De teorías conspiratorias reales e imaginadas …

¿Surgió el coronavirus SARS-CoV-2 de un laboratorio durante una investigación de alto riesgo que salió mal?

Independientemente de cuál sea la respuesta, el riesgo de futuras pandemias derivadas de la investigación con patógenos peligrosos es real.

El foco de esta discusión sobre fugas de laboratorio es el Instituto de Virología de Wuhan, ubicado en las afueras de esa ciudad de China. Este es solo uno de los 59 laboratorios de contención máxima en funcionamiento, en construcción o planificados en todo el mundo.

Conocidos como laboratorios de nivel de bioseguridad 4 (BSL 4), están diseñados y construidos para que los investigadores puedan trabajar de manera segura con los patógenos más peligrosos del planeta, aquellos que pueden causar enfermedades graves y para los que no existen tratamientos o vacunas.

Los investigadores deben usar trajes presurizados de cuerpo entero con oxígeno independiente.

Repartidos en 23 países, la mayor concentración de laboratorios BSL 4 se encuentra en Europa, con 25 laboratorios.

América del Norte y Asia tienen números aproximadamente iguales, con 14 y 13 respectivamente. Australia tiene cuatro y África tres.

Al igual que el Instituto de Virología de Wuhan, las tres cuartas partes de los laboratorios BSL 4 del mundo se encuentran en centros urbanos.

Bioseguridad y bioprotección

Con 3.000 m² de espacio, el Instituto de Virología de Wuhan es el laboratorio BSL 4 más grande del mundo, aunque pronto será superado por la Instalación Nacional de Bio y Agrodefensa de la Universidad Estatal de Kansas en EE.UU.

Cuando esté completo, contará con más de 4.000 m² de espacio de laboratorio BSL 4.

La mayoría del resto de los laboratorios son significativamente más pequeños, con la mitad de los 44 laboratorios de los que se dispone de datos de menos de 200 m², menos de la mitad del tamaño de una cancha de baloncesto profesional o aproximadamente tres cuartas partes del tamaño de una cancha de tenis.

Alrededor del 60% de los laboratorios BSL 4 son instituciones de salud pública administradas por gobiernos, dejando el 20% a cargo de universidades y el otro 20% a agencias de biodefensa.

Estos laboratorios se utilizan para diagnosticar infecciones con patógenos transmisibles y altamente letales, o se utilizan para investigar estos patógenos para mejorar nuestra comprensión científica de cómo funcionan y para desarrollar nuevos medicamentos, vacunas y pruebas de diagnóstico.

Pero no todos estos laboratorios obtienen buenos puntajes en seguridad y protección.

El Índice de Seguridad Sanitaria Global, que mide si los países tienen legislación, regulaciones, agencias de supervisión, políticas y capacitación sobre bioseguridad y bioprotección, es instructivo.

(La Organización Mundial de la Salud define "seguridad biológica" o "bioseguridad" como los principios, técnicas y prácticas aplicadas con el fin de evitar la exposición no intencional a patógenos y toxinas, o su liberación accidental. En cambio, la "protección biológica" o "bioprotección" incluye aquellas medidas de protección de la institución y del personal destinadas a reducir el riesgo de pérdida, robo, uso incorrecto, desviaciones o liberación intencional de patógenos o toxinas).

Liderado por la "Nuclear Threat Initiative" (Iniciativa de amenaza nuclear), con sede en EE.UU., el índice muestra que solo cerca de una cuarta parte de los países con laboratorios BSL 4 recibieron puntuaciones altas en bioseguridad y bioprotección.

Esto sugiere que hay mucho margen de mejoras para que los países desarrollen sistemas integrales de gestión de riesgos biológicos.

Pertenecer al Grupo de Expertos Internacionales de Bioseguridad y Reguladores de Bioprotección, donde las autoridades reguladoras nacionales comparten las mejores prácticas en este campo, es otro indicador de las prácticas nacionales de bioseguridad y biosprotección.

Solo el 40% de los países con laboratorios BSL 4 son miembros de este foro: Australia, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Singapur, Suiza, Reino Unido y EE.UU.

Y ningún laboratorio aún se ha suscrito al sistema voluntario de gestión de riesgo biológico (ISO 35001), introducido en 2019 para establecer procesos de gestión para reducir los riesgos de bioseguridad y bioprotección.

La gran mayoría de los países con laboratorios de contención máxima no regulan la investigación de doble uso, que son experimentos que se llevan a cabo con fines pacíficos pero que pueden adaptarse para causar daños; o la investigación "avance de función" (gain of function), que se centra en aumentar la capacidad de un patógeno para causar una enfermedad.

Tres de los 23 países con laboratorios BSL 4 (Australia, Canadá y EE.UU.) tienen políticas nacionales para la supervisión de la investigación de doble uso.

Al menos otros tres países (Alemania, Suiza y Reino Unido) tienen alguna forma de supervisión de doble uso, donde, por ejemplo, los organismos de financiación exigen a los beneficiarios de las subvenciones que revisen y determinen las implicaciones de la investigación de doble uso.

Demanda creciente de laboratorios BSL 4

Existe una gran proporción de investigación científica sobre coronavirus que se realiza en países sin supervisión de la investigación de doble uso o experimentos de avance de función.

Esto es particularmente preocupante ya que es probable que aumente la investigación de avance de función con coronavirus a medida que los científicos buscan comprender mejor estos virus e identificar cuáles presentan un mayor riesgo de pasar de animales a humanos o de volverse transmisibles entre humanos. 

Se espera que más países alberguen laboratorios BSL 4 a raíz de la pandemia como parte de un énfasis renovado en la preparación y respuesta ante futuras pandemias.

Si bien la pandemia de la covid-19 sirvió como un claro recordatorio de los riesgos que plantean las enfermedades infecciosas y la importancia de la investigación biomédica sólida para salvar vidas, también debemos tener en cuenta que dicha investigación puede conllevar sus propios riesgos.

Sin embargo, la buena ciencia y las políticas inteligentes pueden mantener esos riesgos bajo control y permitir que la humanidad aproveche los beneficios de esta investigación.

Artículo publicado en BBC News Mundo por Filippa Lentzos, profesora titular de Ciencia y Seguridad internacional del King's College London. Gregory Koblentz es profesor asociado y director de la Maestría en Biodefensa de la Universidad George Mason.

Danielle Anderson trabajaba en el que se ha convertido en el laboratorio más famoso del mundo apenas unas semanas antes de que aparecieran los primeros casos conocidos de covid-19 en el centro de China. Sin embargo, esta viróloga australiana sigue preguntándose qué es lo que se perdió.

Experta en virus transmitidos por murciélagos, Anderson es la única científica extranjera que ha investigado en el laboratorio BSL-4 del Instituto de Virología de Wuhan, el primero de la China continental equipado para tratar los patógenos más mortíferos del planeta. Su última estadía terminó en noviembre de 2019, lo que permitió a Anderson conocer de cerca un lugar que se ha convertido en un punto álgido en la búsqueda de lo que causó la peor pandemia en un siglo.

La aparición del coronavirus en la misma ciudad en la que los científicos del instituto, vestidos de pies a cabeza con trajes de protección, estudian esa misma familia de virus ha alimentado las especulaciones de que podría haberse filtrado del laboratorio, posiblemente a través de un miembro del personal infectado o un objeto contaminado. La falta de transparencia de China desde los primeros días del brote alimentó esas sospechas, que han sido aprovechadas por Estados Unidos. Eso ha convertido la búsqueda para descubrir los orígenes del virus, fundamental para prevenir futuras pandemias, en un campo minado geopolítico.

El trabajo del laboratorio y de la directora de su sección de enfermedades infecciosas emergentes, Shi Zhengli, una antigua colega de Anderson apodada “Batwoman“ por su trabajo en la búsqueda de virus en cuevas, ahora está envuelto en controversias. EE.UU. ha cuestionado la seguridad del laboratorio y ha afirmado que sus científicos estaban involucrados en una polémica investigación de ganancia de función que manipulaba virus de una manera que podría haberlos hecho más peligrosos.

Es un marcado contraste con el lugar que Anderson describió en una entrevista con Bloomberg News, la primera en la que compartió detalles sobre su trabajo en el laboratorio.

Las verdades a medias y la información distorsionada han oscurecido una explicación precisa de las funciones y actividades del laboratorio, que eran más rutinarias de lo que se ha mostrado en los medios, dijo. “No es que fuera aburrido, pero era un laboratorio normal que funcionaba de la misma manera que cualquier otro laboratorio de alta contención”, señaló Anderson. “Lo que dice la gente no es así”.

En la actualidad, Anderson trabaja en el Instituto Peter Doherty para Infecciones e Inmunidad de Melbourne. La experta comenzó a colaborar con los investigadores de Wuhan en 2016, cuando era directora científica del laboratorio de bioseguridad de la Escuela de Medicina Duke-NUS de Singapur. Su investigación, que se centra en por qué virus letales como el Ébola y el Nipah no causan enfermedades en los murciélagos en los que circulan perpetuamente, complementó los estudios en curso en el instituto chino, que ofreció fondos para fomentar la colaboración internacional.

Anderson, de 42 años, es una estrella emergente en la comunidad de virología, y dice que su trabajo sobre el Ébola en Wuhan fue la realización de un objetivo profesional de toda la vida. Su película favorita es “Epidemia”, la película de 1995 en la que los expertos en enfermedades responden a un nuevo y peligroso virus, un trabajo que Anderson dijo que quería hacer. Para ella, eso significaba trabajar con el Ébola en un laboratorio de alta contención.

La carrera de Anderson la ha llevado por todo el mundo. Después de obtener una licenciatura de la Universidad Deakin en Geelong, Australia, trabajó como técnica de laboratorio en el Instituto Oncológico Dana-Farber en Boston, luego regresó a Australia para completar un doctorado bajo la supervisión de los eminentes virólogos John Mackenzie y Linfa Wang. Hizo un trabajo postdoctoral en Montreal, antes de mudarse a Singapur y volver a trabajar con Wang, quien describió a Anderson como “muy comprometida y dedicada”, y de personalidad similar a la de Shi.

Ambas son muy directas con estándares morales tan altos”, dijo Wang por teléfono desde Singapur, donde es el director del programa de enfermedades infecciosas emergentes de la Facultad de Medicina de Duke-NUS. “Estoy muy orgulloso de lo que Danielle ha podido hacer”.

En terreno

Anderson estaba en terreno en Wuhan cuando los expertos creen que el virus, ahora conocido como SARS-CoV-2, estaba comenzando a propagarse. Las visitas diarias durante un período a fines de 2019 la acercaron a muchas otras personas que trabajan en el centro de investigación de 65 años. Formaba parte de un grupo que se reunía todas las mañanas en la Academia de Ciencias de China para tomar un autobús que los llevaba al instituto a unos 30 kilómetros de distancia.

Desde su primera visita antes de que se inaugurara formalmente en 2018, Anderson quedó impresionada con el laboratorio de máxima biocontención del instituto. El edificio de hormigón, tipo búnker, tiene la designación de máxima bioseguridad, y requiere que el aire, el agua y los desechos se filtren y esterilicen antes de que salgan de las instalaciones. Había protocolos y requisitos estrictos destinados a contener los patógenos que se estaban estudiando, relató Anderson, y los investigadores se sometían a 45 horas de capacitación para obtener la certificación para trabajar de forma independiente en el laboratorio.

El proceso de inducción requería que los científicos demostraran su conocimiento de los procedimientos de contención y su competencia en el uso de trajes con aire compromido. “Es muy, muy extenso”, dijo Anderson.

Entrar y salir de las instalaciones era un esfuerzo cuidadosamente coreografiado, señaló. Las salidas eran especialmente complicadas ya que se exigía tomar una ducha química y una ducha personal, cuyos horarios se planificaban con precisión.

Desinfectantes especiales

Estas reglas son obligatorias en todos los laboratorios BSL-4, aunque Anderson observó diferencias en comparación con instalaciones similares en Europa, Singapur y Australia en las que ha trabajado. El laboratorio de Wuhan utiliza un método personalizado para fabricar y controlar sus desinfectantes a diario, un sistema en el que Anderson se inspiró para introducirlo en su propio laboratorio. Estaba conectada a través de un auricular con sus colegas en el centro de mando del laboratorio para permitir una comunicación constante y la vigilancia de la seguridad, medidas diseñadas para garantizar que nada saliera mal.

Sin embargo, el hecho de que la Administración Trump se centrara en 2020 en la idea de que el virus escapó de las instalaciones de Wuhan sugería que algo había salido muy mal en el instituto, el único especializado en virología, patología viral y tecnología de los virus de los cerca de 20 institutos de investigación biológica y biomédica de la Academia de Ciencias de China.

Los virólogos y expertos en enfermedades infecciosas descartaron inicialmente la teoría, señalando que los virus pasan de los animales a los humanos con regularidad. No había pruebas claras en el genoma del SARS-CoV-2 de que hubiera sido manipulado artificialmente, ni que el laboratorio albergara cepas progenitoras del virus pandémico. Los observadores políticos sugirieron que las acusaciones tenían una base estratégica y estaban diseñadas para presionar a Pekín.

Sin embargo, las acciones de China plantearon dudas. El Gobierno se negó a permitir la entrada de científicos internacionales a Wuhan a principios de 2020 cuando el brote se multiplicaba, incluidos expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) EE.UU., que ya se encontraban en la región.

Pekín trató de impedir que expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entraran a Wuhan durante más de un año, y luego solo les proporcionó acceso limitado. El informe final del equipo de la OMS, redactado y examinado por investigadores chinos, minimizó la posibilidad de una fuga de laboratorio. En su lugar, dijo que el virus probablemente se propagó a través de un murciélago a través de otro animal, y dio cierta credibilidad a una teoría china favorecida de que podría haberse transmitido a través de alimentos congelados.

Nunca se enfermó

La ofuscación de China llevó a los investigadores externos a reconsiderar su postura. El mes pasado, 18 científicos que escribieron en la revista Science pidieron una investigación sobre los orígenes del covid-19 que considerara de forma equilibrada la posibilidad de un accidente de laboratorio. Incluso el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo que la teoría del laboratorio no se había estudiado lo suficiente.

Pero es la consideración de la idea por parte del presidente estadounidense, Joe Biden, previamente descartada por muchos como una teoría de la conspiración trumpista, lo que le ha dado una nueva legitimidad. Biden pidió el mes pasado a las agencias de inteligencia de EE.UU. que redoblaran sus esfuerzos para desentrañar la génesis del covid-19 después de que un informe anterior, revelado por el periódico Wall Street Journal, afirmara que tres investigadores del laboratorio fueron hospitalizados con síntomas similares a los de la gripe en noviembre de 2019.

Anderson dijo que nadie que conociera en el instituto de Wuhan estuvo enfermo a fines de 2019. Además, existe un procedimiento para informar síntomas que se corresponden con los patógenos manejados en laboratorios de contención de alto riesgo.

Si la gente estuviera enferma, supongo que yo habría estado enferma, y no lo estuve”, afirmó. “Me hicieron la prueba del coronavirus en Singapur antes de vacunarme y nunca lo había tenido”.

Además, muchos de los colaboradores de Anderson en Wuhan viajaron a Singapur a fines de diciembre para participar en una reunión sobre el virus Nipah. No se supo de ninguna enfermedad en el laboratorio, dijo.

No hubo ningún comentario”, dijo Anderson. “Los científicos son chismosos y están emocionados. No había nada extraño desde mi punto de vista en ese momento que te hiciera pensar que algo estaba sucediendo aquí”.

No se han revelado los nombres de los científicos que habrían sido hospitalizados. El Gobierno chino y Shi Zhengli, la ahora famosa investigadora de virus de murciélagos del laboratorio, han negado repetidamente que alguien de las instalaciones haya contraído el covid-19. El trabajo de Anderson en las instalaciones, y su financiación, finalizaron tras la aparición de la pandemia y se centró en el nuevo coronavirus.

"No soy ingenua"

No es que sea imposible que el virus se haya desparramado desde allí. Anderson, mejor que la mayoría de la gente, comprende cómo un patógeno puede escapar de un laboratorio. El SARS, un coronavirus anterior que surgió en Asia en 2002 y causó la muerte de más de 700 personas, salió posteriormente varias veces de las instalaciones seguras, sostuvo.

Si se le presentaran pruebas de que un accidente de este tipo generó el covid-19, Anderson “podría prever cómo podrían suceder las cosas”, dijo. “No soy lo suficientemente ingenua como para decir que descarto absolutamente esto”.

Y, sin embargo, sigue creyendo que lo más probable es que provenga de una fuente natural. Dado que los investigadores tardaron casi una década en precisar en qué lugar de la naturaleza surgió el patógeno del SARS, Anderson dice que no le sorprende que no hayan encontrado el murciélago “infalible” responsable del último brote.

El Instituto de Virología de Wuhan es lo suficientemente grande como para que Anderson diga que no sabía en qué estaban trabajando todos a fines de 2019. Está al tanto de la investigación publicada del laboratorio que involucró la prueba de los componentes virales para determinar su propensión a infectar células humanas. Anderson está convencida de que ningún virus se creó intencionalmente para infectar a las personas y se liberó deliberadamente, una de las teorías más inquietantes que han surgido sobre los orígenes de la pandemia.

Ganancia de función

Anderson admitió que sería teóricamente posible que un científico en el laboratorio que estuviera trabajando en una técnica de ganancia de función se infectara a sí mismo sin saberlo y luego infectara involuntariamente a otros en la comunidad. Pero no hay evidencia de que haya ocurrido y Anderson calificó la probabilidad como extremadamente escasa.

Obtener la autorización para crear un virus de esta manera generalmente requiere muchos niveles de aprobación, y existen buenas prácticas científicas que imponen límites estrictos a este tipo de trabajo. Por ejemplo, se impuso una moratoria a la investigación que podía realizarse sobre el virus de la gripe española de 1918 después de que los científicos lo aislaran décadas más tarde.

Incluso si ese esfuerzo de ganancia de función obtuviera la autorización, es difícil de lograr, afirmó Anderson. La técnica se llama genética inversa. “Es sumamente difícil hacer que funcione cuando se quiere que funcione”, dijo.

El laboratorio de Anderson en Singapur fue uno de los primeros en aislar el SARS-CoV-2 de un paciente de covid fuera de China y luego cultivar el virus. Fue complicado y desafiante, incluso para un equipo acostumbrado a trabajar con coronavirus que conocía sus características biológicas, incluido el receptor de proteína al que se dirige. Estas facetas clave no las conocería nadie que intentara crear un nuevo virus, señaló. Incluso así, el material que estudian los investigadores —los componentes básicos del virus y la huella genética— no son inicialmente infecciosos, por lo que necesitarían cultivar cantidades significativas para infectar a las personas.

A pesar de esto, Anderson cree que es necesario realizar una investigación para determinar de una vez por todas el origen del virus. Está asombrada por la imagen del laboratorio en algunos medios de comunicación fuera de China, y por los ataques tóxicos a los científicos que se han producido.

Anderson, que forma parte de una docena de expertos de un grupo de trabajo internacional nombrados en noviembre para estudiar los orígenes del virus, no ha buscado la atención del público, especialmente desde que fue atacada por extremistas estadounidenses a principios de 2020, después de que expusiera información falsa sobre la pandemia publicada en internet. Los insultos que siguieron la llevaron a presentar una denuncia policial. Las amenazas de violencia que han sufrido muchos científicos especializados en coronavirus en los últimos 18 meses los han hecho dudar a la hora de hablar debido al riesgo de que sus palabras sean malinterpretadas.

Los elementos conocidos que desencadenan brotes infecciosos, la mezcla de personas y animales, especialmente los salvajes, estaban presentes en Wuhan, creando un entorno propicio para la propagación de una nueva enfermedad zoonótica. En ese sentido, la aparición del covid-19 sigue un patrón conocido. Lo que sorprende a Anderson es la forma en que se convirtió en un contagio mundial.

La pandemia es algo que nadie podría haber imaginado a esta escala”, afirmó. Los investigadores deben estudiar la calamitosa trayectoria del covid para determinar qué salió mal y cómo detener la propagación de futuros patógenos con potencial pandémico. “El virus estaba en el lugar correcto en el momento correcto y todo se alineó para causar este desastre”.

(Diario Perfil)

Mas allá de las investigaciones en curso sobre el origen y de las suspicacias sobre la “intencionalidad”, en un nuevo capitulo de una nueva guerra fria en estos tiempos entre China y EEUU, estos debates que alimentan las teorías conspiratorias, lo que si producen es un corrimiento de la atención respecto a los asuntos que si se saben. Por un lado el manejo de las investigaciones que alimenta el negocio financiero y las inversiones de las corporaciones mas poderosas del planeta, que sostienen el actual sistema neoliberal que produce los graves problemas ecológicos y las tremendas brechas de acceso a bienes y servicios escenciales y a la injusta distribución de la riqueza generada por las actuales formas megaproductivas, extractivistas y atadas a la especulación financiera y al sostenimiento de la estafa perpetrada con el dólar como moneda global al imponerla como moneda de intercambio en lugar del oro.

De todos modos lo que se sugiere es la idea de “un accidente de laboratorio” a pesar de que los intereses en pugna busquen otorgarle una dimensión eticamente mas deplorable en los sentidos de las ideas que alientan conspiraciones globales.

Uno que sabe de Conspiraciones en tanto participante de los organismos de derechos humanos que investigaron e investigan los crimenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura Argentina antes de su instalación en el gobierno y hasta adentrados algunos años en la recuperación democrática. Los mismos se enmarcan en una operación conjunta de las Fuerzas Armadas del continente asociadas a través de “La Escuela de las Américas” y puestas a disposición del programa organizado por el entonces secretario para los Asuntos de América Latina y el Caribe del departamente de Estado de los EEUU, Henry Kissinger.

Desde el punto de vista de la salud, otro antecedente se dió a conocer en 2010 como parte de un programa del por entonces presidente Obama, para desclasificar documentos de inteligencia del Estado. Más de 1.500 guatemaltecos con los que el gobierno estadounidense experimentó entre 1946 y 1948 para estudiar en humanos el desarrollo de las infecciones de transmisión sexual y evaluar la capacidad de prevención de la penicilina. Sin ellos saberlo les inocularon sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual como parte de unos experimentos médicos realizados en Guatemala que fueron patrocinados por el gobierno de Estados Unidos.

Los guatemaltecos utilizados como "conejillos de indias" hace 60 años ahora buscan una reparación en los tribunales estadounidenses a un caso que se reveló a fines de 2010.

"Fue algo aberrante, algo que nunca me podría haber esperado", cuenta Héctor Bardales, de 88 años, quien fue inoculado con sífilis mientras prestaba servicio militar en su país cuando tenía 19 años.

"Una vez fui al cuartel general y allí me abordaron. Un hombre vestido de blanco, que me iba a poner una inyección y me decía en inglés 'this is good for you' (esto es bueno para usted)", recuerda.

Para lograrlo, los investigadores recurrieron a prostitutas infectadas a las que se permitía pasar la noche con reclusos para transmitirle el virus, a niños de orfanatos a los que se les inyectaba, a enfermos mentales y a militares de baja graduación que no cuestionaban órdenes.

Una vida "mala"

Sin ser consciente de que estaba enfermo, con el tiempo Bardales empezó a sentir dolores de cabeza y cambios de humor.

"Llegó un momento que perdí la memoria, no sabía en lo que andaba y toda mi vida ha sido aberrante, ha sido mala, mala, mala", le cuenta a BBC Mundo en entrevista telefónica desde Guatemala.

"Yo soy un hombre de 88 años, le serví a mi patria y no es justo que me hayan hecho esta barbaridad" dice Bardales con la voz entrecortada antes de romper a llorar.

La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual causada por una bacteria que, si se detecta a tiempo, se puede curar fácilmente con antibióticos.

Sin embargo, de no ser tratada puede degenerar en otros problemas, incluidos daños cerebrales que afecten al estado de ánimo, problemas de vista, dolores "relámpago" y alucinaciones.

Una de las cosas que lamenta Bardales es que al no saber que estaba enfermo contagió a su mujer, madre de sus tres hijos, quienes también sufren las consecuencias de los experimentos.

La sífilis se puede pasar de la madre al bebé durante el embarazo y causar defectos congénitos o abortos.

Buscando responsables

El caso de Héctor Bardales es uno de los que contiene la demanda colectiva que acaba de presentar un grupo de 773 personas contra la Universidad Johns Hopkins y la fundación Rockefeller.

Según la demanda, médicos y científicos vinculados a estas instituciones "participaron, aprobaron, fomentaron, ayudaron y fueron cómplices" de los experimentos llevados a cabo en Guatemala, y su posterior análisis, hasta bien entrados los años 50.

La demanda señala que en la década de los años 30 y 40 hubo un aumento de los estudios en ese ámbito financiados con fondos federales, pero que el gobierno de EE.UU. no ejercía control sobre la investigación o los médicos que la conducían.

"Este sistema resultó en el control del sector privado de la investigación y experimentación de enfermedades de transmisión sexual con financiamiento federal", indica el documento.

Ambas organizaciones han condenado los experimentos que calificaron como "antiéticos", pero rechazaron su responsabilidad.

"Éste no fue un estudio de la Johns Hopkins. Johns Hopkins no lo inició, no financió, dirigió o condujo el estudio en Guatemala", defendió la institución académica que cuenta con el que es considerado como uno de los mejores hospitales del país en Baltimore (Maryland).

BBC Mundo

Autoridades sanitarias chinas asentadas en la ciudad de Wuhan aseguraron hoy que las conspiraciones sobre la creación del COVID-19 en un laboratorio son falsas y calificaron que el eventual surgimiento del brote de esta manera es algo “imposible”.

Así lo informó la dirección del máximo centro de investigación enclavado en lo que se denomina como “
la zona cero” del origen de la nueva cepa de coronavirus causante de la enfermedad, a cargo del virólogo Yuan Zhiming.

El gobierno del presidente Xi Jinping anunció que ha recibido presión a nivel global para transparentar el origen de la pandemia, principalmente por parte de Estados Unidos, quien ha denunciado al gigante asiático de crear el patógeno en un instituto de virología.

No obstante, China respondió que es improbable que un virus como el nuevo tipo de coronavirus haya escapado de un laboratorio, en contraste con la evidencia científica que existe respecto al salto de agentes infecciosos de animales a humanos.

Sin embargo, de acuerdo con un reporte de la televisora Channel News Asia, las teorías conspiratorias se han acrecentado desde que se sabe de la existencia de instalaciones de virología, específicamente del laboratorio “P4”, el cual, según Washington, trabaja en la investigación de virus peligrosos.

Tanto el senado de Estados Unidos como su secretario de Estado, Mike Pompeo, informaron durante la semana anterior que han procedido con una investigación a fondo sobre cómo el COVID-19 se propagó de manera masiva alrededor de todo el mundo. (Forbes)

La verdad es que no debería suscitar ninguna confianza cualquier investigación conspirativa del Estado que mas conspiraciones ha protagonizado desde la revolución industrial a estos días.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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