Lo que se dice, quién lo dice y como se dice ... entre realidades y distopías.


En el día de ayer, Cristina Fernández de Kirchner subrayó que la pandemia de coronavirus "va a pasar", pero advirtió que luego habrá que hacerse cargo "del muerto que nos dejaron", en referencia a la herencia recibida del Gobierno de Mauricio Macri.

"A los responsables de ese muerto que nos dejaron les pido un poco más de humildad, solidaridad y patriotismo", añadió la vicepresidenta, quien instó a la oposición a "no mentir, no engañar".
La vicepresidenta recordó que
"el pico del endeudamiento" de la Argentina fue en 2018 y subrayó que el Frente de Todos "no tuvo nada que ver" con ese mecanismo ni con la crisis que sobrevino después.
Consideró que el anterior gobierno
"no cuidó las reservas del Banco Central" y recordó que cuando aún no había comenzado a ejercer la primera magistratura, el presidente Alberto Fernández "hizo ejercicio de responsabilidad institucional y salió a decir que el precio del dólar" de la administración que aún gobernaba "estaba bien".
"Mientras tanto, el que seguía siendo presidente se comenzó a comportar como un político de la oposición", destacó la vicepresidenta al participar del lanzamiento del plan Qunita.
Además, aseguró que
la oposición se "dedicó a construir otro relato con una formidable maquinaria mediática", cuando atribuían a la cuarentena la crisis y no a la pandemia que afectaba al mundo."El relato es que los males de la economía son por la cuarentena y no por la pandemia", sostuvo. (Telam)

Los siervos de la gleba eran personas del período medieval sujetas al señorío por su dependencia de la tierra la cual trabajaban para él. No estaban sujetos a ningún tipo de derecho de ciudadanía, individual o humano sólo obtenían protección ante el surgimiento de una guerra o invasión exterior a cambio producían en esas tierras para el señor y también labraban para obtener sus frutos propios en parcelas que le otorgaba la nobleza, nunca podían abandonar el suelo, estaban alienados, eran un mero instrumento de la tierra y su condición de siervo era hereditaria de generación en generación.

La palabra siervo tiene origen del latín servire, servir, ser esclavo o estar al servicio de. En cuanto a la palabra gleba, también del latín, comparte su raíz con globus que sería aglutinamiento, de ahí deriva globo como aglutinamiento de mesa compacta, en tanto gleba refiere a la tierra, un terrón de tierra duro que se labra. Un siervo de la gleba era un esclavo al servicio de la tierra si lo definimos desde su etimología. El siervo-esclavo trabajaba el suelo y el señor-amo usufructuaba su producción.

Hegel presta particular atención a esta relación en su fenomenología del espíritu. En la lógica hegeliana al momento inicial de reconocimiento, le sigue otro momento de negación al momento inicial no-reconocimiento y a este sucede un momento de superación del conflicto generando un desenvolvimiento de la historia al llegar a la autoconciencia, el autodespliegue del espíritu absoluto. Está dialéctica hegeliana va tener fundamental importancia posteriormente para Marx, quien la va tomar y va invertir el proceso partiendo del materialismo donde el hombre al transformar la naturaleza con el trabajo crea sus condiciones de vida. al revés de Hegel que parte desde el idealismo.

Cuando Hegel describe la dialéctica del amo y el esclavo, donde en una lucha a muerte por el reconocimiento, el deseo de ser reconocido por el otro, el amo no reconoce al esclavo y el esclavo por miedo a morir se somete al amo, el amo lo cosifica, lo vuelve un instrumento, ofrece seguridad a cambio de trabajo, el esclavo se constituye como Ser al estar en contacto con la naturaleza y trabajar la tierra, al transformarla. El amo se sitúa así en una posición parasitaria donde depende del trabajo del esclavo para sobrevivir, alli se invierte la situación inicial pasando el amo a ser esclavo del trabajo del siervo.

Aldea global: Señores y siervos

El sociólogo canadiense Marshall McLuhan instaló  por fines de los ‘60 el concepto de aldea global para referirse a cómo el desarrollo de la tecnología y los medios de comunicación permitían conectar a los seres humanos desde largas distancias como si no hubiera tal, modificando totalmente la vida y la forma de organización social, haciendo parecer el mundo a una aldea en donde todos están comunicados y saben lo que sucede, sin importar el espacio que los separa. Esta conexión, difusión de imágenes y distribución de la información modifica el comportamiento del humano haciéndolo regresar a aspectos tribales.

El mundo simbólico es el que impera, la lucha a muerte por el reconocimiento del otro, el deseo de ser reconocido, surge el valor de exposición. El mundo, el globo (globus) vuelve a su raíz etimológica y la aldea global no es más que gleba.

El concepto de aldea global implica una contradicción al ser la aldea un espacio localizado en el cual se trabaja la tierra y lo global al ser un espacio deslocalizado desterritorializado, lo global subsume a lo local. El proceso de globalización implica el momento de no reconocimiento, de imperialismo señorial, la aldea de la plebe se encuentra bajo el dominio de la nobleza global. La nobleza global parasitaria se apropia del trabajo de la servidumbre y ofrece a cambio protección-seguridad simbólica en un mundo mediatizado. El siervo en esa lucha por el deseo de ser reconocido y el proceso de tecnificación global se vuelve una maquina deseante desterritorializada, como bien describe Gilles Deleuze.

La Gobernanza y el proceso global de unificación del mercado, conformando una cadena de valor global y una producción deslocalizada en masa, imponiendo una universalización cultural sin arraigo y sin identidades auténticas, lo que en el consenso académico se llama “globalización” no es otra cosa que el retorno a la gleba, la glebalizacion del mundo.

La glebalizacion es el mercado, el mercado es el espacio del cual los siervos no se pueden ir ni  escapar, donde se trabaja para el señor. El nuevo siervo es sujeto de mercado, está alienado al mercado.

Neofeudalismo: Servidumbre y precariado

En el libro “capitalismo flexible. Precaridad y nuevas formas del conflicto”, relativamente reciente, el joven filósofo italiano Diego Fusaro retoma los conceptos de Hegel y Marx para analizar el capitalismo post 1989 en lo que él llama el capitalismo absoluto. Este es el momento donde el capitalismo logra su emancipación, donde una élite global, la única clase consciente de sí, la aristocracia financiera apátrida neofeudal, genera una masacre de clase: ya no precisa de la burguesía ni del proletariado, se constituye el precariado, una plebeización postburguesa y postproletaria.

La neooligarquia, sin patria, ni Dios, arremete contra la cultura burguesa: la familia, la universidad y el Estado. Se mete con sus raíces en el iluminismo y elimina su eticidad. Impone el monoteísmo del dinero, sustituye la trascendencia por la inmanencia del mercado, produce lo que Heidegger llamaba desdivinización, la destrucción de lo divino.

Fusaro distingue entre una global class y una pauper class, el señorío neofeudal y el precariado, la servidumbre.


 

Este precariado al igual que en el medioevo no es más que un objeto, un instrumento, es el siervo de la gleba que en la actualidad que llaman mercado está sujeto a él, ya no es explotado en la tierra es optimizado en el mercado, dejó de ser productivo para pasar a ser eficiente,desarraigado del pueblo para integrar la cadena de valor.

Esta aniquilación de la clase media burguesa por parte del capital especulativo es considerada una revolución pasiva por el autor italiano, como lo definía Gramsci, una profundización de la clase dominante para fortalecer su dominio, la omni potencia de la oligarquía financiera que todo lo mercantiliza despoja a la clase media de sus bienes materiales, en una primera instancia, a través de mecanismos financieros (el endeudamiento es uno), y en una segunda instancia la despoja de sus bienes simbólicos y culturales.

Le arrebata sus derechos, conseguidos durante los estados de bienestar, y en cuanto a lo cultural destruye todo lo que se vincule a la comunidad o identidad colectiva: blanco de ello son los sindicatos, la Iglesia, la soberanía y el Estado, todo lo que escape a la mercantilización o genere una organización comunitaria conciente para si.

Esa burguesía, que fue parte del proyecto capitalista siendo la clase dominante que imponía su forma de vivir, hoy es destruida por la nueva clase global que impone su cultura postmoderna, totalmente liberal y posthumanista.

Desarraigo y descarte

En la nueva gleba no hay distinción de izquierda y derecha, proletariado o burguesía, clase media o clase trabajadora, ambas se funden en el precariado, en la neoservidumbre sin conciencia y sin trabajo. Ahí radica el mayor golpe de la élite global. En Hegel, la transformación de la naturaleza mediante el trabajo por parte del esclavo lo proyectaba a la síntesis que superaba la contradicción y hacía depender al amo del esclavo por su trabajo.

Al romper la estabilidad laboral y sustituirla por tecnología, el ser humano queda desprovisto de transformar la naturaleza, por ende de generar su cultura mediante el trabajo. A su vez los flujos migratorios generan un ejército de reserva que hacen aumentar la “competitividad” y disminuir los costos laborales, profundizando la precarización con la amenaza de un sustituto inmediato de menor costo o la automatización. El ser humano queda desarraigado, anclado en un presente precario y sin poder proyectarse a un futuro, esa diferencia ontológica planteada por Heidegger entre el Ser y el ente, radicada en la existencia de reconocer el pasado y proyectarse al futuro queda destruida en tanto el hombre se vuelve un siervo alienable al mercado del que puede ser descartado.

La paradoja de la glebalización es que el capital elige el desarraigo de los pueblos, no quiere pueblos con raíces, no quiere patrias. La glebalización necesita de individuos desarraigados sin identidad, que no le permíta identificarse a lazos comunitarios, necesita de la movilidad constante, como los flujos financieros, que puedan integrarse fácilmente al interior del capital siendo parte de la cadena de producción especializada.

La gleba moderna, el mercado, es el único espacio habitable para el siervo precarizado actual, fuera de allí no cuenta con la protección de los señores neofeudales, la élite financiera, suerte o verdad es su destino, es el “Palacio de cristal” que conceptualiza Peter Sloterdijk donde todo lo exterior es interiorizado, lo público subsumido a lo privado, una sociedad invernadero que climatiza a sus individuos.

Es oportuno de citar a Dostoievski de quien Sloterdijk toma la metáfora del crystal-palace:

Ustedes creen en el palacio de cristal, indestructible, eterno, al que no se le podrá sacar la lengua ni mostrar el puño a escondidas. Pues bien, yo desconfío de ese palacio de cristal,
tal vez justamente porque es de cristal e indestructible y porque no se le podrá sacar la
lengua, ni siquiera a escondidas.”
Fiódor Dostoievski, Memorias del subsuelo.

[N. del E.: Si despojamos a la Edad Media de la Leyenda Negra que gestó el Iluminismo, probablemente nos encontremos con siervos de la gleba gozando de una vida comunitaria y de buena parte del producto de su trabajo agrícola, con una clara identidad cultural y religiosa y un sentido para su vida y la de su familia. Muy probablemente estos siervos de la gleba medievales salgan favorecidos en una comparación con los pares contemporáneos que plantea el autor: la distopía totalitaria global en la que estamos insertos, con sofisticados mecanismos de espionaje, control, fiscalización, manipulación, adoctrinamiento y exclusión social, como nunca antes se había visto en la historia humana, convierte a estos nuevos siervos de la oligarquía financiera global en mero material de producción obsoleto y descartable]

Neofeudalismo y “Glebalización”: Aldea global, servidumbre y precariado.” Por Cristian Taborda, quien se desempeña como periodista especializado en relaciones internacionales. Diplomado en: geopolítica y estrategia; y análisis del discurso. Trabaja como analista político para diversos medios.

América Latina en cifras arroja resultados que merecen su atención en estos últimos años. Desde la década de 1990 hasta el 2016, hubo 125 elecciones nacionales. Del total de gobiernos elegidos democráticamente 104 pudieron completar su mandato y 21 fueron interrumpidos por motivos diversos: 9 golpes de Estado, 8 destituciones populares y 4 renuncias por imputaciones y presión judicial. Todas las destituciones populares o interrupción de mandatos presidenciales por causas judiciales (en total 12) se produjeron hacia fines de la década de 1990 y comienzos del 2000 y fueron contra gobiernos de signo neoliberal. Hubo 8 presidentes destituidos por movilizaciones populares: Abdalá Bucaram (1997) Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005) en Ecuador, Raúl Alberto Cubas Grau (1999) en Paraguay, Alberto Fujimori (2000) en Perú, Fernando de la Rúa (2001) en Argentina; Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) y Carlos Mesa (2005) en Bolivia. Al mismo tiempo, hubo 4 presidentes que debieron interrumpir su mandato por causas judiciales: Fernando Collor de Mello (1992) en Brasil, Carlos Andrés Pérez (1993) en Venezuela, Jorge Serrano Elías (1993) y Otto Fernando Pérez Molina (2015) en Guatemala.
Por el contrario, los gobiernos de signo popular se vieron amenazados por 5 procesos destituyentes, algunos de los cuales no llegaron a consumarse, como los realizados contra los gobiernos de Evo Morales en Bolivia (2008), Rafael Correa en Ecuador (2010) y Hugo Chávez en Venezuela (2004, 2014, 2016), y otros que fueron sendos golpes de Estado, como los que se efectuaron contra Chávez (2002), Manuel Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012), Dilma Rousseff en Brasil (2016). En Haití hubo 4 golpes de Estado (1991, 1994, 1996, 2004). 

Aunque existió una importante cantidad de experiencias políticas y movimientos sociales que hacia fines de la década de 1990 pusieron en cuestión el modelo, el año 1998 fue un punto de inflexión, cuando se produjo la victoria de Hugo Chávez en Venezuela. A partir de entonces, distintos países como Brasil (2003), Argentina (2003), Uruguay (2005), Bolivia (2005), Ecuador (2007), Nicaragua (2007), Paraguay (2008- interrumpido por el golpe de Estado el 22 de junio de 2012), El Salvador (2009) fueron derribando, con sus políticas de gobierno, algunos de los cimientos de la arquitectura neoliberal. Como rasgo general, hubo cambios en materia económica, con políticas expansivas y heterodoxas, mayor intervención estatal en distintas áreas de la economía y un proceso de ampliación de derechos sociales hacia una porción considerable de la sociedad, aunque todo ello siguió recorridos diversos según los países. Por primera vez en la historia de la región coincidieron en tiempo y espacio distintas experiencias políticas de gobierno de signo posneoliberal, según la definición que planteó el sociólogo brasileño Emir Sader (2009). Hubo una crisis de hegemonía del neoliberalismo y el bloque de fuerzas que componían el modelo se vio desgastado aunque, al mismo tiempo, la construcción de proyectos alternativos encontró dificultades; de ahí el concepto de posneoliberalismo, que designa diferentes grados de negación del modelo, aunque no termina de identificar uno nuevo.
Con relación a las políticas económicas aplicadas durante este período, existe una profusa bibliografía que, en su mayoría, colocó al problema del extractivismo en el centro de las discusiones. Ese debate encontró posiciones diversas: desde las tesis de Maristella Svampa (2013/2016), que planteó el concepto de “consenso de los comodities”, hasta posiciones más intermedias, como las de Borón (2012) o Claudio Katz (2014a/2014b) quienes sostuvieron que, en rigor de verdad, el problema no era el extractivismo sino el modelo económico capitalista; o la posición del vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera (2012), en un tono más bien constructivo acerca de los procesos económico sociales que estaban en curso.


Si bien no es objeto de análisis de este artículo, mencionamos brevemente algunos de esos debates. Entre las posiciones más críticas cuentan los trabajos de Maristella Svampa (2013/2016), quien definió a la época como el consenso de los comodities que se caracterizó por el boom de los precios internacionales de las materias primas y bienes de consumo y generó un estilo
de desarrollo neoextractivista, mediante el cual se produjeron nuevas asimetrías y conflictos sociales, económicos, ambientales y político-culturales. Desde otro ángulo, Borón (2012) planteó que el problema no es en sí mismo el desarrollo el extractivismo sino el modelo económico capitalista. De ahí que, según sus análisis, no han sido iguales las experiencias de Venezuela, Bolivia y Ecuador, que pensaron estrategias poscapitalistas, que los casos de Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, donde no llegó a ponerse en cuestión el modelo capitalista. Cla udio Katz (2014a/2014b) cuestionó las posiciones que rechazan acríticamente al extractivismo y el desarrollismo pues, a su juicio, ambas son realidades del capitalismo latinoamericano. Aun cuando comparte los cuestionamientos a ese modelo económico, sostiene que es necesario avanzar hacia sustentos teóricos comprometidos para comprender la realidad y transformarla. El vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera (2012), desde una perspectiva que combina el marxismo y las teorías de Gramsci, sostiene que el debate central para la transformación revolucionaria de la sociedad no es si somos o no extractivistas, sino en qué medida es posible superar el capitalismo como modo de producción -ya sea en su variante extractivista o no extractivista.

Desde un enfoque diferente, Enrique Arceo (2011) analizó el modelo de acumulación económica, a partir de una mirada que buscó reponer la tensión centro y periferia que afecta a los países latinoamericanos. El autor entiende que hay diferentes modos de inserción en el mercado mundial según cada país, aunque comprende que es posible identificar un rasgo común: la apertura de sus economías, el débil desarrollo de políticas industriales y una importante presencia del capital extranjero.(Desde una perspectiva que se aparta del debate anclado en el extractivismo e instala la discusión acerca del desarrollismo, la industria nacional, la contradicciones en torno al desarrollo de la una burguesía nacional, citamos -muy sumariamente- los estudios de: Basualdo (2011), Gaggero, Schorr y Wainer (2014) sobre Argentina, Singer (2015) sobre Brasil.) Arceo sostiene que en algunos países se dio una importante transferencia de las grandes empresas extranjeras al Estado (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y en otros, aunque no se logró alterar radicalmente el modo de acumulación ni se logró reducir el peso del capital extranjero (Argentina, Brasil y Uruguay), se desarrollaron activas políticas sociales y un cambio en la política externas.(El analisis comparativo es crucial para identificar ridad de los casos. Entre quienes aplican esa perspectiva podemos citar el libro de Ansaldi y Giordano (2012) quienes distinguen a los “nuevos gobiernos” (Brasil, Argentina, Uruguay y Chile) de los proyectos de radicalización de la democracia (Venezuela, Ecuador y Bolivia). También es clave la contribución de García (2008) quien, desde una perspectiva sociohistórica, distingue los países del Cono Sur de los países del área andina en los cuales hubo un proceso de implosión del sistema económico y político neoliberal, a partir de lo cual surgieron experiencia políticas más radicalizadas. )
El objetivo de este artículo es realizar un análisis crítico de la bibliografía sobre el tema y procurar una sistematización según afinidad de enfoques y perspectivas. A partir de una metodología de análisis de textos, que no espera agotar la vasta cantidad de bibliografía producida sobre el tema, nos proponemos desarrollar algunas reflexiones que permitan un uso productivo de los conceptos. En tal sentido podemos distinguir tres perspectivas analíticas:

1. quienes estudiaron estas experiencias políticas a partir de identificar sus rasgos políticos e ideológicos;

2. quienes analizaron los movimientos sociales y sus vínculos con los gobiernos posneoliberales y

3, quienes asumieron una perspectiva sociohistórico estructural.

Si bien en el primer tramo del siglo XXI la mayoría de los estudios estaba centrado en cómo los movimientos sociales se constituyeron en un actor clave de impugnación del orden neoliberal, con el correr de los años y en la medida que los gobiernos posneoliberales mostraban signos de vitalidad, la agenda de preguntas se orientó, poco a poco, a estudiar el vínculo entre los movimientos sociales y el Estado. En un tercer conjunto de estudios, ubicamos a aquellos materiales que asumieron una perspectiva de análisis sociohistórico estructural. En todos ellos se puede observar una vocación por hallar en la variable tiempo y en los ciclos de acumulación histórica claves explicativas de la llegada al poder de los gobiernos posneoliberales.
El análisis de tiempos largos y el estudio de los ciclos políticos de acumulación de fuerzas, así como también de las condiciones sociohistóricas de larga duración permiten responder la pregunta del por qué se produjo el proceso de impugnación y pérdida de hegemonía del consenso neoliberal y el modo en que se fue configurando el orden. Asimismo, esos elementos contribuyen a identificar y explicar las causas de las diferencias específicas de los casos nacionales. El estudio de la coyuntura, que muestra la desarticulación del bloque de poder anterior y los actores que protagonizan la impugnación a ese “viejo” orden, nos ofrece instrumentos para comprender el qué y el cómo. El análisis de los perfiles ideológico políticos de los nuevos gobiernos y de los conceptos analíticos constituye un enfoque ineludible para pensar los procesos históricos desde cierto engranaje conceptual. Si bien entendemos que la síntesis de las tres perspectivas permite avanzar en análisis complejos de la realidad latinoamericana del siglo XXI, un estudio que incluya en primer lugar, la variable tiempo y muestre integralmente la correlación de fuerzas en pugna, permite hacer un uso más productivo de los conceptos y anclarlos en tiempo y espacio determinados. (…) En un momento donde el debate sobre las derechas parece ocupar el centro de la escena, resulta crucial recuperar los análisis acerca de la trama de correlación de fuerzas de cada uno de los países para dar cuenta de las disputas hegemónicas que se presentan en el actual contexto latinoamericano.

Debates en torno a los gobiernos posneoliberales.
Un estado de la cuestión” Inés Nercesian Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires; CONICET. Argentina. Publicado en “Pilquen” Sección Ciencias Sociales • Vol. 20 Nº 3 • 2017 - ISSN 1851-3123 • http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/Sociales/article/view/1710/pdf.

Gastón Caglia Bochatay, Abogado graduado en la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe, Argentina y Mediador de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe, Argentina. Magistrando en Ciencias Sociales y Bioética. Escribió en “Iberoamérica Social” el artículo “Una pequeña reflexión distópica.”, que a continuación comparto.

El género distópico, dentro de la literatura de ciencia ficción y de las artes cinematográficas, se encuentra de moda por razones obvias en el presente, aunque  en verdad está vigente desde hace unos años y tiene muchos adeptos. Para algunos es un género bastardeado por considerarlo propio de adolescentes, tal vez llamado “género distópico juvenil”. Es un argumento que encuentra amparo en la experiencia de taquilleras películas o novelas tales como “Divergente”, “The maze runner” o “Los juegos del hambre”. Sin embargo el género va mucho más allá de ese lucrativo negocio publicitario. Dentro de este género podemos encontrar, en un ejercicio de clasificación por subgéneros, grandes obras literarias ya clásicas como contemporáneas. Así podemos encontrar obras catalogadas de Bio-distopías (“La chica mecánica” de Paolo Bacigalupi), Cyber-Punk (“Neuromante”, de W. Gibson), retrofuturismo, ucronías (“El hombre en el castillo” de Philip K. Dick), o los clásicos archiconocidos como “1984” o “Un mundo feliz”.

La actual coyuntura pandémica no ayuda a ver con optimismo el fin del mundo tal como lo conocíamos hace un poco más de dos año. Todos los conflictos que observamos, tanto de las personas que pudieron encerrarse en sus casas como así de los que tuvieron que seguir luchando para sobrevivir contra la presión de los gobiernos por cerrar actividades y la vida en sociedad misma, tendieron al rompimiento de algunas de las relaciones sociales tal como las concebíamos. Hay desordenes, actos miserables de egoísmo al saltarse el lugar en el orden de vacunación, bajezas tales como el discurso único acallando las opiniones divergentes, negacionistas opositores y el aumento y/o desabastecimiento intencionado de productos por pura especulación y vuelta a una idea de “retorno a lo natural” un tanto utópica merced al desabastecimiento de cosas altamente suntuarias.

Es que toda puesta en escena distópica en el arte en general es una representación, el lado de atrás del espejo de nuestra sociedad, el mirror; es una mera proyección del presente, de nuestros miedos de hoy, disparados hacia el futuro y aumentados en su dimensión.

¿Qué nos presenta el género distópico actualmente? Que el fin del mundo está ocurriendo ineludiblemente, pero, siempre hay un pero, no lo percibimos seriamente como tal, construimos mecanismos de autodefensa emocionales para evadir la responsabilidad que nos cabe al respecto como generación del antropoceno 1 .

La gran pregunta que me surgió fue camino a mi trabajo, y me dije, qué pasaría si al supermercado de mi barrio dejan de llegar alimentos, qué sucedería si hubiera desabastecimiento de combustibles. Sería el caos total en siete días, o menos tal vez. ¿Cuánto alimento hay en nuestras alacenas? ¿Podremos pasar de la comodidad del gas natural o la electricidad con un mero “clic” a la leña o carbón como único medio de generación de energía en forma particular? ¿Cuánto combustible hay en el tanque de nuestros vehículos? ¿Cuál es la reserva de remedios o drogas para un enfermo crónico? Un mes, quince días, tal vez menos. ¿Y luego qué?

Las cadenas de abastecimiento son muy complejas y por ende propensas a las fallas y a estar encadenas con eslabones muy débiles. El sálvese quien pueda estaría a la orden del día. Es la complejidad de nuestra modernidad líquida según Z. Bauman.

De estos posibles panoramas se nutre la contemporánea literatura y cine distópicos, del horror filosófico que nos genera, que nos llena de angustia. Es la angustia del retorno al estado de naturaleza de Hobbes en donde el hombre es lobo del hombre, homo hominis lupus.


La ilusión del orden que nos impera. Nuestro tipo de orden es puesta en cuestión por el rompimiento de las ataduras sociales más elementales. Si se rompen los más básicos lazos sociales todo se cae a pedazos como un castillo de naipes.

La secuencia inicial del fin del mundo ya se ha iniciado solo que no nos hemos dado cuenta. Los sistemas expertos pueden fallar con la más mínima interrupción eléctrica o de internet. Y de ahí a caerse los sistemas,  todo será nada en cuestión de poco tiempo. Parece el argumento de una película, es la realidad llevada a niveles de especulación no tan extremos.

Si en los años ’70 y ’80 del siglo pasado el miedo al colapso nuclear por la guerra fría estaba presente en las cabezas de nuestros abuelos hoy la idea de un colapso social-ecológico-biológico está en nuestras mentes.

Y si nuestro colapso, el de nuestra generación se produce por la explosión de la naturaleza, por una nueva y más devastadora pandemia, es obvio que la solución viene por el lado de la naturaleza, de un retorno a lo natural. El grado o intensidad que apliquemos a esta idea será nuestra tabla de Carnéades.

Es dable esperar que se opine que no podemos volver a épocas pre industriales. Pero tal vez un decrecimiento ordenado y progresivo pueda ser una solución plausible, aunque el principal escollo somos nosotros mismos, nuestros gobiernos, los seres humanos y en especial nuestra particular visión acumuladora-capitalista de occidente que se apoya en el falso Dios del eterno progreso.

Entre las noticias de esta mañana podemos rescatar:

Impuesto mundial a las grandes fortunas

Un impuesto único sobre las ganancias de los multimillonarios de todo el mundo podría pagar la vacunación del planeta entero, según un informe de Oxfam. Una tasa única del 99% dejaría a las personas más ricas del mundo aún con 55 mil millones de dólares más, afirmó la organización. 

La riqueza combinada de los multimillonarios del mundo se disparó a más de 13.5 billones de dólares desde el comienzo de la pandemia, una ganancia de más de 5.5 billones en un año. 

El informe fue elaborado por Oxfam, el Fight Inequality Alliance, el Institute for Policy Studies y Patriotic Millionaires. En la nota del FIA, se destaca el ejemplo argentino que consiguió recaudar 2.200 millones de dólares por la aplicación de un aporte extraordinario a las grandes fortunas.

Inflación

Los precios al consumidor aumentaron un 3% en julio de 2021 respecto del mes anterior. Es el cuarto mes consecutivo de desaceleración y registró el menor nivel desde octubre de 2020. Los precios acumulan una suba del 29,1% entre enero y julio y un alza del 51,8% en los últimos 12 meses. 

La división con más aumento fue Restaurantes y hoteles (+4,8%) a raíz del receso de invierno. También influyeron actividades asociadas al turismo como Recreación y cultura (+3,1%) y, en menor medida, Transporte (+2,3%). 

Coparticipación

La Corte Suprema de la Nación decidió ayer dejar de tramitar como amparo la causa iniciada por el Gobierno de la Ciudad por el porcentaje de coparticipación recibido durante el gobierno de Mauricio Macri. Las negociaciones entre las partes no llegaron a un acuerdo y están frenadas desde junio.

Ahora la Corte resolvió tramitar la causa como un proceso ordinario, ya que requiere un trámite que exceda el amparo para declarar inconstitucional la quita de coparticipación. Entre otras cosas, la decisión implica otorgarle participación en el caso a la Procuración del Tesoro, como sucede en todos los casos en los que el Estado nacional es demandado. 

Mercosur

El presidente de Uruguay, Luis Alberto Aparicio Alejandro Lacalle Pou, llegará hoy a Buenos Aires para reunirse con Alberto Fernández. Compartirán un almuerzo en la residencia de Olivos en el que participarán los cancilleres de ambos países, Felipe Solá y Francisco Bustillo.

El encuentro tendrá como objetivo dialogar sobre los acuerdos unilaterales con países extra-Mercosur que propone Uruguay, a contramano de las regulaciones del Mercosur. El presidente uruguayo vendría a ratificar su postura de permitir acuerdos unilaterales por fuera del bloque comercial. (Cenital)

En la disputa por los relatos para describir y comprender la compleja realidad nacional, la lucha contra los medios de comunicación hegemónicos no ha mermado a pesar de que su publica y notoria, haya disminuido por la pandemia y por el tono del impacto como tema de agenda. Sin embargo, sigue allí … 

Grupo Clarín: un zoonpolitikón sin  competidores 

Publicado en elDiarioAR el 23 de julio de 2021

No hay ninguno igual

Extracto del libro “Grupo Clarín. From Argentine Newspaper to Convergent Media Conglomerate”, editado por Routeldge (2021), de Guillermo Mastrini, Martín Becerra y Ana Bizberge (investigadores Conicet y docentes de Universidad Nacional de Quilmes y UBA).

La política en la piel

La historia de Clarín, como diario primero y como conglomerado empresarial después, es inescindible de los avatares que vivió la política argentina desde 1945. Los últimos 75 años de la política en el país fueron tan intensos como variopintos, con gobiernos de diferente signo político y muy variadas orientaciones ideológicas (aún si los presidentes pertenecieron al mismo partido), lapso que incluye 18 años a cargo de gobiernos dictatoriales que asumieron el poder a través de Golpes de Estado y el último de los cuales fue especialmente sanguinario. Clarín tuvo acuerdos y logró beneficios con todos ellos, con la excepción de los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner (diciembre 2007-diciembre 2011 y diciembre 2011-diciembre 2015) y con casi todos también tuvo conflictos de importancia e impacto variable en su proyección como líder de un sistema de medios en el que la negociación política de las empresas periodísticas con los gobiernos es una rutina, pues tanto en la Argentina como en el resto de América Latina esa es una condición de acceso y mantenimiento de licencias, publicidad oficial, desgravación o condonación de impuestos, contenidos exclusivos y otras condiciones vitales para la economía del sector. La política es un tatuaje que está adherido a la piel del principal grupo de comunicaciones de la Argentina.

La impronta de su fundador y director hasta su muerte en 1969, Roberto Noble, así como de sus continuadores, refuerza la función de Clarín “actor político”, lo que a juicio del investigador Héctor Borrat corresponde a todo periódico. En este caso, coincidente con la tradición de diarios de la Argentina desde el siglo XIX, la motivación y actuación política de Clarín resultan funciones evidentes desde su creación misma.

Zoonpolitikón

El concepto aristotélico de “animal político” para distinguir la especie humana de otros animales es muy apropiado como caracterización de la evolución de Clarín en su historia. Una de sus grandes cualidades a lo largo de décadas de enormes cambios socioculturales, políticos y económicos fue su gran capacidad adaptativa, tanto en los años fundacionales y de consolidación del diario a cargo de Noble, como en la transición no menos traumática conducida tras su muerte por los dirigentes desarrollistas liderados por Rogelio Frigerio y en la posterior -y actual- fase expansiva, multimedios primero y convergente después, acaudillada por Héctor Magnetto.

Para Borrat, el ámbito de actuación de un periódico es el de la influencia, toda vez que “el periódico pone en acción su capacidad para afectar el comportamiento de ciertos actores en un sentido favorable a sus propios intereses: influye sobre el gobierno, pero también sobre los partidos políticos, los grupos de interés, los movimientos sociales, los componentes de su audiencia”. Clarín bien puede ser un caso testigo para corroborar la tesis del investigador y la frase atribuida a Noble tras la caída de Frondizi “yo ya no puedo ser presidente, puedo hacer presidentes” abona su planteo.

En efecto, las relaciones entre el Grupo Clarín y los diversos gobiernos argentinos son una clave para la comprensión de su desarrollo a lo largo de las décadas. Si bien el diario estuvo en sus inicios vinculado políticamente al llamado desarrollismo, tuvo la suficiente amplitud editorial como para ser un grupo “oficialista” con muchos otros gobiernos, especialmente al inicio de los diversos mandatos presidenciales. Sólo fue abiertamente confrontativo durante dos períodos: al final del gobierno de Carlos Menem y durante los dos mandatos de Cristina Fernández. Si bien en el primer caso el enfrentamiento fue con un modelo de política económica que afectaba las ventas del grupo, en el segundo tuvo que ver con una guerra política de carácter más general, que llevó al conglomerado regenteado por Magnetto a enfrentar con todas sus fuerzas al gobierno del que se tomaría revancha en la siguiente presidencia, la de Mauricio Macri, que facilitó la expansión del Grupo a niveles inéditos.

La historia política de Clarín presenta, a través de etapas nítidamente discernibles, conectores lógicos comunes. La vinculación con el estamento político, la orgánica dependencia económica de las diferentes gestiones para impulsar el crecimiento empresarial en esas etapas, junto con la generación de un mercado masivo de lectores luego complementado con la construcción de audiencias igualmente masivas, amplias, policlasistas e identificadas con el imaginario nacional del desarrollo, caracterizaron la evolución de Clarín hasta los años finales del siglo XX.

Desde el cambio de siglo, la progresiva financierización del ecosistema de comunicaciones y el inicio de la convergencia tecnológica entre medios, telecomunicaciones e Internet (proceso de carácter global), fueron aprovechados por la conducción del grupo potenciando la concentración multimedia y la reorganización de sus ingresos y, consecuentemente, de sus intereses corporativos, dotando así a sus relaciones con el estamento político un revulsivo que tiñó de modo más definido la línea editorial de sus ya numerosos medios.

Los últimos 20 años muestran, en efecto, posiciones mucho más agresivas contra eventuales obstáculos gubernamentales o contra competidores percibidos como amenazas a la dinámica expansiva del Grupo, a costa de la subordinación del quehacer periodístico a lo que el ex jefe de redacción del diario, Julio Blanck, sinceró como “periodismo de guerra” y que acompañó la pérdida de influencia relativa de los productos periodísticos del grupo en el conjunto de sus ingresos, lo que fue acompañado por el deterioro de su prestigio social y cultural.

Ambivalente con el primer Perón, amistoso con el primer Menem y con Kirchner, militante a favor de Frondizi y de Macri, buen compañero de las dictaduras de Aramburu y Onganía, socio de la dictadura de Videla, distante de Alfonsín e Illia, enemigo de Cristina Fernández y adversario del segundo Menem, Clarín lleva la política adherida a su piel.

La política de Clarín ha sido tan eficaz como atenta a los intensos vaivenes de la política nacional, cuya lógica desentrañó y acompañó con mejores resultados no sólo que otras empresas argentinas, la mayoría de las cuales son competidores pequeños al lado de Clarín al menos desde hace 45 años, sino también que grandes conglomerados internacionales como Telefónica o Claro. En el campeonato de los zoonpolitikón argentinos, Clarín no tiene competencia.

(En: Quipu, Blog de Martín Becerra) 

La batalla entre el gobierno y las grandes empresas de telecomunicaciones suma un nuevo episodio. Dos días después de que el presidente Alberto Fernández volviera a remarcar el compromiso con que los servicios de internet, TV Paga y celulares sean esenciales, el senador por Chubut Alfredo Luenzo presentó un proyecto de ley que replica el Decreto 690, hoy frenado por una cámara judicial (ver abajo).

Dentro del Senado, Luenzo es presidente de la Comisión de Medios de Comunicación y Vicepresidente de la Bicameral de la Comunicación Audiovisual. No es casual que sea él quien haya presentado este proyecto “espejo”. Es posible que algo similar ocurra en Diputados. La idea del bloque oficialista es dar respaldo político al poder Ejecutivo.

El DNU 690 fue lanzado por el Ejecutivo y ratificado por el Congreso. Sin embargo, luego de varios intentos fallidos, las grandes empresas del sector, comandadas por el Grupo Clarín, consiguieron que la Sala II de la Cámara Contencioso Administrativo Federal de la Ciudad de Buenos Aires, con las firmas de los jueces Luis María Márquez y José Luis López Castiñeira, suspendiera la aplicación del DNU por seis meses.

A partir de esta situación, los precios de estos servicios dejan de estar regulados por el Estado y las empresas pueden aumentar los precios a gusto.

Esa regulación estatal está a cargo del Enacom, cuyo vicepresidente Gustavo López explicó a Tiempo: “Desde el punto de vista jurídico, ya es ley. Lo que hace el Senado es una manera de ratificar lo señalado por el presidente. Si bien no lo necesitamos, es un respaldo político del Congreso a algo que ya está ratificado”.

El DNU está frenado por la justicia. Nosotros pedimos a la Corte Suprema que trate el tema, pero no se está pronunciando. Somos, de alguna forma, rehenes de la justicia”, apuntó López.

El fallo de la cámara, al ser cautelar, vence en octubre. Vencido el plazo, existe la posibilidad de una nueva cautelar que vuelva a dilatar el tema. “Ese riesgo existe y nos parece una barbaridad. Esto se encuentra atado también a las reformas judiciales pendientes porque de esta forma se pierde el sentido, no solo del fallo de la Corte de 2010 que dice que las cautelares deben ser provisorias, sino de la Ley de Amparo. Por eso, la indignación del presidente”, remarcó.

Así las cosas, el proyecto impulsado por Luenzo en el Senado es en concreto un respaldo político al Presidente y a la decisión de que los servicios de telecomunicaciones sean declarados esenciales.

(TiempoArgentino)

Lo que se dice, quién lo dice y como lo dice, son cuestiones centrales en la democracia. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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