Somos puntos de una trama que hace realidad y escribe la historia.

 


La noticia principal del día a escala global, que es la retirada de las fuerzas armadas norteamericanas de Afganistán. Éstas se están yendo definitivamente del país luego de 20 años de presencia continuada en ese territorio y de gastar $815.7 mil millones de dólares, según el Pentágono.

Esa retirada estaba anunciada, y fue planificada por el ex presidente Donald Trump; Joe Biden anunció que continuaría con el cronograma de retorno de tropas. (Primer dato: Joe Biden rompió con la política de su predecesor en muchos sentidos pero no en éste: política exterior es el área en donde existen más puntos de coincidencia entre demócratas y republicanos.) Se suponía, sin embargo, que esta retirada estaba en preparación desde el gobierno de Obama (otra continuidad). Para esto, el gobierno estadounidense invirtió 83 mil millones de dólares en armas, equipos y entrenamiento para que las fuerzas armadas afganas pudieran profesionalizarse, valerse por sí mismas y hacerle frente a las milicias talibanes. Esto no sucedió. Los talibanes han tomado las ciudades principales del país casi sin resistencia, y se espera que tomen Kabul en pocos días más. Países occidentales están organizando operativos de evacuación desde el aeropuerto de Kabul, en vísperasde la caída de la ciudad. El ejército afgano no duró más de unos pocos días, se leen reportes de autoridades locales que prefieren rendir sus poblados a verlos destruidos, y hay videos notables de grupos talibanes haciéndose con armas, helicópteros, camiones o equipamiento en bases militares abandonadas. 

No soy, como dije antes, una especialista en el tema. Pero la primera idea que se me aparece es ésta: hace más de veinte años que Estados Unidos no logra obtener ninguno de sus objetivos geopolíticos establecidos públicamente. La ocupación de Irak terminó en un fracaso. La ocupación de Afganistán terminó en un fracaso. La meta, varias veces anunciada, de lograr detener o contrarrestar el ascenso de China al rol de gran potencia económica primero y militar después, no puede mostrar ningún éxito concreto hasta ahora.

Esto no significa, por supuesto, que Estados Unidos súbitamente no sea más la potencia hegemónica: su poder para intervenir militarmente sigue siendo casi impensable de tan gigantesco, su población sigue aceptando participar en operaciones de intervención militar a gran escala y su capacidad para disrumpir la vida cotidiana, o sencillamente terminarla, de millones y millones de personas sigue en pie. Pero, ¿hay algo más? Gobernar requiere estabilizar. 

Lo mismo sucede, por suerte a mucha menor escala y con menor dramatismo, en Latinoamérica. Es cierto, Estados Unidos tiene aún una influencia enorme gracias a una red de organizaciones formales e informales. Puede intervenir para apoyar un gobierno que es de su agrado, o intentar dirigir un proceso electoral, incluso con medidas que van más allá de la legalidad, como sucedió en Bolivia en 2019. Pero... últimamente no tiene muchos éxitos. Perú, Colombia, Chile, Brasil, están o han estado en crisis. No parece tener la capacidad de crear un orden articulado más o menos estable, es decir, aceptado por mayorías, como sucedió en la década del noventa.

Otra idea más general. Esto sucede en el segundo año de la pandemia, o, como me gusta llamarlo, “el año en que descubrimos que el orden internacional no existe”. Hemos visto hasta aquí cero coordinación entre las naciones industrializadas para garantizar el stock global de vacunas, para coordinar esquemas compartidos de cuarentena o tests en los puntos de llegada internacional, ni mucho menos para generar compromisos para morigerar el impacto económico en el tercer mundo. Las principales compañías farmacéuticas prefieren hacer lobby para vender dosis de refuerzo al primer mundo que primeras dosis a regiones como África, a pesar de que ya se sabe que es en los brotes masivos en países no vacunados donde han surgido las nuevas cepas que asolan al mundo. 

Y no hablemos del calentamiento global. No, realmente, no hablemos, porque es demasiado tremendo. 

Estamos, parece, en un momento de cambio parados en la bisagra. El problema es que, ¿cambio hacia dónde? No lo sabemos, y no lo vamos a saber hasta que nuestro mundo haya efectivamente cambiado. ¿Quién podía decir, cuando George W. Bush bajó de un portaaviones disfrazado de piloto para decir “misión cumplida”, que, veinte años después, ésta sería la situación? La historia es una fuerza sardónica, que se solaza en mostrarnos lo que parece inevitable para luego dar vuelta la foto y decirnos “jajaja, no, al final no era esto sino esto otro”. ¿Qué pueden hacer nuestros gobernantes más que ir surfeando esos cambios? ¿Es necesario, como decía Bowie, un nuevo hombre? Tal vez no puedan hacer mucho, sobre todo si uno vive en un país de ingreso medio, sin gran interés estratégico, situado en el verdadero fin del mundo. Se me ocurre que hace falta tener prudencia, cierta astucia, concentración en la tarea diaria y, sobre todo, no hacer boludeces. Una agenda mínima, pero (como quedó en claro en estos días) que parece demasiado complicada. El mundo no está en un momento propicio para perdonarlas.

Maria Esperanza Casullo POPULISTAS SOMOS TODOS Cenital

El primer ministro británico boris johnson atribuyó el éxito de las vacunas contra el covid-19 a “la codicia del capitalismo” (theguardian.com 24 3 2021). sintetizaba así ante sus correligionarios una creencia firmemente arraigada en el mundo corporativo, que convierte la búsqueda de ganancias sin límites en el motor del progreso tecnológico y del desarrollo de las sociedades. la pandemia, sin embargo, ha desnudado la falsedad de estos supuestos al mostrar que la codicia atenta contra el bien común y contribuye a su destrucción.

Maximizar ganancias implica imponer los intereses de un sector de la sociedad por encima de los del conjunto, anulando así los procesos de conciliación y articulación de intereses distintos que permiten consensuar un crecimiento económico que beneficie a toda la sociedad. Esto condena a las sociedades a una creciente inestabilidad social y política. Esta es tal vez la principal lección que nos deja la pandemia, una lección que desborda al campo de la salud e ilumina las intolerancias y antagonismos que hoy impregnan todos los aspectos de la vida social y empujan al mundo hacia una situación cada vez más conflictiva.

La pandemia expone a diario la irracionalidad del comportamiento de las corporaciones farmacéuticas, que por maximizar sus ganancias obstruyen la posibilidad de ponerle fin. En un principio la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha un programa, el COVAX, que tenía por objetivo asegurar una rápida colaboración e intercambio entre todos los países en lo que hace a la propiedad intelectual, conocimiento y datos de las vacunas contra el Covid-19 y una equitativa distribución de las mismas en el mundo. Sin embargo, hacia el mes de mayo los países con menores ingresos habían recibido sólo el 0,3% de la oferta de vacunas existentes. Se estima que a este ritmo necesitarán 57 años para lograr su inmunidad, brindando así un campo fértil para nuevas mutaciones más letales del virus, imposibles de ser contenidas con las vacunas existentes. Esto ocurre porque las corporaciones se oponen a dar acceso a las patentes que monopolizan e impiden la producción masiva y rápida de las vacunas. Santifican su poder monopólico, alegando que las patentes y los altos precios de los medicamentos incentivan la innovación tecnológica. Los hechos, sin embargo, las contradicen. La producción de las vacunas contra el Covid-19 ha sido fuertemente financiada por el gobierno norteamericano, y la inversión en Investigación y Desarrollo de las corporaciones entre 2009 y 2018 ha sido escasa y substancialmente inferior a los montos que invirtieron en la compra de sus propias acciones y en la distribución de sus dividendos (nakedcapitalism.com 7 12 2019). Asimismo, mientras aumentaban los precios de los medicamentos destinaban buena parte de los fondos para Investigación y Desarrollo a “buscar formas de suprimir la competencia” (Drug Price Investigation, oversight.house.gov 7 2021) Así, en la práctica obstaculizaron el desarrollo tecnológico competitivo.

Esta irracionalidad de un capitalismo dominado por una codicia que se institucionaliza en la maximización de ganancias ha derivado en una crisis sistémica que desborda al campo de la salud y aparece a nivel de la economía y de las finanzas globales. Tanto en el centro como en la periferia del capitalismo los países están atrapados en una lógica que reproduce el endeudamiento ilimitado, el desempleo y la pobreza, y que deriva en estancamiento económico y creciente inestabilidad política y social.

Endeudamiento ilimitado y estancamiento económico

La política de facilitación monetaria con tasas de interés cercanas a cero, seguida por los principales bancos centrales del mundo desde 2008, derivó en un endeudamiento global que llegaba a principios de 2020 a los 268 billones (trillions) de dólares y representaba 335% del PBI global (zerohedge.com 9 8 2021). Esto último muestra que el crecimiento económico sólo es posible a costa de un mayor endeudamiento. Así, mientras las hojas contables de los cuatro bancos centrales crecen en forma parabólica, la deuda global crece exponencialmente.

En los Estados Unidos la deuda pública asciende hoy a 28 billones (trillions) de dólares y las familias están endeudados en unos 15 billones (trillions) de dólares. En el último trimestre la deuda de los consumidores registró su mayor crecimiento nominal desde 2007 y el mayor crecimiento porcentual de los últimos 7 años y medio (cnn.com 3 8 2021). Como ocurriera en la crisis financiera de 2008, las deudas hipotecarias son el principal factor del endeudamiento de las familias: 10,44 billones (trillions). A diferencia de entonces, la mecha que puede detonar este endeudamiento ya está prendida: hay 2 millones de deudores que entrarán en default en pocos meses, cuando se acaben los programas otorgados el año pasado para mitigar el peso del endeudamiento durante la pandemia. Recientemente Joe Biden ha postergado esta deuda para un sector reducido de la población, pero la legalidad de la medida es cuestionada (cnn.com 28 7 2021).

Los estímulos dados para mitigar el impacto de la pandemia han engendrado un ahorro que, en un 70%, ha ido a parar a los bolsillos del 20% de la población que concentra los mayores ingresos. Es decir, se ha esfumado por los vericuetos de la enorme desigualdad social existente. Al mismo tiempo, los sectores con menores ingresos han registrado niveles de ahorro menores a los que tenían en la pre-pandemia (Oxford Economics, cnbc.com 3 8 2021). Esto tiende a indicar que la desigualdad económica impide un desarrollo armónico y obliga a hacer cambios drásticos tendientes a incentivar la demanda de la población.

Los límites a la expansión de la demanda

En las últimas décadas la economía norteamericana se ha caracterizado por un fuerte crecimiento de la concentración económica, acompañada por la incorporación de tecnologías que sustituyen fuerza de trabajo por bienes de capital. Esto ha impactado sobre el mercado de trabajo dando lugar a una precarización creciente de la fuerza de trabajo, a una escasa generación de nuevo empleo de calidad y a tiempo completo, y a un estancamiento y deterioro de los salarios. La pandemia ha agravado la situación provocando un rápido y masivo desempleo. Esta emergencia ha impulsado un cambio de las políticas que ahora proponen las autoridades para enfrentar la crisis en los países centrales.

En efecto, el FMI y las autoridades monetarias de los países desarrollados han sustituido las tradicionales políticas de “austeridad fiscal” que hoy exigen a los países periféricos ante la crisis económica, para proponer en su lugar masivos estímulos destinados a fomentar la demanda de consumo. El gobierno de Biden intenta estimular la generación de empleo y el mejoramiento de los salarios, mientras la Reserva Federal minimiza la posibilidad de inflación y se ha comprometido a mantener su política de facilitación monetaria a tasas cercanas a cero, hasta tanto se reactive el mercado de trabajo.

Los estímulos otorgados durante la pandemia provocaron recientemente un aumento del empleo, llevando la tasa de desempleo a su nivel más bajo en pandemia (5,4%). Sin embargo, el 60% de los nuevos empleos disponibles corresponden a trabajos precarios y de ingresos muy bajos (zerohedge.com 6 8 2021). Esto tiende a mostrar que desempleo y subempleo son rasgos estructurales que sólo desaparecerán a partir de políticas dirigidas a poner fin a la concentración económica y a la desigualdad social. Algunos fenómenos apuntan en esta dirección:

  • Menos del 50% de la población en edad de trabajar tiene hoy un empleo a tiempo completo (com 8 8 2021).

  • El salario mínimo se mantiene a nivel nacional en los niveles que tenía en 2009. En la campaña electoral Biden prometió cambiar esta situación. Sin embargo, no ha podido superar la firme resistencia que oponen las corporaciones y los legisladores de los dos partidos en el Congreso.

  • La existencia y difusión generalizada de contratos de trabajo “no competitivos” (non-compete agreements). Se trata de verdaderos “contratos de servidumbre” que fijan al trabajador a su puesto y le impiden buscar otras oportunidades en empresas del mismo ramo, o iniciar por su cuenta un emprendimiento considerado competitivo por la empresa que lo ha conchabado. Originados en los sectores tecnológicos, estos contratos pretendían impedir que se “transfiriesen conocimientos valiosos” de las empresas tecnológicas a sus rivales. Al impedir la movilidad han afectado negativamente al nivel de los salarios en todo el mercado de trabajo. Hoy estos contratos se han generalizado a toda la economía, castigando especialmente a los sectores de menores ingresos. Se estima que entre un 27,8% y un 46,5% de los trabajadores del sector privado se encuentran bajo este régimen. Es decir, entre 36 y 60 millones de trabajadores estarían trabajando bajo estas condiciones (epi-org 10 12 2019). Biden firmó recientemente un decreto convocando a limitar estos acuerdos, pero es sólo una recomendación y no tiene fuerza de ley.

Endeudamiento ilimitado, pobreza estructural y chicana política

A lo largo de las últimas décadas, la matriz productiva de la Argentina ha generado una creciente concentración económica en sectores claves de la economía y un mercado de trabajo industrial notablemente restrictivo. Una de las consecuencias de estos fenómenos ha sido la aparición de una pobreza estructural que, agravada en lo que va de este siglo, golpea ahora a más del 40% de la población. Esto ocurre al mismo tiempo que el modelo agroindustrial exportador y extractivista se enraíza y avanza en su control de los recursos naturales y de las divisas del país. La situación ha conformado una paradoja explosiva: mientras el desempleo, la pobreza y el hambre sacuden a más del 40% de la población y a la mayoría de los niños y jóvenes, un puñado de monopolios locales y extranjeros se enriquecen manipulando las divisas que obtienen exportando bienes que podrían alimentar a 400 millones de personas.

 

En este contexto, el desempleo, la pobreza y la indigencia no se pueden resolver con planes sociales y tarjetas alimentarias. Esta verdad de Perogrullo hoy sangra a raudales pero no logra marcar ni el tono ni el rumbo de una campaña electoral que se arrastra en el barro de las fake news, las chicanas, la alcahuetería, los insultos personales y por sobre todas las cosas el fomento del odio al “pobrismo”, que con su mera presencia enardece a los que controlan el verdadero poder económico y político, y han utilizado desde un inicio cualquier medio para impedir que el Frente de Todos introduzca cambios sustanciales al rumbo del país.

De ahí la importancia de plantear un debate serio que desenmascare las razones por las que estamos donde estamos y por cuánto tiempo podremos impedir la desintegración nacional si seguimos por este rumbo. No basta con desenmascarar al macrismo y mostrar cómo esta tribu constituye una verdadera asociación ilícita para destruir al país y enriquecer a unos pocos. Tampoco basta con reiterar que “la pandemia agravó todo”. Esas son verdades inamovibles que hay que completar marcando políticas concretas, desde lo micro a lo macro, que permitan salir de este pantano.

La inflación ha superado ampliamente las expectativas del ministro de Economía y ha consolidado las pérdidas ocurridas en el valor del salario real de los últimos cuatro años. En los últimos seis meses el precio de los alimentos ha crecido más que el índice de inflación. Esto muestra la codicia de los formadores de precio y la incapacidad del gobierno para controlar la inflación. En este contexto, no puede extrañar que los dirigentes de los movimientos sociales de distinto signo político se indignen porque la ayuda alimentaria no cubre la mitad del valor de la canasta básica, y reclamen al unísono su sustitución por trabajos dignos. Estos movimientos son los sujetos del cambio que se avecina en el mundo. Desconocerlos y/o ningunearlos no sólo es miope, es éticamente incorrecto y políticamente un error descomunal, pues la legitimidad y estabilidad política del proyecto de inclusión social depende estrechamente del apoyo de estos sectores sociales.

Algunos creen que no hay recursos para invertir en ellos y que es más urgente cerrar rápidamente el acuerdo con el FMI. Tiene razón Máximo Kirchner al cuestionar tanto apuro, pues “esto implica menor inversión en el desarrollo humano” (lpo.com 12 8 2021). Este apuro tal vez explique la inmovilidad del Banco Central frente a la montaña de dinero que acaparan y empollan a diario los bancos en materia de intereses de las Leliqs y pases bancarios. ¿Por qué no poner límites a esta codicia, obligándolos a crear un fondo especial de crédito subsidiado para impulsar la creación de cooperativas de los movimientos sociales en distintas áreas vinculadas a la producción y servicios?

Las medidas que el Banco Central tomó esta semana para impedir el negocio de las Agentes de Liquidación y Compensación (ALyC) y sus clientes fugando divisas y evadiendo impuestos con el rulo mágico de los dólares financieros (CCL) son muy loables. Llama la atención, sin embargo, que estas prácticas pudiesen prosperar bajo la atenta mirada del Banco Central. Pareciera que esta mirada se pierde en la pulseada diaria para pisar al dólar y pierde de vista la madre de todas las batallas: desmontar la dolarización de la economía. Hoy el rol del dólar como moneda internacional de reserva empieza a ser cuestionado en el mundo. Esto abre el espacio que necesitamos para conformar una moneda alternativa al peso y basada en nuestros recursos naturales. Esto permitirá empezar a desdolarizar nuestra economía. A esto se suma la necesidad de revisar críticamente la matriz industrial que tenemos, algo urgente ante el avance incontenible la digitalización: la industria que hoy es incapaz de generar nuevo empleo y depende enormemente de tecnología importada, fenómeno que se presta para la especulación cambiaria y la sobrefacturación de importaciones. Estos problemas, que se agravan con la digitalización, han marcado a fuego nuestro pasado, explican la pobreza estructural y amenazan nuestro futuro como Nación. No podemos seguir ignorándolos.

Mónica Peralta Ramos El Cohete a la Luna”

Piensan que la economía del segundo trimestre de este año fue peor que el terrible segundo trimestre de 2020, cuando la pandemia sólo generaba desolación laboral, social y sanitaria. La expectativa para dentro de doce meses es todavía más negativa: proyectan 2022 con un retroceso mayor que en éste y, por lo tanto, por debajo del momento más crítico de la pandemia. Pero, a la vez, estiman que el volumen de ventas de sus negocios subirá o se mantendrá en los próximos doce meses.

¿Quiénes exponen estas percepciones contradictorias, además de dramáticas? La mayoría de los más importantes dueños y ejecutivos de las principales grandes empresas que operan en el país.

Esta desmesurada y alejada lectura con mínimo rigor acerca de la realidad económica local junto a otras definiciones surge del interior del poder económico a partir de la encuesta más calificada que se realiza desde hace años a los CEO (Chief Executive Officer).

Las consultas que se repiten en cada trimestre del año permiten conocer qué tienen los CEO en la cabeza sin ningún tipo de represión política o de intereses de negocios, pues se trata de un relevamiento que respeta el anonimato de los entrevistados.

La encuesta es elaborada por Vistage, organización líder mundial de CEO, altos ejecutivos y dueños de empresas que nació en Estados Unidos en 1957. Con oficinas en 20 países es una comunidad global de más de 24.000 miembros.

En Argentina, Vistage funciona desde el 2000 y cuenta actualmente con más de 1800 miembros entre altos ejecutivos, CEO y dueños de empresas, con grupos en Capital y GBA, Córdoba, Rosario, Mendoza, San Juan, Jujuy y Salta.

Cómo se consiguieron las opiniones de 362 CEO

A partir de las respuestas de los CEO, Vistage elabora un Índice de Confianza Empresaria. El último relevamiento alcanzó 84 puntos, correspondiente al segundo trimestre del año.

El sondeo refleja la opinión de 362 empresarios: CEO, gerentes generales y dueños de empresas, quienes respondieron acerca del comportamiento de la economía, la rentabilidad de las compañías, los niveles de venta, la inversión en activos fijos, la cantidad de empleados prevista para los próximos 12 meses y los principales problemas que transitan las empresas en la actualidad, entre otros temas. Las respuestas obtenidas fueron recabadas del 28 de junio al 12 de julio de 2021. 

El Índice de Confianza de este período comparado con el anterior se mantiene estable, con una leve baja de 2 por ciento y acumula una importante recuperación con respecto al mismo periodo del año anterior. Mejora, igualmente, que no tiene coherencia con las percepciones terribles que manifiesta la mayoría para el presente y el futuro inmediato.

Este indicador nació en Estados Unidos en el primer trimestre de 2003 y se posicionó como el único y mayor informe general de las proyecciones de CEO y líderes de pequeñas y medianas empresas en Estados Unidos.

En Argentina comenzó a realizarse en 2006 y, desde entonces, Vistage consulta trimestralmente a los altos ejecutivos y líderes empresarios para conocer sus proyecciones y el nivel de confianza en los negocios.

Los resultados del Índice de Confianza del segundo trimestre de 2021 ponen en evidencia que la incertidumbre generada a nivel global y local por la pandemia aún no terminó, pese a que comienza a verse una salida a la crisis sanitaria mundial. Si bien las expectativas económicas siguen teniendo una impronta desfavorable, como señal positiva los empresarios afirman que la plantilla de empleados se mantendrá y en muchos casos, aumentará”, expresó Guadalupe San Martín, CEO de Vistage Argentina.

Los principales resultados de la encuesta

Resulta muy revelador el saldo de las respuestas de los CEO a las principales consultas de la encuesta:

1. Comparado con un año atrás, ¿cómo se comportó la economía argentina (en general)?

El 54 por ciento dijo que empeoró en abril-mayo-junio 2021 versus abril-mayo-junio 2020. La mayoría estima que ese trimestre fue peor que el mismo período del peor momento económico de la pandemia. El 24 por ciento dijo que el panorama fue igual.

O sea, el 78 por ciento de los CEO está convencido de que, pese a que indicadores objetivos de la macroeconomía dicen lo contrario, la situación en este año está peor o igual que en el peor momento de la pandemia.

A pesar de que a esta altura pocas cosas deberían sorprender de una clase empresarial conservadora, esta evaluación es increíble en el sentido del término como imposible de que alguien pueda opinar algo semejante tan disociado de la comprensión de la realidad vivida por gran parte de la sociedad.

2. En los próximos doce meses, ¿cómo espera que se comporte la economía argentina?

El 47 por ciento afirmó que peor y 33 por ciento igual. Para el 2022, con supuestamente la pandemia superada y luego de un año de recuperación de 7 a 8 por ciento del PIB, con elevada probabilidad de una continuación del crecimiento, el 80 por ciento de los CEO encuestados proyecta que la economía estará igual o peor que en este año, que, además, para la mayoría es peor que el del primer año de la pandemia.

Con estas respuestas surge inmediatamente el siguiente interrogante: ¿Se puede estar peor que en el peor momento de la pandemia? Contra toda lógica de funcionamiento de la economía local e internacional para gran parte de los CEO, sí.

3. ¿Cómo cree que se comportará el volumen en unidades vendidas de su empresa en los próximos doce meses?

El 45 por ciento aseguró que aumentará y el 40 por ciento dijo que será igual. O sea, el 85 por ciento proyecta crecimiento o iguales niveles de ventas.

El aspecto llamativo de esta respuesta es que quienes la ofrecieron fueron los mismos que indicaron que el panorama de la economía que viene estará peor que en el peor momento de la pandemia.

Es una línea de razonamiento compleja de seguir, salvo que se especule con que, pese a los estudios calificados que poseen para llegar a esos máximos puestos de conducción y, por lo tanto, el rol destacado que ocupan para manejar grandes empresas, son personas muy influenciables por medios de comunicación opositores y por la secta de economistas de la city que les venden a muy buen precio los sesgados y ortodoxos informes semanales y mensuales.

¿Y qué proyectan sobre la tasa de inflación y la cotización del dólar?

Dos variables clave para evaluar las expectativas acerca de la economía argentina son la inflación y el tipo de cambio. En términos anuales, los CEO calculan que el promedio de precios medido por el IPC sería de 50 por ciento y la paridad cambiaria terminaría el año en 151 pesos.

Ambas estimaciones aumentaron en comparación al anterior relevamiento correspondiente al primer trimestre del año: la inflación sería de 47,4 por ciento y el tipo de cambio, 144,42 pesos por dólar.

Si bien la determinación de los precios de la economía tiene diferentes componentes, lo cierto es que las empresas fijan sus precios en función de las expectativas que van teniendo. Si estiman un 50 por ciento aplican, por lo menos, ese porcentaje a los bienes y servicios que venden mientras el mercado lo vaya convalidando.

La tasa de inflación de estos meses ha comenzado un lento proceso de desaceleración desde niveles elevados. Pese a esa tendencia, los CEO subieron las proyecciones de aumento de precios de un trimestre a otro.

Con el valor del dólar la proyección es confusa porque no se precisa en la encuesta a qué tipo de cambio se refiere. Si se tratara de la cotización oficial sería una opinión fuera de registro de la realidad, puesto que no existe chance de que el Gobierno aplique un ajuste de 50 por ciento hasta fin de año. 

Si se tratara de la paridad del blue, que el viernes cerró en 180 pesos, estaría manifestando una visión optimista alejada del resto de las respuestas entregadas en la encuesta. Lo mismo se puede considerar con respecto a las cotizaciones de los dólares Contado con Liquidación y MEP, cuyos últimos precios fueron 165 y 169 pesos, respectivamente.

Otra pregunta de la encuesta a los CEO fue: ¿Cuál es el problema de negocios más importante de su empresa en la actualidad?

El 43 por ciento dijo: "Incertidumbre económica (preocupaciones por la economía local o internacional, finanzas públicas)".

Esta respuesta confirma que los CEO son personas muy influenciables por el microclima construido por medios de derecha y consultores de la city. Ese problema que se ubicó en el primer lugar del ranking de inquietudes tiene un componente de subjetividad elevado, por encima de cuestiones propias de sus negocios:

* Mayores costos (energía, materia prima, salarios): 16 por ciento.

* Personal (encontrar, contratar, retener, capacitar): 16 por ciento

* Temas financieros (financiación, flujo de caja, rentabilidad): 11 por ciento.

* Crecimiento (demasiado lento o demasiado rápido): 10 por ciento.

Cómo se construyen las expectativas económicas y las profecías autocumplidas

La encuesta a CEO es muy interesante no sólo por el saldo de sus respuestas y las contradicciones expuestas, sino, fundamentalmente, porque constituye un insumo esclarecedor de cómo se van construyendo las expectativas sociales y las profecías autocumplidas.

Los analistas económicos del establishment tienen la habilidad de confundir en forma permanente sobre aspectos básicos y concretos de la economía buscando la profecía autocumplida. Esta es una predicción que directa o indirectamente se pretende que se convierta en realidad. Si se difunde que va a escasear determinado alimento o combustible, muchos probablemente salgan a comprarlo. Este previsible comportamiento social de acopio contribuirá a que aquella sentencia se concrete en la realidad.

Robert K. Merton, en Teoría social y estructura social, explica que la profecía autocumplida es, en sus comienzos, una definición falsa de una situación que conduce a un nuevo comportamiento que convierte en verdadera la concepción inicialmente falsa. Una sentencia declarada verdadera cuando no lo es puede influir lo suficiente sobre las personas, ya sea por miedo o confusión, de modo que sus reacciones conviertan finalmente en cierta la falsa enunciación inicial.

Las personas, en este caso los CEO, no actúan simplemente de acuerdo a cómo se les presentan las diversas situaciones de la empresa, sino también, y a menudo principalmente, en la manera en que perciben tales situaciones y al significado que les dan a las mismas. Una vez que una persona –un CEO- se convence a sí misma de que una situación tiene un cierto significado, y al margen de que realmente lo tenga o no, adecuará su conducta a esa percepción con consecuencias en el mundo real.

Para la gestión diaria de la economía del país, la distorsión de la realidad, ya sea por desinformación y/o por anteojeras ideológicas, de máximos ejecutivos de grandes empresas, como queda reflejada en esta encuesta, plantea inmensos desafíos que exceden la mayor o menor sintonía fina de la política económica. 

Alfredo zaiat en pagina 12 

 

Entre creencias y conocimiento se tejen los relatos que explican algo de la realidad que vivimos. Por lo demás son las opciones y elecciones que tomamos en el día a día las que van dibujando el resto de la trama. Lo difícil es comprendernos como hacedores de esa trama, como parte del tejido social que nos anida, como puntos en un tejido que nos trasciende pero del cual formamos parte. Nadie se salva solo. Que cada quien haga lo suyo.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack























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