Reflexiones y decisiones en los días de la peste

¿Qué es un dólar? O, mejor dicho, ¿qué implica tener un dólar?

No estoy hablando de los billetes verdes físicos. Estoy hablando de un depósito en un banco argentino denominado en dólares.

La respuesta es simple, es una promesa de ese banco de entregar un billete verde, es un pasivo o una deuda de ese banco. Además, a través de una serie de intermediarios es, en última instancia, una deuda de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Supongamos un banco argentino.

Como dije, los depósitos en dólares son una deuda del banco con el depositante. A la vez, ese dólar es una deuda del BCRA con aquel banco.

A la autoridad monetaria, quien le debe el dólar es la Fed o algún banco internacional al que a su vez la autoridad monetaria de Estados Unidos le debe ese dólar.

¿Muy engorroso? Se pone peor.

Pero, ojo, no todos los dólares en bancos argentinos están respaldados por la Fed. Los depósitos en dólares creados por préstamos de bancos locales son dólares “de segunda” o, como me gusta llamarlos, “argendólares”.

Veamos cómo se crean.

Cuando un banco presta dólares, no entrega el depósito de otra persona. Lo que hace es crear un nuevo pasivo denominado en la moneda verde. En el activo aparece el préstamo, la promesa de pago de quién recibió aquel depósito en primer lugar, que respalda ese “argendólar”.

La Reserva Federal claramente no tiene obligación alguna respecto a ese dólar, no es su problema.

¿Qué es entonces un criptodólar?

Un criptodólar o stablecoin agrega un deudor más entre su propietario y la Reserva Federal.

El emisor es el dueño de la cuenta bancaria donde se depositan los dólares que respaldan a ese token y la propiedad del mismo está registrada en la blockchain, el archivo descentralizado que sostiene el mundo de las criptomonedas.

La calidad de una stablecoin depende, por tanto, de dos cosas.

  1. El activo que respalda al criptodólar: podría ser un dólar en una cuenta bancaria, podrían ser bitcoins o podría ser aire (sin respaldo, un fraude).

  2. Para el caso en que efectivamente esté respaldado por un dólar “real”, la distancia entre el dueño de la misma y la Reserva Federal es clave para determinar el valor del mismo.

Obviamente, los criptodólares son fungibles y, por lo tanto, la validez de su respaldo será proporcional a la forma en que esté diseminado el activo del emisor de la stablecoin.

¿A qué viene todo esto?

A que la semana pasada la Reserva Federal lanzó a consulta una propuesta para regular el acceso a su sistema de pagos a las fintechs. Algo así como el CVU argentino.

Es claramente una respuesta al enorme crecimiento que están teniendo los activos digitales (Bitcoin, Ether, criptodólares y demás) y las empresas que proveen servicios a su alrededor.

Hasta ahora las fintechs que proveen servicios cripto necesitan una cuenta en un banco para operar y eso implica un delay muy importante entre un pago y el registro efectivo en el pasivo de la Reserva Federal.

Otra opción es operar a través de “bank charters” especializados como la que obtuvo Paxos en abril pasado. Esa licencia, que es otorgada por la OCC (el controlador de la moneda en Estados Unidos), le permite tener acceso al sistema de pagos sin la necesidad de una cuenta bancaria.

La diferencia con un banco tradicional es que esta licencia no permite otorgar préstamos en dólares y eso implica una necesidad de capital mucho menor y una regulación más limitada por parte de la autoridad monetaria.

Los bancos y sus lobbistas vienen litigando hace rato para frenar todo este tipo de iniciativas. Lo mismo pasó aquí cuando se lanzó el CVU. La propuesta de la Fed es un golpe fuerte para ellos.

Además va a mover el avispero de los proveedores de servicios cripto. Hasta ahora hay sólo dos empresas que entrarían dentro de los parámetros exigidos por la Fed: Kraken y Avanti. Es para seguirlos con atención.

Otros empiezan a ver amenazado su modelo de negocio: el mismo Paxos mencionado más arriba; Circle, que emite el conocido criptodólar USDC y obviamente Tether, entre otros.

GovCoins

Pero no solo las fintechs preocupan a los bancos. También está creciendo la amenaza del lado de los bancos centrales.

Esta semana el conocido semanario The Economist dedica su portada a las que denomina “GovCoins”, más conocidas como CBDC (monedas digitales de los bancos centrales).

Hace un buen resumen del crecimiento de ese fenómeno que permitirá a los particulares acceder de forma directa a cuentas bancarias en la Reserva Federal, y que pondrá en jaque todo un negocio de los bancos: el sistema de pagos.

En Brasil, por su parte, pareciera que el BCB cambió su decisión ya que Mark Zuckerberg informó que, en el corto plazo, lanzarán los pagos por WhatsApp: 120 millones de usuarios potenciales, ¡nada mal!

De todas formas, no todos los bancos centrales se muestran confiados en las criptos. El gobernador del organismo de Inglaterra advirtió:Compra (criptos) sólo si estás dispuesto a perder todo ese dinero”.

Es un poco exagerado. Para el caso de bitcoin (oro digital) diría que tiene razón, para el resto, que proveen un servicio útil de registro descentralizado, diría que no tanto.

Un poco en línea con la propuesta de la Fed, quien apareció también fue Gary Gensler, el nuevo chairman de la SEC.

En una cita con el Congreso de Estados Unidos informó que el ente está pensando en nueva regulación para proteger a los usuarios en el trading del mundo cripto.

No es ni bueno ni malo. Depende de qué jugador se trate. Para el ecosistema en general podría traer mayor transparencia y seguridad a la hora de comprar e invertir en criptomonedas.

Por otro lado, y como saben los lectores de esta columna, el organismo que conduce Gensler pospuso para junio la definición sobre el lanzamiento de los ETFs de Bitcoin. Pues ahora deberá sumar a Ethereum al pedido.

El viernes pasado, la compañía VanEck solicitó el permiso para lanzar el primer ETF de la criptomoneda creada por Vitalik Buterin. Será interesante ver, en caso de aprobarse, cómo se comportan los inversores institucionales con esta criptomoneda que nada tiene que ver con Bitcoin.

Quien sí decidió invertir en Bitcoin fue Mercado Libre. Según informó en su informe financiero del primer trimestre del corriente año, la empresa compró US$ 7,8 millones en aquel activo digital.

La compañía nacida en estas pampas se sumó a otras como Tesla que ya había incorporado esa moneda a su activo. ¿Veremos también a Marcos Galperin subirse a la fiebre Dogecoin como lo hizo Elon Musk? No creo.

Tal es la “locura” alrededor de esta criptomoneda (que nació como un “meme”) que SpaceX, también fundada por Musk, informó que aceptará dicha cripto como pago para futuros vuelos espaciales.

Para colmo, el mismo Elon fue invitado al popular show “Saturday Night Live” donde llamó a Doge un “hustle” cuya traducción podría ser “fraude” aunque, en rigor, puede tener otras interpretaciones.

La cuestión es que la moneda se derrumbó aproximadamente 28% respecto a los valores que tenía previo al show. ¡Un amigo!

Acto seguido agregó “To the moon” (A la luna) que es la típica frase que los criptofans dicen para predecir que el precio de las monedas subirá meteóricamente.

En el caso de Musk, es tal vez la única persona en el mundo que puede haberlo dicho en sentido literal.

(El Economista)

Si creemos que una rehabilitación de la dimensión moral de la economía es fundamental, necesitamos enfocarnos en una «reforma» a gran escala del capitalismo. Para ello es necesario audacia, un programa teórico y un posicionamiento ético-político.

¿Tiene sentido cuestionar la moral del capitalismo? El texto fue escrito por Laura Pennacchi, quién se desempeñara como Subsecretaria de Estado para el Tesoro en el Ministerio del Tesoro, Presupuesto y Planificación Económica de Italia. Es integrante del Comité Científico de la Fondazione Basso y coordinadora del Foro de Economía Nacional de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL, por sus siglas en italiano).

La pandemia global está llevando todos los temas que atormentan al mundo moderno al punto de ebullición: la escasez de empleos, la transformación ecológica, la migración masiva, las biotecnologías, la inteligencia artificial y el desarrollo sin control de la ciencia, la educación, los bienes públicos y la cultura. El Foro Económico Mundial, que ya el año pasado anunció en Davos el «fin del lucro sin ética», ahora proclama «economías y sociedades mejores». Se reconoce la necesidad de poner en discusión la legitimidad del capitalismo en una variedad de frentes, incluso desde un punto de vista estrictamente moral.

Algunos académicos continúan celebrando el ensayo en el que Milton Friedman afirmó, hace 50 años, que el capitalismo no tenía otra responsabilidad social que la de incrementar las ganancias («el negocio de los negocios es el negocio»). Pero están empezando a surgir ciertas cuestiones, desde la preocupación de Paul Collier por el «fundamento ético mutilado» del capitalismo al deseo de Joseph Stiglitz de liberar al «capitalismo progresista» del «fundamentalismo del mercado». Los filósofos Nancy Fraser y Rahel Jaeggi buscan reconstruir las «bases regulatorias» del capitalismo, sosteniendo que ninguna práctica económica es neutral ni está, por lo tanto, desligada de la valoración normativa, y que el capitalismo no debe verse simplemente como un sistema económico sino como un «orden social institucionalizado».

Entonces, ¿tiene sentido cuestionar la moral del capitalismo? Sí, de hecho sin ese cuestionamiento no podría haber una superación del paradigma en dirección de un muy necesario nuevo modelo de desarrollo.

¿Una inmoralidad necesaria?

No obstante, Branko Milanović, un distinguido investigador del tema de la desigualdad –en sí misma una cuestión de fuertes connotaciones morales, aunque se la vea sobre todo como un problema de redistribución–, no está de acuerdo. Milanović considera inevitable la inmoralidad del capitalismo y la «externalización» de la moral» por la cual los mecanismos de autocontrol interno de un individuo, que hoy se creen ya muertos o desplazados, se transfieren a la coerción externa de reglas y leyes. Su convicción es que «el comportamiento inmoral es necesario para la supervivencia en un mundo en el que todos tratan de obtener tanto dinero como sea posible».

No es accidental que Milanović comparta la idea que formuló en el siglo XVIII Bernard Mandeville, y que fuera cuestionada por Adam Smith, de que el éxito depende de que los individuos se comporten de la manera más ambiciosa y egoísta posible. Tampoco es accidental que acepte que las preferencias son, en esencia, cuestiones inobjetables de gusto –llega al extremo de aplicar el concepto de de gustibus non est disputandum incluso a la economía–, ni que condene la crítica de Karl Polanyi a la mercantilización extendida e indiscriminada, porque esta es deseada y elegida libremente por los individuos, más que «un desarrollo antinatural que presagia la crisis del capitalismo». De este modo, sin embargo, Milanović acepta en su totalidad los postulados del viejo paradigma, llevados al extremo por el neoliberalismo, así como su pretensión de neutralidad y la división entre ética y economía.

La neutralidad de este paradigma ha sido cuestionada, no obstante, por el Premio Nobel Amartya Sen. Desde sus comienzos como académico, Sen ha criticado la hipóstasis del agente económico como un individuo aislado, solo centrado en su propio interés, que persigue las máximas ganancias en forma obsesiva y que es perfectamente racional en el plano práctico. Ya en la década de 1970, Sen calificó a ese agente de «tonto racional» e «idiota social»: alguien cuyo único problema era reunir ciertos medios y ciertos fines sin reflexionar sobre unos u otros, con total ignorancia de su propia sociabilidad intrínseca y de su interdependencia.

Estructuras profundas

Quizás, entonces, haya aquí algo más profundo que hace la diferencia: si el carácter enfáticamente ético-político de la presente conmoción pone en cuestión la dimensión del valor, esto le da a la denuncia de los problemas políticos y sociales un profundo sentido moral, al tiempo que otorga a la moral un contenido crítico mayor. No podemos quedarnos en la superficie de la agitación actual, considerando la justicia y la igualdad como meras cuestiones de compensación y redistribución. En cambio, debemos recuperar las estructuras profundas que articulan nuestros sistemas de producción y nuestros roles productivos: nuestros deberes, nuestros poderes y nuestro prestigio social.

Pasa entonces a primer plano la meta del pleno empleo de calidad, un objetivo que en la actualidad elude hasta a los gobiernos de centroizquierda. Es sumamente significativo que, durante la campaña electoral que llevó a Joe Biden a la Casa Blanca, muchos simpatizantes del Partido Demócrata se aplicaran a elaborar programas de «empleo garantizado».

Las iniciativas de empleo garantizado se basan en una tradición teórica noble, que va de John Maynard Keynes a James Meade, de Hyman Minsky a Anthony Atkinson. Este último desarrolló la convicción de que, en circunstancias como las actuales de una gran subutilización de los factores fundamentales de la producción –mano de obra y capital– y, en consecuencia, de creciente «estancamiento secular» de las bajas inversiones, el Estado ya no debería enfocarse en transferencias monetarias indiscriminadas. En lugar de eso, podría y debería crear directamente empleo a través de proyectos de gran envergadura al estilo de los del New Deal de Franklin D. Roosevelt. De ese modo, se convertiría en un «empleador de última instancia», una imagen que a su vez tiene la connotación de «Estado innovador» y de «Estado estratega».

Desplazamiento del poder

Las preguntas que surgen aquí ya no pueden evitarse. ¿Cuáles son las políticas verdaderamente adecuadas para el resurgimiento de las economías globales y nacionales? ¿Cuáles son los equivalentes actuales del New Deal, los acuerdos de Bretton Woods de 1944 o los Estados de Bienestar de posguerra, capaces de provocar un desplazamiento del poder de las finanzas a la producción, para cambiar el foco de los índices de bolsa a la expansión de la economía real y el aumento del bienestar social? ¿Puede seguir quedando de lado la meta de lograr el pleno empleo de calidad? ¿Cómo es posible crear empleos que tengan tal alcance y calidad que incrementen la tasa de participación de jóvenes, mujeres y población de las áreas desfavorecidas?

Si creemos que una rehabilitación de la dimensión moral es fundamental, aunque incluya una crítica al capitalismo, eso nos induce a subir la apuesta. Necesitamos enfocarnos en una «reforma» a gran escala del capitalismo, una reforma profunda como la delineada por Keynes. En ese entonces, un programa teórico inusualmente radical y una crítica ético-política combinaron el innovador pensamiento keynesiano con las iniciativas revolucionarias de Roosevelt y el reformismo europeo radical –desde el movimiento laborista inglés inspirado por William Beveridge a la socialdemocracia escandinava–, todo ello al tiempo que enfrentaban, aun en el nivel de los ideales, a toda forma de totalitarismo.

Fuente: Social Europe Traducción: María Alejandra Cucchi

Nueva Sociedad” Democracia y Política en América Latina – Junio de 2021

Esta pandemia nos afectó a todos, pero sobre todo a los sectores más desprotegidos”

Lo afirma el investigador del CONICET Francisco Barrantes. En 2020, al igual que muchos otros científicos y científicas, redireccionó sus investigaciones para dedicarse a estudiar el nuevo coronavirus.

Francisco Barrantes es investigador superior del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas (BIOMED, CONICET-UCA), y aunque desde sus épocas como becario no trabajaba en el estudio de virus, la pandemia de COVID-19, junto con las restricciones destinadas a contrarrestarla, lo llevaron en 2020 a enfocarse en el estudio del SARS-CoV-2. Desde entonces, ha publicado varios artículos sobre el tema en distintas revistas especializadas.

En uno de sus últimos trabajos, aparecido en Annual Review of Biophysics, Barrantes destaca las contribuciones de la biofísica y la biología estructural al conocimiento del agente patógeno que causa la COVID-19, al tiempo que subraya la importancia que tuvieron los saberes previos en materia de virus para que estos descubrimientos pudieran darse con gran celeridad.

Para el investigador del CONICET, uno de los roles principales que deben cumplir los científicos en situaciones como la actual pandemia es filtrar las numerosas noticias falsas y trasmitir al público general, y a los tomadores de decisiones en particular, información basada en evidencia científica y debidamente verificada.

 ¿Qué estudian la Biofísica y la Biología Molecular Estructural?

La respuesta breve es que la biología molecular estructural estudia la estructura y dinámica de moléculas que componen los organismos biológicos. Inicialmente la disciplina se asimilaba con el estudio de la estructura de proteínas y ácidos nucleicos mediante metodologías biofísicas como la cristalografía de rayos X. La visión contemporánea abarca, mucho más ambiciosamente, otros objetos de estudio, como virus y hasta organelas subcelulares y nuevas tecnologías. Además, el énfasis actual está focalizado en las correlaciones bidireccionales entre estructura y función de moléculas: ¿cuál es el sentido de una determinada forma molecular?, ¿cómo se han generado y han evolucionado las estructuras para satisfacer determinada función?, o ¿cómo se altera ese diálogo en las enfermedades? Por otro lado, en los últimos años la crio-microscopía electrónica, que no requiere cristales para resolver la estructura tridimensional de una molécula, ha revolucionado el estudio de la estructura de los virus. De eso hablo en un trabajo que acaba de publicarse en el volumen del 50° aniversario del Annual Review of Biophysics.

¿En qué sentido considera que los aportes de estas dos disciplinas han sido importantes para los actuales avances en el conocimiento del SARS-CoV-2?

La pandemia COVID-19 nos tomó por sorpresa, y aún en los países industrializados, los sistemas sanitarios estaban muy mal preparados para enfrentarla. Sin embargo, en sólo semanas desde que la Organización Mundial de la Salud declarara el estado de pandemia, varios laboratorios en distintos lugares del mundo se enfocaron o redireccionaron sus actividades de investigación para estudiar el nuevo virus, el SARS-CoV-2. ¿Y cuáles fueron las disciplinas que sentaron las bases estructurales para el desarrollo de vacunas y anticuerpos contra el virus? La biofísica y la biología molecular estructural. En el primer trimestre del 2020 este esfuerzo empezó a dar sus frutos, y ensayos preclínicos se iniciaron en abril de ese año gracias al descubrimiento de varios sitios en el virus SARS-CoV-2 que podían constituir talones de Aquiles donde atacarlo.


¿Hubiera sido posible avanzar tan rápido en el conocimiento del SARS-CoV-2 y de sus estrategias para infectar, si no se hubiera tenido ya conocimiento de otros virus similares?

La expresi n metafórica derivada de la mitología griega “estar sentado sobre los hombros de gigantes” atribuida al gramático Prisciano del siglo V según Umberto Eco, o a Bernardo de Chartres (siglo XII), es hoy entendida como la capacidad de descubrir sobre la base de conocimientos previos. Nada más cierto en el caso de estos vertiginosos descubrimientos sobre el virus agente causal del COVID-19, que se apoyaron sobre las decenas de estudios sobre otros virus realizados en los últimos 20-30 años.

¿Considera que la actual pandemia de COVID-19 anticipa nuevas pandemias en el futuro?

La pandemia tomó por sorpresa a la población en general, pero varios científicos habían anticipado que en cualquier momento se podía producir una epidemia, eventualmente con características de pandemia.  Aunque nadie predijo su magnitud. Y las condiciones para incubar nuevas epidemias están dadas en varios escenarios. No hace falta un mercado de animales exóticos para que esto vuelva a suceder. Las industrias avícola y porcina, por ejemplo, aún utilizan en muchas partes del mundo condiciones de crecimiento con estándares que son inaceptables tanto desde el punto de vista de la sanidad animal como de la ética. El hacinamiento, junto con el uso irracional de antibióticos y hormonas, generan condiciones ideales para la emergencia de nuevas especies virales zoonóticas, es decir con capacidad para saltar a la especie humana, como ya ha sucedido en el pasado.

¿Se puede hacer algo para evitarlo o, al menos, para estar más preparados cuando ocurra?

Sí. Hay varias estrategias, no mutuamente excluyentes. Una es investigar el tema en profundidad. Yo no trabajaba sobre virus desde mi época de estudiante, pero cuando se sumó el aislamiento domiciliario me pareció apasionante estudiar un problema de tanta gravedad como la COVID-19, con la singularidad adicional que está desarrollándose mientras uno escribe. Como científicos, nuestra obligación es transmitir evidencia científica seria, verificada, filtrando la abundante información falaz al público en general y a los dirigentes políticos y a aquellos involucrados en la toma de decisiones. Sería importante que además de medidas de emergencia coyunturales, como las que se adoptaron en etapas tempranas de la pandemia (cuarentenas y otras medidas sanitarias), se elaborasen planes de largo alcance, se robustezca la capacidad de producción local de vacunas y medicamentos, se coordinase la acción conjunta de los ministerios involucrados en el tema y se invirtiese una alícuota fija de los presupuestos de los estados para I&D en forma previsible y sostenida. No es ninguna novedad: ya lo decía César Milstein, a quien celebramos este año, cuando dejó nuestro país.

¿Qué lecciones cree que deja esta pandemia desde el punto de vista de la investigación científica?

Una lección que hemos aprendido es que si bien se contemplaba a la COVID-19 como una enfermedad pulmonar aguda y grave, como lo indica el nombre del virus, hoy sabemos que se trata de un síndrome multisistémico, que puede afectar cualquier órgano, sin exceptuar el sistema nervioso central. El desastre universal que significó -y aun significa en muchas partes del globo- esta pandemia expone flagrantemente la frase de Bernardo Houssay, en su visión que la ciencia no es un gasto, sino una inversión. Aquellos países que no invierten en ciencia están condenados a ser subdesarrollados. Esta pandemia nos afectó a todos, pero sobre todo a los sectores más desprotegidos. Y por ello, el urgente mensaje que deja esta pandemia a nivel global es que la acción debe comenzar prioritariamente por reparar la deuda que la sociedad tiene con ellos.

Francisco Barrantes se recibió de médico en 1968 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y cinco años después obtuvo su doctorado en la misma casa de estudios. Desde 1983 forma parte de la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico del CONICET y desde 1994 es investigador superior. En 2018 fue distinguido como investigador emérito del Consejo. Es considerado a nivel mundial un experto el campo de los receptores sinápticos, y lleva publicados más de doscientos cincuenta artículos en revistas internacionales especializadas y dos libros. Es miembro de diferentes academias científicas; ocupa el mismo sitial que su maestro, el profesor Eduardo De Robertis, en la Academia Nacional de Medicina, y pertenece a la Academia Nacional de Ciencias, la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS, pos sus siglas en inglés), la Academia Europea de Ciencias, y la Academia Nacional de Ciencias de la India. Además, a lo largo de su trayectoria como investigador ha sido reconocido con numerosas distinciones a nivel nacional e internacional, entre las que pueden destacarse: Premio Bernardo Houssay del CONICET (1987); Premio en Biología de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (1988); Premio Alexander von Humbold Stiftung (1999); Premio Konex en Biología Molecular y Citología (2003); Fulbright Scholar en Harvard Medical School (2004), Premio Consagración de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2009); Gregorio Weber Award for Excellence in Fluorescence Theory and Applications de la Sociedad de Biofísica de EEUU (2021).

En estos días de la peste, la reflexión compartida nos devuelve la realidad de un neoliberalismo agotado y de un mundo que necesita imperiosamente ser pensado y actuado de maneras diferentes. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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