De los humanos conflictos y la política de lo posible.


Los níveles de satisfacción o de felicidad de un grupo humano o de una sociedad dependen de la mayor o menor conflictividad en sus relaciones. Esa conflictividad se produce en mayor o menor medida según la coherencia y cohesión entre las formas de funcionamiento que regulan esas relaciones inter-personales, grupales e institucionales al interior de un grupo o de una sociedad y los deseos y expectativas individuales de sus miembros, respecto de “si mismos” como del funcionamiento de esos espacios comunes, grupos, instituciones, sociedad.

Coherencia y cohesión

Por coherencia, el diccionario define “Conexión, relación que mantienen unas cosas con otras, de modo que constituyan un conjunto con unidad y sin contradicciones” Su etimología proviene del latín cohaerentia. Compuesto de cum, "con"; haerens (haerentis), "que está adherido" y el sufijo formador de sustantivos abstractos -ia

Por cohesión define: Unir o adherirse. Enlace Acción y efecto de reunirse o adherirse las cosas entre sí o la materia de que están formadas. En Física, Las fuerzas de atracción entre moléculas que las mantiene unidas como cuerpo. Etimologicamente Del latín cohaesum, supino de cohaerēre, estar unido. Acción y efecto de adherirse o reunirse y enlazarse las cosas entre sí.

Para que las interrelaciones personales, grupales, institucionales, sociales funcionen es necesario que los individuos y las asociaciones que estos producen sean coherentes y esten cohesionadas … es decir que satisfagan las expetativas y deseos individuales al mismo tiempo y con la misma intensidad que hagan lo propio con el resultado común esperado, con el funcionamiento de la relación, grupo, institución, sociedad de la que se trate.

Por tanto estamos refiriendonos a la necesidad de reducir al máximo los conflictos y las tensiones entre lo individual y las relaciones que cada individuo establece con su entorno, sea este otra persona, un grupo de personas, una externalidad con sus formas determinadas como las instituciones o la sociedad, y sus artículaciones con la “naturaleza” y lo creado por la humanidad (Herramientas, objetos pero tambien “mentalidades”, formas de conducta, etc.).

Ese nivel de conflictividad expresa en mayor o menor grado los niveles de violencia con los que una sociedad se sostiene como tal. Un grupo se identifica como grupo, Una institución se ordena para alcanzar los objetivos institucionales y de alguna manera impone coherencia y cohesión a sus miembros para ello.

Conflcitvidad y violencia

La idea de conflicto está poco precisada aunque el sentido común le otorga un vasto abánico de acepciones posibles y cuando hablamos de conflicto, en general, todos entendemos que se trata de disputa, discusión, desacuerdo, pelea, problema… En general, el conflicto expresa el momento de mayor tensión en una disputa. Esto es cuando co-existen voluntades, intereses, deseos, que se excluyen entre partes y que no pueden ser satisfechos todos en el conjunto. Las formas mas violentas de solucionar los conflictos terminan con el más sagrado de los derechos humanos, el derecho a la vida.. Genocidios y otros crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra, los actos esporádicos y aislados de violencia —otras situaciones de violencia—, el terrorismo y la violencia criminal organizada, La violencia de genero, de odio racial, son las modalidades de la violencia colectiva e individual responsables de la mayoría de las muertes violentas que cuestionan severamente el pacto social. 

Un conflicto se da cuando dos o más personas tienen intereses u opiniones que no pueden desarrollarse al mismo tiempo, es decir, que se Contradicen.

El conflicto puede darse en el ámbito de las relaciones interpersonales o a nivel social cuando se involucran muchas personas o grupos. Puede manifestarse a través de una discusión, malentendido, disputa, pelea y hasta guerra, pero no debe asociarse siempre el término “conflicto” con la violencia, ya que puede involucrarla o no.

Para la resolución de un conflicto, las partes en disputa tienen que llegar a algún acuerdo o negociación y, en algunos casos, aceptar que ninguno de los dos objetivos podrá satisfacerse completamente, Es por esto que todo conflicto es la expresión superficial y visible de tensiones que subyacen al interior de cualquier orden inter-personal, grupal, institucional y social toda vez que la cohesión y coherencias absolutas son imposibles en tanto y en cuanto la individualidad ejerce su carácter diferencial. Esto es que todo individuo es diferente a aquel “otro” con quién se relaciona. Esas diferencias tiene aspectos irreductibles, es decir que no pueden cohesionarse o adecuarse el uno al otro sin alguna pérdida. El asunto es que esa perdida es compensada por la ganancia que se obtiene en la solución del conflcto o en la obtención de resultados comunes producidos por los acuerdos y la reducción de los conflictos a expresiones mínimas.

He aqúi el objeto de la política. El arte, estudio y ejercicio de las acciones que permitan los acuerdos, que eviten violencia y consigan el mayor grado de cohesión y coherencia posible, ya en los grupos, ya en las instituciones, ya en una sociedad entendida como Estado-Nación, Patria, Región o mundo.

Desde que uno adquiere alguna conciencia respecto de la realidad y del uso de su razón individual ha percibido y razonado la conflictividad del mundo y de las razones humanas. Pero tambien ha participado o tenido alguna experiencia respecto a acordadas o soluciones a problemas y conflictos, al alcance de objetivos comunes, al funcionamiento de algún grupo o institución que logra objetivos que mejoran las relaciones interpersonales y la vida individual de las personas. Lamentablemente en esta época damos mas “prensa” y divulgación a los conflictos que las que damos a los acuerdos y soluciones. El conflicto aparece así como una parte “normal” de nuestras vidas, y las disputas y discusiones se hacen parte diaria y “normalizada” de las relaciones. ¿Pero no podría ser de otra manera si todos pusiésemos algo para enfocarnos en los acuerdos y en los consensos y no en aquello que produce los conflictos? O mejor aún. Enfocarnos en la solución y superación de los conflictos aprendiendo y enseñando a buscar soluciones en lugar de atizar discusiones y discordias.

Esto es, no negar la conflictividad de las relaciones sino asumirlas en el sentido de sus soluciones. La política, que es el ámbito por exelencia de estos escenarios nos esta dando por estos días unas cuantas lecciones positivas. En las oposiciónes supieron dirimir posturas y voluntades diferentes en internas que se sometieron al voto popular en las PASO, para determinar las representaciones mas abarcativas y genuinas de ese espacio. En la coalición oficialista, la derrota en las elecciones, despues del primer sacudón, produjo la reacción esperada, un realineamiento de las posiciones internas en una nueva muestra de esa capacidad en el ejercicio político de unir diferencias y re-lanzar las propuestas de gestión de cara a las elecciones de noviembre, pero especialmente de cara a los dos años que aún le quedan para gobernar y que desafían a mejorar para volver a ser la opción de la mayoría.

A pesar de que a los medios de comunicación masivos y a los mezquinos intereses de grupos que se alimentan de los conflictos para obtener reditos individuales o de grupos pequeños de poder, no les gusta, la superación del conflcito es el signo mas positivo del valor de la política. De los resultados de estos acuerdos depende el crecimiento o no de nuestra democracia en esto de reducir al máximo la violencia y los conflictos y lograr el mayor grado posible de cohesión y coherencia social e institucional para el mejor vivir de todos los que habitamos este suelo.

Los nombres y los acuerdos

El presidente Alberto Fernández anunció anoche los nuevos ministros que formarán parte del gabinete nacional. Juan Manzur, el gobernador de Tucumán, será el nuevo jefe de ministros en reemplazo de Santiago Cafiero, que dejará su cargo y asumirá como titular del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, en reemplazo de Felipe Solá. Otra novedad es que Aníbal Fernández retorna a un cargo ministerial al sustituir a Sabina Frederic en la cartera de Seguridad. Otro con experiencia como ministro que vuelve a un gabinete es Julián Domínguez que asumirá como titular del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, en reemplazo de Luis Basterra. En la cartera de Educación estará Jaime Perzyck, en lugar de Nicolás Trotta. En tanto, en el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, sale Roberto Salvarezza y entra Daniel Filmus. Además de la modificación en estos seis ministerios, el presidente tendrá un nuevo secretario de Comunicación y Prensa. Se trata de Juan Ross, que ocupará el lugar que dejó Juan Pablo Biondi, persona de extrema confianza del Presidente, que la tarde de ayer había presentado su renuncia. Las demás carteras continuarán con los ministros actuales. Hoy el Presidente relanzará su gobierno en la provincia de La Rioja, donde participará de un acto con todos los gobernadores del Frente de Todos. La ceremonia de asunción de los nuevos titulares será el lunes a las 16 en Casa Rosada.

A las 22.15, mientras se escuchaba el ruido del helicóptero presidencial que estaba despegando, se acercaron a la sala de periodistas de Casa Rosada dos integrantes del equipo de comunicación del mandatario y, frente a los pocos acreditados que todavía quedaban para ese entonces, comenzaron a dictar el listado de los nuevos ministros. Minutos después la noticia estallaría en todos los medios de comunicación. Estos indicaron que "el Presidente resaltó y agradeció el trabajo realizado por los ministros salientes y recibió el compromiso en esta nueva etapa de los que fueron designados". De los ministros que habían puesto a disposición su renuncia el miércoles, desatando la interna en el oficialismo, solo fue aceptada la de Salvarezza, que seguirá formando parte del gobierno, ahora como presidente de Y-TEC, la empresa de investigación y desarrollo para la industria energética de YPF. No así la del ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, que seguirá formando parte del gabinete, al igual que el ministro de Economía, Martín Guzmán y el de Industria, Matías Kulfas, que habían estado en el centro de la tormenta durante los últimos días.


 

Desde el kirchnerismo aseguraron que están muy conformes con los cambios y que no esperan otros. Dan por cerrado el episodio y esperan que de aquí en adelante el gobierno tome las medidas económicas necesarias para solucionar los problemas de la sociedad. Consideran que el nuevo gabinete tiene un gran volumen político y mayor capacidad de gestión, con dirigentes de "gran peso y trayectoria" como Manzur, Aníbal Fernández, y otros.

Con la designación de Manzur, queda por resolverse la incógnita de qué sucederá en Tucumán con el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, enfrentado con el mandatario provincial. Hasta anoche se especulaba que Jaldo dejaría la provincia para acceder a un cargo nacional. Ross, el nuevo secretario de Comunicación y Presa, en tanto, hasta ayer se desempeñaba como director nacional de Publicidad Oficial dentro de la Jefatura de Gabinete, un cargo que también había ocupado durante 10 años en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Perzick, el nuevo ministro de Educación ocupaba el cargo de secretario de Políticas Universitarias en el Ministerio y fue uno de los funcionarios que había puesto a disposición de Fernández su renuncia el miércoles. También fue rector de la universidad de Hurlingham --cargo que en el que actualmente está de licencia--. Aníbal Fernández, nuevo ministro de Seguridad, era uno de los nombres que estaban en danza desde el miércoles, cuando visitó Casa Rosada de manera sorpresiva y afirmó que “si el Presidente va a tomar la decisión de hacer cambios, yo lo haría antes del 14”.

El día había sido de mucha incertidumbre en los pasillos de la Casa de Gobierno mientras el gobierno resolvía a contrarreloj cuáles serían los cambios, tras una intensa semana de debates internos luego de la derrota electoral del domingo. Lo que el jueves había dicho el Presidente a su entorno más cercano acerca de que ya "es tiempo de hacer" este viernes se había empezado a instrumentar con la renuncia de su vocero. Luego de publicar la carta, Biondi conversó con los periodistas y puntualizó que, a diferencia de otros funcionarios, él había presentado la renuncia de manera indeclinable, con firma y en mano al presidente. Al ser consultado sobre si había conversado con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner respondió: "¿Quién?".

El Presidente comenzó el día en la Quinta presidencial de Olivos, donde recibió al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. Allí le habría ofrecido un lugar en el gabinete que fue rechazado por lo que el gobernador expresó en un comunicado publicado horas después donde subrayó que "en el 2019, el pueblo del Chaco nos otorgó un voto de confianza, y la posibilidad de trabajar incansablemente, día a día para transformar sus vidas para siempre". Pasadas las 12.30 Fernández llegó en helicóptero a Casa Rosada acompañado por el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. Media hora después arribó el jefe de Gabinete y minutos más tarde la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra. El mandatario almorzó con tres funcionarios que además son sus amigos cercanos: Vitobello, Beliz y el embajador de argentina en Uruguay, Alberto Iribarne.

En el transcurso de la tarde hubo muchas entradas y salidas por el Salón de los Bustos. Cafiero y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa fueron al ministerio de Economía dónde hubo reuniones con Martín Guzmán, y con el ministro de Transporte, Alexis Guerrera. De Pedro, en tanto, estuvo en el Congreso reunido con CFK. En todos los encuentros que tuvieron lugar en la jornada, según explicaron asesores de los ministros, "se estuvieron punteando nombres y buscando consensos".

También ingresó a Casa de Gobierno el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que horas antes se había reunido con el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. En la reunión con el mandatario, según confirmaron cerca de Fernández a este diario, el presidente y Quintela acordaron el encuentro con gobernadores al que el Presidente asistirá junto a miembros de su gabinete. Allí obtendrá un respaldo de los gobernadores y realizará un relanzamiento del espacio. Uno de los confirmados podría ser Zabaleta ya que, tras el encuentro, Quintela puntualizó que se habían reunido "para dialogar sobre diferentes temas y acordar su visita a nuestra provincia para firmar convenios importantes". A La Rioja viajarán 11 gobernadores y cuatro lo harán de manera virtual con el objetivo de darle un respaldo político al presidente Alberto Fernández.

Melisa Molina en Página 12

Aconteceres de un día agitado

Mucho nervio, mucho enojo o festejo, muchos memes, anochecer de un día agitado diría el ausente John Lennon. El Frente de Todos acusó fuerte el desaire de las urnas, a todo el mundo le salió el DT argentino y hubo los que maldijeron el voto castigo y se multiplicaron los falsos “yo lo dije”, hubo la carta de Cristina Fernández de Kirchner y el malestar del presidente Alberto Fernández y un desenlace con cambios en el gabinete, con un perfil de experiencia en la gestión, como el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, o Aníbal Fernández en Seguridad, Daniel Filmus en Ciencia y Técnica y Julián Domínguez en Agricultura. Es difícil saber si tanto ajetreo podrá cambiar el resultado de las PASO, pero sí es seguro que sin reacción, no había cambios.

El Gobierno busca proyectar la idea de mensaje recibido, que seguramente tendrá que completarse con el anuncio de medidas en el plano de la economía. Los cambios no tocaron al equipo económico que deberá diseñar esas medidas. Casi todos los nuevos ministros colaboraron en esas funciones en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner --al igual que el mismo Alberto Fernández--, aunque la mayoría de ellos no son orgánicos de ninguna de las corrientes más kirchneristas del peronismo.

    Nuevos ministros para relanzar y oxigenar al gobierno nacional

El mensaje de las urnas en las PASO empezó así a ser traducido en cambios y propuestas. Hubo millones de personas que en 2019 votaron al Frente de Todos y que en las PASO no fueron a votar o eligieron otras boletas. Esa diferencia ominosa implicó un mensaje que fue dimensionado en forma distinta por la vicepresidenta Cristina Fernández y el presidente Alberto Fernández y escaló en una polémica que puso en vilo a todo el oficialismo.

La reacción de ambos demostró que coincidieron en el sentido del mensaje de las urnas, pero no en su urgencia y muchos criticaron las formas como se planteó la polémica.

Se advirtió desde el comienzo el impacto de la pandemia en el plano sanitario y en consecuencia se promovieron acciones especiales, casi épicas, con la creación de miles camas, la construcción de hospitales y con el esfuerzo de los trabajadores de la salud, en cuarentenas y aislamientos, en la provisión de vacunas en el plano mundial contra viento y marea, y en montar un enorme y eficaz operativo de vacunación.

Resulta paradójico que se advirtiera la dimensión en el plano de la salud, pero que no se viera cómo estaba afectando la economía doméstica de la mayoría de los ciudadanos, sumidos muchos de ellos en estado de emergencia. Comerciantes, profesionales y trabajadores vivieron estos meses en una economía de guerra. Y la reactivación que ha comenzado no llega a todos los que fueron afectados, muchos de los cuales ya venían en baja desde el gobierno macrista.

El IFE y las ATP implicaron un enorme esfuerzo financiero y, si bien sirvieron como paliativo, se cortaron antes de que comenzara la reactivación.

La conciencia de la dimensión de la tragedia sanitaria movilizó una campaña de salud extraordinaria, muy superior a una estrategia para situaciones normales y fue bien percibida por la sociedad, a pesar de las dificultades que generó. No hubo esa misma visión para atenuar el impacto destructivo en otros planos de la vida que fueron afectados por la pandemia.

Hubo lecturas sobre el resultado electoral que se tranquilizaban con la excusa de que los votantes del Frente de Todos no habían asistido a los comicios porque no se definía nada en la interna de esa fuerza. Es probable que haya sido una de las causas de esa inasistencia. Pero confiarse en esa sola variable implicaba no ver las otras causas que desmotivaron a los votantes.

El resultado de las PASO puso en evidencia ese error de percepción y lo hizo con cantidades que son inapelables. La magnitud de las cifras de las PASO es una medida de la gravedad de lo que se reclama. Resulta obvio que el impacto de ese resultado tomaría la forma tumultuosa que irritó a muchos. No son situaciones normales. La pandemia disloca lo normal porque genera situaciones drásticas con más de 20 millones de personas por debajo de la línea de pobreza, que requieren soluciones drásticas. En este caso extraordinario por la pandemia, lo que importa no son las formas sino que el Frente de Todos haya tenido la sensibilidad para asumir ese reclamo y buscar respuestas.

El debate sobre las formas es secundario siempre que no se transformen en puja de poder o que desemboquen en ruptura o en el debilitamiento del presidente Alberto Fernández. El debilitamiento del Presidente debilitaría a todos los jugadores de la alianza de gobierno. En ese sentido, todo el mundo puede opinar, pero el que toma las decisiones es el Presidente.

La carta de Cristina es una opinión que puede ser valiosa, pero la decisión definitiva es de Alberto Fernández. Y allí no valen los argumentos de una vicepresidenta distinta porque tiene la mayoría de los votos, porque cada cual recibió de la sociedad una responsabilidad específica y clara.

Presentada la polémica, encontradas las respuestas y aplicadas las medidas correspondientes, la fuerza política tendrá que mostrar a la sociedad que ese debate estaba referido a esas problemáticas y confluir en una gran demostración de unidad. Si la pandemia lo permite, el 17 de octubre sería la oportunidad de hacer esa demostración.

El vocero presidencial Juan Pablo Biondi, que había quedado muy golpeado por la difusión de la fotografía del cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yáñez, presentó su renuncia indeclinable. Cristina Kirchner lo acusó en su carta de haber operado en los medios contra ella. La permanencia de Biondi se hizo insostenible.

También fue polémica la decisión de varios funcionarios de la corriente política interna del Frente que se referencia en la vicepresidenta, de poner a disposición del Presidente sus renuncias. Si hubieran sido indeclinables, hubieran puesto al Gobierno frente a una situación de hecho que lo hubiera debilitado en forma irreversible. En cambio, en este caso, la decisión de aceptarlas o rechazarlas estaba en el Presidente, fue una actitud que puede ser polémica pero que expresó con claridad el acatamiento a sus decisiones.

La misma Cristina Kirchner en su carta aclaró que siempre ha sido peronista, además de recordar que ella tuvo un vicepresidente --por el radical Julio Cobos-- que le votó en contra y se pasó a la oposición. Y que ella nunca haría tal cosa.

La aclaración implicó un compromiso, podría no haberla incluido y dejar abierta esa posibilidad. Pero al ponerla por escrito en esa carta pública expresó su compromiso con la gestión de Alberto Fernández

El planteo de su carta es que el crecimiento que se va a producir tras la pandemia deberá llegar a todo el mundo y no solamente beneficiar a un sector y señaló que no se pueden postergar las políticas distributivas por las presiones del poder económico. Es un tema propio de la alianza que gobierna y del mismo Alberto Fernández, no se trata de una novedad. La vicepresidenta no lo plantea como tal sino que está haciendo referencia a urgencias y prioridades.

El Gobierno necesitaba reformular la gestión después del revés electoral. Más allá de las formas y los malhumores, el Frente de Todos saldrá fortalecido de un debate que lo proveyó de las herramientas para introducir esos cambios.

Luis Bruschtein en Página 12

Un análisis inteligente

E. Raúl Zaffaroni sostiene en esta nota que uno de los factores que incidieron en la derrota electoral del Frente de Todos en las primarias es el desencanto como consecuencia de no afrontar los múltiples conflictos que el poder económico, judicial y mediático le planteó desde el comienzo de su gestión. Zaffaroni afirma que el movimiento nacional y popular – que es el gran dinamizador del cambio en la sociedad argentina – siempre se vigorizó en la lucha en defensa de los sectores populares. Y esa defensa es resolución de problemas enfrentando los conflictos que producen.

iempre es fácil criticar desde la tribuna a los que corren tras la pelota en el campo de juego. Si bien hay periodistas deportivos responsables que ilustran porque saben técnicamente lo que dicen, no cualquier “hincha” desde la tribuna reviste esas condiciones.

Pero una “goleada” como la del domingo impacta emocionalmente y la invitación a recomponerse y seguir adelante, no excluye que, sin caer en el juicio fácil ni pretender ningún monopolio de la verdad, haya algún “hincha” capaz de aportar algo, porque también desde la tribuna se tiene una visión más completa de la cancha y, en una de esas, en el entretiempo, es posible soplarle algo al técnico, que contribuya a revertir la situación, máxime cuando el riesgo futuro es el de un desastre de mayores dimensiones todavía que el que se recibió en 2019.

Vistas las cosas con la mayor frialdad posible dentro de lo humanamente exigible, ante todo no cabe duda que las dos pandemias -la del neoliberalismo y la del virus-  dejaron una catástrofe, que es el contexto en que se debió gobernar en estos dos últimos años. A eso se sumó una situación institucional que no facilita las cosas, es decir, sin mayoría propia asegurada en las Cámaras del Congreso, con una justicia montada en parte “a dedo” con los “jueces propios” del “lawfare”, un ministerio público descabezado en manos de un funcionario a la medida de la oposición y una Corte Suprema en la vereda opuesta, no es precisamente el ideal. En lo económico, una deuda astronómica que se debe negociar esquivando “ajustes”. En lo social una marcada concentración de riqueza, con jubilaciones y pensiones por debajo de la línea de pobreza, inflación y descontrol de precios de alimentos, no son para nada buenos indicadores de mínima justicia social, teniendo en cuenta que en los cuatro años previos se había acentuado mucho la estratificación y consiguiente desigualdad social. En lo político, las cosas tampoco son sencillas, porque se cuenta con una fuerza política “frentista” que, si bien goza de una sana heterogeneidad y tiene una militancia envidiable, algunas veces parece agrupar más por el pánico que por el amor.

Todo ese paquete de elementos negativos lo cierra el moño del partido político de medios –llamado “medios hegemónicos”- y una oposición desalmada y jugada por los intereses financieros, que no respeta el menor y más elemental límite ético y a veces ni siquiera humano.

Pero sin perjuicio de todo lo anterior –que sólo alguien privado de los cinco sentidos podría negar- también debe reconocerse que, para el electorado, se hicieron algunas cosas mal o no se hicieron, y la reacción fue un garrotazo electoral que obliga a escuchar la “vox populi” y a pensar seriamente qué dice.

Esto último es ahora una verdad poco discutible, porque es obvio que algo determinó que una parte del 48% del 2019 decidiese dispersarse en forma que, desde un frio cálculo lógico no resulta racional, porque no se explica que quienes más sufren voten a quienes proponen derogar la indemnización por despido y emiten juicios elitistas desde Palermo, o bien no voten y les dejen el campo libre.  

Pero esto no significa que esa parte del electorado sea “irracional” ni que se “corra a la derecha fascista”. Estas afirmaciones superficiales son falsas, implican una subestimación ofensiva a nuestro pueblo, que fue el mismo que votó hace dos años, y además son formuladas sin tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son conceptos que deben matizarse en una región victimizada por el tardocolonialismo financiero con disfraz “liberal”.  

Estas simplezas olvidan que la “bronca” contra la injusticia no sale de la razón sino de la esfera emocional o afectiva, que hace que cuando alguien sienta una profunda “bronca”, le tire al otro con lo que tiene más a mano.

Es cierto que lo más determinante fue la economía, que privilegió lo macroeconómico en desmedro de lo “micro”, tal como lo señalan algunos protagonistas en sus primeras reacciones, pues por lo que sea, lo cierto es que no se logró revertir la pobreza que dejó la pandemia neoliberal. En consecuencia, no sólo será necesario escuchar mejor, sino resolver el problema. Pero para eso, entre otras cosas, también será necesario plantarse frente a los “formadores” de precios y, con toda seguridad, eso generará un conflicto.

También generaría un conflicto de máxima resonancia plantarse frente a una Corte Suprema que pondrá todos los obstáculos imaginables e inimaginables a cualquier medida económica fuerte, como lo demostró al asumir el papel de máxima autoridad científica en epidemiología y al no importarle que se haya condenado a alguien en base al dicho de un testigo sobornado. No menos estruendo conflictivo causaría confrontar con los jueces del “lawfare”, que continúan alegremente su campaña persecutoria con presos políticos y procesos inventados.  

Más grave aún sería el conflicto que generaría restablecer la vigencia de la “ley de medios”, pues se volvería loco el partido político único del monopolio mediático (versión folklórica de trozos del “Pravda” y del “Völkischer Beobachter” con “chimichurri”) que todos los días lanza las peores infamias y hace circular las “fake news” más escandalosas e insólitas, hasta tomar impunemente cualquier veneno por televisión.  

Es verdad que no conviene abrir todos los frentes de lucha y menos generar conflictos gratuitos, pero la cuestión es que los problemas existen y no es posible resolverlos sin pisarle algún pie a alguien y generar un conflicto. Es inevitable optar entre “conflicto y solución” y “no conflicto y no solución”.

Es más que obvio que no siempre se sale bien parado del conflicto, pero el 48% que en 2019 votó contra los que estaban destruyendo el país, lo hizo siguiendo la bandera de una fuerza política nacional y popular, enmarcada históricamente en el movimiento emancipador que postula como objetivos estratégicos la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

El movimiento nacional y popular argentino tuvo luces y sombras, alguna “agachada” en que vendió las “joyas de la abuela”, pero incluso en esos malos momentos nunca descuidó la microeconomía y, cuando hubo que remontar el desastre, retomó la épica del conflicto. Perón, Eva Perón, Néstor y Cristina no le tuvieron miedo al conflicto, que es inevitable para resolver problemas. Y a lo largo de casi ochenta años hubo confrontaciones que dieron lugar a triunfos y derrotas. ¡Vaya si hubo batallas perdidas en la lucha! Pero también otras ganadas, por cierto, y por suerte muchas.

Los sociólogos suelen dividirse entre “sistémicos” y “conflictivistas”. Hay quienes conciben a la sociedad como un “sistema” asentado sobre el “consenso”, y otros como un conjunto de grupos en conflicto con cierto equilibrio inestable. Ninguna de ambas visiones es verificable, pero se trata de algo así como dos armarios en que cada sociólogo ubica los hechos sociales y desde allí los explica. En esto, ambos tienen dificultades, porque los organicistas o “sistémicos” no pueden explicar bien la dinámica de las sociedades, y los “conflictivistas” tampoco los elementos de permanencia. Pero lo único cierto es que el “conflicto” es el motor de los cambios sociales y, como ninguna sociedad humana es estática, el conflicto es inherente a toda sociedad.  

El movimiento nacional y popular fue siempre de lucha y, como en sus momentos de mayor brillo, para resolver problemas no escatimó plantear conflictos, fue el gran dinamizador del cambio en la sociedad argentina. Incluso cuando no tuvo éxito, igualmente planteó bien el conflicto, con posiciones claras, de modo que todos entendieran que si no se pudo no fue por falta de vocación de cambio, sino que “si ahora no fue, será en la próxima” y la lucha sigue.


 

Esa lucha política siempre es por derechos, porque éstos nunca se obtienen por “consenso” ni por cesión graciosa, sino por conflicto. No se trata de hacer lo imposible, sino de hacer lo posible y esforzarse para que lo imposible sea posible y, si no lo fuere, que quede claro que se planteó el conflicto y que se seguirá luchando sin temor, porque el conflicto es lo que atrae y encolumna, no sólo a los jóvenes sino a todos, pues marca el camino de lucha por los derechos y de paso, también hace que a la hora de obtenerlos se valoren y se cuiden más.  

Nadie tiene la flauta mágica para encantar, pero tampoco se lo hace con la invocación del “consenso”, en especial cuando no puede haberlo, porque es imposible consensuar con un contrincante que no cesa de dar trompadas y rodillazos por debajo del cinturón ante la mirada distraída de un árbitro que juega para el otro. Es imposible “acordar” nada en estas condiciones.

Quizá el único acuerdo básico que, pese a algún balazo de 22 y algún bombazo, todavía se respeta bastante –en comparación con otros países de la región- es la no violencia física, porque la verbal y escrita se perdió hace mucho y el respeto al “otro” no se diga. Ojalá sigamos conservando ese límite mínimo y nos esforcemos por hacerlo, porque los del otro lado, desde 1930 en adelante no fueron precisamente Gandhi, sino que hasta el día antes de irse del gobierno contrabandearon armas para que la dictadura boliviana masacrase a sus ciudadanos pobres.

El pueblo observa y percibe que, mientras sufre con las jubilaciones y salarios de miseria, se evita el conflicto, cuidando no ofrecer muchos flancos de ataque a la tribuna de doctrina “gorila” y al pulpo mediático del partido único.

Esto no significa negar lo positivo hecho en estos dos años, porque es innegable que se hicieron cosas. La primera es que si en 2019 ese 48% no hubiese votado como lo hizo, hoy se habrían muerto “los que tenían que morirse” y tendríamos tres veces más muertos, conforme al criterio de que los “débiles” deben desaparecer, al estilo del viejo Spencer, resucitado y maquillado por nuestro neoliberalismo “prêt à porter”.

Es innegable que se hicieron cosas muy positivas en estos dos años, pero con el “no hagan ola” se quisieron captar a quienes no habían sido parte del 48% en el 2019 y, como siempre sucede en estos casos, no se encanta a los “otros” y se desencanta a los propios, porque el encanto se produce con el conflicto, que convoca y genera el sentimiento de pertenencia, de comunidad de lucha por los derechos. En la carrera “se ven los pingos” y, aunque se salga averiado, las banderas quedan en alto y la lucha sigue, porque es la esencia misma de la política.

Cuidado que con esto no se debe entender que la esencia de la política sea elegir al “otro” al que aniquilar, como decía el nazi Carl Schmitt. No, en modo alguno, no se trata de “aniquilar” a nadie, pero sí de luchar, de competir, de estar en la cancha o en el “ring”, tratando de ganar, no de “aniquilar” ni destruir. Quien pretenda hacer lo de Schmitt es un criminal degenerado al que hay que sacar del juego de la política y meterlo en la cárcel, porque el conflicto no es una lucha entre asesinos, sino entre competidores. La política es eso, competencia conflictiva, y deja de ser tal cuando se la entiende como mera “administración”, aunque sea prolija.

Por esa razón, sin duda habrá que resolver los problemas de los más humildes, pero para eso será inevitable entrar en conflicto con fuertes poderes fácticos, con el partido político único de medios y también con el árbitro que juega en contra. Nadie sabe si se saldrá bien o mal del conflicto, pero hay que plantearlo y así se recuperará la épica de lo nacional y popular.

El pueblo no es injusto y, por eso, no es verdad que el voto de quienes no repitieron el de 2019 fue un “voto castigo”, no lo fue, pero fue un “voto desencanto”. Perón convocando a los sindicatos o lanzando la campaña contra la especulación, Evita desafiando a la oligarquía, Néstor denunciando a la “mayoría automática”, bajando el cuadro o confrontando con el supuesto “campo”, no esquivaron los conflictos y justamente por eso señalaron caminos, sumaron, generaron lazos empáticos de solidaridad, pertenencia y comunidad, en una palabra, encantaron.

Un movimiento popular y nacional que durante ochenta años luchó, ganó y perdió, pero siempre confrontó, sufrió las peores derrotas y se rehízo, padeció las “agachadas” de sus propios y supo recuperar su identidad, si de pronto muestra temor al conflicto, no puede menos que desencantar. Ese es el problema y, además, si los conflictos que esquiva son los que hacen a la microeconomía y de paso deja a sus compañeros presos o procesados, el desencanto es aún más inevitable.

Por otra parte, la comunicación en el reducido espacio de poder mediático que se pudo retener, no fue la mejor. No era imaginable que en 1945 el peronismo centrase su publicidad en mostrar las internas entre los radicales “unionistas” e “intransigentes” de aquel momento.

Ahora, si por un lado se quiso organizar un grupo de meditación y al frente le montaron un “ring”, no fue lo más sensato centrar la atención en el “ring” opositor, porque siempre ese espectáculo atrae más público y, al final, lo que se hace es dar publicidad a los boxeadores.

Desde la tribuna –sin pretensión de verdad, sólo como opinión de “hincha” observador- estamos seguros que se remontará el cachetazo, porque lo nacional y popular se renueva pero nunca desaparece, pero para eso será necesario “reencantar”, lo que presupone ponerse a confrontar en serio.

Sólo así los jóvenes y los no jóvenes saldrán de una “apatía” que no es tal, sino puro desencanto, porque mientras padecen injustamente no se les muestra ningún camino ni se los convoca a ninguna lucha por sus derechos y se muestra temor al conflicto ineludible. Por eso se “embroncan” y tiran con lo que tienen a mano, que no son más que los “boxeadores” del “ring” opositor, previamente publicitados por los propios.

(Eugenio E. Raúl Zaffaroni, Profesor Emérito de la UBA., en “La Tecla Ñ”)

Democratizar la pospandemia

Por Pedro Brieger, director de NODAL

La pandemia alteró casi todos los aspectos de la vida cotidiana, el trabajo, la relación con los entornos familiares, la política, etc. En el contexto de cuarentenas estrictas numerosos procesos electorales en América Latina entre 2020 y 2021 se vieron afectados; había que tomar recaudos para evitar la propagación del covid-19. Paradójicamente, las dificultades ocasionadas por la pandemia obligaron a que se avanzara en la ampliación de dispositivos electrónicos para estar más conectados. Es así como la inmensa mayoría de las personas que se vacunaron lo hicieron con información que llegaba directamente al teléfono móvil, aunque todavía existen millones que no están conectados a ninguna red y sufrieron aún más la desconexión.

Dicho esto, se puede comenzar a pensar que la llamada “pospandemia”, que llegará a ritmos desiguales en todos los países, también puede servir para ampliar los escasos mecanismos democráticos existentes. Hoy se tienen dos formas básicas para incidir en los rumbos de un país. Por un lado, el tradicional voto cada dos, cuatro o seis años, y por el otro, la presión callejera de las movilizaciones multitudinarias. A nadie se le escapa que las presiones ejercidas por los grupos de poder a través de reuniones secretas y la instalación de agendas por los medios de comunicación afines pueden influir mucho más que un proceso eleccionario.


 

La pandemia y la forzosa utilización masiva de tecnologías es una oportunidad para ampliar los mecanismos de participación dado que la realidad impuso un acercamiento por necesidad. Cada vez más la tecnología nos aproxima a la posibilidad de consultas ciudadanas directas sobre temas puntuales sin la obligación de movilizar un gigantesco aparato estatal para un proceso electoral.

Décadas atrás, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, apenas se elegía un presidente y un Congreso. Paulatinamente, se fueron incorporando las elecciones de gobernadores y alcaldes de las grandes y pequeñas ciudades. Algunos países -como Uruguay- permiten plebiscitos sobre temas puntuales y en Venezuela la constitución habilita la revocación del mandato presidencial que se utilizó -sin éxito- contra Hugo Chávez en 2004. En ambos casos, luego de un largo y arduo proceso de recolección de firmas para habilitarlos. El debate sobre la ampliación de los mecanismos de consulta ciudadana no es nuevo. La ciudad de Porto Alegre en Brasil fue pionera durante la gestión del PT (Partido de los Trabajadores) con el llamado “presupuesto participativo” por medio de asambleas para una participación real respecto del uso de una parte de los fondos públicos.

Hace tiempo que los teléfonos móviles han dejado de ser simplemente un pequeño aparato para conversar y se convirtieron en herramientas de trabajo, de información y de ocio. Ahora, también podrían servir para una mayor participación ciudadana a través de consultas directas y evitar que los gobiernos diriman entre cuatro paredes cuestiones polémicas que afectan la vida cotidiana. En este sentido, la “pospandemia” es una buena oportunidad para una mayor participación y democratización de nuestras sociedades. La tecnología está, falta la decisión política. + (PE/Nodal)

Los conflictos expesan, en cada época, las tensiones entre los individuos y los intereses comunes que se van tejiendo en pequeños o grandes grupos y en las formas que estos se insitucionalizan para garantizar algún orden que permita resolverlos en un marco de menor violencia y mayor racionalidad … pero allí están siempre las emociones, las percepciones, los sentidos, afectando cualquier razón que quisiese imponer “lo perfecto” en la vida que se caracteriza por buscar lo que nunca ha de alcanzar. Ese movimiento es la vitalidad que nos permite “humanos” proyectarnos en el tiempo y construir realidades comunes que no solo nos afectan a los que hoy estamos vivos, sino a aquellos que nos suceden o nos sucederán.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Comentarios

Entradas populares de este blog