Conocimiento situado: Convergencias y confluencias en la producción de saber.

Martín Ariel Gendler, Es licenciado y profesor en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), diplomado superior en Gobernanza de Internet (Universidad de San Andrés-Universidad Federal de Rio Grande do Sul) y doctorando en Ciencias Sociales con una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet). Integra el Equipo Sociedad, Internet y Cultura del Programa de Estudios sobre la Sociedad de la información del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG) y es docente universitario en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y en la Universidad Nacional de José C. Paz. Escribió "Internet, algoritmos y democracia ¿Del sueño a la pesadilla?" en"Nueva Sociedad( NUSO Nº 294 / Julio - Agosto 2021)"

En los últimos años, se vienen observando cambios en el ecosistema de internet tanto respecto de los discursos como respecto de los modelos de negocios. Tras la masificación de los mecanismos de personalización y perfilamiento algorítmico, se ha pasado de la celebración de las potencialidades democratizadoras al énfasis en su contracara en términos de manipulación y vigilancia. Pero es necesario abandonar las imágenes polares de los sueños y las pesadillas. 

De sueños y entusiasmos digitales

Desde finales del siglo xviii, toda nueva creación y/o innovación técnica ha sido recubierta de un entusiasmo asociado al progreso, capaz de producir mejoras para el conjunto de la humanidad. En este sentido, cabe destacar la invención de objetos técnicos como el telégrafo, el cine, el teléfono, la radio y la televisión, pero también el desarrollo de canales, vías ferroviarias, energía eléctrica o incluso represas, invenciones e innovaciones acompañadas de un entramado discursivo que proclamaba que, casi por su mera implementación, se generaría una «ampliación sin precedentes de horizontes de participación democrática, igualdad política y el aumento de la competencia cívica». La clave parecía estar en que cada nuevo objeto técnico proveía a sus usuarios de mayores recursos y oportunidades para acceder a información y generaba así nuevas oportunidades de acción, reflexión y desarrollo personal y colectivo(Vincent Mosco: The Digital Sublime: Myth, Power and Cyberspace, MIT Press, Cambridge, 2004.). 

Con la llegada de la informática, nuevamente se reactivaría el «ciclo». Las tecnologías digitales fueron presentadas como un mecanismo eficaz para la salida de las crisis económicas y sociales que tuvieron lugar en la década de 1970. Esto se plasmó tanto en los informes y proyectos de «informatización de la sociedad» como en las elaboraciones teórico-conceptuales que veían en las tecnologías y en el conocimiento no solo la clave para la salida de la crisis, sino también los parámetros ideales para reconfigurar las sociedades occidentales(Armand Mattelart: Historia de la sociedad de la información, Paidós, Buenos Aires, 2002.). En la década de 1980, estos discursos sobre los supuestos efectos democratizadores y potenciadores se focalizaron en las computadoras personales y en la electrónica, y se trasladaron hacia internet con el inicio de su comercialización y masificación en la década de 1990 (Langdon Winner: «Internet y los sueños de una renovación democrática» en Isegoría No 28, 2003.). Durante estos años, el incremento exponencial de usuarios, junto con la creación de la web, los navegadores y un gran número de empresas vinculadas, generó el mayor pico de este andamiaje discursivo. Se indicaba que las características técnicas de la arquitectura de la red de redes permitían el acceso y la interconexión masivos, descentralizados y transparentes, y estos generarían un incremento de la participación y el debate democrático, nuevos canales para establecer lazos y desarrollar la sociabilidad, una potenciación de las libertades y del ejercicio de los derechos humanos e individuales, y la ruptura de los monopolios informativos, a la vez que la producción colaborativa y los procesos de digitalización harían posible una expansión sin precedentes de la innovación y del crecimiento económico. Tal fue la euforia del momento que discursos como el del entonces vicepresidente estadounidense Al Gore aseguraban que internet podría «recrear el ágora ateniense en nuestros tiempos». Se generó una atmósfera de gran expectativa financiera que llevó por las nubes las acciones de las primeras compañías, y se anunciaron dos cumbres mundiales sobre la sociedad de la información para congeniar un nuevo modelo global de sociedad informatizada.

Configuraciones y reconfiguraciones

Sin embargo, pronto se empezarían a entrever diversas limitaciones. Se evidenció que existía una gran proporción de población mundial que no disponía ni de los recursos ni de las habilidades para tener una experiencia integral en la red de redes, lo cual generaba una enorme masa de excluidos (desconectados). Asimismo, el entusiasmo inicial de los inversores con las empresas de internet terminó generando una fenomenal crisis financiera, llamada «crisis de las punto com», al evidenciarse que, salvo excepciones, estas compañías generaban escasas o nulas ganancias. Estos obstáculos provocaron diversas mutaciones en el proceso, siempre conservando el norte respecto de que las tecnologías digitales generarían democracia, apertura y oportunidades, pero de forma más mesurada. 

En primer lugar, se inició un proceso en el que los distintos Estados nacionales empezaron a desplegar variados planes de políticas públicas para incrementar la infraestructura de conectividad, reducir brechas de acceso e incentivar procesos de inclusión digital. En segundo lugar, si bien la crisis había borrado del mapa a un enorme conjunto de empresas y sitios web, se siguió apostando a que internet era el futuro, lo que generó un proceso de reconversión de los principales modelos de negocio, que apuntaba principalmente a la interactividad y a la publicidad digital. Así, la década de 2000 estuvo caracterizada por el surgimiento de un gran número de sitios web y softwares enfocados mayormente en interconectar usuarios y fomentar sus intercambios y vínculos sociales, como así también por la creación y circulación de sus producciones de contenidos. Nos referimos principalmente a las llamadas «plataformas de redes sociales». 

Estas, desde un temprano inicio, manifestaban que su principal objetivo era reunir a las personas y potenciar sus capacidades de expresión, acceso a la información y producción de contenidos digitales, y se declaraban «herederas» de los ideales de los padres fundadores de internet. Se señalaba que era en el «territorio» de estas plataformas donde las personas, además de comunicarse, podrían también empoderarse y desplegar prácticas que incrementaran su participación democrática. Pese a ello, fruto de los efectos y aprendizajes de la «crisis de las punto com», también estas plataformas irían incorporando paulatinamente distintas prácticas publicitarias para poder sustentar sus desarrollos. 

Con este objetivo, se llevó a cabo un proceso de apropiación de las cookies, un software de identificación, recolección y aplicación de datos de actividad de los usuarios diseñado originalmente en 1994 para el comercio electrónico. De forma paulatina, un gran número de empresas de internet empezaron a incluir distintos volúmenes de estos softwares de registro de datos, con el argumento de que así disponían de recursos necesarios para poder ofrecer publicidad personalizada, que supuestamente era más eficaz al estar centrada en lo que «el usuario desea». Asimismo, las mecánicas de uso e interacción en las plataformas, completamente orientadas a cuantificar la experiencia del usuario, junto con un proceso continuo de almacenamiento de datos directos –brindados por el mismo usuario en la creación de su cuenta/perfil– e indirectos –obtenidos de la huella de su actividad digital–, comenzaron a utilizarse no solo con fines publicitarios sino también para ir optimizando los propios mecanismos, secciones y posibilidades de las plataformas. Se generaba así un sistema en el que, a mayor cantidad de usuarios, y por tanto mayor volumen de datos disponibles, se producían mayores oportunidades de mejora, innovación y comercialización.

La consolidación y expansión del modelo 

A finales de la década de 2000 e inicios de la de 2010, varios hechos contribuyeron a consolidar este modelo y a expandirlo al resto de la economía digital. En 2007, la creación del smartphone vendría a posibilitar el acceso y conexión a internet de un enorme número de individuos y colectivos previamente desconectados, a la vez que fomentaba una conexión espacio-temporal virtualmente ininterrumpida, volviendo a los sujetos más proclives a la conexión las 24 horas. La innovación abrió asimismo la puerta a una enorme expansión de desarrollos y usos de aplicaciones específicas, en especial plataformas de redes sociales, que incrementaron exponencialmente sus usuarios en poco tiempo. Cabe destacar que el smartphone no solo ampliaba la cantidad de datos que era posible extraer debido al aumento del tiempo de conexión, sino que también incorporaba lógicas de geolocalización y de acceso a ciertos contenidos del dispositivo, como galería de imágenes y agenda de contactos, a los que antes era difícil acceder en un dispositivo fijo sin recurrir a programas informáticos tipo malware.

En segundo lugar, jugó también un papel la crisis económica global que estalló en 2008. Siguiendo a Nick Srnicek, este proceso generó una necesidad de readaptación de las economías capitalistas, así como una reorientación de las inversiones financieras, que luego de la «crisis de las punto com» habían pasado mayormente a ubicarse en el sector inmobiliario (N. Srnicek: Capitalismo de plataformas, Caja Negra, Buenos Aires, 2018.). De este modo, volvió a enfocarse el interés en las empresas de internet, especialmente en buscadores y plataformas de redes sociales, que no solo se seguían identificando discursivamente con el progreso y la democracia, sino que también habían evidenciado una productiva reconversión de sus modelos de negocios sobre la base de los datos. Así, se apuntó a generalizar este «modelo de éxito» basado en datos de las plataformas, a punto tal que se consideró vital que cada sector de la economía, la producción y las finanzas pasara a adoptar un diagrama capaz de disponer y poner en juego datos actualizados en tiempo real para predecir situaciones y tomar medidas fiables y exitosas a partir de esa información. Esto tuvo su corolario en 2011 con el advenimiento de la economía e industria 4.0, que se proponía lograr una «economía inteligente» sobre la base no solo de la extracción, el procesamiento y la aplicación de grandes volúmenes de datos, sino también de su combinación y expansión con otras innovaciones como la inteligencia artificial y la internet de las cosas, entre otros. 

En tercer lugar, es necesario mencionar las revelaciones sobre espionaje estatal llevadas a cabo por WikiLeaks en 2011 y por Edward Snowden en 2013. Con ellas, se logró visualizar que, lejos de quedarse fuera del juego, algunos Estados estaban desplegando activamente estrategias de almacenamiento de datos, tanto de sus propios ciudadanos como de otros países. Cabe destacar que en este punto las plataformas de redes sociales y otras empresas de internet fueron percibidas mayormente como «víctimas obligadas a colaborar». El rol que estas habían tenido en los procesos de la Primavera Árabe, cuando se las consideró cuasi responsables de las manifestaciones en pos de mayores derechos y libertades, había consolidado el discurso respecto de su papel como símbolo de democratización y progreso, a punto tal que que numerosas regulaciones sobre internet, según se declaraba, eran establecidas para proteger «a los actuales y futuros Googles y Facebooks del mundo».

Se puede apreciar así que los datos personales, de actividad, de consumo, de geolocalización, y también las distintas mecánicas de su identificación, recolección, almacenamiento, procesamiento y aplicación pasaron a tener una centralidad cada vez más incuestionable, llegando a ser considerados el «nuevo petróleo» de las sociedades contemporáneas(Natalia Zuazo: Guerras de internet. Un viaje al centro de la red para entender cómo afecta tu vida, Debate, Buenos Aires, 2015.). Esto también se pudo evidenciar en el despliegue paulatino pero firme de un modelo de cuantificación digital de la vida, donde cada actividad, cada interacción, cada movimiento, cada consumo, cada deseo es susceptible de ser registrado, almacenado y utilizado. 

Datos, gubernamentalidad algorítmica y democracia

Con el correr de los años, los mecanismos de extracción de datos fueron perfeccionándose, a lo que contribuyeron distintos desarrollos algorítmicos junto con la inteligencia artificial, que no solo permitían identificar, recolectar y almacenar datos, sino también ponerlos en diálogo entre sí, de modo de producir una serie de perfiles generales que puedan sentirse como particulares al aplicarse a los distintos usuarios (M. Gendler: «Personalización algorítmica y apropiación social de tecnologías. Desafíos y problemáticas» en Ana Rivoir y María Julia Morales (coords.): Tecnologías digitales. Miradas críticas de la apropiación en América Latina, Clacso, Buenos Aires, 2019.). Perfiles, cabe aclarar, en constante cambio, modulación y mejora, sobre la base de los continuos flujos de datos extraídos y puestos en relación a cada hora, minuto y segundo. Estos procesos no solo tenían lugar cada vez más en cada sitio web y plataforma, sino que poco a poco se fueron también instalando en los dispositivos móviles y generaron una lógica de acompañamiento algorítmico de la vida en todo momento y lugar(Éric Sadin: La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra, Buenos Aires, 2017.).

Se abría así la puerta al despliegue de una forma diferencial de gestión y conducción de la población. Siguiendo a Michel Foucault, desde mediados del siglo xix los ejercicios de producción de cuerpos y subjetividades habían mutado hacia un sistema de administración de la vida de las poblaciones caracterizado por fomentar la circulación y ordenarla según curvas de normalidad obtenidas gracias a datos estadísticos elaborados por el Estado ( M. Foucault: El nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France, FCE, Buenos Aires, 2007.) Se apuntaba a un modo de operar sobre las acciones para orientar y producir distintas disposiciones y caminos posibles, sobre la base de estos estándares y parámetros estadísticos (gubernamentalidad). Sin embargo, como bien advertía Gilles Deleuze, esto también había empezado a ser modulado tras la aparición y masificación de las tecnologías digitales, que permitían desplegar sofisticados mecanismos de identificación, almacenamiento y procesamiento de datos que operan de forma constante, en tiempo real y al aire libre, aunque también en la comodidad del hogar (G. Deleuze: «Posdata a las sociedades de control» en Conversaciones 1972-1990, Pre-Textos, Valencia, 1999.). Estos mecanismos llegaban al punto de generar que cada cifra, modulada en forma de perfil, pasara a obrar como una contraseña para favorecer, habilitar, dificultar o imposibilitar distintas posibilidades de acción, consumo y relación. 

Estas modificaciones indicaban que los distintos ejercicios de gubernamentalidad también habían cambiado, y que se había constituido otro tipo de modalidad, una gubernamentalidad algorítmica ( Antoinette Rouvroy y Thomas Berns: «Governamentalidade algorítmica e perspectivas de emancipação: o díspar como condição de individuação pela relação?» en Ecopos vol. 18 No 2, 2015.) o, en otras palabras, la posibilidad de operar sobre acciones de otros generando disposiciones basadas en la producción de datos materializados en perfiles elaborados por distintos algoritmos programados a tal efecto. Esto también permitió entrever que, en la gestión de las poblaciones, no solo el Estado tendría un papel estelar, sino también un enorme número de empresas privadas: aquellas en cuyas plataformas y sitios web los usuarios despliegan la mayor parte de sus interacciones y a las que destinan la mayor parte de su tiempo y atención. 

Vale detenerse aquí para analizar los vínculos entre esta forma particular de administración de la población, basada en perfiles y personalización algorítmica, y el ejercicio democrático. Desde un inicio, se sostuvo que estas lógicas brindan a los usuarios soluciones tecnológicas que optimizan su vida y sus tiempos (Evgeny Morozov: La locura del solucionismo tecnológico, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016.). Se enunciaba la personalización algorítmica como un elemento sumamente positivo dado que, al estar basada en datos «que no pueden mentir», segmenta informaciones y orienta acciones, relaciones y prácticas en función de lo que cada usuario haya indicado efectivamente que «le interesa». Asimismo, la posibilidad de cuantificar las distintas instancias de la vida de cada individuo, en especial en áreas como deportes, salud, aprendizajes o consumos, permite a las empresas observar un estado de situación y progreso para tomar decisiones sobre la base de esos datos. En teoría, los individuos también pueden acceder a esa información, aunque muchas veces esto sea difícil o hasta imposible en la práctica, según los casos y las posibilidades del código técnico de las plataformas.

Todo esto, montado sobre una lógica neoliberal basada en el rendimiento continuo (Byung-Chul Han: La sociedad del cansancio, Herder, Madrid, 2012.), pero también sobre una lógica cibernética que clamaba la necesidad de correlacionar datos para predecir, con el objetivo de prevenir y optimizar ( Pablo Rodríguez: Las palabras en las cosas. Saber, poder y subjetivación entre algoritmos y biomoléculas, Cactus, Buenos Aires, 2019.), era enunciado como una «práctica de empoderamiento». En otras palabras, al estar el individuo continuamente modulado por la aplicación de distintos perfiles metaestables que van orientando las informaciones, relaciones, personas, consumos, lugares e intereses a los que accede, se argumenta que esto le permite optimizar tiempos, esfuerzos y energías para configurarse a sí mismo una vida ordenada y eficiente. De esta manera, los mecanismos algorítmicos pasarían a predecir, sugerir y conducir lo considerado como «mejor y más apropiado» para la ciudadanía, quitándole a esta la «pesada carga» de tener que tomar decisiones en soledad, sin ninguna asistencia, en un mundo atiborrado de datos procesados supuestamente para brindar tales orientaciones.

En suma, se sostenía que los efectos de la aplicación de la lógica de perfilamiento contribuirían a incrementar el ejercicio democrático, con el argumento de que los datos, algoritmos y perfiles persiguen una lógica apolítica y anormativa, y son «ciegos» a diferencias sociales, políticas, religiosas, étnicas o de género. Por tanto, se consideraba que, dado que las orientaciones se producen solo sobre la base de correlaciones de datos, esto podría incrementar las oportunidades para múltiples grupos de la población, ya que se desvanecerían virtualmente los considerados «sesgos sociales» y el foco estaría en lo que el usuario «ha dicho y hecho».

Montados sobre estos argumentos, los mecanismos de perfilamiento y personalización algorítmica continuaron expandiéndose, a punto tal de ir consolidándose una lógica de silicolonización de la vida (É. Sadin: La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital, Caja Negra, Buenos Aires, 2018.), entendiéndose que cada nuevo desarrollo no solo era un símbolo y motor del progreso y la democracia, sino que también era una solución tecnológica para ir remediando todos los problemas de la vida.

La pesadilla

Sin embargo, diversos hechos ocurridos durante 2016 y 2017, como el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, el Brexit, la victoria del «No» en el referéndum sobre los Acuerdos de Paz en Colombia y el ascenso al poder de Jair Bolsonaro en Brasil, empezaron a despertar alarmas en torno del funcionamiento de la personalización algorítmica imperante en internet. El «escándalo» de Cambridge Analytica en 2018, en el que se reveló que se habían puesto en juego estos mecanismos de personalización para influir en las opiniones de los usuarios, no solo despertó una catarata de críticas hacia las principales plataformas (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, las gafam), sino que también incitó una fuerte desconfianza hacia el estado actual del ecosistema de internet. En pocas palabras, las plataformas dejaron de ser consideradas «víctimas», como había ocurrido previamente, y pasaron a ser consideradas las principales responsables de esos resultados. Esto provocó un giro de 180 grados en la consideración de estas plataformas, sus mecanismos de personalización algorítmica y sus efectos sobre la democracia, tras lo cual perdieron su estatus de paladines e impulsoras y comenzaron a ser identificadas prácticamente como una amenaza para la libertad y apertura de internet, pero también para la toma de decisiones. Poco a poco, discursos y producciones culturales pasaron a poner el foco en la posibilidad de la generación de burbujas algorítmicas que «atrapen» a los usuarios en una lógica cuasi totalitaria de informaciones afines de la cual estos no podrían salir, lo que erosionaría fuertemente su capacidad de decisión democrática (El film El dilema de las redes sociales (Jeff Orlowski, Netflix, 2020) es quizás uno de los exponentes más conocidos de esta visión. Sobre las burbujas, v. Eli Pariser: El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos, Taurus, Barcelona, 2017.). Y hay ejemplos en otras esferas, como el uso de programas algorítmicos en el ámbito penal: el software compas (sigla en inglés de Administración de Perfiles de Criminales para Sanciones Alternativas del Sistema de Prisiones), utilizado por los jueces en algunos estados de Estados Unidos para evaluar la posibilidad de reincidencia de una persona convicta y aumentar las penas en consecuencia, presentó errores entre 30% y 40% de los casos, según estudios recientes. Por razones de competencia, el diseño del compas se mantiene en su mayor parte en secreto, y varios tribunales han defendido el mantenimiento de ese secreto, incluso frente a un acusado que quiera impugnar el diseño(Jed S. Rakoff: «Sentenced by Algorithm» en The New York Review of Books, 10/6/2021.). 

No tardaron entonces en llegar los discursos catastrofistas que alertaban respecto al establecimiento de una manipulación casi total por parte de las empresas, lo que en algún punto parecía emular las principales distopías de la ciencia ficción.

¿Destruir el algoritmo… o democratizarlo?

Si bien se puede considerar positivo el abandono de una mirada idealizada –tecnofílica– del funcionamiento de la lógica de personalización algorítmica y sus principales actores, debemos advertir sobre los peligros de caer en una lógica catastrofista –tecnofóbica–, dado que ambos extremos pueden llegar a obturar, más que a clarificar, el funcionamiento y los efectos de estos mecanismos.

Es cierto que la lógica de personalización algorítmica por la cual se establecen los mecanismos de gubernamentalidad actuales está lejos de ser un factor de empoderamiento y de ampliación de las capacidades democráticas. En ese sentido, los datos no son ajenos a las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales de las personas de las cuales se los ha extraído, sino que, al contrario, los usuarios muchas veces realizan prácticas fuertemente orientados por estos factores. Esta situación podría ayudar a visualizar que el perfilamiento algorítmico y sus recomendaciones personalizadas, lejos de ser una lógica que logre «desvanecer las diferencias sociales», en realidad podrían ayudar a reproducir las desigualdades existentes, dado que orientar a un sujeto hacia aquello que «ha demostrado» que consume, piensa y desea puede significar seguir iluminando un camino ampliamente recorrido en lugar de intentar habilitar otros. Asimismo, la existencia y la mayor difusión de noticias falsas o fake news también encienden una alarma, dado que los perfiles pueden conducir hacia ellas y generar así potenciales distorsiones de los hechos y futuras acciones en consecuencia. A su vez, la programación de los propios algoritmos que generan los diálogos y la correlación de datos y producen los perfiles no es neutral. Los algoritmos se encuentran, por el contrario, imbuidos de parámetros y criterios económicos, políticos y culturales tanto de la empresa como de quienes los programan, y esto puede hacer que esas cifras que operan como contraseñas se encuentren moduladas más sobre la base de prejuicios que de evidencias y que fomenten un acceso diferencial a informaciones, recursos y posibilidades. 

Sin embargo, estamos lejos aquí de proclamar que estos mecanismos llevan a una manipulación total de los usuarios y que, por ende, deberían ser prohibidos o eliminados. Por un lado, no consideramos a los usuarios como «idiotas algorítmicos», ni creemos que la aplicación de un perfil necesariamente determine las maneras de sentir, pensar y actuar de las personas. Existe una gran distancia entre la exposición de un usuario a noticias positivas sobre un actor político y el deseo y el acto de votarlo o defenderlo a capa y espada. (Cabe destacar, empero, que la tendencia de la personalización algorítmica a reforzar posiciones previas ofreciendo incluso nuevas herramientas discursivas y prácticas para ello es un tema que requiere ser tomado en serio.) Asimismo, los distintos «hiatos algorítmicos» que suceden a diario y que conducen a los usuarios hacia informaciones, consumos o personas que estos en realidad no suelen elegir o frecuentar también permiten matizar la lógica cuasi «totalitaria» atribuida a la personalización algorítmica; sin dejar de señalar también el hecho concreto de que nada impide a una persona surfear en búsqueda de otras opciones diferentes de las sugeridas (Alessandro Baricco: Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Anagrama, Madrid, 2008.).

Más allá de las segmentaciones que generan los perfiles algorítmicos y los problemas en torno del acceso y el ejercicio democrático, así como de la privacidad, los mecanismos de personalización y conducción no son algo completamente negativo que sea necesario erradicar. En efecto, ante una situación actual en la que la enorme cantidad de usuarios, producciones y contenidos presentes en la red de redes podría generar una sobresaturación de información (Scott Lash: Crítica de la información, Amorrortu, Buenos Aires, 2005.), estos mecanismos de personalización algorítmica pueden permitir disminuir el riesgo y ahorrar tiempo y esfuerzo, como así también brindar datos precisos para el ejercicio de opciones por parte de los usuarios. La cuestión está en cómo se genera la modulación en esa conducción algorítmica. Nada impediría que se puedan adaptar los mecanismos que hoy día personalizan por el usuario para permitirle a este tomar en mayor medida cartas en el asunto, es decir, que los usuarios puedan efectivamente decidir cómo personalizar su experiencia en lugar de recibirla ya personalizada. Adicionalmente, sería menester incorporar una necesaria cuota de informaciones aleatorias para disminuir el riesgo de la conformación de burbujas, además de garantizar una mayor protección a la privacidad de los datos y mayor transparencia en su operatoria (Debido a que está configurada mayormente en software privativo, no es posible saber a ciencia cierta cómo se lleva a cabo esta programación, a diferencia de lo que sucede con los desarrollos generados en código abierto o software libre, en los que, justamente, el usuario puede tener seguridad de conocer todos los procesos que se generan en el interior de un objeto técnico digital.). La programación de los algoritmos de correlación y personalización debería incrementar su transparencia, habilitando procesos de monitoreo y auditoría democrática en los que se asegure la participación de varios sectores divergentes para minimizar el riesgo de sesgos en este punto vital del ecosistema actual de internet.

De esta manera, se podría fomentar el acceso y la participación democrática de los usuarios en las distintas esferas de internet, y avanzar también en la comprensión de que el ejercicio democrático implica una construcción y un devenir individual y colectivo que se realiza día a día, donde la toma de decisión es un aspecto fundamental.

Ni sueño ni pesadilla

En un contexto global en el que los datos son considerados insumos productivos de primer orden en todas las esferas, no solo es primordial lograr una toma de conciencia, sino también asegurar que los usuarios que contribuyen con sus datos puedan incidir más en su tratamiento. Asimismo, es menester avanzar en formas de que los usuarios, y no solo las empresas y/o el Estado, puedan apropiarse de sus procesos de correlación. 

Esto resulta aún más acuciante en el actual contexto de pandemia, cuando a causa de la emergencia sanitaria las medidas de gestión de la población desplegadas en todos los puntos del globo parecerían indicar una nueva modulación de la gubernamentalidad. En este sentido, la virtual división en dos de la población –por ejemplo, entre quienes están autorizados a circular en virtud del carácter estratégico o esencial de su trabajo y quienes deben permanecer en sus hogares– y las estrategias de restricción y administración de la circulación y de la vida se han vinculado íntimamente con las tecnologías digitales que supervisan su cumplimiento y aseguran el sostenimiento de actividades otrora totalmente presenciales, como el teletrabajo, la telemedicina o la educación a distancia. Esta forma coyuntural de gubernamentalidad algorítmica pandémica ha generado un enorme aumento de la conectividad a internet y del uso de las plataformas hegemónicas, lo que les garantiza a estas el acceso a un volumen aún mayor de datos para desplegar sus prácticas de personalización algorítmica (M. Gendler: «Una gubernamentalidad algorítmica ¿pandémica? Gestión, división y protocolización de la vida en tiempos de covid-19» en Technos No 9, 12/2020.). Sin embargo, también la pandemia ha posibilitado la profundización de los procesos de cuestionamiento a estas empresas, fomentando juicios y auditorías y despertando preguntas sobre la utilización de otras plataformas que garanticen una mayor autonomía y privacidad de sus usuarios.


Podemos apreciar que, lejos de ser un panorama completamente cerrado, la configuración de internet, junto con las potencialidades democráticas que allí se puedan desplegar, no son ni han sido un sueño ni una pesadilla. Se trata de una situación compleja y en constante cambio, en la que se ejercen múltiples prácticas de saber-poder para intentar incidir en el juego en un sentido y no en otro. La construcción del ejercicio democrático en internet es posible. Sin embargo, será necesario primero poner paños fríos sobre el andamiaje discursivo tecnofóbico post-Cambridge Analytica, y a la vez evitar un resurgimiento del andamiaje tecnofílico previo para poder, desde una visión crítica, operar colectivamente en función de la generación de cambios cuyos efectos puedan permitir remodular las lógicas presentes. Quizás la pandemia haya abierto una pequeña pero fructífera ventana por donde se pueda empezar a obrar en favor de ello.

Mario Ernesto O’Donnell, más conocido como Pacho O’Donnell, es un escritor, médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis, político e historiador argentino. Escribe en Página 12 “Historiay psicoanálisis”

Es infrecuente que la historia tome en cuenta las motivaciones psicológicas en las decisiones y acciones de sus protagonistas. Al no hacerlo, hay circunstancias que se vuelven incomprensibles.

¿Por qué Sarmiento decidió terminar sus días en Paraguay?

Aunque nuestra historia lo adjudique a una decisión médica, es claro que a alguien que padecía de una insuficiencia cardíaca severa que le provocaba accesos de asfixia por solo caminar o hacer esfuerzos leves nada podía favorecerlo el clima tórrido y húmedo de la selvática tierra guaraní.

Cuando partió de Buenos Aires no dudaba del futuro que le esperaba, tanto que se despedía con el “morituri te salutant” con el que los gladiadores del imperio romano se despedían de la vida.

Sarmiento no perderá su petulancia ni en sus últimos momentos: “Siento que el frío del bronce me invade los pies”. A las 2.15 horas deja de existir. Manuel San Martín toma entonces la famosa foto del sanjuanino muerto sentado sobre su sillón y con un libro de Spencer en la mano. La conmoción del momento hace que nadie se percate de que una bacinilla o escupidera quede visible.

¿Qué significaba el Paraguay para Sarmiento? Mucho. Allí se había librado la Guerra de la Triple Alianza que heredó de su antecesor en la presidencia, Bartolomé Mitré, y que se vio obligado a llevar adelante aunque con el claro propósito de poner término a esa matanza de un pueblo hermano que sólo favorecía al Brasil. Y donde murieron muchos compatriotas y otros muchos quedaron lisiados, sin contar con la epidemia de fiebre amarilla que se desencadenó cuando oficiales y soldados regresaron a sus hogares.

Y fue en esa guerra, en suelo paraguayo, durante la batalla de Curupaytí, donde su amado hijo Dominguito encontró la muerte, desangrado por una esquirla que le arrancó el tobillo.

La muerte de su hijo lo conmovió aún más porque se produjo cuando la relación entre ambos pasaba por un momento conflictivo ya que en el divorcio tormentoso de sus padres el hijo había tomado partido por la madre, Benita Martínez Pastoriza, quien acusaba a Sarmiento no sólo de su infidelidad con Aurelia Vélez sino también de haberla despojado de sus bienes.

¿Habrá tenido la elección del Paraguay para morir una intención reparatoria por una inconsciente culpa de haber dañado lo amado, como presidente y como padre?

Otro ejemplo es el de Roque Saenz Peña. ¿Por qué fue él y no otro quien sancionó la ley del voto secreto, obligatorio y masculino?

Siempre demostró ser un personaje atípico dentro de la oligarquía a la que pertenecía por origen de clase. En 1879, a poco de estallar la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú, Sáenz Peña se alistó como voluntario del ejército peruano movido por un espíritu americanista alejado de la vocación europeísta de sus pares que se desentendían de los asuntos latinoamericanos, encandilados por Europa. Tuvo una destacada actuación como coronel y fue herido en la batalla de Tarapacá. Tras la derrota peruano-boliviana, permaneció prisionero de los chilenos por seis meses y estuvo a punto de ser fusilado.

En la misma línea ideológica, en octubre de 1889, representando a la Argentina en el Congreso Panamericano en Washington, defendió el principio de no intervención de las potencias extranjeras en los asuntos internos de los estados latinoamericanos y se opuso al proyecto estadounidense de crear una unión aduanera y una moneda única, ligada al dólar, para toda América. En esa ocasión, Sáenz Peña contrapuso a la célebre doctrina del presidente norteamericano Monroe que proponía «América para los americanos», la frase «América para la humanidad».

Ante el fin del gobierno de Carlos Pellegrini, que había asumido al renunciar Juárez Celman, Roque Sáenz Peña apareció como una candidato ganador apoyado por la juventud y los sectores progresistas que lo veían ajeno a los tejemanejes de “los dueños del país” , sobre todo Roca y Mitre, quienes habían gobernado muchos años con fraude y violencia. Lo que era más inquietante era la posible alianza con la Unión Cívica Radical de Leandro N. Alem, declarado enemigo del contubernio.

Su candidatura fue proclamada en La Plata a mediados de 1891 por el grupo llamado «modernista», y todo parecía indicar que llegaría a la Casa Rosada. Pero la astucia y los manejos de Roca y Mitre pudieron más. Encontraron la única manera de frenar el ascenso de Roque Sáenz Peña: proponer la candidatura presidencial de su padre, don Luis Sáenz Peña, un hombre de edad avanzada que había sido presidente de la Corte Suprema y vicegobernador de Buenos Aires pero estaba ya alejado de la actividad pública. Insólitamente aceptó la postulación.

Es de imaginar la decepción de su hijo Roque, quien se negó a enfrentarlo y renunció a la candidatura: «Lamento que circunstancias ajenas a mi voluntad, pero no extrañas a mi corazón me impidan aceptar el alto honor que se me ha discernido”.

Hubo que esperar casi veinte años para que fuera nuevamente propuesto como presidente de la Nación llevando a Victorino de la Plaza como vice. Antes de asumir, concertó una entrevista con el jefe de la oposición, Hipólito Yrigoyen, en la casa del doctor Manuel Paz. Don Hipólito se comprometió a abandonar la vía revolucionaria y Sáenz Peña a la sanción de la tan anhelada ley que terminaría con el fraude y la violencia electoral.

El presidente cumplió con su palabra enviando al parlamento el proyecto de Ley de Sufragio, elaborado con la estrecha colaboración de su ministro del Interior, Indalecio Gómez, que establecía la confección de un nuevo padrón, basado en los listados de enrolamiento militar, y el voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de 18 años.

Presentó el proyecto con estas palabras: «He dicho a mi país todo mi pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su primer mandatario, quiera el pueblo votar».

 ¿Puede dudarse de que Roque Sáenz Peña tenía motivos psicológicos para llevar adelante la sanción de la ley 8871 que impondría el voto popular y terminaría con ardides oligárquicos y antidemocráticos como los que en 1892 habían impedido su acceso a la presidencia?

Emanuel Zamaro, Redactor en el Suplemento Universidad en Página 12, y Agente de Prensa de ATE Nacional, graduado en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora en la carrera de Licenciatura en periodismo, escribió el Informe “Conocimiento sin fronteras” 

La virtualidad que impuso la pandemia generó facilidades para mantener contactos con universidades y centros de investigación de todo el mundo, pero dificultó la capacidad de profundizar los vínculos y abrir nuevas opciones. Especialistas de distintas casas de estudios analizan estos cambios y trazan los desafíos de las relaciones internacionales para avanzar hacia una mayor integración

La virtualidad, esa forma de relacionarnos que se impuso en la pandemia, acortó más distancias de las imaginadas y cruzó todas las fronteras. Las universidades que mantenían vínculos con casas de estudios, laboratorios e investigadores de otros países pudieron estrechar sus relaciones con un impacto positivo en estudiantes, tanto en el presente como a futuro.

Algunos aspectos, como la movilidad desde o hacia el extranjero, se vieron afectados por las restricciones impuestas para reducir la circulación. Pero el vínculo entre las universidades, como la mayoría de los aspectos de nuestra cotidianeidad, se adaptó al contexto con ayuda de las distintas secretarías y áreas de relaciones internacionales, que nunca dejaron de armar proyectos y avanzar hacia una internacionalización integral.

Uno de los principales actores al frente de esta tarea es la Red de Cooperación Internacional de las Universidades Nacionales (Redciun), que fomenta el vínculo entre estas instituciones para compartir ideas y proyectos. Fue constituida en 1999, es parte del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y actualmente la dirige Jimena Estrella, secretaria de Investigación, Internacionales y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO). “Entendemos la internacionalización no como un fin en sí mismo sino como un medio para contribuir a la mejora de calidad de la docencia, de la investigación y de la extensión”, puntualizó.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de relaciones internacionales? Es más que el contacto entre las universidades y entidades extranjeras: otras casas de estudio, laboratorios y empresas; tampoco se trata únicamente del intercambio estudiantil ni los proyectos o pasantías que se realicen cruzando las fronteras. La integración de todos estos contenidos, prácticas, intercambios y diálogos son los que constituyen las verdaderas relaciones internacionales.

Esto que hoy en día es un aspecto muy desarrollado en varias de las universidades públicas de nuestro país tuvo un crecimiento exponencial en un período de tiempo relativamente corto. Julio Theiler, asesor de la Comisión de Asuntos Internacionales del CIN y ex secretario de esa oficina en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), fue parte del crecimiento de la internacionalización desde sus cimientos y cuenta que hace cerca de 25 años “existían las relaciones internacionales pero eran individuales, de algún investigador o de gente que había hecho un posgrado en el exterior”.

A nivel institucional, hacia mediados de los ‘90, apareció una necesidad cuando algunos programas de la Agencia Española de Cooperación Internacional miraron a América Latina. Se creó una serie de programas de intercambio con las universidades que tuvo un enorme impacto porque eran relaciones institución-institución, y no persona-persona. Nuestras universidades se vieron en la obligación de crear estructuras internas de gestión de las relaciones internacionales. Eso fue creciendo con los años y el gobierno argentino, a través de la Secretaría de Políticas Universitarias, entre el 2000 y 2010, empezó a crear políticas de promoción o de apoyo a las universidades para la internacionalización”, destacó el ingeniero.

En esta línea, Juan Luis Mérega, subsecretario de Planificación y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), marcó una diferenciación importante dentro de este ámbito en la actualidad: “Hay diferencia entre internacionalización y relaciones internacionales porque esta última se agota en una especie de actividad de cancillería, de embajadores, donde hay una relación entre dos instituciones que puede ser profunda y destacada. Pero la internacionalización es otra idea que incorpora la perspectiva internacional en los planes de estudio, en todo el quehacer del campus. Claramente es una instancia superior. No es nada sencillo de implementar. Es un proceso largo porque involucra a todas las áreas de la universidad”.

Pandemia y movilidad

La internacionalización implica un necesario cruce de fronteras, un recorrido de cientos y miles de kilómetros para conectarse con la realidad de otros. Y la pandemia, por el contrario, planteó un estilo de vida que se desarrolló dentro de las paredes del hogar y con un contacto atravesado por la virtualidad.

La movilidad estudiantil se vio truncada con la nueva normalidad, pero el intercambio no. “Antes de la pandemia teníamos más de 500 estudiantes movilizados por año y otros 500 que venían del extranjero a la universidad. El área de movilidad hoy se ha reconvertido parcialmente a lo que es movilidad virtual. No es un fin, sino un medio para que el estudiante tenga una mayor formación. No es sólo por la experiencia en sí, sino porque eso le permite una mirada del mundo, una sensibilidad internacional, adquirir competencias en otros escenarios, vincularse con otros actores”, explicó Estrella y agregó que en la UNCUYO ya cuentan con 10 carreras de doble titulación internacional que “les permite a los estudiantes tener, por ejemplo, un título argentino y uno francés”.

En Quilmes, por su parte, una de las varias modalidades que implementaron a través de la virtualidad son las ‘clases espejo’ con cursos de otros países, como lo describió Mérega: “Hubo un resultado muy positivo con las ‘clases espejo’ o cursos colaborativos en línea. Se trata de, por ejemplo, un docente de la UNQ que se pone en contacto con uno de México y acuerdan un programa o actividad común. Entonces, nuestro docente les da clases por medios electrónicos a sus alumnos y esa misma clase se pasa de modo sincrónico a los estudiantes de México, y la semana que viene se hace a la inversa. Esto tuvo mucho desarrollo y muchas experiencias positivas, en particular con Colombia y México, favorecidos por el idioma y el huso horario similar”.

Este tipo de proyectos o sus variantes presenciales implementadas antes de la pandemia tenían un fin específico: el desarrollo profesional de los estudiantes. Porque, como coincidieron los especialistas, las relaciones internacionales de las universidades tienen varias aristas a explotar, como la institucional, la académica o la movilidad.

Muchas veces las instituciones generan políticas de espalda a los estudiantes. Pero las universidades, en general, han puesto mucha atención a la movilidad estudiantil, algo que realmente es muy bueno. Estas acciones tienen mucho que ver con los programas del gobierno argentino y con los que llegan a nivel internacional”, valoró Theiler y, en base a la cuestión económica, agregó: “No nos olvidemos que nuestro concepto de la universidad pública argentina está ligada a la gratuidad de la enseñanza. Entonces, si uno promueve la movilidad de estudiantes, nos vemos como universidad en la obligación de dar apoyo a esa movilidad, para que los estudiantes que finalmente realizan una movilidad estudiantil o una pasantía en el exterior no lo hagan en función de la capacidad económica de su familia sino de su capacidad intelectual”.

Relación latinoamericana

Muchos factores son influyentes en cuanto a la relación entre las universidades argentinas y las instituciones extranjeras: por ejemplo, la idiomática, la horaria o la proximidad. Sin embargo, las barreras que cada una pueda imponer son cada vez más permeables gracias a la evolución que ha tenido esta materia en los últimos años. Evolución que se da también gracias a las fuertes políticas de intercambio y acompañamiento entre las mismas universidades argentinas, nucleadas en la Redciun u otros ámbitos de diálogo.

La relación se da mucho con América Latina por un tema de idioma y de cercanía y porque también hay políticas nacionales e internacionales que favorecen la relación con la región. Tanto la UNQ como la UNCUYO y la UNL forman parte del Grupo de Montevideo, una red muy interesante de articulación de universidades públicas del Cono Sur. También el hecho de que haya tan buena relación con Francia tiene que ver con una muy activa política de los gobiernos de estos países de promover programas específicos que articulan universidades, empresas y otros centros de investigación de Argentina y Francia”, señaló Mérega, quien señaló otros países con los que también tienen relación, un tanto más aisladas, como Australia y Angola.

En este sentido, Estrella aclaró que “cambia mucho la foto de acuerdo a las áreas de conocimiento”, porque “mientras que en las áreas sociales y de humanidades es muy fuerte el vínculo con América Latina, en las áreas de ingeniería, de las ciencias médicas, el vínculo es considerablemente más fuerte con Europa”.

El camino por recorrer es largo y muchos vínculos aún deben fortalecerse más. La virtualidad representa facilidades para mantener contactos, pero dificultades para estrecharlos o generar nuevos. Por ello, Theiler planteó el desafío a encarar en los próximos años para promover una mejor relación latinoamericana y apuntó directamente a los gobiernos de la región: “Después de trabajar muchos años en este tema, siento que se habla mucho de la cooperación en América Latina pero la mayor actividad es con instituciones de otras regiones, como Francia o Alemania. ¿Por qué no sucede lo mismo con México, Brasil o Chile? Porque no hay programaciones estatales que lo financien. Es un gran déficit que tiene América Latina. Nuestros gobiernos no acuerdan estrategias de promoción de la internacionalización sur-sur. Si bien hay algunos esfuerzos, como el Mercosur Educativo, no hay una visión global de América Latina y muchas de esas programaciones sufren un grave problema que es la discontinuidad. Se generan acciones, duran un tiempo y después desaparecen o bajan su nivel de financiamiento. Esto es un problema muy serio y es lo próximo a cambiar”. 

Hace unos años, escribía al respecto de los procesos de “internacionalización” de las universidades y la realidad de las “mantalidades europeas, europensantes y europeizantes” que signan los trabajos de investigación y los pensamientos académicos.

Universidades y pensamiento situado.-

Toda institución humana abocada a la tarea de generar conocimientos con algún poder de validación social de sus producciones y que participa en la conformación de las mentalidades de los tiempos históricos en las que se generan y para los objetivos que tales tiempos históricos le determinan, responden a un pensamiento situado concreto. Es la universidad, entonces, el ámbito donde se dirimen los conflictos dialécticos entre las necesidades humanas y sociales y los sistemas de producción que tales sociedades construyen para la distribución de roles y funciones y la construcción social y comunitaria de sus realidades, donde estos pensamientos situados adquieren relevancia y pertinencia.

Relevancia en la identificación de actores y elementos que definen las relaciones y definen direcciones, dotando de sentido las sinergias que les alimentan y pertinencia en los sentidos de importancia en el tiempo y acorde a las mentalidades y relatos que confieren algún grado de verdad y certeza a alguna visión que la explique. Corresponde a las universidades el rol de “preparar individuos” con algún grado de cualificación y clasificación para desempeñar expertises en las distintas áreas de actividad y la distribución de esos roles socialmente establecidos como necesarios para el conjunto.
Tanto el rol de las universidades, como las formas y contenidos con las que procura sus objetivos y la definición de perfiles humanos y técnicos y formas cognitivas de organización de los datos e información que genera a partir de las formaciones que imparte y de la transmisión de conocimientos y la generación de nuevos, se encuentran hoy caminando un tiempo de encrucijada histórica.

Esto se debe, entre otras razones que se pueden argumentar, a como se han y están siendo comprendidas y apropiadas las TIC y como estas comprensiones y apropiaciones transforman direcciones y sentidos, por un lado; y de como se van resolviendo los conflictos que surgen en los diferentes niveles y estamentos de uso, en las definiciones conceptuales que las instituciones van dando a las tensiones que emergen con el advenimiento de técnicas y tecnologías que transforman, no solo las formas de hacer, sino de pensar, sentir, decir y construir mentalidades que de alguna manera provean de sentido y dirección a esas acciones.
Las tensiones mas importantes de este tiempo tienen que ver con el momento histórico de evolución del sistema Capitalista y de las transformaciones que están operando al interior de las instancias globalizadas, post industriales, transnacionales, translocalizadas y que determinan sus flujos de producción y distribución por la emergencia de un subsistema financiero especulativo y global que asegura concentraciones de poder en muy pocos grupos humanos a escala global, y que definen sus supremacías, primero en el plano psicológico-cognitivo, en el que sustentan las ilusiones que les permiten el ejercicio de ese poder discrecional, oculto detrás de las negadas visiones que nacen de los sistemas de comunicación y educación que se mantienen validando relatos que transfieren el ejercicio del poder a otras organizaciones y sectores de la sociedad para que no se visibilice el propio.

El obrero industrial, sujeto de apropiación de plus valor en tiempos del Capitalismo industrial, deviene hoy en científico y técnico, y el trabajo como empleo, transmuta en trabajo técnico y tecnocientífico. La fuerza física era el motor de tales construcciones y hoy lo son las fuerzas del conocimiento, del conocimiento aplicado en dinámicas de innovación y de aprovechamiento de estos conocimientos en tanto insumos para construir técnicas y tecnologías que generen, ya no solo valor de productos concretos y reales, sino valor cognitivo e intangible.-

Las principales tensiones en estas modificaciones estructurales globales tienen que ver fundamentalmente con dos concepciones que se ven reflejadas en las tensiones y situaciones que se viven en la vida del planeta hoy: Por un lado la idea de un Capital libre de todo control que se regula a si mismo (Falacia ilusoria precisamente defendida y sostenida por los círculos de poder y aquellos que, por participar de algunos beneficios, siquiera cuestionan la forma y los resultados de sus acciones y mentalidades), y por el otro, la de estados nación como articuladores y generadores de cohesión social, que se entienden así mismos en el rol de equilibradores entre las relaciones globales, que legitima el poder del Capital como determinación de todo flujo de producción y generación de empleo y de una visión de desarrollo que tiende al consumismo, la despersonalización y la pérdida de identidades colectivas y de pertenencia a los territorios concretos en los que el ser humano habita y crea comunidad.-

Las Tic están, al mismo tiempo, generando concepciones y mentalidades nuevas que son producto del intercambio sin filtros y mediatizaciones (Lo que comienza a superar, en la medida que escapa a las estructuras mediáticas y educativas tal cual se dan sin cuestionamiento, debate y reflexión de lo que hoy esta sucediendo en el mundo y de lo que nos esta sucediendo en nuestra vida cotidiana y en lo que hacemos y porque lo hacemos.) y que se ofrece entonces como escenario de luchas por sostener la mentalidad vigente o construirlas nuevas y diversas.

Los Estados Nación se confrontan en el planeta todo, con formas históricas impuestas por el poder militar del occidente europeo y norteamericano, que quedan como única hegemonía de tipo militar en el planeta, tras la caída del muro y el fin de la globalización binaria y polarizada que este generaba como forma histórica de resolución de esas tensiones y esos conflictos que surgen entre el mercado y el desarrollo social concreto de personas y comunidades. Estas formas validadas y sostenidas como mentalidad a partir de los sistemas de educación y comunicación y de las formas que estas adoptan en cada territorio y nación como convergencia, ocultamiento e invasión de otras formas de organización comunitaria y social, sepultadas por siglos a partir de las prácticas coloniales, de las invasiones militares y del ordenamiento del mundo que se decidió al termino de la segunda guerra mundial, configuran la realidad del Capitalismo actual.


Los estados nación, comienzan a visualizar una diversidad que les permite, en un mundo que tiende a la prescindencia de su existencia, (Es decir que para el capitalismo actual, los estados-nación resultan insuficientes e inapropiados para mantener su formas y mentalidades, y las transnacionales ya no son socios de los Estados burgueses de los cuales surge como origen de construcción histórica que les asigno el rol de sostener esa visión capitalista del mundo como la mejor y las ideas de Libertad, igualdad, fraternidad de la revolución Francesa transmutada en la democracia liberal de antes y después de las disputas bélicas mundiales del siglo pasado), una nueva razón de ser, un nuevo motivo de existencia en la recuperación de esas diversidades negadas y oprimidas por el colonialismo y por esa construcción bipolar del mundo. Son los Estados-nación los que comienzan a situarse en este momento histórico del capital, en el centro de estas tensiones y definiendo su existencia como instancia de validación de las dinámicas actuales (Para las que ya surgen mas como estorbo que como instancia clave en la socialización y aceptación de las “razones” y formas del Sistema, que convalida el poder en pocas manos), o decididamente convertirse en herramientas e instituciones y colectivos que propicien la recuperación de las identidades territoriales y la articulación de instancias regionales que les permitan sostenerse frente al capital y a partir de las cuales poder construir otro orden global que responda a las demandas ciudadanas y a la democratización de las decisiones y el poder, en torno a estas cuestiones que estas adoptan en cada territorio y nación como convergencia, ocultamiento e invasión de otras formas de organización comunitaria y social, sepultadas por siglos a partir de las prácticas coloniales, de las invasiones militares y del ordenamiento del mundo que se decidió al termino de la segunda guerra mundial, configuran la realidad del Capitalismo actual.

Los estados nación, comienzan a visualizar una diversidad que les permite, en un mundo que tiende a la prescindencia de su existencia, (Es decir que para el capitalismo actual, los estados-nación resultan insuficientes e inapropiados para mantener su formas y mentalidades, y las transnacionales ya no son socios de los Estados burgueses de los cuales surge como origen de construcción histórica que les asigno el rol de sostener esa visión capitalista del mundo como la mejor y las ideas de Libertad, igualdad, fraternidad de la revolución Francesa transmutada en la democracia liberal de antes y después de las disputas bélicas mundiales del siglo pasado), una nueva razón de ser, un nuevo motivo de existencia en la recuperación de esas diversidades negadas y oprimidas por el colonialismo y por esa construcción bipolar del mundo. Son los Estados-nación los que comienzan a situarse en este momento histórico del capital, en el centro de estas tensiones y definiendo su existencia como instancia de validación de las dinámicas actuales (Para las que ya surgen mas como estorbo que como instancia clave en la socialización y aceptación de las “razones” y formas del Sistema, que convalida el poder en pocas manos), o decididamente convertirse en herramientas e instituciones y colectivos que propicien la recuperación de las identidades territoriales y la articulación de instancias regionales que les permitan sostenerse frente al capital y a partir de las cuales poder construir otro orden global que responda a las demandas ciudadanas y a la democratización de las decisiones y el poder, en torno a estas cuestiones.


Es innegable que son las universidades e institutos de formación terciaria y profesional y las instancias de validación de las titulaciones y doctorados, de algunos organismos nacionales o internacionales que han sabido ganarse alguna posición de prestigio en algunas áreas de conocimiento, las instancias institucionales mas importantes en las transmisión y generación de información experta y en la formación de personas capacitadas en estas. Es por esto lógico que se dé en los ámbitos universitarios, los principales debates y surjan los núcleos de conflictos y debates a partir de posiciones políticas e ideológicas que intenten dar dirección y sentido práctico a los conocimientos generados y a las formaciones humanas alcanzadas por tales instancias.

En la interacción o no que las universidades puedan plasmar con otras instituciones sociales es como se van direccionando los rumbos y orientando los saberes en la construcción social de la realidad.

En la actualidad surge un actor nuevo que demanda espacio de participación y poder en la toma de decisión de lo público y en el establecimiento de esas direcciones y sentidos como razón que le da forma mental al cuerpo social. Las ciudadanías emergentes. Individuos y grupos que a partir de la globalización y masificación de las redes sociales y las TIC instrumentales, han comenzado a generar nuevas corrientes de poder y de injerencia en las decisiones de lo público y aparecen demandando ser escuchados y participar. De como articulen las universidades con estos sectores, que ademas les atraviesan transversalmente porque muchos de los activistas en redes sociales son estudiantes o profesionales del conocimiento y participan de las universidades y de los centros de generación de conocimientos, pueden surgir los elementos necesarios para comenzar a articular lo que falta para una verdadera revolución sistémica global.

Las TIC son mas que piezas instrumentales en estas dinámicas. Sus funciones específicas en un mundo neo-capitalista son la de socializar técnicas, tecnologías y conocimientos para proveer al capital de los Recursos Humanos (Científicos, técnicos, tecnólogos, emprendedores, gestores de conocimiento e innovadores) como objetos de la maquinaria de apropiación que imponen las corporaciones transnacionales y el Capital financiero. En este rol, ocupan el mismo estatus que las universidades, pero mas aún, porque forman parte de las estructuras de producción y participan en las construcciones sociales de las mentalidades que legitiman los conocimientos y de los mismos conocimientos que son el resultado de estas y de toda actividad de pensamiento y experimentación propia de las generaciones de saber racional y científico.

Sin embargo, la misma esencia de su rol, les confiere las mismas potencialidades para encontrar sentidos y direcciones diferentes de uso, que no sean las impuestas por el Capitalismo en esta etapa final de su evolución histórica. Lo mismo que alimenta y motoriza los cambios en favor de las concentraciones monopólicas y de poder en pocas manos, socializa y diversifica el poder para distribuirlo en ciudadanías que exigen cambios y promueven conciencias diferentes.

Todos los conocimientos generados por la humanidad son la sangre de este Corazón que son las TIC (El cerebro siempre e ineludiblemente es el humano, por mas que unos pocos asuman dicha función en nombre o por encima del resto). Y es el cerebro el que confiere dirección y sentido a la sangre que circula. Prioriza funciones, determina que órganos y en que momentos deben recibir mas o menos y definen como funcionará a partir de esto, todo el organismo en su conjunto.
De los mismos modos, ciudadanías emergentes y TIC (Cerebro y corazón) necesitan sinergias y vinculaciones que permitan que esto se oriente de manera adecuada para minimizar conflictos y violencias y propiciar las transformaciones a un sistema global que ya da claras señales de agotamiento histórico.

Si ademas entendemos que el conocimiento es, en esencia, todo aprendizaje y toda experiencia humana acumulada y puesta al servicio de alguna idea, de alguna creación que facilita las necesidades y búsqueda de satisfacción y curiosidad del ser humano, se entenderá fácilmente que la clave esta en como estas ciudadanías emergentes se apropian de los conocimientos y del para que lo hacen, cuales son sus ideas de creación o de adaptación a lo que existe y son estos los virus de las principales patologías del cuerpo global: La decisión central es de si nos encaminamos hacia un Capitalismo mas humano o generamos uno o distintos, sistemas sociales alternativos capaces de transformarlo y construir otra globalidad. Otra forma de ser mundo. Otros modos de producción y de formas de organizarnos como individuos, grupos, sociedades y naciones que articulen y se relacionen de modos diferentes.

Las universidades y las TIC, que son funcionalmente diseñadas para los mismos objetivos, asumen aquí un rol fundamental, ya que las dinámicas en CTS+i (Ciencia, Tecnología, Sociedad mas innovación), presupone dentro de la lógica del sistema, la transferencia de saberes para nutrir las dinámicas de generación de plus valor sometida a los flujos de capitales y financieros existentes.
Sin embargo, hablar de apropiación y de pertinencia y relevancia de los saberes como elección libres de los grupos y comunidades que se asuman sujetos y no meros objetos de recepción de tales distribuciones, implica una posición de origen de los actores sustancialmente diferentes y es este el debate crucial y la encrucijada histórica a la que se enfrentan todas las instituciones Universitarias, Terciarias, de formación profesional e investigación científica del planeta: Si orientar sus prácticas y acciones hacia la conservación del Capitalismo como sistema global de relaciones, lo que implica asumir el rol de usinas de proletariado científico, técnico y tecnológico al servicio del capital, o asumir posiciones mas críticas a estas y propender a generar ciudadanías emergentes capaces de consolidarse como ciudadanos y definir los rumbos de sus administraciones locales, territoriales y globales de modos diferentes, mas participativos, democráticos y no sometidos al Capital transnacionales y financiero.-


La relación entre las universidades y las TIC, no solo plantea la necesidad de generar nuevas formas de ser y hacer universitario, sino y también la revisión de sus concepciones básicas y de sus objetivos. Desde que rol asumir y en función y con que actores sociales, Que saberes son pertinentes y relevantes para esta tarea y como articular con los grupos de la sociedad política y de la ciudadanía emergente para comenzar a construir (o continuar, porque estas dinámicas ya están dándose aunque aún no del todo concientizadas y sistematizadas) lo nuevo o continuar con lo que existe con alguna que otra modificación como maquillaje.

 No se trata entonces solamente de una adaptación a una nueva realidad que impone presencia virtual y presencial, las 24 horas del día y los 365 días del año, que como corazón debe asumir para sostener la vida del organismo social y permitir que el conocimiento como sangre este constantemente circulando y oxigenándose y alimentando y limpiando cada uno de los órganos que mantiene vivo a ese cuerpo social del que es parte. Sino que ademas, ese conocimiento que recorre nuestras venas y arterias, es conocimiento situado. Situado histórica y geográficamente. No es una abstracción atemporal, ni elucubraciones que permanecen en el mundo de los sueños, las ideas y las utopías sino que, incluyendo a estas como parte de la vida, se transforman en deseos y motivaciones para la práctica diaria y la transformación del entorno físico y geográfico y de como esas relaciones fueron adoptando formas diferentes según las propias características de ese mundo físico y de como el hombre fue creativamente capaz de transformarlo según sus necesidades, deseos y satisfacciones.

Es en estos sentidos que todo conocimiento es conocimiento glocal. Es decir multidimensional, complejo, pero situado.
Es un conocimiento primero local, del entorno y de las experiencias reales que forman a cualquier individuo en sociedad. Desde su entorno familiar y su barrio, pueblo o ciudad. Desde sus experiencias infantiles en calles, plazas, ríos, mares y montañas. Los climas que fueron configurando sus experiencias y los fenómenos naturales y humanos que van determinando pertenencias culturales, de lenguaje, de mentalidades y formas de entendernos mundo siempre a partir de un lugar concreto, localizado, accesible desde los sensorial, sensitivo y motor. Desde el andar sensible por las geografías que nutren nuestra humana experiencia en el planeta.

Estas primeras experiencias son también experiencias sociales y van dibujando los pasados, los presentes y los futuros de la historia humana. Hoy, lo que ayer era el único mundo abarcable. Aquel que podíamos ver y tocar y generaba comprensiones a partir de esas experiencias, se ha tornado infinitamente mas grande. Porque descubrimos que todo esta dentro nuestro, pero que por fuera hay mucho mas de lo que nuestra sensibilidad individual y social alcanza a comprender como identidad de pertenencia, entonces sumamos experiencias construidas de las mismas formas pero que respondieron a sus preguntas de formas diferentes generando culturas diferentes, lenguajes diferentes, formas sociales distintas, y valoraciones y mentalidades distintas. Esta diversidad es comprendida y valorada desde la diversidad que nos constituye individuo y sociedad pero que confiere niveles de identidad que nos dan esa unidad que como cuerpo individual, interactúa con ortos cuerpos y con el ambiente físico que nos circunda. Es así que somos entonces seres igualmente locales que globales y nuestro presente nos coloca en tiempos de realidades concretas y virtuales, expandidas y aumentadas y nos transforma en ciudadanos de un barrio, de una localidad y de un pueblo o ciudad de las mismas formas y con la misma intensidad que partes de una provincia, de una nación, de regiones que históricamente se reconocen en sucesos comunes, en historias parecidas, en pueblos que han sufrido las mismas agresiones y han sabido resistir de formas diferentes frente a enemigos comunes, y por último, la comprensión de que formamos todos parte de una raza, la humana, diversa y compleja pero que nos hace ciudadanos de un solo mundo que dentro contiene innumerables mundos incluso aquellos que inventamos en nuestras fantasías o idealizamos a partir de fotos o cuentos. 

Es en esta diversidad, complejidad y en este universo del multinivel, donde las universidades y las TIC convergen. Articulan formas y dinámicas humanas y sociales para generar una nueva humanidad o domesticar a las conciencias para sostener el mundo viejo de viejas concepciones que solo es útil para el disfrute de unos pocos por encima del bienestar de las grandes mayorías.

Se trata de adentrarse conscientemente en el juego de la distribución de poder y generar circulaciones mas equitativas y socialmente adecuadas para transformaciones y emergencias nuevas que para el sostenimiento de las mezquinas y cada ves mas obsoletas formas que defienden quienes , engañados o partes de esa élite de beneficiarios o de quienes se contentan con las migajas que estos tiran para abajo, intentan hacer perdurar en estos tiempos de encrucijada global.

He aquí la encrucijada: Ser Universidades para y por los Capitales o ser universidades que pertenecen y actúan con y desde estas nuevas ciudadanías emergentes que se apropian y utilizan los conocimientos y las TIC para construir un mundo nuevo, una humanidad nueva a partir de los territorios locales que se entienden glocales, multidimensional y complejos.-
(Daniel Roberto Távora Mac Cormack - Noviembre de 2013 -)

El saber situado requiere de insumos que al menos planteen la pregunta : ¿Son los datos e información que consumimos resultado de una “agenda” que atienda a nuestros problemas nacionales, o refieren a “Agendas” impuestas y problemas “transplantados”? ¿Son las interpretaciones de esos datos y esa información resultado de un pensamiento situado en la realidad de América Latina, de Cada país en particular o de cada territorio local en la que esas interpretaciones se producen como explicación de la realidad que concretamente se vive en el territorio?

Una racionalidad situada y pensada que genere conocimiento pertinente y relevante respecto de la historia y del presente y de los modelos de interpretación que se sigue para producir los conocimientos necesarios para tomar decisiones y construir el futuro, debe contestarse estas preguntas para distinguir que nos es propio, que ajeno, que es lo “universalmente humano” para distinguir de sus manifestaciones “identatarias” “localizadas” Que confieren particularidad y singularidad situada en tiempo y espacio, que permiten identificar las potencialidades y limitaciones a algún nosotros que nos signe. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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