LA CUESTION AFGANA ...

 

Thalif Deen, jefe de la oficina de IPS en las Naciones Unidas y director regional de América del Norte, ha estado cubriendo la ONU desde finales de la década de 1970. Antiguo editor adjunto de noticias del Sri Lanka Daily News, también fue redactor editorial senior de The Standard, con sede en Hong Kong. Ha sido subcampeón y citado dos veces por “excelencia en la presentación de informes de la ONU” en la presentación anual de premios de la Asociación de Corresponsales de la ONU. Thalif, ex oficial de información de la Secretaría de la ONU y miembro de la delegación de Sri Lanka en las sesiones de la Asamblea General de la ONU, es actualmente editor en jefe de la revista IPS UN Terra Viva. Desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, ha cubierto prácticamente todas las conferencias importantes de la ONU sobre población, derechos humanos, medio ambiente, desarrollo social, globalización y los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Ex editor militar de Medio Oriente en Jane's Information Group en los EE. UU., Es un erudito Fulbright-Hayes con una maestría en periodismo de la Universidad de Columbia, Nueva York.

Escribió “¿Son los especuladores de la guerra de EEUU los ganadores en Afganistán? En Inter Press Service ( IPS ) 

A mediados de este mes, la ocupación de Afganistán, que duraba ya casi 20 años, llegó a su fin de forma nada gloriosa, con grandes pérdidas para muchos: Estados Unidos, las fuerzas militares afganas y la población civil del país asiático.

Pero tal vez hubo un ganador indiscutible en esta extravagancia de un costo para Washington de un billón (millón de millones) de dólares digna de un taquillazo de Hollywood: el complejo militar-industrial que siguió alimentando a los combatientes americanos y afganos en la guerra más larga de la historia de Estados Unidos.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una declaración desde la Casa Blanca el lunes 16, fue categóricamente claro: “Gastamos más de un billón de dólares. Hemos entrenado y equipado a una fuerza militar afgana de unos 300 000 efectivos. Increíblemente bien equipadas. Una fuerza más grande que los ejércitos de muchos de nuestros aliados de la OTAN (Organización del Atlántico Norte)”.

Les dimos todas las herramientas que podían necesitar. Les pagamos sus salarios, les proporcionamos el mantenimiento de su fuerza aérea, algo que los talibanes no tienen. Les proporcionamos apoyo aéreo cercano. Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro, añadió en su alocución una vez que las fuerzas talibanes habían tomado Kabul.

Y añadió, en una clara inculpación de los resultados de la salida estadounidense sobre los afganos: “Lo que no pudimos proporcionarles fue la voluntad de luchar por ese futuro”.

De ese asombroso billón de dólares, se gastaron 83 000 millones en el ejército, a un ritmo de más de 4 000 millones anuales, sobre todo en la compra de armas procedentes de la industria de defensa estadounidense, además del mantenimiento, la reparación y la formación.

La debacle afgana también se cobró la vida de 2400 soldados estadounidenses y más de 3800 contratistas de seguridad privados de Estados Unidos, además los muertos de otros países que operaron en el país y de más de 100 000 civiles afganos.

Norman Solomon, director ejecutivo del Institute for Public Accuracy (Instituto para la Precisión Pública) y director nacional de la organización Roots Action,dijo a IPS que, en grados drásticamente diferentes, los verdaderos perdedores son todos menos los especuladores de la guerra.

El complejo militar-industrial de Estados Unidos se nutre de la matanza organizada que llamamos ‘guerra’, y la guerra de 20 años en Afganistán, librada por cortesía de los contribuyentes estadounidenses, fue un enorme despilfarro para un gran número de contratistas militares y ricos inversores”, señaló.

La frase coloquial “perpetrar una matanza” es muy adecuada en este caso, argumentó, porque eso es lo que muchas empresas estadounidenses hicieron en el transcurso de las últimas dos décadas como parte de la llamada “guerra contra el terrorismo” que el gobierno de Estados Unidos lanzó en octubre de 2001 con su ataque a Afganistán.

Mientras tanto, “los funcionarios de alto rango y los ricos saqueadores del gobierno afgano que huyeron del país en los últimos días también fueron los grandes ganadores”, aseguró Solomon.

Han vivido a lo grande durante dos décadas, y ahora se han fugado con lo que han podido desviar y retener como riqueza personal, dijo  el especialista, autor de “War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death (La guerra simplificada: cómo los presidentes y los expertos siguen haciéndonos girar hasta la muerte)”.

En definitiva, es una realidad indeciblemente vil y verdaderamente obscena la que George W. Bush y sus cómplices bipartidistas en Washington pusieron en marcha durante el otoño de 2001. Han “ganado” un juego enormemente pernicioso para ellos mismos, mientras tanta gente ha sufrido tremendamente como resultado directo, dijo Solomon.

Desgraciadamente, los países de la OTAN actuaron como facilitadores de esta terrible y prolongada masacre que asoló gran parte de Afganistán y de su población. Con cualquier otro nombre, la mezcla de guerra y supuesta política estatal que acompañó a la guerra liderada por Estados Unidos en Afganistán resultó ser un ejercicio sádico a largo plazo de narcisismo, estupidez y codicia”, declaró.

Desde el año fiscal de 2010, Estados Unidos proporcionó más de 3200 millones de dólares para la Fuerza Aérea Afgana (FAA), incluyendo casi 1000 millones de dólares para equipos y aviones. Aun así, el equipamiento, el mantenimiento, las dificultades logísticas y las deserciones siguieron afectando a la Fuerza Aérea, según el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), que elabora informes para los miembros y las comisiones del Congreso estadounidense.

La FAA estaba equipada con unos 104 aviones, incluidos cuatro aviones de transporte C-130 y 46 helicópteros Mi-17 (de fabricación rusa). El objetivo de su flota era de 140 aviones en total. Las compras del estadounidense Departamento de Defensa esa fuerza aérea de 56 Mi-17 se llevaron a cabo en su mayor parte.

La FAA también recibió los primeros ocho de los 20 aviones A-29 Super Tucano, además de helicópteros MD-530 y tres helicópteros Cheetah donados por India, que fueron heredados ahora por los talibanes.

Alon Ben-Meir, profesor de relaciones internacionales en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York, dijo a IPS: “No hace falta decir que los talibanes son finalmente los ganadores”.

Sin embargo, dijo el especialista, no cabe duda de que en los 20 años de conflicto el complejo militar-industrial se ha beneficiado especialmente, lo que explica en cierta medida por qué los militares estadounidenses siguieron apoyando la continuación de la guerra a pesar de la serie de errores que cometió Estados Unidos desde el primer día.

También señaló que el complejo militar-industrial también se benefició, especialmente porque “tradicionalmente a nuestros militares les gusta ganar guerras en lugar de terminarlas indecisamente o perderlas por completo”.

Otro ganador en esta coyuntura, dijo Ben-Meir, sería China, que sin duda aprovechará la retirada de Estados Unidos y se enfrentará a los talibanes sin exigir ningún tipo de reforma interna.

A diferencia de Estados Unidos, señaló, China nunca condiciona su apoyo a ningún cambio en las políticas internas de los países implicados. Sin embargo, el mayor perdedor en esta triste situación es obviamente el pueblo afgano, especialmente las niñas y las mujeres.

Solo podemos esperar que los talibanes modifiquen su posición tradicional de restringir a las niñas y mujeres de las escuelas y el lugar de trabajo, y les permitan buscar una educación y oportunidades de trabajo, y convertirse en contribuyentes al bienestar del país”, planteó Ben-Meir.

La larga batalla de 20 años enfrentó a unos 75 000 milicianos talibanes contra más de 300 000 efectivos militares afganos, armados y entrenados por Estados Unidos.

Como fuerza de combate, los talibanes capturaron el país asediándolo  sin las armas tradicionales de guerra, incluidos los sofisticados aviones de combate, los helicópteros de combate, los misiles o los buques de guerra, que son parte integrante de la mayoría de los ejércitos que participan en los conflictos.

Los talibanes, con una fuerza guerrillera desordenada, dependían en gran medida de las armas pequeñas, los rifles de asalto AK-47, la artillería, los artefactos explosivos improvisados y los múltiples terroristas suicidas.

Las fuerzas militares afganas, entrenadas por Estados Unidos, fueron prácticamente desmanteladas y tras quedar paralizadas, sus efectivos abandonaron sus puestos dejando sus  armas, incluidos los rifles M-16 y los Humvees de fabricación estadounidense, que ahora están en manos talibanas.

Natalie J. Goldring, investigadora principal y profesora adjunta del Programa de Estudios de Seguridad de la Escuela de Servicio Exterior Edmund A. Walsh, de la Universidad de Georgetown, dijo a IPS que Washington invirtió mucho tiempo y dinero en la invasión de Afganistán, “una guerra que nunca debería haberse librado”.

Los fabricantes de armas de Estados Unidos se han beneficiado de la venta de las armas que se utilizaron en Afganistán. Sin embargo, estos proveedores de armas no se responsabilizan del uso y abuso de las armas que venden”, señaló.

Debido a esa falta de responsabilidad, puede parecer que son los únicos “ganadores” en el lado estadounidense del conflicto. “Venden las armas al gobierno sin tener en cuenta los riesgos de hacerlo, ganan su dinero y pasan a la siguiente oportunidad de venta”, dijo Goldring,  también profesora visitante del programa de la Universidad de Duke, con sede en Washington.

Sin embargo, los fabricantes de armas “ganan” a costa del personal militar y civil estadounidense. Años antes del colapso del gobierno afgano este mes, por ejemplo, las “fuerzas talibanas capturaban habitualmente material militar estadounidense y lo utilizaban contra nuestras fuerzas”, recordó.

Con la caída del gobierno afgano, es probable que algunas de esas armas se vendan o se entreguen a fuerzas ajenas a Afganistán, “lo que agrava el riesgo de que las armas estadounidenses se utilicen contra nuestro propio personal militar o civil”, dijo Goldring, que representa al Instituto Acrónimo en las Naciones Unidas en cuestiones de armas convencionales y comercio de armas.

Mientras tanto, un análisis de las imágenes de las redes sociales, corroborado por el diario The New York Times, muestra que desde el comienzo de la ofensiva de los talibanes en mayo, estos han capturado al menos 24 de las aproximadamente 200 aeronaves de la Fuerza Aérea Afgana, incluidos los helicópteros suministrados por Estados Unidos y un avión de ataque ligero.

Es poco probable que los talibanes puedan operar estos aviones sin una fuerza aérea propia. La mayoría de los helicópteros abandonados están dañados o son mecánicamente incapaces de volar. Los expertos afirman que los que pueden volar requieren un gran mantenimiento y pilotos cualificados, según el NYT.

Lo que puede ser más ventajoso para los talibanes son los cientos de Humvees y camionetas que capturaron, junto con innumerables alijos de armas y municiones. En los vídeos de las redes sociales, los insurgentes talibanes mostraron sus armas y vehículos recién adquiridos.

Putin sobre la crisis en Afganistán: "Hay que dejar de construir 'democracias' en otros países"

La situación en Afganistán indica la necesidad de poner freno a la práctica de imponer "vías de desarrollo" a países desde afuera, ha afirmado el presidente ruso, Vladímir Putin, tras reunirse este viernes en Moscú con la canciller alemana, Angela Merkel.

En una rueda de prensa conjunta, el mandatario ruso señaló que los talibanes* controlan prácticamente todo el territorio de Afganistán, incluida su capital, lo que describió como "una realidad a partir de la que hay que actuar para no permitir la desintegración del Estado afgano".

"Hay que poner fin a la política irresponsable de imposición de valores ajenos desde afuera, a las ambiciones de construir democracia en otros países según moldes ajenos sin considerar las peculiaridades históricas, nacionales, religiosas e ignorando completamente las tradiciones de estos pueblos", acentuó.

Putin señaló que "Rusia está interesado en un Afganistán estable", aunque constató que ahora "no lo es" y expresó la esperanza de que el nuevo poder garantice la seguridad de las legaciones de otros países y mantenga el orden público.

Según el presidente, la operación de EE.UU. y de la OTAN no se puede describir como "exitosa", si bien Moscú no quiere incidir en ello ni presentarla como "fracaso".

En la situación actual, añadió, es importante impedir la infiltración de terroristas encubiertos como refugiados en los países vecinos.

Merkel, que llegó este viernes a Moscú en su última visita en calidad de canciller, lamentó que los talibanes se hayan hecho con el poder en Afganistán. La política constató que los insurgentes "han ganado más apoyo del que nos gustaría" y ahora "habrá que realizar negociaciones" con esta fuerza.

  • El pasado domingo, los talibanes tomaron el control de Kabul, la capital afgana, y dieron por finalizada su ofensiva en todo el país.

  • La apresurada salida de EE.UU. hizo que una "cantidad considerable" de armas estadounidenses acumuladas en Afganistán, valoradas en miles de millones de dólares, cayera en manos de los talibanes. 

  • El Centro Noruego de Análisis Global RHIPTO informa que los talibanes ya están persiguiendo a personas vinculadas a la anterior administración afgana. 

  • Los talibanes gobernaron el país entre 1996 y 2001 conforme a las estrictas normas de la ley religiosa sharía, limitando los derechos de las mujeres y la vida cultural, castigando a cualquiera que se considere en desacato del Corán.

  • El miedo a la restauración del régimen de los talibanes ha conducido a que centenares de personas busquen socorro en las tropas internacionales que se quedaron para resguardar el aeropuerto durante la evacuación del personal restante y ciudadanos de otros países.

El expresidente afgano Ashraf Ghani anuncia que luchará por los intereses de su pueblo y que pronto regresará a Afganistán

El expresidente afgano Ashraf Ghani, que dimitió y huyó del país coincidiendo con la entrada de los talibanes* en Kabul, ha declarado que se encuentra a Emiratos Árabes Unidos y se ha dirigido al pueblo afgano para aclarar algunos detalles sobre su salida del país.

El exlíder precisó que se vio obligado a abandonar Afganistán para evitar un derramamiento de sangre en Kabul.

"Ghani dijo que tuvo que irse porque le obligó su servicio de seguridad y que dejó sus activos y documentos confidenciales en su patria", citan los medios el video de la alocución del ex presidente.

Ghani acusó a los talibanes de faltar a su promesa de no entrar en la capital afgana, ya que rodearon el palacio presidencial de antemano.

El expresidente asegura que se había organizado una conspiración en su contra  y que su vida estaba en peligro.

El expresidente calificó de falsas las declaraciones acerca de que intentó llevarse enormes cantidades de dinero, que incluso no cabían en su aeronave.

Ghani prometió seguir luchando por los intereses de su pueblo y dijo que regresaría a Afganistán en el futuro próximo.

Tras la llegada de los talibanes a Kabul el pasado domingo, el exmandatario de Afganistán renunció a su cargo y se marchó del país.

El portavoz de la Embajada rusa en Afganistán, Nikita Ischenko, aseguró en una entrevista concedida a RIA Novosti el lunes que Ghani se habría llevado en su huída del país coches llenos de dinero, e incluso se habría visto obligado a dejar atrás una parte de su fortuna en medio de la pista de aterrizaje.

"En cuanto a la caída del régimen, la caracteriza de la forma más elocuente cómo Ghani huyó de Afganistán: cuatro coches estaban llenos de dinero; intentaban meter la otra parte del dinero en un helicóptero pero no cabía todo. Y una parte del dinero se quedó en la pista de aterrizaje", explicó Ischenko.

Los talibanes anunciaron el domingo que se habían hecho con el control de las principales ciudades del país, subrayando al mismo tiempo que "la guerra ha terminado en Afganistán" y que pronto estarán claros el tipo de gobierno y el régimen que se implantará.

(Fuente RT)

La libertad de expresión y el respeto al trabajo periodístico deben continuar garantizados en Afganistán, exigió este viernes 20 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, afirmó que “el acceso a una información fiable y a un debate público abierto mediante medios de comunicación libres e independientes es esencial para que los afganos vivan en la sociedad pacífica que merecen”.

Agregó que “en este momento crítico, nadie debe tener miedo de decir lo que piensa y se debe garantizar la seguridad de todos los periodistas, en especial de las mujeres”.

La Unesco aboga por que los avances logrados en las últimas dos décadas en materia de libertad de expresión no se reviertan “y que las mujeres periodistas, en particular, puedan continuar con su crucial labor”, de acuerdo a un texto de la organización.

La agencia de la ONU registró las recientes declaraciones, del movimiento talibán que se hizo con el poder hace una semana, de que no habría amenazas ni represalias contra los periodistas, y pidió que ese compromiso “se respete y se cumpla rigurosamente en todo el país”.

El día 18, la Federación Internacional de Periodistas (FIP) y el estadounidense Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ en inglés) dieron cuenta de que dos presentadoras de noticias de la Radio Televisión de Afganistán (RTA) fueron retiradas de sus puestos de trabajo.

Se trata de las periodistas Shabnam Dawran y Khadija Amin, a quienes se les impidió acceso a la RTA, se les indicó que debían devolverse a sus casas hasta nuevo aviso, por lo que temen por su integridad y sus vidas.

Todo lo que hemos logrado durante 20 años desaparecerá. Los talibanes son los talibanes. No han cambiado”, comentó Amin en un contacto registrado por la FIP y que alude a normas que en el pasado impuso la milicia talibana para negar el derecho al trabajo de las mujeres.

La FIP declaró que su atención y preocupación “por la situación que enfrentan ahora las mujeres periodistas que trabajan en el país bajo el liderazgo de los talibanes y el impacto en la información de los medios”.

También corresponsales y enviados de la prensa internacional han registrado agresiones y limitaciones para ejercer su trabajo en los últimos días en la capital, Kabul, y en ciudades del interior de Afganistán.

Los peligros para el periodismo no se limitan a los episodios asociados a la captura del poder por el talibán este agosto, pues según la Unesco solo este año al menos siete periodistas, entre ellos cuatro mujeres, han muerto en actos de servicio.

La Unesco reiteró que mantiene su “compromiso de seguir apoyando la libertad de expresión y el acceso a la información de todos los afganos de todas las maneras posibles”.

La organización recordó que en las últimas décadas “ha ayudado y participado en el desarrollo de un sector de medios de comunicación profesional, dinámico y diverso en Afganistán, que sigue demostrando un extraordinario compromiso con el público, incluso frente a la violencia y las amenazas”.

Ese trabajo incluyó asistencia en la formulación de nuevos marcos legislativos, contribución al desarrollo de los medios de comunicación comunitarios, mejora de la educación periodística, promoción de la igualdad de género en los medios de comunicación y fortalecimiento de la radiodifusión educativa.

Las organizaciones profesionales pidieron mantener la atención internacional sobre el trabajo de la prensa en Afganistán, y el CPJ solicitó al gobierno estadounidense que facilite el paso seguro fuera del país asiático y proporcione visas de emergencia a los comunicadores en peligro.

Thierry Meyssan, Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).

Escribe en Voltairenet.org

En sus reportes sobre la caída de Kabul, los medios de prensa repiten estúpidamente ‎las mentiras de la propaganda occidental, ignoran la verdadera historia de Afganistán, ‎ocultan los crímenes perpetrados contra ese país y hacen imposible entrever el futuro ‎que Washington proyecta imponer a los afganos. Y hasta es posible que los talibanes ‎ni siquiera sean los peores en todo este asunto.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Francia, Emmanuel ‎Macron, ‎se dirigieron solemnemente a la opinión pública de sus países respectivos en relación ‎con ‎la caída de Kabul en manos de los talibanes, el 15 de agosto de 2021. ‎

1- La guerra contra Afganistán ‎no fue una respuesta al 11 de septiembre. Ya estaba ‎planificada antes de los atentados

Según estos dos jefes políticos occidentales, la invasión de Afganistán por parte ‎de ‎Estados Unidos, en 2001, tuvo como único objetivo «perseguir a quienes nos atacaron el 11 ‎de ‎septiembre de 2001 y evitar que al-Qaeda pudiese utilizar Afganistán como base para ‎perpetrar ‎nuevos ataques» («Alocución de Joe Biden sobre Afganistán», ‎por Joseph ‎R. Biden Jr., Réseau Voltaire, 16 de agosto de 2021.)

Al oír eso, el ministro de la Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels, habría recordado ‎que «una mentira ‎repetida 10 veces sigue siendo una mentira. Repetida 10 000 veces, ‎se convierte en verdad». ‎

Pero los hechos siguen siendo hechos y, aunque no sea del agrado de los presidentes ‎Biden ‎y Macron, la guerra de 2001 contra Afganistán no se decidió después de los atentados ‎del 11 ‎de septiembre. Se decidió antes, a mediados de julio, cuando fracasaron las ‎negociaciones de ‎Berlín que Estados Unidos y Reino Unido habían iniciado, no con el gobierno ‎afgano sino con ‎los talibanes. ‎

 

Pakistán y Rusia asistían a esas conversaciones secretas como observadores. La delegación ‎de ‎los talibanes fue admitida en Alemania en violación de la prohibición de viajar que ‎el Consejo ‎de Seguridad de la ONU había emitido contra ellos. Después del fracaso de ‎aquellas ‎negociaciones, el ministro pakistaní de Exteriores, Naiz Naik, dio la señal de alarma ‎al regresar ‎a su país. Pakistán buscó entonces nuevos aliados. Propuso a China abrirle ‎una puerta al ‎Océano Índico –lo que hoy vemos con la nueva «Ruta de la Seda». ‎Estados Unidos y Reino ‎Unido comenzaron a enviar a la zona grandes cantidades de tropas –‎‎40 000 hombres fueron ‎desplegados en Egipto y casi toda la flota de guerra británica fue ‎enviada al Mar de Omán. ‎Los atentados del 11 de septiembre sólo tuvieron lugar después… ‎cuando ya todo aquel ‎dispositivo militar estaba en posición y listo para entrar en acción. ‎

2- Al-Qaeda no amenaza a los anglosajones. Es su instrumento.

Según el presidente estadounidense Joe Biden, «nuestra misión de reducir la amenaza ‎terrorista ‎de al-Qaeda y de matar a Osama ben Laden fue un éxito». ‎

Fue el director de la inteligencia de Francia para el exterior, Alexandre ‎de Marenches, quien ‎propuso a su homólogo estadounidense hacer que la URSS interviniera ‎militarmente ‎en Afganistán para que se empantanara allí [Dans le secret des princes, Christine ‎Ockrent y ‎Alexandre de Marenches, Stock, 1986.]. Así que el consejero de seguridad nacional ‎del ‎presidente James Carter, Zbigniew Brzezinski, viajó a Beirut para ponerse en contacto con ‎el ‎millonario anticomunista saudita Osama ben Laden y pedirle que se pusiera a la cabeza ‎de ‎mercenarios árabes para emprender una campaña terrorista contra el gobierno ‎prosoviético afgano [ «Brzezinski: «Sí, la CIA entró en Afganistán antes que los rusos…», por ‎Zbigniew Brzezinski, Le Nouvel ‎Observateur (Francia), Red Voltaire, 15 de enero de 1998.]. ‎

Osama ben Laden se hallaba en Beirut para reunirse con el ex presidente libanés ‎Camille ‎Chamoun, miembro de la Liga Anticomunista Mundial [«La Liga Anticomunista Mundial, internacional del crimen», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 20 de enero ‎de 2005.]. Washington había escogido a Osama ben Laden por 2 razones:‎
‎- En primer lugar porque Osama ben Laden era miembro de una secta secreta –la ‎Hermandad ‎Musulmana– lo cual le permitiría reclutar combatientes
‎- y porque era uno de los herederos de la mayor compañía de obras públicas de todo ‎el mundo ‎árabe, lo cual le permitía disponer de los especialistas, la fuerza de trabajo y ‎los medios ‎necesarios para transformar los ríos subterráneos del macizo montañoso asiático ‎llamado ‎Hindu Kush en vías de comunicación para uso militar. ‎

Osama ben Laden fue después consejero militar del presidente bosnio, Alija ‎Izetbegovic –‎desde 1992 y hasta 1994. Los hombres que había reclutado lo siguieron a Yugoslavia, donde ‎modificaron su apelación de «muyahidines» para denominarse «Legión Árabe». Comandos ‎soviéticos que lograron penetrar en el campamento de ben Laden, tuvieron ‎tiempo de registrar ‎su puesto de mando, antes de ser detenidos, y comprobaron que todos ‎sus documentos militares ‎estaban redactados no en árabe sino en inglés [El autor conversó ‎en 2003 con un oficial del ‎KGB que participó en aquella operación.].‎

Después de su paso por Bosnia-Herzegovina, Osama ben Laden utilizó sus combatientes ‎en ‎operaciones específicas, seleccionándolos en su “fichero”, en árabe «al-Qaeda» (‎القاعدة‎).‎

Como vemos, es indiscutible que Osama ben Laden fue durante largos años un agente ‎de ‎Estados Unidos. Claro, los estadounidenses afirman que acabó volviéndose contra ellos, ‎pero ‎no hay nada, absolutamente nada, que demuestre tal cosa. ‎

En todo caso, Osama ben Laden estaba gravemente enfermo. Como necesitaba atención ‎médica ‎constante en una cámara estéril, fue internado en… el hospital estadounidense de Dubai, ‎en julio ‎de 2001, lo cual se publicó en el diario francés Le Figaro [«La CIA a rencontré Ben ‎Laden à ‎Dubaï en juillet» (en español, “La CIA se reunió con ben Laden en Dubai, ‎en julio”), por ‎Alexandra Richard, Le Figaro, 31 de octubre de 2001.], información que fue ‎desmentida por ‎el hospital… pero que fue confirmada por el jeque Khalifa ben Zayed Al Nahyane ‎‎–el actual ‎presidente de Emiratos Árabes Unidos– quien me aseguró que él mismo visitó a ‎Osama ‎ben Laden en ese hospital y en presencia del jefe de la estación local de la CIA. ‎Finalmente, ‎Osama ben Laden recibió tratamiento en el hospital militar de Rawalpindi (Pakistán) ‎‎ [«Hospital ‎Worker: I Saw Osama», CBS Evening News, 28 de enero de 2002.], donde falleció ‎en diciembre ‎de 2001. Fue enterrado en Afganistán, en presencia de dos representantes del MI6 ‎británico que ‎redactaron un informe al respecto. ‎

Otro hecho indiscutible que contradice la versión de que Osama ben Laden se volvió contra ‎sus ‎empleadores de la CIA es que hasta 1999 –o sea, aún después de los atentados que ‎le fueron atribuidos contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenya) y en Dar-es-‎‎Salam (Tanzania)– ben Laden seguía teniendo una oficina de relaciones públicas en Londres. ‎Fue ‎desde esa oficina que ben Laden lanzó su Llamado a la Yihad contra los judíos y los ‎cruzados. ‎

Por otra parte, durante años hemos visto y oído videos y grabaciones de audios del ‎supuesto ‎Osama ben Laden, aunque se trataba de personas tan diferentes que sólo pueden ‎equivocarse ‎quienes desean ser engañados: los expertos suizos del Instituto Dalle Molle de ‎inteligencia ‎perceptiva, utilizado por los grandes bancos en casos muy delicados de identificación ‎de personas, son rotundos en ese sentido. Esos videos y grabaciones son falsos –incluso el que ‎fue ‎divulgado por el Pentágono, donde el propio Osama ben Laden supuestamente ‎reclamaba ‎la autoría de los atentados del 11 de septiembre– y no corresponden al verdadero ‎Osama ‎ben Laden. El reconocimiento facial y vocal, que en aquella época era una especialidad ‎muy ‎específica, es actualmente una técnica corriente. Usted mismo puede verificarlo con ‎programas ‎informáticos disponibles en diferentes plataformas. ‎

Después de la muerte real de Osama ben Laden, Ayman al-Zawahiri pasó a ser el nuevo emir de al-‎‎Qaeda. Después de los atentados del 11 de septiembre, Al Zawahiri –quien había supervisado ‎el ‎asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat– vivió durante años en la embajada ‎de ‎Estados Unidos en Bakú, la capital de Azerbaiyán [Classified Woman: The Sibel Edmonds ‎Story: ‎A Memoir, Sibel Edmonds, 2012.]. Al menos en aquella época, Ayman al-Zawahiri estaba ‎bajo la ‎protección del US Marine Corps. Hoy se ignora su paradero, pero nada demuestra que ‎haya ‎dejado de tener protección estadounidense.‎

3- Estados Unidos dice luchar contra el terrorismo pero financia y arma a los terroristas

En su alocución sobre la caída de Kabul, el presidente Joe Biden dijo que ‎Estados Unidos ‎no estaba en Afganistán para construir un Estado sino sólo para luchar contra el ‎terrorismo.‎

La «lucha contra el terrorismo» es una fórmula que viene repitiéndose desde hace ‎‎20 años, ‎lo cual no quiere decir que tenga una significación válida. El terrorismo no es un ‎adversario de ‎carne y hueso sino una forma de lucha. En ciertas circunstancias, todos ‎los ejércitos del mundo ‎pueden llegar a recurrir al terrorismo. Durante la guerra fría, ‎ambos bloques lo utilizaron ‎ampliamente contra su adversario. ‎

Desde que el presidente estadounidense George Bush hijo proclamó la «guerra ‎contra ‎el terrorismo» –una especie de “guerra contra la guerra”– el uso de esa estrategia militar ‎ha ‎crecido sin cesar. Cuando se habla de «terrorismo», las opiniones públicas de Occidente ‎piensa ‎en los atentados cometidos en algunas de sus grandes ciudades, pero lo más grave ‎sucedió con ‎la creación de algunos pequeños Estados terroristas en el Medio Oriente ampliado ‎‎(o Gran Medio ‎Oriente)… hasta que se instauró el siniestro Emirato Islámico –o sea, Daesh, ‎también llamado Estado ‎Islámico del Levante (EIL) o designado en inglés como Islamic State of ‎Iraq and the Levant (ISIL) ‎o Islamic State of Iraq and Syria (ISIS) o simplemente Islamic State ‎‎(IS). Ahora pasamos a un ‎‎«Emirato Islámico de Afganistán». ‎

Los afganos, iraquíes, libios y los sirios creyeron al principio en la narrativa estadounidense ‎sobre ‎lo que estaba sucediendo… pero ya no se hacen ilusiones. Al cabo de 20 años ‎de guerra, ‎esos pueblos han entendido que a Estados Unidos no le interesa el bienestar de ‎sus países. ‎Washington no lucha contra el terrorismo sino que crea, financia y arma grupos que ‎practican el ‎terrorismo. ‎

4- Los talibanes no tuvieron que luchar, sólo tomaron lo que Estados Unidos les dio

Los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Francia, Emmanuel Macron, se dedican a ‎un ‎juego sorprendente cuando abordan la «toma de Kabul» por los talibanes. ‎

Según Biden y Macron, «los dirigentes políticos afganos abandonaron y huyeron del ‎país. ‎El ejército afgano se derrumbó, a veces sin tratar de luchar». Pero ‎‎¿cómo huyeron ‎esos dirigentes afganos? En aviones militares de países occidentales. En cuanto ‎a que el ejército ‎afgano «a veces» no trató de luchar… es más bien lo contrario: el ejército ‎afgano ‎‎«a veces» trató de luchar. Es importante que sepamos que las fronteras de Afganistán ‎estaban ‎entre las más seguras del mundo: los soldados de Estados Unidos registraban la ‎identidad de ‎todos los viajeros utilizando medios electrónicos sofisticados, principalmente el ‎reconocimiento ‎personal a través del iris del ojo. ‎

El ejército afgano contaba 300 000 hombres –o sea, más soldados que las fuerzas ‎armadas ‎de Francia– entrenados por Estados Unidos, Francia y otros países occidentales. ‎Además, ‎sus hombres disponían de armamento y de material de guerra sofisticados. Toda ‎la infantería ‎afgana disponía de chalecos blindados y de equipamiento personal de visión ‎nocturna. La fuerza ‎aérea afgana era muy competente. Los talibanes, al contrario, no pasaban ‎de ‎‎100 000 combatientes –o sea eran 3 veces menos numerosos– en sandalias y con ‎simples ‎fusiles kalachnikov y no tenían aviación… pero parece que ahora si la tienen y con pilotos ‎que ‎aparecieron de no se sabe dónde. Si hubiese habido combates, los talibanes ‎seguramente ‎habrían sido derrotados. ‎

El cambio de régimen en Afganistán ya se había decidido cuando Donald Trump aún estaba en ‎la ‎Casa Blanca. Pero el presidente Joe Biden modificó el calendario para manipular ‎la historia. ‎Biden utilizó el tiempo extra para instalar bases militares en los países vecinos y ‎desplegar ‎al menos 10 000 mercenarios, movilizó el ejército turco –que ya estaba presente en ‎Afganistán ‎pero que nadie menciona a pesar de que ya ha reclutado al menos ‎‎2 000 yihadistas ‎provenentes de Idlib (Siria)… y todavía sigue reclutando. ‎

Es muy importante recordar que durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, ‎el hoy ‎presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ya era miembro de la Hermandad ‎Musulmana y jefe ‎de una milicia turca –la Milli Gorus, que hoy abre mezquitas en Alemania ‎y Francia. Como ‎miembro de la Hermandad Musulmana y jefe de la Milli Gorus, Erdogan fue a ‎arrodillarse, ‎literalmente, ante Gulbuddin Hekmatyar, el líder afgano de la Hermandad Musulmana ‎y futuro ‎primer ministro de Afganistán. Posteriormente, el propio Hekmatyar juró fidelidad a al-‎Qaeda, ‎lo cual no le impidió presentarse como candidato a la elección presidencial afgana ‎en 2019, ‎bajo la protección de Estados Unidos. ‎

Los aliados occidentales de Estados Unidos ya estaban sacando a sus ciudadanos de ‎Afganistán ‎desde hace meses. Creían que tendrían tiempo de repatriarlos antes del 11 de ‎septiembre, o ‎al menos antes de la medianoche del 30 de agosto. Pero Washington decidió ‎otra cosa al ‎escoger el 15 de agosto, día de la fiesta nacional de la India, lo cual debe ‎interpretarse como ‎una advertencia al gobierno indio: Washington no ve con agrado que ‎los pastunes del hoy ‎fugitivo presidente afgano Ashraf Ghani sean reemplazados por los del emir ‎Akhundzada cuando ‎Estados Unidos respalda a otras etnias. ‎

Las escenas de pánico que hemos visto en el aeropuerto de Kabul, ‎nos recuerdan las que ‎se vieron en Saigón, a raíz de la derrota de Estados Unidos en Vietnam. ‎Es, en efecto, un ‎fenómeno idéntico. Los afganos que intentan huir colgados de los aviones ‎no son precisamente ‎traductores de las embajadas occidentales sino agentes de la “Operación ‎Omega”, iniciada bajo la ‎presidencia de Barack Obama [Obama’s Wars, Bob Woodward, Simon ‎& Schuster, 2010.]. ‎Son miembros de la «Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección ‎Nacional de Seguridad ‎‎(NDS) y se encargaban de torturar y asesinar afganos que se oponían a la ‎ocupación extranjera. ‎Esos elementos cometieron tantos crímenes que los talibanes, ‎en comparación con ellos, son ‎almas inocentes [ «Armed Governance: the Case of the CIA-‎Supported Afghan Militias», Antonio ‎De Lauri y Astri Suhrke, in Afghanistan: Militias Governance ‎and their Disputed Leadership. ‎Taliban, ISIS, US Proxy Militias, Extrajudicial Killings, War Crimes ‎and Enforced Disappearances, ‎Musa Khan Jalalzai, Vij Books India Pvt Ltd, 2020.].‎


En poco tiempo, veremos un panorama muy diferente en Afganistán. ‎

5- Estados Unidos no perdió Afganistán frente a China sino que ha forzado las empresas ‎chinas ‎a aceptar su protección

Estados Unidos no ha perdido absolutamente nada en Afganistán porque Washington ‎no quiere ‎que la paz vuelva a ese país. A los políticos de Washington no les interesa el millón de ‎muertos ‎que su guerra de 20 años provocó en Afganistán. Sólo quieren que la región siga ‎siendo ‎inestable, que ningún gobierno sea capaz de controlar allí la explotación de sus ‎riquezas ‎naturales. El objetivo de Washington es que las empresas, de cualquier país desarrollado ‎que ‎vengan, tengan que aceptar la protección de Estados Unidos para poder explotar las riquezas ‎afganas. ‎

Ese es el esquema del mundo globalizado que Hollywood ha popularizado: la imagen de ‎un ‎mundo globalizado protegido por un muro y cuyas fuerzas especiales se encargan de proteger ‎los ‎yacimientos de riquezas en regiones “salvajes”.

Esa estrategia fue concebida por Donald Rumsfeld, el secretario ‎de Defensa ‎de George Bush hijo, y el almirante Arthur Cebrowski, quien antes había ‎informatizado las fuerzas ‎armadas de Estados Unidos. El 11 de septiembre de 2001, ‎esa estrategia pasó a ser la ‎‎“ideología” del estado mayor estadounidense, antes de ser divulgada ‎más ampliamente por ‎Thomas Barnett, el ayudante del almirante Cebrowski, en su libro ‎‎The Pentagon’s New Map ‎‎ [«La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎‎25 de mayo de 2021.].‎

Ese es el cambio de paradigma que el presidente Bush hijo calificó de «guerra sin fin». Con ‎esa ‎expresión, George W. Bush quería decir que Estados Unidos libraría una lucha ‎interminable ‎contra el terrorismo… o más bien que Estados Unidos utilizaría eternamente grupos ‎terroristas ‎para destruir toda forma de organización política en los países de esas regiones. ‎

Sí, hay compañías chinas que ya explotan minas en Afganistán, pero ahora tendrán que pagar ‎a ‎Estados Unidos… y si no lo hacen serán blanco de atentados terroristas. Es cierto que ‎eso ‎se parece al pago de “protección” que exigen los grupos gansteriles en barrios con muy ‎altos ‎niveles de delincuencia… ¿y qué?‎

6- Las potencias occidentales no defienden el progreso frente al obscurantismo, lo que ‎hacen ‎es utilizar este último sin complejos

‎‎¿Recuerdan cuando la Primera Dama de Estados Unidos, Laura Bush, nos hizo llorar ‎contando ‎la historia de niñas afganas masacradas por los talibanes por haberse atrevido a ‎pintarse ‎las uñas? La verdad es muy diferente. ‎

Cuando el consejero de seguridad nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, y el jefe ‎de ‎la inteligencia francesa para el exterior, Alexandre de Marenches, apoyaron a los ‎islamistas ‎afganos –en 1978–, los dos estaban combatiendo a los comunistas… que abrían ‎escuelas para ‎las niñas afganas. Para el estadounidense Zbigniew Brzezinski y el francés ‎Alexandre ‎de Marenches era más importante luchar contra los aliados de la URSS que favorecer ‎los ‎derechos humanos. Hoy en día, el presidente estadounidense Joe Biden y su ‎secretario ‎de Estado Antony Blinken propician el regreso de los talibanes a Kabul porque ‎consideran que ‎controlar las riquezas naturales del Medio Oriente ampliado es más importante ‎que preservar los ‎derechos humanos. Los estadounidenses ya hicieron lo mismo en Irak, ‎en Libia y en Siria. ‎

Estados Unidos no sólo apoyó a los islamistas en los países en guerra. También los puso ‎en ‎el poder en Pakistán, con el general Mohamed Zia-ul-Haq, miembro de la ‎Hermandad ‎Musulmana, para que ese país sirviera de retaguardia a los islamistas ‎antisoviéticos ‎de Afganistán. El general Mohamed Zia-ul-Haq derrocó la democracia, ahorcó ‎al presidente ‎Zulfikar Alí Bhutto e instauró la sharia en Pakistán. En los años 1990, la hija de ‎Alí Bhutto, ‎Benazir Bhutto, llegó a ser primer ministro y acabó asesinada por los talibanes ‎en 2007. ‎

Es inútil pasar en revista aquí todos los crímenes que la “contrainsurgencia” occidental ‎perpetró ‎en Afganistán, basta con ver el pánico de sus colaboradores en el aeropuerto de Kabul. ‎

Si bien el islamismo y el laicismo han sido ampliamente utilizados para manipular a los afganos ‎y ‎engañar a la opinión pública en Occidente, el hecho es que la vida política afgana no se basa ‎en ‎tales conceptos sino, primeramente, en las divisiones étnicas. En Afganistán existen ‎unas ‎‎15 etnias diferentes y la más numerosa, la etnia pastún, está también fuertemente ‎implantada ‎en Pakistán. Afganistán sigue siendo un país tribal donde no existe el concepto de ‎nación. ‎Otras etnias cuentan con apoyo de otros países de la región en los que también ‎están ‎implantadas.‎

7- Francia no siempre apoyó los crímenes de Estados Unidos en Afganistán. Sólo ‎lo hizo ‎a partir del mandato del presidente Nicolas Sarkozy

Según el presidente francés Emmanuel Macron:‎
‎«El Presidente Jacques Chirac decidió, desde octubre de 2001, la participación de Francia en ‎la ‎acción internacional, por solidaridad con nuestros amigos y aliados estadounidenses ‎que ‎acababan de sufrir un espantoso ataque en su suelo. Con un objetivo claro: combatir una ‎amenaza ‎terrorista que apuntaba directamente a nuestro territorio y al de nuestros aliados ‎desde ‎Afganistán, convertido en santuario del terrorismo islamista» [ «Allocution d’Emmanuel ‎Macron ‎sur l’Afghanistan», por Emmanuel Macron, Réseau Voltaire, 16 de ‎agosto ‎de 2021.].‎

Esa argumentación es una manera, característica de Francia, de ocultar un conflicto. ‎En octubre ‎de 2001, el presidente francés Jacques Chirac se opuso enérgicamente a que ‎el ejército francés ‎participara en la ocupación de Afganistán por parte de los anglosajones. ‎Jacques Chirac ‎no autorizó más despliegue que en el marco de la resolución 1380 del Consejo ‎de Seguridad de ‎la ONU. Los soldados franceses estaban ciertamente bajo las órdenes de ‎la OTAN, pero sólo en ‎el marco de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (FIAS), ‎sólo participaban en la ‎asistencia a la reconstrucción, no hacían prisioneros sino que arrestaban ‎ocasionalmente ‎combatientes que entregaban de inmediato al gobierno afgano. ‎

Fue el presidente Nicolas Sarkozy quien modificó la actuación de los militares franceses ‎y ‎convirtió a Francia en cómplice de los crímenes de Estados Unidos. Es por eso que Francia ‎está ‎sacando de Afganistán a miembros de la «Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección ‎Nacional ‎de Seguridad (NDS). Por supuesto, eso tendrá un precio para Francia. ‎

La complejidad de las relaciones humanas y sus avaricias y perversiones, frutos del temor y el egocentrismo son capaces de tamaña red de obscuridad y secretismo en aras de sostener un Imperio (El de las Agencias de inteligencia y las Fuerzas Armadas de EEUU, la OTAN e ISRAEL) como ejercito de los elites mas ricas del planeta. Nuestras ignorancias, miedos y escepticismo, sumado al hecho de las mentalidad individuales impuestas como condición para evitar la organización de voluntades en otros sentidos, produce que unos pocos generan tan nefasta realidad. Nadie se salva solo en Argentina o en Afganistan o en cualquier lugar de este bello planeta que estamos destruyendo en lugar de tornarlo mas humanamente habitable.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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