thuwarakesh Murallie, Científico de datos y bloguero, escribe en Medium.
 
La ciencia de datos se ha democratizado en su mayor parte. ¡La IA es ahora la corriente principal!

La ciencia de datos ya no es territorio exclusivo de las grandes empresas con mucho dinero.

La IA finalmente se ha abierto camino en nuestra vida cotidiana, y es solo cuestión de tiempo antes de que comience a ver que se usa más ampliamente en todas las industrias, ¡no solo en las finanzas!

Con eso vino una nueva generación de científicos de datos, los científicos de datos ciudadanos.

¿Quién es un científico de datos ciudadano?

Un científico de datos ciudadano es una persona que trabaja en campos distintos a la estadística y el análisis, pero crea o genera modelos que incorporan análisis predictivos o prescriptivos.

Los científicos de datos ciudadanos se encuentran en prácticamente todas las industrias, desde la atención médica hasta el comercio minorista. 

En el pasado, muchos se habrían llamado analistas de negocios o trabajadores del conocimiento porque confían en su conocimiento y comprensión para tomar decisiones.

En el mundo actual, utilizan el predictivo análisis como parte de su trabajo diario . Es posible que no implementen todas las técnicas analíticas, pero pueden saber si los resultados tienen sentido.

¿Porque es esto importante?

Las organizaciones utilizan cada vez más la analítica para optimizar todos los aspectos de sus negocios, desde las decisiones de precios hasta las estrategias de contratación.

Sin embargo, muchas organizaciones descubren que TI no está a la altura de la demanda de incorporar análisis en las operaciones diarias. Los científicos de datos ciudadanos llenan ese vacío.

Los científicos de datos ciudadanos no necesitan estar capacitados en análisis o matemáticas , ni tienen que tener un conocimiento profundo de TI sobre los sistemas utilizados. Deben saber qué resultados son razonables y pueden pedir ayuda cuando sea necesario.

¿Cuáles son las funciones y responsabilidades de un científico de datos ciudadano?

Las laborales responsabilidades de un científico de datos ciudadano generalmente no incluyen el manejo de datos. Son trabajadores de la corriente principal que aprovechan el poder de la analítica predictiva para tomar mejores decisiones que afectan su desempeño laboral, como la colocación de productos o la orientación al cliente.

Por lo general, no se espera que los científicos de datos ciudadanos construyan modelos elaborados porque trabajan con datos de otras personas. En cambio, evalúan los resultados y los interpretan para los gerentes u otros miembros del personal no técnico.

A menudo, los científicos de datos ciudadanos trabajan de forma aislada con oportunidades limitadas para comparar notas o compartir las mejores prácticas. Colaborar con compañeros es una forma excelente de aprender nuevas técnicas y obtener más conocimientos.

¿Cuál es el mejor enfoque para convertirse en un científico de datos ciudadano?

No es necesario ser un experto en estadísticas o análisis. Aún así, debe tener cierta exposición a técnicas como el análisis de regresión si desea convertirse en un científico de datos ciudadano.

Sin embargo, es más importante que comprenda las aplicaciones comerciales de la analítica predictiva.

Por ejemplo, es posible que la regresión lineal no sea la mejor técnica para su aplicación, pero debería poder saber cuándo un modelo está sobreajustado.

También ayuda si tiene alguna habilidad de programación, pero no es necesario. No es necesario que sepas programar en R o Python, pero estar familiarizado con SQL y Excel te ayudará.

Por ejemplo, escribir una declaración conjunta en SQL puede ser crucial para implementar un modelo exitoso.

¿Cómo convertirse en un científico de datos ciudadano? Aquí hay un enfoque de 5 pasos.

Mejore su conocimiento de los datos

La alfabetización de datos es la capacidad de comprender y comunicar técnicas analíticas y sus conocimientos. Además de interpretar datos y extraer conocimientos, una buena persona con conocimientos de datos hace las preguntas correctas para resolver el problema de forma creativa. 

La mejor manera de mejorar la alfabetización en datos es colaborar con un científico o analista de datos. Plataformas como Kaggle lo hacen posible. Por otro lado, también puede probar un buen curso en línea de alfabetización en datos.

Aquí hay una lista de programas que puede probar:

  • Fluidez de datos: exploración y descripción de datos sobre el aprendizaje de LinkedIn;

  • Alfabetización de datos para todos de Tableau eLearning;

  • Alfabetización datos sanitarios en en Coursera y;

  • Fundamentos de la alfabetización de datos por edX.

Elija las herramientas adecuadas para el trabajo.

Para ser un ciudadano científico de datos exitoso, debe aprender los conceptos básicos de las herramientas de los científicos de datos.

Las habilidades básicas de programación son importantes, ya que pueden ayudar a transformar datos no estructurados o desorganizados en conjuntos de datos estructurados y coherentes. Pero tener una buena comprensión de las plataformas sin código como Tableau , KNIME y, por no mencionar, Excel es esencial.

Tableau es una de las herramientas más utilizadas en la visualización de datos. Puede conectar sus conjuntos de datos con Tableau y usar su interfaz de arrastrar y soltar para crear visualizaciones interactivas. También es posible comenzar con plantillas o conjuntos de datos predefinidos.

KNIME es otra plataforma de código abierto que permite a los usuarios crear procesos, explorar y extraer información utilizando varias herramientas. Ofrece numerosos módulos para la consulta de datos, la transformación y el análisis de grandes conjuntos de datos en arquitecturas distribuidas.

EL GENIO DE LOS HUEVOS

Por Naudy Henrique Lucena, Escritor Venezolano autor de “Construcción de un imaginario social venezolano”, escribió “El genio de los huevos”, una rica metáfora sobre relatos cotidianos y experiencias mínimas en relación al conocimiento humano.

Siempre que se fríe un huevo en casa

Ocurren cosas muy extrañas

Los huevos saltan sobre el aceite

Porque les da calor,

Se ponen a chillar,

Y se les hincha su barriguita.

Lo engorroso del asunto es cuando se pegan,

Se agarran con sus paticas,

Se afincan en el fondo de la sartén

Y no quieren salir.

Cuando los huevos se pegan

En la casa se ha ideado

Una manera astronáutica de solucionar el problema

Primero se escurre el aceite en un cazo

Y si acaso no hay cazo,

Entonces sobre una taza de peltre,

Para evitar complicaciones

El aceite debe ser de flores frescas de girasol,

También sirve de margaritas,

Pero estas están muy escasas en estos días.

 

Después

Se hace algún rodeo,

Se habla de otra cosa para distraerlos,

Y cuando los huevos menos lo esperan,

Se eleva la sartén a cierta altura,

Y se voltea rápidamente

Ellos se abrazan desesperados,

Lloran y se desean suerte unos a otros,

Luego se ven obligados a tirarse

Porque no soportan el mareo

Además

Porque están paticas arriba.

La fuerza de la gravedad es algo

Que no se puede contrariar.


Foucault nunca está en paz

Michael C. Behrent , Es profesor de Historia en la Appalachian State University. Compiló, junto con Daniel Zamora, Foucault y el neoliberalismo (Amorrortu, Buenos Aires, 2014) y está escribiendo un libro sobre el joven Foucault.

Los temas más importantes abordados por Michel Foucault dejaron de estar en los márgenes para convertirse en los principales problemas de la vida política. El pensador francés es disputado por izquierda y por derecha. Pero, ¿cuáles fueron sus enseñanzas?

Artículo de opinión publicada en Nueva Sociedad (NUSO) Opinión Octubre 2021

De repente, parece que todo el mundo tiene algo para decir sobre Michel Foucault. Y no necesariamente cosas buenas. Después de haber disfrutado de un recorrido de décadas durante el cual sirvió como referencia multiuso en las humanidades y en las ciencias sociales, el filósofo francés está siendo reconsiderado tanto por la derecha como por la izquierda.

Como era de esperarse, durante mucho tiempo la derecha acusó a Foucault de consentir una variedad de patologías de la izquierda. Algunos conservadores incluso hicieron de él un chivo expiatorio de males que van desde el nihilismo ocioso hasta el totalitarismo woke. Sin embargo, en algunas zonas de la derecha está surgiendo una nueva y extraña estima por Foucault. Los conservadores han coqueteado con la idea de que la hostilidad de Foucault hacia la política confesional podría convertirlo en un escudo útil contra los «guerreros de la justicia social». Esta conjetura se vio reforzada durante la pandemia de covid-19, cuando la crítica de Foucault a la «biopolítica» –su término para referirse a la significación política que han cobrado las cuestiones médicas y de salud pública en los tiempos modernos– proporcionó un arma útil para atacar la lealtad progresista a la ciencia.

En paralelo al mayor prestigio que Foucault fue ganando en el ámbito de la derecha, en la izquierda su imagen su fue debilitando. Hace una década, la atención de la izquierda se centraba en si las elaboraciones de Foucault sobre el neoliberalismo en la década de 1970 sugerían que sus compromisos filosóficos armonizaban con la emergente ideología del libre mercado: hostil al Estado, opuesta al poder disciplinario y tolerante con comportamientos que antes se consideraban inmorales. (Recientemente, el centro de la crítica de la izquierda, al igual que el de su contraparte conservadora, se ha desplazado a la política cultural. En ese marco, los teóricos sociales Mitchell Dean y Daniel Zamora sostienen que la politización de Foucault del individualismo inspiró las excentricidades confesionales de la «cultura woke», que busca superar los males de la sociedad haciendo de la reforma de uno mismo el horizonte último del proyecto. Al mismo tiempo, el prestigio de Foucault resultó erosionado tras las recientes afirmaciones de que habría pagado a menores de edad por sexo mientras vivía en Túnez durante la década de 1960. Estas acusaciones han hecho que se preste más atención a los pasajes de sus escritos en los que, al igual que otros pensadores radicales de su época, cuestionaba la necesidad de una edad legal de consentimiento sexual.

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué Foucault parece ahora un contemporáneo, casi 40 años después de su muerte? ¿Por qué los partidarios de la izquierda se vuelven contra él? ¿Y por qué algunos conservadores lo adoptan? 

En primer lugar, el debate actual sobre las implicancias políticas del pensamiento de Foucault es sintomático de nuestra política trastocada, en la que los populistas se presentan como radicales contraculturales. En segundo lugar, nuestro discurso público más ambicioso se basa cada vez más en ideas que solían estar confinadas a la academia o a pequeños círculos intelectuales. Esto es especialmente cierto en el caso de las ideas progresistas –el «privilegio blanco», la teoría de género, la teoría crítica de la raza–, pero también en el de la derecha, como se observa en la creciente familiaridad de los jóvenes conservadores con los cánones del pensamiento nacionalista e incluso fascista. A medida que la cultura académica se filtra en el debate político, no es de extrañar que un pensador de la talla de Foucault sea arrojado a la mezcla.

En tercer lugar, y lo que es más importante, los primeros años del siglo XXI se han vuelto foucaultianos. Pensemos en los temas que Foucault ayudó a introducir como objetos de reflexión filosófica: la enfermedad mental, la salud pública, las identidades de género y transgénero, la normalización y la anormalidad, la vigilancia, el individualismo. Estos temas, confinados anteriormente en los márgenes del pensamiento político, se volvieron grandes preocupaciones con una importante repercusión en la vida cotidiana, en el mundo occidental y fuera de él.

El problema es que se ha vuelto demasiado fácil confundir el objeto de estudio foucaultiano con el pensamiento de Foucault. En los debates que lo invocan, a menudo se pasan por alto las fuentes más profundas de su filosofía. En consecuencia, Foucault parece a la vez ultracontemporáneo y –utilizando un término de su filósofo preferido, Friedrich Nietzsche– curiosamente «intempestivo» (es decir, fuera de moda o inportuno).

La reputación de Foucault está revestida de una gruesa capa de interpretaciones polémicas y apropiaciones partidistas. Hace un siglo, las teorías de Karl Marx se encontraron en una situación similar, ya que su interpretación se convirtió en motivo de controversia en el floreciente movimiento socialista. Tras la revolución bolchevique, el filósofo húngaro Georg Lukács se sintió obligado a preguntar: «¿Qué es el marxismo ortodoxo?». Por extraño que parezca, una pregunta similar podría hacerse respecto de Foucault. ¿Qué es el foucaultismo ortodoxo? ¿Qué es lo que Foucault ha enseñado realmente?

Foucault fue un pensador proteico cuyos intereses cambiaron con frecuencia a lo largo de sus 30 años de carrera. Aunque sostuvo diversas opiniones, no debemos olvidar que, en el fondo, era un filósofo, no un historiador (a pesar del carácter histórico de su pensamiento) ni un ideólogo o un comentarista político.

Aristóteles comenzó su Metafísica con la siguiente afirmación: «Todos los hombres desean por naturaleza saber». En primer lugar, Foucault intentó explorar esta afirmación, no como una verdad autoevidente, sino como una idea que debe resultar extraña y sorprendente. No le interesa investigar el problema tradicional de la epistemología («¿Qué es el conocimiento?») sino una cuestión cultural: «¿Por qué valoramos el conocimiento?». En su ensayo «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral», Nietzsche escribió: «En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la ‘Historia Universal’: pero, a fin de cuentas, solo un minuto». Estas palabras captan el espíritu –si no el tono– de la búsqueda de Foucault. ¿Por qué nuestra sed de conocimiento abarca tantas actividades humanas? ¿Cómo sería vivir sin ser poseído por la voluntad de saber?

El origen de los interrogantes de Foucault se halla en su temprano compromiso con lo que se conoce como el idealismo alemán. Comenzando con Immanuel Kant a fines del siglo XVIII, los pensadores de esta tradición hicieron hincapié en el modo en que la conciencia da forma al mundo. Kant afirmaba que si uno puede ver un paisaje es porque su conciencia tiene una concepción del espacio y el tiempo, y también de categorías lógicas como la unidad y la pluralidad. Los idealistas posteriores, entre los que destaca G.W.F. Hegel, batallaron con la relación entre el «sujeto» (es decir, la conciencia) y los «objetos» (la realidad exterior). Mientras que algunos idealistas de otras escuelas filosóficas hacían afirmaciones extravagantes sobre la subjetividad, reduciendo la realidad objetiva a productos de la imaginación del ser, la preocupación principal de los idealistas alemanes era comprender qué hace que los objetos sean accesibles a la conciencia, cómo podemos conocer nuestro mundo.

El idealismo alemán proporcionó a Foucault su vocabulario filosófico básico. Su originalidad radica en la transposición del marco del idealismo alemán a las problemáticas históricas y culturales. En Historia de la locura en la época clásica, Foucault demostró que la enfermedad mental surgió como objeto solo a partir del desarrollo de una forma de subjetividad enraizada en la ciencia empírica. En El nacimiento de la clínica, examinó el tipo de sujeto necesario para el surgimiento de la medicina moderna, en concreto, uno capaz de entender la enfermedad como algo inmanente a los cuerpos mortales. Según Foucault, tanto el sujeto como los objetos –la conciencia y la realidad externa– están determinados por la historia. Aunque a menudo se pensó que era un relativista, nunca afirmó que la verdad variara de una perspectiva a otra. Sostenía que lo que cuenta como verdad cambia con el tiempo, aunque en un momento dado esta pueda asumir un carácter fijo e inexpugnable. A su manera idiosincrásica, Foucault fue el último idealista alemán.

Foucault también suscribió un relato histórico distinto en el que el advenimiento de lo que él llamaba «humanismo» (o, en términos más técnicos, antropología filosófica) fue el punto de inflexión decisivo de la historia moderna, y no estuvo exento de problemas. Una lectura superficial de Foucault lleva a muchos a concluir que, a través de este relato, el pensador francés denunciaba las falsas pretensiones de universalidad enarboladas en nombre de la humanidad (por ejemplo, la forma en que la «humanidad» incorpora supuestos etnocéntricos o de género) o sugería que el humanismo era un discurso falsamente emancipador que incorporaba astutamente formas perniciosas de poder. Quizás Foucault estaba de acuerdo con estas afirmaciones, pero no eran las razones de su antihumanismo filosófico. En sus libros de la década de 1960, los escritos de Foucault siempre comienzan con paradigmas arraigados en una cosmovisión esencialmente religiosa (en la Edad Media, por ejemplo, o en el Renacimiento) y culminan con una perspectiva científica moderna, en la que el conocimiento queda confinado en los límites del entendimiento humano. Contrarios a la idea de que Foucault es un pensador de «discontinuidades» (idea que el propio Foucault fomentó como para cubrir sus huellas), estos relatos históricos son a menudo patentemente teleológicos. De hecho, siguen el esquema histórico popularizado por Auguste Comte, el apóstol decimonónico del positivismo: se empieza con el conocimiento teológico (la realidad como creación de Dios), se pasa a la metafísica (en la que la realidad está ligada a un mundo intangible de entidades racionales), y finalmente se llega al conocimiento positivo o científico (la realidad como hechos captados por la mente humana). Para esta representación, Foucault aprovechó las ideas de Martin Heidegger, concretamente su afirmación de que el conocimiento científico está supeditado a una concepción de los seres humanos como «sujetos» cuyas capacidades de comprensión son esencialmente finitas. Una criatura limitada (en lugar de un creador infinito) solo puede captar el mundo como sujeto, es decir, como una conciencia con horizontes necesariamente delimitados.

Lo que intrigaba a Foucault era que esta aparente humildad epistemológica subyacía a una enorme expansión de la autoridad cultural del conocimiento: nunca fue tan importante el conocimiento como cuando los seres humanos lamentaron sus límites intelectuales inherentes. Y así, las experiencias que antes se creían fuera del ámbito del conocimiento se convirtieron en objetos de conocimiento científico: fenómenos contaminados por la finitud humana en lugar de atributos de un universo trascendente. La locura se convirtió en enfermedad mental, la muerte impulsó la expansión del conocimiento médico, el lenguaje se entendió como una red navegable solo para la criatura que la había tejido. El fatídico proyecto de basar el conocimiento en la finitud humana ha prolongado, paradójicamente, ese momento «más mendaz» de la historia del mundo mucho más allá de su minuto asignado.

Foucault quería romper la adicción cultural al conocimiento. Este objetivo sobresale más claramente en su historia de la sexualidad. Aunque creía que la sexualidad es una construcción social, su idea más fundamental era que la sexualidad moderna había hecho un «pacto fáustico» con la verdad. Lo que más nos gusta del sexo es entenderlo: hablar del deseo, analizarlo, diseccionarlo, explorarlo. La afirmación de Foucault de que Occidente abrazó una «ciencia sexual», mientras que Oriente cultivó un «arte erótico», expresa –a pesar de su craso orientalismo, y tal vez a causa de él– su más profunda preocupación por lo que sería experimentar el sexo sin verlo como indicador de algún secreto elusivo sobre nosotros mismos. Esta es la base de su declaración programática de que deberíamos volver a familiarizarnos con «los cuerpos y los placeres». El sexo, especuló Foucault, podría convertirse en un ámbito de experiencia emancipado de la voluntad de saber. 

Sus pronunciamientos sobre la política siguieron una línea similar. A menudo se lo asocia con una evaluación sombría de la sociedad moderna, en la que el poder, lejos de limitarse al Estado y a la economía, se difunde a través de una red de instituciones disciplinarias: escuelas, hospitales, servicios sociales, asilos y prisiones, entre otros. Muchos están familiarizados con la afirmación de Foucault de que la autoridad que ejercen estas instituciones se deriva de sus pretensiones de conocimiento especializado, que él denominó sucintamente «poder-saber». Pero, para Foucault, este argumento era solo una parte de un marco más amplio. Insistió sin cesar en que, aunque el poder es una fuerza omnipresente en nuestras vidas colectivas, siempre se manifiesta en luchas concretas. Quería que viéramos prácticas como el disciplinamiento militar de los cuerpos o la relación entre terapeutas y pacientes como algo parecido a combates cuerpo a cuerpo, más que al control orwelliano del pensamiento. El poder siempre implica un esfuerzo por controlar la conducta de alguien: encontrar el punto de apoyo adecuado, identificar las vulnerabilidades, crear incentivos para el cumplimiento.

Foucault no era neoliberal, pero creía que el neoliberalismo planteaba cuestiones importantes. En concreto, se preguntaba por la capacidad de los Estados de Bienestar para tomar decisiones totalmente racionales en materia de salud sobre millones de personas. En una entrevista de 1983, reflexionaba: «Tomemos el ejemplo de la diálisis: ¿cuántos enfermos son puestos en diálisis, a cuántos otros se les niega el acceso? Imagínese lo que ocurriría si se expusieran los motivos detrás de estas decisiones, lo que daría lugar a una especie de desigualdad de trato. Saldrían a la luz decisiones escandalosas». Lo que Foucault quiere decir no es que la ciencia sea verdadera ni falsa (o simplemente «construida»), sino que las invocaciones a la ciencia rara vez resolverán las disputas políticas, porque incluso cuestiones tan aparentemente basadas en la ciencia como la salud pública están de hecho repletas de supuestos e intereses no científicos.

Si bien para Foucault el poder y el conocimiento siempre estuvieron entrelazados, también sostenía que había que desintelectualizar el poder. Esta es una de las muchas razones por las que era escéptico del marxismo. En lugar de cuestionar la pretensión del marxismo de ser una ciencia, Foucault argumentaba que el problema del marxismo era querer ser una ciencia. Su argumento no era que el conocimiento no tuviera cabida en las luchas políticas, sino que la política siempre se vincula irreductiblemente con el poder, y es preferible reconocer francamente este hecho a creer que el conocimiento nos limpia de algún modo la mancha del poder.

A pesar del cinismo que a menudo se asocia a este punto de vista, me sorprende que no se lo considere un exceso de optimismo: para Foucault, el corolario necesario de la afirmación de que todas las relaciones están saturadas de poder es que a su vez todas son, en principio, reversibles. Tal como proponía Hegel, no existen las relaciones entre amo y esclavo en las que los amos, por el simple hecho de dominar a sus esclavos, no pongan en riesgo su autoridad. Además, las conclusiones de Foucault sobre el poder encajan con sus ideas sobre el sexo: del mismo modo que los cuerpos y los placeres deben evitar ser utilizados para realizar interminables análisis sobre la sexualidad, en política debemos perseguir las luchas abiertas por el poder como alternativa al poder-saber.

Si alguna vez le hubieran preguntado a Foucault sin rodeos si era relativista, quizás habría respondido: «Tan solo si fuera posible superar la voluntad de verdad». Foucault nos invita a ver la verdad no como la estructura de la realidad, sino como un artefacto cultural, algo que fabrican los humanos. Esto no significa que la verdad no exista: la ciencia revela las leyes del universo físico; la estadística identifica patrones en grandes números; el arte puede presentar una imagen del mundo o expresar emociones interiores. De hecho, el problema de Foucault con la verdad es precisamente que esta existe, y existe de un modo muy intenso. Aunque la reciente publicación de Foucault Confesiones de la carne (cuarto y último volumen de la Historia de la sexualidad) se puede leer como una condena de las prácticas confesionales, también muestra que la confesión se extendió entre los primeros ascetas cristianos porque era emocionante. La verdad no solo nos la imponen las relaciones de poder, también nos parece excitante.

Paul Veyne, amigo de Foucault, comentó una vez que, mientras que a Heidegger le interesaba la base ontológica de la verdad y a Ludwig Wittgenstein el significado de la verdad, la pregunta de Foucault era por qué la verdad es tan falsa. Sin duda, esto se refiere al reconocimiento de Foucault de que la verdad está contaminada por el poder y sus criterios cambian con el tiempo. Pero lo que está en juego en esta afirmación es todavía más importante. Foucault exige que nos cuestionemos el valor que asignamos a la verdad: incluso si esta nos permite llevar la vida que deseamos.

Esto nos devuelve al presente. En muchos sentidos, todos somos foucaultianos en la actualidad, por el modo en que pensamos sobre el género, la normalización, la psiquiatría, el confinamiento, la vigilancia. Pero rara vez ha estado la política tan intoxicada de verdad como hoy, en ambos lados del espectro político. Por muy ofensivo que resulte para las sensibilidades liberales, las teorías conspirativas de la derecha, como QAnon y Stop the Steal [Detengan el robo], participan en una política de la verdad. Esto no significa que sus afirmaciones sean plausibles, sino que sus aspiraciones de eficacia se basan en «estar en lo cierto». (Este pasaje, de alguna manera, es la esencia de la crítica foucaultiana). En una línea más académica, Jordan Peterson también sitúa la verdad en el centro del debate político cuando acusa a los «guerreros de la justicia social» –inspirados por lo que él llama absurdamente el «posmodernismo» foucaultiano– de ignorar la ruda justicia de las jerarquías naturales identificadas por la ciencia evolutiva.

Esta voluntad de verdad no se limita en absoluto a la derecha. Si en la izquierda aspiramos a una comprensión más amplia de la salud mental, si valoramos las identidades transgénero y si promovemos instituciones que abrazan la heterogeneidad, es generalmente porque nos parecen verdaderas, justificadas en lo que sabemos. Incluso la metáfora que está en la base del término «woke» (despierto/consciente) está impregnada de nociones de verdad: una pizca de cristianismo de «nuevo nacimiento» mezclada con un reconocimiento ilustrado del mundo tal como es. La concepción de la historia defendida por muchos en la izquierda en los últimos años no busca simplemente explorar relatos alternativos, sino conseguir que el pasado estadounidense –y la esclavitud, sobre todo– sea el «correcto». «Creer en la ciencia», el mantra liberal de la pandemia, también se basa en la opinión de que la verdad debería poder resolver los desacuerdos políticos claves de una vez por todas. Resulta sorprendente que la izquierda contemporánea recurra a casi todas las formas de verdad –cristiana, ilustrada, científica– sobre las que Foucault lanzó su mirada crítica.

Sin embargo, en la medida en que se pueda siquiera especular sobre estas cosas, imagino que Foucault habría apoyado iniciativas como el Proyecto 1619 –una iniciativa de The New York Times en 2019 que se proponía «replantear la historia del país colocando las consecuencias de la esclavitud y las contribuciones de los afroestadounidenses en el centro mismo del relato histórico nacional de Estados Unidos»-  y las habría considerado alineadas con sus genealogías del poder, por no hablar de su política de liberación. Era, como es comúnmente reconocido, muy consciente de cómo las narrativas históricas a menudo excluyen a determinados individuos y reconocía el poder de narrar la historia desde el punto de vista de los grupos marginados.

Pero el proyecto más profundo de Foucault de destetarnos de nuestra adicción a la verdad es tan ajeno a nuestro presente como lo fue a su propia época. «Decir la verdad al poder», una idea que parece más relevante que nunca, parece tener un aire agradablemente foucaultiano. De hecho, la lección de Foucault es más precisa (aunque algo tautológica) como «combatir el poder con el poder». Como saben los activistas sindicales y comunitarios, el conocimiento solo llega hasta cierto punto: la tarea de la organización consiste en enfrentarse al poder allí donde se manifiesta, como el lugar de trabajo o las normativas de vivienda, y limitar sus efectos mediante el aprovechamiento estratégico de la fuerza colectiva. Como observó una vez el criptofoucaultiano Saul Alinsky, «nadie puede negociar sin el poder de obligar a negociar». Si la política es fundamentalmente una cuestión de poder, ¿qué plusvalía obtenemos al pretender también tener razón?

Estas preguntas son tan difíciles de plantear hoy como en cualquier otro momento. Y así, mientras seguimos discutiendo sobre un Foucault semificcionalizado, el verdadero filósofo sigue siendo más intempestivo que nunca.

Publicamos este artículo como parte de un esfuerzo común entre Nueva Sociedad y Dissent para difundir el pensamiento progresista en América. Puede leerse la versión original en inglés aquí. Traducción: Rodrigo Sebastián

Y un día, por fin, las mujeres pudieron votar

Mariana Carbajal, Periodista especializada en temas de género. Autora de varios libros, entre ellos “Yo te creo hermana” (Aguilar, 2019), “Maltratadas: Violencia de género en las relaciones de pareja” (Aguilar, 2014) y “El aborto en debate” (Paidós, 1999). Escribe en Página 12.

Se cumplen 70 años de la primera vez, el 11 de noviembre de 1951

Evita, gran defensora del sufragio femenino, votó desde la cama del policlínico donde estaba internada, recién operada del cáncer de útero: ya estaba muy enferma. Fue el 11 de noviembre de 1951, hace 70 años, en la primera elección nacional en la que las mujeres pudieron elegir y ser elegidas, un hito de la historia política y de la lucha por los derechos de las mujeres.

En esos comicios, paradójicamente, los votos femeninos fueron más que los masculinos: un 90 por ciento de mujeres acudieron a las urnas frente al 86 por ciento de los varones. “Votaron efectivamente 3.777.494 varones y 3.816.654 mujeres, que sumaron 7.594.148 votantes. El Partido Peronista incluyó a 23 candidatas a diputadas y seis a senadoras nacionales”, apunta en diálogo con Página 12 la investigadora del Conicet-UNTREF Carolina Barry, autora de Evita Capitana. Todas entraron al Congreso. Además, se eligieron tres delegadas territoriales, y 97 legisladoras provinciales. En total resultaron electas 133 mujeres, una cifra inédita en esos tiempos en Latinoamérica. “Lo interesante es que la inclusión de mujeres en las listas se dio a partir de la decisión política, y no por la imposición de leyes que fueron necesarias luego” destaca Barry, en referencia a la Ley de Cupo en 1991, y la de Paridad, ya más reciente, en 2017. El radicalismo, principal partido de la oposición, no incluyó a ninguna mujer como candidata.

Ellos, los varones, dueños de la historia, consideraban que las mujeres no tenían derecho a votar o a ser votadas. Aunque las luchas sufragistas se iniciaron a principios del siglo XIX, y hubo precursoras como Julieta Lanteri, y más de una veintena de proyectos de ley en el Congreso --el primero presentado por el socialista Alfredo Palacios, en 1911-- fue durante el gobierno de Juan Domingo Perón, en 1947, cuando se sancionó la Ley 13.010 de voto femenino, donde tuvo un rol destacado la figura de Eva Perón, que creó el Partido Peronista Femenino.

En esa primera elección en la que las mujeres comenzaron a ejercer su derecho al voto se elegiría presidente y vicepresidente, gobernadores, y legisladorxs nacionales y provinciales, para el período 1952-1958, bajo la Constitución reformada de 1949, que establecía una elección de una sola vuelta, voto directo, un mandato presidencial de 6 años y reelección indefinida.

--¿Cómo se llega a esa primera elección de 1951? --le preguntó a Barry este diario.

--El 4 de junio de 1946, Argentina comenzó un nuevo ciclo constitucional luego del gobierno militar que había iniciado tres años antes. Después de las elecciones de ese año, Perón asumió la Presidencia de la Nación y comenzó a funcionar, nuevamente, el Parlamento. Al abrirse el período legislativo, diferentes fuerzas políticas presentaron proyectos de ley sobre el derecho al voto femenino. Como es habitual, cada uno contaba con un nombre que sintetizaba el espíritu del mismo. Si bien todos apuntaban a equiparar los derechos políticos de las mujeres con los que poseían los varones, el que presentó el diputado oficialista Eduardo Colom fue más explícito, al titularlo “El derecho a elegir y ser elegida”, lo cual marcaba una diferencia que, como veremos, no sería tan sutil como parece. La propuesta no dejaba dudas sobre las dos derivaciones que tendría la ley. Distintos estudios llevan a pensar que, para esos años, la aceptación de extender el voto a las mujeres no contaba con mayores oposiciones, salvo casos aislados. Lo que sí generaba disidencias no tan abiertamente explicitadas pero latentes era la posibilidad de ser candidata, de ser elegida. Una diferencia no menor entre la aplicación del voto activo y el voto pasivo. La ley de sufragio asumió la forma de una apuesta a favor del armado de un cuerpo político y electoral nuevo. La transformación de las mujeres en votantes y potenciales candidatas electivas implicaba el paso al ejercicio cabal de la ciudadanía, al tiempo que abría un panorama de cierta zozobra acerca de cómo ésta sería ejercida. Este paso tendría, en principio, dos ejes: el primero, la práctica del voto y las formas de inclusión real de las mujeres en los partidos; el segundo, los cambios y los reacomodamientos sociales y políticos que estas prácticas traerían aparejadas.

Las censistas de Evita

En menos de dos años, el Partido Peronista Femenino abrió unas 3600 unidades básicas femeninas en todo el país y, así un movimiento de mujeres se integró en el partido a partir de políticas específicas y exitosas, señala Barry. Las censistas de Evita tuvieron un rol fundamental en la previa de la elección. “Primero, organizaron el partido en todas las ciudades, pueblos y caseríos del país; segundo, se ocuparon de ayudar en el proceso de enrolamiento y empadronamiento de mujeres; tercero, hicieron la campaña electoral. Muchas de ellas fueron elegidas por las listas del partido. Además, entrenaron a las mujeres en la votación. A través de las unidades básicas femeninas, organizaron simulacros de votos. Había un instructivo. Algunas sugerían que se pusieran la boleta electoral adentro del corpiño, una costumbre de la época entre algunas mujeres para llevar incluso dinero. Las censistas estaban entrenadas por Eva para hacer estos trabajos”, cuenta Barry, integrante de la Red de Politólogas.

La situación en otros partidos era diferente. La UCR, el principal partido de la oposición, no presentó mujeres en sus listas nacionales. Tampoco el Partido Demócrata. El Partido Socialista, en cambio, una candidata a diputada nacional en Córdoba y en Tucumán. Mientras el Partido Comunista no solo incluyó mujeres en sus listas, sino que lo hizo en lugares destacados: dos candidatas a diputadas en Córdoba y Tucumán y dos a senadoras en Buenos Aires y Santa Fe, y también a vicepresidenta. Pero ninguna llegó a ser elegida.

Un tema singular es que, en la primera elección en que votaron las mujeres en la mayoría de los países, en el mejor de los casos tuvieron una candidata, que en general se trataba de la activista más reconocida en las luchas sufragistas. En la Argentina fue distinto”, dice Barry. En la lista del Partido Peronista a convencionales constituyentes de La Pampa había un 26 por ciento de mujeres. Fueron las primeras convencionales mujeres de Argentina. Otra característica de esa elección es que una mayor cantidad de mujeres que varones votaron al peronismo. “Cifras enormes de mujeres votaron al oficialismo. Hubo una media nacional del 57 por ciento, con provincias como Chaco donde lo votó el 83 por ciento del padrón femenino, mientras que en la provincia que obtuvo menor apoyo de mujeres fue Córdoba, con el 52,7 por ciento. Pasó a la historia: en la primera elección que pudieron votar, lo hicieron mayoritariamente por Perón”, señala la investigadora del Conicet-UNTREF.

Fue además, la elección en la que las monjas votaron por primera vez. Hasta ese momento no podían por ser religiosas.

Había una situación que no era menor: La enfermedad de Eva Perón. Estaba en cama desde hacía varias semanas, había sido operada. En las semanas previas a la elección, la CGT dos veces suspendió la campaña electoral diciendo que no se podían ocupar en otra cosa que no fuera en pensar en ella. Lo mismo sucedió en algunas provincias donde pedían por la salud de Eva”, recuerda Barry. Fue la única vez que pudo votar Evita antes de su temprana muerte.

El Partido Peronista Femenino fue “el semillero” que nutrió las listas de candidatas; salvo pocas excepciones, todas integraban el partido en distintas instancias organizativas, cuenta la investigadora. “En esas primeras elecciones de 1951 y las que le siguieron en 1954 a nivel nacional, y en las de las nuevas provincias, en 1953 y 1955, el porcentaje de mujeres en el Congreso llegó a cifras inusuales para la época, pero también para las décadas siguientes, en que fue precisa la aplicación de normas específicas que garantizaran su inclusión en las listas partidarias”, señala Barry. Hacia 1955, cuando se produjo la caída del gobierno de Perón, el Congreso contaba con un 23,31 por ciento de mujeres en sus bancas, todas pertenecientes a la misma fuerza política: el Partido Peronista. 

Guerra de precios

El precio de la carne al público registró una baja de 3% a nivel minorista entre julio y octubre último, periodo durante el cual estuvo vigente la restricción sobre las exportaciones de productos bovinos, según según un informe elaborado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).

De esta manera, la medida logró el objetivo de interrumpir el incremento constante en los precios que se verificó desde julio de 2020 en adelante.

En base a los números relevados por el CEPA, entre julio del año pasado y junio de 2020, la suba promedio fue de 75% en el precio de la carne.

"El Gobierno nacional tomó una serie de medidas para poner un freno a las subas generalizadas en la cadena de valor. El efecto de dichas políticas se vio de manera inmediata: no solo se cortó la dinámica alcista de un mes para otro, sino que los precios retrocedieron acumulando una caída del 3% en los últimos cuatro meses", sostuvo la entidad que conduce el economista Hernán Letcher.
A mediados de mayo pasado, las autoridades decidieron cerrar de manera amplia por espacio de un mes las exportaciones de carne vacuna ante la escalada de los precios internos y por irregularidades detectadas en operaciones de exportación.

Al vencer ese plazo, los ministerios de Desarrollo Productivo y de Agricultura, Ganadería y Pesca diseñaron un nuevo esquema que liberó parcialmente las exportaciones a un volumen equivalente al 50% de los que se enviaba al exterior un año atrás.

Las limitaciones no comprendieron las cuotas de exportación Hilton a Europa, así como tampoco la carne kosher.

En diálogo con Télam, Letcher, dijo que "la baja en los precios coincide plenamente" con la puesta en marcha de las limitaciones a las exportaciones de carne vacuna.

"Desde ese momento hubo cuatro meses consecutivos donde el precio se retrajo. La medida fue efectiva y permitió limitar el alza de precios que hasta ese momento había tenido un desempaño extremadamente significativo", explicó el economista.
En este sentido, remarcó que "en términos interanuales hoy 
el incremento supera el 70% y todo eso lo explica la etapa previa a la medida, porque desde ese momento en adelante no hubo más aumentos".

Así, octubre que cerró con una baja promedio en los precios del 0,4%, se sumó a los descensos de julio del 1%, agosto del 1,4% y a septiembre que no tuvo variaciones, mientras que los meses previos, como mayo y junio presentaron incrementos del 5,9% y 7,5% respectivamente.

Por su parte, el economista jefe de la Fundación Agropecuaria por el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, indicó que "desde el punto de vista del Gobierno se logró el objetivo de corto plazo que era contener el precio de la carne, cuestión que respondió a la lógica, ya que con las restricciones, se aumentó la oferta en el mercado local". 
Miazzo pronosticó que
"ahora vamos a empezar a ver los efectos de mediano plazo, que es que el precio de la carne va a volver a subir".
Entre las razones que esgrimió Miazzo, puso especial énfasis en que 
los precios volverán a recuperar una tendencia al alza ya que "estamos en un contexto inflacionario muy importante, donde todos los precios de la economía suben y, probablemente, la carne suba con más fuerza, producto de la baja de la producción".

A esto se suma la proximidad de diciembre, "que es un mes donde, por cuestione estacionales y de mayor demanda, siempre sube el precio de la carne", agregó el especialista

Respecto a esto último, Letcher advirtió que en la primera semana de noviembre se registró un "salto de precios" en la hacienda y en el valor de la media res adquirida por las carnicerías.

Según el informe de CEPA, se observó un incremento en el precio del novillito (300/390kg) del 5,5% en hacienda y del 7,4% en la media res.
Ante este cuadro de situación, Letcher dijo que habría que "seguir de cerca la flexibilización en la exportación de vaca de conserva con controles que permitan evitar que se incluyan cortes de animales que no se correspondan con vaca vieja, así como la posibilidad de la recreación del mecanismo de rulo cárnico". (Fuente: Telam)

Asesinatos políticos

Ramiro Giganti , estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos aires y militante social, escribe en ANRED  

Al menos dos episodios sucedidos el pasado domingo recaen sobre las autoridades gubernamentales de distintas maneras. Por un lado, el asesinato del kiosquero Roberto Sabo desembocó en una masiva movilización el lunes pasado que finalizó con represión. Por otra parte, la desaparición seguida de muerte de Lautaro Alexander Rosé en Corrientes tras la intervención policial en un evento. Por acción u omisión las autoridades son señaladas. El aprovechamiento de la inseguridad para justificar políticas represivas vuelve a hacerse presente en los medios hegemónicos a pocos días de una nueva jornada electoral.

Roberto Sabo, de 48 años, fue a trabajar el domingo, como tantos otros días, al kisoco en Ramos Mejía. Tenía 2 hijos. A tres cuadras del kiosco está la comisaría con sus patrullas, a 4 cuadras un control vehicular. Roberto fue asesinado a las 14hs. Recibió al menos 4 tiros a quemarropa. “lo quería todo el mundo”, declararon en su entorno.


 
El crimen desató la indignación de sus vecinos y rápidamente circuló la noticia tanto en medios de comunicación como en redes sociales. Al día siguiente, el pasado lunes, se realizó una masiva movilización frente a la Comisaría 2° de Ramos Mejía, a 300 metros de donde fue asesinado Roberto. Allí pidieron justicia y mayor seguridad. Los agentes policiales tiraron gas lacrimógeno.

Días antes de este tremendo episodio, el ministro de seguridad bonaerense Sergio Berni había realizado declaraciones pidiendo “acciones duras” contra una comunidad mapuche, en un territorio centenares de kilómetros fuera de su jurisdicción. Los mapuche criminalizados por Berni no habían matado a nadie. En la jurisdicción que le compete a Sergio Berni, a tres cuadras de una comisaría que responde a su autoridad, un trabajador fue asesinado mientras cumplía con su jornada un domingo.

Segio Berni tampoco había dado respuestas el pasado verano tras el femicidio de Úrsula Bahillo, asesinada a cuchillazos por el policía Matías Ezequiel Martínez, quien fue su pareja y ya había sido denunciado por ella. Aproximadamente uno de cada cinco femicidios son cometidos por integrantes de fuerzas represivas, siendo el sector mas sobrerrepresentado, tanto en femicidios, como en denuncias por violencia de género.

En la madrugada del pasado domingo, horas antes del crimen de Roberto, en Corrientes se desarrollaba una fiesta en conmemoración al día del empleado municipal. Allí fue visto por última vez Lautaro Alexander Rosé. La policía intervino violentamente luego de una denuncia por un episodio en el evento y reprimió con balas de goma. Lautaro  y su amigo, intentando escapar de la violencia policial, se arrojaron al río. Su amigo, nadó y pudo salir, pero perdió de vista a Lautaro. Luego declaró ante la justicia. La policía no informó el episodio, es decir que no se labraron actuaciones por lo cual se trataría de un procedimiento irregular.

Poco tiempo después, la familia de Lautaro hizo una primera denuncia que fue desatendida. Luego, con los datos aportados, la familia de Lautaro recorrió la zona y halló sus zapatillas, además de cartuchos antidisturbios percutidos y un proyectil de plomo 9 milímetros entre las piedras de la costa. Todo fue entregado a la Justicia luego de radicada la denuncia.

Tres días después y luego de desatenciones a la primer denuncia, el cuerpo de Lautaro fue encontrado. “Lo encontraron unos malloneros y les doy las gracias. Ellos le dieron el aviso a mi familia. Si la policía hacía las cosas a tiempo lo encontraban con vida  Fueron los malloneros los que lo buscaron de noche. Su búsqueda fue más intensa que la otra. Ellos escucharon que esa noche Lautaro pedía auxilio y también tiros”, declaró su hermano.

Por su parte, Hermindo González, abogado de la familia de Lautaro declaró que va a pedir la intervención de fuerzas nacionales ante la falta de garantías de objetividad en la investigación. “Cuando hablamos de un hecho de esta naturaleza, que inclusive debería verse si no es de competencia federal porque tiene características similares a la desaparición forzosa de personas”, declaró en una entrevista con Radio Sudamericana. “Dotar de que fuerzas independientes realicen la investigación nos va a garantizar luna objetividad y transparencia que es lo que todos necesitamos para llegar a la verdad de los hechos”, agregó.

Víctimas inocentes y el discurso de la “mano dura”

La Matanza tiene una larga y triste historia de episodios de muerte por inseguridad ante el fallido accionar de las fuerzas represivas. En el año 2009 una organización cuyo referente estuvo presente referenciándose en las movilizaciones por la muerte de Roberto Sabo, se dio a conocer por sus reclamos contra la inseguridad en el contexto de dos episodios que tuvieron masivas repercusiones en los medios: Gustavo Lanzavecchia, florista y decorador que entre sus clientes tenía a Susana Giménez, quien luego del episodios se manifestó en su programa, en horario Prime Time pidiendo “pena de muerte”. Tiempo después, su asesino fue condenado a cadena perpetua y su cómplice a 10 años de prisión.

Algunos días antes, el 31 de enero de ese año, fue visto por última vez Luciano Arruga, un joven de 15 años, que vivía en el barrio 12 de octubre de Lomas del Mirador. Luciano había sido hostigado varias veces por policías pertenecientes al destacamento construido e inaugurado en septiembre de 2007 a pedido de Gustavo Lombardo y su organización Vecinos en Alerta Lomas del Mirador (VALOMI). Gente cercana a Luciano denunció que en el año 2008, la policía le había prohibido caminar por la avenida Mosconi. ¿Qué había hecho Luciano? Negarse a robar a para la policía.


 
Fernando Espinoza, en ese entonces Intendente de La Matanza como en la actualidad, cortó la cinta para inaugurar el destacamento y aprovechó muy gustoso que una campaña basada en el terror y la desinformación lo beneficiara. Allí, según denuncian personas allegadas a Luciano se construyó un centro de tortura. Luciano Arruga estuvo más de 5 años desaparecido, las primeras denuncias realizadas por su familia fueron desestimadas. La noticia se difundió en medios alternativos, y por el trabajo a pulmón de sus familiares y seres queridos. Susana Giménez nunca mencionó a Luciano.

Durante el año 2009 se difundieron numerosos casos y las voces de quienes pedían mano dura, pero se omitía hablar del la desaparición de Arruga. El tema tuvo su impacto luego de que , varios meses después de su desaparición, un grupo de jóvenes había intervenido en el programa CQC, que salía en directo, denunciando el hecho y pidiendo difusión.

El cuerpo de Luciano Arruga fue identificado el 17 de octubre de 2014. Había sido enterrado como NN en la ciudad de Buenos Aires. Su familia lo había buscado en todas las unidades policiales y sanitarias apenas desaparecido sin recibir información. El cuerpo tenía numerosos traumatismos y una vestimenta que no era la usual. En mayo de 2015 un tribunal de la provincia de Buenos Aires condenó a diez años de prisión al ex policía bonaerense Julio Torales por haber torturado a Luciano cuando estuvo detenido en el destacamento de Lomas del Mirador, en septiembre de 2008. A pesar de esta condena, la familia de Luciano Arruga todavía no tiene respuestas sobre su desaparición y muerte.

Otro caso de aquel año 2009, fue el del profesor de educación física Hernán Landolina. Lombardo utilizó el caso, pero tuvo que moderarse luego de que la familia Landolina se haya manifestado en contra de la mano dura. «Yo no estoy de acuerdo con la pena de muerte, cada uno tiene su manera de pensar y lo respeto, pero no quiero que me pongan en ese papel», había dicho Ana, la viuda de Landolina, en una manifestación por justicia en 2009. «Si el asesino de mi marido hubiera tenido amor no hubiera hecho lo que hizo, el amor salva a la gente, por amor estamos acá», fueron algunas de sus palabras.

Sobre el “queso Gruyere” y la falsa lucha

de «la gente de bien contra el mal”

Transformemos en un queso gruyere a un par de estos delincuentes como los de ayer. Apoyemos a la policía a que haga eso y esto va a empezar a mejorar un poco. Pero si seguimos enarbolando la maldita doctrina abolicionista de  Zaffaroni, la gente de bien estamos fritos”, declaró exultante José Luis Espert, quien se encuentra en campaña para las elecciones del próximo domingo, en una entrevista con Eduardo Feinmann en Radio Rivadavia.

Espert aprovechó para exigir la baja de la edad de punibilidad. El asesino de Roberto Sabo tenía 29 años, había cumplido una condena de 6 años por robo. Su condena por robo ya estaba cumplida, pero este tremendo episodio muestra la necesidad de debatir el actual rol de reinserción del sistema carcelario: sus condiciones y posibilidades. En este caso Leandro Suárez ingresó por un robo, hoy es el principal acusado por un asesinato.

La lucha del “bien contra el mal” estuvo presente en varias declaraciones. Similares a las declaraciones de Espert fueron las de Alejandro Finocchiaro, candidato a diputado nacional de Juntos por la provincia de Buenos Aires. «cuando la buena policía abate a un delincuente la sociedad está mejor», declaró en una entrevista con María Laura Santillán en «La mañana de CNN» por CNN Radio.

En relación a la inseguridad, Finocchiaro fue ministro de Educación de la Nación Argentina entre 2017 y 2019. Antes fue director general de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, donde en 2018 una escuela en Moreno explotó tras 6 denuncias pro inseguridad realizadas por trabajadores de la escuela, algunas de ellas durante sus gestión en la provincia. Sandra y Rubén murieron mientras preparaban el desayuno para cientos de niñas y niños, que por fortuna no estaban durante la explosión.

Mientras Espert aprovecha el crimen para pedir mano dura, una denuncia recae en su contra por estar vinculado a Federico Machado, detenido en abril de este año.  La Justicia de EEUU acusa a Machado de tráfico de cocaína y lavado de dinero. Machado estuvo muy activo en la campaña presidencial de José Luis Espert en 2019, e incluso se investiga el posible financiamiento de la misma mediante lavado de dinero.

Por su parte, Finochiaro fue denunciado por violación en la Unidad Funcional de Instrucción en lo Criminal y Correccional N°1 de La Matanza. La  mujer declaró que el episodio sucedió cuando ella tenía 13 años y el ex ministro y actual candidato 18, en un departamento ubicado en Lomas del Mirador al que ingresó con un compañero del colegio Nuestra Señora de Fátima. La denuncia señala que, en 1983, dos jóvenes comenzaron a manosearle todo el cuerpo, hasta que Finocchiaro la desnudó y violó produciéndole daños físicos mientras el otro varón le sostenía los brazos y tapaba sus gritos con música alta.

De bien intencionados esta lleno el camino que conduce al infierno

La violencia urbana, delictiva y la violencia institucional igualmente delictiva agravada por el hecho de que la cometen los mismos organismos e instituciones creadas para evitarla, reprimirla y sancionarla, son problemas propios de los fenómenos de urbanización capitalista. Es parte de la paradójica realidad que acompaña los desarrollos de los grandes conglomerados urbanos en los procesos de industrialización que acompañaron las formaciones de los Estados modernos. Violencia y muerte hubo siempre, pero las características de los fenómenos que abordamos como violencia urbana son propios de estos procesos de agrupamiento humano.

Las buenas intenciones de quienes se sienten horrorizados por las noticias mediáticas respecto al asesinato en ocasiones de robo o en manos de organismos de seguridad o del Estado, y que comprenden el valor supremo de la vida, en estos tiempos revueltos, se ven manipulados por quienes, intencionadamente, utilizan y manipulan la información y los datos para oponer y producir divisiones y capitalizar electoralmente la sensibilidad de las personas respecto de las muertes violentas y evitables.

Otra vez Foucault

Flavio Guglielmi, es profesor del Instituto de Filosofía - Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina). Publico artículos en la revista de filosofía, “Nuevo Itinerario”. Uno de ellos es “Poder, Fuerza y Violencia en Michel Foucault y Hannah Arendt. Una lectura desde la inmanencia, del cual tomamos los siguientes párrafos:

Las lecturas contemporáneas de la política restituyen dimensiones
generalmente desatendidas por la modernidad liberal. Para dicha propuesta, un factor importante es la distinción entre poder, fuerza y violencia. Gran parte de la modernidad despliega una idea de política que involucra dichas nociones como si fueran elementos intercambiables o con las mismas propiedades. Para repensar la política y restituir sus dimensiones se vuelve indispensable analizar los componentes mencionados; señalando sus alcances, diferencias y relaciones. 

Foucault en su texto “El Sujeto y el poder” marca la distinción entre poder, fuerza y violencia que emerge al considerarlas como tipos de acciones que difieren respecto a su finalidad y medios de actuar.

Los actos vivos y la palabra hablada pueden ser caracterizados en la noción aristotélica de energeia o realidad. Son actividades que agotan su significado en la actuación, sin perseguir una finalidad o dejar trabajo tras de sí. Es decir, son fines en sí mismo y no son medios para otra cosa, extinguiéndose en su realización. La política en Aristóteles trata de esta particular acción humana que se define como vivir bien. Cabe comentar que la noción es distinta en otros autores de la antigüedad como Demócrito y Platón, que se inclinan por una conceptualización más vinculada a una técnica, y que dicha perspectiva predomina en la sociedad moderna.

Otra peculiaridad importante del poder es que carece de compensación con respecto a las riquezas o capitales. Esto significa que los patrimonios constituyen algo ajeno a su naturaleza misma y que no representan un sustituto, ya que almacenar caudales no implica acumularlo. La autora refuerza este concepto al establecer que es independiente de los factores materiales como el número o los medios. A diferencia de los elementos sólidos que pueden agregarse, el poder no se presenta plenamente sino que corresponde al ámbito de la potencia. Pensarlo como algo comparable con objetos, de manera medible y acumulable como el dinero, es contrario a su naturaleza dinámica. ( ( Arendt, Hannah. La Condición Humana. Trad. Ramón Gil Novales. Paidós, Barcelona, 1993. p)

Foucault caracteriza al poder desde una forma de gobierno y pretende desplazar el foco del análisis de la temática, generalmente orientado a preguntas de tipo ¿qué es el poder? y ¿de dónde viene?, para investigar cómo actúa. De este modo se evita incurrir en una metafísica o una ontología del mismo, que lo exponga como un objeto separado de las formas en que se lo produce. El autor sostiene que el poder se encuentra caracterizado en primera instancia por disponer relaciones entre individuos o grupos. Es un mecanismo que relaciona sujetos entre sí como un “(...) conjunto de acciones que inducen a unos a seguir a otros”. Se destaca entonces que se está indagando sobre una forma de acción sobre otras acciones, las cuales establecen un vínculo, y no sobre una propiedad inalterable e independiente de los individuos. 

Bajo esta configuración Foucault establece que el poder no existe de manera independiente como un objeto propio, únicamente se encuentra presente en cierto tipo de acción. Es entendido como un modo de actuar que afecta otras posibles actividades, sean presentes o futuras. Los tipos de funciones que puede cumplir son flexibles, siendo la dominación o la represión simplemente uno de ellos; en su naturaleza plástica “incita, induce, seduce, facilita o dificulta (...) Sin embargo, es siempre una forma de actuar sobre la acción del sujeto, en virtud de su propia acción o de ser capaz de una acción”. Se establece una estructura total de actividades que abren un campo de posibles respuestas, reacciones o resultados. 

Las estrategias de poder no representan una transferencia de derechos, un consenso o la renuncia a libertades por un contrato que permita a una persona delegarlo y a otra acumularlo. Esto implica acopiar de manera potencial algo que únicamente se presenta en actos concretos que puedan afectar acciones. Tampoco puede exhibirse en una relación violenta que anule completamente a otro sujeto; ello inhibe o constriñe absolutamente las actuaciones que puede producir y se anula la relación de poder. Si las variables para actuar se ven saturadas, se desarrollan determinaciones físicas antes que vínculos de poder. El autor hace énfasis en este punto y señala que la esclavitud es una correlación física de constricción ya que “(...) el poder se ejerce solamente sobre sujetos libres que se enfrentan con un campo de posibilidades en el cual pueden desenvolverse varias formas de conducta, varias reacciones y diversos comportamientos”.( Foucault, Michel. El Sujeto y el Poder.)

La interrelación entre poder y libertad es compleja: el segundo término no se identifica simplemente con una falta de total de coacción y subordinación. Se propone el término agonismo para referirse a dicha interrelación, concepto a través del cual establece una relación de recíproca incitación y lucha entre distintas fuerzas y que representa así una forma de incitación o de permanente provocación antes que un enfrentamiento propiamente dicho.
Se desarrollan entonces tácticas y estrategias de acción o resistencia que permiten vincular a los adversarios en tensión; una lucha cuerpo a cuerpo supone, por el contrario, la determinación y paralización de la acciones posibles. 

El poder es un elemento puramente táctico que sólo puede afectar otras acciones mientras las mismas tengan la oportunidad de manifestarse. Es precisamente de este modo que se configura la naturaleza y alcance del poder bajo la forma de gubernamentalidad. La acción de gobernar no se circunscribe a las estructuras políticas o el manejo de los Estados sino
que afecta directamente las conductas de individuos o grupos; es así como “(...) gobernar, en este sentido, es estructurar un campo posible de acción de los otros”. Las relaciones de poder buscan guiar las posibles actuaciones y disponerlas buscando potenciales resultados, es decir, intentan gobernarlas pero no someterlas y no necesitan del consenso pero pueden producirlo.

(Publicado en Nuevo Itinerario Revista Digital de Filosofía ISSN 1850-3578 2014 – Vol. 9 – Número IX – Resistencia, Chaco, Argentina. pp. 45-58 )

La violencia Urbana

El fenómeno global, no por ser un mal “pandémico” exime de responsabilidad a los actores nacionales o de los territorios que deben garantizar el pleno cumplimiento de los deberes y obligaciones que emanan de las formas que nos hemos dado de convivencia y que incluyen la cesión del poder a las diversas instancias de gobiernos territoriales y a las instituciones de seguridad publica que estas dirigen, actuar en la prevención, represión y castigo de los actos de violencia que resulten ilegales o delictivos o por exceso del poder delegado en sus funciones de esos mismos organismos de gobierno.

Pero tampoco podemos quedarnos nadando en la superficie hipócritamente a sabiendas de que nuestros estilos de vida generan “ganadores” y “perdedores” y que los que pierden buscaran de cualquier forma “ganar” y/o “recuperar lo que perdieron” , porque muchas veces, se les va la propia vida en ello. En sociedades injustas, donde los reparto por los esfuerzos no son equitativos y donde el poder se manifiesta de muchas maneras hasta disfrazado y encubierto en formas legales y aceptadas … la violencia, si bien no deseable, aparece como una consecuencia lógica de esas mismas injusticias que las producen.

Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



Comentarios

Entradas populares de este blog